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OBRA DE TEATRO

CAPÍTULO 1
“EL DILEMA DEL CABALLERO”
Existió una vez hace ya muchos años en alguna tierra lejana y desconocida un caballero de
una armadura muy brillante que pensaba que era bueno, generoso y amoroso. El caballero
hacía las típicas actividades de todo caballero, luchaba contra los malos, rescataba a
damiselas en peligro y mataba dragones. Nuestro caballero era muy famoso por su
armadura brillante y por su gran valentía al enfrentar cualquier batalla, pues siempre había
una nueva que conquistar, por lo que siempre se esforzaba en ser el número uno del reino.
El caballero tenía una mujer hermosa, fiel y con mucha paciencia. Su nombre era Julieta,
una esposa muy inteligente que disfrutaba de escribir hermosos poemas y que por la
ausencia del caballero había desarrollado una debilidad por el vino.
Julieta veía muy poco al caballero, pues cuando no estaba en batalla, luchando por
rescatar damiselas o matando dragones se ocupaba de estar probándose su armadura y
admirando el brillo de esta. Llegó el punto en el que el caballero se enamoró tanto de su
armadura que desistió de quitársela y con el tiempo se convirtió en una segunda piel del
caballero. La obsesión del caballero por su armadura fue tanta que hasta su propia esposa
había comenzado a olvidar la cara que tenía sin el yelmo de la armadura puesto.
Julieta ni siquiera podía hablar pues el caballero la mandaba a callar y comenzaba a
contar sobre sus grandes hazañas como caballero o simplemente se dormía para no
ponerle atención.
Una tarde mientras Julieta contemplaba el retrato de su marido harta de solo tener eso
como recuerdo de su rostro y de estar tan cansada de dormir mal por el ruido metálico que
la armadura provocaba con el movimiento, decidió enfrentarlo.
— Creo que amas más a tu armadura de lo que me amas a mí.
— Eso no es verdad, -respondió el caballero- ¿Acaso no demostré amarte lo suficiente
cuando te rescaté de aquel dragón y te instalé en castillos?
— Lo que tú amabas -dijo Julieta intentando ver a través de la visera del caballero para
lograr ver sus ojos- era la idea de rescatarme. No me amabas antes y tampoco me amas
realmente ahora.
— Sí que te amo -siguió insistiendo el caballero, abrazándola torpemente
su fría y rígida armadura, casi destrozando los pobres huesos de Julieta.
— ¡Entonces, quítate esa armadura para poder ver quien fue del que me enamoré y ver
quien eres en realidad, porque la verdad es que ya no lo sé! -le exigió Julieta un tanto
enojada, pero tan decepcionada por dentro-.
— No me la puedo quitar. Tengo que estar preparado para la batalla y eso ya lo sabes,
creí que lo entendías. -explicó el caballero-.
— Si no te quitas la armadura, me subiré en mi caballero y me marcharé de
tu vida para siempre.
Las palabras dichas por Julieta fueron un gran golpe bajo para el caballero. No quería
que Julieta se fuera, pues la amaba a ella y todo lo que representaba, a su castillo, pero
también amaba a su armadura, ya que reflejaba y le demostraba a todo quién era él: un
caballero bueno, generoso y amoroso. ¿Por qué Julieta no podía notarlo?
Finalmente, el caballero tomó una decisión. No valía la pena seguir con la armadura si eso
lo llevaría a perder a Julieta.
De mala gana, el caballero intentó quitarse el yelmo y no pudo, este simplemente no se
movía. Intentó con más fuerza y nada. El caballero, desesperado, intentó levantar la visera y
ni siquiera se movió. No le sorprendía que el yelmo no se moviera, pues no se la había
quitado en años, pero la visera ¡La había levantado esta misma mañana para desayunar!
El caballero siguió intentando toda la tarde, tirando con mucha fuerza y simplemente no
lograba quitarse la armadura.
Aquella noche, la cena fue muy tensa y difícil. Julieta se encontraba demasiado
enfadada cada vez que pasaba la comida triturada por los huecos de la visera. En medio de
la cena, el caballero le dijo a Julieta cuanto le había costado intentar quitarse la armadura y
que aún así no lo había logrado.
— ¡No te creo nada! -gritó al mismo tiempo que se alejaba de él y detenía su tarea de
alimentarlo.
Pasados los días el caballero se iba decepcionando cada vez más pues ni siquiera su
increíble fuerza había sido capaz de liberarlo de aquella armadura a la que él mismo había
condenado intentando ser el mejor del reino.
Al final, el caballero admitió ante Julieta que no podía quitarse la armadura a pesar de
todos sus esfuerzos.
— No tengo más que un retrato viejo tuyo. Estoy tan cansada de hablar con una tonta
visera cerrada.
— No es mi culpa el haberme quedado atrapado en esta armadura. Tenía que
siempre estar listo para la batalla, gracias a eso es que te di todo esto. -comentó el
caballero refiriéndose a los castillos, caballos y vestidos, entre otras cosas.
— ¡Nunca lo hiciste por mí, todo fue por ti y tu ambición! -argumentó Julieta más
enojada.
El caballero estaba dolido por la situación, parecía que su esposa ya no lo amaba y
que todos sus esfuerzos por querer demostrar que era el mejor habían sido en vano, pues
estaba a nada de perder todo lo que realmente importaba por una armadura. No
quería perder a Julieta, pero iba a terminar hacerlo si no encontraba una rápida solución
para salir de esa armadura.
El caballero tomó una decisión después de tanto pensar que lo mejor era buscar
ayuda en otros reinos, a pesar de que la distancia terminara por romper su relación con
Julieta, debía de intentarlo.
Cuando el caballero iba de salida se detuvo para despedirse del rey, pero este no
se encontraba en el reino, pues había partido a una cruzada. Cuando el caballero salía se
dijo en voz alta: “Ojalá alguien me pudiera sacar de esta armadura” y en ese instante se
topó con Bolsalegre un bufón del rey.
— Oh, hola Bolsalegre. -dijo el caballero.
— Te he escuchado y sí que hay alguien que puede ayudarte con tu armadura y en
otras cosas. -dijo en un tono alegre, tan desinteresado como su personalidad se lo permitía.
El caballero se devolvió emocionado en dirección a Bolsalegre.
— ¿Encerio conoces a alguien que pueda ayudarme? ¿Quién es?
— Al ver al mago Merlín, serás libre al fin.
— ¿El Merlín maestro del rey Arturo? Él vivió hace muchos años.
— De ese mismo estoy hablando. Merlín sólo existe uno. Al entrar a los bosques del
sabio mora, lo podrás encontrar. Cuando el alumno esté listo, el maestro aparecerá.
El caballero emprendió una aventura, con una nueva esperanza y esperando
encontrar al gran mago Merlín.
CAPÍTULO 2
“EN LOS BOSQUES DE MERLÍN”
El caballero se pasó varios meses en busca del mago Merlín, con cada día que pasaba
se iba desanimando cada vez más, creía que había sido todo una gran pérdida de tiempo
en una aventura que nunca debió emprender. Hasta su pobre caballo se encontraba
agotado de dar vueltas en varios lugares, hasta que lo vio, apareciendo frente a sus ojos.
Reconoció al gran mago Merlín por sus largas barbas y su túnica blanca. El gran mago se
encontraba rodeado de un par de animales del bosque.
Un tanto cansado y enojado de encontrar al mago Merlín el caballero se bajó del caballo
y se acercó a él.
— He estado perdido muchos meses buscándote. -le dijo al mago.
— Toda vuestra vida lo habéis estado. -le corrigió Melín.
— No estoy aquí para ser insultado.
— Simplemente será porque se toman la verdad como un insulto. -dijo Merlín.
Antes de poder seguir contestando el caballero cayó terriblemente dormido por lo
cansado y débil que se encontraba por todo lo que recorrió. Cuando despertó Merlín le
ofreció una copa al caballero de una bebida llamada “vida” que tenía sabor a esa misma,
amargo, agradable y delicioso, tal como la vida misma, que va mejorando cuando terminas
por aceptarla.
El caballero le había estado preguntando constantemente al mago Merlín sobre
deshacerse de la armadura y este solo le pedía calma o le contestaba con otra pregunta, lo
cual enfadaba al caballero de sobre manera.
— ¿Por qué decidiste no quitarte más la armadura? -preguntó Merlín.
— Tenía que estar siempre listo para la batalla, demostrando ser siempre bueno,
generoso y amoroso. -contestó el caballero.
— Si realmente lo hubieras sido, no hubieses tenido que demostrarlo.
— ¿Acaso no lo soy? -preguntó con temor el caballero.
— ¿Qué es lo que tu piensas? -preguntó de vuelta Merlín.
El mago le contestó con otra pregunta a lo que el caballero se marchó enfadado a
otra parte del bosque, en donde dejó caer su cuerpo cubierto de metal para reflexionar en
voz alta: ”¿Podría ser que no soy bueno, generoso y amoroso?”
— Podría ser -contestó una voz-. O, ¿por qué te encuentras sobre mi cola?
El caballero se levantó rápidamente pidiendo disculpas y mirando hacía abajo,
viendo a una ardilla sentada a su lado.
— Lo que faltaba, una ardilla sabelotodo -gruñó el caballero-. No tengo que quedarme
aquí y hablar contigo.
El caballero luego de analizar sus palabras miró a la ardilla asustado.
— ¿Cómo es que estoy hablando contigo? ¿Cómo pude entenderte? Los animales no
hablan -dijo el caballero tan rápido que apenas se entendía.
— Claro que hablan -dijo la ardilla-. Solo que no nos escuchan, pues hablamos por
vibraciones a las que nunca le ponen mucha atención, por lo que no las pueden traducir a
palabras.
El caballero movió la cabeza aturdido y en ese momento vio a Merlín acercarse. Le
explicó sobre que había hablado con las ardillas y este se emocionó, mencionando que
también hablaban las flores.
El caballero le comunicó a Merlín que iba a volver con Julieta para cuidarla, pues había
estado mucho tiempo sola.
— ¿Cómo vas a cuidar de ella si no puedes cuidar ni de ti mismo? -dijo el sabio mago-.
Además, la armadura sigue atascada, todos estos meses habrían sido en vano. Además, un
don para serlo se debe de aceptar.
— ¿Dices que soy una carga? ¿Julieta no quiere que regrese? -preguntó el caballero
sorprendido-. Seguramente ella podría darme otra oportunidad, después de todo yo la salvé.
— Será mejor que le mandes una nota a Julieta y preguntarle si te quiere de vuelta.
El caballero estuvo de acuerdo por lo que escribió la nota, pero ¿cómo llegaría la nota a
Julieta? Como si el mago le leyera la mente al caballero, señaló a una paloma.
— Rebeca la llevará.
— Se perderá es solo un tonto pajaro.
— Mínimo se distinguir entre el norte y sur, este y oeste. -respondió secamente Rebeca.
El caballero se disculpó de Rebeca y esta se llevó la nota. Cuando Rebeca regresó y le
dio la nota al caballero se dio cuenta de que estaba vacía, no hubo una respuesta. Gracias
al mago llegó a la conclusión de que quizá Julieta estaba tan lastimada que simplemente ya
no sabía nada de su esposo como para saber si lo quería de vuelta e iba a ser capaz de
perdonarlo. A pesar de las palabras del mago el caballero se sumió en una tristeza tan
grande que lloró y lloró hasta dormirse, con las lágrimas cayendo sobre su yelmo.

CAPÍTULO 3
“EL SENDERO DE LA VERDAD”
Cuando el caballero se despertó tenía a Melín a un lado y lo primero que hizo fue
disculparse por no ser del todo un caballero, pues había llorado y los caballero que se
respetan no lo hacían. Finalmente Merlín reveló que era momento de partir y comenzar a
deshacerse de la armadura de una vez por todas.
— Tienes que quitarte la armadura por ti, no por Julieta, esto es algo que debes de
hacer por ti, amate antes de amar a otros.
— Tienes razón Merlín -contestó el caballero.
— Para quitarte la armadura y volver no puedes hacerlo por el mismo camino por el
que llegaste, ese camino conduce a la deshonestidad, la avaricia, el odio, los celos, el
miedo y la ignorancia. Debes de volver por el sendero de la verdad, pasando por los tres
castillos: el castillo del silencio, el castillo del conocimiento y el castillo de la valentía y la
osadía. No habrá damiselas que salvar ni dragones que salvar y de haberlo, ignoralos,
porque esa no es tu misión. Tienes que saber que en el sendero de la verdad se va
haciendo más empinado a medida que llegas a la cima. -Merlín señaló un sendero que era
estrecho y muy empinado.
— No estoy tan seguro. ¿Qué obtendré al llegar a la cima?
— No se trata de lo que obtendrás, si no de lo que no. ¡Ya no tendrás la armadura!
-explicó Merlín.- No viajarás solo. Ardilla te acompañará, pues masticará las nueces para ti.
Rebeca oyó la conversación.
— Yo también los acompañaré. Conozco el camino. -dijo.
El mago había sacado una llave dorada de su cuello y se la dio al caballero.
— Esta llave abrirá las puertas de los tres castillos y como dije, no habrá
princesas y como las hubiese, no estás capacitado en este momento para rescatarlas. Al
entrar en los castillos verás las puertas de salida cuando hayas aprendido lo que hay que
aprender y no, no puedes rodear los castillos, de hacerlo os vais a extraviar del sendero y
se van a perder. La única manera de llegar a la cima, es pasando por los tres castillos. Los
que se encontrarán en el viaje, es amarse a ustedes mismos. Si necesitáis algo, llamadme,
apareceré. -Luego de eso, Merlín desapareció.
El caballero, ardilla y Rebeca emprendieron su viaje por el sendero, pero luego de unas
horas decidieron descansar y dormir, pues se encontraban cansados.
En la mañana siguiente, el caballero sentía el sol directo en su casa, era extraño, pues
su visera nunca dejaba que el sol se filtrara por las ranuras del yelmo. Al despertar el
caballero notó que Ardilla y Rebeca lo observaban, cuando se sentó, de repente se dio
cuenta que podía ver mucho mejor que el día anterior y sentía la brisa en su cara.
¡Una parte de su visera se había caído!
“¿Cómo sucedió eso?”, se preguntó.
Como si Ardilla hubiera leído su mente contestó
— Se ha oxidado por tus lágrimas al ver el papel vacío de la nota de Julieta.
Al pensarlo, el caballero le dio la razón a Ardilla, pues le dolió tanto que casi se ahogaba
con todas las lágrimas que derramó.
El caballero se emocionó tanto que se apuró para aventurarse más adentro del
sendero de la verdad. Al estar frente al castillo del silencio, el caballero se decepcionó por
haber esperado más.
Rebeca rió y dijo.
— Cuando aprendáis a aceptar en lugar de esperar, tendréis menos decepciones.
Dicho eso llegaron a la puerta del gran castillo, el caballero abrió la puerta y
entonces Rebeca le dijo:
— Nosotras no iremos contigo.
—Sí, tienes que entrar solo y salir solo. -dijo Ardilla.
El caballero, que estaba comenzando a amar a los animales y a quienes
consideraba sus amigos estaba decepcionado porque no le acompañaran.
Al tiempo de alejarse Rebeca le dijo alegremente:
— Nos encontraremos del otro lado.
CAPÍTULO 4
“EL CASTILLO DEL SILENCIO”
El caballero encontró al castillo tan asfixiante por el silencio que se formaba que había
comenzado a ponerse de los nervios, pues la rodillas le temblaban y eso provocaba un leve
ruido metálico por la armadura. El caballero reunió fuerzas para no parecer un cobarde
frente a Rebeca en caso de que pudiera verle y caminó valientemente por el castillo.
Mientras más tiempo pasaba más notaba cosas, no había ninguna puerta que lo
llevara a la salida y habitaba un aterrador silencio, el fuego ni siquiera chasqueaba y eso
inquietaba al caballero. El castillo le hacía honor a su nombre, pensó el caballero. Jamás se
había sentido tan solo como en aquel momento.
El caballero se sobresaltó cuando escuchó una voz bastante familiar a sus espaldas.
— Hola, caballero.
El caballero se sorprendió cuando al voltear se encontró con el rey que provenía de
algún lugar del castillo.
— ¿Qué hace aquí, rey? -dijo con la voz entrecortada.
— Lo mismo que tú: buscando la puerta.
— No veo ninguna puerta. -dijo el caballero, mirando alrededor.
— Uno no puede ver realmente hasta que comprende lo que hay en esta habitación -
dijo el rey-. Te dejo, pues debemos estar completamente solos para poder ver la puerta,
pues es imposible verla estando con otros.
— Podemos ir en silencio. -propuso el caballero.
— No. Como dije, es necesaria la soledad absoluta. Ya que estando con otros no
podemos ser nosotros mismos, por lo que no podemos encontrar la puerta. -explicó el rey-.
Suerte encontrando tu puerta.
El rey caminó y desapareció de ahí, el caballero intentó seguirlo, pero fue inutil lo
había perdido de vista. Caminó y caminó, hasta que llegó a una conclusión: le asustaba
estar solo. Comenzó a hablar consigo mismo y a contarse historias sobre sus cruzadas o
aventuras. Cuando el caballero se encontraba solo hablaba con sigo mismo, justo como en
ese momento.
Se dio cuenta de que había hablado tanto durante su vida para no sentirse solo.
El caballero había estado reflexionando de una manera tan profunda que apenas y
notó que su propia voz rompió el silencio ensordecedor.
— Supongo que siempre he tenido miedo de estar solo.
Al decir esas palabras una puerta se hizo visible. El caballero se acercó a la puerta y
la abrió viendo un lugar oscuro y mucho más pequeño, conforme iba pasando todas las
puertas que veía las habitaciones se iban haciendo más pequeñas.
En ese momento el caballero hizo algo que nunca había hecho: se quedó callado y
escuchó el silencio, solo así se dio cuenta de una caso. La mayor parte de su vida nunca
había estado en silencio, jamás se había detenido a apreciar lo bueno y maravilloso que
podí resultar el silencio. Jamás se había detenido ni siquiera a escuchar a Julieta, pues una
de las razones por las que se dejó la armadura fue para no tener que escucharla.
Las lágrimas del caballero iban cayendo hasta el punto en que notó que la
habitación se había comenzado a inundar. Ese día lloró por Julieta y por él, por todo el daño
que se había ocasionado al apartarse y a Julieta por apartarla.
A pesar de estar cansado por tantas lágrimas derramadas el caballero siguió
pasando por las puertas a lo que preguntó.
— ¿Por qué las habitaciones se hacen cada vez más pequeñas?
— Porque es un reflejo de tu alma. -dijo una voz.
El caballero movió la cabeza para mirar por toda la habitación al ser que
proveía esas palabras, pero estaba completamente solo ahí. Al poner más atención notó
que la voz venía dentro de sí mismo, preguntándose si eso era posible.
— Lo es. Eres tú quien ha hablado, soy tu verdadero yo. -dijo la voz, explicando
la situación tan particular-. Siempre me he encontrado aquí, pero nunca habías estado tan
silencioso para poder escucharme. Y no, no puedo decirte quien eres, todo tiene un
proceso. -dijo su verdadero yo, cortando su pregunta.
—¿Cómo puedo llamarte? Llamarte verdadero yo sería muy confuso. -preguntó
el caballero confundido.
— Llamame Sam.
Seguido de eso el caballero se fue a dormir y cuando despertó vio que Rebeca
y Ardilla se encontraban ahí, al ver por su alrededor, se dio cuenta de una cosa: ya no
estaba en el castillo, finalmente lo había dejado atrás. El caballero también notó que su
yelmo había desaparecido, preguntando cómo había sido posible que desapareciera en una
noche, a lo que Ardilla contestó:
— No solo estuviste ahí una noche.
El caballero confundido por el tiempo que estuvo ahí llamó a Merlín.
El mago apareció tal como lo había prometido.
— Contestando a tu pregunta, es verdad, estuviste mucho tiempo en el castillo del
silencio.
— ¿Cómo supiste lo que iba a preguntar?
— Como me conozco, puedo conocerlos. Somos parte de otros, por eso pudiste llorar
por Julieta. Vas bien, caballero de no ser así no habrías conocido a Sam.
El caballero se sintió aliviado de saber que Sam era real y de que no lo había
alucinado. Ahora, no pierdan el tiempo y sigan al castillo del conocimiento. -dicho eso Merlín
desapareció.
CAPÍTULO 5
“El CASTILLO DEL CONOCIMIENTO”

Al llegar al segundo castillo el caballero se sintió feliz de poder entrar con sus amigos, pues
el silencio era para uno y el conocimiento para todos, había dicho vagamente Ardilla.
Al entrar en el castillo y caminar dentro de él se dio cuenta de que estaba totalmente
oscuro, no había ni una sola antorcha en todo el castillo, era una oscuridad absoluta.
— El conocimiento será la luz que iluminará el castillo, cuando más sepas, más luz
habrá.-habló Sam.
El caballero le dio la razón a Sam y entonces un rayo de luz se filtró en la habitación. Justo
en ese momento Ardilla llamó al caballero para mostrarle una inscripción brillante que decía:
“¿Habéis confundido necesidad con amor?”
A pesar de la necesidad que tenía el caballero de llegar a la cima de la montaña a regaña
dientes se sentó a intentar descifrar lo que esa frase significaba.
El caballero sabía que amaba a Julieta, aunque la había amado más antes de que
desarrollara debilidad por el vino.
Entonces fue Sam quien habló:
— Sí, la amabas, pero también la habías necesitado.
Nuevamente el caballero le dio la razón al caballero y aceptó que había estado necesitando
a Julieta más de lo que le hubiera gustado admitir. Recordó que Julieta siempre había
estado ahí a pesar de las bajas que hubieran tenido y que ella jamás lo había abandonado
cuando él la necesitaba a su lado.
Al final, el caballero vio que fue por causa de sus acciones que Julieta había desarrollado
debilidad por el vino, por las acciones del caballero que había lastimado tanto a Julieta, él
había decidido culparla a ella, pues le había resultado más fácil, para ignorar el hecho de
que incluso se había quedado atrapado en esa armadura, la cual recibía el impacto de las
lágrimas del caballero al darse cuenta de todo el daño que había ocasionado.
Entonces comprendió: Sí, la había necesitado más de lo que la había amado. En ese
momento deseó haberla necesitado menos y haberla amado más.
El caballero seguía llorando por todo el dolor que causó.
Ahí el caballero comprendió que si no se amaba, no iba a poder amar a nadie más.
Cuando admitió eso, una luz hermosa iluminó gran parte de la habitación dejando ver que el
conocimiento era la luz de los ignorantes.
Rebeca apareció.
— Vengan a ver lo que he encontrado.
Al seguir a Rebeca y verse en el espejo el caballero se dio cuenta de que la vida lo había
llevado por un camino muy distinto al que se le había preparado y del cual se desvió, pues
en ese espejo vio a alguien tan distinto que se sorprendió.
— En este espejo están viendo a su verdadero yo. -explicó Sam.
Luego de reflexionar el caballero se dio cuenta de que desperdició toda su vida intentando
ser algo que ya era y no notó, por lo que en el camino se perdió tanto que ni siquiera supo
por qué camino volver.
Al comprender esto, una luz que jamás había visto iluminó completamente toda la
habitación.
Cuando todos salieron del castillo del conocimiento todos habían aprendido una lección que
los acompañaría por todo lo que tuvieran que vivir.
Cuando el caballero iba a tomar agua se dio cuenta que la parte de su armadura que cubría
sus brazos y piernas se había oxidado y finalmente caído. Lo único de la armadura que
quedaba era el peto, por lo que un tanto más feliz emprendió camino al castillo de la
voluntad y la osadía que sería el último para llegar a su objetivo.
CAPÍTULO 6
“EL CASTILLO DE LA VOLUNTAD Y LA OSADÍA”
Cuando iban llegando al tercer castillo se toparon con un gran dragón de escamas verdes y
que echaba fuego por la boca, ojos y oídos. Por si fuera poco el fuego que el dragón sacaba
era azul por el alto contenido del butano.
El caballero con miedo del dragón le pidió ayuda a Merlín llamando, pero por primera vez
este no apareció.
— No tiene sentido que no aparezca, siempre se puede contar con él. -dijo Ardilla.
Entonces Rebeca decidió hablar:
— Por lo que sé, Merlín se encuentra en una convención de magos. -explicó.
“No me puedes abandonar ahora, él dijo que no había dragones en el camino” pensó el
caballero.
— Se refería a dragones comunes, yo soy el dragón del Miedo y la Duda. -dijo el dragón.
Un dragón que podía leer mentes era un gran problema.
Rebeca intentó ayudar al caballero:
— Merlín dijo una vez que el conocimiento podría matar a este dragón.
Entonces el dragón procedió a escupirles fuego, el que afortunadamente no les llegó.
— No comprendo cómo puedes estar aquí si no tienes ni voluntad ni osadía. -dijo el dragón.
Finalmente el caballero se armó de valor confiando en las palabras de Rebeca y entendió
que no tenia porque tener miedo o duda por lo que avanzó pensado que el dragón solo
existía si él lo creía a lo que el dragón procedió reírse y escupirle fue, por lo que el
caballero a su lugar de antes, negándose a volver a intentar derrotar al dragón.
— Has sido muy valiente -dijo Ardilla.
— Sí, no estuvo mal para ser el primer intento.
— ¿Cómo que primer intento?
Entonces Ardilla respondió:
— Tendrás más suerte si vuelves a intentarlo.
Al final, cuando Sam, Ardilla y Rebeca convencieron al caballero decidió volver a intentarlo,
así que lo hizo y esta vez tuvo éxito, pues el dragón desapareció y el caballero tuvo el paso
libre al castillo.
— ¡He vencido! -dijo el caballero.
Sam finalmente le explicó al caballero cuando vio que este se aproximaba al castillo que:
— No tienes que entrar al castillo, pues ya demostraste tener soledad y osadía al derrotar al
dragón del Miedo y la Duda.
cuando el caballero volteó vio que la cima de la montaña parecía demasiado empinada,
pero ya nada podía detenerlo.
CAPÍTULO 7
“LA CIMA DE LA VERDAD”
El caballero escaló y escaló por la montaña, aferrándose a la montaña como a la vida
misma y cuando casi llegaba a la cima se encontró con algo que lo detenía, era un canto
rodado con una inscripción que decía algo como: “Pues no puedo conocer lo desconocido si
me aferro a lo conocido”
Luego de reflexionar el caballero pensó en todo lo “conocido” a lo que se había aferrado
durante su vida. Una de las cosas a las que se había aferrado era a su identidad como
caballero, lo que él creía que era y por otros sus creencias, todo lo que pensaba entre ser
una verdad o algo totalmente falso. Además de sus juicios, todo aquello bueno que tenía y
todo lo que consideraba malo.
Entonces el caballero lo entendió todo: tenía que soltarse de lo conocido, de todo aquello y
eso incluía a la roca, pues se aferraba a la vida. Tenía que dejarse caer en el abismo, yendo
a los desconocido aunque le asustara.
— Muy caballero, lo has entendido todo -dijo Sam- Tienes que soltarte, dejarte ir y
simplemente dejarlo ser. Confía en un qué, en la vida, la fuerza, Dios, el universo o como
quieras llamarlo. Solo dejate ir.
Finalmente el caballero cedió y se soltó, desprendiendo de todo aquello a lo que toda su
vida se había aferrado, culpando a todos a su alrededor menos a él. Aceptó toda la culpa
que siempre había sido suya, pudo ser libre de la carga de culpar a los demás, aceptando
todo aquello que siempre se negó a aceptar.
Justo en ese momento se prometió no volver a culpar a nadie más de sus errores y de todo
lo que causaba.
El caballero se dio cuenta que había dejado de caer y que se encontraba en la cima de la
montaña, comprendiendo el significado de la inscripción en la roca, pues soltó todo lo que
más temió y todo lo que alguna vez creyó saber y poseer.
El caballero sintió calma al estar en la cima, podía pensar con claridad y finalmente había
sido liberado de la carga que él mismo puso con su armadura oxidada.
En su corazón abundaba el amor por sí mismo, por la vida misma, por Julieta, por Merlín,
por Rebeca, por Ardilla y por todo lo que el mundo le fuera a ofrecer.
“Casi muero por todas las lágrimas que retuve durante toda mi vida.” pensó con las lágrimas
inundando sus ojos.
El caballero comprendió que nunca necesitó una armadura para ser bueno, generoso y
amoroso, porque lo era, hasta que se perdió. Solo necesitaba amarse lo suficiente como
para poder verlo con claridad.
El caballero podía ser todo a la vez y hasta más de lo que se imaginó, porque era su mismo
universo. Era amor en abundancia hacía él y los demás.

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