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DEO | www.deo.cl
Fotografías
Joaquín Vergara
Impresión
Ograma Impresores
Santiago, 2021
8 No Filter
La historia interna de Instagram
Sarah Frier
30 Putin’s People
Cómo la KGB retomó Rusia y luego se tomó Occidente
Catherine Belton
86 Fallout
El encubrimiento de Hiroshima y el reportero que lo reveló al mundo
Leslie Blume
224 Metropolis
Una historia de la ciudad, la invención más grandiosa de la humanidad
Ben Wilson
248 If Then
Cómo la Simulmatics Corporation inventó el futuro
Jill Lepore
296 Antisocial
Extremistas online, tecno-utópicos y el secuestro
de la conversación estadounidese
Andrew Marantz
320 Angrynomics
Mark Blyth | Eric Lonergan
No
Filter
La historia interna
de Instagram
Sarah Frier
Nota de la edición
1. Confidencialidad extrema
2. Imágenes borrosas
3. Genios vulnerables
Frier explica que en esos años uno podía construir dos tipos de redes
sociales: una similar a Facebook, “donde los usuarios se hacen ami-
gos mutuamente”, u otra como Twitter, “donde los usuarios siguen a
otros que no necesariamente conocen”. Los creadores de Instagram
acertaron que la segunda opción era más divertida para las fotos, “ya
que así la gente podía engancharse de acuerdo a intereses y no sólo
a amistad”. Claro que, a diferencia de Twitter y Facebook, prosigue
Sarah Frier, “aquí nadie tenía que discurrir algo inteligente que decir.
Los usuarios simplemente posteaban una foto de lo que veían a su
alrededor”. Krieger y Systrom idearon agregar filtros profesionales
a las imágenes y el nombre de la app provino de un acrónimo entre
instant y telegram. Al momento en que se lanzó, el 6 de octubre de
2010, Instagram se hizo inmediatamente viral, gracias a individuos
16 Sarah Frier
7. El mundo explota
8. La arremetida de Twitter
9. Triunfo paranoide
Según explica Sarah Frier, “Facebook tenía una app, pero, a diferencia
de Google y Apple, no fabricaba teléfonos. Ello significaba que, a no ser
que Facebook arremetiera con fuerza en el costoso y complicado nego-
cio del hardware, Zuckerberg siempre estaría armando su compañía en
territorio que, en última instancia, pertenecía a otras empresas”. Esta
realidad, añade la autora, sólo le dejaba dos opciones para ganar: “La
primera era que sus ingenieros pudiesen hacer de Facebook un producto
tan entretenido y útil que exigiera cada vez más tiempo de sus usuarios
en sus teléfonos.Y la segunda era que él podía comprar, copiar o aniqui-
lar apps competitivas, asegurándose de que existiesen menos oportuni-
dades para que otras empresas invadieran los hábitos de Facebook de
cualquier persona”. No en vano, complementa Frier, “Zuckerberg había
inculcado este valor en sus empleados al concluir todas las reuniones de
personal con un grito de guerra inequívoco: ‘¡Dominación!’”.
El fin del cuento, agrega Frier, fue que Zuckerberg forzó a Instagram
a abrir las compuertas y, de este modo, dejar que entrara la publicidad
de cualquier negocio al azar que comprara en el sitio web de Facebook.
14. Canibalización
Por aquel entonces, Krieger y Systrom sentían que habían hecho exac-
tamente todo lo que Facebook esperaba de ellos. Por tal motivo, queda-
ron asombrados al reunirse con Zuckerberg y recibir sólo reproches de
su parte. “Zuckerberg les explicó que tenía una preocupación mayor, y
No Filter 25
utilizó una palabra que evocaba alarma y una imaginería violenta: ‘ca-
nibalización’. ‘Si Instagram sigue creciendo, ¿no empezará a comerse el
éxito de Facebook?’, preguntó el CEO. ‘¿No será valioso saber si Ins-
tragram, eventualmente, va a desviar la atención que debe asignársele a
Facebook?’”. Mark encargó en ese momento una evaluación al respecto.
del Reino Unido decretó que Instagram era la peor aplicación para
la salud mental de los jóvenes, específicamente porque los instaba a
compararse con sus pares y fomentaba la ansiedad. “Ver a los amigos
constantemente en vacaciones o disfrutando de sus salidas nocturnas”,
decía el reporte, “puede provocar que la gente joven sienta que se está
perdiendo cosas mientras otros disfrutan de la vida. Estos sentimien-
tos pueden producir una actitud de ‘comparación y desesperación’
en los jóvenes. Los individuos pueden ver fotos y videos fuertemente
photoshopeados, editados u orquestados y compararlos con sus vidas
aparentemente terrenales”.
Hoy por hoy, Facebook sigue siendo la red social que domina el mun-
do, con más de 2.800 millones de usuarios a través de varias aplicacio-
nes sociales y de mensajería (Instagram y WhatsApp, entre ellas). El
principal motor del crecimiento de sus ingresos es Instagram, añade
Frier, situación que, en su momento, no inquietó a nadie. Pero más
tarde, añade la autora, “los analistas dirían que la aprobación de la
adquisición fue el mayor error regulatorio de la década. Incluso Chris
Hughes, uno de los cofundadores de Facebook, pidió en 2019 que el
No Filter 29
2. Persiguiendo ratas
Desde joven Putin soñó con una carrera en los servicios de inteligencia
en el extranjero: durante la Segunda Guerra Mundial, su padre se des-
empeñó en la policía secreta soviética, la NKVD, “y operó en profundi-
dad tras líneas enemigas, intentando sabotear posiciones alemanas, es-
capando por un pelo de ser tomado prisionero y, más tarde, sufriendo
heridas que casi le causaron la muerte”. En calidad de mozalbete entu-
siasta, Putin pretendió unirse a la KGB local de Leningrado, su ciudad
natal, pero fue rechazado por ser demasiado joven. Los requisitos para
cumplir con tal anhelo eran mayores: primero debía graduarse en la
universidad y luego servir en el ejército. “Cuando a los treinta y pocos
años finalmente llegó a formar parte de la élite de la escuela Escuadrón
Rojo, para oficiales de inteligencia en el extranjero, el logro prometía
asegurarle un escape a la lucha sombría de su edad temprana”.
encubierto. Pero cuando por fin obtuvo la que, según se dice, fue su
primera destinación en el extranjero, Dresden, esta ciudad parecía pe-
queña y modesta en comparación al glamour de Berlín Oriental, donde
cerca de mil operativos de la KGB correteaban para socavar al poder
‘imperial’ del enemigo”. Tras el heroísmo demostrado por su proge-
nitor, Putin se obsesionó desde temprana edad en aprender la lengua
alemana y para entonces la hablaba con intachable fluidez.
3. Izquierda radical
A mediados de los años 80, más alerta que nunca del colapso del co-
munismo en Alemania Oriental (RDA), la KGB lanzó sigilosamente
la denominada Operación Rayo de Sol, estrategia destinada a reclutar
a una red de agentes que pudiese seguir operando para los rusos por
largo tiempo tras la inminente caída del régimen de Erich Honecker.
“Cuando Putin llegó a Dresden, en 1985, la RDA ya estaba boquean-
do”, explica Belton. “Al borde de la bancarrota, el país sobrevivía con
la ayuda del préstamo de mil millones de marcos alemanes que proveía
Alemania Occidental, mientras que las voces de los disidentes iban
in crescendo”. Putin pisó Dresden a los 32 años y su misión consistió
–afirma la autora– en enlistar a científicos y hombres de negocios que
facilitaran el tráfico de tecnología occidental hacia el bloque oriental.
4. Un expediente manoseado
5. Versiones inverosímiles
rir el nombre presoviético que por cerca de dos siglos tuvo como capital
del imperio zarista: San Petersburgo. Según cuenta el mito, Putin le con-
fidenció a un amigo que, en el mejor de los casos, tendría que desempe-
ñarse como taxista, pues no encontraría otras oportunidades laborales.
Sin embargo, en mayo de 1990 comenzó a trabajar en la Universidad de
Leningrado junto a Anatoli Sobchak, el profesor de derecho que se con-
vertiría en su mentor y que, a la fecha, era “una estrella en rápido ascenso
dentro del movimiento democrático de la ciudad”.
6. Hidra monstruosa
7. La verdadera perestroika
8. Un violento gallinero
Pese a que Boris Yeltsin no tenía ni la menor idea del valor del dinero
–en cierta ocasión, estando borracho, le pasó a su guardaespaldas jefe
un billete equivalente a 100 dólares para que le comprase una botella
Putin’s People 43
contra civiles había sido desarticulado. “Pero tan sólo media hora
después, el lenguaraz e impetuoso jefe de la FSB, Nikolai Patrus-
hev, quien había trabajado apegadamente con Putin en la KGB de
Leningrado, le expresó a un reportero de televisión que los sacos no
contenían otra cosa que azúcar, y que todo el episodio había consis-
tido en un ejercicio planeado, en una prueba de vigilancia pública”.
Patrushev, continúa la autora, era tan despiadado como implacable a
la hora de montar maniobras tras bastidores, y sus nuevas explicacio-
nes no sólo contradecían a Rushailo, sino que también sorprendieron
a la FSB de Riazán, que, aparentemente, estuvo a punto de capturar a
quienes habían depositado los sacos. El residente que en un principio
había contactado a la policía declaró más tarde que la sustancia que
vio en los sacos era de color amarillo, con una textura más similar a
la del arroz que a la del azúcar, descripción que, según los expertos,
concordaba con el aspecto la de la ciclonita.
“Lo que Pugachev ignoraba era que en el pasado Putin había trabaja-
do estrechamente con uno de los cabecillas del intento por derribar al
régimen de Yeltsin. No sabía que Felipe Turover, el oficial de la KGB
tras las denuncias referidas a las cuentas bancarias ocultas de Yeltsin,
que a la vez contaba con vínculos con el estrato superior del legenda-
rio departamento de operaciones negras de la KGB, había ayudado a
Putin a consolidar la maquinación de trueque de petróleo por alimen-
tos en San Petersburgo”. Pugachev nunca había escuchado la historia
que Turover le relató a Belton, en cuanto a que, supuestamente, el
guardaespaldas jefe de Yeltsin dio la orden de eliminarlo una vez que
su nombre apareció en un diario italiano aquel agosto de revelaciones
escandalosas. Putin visitó a su antiguo camarada –quien se encon-
traba en Moscú–, le advirtió sobre la mencionada condena a muerte
y lo exhortó a abandonar rápidamente el país. Turover le admitió lo
siguiente a la autora: “Me dijo que me fuera porque tenía una orden
directa del presidente de acabar conmigo. Me indicó que podía irme
dándome su garantía”.
Putin’s People 47
casi el 50 por ciento del producto geográfico bruto de la nación era ge-
nerado por empresas controladas por sólo ocho familias. “Si las cosas
continuaban así, pronto controlarían más del 50 por ciento”, le expre-
só Yakunin a la autora casi veinte años más tarde. “Todas las ganancias
se iban a bolsillos privados. Nadie pagaba impuestos. Era un saqueo
con todas sus letras. Sin un mayor involucramiento del Estado, para
mí era claro que transitábamos por una senda hacia ninguna parte”. El
reporte fue oportunamente entregado al presidente.
A fines de los años 80, la Unión Soviética pasó a ser por un tiempo el
mayor productor de gas y petróleo del mundo. Y a principios de los
90, los miembros de la inteligencia en el extranjero de la KGB se las
arreglaron para tomar el control de gran parte de las exportaciones de
petróleo. “Con frecuencia, estos fondos eran destinados como dineros
negros para la KGB y el Kremlin –con el fin de financiar campañas
políticas que aseguraran los resultados que el gobierno esperaba– o
simplemente se expoliaban”. La industria del gas, en tanto, presentaba
una ecuación más simple: Gazprom, la gigante estatal, era el activo
más importante del país, pues Rusia contaba con las reservas gasí-
feras más cuantiosas del planeta y la compañía reportaba a las arcas
fiscales el más significativo flujo de dinero en impuestos. Gazprom no
sólo proveía a los hogares rusos de luz y calefacción, sino que también
satisfacía el 25 por ciento de las necesidades de gas de Europa. “Su
rol como abastecedora principal de gran parte de Europa Central y
del Este, así como de Ucrania y Bielorrusia, implicaba que podía ser
utilizada como un arma política, mientras que sus enormes fondos en
efectivo y activos financieros presentaban una oportunidad de riqueza
inigualable para los hombres de Putin”. A principios de la presidencia
de Putin, fueron ellos mismos quienes tomaron el control de Gazprom.
Pero tales temores fueron acallados por otras amenazas que pare-
cían ser más urgentes y reales para los legisladores estadouniden-
ses menos versados en Rusia. “Nos dijeron que teníamos un sesgo
predeterminado”, continúa Carpenter. “Nos indicaron que, como
trabajábamos en torno a Rusia, evidentemente pensábamos que Ru-
sia constituía un amedrentamiento”. Occidente, añade ahora Belton,
estaba exhausto con el conflicto en Ucrania, con la creciente lucha
en el Medio Oriente y con la irrefrenable marea de refugiados sirios
52 Catherine Belton
No exagera The Wall Street Journal cuando asegura que el recién publi-
cado libro del pensador holandés-norteamericano Ian Buruma es “la
mejor visión de conjunto que existe en torno a las relaciones entre Gran
Bretaña y Estados Unidos”. La obra, titulada The Curchill Complex.The
Curse of Being Special, from Winston and FDR to Trump and Brexit (‘El
complejo Churchill. La maldición de ser especial, desde Winston y
Franklin Delano Roosevelt hasta Trump y el Brexit’), analiza en detalle
los vínculos –a veces estrechos, a veces distantes y a veces derechamen-
te tensos– que durante las últimas ocho décadas han mantenido los
mandatarios de ambas naciones, y cómo estos forjaron el mundo ac-
tual, tanto en Occidente como en Oriente, bajo un concepto imperece-
dero que Winston Churchill, hijo de madre norteamericana, denominó
‘la Relación Especial’. Buruma, un lúcido intelectual de ascendencia
judía e hijo de madre inglesa, manifiesta una alta estima por los idea-
les de Roosevelt y Churchill, y las instituciones que los dos crearon le
resultan muy nobles, “a pesar de las guerras insensatas y destructivas
que emprendieron sus sucesores, quienes se mostraron demasiado an-
siosos por ser vistos como los herederos de Churchill”. Pero su juicio
sobre el presente es poco halagüeño: el orden internacional que surgió
tras la Segunda Guerra Mundial está llegando a su fin, concluye. Los
populismos que en la actualidad reinan en Inglaterra y Estados Unidos
tienen mucho que ver con eso, pues el entorno angloestadounidense
que creció admirando “ha sido severamente dañado”. El autor postula
que la figura que más ha influido –y continúa influyendo– sobre los lí-
deres de Estados Unidos y Gran Bretaña es Churchill, cuya semblanza
va componiendo de manera espectral a lo largo de su relato. Buruma
no desdeña ciertas memorables dosis de ironía, virtud que aleja su tra-
bajo de las arideces propias del academicismo.Y si bien no comparte el
credo político de Margaret Thatcher, “la más concienzudamente chur-
chiliana entre los primeros ministros británicos de posguerra”, admira
su coraje, aunque dirige su sarcasmo en contra del gran aliado de la
ex primera ministra, Ronald Reagan. Por otra parte, la Tercera Vía de
Bill Clinton y Tony Blair le parece en varios sentidos sospechosa y,
evidentemente, ni Donald Trump ni Boris Johnson salen bien parados
en este imprescindible recuento político con sorprendentes ribetes psi-
cológicos. The Churchill Complex es uno de aquellos documentos poco
frecuentes en los que la pequeña historia, hilada con puntazos magis-
trales, pasa a convertirse en Gran Historia.
The Churchill Complex
The Curse of Being Special, from Winston
and FDR to Trump and Brexit
Penguin Press | 2020 | 320 páginas
El inquebrantable fantasma
de Winston Churchill
2. Un cuento melancólico
3. La Relación Especial
4. El esnob insoportable
6. Victoriano eminente
7. Último encuentro
El autor afirma que uno de los clichés más comunes de fines de los años
cuarenta, que fue cuando comenzó la Guerra Fría, “es que el bastón
de mando fue transferido desde un Imperio británico a otro estadouni-
dense de corte informal”. A Buruma tal noción le resulta “una grosera
simplificación”. Muchos norteamericanos, aclara, se mostraban asus-
tados con los enredos internacionales, y Estados Unidos todavía era un
actor tímido en el concierto global. “En África, en Medio Oriente, en el
The Churchill Complex 71
Como fuese, el tono que definiría los años de Reagan y Thatcher –él go-
bernó entre 1981 y 1989, ella entre 1979 y 1990– iba a girar en torno
74 Ian Buruma
ella parece haber disfrutado sus debates con el líder ruso incluso más que
sus encuentros con el encantador pero limitado Reagan”. “Existió una
fascinación mutua entre Thatcher y Miterrand, es cierto. Él admiraba a
la dominatriz en ella: ‘Los ojos de Calígula y los labios de Marilyn Mon-
roe’”. “No podía soportar al canciller alemán Helmut Kohl, a quien con-
sideraba un ampuloso y obeso teutón con una desafortunada debilidad
por las salchichas fabricadas con estómago de cerda, una especialidad de
su Renania nativa. Thatcher lo llama ‘la bolsa de gases’”.
Gordon Brown, quien gobernó Gran Bretaña entre 2007 y 2010, “de-
seaba evitar ser caricaturizado como el caniche de los norteamerica-
nos, una imagen que a menudo se le aplicó a Tony Blair”. Aun así,
80 Ian Buruma
Barack Obama marcó una clara diferencia con sus predecesores. Así
lo comprobó Buruma al estudiar en detalle su “meditabundo” libro de
campaña, La audacia de la esperanza (2006), obra que no tiene ni una
sola mención a Inglaterra en el índice onomástico (Galesburg, en Illinois,
amerita seis referencias). “Hay muchas páginas dedicadas a Indonesia,
donde Obama creció; hay comentarios sobre la Primera Guerra Mun-
dial, sobre el aislacionismo de Estados Unidos en los años treinta y sobre
Franklin Delano Roosevelt. Obama además discute acerca de la OTAN,
China, Medio Oriente y la Guerra de Vietnam. Pero el rol de Gran Bre-
taña apenas se considera. Y lo más extraño de todo es que el nombre de
Winston Churchill brilla por su ausencia”. En cuanto a la Relación Especial,
Obama, cuyo período en la Casa Blanca se extendió entre 2009 y 2017, se
mostraba en la obra un decidido partidario del multilateralismo.
The Churchill Complex 81
1. La nube impenetrable
2. Un tipo modesto
La relación con Luce, según la definió Hersey, era “casi paternal”. Sin
embargo, ya establecido en Moscú, el periodista no se sintió cómodo
con el trato que recibían sus escritos de parte del editor en jefe: Luce
era un furibundo anticomunista y rara vez publicaba algún texto de
Hersey, al punto de que en cierta ocasión el reportero encaró al man-
damás diciéndole lo siguiente: “Hay tanto reporteo veraz en Pravda
[el periódico oficial del Partido Comunista soviético] como en Time”.
Poco tiempo después, Hersey decidió renunciar a la publicación, ante
lo cual Luce “sintió pánico” y mostró sus cartas en un gesto desespe-
rado de última hora: su plan, le comunicó al ahora aparente delfín,
era entrenarlo para que fuese su sucesor, pero Hersey persistió en su
empeño y regresó a Nueva York en julio de 1945.
3. Pura propaganda
Por su parte, Hersey pensaba que los ataques incendiarios aliados que
hacia el fin de la guerra habían sufrido ciertas ciudades japonesas y ale-
92 Leslie Blume
5. Laboratorios de muerte
En tanto, el New York Times, “el único medio que contaba con un
reportero que había atestiguado el desarrollo del bombardeo en
94 Leslie Blume
6. Manos a la obra
7. Caballo de Troya
9. Seis protagonistas
El celo que los tres mantuvieron en torno al relato, para que fuese una
pieza periodística intachable, se debía a algo que Ross le había adver-
tido a Hersey: “‘Hiroshima’ va a tener que soportar la mayor presión
jamás impuesta sobre una historia publicada en una revista”. El jefe,
explica Blume, no se equivocaba: “Los estadounidenses iban a verse
confrontados con las realidades de las acciones militares furibundas y
bíblicas conducidas secretamente en su nombre, y con la manera en
que podrían desarrollarse las guerras del futuro”. Aunque el artícu-
lo no cuestionaba directamente el uso de bombas atómicas, “inevita-
blemente dirigiría un foco de atención enceguecedora sobre aquellos
102 Leslie Blume
Hersey dio su venia para que el NewYorker permitiese que otros medios
escritos reimprimieran “Hiroshima”, pero sólo si publicaban el repor-
taje completo. “Es más”, añade Blume, “dejó en claro que no esperaba
Fallout 103
1. Satélites babilónicos
entre nosotros sólo por unos pocos cientos de años. ¿Por qué razón
tomó tanto tiempo en aparecer?”.
do” [más sobre este concepto en los acápites 6 y 8], pero a él jamás
le interesó escribir ese libro. “Lo que me fascina es que las reglas de
compromiso de la ciencia son tan inesperadas, tan poco intuitivas, tan
extrañas. Pienso que esta peculiaridad es la que explica la demora de
la ciencia en hacerse realidad. Incluso dejando de lado la cautivante
pregunta del retraso de la ciencia, la rareza del método científico es un
espectáculo en sí mismo. Es para compartir y deleitarme en este espec-
táculo que pongo frente a ustedes las siguientes páginas”.
4. La regla de hierro
En una esquina del Gran Debate del Método figuran gente como el
propio Strevens y dos de sus más grandes inspiradores, Karl Popper
(1902-1994) y Thomas Kuhn (1922-1996), quienes se caracterizaron
por mantener posturas polémicas y disruptivas. El primero dijo alguna
vez que ninguna teoría podía ser probada definitivamente como cierta.
“Pero, en realidad, tenía una visión mucho más radical que la recién
mencionada: pensaba que, en relación a las teorías que aún no han
sido refutadas absolutamente, no tenemos razón alguna para creer en
una por sobre la otra. No se trata, incluso, de que nuestra mejor teoría
no pueda ser probada definitivamente; se trata, más bien, de que no
existe tal cosa como ‘la mejor teoría’, sino sólo como ‘una teoría super-
viviente’, y que todas las teorías supervivientes son iguales”. En suma,
la concepción de Popper apunta a que no tendría sentido intentar re-
copilar evidencia que apoye una teoría superviviente sobre las otras. En
su opinión, el científico debe convertirse en un refutador profesional,
en “un destructor”, en palabras de Strevens, pues, “bajo su percepción,
sólo si los hombres de ciencia se lanzan obsesivamente a la matanza de
cada especulación la ciencia progresará”.
9. Empirismo implacable
Cierta noche, Descartes tuvo tres sueños. Primero vino el pavor: espec-
tros, parálisis, un viento arrasador contra el cual no podía caminar ergui-
do. Después vino el poder puro: fuego y relámpagos. Finalmente soñó
con libros y conocimientos, con el comienzo de un viaje, con la unidad
de todo el saber. “Durante los días que siguieron, decidió dedicar su vida
a construir su maravillosa ciencia nueva. René Descartes se convirtió
en filósofo. En corto tiempo, dejó el ejército y la guerra. Vivió como un
recluso en Francia y en los Países Bajos por las siguientes tres décadas,
mientras Europa se devoraba a sí misma a su alrededor”. En soledad,
escribió de matemáticas, de física, de filosofía, de Dios, de la visión, del
pensamiento y, hacia el fin de su existencia, “de las pasiones del alma”.
radas las llaves del reino del conocimiento [...]. Newton fue el sabotea-
dor, y de esta manera se convirtió en el arquitecto en jefe de la primera
gran innovación de la ciencia moderna”. Los científicos a su alrededor
y posteriores a él, concluye el autor, comprendieron el mensaje, uno
tras otro: “Tres siglos después, la simple concepción explicativa de la
regla de hierro continúa impulsando la ciencia hacia delante”. Aun así,
aclara para finalizar, “Newton no seguía la regla de hierro; de hecho,
no seguía doctrina alguna. Lo que lo guiaba era el instinto puro, una
singularidad de su psicología que lo hacía, a diferencia de sus pares del
siglo XVII, un compartimentarizador intelectual”.
Un ciudadano de fines del siglo XVII, explica Strevens, vivía bajo dos
regímenes diferentes: el espiritual y el civil. Para evitar el conflicto im-
The Knowledge Machine 125
Entre los puntos que más asombran del libro de Strevens figura su
insistencia en el rol que jugó la irracionalidad en la creación de la
ciencia moderna (de hecho, tal convicción explica el subtítulo del
libro, ‘Cómo la irracionalidad creó la ciencia moderna’). De buenas
a primeras, el asunto podría parecer peliagudo o, al menos, confuso,
pero el profesor neozelandés tiene muy claro hacia dónde apunta.
Un científico racionalista como Popper, afirma, “podría considerar la
regla de hierro, con su exaltación de las pruebas empíricas, como un
instrumento brillante de la razón que aleja a la teología entrometida,
a la filosofía incompetente y a una debilidad sentimental por la be-
lleza –no sin dolor, tal vez, pero con una lógica inexorable que nadie
podría resistir justificadamente”.
Este prodigio se alcanzó por medio de los mismos cerebros que la raza
humana ha tenido por decenas de miles de años, con las mismas he-
rramientas culturales que han sido parte de la humanidad por muchos
siglos antes de la aparición de la ciencia: la filosofía, la lógica y las
matemáticas, los sistemas de pesos y medidas, el Estado de derecho
y la división del trabajo. “Evidentemente, ninguno de ellos fue sufi-
ciente por sí mismo para echar a andar la Revolución Científica. Algo
más tuvo que haber encendido la chispa”. Si la interpretación de The
Knowledge Machine acerca de cómo opera la ciencia está en lo correc-
to, añade su autor, entonces la innovación decisiva de la Revolución
Científica fue la regla de hierro de la explicación. “El estrechamiento
del discurso que exige la regla equivale a una demanda de irraciona-
lidad flagrante, una exigencia que durante mucho tiempo constituyó
un bloqueo mental inamovible para que la voluntad de los hombres la
tomase en serio”.
Hacia el final de The Knowledge Machine, Strevens infiere que, tras ha-
ber luchado tanto para crear el artilugio que le confiere el título a su
libro, es hora de que la raza humana se beneficie cuanto más pueda
de esta máquina del conocimiento. “La ciencia empírica es una bestia
aburrida, pero al no sentir dolor ni conocer el miedo puede hacer algo
que nosotros, con nuestras mentes refinadas y delicadas sensibilidades,
tan dadas a la distracción, no podemos. Hocico al suelo, es ajena a las
preocupaciones políticas y personales de los individuos científicos, y
deja atrás sus equipajes culturales y sus mezquinos intereses”. Esta
magnífica cualidad obtusa, prosigue, puede mostrarnos el camino ha-
cia una felicidad sustentable.
2. Industria medieval
The Business of Changing the World es uno de los análisis más comple-
tos y comprometidos hasta ahora publicados en torno a las nuevas
formas de operar y a los desafíos futuros de una actividad cuya escala
es enorme: cada año se destinan sobre 200 mil millones de dólares en
asistencia a las poblaciones y a los países más pobres del mundo. En
opinión de Kumar, siete décadas después del Plan Marshall y del na-
cimiento de instituciones como la Unicef, el Banco Mundial y Oxfam,
“la industria humanitaria pasa por un momento clave. Los multimillo-
narios filántropos, los creadores de tecnologías disruptivas y los em-
prendedores sociales están revolucionando este quehacer de maneras
que acarrean consecuencias para todos nosotros”.
La vieja ayuda sostenía: “den cosas gratis”. La nueva ayuda sostiene: “en
donde haga sentido, den cosas gratis, pero háganlo de una manera específi-
ca, dirigida”. La vieja ayuda decía: “lleguen desde fuera con la Gran Idea”.
La nueva ayuda dice: “pregúntenles a los locales qué los afecta. Óiganlos.
Y entonces provean apoyo para sus propias ideas, que por lo común son
más pequeñas, más graduales y más realistas”. La vieja ayuda dictaminaba:
“socorran a la víctima”. La nueva ayuda dictamina: “respalden a la fuerza
que sea más poderosa en el momento de cambiar la vida de un individuo”.
5. El fin de la caridad
En palabras del autor, Tuna y Moskovitz son “fanáticos del bien”: ana-
lizan cada detalle y exprimen cada idea para asegurarse de cumplir sus
objetivos a cabalidad. Uno de los fundamentos centrales del “altruis-
mo eficaz” es priorizar la ayuda a otros ahora, en el presente, en lugar
de legar dinero una vez muerto, “razón por la que esta joven pareja
hizo un compromiso inusual: declaró públicamente que regalará casi
toda su riqueza en vida”. En 2017, sus donaciones ascendieron a 314
millones de dólares, más de una vez y media de lo que repartió la Fun-
dación Rockefeller.Y al paso actual, comenta el autor, este matrimonio
poco conocido podría donar anualmente, dentro de una década, tanto
como la Fundación Ford, la mayor en su especie del siglo pasado.
privados. Las diferencias entre unos y otros son abismantes, por lo que el
dilema de mejorar la calidad general del servicio es un asunto de primera
importancia. Sólo en el estado de Rajastán, ilustra Kumar con alarma,
casi el 5 por ciento de las guaguas nacidas vivas no sobrevive (en Estados
Unidos, la tasa de mortalidad infantil es 0,5 por ciento, lo que ya es alto
para un país desarrollado; en Chile es de 2 por ciento). Entidades como
la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID,
por sus siglas en inglés) tienen un objetivo claro: que las madres den a
luz de manera segura y que sus hijos subsistan al parto.
“La vieja manera de hacer esto”, recalca el autor, “sería que la USAID
intentara abordar el asunto completo de una sola vez: estudiaría el pro-
blema, diseñaría una solución y contrataría a una ONG para que pro-
veyese tal solución”. Lo anterior, añade, puede parecer un modo de
controlar el riesgo, pero en realidad es el donante el que asume el costo
de cualquier imprevisto: basta que cometa un error en entender el ver-
dadero problema, en articular la solución o en contratar a la ONG que
ejecutará el programa para que todo el proyecto fracase. “Los únicos que
quedarían sujetando la bolsa serían los donantes –la USAID y los con-
tribuyentes estadounidenses que permiten su existencia– y las pobres
madres que no obtendrían la asistencia que ellas y sus hijos necesitan”.
Falta poco tiempo, asegura Kumar, para que surjan individuos, me-
canismos o movimientos que delaten a aquellos multimillonarios que
acaparan su riqueza y no adquieren compromisos filantrópicos rele-
vantes. “Debido a que la creciente desigualdad de ingresos conduce
al aumento del populismo en todo el mundo, es natural que la gente,
milmillonarios o no milmillonarios por igual, afronte la cuestión de
‘la desigualdad en el dar’. ¿Por qué debieran algunos multimillonarios
darlo todo en beneficio de la humanidad, mientras que otros sólo per-
siguen seguir enriqueciéndose?”. Jeff Bezos, el fundador de Amazon,
podría figurar entre los primeros en enfrentar consecuencias por su
falta de vinculación con el altruismo, advierte Kumar.
148 Raj Kumar
Desde hace tres años, según Forbes, Bezos viene siendo el hombre más
rico del planeta. Sin embargo, comparado con otros individuos en si-
milar posición, “sólo ha hecho promesas vagas en torno al futuro de
su filantropía”. En 2017, escribió un tuit en el que preguntaba a sus
seguidores cómo organizar sus donaciones. Dijo que esperaba suge-
rencias que lo ayudasen a “obtener resultados inmediatos”. Recibió
cuarenta y dos mil respuestas, pero, hasta ahora, no se ha comprometi-
do públicamente con ninguna de ellas. “Tal vez no fue casualidad que
el mensaje se difundiera sólo horas antes de que Amazon anunciara
que adquiriría la cadena de supermercados Whole Foods, transacción
que hizo aumentar la inquietud acerca de que se estaba convirtiendo
en un jugador demasiado poderoso en demasiados sectores del retail”.
Bezos ha entregado cien millones de dólares a obras de caridad, “lo
que por supuesto es mucho”. Y en septiembre de 2018 prometió 2 mil
millones para enfrentar la situación de los homeless y la educación en
la primera infancia de Estados Unidos. “Pero Warren Buffett, quien en
su momento fue superado por Bezos en el desfile de los milmillonarios
(el patrimonio del CEO de Amazon es casi el doble del de Buffett), ha
donado hasta ahora 24 mil millones”.
Lief escribió el posteo para concitar atención sobre los peligros que
percibía cuando algunos involucrados en el sistema sólo se enfocaban
“en métricas de impacto estrechas”. Ciertos contribuidores pudientes
de Ubuntu –varios que ganaban millones en Wall Street– cuestionaron
a Lief acerca de si tenía sentido invertir tamañas cantidades en un solo
individuo. “¿Era de veras rentable gastar tanto en Siya cuando con el
mismo monto de dinero se podrían haber pagado mosquiteros tratados
con insecticida o las medicinas necesarias para haber ayudado a un
mayor número de personas y, probablemente, haber producido así un
mayor retorno de la inversión?”.
los jugadores frecuentes que lanzaran los dados. Primero debían lanzar
un dado hasta obtener un seis. Una vez que eso ocurría, se le pasaban
dos dados al participante y se le solicitaba que los rolara hasta obtener
dos seis. “Finalmente, les explicaban que ganar la lotería equivaldría
a sacar nueve seis en igual cantidad de dados de un solo lanzamiento.
Luego midieron si los colaboradores siguieron jugando a la lotería des-
pués de la experiencia. Lo que descubrieron fue que la gente que se
demoró más en sacar los dos seis entendió el punto más claramente y
redujo sus apuestas de lotería”.
• Hoy por hoy, los inversionistas que desean colocar su dinero en em-
presas “buenas” que se transan en la bolsa, lo hacen principalmente
comprando las llamadas “inversiones sociales responsables” (SRI, por
sus siglas en inglés). “Se trata de fondos de inversión compuestos por
acciones seleccionadas en gran medida a través de un proceso de de-
tección negativa o excluyente”. Es decir, las compañías que no cum-
plen con el estándar de “socialmente responsable” (tabaco, alcohol,
armas, energía nuclear, grandes petroleras, casinos, etcétera) quedan
automáticamente descartadas y el fondo invierte en cualquier otra fir-
ma que no esté involucrada en “actividades negativas” y que demues-
tre un potencial atractivo de dividendos. “Los fondos SRI son extrema-
damente populares y manejan alrededor de 9 mil billones de dólares en
inversiones, pues tienden a tener un buen desempeño comparados con
el mercado en general, la metodología es fácil de articular y entender,
y no son difíciles de establecer ni de manejar”.
• El autor advierte que, incluso ante los desafíos que presenta, “el con-
cepto de valor compartido puede definir el futuro del capitalismo si
nosotros, en cuanto a consumidores, empleados y votantes así lo de-
cidimos”. En los años que vienen, predice, las empresas por supuesto
que pondrán sus mejores esfuerzos en maximizar sus ingresos, “pero
lo harán con un nuevo espíritu que va más allá de las leyes y los regla-
mentos que regulan las prácticas industriales y comerciales de hoy”.
152 Raj Kumar
• Casi todos los países de ingresos medios viven entre frecuentes agi-
taciones políticas. En gran parte, esto se debe a que las cada vez más
numerosas poblaciones de clase media ya no toleran la corrupción
arraigada. “Malasia, México, Chile, Colombia, Kenya, Argentina,
Perú, Brasil, las Filipinas y Sudáfrica están en situaciones similares. Y
es difícil para mí nombrar alguna nación de ingreso medio que, en los
últimos años, no haya pasado por un escándalo de corrupción impor-
tante que sacudiese al establishment político”.
La paz más
duradera de la historia
Bien sabemos que la caída del Muro de Berlín marcó el comienzo de una
nueva era, de una etapa que, a falta de mejor nombre, fue bautizada como
“Posguerra Fría”, la cual hoy en día, y aquí tal vez reside la sorpresa, es a to-
das luces legítimo dar por sepultada. Entre 1989 y 2014, según lo expuesto
por el académico Michael Mandelbaum en su libro The Rise and Fall of
Peace on Earth (‘Auge y caída de la paz en la Tierra’), el mundo se vio mar-
cado por acontecimientos de toda índole, desde la irrupción de China en el
concierto internacional y la globalización de los mercados hasta la amenaza
del terrorismo islámico, los ataques del 11 de septiembre de 2001, pasando
por la Primavera Árabe y la explosión de las tecnologías de la información.
Otro aspecto fundamental, no obstante, tiende a pasar inadvertido, subraya
Mandelbaum: el hecho de que “el cuarto de siglo que abarca la Posguerra
Fría puede ser calificado como el más pacífico de la historia”.
2. Malas nuevas
5. Seguridad común
Poco tiene que ver el gobierno de Putin con las formas y la esencia de
la democracia: tomó el control directo o indirecto de los medios de in-
formación, impidió la oposición efectiva, concentró el poder en torno a
su persona, organizó elecciones sin libertad, acosó, encarceló y en algu-
nos casos ordenó el asesinato de sus enemigos políticos. Mandelbaum
acusa que “Putin ejerció la autoridad suprema, convirtiéndose en lo
que Boris Yeltsin no fue y nunca aspiró a ser: un dictador”. Expone, a
la vez, que el actual presidente revirtió la tendencia hacia el libre mer-
cado que había fijado su antecesor y retomó el estatismo económico,
profundizando aun más la corrupción que caracterizó la reforma de la
década de 1990 y reemplazando a los “oligarcas” que sacaron ventaja
The Rise and Fall of Peace on Earth 163
8. Incendiar el circo
9. De la pobreza al desarrollo
sus fronteras a expensas de sus vecinos. Más bien optaría por integrarse
a los órdenes económico y político basados en reglas del Asia Oriental
y al mundo que Estados Unidos había creado y apoyado”. Ya antes, a
principios del siglo XX, misioneros cristianos y comerciantes de origen
norteamericano habían abrigado la ambición de integrar a China al
orden occidental. “La teoría liberal de la historia expresaba esa misma
esperanza en términos contemporáneos”, subraya Mandelbaum.
Pareció que ese plan podría funcionar. Bajo Mao Zedong, China había
contado con una política exterior revolucionaria para subvertir el orden
internacional. Desde fines de los 70, la situación había cambiado, quizás
siguiendo la instrucción entregada por Deng Xiaoping de “esconder la
brillantez”, lo que suponía actuar con moderación. El liderazgo chino
sabía que, si aspiraba a acortar la brecha que separaba a su país con Oc-
cidente, debía agachar la cabeza y concentrarse en alcanzar el desarro-
llo. Mandelbaum sostiene que, aunque la teoría liberal de la historia no
estaba completamente equivocada, no causó la evolución pacífica que
Washington y sus aliados asiáticos esperaban para China. Al revés: mien-
tras operaban aquellas fuerzas, “una poderosa característica de la histo-
ria china y de su cultura política, el nacionalismo, estaba empujando al
país en una dirección amenazante para sus vecinos y Estados Unidos”.
Pese a que el auge nacionalista de Rusia, China e Irán echó por tierra
la paz de la Posguerra Fría, no fue capaz de derribar los fundamentos
sobre los que esta fue construida, advierte Mandelbaum. Las bases
que sostuvieron la calma mundial entre 1989 y 2014 surgieron “como
una mariposa emerge desde una crisálida”. Con esto, el autor se refiere
a que, contrariamente a lo sucedido tras las guerras napoleónicas, la
Gran Guerra Europea y la Segunda Guerra Mundial, no hubo después
de la Guerra Fría una conferencia diplomática en la que las grandes
potencias acordaran las condiciones del nuevo orden internacional.
En defensa
de los millennials
1. Compulsión nerviosa
3. La peor pesadilla
Los baby boomers nacieron entre 1946 y 1964, es decir, durante los
dieciocho años del boom de natalidad que en Estados Unidos comenzó
con la recuperación económica de la Segunda Guerra Mundial y se
aceleró a medida que los soldados regresaban a casa. “Se convirtieron
en la mayor y en la más influyente generación que el país jamás había
visto”, explica la Petersen, “y hoy existen 73 millones de boomers. El 72
por ciento de ellos es blanco. Donald Trump es un boomer, lo mismo
que Elizabeth Warren”. Sea que se den cuenta o no, prosigue, “fueron
ellos quienes no sólo nos enseñaron a esperar más de nuestras carreras,
sino también a considerar que nuestros pensamientos relativos al tra-
bajo, y nuestro cansancio, eran dignos de expresarse y de ser tratados
(especialmente por medio de la terapia psicológica, que paulatinamen-
te se convirtió en algo normal)”.
4. Ansiedad de clase
Lo que hace que la clase media sea única, argumenta la periodista, es que
“la pertenencia a ella debe reproducirse y reclamarse en cada generación”.
En Fear of Falling.The Inner Life of the Middle Class (‘Miedo a caer. La vida
interior de la clase media’), la ensayista y activista social Barbara Ehren-
reich sostiene que si naces en la clase alta es legítimo suponer que perma-
necerás allí durante toda tu vida. “Lamentablemente, al mismo tiempo,
la mayoría de quienes nacieron en las clases más bajas han de esperar
quedarse donde comenzaron”. Sin embargo, la clase media es diferente:
su forma de capital, continúa Ehrenreich, “debe ser renovada por cada
individuo a través del esfuerzo fresco y del compromiso. En esta clase
nadie escapa a los requerimientos de la autodisciplina y del trabajo auto-
dirigido”. El problema, reclama Petersen, es que las condiciones laborales
de hoy han decaído dramáticamente para la gente de su segmento etario.
5. Cultivo concertado
6. Débiles y flojos
7. La trampa de la educación
9. La catástrofe de 2008
10. El precariat
Petersen, por su parte, está convencida de que “una de las más grandes
crueldades del sistema de clase estadounidense es que nadie, ni siquie-
ra aquellos cuyas vidas están definidas por las precariedades, quieren
admitirlas como tales”. Se les recalca, en palabras de Standing, “que
deben estar agradecidos y felices de que tienen trabajos y que han de ser
‘positivos’”, ya que, después de todo, la economía pasa por un boom y el
desempleo es bajo. “Pero esta no es la experiencia de un creciente nú-
mero de estadounidenses”, finaliza la autora.
11. El salariat
Si crees que estás salvado del precariat, advierte Petersen, ya sea por
medio de tu actual trabajo o de tu educación o de la posición de tus
padres, “estás equivocado”, pues actualmente podrías ser parte del
salariat, es decir, de la clase de trabajadores que son asalariados, tienen
la posibilidad de desplegar habilidades propias dentro de sus empleos
y sienten que sus opiniones cuentan para la empresa. “Pero cada día
el salariat continúa en su ‘deriva’, tal como lo expresa Standing, hacia
Can’t Even 189
Sin dejos de ironía, Petersen establece que, “durante los últimos veinte
años, la oficina que te ofrece buenos tentempiés y almuerzos gratis
se ha convertido en una culminación cultural: una forma de destacar
la absurdidad de la cultura startup o sólo los ridículos beneficios que
exigen los millennials”. Pero la comida sin costo, advierte, no es única-
mente una ventaja, sino una estrategia que proviene directamente de la
cultura de Wall Street para incentivar el exceso de trabajo.
Invenciones y
artilugios desbocados
4. Esposa mía
5. Involuntariamente célibes
6. Fábrica de esclavos
7. La predicción de Churchill
8. Hamburguesa de laboratorio
9. Veganos disfrazados
Quien sea capaz de hincarle el diente a esa cifra, aunque sólo sea el 1
por ciento marginal del mercado, está destinado a ganar miles de millo-
nes de dólares”. Bruce Friedrich es el director ejecutivo del Good Food
Institute (‘Instituto de la Comida Buena’), o GFI, un think tank accelerator
estadounidense fundado en 2015 y dedicado a promover los rubros de “la
carne limpia”, que es la que se fabrica en laboratorios, y la carne hecha a
partir de vegetales. Según él, el asunto se asemeja al cambio que produjo
la irrupción del automóvil en el uso de los caballos y los carruajes. “Si lo
que a la gente le gusta de la carne es el sabor, la textura, el aroma –cosas
bastante fundamentales–, si podemos darle estas cosas, pero de mejor ma-
nera, las personas cambiarán. Si es un mejor producto y menos caro, de
seguro cambiarán”. Cuando se fundó el GFI, sólo había una startup de
carne limpia en Estados Unidos. Tres años después existían más de veinti-
cinco. “Y esto se debe principalmente al modo en que Bruce y su equipo
les facilitan la vida, de manera gratuita, a los empresarios que desean abrir
compañías en este rubro”.
Las startups de carne limpia de Silicon Valley son dirigidas por veganos,
informa Kleeman, y quienes las financian también lo son en su gran
mayoría. El mismo GFI depende de dinero vegano para solventarse: los
principales donantes del instituto son Dustin Moskovitz, cofundador de
Facebook, y su esposa, ambos veganos. “El movimiento de la carne lim-
pia me está empezando a parecer un movimiento vegano disfrazado”,
indica la investigadora, “un movimiento que sabe que la palabra que
empieza con ‘v’ está cargada con una actitud de rectitud moral que es
tóxica para quienes aman comer carne. Pero el futuro por el que traba-
jan Bruce y los emprendedores de la carne limpia es un mundo donde
la industria de la carne es poseída y controlada por veganos”. Y, con un
dejo de ironía, concluye: “La carne limpia es carne vegana”.
“Y ahora a lo que viniste”, declara Josh con pompa. “Aquí está nuestro
nugget de pollo para que lo pruebes”. La reportera se envalentona, se
lleva el trozo a la boca y comienza a comerlo. “Mientras voy masti-
cando, me doy cuenta gradualmente de que es asqueroso. Al princi-
pio la carne me resulta familiar –tiene la jugosidad, la inconfundible
pegajosidad de la carne animal entre mis dientes–, pero a la vez tiene
la textura de la peor comida procesada que sea posible imaginar. La
consistencia es tan errada, la carne está tan alejada del tejido animal,
que mi cerebro me dice que esta es una carne demasiado mala y que
debo escupirla. No hay piezas de carne discernibles en este nugget. Es
puré de pollo, abultado con relleno, dentro de una corteza crujiente”.
Cuatro días después de la experiencia, la autora es aún incapaz de
echarse un trozo de carne a la boca.
ciento está siendo faenado al máximo, por lo que “no podemos obtener
ningún pez más de los que obtenemos hoy”. Esto significa que sólo el
7 por ciento de las poblaciones es subexplotado, y con frecuencia tales
poblaciones se hallan demasiado lejos de las costas como para hacerlas
económicamente viables o en aguas sobre las que hay reclamaciones
políticas, “en las que arriesgas iniciar una guerra si navegas por ellas”.
Los humanos consumen más pescado que cualquier otra proteína ani-
mal y mil millones de personas dependen de este recurso como fuente
de proteínas. En otras palabras, advierte la investigadora, “ya hemos
atrapado casi todos los peces que podíamos del mar”.
Finless Foods (‘Alimentos sin aleta’) fue fundada en 2017 por dos
bioquímicos de la costa este de Estados Unidos, Mike Selden y Brian
Wyrwas. La compañía, situada en la ciudad californiana de Emeryville,
fue la primera startup en especializarse en productos marinos y sus
creadores están concentrados en el atún de aleta azul y en la lubina.
Cuando el atún de Finless salga a la venta, costará lo mismo que su
equivalente del pescado real, alrededor de 7 dólares por una pieza de
sashimi. Mike le informa a Kleeman que “pasarán años, no décadas,
antes de que esto ocurra, y el factor crítico no es la ciencia, sino las
regulaciones gubernamentales”. Mike no sólo detesta la cultura de Si-
licon Valley –se siente allí un verdadero pez fuera del agua–, sino que
también se declara comunista. Un emprendedor comunista le causa
extrañeza a la periodista, pero él explica que “el único modo de cons-
truir la tecnología que mejorará la forma en que comemos es a través
de una startup. Me encantaría que existiese otro modo, pero en la ac-
tualidad no lo tenemos”.
carne que las startups están tan deseosas de obtener, corporaciones que
son notorias por poner las ganancias por sobre el bienestar de los anima-
les, de la gente y del planeta”. Consultado al respecto, Bruce Friedrich,
el director del GFI, piensa que es muy probable que las firmas que ya
tienen acceso a la infraestructura y a la logística que requiere la industria
de la carne limpia terminen apoderándose de ella. “Poniendo en la ba-
lanza el idealismo de Bruce y el comunismo de Mike”, acota Kleeman,
“ellos perfectamente podrían estar ayudando a las actuales empresas de
la carne a enriquecerse más, y haciendo el trabajo preliminar para un
rubro que nos vuelve a todos más dependientes de corporaciones mul-
tinacionales cada vez más remotas”. En el futuro por el que lucha la
industria de la carne limpia, donde los humanos todavía comerán carne,
pero ya no matando animales, “habremos rendido nuestra autosuficien-
cia a compañías con una tecnología especializada. Nadie puede garanti-
zar que estas compañías serán una fuerza del bien o que operarán para
el bienestar de alguien que no sean ellas mismas”.
En 2006, Sahakian fue el artífice del caso de la mujer más vieja del
mundo en dar a luz. María del Carmen Bousada, una asistenta de
ventas retirada, tuvo a sus mellizos, Christian y Pau, la semana antes
de cumplir 67 años. Menos de un año después, la señora fue diagnos-
ticada de cáncer y murió en 2009, dejando a sus hijos huérfanos con
tan sólo dos años y medio. “Es cierto: esa mujer de Barcelona figura
en el libro Guinness World Records como la mujer más anciana en pa-
rir, me informa Sahakian con cierto orgullo que me parece grotesco”,
concluye Kleeman.
del sexo, luego no necesitaban ser creados dentro del cuerpo de sus
madres. ¿Y qué pasaría entonces si pudiéramos tener bebés sin que
nadie quedara embarazada?”. La respuesta es la ectogénesis, técnica
que consiste en desarrollar un embrión o un feto fuera del cuerpo de la
madre. Entre otros casos, Kleeman se refiere al trabajo de un grupo de
profesionales del Children’s Hospital of Philadelphia (CHOP), quie-
nes, junto a neonatólogos, fisiólogos del desarrollo y cirujanos, tratan a
bebés extremadamente prematuros.
Durante meses Kleeman intentó fijar una entrevista con los miembros
del equipo del CHOP, “pues quieren ser capaces de poner bebés den-
tro de la biobolsa dentro de un par de años”, pero la perspectiva de su
visita “puso nervioso” al departamento legal del hospital. No obstante,
la autora sabe que los científicos del CHOP están hoy mismo enfocados
en sacar la biobolsa al mercado. Y mientras ellos acapararon muchísima
atención cuando la documentación sobre la biobolsa fue publicada por
primera vez, “en otros lugares de Norteamérica, en Asia y en Austra-
lia hay científicos que han estado trabajando exitosamente con úteros
216 Jenny Kleeman
artificiales por años”, compitiendo con el equipo del CHOP por ser los
pioneros en probar sus aparatos en los fetos humanos. “Cuando ello
ocurra”, advierte la autora, “será sólo la manifestación última y más lite-
ral de cómo el embarazo se ha externalizado”.
Tal vez con un exceso de pompa, Winston Churchill también tuvo algo
que decir al respecto en “Fifty Years Hence”, el ensayo ya citado: “Pa-
rece haber pocas dudas en relación a que será posible llevar a cabo en
entornos artificiales el ciclo completo que hoy conduce al nacimiento
de un niño”. La tecnología del útero artificial, insiste Kleeman, está
mutando el concepto de nacimiento: “Ya no se trata de que seas pujado
o extraído hacia el mundo: se trata de que seas separado del soporte de
vida en el que tú confías en cuanto a feto. Puedes ser separado de tu
madre y aun así tener el estatus oficial de nonato”.
“El embarazo es bestial”, asegura la Anna Smajdor. “Si hubiese una en-
fermedad que causara los mismos problemas, la categorizaríamos, de
Sex Robots & Vegan Meat 217
En todos los lugares donde hoy es legal, el derecho a morir por volun-
tad propia depende de la aprobación de doctores y psiquiatras. Y esto
“le otorga a la profesión médica más poder que nunca, en una época en
que –desde el cambio climático y las vacunas hasta el Brexit– la gente
común y corriente rechaza la autoridad de los expertos y tiende a ale-
jarse de ellos. ¿Por qué mostrarse deferente ante personas con algunos
títulos tras sus nombres cuando puedes encontrar online todo lo que
necesitas?”, aduce la periodista. Las personas no se unen a Exit por el
derecho a morir, añade, sino que buscan tener el control total sobre
sus propias muertes. “Enfrentadas al incierto futuro que se visualiza
cuando envejecen, no quieren renunciar a su autodeterminación en
beneficio de nadie. Philip Nitschke es el único doctor preparado para
otorgarles el control. No se requiere de verificación ni de un diagnós-
tico terminal. Sólo una declaración de edad y una tarjeta de crédito”.
Ben Wilson, uno de los historiadores jóvenes más reconocidos del Reino
Unido, plantea que cuando Aristóteles escribió que “el ser humano es por
naturaleza un animal político”, no quería decir necesariamente que nos
encanta el tira y afloja del quehacer político coyuntural. “Una mejor in-
terpretación”, sostiene, “podría ser que somos por naturaleza ‘un animal
de ciudad’: tendemos a fusionarnos para satisfacer nuestras necesidades y
dar forma a la cultura”. En su carnoso libro Metropolis. A History of the City,
Humankind’s Greatest Invention (‘Metrópolis. Una historia de la ciudad, la
invención más grandiosa de la humanidad’),Wilson ofrece un deslumbran-
te paseo por seis mil años de variadísimos e insospechados aconteceres,
desde los tiempos de Uruk, la primera urbe del planeta, hasta el increíble
éxito de las megaciudades que hoy se erigen a un ritmo desenfrenado en
diferentes partes del globo. A lo largo del volumen, publicado hace sólo un
mes, el autor insiste en una idea que le parece fundamental: debemos seguir
urbanizándonos a gran escala, ya que la densificación nos permitirá alcan-
zar la sustentabilidad ambiental. Las ciudades densamente pobladas, con
líneas de transporte público, barrios caminables y una variedad de tiendas y
servicios, producen mucho menos dióxido de carbono y consumen muchí-
simos menos recursos que los asentamientos en expansión. Otro punto en
el que repara el investigador es en cómo la actual pandemia ha afectado la
vida urbana, aunque, ciertamente, él no comulga con los alarmistas ni con
los agoreros que pronostican el hundimiento de la metrópolis. Por el con-
trario, estima que en el presente “estamos viendo el retorno a una situación
común durante la mayor parte de la historia: el desmesurado rol de la ciu-
dad superestrella en los asuntos humanos”. Las innovaciones tecnológicas,
artísticas y financieras ocurren cuando los expertos se apiñan: los humanos
prosperan en el momento en que comparten el conocimiento, colaboran y
compiten en escenarios cara a cara, “particularmente en sitios que facilitan
los flujos de información. Si bien alguna vez las ciudades trataron de atraer
a enormes plantas manufactureras o de capturar un trozo del comercio
mundial, en la actualidad compiten por cerebros”. En opinión de Wilson, el
futuro estilo de vida de gran parte de nuestra especie puede apreciarse con
mayor nitidez en las áreas superdensas, autoedificadas y autorganizadas de
Mumbai o Nairobi que en los relucientes distritos centrales de Shanghái
o Seúl, o en la expansión pródiga de Houston o Atlanta. Mención aparte
merecen las magníficas semblanzas de las decenas de fascinantes ciudades
incluidas en Metropolis, ya que, en una época de inmovilismo forzoso, esta
obra nos invita a viajar por donde sea que lo deseemos.
Metropolis
A History of the City, Humankind’s
Greatest Invention
Doubleday | 2020 | 464 páginas
La revolución urbana
que engulló al mundo
1. Homenaje oscuro
sin piedad las áreas urbanas densas. En 1854, el seis por ciento de la po-
blación de Chicago murió a causa del cólera. “Pero esto no impidió que
la gente se juntara en manadas en la urbe milagrosa del siglo XIX: su po-
blación aumentó de 30.000 habitantes a comienzos de la década de 1850
a 112.000 a fines de la misma”. Y lo mismo ocurre en el presente, “ya
que, hablando en términos generales, el gigante urbano no muestra sig-
nos de ralentización, incluso de cara a las pandemias. Siempre hemos pa-
gado un alto precio por compartir los beneficios de la ciudad, aun cuando
su apertura, su diversidad y su densidad se vuelven contra de nosotros”.
Uruk fue la primera ciudad del mundo y, durante cerca de mil años,
el centro urbano más poderoso del planeta. Construida hace más de
seis milenios a orillas de los ríos Tigris y Éufrates, Uruk contaba, hasta
hace poco, con una teoría ampliamente reconocida que explicaba sus
orígenes: unidos por el trabajo mancomunado en grandes obras de
irrigación agrícola, quienes serían sus futuros habitantes lograron ven-
cer un clima hostil redirigiendo las aguas fluviales y luego optaron por
establecerse en una urbe construida por ellos mismos. Sin embargo,
basado en las últimas evidencias arqueológicas, Ben Wilson suscribe
la tesis más recientemente aceptada: “El cambio climático ayudó a dar
inicio a la urbanización y convirtió el sur de Mesopotamia en el lugar
más densamente poblado del planeta”.
3. Vida invertida
Las grandes pandemias del siglo XIX dieron forma a las urbes moder-
nas, ya que impulsaron mejoras en la ingeniería civil, en la salubridad
y en el planeamiento urbano. “Las pandemias del siglo XXI cambiarán
las ciudades de modos que aún no somos capaces de imaginar”, aseve-
ra Wilson. “Pero estas, por necesidad, se adaptarán en una era de crisis
climática”. Durante los confinamientos de 2020, la densidad urbana
pasó de ser un beneficio a una amenaza. “La sociabilidad, uno de los
placeres de la vida citadina, se convirtió en algo que había que evitar a
toda costa, como si nuestros conciudadanos fuesen enemigos morta-
les. En vez de reunirse en masa, a miles de millones de personas se les
ordenó alejarse. La vida de la ciudad se invirtió”.
la esperanza de vida era alta. “La gente a la vez andaba bien vestida:
las más antiguas hebras de algodón halladas proceden de este lugar”.
La última evidencia sugiere que la urbanización de la cultura harappa
también estuvo determinada por una serie de adaptaciones al cambio
climático. “Y si los harappa construyeron sus ciudades con reverencia
al agua, nosotros estamos construyendo las nuestras con la fe puesta
en el futuro digital”.
5. Abejas en un panal
A principios del siglo XX, “la ciudad tradicional era un lugar de pesi-
mismo, no de esperanza; la devoradora metrópolis industrial aprisionaba
a sus habitantes, envenenando sus cuerpos y mentes, y propiciaba la
descomposición social”. En la segunda mitad del siglo XX, agrega el
autor, “la respuesta a los horrores de la industrialización estaba en pleno
apogeo: parecíamos transitar por un proceso de dispersión en vez que de
concentración”. Grandes urbes como Nueva York y Londres experimen-
taron disminuciones de población, mientras que los autos, los teléfonos,
los pasajes aéreos baratos, el flujo expedito de capitales alrededor del
globo y, últimamente, internet, permitieron que nos disgregáramos, des-
montando el tradicional, intenso y atestado centro de la ciudad. ¿Quién
necesitaba redes sociales urbanas cuando tenía ilimitadas redes sociales
virtuales?”. El centro, que en cualquier caso ya sufría con las oleadas de
criminalidad y la decadencia física, estaba siendo reemplazado por com-
plejos de negocios suburbanos, por campus, oficinas y malls fuera de la
ciudad. “Sin embargo, los últimos años del siglo pasado y las primeras
décadas de este milenio derribaron estas tendencias”.
9. Moviendo montañas
Desde los años 70, nos informa Wilson, “esta ciudad brasileña pobre,
de rápido crecimiento, propensa a las inundaciones y asentada en uno
de los puntos críticos de la biodiversidad planetaria, ha sumado a sus
entornos 1,5 millones de árboles, 248 kilómetros cuadrados de par-
ques y muchos lagos artificiales, además de haber construido un co-
rredor ecológico a lo largo del río Barigui”. Al mismo tiempo que la
población se triplicaba, la cantidad de espacios verdes ascendió de 0,5
metros cuadrados por persona “a la asombrosa cifra” de 50 metros
cuadrados por habitante. “Curitiba no sólo planta árboles, sino que
también implementó un plan de políticas de sustentabilidad integradas
en casi todos los aspectos de la planificación urbana”.
“La intensidad de la ciudad hizo que muchas de las ratas fueran hi-
persexuales, pansexuales u homosexuales. A las ratas, al igual que a
nosotros, les va bien en la ciudad. Pero la urbe las pervierte debido
a que sus historias evolutivas no las han preparado para el schock ni
el estrés de vivir en ambientes definidos por la proximidad extrema
y la construcción caótica”. O al menos esto fue, prosigue el autor, lo
que muchos arquitectos y planificadores urbanos dedujeron de los
resultados de Calhoun. “Para ellos, la ciudad moderna producía en
los humanos las mismas patologías que afectaron a las ratas. Los ex-
perimentos apuntaban hacia un período venidero de crisis social ex-
tendida en las urbes”.
Metropolis 243
• Desde sus inicios, el cine alzó la mirada hacia los desorbitados edifi-
cios del siglo XX. “La hipermodernidad del cine quedó extasiada con
la hipermodernidad del rascacielos. Para el Hollywood de los primeros
días, la ciudad era Nueva York y Nueva York era la ciudad: el símbolo y
la sinécdoque de todo lo urbano y futurista”.
• Existe una teoría económica que señala que cuando se erige un nuevo
rascacielos que reclama el título de edificio más alto del mundo ocurrirá
un desplome económico. “El Singer Building y el Met Life coincidie-
ron con el pánico de 1907. El Woolworth Building llegó a tiempo para
la depresión de 1913. El World Trade Center y la Torre Sears se inau-
guraron durante la crisis petrolera y la caída del mercado de valores de
1973 y 1974. Las Torres Petronas de Kuala Lumpur se convirtieron en
la construcción más elevada del planeta justo antes de la crisis asiática
de 1997. El desastre de las hipotecas subprime tiene su monumento: el
rascacielos Burj Khalifa, inaugurado en octubre de 2009. Y el mismí-
simo día que se terminó de construir la Torre Shanghái, la bolsa china
se hundió un 7 por ciento en media hora”.
gún otro lugar ejemplifica esto mejor que Londres, una capital que en
gran parte se había resistido por décadas a la invasión de rascacielos.
La necesidad de construir en grande, de reinventarse a sí misma con
un horizonte desmedido, conquistó a Londres a principios del siglo
XXI a medida que se relajaron las regulaciones de planeamiento. Los
rascacielos y las costosas torres residenciales en altura proliferaron a
una velocidad no menos desenfrenada que en Shanghái”.
Cinco años atrás, mientras indagaba una historia para la revista New
Yorker, la distinguida escritora e historiadora Jill Lepore se dirigió al
Massachusetts Institute of Technology (MIT) con la intención de re-
volver los papeles de Ithiel de Sola Pool, un científico que en 1955 ideó
una teoría sobre las redes sociales, cuando estas aún no tenían la reso-
nancia que tienen en la actualidad. “Abrí caja tras caja tras caja y em-
pecé a pensar que podría haber un libro en el interior de ellas, lo cual
me condujo a más y más cajas a lo largo y ancho del país”. El pálpito
de Lepore no pudo ser más acertado: la espléndida obra que escribió
tras su pesquisa, recién publicada y titulada If Then. How the Simulmatics
Corporation Invented the Future (‘Si tal cosa, tal otra. Cómo la Simulma-
tics Corporation inventó el futuro’), ha sido aclamada sin reservas en el
mundo editorial anglosajón. Olvidada por la historia, la “magníficamen-
te misteriosa” compañía que pesquisó la autora fue la primera que puso
en movimiento los procesos de manipulación de masas que, según ella
denuncia con fuerza, son los mismos que hoy rigen a gigantes tecnoló-
gicos como Facebook, Amazon y Google. Creada en 1959, Simulma-
tics jugó un rol clave en la elección presidencial de John Kennedy, en la
Guerra de Vietnam y en buena parte de los hechos de violencia política y
social que marcaron a Estados Unidos en los años 60. Los integrantes de
la firma eran buena gente, asegura la investigadora, liberales intachables
que luchaban por los derechos civiles y por la igualdad de razas. No obs-
tante, los What-If Men, como eran conocidos en su época los miembros
de Simulmatics, dieron pie a lo que Lepore define como “este infierno
en particular”, es decir, un mundo “en el que cualquier movimiento de
la humanidad está predicho por algoritmos que intentan dirigir o influir
en todas y cada una de las decisiones que tomamos a través de la simu-
lación de nuestro yo mismo”. El asunto es alarmante y ha sido abordado
por varias publicaciones en el último tiempo, pero nadie, hasta ahora,
había dado con el verdadero origen del intríngulis. Simulmatics, fundada
por un publicista charlatán y alcoholizado llamado Edward Greenfield,
y reforzada con genios de la talla de Ithiel de Sola Pool y Bill “El Salva-
je” McPhee, influyó de una manera absolutamente desconocida sobre
lo que hoy entendemos por presente cotidiano, pues puso en marcha
una imbatible “Máquina de Personas”. Este pormenorizado relato, que
además cuenta con una arista chilena, dejará a más de algún lector bo-
quiabierto e incluso un tanto espantado. Simulmatics, advierte Lepore,
impuso “un legado que acecha tras la pantalla de cualquier aparato”.
If Then
How the Simulmatics Corporation
Invented the Future
Liveright | 2020 | 432 páginas
2. Eslabón perdido
3. Compramos clientes
4. Charlatán y liberal
6. Antecedentes manchados
“Mi primera intuición fue que tal vez era plausible establecer una
relación logarítmica”. La matemática que lidiaba con “la probabili-
dad de que B conociera a C, dado que A conoce a B”, era “confusa”,
agrega Lepore. “Pero, ¿qué ocurriría en caso de que A no conozca
a B?”, prosigue Pool, “¿dónde tienen un conocido en común?”. La
autora informa que “Greenfield recolectaba gente, mientras que Pool
recolectaba datos”.
8. El turco mecánico
9. “El Salvaje”
1940 obtuvo una beca para estudiar en Yale, pero abandonó los estudios
en segundo año y se enroló en la Fuerza Aérea de su país. “Volaba un
Piper Cub de un motor en los Himalaya. Se estrelló dos veces y fue el
único hombre de su unidad que sobrevivió a la guerra, un hecho que lo
atormentó de por vida”. Bill tenía un carácter temible: “Amenazaba a
todo el mundo y luego, cuando se calmaba, pedía perdón. Bebía y bebía y
bebía y fumaba y fumaba y fumaba. No se podía ver a través de su living.
Jock, su hijo pequeño, tuvo neumonía cuatro veces a causa del humo”.
McPhee retomó sus estudios y obtuvo su PhD, y en esa época trabajaba
en la Universidad de Columbia.
Kennedy ganó la elección con 34.226.731 votos, el 49,7 por ciento del
electorado, contra 34.108.157 de Nixon, el 49, 5 por ciento del mismo.
El margen de escaños electorales que obtuvo Kennedy, 303 contra 219
de su rival, era amplio, “pero la votación popular fue tan reñida que
condujo a dos recuentos, esfuerzos liderados por el Republican National
266 Jill Lepore
“El hombre lucía como un banquero del siglo XIX y Barry Goldwater
[el senador republicano derrotado por Johnson en las elecciones pre-
sidenciales de 1964] lo llamaba ‘una IBM con patas’”. El secretario
de Defensa pretendía reducir la mayoría de los asuntos militares a la
ciencia computacional. “Había estudiado en la Escuela de Negocios
de Harvard y presidido la Ford Motor Company, firma que dirigió por
medio de sistemas de análisis basados en computadoras”. Este mismo
enfoque fue el que llevó al Departamento de Defensa. “El ministro
empuña esa computadora y aquellas cifras como el Rey Arturo em-
puñaba a Excálibur”, dijo un asistente de Johnson. “Como si fueran
magia”, remata Lepore.
No hay reglas que hoy gobiernen a este rubro, recalca Lepore. “Sus
líderes promocionaban su anarquía como un rasgo de su creatividad.
En Silicon Valley, casi todos los directores de compañías que vendían
aceite de serpiente eran hombres, los bisnietos de los científicos de
Simulmatics, pero creían ser huérfanos, genios sui generis hechos por
sí mismos No dejaron espacio en su mundo para las mujeres, para la
familia o para otro tipo de conocimiento que no fuesen los cálculos
en una computadora”. En lugares como el Media Lab del MIT, fi-
nanciado con fondos de privados, se cultiva la “ética del hacker”, lo
cual implica, en opinión de la escritora, “cero clase de ética”. Y para
ilustrar su punto cita el siguiente caso: en 2016, el director del Me-
dia Lab aceptó 1,7 millones de dólares del criminal condenado Jeffrey
Epstein, quien se había registrado como predador sexual y se declaró
culpable de haber requerido a una menor de edad para tener relaciones
sexuales. Luego, Epstein ayudó a que el laboratorio obtuviese otros
7,5 millones de parte de nuevos donantes. Enseguida, el Media Lab
anunció el Premio a la Desobediencia para celebrar “la desobediencia
ética responsable”, haciendo “de la audacia irresponsable un fetiche”.
272 Jill Lepore
Lo que vendrá
después del virus
El analista arguye que para entender el porvenir hay que tener en cuen-
ta dos factores: 1) el estado del mundo en el momento en que reventó
la crisis, y 2) cómo los seres humanos respondimos a ella. En el caso
del coronavirus, el impacto ha sido determinado por algunos hechos
ineludibles: el mundo está profundamente interconectado, casi ningún
país estaba preparado para enfrentar una pandemia, y cuando esta lle-
gó “muchas naciones, incluso las más ricas, cerraron su vida social y
sus economías de un modo que no tiene precedentes en la historia”.
Puede que tardemos varios años en descubrir los alcances que tendrá
este shock para el sistema, pero por lo pronto Zakaria observa diez
campos donde la pandemia ha desafiado el modelo de vida que lleva-
mos: diez lecciones que los seres humanos debemos tener en cuenta a
la hora de elegir el rumbo que tomará el planeta en los años venideros.
2. Territorio desconocido
los animales. Ha sido el caso de varias recientes: sida, ébola, sars, mers,
la gripe aviar y, por supuesto, el nuevo coronavirus.
¿Por qué las enfermedades animales parecen estar saltando hacia los
humanos a mayor ritmo? Porque, debido al desarrollo mundial, espe-
cialmente en las economías emergentes, “la gente está viviendo cerca
de los animales salvajes”. El autor ilustra el caso de los murciélagos,
donde presumiblemente se originó el covid-19. Ellos tienen un sistema
inmune altamente desarrollado y son portadores de cientos de enfer-
medades, y su comportamiento social los hace congregarse en canti-
dades de hasta 15 millones a la vez. En Malasia, por ejemplo, durante
décadas se ha talado la selva para la producción de aceite de palma y
madera. Esto ha hecho que los murciélagos, que se alimentan de fruta,
busquen comida cada vez más cerca de los criaderos de cerdos. En
1998, un virus llamado nipah saltó de los murciélagos a los chanchos
y de ahí a unos trabajadores malayos, igual que el covid-19 saltó de un
murciélago a un pangolín vendido como carne fresca en un mercado
de Wuhan, China, donde se originó la pandemia.
5. Paraíso nórdico
Zakaria tiene claro cuál es el modelo que mejor responde a los desa-
fíos globales del presente. El autor cita el libro Orden y decadencia de
la política, de Francis Fukuyama, donde el afamado politólogo dice
que “la pregunta fundamental para toda sociedad humana es simple:
¿cómo se llega a Dinamarca? [...] Con esto no me refiero tanto al país
Dinamarca”, prosigue la cita, “sino a una sociedad imaginada que es
próspera, democrática, segura y bien gobernada, y que sufre bajos ni-
veles de corrupción”. Fukuyama habla más en términos económicos
que políticos, pero Zakaria cree que ambos territorios están profun-
damente conectados: “Dinamarca es exitosa políticamente porque es
exitosa económicamente, y viceversa”, asegura.
Ten Lessons for a Post-Pandemic World 283
6. Crisis epistémica
¿Por qué en algunos lugares hubo tanta reticencia antes las orientacio-
nes médicas? Según Zakaria, porque estamos ante una verdadera crisis
del conocimiento. La gente no tiene idea cómo funciona la ciencia, qué
284 Fareed Zakaria
Zakaria sostiene que este antielitismo tiene una base concreta: para
mucha gente, los expertos forman parte de una nueva clase social que
hoy gobierna el mundo: los meritócratas, es decir, aquellos que han ga-
nado su lugar en el mundo gracias a su formación universitaria. En los
Ten Lessons for a Post-Pandemic World 285
años 90, por ejemplo, el 70 por ciento de los ministros de Taiwán tenía
postítulos (el 60 por ciento obtenidos en universidades estadouniden-
ses). En China, el 10 por ciento de la población asiste a algún tipo de
educación superior, y sin embargo el 99 por ciento del Comité Central
del Partido Comunista tiene credenciales educacionales (esto lo con-
vierte en una de las organizaciones más elitistas del mundo, bromea el
autor). Pero no hay que engañarse: globalmente, los estudios superio-
res siguen siendo un lujo que pocos consiguen. En Estados Unidos,
apenas el 13 por ciento de las personas cuenta con postítulo. Incluso el
título universitario a secas califica como trampolín social: en la Unión
Europea y Estados Unidos, sólo un tercio de las personas lo consigue.
“En otras palabras, dos tercios de la población toma palco para obser-
var cómo el tercio restante dirige todo”.
Por eso, Zakaria afirma que “los meritócratas forman una clase distinta,
separada del resto de la sociedad”. De partida, ganan más plata: los in-
gresos de los estadounidenses con postítulos son 3,7 veces más altos que
los de los desertores escolares. Generalmente viven en ciudades, ejercen
sus profesiones y socialmente tienden a ser liberales. En contraste, la
gente sin formación se concentra en áreas rurales, tiene menos trabajos
profesionales y socialmente tiende a ser más conservadora. En 2016,
Clinton ganó el primer grupo y Trump obtuvo la presidencia con el apo-
yo del segundo. “La división urbano-rural, que crece cada año, puede ser
la falla tectónica más significativa del electorado estadounidense, más
que la raza o el género”, señala el autor. El patrón se repite en Europa y
la pandemia no ha hecho más que ensanchar esta división. En Estados
Unidos, mientras la mitad de los trabajadores con educación universita-
ria pudo teletrabajar durante los confinamientos, apenas un 3 por ciento
de la gente sin formación logró hacer lo mismo.Y cuando la economía se
recupere, asegura Zakaria, al primer grupo le irá mejor que al segundo.
“Este antielitismo”, concluye, “refleja la impotencia que mucha gente
experimenta al navegar el mundo moderno”, un mundo donde “los ex-
pertos e intelectuales tienen las llaves del conocimiento y el poder”.
La quinta lección del libro es que “la vida es digital”. Zakaria señala
que el covid-19 llegó en medio de la última gran revolución tecno-
286 Fareed Zakaria
Los encierros masivos a los que fueron sometidas las ciudades más
grandes del mundo se convirtieron en una dura prueba para ellas.
Zakaria cree, de todos modos, que la crisis “nos ha dado la posibilidad
de repensar el tipo de ciudad que queremos”. En este caso, añade,
debemos mirar a París. Y en particular al modelo propuesto en enero
de 2020 por su alcaldesa, Anne Hidalgo, como parte de su campaña
de reelección: la “ciudad de quince minutos” (ville du quart d’heure).
la India y otros países en desarrollo, que crecieron más rápido que los
países desarrollados durante el último cuarto de siglo, acortando la
brecha y sacando de la pobreza a cientos de millones de personas”. El
académico atestigua que en la India –país al que ha regresado muchas
veces durante décadas– vio cómo “las aldeas se convirtieron en pue-
blos y los pueblos en ciudades”. Entre 2000 y 2015, según la ONU, la
cantidad de personas que vivían en la extrema pobreza (esto es, con
poco más de un dólar diario) cayó de casi 2.000 millones a 650.
Tal como el coronavirus alumbró la fosa que divide a los países ricos y
pobres, prosigue el autor, también radiografió algo que lleva creciendo
cinco décadas: la desigualdad en Estados Unidos. Las áreas pobres,
por ejemplo, tienen tasas más altas de infección que las ricas y peores
resultados de salud. “En Nueva York, algunos barrios pobres como el
Bronx, Queens y Brooklyn tienen tasas de mortalidad entre cuatro y
seis veces más altas que las del Upper Side”.Y añade: “Los negros –por
su parte– tienen el doble de posibilidades de contraer el covid que los
blancos” y “tienen una tasa de mortalidad 2,3 veces más alta (en algu-
nos estados la cifra se eleva a 4)”.
La octava lección del libro es que, a pesar de que está herida de un ala,
“la globalización no ha muerto”. Las cifras que dejaron los apagones
económicos de la pandemia son escalofriantes. Comparando abril de
2019 con abril de 2020, el tráfico aéreo global cayó un 94 por ciento y
292 Fareed Zakaria
que ese declive no existe: “A pesar de sus defectos, el país continúa rea-
lizándolo extremadamente bien en la medida más elemental del poder
global: el peso económico”. Un estudio citado por el autor señala que
si Estados Unidos y China mantienen su crecimiento actual (1,4 y 6
por ciento, respectivamente), recién el año 2050 China podría alcanzar
al país norteamericano.
La décima lección del libro es que “a veces los realistas más grandes
son los idealistas”. Esto alude a un juego de palabras que el analista
hace con el famoso “idealismo” de Woodrow Wilson, quien después de
la Primera Guerra Mundial intentó establecer un sistema internacio-
nal que promoviera la paz (la Liga de las Naciones). El proyecto le fue
negado por su propio Congreso y el sistema tuvo que esperar un cuarto
de siglo para ser fundado. Costó otra guerra mundial.
1. Vocabulario destrozado
4. Avance incontenible
5. Vacío de poder
Lo que estaba teniendo lugar en las redes sociales era una guerra de
palabras con graves consecuencias, indica Marantz. Recuerda al filóso-
Antisocial 303
6. Filtro burbuja
En una conferencia en Nueva York, Marantz se topó con Eli Pariser, au-
tor de El filtro burbuja, un libro que denunció el efecto dañino para la
democracia del modelo de negocios de las redes sociales. Pariser escri-
bió que las grandes compañías tecnológicas acumulan información sobre
los gustos personales de sus usuarios y luego la utilizan para poner a su
disposición links y sitios que se asemejan a esas inclinaciones. Con esta
estrategia de microtargeting crean una muy rentable cámara de resonancia
que dificulta a los usuarios exponerse a mensajes diferentes a los de su
304 Andrew Marantz
El periodista postula que los valores del nuevo entorno digital no priori-
zan lo importante, sino que persiguen la popularidad y la viralización. Por
ejemplo, el sitio Upworthy no creaba contenido, sino que escaneaba la red
para encontrar videos y material atractivos, los reempaquetaba, les ponía
un titular irresistible, los testeaba y luego los publicaba. El propósito no
era informar, sino despertar la curiosidad del lector por medio de una
carnada bien diseñada que permitiera obtener clicks y pageviews. Otros
actores de la industria, como BuzzFeed, ofrecieron más componentes,
como botones para expresar emociones y compartir contenidos. En el
orbe digital, la mejor publicación pasó a ser la que conseguía más clicks,
despertaba más emociones y era reenviada el mayor número de veces.
8. La mentalidad tecno-utópica
9. Darwinismo puro
Fue la revolución digital la que les abrió espacios a Sailer y a otros que
pensaban como él para exponer masivamente sus postulados. Fundaron
nuevas publicaciones en línea que empezaron a difundir la “estrategia
Sailer”,dando origen al término alt-right,acuñado por Richard Spencer en
2008.También hicieron proliferar nuevos sitios en internet que llamaban
a defender Occidente, publicaban chistes racistas y utilizaban imágenes
grecorromanas. Encontraron un público de ánimo rebelde dispuesto a
viralizar sus contenidos en redes sociales como Reddit, Twitter, 4chan y
Facebook. Marantz describe a esa nueva audiencia de la siguiente ma-
nera: “Algunos eran hipercontradictores, adictos a hacer preguntas
prohibidas y listos para rechazar respuestas ampliamente aceptadas.
Otros eran jóvenes alienados, intranquilos y frustrados, llenos de una
rabia superficial contra las mujeres o el mundo. Algunos habían llegado
308 Andrew Marantz
Como dijo ese año Andrew Breitbart –a quien Marantz califica como
“el Juan Bautista de los deplorables”– Trump es, ante todo, una ce-
lebridad. Al menos al principio, los votantes no lo juzgaban por sus
propuestas, sino por su condición de millonario exitoso y anfitrión de
El aprendiz, un reality show donde se distinguió por usar la frase “¡es-
tás despedido!”. En 2016 eso hizo aun más fácil la viralización de su
campaña. Junto a su condición de famoso, su desfachatez y su uso del
escándalo sin respeto por la verdad, la neutralidad de las redes socia-
les –su “apertura amoral”, dice el autor– permitió que el mensaje de
Trump y sus adherentes se distribuyera por todas partes.
Trump desafiaba la lógica política conocida. “Todas las semanas decía algo
indignante que parecía destinado a poner fin a su campaña. Sin embargo,
Antisocial 309
Michael Enoch Isaac Peinovich fue un niño frágil y alérgico que sufrió
con el divorcio de sus padres. Estos lo enviaron a terapia. “Es vulne-
rable como una uva pelada”, diagnosticó el doctor que lo trató. Extre-
madamente inteligente, creció aislado y solitario, a menudo víctima de
bromas de sus compañeros de colegio. Según Marantz, esto lo llevó
a desarrollar una respuesta defensiva: siempre llevaba la contraria y
desafiaba los consensos, con el objetivo de desagradar a los que lo
rodeaban, contra quienes parecía resentido. Le molestaban las injus-
ticias, las diferencias de un sistema que él percibía como inclinado en
favor de los poderosos. Fue a cuatro universidades, pero no se graduó
en ninguna, y finalmente aprendió a programar computadores a través
de tutoriales de YouTube.
20. No lo sé
Enterado de que el reportero del New Yorker había estado hablando con
su familia, Enoch decidió contar su versión y llamó a Marantz. Conver-
saron dos horas por teléfono, en las cuales él repitió su desprecio por los
judíos y el periodista le preguntó por qué se había casado con una hebrea.
Su primera respuesta: “No lo sé”. Después explicó que ella no mostraba
los rasgos que a él le resultan desagradables de los judíos. No pasó mucho
tiempo antes de que su mujer lo abandonara. Ella dice que no conocía la
actividad neonazi de su exmarido, pero el autor lo pone en duda.
Una de las víctimas del nuevo clima fue Milo Yiannopoulos. Durante
un tiempo, el editor de Breitbart News se ufanó de que “hacía lo que
quería”. Pero en 2017 se difundió un video en el que legitimaba la
pederastia y más tarde se conocieron sus flirteos con grupos neonazis.
Su estrella se opacó y debió dejar Breitbart. Fue cancelado en Venmo y
PayPal, la editorial Simon & Schuster le rescindió contrato y Patreon le
impidió desarrollar una campaña de crowdfunding para pagar su “mag-
nífico regreso”. Por distintas razones, varias organizaciones y persona-
jes de la derecha marginal comenzaron a ser eliminados de las redes
sociales. Twitter cerró las cuentas de Mike Enoch, y Gavin McInness
fue prohibido en Facebook, Twitter, Instagram y Amazon. Lyft y Uber
cancelaron las cuentas de Laura Loomer. Al final, señala Marantz, los
“deplorables” no consiguieron todos sus propósitos, aunque sí fueron
capaces de “normalizar la mentira flagrante y el racismo abierto”. Por
eso, señala, es necesario salirles al paso, algo que ya han empezado a
hacer las compañías tecnológicas.
Marantz anota que “por demasiado tiempo, los guardianes que diri-
gían los sistemas de distribución de información más poderosos en la
historia de la humanidad fueron capaces de fingir que no eran guardia-
nes. La información quiere ser libre; la gente que se molesta debería culpar al
autor, no al mensajero; la responsabilidad final está en el consumidor. Aho-
ra, en lugar de imaginar que habitamos en una utopía posguardianes,
tendría más sentido reclamar que los guardianes sean mejores y más
pensantes”. Los antiguos adolescentes tecno-utopistas ya tienen más
de 30 años, son millonarios e influyentes y se han vuelto realistas. Se
han dado cuenta, afirma el autor de Antisocial, de que “cambiar cómo
hablamos es cambiar quiénes somos. Cada vez más, cómo hablamos es
función de cómo hablamos en internet”.
Angry-
nomics
ark Blyth
M
Eric Lonergan
Nota de la edición
Economistas enrabiados
en busca de soluciones radicales
1. Sistema fracturado
2. Votante medio
En el pasado, las élites políticas se definían por los grupos a quienes re-
presentaban. En Europa, “el laborismo y la socialdemocracia velaban
por los intereses de los trabajadores, mientras que los conservadores
lo hacían por los intereses del sector privado”. En los años 90, estas
relaciones comenzaron a resquebrajarse y emergió una nueva forma de
hacer política en los países desarrollados, en la que distinciones como
“derecha” e “izquierda” fueron progresivamente consideradas como
antiguallas irrelevantes de la Guerra Fría. “Fue cuando los políticos
Angrynomics 325
3. La Gran Moderación
5. Tipificación de la rabia
la política global, nos indica a qué debemos prestar atención, nos ad-
vierte de qué debemos cuidarnos y nos señala cómo podríamos inten-
tar reparar un ordenamiento económico roto”.
La primera distinción que hacen en este sentido tiene que ver con la
rabia pública y la rabia privada, pues muchas investigaciones las tratan
como equivalentes, “siendo que, en rigor, son el opuesto”. A menudo la
rabia pública se luce como una insignia de honor: “Los islandeses que
entre 2008 y 2011 protestaron contra una clase política corrupta esta-
ban envalentonados por la virtud. Se levantaron contra la corrupción y
esperaban una reparación moral”. Cuando la gente está públicamente
enrabiada, debido a que ha sido agraviada o ha sido testigo de malas
prácticas, espera que su malestar sea reconocido y abordado. “Esto es
indignación pública”, afirman.
6. Soltar la lanza
A la vez, Blyth sostiene que “la crisis financiera, la brutal recesión que le
siguió, la crisis del euro, la creciente desigualdad de ingresos y de riqueza,
y un fracaso abyecto de la representación política conforman el núcleo
de nuestros problemas. Son y deberían ser objetos de reproche moral”.
E insiste en apuntar sus dardos al centrismo político “anodino y liberado
de identidad que creó el vacío ya mencionado”, un vacío que fue llenado
con rabia tribal. Lonergan, por su parte, asevera que “una consecuencia
involuntaria de la convergencia de partidos ocurrida durante las décadas
de 1990 y de 2000 fue el surgimiento de un centro tecnocrático sin vida
y en gran medida egoísta, el cual hizo que amplios segmentos del electo-
rado se sintieran sin voz ni representación, algo que se reflejó ininterrum-
pidamente en la disminución de la participación electoral”.
“¿Por qué las élites políticas y económicas tuvieron tan poco que
decir en respuesta a la debacle financiera de 2008?”, pregunta Eric
Lonergan. En respuesta, Mark Blyth informa que el principal proble-
ma guardaba mayor relación con a quién escucharon que con lo que
se dijo. “El fracaso de los legisladores en lidiar efectivamente con la
recesión que siguió a la crisis de 2008, y posteriormente a la crisis del
euro entre 2010 y 2015, sugiere que, al igual que con el ingreso, el
acto de escuchar está sesgado hacia lo más alto de la pirámide. Con
mucha mayor intensidad que la catástrofe en Estados Unidos, la euro-
crisis demostró más allá de cualquier duda que la política de recortar
el gasto durante una recesión, la llamada austeridad, siempre empeora
las cosas. Ellos sabían eso y, sin embargo, siguieron adelante. Y más
tarde redoblaron las medidas, incluso cuando se percataron de que no
estaban funcionando”.
330 Mark Blyth | Eric Lonergan
8. Causas desatendidas
A los autores les resulta alarmante aquello que definen como “un fra-
caso abyecto de la política”. En lugar de presentar un programa impor-
tante de reforma económica, la élite política global no ha ofrecido nada
sustantivo, “aparte de optar por encaramarse al tren del nacionalismo o
de insistir en que nada fundamental está mal”. Las tendencias políticas
actuales son, en parte, “una reafirmación confusa del Estado-nación
para mitigar las consecuencias de los flujos de capital sin restricciones
y el poder de las empresas en general”.
9. Capitalismo 3.0
El 80 por ciento más pobre efectivamente pagó por los errores del 1
por ciento más pudiente, “mientras que en el proceso también resca-
taron los activos y los ingresos del 20 por ciento más adinerado de la
población, situación que se dio a lo largo y ancho del mundo”. Según
Mark Blyth, lo anterior constituyó “la engañifa más grande de la histo-
ria”, ya que “los pasivos del sector privado en el sistema bancario ter-
minaron siendo puestos en la hoja del balance público de los Estados
en calidad de más deuda pública, algo que las mismas clases políticas
que habían permitido que todo esto pasara definieron como una crisis
de ‘gasto excesivo’ de parte de los Estados, una crisis que, sin embargo,
simplemente no había sucedido”.
pero con tasas de interés cercanas a cero y niveles de deuda tan altos
los bancos centrales necesitan de herramientas nuevas para acometer
el trabajo la próxima vez que sea necesario hacerlo, y con certeza habrá
una próxima vez”.
está emitiendo deuda, su deuda neta, que es la diferencia entre sus ac-
tivos y pasivos, permanece inalterada porque no emite deuda para ser
gastada en consumo. Está comprando bienes reales con ella. Y sólo se
distribuiría un excedente después de que la deuda haya sido pagada en
diez o quince años, dependiendo del éxito de las inversiones”. Por lo
demás, los retornos generados por los fondos soberanos de inversión
ya existentes sugieren una probabilidad de éxito elevada.
En las últimas páginas del libro, los especialistas recapitulan sobre todo
lo dicho y señalan que han propuesto algunas políticas radicales para
eliminar las recesiones, redistribuir significativamente el ingreso y la
riqueza, asegurar a la gente ante los peligros y los cambios económi-
cos, y estimular la toma de riesgos en una sociedad más justa. “Ahora
necesitamos ver que los países implementen estas políticas, y cuando
funcionen otros las copiarán. La clase política copia; rara vez piensa”.