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Texto 1.

Y te fuiste, y me quedé sola y en un ruido,


y con el alma quebrada salí a bailar todos los días de jueves a domingo durante un mes,
mis lágrimas se volvieron tequila, y aunque el ardor de mis labios adormecidos no impedía que de mi boca
saliera una y otra vez tu nombre, me pareció mas sencillo apagar mis pensamientos con un paquete de
cigarrillos al día y noches en vela haciendo maratones de cualquier película que fuese lo suficientemente
esperanzadora como para creer que alguien estaba peor que yo.
Escuché por ahí que desbordar es un arma de doble filo, y yo, no soy un pedazo de pan como para quedarme
adentro del molde.
Dentro de mis fantasías nocturnas rebota algunas veces la idea de cerrarme un poco a la vida, que capaz, si
todo me chupara un poco más un huevo, lo suficiente como para ignorar cada despedida como si fuese un
trámite del banco, quizás, si sólo supiese apagar lo que me genera un abrazo bien apretado, si fuese un
poquito mas fría, mi vida sería un poco más fácil, o incluso yo, al menos, podría parecerte un poco más
interesante, ¿no?
Pero: ¿Qué sería de mi sin mi sangre caliente?
Si mi refugio es querer con fuerza, estrangularme la angustia y perderme en mis propias historias.
¿Qué sería de mi sin mis ganas incontrolables de hacerte saber que me muero de la rabia porque todavía te
extraño?
Duele, duele porque elegí amar, vivir fuera de la budinera, cantar por la calle sin vergüenza, correr hacia el
balcón y sentir la adrenalina del borde sin darle el poder tirarme abajo, y si fuese el caso y cayera en picada,
disfrutaría tanto el cielo como el suelo y seguro, segurísimo, me verías por el parque reencarnada en
mariposas.
Elegí no ser cobarde, capaz, por eso, el invierno no pega conmigo.

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