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Textos 4. El teatro
1. AUTOCRÍTICA
El propósito de esta Electra no tiene nada que ver con el que inspiró mi Antígona. En aquélla intenté
una ‘versión muy libre’ –así la llamé– de la obra de Sófocles. En ésta la libertad es mayor. Esta no es
versión de ninguna Electra determinada del teatro griego. Esta es una comedia original, cuya
fábula es el mito o leyenda de Electra.
He querido volver a presentar aquella tremenda fábula de pasiones elementales y permanentes
con palabras totalmente de hoy y sobre el ambiente de una Grecia estilizada y sin compromisos
arqueológicos, que dé apenas un leve punto de referencia a la restante actualidad de la obra. He
querido experimentar lo que queda de vivo y actuante en aquella vieja historia de generaciones que
chocan y caracteres que pugnan: de reyes políticos y vasallos; he querido volver a contar el ‘mito’
sin que el empaque arcaico de la forma lo aleje de nosotros ni debilite su humana permanencia.
[…]
Porque ya se comprenderá que de esta aplicación de lo contemporáneo, en diálogo y enfoque, a
un tema tan hierático, surge inevitablemente un cierto tono de humor. La experiencia fundamental
está en ver si esto no entorpece, sino al contrario, ayuda a que la parte trágica del ‘mito’ conserve su
plenitud de emoción, al desprenderse ahora de antecedentes más llanos y ocurrir entre hombres y
mujeres más cercanos, en voz y espíritu, a nosotros.
2. LA EDUCACIÓN DE ELECTRA
2.1. CLITEMNESTRA MANTIENE A ELECTRA EN LA IGNORANCIA (P. 1868)
CLITEMNESTRA. –No importa... Ella ignora lo que es el beso. Ya sabes que la tengo rodeada de un
régimen de prudentes ignorancias, a previsión. Ni Niobe, la nodriza, la besa... Si nos vio, no ha
podido entender...
EGISTO. –¿Tú estás segura de que es ella, y no tú la inocente en este caso? Vigilas sus lecturas, sus
conversaciones; le quitas de las manos los poemas de los rapsodas, cubres las estatuas de
palacio... ¡Y a lo mejor, cualquier día, una sencilla siesta junto al río se lo revela todo!
CLITEMNESTRA. (Torpe. Sobreponiéndose) –Sí… Es lo que dice Heliandro, el médico… Los años ya…
La sangre en las venas… ¡Debo cenar menos!
ELECTRA. –No… ¿Tú ves?… ¡Eso no!... Explicaciones de niña, no. ¡No me rechaces otra vez hacia
un mundo de cuentos evasivos! ¡Un mundo sin besos, ni hombres, ni mujeres,… donde sólo se
tiembla por malas digestiones! Quiero palabras,… palabras entre tú y yo. No me obligues a ir
adivinando a manotazos entre las tinieblas… Mira que puedo golpear sin saber donde no quiera…
No deseo ser dura y fría y metida en mí… ¡Palabras, por tristes que sean! Se puede llorar, unidos, sobre
las palabras dichas… Sobre el silencio, no… Lo que se adivina tiene algo de botín, de robo… Se
apodera uno de ello de mala manera… ¡y no se usa luego para el bien!.
CLITEMNESTRA. –¡Me das horror, hija! ¡Qué peligroso es todo lo que has dicho!... ¡No es prudente
enseñarme que no queda en ti nada de mi obra de tantos años!
CLITEMNESTRA. […] –No sé cómo lo disculpas. Su error es la catástrofe total… Pero no hay tiempo
de lamentaciones. Hay que decidir rápidamente. Por lo pronto…, esa adivina tiene que morir…
Adivina demasiado. Y su retórica es en exceso transparente… Esa mujer tiene que morir.
(Significativa). Y no será más que la primera sangre que se vierta en Palacio.
4. EL REGRESO DE AGAMENÓN
4.1. DISCURSO DE LLEGADA Y REENCUENTRO CON LA FAMILIA (PP.1877–78).
AGAMENÓN. –Gracias, argivos, gracias... De rodillas, no... ¡Clitemnestra! (La abraza estrechamente.
Se separa y le da una palmadita en la mejilla.) ¡Je! ¡Usas el mismo perfume! (Un instante de emoción.
Cierra los ojos.) De lo de Orestes..., ya supe. ¡Qué dolor! (Reacciona.) ¿Y la niña?
[…]
AGAMENÓN. –¡Electra!
ELECTRA. (Tímida. Deslumbrada.) –Señor...
AGAMENÓN. –“Señor”, no… ¡Papá!... Ven acá... ¡Cómo te has desarrollado! Pero quítate estas flores,
hija, que te las voy a chafar todas... […] Electra… Dame un beso.
ELECTRA. (Confusa) –¿Un…beso?
AGAMENÓN. –Sí, amor… Pero, ¿no sabes?
CLITEMNESTRA. –Te la he educado en la ignorancia, esperando tu vuelta.
AGAMENÓN. –¡Je! Te han reservado un buen maestro… ¡Esto es un beso, Electra…, mira! (La besa
inundándola entre sus brazos) Y este temblor que te siento, entre mis brazos…, es el cariño!
ELECTRA. –El cariño… Así como el viento –¿no?– cuando se entra por los olivares…
AGAMENÓN. –¡Je! Ya hace sus frases la mocosilla… ¿Qué? ¿Nada a la vista? ¿Algún novio?
CLITEMNESTRA. –Hay palabras que no se han pronunciado en tu ausencia.
AGAMENÓN. –Tu madre ha sido muy delicada…
6. LA ANAGNÓRISIS
6.1. EL RIZO DE ORESTES (P. 1895)
ORESTES. […] –¿Encontraste ti el rizo?
ELECTRA. –Sí…
ORESTES. –Te lo guardaste…, ¿eh?
ELECTRA. –No…
ORESTES. (Sonriendo) –Ven acá… Muchacha. […] ¡Gracias! Esto va tomando el aire de una poética
canción… La muchacha que llora. Que encuentra el rizo. Que lo besa.
ELECTRA. –¡No lo he besado!
ORESTES. –Luego, el Príncipe que llega…
ELECTRA. –El hombre que a mí se acerque tiene que ofrecerme más que un juego. Tiene que traerme
su apoyo y su fuerza… Yo tengo una misión que cumplir.
JOVEN. –¡Todas tienen en Argos una misión que cumplir!... ¡Raza trágica esta!
ELECTRA. (Con coquetería. Ingenua) –¿Os gusto de verdad un poco?... Os advierto que cuando me
arreglo, mejoro mucho.
JOVEN. –Poco tenéis que mejorar.
ELECTRA. –Os repito que tengo una misión grande en la vida… Precisamente una misión en servicio
de la Princesa… Habéis llegado en un instante en que es difícil no creer que los dioses os traen de
la mano… Y os advierto que para el que me ayude tengo un tesoro que darle… ¡Soy una fuente
acabada de brotar de la tierra!... Estoy en la primera lección del querer. La tengo fresca y recién
aprendida… ¡Y toda yo estoy llena de besos no estrenados!
ORESTES. –No…, ¡eso no!... Mientras yo tenga manos…, ¡¡yo!! (Ha recobrado la espada y va sobre
EGISTO) ¡Defiéndete…, cobarde!
8. EL SUICIDIO DE CLITEMNESTRA
8.1. CLITEMNESTRA PIDE LA ESPADA (P. 1905)
CLITEMNESTRA. –¡Tú! ¡Orestes!... ¡Y cómo te pareces ahora a él!... ¡Último espectro de los Atridas, a
mi lado!... ¡Dame esa espada!... ¡Una sola para los dos!
ORESTES. –No, madre…, ¡no!... ¡suelta!
CLITEMNESTRA. –¡Sí! ¡Es mía!... ¡Es mi derecho!... ¡Mi postrero y último derecho!