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Concilio Vaticano II
Tema: Diario de lectura: Humanae Salutis
Presentado por:Tomás Pérez Monroy
Cristo, el salvador y redentor de toda la humanidad, no solo les ha dado a sus discípulos la
responsabilidad de anunciar el evangelio, sino también les ha hecho la esperanzadora promesa
de que iba a estar con ellos hasta el fin de los tiempos.
La vista amplia de todos estos problemas turba a las almas que andan en tinieblas,
haciéndoles ver que todo el mundo se encuentra sumido en la oscuridad. Sin embargo, la
Iglesia se acoge y pone toda su confianza en el divino Salvador de la humanidad, quien no
abandona los redimidos por él. Mas aún, siguiendo las enseñanzas de Jesús, quien nos ha
invitado a distinguir los signos de los tiempos, se nos hace visible, en medio de tantas
tinieblas, tiempos mejores para la Iglesia y la humanidad. Porque las sangrientas guerras sin
cesar, las ruinas espirituales causadas por las múltiples ideologías y las amargas
experiencias que viven los hombres sirven de advertencia. La creaciones de instrumentos
para la destrucción propia han llevado al hombre a preguntarse cuando llegará la paz, los
afana por encontrar el espíritu nuevamente y a llegar a una unidad.
En lo que a la iglesia concierne, está no se ha quedado como una espectadora vacía, sino
que ha seguido de cerca todos los cambios de la humanidad y cambiando junto a ella,
oponiéndose a todas las ideologías materialistas o que niegan la fe católica, sufriendo
grandes persecuciones pero dando también un gran ejemplo para la fortaleza de los
creyentes. Por eso, mientras el mundo se muestra cambiantes, la iglesia se muestra
transformada y perfeccionada a nuestros ojos.
Por todo esto, viendo que ya los tiempos son maduros y que es necesitado por la
humanidad, que hoy camina en una indigencia de espíritu, iluminados por el Santo Espíritu,
se quiere ofrecer al mundo un nuevo Concilio ecuménico que siga la linea de los veinte
grandes sínodos que han ayudado a la iglesia a lo largo de los siglos.
Así, pues, el Concilio se reúne en un momento en que la iglesia anhela fortalecer su fe y su
unidad, la santificación de todos sus miembros, así como busca aumentar la difusión de su la
verdad revelada y la consolidación de sus instituciones. Será esta una demostración de la
Iglesia siempre viva y siempre joven, que cambia con el tiempo, que en cada siglo se adorna
con un nuevo esplendor. Se reúne en un tiempo, además, generoso y creciente de esfuerzos en
hacer visible nuevamente esa unidad de los cristianos que responda a los deseos del Divino
Redentor, buscando también la reintegración de todos los que hoy se han alejado.
Con el presente concilio se invita a la Iglesia entera, tanto al clero y al laicado, como a los
fieles que conforman el cuerpo de la Iglesia, pidiendo sus opiniones sobre que puntos
deberían ser tocados en el concilio, pero más especialmente, pidiendo oración de estos
mismos para que todo lo planeado y lo que se quiere realizar se pueda hacer bajo la gracia
del Espíritu (sí fue realizado). De igual manera, se ha invitado a los cristianos de las iglesias
separadas de Roma, a fin de que el concilio también sea provechoso para ellos, buscando
siempre la unidad en Cristo, que es una de las principales misiones de la iglesia.
“Así, pues, confiando en la ayuda del Redentor divino, principio y fin de todas las cosas;
de su augusta Madre, la Santísima Virgen María, y de San José, a quien desde el comienzo
confiamos tan gran acontecimiento, nos parece llegado el momento de convocar el Concilio
ecuménico Vaticano II.” (santo Juan XXIII, 25 de diciembre de 1961).