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5º BÁSICO
1
Trabajo de fluidez de lectura en la casa
Instrucciones
1. Cada día, de lunes a viernes, siéntese con su hijo o hija en un lugar sin demasiado ruido
y con esta carpeta de lecturas.
2. Dígale al estudiante “Ahora voy a poner el cronómetro de mi celular en 10 min. y por los
próximos 10 minutos vamos a leer este texto en voz alta para mejorar en la lectura.
Primero, escucha con atención lo que voy a leerte porque luego te tocará a ti leerlo”.
3. Léale usted en voz alta un párrafo del texto. Trate de leerlo lo mejor posible, con una
velocidad adecuada. Luego pídale al estudiante que él lea ese mismo párrafo en voz alta
dos veces seguidas.
4. Haga lo mismo con el siguiente párrafo o trozo del texto, (léalo usted una vez y luego pídale
al niño que lo lea dos veces seguidas en voz alta). Continúe así por los siguientes minutos
o hasta terminar de leer el texto.
5. Si su hijo lee mal o se salta alguna palabra corríjalo con cariño, mostrándole cómo se lee
correctamente esa palabra. Si el niño termina de leer antes de los 10 minutos, pídale que
vuelva a leer el texto.
6. Al final de la lectura en voz alta, felicite a su hija o hijo por haber leído. Luego firme la
casilla en el día correspondiente al final de cada texto.
7. Pídale al niño/a que por favor vaya a guardar su carpeta de fluidez de lectura a la mochila.
8. Para que su hija o hijo mejore su lectura este ejercicio debe hacerse todos los días de
lunes a viernes. En total, si quiere mejorar su lectura, el niño/a debiera leer en voz alta
entre 5 y 10 minutos CADA DÍA.
NOTA: Muchas de las lecturas de este manual fueron tomadas de los textos Leamos Mejor de
Fundación Astoreca
2
El árbol baila
Texto: Cuento
3
La hibernación de los animales en el invierno
Texto: Informativo
4
El faraón Pepy y sus atrapamoscas vivientes
5
¿Cómo podemos averiguar la edad de un árbol?
Autor: Ona Caussa, 365 preguntas y respuestas para entender el mundo. Las preguntas más
curiosas... y las respuestas más fascinantes
Texto: Informativo
6
El niño que pudo hacerlo
Dos niños llevaban toda la mañana patinando sobre un lago helado cuando, de
pronto, el hielo se rompió y uno de ellos cayó al agua.
La corriente interna lo desplazó unos metros por debajo de la parte helada, por
lo que para salvarlo la única opción que había era romper la capa que lo cubría.
Su amigo comenzó a gritar pidiendo ayuda, pero al ver que nadie acudía buscó
rápidamente una piedra y comenzó a golpear el hielo con todas sus fuerzas.
Golpeó, golpeó y golpeó hasta que consiguió abrir una grieta por la que metió
el brazo para agarrar a su compañero y salvarlo.
A los pocos minutos, avisados por los vecinos que habían oído los gritos de
socorro, llegaron los bomberos. Cuando les contaron lo ocurrido, no paraban
de preguntarse cómo aquel niño tan pequeño había sido capaz de romper una
capa de hielo tan gruesa.
-Es imposible que con esas manos lo haya logrado, es imposible, no tiene la
fuerza suficiente. ¿Cómo ha podido conseguirlo? - comentaban entre ellos.
Un anciano que estaba por los alrededores, al escuchar la conversación, se
acercó a los bomberos.
- Yo sí sé cómo lo hizo -dijo.
- ¿Cómo? -respondieron sorprendidos.
-No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo.
Texto: Cuento
7
Las plantas también se defienden
8
Querido fantasma
9
tarde-. Le decías a la ropa que el asesino de la mansión verde era el
jardinero. ¡Te prohíbo continuar con esa locura de creerte detective!
Ella, mientras su marido estuvo vivo, trató de ser la mejor esposa posible:
cocinó para él cientos de galletas, bizcochos y roscas, y disimuló al
máximo sus tendencias detectivescas. Pero una vez viuda, ya nada le
impidió hacer lo que le venía en gana. Y la verdad fue que, poco a poco,
todos sus vecinos comenzaron a considerarla una excéntrica. ¿Qué otra
cosa podía pensar de una anciana que paseaba por el barrio
intercambiando opiniones con un compañero invisible o cuchicheándoles
disimuladamente a las paredes cuando alguien la visitaba en su casa?
Pero el día en que doña Felicia resolvió su primer caso, empezaron a
respetarla.
10
Tomoe Gozen, la mujer samurái
El guerrero del clan rival era célebre por su crueldad y fiereza, ¡y por
haber decapitado a muchos samuráis sin apenas esforzarse! Luchaba
con confianza, seguro de su victoria. No sabía que ante él tenía a una
mujer samurái que luchaba con rapidez y agilidad y que pronto lo
sometería. ¡Cuál fue su sorpresa cuando, al levantar el yelmo, observó el
dulce rostro de Tomoe! Había sido vencido por una mujer.
11
heroína de cómics y videojuegos. Sin embargo, es el coraje en la lucha y
el dominio de la naginata lo que la han convertido en la mejor guerrera
samurái del Japón medieval.
12
El hombre que soñó
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características, que tiene en su patio un jardín, en cuyo fondo hay una
fuente en la que se esconde una gran fortuna: ve allí y tómala”. Yo no fui.
Pero tú, con tu poco sentido común, has viajado de ciudad en ciudad por
una cosa que solo has visto en tus sueños, cuando esto solo era efecto
de oscuras fantasías.
Luego, le dio un poco de dinero y le dijo:
–Toma esto para que puedas volver a tu ciudad.
Él recibió el dinero y volvió a Bagdad. Pues bien, la casa de Bagdad que
el imán describió era la de aquel hombre. Por ello, cuando llegó a su
morada, excavó bajo la fuente y encontró abundantes riquezas. De esta
manera Dios lo ayudó y lo hizo rico. Fue esta una maravillosa
coincidencia.
14
Donde nacen las ideas y los deseos
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Lucía investiga en el ropero
Había una vez cuatro niños cuyos nombres eran Pedro, Susana, Edmundo y
Lucía. Esta historia relata lo que les sucedió cuando, durante la guerra y a
causa de los bombardeos, fueron enviados lejos de Londres a la casa de un
viejo profesor. Este vivía en medio del campo, a diez millas de la estación más
cercana y a dos millas del correo más próximo. El profesor no era casado, así
es que un ama de llaves, la señora Macready, y tres sirvientas atendían su
casa. (Las sirvientas se llamaban Ivy, Margarita y Betty, pero ellas no
intervienen mucho en esta historia). El anciano profesor tenía un aspecto
curioso, pues su cabello blanco no sólo le cubría la cabeza sino también casi
toda la cara. Los niños simpatizaron con él al instante, a pesar de que Lucía, la
menor, sintió miedo al verlo por primera vez, y Edmundo, algo mayor que ella,
escondió su risa tras un pañuelo y simuló sonarse sin interrupción.
Después de ese primer día y en cuanto dieron las buenas noches al profesor,
los niños subieron a sus habitaciones en el segundo piso y se reunieron en el
dormitorio de las niñas para comentar todo lo ocurrido.
—Hemos tenido una suerte fantástica —dijo Pedro—. Lo pasaremos muy bien
aquí. El viejo profesor es una buena persona y nos permitirá hacer todo lo que
queramos.
—Tratas de hablar como mamá —dijo Edmundo—. ¿Quién eres para venir a
decirme cuándo tengo que ir a la cama? ¡Eres tú quien debe irse a acostar!
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—Mejor será que todos vayamos a dormir —interrumpió Lucía—. Si nos
encuentran conversando aquí, habrá un tremendo lío.
—No lo habrá —repuso Pedro, con tono seguro—. Este es el tipo de casa en
que a nadie le preocupará lo que nosotros hagamos. En todo caso, ninguna
persona nos va a oír. Estamos como a diez minutos del comedor y hay
numerosos pasillos, escaleras y rincones entremedio.
Esta era la casa más grande que ella había conocido en su vida. Pensó en
todos esos pasillos, escaleras y rincones, y sintió que algo parecido a un
escalofrío la recorría de pies a cabeza.
—Es una lechuza —agregó Pedro—. Este debe ser un lugar maravilloso para
los pájaros... Bien, creo que ahora es mejor que todos vayamos a la cama, pero
mañana exploraremos. En un sitio como éste se puede encontrar cualquier
cosa. ¿Vieron las montañas cuando veníamos? ¿Y los bosques? Puede ser
que haya águilas, venados... Seguramente habrá halcones...
Texto: Novela
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Lucía investiga en el ropero (continuación)
Pero a la mañana siguiente caía una cortina de lluvia tan espesa que, al mirar
por la ventana, no se veían las montañas ni los bosques; ni siquiera la acequia
del jardín.
La idea les pareció excelente y así fue como comenzaron las aventuras. La
casa era uno de aquellos edificios llenos de lugares inesperados, que nunca se
conocen por completo. Las primeras habitaciones que recorrieron estaban
totalmente vacías, tal como los niños esperaban. Pero pronto llegaron a una
sala muy larga con las paredes repletas de cuadros, en la que encontraron una
armadura. Después pasaron a otra completamente cubierta por un tapiz verde
y en la que había un arpa arrinconada. Tres peldaños más abajo y cinco hacia
arriba los llevaron hasta un pequeño zaguán. Desde ahí entraron en una serie
de habitaciones que desembocaban unas en otras. Todas tenían estanterías
repletas de libros, la mayoría muy antiguos y algunos tan grandes como la
Biblia de una iglesia. Más adelante entraron en un cuarto casi vacío. Sólo había
un gran ropero con espejos en las puertas. Allí no encontraron nada más,
excepto una botella azul en la repisa de la ventana.
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—¡Nada por aquí! —exclamó Pedro, y todos los niños se precipitaron hacia la
puerta para continuar la excursión. Todos menos Lucía, que se quedó atrás.
¿Qué habría dentro del armario? Valía la pena averiguarlo, aunque,
seguramente, estaría cerrado con llave. Para su sorpresa, la puerta se abrió
sin dificultad. Dos bolitas de naftalina rodaron por el suelo.
Texto: Novela
19
Lucía investiga en el ropero (continuación)
Entonces vio una luz frente a ella; no estaba cerca del lugar donde tendría
que haber estado el fondo del ropero, sino muchísimo más lejos. Algo frío
y suave caía sobre la niña. Un momento después se dio cuenta de que
se encontraba en medio de un bosque; además era de noche.
Era un poco más alta que Lucía. Sobre su cabeza llevaba un paraguas
todo blanco de nieve. De la cintura hacia arriba tenía el aspecto de un
hombre, pero sus piernas, cubiertas de pelo negro y brillante, parecían
las extremidades de un cabro. En lugar de pies tenía pezuñas.
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En un comienzo, la niña no advirtió que también tenía cola, pues la
llevaba enrollada en el mango del paraguas para evitar que se arrastrara
por la nieve. Una bufanda roja le cubría el cuello y su piel era también
rojiza. El rostro era pequeño y extraño, pero agradable; tenía una barba
rizada y un par de cuernos a los lados de la frente. Mientras en una mano
llevaba el paraguas, en la otra sostenía varios paquetes con papel de
color café. Estos y la nieve hacían recordar las compras de Navidad. Era
un Fauno. Y cuando vio a Lucía, su sorpresa fue tan grande que todos
los paquetes rodaron por el suelo.
Texto: Novela
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¿Cómo piensa un calamar?
Puede que te cueste creerlo, pero algunos de los estudios que más luz
arrojan sobre la transmisión nerviosa se han realizado con calamares
gigantes. Y tú que pensabas que solo aparecían en las películas de
ciencia ficción, ¿eh? Por el contrario, los calamares gigantes existen de
verdad, y quizá no tengan 30 metros de largo, aunque suelen alcanzar la
decena: ¡para un buen atracón de chipirones, bastan y sobran!
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El jardinero
Cierto día, el monje se enteró de que vendría una visita muy importante, por lo
que se levantó temprano con la intención de dejar el jardín en perfectas
condiciones. Estaba quitando la maleza, podando los rosales, regando el
césped y, finalmente, pasó más de dos horas recogiendo todas las hojas que
la llegada del otoño había arrebatado a los árboles.
Cuando, tras varias horas de trabajo, acabó de arreglarlo todo, se dio cuenta
de que el maestro estaba asomado a una de las ventanas del templo.
El maestro se dirigió lentamente hacia el centro del jardín, cogió el tronco del
árbol más grande que había y comenzó a zarandearlo. Al instante empezaron
a caer cientos de hojas que se esparcieron por todo el suelo.
Texto: Cuento
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Amelia Earhart la reina del cielo
Pronto todo el mundo se dio cuenta de que era una gran piloto. Batía
todos los récords, y en 1928 se convirtió en la primera mujer en cruzar el
océano Atlántico. En 1932 decidió llevar a cabo de nuevo esta travesía,
pero esta vez en solitario, alimentándose de sopas y zumo de tomate que
sorbía con una pajita. Después de varios viajes épicos, como el de Hawái
a California, le gustó tanto la experiencia que poco después empezó a
planear su nueva aventura: la vuelta al mundo. Tras dos años de
preparación y de un intento fallido, Amelia despegó de la ciudad de Miami
el 1 de junio de 1937. Desgraciadamente, su pista se perdió en mitad del
Pacífico y nunca más se supo de ella.
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Sus logros inspiraron a una generación de mujeres que, siguiendo su
ejemplo de valentía y lucha por la igualdad, se convirtieron en las
aviadoras de la Segunda Guerra Mundial.
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Las estrellas de mar
Una mañana de invierno, un hombre que salía a pasear cada día por la
playa se sorprendió al ver miles de estrellas de mar sobre la arena,
prácticamente estaba cubierta toda la orilla.
A los pocos minutos, distinguió a lo lejos una pequeña figura que se movía
velozmente entre la arena y el agua.
-Hola - saludó.
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- Sí, ya lo veo, pero ¿no te das cuenta de que hay miles de estrellas en
la arena? Por muy rápido que vayas jamás podrás salvarlas a todas... Tu
esfuerzo no tiene sentido.
La niña se agachó, cogió una estrella que estaba a sus pies y la lanzó
con fuerza al mar.
Texto: Cuento
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El Rey Sol, que no era tan limpio
¿Alguna vez has oído hablar de Luis XIV? Su apodo era Rey Sol. Mandó
construir un gran palacio en las afueras de París, en la localidad de Versalles.
Allí vivió junto a unos 45.000 nobles. En realidad, no había suficiente espacio
en el palacio, por lo que vivían como sardinas en lata. O, mejor dicho, como
cerdos en una pocilga, porque Versalles era muy sucio. El rey vivía en el centro
del palacio. Y no daba precisamente el ejemplo en lo que a buenas maneras
se refiere. Por la mañana, Luis recibía a la gente sentado en su baño. Podías
plantear tus asuntos, pero tenías que aceptar los sonidos y olores que salían
de los intestinos reales. Además, lo que más odiaba el rey era lavarse. Según
el embajador ruso, Luis despedía el olor de un animal salvaje.
El resto del palacio tampoco olía bien. Los habitantes hacían sus necesidades
en los rincones del palacio y luego tapaban sus evacuaciones con las
alfombras. Había algunas letrinas, pero pocas. Además, esos barriles se
goteaban, por lo que su contenido caía sobre las cabezas de las personas que
viven un piso más abajo. Todos lanzaban el contenido de sus bacinicas por la
ventana. Por eso, la corte de Versalles siempre se cubría con un paraguas de
cuero cuando paseaban por el patio. ¡Nunca se sabía lo que te podía caer en
la cabeza!
Como olía tan mal en el palacio los nobles siempre llevaban un pañuelo
consigo. Lo usaban para ahuyentar malos olores o para cubrirse la nariz
cuando apestaba demasiado. ¿Sonarse la nariz? Para eso usaban las cortinas
o los manteles de mesa. ¡Qué asco!
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Desayuno sorpresa
Sacarán los manteles bonitos. Y las servilletas de tela. Pondrán las tazas
en la mesa. Y las cucharillas. Sacarán las galletas. Y la leche. Y una
magdalena para cada uno. Y un poco de fruta. Y hasta unas nueces. Y
alguna cosa más que encuentren por allí.
¿Qué más? ¿Qué más podrían hacer? Alba y Pedro se han pasado toda
la noche pensando en la sorpresa que van a dar a papá y mamá. Su papá
y Su mamá.
¡Se han quedado dormidos! Pero esta noche se dormirán los primeros, y
mañana van a preparar un increíble desayuno sorpresa para papá y
mamá. No, no para tu papá y tu mamá. ¡Oye! Si quieres, tú puedes hacer
lo mismo. Solo tienes que dormirte enseguida para mañana despertarte
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antes que TUS padres. ¡Ya verás qué sorpresa se llevan! ¡Seguro que no
se lo esperan! ¿Cómo dices?¿Que tu papá o tu mamá te está leyendo
esta historia? Ah, vaya. ¡Bueno! ¡No pasa nada! Seguro que esta noche
se les olvida. Los padres tienen muy mala memoria. Ya verás.
Compruébalo…
Texto: Cuento
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Tenistas
Respuesta:
Texto: Informativo
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La niña de los fósforos
En el rincón que formaban los muros de dos casas contiguas, una más
adelantada que la otra, se acurrucó con las piernas encogidas. El frío
arreciaba, pero no tenía valor para regresar a casa; como no había
vendido un sólo fósforo, no iba a llevar siquiera una moneda y su padre
le pegaría. Además, en casa también pasaban frío, pues era poco más
que un techo bajo el que cobijarse y, aunque habían rellenado con paja y
trapos las grietas más anchas, dentro también gemía el viento. Tenía las
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manitas casi muertas de frío. ¡Ay! Qué agradable sería encender un
fósforo. Si se atreviera a sacar uno del manojo, frotarlo contra el muro y
calentarse los dedos… Escogió uno y ¡ras! ¡Cómo chisporroteaba, cómo
ardía! Al rodearlo con la mano, sintió el calor de la llama, que brillaba
como una lamparita. Era una luz muy extraña. La niña creyó encontrarse
frente a una estufa enorme y reluciente, con sus bolas de latón y su
cilindro. El fuego ardía que era una bendición, ¡cómo calentaba! Pero ¡no!
¿Qué sucedía? La pequeña ya arrimaba los pies para sentir el calor
cuando… adiós, llama. La estufa se esfumó y allí quedó la pobre, con un
pedacito de fósforo consumido en la mano.
Encendió otro, que también ardió y brilló, y que al proyectar sobre el muro
su fulgor lo volvió transparente como un velo de gasa. La niña vio una
sala con la mesa servida; el mantel era blanquísimo y la porcelana, de la
más fina; el ganso, relleno de ciruelas y manzanas, despedía un aroma
delicioso y, lo que es más extraordinario, asado y todo bajó de la mesa
de un salto y se contoneó por el suelo con cuchillo y tenedor aún clavados
a la espalda. Pero una vez al alcance de la pobre niña... el fósforo se
apagó y no quedó más que el muro, grueso y frío.
Encendió uno más. Entonces se encontró a los pies del más maravilloso
de todos los árboles de Navidad, más grande aún y más adornado que el
que había entrevisto a través de los cristales en casa del rico comerciante
las navidades pasadas. En sus ramas verdes ardían miles de velas, e
imágenes de colores como las que decoraban los escaparates se
asomaban a mirarla. La pequeña alzó las manitas... y entonces se apagó
el fósforo. Cuando las luces de Navidad se perdieron en el cielo,
comprendió que eran las estrellas. Una de ellas cayó, dejando una larga
estela de fuego en el firmamento.
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- ¡Ha muerto alguien! exclamó la niña, pues su abuela, la única persona
que la había tratado bien en esta vida, antes de expirar le había explicado
que, cuando cae una estrella, un alma sube con Dios.
Volvió a frotar contra el muro un fósforo que lo iluminó todo y a su luz vio
a su anciana abuela rebosante de claridad, de brillo, de ternura y de paz.
Texto: Cuento
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Reunión del club de detectives
Autor: Varios autores, 01 casos increíbles para Sherlocks de primera (Serie ¿Quién ha sido?)
Texto: Informativo
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Asesinato en el Canadian Express
Una bomba. Sí, Tona estaba seguro de que se trataba de una bomba.
Observó el envoltorio de papel en el que no había nada escrito, y
acercó su cabeza. Tic-tac, tic-tac.
El hombre miró a Tom con unos grandes ojos azules, aumentados por
el grosor de las gafas.
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—No te oigo, hijo. La estación es demasiado ruidosa.
Muchas caras se volvieron al verlos pasar como una flecha. Tom con
su pelo rojo, y el revisor tras él. Aquel hombre era buen corredor, y casi
había dado alcance a Tom cuando este llegó junto a su maleta.
—¡Mocoso!
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—¡Voy a llevarte a la policía!
—Sí, pero…
Texto: Novela
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Asesinato en el Canadian Express (continuación)
«¡Pasajeros al tren!».
Vio al revisor alejarse y se dio la vuelta para chillarle a Dietmar, pero este
se había esfumado. Moviendo la cabeza, Tom recogió́ la maleta y se
dirigió hacia el andén.
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contemplándolo, pero sonó el pitido de la locomotora diésel y se subió al
vagón más cercano.
—El billete, por favor —dijo un mozo al que las palabras le silbaban por
un hueco que tenía entre los dientes superiores. Tom observó la cara de
aquel hombre mayor, deseando que fuera su amigo durante el viaje.
Tom sonrió al mozo y miró al otro lado del pasillo, donde estaban
sentados un hombre y una mujer.
Texto: Novela
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Asesinato en el Canadian Express (continuación)
—Sí, gracias.
—¿Mi amigo?
—¡Oh, no! —murmuró Tom para sí, sin atreverse a mirar. Se agachó y se
estremeció cuando leyó́ la etiqueta: «Dietmar Oban».
¡Qué mala suerte, atrapado allí con Dietmar Oban! Un magnífico viaje
echado a perder. Pero, en fin, podría iniciarlo rompiéndole la cara a
Dietmar por la broma de la bomba. Tom se volvió hacia la mujer:
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La mujer frunció́ el ceño y cerró con fuerza la tapa de la caja de pastas,
antes de responder fríamente:
—Hacia el mirador.
—Gracias.
Vio algo más: Dietmar Oban estaba sentado en uno de los asientos. Se
acercó de puntillas, se sentó́ en la butaca contigua a la de Dietmar y le
agarró por el brazo.
Texto: Novela
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Asesinato en el Canadian Express (continuación)
Dietmar dio un respingo y se volvió hacia Tom con los ojos muy abiertos.
Dietmar se rio.
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—Sí. —Tom solo veía la parte trasera de la cabeza de aquel hombre: su
pelo gris y su traje oscuro parecían bastantes corrientes—. ¿Qué pasa
con él?
Tom se incorporó, dio unos pasos por el estrecho pasillo y se sentó́ junto
al hombre. Para evitar cualquier sospecha, bostezó, se desperezó y luego
fingió́ quedarse adormilado. Contó mentalmente hasta treinta y luego
entreabrió́ los ojos. ¡Aquel hombre tenía puestas unas esposas en una
de sus muñecas!
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—No, en serio. Ya sé que cuando seas mayor quieres dedicarte a resolver
crímenes. ¿Qué decías que quieres ser...?
Texto: Novela
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Asesinato en el Canadian Express (continuación)
—¿Qué?
—En ese maletín lleva sus herramientas. Una llave maestra para abrir las
puertas de los dormitorios y un soplete para abrir cajas fuertes. Se ha
atado con unas esposas el maletín a su muñeca para que nadie pueda
abrirlo accidentalmente y darse cuenta de que es un ladrón.
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Más música de nuevo, y enseguida una leve sacudida al ponerse el tren
en marcha.
—Mira —dijo Tom, señalando hacia una de las ventanas del mirador—.
Se puede ver todo el tren.
Los dos se pusieron de pie para disfrutar de aquella vista. Se veía desde
el último de los vagones de acero inoxidable hasta la locomotora, que
arrojaba bocanadas de humo, mientras comenzaba a arrastrar el
tremendo peso del tren. El Canadian Express empezó́ a rodar lenta, muy
lentamente, y enseguida aumentó la velocidad.
Tom se estremeció.
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rápidamente el mirador, mientras la cadena que llevaba unida a la
muñeca tintineaba suavemente al pasar junto a los dos muchachos.
Texto: Novela
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¿Por qué a veces se nos pega una canción?
Esa canción que se nos pega al oído, que en alemán se llama «gusano
en el oído» es un ser misterioso: suele presentarse inesperadamente,
sabe disimular de dónde viene y tiene gran habilidad para sustraerse a
los intentos por parte de los productores musicales de criarlo a propósito.
Sin embargo, los científicos musicales han trazado por lo menos un
retrato robot de dichas canciones: según este modelo; se caracterizan por
tener una melodía sencilla y pegadiza, un texto fácil de recordar y una
duración breve, por lo general no más de quince segundos. Además, la
mayoría de las veces se puede oír constantemente, en la radio o en
cualquier parte.
Cuanto más ponen una canción, más familiar se hace su melodía para
nuestro cerebro y mayores probabilidades tiene de perseguirnos. Aunque
se trate de una melodía agradable, lo más habitual es que nadie repare
en ella. Muchas personas solo le prestan atención cuando llega a
sacarlas de quicio, por ejemplo, cuando un éxito del pop atormenta a un
aficionado al jazz.
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fenómeno se refuerza ella sola: cuando se oye música, normalmente hay
otras zonas del cerebro activas, como cuando uno mismo canta. Según
parece, en el momento en que la canción se pega al oído se produce un
«cortocircuito» entre estos centros. Las zonas asignadas a la audición
activan de forma inconsciente las responsables de cantar una melodía, y
al revés. En consecuencia, la canción que nos persigue es una canción
misteriosamente cantada por el cerebro. Y a veces, en efecto, uno
empieza a tararear sin darse cuenta…
Autor: Ariane Hoffmann, 70 preguntas curiosas sobre el mundo que nos rodea y sus asombrosas
respuestas
Texto: Informativo
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¿Cómo sería la Tierra sin la Luna?
¿La Tierra sin la Luna? La respuesta está clara: ¡sería distinta! Más aburrida
quizá, pues no existirían un montón de cosas muy bonitas y divertidas: nada
de románticos paseos a la luz de la Luna, ninguna teoría conspirativa sobre si
los estadounidenses han estado allí o no, ninguna película de Hollywood sobre
el Apolo 13 y ni la mitad de las canciones de cuna.
Por la noche, desde luego, estaría más oscuro e incluso haría un poquito más
de frío, ya que la Luna refleja no solo la luz sino también -cierto que en una
medida minúscula- el calor del Sol. Los lobos no tendrían motivos para aullar y
los monos no se pondrían, alborotados, a hacer ejercicios gimnásticos de árbol
en árbol durante la luna llena. No tendríamos especuladores intentando vender
parcelas en el satélite terrestre y, naturalmente, tampoco habría eclipses de
luna ni de sol.
Sin embargo, una de las diferencias verdaderamente importantes afectaría al
mar. Y es que la Luna, con su fuerza de atracción, tira de la Tierra, por decirlo
de forma simplificada, y sobre todo del agua que se encuentra en su superficie.
Así se producen las mareas. Sin la Luna no habría pleamar y bajamar tal como
las conocemos. No se podría andar por las marismas ni se producirían mareas
vivas; todos los mares serían tan poco espectaculares como el Mediterráneo.
Es muy probable que las corrientes marinas también fueron distintas, pues las
mareas desempeñan asimismo un papel en su curso.
Autor: Ariane Hoffmann, 70 preguntas curiosas sobre el mundo que nos rodea y sus asombrosas
respuestas
Texto: Informativo
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El regalo
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-Quiero ver dónde estamos y adónde vamos.
-Quiero que esperes por un motivo -dijo el padre.
Había estado despierto, volviéndose de un lado para otro, pensando en
el regalo abandonado, en la fiesta de Navidad, en el árbol perdido y las
velas blancas. Y, finalmente, hacía apenas cinco minutos, creía haber
tenido una idea. Si conseguía ponerla en práctica, el viaje sería
maravilloso.
-Hijo mío- dijo-, dentro de media hora exactamente será Navidad.
-Oh -exclamó la madre consternada, pues no quería que se lo dijera.
Esperaba, de algún modo, que el pequeño lo olvidara. La cara del niño
se animó. Le temblaron los labios.
-Sí, ya lo sé. Tendré un regalo, ¿verdad? ¿Tendré un árbol? ¿Tendré un
árbol? Me lo prometisteis…
-Sí, sí, todo eso y mucho más - contestó el padre.
-Pero... empezó a decir la madre.
-Lo digo en serio -dijo el padre-. Lo digo completamente en serio. Y ahora
disculpadme. Enseguida vuelvo.
Los dejó solos unos veinte minutos. Cuando regresó, sonreía.
- ¡Qué poco falta!
- ¿Me prestas tu reloj? -preguntó el niño.
Le dieron el reloj, que el pequeño sujetó entre los dedos mientras
continuaba su tictac en medio del fuego, del silencio y del movimiento
imperceptible del cohete.
- ¡Ya es Navidad! ¡Navidad! ¿Dónde está mi regalo?
-Vamos a verlo -dijo el padre, cogiéndole del hombro. Salieron de la
cabina, bajaron a la entrada y subieron por una rampa; la madre los
seguía.
-No entiendo nada -repetía ella.
-Enseguida lo entenderás. Ya hemos llegado.
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Se detuvieron ante la puerta cerrada de una gran cabina. El padre llamó
tres veces, y luego dos, en código. La puerta se abrió, y llegó hasta ellos
la luz de la cabina y un murmullo de voces.
-Entra, hijo- dijo el padre.
-Está oscuro.
-Te llevaré de la mano. Vamos, mamá.
Entraron en la cabina y la puerta se cerró; el interior estaba realmente
oscuro. Y apareció ante ellos un gigantesco ojo de cristal, de un metro y
medio de alto por dos de ancho, por el que se veía el espacio. El niño se
quedó sin aliento. Detrás de él, el padre y la madre se quedaron también
sin aliento; y, en medio de la oscuridad, varias personas empezaron a
cantar.
-Feliz Navidad, hijo -exclamó el padre. Las voces de la cabina entonaron
los viejos y familiares villancicos; el niño avanzó lentamente y aplastó la
cara contra el cristal helado del portillo. Y se quedó un montón de tiempo
mirando el espacio, la noche profunda y el resplandor, el resplandor de
cien mil millones de maravillosas velas blancas…
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Este es el hombre que hace zapatos para los pies más grandes del
mundo
Todos han oído hablar de los títulos de Guinness World Records, como
los pies más grandes de una persona viva o el hombre vivo más alto del
mundo.
¿Pero alguna vez te has preguntado dónde encontrarán zapatos lo
suficientemente grandes como para caber en los pies de un poseedor de
un título de récord Guinness World Records?
La fábrica de zapatos alemana Wessels, fundada en 1745, se ha
especializado en la fabricación de calzado personalizado para las
personas más altas del mundo durante 40 años.
Aunque Wessels se creó hace 275 años, la empresa fabricante de
zapatos sigue siendo muy familiar.
Recientemente, hablamos con el actual propietario Georg Wessels para
conocer más sobre su pasión por ayudar a las personas que tienen los
pies más grandes del mundo.
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gigantes más, por lo que seguiremos produciendo zapatos y ayudaremos
a nuestros buenos amigos.
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Las termitas ayudan a hacer música
Texto: Informativo
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La historia de Kattor y el viento
Kattor se sentía el amo del mundo. Era fuerte, poderoso. Los animales
pequeños salían corriendo en cuanto le veían. Muchos, chillaban
asustados. Solo tenía que rugir para que hasta los árboles se
estremecieran.
Pero un día, el cielo se oscureció. Asustado, se metió en la cueva y
preguntó a su madre:
– Mamá, ¿qué pasa, porque no hay luz?
– Es una tormenta, hijo- respondió su madre.
– ¿Y es fuerte esa tormenta?
– Sí que lo es, sí…
– Pues la conquistaré para ti- dijo él.
Y Kattor salió de la cueva. El viento comenzó a azotarlo con fuerza y la
lluvia se metía en sus ojos. El joven tigre estaba muy enfadado y gruñía
sin parar, lanzando inútiles zarpazos al aire. Pero la tormenta no se
asustaba y su viento soplaba cada vez más fuerte.
Kattor estaba agotado, pero permaneció ante ella desafiante. Y de pronto,
la lluvia cesó y empezó a salir el sol.
Kattor regresó a la cueva muy contento:
– ¡Mamá! ¡He vencido a la tormenta!
Su madre solo le dijo:
– Hijo, haz solo lo que deben de hacer los tigres y serás feliz.
Autor: Georgia Travels
Texto: Cuento
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Oslo [2013]
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La sopa de piedra
Érase una vez un viajero que después de recorrer un largo camino llegó
a una pequeña aldea. El viajero no contaba con un lugar donde refugiarse
o algo de comer. Pese a esto, él tenía la esperanza de que un aldeano
amigable se ofreciera a alimentarlo.
El viajero llamó a la puerta de la primera casa que encontró. Una mujer
abrió la puerta y el viajero le preguntó si podía ofrecerle un poco de
comida. La mujer respondió un tanto molesta:
-Lo siento, no tengo nada que darte -. Y cerró de golpe la puerta.
Entonces, el viajero tocó otra puerta, pero la respuesta fue la misma:
- Lo siento, no tengo nada que darte.
Con mucha determinación, el viajero fue de puerta en puerta siendo
rechazado una y otra vez.
Al ver que su plan no funcionaba, se dirigió a la plaza del pueblo, tomó
una olla de lata que llevaba en su bolsa, la llenó con agua del río,
comenzó el fuego y dejó caer una pequeña piedra en la olla.
Mientras hervía el agua, un aldeano se detuvo a preguntarle qué era lo
que cocinaba. El viajero contestó:
-Estoy cocinando una exquisita sopa de piedra. ¿Te apetece un poco?
El aldeano le dijo que sí y encantado se ofreció a traer zanahorias para
agregarle a la sopa.
Al cabo de unos minutos, el aldeano regresó con diez zanahorias de su
jardín.
Otro aldeano, con curiosidad, se acercó a los dos hombres y les preguntó
qué cocinaban. El viajero le respondió que cocinaban sopa de piedra con
zanahorias.
-¡Qué interesante receta! -dijo el curioso aldeano-. ¿Será posible
agregarle papas a la sopa?
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-Claro que sí -exclamó el viajero.
El curioso aldeano fue a su granja y regresó con una docena de papas.
Un joven pasó y se unió al grupo, trayendo a su madre y todos los platos
y cucharas de su casa.
No pasó mucho tiempo antes de que docenas de aldeanos se acercaran
al viajero, todos ofreciendo su ingrediente favorito: jamón, champiñones,
cebollas, bellotas, calabaza, sal y pimienta. Todos querían contribuir a la
innovadora receta. Finalmente, el viajero sacó la piedra de la olla y
declaró:
- iLa sopa de piedra está lista!
Y fue así como toda una comunidad se unió a un festejo que comenzó
con una pequeña piedra y un gran ingenio.
Texto: Cuento
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La aguja, puntada tras puntada
Texto: Informativo
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