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Estados Unidos por el control de la economía mundial. Solo que este conflicto,
La City de Londres, un poder parasitario
que ahora se extiende al frente tecnológico e incluso al militar, ya no gira
Frédéric Lemaire
alrededor del Tetris, sino de la inteligencia artificial.
En solo unos años, la relación entre Louie y Schmidt evolucionó hacia una INFORMACIÓN POR EMAIL
colaboración mucho más estrecha. El primero tomó las riendas de un fondo Reciba por correo electrónico los sumarios de le
apadrinado por el segundo, America’s Frontier Fund (AFF), una estructura sin Monde diplomatique en español y de los Atlas.
No deja de ser gracioso que Louie, tras haber usado la Guerra Fría 1.0 para
hacer la publicidad del Tetris, recurra ahora a la Guerra Fría 2.0 para hacer la de
la inteligencia artificial. ¿O será que está usando la inteligencia artificial para
promocionar la nueva guerra fría? En el Estados Unidos de hoy, ambas
operaciones retóricas son apenas imposibles de distinguir. Lo único de lo que
podemos estar seguros es de que toda esta publicidad se traducirá en dinero
contante y sonante.
Las voces que recientemente han dado la alarma sobre el retraso de Estados
Unidos en la carrera de la inteligencia artificial parecen haber despertado a sus
élites políticas, que permanecían apaciblemente dormidas en el país de las
maravillas del libre mercado. Al oírlas ahora, a uno le da por creer que han
abandonado los dogmas del Consenso de Washington, e incluso, a veces, que
han optado más bien por sumarse al “consenso de Pekín”.
Momentos hay en que Eric Schmidt se queda a un pelo de requerir una política
industrial de gran aliento, aunque nunca llega a dar el paso, ya que el término
está todavía “demasiado connotado”. El nuevo consenso de Washington se
limita de momento a reclamar un aumento de las ayudas públicas para el sector
privado, esgrimiendo a modo de justificación el peligro de que Estados Unidos
pierda la próxima guerra fría.
Es innegable que los lazos entre el Pentágono y Silicon Valley se han reforzado.
Para empezar, el Departamento de Defensa ha creado el cargo de jefe de
tecnología digital e inteligencia artificial, que ha puesto en manos de Craig
Martell, antiguo responsable de aprendizaje automático en Lyft, la plataforma
de vehículos de transporte con conductor (VTC).
“Neoliberalismo militar”
Lo que señalará la Guerra Fría 2.0 no será tanto el regreso del keynesianismo
militar como, tal vez, el advenimiento del “neoliberalismo militar”: un extraño
régimen en el cual el continuo aumento del gasto público dedicado a la
inteligencia artificial y a la computación en la nube ahondará las desigualdades
y enriquecerá a los accionistas de los mastodontes del sector tecnológico.
Son tantas las teclas que toca Eric Schmidt que uno acaba por perder la cuenta.
Tiene, por ejemplo, su fondo de capital riesgo Innovation Endeavors, que
brinda una generosa financiación a empresas de nueva creación especializadas
en inteligencia artificial militar, como Rebellion (5). Dicho de otro modo:
mientras él y sus socios invertían más de 2000 millones de dólares en empresas
de inteligencia artificial, Schmidt) dirigía los trabajos de una comisión
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gubernamental que recomendaba entregar más dinero público a esas mismas
empresas. Algo que ayuda a entender lo que se oculta tras sus alegatos
públicos.
Por si fuera poco, está Schmidt Futures, una fundación filantrópica que, cuando
se mira más de cerca, resulta ser en realidad una empresa con ánimo de lucro.
Recientemente dio que hablar cuando se descubrió que financiaba los sueldos
de más de una veintena de trabajadores del Gobierno estadounidense, incluidos
los de cargos vinculados a la definición de estrategias sobre inteligencia
artificial y la regulación del sector tecnológico (7). Eric Schmidt (e
indirectamente Schmidt Futures) llegaron incluso a ayudar a Craig Martell a
convertirse en el señor IA del Pentágono.
¿Cómo es que una empresa privada puede pagar los sueldos de funcionarios
gubernamentales? Gracias a un agujero legal: están autorizadas a hacerlo
algunas organizaciones sin ánimo de lucro que, en cuanto tales, pueden recibir
dinero procedente de empresas privadas. En el caso que nos ocupa, la entidad
intermediaria es la Federación de Científicos Estadounidenses, un laboratorio
de ideas bien conocido cuyos orígenes se remontan al proyecto Manhattan. Su
actual presidente es un tal Gilman Louie, el hombre que llevó el Tetris a la
gloria.
Pese al lugar que ocupa la idea del “control de armas” en el libro de Schmidt y
Kissinger, el SCSP ha tomado una dirección diametralmente opuesta, cosa que
ilustra su promoción de una estrategia vendida bajo el subyugante nombre de
Offset-X.
Los informes del SCSP no están dirigidos a los militares, sino al gran público. Es
a él a quien hay que convencer de la necesidad de incrementar los fondos que
Defensa dedica a la inteligencia artificial. Para ello, hay que demostrarle, por un
lado, que China está ganando la carrera por la supremacía en esta tecnología
punta, y por otro, que esa victoria supondría una derrota militar para Estados
Unidos. De momento, la segunda hipótesis pertenece a la ciencia ficción, pero
¿es siquiera exacto afirmar que China está tan cerca de ganar la susodicho
carrera? Antes al contrario, todo parece indicar que está todavía a leguas de
lograrlo (11), a juzgar por su incapacidad para ultimar un competidor creíble a
ChatGPT: a la catastrófica presentación que hizo Baidu de su Ernie Bot le siguió
un desplome de la cotización de sus acciones.
)
Estrangulamiento del rival chino
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El liderazgo de Silicon Valley en los grandes modelos de lenguaje (large
language models), es decir, las técnicas de aprendizaje profundo usadas por
ChatGPT, deriva en parte de la hegemonía cultural de Estados Unidos. Si
OpenAI domina hasta tal punto la competición es sobre todo porque puede
entrenar su modelo a partir de un gigantesco corpus de textos en inglés, de los
que internet rebosa. En mandarín, se encuentran muchos menos contenidos.
Y es ahí donde dan sus frutos los esfuerzos de Washington para atajar el
ascenso de China, ya se trate de acabar con el dominio de Huawei sobre la
tecnología 5G o de impedir que Pekín llegue a ser autosuficiente en la
fabricación de microchips avanzados.
Contra todo pronóstico, acaso no haya sido tanto el paso a un segundo plano de
Wall Street como el ascenso de un Silicon Valley decidido a capitalizar la ola de
la inteligencia artificial lo que ha arrancado a Estados Unidos de su
somnolencia, erigiendo al mismo tiempo a China a rival estratégico, como
antaño lo fuera la Unión Soviética.
¿Y si todo esto hubiera empezado con el Tetris? Comienza la nueva Guerra Fría.
O casi.
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(2) Eric Schmidt e Yll Bajraktari, “America could lose the tech contest with
China”, Foreign Affairs, Nueva York, 8 de septiembre de 2022. Yll Bajraktari
es el presidente y director ejecutivo de SCSP, el laboratorio de ideas de Eric
Schmidt dedicado a la inteligencia artificial.
(4) Cf. Kate Kaye, “Inside Eric Schmidt’s push to profit from an AI cold war with
China”, Protocol, 31 de octubre de 2022, www.protocol.com
(7) Véase Alex Thompson, “Ex-Google boss helps fund dozens of jobs in Biden’s
administration”, Politico, 22 de diciembre de 2022, www.politico.com
(12) Jamie Gaida, Jennifer Wong Leung, Stephan Robin y Danielle Cave, “ASPI’s
Critical Technology Tracker: The global race for future power”, Australian
Strategic Policy Institute, 2 de marzo de 2023, https://www.aspi.org.au
Evgeny Morozov
Fundador y editor del portal de Internet The
Syllabus (https://the-syllabus.com), plataforma
de contenidos sin fines lucrativos. The
Santiago Boys, su podcast sobre el legado
tecnológico de Salvador Allende estará
disponiblen en el verano de 2023. Autor de La
locura del solucionismo tecnológico, Katz-Clave
intelectual, 2015.