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científicos
AUNQUE la ciencia no cesa de aclarar enigmas sobre el cosmos y las criaturas de
nuestro entorno, tanto los investigadores como la gente común siguen afrontando
cuestiones tan trascendentales como las siguientes: ¿Qué origen tuvo el universo, y qué
hubo antes de él? ¿Por qué parece que fue preparado para albergar seres vivos? ¿Cómo
surgió la vida en la Tierra?
Antes que nada, ¿qué se quiere decir con “bien regulado”? Tomemos por caso la
intensidad de las fuerzas físicas fundamentales: el electromagnetismo, la gravedad, la
interacción nuclear fuerte y la interacción nuclear débil.* Las cuatro actúan sobre todos
los objetos del universo y están ajustadas y equilibradas con tanta precisión, que el
menor cambio acabaría con la vida existente.
Interacción nuclear débil:
permite que el Sol se Interacción nuclear fuerte:
consuma a un ritmo mantiene unido el núcleo del
constante átomo
A muchas mentes pensantes no les satisface la explicación de que tal exactitud sea pura
coincidencia. El físico John Polkinghorne, que trabajó en la Universidad de Cambridge,
llegó a esta conclusión: “Al comprender que las leyes de la naturaleza deben estar
ajustadas con extraordinaria precisión para que exista el mundo visible, surge con fuerza
en nuestro interior la idea de que este no se originó por casualidad, sino con una
finalidad”.
El físico australiano Paul Davies suscribe la misma opinión: “No cabe duda de que
muchos científicos se oponen temperamentalmente [...]. Desdeñan la idea de que pueda
existir un Dios, o inclusive un sustrato o principio creativo impersonal [...].
Personalmente, no comparto su desdén. [...] No puedo creer que nuestra existencia en el
universo sea un mero capricho del destino, [...] un destello fortuito en el gran drama
cósmico”.
Por estas razones, un número apreciable de científicos ha concluido que las pruebas
aducidas a favor de la evolución son muy débiles y contradictorias. El ingeniero
aeroespacial Luther D. Sutherland hizo este comentario en su libro Darwin’s Enigma:
“Los testimonios científicos indican que cada vez que apareció en la Tierra una forma
de vida básicamente distinta —desde seres unicelulares, como los protozoos, hasta el
propio hombre— estaba completa, con organismos y estructuras del todo funcionales.
De ello se deduce de forma ineludible que hubo cierta inteligencia preexistente antes del
inicio de la vida en nuestro planeta”.
Por otro lado, el orden de aparición de los seres vivos en el registro fósil corresponde al
que presenta la Biblia en el libro de Génesis. Donald E. Chittick, físico químico
doctorado por la Universidad del Estado de Oregón, señala: “Un examen directo del
registro paleontológico nos conduce a la conclusión de que los animales se reproducen
según su género, como indica Génesis. No pasan de una especie a otra. Los hechos,
tanto hoy como en tiempos de Darwin, concuerdan con la crónica de Génesis sobre la
creación directa. Los animales y las plantas aún se reproducen según su género. Tan
fuerte es el conflicto entre paleontología (el estudio de los fósiles) y darwinismo, que
algunos científicos empiezan a creer que nunca aparecerán las formas intermedias”.
¿Puro azar?
Hace unos meses, National Geographic publicó una llamativa cubierta que ilustraba el
amor existente entre una madre y su niño, y que impulsó a un lector a escribir lo
siguiente a la revista: “La imagen de portada de la mamá y el recién nacido es una obra
maestra. No me cabe en la cabeza que haya quien vea esta encantadora criatura, que
solo nueve meses antes fue un óvulo no mayor que la cabeza de un alfiler, y crea que su
fantástico desarrollo se debe a un accidente ciego de la casualidad”.