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2 QUE BS La iLusTRacion? 1784, La ilustracién es Ia liberacién del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad sig- nifica la imposibilidad de servirse de su inte~ ligencia sin Ja guia de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en Ia falta de inteligencia sino de decisién y valor para servirse por si mismo de ella sin Ia tutela de otro, jSapere aude! {Ten el valor de ser- virte de tu propia razén!: he aqui el lema de fa ilustracion, Ta pereza y 1a cobardia son causa de que tuna tan gran parte de los hombres continie a gusto en tados, como los ‘itomos de materia mediante sus choques accidentales, logren toda clase de formaciones, destrufdas de nuevo por nuevos choques, hasta que, finalmente, y por casuali- dad, resulte una tal formacién que pueda man- tenerse en su forma (jun golpe de suerte que es muy dificil que se dé munca!), sea que su- Pongamos, mejor, que la Naturaleza persigue en este caso un curso regular, el de conducir por grados nuestra especie desde el plano de animalidad més bajo hasta el nivel maximo de Js humanidad y, ello, en virud de un arte, aunque impuesto, propio de los hombres, desa- Tolsr Ea Ta CR renrenie cee ea alla disposiciones primordiales de modo totalmente regular; o si se prefiere creer que, de todas es- tas acciones y reacciones de los hombres en st conjunto, nada sale en limpio, 0 nada que valga 4 Ja pena, y que seguirdn siendo éstos lo que fue- ron siempre, y no se puede predecir, por tanto, si la disensi6n, tan connatural a nuestra espe. ce, no acabara por prepararnos, a pesar de nues- tro estado tan civilizado, un tal infierno de ma_ es que en él se aniquilen por una bérbara devastacién ese estado y todos los progresos culturales realizados hasta el dia (destino al que no se puede hacer frente bajo el gobierno del ciego azar, que no otra cosa es, de hecho, Ja libertad sin ley, ja no ser que se le enhebre un hilo conductor de Ja Naturaleza secretamen- te prendido en sabiduria! ); en cualquiera de los casos, In cuestiGn planteada es poco mas 0 menos la siguiente: jes’ razonable, acaso, su poner Ix finalidad de la Naturaleza en sus par- tes y rechazarla en su conjunto? Lo que el es- tado salvaje sin finalidad hizo, a saber, conte ner el desenvolvimiento de las disposiciones naturales de nuestra especie hasta que, por los males que con esto le produjo, obligola a salir de ese estado y a entrar en una constitucién civil en Ja cual se pueden desarrollat todos aquellos gérmenes, esto mismo hace la libertad barbara de los Estados ya fundados, es deci: que por el empleo de todas las fuerzas de la comunidad en armamentos, que se enderezan unos contra otros, por las devastaciones propias de Ie guerra y, mas todavia, por a necesidad 55 de hallarse siempre preparados, se obstaculiza e} completo desarrollo progresivo de las dis- posiciones naturales, pero los males que surgen de todo ello, obligan también a nuestra especie a buscar en esa resistencia de los diversos Esta- dos coexistentes, saludable en si y que surge de su libertad, una ley de equilibrio y un poder unificado que le preste fuerza; a intro- ducir, por tanto, un estado civil mundial o cos- mopolita, de piblica seguridad estatal, que no carece dé peligros, para que las fuerzas de la humanidad no se duerman, pero tampoco de un principio de igualdad de sus reciprocas acciones y reacciones, para que no se destrocen mutua- mente. Antes que se dé este iltimo paso (el de la constitucién de una liga de Estados), es de- cir, casi a Ja mitad de su formacin, la ‘natura- Sleza humana padece los peores males bajo la apariencia engafiosa de nuestro bienestars y no estaba equivocado Rousseau al preferir el esta- do de Jos salvajes si se olvida la viltima etapa {que nuestra especie tiene todavia que remon- tar, El arte y Ia ciencia nos han hecho culros en alto grado, Somos civilizados hasta el exceso, en toda clase de maneras y decoros sociales. Pe- +o para que nos podamos considerar como mora- Hiaados falta mucho todavia. Porque la idea de Ja moralidad forma parte de Ia cultura; pero el ‘uso de esta idea que se reduce a las costumbres 56 fen cuestiones matrimoniales y de decencia ex- terior, es Jo que se Hama civilizacién, En tanto que los Estados sigan gastando todas sus ener gias en sus vanas y violentas ansias expan- sivas, constrifiendo sin cesar el lento esfuerzo de Ja formacién interior de la manera de pen- sar de sus ciudadanos, privandoles de todo apo- yo en este sentido, nada hay que esperar en lo moral; porque es necesaria una larga prepara~ cién interior de cada comunidad para la edu- cacidn de sus ciudadanoss pero todo lo bueno que no esté empapado de un sentir moralmente bueno no es més que pura hojarasca y lente- juela miserable, En esta situacién permanecera, sin duda, el género humano, hasta que, de la manera que he dicho, salga de este caético ato- adero de las actuales relaciones estatales. PRINcIPIO OCTAVO Se puede considerar la historia de la espe- sie humana en su conjunto como la ejecucién de wn secreto plan de la Naturaleza, para la rea lizacién de una constitucién estatal interiormente perfecta, v, CON ESTE FIN, también exterior ‘mente, como el tinico estado en gue aquella de desenvolver plenamente todas las dispostion nes de la bumanidad. Este principio es conse- cuencia del anterior. Se ve que la filosoffa pue- de también tener su guiliasmo pero tal que, para 37 su introduecién, su idea, aunque de muy lejos, puede ser propulsora, es decir, lo menos fanta- siosa posible. Lo que importa ahora es si la ex- periencia nos descubre algo de semejante curso del propésito de la Naturaleza, Digo que muy poco; porque esta Srbita parece exigir tan largo tiempo antes de cerrarse que, basandonos en la pequefia parte recorrida hasta ahora por Ja hu- manidad en esa direccién, nos es tan dificil de- terminar Ja forma de Ja’ trayectoria y la rela- ‘Gén de In parte con el todo, como si intentéra- ‘mos trazar el curso que el sol eva con todo su ejército de satélites dentro del gran siste- ma de estrellas fijas basindonos en las obser- vaciones cclestes que poseemos hasta el dia; aunque, en razén de la constitucién sistemitica de la estructura del universo y también de lo poco que se tiene observado, podemos concluir con seguridad suficiente Ia realidad de ‘seme~ jante Srbita, Por otra parte, Iz naturaleza hu- mana eva consigo: no serle indiferente nila época més Iejana de tx humanidad futura si puede tener I2 seguridad de que Megara. Indi- ferencia que en nuestro caso ¢s menos probable pues parece que, tomando por nuestra parte Gisposiciones racionales, podefamos apresurar Ia Tiegada de esa época tan dichosa para Is poste ridad. Y, por esta circunstancia, les sefiales més s de su aproximacién nos son de Ix ma- yor importancia, En Ja actualidad los Estados se hallan entre sf en una tan delicada relacién, ‘que ninguno puede perder su cultura interior sin padecer en seguida en poder e influencia s0- bre los demés; por lo tanto, las ambiciones de gloria de los Estados se bastan para asegurar, si no el progreso, por lo menos el mantenimien- to de este fin de la Naturaleza. Ademés: la li- bertad ciudadana no puede ser ya afectada en mayor grado sin que, inmediatamente, repercu- ta en desventaja de todos Jos oficios, especial- mente del comercio, y con eso, en disminucién de las fuerzas exteriores del Estado. Pero esta libertad va aumentando poco a poco. Si se le impide al cudadano que busque su bienestar en Ia forma, compatible con Ja libertad de los demas, que bien le parezca, se amortigua la vvivacidad de todo el tréfico y, con ello, también las fuerzas del todo. Por esta razén van dero- gandose Jas limitaciones al hacer y omitir per- sonales, y se concede la plena libertad de reli- giéns y asi surge, gradualmente, interrumpida por delirios y fantasmas, la ilustracién, como un gran bien que tn humanidad ha de preferir a Tos egofstas descos de expansién de sus impe- rantes, con solo que comprenda su propio be- neficio. Pero esta ilustracién y con ella cierta participaci6n cordial en Jo bueno que el hom- bre ilustrado, que lo comprende perfectamen- 59 te, no puede evitar, tiene que subir poco a poco festa El trono y cobrar influencia sobre sus | principios de gobierno, Aunque—por. ejem- | Ploy los gobernantes del mundo no dispenen Ge dinero alguno para establecimientos pibli- cos de ensefianza ni para nada que se reficra fa mejorar el mundo, porque todo est ya com- prometido para Ia préxima guerra, no pueden Frenos de encontrar ‘itil el no impedir Jos es- fuerzos, débiles y lentos, es verdad, de sus pue-~ bios en ese sentido. Por diltimo, la misma gue- fra, no sélo resultard poco 2 poco tuna empre- fe artificiosa, de inseguro desenlace para am- tos contrineantes, sino también muy de sopesar jor los dolores que nego siente el Estado con 2 deuda piblica en incremento constante—ana eva invencién—y con una amortizacién que se de de vista; affdase a esto la influencia Yue toda conmocién de un Estado, gracias a Tr tupida red que sobre ésta parte del mundo ten que vivimos extienden Ins industrias, ejer- qeaubre los demfs, y de una manera tan sen- Sle, que éstos, sin ninguna referencia legal fn qué apoyarse, se ofrecen como frbitros, pre- pardndose asi desde lejos para un futuro gran Eherpo politico del que el mundo, no ofrece cjemplo. Y aunque este cuerpo politico se har fia todavia en estado de burdo proyecto, sin em- bargo, ya empieza a despertarse un sentimien- 60 to en los miembros, interesados er Upinfanten pom irawne permet que, después de muchas revoluciones transfor- madoras, seri a Ja postre una realidad ese fin supremo de Ia Naturaleza, un estado de ciuda- ele moti rena, ae, n desarrollarse to sposiciones primi tivas de la especie uc NovENo PRINCIPIO 1a puienage Heston gue wate de coniair storia universal con arroglo a un pl Mets aietiadosancreiicese na completa de Ia especie humana, no sélo de~ bemos considerarlo como posible, sino que es menester también gue lo pensemos en su efecto propulsor. Parece una ocurrencia un poco ex- trafia_y hasta incongruente tratar de concebir sina historia con arreglo a la idea de cémo de- bia marchar el mundo si se atuviera a ciertas fi- nalidades razonables; parece que el resultado seria algo asi como una novela. Pero si tenemos que suponer que In Naturaleza, aun en el te- reno de Ia libertad humana, no. procede sin plan ni meta, esa idea podria ser itil; y aun que seamos un poco miopes para calar el meca- nismo secreto de su dispositivo, esa idea de- berfa servienos, sin embargo, como hilo condue- tor para representarnos como sistema, por lo 6 menos en conjunto, Jo que, de otro modo, no es mis que tin agregado sin plan alguno de acciones humanas. Porque si partimos de la his- toria griege—como aquélla a través de Ia cual se nos conserva, 0 corrobora por lo menos, toda otra historia mas antigua o coetiéneas si perseguimos su influencia en I formacién y desintegracién del cuerpo politico del pueblo romano, que absorbié al Estado griego, y el influjo de este pueblo sobre las bérbaros, que a su vez acabaron con el Estado. ro- mano, y asi basta nuestros dias; si afiadimos a esto, episddicamente, la historia politica de Jos demis pueblos, cuyo conocimiento ha llega- do poco a poco a nosotros a través de ess na~ ciones ilustradas: se descubriré un curso regu- Jar de mejoramiento de la constitucién estatal en ésta nuestra parte del mundo (que, verosi- milmente, algtin dia dari leyes a las otras). Si, por otra parte, se presta atencién a In consti- tucién civil y us leyes y a las relaciones esta- tales, en In medida que, por lo bueno que hhabfa en ellas, sirvieron por cierto tiempo pa- ra elevar y dignificar los pueblos (y con ellos, Jas artes y Ins ciencias) y en la medida, tam- ign, que, por las deficiencias que les eran inherentes, los volvieron a rebajar, pero de suer- te que siempre quedaba un germen de ilustra- cién, el cual, desarrollandose de nuevo con cada revolucién, preparaba un nivel superior para el taujoramientdj ec descobcir digo tn ilo com ductor que no sélo puede servir para explicar este juego tan enmarafiado de Jas cosas huma- nas, 0 para un arte politico de prediccién de futuros cambios politicos (utilidad que ya se ha sacado de In historia, a pesar de considerar- Ja como un efecto inconexo de una libertad sin regla), sino que (cosa que no se podria esperar con fundamento si no suponemos un plan de la Neturaleza) se puede marcar una perspectiva consoladora del futuro en Ja que se nos repre- sente la especie humana en la lejania cémo va Hegando, por fin, a ese estado en que todos los gérmenes depesitados en ella por la Natu- raleza se pueden desarrollar por completo y puede cumplir con sw destino en este mundo. Semejante justificacién de la Naturaleza—o, mejor, de la Providencia—no es motivo fatil para escoger determinado punto de vista con que enfocar la historia universal. {Pues de qué sirve ensalzar Ja magnificencia y sabidurfa de Ia creacién en el reino natural irracional, y re- comendar su estudio, si ta porcién que corres- ponde al gran teatro de la sabidurfa. suprema, auyo fin contiene—ta historia del género hu mano—, continGa siendo una objecién incesan- te cuya visién nos obliga a desviar con desagra- do la mirada y, desesperados de encontrar ja- 63 ims en él una integra intencién racional, nos leva a esperarla en otro mundo? Significaria una falsa interpretacién de mi propésito creer que con esta idea de una historia universal, que implica en cierto sentido un hilo conductor ¢ priori, pretendo rechazar Ia elabora- cién de In historia propiamente dicha, 1a que se concibe de modo puramente empirico; no 3 mis que un pensimiento acerca de lo que una cabeza filoséfica (por otra parte, bien per- trechada de conccimientos histéricos) pudiera in- tentar también por otros caminos. Hay que pensar asimismo que Ja manera tan circunstan- Gada y, por lo demis, famosa, como se elabora a historia de nuestros dias, por modo natural Hevard a cada cual a considerar con preocupa- cién c6mo va a ser posible a la posteridad car- gar con el peso de la historia que Je vayamos ejando al correr de los siglos. Sin duda algu- na, los perfodos més antiguos, cuyos documen- tos habran desaparecido hace tiempo, los consi- deraré desde el punto de vista de su interés, es decir, estimara tan sélo lo que pueblos y gobier- nos han hecho en pro o en contra del sentido cosmopolita. Tener en cuenta esto, junto al aff de gloria de los jefes de Estado y de sus servi- dores, para asf orientarles hacia el nico medio que puede ascgurarles el recuerdo glorioso de Ja posteridad, mos puede proporcionar por 64 afiadidura un pequefio motivo pare intentar se~ mejante historia filos6fica. 1 EL papel de los hombres cs, por consiguiente, muy Aeliado, No sabemor cémo estén fabricedos los habtentes| de otros planetas y cull sca sa indoles pero si nosotros ‘cumpligramos bien con esta misn de la Nataralees, po- Ariamos gloriamos de ocuper entre nuestros vecinor del Cosmos un rango nada insgnificante, Acsio entre ellos cada individuo pueds lograr su destino completo durante su vida, Con nosotros Is coms estén dispacsas de otto todo: silo Ia especie puede sspirar a ello. Sélo um pibiico ilutrado, que ha perdorado desde ol comienzo hast nuettor dist, sin interrupcisn, puede aa- torizar Ia historia antigas. Fuers de él, todo ex terra ine cognita; y a historia de los pueblos al margen de ax circu Jo puede comenzarte slo partir del momento en que centzan en este cfréulo. Bato ocurri con el pueblo judio fen Ia época de Prolomeo, por la traduccién griege de Is Biblis, sin Ia cual ce hubiers concedido poco crédito a sas disgerss noticias. A parti de exe momento (una vez ‘que ha podido dar con él) podemos seguir paso 4 peo say elatos hacia adelante, Y lo mismo ocerre con todot Jos demés poeblos. La primera pigina de Tuctdides (dice Hume), e1 el nico comienz0 auténtico de tods verds- deta historia, 65 CoMseNZ0 PRESUNTO DE LA HISTORIA HUMANA 1786 Bs licito esparcir en el curso de una histo- ria presunciones que Ienen Ins lagunas que ofrecen las noticiass porque lo antecedente, en calidad de causa lejana, y 1o consiguiente, como cfecto, pueden ofrecernas una direcci6n bastan- te segura para el descubrimiento de las causas intermedias que nos hagan comprensible el trén- sito, Pero pretender que una historia surja por entero de presunciones no parece diferenciarse mucho del proyecto de una novela. Como que tampoco Hevaria el titulo de historia presunta, sino de pura invencién. Sin embargo, lo que no puede osarse en el curso de Ia historia de las acciones humanas, puede intentarse en sus orf- genes, en Ia medida en que se deben a la Natu- raleza, Porque no hard falta inventarla, sino que puede ser sacada de Ja experiencia si se su- pone que ésta en los comienzos no fué ni me- 6 jor ni peor que la que ahora conocemoss su- Ducato Ques comipadecd "sla antl de Ja Naturaleza y no implica ninguna osadias por esto una historia del primer desenvolvi- rmiento de la libertad a partir de su germen ori- ginal en la naturaleza del hombre, es cosa bien distinta de la historia de Ia libertad en su de- curso, que no puede fundarse més que en no- ticas, De todos modos, como las presunciones no pueden proclamar demasiado alto sus preten- siones de asentimiento, sino que tienen que pre- sentarse como movimientos que se le consienten 2a imaginacién, acompafada de raz6n, para recreo y salud del animo y en ningiin caso ¢0- mo algo serios por esto, mal se pueden medir con aquellas historias que sobre ese amare imiento se exponen y aceptan como auténti- See cae Cree ederctacied descansa en fundamentos bien distintos de Ja pura filosofia natural, Por esto. mismo, pues emprendo un viaje de placer, séame permitido servirme, co- mo de mapa viajero, de un ee da yo imaginar que, en este viaje hecho ee ete eee razonable procedente de la trace ezo con el mismo camino que ese anio Bark Ek eter bourne? Mw ndeoMoita aap. 11-vr y podra seguir en detalle si el ca- oo mino sefialado conceptualmente por Ia filoso- fia coincide con el del libro sagrado, Si no queremos perdernos en suposiciones, tendremos que poner el principio en aquelle gue ya no admite derivacién alguna de cau. sas naturales anteriores por medio de Ja razén hhumana, a saber, la enstoncia del hombres y ya ‘mayer, porque tiene que prescindir de la ay. Imaterna; aparejado, para que procrees y una sola pareja, para que no surja en segiida. Ia guerra, como ocurriria de estar los hombres Juntos siendo extrafios los unos a los otros, 0 también para que no achacéramos a Ja Natu- raleza que con su diversidad de origen habfa faltado a la disposicin més adecuada para la sotiabilidad, que constituye el destino maximo. del hombre; porque Ja unidad de la familia de Ja que habrian de descender todos los hombres, cra para ese fin Ia preparacién mejor. Coloce ® esta pareja en un lugar a resguardo de los ata, ques de las fieras y provisto en abundancia por Ja Naturaleza, es decir, en una especie de jor. din cubierto de un cielo benigno. ¥ Ia contem. lo después que ha adelantado bastante en stu destreza para servirse de sus fuerzas, asf que ‘no comienzo con Ja cruda rudeza de su natu. ral; porque, de intentar yo Henar esta laguna, que de seguro ha durado Jargo tiempo, es. f- ail que mis suposiciones le sobraran un poco al 69 lector y Je faltaran un mucho a la verosimili- tod, Por Io tanto, el primer hombre podia er guirse y andar, podia hablar (Moisés, cap. 11 ¥. 20),! si, hacer uso del discurso, es decir, ha- blar segéin conceptos coordinados (v. 23), por Jo tanto, pensar. Puras habilidades que tuvo que ganarlas por su mano (pues de haberle sido procuradas se heredarian, lo que contra- dice Ia experiencia), pero adornado de las cua- les le supongo ya para poder tomar en conside- racin el desarrollo de Jo moral en su hacer y comitir, lo cual presupone necesariamente aque- Ila destreza primera. El instinto, esta voz de Dios, a ta que obe- decen todos Jos animales, es quien debe con- ducir al novato en sus comienzos. Este instinto Te permite conocer algunas cosas, le prohibe otras (111, 2. 3). Pero no es menester suponer Ja existencia de un instinto especial, hoy per- dido, para asegurar este amparo. Pudo ser muy bien el sentido del olfato y su parentesco con el érgano del gusto, Ia conocida simpatia de este iltimo con los érganos de 1a digestién, y, con ésto, la facultad de presentir la adecuacién © no de un alimento con el gusto, que todavia pposeemos. Ni es necesario suponer que este sentido estuviese més aguzado en la primera pareja; porque es bien sibido cuin gran dife- rencia en la perceptibilidad existe entre los hom- bres que se sirven tinicamente de sus sentidos y los que se ocupan a la vez de sus pensamien- tos, desviindose asi de las sensaciones. Mientras el hombre inexperimentado si- ‘uid obedeciendo a esta voz de Ia Naturaleza, se encontraba a sus anchas. Pero pronto la raaén comenz6 a animarse y busc6, comparando Jo gustado con lo que otro sentido, no tan tra- bajado por el instinto, por ejemplo la vista, Je presentaba como semejante a lo gustado, la ampliacién de su conocimiento de los medios de nutricién més alla de los limites impuestos por el instinto (11, 6). Este ensayo pudo, por ca id, salir bastante bien, aun no iendo el instinto consejero, con tal de que no lo contra- dijera. Pero resulta ser una cualidad de la rae z6n que, con ayuda de la imaginacién, puede Provocar artificialmente nuevos deseos, no s6lo tin necesidad de un impulso natural que a ello Je empuje, sino hasta en contra de tales im_ pulsos, deseos que si en un principio merecen el nombre de concupitcencia, poco a poco se convierten en un enjambre de inclinaciones in eludibles y hasta antinaturales que recibiran l calificativo de volupruosided. La ocasiin pa ta esta apostasia de las inclinaciones naturales pudo ser una nimiedad; pero el éxito del pri- ‘mer intento, que signific6 cobrar conciencia de que Ja razén era una facultad que permiti 7 traspasar los Iimites en que se mantienen todos Jos animales, fué muy importante y, para el género de vida, decisive, Quizis se hubiera tratado, en el caso, de un fruto cuyo aspecto, por su'semejanza con otros frutos aceptables, ya probados, incitara al ensayo; sia esto se afia dié el ejemplo de algin animal cuya natura Jeza fuera adecuada al gusto a ensayar, con- trariamente a lo que ocurrfa con el hombre, que por eso sentfa un instinto natural que se le resistia, se pudo presentar de este modo Ja pri- mera ocasién a la razn para empezar a porfiar con la voz de Ja Naturaleza (111, 1) ¢ inten tar, a pesar de su contradiccién, el primer en- sayo de una eleccién libre que, en su condi- én de tal, no resultarfa de seguro con arre- glo 2 lo experado. Imaginese todo lo peque- fio que se quiera el dafio que de pronto sin {36 el hombre, Ia cosa es que abrié los ojos (wv. 7). Descubrié en sf la capacidad de esco- get por si mismo una manera de vivir y de no quedar encerrado, como el. resto de los ani- males, en una sola.’A Ia satisfaccién momen- tdnea que el descubrimiento de esta ventaja debié producirle, pronto le seguirian el miedo y el temor: c6mo se Ins iba a arreglar él, que no conocfa todavia ninguna cosa segtin sus pro- piedades ocultas y sus lejanos efectos, con su facultad recién descubierta. Se encontraba como al borde de un abismo: porque, sobre los ob- jetos concretos dle sus deseos, que el mismo ins- tinto le sefialaba, se le abria ahora una serie infinita en cuya eleccién se encontraba SHATNER MAE ae neat boertad Je era ya imposible volver a Ja obe- diencia (bajo el mando del instinto). Después del instinto de nutricién, por me~ dio del cual Ja Naturaleza conserva a cada in- dividuo, cl instinto sexual, en cuya virtud se conserva Ia especie, es el més importante. La raz6n, una vex despierta, no dejé de extender también su influencia sobre éste. Pronto encon- tr6 el hombre que el estimulo del sexo, que en Jos animales descansa en un impulso pasa jero, por lo general periédico, en él era posi- ble prolongar y hasta acrecentar por Ia imagi- rnacidn, Ja cual leva su negocio con mayor mo- deracién pero, al mismo tiempo, con mayor du- racién y regularidad, a medida que el objeto es sustraido 2 los sentidos, evitindose asi el tedio que la satisfaccién de ‘un puro deseo ani- mal trae consigo. La hoja de parra (v. 7) fué el producto de una manifestacién de Ia razén todavia mayor que la realizada por ésta en la primera etapa de su desarrollo. Porque con- vertir una inclinacién en algo més intenso y mis duradero sustrayendo su objeto a los sentidos, muestra ya Ja concienda de cier- n to dominio de la razén sobre los impulsos; no solo, como en su primer paso, 1a capacidad de prestarles servicio en mayor o menor medida. Abstenerse fué el ardid que sirvi6 para elevar Jo puramente sentido a estimulo ideal, Jos puros deseos animales poco a poco a amor y, asf, la sensacién de lo meramente agradable a ‘gusto por la belleza, en los hombres primero, y fen In Naturaleza toda después, La deconcia, in- clinacién a despertar con nuestro decoro (repul- sién por todo aquello que pudiera inspirar me- nosprecio) el respeto de los demas, que consti- tuy6 Ia verdadera base de toda ‘sociabilidad, ofrecié también la primera sefial del destino del hombre como criatura moral. Comienzo ni ‘mio, pero que hace época, pues al dar una di reccién totalmente nueva a Ia manera de pen- sar, su importancia excede a toda Ia serie in- acabable de los desarrollos culturales que se han sucedido después El tercer paso de In razén, Iuego que se hubo mezclado con las necesidades. primera- mente sentidas, fué la reflexiva expectacién del fusnro, Esta capacidad, no s6lo de gozar del mo- mento presente, sino de hacerse también pre~ sente el tiempo por venir, aun el més remo- to, constituye Ia caracteristica mAs scfialada de Ja prerrogativa humana, pues el hombre, con- forme a su destino, puede prepararse para los " fines més Iejanos, pero, al mismo tiempo, es también Ja fuente inagotable de los cuidados y preocupaciones que desvela el futuro, y que les han sido ahorrados a todos Jos animales. (v. 13-19). El hombre, que tenia que subvenir pa~ ra si y su mujer y’ para sus futuros hijos, vi6 Ja ereciente penosidad de su trabajos la mujer previ6 los sufrimientos a que 1a Naturaleza ha- bia sometido a su sexo y, por si fuera poco, los que Je impondria el varén, mas fuerte que ella. Los dos, ademis, tras el! cuadro de esa vida penose, anticipaban con temor algo que tam- bién les ocurre a todos los animales pero que a ninguno preocupa: la muerte; y, asi, les pa- recié bueno rechazar y convertir en crimen el ‘uso de la razin, que todos estos males les aca- sreaba. El nico consuelo que acaso entrevieron fué el vivir en su posteridad, que tendria me- jor suerte, o, también, el aliviar sus sufrimien- tos como miembros de una familia (v. 16-20). El cuarto y ultimo paso de esa razén que eleva a los hombres muy por encima de la sociedad con los animales, consistié en que comprendié el hombre (no més que barrun- tandolo) que él constituia el genuino fin de Ja Natwraleza y nada de lo que rebulle sabre In tierra podfa hacerle en esto Ja competencia, La primera vez que dijo a la oveja: La piel tuya Ja Nawuraleza no t2 Ia ha dado pare ti sino para

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