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Vengo a defender la minería desde un punto básico: La actividad minera libre es mejor que

cualquiera de las propuestas o ataques que provengan del lado contrario a ella. Tengo que
desarrollar este punto. En una transacción voluntaria, siempre, sin ninguna excepción, lo que
se da es más valorado que lo que se entrega. Si A quiere obtener un bien Y de B, pero B valora
más o de igual manera su bien Z, B no intercambia.Por lo que ambos salen ganando en el
proceso. Esto por un lado. Por otro lado, todo bien de consumo que sea valorado, está
imputando valor a etapas anteriores de su producción de forma más o menos intensa. Para que
un bien llegue a la etapa apta para el consumo tiene que pasar por distintas etapas que lo
preparan pero que al hacerlo afrontan algún coste, sea material, laboral, psíquico, lo que sea.
Bueno, si esto es así, la continuidad de la actividad minera misma, que es la contrapartida de
los deseos de los consumidores por los bienes proveniente de ella, explica que lo que se
obtiene a través de esta es más valioso que todos los efectos, o mejor dicho costes que
produce, o puede producir.
Podría pasar que ex post las personas se agarren la cabeza lamentando tales decisiones que
provocaron ciertos efectos, pero de igual manera no quiere decir que una persona, grupo, o un
Estado tengan la bola de cristal como para saber que eso iba a ocurrir. Ahí es donde surge la
pregunta ¿Hay que tratar de idiota a la gente, interviniendo sus decisiones para impedir
situaciones hipoteticas que podrian pasar como no? ¿O hay que aceptar que nadie tiene la
verdad revelada y que el futuro es un por hacer y no un por venir, por lo que toda acción tiene
una incertidumbre inerradicable que solo puede disiparse dejándola desarrollarse?

En lo que se refiere a las tierras mineras como bienes públicos, quiero decir que esas tierras
son de todos, y no son de nadie. Son de todos en el sentido en que supuestamente todos
pueden darle un uso determinado; y no es de nadie en el sentido en que nadie puede darle el
uso que quisiera en otro caso. En economía, existe lo que se denomina la tragedia de los
bienes comunes, esto es, si yo no voy a poder cosechar lo que siembro,o mejor dicho, no
obtener el fruto íntegro de mi trabajo, no cosechó, me quedo sin el posible fruto de mi trabajo y
los demás se quedan sin el excedente del mismo, por lo que todos vemos nuestro nivel de vida
empeorado. Si en cambio tengo certeza de que lo que produzca será íntegramente mío, me
incentiva a dar lo mejor de mi para disfrutar de un mejor nivel de vida y hará que se eleve
también el del resto de la sociedad porque todos usamos a las personas de medios para
nuestros propios fines. Es claro entonces que si las tierras mineras se encuentran en manos
“públicas” no se generan los incentivos necesarios para su explotación, lo que se traduce en
una menor dotación de bienes, por ende un menor nivel de vida.
Para terminar, quiero señalar que la propiedad pública atenta contra la armonía de los
intereses. Si dos personas tienen propiedad de un mismo bien, aunque acepten que usar de
medio al otro genera bienestar para ambos, deciden utilizar este de dos formas diferentes, es
obvio que el conflicto está en el aire ¡Y que decir si millones de personas tienen la propiedad de
un bien!. Pero si en cambio uno solo conserva la propiedad y el otro tiene intenciones de
utilizarla, ofrecerá al poseedor algo que considere más valioso para realizar un intercambio. No
hubo conflicto alguno y ambos ganaron. Y si el uso de la propiedad genere las denomiadas
externalidades, si la propiedad está bien definida se puede llegar a un acuerdo privado que
compense tales inconvenientes

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