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ANTONIO ARANDA
(Editor)
IDENTIDAD CRISTIANA
COLOQUIOS UNIVERSITARIOS
ISBN: 978-84-313-2499-5
Depósito legal: NA 0.000-2007
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución,
comunicación pública y transformación, total o parcial, de esta obra sin contar con autorización es-
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de delito contra la propiedad intelectual (Artículos 270 y ss. del Código Penal).
Ilustración cubierta:
Latinstock
Tratamiento:
PRETEXTO. Estafeta, 60. 31001 Pamplona
Imprime:
GRAPHYCEMS, S.L. Pol. San Miguel. Villatuerta (Navarra)
PRÓLOGO .................................................................................... 11
I. INTRODUCCIÓN
ALVIRA, Rafael,
Fe y civilización ..................................................................... 41
ARANA, Juan,
Universalismo cristiano y cultura cosmopolita .......................... 47
CHIRINOS, María Pía,
El sentido del límite y el proceso de humanización .................... 53
KIJEWSKA, Agnieszka,
Christianity as a way of self-fulfilment .................................... 69
LLANO, Alejandro,
Identidad cristiana y humanismo de la libertad ....................... 77
8 Identidad cristiana
MICHON, Cyrille,
Christian identity and French «laïcité» .................................... 93
NUBIOLA, Jaime,
Pensar cristianamente como filósofo: algunas claves .................. 101
PASQUA, Hervé,
La technique et la grâce .......................................................... 107
RAMOS, Alice,
La confrontación entre el amor y la incapacidad de amar ......... 117
SÁNCHEZ-MIGALLÓN, Sergio,
Los valores y su transmisión ..................................................... 129
SOTO, María Jesús,
Creación y racionalidad desde una perspectiva metafísica ......... 137
VIGO, Alejandro G.,
Cristianismo y opción por el «lógos» ......................................... 151
ARANDA, Antonio,
Ser a imagen de Dios .............................................................. 165
DEL AGUA, Agustín,
Misión del profesor católico en la universidad de hoy ................ 173
DOMÍNGUEZ, Pablo,
La cosmovisión cristiana y la Creación ..................................... 193
FISICHELLA, Rino,
Valori cristiani e società civile ................................................. 197
O’CALLAGHAN, Paul,
Algunas reflexiones sobre identidad cristiana, laicidad y ley na-
tural ...................................................................................... 201
RUIZ ALDAZ, Juan I.,
Un giro histórico en la cuestión de la «helenización» del cristia-
nismo .................................................................................... 215
VILLAR, José Ramón,
Identidad cristiana y formación teológica ................................. 217
Índice 9
DOMINGO, Rafael,
Derecho y razón. Reflexiones de un jurista con ocasión del Dis-
curso de Benedicto XIV en Ratisbona ...................................... 227
GARCÍA PÉREZ, Rafael,
Repensar el derecho desde una antropología cristiana ................ 234
LÓPEZ-JURADO, Borja,
Rasgos de identidad cristiana en la enseñanza del derecho ........ 237
VELARDE, Caridad,
Religión y Estado en el modelo de política occidental contempo-
ránea ..................................................................................... 245
V. DESDE LA COMUNICACIÓN
ARRESE, Ángel,
Identidad cristiana y cultura popular ...................................... 261
FAZIO, Mariano,
Crisis cultural y propuestas cristianas ....................................... 267
MARTÍN ALGARRA, Manuel,
Algunas ideas sobre la Lección de Benedicto XVI en Ratisbona .. 273
MORA, Juan Manuel,
Dar razón de la fe: pensar, dialogar, comunicar ....................... 281
PÉREZ-LATRE, Francisco J.,
Algunas ideas sobre transmisión de valores ............................... 291
ZANUSSI, Krysztof,
Christian identity of artist in a market society .......................... 299
CANO, Adrián,
La identidad cristiana en psiquiatría ...................................... 309
LEÓN SANZ, Pilar,
La bioética: de disciplina académica a cuestión de interés público 317
LÓPEZ MORATALLA, Natalia,
Hacia algunos puntos de confluencia de la fe y el pensamiento
científico ................................................................................ 327
MANCINI, Héctor,
Ciego en Granada .................................................................. 333
MONTUENGA, Luis,
Buscando luz con nuevo brillo. Investigación científica e identi-
dad cristiana .......................................................................... 363
ARGANDOÑA, Antonio,
La identidad cristiana del directivo de empresa ........................ 383
AURELL, Jaume,
La función mediadora del intelectual cristiano ......................... 405
CALLEJA, Amparo,
Competitividad y servicio ....................................................... 411
GONZÁLEZ ENCISO, Agustín,
Fe, cultura y seriedad. Sobre el Discurso de Ratisbona ............... 423
MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA, Miguel A.,
Libertad y felicidad como radicales del vivir cristiano ............... 427
OTXOTORENA, Juan Miguel,
La intelectualidad cristiana en la cultura contemporánea ......... 431
WIELOCKX, Robert,
Facing Jesus’ Identity Scientific Culture and Christian Faith ..... 435
a) Presupuestos
b) Fundamentos teológicos
c) Actitudes
civil, se hace aquí referencia a los rasgos específicos que han de in-
formar la vida, las actividades y los fines de tales entidades al estar
inspiradas y animadas por el espíritu y el dinamismo del Evange-
lio. Se presupone que todas ellas poseen una identidad propia en
cuanto situadas en un determinado campo de actividad dentro de
la sociedad, y unas características comunes que las asemejan a otras
entidades pertenecientes a ese mismo entorno profesional, legal,
etc. Como es lógico, aquí sólo interesa reflexionar sobre el primer
aspecto.
21. Es preciso subrayar desde el comienzo un presupuesto
doctrinal cristiano de primera importancia: el destinatario y pri-
mer beneficiario de la enseñanza doctrinal y moral de Jesucristo es
el hombre concreto (cada persona en su dimensión individual y
comunitaria), y a través de él, derivadamente, las instituciones so-
ciales o la sociedad como tal, en cuanto constituidas a favor de las
personas y orientadas al bien de las personas. Con palabras de Juan
Pablo II: «El hombre en la plena verdad de su existencia, de su ser
personal y a la vez de su ser comunitario y social, […] es el primer
camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su mi-
sión, él es el camino primero y fundamental de la Iglesia, camino
trazado por Cristo mismo, vía que inmutablemente conduce a tra-
vés del misterio de la Encarnación y de la Redención» (Redemptor
hominis, n. 14). Así, pues, la «entraña cristiana» de una determina-
da institución de la sociedad civil –dotada de finalidad, actividad
y vida propias, y animada por el espíritu del Evangelio– ha de ser
analizada en relación con el bien individual y colectivo de las per-
sonas que la forman o a las que dirige su actividad, o lo que es lo
mismo, en relación con los bienes humanos y cristianos que difun-
de, fomenta y protege.
22. Al estar animada por el espíritu y el dinamismo del Evan-
gelio, una entidad social de entraña cristiana ha de tener como ins-
piración radical de su finalidad, de su actividad y de su vida el sen-
Sobre la identidad cristiana: reflexiones preliminares 31
signio de Dios. Bajo esa luz brillan con toda su belleza los valores
seculares de la creación. El mundo, las cosas ordinarias, la activi-
dad de cada día…, todas las realidades con las que el hombre en-
tra en contacto y en las que realiza su destino, tiene su específica
grandeza y prestan al hombre un gran servicio: le sirven como oca-
sión para dar gloria a Dios con su trabajo, para ejercitarse en las
virtudes cristianas, para servir a los demás y acercarles a Dios.
27. En las cuestiones que se recogen a continuación, relacio-
nadas con cuanto aquí ha sido dicho, pueden encontrarse –entre
tantos– algunos puntos concretos de reflexión. Son aplicables, mu-
tatis mutandis, tanto al caso de la persona cristiana como al de las
entidades civiles de inspiración cristiana.
ción), al confiar en Él, supone actuar como Él. Cada uno se hace
bueno al confiar en Dios.
unos tienen medios, y otros –que no los tienen– reciben más gra-
cia, más fuerza regalada para alcanzar lo que las carencias societa-
rias le imposibilitarían conseguir.
Pero es claro que, de un modo u otro, la religión –y muy par-
ticularmente la cristiana– no sólo impulsa, sino que exige civilizar.
Del mismo modo que normalmente no hay acción ética interior
que no vaya acompañada de un acto exterior, no hay fe que no
tenga manifestaciones exteriores. Una de ellas –la primera– es el
culto; otra, la proclamación de la misma fe; y otra, la encarnación
de ella en la vida diaria en sociedad. Todas le competen a la perso-
na con fe, aunque de distinto modo, según las inclinaciones y dis-
posiciones de cada uno.
Así como lo interior genera lo exterior, lo exterior condiciona lo
interior. Los «productos civilizatorios» no son indiferentes, sino
que condicionan la vida de los seres humanos. Si bien en el plano
accidental es posible escoger libremente unas u otras acciones y
medios civilizatorios, en lo esencial la obligación es desarrollar una
civilización que se acerque siempre más en lo externo a la «ciudad
de Dios», lo cual sólo será posible si en lo interno se avanza en la
misma dirección.
Carece de sentido plantearse, por el contrario, una civilidad
neutra, en la que quepan pacíficamente todas las opciones, incluso
las sustanciales.
dentro de diez, veinte, cien años, uno solo de los usos hoy vigentes
por cuya virtud se pretende declarar obsoleto y enterrar el cristia-
nismo? Es posible que la pregunta adecuada no sea tanto pregun-
tar si el cristianismo tiene futuro, sino cuántas cosas hay que cam-
biar para que la humanidad lo tenga.
El sentido del límite
y el proceso de humanización
María Pía Chirinos
Facultad de Filosofía
Pontificia Universidad de la Santa Cruz
Roma
2. Además de ser una tesis del ya citado libro de MacIntyre, está también pre-
sente en M. NUSSBAUM, La fragilidad del bien. Fortuna y ética en la tragedia y la filo-
sofía griega, Visor, Madrid, 1995; y en L. KASS, The Hungry Soul. Eating and the Per-
fecting of Our Nature, 2.ª ed., The University of Chicago Press, Chicago 1999.
56 María Pía Chirinos
6. Tomo esta expresión de la Prof. Luisa Couto Soares, aunque ella la aplica a
la razón práctica: cfr. «La razón perezosa», pro manuscripto.
58 María Pía Chirinos
la obra de M. PERA y del entonces cardenal J. RATZINGER, Senza radici. Europa, re-
lativismo, cristianesimo, islam, Mondadori, Milán, 2004, representa una toma de
postura aún más vigorosa en defensa de la verdad.
8. Cfr. M. NUSSBAUM, Cultivating Humanity, cit., p. 36.
9. Cfr. M. PERA, J. RATZINGER, Senza radici. Europa, relativismo, cristianesi-
mo, islam, cit., pp. 11-12.
10. Cfr. A. RODRÍGUEZ LUÑO, «Verdad y fe», pro manuscripto.
60 María Pía Chirinos
11. Sigo La Odisea (ed. de José Luis Calvo), 9.ª ed., Cátedra, Madrid 1998,
pp. 105-115.
El sentido del límite y el proceso de humanización 61
figura del cíclope aporte una buena metáfora: donde no hay fami-
lia ni casa tampoco parece que haya auténtica humanidad. La casa
se erige en un ámbito propicio para facilitar al hombre y a la mujer
el reconocimiento de sus límites, de su dependencia, y hacerlo de
modo positivo. Los estudios sobre la antiquísima tradición de la
hospitalidad griega o xenía pueden ayudarnos en esta reflexión 12.
En efecto, por ejemplo, autores como Bolkestein en un estu-
dio clásico sobre la hospitalidad en la Antigüedad precristiana,
coinciden en definirla como un «hacer el bien» (eu poiein) al extra-
ño; en donde «hacer» se corresponde con «fabricar o producir bie-
nestar» o también medios de subsistencia (Lebensmittel). Quien
brinda hospitalidad ofrece en primer lugar unos trabajos bastante
ordinarios, que producen las condiciones materiales propias de la
casa o del hogar, y que se ofrecen al extraño o al indigente: darle de
comer, de lavar, facilitarle el descanso, etc. Si damos un paso más
y ampliamos, como ya he hecho, la noción de dependencia y fra-
gilidad a todo ser humano, como condición positiva y derivada de
su corporalidad 13, entonces la práctica de la hospitalidad parte de
la idea de que las necesidades corporales no expresan sólo o prin-
cipalmente la animalidad o una parte totalmente irracional del
hombre o de la mujer. Si no tuviésemos cuerpo, no nos sentiría-
mos afectados por necesidades básicas como el comer, el vestir, el
habitar, pero el modo en que las sentimos y la manera de satisfa-
cerlas son algo más que simplemente materiales o instintivas. En el
hombre, comer y beber, vestirse y habitar, constituyen acciones
14. Cfr. S. AGUIRRE, «Family Dining, Diet and Food Distribution: Planting
the Seeds of Economic Growth», Conference «Excellence in the Home», London
2006; Reconceiving the Family. Critique on the American Law Institute’s Principles of
the Law of Family Dissolution, Robin Fretwell Wilson (ed.), Cambridge University
Press 2006; THE PRESIDENT’S COUNCIL ON BIOETHICS, Taking Care: Ethical Care-
giving in Our Aging Society, Washington DC 2005.
64 María Pía Chirinos
1. Cf. S. CALLAHAN, Women Who Hear the Voices. The Challenge of Religious
Experience, Notre Dame, Indiana 2003, Polish translation by J. RUSZKOWSKI, Ko-
biety, które slysza glosy, Publishing House «W drodze», Poznan 2006, p. 11 and f.
2. Cf. ibidem, p. 59.
3. Cf. D. BATSON, L. RAYNOR-PRINCE, «Religious Orientation and Comple-
city of Thought about Existential Concerns», Journal for the Scientific Study of Reli-
gion 1983, 22, (1), 38. Batson has even proposed a scale for measuring this type of
religiosity. Cf. D. BATSON, P.A. SCHOENRADE, «Measuring Religion as Quest: 1/ Va-
lidity Concerns», Journal for the Scientific Study of Religion 1991, 30 (4), 416-429.
4. Cf. D. BATSON, E.L. STOCKS, «Religion. Its Core Psychological Func-
tions», in: Handbook of Experimental Existential Psychology, ed. By Jeff Greenberg,
Sander L. Koole, Tom Pyszczynski, The Guilford Press, New York-London 2004,
p. 151-153.
Christianity as a way of self-fulfilment 71
fresh and inspiring as ever. There we find the eternal drama of man
entangled in evil and weakness, who, after striving in vain to free
himself from his entanglement by his own effort, has the transfor-
ming experience of being liberated by God’s grace. Personally I
find St Augustine an irresistible personality, whose errors, enslave-
ment, returns and passion are like those of contemporary men and
have lost nothing of their moving appeal. I would like to suggest St
Augustine as a model personality, as a master reader of Divine mes-
sages and his own inner self. Nowadays many christian writers try
to restore the heritage of the past ages and to present ancient and
medieval christian masters as true spiritual leaders 10.
Yet if we look for examples of spiritual achievement closer in
time to us, we also find an abundance of appealing personalities;
it is enough to mention Josemaría Escrivá or pope John Paul II, a
man so versatile and vigorous: workman, actor, poet, philosopher,
theologian, charismatic leader, and a sportsman; a man who mo-
ved the whole world with the courage with which he accepted in-
firmity, illness and suffering; all that which contemporary man
finds unacceptable.
It is my conviction, that authentic religion is able to inspire
and generate a life characterized by profound spirituality, a life ca-
pable of adequately responding to the challenges of the third mi-
llennium and a spirituality that would unite man to God and uni-
te men between themselves. Christianity holds an inexhaustible
treasure of attitudes and examples, authentic masters of inner life;
unfortunately, all too many of our contemporaries simply ignore
this. In my opinion, one of the urgent tasks of the catholic univer-
sity nowadays ought to be once again to rediscover and assimilate
the heritage of the past ages of Christianity and to make this heri-
tage accessible to our contemporaries; in other words, to translate
this rich experience of the past into the language of our time. The
constant re-reading of the tradition in terms of our culture should
reveal the relevance of that heritage to the problems that beset our
own spiritual milieu.
It is not enough to vindicate the truth of Christianity. There
still remains the task to present Christianity as a religion, taking
the word «religion» in the sense of the etymological reading: re-li-
gere, that is to re-connect different areas, different spheres of life 11.
For it is only religion, that gives unity to diverse the areas of rea-
lity, and integrity to man’s inner life, and this in enabling man to
transcend his own particular standpoint. It remains for us to be
firmly convinced of that and then to impart our conviction to ot-
hers. Emily Dickinson has written: «The abdication of Belief/ Ma-
kes the Behavior small – / Better an ignis fatuus/ Than no illume
at all–» (Poem 1551).
el encuentro del Don increado, del regalo primordial, que nos dei-
fica y nos confiere la libertad de olvidarnos de nosotros mismos y
anegarnos en la vida del Dios uno y trino. Todo lo cual se puede
sintetizar en la misteriosa afirmación paulina de la identidad cris-
tiana: «Ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí».
Christian identity
and French laïcité
Cyrille Michon
Faculté de Philosophie
Université de Nantes
history of the church in Europe is not without its own faults, and
that the distrust of the Christian institutions has some grounds.
We, Europeans, have a feeling of guilt, for many misgivings in his-
tory, that has been formally expressed with the repentence acts of
the Holy Father in 2000. I do not want to enter into the details
here, but just to point out the big historical differences between the
two continents, which is part of the explanation of some differ-
ences and reactions to the present situation. Second, in Europe, dif-
ferent nations have followed different ways in their construction as
States. England, Spain, Germany and France have had their own.
One can compare legal, political or economical systems, as well as
the relations between Church and State, from one country to
another, and one can without doubt learn lessons from those com-
parisons. But one should not forget that big institutional issues
cannot be considered in abstraction from a particular historical de-
velopment, and cannot be changed at will. It would be idealistic to
think of a best system to be applied everywhere; the best or the bet-
ter is often, in those matters, particular to each nation or culture,
and non transferable.
Now, coming to the French laïcité, which can be taken both as
a legal institution, and as a cultural and historical one, forming a
French model, it also has its particular history. One knows about its
dramatic and very conflictive instauration at the beginning of the
XXth century with the law of separation between the State and the
churches. One is also aware that this was a sort of reaching point in
a process which began with the French Revolution. But one should
not forget that a certain autonomy of the French State in front of
the Roman church goes back in time to Louis the XIVth, Riche-
lieu, and even saint Louis in the XIIIth century. Secondly, the laws
on laïcité have been promoted as a republican institution. It is the
same republican spirit that inspired the recent laws on the religious
signs at school, fighting against the muslim veil (scarf) (tchador) of
96 Cyrille Michon
ning the neutrality of the State and of the University without any
laicist ideology, and you can have this ideology without such a legal
system. In fact, though historically it is true that the laws we have
in France have been instilled by many laicist politicians and politi-
cal forces, and are still sometimes used (abused) that way, I would
say that they should and can be a protection against this ideology
and the prejudices that go with it. Legal neutrality is a protection
against the intrusion of atheist, antichristian or anticatholic propa-
ganda, and is favorable to mutual respect. It is an institutionalized
system of tolerance. And nowadays, the Catholic Church in France
is happy with the system, if not always with some of its practical
applications and understandings. This is not to say that the model
is transferable, nor that it is better than another. But I would like to
correct some caricatures and misunderstandings, and insist that
laïcité is fully compatible and often favorable to a true christian in-
volvement in secular activities. Religious neutrality in the republi-
can institutions seems a good option when the society is no more
uniform and unanimous in its religious options, practices and
creeds. Of course the right to a private and catholic system of edu-
cation for the kids has sometimes to be defended, but the threats
are not so grave in France today. And the unicity of a public system,
and so of a neutral one, for University, that is for young people who
have reached a certain maturity and are to be taught rather than
educated by the teaching institution, may help to integrate young
christians in a less christian society.
I would like to end with a point related to this last one. Even
though the republican model has its misgivings, it is interesting to
look at the advantages. And I think one of them is to refuse the
building of ghettos, each community living on its side, or looking
for a particular acknowledgement through ad hoc laws, etc. Some-
times it looks as if Catholics today choose the way of communau-
tarianism, the defense of the differences and the rights of the mi-
Christian identity and French laïcité 99
I. INTRODUCCIÓN
Entre los griegos la filosofía era, sobre todo, una forma de vida
y de esta misma manera la concebían los primeros cristianos filó-
sofos, por ejemplo, San Justino, Clemente de Alejandría, Oríge-
nes, o muy particularmente San Agustín. Para ellos la filosofía
abarcaba no sólo las discusiones teóricas, sino también el conoci-
miento de uno mismo, e implicaba una forma determinada de vi-
vir. La profesionalización de la filosofía a partir del siglo XIII en las
universidades trajo consigo su desvitalización, su transformación
en una escolástica en el peor sentido del término, desgajada de la
dimensión de perfeccionamiento personal 1. Este fenómeno se ge-
neralizó en la Edad Moderna cuando los filósofos comenzaron a
verse a sí mismos más como hombres de ciencia que como maes-
tros de vida. Este proceso ha llegado quizás a su culminación en la
filosofía analítica actual, dominante en muchos departamentos de
filosofía de Europa y Estados Unidos, pero puede decirse lo mis-
mo de muchos otros dominados por tradiciones racionalistas o es-
BIBLIOGRAFÍA
Dans tous ces cas de figure, le salut se fait sans la grâce, c’est un
sauve-qui-peut, un sauvetage: il s’agit d’échapper avec ses seules
forces à cette vie qui ne serait que douleur.
Le salut réside dans la santé: santé de l’âme et santé du corps.
L’une affecte l’autre. L’homme, conformément à l’anthropologie
chrétienne, est une unité composée : les sens et l’esprit se compé-
nétrent en lui au point que, comme disait saint Augustin, «s’il n’est
pas spirituel jusque dans la chair, il devient charnel jusque dans
l’esprit».
Ce raccourci saisissant met en lumière l’unité du composé hu-
main. Il signifie en même temps le rejet du dualisme qui, en juxta-
posant côte à côte le corps et l’âme comme deux substances auto-
nomes, ainsi que fit Descartes, amorce la décomposition de
l’homme. Or, l’homme chrétien sait que son salut concerne tout
son être, corps et âme constituent sa personnalité (per se una) et c’est
bien pourquoi il adhère à la doctrine de la résurrection des corps.
En dehors de celle-ci, nous le savons, les sagesses antiques ima-
ginaient que, après la mort qui est la séparation du corps et de l’âme,
celle-ci errait de corps en corps et s’incarnait dans le corps d’un
animal plus ou moins noble selon que sa conduite ici-bas fut plus
ou moins digne. Le salut consistait pour elles à sortir du cercle ter-
rifiant de l’éternel retour en s’anéantissant dans le Rien absolu. Ils
ne concevaient pas, en effet, l’éternité en dehors du temps.
* * *
Or, cette conception technocentrique de l’homme trouve sa
parfaite réfutation dans l’axiome selon lequel la grâce ne détruit pas
la nature, elle la présuppose pour la parfaire. La doctrine du péché
originel en effet revient à dire que le péché n’est pas constitutif de
la nature –Dieu n’a pas créé des pécheurs– il est un accident surve-
nu par une intervention responsable et coupable de l’homme 3. Cet
accident est une blessure, et cette blessure est guérissable. La natu-
re n’est donc pas entièrement corrompue au point que la grâce ne
pourrait plus s’exercer sur elle. La grâce du premier Adam ne suf-
fisant plus pour guérir du péché, il a fallu la grâce autrement effi-
cace du Christ, le deuxième Adam, pour y porter remède. Cette
3. Cfr. H. PASQUA, Qu’est-ce que le christianisme?, Cerf, Paris 2002, pp. 41 ss.
112 Hervé Pasqua
* * *
«Malheur à ce siècle, s’exclamait Victor Hugo, qui prendra
l’exact pour le vrai!». L’intelligence, en effet, se nourrit de ce qui est,
non de calcul. Traiter ce qui est comme ce qui n’est pas et ce qui
n’est pas comme ce qui est, voilà la source de l’erreur, de l’illusion
et du mensonge. Or, depuis que Descartes a décidé de se retirer
dans son «poêle» sous le ciel bas et brumeux d’Amsterdam, et fer-
mé l’intelligence au réel par son doute hyperbolique, ce qui est est
devenu incertain. L’existence de l’univers entier est restée suspen-
due à une décision de la raison humaine identifiée à la raison
scientifique. Ce qui est, désormais sera le résultat d’un calcul ma-
114 Hervé Pasqua
thématique. Tout ce qui est réel doit être rationnel. Galilée n’a-t-il
pas affirmé que «la nature est écrite dans le langage des mathéma-
tiques»? Voilà donc la nature prisonnière de la raison et encapsulée
dans une équation! La conséquence de cette rationalisation à ou-
trance est ce que Max Weber a appelé le désenchantement du mon-
de (Entzauberung).
Ce qui caractérise ce «désenchantement» est la disparition de
toute explication religieuse de la vie. La religion est remplacée par
la science qui ne voit dans la réalité extérieure à toute organisation
rationnelle qu’un ensemble de forces aveugles sans signification
transcendante, et qu’il faut soumettre à un ordre. Dans ce monde
sans Dieu, dépouillé de son charme, les sociétés se retrouvent peu
à peu soumises à la tyrannie de la raison technoscientifique et cou-
rent le risque de devenir de plus en plus despotiques en devenant de
plus en plus bureaucratiques: «Entre la liberté et moi, disait Victor
Hugo encore, il y a vingt mille lois». Aujourd’hui, il dirait deux
cent mille! Un monde ennuyeux et inquiétant se substitue ainsi in-
sensiblement à un univers poétique et religieux. Car, là où «il est
possible de tout contrôler par le calcul» 4, ce qui est est réduit à du
calculable, à du chiffrable, c’est-à-dire à ce qui n’est pas, si l’on
veut bien se souvenir de l’origine arabe du mot Zifr qui a donné le
mot chiffre et qui signifie zéro, néant.
Le calcul humain, devenu tout-puissant, est capable en effet de
réduire n’importe quelle situation humaine à une donnée quanti-
fiable, à un problème à résoudre, c’est-à-dire, à une réalité à dis-
soudre. A force de tout espérer du calcul, le pouvoir calculateur re-
vêt une dimension magique en faisant disparaître ce qui est et
apparaître ce qui n’est pas, en devenant «maître et possesseur de la
nature».
* * *
from whose despair there seems to issue a forced and superficial cult of youthfulness
to have a glimpse of the highest pinnacle to which the hope-filled youthfulness of
those who entrust themselves to God can soar».
7. Cfr. Summa Theologiae II-II, q. 20, a. 4, resp. y S. Th. I-II, q. 33, a. 3, resp.
y ad 1.
8. S. Th. II-II, q. 20, a. 4, resp.
9. S. Th. II-II, q. 35, a. 3, resp.
10. S. Th. II-II, q. 35, a. 3, s.c. Véase también S.Th. II-II, q. 46, a. 1, ad 3, y
J. PIEPER, Faith, Hope, Love, cit., p. 119.
11. S. Th. II-II, q. 35, a. 4, ad 3 y S. Th. II-II, q. 35, a. 3, ad 1.
12. Cfr. J. PIEPER, Faith, Hope, Love, cit., pp. 118-23.
La confrontación entre el amor y la incapacidad de amar 121
17. Cfr. PONTIFICIO CONSIGLIO DELLA CULTURA, The Via Pulchritudinis, do-
cumento de trabajo, marzo 2006.
18. Cfr. J. RATZINGER, «The Beauty and the Truth of Christ», en www.ze-
nit.org.
19. J. RATZINGER, Salt of the Earth, cit., p. 279.
20. M. SCHMAUS, The Essence of Christianity (trad. J. Holland Smith), Scepter,
Dublín 1961, p. 159.
La confrontación entre el amor y la incapacidad de amar 123
1. PLATÓN, Timeo, 28 c.
Creación y racionalidad desde una perspectiva metafísica 141
12. De Veritate, q. 4, a. 1, ad 5.
13. De Veritate, q. 4, a. 1, ad 12; cfr. también q. 4, a. 1, ad 6.
14. S. Th. I, q. 45, a. 7.
15. Se trata esto de todo el desarrollo de la q. 34 de S. Th. I. También la quaes-
tio 35, que consideramos enteramente concluyente con respecto al asunto que nos
ocupa.
Creación y racionalidad desde una perspectiva metafísica 147
* * *
3 Para esta tesis central referida a las relaciones entre el cristianismo y la Aufklä-
rung antigua o, más precisamente, griega, véase Glaube, Wahrheit und Toleranz,
cit.,p. ej., pp. 67 s. El punto se conecta de modo directo con el problema de la así
llamada «helenización» del cristianismo (véase pp. 74 ss.).
154 Alejandro G. Vigo
6. El más radical entre los mencionados es, sin duda, Heidegger. A modo de
simple ejemplo, véase el diagnóstico contenido en el escrito de 1966 dedicado al pro-
158 Alejandro G. Vigo
blema del fin de la filosofía: «El rasgo fundamental de esta cientificidad [sc. la de la
actual tecnociencia] es su carácter cibernético, es decir, técnico […] Las ciencias in-
terpretarán todo lo que en su constitución (Bau) rememore su origen a partir de la fi-
losofía según las reglas de la ciencia, esto es, técnicamente. Las categorías, a las que
cada ciencia se ve necesitada “de recurrir” para el despliegue articulador (Durchgliede-
rung) y la delimitación de su ámbito objetivo, son entendidas por ella de modo ins-
trumental, como hipótesis de trabajo. No es tan sólo que la verdad de éstas sea medi-
da según el resultado que produce su empleo dentro del progreso de la investigación:
la verdad científica es equiparada “sin más” con la eficacia de esos efectos. Lo que ais-
ladamente y, en todo caso, insuficientemente intentó la filosofía a lo largo de su his-
toria: exponer las ontologías de las correspondientes regiones del ente (naturaleza,
historia, derecho, arte), esto es ahora asumido por las ciencias como tarea propia. Su
interés se dirige a la teoría de los conceptos estructurales necesarios en cada caso, den-
tro del correspondiente ámbito objetivo. “Theoría” significa ahora: suposición de ca-
tegorías, a las que se concede sólo una función cibernética, pero se niega todo senti-
do ontológico. Lo operativo y modelar del pensar representativo-calculador llega al
señorío». («Das Ende der Philosophie und die Aufgabe des Denkens» [1966], en M.
HEIDEGGER, Zur Sache des Denkens, Tubinga 1969, pp. 64 s.; trad. AGV).
Cristianismo y opción por el lógos 159
por supuesto de los fieles seglares [...]. Yo hago todo lo que pue-
do. Lo primero que tenemos que hacer es rezar y dar buen ejem-
plo, no dormirnos. Hacemos revisión, evaluación, buscamos dón-
de está la debilidad de nuestro ministerio. Ciertamente, el
objetivo principal de hoy es devolver a los católicos la confianza y
la estima de su propia fe, porque han logrado inculcarnos la des-
confianza de la fe; el ambiente quiere que creamos que la fe es re-
trógrada, cavernícola, poco social, poco democrática, que habría
que ser más abiertos, más condescendientes y menos definidos.
Nos han metido una idea falsa del estilo moderno de ser cristiano
que nos desdibuja, que nos hace perder la identidad y la confian-
za en nosotros mismos. Hay muchos cristianos que se dejan disol-
ver en el ambiente. Nuestra principal responsabilidad es devolver
a los católicos la confianza de sí mismos, la convicción de que se
puede ser muy buen católico y muy demócrata, muy moderno,
muy al día sin estar sometido a los dictámenes de los no católi-
cos» 5.
Se trata, pues, de buscar la fundamentación filosófica y teoló-
gica de por qué «prescindir de Dios, actuar como si no existiera, o
relegar la fe al ámbito meramente privado, socava la verdad del
hombre, e hipoteca el futuro de la cultura y de la sociedad» 6, pues-
to que «la fe no es una mera herencia cultural, sino una acción
continua de la gracia de Dios que llama y de la libertad humana
que puede o no adherirse a esa llamada. Aunque nadie responde
por otro, sin embargo, los padres cristianos están llamados a dar
un testimonio creíble de su fe y esperanza cristiana. Han de procu-
no tienen ideales. Ése es el gran reto 10. Asimismo, «por todas par-
tes en Francia, y más aún en los extrarradios que concentran todas
las desesperanzas, es ciertamente preferible que los jóvenes puedan
esperar espiritualmente antes que tener en la cabeza, como única
«religión», la de la violencia, la droga o el dinero. Todo lo que da
sentido a la vida, todo lo que ayuda a comprender que para todo
esfuerzo hay un reconocimiento, que el deber cumplido es factor
de satisfacción, es enriquecedor para nuestra sociedad» 11.
El Papa Benedicto XVI recordaba de nuevo la distinción entre
Estado e Iglesia, necesaria para clarificar el legítimo derecho a una
educación religiosa de una imposición del laicismo o educación
laica: «… es propio de la estructura fundamental del cristianismo
la distinción entre lo que es del César y lo que es de Dios (cf. Mt
22, 21), esto es, entre Estado e Iglesia o, como dice el Concilio Va-
ticano II, el reconocimiento de la autonomía de las realidades tem-
porales (Gaudium et spes, n. 36). El Estado no puede imponer la
religión, pero tiene que garantizar su libertad y la paz entre los se-
guidores de las diversas religiones; la Iglesia, como expresión social
de la fe cristiana, por su parte, tiene su independencia y vive su
forma comunitaria basada en la fe, que el Estado debe respetar.
Son dos esferas distintas, pero siempre en relación recíproca» 12.
Asimismo, el Papa Juan Pablo II recordaba a los obispos fran-
ceses el principio de laicidad, a propósito de la carta que les diri-
gió con motivo del centenario de la ley de separación entre Esta-
do e Iglesia en 1905: «… el principio de laicidad, si se entiende
10. Cfr. ibíd., pp. 19, 148, 152 s.; 156… «No se puede educar a los jóvenes
apoyándose exclusivamente en los valores temporales, materiales… La educación re-
ligiosa es un reto importante porque es una de las actividades propuestas a los jó-
venes que no se orienta única o principalmente a la satisfacción de la persona. Obli-
ga a salir de sí y abre el corazón a dimensiones que le sobrepasan: la alteridad, la vida
como proyecto específico querido por Dios» (cfr. pp. 198 ss.).
11. Ibíd., pp. 19-20.
12. BENEDICTO XVI, Deus caritas est, San Pablo, Madrid 2006, n. 28.
Misión del profesor católico en la universidad de hoy 185
Con todo, hay que evitar una falsa interpretación del principio
de autonomía del orden temporal proclamado por el Vaticano II
(Gaudium et spes, n. 36). Dicha autonomía no puede interpretarse
como si el orden temporal escapase a la realización del Reino de
Dios. Ninguna dimensión de la existencia puede sustraerse a la
construcción del Reino. Y si bien esta autonomía significa que la
Iglesia no debe interferir en los procesos políticos, económicos,
etc., con fuerza coercitiva, esto no significa que deba renunciar a
su función de orientar moralmente esos procesos sin que los cató-
licos deban renunciar a hacer presentes los valores del Evangelio en
las diversas dimensiones de la vida pública y privada. La renuncia
de ser fermento en la masa es la que ha provocado el mutismo del
mundo de los católicos y su retirada de la vida pública. Hay que
recordar que no existe ninguna dimensión de la realidad que que-
de al margen del señorío de Cristo y que es deber del creyente la
presencia testimonial y fermentadora en todos los ámbitos de la
vida humana.
El Estado español se define como aconfesional en la Carta
Magna (Art. 16 §§ 1, 2 y 3). Pero no podemos confundir Estado
y sociedad, por tratarse de dos géneros (entes jurídicos y reales)
distintos. El Estado es aconfesional, pero la sociedad española no
es aconfesional sino plural, y dentro de esa pluralidad, mayorita-
riamente religiosa. Más bien, habría que pensar que gracias a su
aconfesionalidad el Estado puede servir mejor a las diversas opcio-
nes de la sociedad plural.
Con todo, en nuestra realidad española es patente que «en aras
de la multiculturalidad se ha sacrificado la propia cultura y la idio-
sincrasia de un pueblo. Con la llamada educación en valores, un
tanto acomodados a los poderes de turno, desaparecieron las virtu-
des del aula. Con la idolatría del relativismo se esfumó la auténtica
libertad de poder apostar por lo convincente y lo bueno. De la
aconfesionalidad oficial se pasó a considerar lo religioso poco me-
Misión del profesor católico en la universidad de hoy 187
I. EL VALOR DE LA SECULARIDAD
1. Cfr. BENEDICTO XVI, Deus caritas est, San Pablo, Madrid 2006, n. 28a.
202 Paul O’Callaghan
2. Sobre la autonomía del orden creado, cfr. Gaudium et spes, n. 39. He segui-
do mi estudio «L’Europa e la speranza: tra promessa e ricordo. Riflessione intorno
all’Ecclesia in Europa», PATH 4 (2005), 241-270, especialmente las pp. 255-257;
264-270.
3. Hace ya cincuenta años, Friedrich Gogarten opinó que la secularización de
la sociedad occidental es el resultado más genuino de la tradición cristiana. Cf. en
particular sus obras Verhängnis und Hoffnung der Neuzeit. Die Säkularisierung als
theologisches Problem, F. Vorwerk, Stuttgart 1953; Der Mensch zwischen Gott und
Welt, F. Vorwerk, Stuttgart 1956. El luterano Wolfhart Pannenberg, aún aceptando
que la raíz más auténtica del humanismo europeo se encuentra en la fe cristiana,
considera que el énfasis sobre la moderna dignidad y la libertad humanas se ha ma-
nifestado principalmente con la Reforma protestante, por medio de la cual el hom-
bre venía liberado de la presencia asfixiante de las estructuras eclesiásticas, y de toda
«visibilidad» del Reino de Dios sobre la tierra. Cfr. su ensayo «La legittimità cristia-
na dell’evo moderno. Osservazioni su un’opera di Hans Blumenberg», en Questioni
fondamentali di teologia sistematica, Queriniana, Brescia 1975, pp. 537-549. Otro
autor importante en este debate es Hans Blumenberg que en su obra La legitimidad
de la modernidad encuentra la raíz de la dignidad y libertad humanas en su seculari-
zación, es decir, en su emancipación no ya de las estructuras eclesiásticas visibles,
sino del absolutismo de la gracia cristiana, comprendida según Agustín y según el
nominalismo de Occam. El original se intitula Die Legimität der Neuzeit, Suhrkamp
Verlag, Frankfurt am Main 1966. Sobre el tema de la secularización, cfr. J.L. ILLA-
NES, Cristianismo, historia, mundo, EUNSA, Pamplona 1973.
Algunas reflexiones sobre identidad cristiana, laicidad y ley natural 203
7. Se entiende que el sacerdote, que hace las veces de Cristo mismo, y hace
presente ante el mundo su poder salvífico, no debería participar directamente en la
actividad política.
8. El Nuevo Testamento enseña también que el poder civil participe de algún
modo en el poder de Dios (Rm 13, 1s). Esto constituye una legitimación del poder
estatal (los hombres, y especialmente los cristianos, deben obedecer las leyes justas),
y también cierta restricción (porque el Estado no toma el lugar de Dios mismo).
9. Se trata de un tema desarrollado ampliamente en varios escritos de J. Ra-
tzinger: cfr. por ejemplo Europa. I suoi fondamenti oggi e domani, San Paolo, Cinise-
llo Balsamo 2004, pp. 12 ss.
10. Ibíd., p. 14.
11. G. MORRA, «Sorgenti culturali dell’Europa», Studi Cattolici 45 (2001),
756-764, p. 764.
12. Ibíd., p. 762.
Algunas reflexiones sobre identidad cristiana, laicidad y ley natural 205
así el cristianismo. Por ello, concluye Morra, «la laicidad nace cris-
tiana». Ella «es la no confusión entre Dios y el Estado» 13. Y expli-
ca el fenómeno del totalitarismo a largo del siglo XX, como fruto
del «declive de la religión cristiana y la consecuente divinización
atea y panteísta del Estado» 14.
Igualmente, el autor hebreo Joseph Weiler en su reciente ensa-
yo Una Europa cristiana insiste sobre la consonancia plena que
existe entre el espíritu laico (caracterizado por la tolerancia) y el es-
píritu cristiano, y teme que la eliminación sistemática de la savia
cristiana en el fuero público tendrá como consecuencia la pérdida
de la democracia y luego la comparecencia de nuevos fascismos 15.
Entre las consecuencias de esta polaridad que da vida a la laici-
dad, se puede notar la capacidad típica de Occidente, a pesar de
sus culpas históricas, (1) de acoger todas las tradiciones, todos los
mitos, todas las religiones, casi todos los seres humanos, acoger sin
«absorber» como diría Brague, sin el Aufhebung de Hegel; y (2) de
hacer autocrítica, reconocer sus culpas, pedir perdón 16. En ello se
refleja su alteridad respecto a Dios, y es plenamente consciente que
sus faltas no se atribuyen al Creador ni a su acto redentor, sino a
los hombres, libres y responsables de su destino.
Una cosa es la secularidad, la laicidad; otra bien distinta es la
secularización, el laicismo. Cuando el Estado, el poder civil, se
opone al poder espiritual, concretizado en la Iglesia, se convierte
ipso facto en una instancia religiosa alternativa, competitiva, una
nueva religión. Sus fautores no demuestran su laicidad sino su lai-
cismo, y promueven una nueva religión que, incluyendo plena-
mente la instancia política, destruye la laicidad. Igualmente, cuan-
13. Ibíd.
14. Ibíd., p. 763.
15. Cfr. J. WEILER, Una Europa cristiana. Ensayo exploratorio, Ediciones En-
cuentro, Madrid 2003.
16. Cfr. mi estudio «L’Europa e la speranza», cit., pp. 269 s.
206 Paul O’Callaghan
17. Sobre la ley moral natural a lo largo de la historia, cfr. inter alia F. FLÜCKI-
GER, Geschichte des Naturrechtes, Evangelischer Verlag, Zürich, Zollikon 1954; G.
FASSÒ, Historia de la filosofía del derecho, Pirámide, Madrid 1982, 2 vol. (orig.
1966); E. CORECCO, «Diritto», en Dizionario Teologico Interdisciplinare, vol. 1, Ma-
rietti, Turín 1977, pp. 112-150; J.-M. TRIGEAUD, Humanisme de la liberté et philo-
sophie de la justice, Bière, Burdeos 1985; A. PASSERIN D’ENTRÈVES, Natural Law. An
Introduction to Legal Philosophy, Transaction, New Brunswick NJ; Londres 1994.
Algunas reflexiones sobre identidad cristiana, laicidad y ley natural 207
22. Para el tema de la ley natural en los tiempos modernos, cfr. G. FASSÒ, His-
toria de la filosofía del derecho, vol. 2, cit., pp. 79-280. Rousseau habló de «la voix de
la nature» en Discours sur l’origine et les fondements de l’inégalité parmi les hommes, pra-
ef. 13, y Hobbes de «the lawes of nature that conserve “men in multitudes”» en Le-
viathan I:15.
23. Cfr. R. GUARDINI, Mundo y persona, Guadarrama, Madrid 1963, pp. 23-
36 (orig. Welt und Person, 1939).
24. Es lo que caracteriza el pensamiento panteísta y romántico: G. Bruno, B.
Spinoza, J.W. Goethe, F. Hölderlin, F.W.J. Schelling.
25. Esta estructura encuentra un eco contemporáneo en los «tres mundos» de
K. Popper: cfr. especialmente K.R. POPPER - J. ECCLES, The Self and its Brain. An
Argument for Interactionism, Springer, Berlin-Heidelberg 1977; K.R. POPPER, Know-
ledge and the Body-Mind Problem. In Defence of Interaction, Routledge, Londres;
Nueva York 1994.
26. Es interesante la obra de J. BURCKHARDT, Die Kultur der Renaissance in
Italien: ein Versuch, A. Kröner, Stuttgart 1958. El original data de 1860. El autor in-
terpreta este período como un esfuerzo de superación de la fe y de la ignorancia in-
fantil, productos del Medioevo, una tesis discutida, como es lógico, por muchos au-
tores posteriores.
27. Cfr. G. FASSÒ, Historia de la filosofía del derecho, vol. 2, cit., pp. 265-280.
28 «La obra humana recibe nueva significación, y una nueva significación tam-
bién recibe el hombre como su productor. La obra humana se incorpora al sentido
Algunas reflexiones sobre identidad cristiana, laicidad y ley natural 209
que antes había alentado en la obra divina del mundo. El mundo pierde su carácter
de creación y se convierte en “naturaleza”; la obra humana pierde la actitud de ser-
vicio determinado por la obediencia a Dios y se convierte en “creación”; el hombre
mismo, que había sido antes adorador y servidor, se convierte en “creador”. Todo
ello se expresa en la palabra “cultura”» (R. GUARDINI, Mundo y persona, cit., p. 31).
29. Esta forma de pensamiento alcanza su extremo en Nietzsche y Sartre.
30. Cfr. CONCILIO VATICANO II, Gaudium et spes, n. 22. Juan Pablo II en su
Encíclica Redemptor hominis (1979), nn. 10 ss., desarrolla el tema enunciado breve-
mente en la constitución conciliar.
210 Paul O’Callaghan
31. El Papa Juan Pablo II ha comentado muchas veces sobre la frase conciliar,
«el hombre se realiza sólo en el don sincero de sí mismo» (Gaudium et spes, n. 24).
32. Sobre el tema de la igualdad humana en la revelación y en la historia del
pensamiento cristiano, cfr. W. KERN, «Der Beitrag des Christentums zu einer
menschlichen Welt», en W. KERN, H.J. POTTMEYER, M. SECKLER (eds.), Handbuch
der Fundamentaltheologie: Traktat theologische Erkenntnislehre, vol. 4, Herder, Fribur-
go, Basilea, Viena 1988, pp. 279-314.
33. Cfr. DH 336. Es el punto de partida del estudio de F.R. HITTINGER sobre
la ley natural, The First Grace. Rediscovering the Natural Law in a post-Christian
World, ISI Books, Wilmington, Delaware 2003.
Algunas reflexiones sobre identidad cristiana, laicidad y ley natural 211
34. Sobre el origen divino de la ley natural y su prioridad sobre toda autoridad
y ley humanas, cfr. F.R. HITTINGER, The First Grace, cit., pp. xii, 3-37.
35. Se ha dicho alguna vez que los teólogos cristianos se pueden distinguir en
dos grandes grupos. Por una parte están los que consideran la dinámica cristiana (el
actuar de Dios por medio de Cristo en la Iglesia) siempre entre los límites de la po-
tentia Dei ordinata. Dios, aún pudiéndolo hacer, no cambia los parámetros operati-
vos de su actuar una vez que los haya establecido. Otros autores, por el contrario,
prefieren dejar abierto el surgir de ulteriores modalidades de intervención divina en
el mundo, que van más allá –según la potentia Dei absoluta– de lo establecido por la
creación y la encarnación del Hijo de Dios. Los primeros parten más desde del
hombre para llegar a Dios, los segundos insisten sobre la prioridad de la revelación
divina, que desciende, imprevisible, desde lo alto. Entre los primeros, por ejemplo,
se encuentran Tomás de Aquino y Rahner; entre los segundos, Duns Escoto y Von
Balthasar. Se entiende que para los primeros la ley moral es indicada directamente
por lo creado, por la naturaleza, y para los segundos, por la revelación. Para los pri-
meros la racionalidad y autonomía humanas prevalecen; para los segundos, más
bien el voluntarismo y la intervención divina; se tiende al nominalismo.
36. El pensamiento platónico, acogido en lo fundamental por San Agustín, ha
comprendido que lo que es ético debe ser inseparable de lo permanente, de lo in-
mortal. Para Platón tal inmortalidad se sitúa en el alma. Para el creyente, se sitúa en
el hombre entero, cuerpo y alma, resucitado. El cuerpo también es destinado a la in-
mortalidad. Santo Tomás dice: «quaelibet substantia appetit conservationem sui esse
secundum suam naturam» (S.Th. I-II, q. 94, a. 2c). Sobre este tema, cfr. mi estudio
«La fórmula “resurrección de la carne” y su significado para la moral cristiana»,
Scripta Theologica 21 (1989), 777-803.
212 Paul O’Callaghan
38. Cfr. especialmente S.Th. I-II, q. 94, a. 2. Las tres inclinaciones fundamen-
tales mencionadas por Santo Tomás son la conservación de la vida, el instinto social
y el conocimiento de la verdad. Sobre la ley natural en Santo Tomás, cfr. inter alia,
W. KLUXEN, Philosophische Ethik bei Thomas von Aquin, F. Meiner, Hamburg 21980;
J. PORTER, Nature as Reason. The Thomistic Theory of the Natural Law, W.B. Eerd-
mans, Grand Rapids (MI) 2005; y especialmente M. RHONHEIMER, Ley natural y
razón práctica: una visión tomista de la autonomía moral, EUNSA, Pamplona 22006
(orig. Natur als Grundlage der Moral, 1987).
214 Paul O’Callaghan
2. J. RATZINGER, «Las catorce encíclicas del Santo Padre Juan Pablo II». Con-
ferencia pronunciada en el congreso organizado por la Universidad Pontificia Late-
ranense de Roma dedicado a los 25 años del precedente pontificado, el 9 de mayo
de 2003. Se encuentra publicada en www.zenit.org.
Repensar el derecho desde una antropología cristiana 235
b) «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley debe morir» (Jn 19, 7)
2. Cfr. F. VIOLA, «Il ruolo pubblico della religione nella società multicultura-
le», en C. VIGNA y S. ZAMAGNI, Multiculturalismo e identità, Vita e Pensiero, Milán
2002, pp. 107-138.
248 Caridad Velarde
8. Cfr. A. LLANO, Deseo, violencia, sacrificio. El secreto del mito según René Gi-
rard, EUNSA, Pamplona 2004.
Religión y Estado en el modelo de política occidental contemporáneo 251
12. M. HEIDEGGER, ¿Qué significa pensar?, Trotta, Madrid 2005 (trad. Raúl
Gabás). El autor en realidad está sosteniendo un pensamiento mucho más profun-
Religión y Estado en el modelo de política occidental contemporáneo 253
tra sociedad, tan racional, nunca como ahora se aprecia esa caren-
cia. Se calcula, pero no se piensa porque pensar implica trascen-
dencia. Se opina, pero no se piensa porque pensar implica ir de
una premisa a una consecuencia y una presunción de veracidad. Es
verdad que pensar por sí mismo no soluciona los problemas pero
en cualquier caso es un dato que merece la pena pensar.
En el notable debate entre Habermas y Ratzinger 13 que tuvo
lugar en 2005, la pregunta que lo centraba era si el estado liberal
secularizado necesita apoyarse en contenidos normativos prepo-
líticos o si, por el contrario, se basta a sí mismo para sobrevivir.
Habermas sostiene que se basta, o más bien, que puede bastarse,
después de un proceso de aprendizaje. Esto no significa que Ha-
bermas niegue la existencia de una cultura en la cual se asienta la
tradición democrática, sino que sostiene que la democracia tiene
virtualidad para funcionar sin necesidad de apelar a una cosmovi-
sión previa a lo que pudiéramos llamar la cultura democrática. Di-
cho en la terminología que nos interesa: que es capaz de funcionar
en otras tradiciones culturales y que puede subsistir aunque desa-
parezca la nuestra. No es que sea un ingenuo, es consciente de las
dificultades por las que atraviesa la democracia, sobre todo con la
sensación por parte del ciudadano de que lo que diga no tiene nin-
guna relevancia porque los que gobiernan son los mercados o las
relaciones internacionales. Por otra parte, también es consciente
del papel que la religión tiene en esa cosmovisión y en la dificultad
do que lo que aquí se ha expuesto. Resultaría útil (aunque imposible ahora) entrar
al fondo del asunto, porque en su argumentación se detiene en, la sensación de fin
de época y de decadencia que nos invade, con enjuiciamientos del tipo de Nietzsche
«el desierto crece», pero se olvida que lo que más merece la pensa pensar en nuestro
complejo tiempo es que todavía no pensamos. No que hayamos dejado de pensar,
sino que todavía no lo hacemos.
13. J. RATZINGER, J. HABERMAS, Dialéctica de la secularización. Sobre la razón
y la religión, Encuentro, Madrid 2006 (trad. I. Blanco y P. Largo).
254 Caridad Velarde
razón de ser. Entiendo que es más que dudoso que perdido el sen-
tido se mantenga una fuerza generadora de energías sociales.
Y aquí una de las grandes aportaciones del debate antes citado,
la razón no puede circunscribirse a Occidente. Quizá lo que noso-
tros llamamos razón sea un invento cultural. «En otras palabras,
no existe la fórmula universal racional o ética o religiosa en la que
todos puedan estar de acuerdo y en la que todo pueda apoyarse.
Por eso mismo la llamada “ética mundial” sigue siendo una abs-
tracción» 16.
17. Cfr. H. KÜNG, Proyecto de una ética mundial, Trotta, Madrid 1991 (trad.
G. Canal Marcos).
Religión y Estado en el modelo de política occidental contemporáneo 257
* * *
I. UNA DIFICULTAD
BIBLIOGRAFÍA
I. INTRODUCCIÓN
Queremos analizar, por último, cuál debe ser el papel del pro-
fesional cristiano o la actuación de un profesional en una institu-
ción de inspiración cristiana. En primer lugar, es necesario hacer
alguna consideración en torno a la naturaleza de la psicoterapia.
La identidad cristiana en psiquiatría 315
I. LA INFLUENCIA DE LO ACADÉMICO
6. El Instituto Kennedy fue constituido por tres centros: el Center for Bioe-
thics, el Center for Population Research y el Laboratories for Reproductive Biology.
Reunió como investigadores a L. Walters, T. Beauchamp, J. Childress, W. T. Reich;
teólogos como Häring, McCormick, Curran, Hawerwas, Branson y Joseph Fuchs;
Y también E. D. Pellegrino.
7. El filósofo Daniel Callahan y el psiquiatra Willard Gaylin reunieron a cien-
tíficos, investigadores y filósofos para discutir y formular normas, sobre todo, en el
campo de la investigación y de la experimentación biomédica.
8. S. KATT, «The Kennedy Institute: A New Approach to Problems», George-
town Today, Special issue, July (1974), 1.3.
320 Pilar León Sanz
11. Abunda sobre esta cuestión: G., BOURGEAULT, «Qu’est-ce que la bioéthi-
que?», en M.-H. PARIZEAU (ed.), Les fondements de la bioéthique, Boeck, Bruselas
1992, trata sobre «La bioethique comme instrument de régulation sociale», pp. 42
y ss.
12. W. J. SMITH, «Is Bioethics Ethical?», The Weekly Standard, 28 May (2000).
322 Pilar León Sanz
y en un lugar» 13. Por eso, hay que tener recursos, ideas o protoco-
los de actuación ética. Sobre todo, hay que aprender a decidir ra-
cionalmente. Que, en cualquier momento, uno pueda dar razón
aceptable, fundada, convincente, de sus acciones.
Muchos bioéticos pretenden decir que su ámbito es más una
forma de «discurso público» que una disciplina académica. Sería
una especie de «consenso ético» al que se llega a través de discusio-
nes democráticas, más que por principios formales. El problema es
que en esta línea de razonamiento, los principios éticos son defini-
dos como «principios de la bioética» y los que buscan el consenso
son los bioéticos mismos, no los pacientes ni las familias, ni la so-
ciedad en general, por lo que el proceso no es ni mucho menos
neutro ni democrático.
13. A. R. JONSEN, The Birth of Bioethics, Oxford University Press, Nueva York
1998, p. 43.
14. Así fue recogido, por ejemplo, en España en el artículo 6 de la Ley
41/2002 reguladora de la autonomía del paciente y del derecho de información clí-
nica.
La bioética: de disciplina académica a cuestión de interés público 323
15. Cfr. D. SPAR, «The Business of Stem Cells», The New England Journal of
Medicine, July 15 (2004), 351(3):211-213.
324 Pilar León Sanz
I. INTRODUCCIÓN
(FRANCISCO A. DE ICAZA)
V. CIENCIA Y SOCIEDAD
11. Cfr. M. BENZO, Teología para Universitarios, 6.ª ed., Cristiandad, Madrid,
1977, cap. III.
12. Ver las famosas proposiciones de L. Wittgenstein, o B. RUSSELL, La Sabi-
duría de Occidente, 2.ª ed., Aguilar, Madrid 1964.
Ciego en Granada 343
Entre los mitos 13 relacionados con el tema que nos ocupa, es-
tán la idea de progreso permanente, los mitos políticos, las razas o
pueblos «distintos» o «superiores» y el de relación más directa, una
reedición del antiguo mito de la «libertad sin límites» que se com-
bina muy bien con el «credo científico».
En tercer lugar, está la huida. Para evitar enfrentarse con los
problemas esenciales sin solución científica, la sociedad contempo-
ránea tiene un amplio repertorio de mecanismos de escape que co-
mienzan en el plano del conocimiento y llegan hasta las cuestiones
más prácticas de la existencia. Repasaremos brevemente esos me-
canismos. En primer lugar, para dar la sensación de que un pensa-
miento tiene origen científico, se suele hacer predominar lo cuan-
titativo, aun de manera forzada, y se niega que exista otro tipo de
conocimiento válido.
Uno de los ejemplos más claros es la reducción de la ética a la
estadística. Un hecho deja de estar bien o mal y para analizarlo
simplemente se presentan datos numéricos de cuantas personas ac-
túan en una u otra dirección, direcciones que se suponen todas vá-
lidas y que se convierten en «alternativas». Luego, la sociedad san-
ciona como norma legal aquello que hace «la mayoría» (aunque
muchas veces también, desde el poder, se imponen alternativas mi-
noritarias).
Se puede ver además aquí que la huida se entrelaza con el
mito. Este razonamiento esconde, al menos como posibilidad, la
idea de libertad absoluta entendida como ausencia de límites, una
idea mítica presente desde los albores de la humanidad. Los lími-
tes recién surgirán a partir de la estadística electoral.
Lo primero que se consigue así es, obviamente, el relativismo
moral, todas las opciones son alternativas entre «estilos de vida»
14. El peligro social que encierra este tipo de razonamiento ha sido detectado
y analizado por los propios pensadores positivistas, que tratan de fundamentar una
ética sobre otros principios, llegando a plantear incluso la posibilidad de «experi-
mentos éticos» para validar determinadas teorías (cfr. M. BUNGE, Ética, ciencia y téc-
nica, Sudamericana, Buenos Aires 1996). Una tesis que se escucha actualmente para
justificar la homosexualidad es sorprendente: supone que el hombre es una especie
de andrógino hasta, digamos, los 15 años, y que a esa edad decide si quiere ser hom-
bre o mujer. Si no coincide con la biología, se opera (a costa de la seguridad social)
y todo resuelto. Hay presidentes que apoyan esto: somos libres.
Ciego en Granada 345
16. Para apreciar la casi increíble disparidad de criterios sobre la antigua frase:
«tu libertad acaba donde comienza la libertad de los demás», basta consultar la frase
en Internet y comparar los resultados con otras entradas como «libertad y poder»,
«libertad y pobreza», etc.
17. Al centrar su pensamiento en lo cuantitativo y reconocerlo como la única
fuente de racionalidad, el hombre se sitúa, según lo formulara Tomás de Aquino, en
una situación en la cual la «ley de concupiscencia» le impide ver la «ley natural». El
mensaje de la creación está oscurecido. Para un breve comentario sobre las «cuatro le-
yes», cfr., por ejemplo, BENEDICTO XVI, Dios y el Mundo: creer, vivir en nuestra épo-
ca: una conversión con Peter Seewald (trad. R. P. Blanco), Galaxia de Gutemberg, Cír-
culo de Lectores, Barcelona 2005, pp. 150 y ss.
348 Héctor Mancini
18. Jn 14, 6.
19. Cfr. C. FABRO, El problema de Dios (trad. J. Blázquez), Herder, Barcelona
1963.
Ciego en Granada 351
ción que Dios le ofrece para su vida. Ella será la que proporcione
iluminación y orientación a su existencia. Tiene conciencia de
que la verdad científica es una verdad a medias, que no le da res-
puestas sobre su vida y sobre el sentido de la vida en general, pero
que a la vez, le da un conocimiento seguro sobre el «modus ope-
randi» de la naturaleza.
Una vez aceptada la existencia de Dios Creador, podrá discutir
en ese marco, con una visión completa de la verdad, incluso el pa-
pel que puede haber asignado Dios al azar dentro de la creación o
cosas por el estilo. Pero siempre tendrá conciencia de que todo en
el universo, incluido el azar, tiene un sentido.
Y buscar la Verdad en este contexto significa encontrar la ade-
cuación entre aquello que las cosas son en la realidad física y el sentido
que poseen dentro del plan de Dios, de la finalidad global del univer-
so. Un cristiano sabe que detrás de cada realidad de la naturaleza,
de forma más o menos clara, estará la mano del Dios Creador.
Puede que en ocasiones la profunda armonía entre la revela-
ción que recibe y la realidad que observa no le resulte evidente. Los
avances en el conocimiento y en la maduración de la fe no siempre
son simultáneos y tampoco en una misma persona suelen tener el
mismo nivel. Muchas veces y a muchas personas cristianas les
pareció que su fe y su ciencia eran incompatibles. Muchas veces
también, como lo demuestra la historia, esas incompatibilidades
aparentes terminaron desapareciendo resolviéndose en un plano
superior del conocimiento. Un científico cristiano sabe, como Bar-
timeo, que si pide ver, verá 21. Porque detrás de cada realidad de la
naturaleza está Dios y antes o después surgirá la «adecuación» que
si hoy está oculta, mañana será evidente.
Hay muchos ejemplos en la historia y no siempre es la fe la que
que revisa los contenidos. Como en la ciencia el procedimiento es
22. Para mayor información cfr., por ejemplo, los artículos sobre el origen del
universo en www.unav.es/cryf.
Ciego en Granada 355
23. Ésta es una idea muy antigua en el cristianismo. Toma la tradición hebrea,
que nos habla en el libro griego de la Sabiduría sobre la posibilidad de conocer (en
nuestro contexto «de ver») a Dios en la naturaleza (Sb 13, 1-9). El libro de la Sabi-
duría ya era utilizado por los Padres de la Iglesia a partir del siglo II d. de C. En ese
texto se reprocha a quien pudiendo ver la perfección de las obras no es capaz de recono-
cer al Artífice, es decir, se habla de la posibilidad de descubrir a Dios en la naturale-
za mediante la inteligencia. Entre los judíos la idea puede ser mucho más antigua.
«La Sabiduría» en el Antiguo Testamento normalmente se atribuye a Salomón y así
aparece en la versión de los LXX, aunque el texto del libro se supone que fue escrito
por un hebreo helenista entre los años 160 y el 63 a. de C.
356 Héctor Mancini
24. M. FLAMARIQUE, Escrutad las Escrituras (III): reflexiones sobre el ciclo B (do-
mingo ordinario XXX), Desclée de Brower, Bilbao 1996.
Ciego en Granada 357
X. EN RESUMEN
28. J. RATZINGER, Dios y el mundo, cit., p. 71. Además de Von Balthasar y del
cardenal Ratzinger, se puede leer esta misma concepción en otros teólogos contem-
paráneos como Hans Küng (diálogo con el cosmólogo G. Börner) «Ciencia y Teo-
logía», Investigación y Ciencia, junio (2006).
Ciego en Granada 361
I. FUTURO Y PASADO
Entre los campos que se abren al investigador del siglo XXI, hay
uno que en los próximos años requerirá personas con mentalidad
especialmente abierta. En los últimos veinticinco años se ha ido ge-
nerando una enorme avalancha de datos biológicos: las bases de da-
tos accesibles a los científicos se hinchan progresivamente con mi-
llones de puntos de información sobre las realidades biológicas más
variadas. El crecimiento es más que exponencial, y el ritmo seguirá
aumentando. Los experimentos de hoy ya no se hacen uno a uno
como antaño. Gracias a las técnicas de análisis de alta capacidad
(high throughput) y a la bioinformática, se generan decenas de mi-
les de datos en cada ensayo aislado. Se ha producido una asombro-
sa inflación de información absolutamente inabarcable por un in-
370 Luis Montuenga
dejar huella en los otros: por formar gente joven, por invertir en las
nuevas generaciones, por promover el trabajo en equipo, por sus-
citar sinergias y emprender colaboraciones científicas alejadas del
personalismo y la discordia. Científicos coherentes, científicos de
horizontes amplios y de amistades robustas. Un investigador bri-
llante, estimulado por la preocupación de salir de sí mismo, vigo-
riza muy positivamente los ambientes y estructuras de cualquier
especialidad científica. Además de asumir estos valores, la visión
cristiana añade una perspectiva especialmente fresca y renovadora.
El investigador cristiano, por una parte, procura responder con su
trabajo a la llamada de Cristo: alumbre así vuestra luz ante los hom-
bres 7. Por otra, la vida de la gracia, eleva su actividad a un plano
que trasciende todas las dimensiones humanas: su trabajo es canto
de alabanza al Creador y ámbito de encuentro con la Trinidad. El
cristiano ve hijos de Dios, en cada uno de sus colegas, piensen del
modo que piensen, sean del modo que sean. Y procura convivir
con todos siempre de modo amable, comprender, perdonar (no te
digo que siete, sino setenta veces siete 8). Desde esa perspectiva, el in-
vestigador que vive su fe cristiana con coherencia, nunca ve en sus
colegas competidores ni enemigos sino hijos de un mismo Padre.
Un Padre, del que conoce su infinita misericordia. Éste es precisa-
mente otro de los grandes valores añadidos al planteamiento cris-
tiano: la profunda alegría que surge de la convicción de la centra-
lidad de la Redención. Por muchos que sean los defectos, las
debilidades, las veces en las que el investigador cristiano no ha es-
tado a la altura de lo que se espera de él, sabe que siempre estará su
Padre Dios esperándole con los brazos de su perdón abiertos 9. Sa-
berse capaz de renovarse continuamente, rejuvenecer, volver a em-
7. Mt 5, 16.
8. Mt 18, 21.
9. Lc 15, 11-32.
376 Luis Montuenga
14. J. BECKWITH, F. HUANG, «Should we make a fuss? A case for social respon-
sibility in science», Nature Biotechnology 23 (2005), 1479-1480.
VII.
Desde la historia,
la economía y la ética
La identidad cristiana
del directivo de empresa
Antonio Argandoña
IESE
Universidad de Navarra
I. INTRODUCCIÓN 1
1. Este artículo forma parte de las actividades de la Cátedra «la Caixa» de Res-
ponsabilidad Social de la Empresa y Gobierno Corporativo del IESE, Universidad
de Navarra. Tomo aquí algunas ideas de A. ARGANDOÑA (1995, 2003).
2. La figura social del empresario y la del directivo no coinciden. El primero se
identifica, a menudo, con el emprendedor: la mujer o el hombre que tienen una
idea de negocio, a veces con un gran componente de novedad, y la ponen en mar-
cha. Otras veces coincide también con el propietario, sobre todo en las empresas pe-
queñas. El directivo es, más bien, el que desempeña la función de dirección, tanto
si ha creado él mismo la empresa como si no, y tanto si es su propietario como si no
lo es. En lo sucesivo, me centraré en la figura del directivo, aunque, a menudo, le lla-
maré también empresario.
384 Antonio Argandoña
6. Ibíd., n. 2.
7. Ibíd., n. 9.
La identidad cristiana del directivo de empresa 389
8. Soy deudor de mi colega, el profesor Juan Antonio Pérez López, por esta
manera de enfocar la tarea del directivo.
La identidad cristiana del directivo de empresa 391
V. DIRIGIR PERSONAS
10. J. A. PÉREZ LÓPEZ (1998), p. 71, presentaba así las funciones de la empre-
sa: «1) Prestar un servicio a las personas, ayudándoles a satisfacer unas determinadas
necesidades de tipo material […]. 2) Ayudar a las personas a desarrollar un trabajo
adecuado a sus capacidades, dando el oportuno empleo a estas capacidades y permi-
tiendo que el individuo despliegue su potencial de hacer cosas […]. 3) Ayudar a las
personas a encontrar y dar un sentido a su actividad, siendo ocasión de que éstas
desplieguen su capacidad de servicio, de ser útiles a los demás».
La identidad cristiana del directivo de empresa 393
11. Cfr. J. A. PÉREZ LÓPEZ (1991, 1993, 1997, 1998). He desarrollado am-
pliamente este tema en A. ARGANDOÑA (2006b), trabajando sobre las ideas del pro-
fesor Juan Antonio Pérez López. Véase también A. ARGANDOÑA (2004).
394 Antonio Argandoña
12. También las organizaciones sin finalidad lucrativa deben tener en cuenta
este criterio. El deber de manejar los recursos económicos con eficiencia afecta a to-
dos, como una exigencia tanto técnica como ética, porque permite ampliar los re-
sultados, también materiales, de la gestión, y porque toda institución que tenga vo-
cación de continuidad debe tratar de conseguir unos ingresos suficientes para cubrir
sus costes. En el caso de una institución caritativa, por ejemplo, sus fines y el modo
como desarrolla su actividad deben ser siempre capaces de atraer un volumen sufi-
ciente de donativos (sus ingresos) como para asegurar su continuidad.
396 Antonio Argandoña
X. CONCLUSIONES
jubilado y cristiano. El listón está muy alto para todos: «sed perfec-
tos como mi Padre celestial es perfecto» (Mt. 5, 48). Si hay dificul-
tades específicas para ser un empresario honesto, no faltarán ni la
gracia de Dios ni los medios para lograrlo. Por eso el católico que
es directivo no puede ser pesimista.
REFERENCIAS
La respuesta fue:
like others, does claim to act in the name of truth, when, at the
first occasion the simple truth is at stake, it takes the liberty to ig-
nore the sheer evidence?
In an approbation delivered 20 October 1908 for the Guide of
B. Meistermann, cardinal Gaetano De Laï, then secretary of the
Consistoriale, praises the author for two reasons: he allows his
readers, the Cardinal writes, to follow on the map the migration of
Israel and in so doing continues to defend the veracity of the Book
of Genesis (sic) 4.
In a letter to E. Bodin (1 April 1912), published in AAS 4,
1912, p. 335, Cardinal Rafael Merry del Val, then Secretary of
State, praises his addressee for having edited the (latin) Vulgata ac-
cording to the Codex Vaticanus B (sic) 5.
Letters of this kind led the very religious and obedient M.-J.
Lagrange to write: it was the will of the cardinals that the world
was enabled to judge of their perfect incompetence 6.
Cardinal Camillo Mazzella, then prefect of the Congregation
of Studies (until 1897), went even a step further. He was not exac-
tly unaware of the first elements of the discipline regarding which
he ventured to make statements. He rather came forwards with a
peculiar way of interpreting them. When he got confronted with
the discovery of human fossils of an age incomparably older than
biblical fundamentalism would allow, he took pains to explain that
the existence of fossils does not necessarily imply that the forma-
tion of the universe had been continuing over long geological pe-
riods, for … «God is able to create any fossils in statu perfecto» 7.
ne XIII. Atti del convegno tenuto a Bologna il 27-28-29 dicembre 1960, Roma
1961, p. 39.
8. B. MONTAGNES, Marie-Joseph Lagrange, cit. (n. 4), pp. 246, 252; J. GE-
WIESS, in Lexikon für Theologie und Kirche, 2. Ausg., Bd. 6, Freiburg, 1961, 1291.
9. J. RATZINGER, Aus meinem Leben: Erinnerungen, München 1998, p. 58.
10. M.-J. LAGRANGE, Évangile selon Saint Luc, 4e éd. Paris 1927 (8e éd., Paris
1948), pp. XLVIII-XCIV.
440 Robert Wielockx
ver’s faith, but, on the other hand, he requested against his master,
that christian faith and theology should deal with the pre-paschal
Jesus, not merely as a presupposition of the kerygma, but as an es-
sential part of its properly theological content 12. On the Two
Source Hypothesis, we find, indeed, a remarkable scientific confir-
mation of the Christian view that revelation is beyond science.
And, at once, always on the same hypothesis, an equally remark-
able harmony between Jesus’ preaching on the Kingdom of God
and on the Son of Man comes in view (against P. Vielhauer; with
H.E. Tödt, F. Hahn, K. Berger et al.) 13. Just as the Kingdom of
God is expressly termed a «mystery», which is still to «come» and
to be «revealed» (Mc 4:11; Mc 9:1; Mc14:25; Q 11:2; Q 22:28-
30), so the Son of Man is still to come and to be revealed (Mc
13:24-27; Q 17:30). Of course, on the biblical understanding,
this revelation will be exclusively God’s work. Why, if not because
God’s distinctive knowledge is beyond the knowledge proper to
creatures? No wonder, then, that the theory according to which
«the Son of Man» was a «concept» in Jewish circles before or du-
ring the period in which the Church’s tradition was shaped, comes
to naught. First, the Book of Parables (Book II of Enoch Aethiopi-
cus) is of a significantly later date, and is so on more grounds than
15. C.H. DODD, The Parables of the Kingdom, Revised Edition, Oxford 1961,
p. 66.
16. P. OWEN-D. SHEPHERD, «Speaking up for Qumran, Dalman and the Son
of Man: Was ‘Bar Enasha’ a Common Term for ‘Man’ in the Time of Jesus?», Jour-
nal for the Study of the New Testament 81 (2001), 81-122.
17. G. DALMAN, Die Worte Jesu, 2. Ausg., Leipzig 1930 (Reprint: Darmstadt,
1965), pp. 191-219; B. WEISS, Das Leben Jesu, Zwei Bde., 3. Ausg., Bd. 1, Berlin
1888, pp. 429-432.
Facing Jesus’ Identity Scientific Culture and Christian Faith 443
18. J. SCHMID, Matthäus und Lukas: Eine Untersuchung des Verhältnisses ihrer
Evangelien, Freiburg (Br.) 1930; F. NEIRYNCK, Duality in Mark: Contributions to the
Study of the Markan Redaction (Bibliotheca Ephemeridum Theologicarum Lo-
vaniensium, 31), Leuven 1972 [cfr. ÍD., Duality in Mark: Contributions to the Study
of the Markan Redaction. Revised Edition with Supplementary Notes (Bibliotheca
Ephemeridum Theologicarum Lovaniensium, 31), Leuven 1988]; ÍD., The Minor
Agreements of Matthew and Luke against Mark, with a Cumulative List (Bibliotheca
Ephemeridum Theologicarum Lovaniensium, 37), Leuven 1974; ÍD., Evangelica,
Evangelica II, Evangelica III (Bibliotheca Ephemeridum Theologicarum Lovanien-
sium, 60, 99, 150), 1982, 1991, 2001; C.M. TUCKETT, The Revival of the Griesbach
Hypothesis (Studiorum Novi Testamenti Societas. Monograph Series, 44), Cam-
bridge 1983; ÍD., «Response to the Two-Gospel Hypothesis», in D.L. DUNGAN
(ed.), The Interrelations of the Gospels: A Symposium led by M.-É Boismard – W.R.
Farmer – F. Neirynck, Jerusalem 1984 (Bibliotheca Ephemeridum Theologicarum
Lovaniensium, 95), 1990, pp. 47-76.
444 Robert Wielockx
prophets died before seeing, those who will see that not just any
powerful deeds, like those achieved by Elijah, are realized, but that
the Kingdom of God has come in its specific and distinctive power,
will see this in seeing Jesus at work, because they are among those
who stand around him (Mk 9:1.11-13; Q 7:28; Q 10: 23-24).
In the same manner, the Son-of-Man-phrase is like a «mashal»
and, at once, the clue to its enigma. Mk 8,38 and Q 12,8-9, which
R. Schnackenburg, B. Rigaux and J. Dupont splendidly vindica-
ted and many others vindicate for authenticity over against P. Viel-
hauer and E. Käsemann, show indeed, on philological and histo-
rical grounds, that, according to Jesus himself, the eschatological
Judge and Jesus are one 21. «Whoever acknowledges me before the
members of mankind, the Son of Man will acknowledge before
the Angels. Whoever disowns me before the members of mankind,
the Son of Man will disown before the Angels». Whether the Son
of Man is considered in this crucial logion as different from Jesus
(cf. R. Bultmann) or as dynamically identical with him (cf. C.
Colpe), this is strictly indifferent from the point of view which is
crucial here: the norm according to which every human being will
be judged is his or her accepting or rejecting Jesus’ person 22. The
distinction between norm of the judgement and Tribunal/ Judge
is captious: in Aramaic only one and the same noun (dina’; cf. also
the Greek krithvrion) is used for expressing the ‘two’. Once the
norm of judgement is here, the judgement too is here. And if the
judgement is here, God himself, the only one who, according to
the Jewish understanding, is enabled to judge, is already at work.
The pair of locutions «the members of mankind» (oiJ a[nqrw-
poi) and «the Son of Man» (oJ uiJoVs tou~ ajnqrwvpou) deserves to
be acknowledged in its capacity as a pair of antithetic or synthetic
parallelism, attested in substantially authentic sayings, witnessed
by the triple and double tradition of the Synoptics: Mk 2:27-28;
Mk 8:27.29.31.38 (cf. Mt 16:13); Mk 9:31; Mk 14:21; Q 6:22;
Q 12:8-9. As often in the antithetic parallelism of dominical sa-
yings, the stress falls regularly on the second member by linking it
with the first and paradoxically setting it apart. The Son of Man is
generically to be counted among the members of mankind and, at
once, to be specifically distinguished from them all. Moreover,
since what distinguishes the Son of Man from other human beings
is precisely his being norm of judgement (Mk 8:38; Q 3:17; Q
12:8-9), and since judgement is in biblical understanding the very
exclusive attribute of God, there is a strong argument in favour of
M. Theobald’s thesis (and of others): the phrase «the Son of Man»
points discretely and effectually to Jesus being what the Early
Church expressly calls «the Son of God» 23.
The philologist and historian as such ought not to admit the
christian belief according to which the Son of Man is both Norm
of final judgement and Judge, the bearer of the exclusively divine
attribute, in short, in the Early Church’s formula: the Son of God.
But, on grounds proper to philology and history, they may get two
PRÓLOGO
I. INTRODUCCIÓN GENERAL
SOCIOLOGÍA
Introducción a la sociología (5.ª edición) / Antonio Lucas Marín
El laberinto social. Cuestiones básicas de sociología (3.ª edición) / Pablo García Ruiz
Lo femenino (2.ª edición) / Carlos Goñi Zubieta
Positivismo y violencia. El desafío actual de una cultura de la paz / José María Barrio Maestre
Sociología: una invitación al estudio de la realidad social (2.ª edición) / Antonio Lucas Marín
Identidad cristiana. Coloquios universitarios / Antonio Aranda (Ed.)
EDUCACIÓN
La educación como rebeldía (4.ª edición) / Oliveros F. Otero
Los adolescentes y sus problemas (7.ª edición) / Gerardo Castillo
Las posibilidades del amor conyugal (3.ª edición) / Rodrigo Sancho
La educación de las virtudes humanas (14.ª edición) / David Isaacs
El tiempo libre de los hijos (5.ª edición) / José Luis Varea y Javier de Alba
Autonomía y autoridad en la familia (5.ª edición) / Oliveros F. Otero
Preparación para el amor (3.ª edición) / Rodrigo Sancho
Educación y manipulación (4.ª edición) / Oliveros F. Otero
Los niños leen / José Luis Varea y Rosa María Sáez
La libertad en la familia (3.ª edición) / Oliveros F. Otero
El derecho de los padres a la educación de sus hijos / María Elton
Los padres y los estudios de sus hijos (3.ª edición) / Gerardo Castillo
La mujer frente a sí misma (5.ª edición) / Carmen Balmaseda
Qué es la orientación familiar (4.ª edición) / Oliveros F. Otero
Los padres y la orientación profesional de sus hijos (3.ª edición) / Gerardo Castillo
La educación para el trabajo (2.ª edición) / Oliveros F. Otero
Feliz Tercera Edad (2.ª edición) / David Isaacs, Luis María Gonzalo y cols.
Diálogos sobre el amor y el matrimonio (4.ª edición) / Javier Hervada
La educación de la amistad en la familia (3.ª edición) / Gerardo Castillo
Cuestión(es) de método. Cómo estudiar en la Universidad (2.ª edición) / R. de Ketele y cols.
Cartas a un joven estudiante / Alvaro d’Ors
Posibilidades y problemas de la edad juvenil. Un dilema: ¿intimidad o frivolidad? / Gerardo Casti-
llo
Coeducación. Ventajas, problemas e inconvenientes de los colegios mixtos / Ingber von Martial y
María Victoria Gordillo
Desarrollo moral y educación / María Victoria Gordillo
Josemaría Escrivá de Balaguer y la Universidad / Autores varios
La rebeldía de estudiar. Una protesta inteligente (2.ª edición) / Gerardo Castillo
Política y educación / Antonio-Carlos Pereira Menaut
Guía de lecturas infantiles y juveniles / Yolanda Castañeda, María del Carmen Lomas y Elena Martí-
nez
Educación de la sexualidad / José Antonio López Ortega
Un veneno que cura. Diálogo sobre el dolor y la felicidad (2.ª edición) / José Benigno Freire
Cómo mejorar la educación de tus hijos / José Manuel Mañú Noáin
La hora de la familia (3.ª edición) / Tomás Melendo
Cómo entender a los adolescentes / Enrique Miralbell
Aprendiendo a ser humanos. Una Antropología de la Educación (2.ª edición) / María García Amil-
buru
La fiebre de la prisa por vivir. Jóvenes que no saben esperar / Gerardo Castillo
Humor y serenidad. En la vida corriente (5.ª edición) / José Benigno Freire
La creatividad en la orientación familiar / Oliveros F. Otero
Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria / John H. Newman
Ser profesor hoy (5.ª edición) / José Manuel Mañú Noáin
La pasión por la verdad. Hacia una educación liberadora / Tomás Melendo y Lourdes Millán-Pue-
lles
Educar con biografías / Oliveros F. Otero
¡Vivir a tope! En reconocimiento a Viktor Frankl (3.ª edición) / José Benigno Freire
Profesores del siglo XXI / José Manuel Mañú Noáin
Escuela del siglo XXI / José Manuel Mañú Noáin
Trilogía de la «Residencia de Estudiantes» / Eugenio d’Ors
Vivir y convivir en una sociedad multicultural / Jutta Burggraf
Flos Sophorum. Ejemplario de la vida de los grandes sabios / Versión de Pedro Llenera
La educación familiar en los humanistas españoles / Francisco Galvache Valero
El arte de invitar. El diálogo como estilo educativo / Patricia Bonagura
Anatomía de una historia de amor. Amor soñado y amor vivido / Gerardo Castillo
La vida escolar de tus hijos / José Manuel Mañú Noáin
Crecer, sentir, amar. Afectividad y corporalidad / Juan Ramón García-Morato
Retos educativos de la globalización. Hacia una sociedad solidaria (2.ª edición) / Francisco Alta-
rejos, Alfredo Rodríguez Sedano, Joan Fontrodona
¿Quieres enseñar en Secundaria? ¡Atrévete! / José Luis Mota Garay, Antonio Crespillo Enguix
Ocho cuestiones esenciales en la dirección de centros educativos (2.ª edición) / David Isaacs
Educación diferenciada, una opción razonable / José María Barrio Maestre (ed.)
Padre no hay más que uno / Diego Ibáñez-Langlois
Ayudar a crecer. Cuestiones de filosofía de la educación (1.ª reimpr.) / Leonardo Polo
Aprendizaje Permanente / José Luis García Garrido e Inmaculada Egido Gálvez (Coords.)
Ocio y tiempo libre: un reto para la familia / Ignasi de Bofarull
RELIGIÓN
En memoria de Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer (2.ª edición) / Alvaro del Portillo, Francisco
Ponz y Gonzalo Herranz
Homenaje a Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer / Autores varios
Fe y vida de fe (3.ª edición) / Pedro Rodríguez
A los católicos de Holanda, a todos / Cornelia J. de Vogel
La aventura de la teología progresista / Cornelio Fabro
¿Por qué creer? (3.ª edición) / San Agustín
¿Qué es ser católico? (2.ª edición) / José Orlandis
Razón de la esperanza (2.ª edición) / Gonzalo Redondo
La fe de la Iglesia (3.ª edición) / Karol Wojtyla
Juan Pablo I. Los textos de su Pontificado
La fe y la formación intelectual / Tomás Alvira y Tomás Melendo
Juan Pablo II a los universitarios (5.ª edición)
Juan Pablo II a las familias (5.ª edición)
Juan Pablo II a los enfermos (3.ª edición)
Juan Pablo II y el orden social. Con la Carta Encíclica Laborem Exercens (2.ª edición)
Juan Pablo II habla de la Virgen (3.ª edición)
Juan Pablo II y los derechos humanos (1978-1981) (2.ª edición)
Juan Pablo II a los jóvenes
Juan Pablo II, la cultura y la educación
Juan Pablo II y la catequesis. Con la Exhortación Apostólica Catechesi Tradendae
Me felicitarán todas las generaciones / Pedro María Zabalza Urniza
Juan Pablo II y los medios de comunicación social
Creación y pecado (2.ª edición) / Cardenal Joseph Ratzinger
Sindicalismo, Iglesia y Modernidad / José Gay Bochaca
Ética sexual / R. Lawler, J. Boyle y W. May
Ciencia y fe: nuevas perspectivas / Mariano Artigas
Juan Pablo II y los derechos humanos (1981-1992)
Ocho bienaventuranzas (2.ª edición) / José Orlandis
Los nombres de Cristo en la Biblia / Ferran Blasi Birbe
Vivir como hijos de Dios. Estudios sobre el Beato Josemaría Escrivá (5.ª edición) / Fernando Ocá-
riz e Ignacio de Celaya
Los nuevos movimientos religiosos. (Las sectas). Rasgos comunes y diferenciales (2.ª edición) / Ma-
nuel Guerra Gómez
Introducción a la lectura del “Catecismo de la Iglesia Católica” / Autores varios
La personalidad del Beato Josemaría Escrivá de Balaguer (2.ª edición) / Autores varios
Señor y Cristo / José Antonio Sayés (agotado)
Homenaje a Mons. Álvaro del Portillo / Autores varios
Confirmando la Fe con Juan Pablo II / José Luis García Labrado
Santidad y mundo / Autores varios
Sexo: Razón y Pasión. La racionalidad social de la sexualidad en Juan Pablo II / José Pérez Adán
y Vicente Villar Amigó
Los doce Apóstoles (2.ª edición) / Enrique Cases Martín
Ideas éticas para una vida feliz. Guía de lectura de la Veritatis splendor / Josemaría Monforte Re-
vuelta
Jesucristo, Evangelizador y Redentor / Pedro Jesús Lasanta
Teología y espiritualidad en la formación de los futuros sacerdotes / Pedro Rodríguez (Dir.)
Esposa del Espíritu Santo / Josemaría Monforte
De la mano de Cristo. Homilías sobre la Virgen y algunos santos (3.ª edición) / Cardenal Joseph Rat-
zinger
Servir en la Iglesia según Juan Pablo II / Jesús Ortiz López
Iglesia y Estado en el Vaticano II / Carlos Soler
Un misterio de amor. Solteros ¿por qué? / Manuel Guerra Gómez
Pero, ¿Quién creó a Dios? / Alejandro Sanvisens Herreros
Las sectas y su invasión del mundo hispano: una guía / Manuel Guerra Gómez
Cristología breve / Enrique Cases
Qué dice la Biblia. Guía para entender los libros sagrados (2.ª edición) / Antonio Fuentes Mendiola
Comprender los Evangelios / Vicente Balaguer (Coord.)
Cristianos y democracia / César Izquierdo y Carlos Soler (Editores) (1.ª reimpr.)
El impacto de la Biblia. Textos que hablan y hacen cultura / Juan Luis Caballero (Editor)
El celibato sacerdotal. Espiritualidad, disciplina y formación de las vocaciones al sacerdocio / Juan
Luis Lorda (Editor)
Belleza y misterio. La liturgia, vida de la Iglesia / José Luis Gutiérrez-Martín