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naturalista
La segunda mitad del siglo XIX está dominada por dos tendencias literarias que tienen
su reflejo también en la literatura dramática y en la forma de representación teatral: el
Realismo y el Naturalismo.
Las bases del teatro contemporáneo se cimentaron en las últimas décadas del S.XIX,
comenzó entonces una nueva sensibilidad, más cercana al naturalismo de Emile Zola
(escritor francés). Por la misma época, en Noruega, nace uno de los más grandes
dramaturgos de esta segunda mitad del siglo XIX, Henrik Ibsen, al que se considera el
gran innovador y el creador del teatro realista moderno. La obra maestra de Ibsen es
“Casa de muñecas”, que es un alegato a favor de la liberación de la mujer, lo que creó
un gran escándalo y revuelo social. Sin la obra dramática de Ibsen sería inconcebible
el desarrollo posterior del teatro en el siglo XX. Frente al realismo de Ibsen
encontramos el desgarrado y atormentado naturalismo de August Strindberg,
dramaturgo sueco. Tuvo una vida turbulenta, con repetidos divorcios e intentos de
suicidio. De sus obras, la que sigue completamente viva en el repertorio de los teatros
internacionales es “La señorita Julia”, estrenada en 1888.
En Rusia, el Realismo inicia con la obra de Antón Chejov, cuyo éxito es inseparable de
la fundación del Teatro del Arte de Moscú por Stanislawsky y Dachenko. El fundador,
Constantin Stanislavski, nació en una familia acomodada y en su juventud fue
fundador de la Sociedad de Literatura y Arte. De su encuentro con Vladimir Nemirovich
Dachenko nace la idea de la fundación del Teatro del Arte de Moscú, que formado en
principio por estudiantes de teatro y aficionados, llegó a constituirse como uno de los
grandes conjuntos de actores del mundo. El Teatro del Arte de Moscú, consigue que
Antón Chejov, que había fracasado anteriormente con su obra “La gaviota”, se
convenciera de seguir escribiendo para el teatro, y así surgieron obras maestras del
drama como “El tío Vania”, “Las tres hermanas” o “El jardín de los cerezos”. En sus
obras no se produce el conflicto de héroes o heroínas, sino que la historia parte ya de
un conflicto en el que esos héroes y heroínas han sido ya derrotados; no luchan, sino
que se abandonan a un destino ya cumplido; la obra desarrolla esa derrota vital de los
personajes.