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Simón Bolívar y la Constitución de la Villa del


Rosario de Cúcuta de 1821
“Para nosotros la patria es América” (1814).
A los 200 años de creación de la República de Colombia.

Rafael Rubiano Muñoz


Sociólogo y Mg. en Ciencia Política, Universidad de Antioquia; Dr. en Ciencias Sociales,
Flacso – Argentina, Profesor Titular, Universidad de Antioquia.

1. La Constitución de la Villa del Rosario de Cúcuta de 1821 y la otra


historia, la contrahistoria de Colombia y América Latina.

“En nuestra América española, el ideal de un hombre de genio como Bolívar cae
roto por las fuerzas híspidas, anárquicas, de la barbarie”1. Mariano Picón Salas.

En el año de 1814, es decir, a seis años de la invasión de Napoleón Bonaparte a España que
inició la profunda crisis de soberanía del imperio español en América2, el libertador Simón
Bolívar, tras el fracaso de la segunda República de Venezuela en 1814, exiliado y en busca
de nuevos apoyos y recursos, se dirigió en noviembre a Pamplona donde se topó con las
tropas dirigidas por el otro venezolano, Rafael Urdaneta. Sobre las circunstancias de este
suceso, ambos militares se dirigían hacia Tunja casualmente y entre otros contextos sucedió
que los soldados del ejército de Urdaneta rompieron filas y se “presentaron ante Bolívar con
gritos de “¡Viva el Libertador!”. Urdaneta aceptó lo inevitable y Bolívar tuvo que saludar y
a la vez amonestar a las tropas”3, señala el historiador británico John Lynch, uno de los
biógrafos autorizados del héroe americano caraqueño.

En su publicación Lynch agregó que, dicho encuentro lo hizo con unas palabras memorables:

“¡Soldados! ¡Habéis henchido mi corazón de gozo! Pero ¿a qué costa? A costa de la


disciplina, de la subordinación, que es la primera virtud del militar. Vuestro jefe es el
benemérito general Urdaneta, y él lamenta como yo el exceso a que os condujo vuestro
amor. ¡Soldados! Que no se repitan más los actos de desobediencia entre vosotros. Si
me amáis, probádmelo continuando fieles a la disciplina y obediencia a vuestro jefe. Yo
no soy más que un soldado que vengo a ofrecer mis servicios a esta nación hermana.
Para nosotros la patria es la América; nuestros enemigos los españoles; nuestra enseña,
la independencia y la libertad”4.

1
Picón Salas, Mariano. “Hispanoamérica, posición crítica”. En: Europa-América. Caracas: Monte Ávila
editores Latinoamericana, 1996. p.196
2
Hamnett, Brian. La política española en una época revolucionaria. México: Fondo de Cultura Económica,
2011.
3
Lynch, John. “La guerra a muerte”. En: Simón Bolívar. Barcelona: Crítica. 2009. p. 118.
4
Ibid. p. 118.
2

Al ritmo del fracaso de la República de Venezuela, el 15 de junio de 1814, por la


contrarrevolución y la insurgencia que condujo el llanero y caudillo venezolano, José Tomás
Boves, ese mismo año – acaso para fatalidad de la campaña bélica independentista - se
produjo la restauración de Fernando VII con la derrota de Bonaparte en Waterloo5, lo que
implicó el recrudecimiento de la guerra independentista por el regreso de la monarquía y el
resurgimiento del estado colonial. De hecho, se rumoró que Napoleón Bonaparte se exiliaría
en Venezuela, asunto que causó la indignación de Bolívar, quien, desde Kingston, escribió
el 22 de agosto de 1815 algunas reflexiones al respecto, con ironía y llenas de expectación se
refirió al respecto:

“La suerte del mundo se ha decidido en Waterloo. la Europa ha quedado libre por esta
inmortal batalla, y sus consecuencias pueden ser más importantes que cuantas han
figurado en los anales del universo, sobre todo con respecto a la América, que va a ver
transportar a su seno el tremendo teatro de la guerra que por más de veinte años ha
afligido a la Europa. Si es verdad que Bonaparte ha escapado de Francia, como se
asegura, para venir a buscar un asilo en américa, cualquiera que sea su elección, ese país
será destruido con su presencia. con él vendrá el odio de los ingleses a su tiranía; el celo
de la Europa hacia la américa; los ejércitos de todas las naciones seguirán sus huellas; y
la América entera, si es necesario, será bloqueada por las escuadras británicas”6.

Unos meses antes, el 16 de febrero de 1815, desde Cádiz, se envió una fuerza expedicionaria
al mando del General Pablo Morillo con un ejército de cerca de diez mil hombres7, pisaron
tierra firme en Caracas el 11 de mayo de 18148 y mientras ello ocurría, Bolívar, se encontró
una vez más en el exilio, esta vez caribeño, sin recursos, empobrecido y fustigado por su
nuevo fracaso, sin apoyos económicos y materiales para la guerra y hasta iba a ser objeto de
un atentado que no llegó a su culminación, pues, la noche del 10 de diciembre cerca de las
10 de la noche, un esclavo de Bolívar, de nombre Pío entró a la habitación y asesinó a Félix
Amestoy9 quien dormía en la hamaca que debía ocupar el libertador, pero entre otras causas,
el equívoco del criminal y la oscuridad de la noche conspiraron contra el conspirador, de
modo que el esclavo no pudo realizar su cometido, fue encontrado culpable y juzgado.
Siguiendo las páginas de la biografía de Lynch ya citada, dice que:

“La prensa de Kingston recogió el asesinato y el juicio que le siguió, donde salieron a la
luz más detalles. Pío dijo que dos españoles, cuyos nombres no reveló, le habían ofrecido
dos mil pesos por matar a su amo y le habían dado a beber alcohol. Confesado el crimen,
el esclavo fue hallado culpable y ejecutado, y su cabeza se exhibió en Kingston. Según
la prensa, se trataba del tercer atentado contra la vida del Libertador, perpetrado por
“algunos españoles de la más baja esfera”. ¿De quiénes se trataba? Tres generales

5
Lovett, Gabriel. La guerra de independencia y el nacimiento de la España Contemporánea. Madrid: Península.
1975.
6
Bolívar, Simón. Doctrina del Libertador. Caracas: Biblioteca Ayacucho. 1985. P. 63.
7
Masur, Gerhard. Bolívar. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1980. Pp. 235-247.
8
Ibid. P. 244.
9
Bushnell, David. Simón Bolívar, proyecto de América. Bogotá: Universidad Externado de Colombia. 2007.
P. 111.
3

estaban bajo sospecha, Morillo, Moxó y La Torre, pero O’Leary no creía que Morillo
pudiera caer tan bajo, y Bolívar se guardó su opinión”10.

Por otro lado, según David Bushnell, historiador norteamericano, dedicado a los temas o
problemas latinoamericanos y en particular un estudioso de Colombia y de algunos de los
grandes personajes políticos del país, en especial de Francisco de Paula Santander11, en el
capítulo titulado “Intermedio granadino y caribeño (1814-1816)”12 de su biografía sobre
Bolívar, aseveró que la restauración española y el exilio de Bolívar hacia las Antillas,
delinearon con mejores perfiles la lucha por la independencia y específicamente en ese
contexto, añade que Bolívar escribió la famosa epístola ensayo “Carta de Jamaica”13 (6 de
septiembre de 1815), relato dirigido a Henry Cullen14 comerciante inglés, en el que da cuenta
de la coyuntura crítica de la emancipación y se atreve a perfilar el futuro de las nacientes
repúblicas de nuestro continente. No obstante, las adversidades del libertador, reitera
Bushnell, sus relaciones de amistad con Maxwell Hyslop, Luis Brion, Alejandro Pétion,
quienes estaban interesados en impulsar la emancipación de América, alivió la sensación de
fracaso y de claudicación en la lucha por la liberación de América ese año15.

Entre El Manifiesto de Cartagena del 15 de diciembre de 1812 y el discurso para el Congreso


de Angostura de 15 de febrero de 1819 se definieron con mayor claridad las ideas de Bolívar
acerca de la conformación de la Gran Colombia16 como tendremos ocasión de analizarlo aquí.
Ahora de acuerdo con la lectura de algunas biografías orientadas con lente humano y
desprovistas de la mirada que cae en leyenda o de la mitificación, se comprende que la
existencia de los personajes en sus ideas y proyectos – como el de las independencias – no
tienen trayectorias lineales, porque la vida va y viene, se mueve en espirales, o sea en
temporalidades discontinuas y hasta contradictorias. Las ideas independentistas en Bolívar,
maduraron poco a poco, y se convirtió en lucha guerrera y marco constitucional, a partir no
de los éxitos y de las celebraciones patrias, sino a través de los reveses y los fracasos, de la
experiencia y de una sensibilidad innata de su personalidad en el sentido del pragmatismo
político, esto es, como él mismo lo refiere, a causa del imperio de las circunstancias17.

A partir de la variedad de fuentes que se pueden investigar es posible afirmar que Bolívar
concibió el proceso de independencias de América Latina y de República a través de
contornos muy diversos y hasta contradictorios, y es perceptible que no hay una fecha
exclusiva y determinante, ni testimonio específico o singular que defina lo que fue su
aspiración de la unidad política de nuestros pueblos. Por lo anterior, para lograr descifrar
entonces lo que le dio sentido a su imagen continental de emancipación y de creación de su
10
Ob. Cit., Lynch. p. 131.
11
Bushnell, David. El régimen de Santander en la Gran Colombia. Bogotá: Tercer Mundo-Universidad
Nacional de Colombia. 1966.
12
Ob. Cit. Bushnell, Proyecto de América, Pp. 101-125.
13
Bolívar, Simón. La Carta de Jamaica y otros ensayos. Caracas: Biblioteca Ayacucho. 2015.
14
Navarro, Nicolás Eugenio. El destinatario de la carta de Jamaica (Entorno a un luminoso hallazgo
documental). Caracas: Imprenta Nacional. 1954.
15
Ob. Cit. Bushnell, Proyecto de América, Pp. 111-125.
16
Bolívar, Simón. “Perfil histórico de Bolívar”. Discursos, proclamas y epistolario político. Madrid: Editora
Nacional. 1981.Pp. 27-28.
17
Ibid. p.53.
4

utopía de la Gran Colombia, es necesario entrelazar, variados encuadres, desde lo biográfico,


las épocas y los contextos vividos y la producción intelectual y los procesos bélicos. La
hagiografía o la leyenda, son válidas, pero empobrecen, ya que se pierde la riqueza de la
mirada histórica y fue propio del siglo XIX la relación de la historia con las elites en el poder,
ya que se escribieron las obras con intención partidista o con influencia ideológica e incluso
con ánimo de legitimar la dominación de clases, como lo admite el historiador argentino y
latinoamericanista José Luis Romero18. Elites e historia nacional crearon un binomio, una
historiografía de los vencedores de las guerras dejando huérfanos en los relatos a las clases
sociales desde abajo, muchas veces fueron excluidos de los relatos históricos los sometidos
y los dominados. La historia patria o nacional se utilizó como arma para legitimar las formas
de poder y para construir esas comunidades imaginadas19 en las que debían al mismo tiempo,
divulgar y constituir entre los ciudadanos, las nociones de la identidad nacional20con los
símbolos y fechas patrias. Por fortuna, en la investigación histórica actual ha habido un
interés por pensar la historia de los vencidos y de los no nombrados, la historia desde abajo,
y de hecho, algunas biografías de los héroes patrios, no se interesan en hacer la apología del
guerrero, del luchador legendario de las batallas libertarias, buscan, no detallar con exceso
los éxitos de las campañas bélicas y por el contrario, se dirigen a recabar en los personajes
de carne y hueso, en sus éxitos, pero también en sus fracasos, de ahí que, esas consideraciones
aplican a Bolívar, quien tuvo muchos desaciertos, pese a su gloria.

Ahora, en un libro homenaje21 que se le hizo al libertador tras sus doscientos años de
nacimiento, por la emblemática Biblioteca Ayacucho, el proyecto editorial más relevante y
el más influyente de las letras, el arte y el pensamiento de nuestro continente, se alude a las
dificultades para reconstruir la obra y el pensamiento de Simón Bolívar toda vez que, las
fuentes son ilimitadas y las interpretaciones son tan variadas y heterogéneas como
contrastantes y disonantes, por lo tanto se afirma en la introducción que:

“Hay un Bolívar esencialmente “histórico”, un Bolívar de fechas, de cronológico


devenir, de árbol genealógico, de cartas, decretos, manifiestos. Batallas […] un Bolívar
encasillado en el rígido dossier de sus acciones políticas y guerreras. Un Bolívar que,
siendo humano, remite su pellejo y su osamenta y sus íntimas reacciones a la descarnada
dimensión histórica mensurada donde lo importante no es el cómo pudo sobrellevar una
vida signada por la violencia, la exterminación y la crueldad, sino que, lo único
destacable y digno de evocarse, es el resultado último de su empresa, es decir, la gloriosa
meta alcanzada por el Héroe”22.

18
Rubiano Muñoz, Rafael. “Aspectos metodológicos de la historia de las ideas en José Luis Romero y los
dilemas de las independencias latinoamericanas”. En: La independencia: recepción de ideas y construcción de
mitos. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia-DAAD. 2012. Pp. 135-173.
19
Anderson, Benedict. Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y difusión del nacionalismo.
México: Fondo de Cultura Económica. 1993.
20
Traverso, Enzo. La historia como campo de batalla. México: Fondo de Cultura Económica, 2016.
21
(S.A.) Bolívar. Caracas: Biblioteca Ayacucho. 1983.
22
Trujillo, Manuel “Bolívar en letra impresa”. En: Bolívar. Caracas: Biblioteca Ayacucho. 1983. P. 11.
5

Convenimos con la anterior cita, que limitar a Bolívar a una sola imagen, la del héroe guerrero
y militar, al “libertador” de la “campaña admirable”23 o al luchador de las “campañas
libertadoras”24, con una subordinación o sometimiento a los discursos de la historia oficial,
que nadie niega que es importante en su proceso de reconstrucción de fechas, héroes,
acontecimientos patrios y otros referentes, es osificar los procesos humanos del pasado y el
presente, es tanto como petrificar las acciones humanas, someterse a la dictadura del tiempo
lineal, por lo que se deshistoriza la historia haciendo ese tipo de historiografía. Por el
contrario, una historia pensada desde la diversidad o desde abajo, o sea, a partir de unas
visiones más amplias y más horizontales, por ejemplo, contribuirían a algunos procesos
pedagógicos de formación ciudadana o de mayor conciencia de nuestras nacientes repúblicas
y de sus avatares ya casi al cumplirse los doscientos años de liberación absoluta cuando, las
Batallas de Junín y de Ayacucho en 1824 formalizaron la derrota definitiva de los ejércitos
españoles en América Latina.

Frente a la historia oficial, más que promover discursos que desoficialicen, hay que variar
los objetivos pedagógicos e incluso investigativos y entre muchas las tareas que deberían
asumir los historiadores - y claro está de los estudiosos de las ciencias sociales humanas - es
generar nuevas perspectivas de lectura del pasado, con interrogantes novedosos y creativos
que a su vez inciten a narrar con sentido crítico la formación de nuestras instituciones
políticas y además, desvelan con alternatividad el tipo de sociedad que hemos forjado.
Justamente el campo de la Historia ha sido enriquecido con otros subcampos o subdisciplinas
hace varios años. de hecho, hace casi tres décadas se ha ido introduciendo el campo de las
ciencias sociales latinoamericanas, el conocimiento de la historia intelectual25, que constituye
un modo de discernimiento, fluido, flexible, interdisciplinar que, si bien se centra en los
intelectuales como sujetos sociales, implican formas diversas de investigarlos.

La historia intelectual se ha convertido en un campo de investigación que, entre otras


consideraciones metodológicas, por ejemplo, plantean que es posible asumir que las ideas
son objeto de atención científica, a partir de artefactos o de procesos materiales, las ideas
también circulas y se expanden, pasan con las generaciones y se instalan (se rechazan)
mediante las relaciones, o las formas de sociabilidad. A través de esos presupuestos la historia
intelectual no se restringe a la clasificación exegética, no necesariamente fija su atención en
las ideas por ser abstractas y obliga a sus investigadores a hurgar en sus condiciones y
existencias sociales. Como campo emergente, la historia intelectual se ha institucionalizado
como un campo que ha ganado interés y atracción en nuestro continente26, y constituye un
terreno científico que invita a pensar y hacer la historia, bajo la mirada de la otra historia,
consultando nuevas fuentes y nueva documentación, es una metodología emergente y apela
a una manera de concebir los actores y procesos de nuestra historia de manera alternativa.

23
Porras Troconis, Gabriel. Campañas Bolivarianas de la libertad. Caracas: Imprenta Nacional. 1953. Pp. 67-
94.
24
Ibid. Pp. 295-356.
25
Altamirano, Carlos. “ideas para un programa de historia intelectual”. En: Para un programa para una historia
intelectual y otros ensayos. Buenos Aires. Siglo XXI. 2005. Pp. 13-24.
26
Altamirano, Carlos. Historia de los intelectuales en América Latina. 2 vols. Buenos Aires: Katz. 2008 (2010).
6

La invitación de la historia intelectual resulta muy llamativa porque como campo emergente,
flexible y novedoso, incita a hacer y pensar la historia con creatividad, interrogando o por lo
menos, incitando a plantear nuevas preguntas con relación a nuestro pasado lejano o
inmediato para decirlo con el latinoamericanista José Luis Romero27. Nuestra posición en
este capítulo va en esa dirección y a partir de esa concepción de la historia bajo otro ángulo,
consideramos la efeméride de una fecha o de un acontecimiento de manera diferente. Así nos
vemos impulsados a plantear que los 200 años de la Constitución de 1821 que celebramos a
través de esta publicación, producto del evento organizado por Feisa-Asopen-Kultur, no se
podría abordar si no se incluye la figura de Simón Bolívar, no necesariamente a la figura del
guerrero, sino como un personaje de ideas, un intelectual28 y letrado29, quien, por su
incidencia en el proceso de construcción de nuestras nacionalidades y más aún, por su lucha
en específico por alcanzar la unidad continental o de integración supranacional30 de nuestras
tierras, se movió entre las balas y las ideas.

Pero lamentablemente, en el caso del libertador: “El Bolívar histórico siempre está más con
los pies en la divinidad que sobre la tierra ensangrentada, esa tierra-testimonio de sus
extraordinarios avatares como también de sus errores y desdichas. Es el Bolívar-Dios, el
intocable, y como tal un Bolívar-religión a quien es necesario rendir culto como si se tratara
de un ser colocado más allá de la humana contingencia. Nada tan lamentable y tan deformante
y, al mismo tiempo, antibolivariano. Porque toda mitificación no sólo contiene una subjetiva
dosis de añoranza racionalista, sino que, en su ciega devoción, conlleva también una cierta
autonegatividad. Bolívar, sí, es uno de esos hombres cuyo destino cumple una parábola
contadas veces emulada en la empresa humana. Pero de ahí a exiliarlo de toda investidura
terrenal no es otra cosa que, paradójicamente, minimizarlo en la deificación absolutista y en
la inevitable catarsis obstaculizante de la reflexión y del análisis aproximativo de su
verdadera estatura”31.

No obstante, lo anterior, algunas publicaciones biográficas han logrado superar el mal del
historiador que Françoise Dosse llamó el “espejo biográfico”32, en la que se trasladan valores,
ideales subjetivos del biógrafo al biografiado. En algunos casos, las biografías han
equilibrado el hombre de bronce con el de carne y hueso. Las posturas expresadas constituyen
una invitación al lector a hacer historia releyendo nuestra historia, patria o continental con
otras visiones y otros lentes. Por lo anterior, en este capítulo, para establecer las relaciones
que tiene la Constitución de 1821 y Bolívar, será exigible, enfocarnos a rescatar al guerrero
militar, pero igualmente es necesario incluir al intelectual, al editor y al periodista, es decir,
no mutilarlo como el héroe legendario sino más bien reconstruirlo en sus dimensiones
intelectuales.

27
Romero, José Luis. Situaciones e ideologías en América Latina. Medellín: Universidad de Antioquia. 2002.
28
Pérez Vila, Manuel. La formación intelectual del libertador. Caracas: Ministerio de Educación. 1971.
29
Pérez Vila, Manuel. Simón Bolívar: el libertador, el hombre y el estadista (1783-1830). Caracas: Editorial
Texto. 1983.
30
Ramos Pérez, Demetrio. “Nación, Supernación y Nación local en Hispanoamérica en la época bolivariana”.
En: Problemas de la formación del Estado y la Nación en Hispanoamérica. Bonn. Inter Nationes, 1984.
31
Ob. Cit., Trujillo, Manuel “Bolívar en letra impresa”, P. 11.
32
Dosse, Françoise. El Arte de la biografía. México: Universidad Iberoamericana. 2007.
7

Hasta ahora, el Bolívar editor y periodista no se ha investigado a profundidad, pese a que


creó su diario, El Correo del Orinoco, donde plasmó no pocas de sus convicciones y
principios. Pero pongamos algunos ejemplos. En el caso de realizar una biografía sobre
Bolívar, desde la perspectiva de la historia intelectual no se relataría el personaje, definido
dentro de ciertas ideas fijas, normalmente se dice que el Libertador, era “hijo de la ilustración
y el romanticismo”, sin ningún detalle y sin ningún desentrañamiento. También se le incluye
en una corriente o en una línea ideológica, por el uso de algún concepto reiterado o de algunas
actitudes políticas, como en el caso de sus postulaciones sobre el “poder presidencial fuerte
y central”, su acendrada crítica al sistema federal o sus apuestas por un “senado vitalicio,
hereditario”, y simplificado hasta lo ramplón Bolívar es calificado de déspota, tirano y
dictador.
Más aún, se le califica de cesarismo y hasta de napoleónico enfermizo, como lo hizo el
pensador Karl Marx que lo calificó de traidor, oportunista, saqueador, desertor, llamándole:
“El Napoleón de las retiradas”33. Pero era obvio como lo argumenta el experto marxista
latinoamericano José Aricó34, la mirada sesgada y hasta ampulosa de Marx frente a Bolívar
por el tipo de información y fuentes que llegaba a Europa, filtrada por la inquisición y por la
guerra con España. Los mismos contemporáneos de Bolívar se ubicaron entre la apología y
la detracción, el personaje es visto en blanco y negro, sin imágenes multicolores debido a que
se le juzga ideológicamente, no se le lee y aprecia comprensivamente y además no se atiende
a sus contextos culturales e ideológicos de la época, ni tampoco a sus circunstancias35.

La relación ideas constitucionales y pragmatismo de la guerra fue muy estrecho en Bolívar y


también la urgencia de formar las repúblicas nacientes y las disputas regionales o locales
fueron corrientes en la existencia del Libertador y constituyen entornos desde los cuales es
obligado analizar y reflexionar sobre ellas, el modo en que se formularon esas propuestas y
se postularon36, para no caer de modo habitual en el descalificativo. Quizás sea más viable y
alternativo comprender esas posiciones de Bolívar o su carácter ideológico orientando la
mirada como lo haría la historia intelectual preguntándose, por ejemplo: ¿Cómo y qué leía
Bolívar? ¿Cuáles fueron sus recursos analíticos discursivos? ¿Qué obras y autores fueron de
su predilección? ¿Cuáles llegó a aplicar a sus proyectos políticos y constitucionales? Serían
entre otros, los interrogantes para un abordaje menos plano, lineal y deslucido.

Agregaría que, pese a que se encuentran algunos trabajos que perfilan al libertador como
letrado e intelectual37, por ejemplo, no se han realizado investigaciones de Bolívar como
viajero, editor, periodista, analista social y por el contrario, se le ha dado preponderancia, se
insiste, en el militar o el estadista, pero no se va más allá. En este capítulo nuestro objetivo
es realizar un análisis que a un mismo tiempo permita leer al hombre de la guerra y al del
pensamiento, al militar y al intelectual constitucional. Bajo las anteriores consideraciones,
entonces, la invitación de este escrito se dirige a pensar la otra historia latinoamericana y

33
Marx, Karl. Simón Bolívar. Madrid. Sequitur. 2009. P. 57.
34
Ibid. Pp. 38.
35
Breña, Roberto. El imperio de las circunstancias. Las independencias hispanoamericanas y la revolución
liberal española. Madrid: Marcial Pons. 2012.
36
Blanco-Fombona, Rufino. El pensamiento vivo de Bolívar. Buenos Aires: Losada. 1983.
37
Halperin Donghi, Tulio. Letrados y pensadores. El perfilamiento del intelectual hispanoamericano en el siglo
XIX. Buenos Aires: Emecé, 2013.
8

para los efectos de esta apuesta es imprescindible, no solamente deconstruir a sus actores
tradicionales (los héroes de bronce), sino también se debe reconsiderar (repensar
históricamente) el espacio y el tiempo, como lo estimula una reciente publicación sobre la
enseñanza de la historia de América Latina de Ema Cibotti38.

Precisamente Cibotti, en los capítulos uno y dos de la obra, respectivamente, “Unidad y


diversidad de América Latina” y “periodización histórica de América Latina”, cuestiona la
noción tradicional de la enseñanza de la historia de América Latina y de modo alternativo
convoca a repensar la otra historia que ella llama de los vencidos y no de los vencedores, de
los olvidados y de los ausentes de las narraciones históricas, en las que, si aparecen los héroes
guerreros o letrados que forjaron nuestras naciones, también como una demanda democrática
de igualdad, deben aparecer otros autores, tales como los afrodescendientes, los indígenas,
las mujeres, las etnias y la mayor variedad de la composición social de nuestras tierras,
usualmente excluidos de los relatos patrios. Y así como se reclama el reconocimiento de otros
actores en la historia, Cibotti confronta la relación espacial, por ejemplo, en relación con la
geografía y la historia39, al interrogarse si: ¿Existe una América Latina o varias?40 y de otro
lado el tiempo, ¿Cómo enseñar la historia de nuestro continente bajo la linealidad con
procesos históricos, sociales y políticos tan cruzados?41

Estas reflexiones se orientan a sustentar la mirada crítica en esta parte del libro. Entonces,
hay que señalar que la historia tradicional de nuestros países obvia o exceptúa
mayoritariamente, las contradicciones de los personajes que pretenden hacer brillar con sus
relatos históricos. De hecho, esa forma de hacer la historia, que es escrita con esa lógica, le
da prevalencia a las voces de quienes vencen, primordialmente son las élites políticas o
culturales, los personajes primordiales a estudiar e investigar y aparecen como
transcendentales de los escritos, más aún cuando llegan al poder, silenciando a los vencidos
o a todos aquellos que pese a que hacen parte de la historia (mujeres, etnias, grupos o clases
sociales populares), quienes han sido reducidos a las sombras y al amparo de la ceguera o de
lo ignoto.

Sin duda, para poder comprender el significado y la magnitud de lo que nos ha convocado
aquí, en este escrito, esto es, conmemorar los doscientos años cumplidos de la reunión que
llevó a la Constitución de Cúcuta de 1821, es imprescindible la invitación a pensar la otra
historia, la contrahistoria de América Latina, en el sentido de reconsiderar la mirada histórica
usual compuesta por algunas visiones lineales e incluso unilaterales y en sus maneras de
referir rutinarios, siempre ligados a realzar las figuras de héroes, fechas, las cronologías y las
efemérides de los calendarios patrios. A partir de lo mencionado con anterioridad, es obligado
reflexionar sobre el aniversario doscientos de la convocatoria en la Villa del Rosario de
38
Cibotti, Ema. América Latina en las clases de historia. Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica. 2016.
39
Ibid. p. 14.
40
Es un interrogante que ha hecho imprimir miles de páginas, no obstante, en el siglo XX ya varios pensadores
latinoamericanos han respondido al enigma planteado, basta leer y consultar a Reyes, Alfonso. Ultima Tule.
México: Fondo de Cultura Económica. Vol. XI. 1992; Henríquez Ureña, Pedro. Historia de la cultura de la
América Hispánica. México: Fondo de Cultura Económica, 1955. Sánchez, Luis Alberto. ¿Existe América
Latina? México: Fondo de Cultura Económica, 1945. Picón Salas, Mariano. Europa-América Latina. Caracas:
Monte Ávila Latinoamericana, 1996.
41
Ob. Cit. Cibotti, Pp. 34-38.
9

Cúcuta42, que definió nuestra personalidad histórica republicana y selló el ideal de unidad
continental (al menos parcialmente) con la Gran Colombia, pero no se puede realizar esa
conmemoración con un enfoque unilateral, porque la Constitución de 1821 hace parte muy
singular de un proceso mucho más vasto y extendido, no por ello menos complejo y
entremezclado.

Podemos argüir entonces, que celebrar el año por el cual se decretó la Constitución en 1821,
es apenas parte de un conjunto variado y multifacético de hechos históricos y que no es el
objetivo central aquí redundar en la circularidad histórica que por variados años ha
constituido el modo dominante del relato histórico, que se reduce a la narración esquemática
la mayoría de las veces, en ciertas visiones jerárquicas, de las instituciones a los sujetos, de
la política hacia los ciudadanos. Uno de los propósitos del presente escrito es reconsiderar la
mirada histórica que tenemos de ciertos acontecimientos, que los congelamos en las fechas
y en una cronología lineal, que no permite una observación más enriquecida y abierta, más
plural y menos reseca en la rigidez de la archivística o del documentalismo.

Para analizar un evento como el de la Constitución de 1821, no es suficiente con escrutar su


contenido jurídico o lo que ello ha implicado para las circunstancias políticas del país en
relación a su formación nacional, porque equivaldría realizar un ejercicio mutilado de análisis
y por el contrario, como lo han invitado a aplicar algunos analistas, que entre otras, son
citados por Cibotti43, el suceso o el acontecimiento no es más que la expresión del pasado
que lleva un presente apenas realizado o por realizarse. En últimas, en las páginas que siguen,
el objetivo del capítulo es lograr reconstruir la significación que para nuestras tierras – no
solamente Colombia – tuvo el suceso de 1821 y a su vez a través de este relato escrito se
busca darle sentido al suceso y vincularlo con nuestra actualidad, hurgar en su pertinencia
para quien quiera conocerlo al día de hoy, en sus causas y consecuencias.

Para finalizar, es igualmente necesario que los temas o problemas latinoamericanos sean
observador rompiendo la linealidad o la verticalidad, siempre en la dirección que, si bien es
válida, no se puede estancar en esa orientación de preguntarse lo que Europa benefició, o
positiva o negativamente irrigó en nosotros, los latinoamericanos. La habitual interpretación
de que somos deudores de las ideas o modelos europeos progresistas como el liberalismo o
la ilustración, es realmente, degradar la riqueza de pensamiento latinoamericano, y es recaer
en lo dogmático y en lo irracional de la historia, es antidemocrático y más aún consolida, la
actitud colonialista en lo intelectual y lo cultural. No es negar la vinculación de América
Latina a la historia occidental o rechazarla haciendo mito las etnias y las razas, más bien, es
construir a la inversa, y ello, puede generar una interpretación equilibrada o más armónica,
por ejemplo, partir mejor de la pregunta sobre lo que América legó a Europa y lo que los
Europeos nos deben en términos de cultura y civilización, para lo cual, es necesario romper
con muchos prejuicios, como lo ha analizado Germán Arciniegas44, cuando parte de la visión

42
Restrepo Piedrahita, Carlos. El congreso constituyente de la Villa del Rosario de Cúcuta 1821. Bogotá:
Universidad Externado de Colombia, 1990.
43
Ob. Cibotti, Ema. La autora cita a Gabriel García Márquez, el discurso titulado, La Soledad de América
Latina, con el cual recibió el Premio Nobel de Literatura en 1982; a Pierre Vilar, su libro Pensar Históricamente,
a Norbert Elías, Sobre el Tiempo y Fernand Braudel, La Historia y las ciencias sociales. Pp. 34-38.
44
Arciniegas, Germán. El Revés de la Historia. Bogotá: Plaza y Janes. 1980.
10

invertida (no por ello inválida o de menor valía) sobre las relaciones de continente a
continente y de tiempo y espacio.

2. La Constitución de Villa del Rosario de Cúcuta de 1821, creó una


República que fue un Iceberg que se iba deshielando y se
resquebrajaba. El problema del análisis de coyuntura.
Por todo lo consignado arriba y de acuerdo a las reflexiones plasmadas en las páginas
anteriores, resulta perentorio entonces invitar al lector a realizar un ejercicio de lectura en
contravía y en controversia frente al imperio de la historiografía oficial. Frente a lo anterior,
es conveniente reconsiderar el modo cómo se hace análisis de coyuntura, porque
habitualmente la observación histórica se fija en una fecha, lo que es reductivo y hasta
pernicioso porque para nuestro caso, los doscientos años de 1821 no expresan mayor sentido
y significado, si no se articula el año con una temporalidad más amplia en la que se puedan
conocer sus orígenes, circunstancias y sus características.

Con la fecha es exigente aprehender sus desenvolvimientos, los entretejidos sociales que
incitan a que la fecha sea considerada emblemática y de otro lado, exige reflexionar los
factores internos y externos que la causaron para que el abordaje sea más pertinente y más
propicio en diálogo con el presente como lo admiten en términos de investigación histórica,
reconocidos y autorizados pensadores, entre otros, Pierre Vilar45 y Fernand Braudel46. Dicho
lo anterior, entonces, la solemnidad de la fecha se podrá valorar si se la ubica en un marco
más amplio y se le contextualiza en el escenario de una diversidad de tensiones históricas
que la acompañan.

La celebración de los doscientos años de la Constitución de 1821 se encuadra en dos


contextos históricos : a) 1821, hace parte de la extensa coyuntura del proceso llamado de
emancipación e independencias de América Latina47 y de otro, b) La Constitución de 1821
es un acontecimiento jurídico-político que constituye formalmente la República de
Colombia, pero deja en ascuas la formación de la nación en sentido moderno48, porque este
es un proceso inconcluso, ya que, las naciones para ser tales son como el magma de un volcán,
lo que aparenta adormecimiento, de pronto y de repente estalla, pues, la nación está en
construcción, no son entidades acabadas definitivamente.

Dicho de otro modo, la formación de los Estados nacionales que surgieron en el ciclo de las
guerras de independencias, no cerró los primigenios conflictos y las desavenencias de las
clases, etnias y razas recién visibles bajo el manto de las luchas independentistas - porque la
nación no necesariamente se generó en nuestras tierras bajo un proceso de consenso e
integración- y más allá de los símbolos patrios, el territorio jurídico y político que
denominamos como Estado-nación, la creación de la República de Bolívar y de los guerreros

45
Vilar, Pierre. “Coyuntura”. En: Iniciación al vocabulario del análisis histórico. Barcelona: Crítica. 1982.
46
Braudel, Fernand. La historia y las ciencias sociales. Madrid. Alianza. 1986.
47
Palacios, Marco. Independencias Hispanoamericanas. Interpretaciones 200 años después. Bogotá: Norma.
2009.
48
Lynch, John. Caudillos en Hispanoamérica 1800-1850. Madrid: Mapfre. 1993.
11

militares, fue un Iceberg, para utilizar una metáfora, que aparentaba solidez, pero que ya se
iba deshielando y era quebradizo en su nacimiento.

Así que, la construcción de las nacionalidades implica, - más allá de cierto idealismo
funcionalista para decirlo con Norbert Elías49-, la generación de conflictos internos y
externos, la identidad se forja a través de una dinámica de exclusión e inclusión que alarga o
prolonga las disputas y los desacuerdos a partir de medios como la guerra o los debates
públicos. El Estado-Nación se constituye bajo los moldes de permanentes conflictos y
disputas, no bajo un consenso absoluto y definitivo. En la coyuntura de 1808 a 1821, los
conflictos y las confrontaciones sociales y raciales estallaron con las independencias, las
disputas sociales se hallaban contenidas en la experiencia acumulada del todavía no
desaparecido dominio colonial, que fue un espacio político en la que bajo otras condiciones
se utilizan las armas de las leyes y las armas de destrucción humana para contener e integrar
en el territorio. La nación es entonces en nuestro caso la construcción de un territorio político
en el que las contiendas bélicas y las constituciones se comunican y se enlazan bajo una
comunión inextricable de violencias físicas y simbólicas, que se extenderá temporal e
ideológicamente hasta el nacimiento republicano de nuestros países, como lo ha investigado
Hernando Valencia Villa en su obra comúnmente llamada Cartas de Batalla50.

Bajo algunas de las mismas reflexiones elaboradas por Valencia Villa, el latinoamericanista
venezolano, Mariano Picón Salas en su obra Europa-América, en su capítulo titulado: “Otras
páginas Hispanoamericanas”51, afirma que de acuerdo al ciclo independentista, la historia
oficial de nuestras tierras derivaron en prejuicios clasistas y en sus páginas nos invita a
confrontar las visiones lineales de la historiografía. Con la visión de estos dos autores, sus
sugerencias nos ayudan a preguntarnos: ¿De qué modo juzgar o reflexionar el acontecimiento
de la Constitución de 1821 que según se admite de ordinario, constituyó nuestro nacimiento
como país y como nación, como república en términos jurídicos?

Para responder a ese cuestionamiento, podemos auxiliarnos de Picón Salas cuando añadió en
su capítulo citado que, por ejemplo, las confrontaciones ideológicas de los partidos se
trasladaron a los relatos patrios, frente a lo cual admitió que: “Han existido en América, por
ejemplo, la historia liberal y la historia conservadora, pero no lo que era mucho más
interesante: la Historia”52 y esta segmentación por la interpretación histórica de nuestras
nacionalidades atizaron las batallas que se desplazaron de las luchas en el campo de batalla
a las narraciones, como queda aquí asentado.

Ahora para ir cerrando esta parte, al revisar alguna bibliografía sobre la larga coyuntura
comprendida como la del proceso de emancipación e independencias, las guerras por la
libertad que condujeron al final del mundo colonial en el continente, no necesariamente
traducían las aspiraciones políticas a los textos constitucionales y a la realidad concreta

49
Elías, Norbert. Los procesos de formación del Estado y de construcción de la nación. En: Revista Historia y
sociedad. No. 5, Medellín, 1998. Pp. 102-117.
50
Valencia Villa, Hernando. Cartas de Batalla. Una crítica del constitucionalismo colombiano. Bogotá:
Panamericana. 2014.
51
Ob. Cit., Picón Salas, Mariano. “Hispanoamérica, posición crítica”. Pp. 187-272.
52
Ibid. p. 189.
12

política, porque, por un lado, se hizo patente el conflicto social y de razas que antes parecían
contenidas bajo el manto del dominio monárquico cristiano y de otra parte, los ideales
republicanos en las vastas regiones latinoamericanas de unidad política fue una ficción
porque como se ha señalado atizaron los fenómenos de división política encarnados en
lealtades locales, provinciales o regionales a través de los fenómenos del caudillismo y del
regionalismos.

No es menos cierto, sostener que los relatos elaborados para construir las historias patrias o
nacionales expresan igualmente las maneras como se fueron conformando los países a través
de elites53 que le dieron forma al poder político y que justamente elaboraron narraciones
históricas fundadas en visiones legendarias, heroicas y míticas para darle relevancia a su
dominación política. Ojalá se escribieran más historias críticas, y que a ellas puedan acceder
los ciudadanos y así en la educación básica o universitaria, suscitar repensar el pasado de
nuestras naciones, bajo nuevos criterios y perspectivas, reconsiderar nuestras identidades y
nuestras nacionalidades bajo la otredad. Pero afrontar ese desafío, desde las instituciones
escolares e incluso la universidad, requiere superar varias dificultades. La primera y mayor
es la manera de abordar y de enseñar en las aulas, con profesores y profesoras sin formación
histórica básica, sin intereses en el pasado o si tienen alguna información, sin capacidad de
relacionar el pasado con el presente, América Latina y el contexto mundial. Lo peor es que
los profesores (de escuelas, bachillerato y universidad) no tienen formación histórica
comparada, por ejemplo, ir de México a Ecuador, de Perú a Bolivia, de Paraguay a Brasil, de
Colombia a Argentina, y hablar de su historia y actualidades con soltura y propiedad, y más
aún, la autoridad del conocimiento y la propiedad para hablar de los problemas políticos en
la historia, son por lo general, interpretados con paradigmas, con modelos y con esquemas
foráneos, específicamente europeos o norteamericanos.

Habitualmente cuando se aplican esos modelos o paradigmas preferiblemente europeos,


siempre, se inclinan a diferencias, comparando indebidamente los personajes, los
acontecimientos o las instituciones, pues, se cae en lo negativos de nuestras circunstancias y
de nuestros rasgos y se afirma – con apología – lo foráneo y ajeno. Por ejemplo, con relación
a las revoluciones de independencias, hay una inclinación o tendencia a compararla con la
norteamericana, con la francesa e incluso con la española, pero siempre, juzgando más las
deficiencias o déficits, las violencias y las crueldades, pero sin comprender de modo versátil
o permanente nuestras realidades. No es aquí la intención de incitar a un odio o resentimiento
como lo pregonan los decoloniales o los poscoloniales con lo extranjero y en especial con lo
occidental, esas modas o publicidad intelectual, incitan al desprecio, al odio y hasta la
destrucción de todo lo que sea ajeno a nosotros y, en consecuencia, concluyen por enarbolar
apologéticamente clases, etnias o grupos raciales, cayendo indefectiblemente en “un
fascismo al revés”54.

Contra los decoloniales o poscoloniales, el antídoto se puede encontrar en cierta tradición


latinoamericana. ¿Por qué esos adalides del fascismo al revés no leen ni citan a Bolívar, a
Miranda, a Bello, a Sarmiento, a González Prada, a Sanín Cano, a Zalamea? En la obra y

53
Romero, José Luis. El pensamiento político de la emancipación. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1977.
54
Gutiérrez Girardot, Rafael. “Sobre el problema de la definición de América. Notas sobre la obra de José Luis
Romero”. En: De Historia e historiadores. Homenaje a José Luis Romero. México: Siglo XXI, 1982. p. 92-93.
13

pensamiento del colombiano Rafael Gutiérrez Girardot55 podemos encontrar una variación
en la percepción histórica que no es vertical y jerárquica – lo que debe América a Europa –
y él nos brinda e incita a repensar la contrahistoria de América, no dirigiéndose siempre al
fantasma eurocentrista, sino en diálogo renovado, enriqueciendo de nuestra propia América,
ni la forzosamente inventada de los decoloniales. Para lograrlo Gutiérrez Girardot, como
otros latinoamericanistas (José Luis Romero, Sergio Bagú, Alfonso Reyes, Pedro Henríquez
Ureña), constituyeron una tradición de análisis histórico, de pensamiento y de opinión, sobre
América Latina, que no se polarizó, ni se extremó en bandos inconciliables, atendieron al
concepto de especificidad56 o de inteligencia americana57.

Pero esos latinoamericanos superaron las trabas impuestas por la oficialidad histórica,
primero con la indagación y la consulta de nuevas fuentes de investigación y con temas,
problemas, actores o sucesos indagados con nuevas metodologías y con creativas reflexiones
o análisis. Una contrahistoria requiere pues, una larga investigación de temas y problemas
de archivos y fuentes no consultadas o construidas. En últimas, estas reflexiones se proponen
para sustentar que los doscientos años de nuestro nacimiento republicano exige desafiar
ciertos lugares comunes y rutinarios de los relatos históricos. Ahora, como se sabe una mirada
más abierta y reflexiva del proceso histórico no obliga necesariamente a detenerse en un
suceso, en un evento y en un acontecimiento y un desafío para poder repensar la historia no
solamente de América Latina, sino también de otras latitudes, implica reconstruir el diálogo
entre el suceso y las estructuras, entre el evento y la coyuntura, como en su momento lo
analizó profusa y detenidamente Fernand Braudel, ya citado.

A partir entonces de esa mirada descongelada y por supuesto no cristalizada de la historia es


que nos proponemos en este relato reflexionar sobre los doscientos años acaecidos de la
Constitución de 1821, no para enarbolar apologéticamente nuestra conformación
republicana, sino más bien para interrogarla dando luz sobre nuestra actualidad, sobre
nuestros problemas en la larga duración. De igual forma, es uno de nuestros objetivos
interrogarnos con sentido reflexivo el pasado y esperemos que nos permita analizar sobre
nuestras concepciones del presente y de nuestra vida contemporánea. Sería inadecuado
procurar una lectura estrecha de los doscientos años del texto jurídico y político sin acudir a
una mirada en retrospectiva en el 2021 latinoamericano y más específicamente el
colombiano, porque en el arco de 1821 a 2021, son perceptibles muchos problemas que
perviven como otros que ya han sido resueltos y superados.

Es así que el objetivo central de este capítulo se orienta a comprender el proceso en conjunto
que dio origen a la carta jurídica de 1821 como un evento no circunstancial ni episódico de
un proceso más extendido, el de la emancipación de América Latina y de otro lado, nos
motiva este escrito, darle un significado consistente a la efeméride de los doscientos años de
la magna carta, enfocando nuestra mirada en la figura de Simón Bolívar, porque él, como
algunos otros, hizo parte ineludible de lo que fue y ha sido nuestro país y nuestro continente.
Es precisamente lo que desafía y que procura este texto, en contravía de proponer una lectura

55
Gutiérrez Girardot, Rafael. Hispanoamérica: Imágenes y perspectivas. Bogotá: Temis, 1989.
56
Gutiérrez Girardot, Rafael. “La significación continental en José Luis Romero”. En: Hispamérica, No. 88,
abril de 2001. Pp. 3-20.
57
Reyes, Alfonso. Obras completas. Vol. XI. México: Fondo de Cultura Económica, 1982.pp. 10-153.
14

restringida del evento, a lo regional y nacional por ejemplo, porque ese tipo de miradas,
mutilan el sentido íntegro y además, no alientan la realización de un diálogo interdisciplinar
temporal y espacial, que con nuevas fuentes, supere lo árido y desértico, de las lecturas e
interpretaciones, porque entre otras razones, nuestra tarea es asumir el papel cívico y político
de hacer viva la historia trayéndola a la actualidad.

El primer paso es ubicar el suceso de la Constitución de Cúcuta en la coyuntura de crisis


hispánica y latinoamericana. El periodo que implicó la ocupación de Napoleón Bonaparte en
España en 1808 que derivó en las abdicaciones de Bayona y por tanto el derrumbe de la
monarquía española de Carlos IV y Fernando VII58, que tuvo como consecuencia, la eclosión
juntera59 en ambas tierras – España y América Latina – y un proceso sinuoso de gobiernos
provisionales, batallas de liberación, proyectos de constitución y de asambleas o reuniones
constitucionales que derivó en las constituciones que le dieron contornos formales jurídicos
a nuestras naciones.

Este largo ciclo como lo veremos está plagado de giros ideológicos, de experiencias políticas,
de avances y retrocesos militares, pero ante todo de ideas y corrientes de pensamientos que
no pueden revelarse como en el caso de las posturas sobre ¿Qué es una República?, definida,
uniforme, consistente o unilateral. Ni siquiera, se podrá suponer que con la conclusión el 14
de octubre de la reunión en la Villa del Rosario, que le dio vida jurídica a la República de
Colombia y a su hermana, La Gran Colombia – que se aspiraba – se puede afirmar se labró
en mármol nuestra nación, pese a que ya se iban delineando nuestros referentes republicanos
con mayor asiento y con más solidez, y que tras la batalla de Ayacucho de 1824, los
elementos españoles desaparecerían – supuestamente - para siempre del suelo
latinoamericano, por lo tanto, hay que aceptar que los tiempos de la política, la historia, la
cultura y lo social no son uniformes, no se dirigen con el mismo ritmo y las misma dirección,
e inclusive, este ciclo, de 1808 a 1821, para el experto y el neófito, es una etapa de nuestra
vida nacional tan fascinante, pero no por ello, deja de ser enrevesada y compleja.

En el anterior sentido, arrancamos por el año de 1814, porque fue un año super crítico de la
revolución independentista en América Latina, porque como otros años, incluido el de 1821,
que se pueden leer como de logros y realizaciones, o de fracasos y de frustraciones de la
revolución, o como tantos otros años de la coyuntura delimitada en este escrito, son fechas
singulares que ellas por sí mismas, pueden decir, parcialmente algo, pero no se
comprenderían porque deben estar articulados según el análisis de coyuntura60 a procesos
más dilatados que los envuelven. Siendo así nuestra posición, el presente escrito pretende ser
muy didáctico y pedagógico, en el sentido que pueda ofrecer una mirada no solamente clara,
sino que igualmente sirva de orientación a cualquier lector que le sea estimulante para
entender no solamente nuestros procesos de formación como estados y naciones, sino

58
Carr, Raymond. España. 1808-1975. Barcelona: Ariel, 1979.
59
Chust, Manuel. 1808. La eclosión juntera en el mundo hispánico. México: Fondo de Cultura Económica,
2007.
60
Muñoz Rubiano, Rafael. “Análisis de coyuntura: Karl Marx y Alexis de Tocqueville. Dos puntos basados en
la Revolución de 1848 en Francia”. En: Marx y la Sociología. De la confrontación al reconocimiento. Bogotá:
Universidad Nacional de Colombia. 2021. Pp. 261-299.
15

también, sea pertinente para auscultar otros escenarios como lo literario, lo estético o lo
cultural que recurrentemente están ausentes de estas perspectivas.

3. Simón Bolívar o las ideas precursoras de la República de Colombia.


“Heredar no es hurtar”61.

Como se ha señalado en las páginas anteriores y siendo el propósito del escrito mostrar el
papel o la incidencia del Libertador en la Constitución de Cúcuta de 1821, es imperioso
sostener en primera instancia que la noción de República de Colombia o de un territorio unido
en Latinoamérica que abarcara una amplia franja desde el Rio Bravo hasta la Tierra del
Fuego, se fue delineando y definiendo al calor de muchos avatares y de vaivenes que iban de
la imaginación hasta la observación científica, de la fantasía a proyectos políticos, de las
luchas y las contiendas bélicas a la disputa o debates en el foro o en el espacio público, esa
imagen se fue abriendo paso a través de las armas y mediante la opinión pública.

Habría que decir entonces, que antes de la Conquista, América fue un territorio presentido,
que de relato en relato, a partir del mundo filosófico griego al Renacimiento, figuró como un
espacio intuido, lleno de misterio, de misticismo, configurado por los ideales cristianos o no
cristianos, plagados de leyendas que se figuraban una parte del mundo compuesto por
monstruos – o monstruosidades – y que como lo indagó el maestro y latinoamericano
mexicano, Alfonso Reyes, se fue constituyendo paso a paso, a través de variedad de
narraciones contendientes que iban de la imaginación a la observación, de la observación a
las investigaciones científicas, de la experiencia práctica de los navegantes a los ideales
políticos o a las utopías. Por lo anterior de nuevo es necesario citar a Reyes cuando afirmó
que:

“América fue la invención de los poetas, la charada de los geógrafos, la habladuría de


los aventureros, la codicia de las empresas y, en suma, un inexplicable apetito y un
impulso por trascender los límites. Llega la hora en que el presagio se lee en todas las
frentes, brilla en los ojos de los navegantes, roba el sueño a los humanistas y comunica
al comercio un decoro de saber y un calor de hazaña”62.

En consecuencia, con Reyes, en su relato sobre la imagen de América, explicó el proceso del
descubrimiento, pero al mismo tiempo, con una visión magistralmente estética reconstruyó
el sabor político que tuvo el “amanecer de América” para el mundo occidental y las
consecuencias que ello tuvo para la humanidad. Su percepción de nuestras tierras ha estado
vinculada desde época remota a las nociones de una tierra anhelada y esperada, que fuera
patria de la justicia y de la libertad, de la humanidad entera. Esa concepción cruzó el Atlántico
– y volvió - y se colige de la lectura de Reyes, que lo más determinante de los viajes de Colón
no fue su arribo a una tierra prometida, sino más bien, su regreso, lo que describió y lo que
legó para el mundo europeo63, que se tradujo en esperanza y calumnia64 a un mismo tiempo.

61
Henríquez Ureña, Pedro. La Utopía de América. Caracas: Biblioteca Ayacucho. 1978.
62
Ob. Cit., Reyes, Alfonso, Ultima Tule, p. 14.
63
Ibid. Pp. 31-34.
64
O ‘Gorman, Edmundo. Fundamentos de la historia de América. México: UNAM, 1942 y La invención de
América. México: Fondo de Cultura Económica, 1977.
16

La empresa del descubrimiento de América se puede bosquejar como el proceso lento y a


veces complejo de “borrar las brumas de la ilusión filosófica o teológica que se fue asentando
poco a poco en lo geográfico y científico”, lo que en últimas conducirá a percibir nuestras
tierras, de la leyenda a la política y de ahí a la “tierra prometida”, justa y libre:

“Ya tenemos descubierta a América. ¿Qué haremos con América? Comienza la inserción
del espíritu: a la Cruzada Medieval sucede la Cruzada de América. A partir de ese
instante, el destino de América - cualesquiera sean las contingencias y los errores de la
historia- comienza a definirse a los ojos de la humanidad como posible campo donde
realizar una justicia más igual, una libertad mejor entendida, una felicidad más completa
y mejor repartida entre los hombres, una soñada república, una Utopía. América se
anuncia con fuertes toques de clarín a la mente de los más altos europeos. ¡Qué
primavera de sueños! En cuanto América asoma la cabeza como la nereida en la égloga
marina, la librería registra una producción casi viciosa de narraciones utópicas. Los
humanistas resucitan el estilo de la novela política, a la manera de Platón, y empiezan,
con los ojos puestos en el Nuevo Mundo, a idear una humanidad más dichosa”65.

Al respecto, es pertinente situar o ubicar la noción de una América unida como la realización
de un proyecto político que no se restringe a la liberación de un pedazo del orbe sino a la
realización de los ideales, que aunque desgastados en la vieja Europa, se lograrían en el nuevo
mundo y esta postulación pasará de generación en generación como la posta en las
competencias olímpicas desde el siglo XVIII al siglo XX, no solamente en los letrados,
pensadores y en los intelectuales, sino también en los guerreros y los políticos, los artistas y
algunos ciudadanos. En su ensayo sobre la obra y el pensamiento de América en Alfonso
Reyes, lo analizó muy bien Rafael Gutiérrez Girardot cuando afirmó que:

“La unidad es una propiedad de la acción de la inteligencia. Por hoy es, sin embargo, un
ideal tan impaciente y activo, que cien veces se destroza así mismo en las batallas de la
historia". Pero podemos imaginar una ideal unidad, un arquetipo platónico, y suponer
que América fue un día una gran comunidad humana. Que, rota una vez en una batalla
histórica, fue inventada nuevamente al hacerse la unión con dos fuertes razas europeas.
Pero en la constancia de esas “batallas de la historia”, esos imperios americanos se
fraccionaron, y al llegar la Independencia el nuevo ensayo se disgregó. No obstante, la
función unificadora de la inteligencia, que se sirve de la imaginación, hace pensar que
la unidad existe, y que como sueño ha obrado en la historia: ha sido su fuerza impulsora
y tractora. Esta unidad se llama en el pasado Paraíso, en el porvenir Tierra Prometida.
Esta última es el escenario americano”66.

En conjunción con lo anterior, las ideas de unidad continental, de relato estético y político
pasó a las condiciones de la guerra y a las contiendas bélicas, y de los campos de batalla se
deslizó y circuló a un mismo tiempo, a los guerreros militares y también a los cultos y
letrados. No obstante, las crisis hispánicas sucedáneas, de la monarquía cristiana española,
ya desde las reformas borbónicas, la Batalla de Trafalgar en 180567, la invasión napoleónica

65
Ibid. Reyes, Alfonso, Ultima Tule, p. 57.
66
Gutiérrez Girardot, Rafael. “La imagen de América en Alfonso Reyes”. En: Ensayos sobre Alfonso Reyes y
Pedro Henríquez Ureña. México: El Colegio de México. 2014. Pp. 41-185.
67
Pérez Galdós, Benito. Episodios Nacionales. Obras Completas. Tomo I. Madrid: Aguilar. Pp. 205-272.
17

de 1808 o el movimiento juntero de 1810 a 1812, cuando se constituyó las Cortes de Cádiz
en 1812, fue contrastante, compleja y contradictoria, en un vaivén de actitudes liberales a
actitudes retrógradas y conservadores, indistintamente, y hay que añadir, que el nacimiento
emancipatorio nuestro, largo y extendido, es en ese contexto que las definiciones que los
nombres de Colombia y el anhelo de construir República aparecieron hasta ser heredados por
Bolívar, no de una vez sino en un proceso de experiencias disímiles.

Ahora, es imprescindible afirmar que, las ideas hacen revoluciones, las revoluciones hacen
ideas, como dos autorizados historiadores lo plantean, en los casos de Daniel Mornet68 y
Roger Chartier69. Estos pensadores han investigado y han escudriñado, recuperando y
redescubriendo para ello las obras de Hipolitte Taine70 y de Alexis de Tocqueville71.

Habría que agregar también que, las ideas y las revoluciones hacen también constituciones y
se forjan Repúblicas, o Estados o Naciones. Valga situar que con la lectura de El Principe de
Maquiavelo72 por ejemplo, se puede afirmar que, la política es inestable y su volatilidad se
debe a la volubilidad humana, porque erigir monarquías es más propicio y se podría afirmar
que gobiernos despóticos son más dables construirlos, por la alta tolerancia humana a la
obediencia y por las costumbres a la seguridad y al orden, mientras que construir Repúblicas
es realmente un desafío y además es realmente lo complejo y complicado del mundo político.
¿Cómo construir repúblicas en un medio apena descolonizado y naciente a la vida de la
política sin experiencias y sin una acumulación cultural al respecto? Ese será un aspecto
problemático de las guerras de liberación emprendidas por Bolívar y de ahí su acendrado
centralismo republicano que en no pocas ocasiones tendrá la oposición determinada de los
caudillos y de los federalistas regionalistas.

Como ya lo indicamos páginas arriba y con estos argumentos podemos aproximarnos a la


hipótesis general de este escrito, las ideas de una República unida, de una tierra forjada por
la hermandad y la solidaridad, en la que se forjaron las concepciones de patria de la justicia
y de la libertad que conformaron la Utopía de América, las heredó Bolívar de dos personajes,
el exjesuita peruano Juan Pablo Viscardo (1748-1798) y el militar venezolano Francisco
Miranda (1750-1816). Es por lo anterior que vale reiterar que existe una estrecha relación
entre emancipación y la idea de Colombia como una República unida e integrada por varios
territorios, y esa relación se perfiló en estos dos adalides y precursores de las independencias
latinoamericanas.

En el año de 1792, el exjesuita peruano - expulsado y expropiado debido a las Reformas


Borbónicas de 1759-178873 -escribió, entre muchos relatos, una epístola que tituló: Carta

68
Mornet, Daniel. Los orígenes intelectuales de la Revolución Francesa. Buenos Aires: Paidós, 1969.
69
Chartier, Roger. Espacio pública, crítica y desacralización en el siglo XVIII. Los orígenes culturales de la
Revolución Francesa. Barcelona: Gedisa, 1995.
70
Taine, Hipolitte. Los orígenes de la Francia Contemporánea. Madrid: Orbis, 1986.
71
De Tocqueville, Alexis. El Antiguo régimen y la revolución. México: Fondo de Cultura Económica, 1986.
72
Maquiavelo, Nicolás. El Príncipe. Bogotá: Panamericana. 1999. Pp. 123-128.
73
Lynch, John. América Latina, Entre colonia y nación. Barcelona: Crítica, 2001.
18

dirigida a los españoles americanos74. Este escrito figura como uno de los testimonios
primigenios y como uno de los registros originarios y precursores de los ideales de la
emancipación de América. A leer dicha narración, se pueden hallar algunas ideas que irán a
definir no solamente los contornos de nuestro proceso de independencia sino a su vez,
algunos de los ideales que conformarán lo que se plasmó en la Constitución de 1821 y
específicamente en la obra y el pensamiento de Bolívar.

Sintetizando el escrito de Viscardo, ante todo hay algunos argumentos que le darán contornos
a los ideales republicanos de Simón Bolívar y que se trasladarán a algunos de los articulados
de la Constitución de 1821 que le dará la vida a nuestra patria y nación. Inicialmente,
Viscardo hizo un balance de la conquista y la colonia, y al examinarlo la juzga como tres
siglos de crueldad, barbarie, violencias y esclavitud. Continúa y recurriendo al problema
jurídico de las reformas borbónicas, ve en ellas la ruptura radical del pacto colonial y por
tanto el derecho de desobedecer, esto es, la rebelión y la revolución son justificables cuando
se ha vulnerado los acuerdos pactados entre el Rey y sus súbditos. Un tercer asunto que
aborda es la idea de América como un espacio geográfico colmado de riquezas y de recursos,
dispuestos a ser gozados y explotados por sus habitantes, afirmando una postura netamente
progresista que se funda, en el librecomercio y en el pensamiento liberal de los derechos
naturales de Smith y Ricardo. Y finalmente se enfoca en el problema de la integración y la
unidad continental mediante la solidaridad y la hermandad, la Utopía de América, en la que
según sus criterios, la emancipación producirá en nuestro suelo, con la anuencia y apoyo de
Inglaterra, un territorio que realizará, la patria de la humanidad por cuanto en ella se lograrán
los ideales de justicia y libertad.

La epístola ensayo apareció en unos papeles que el conspirador Francisco Miranda recibió
de Mr. King (enviado norteamericano y diplomático) en Londres antes de morir Viscardo.
Como lo ha investigado en detalle y minuciosamente David Brading75, el relato cruzó el
atlántico y se convirtió en un referente incuestionable que autorizados investigadores han
reconstruido como uno de los testimonios primigenios de las independencias
latinoamericanas76. Algunos de los contenidos de la carta incluso los citó Bolívar
reiteradamente en sus escritos y lo refiere con exactitud cuando afirmó en el discurso del 23
de enero de 1815, siendo nombrado Jefe militar y haber logrado que Cundinamarca se uniera
a las demás Provincias de la Nueva Granada (Colombia):

“Jamás, señor, jamás nación del mundo, dotada inmensamente de extensión, riqueza y
población ha experimentado el ignominioso pupilaje de tres siglos, pasados en una
absoluta abstracción, privada del comercio del universo, de la contemplación de la
política, y sumergida en un caos de tinieblas […] Ni aún el ser instrumentos de la
opresión nos ha sido concedido. Todo era extranjero en este suelo. Religión, leyes,
costumbres, alimentos, vestidos, eran de Europa, y nada debíamos ni aun imitar. […]
Igualados a las bestias salvajes, la irresistible fuerza de la naturaleza no más ha sido

74
Viscardo, Juan Pablo. Carta dirigida a los españoles americanos. México: Fondo de Cultura Económica,
2004.
75
Brading, David. Los jesuitas ante el despotismo ilustrado. México: Artes de México, 2008.
76
Góngora, Mario. Historia de las ideas en América Española y otros ensayos. Medellín: Universidad de
Antioquia, 2003.
19

capaz de reponernos en la esfera de los hombres; y aunque todavía débiles en razón,


hemos ya dado principio a los ensayos de la carrera a que somos predestinados”77.

La anterior cita es una explícita réplica de las ideas de Viscardo y que luego empleará el
cartagenero Juan García del Rio en sus Meditaciones Colombianas78 uno de los análisis de
coyuntura política más relevantes de la época de independencias. La polémica sobre la
independencia absoluta promoverá igualmente la batalla de ideas que traspasaron el Atlántico
cuando se entrelazaron en el debate, el dominicano mexicano Fray Servando Teresa de
Mier79, José María Blanco White80 y Simón Bolívar desde Londres81, ampliamente
investigado82. Y bajo estas perspectivas analíticas es inobjetable retornar a Viscardo, cuando
afirmó al iniciar su carta ensayo que:

“Aunque nuestra historia de tres siglos acá, relativamente a las causas y efectos más
dignos de nuestra atención, sea tan uniforme y tan notoria, que se podría reducir a estas
cuatro palabras, ingratitud, injusticia, servidumbre y desolación; conviene, sin embargo,
que la consideremos aquí con un poco de lentitud […] Sería un acto de compasión el
ocultarla a vuestros ojos; pero teniendo en nuestro poder su más seguro remedio,
descubramos este horroroso cuadro para considerarle a la luz de la verdad. Esta nos
enseña que toda ley que se opone al bien universal de aquellos para quienes está hecha
es un acto de tiranía, y que el exigir su observancia es forzar a la esclavitud; que una ley
que se dirigiese a destruir directamente las bases de la prosperidad de un pueblo sería
una monstruosidad superior a toda expresión; es evidente también que un pueblo, a quien
se despojase de la libertad personal y de la disposición de sus bienes, cuando todas las
otras naciones, en iguales circunstancias, ponen su más grande interés en extenderlas, se
hallaría en un estado de esclavitud mayor que el que puede imponer un enemigo en la
embriaguez de la victoria”83.

Ahora es fundamental señalar que, Bolívar y Viscardo, aunque conciben proyectos políticos
diversos, ya que, el Libertador aspiró a una República centralista, laica y constitucional, y el
exjesuita a una monarquía constitucional, sus ideales de unidad continental, de hermandad
entre los pueblos de América forjó la noción que se establecerá en la conformación de la
Gran Colombia y que se plasmará en la Constitución de 1821. Al respecto vale la pena
centrarse en la idea de integración continental de Viscardo y cerrar esta parte con los
antecedentes de la noción de República de Colombia en el venezolano Francisco Miranda
para culminar el relato analizando algunos escritos de Bolívar en los que se puede constatar

77
Bolívar, Simón. Doctrina del libertador. Caracas: Biblioteca Ayacucho. 1986. P. 47.
78
García del Rio, Juan. Meditaciones Colombianas. Medellín: Bedout. 1972.
79
Teresa de Mier, Fray Servando. Ideario político. Caracas: Biblioteca Ayacucho. 1978.
80
Blanco White, José María. Conversaciones americanas y otros escritos sobre España y sus indias. Madrid.
Ediciones de Cultura Hispana. 1993.
81
Cussen, Antonio. Bello y Bolívar. México: Fondo de Cultura Económica. 1998.
82
Para ampliar la mirada del momento crítico sobre la eclosión juntera en América Latina y la disyuntiva entre
autonomismo, autogobierno, monarquía constitucional o independencia absoluta en los tres personajes
aludidos, son indispensables los libros: Pons, André. Blanco White y América. Universidad de Oviedo: Instituto
Feijoo de Estudios del siglo XVIII. 2006 y Berruezo León, María Teresa. La lucha de Hispanoamérica por su
independencia en Inglaterra, 1800-1830. Madrid. Ediciones de Cultura Hispánica, 1989.
83
Viscardo, Juan Pablo. Carta dirigida a los españoles americanos. México: Fondo de Cultura Económica,
2004.
20

sus ideas republicanas y su noción de unidad política que se verterá en la formalización


jurídica de la Constitución de 1821.

Después de hacer un balance de la herencia colonial y de demostrar el derecho a la rebelión


de los americanos y de apelar a los derechos naturales (liberales), fundados en la libertad
individual y la libertad de comercio, Viscardo aseguró de modo tajante que la emancipación
de nuestras tierras debía consagrar la justicia, la igualdad y la libertad no a un puñado de
hombres, sino al género humano, porque, como lo indica al cerrar su análisis afirmó que:
“Pluguiese a Dios que este día, el más dichoso que habrá amanecido jamás no digo para la
América, sino para el mundo entero; ¡pluguiese a Dios que llegue sin dilación! Cuando a los
horrores de la opresión y de la crueldad suceda el reino de la razón, de la justicia, de la
humanidad: cuando el temor, las angustias y los gemidos de dieciocho millones de hombres
hagan lugar a la confianza mutua, a la más franca satisfacción, y al gozo más puro de los
beneficios del creador, cuyo nombre no se emplee más en disfrazar el robo, el fraude y la
ferocidad”84, y para finalizar su epístola incendiaria de llamado a la emancipación y a la lucha
de los ideales americanos, finalizó diciendo que:

“ […] cuando sean echados por tierra los odiosos obstáculos, que el egoísmo más
insensato opone al bienestar de todo el género humano, sacrificando sus verdaderos
intereses al placer bárbaro de impedir el bien ajeno: ¡qué agradable y sensible
espectáculo presentarán las costas de la América, cubiertas de hombres de todas las
naciones, cambiando las producciones de sus países por las nuestras! ¡Cuántos, huyendo
de la opresión, o de la miseria, vendrán a enriquecernos con su industria, con sus
conocimientos y a reparar nuestra población debilitada! De esta manera la América
reunirá las extremidades de la tierra, y sus habitantes serán atados por el interés común
de una sola grande FAMILIA DE HERMANOS”85.

El otro personaje que constituye un inmediato antecedente de la noción de unidad continental


y de conformación del ideal republicano, de la República de Colombia, fue Francisco
Miranda. La invención de la palabra Colombia (colombeia86), fue concebida por el luchador
venezolano y su sueño de emancipación y de unidad continental son reveladores en ensayos,
reseñas, cartas y otros documentos que se pueden encontrar y descubrir en su obra titulada:
América Espera87. Aunque no se podría hacer una selección discriminada y puntual de esos
dos contornos mencionados en la obra y pensamiento del conspirador americano como lo
llama el historiador Carlos A. Villanueva88, porque atraviesan la profusa producción del
guerrero intelectual, se puede afirmar que la idea de Colombia surgió del precursor y luchador
continental americano y que algunos de los proyectos de liberación de América frente al
dominio colonial español y los ideales republicanos de formación del Estado y la Nación,
surgieron en el complejo y casi legendario personaje caraqueño. La tricolor fue su creación
como lo hemos citado y de modo muy acertado lo comenta Carlos Uribe Celis en su ensayo

84
Ibid. p. 93.
85
Ibid. Pp. 93-94.
86
Miranda, Francisco. “Banderas tricolores, rojo, amarillo y azul – en tres franjas – para el empeño bélico”.
En: América Espera. Caracas: Biblioteca Ayacucho. 1982.
87
Ob. Cit. Miranda, Francisco, América Espera. Pp. 104-107.
88
Villanueva A., Carlos. Napoleón y la independencia de América. Paris: Garnier. 1911.
21

dedicado a Bolívar y el nacimiento de Colombia89, la bandera se izó y ondeó por primera vez
en Haití y en Venezuela90.

Para efectos de lograr comprender cómo es que nació y se inventó la noción de una República
grande, amplia y unida, y de qué modo ellas fueron heredadas en Bolívar es inobjetable
entonces la lectura y la vinculación de los dos personajes antes mencionados – Viscardo y
Miranda – y luego escudriñar algunos de los escritos del libertador donde son notorias cómo
esas ideas vivieron, pese a las demandas de las contiendas bélicas y de otras circunstancias.
Sin embargo, algunos textos de Miranda de su obra América Espera dan cuenta y se
aproximan a los contornos que como veremos le dieron perfiles a los ideales de unidad
política de Bolívar, por ejemplo, basta citar su carta a W. Pitt de 179291, que se enfoca a
hablar sobre los documentos de Viscardo donde se expresa la necesidad de emancipación de
nuestras tierras; en su Carta a Alexander Hamilton de 179292, en la que se expresa el anhelo
de liberar a Latinoamérica del yugo español; en su ensayo sobre la América española y las
ideas de gobierno y nación93 de 1797”; en su escrito del “Mississippi al Cabo de Hornos” de
179894; y en sus reflexiones con el título sobre la unidad continental y el combate contra la
tiranía española 180095; y finalmente, vale la pena citar, y es de realzar, el escrito sobre
Suramérica como centro geopolítico de 180496, entre muchos más.

En carta enviada a Jefferson, fechada en Nueva York el 22 de enero de 1806, le dice Miranda
expresamente, a propósito de un posible apoyo de Estados Unidos al proceso de
emancipación de América Latina que: “Si por casualidad el feliz vaticinio que VM.
Pronunció sobre la suerte futura de nuestra querida Colombia debe cumplirse en nuestros
días, quiera la Providencia que ello sea bajo vuestros auspicios y por los generosos esfuerzos
de sus propios hijos. Entonces se verá renacer en cierto modo el siglo de aquel ilustre romano
que invocaba el retorno en favor del género humano”97.

Y aunque el filósofo alemán Hegel en su Historia de la Filosofía Universal indicó que


América no tenía historia porque “era porvenir” y que por lo tanto “nosotros estábamos
constituidos por la naturaleza, sin historia”, muy en contravía al pensador germano, Viscardo
y Miranda les dieron contenido y fuerza a los ideales de la República de Colombia no
solamente bajo los anhelos cerebrales, sino más bien, con sus existencias y con sus esfuerzos,
porque sus vidas representaron lo más original y primigenio del proceso emancipador, y sus
llamas existenciales, sus pensamientos se fueron decantando y en dos décadas de la mano de
Bolívar se irrigaron en 1821.

89
Uribe Celis, Carlos. “La República de Colombia del libertador Simón Bolívar”. En: Revista Análisis, No. 83,
Bogotá, Julio-diciembre, 2013. P. 332.
90
Ibid. 332.
91
Ob. Cit. Miranda, Francisco, América Espera, Pp. 114-116.
92
Ibid. Pp. 124-125.
93
Ibid. Pp. 188-192.
94
Ibid. Pp. 208-210.
95
Ibid. Pp. 254-.
96
Ibid. Pp.311-319
97
Ibid. P. 341.
22

A juzgar por lo que comenta Lynch, a lo largo de la biografía del libertador, el mismo Bolívar,
con su acción, - vale juzgar, en nuestro criterio-, contrarió la tesis del insigne filósofo
europeo, si se tiene en cuenta que el 26 de marzo de 1812, a causa del terremoto que sacudió
la ciudad de Caracas, sentenció que, si la naturaleza se opone, la haremos obedecer, más o
menos fue su actitud, de radical ilustrado voltaireiano. La ilustración pragmática y
republicana de Bolívar no nadaba contra la corriente de rio revuelto producidas por las
sacudidas generadas por el cisma independentista en nuestras tierras. Y pese al derrumbe en
1830 de la Gran Colombia, con la muerte del guerrero venezolano y Libertador, puede que
haya disuelto el sueño en lo político, pero no así esa ilusión se destruyó en lo cultural.

Aunque en lo extenso del siglo XX y XXI han existido muchos intentos de tratados y
acuerdos panamericanos en lo diplomático y comercial que han invitado a la unidad
continental, de fondo, el espíritu de una República de Colombia, que se transformó en una
República de las letras98 (de unidad y hermandad) no se destruyó en los intelectuales y el
sueño bolivariano de integración, solidaridad y prosperidad latinoamericana pervivió hasta
la actualidad, incluso en los denominados gobiernos progresistas latinoamericanos.

Hay que decir que del acento guerrero y bélico se pasó a lo oral y a la letras impresas o
escritas. “Heredar no es hurtar”99 proclamó el dominicano Pedro Henríquez Ureña en su
Utopía de América, cuando estableció la relación entre las letras y la política en nuestro
continente y concibió que en la tradición del pensamiento latinoamericano se vertió el anhelo
de Bolívar, deseo continental que siguió su curso en la literatura a lo largo del siglo XIX y
XX (Andrés Bello, Domingo F. Sarmiento, José Martí, Manuel González Prada, Clorinda
Matto de Turner, Flora Tristán, Teresa de la Parra en el siglo XIX y en el siglo XX, Justo
Sierra, Baldomero Sanín Cano, Jorge Zalamea, María Cano, Juana de Ibarbourou, entre
muchos más.

Todos esos representantes de la Inteligencia Americana100 que concibió Alfonso Reyes al


hablar de las disyuntivas, pero de los anhelos de nuestros letrados y pensadores, su papel en
la calle, en lo cívico y en la acción política, su esmero sacrificado de darle integración
continental a las letras nos ratifica en que ese sueño bolivariano de la Gran Colombia aún
existe y convive entre nosotros. En el siglo XIX y XX, artistas y letrados, cineastas y músicos
le dieron sentido dinámico al porvenir de nuestros países y en esa dirección se dirigió la
acción y el pensamiento de Bolívar, para quien el proceso de emancipación y de
independencias iba más allá de la liberación política de un pedazo de tierra.

4. Bolívar y la Constitución proclamada en la Villa del Rosario de


Cúcuta de 1821. Encuentros y desencuentros de un país soñado y de
una nación en formación que se disolvió.

98
Henríquez Ureña, Pedro. Las corrientes literarias en las América Hispánica. México: Fondo de Cultura
Económica. 1949.
99
Henríquez Ureña, Pedro. La Utopía de América. Caracas: Biblioteca Ayacucho. 1978. P.
100
Reyes, Alfonso. “Notas sobre la inteligencia americana”. Europa-América. Encuentro de los Pens Clubs.
Buenos Aires. 1936.
23

“El velo se ha rasgado, ya hemos visto la luz y se nos quiere volver a las tinieblas; se
han roto las cadenas; ya hemos sido libres y nuestros enemigos pretenden de nuevo
esclavizarnos. Por lo tanto, la américa combate con despecho, y rara vez la desesperación
no ha arrastrado tras sí la victoria”101

Como se ha construido en este capítulo, es inentendible e incomprensible y hasta imposible


conocer cuál fue el papel que Bolívar tuvo en la Constitución de 1821, si no se comienza por
establecer los antecedentes históricos del proceso de emancipación como se ha señalado y
menos aún no se podrá apreciar de qué modo su idea de República, de Colombia, que está
compuesta del ideal de una gran nación unida, se constituyó en su pensamiento y se revelaron
en su accionar bélico y en sus concepciones jurídicas que fueron variadas102. Al examinar la
noción de República de Colombia es necesario indagar en su biografía y al mismo tiempo
revisar con minuciosidad sus escritos y sus producciones intelectuales, lo que haremos en las
páginas que siguen.

La noción de Colombia en Simón Bolívar surgió ligada al deseo de independencia absoluta


de España, por un lado, y se decantó muy específicamente en sus ideales republicanos al
calor del problema postindependista de la restauración monárquica de 1812 a 1814, debido a
los variados fracasos producidos por la caída de la República de Venezuela, (tres veces
restaurada) y por las rivalidades, odios y discrepancias de los caudillos. Es menester añadir
que esta fue una época de extremismos y de polarización, rivalidades que contrapusieron los
ideales de una nación central con los poderes locales y regionales. El republicanismo activo
y pragmático de Bolívar se fundó en sus lecturas de Rousseau y Montesquieu, pero es más
notorio que el Libertador detestó radicalmente las ideas de Nicolás Maquiavelo103 (la unidad
de República mediante la tiranía y el despotismo) y se acercó rotundamente a Benjamín
Constant104.

Al leer la producción escrita de Bolívar su idea republicana es más próxima a Constant que
a Montesquieu como muchos han sostenido en investigaciones y estudios. Bolívar sostuvo la
necesidad de la constitución como base de construcción de la República y ante todo como
disolvente a las pasiones y ambiciones humanas. Por lo tanto, el imperio de las leyes
construye orden social y con esta postura la República es la base de la nación mediante las
virtudes y los méritos. Esa fue la concepción primigenia de Bolívar con relación a la
República para los latinoamericanos. Ahora el asunto no se ha indagado con detalle y
minuciosidad, es decir, los fundamentos ideológicos de ese republicanismo en Bolívar y
entonces, podría ser un tema esencial de investigación.

Lo cierto es que la idea de una República llamada Colombia, se configuró en Bolívar a través
de las vicisitudes de las batallas libertarias, al fragor de las guerras por la emancipación y al
mismo tiempo en el vaivén de los éxitos y fracasos sucesivos en el contexto de las luchas por
la separación del dominio de la colonia española. Para algunos autorizados biógrafos que
hemos citado, tanto en Lynch, Bushnell y Masur, desde muy temprano, en sus viajes a Europa

101
Ob. Cit. Bolívar, Simón, “Carta de Jamaica”, En: Doctrina del Libertador, p. 57.
102
Bolívar, Simón. Escritos políticos. Madrid: Alianza, 1969.
103
Ob. Cit., Lynch, John. Simón Bolívar. P. 34.
104
Constant, Benjamín. Una constitución para la República de los modernos. Madrid. Tecnos, 2013.
24

y en sus intentos por luchar por la independencia de Venezuela primero, con los sucesivos
exilios y la campaña admirable 1813 y luego con su lucha por liberar la Nueva Granada, en
medio de fracasos y de contrariedades se entiende que la noción o ideal de Colombia, surgió
o se abrió paso lentamente en Bolívar hasta llegar a la Constitución de 1821 despejando la
bruma o en medio del fragor de las batallas.

Hay que manifestar que la República de Colombia comprendió en Bolívar ante todo la idea
de un territorio libre del dominio español y además lo concibió como una tierra política
constituida en la hermandad y la solidaridad de los pueblos que comprendían la América
Latina del sur y del centro, por lo que su perspectiva de República se amparó en la integración
de varios países y varias geografías que iban de la Nueva España (México) al (Virreinato del
Río de la Plata) Argentina. Amplio y extenso este ideal de unión continental, para 1821,
apenas podía cumplirse con la unión de Cundinamarca (Nueva Granada) y Venezuela, a la
espera de incorporar Quito (Ecuador) y Panamá (que decretó una independencia por mano
propia y se adhirió en 1822), un año después a la firma de la carta magna de Cúcuta, el 30 de
agosto de 1821105 que creó la república de Colombia.
Como se ha dicho, el ideal de la República de Colombia se vio limitado por la realidad, dado
que, el proceso de liberarse del yugo colonial español, no fue realizado de un golpe y bajo
una batalla contundente y menos, se logró satisfactoriamente, pese a que en 1824, tras la
Batalla de Ayacucho, Bolívar y sus combatientes libraron el continente del dominio español
de forma definitiva en lo militar y tras la vitoria, el Libertador, formuló la propuesta de un
Congreso Panamericano que condujera a una confederación de naciones, que al menos
aclimatara ese anhelo y su gran ilusión, que obviamente se frustró en 1826 pese a la
concurrencia de algunos países a Panamá. Lo cierto es que, entre 1805, con el Juramento en
el Montesacro y en su Discurso en el Congreso de Angostura de 1819, en ese ciclo y a través
de esos escritos se pueden reconstruir tanto los criterios como los contenidos ideológicos que
Bolívar definió para la noción de República de Colombia, que se verterá en parte en la
Constitución de 1821.

De ahí que, para cualquier lector que se proponga entonces conocer y comprender ¿Cuál fue
el papel del libertador en 1821?, sin duda, deberá leer algunos de los escritos fundamentales
del guerrero venezolano. Y con el análisis de esos escritos podrá el lector, sin ánimo de
apología o de detracción, conocer igualmente, las posturas, los equívocos y las influencias
que tuvo el prócer en la creación y nacimiento de nuestro país como nación jurídica y política
hace doscientos años, pese a que, tras su muerte en 1830, todo ese aliento y esfuerzo de utopía
en parte realizada haya caído en el desencanto106, propiciado también por la disolución de la
Gran Colombia.

Concordamos con Javier Ocampo López, cuando en su libro sobre el proceso ideológico de
la emancipación hispanoamericana107, admite que en el estrecho lazo sobre unidad
continental y la idea de la Gran Colombia de Bolívar existen antecedentes ya constituidos en
ciertos personajes de la monarquía española y que como se ha demostrado aquí, la noción de

105
Cruz Santos, Abel. Federalismo y centralismo. Bogotá. Banco de la República, 1979. P. 47.
106
Tabanera, Nuria y Bonaudo, Marta. América Latina. De la independencia a la crisis del liberalismo, 1810-
1930. Madrid: Marcial Pons. 2016.
107
Ocampo López, Javier. El proceso ideológico de la emancipación en Colombia. Bogotá: Planeta, 1999.
25

una tierra unida, solidaria y en hermandad ya existía en los personajes de Viscardo y


Miranda108. También coincidimos con Ocampo López, quien afirma que son necesarios
examinar algunos de los escritos de Bolívar para poder hallar los contornos que definió lo
que él asumió como República de Colombia, cuando afirma que:

“Para Bolívar la patria es Hispanoamérica; ya sea en Venezuela, Colombia, Perú, Bolivia


o cualquier región de América. En una carta que le escribe a Páez encontramos el
sentimiento patrio hispanoamericano; […] “comprometido a defender a Bolivia hasta la
muerte como a una segunda Colombia: de la primera soy padre, de la segunda soy hijo;
así mi derecha estará en las bocas del Orinoco y mi izquierda llegará hasta las márgenes
del Río de la Plata”. La americanidad se encuentra en todos los países de habla hispana;
en la “América antes española”, en las “Repúblicas Americanas, antes colonias
españolas”; es decir, Hispanoamérica con una misma lengua, religión, tradiciones,
costumbres y modos de vida. Una América unida a través de un Pacto Político que la
llevará a constituirse en la Reina de las Naciones”109.

Si, para Bolívar, Colombia constituía un vasto territorio unido bajo una visión continental, la
definición de República, comprendía varios aspectos políticos y jurídicos que se pueden
sintetizar bajo un modelo político estatal fuerte y sólido que le diera sentido a la nación, es
decir, la organización del Estado es esencial para construir la nacionalidad. Algunos analistas
como por ejemplo David Bushnell coinciden con esa perspectiva de Bolívar, antes que la
Nación está el Estado y es el Estado centralizado, moderno y republicano el que le da vida a
la nación, le da contornos a su diversidad y pluralidad en una unidad110.

Coinciden algunos de los biógrafos que Bolívar concibió la República como la forma de un
poder político sustancial que constituye la fuente de la construcción de la nación e inclusive
tiene el deber de obligar a los ciudadanos a superar las barreras locales y regionales mediante
la noción de patria unida y unificada, independiente de las condiciones fronterizas que
imponen las razas, la cultura y las geografías. De otro lado, el Estado debe estar fundado ante
todo en un poder central, su soberanía es incuestionable y debe estar regido primero por las
leyes (el imperio de las leyes no de la fuerza o del capricho de los hombres, por ejemplo, al
imperio de los hombres se le opone el imperio de las leyes) y por la obligación moral
(virtudes) de los ciudadanos, a quienes se les deben garantizar la libertad, la seguridad y el
orden dentro del territorio. Estos presupuestos republicanos si son amenazados, Bolívar los
examina e interpreta como desorden y anarquía.

Y ante todo, esta república es preeminentemente laica, constitucional y en específico este


modelo de orden político debe cumplir con las condiciones de haber desterrado la esclavitud
(heredada como costumbre del despotismo y la tiranía de la colonia española, no solamente
política sino culturalmente), lograr consolidar la virtud no exclusivamente en los gobernantes
sino debe ser esencia de los gobernados a través del mérito (meritocracia o educación popular
laica), trascender las limitaciones que imponen la naturaleza y la geografía, en términos del
dominio regional y local, y en últimas, los ideales republicanos bolivarianos deben luchar

108
Ibid. Pp. 359-367.
109
Ibid. P. 370.
110
Bushnell, David. Colombia una nación a pesar de sí misma. Nuestra historia desde los tiempos
precolombinos hasta hoy. Bogotá: Planeta. 2007. Pp. 85-116.
26

contra la fuerza centrípeta que en esa época impusieron tanto los federalistas y los
caudillismos como disolventes de la noción de unidad e integridad.

Ya en el juramento del Monte Sacro de 15 de Agosto de 1805, Bolívar con 22 años, luego de
una excursión a pie de Paris a Italia, junto a su maestro Simón Rodríguez, el Rousseau
americano, manifestó que: “La civilización que ha soplado del oriente, ha mostrado aquí
todas sus fases, ha hecho ver todos sus elementos; más en cuanto a resolver el gran problema
del hombre en libertad, parece que el asunto ha sido desconocido y que el despejo de esa
misteriosa incógnita no ha de verificarse sino en el Nuevo Mundo”111 y agregó: “¡Juro delante
de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi
Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas
que nos oprimen por voluntad del poder español!”112.

Cinco años después, luego de creada la Junta de Caracas el 19 de abril de 1810, es nombrado
diplomático y viaja a Londres donde junto a Andrés Bello y Luis López Méndez buscan
gestionar con el gobierno británico, recursos y acaso de modo subterráneo desean el apoyo
del imperio inglés en el reconocimiento de la independencia absoluta, lo que no fue posible
por los acuerdos diplomáticos de Gran Bretaña con España en su lucha contra Napoleón y el
imperio francés. No obstante, el encuentro con Miranda en Londres constituyó un acicate
para Bolívar en sus convicciones ideológicas porque como lo comenta Lynch: “Bolívar
encontró en las ideas de Miranda la confirmación de sus argumentos sobre la necesidad de la
independencia absoluta, y la independencia, más que la lealtad a Fernando, fue el orden del
día que Miranda les impulsó a buscar en sus negociaciones, en contra de las instrucciones
que la junta había dado a Bolívar y compañía”113.

En su informe sobre las gestiones ante el gobierno de Inglaterra, fechado el 8 de septiembre


de 1810, a la par que avizora la independencia absoluta, su experiencia londinense le pone
en contacto con los ideales liberales de republicanismo. No obstante ser un autodidacta,
Bolívar se formó en los contornos ideológicos ilustrados y republicanos del siglo XVIII como
lo admiten Bushnell y Lynch, al punto que, en la reunión del 4 de julio de 1811 en el congreso
constituyente de Venezuela, ya apeló a su brío intelectual exigiendo no solamente
independencia absoluta sino también libertar Suramérica114.

A su regreso al continente latinoamericano, después de haber asistido en Londres como


diplomático ante el gobierno británico, Bolívar dio un discurso el 3 de marzo de 1811, unos
meses antes de que se decretara la República de Venezuela, libre e independiente,
desprendida del dominio español, en diciembre de 1811, su soberanía sería ejemplo para el
continente y Bolívar reiteró la lucha irrebatible contra la tiranía y el despotismo de la colonia
española. Aun contando con la tragedia y la desgracia, el 26 de marzo de 1812 a causa del
terremoto en la ciudad de Caracas, Bolívar desplegó su frenético ideal republicano y
libertario, porque pese a esa coyuntura como lo describe Lynch, actúo desafiando la
naturaleza misma:

111
Ob. Cit., Bolívar, Simón, Doctrina del libertador, p. 4.
112
Ibid. P. 4.
113
Ob. Cit. Lynch, John, Simón Bolívar, p. 67.
114
Ibid. P. 74.
27

“Un terrible terremoto, que afectó a toda Venezuela, desde los Andes hasta la costa,
removió Caracas a las cuatro y siete minutos de la tarde […] Miles de personas quedaron
sepultadas al derrumbarse las iglesias; soldados que estaban en campaña murieron. Otras
ciudades controladas por los patriotas también se vieron afectadas por el seísmo, pero en
Caracas la destrucción y la tragedia alcanzaron dimensiones traumáticas. “las
procesiones todavía no habían comenzado – escribió Humboldt -, pero las iglesias
estaban tan abarrotadas de gente que cerca de tres mil o cuatro mil personas perecieron
aplastadas por la caída de los techos abovedados […] se calcula en nueve mil o diez mil
el número de muertos en la ciudad de Caracas, sin contar a los desdichados que quedaron
gravemente heridos y que sucumbirían varios meses después por la falta de alimentos y
los cuidados adecuados. Bolívar nunca estuvo tan cerca de la revolución como aquella
tarde calurosa; en mangas de camisa, en medio del polvo y los escombros de la capital
asolada, fuera de sí, lleno de rabia e importancia, lanzó un desafío a la naturaleza y juró
que de ser necesario lucharía incluso contra ella”115

Efectivamente, como lo indican Masur y Bushnell, el primero, en 1812, fue un año, el de los
primeros fracasos, pero también fue un tiempo de aprendizaje y tenacidad en Bolívar, no
solamente por las tragedias, sino por las decisiones del Consejo de Regencia que condujo a
las Cortes116 que definirían la posición radical hispanoamericana a favor de la independencia
absoluta. De ese modo, “Si la naturaleza se nos opone, lucharemos contra ella. Y la
someteremos a nuestra voluntad”, declaró Bolívar ante la circunstancia del terremoto del 26
de marzo de 1812, pero la otra tragedia en el lapso de 1812 a 1814, primera etapa
revolucionaria de Bolívar, fue lo ocurrido con la muerte de su hermano Juan Vicente Bolívar
en 1810117, quien iba hacia Washington en misión diplomática y en 1814, la prisión de
Francisco Miranda, a causa de su fuga y su posterior decaimiento como militar, se le envío a
Cádiz y su muerte ocurrida en 1816118, fue un evento en el que Bolívar estuvo implicado y
ha sido juzgado por algunos biógrafos como traidor.

En 1812, tras la caída de la primera República de Venezuela por la restauración emprendida


por Domingo Monteverde, el libertador tuvo que asumir uno de esos tantos exilios, esta vez
hacia Colombia (Nueva Granada), - en otras ocasiones tuvo que asilarse en las Antillas
Caribeñas-, y el 15 de diciembre de 1812 expuso algunas ideas en las que explicó por un
lado, las razones que condujeron a la caída de su patria natal y de otro, reveló el problema
del arte de gobernar en abstracto por la falta de experiencia, habló además allí de las
repúblicas aéreas y de sus ilusos gobernantes (quienes amanecieron después de los triunfos
guerreros como dirigentes y líderes de repente), atacó con argumentos la desunión del pueblo
venezolano a causa de la tendencia al federalismo y aseveró cómo por el caudillismo “nuestra
división, y no las armas enemigas, nos tornó a la esclavitud”119.

El texto conocido Manifiesto de Cartagena se convirtió en uno de sus discursos


emblemáticos de sus ideas republicanas y de la noción de unidad continental y constituyó un

115
Ibid. Pp. 79-80.
116
Artola, Miguel. Antiguo Régimen y revolución liberal. Madrid: Ariel. 1978.
117
Ob. Cit. Masur, Gerhard, Simón Bolívar, p. 137.
118
Ibid. P. 155.
119
Ob. Cit. Bolívar, Simón, Doctrina del Libertador, p. 13.
28

antecedente vital de su idea de lo que sería Colombia como construcción política y jurídica.
Es quizás uno de entre muchos, de los testimonios, uno de los más nítidos en las ideas y
concepciones republicanas y americanistas de Bolívar, que inicia esgrimiendo que: “Libertad
a la Nueva Granada de la suerte de Venezuela”, su prioridad y con esta afirmación comenzó
su memoria dirigida a los colombianos y en la parte sustancial y esencial de su pensamiento
jurídico político expuso que:

“Los códigos que consultaban nuestros magistrados no eran los que podían enseñarles
la ciencia práctica del Gobierno, sino los que han formado ciertos buenos visionarios
que, imaginándose repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección política,
presuponiendo la perfectibilidad del linaje humano. Por manera que tuvimos filósofos
por jefes, filantropía por legislación, dialéctica por táctica, y sofistas por soldados. con
semejante subversión de principios y de cosas, el orden social se sintió extremadamente
conmovido, y desde luego corrió el estado a pasos agigantados a una disolución
universal, que bien pronto se vio realizada”120.

“Repúblicas Aéreas”, no fue una idea circunstancial que expresó Bolívar, sino que ha
constituido una fuerza reflexiva que incluso tendrá una repercusión en connotados
pensadores colombianos, en Rafael Núñez121, no el liberal radical, sino el conservador, en
Rafael Uribe Uribe Uribe122 el liberal de izquierda, incluso se puede encontrar en la noción
de “País político y país nacional” en el populismo de derecha de Jorge Eliecer Gaitán123 por
citar algunos. De todos modos, la memoria del Manifiesto de Cartagena leído de modo
completo es la primera declaración política acendrada y sólida de Bolívar con relación a su
noción de República de Colombia, y debe contemplarse como un documento del pensamiento
bolivariano relevante de su noción de Estado central y de su discrepancia radical contra el
sectarismo político consecuencia del caudillismo que engendraría el federalismo en
Venezuela y en Colombia.

En ese documento es muy límpida su concepción sobre la unidad política como freno a la
disgregación y a la división, pero es necesario comprender que el Republicanismo de Bolívar
no se agota en la democracia desde arriba, sino más bien, las virtudes de una república exigen
“ilustrar a los que tienen ilustración” en el arte de gobierno, o sea “primero ilustrar a los
gobernantes” y luego “ilustrar a los gobernados”, por ello afirmó que:

“Con estos antipolíticos e inexactos raciocinios fascinaban a los simples; pero no


convencían a los prudentes que conocían bien la inmensa diferencia que hay entre los
pueblos, los tiempos y las costumbres de aquellas repúblicas y las nuestras. ellas, es
verdad que no pagaban ejércitos permanentes; más era porque en la antigüedad no los
había, y sólo confiaban la salvación y la gloria de los estados, en sus virtudes políticas,
costumbres severas y carácter militar, cualidades que nosotros estamos muy distantes de
poseer”124.

120
Ibid. P. 9.
121
Núñez, Rafael. La reforma política en Colombia. Bogotá: Imprenta La Luz. 1885.
122
Uribe Uribe, Rafael. “Problemas Nacionales”. Obras selectas. Bogotá: Imprenta Nacional. 1979.
123
Gaitán, Jorge Eliecer. Obras selectas. Bogotá: Imprenta Nacional. 1979.
124
Ob. Cit. Bolívar, Simón, Doctrina del Libertador, P. 10.
29

Y precisó lo que sería la república en los momentos de crisis y de una guerra con España que
hasta esa época era cruda y existente, además agrega una reflexión crispante sobre el sistema
federalista entre nosotros:

“Pero lo que debilitó más el Gobierno de Venezuela fue la forma federal que adoptó,
siguiendo las máximas exageradas de los derechos del hombre, que autorizándolo para
que se rija por sí mismo, rompe los pactos sociales y constituye a las naciones en
anarquía. tal era el verdadero estado de la confederación. cada provincia se gobernaba
independientemente; y a ejemplo de éstas, cada ciudad pretendía iguales facultades
alegando la práctica de aquéllas, y la teoría de que todos los hombres y todos los pueblos
gozan de la prerrogativa de instituir a su antojo el gobierno que les acomode. el sistema
federal, bien que sea el más perfecto y más capaz de proporcionar la felicidad humana
en sociedad, es, no obstante, el más opuesto a los intereses de nuestros nacientes estados.
Generalmente hablando, todavía nuestros conciudadanos no se hallan en aptitud de
ejercer por sí mismos y ampliamente sus derechos; porque carecen de las virtudes
políticas que caracterizan al verdadero republicano; virtudes que no se adquieren en los
gobiernos absolutos, en donde se desconocen los derechos y los deberes del ciudadano.
Por otra parte, ¿qué país del mundo, por morigerado y republicano que sea, podrá, en
medio de las facciones intestinas y de una guerra exterior, regirse por un gobierno tan
complicado y débil como el federal? No es posible conservarlo en el tumulto de los
combates y de los partidos. Es preciso que el Gobierno se identifique, por decirlo así, al
carácter de las circunstancias, de los tiempos y de los hombres que lo rodean. Si éstos
son prósperos y serenos, él debe ser dulce y protector; pero si son calamitosos y
turbulentos, él debe mostrarse terrible y armarse de una firmeza igual a los peligros, sin
atender a leyes, ni constituciones, ínterin no se restablece la felicidad y la paz”125.

Ahora, tras las campañas del Alto Magdalena, y debido a las amenazas reales de restauración
monárquica, el año de 1813 es de “Guerra a muerte”, Bolívar lo decreta y a través de esta
postura la estrategia fue separar nítidamente los españoles de los americanos y distinguirlos
en esencia, para poder descifrar quienes deseaban la libertad y quienes creían en el
despotismo y la tiranía como bienes y como seguridad. Bushnell habla de esta etapa de la
Guerra a Muerte, proclamada en Trujillo el 14 de junio de 1813, como un momento de
claridades en el proceso de maduración de la revolución independentista, porque en este ciclo
logró recuperar Caracas que había sido restaurada por el monárquico español, Domingo
Monteverde, y este proceso heroico fue conocido como la “Campaña Admirable”126.

Y en el contexto de la segunda República de Venezuela y al calor del éxito de la Campaña


Admirable, Bolívar pasó de la abstracción de un ideal todavía nubado de la creación de
República de Colombia a la realidad inscrita en la piel del guerrero que no obstante, ya
mascaba en su cerebro los elementos jurídicos y políticos de lo que sería construir ese
territorio político: “La existencia de dos departamentos militares, le parecía, tenía sentido, no
así la de dos entidades administrativas: era fundamental tener un gobierno central que uniera
el este con el oeste, Venezuela con Nueva Granada. “Apenas Venezuela unida con la Nueva
Granada podría formar una nación, que inspire a las otras la decorosa consideración que les
es debida. ¿Y podremos pretender dividirla en dos?”. De este modo, la primera vez que
125
Ibid. Pp. 12.
126
Ob. Cit. Bushnell, David, Proyecto de América, Pp. 75-88.
30

Bolívar presenta su idea de una Gran Colombia que una Venezuela y la Nueva Granada para
formar una nación más fuerte y económicamente viable, la idea aparece como una alternativa
a las anarquías causadas por el dominio de los caudillos locales”127.

Inició entonces con claridad y consistencia el proyecto bolivariano republicano. La doble


circunstancia de soldado y de jefe de Estado, proveyó la claridad, sino suficiente, al menos
aproximativa tanto en lo militar y en lo jurídico político para darle contorno real a la
conformación de la República de Colombia, pero, no obstante, ese esfuerzo y esa utopía que
se había trazado de tiempos memoriales con Viscardo y Miranda, ahora enfrentaba la realidad
de las disoluciones políticas logradas porque tras la unidad del ideal emancipador e integrador
de la Gran Colombia, se nutrían como esporas venenosas, los caudillos separatistas, José
Tomás Boves (asturiano), Antonio Zuazola, Santiago Mariño, Manuel Piar, José Antonio
Páez y luego los civilistas neogranadinos, que divididos irán a constituir el entramado de
disputas y desavenencias que se reproducirán en las reuniones del congreso constituyente de
la Villa del Rosario en 1821.

El 8 de septiembre de 1814 se derrumbó la segunda República de Venezuela entre otras


causas, debido a algunas decisiones equívocas de Bolívar y también por la enconada
ambición personal de los caudillos que tenían su capacidad de mantener zonas dominadas a
través de sus pequeños reinados, con estructuras basadas en el micropoder y además
alternadas formas de reclutar, en la que se crearon ejércitos que derivaron a veces en el
bandidaje, los pillos y las guerrillas128, en un auténtica noción de guerra de guerrillas o
guerras civiles alentadas y agenciadas por el odio racial y de clases. Cabe recordar que, al
comienzo del capítulo, partimos del año de 1814 y consideramos que fue crucial en la
consolidación tanto del ideal republicano de Bolívar como en la definición de la República
de Colombia. Y como lo hemos argumentado, en medio de exilios, fracasos, decepciones,
frustraciones, defraudación y hasta la muerte, como la de su fiel y leal seguidor el
neogranadino Atanasio Girardot quien murió en la Batalla de Bárbula, ello que le ocasionó
un golpe emocional profundo al Libertador129.

Pese a sus esfuerzos y sacrificios, a sus intentos por unificar, de un lado, y de integrar por
otro, así fuera invitando y negociando con los caudillos subversivos o autonomistas, Bolívar
concibió la unión de colombianos y venezolanos, en su exposición en Villa de Tenerife del
24 de Diciembre de 1812 donde propuso muy claramente con mayor solidez, su idea de
República de Colombia y cómo se podría zanjar y superar la guerra regional y los odios o
enfrentamientos productos de las disputas locales en el continente:

“La discordia civil ha tenido privada a esta villa de la luz que brilla sobre todo el
horizonte de los estados de la Nueva Granada, porque vuestra ciega credulidad, y vuestra
timidez, ha dado asenso a las imposturas de vuestros opresores, y los habéis auxiliado
contra vuestros hermanos y vecinos. La guerra que habéis sostenido contra ellos, además

127
Ob. Cit. Lynch, John, Simón Bolívar, pp. 102-103.
128
Lynch, John. “Los caudillos de la independencia: enemigos y agentes del Estado nación”. En:
Hispanoamérica, 1750-1850. Ensayos sobre la sociedad y el Estado. Bogotá: Universidad Nacional de
Colombia. 1987. Pp. 101-129.
129
Ob. Cit. Bushnell, David, Simón Bolívar, p. 90.
31

de haberos cubierto de una ignominia eterna, os ha hecho probar todas las aflicciones
que son capaces de inventar los tiranos para asolar, y anonadar si es posible, a los que
tienen la estolidez de presentarles la cerviz a su yugo opresor; vuestra experiencia os ha
manifestado cuán duro y feroz es el dominio de la España en estas regiones. habéis visto
incendiar vuestras habitaciones, encadenar a vuestros conciudadanos, pillar vuestras
casas y hasta violar vuestras mujeres; echad los ojos sobre vuestros campos y los
hallaréis incultos; observad vuestras poblaciones, desiertas”130.

Y añadió con la mayor convicción que:

“Habitantes de Tenerife: yo no puedo engañaros, pues os hablo de las calamidades que


padecéis y os han reducido a ser la burla de un puñado de bandidos, que después de
haberos aniquilado con su protección, después de haberos atraído el odio de vuestros
hermanos de Cartagena y puesto en el borde del precipicio, os han abandonado en el
peligro al arbitrio de un conquistador, y han huido como unos malhechores que temen la
espada de la justicia. estas son las recompensas de vuestros sacrificios y este el galardón
que habéis obtenido por premio de vuestra sumisión y fidelidad al nominado rey
Fernando VII. ¡Qué diferencia entre el imperio de la libertad y el de la tiranía! La estáis
tocando por vosotros mismos […] os hemos puesto al abrigo de las violencias de una
legislación corrompida y arbitraria; se os abre una vasta carrera de gloria y de fortuna,
al declararos miembros de una sociedad que tiene por bases constitutivas una absoluta
igualdad de derechos y una regla de justicia, que no se inclina jamás hacia el nacimiento
o fortuna, sino siempre en favor de la virtud y el mérito. ya sois en fin hombres libres,
independientes de toda autoridad que no sea la constituida por nuestros sufragios, y
únicamente sujetos a vuestra propia voluntad y al voto de vuestra conciencia legalmente
pronunciado, según lo prescribe la sabia constitución que vais a reconocer y a jurar.
constitución que asegura la libertad civil de los derechos del ciudadano en su propiedad,
vida y honor; y que además de conservar ilesos estos sagrados derechos, pone al
ciudadano en aptitud de desplegar sus talentos e industria, con todas las ventajas que se
pueden obtener en una sociedad civil, la más perfecta a que el hombre puede aspirar
sobre la tierra”131.

Sin embargo, entre los fracasos que provocaron el exilio, pues, antes de zarpar hacia alguna
de las islas de las Antillas del Caribe, escribió otro de sus documentos sobresalientes, El
Manifiesto de Carúpano132 de 7 de septiembre de 1814, en el que reflexionó sobre el
problema de la guerra de independencia cuando los enemigos no eran solamente los
españoles, expresó que: “No es justo destruir los hombres que no quieren ser libres, ni es
libertad la que se goza bajo el imperio de las armas contra la opinión de seres fanáticos cuya
depravación de espíritu les hace amar las cadenas como los vínculos sociales”133, y además
se ocupó en analizar cómo los factores disolventes de la posibilidad de emanciparse fueron
el fanatismo religioso que como se recuerda fue utilizado de modo cruel por los sacerdotes
en el terremoto del 26 de marzo de 1812, para culpar a los rebeldes por su insumisión y
argumentar que la tragedia fue consecuencia de un castigo divino y el papel que tuvieron las
ambiciones personales de los caudillos que incitaban a la anarquía.

130
Ob. Cit. Bolívar, Simón, Doctrina del Libertador, p. 18.
131
Ibid. Pp. 18-19.
132
Ibid. Pp. 41-45.
133
Ibid. P. 43.
32

Exiliado en Jamaica en 1815 y luego de que la suerte en la vida lo acompañó, pues, iba a ser
asesinado, pero su ejecutor y verdugo no logró su cometido, Bolívar en respuesta al
comerciante Henry Cullen escribió la que se considera la Carta Magna, la epístola ensayo,
por excelencia, la base de su posición ideológica política más autorizada y representativa de
sus ideales de emancipación y de su republicanismo. Conocida como Carta de Jamaica,
escrita en Kingston el 6 de septiembre de 1815, sin duda, el documento constituye la
expresión más acabada del pensamiento y del proyecto bolivariano americanista.

Indudablemente en esa carta se encuentran no pocas claves de la influencia que tendrá


Bolívar en lo que será la República de Colombia. Bushnell la juzga como un documento
primordial del pensamiento político jurídico del Libertador por el análisis sobre las
condiciones de la América española en su pasado, presente y futuro134. De otro lado, Lynch
la examina como el testimonio primigenio de una teoría de la emancipación colonial y una
postulación de republicanismo liberal y constitucional.

Al hacer la lectura detallada de la carta no deja de sorprenderse el lector de la variedad de


argumentos y reflexiones que ella contiene en relación al momento crítico del proceso de
independencias de nuestras tierras. Citando Humboldt la carta inicia brindado datos
geográficos y ciertas estadísticas. Como Viscardo y Miranda, se enfoca a hacer un balance
de la conquista y la colonia española que no duda en calificar de haber sido un dominio de
barbarie y de crueldad. Para lo cual cita a Bartolomé de las Casas. Después de sostener los
orígenes que causaron nuestras independencias, se dedica a elaborar unas conjeturas
aproximadas sobre la futura organización política de nuestro continente para lo cual emplea
observaciones agudas de la geografía y las costumbres aplicando severamente Montesquieu.

De igual manera atisba con una magistral reflexión la situación mundial y geopolítica de
América, antes, después y durante su independencia. Y en el transcurso de su análisis plantea
el elemento central o esencial de nuestra dificultad para el gobierno democrático y para la
independencia, el tema de la esclavitud, que aborda analíticamente así:

“¡Cuán diferente era entre nosotros! Se nos vejaba con una conducta que además de privarnos
de los derechos que nos correspondían, nos dejaba en una especie de infancia permanente
con respecto a las transacciones públicas. Si hubiésemos siquiera manejado nuestros asuntos
domésticos en nuestra administración interior, conoceríamos el curso de los negocios
públicos y su mecanismo, y gozaríamos también de la consideración personal que impone a
los ojos del pueblo cierto respeto maquinal que es tan necesario conservar en las
revoluciones. He aquí por qué he dicho que estábamos privados hasta de la tiranía activa,
pues que no nos era permitido ejercer sus funciones”135.

Al cumplirse los doscientos años de la Carta de Jamaica, en un laborioso trabajo de


investigación, Juan Guillermo Gómez García al hacer la reconstrucción analítica de este
documento esencial para nuestra identidad continental y creación de la nación aseguró que:

134
Ob. Cit. Bushnell, David, Simón Bolívar. Proyecto de América, Pp. 114-116.
135
Ob. Cit. Bolívar, Simón, “Carta de Jamaica”, En: Doctrina del libertador, P. 63.
33

“Bolívar propone, frente a la monarquía absolutista católica de Fernando VII, una


Constitución republicana laica; frente al constitucionalismo dominante en el mundo
español - que en su época lo encarnaba la Constitución de Cádiz de 1812 que fue
monárquico-constitucional y confesional- una Constitución liberal ilustrada, como
fuente de derechos civiles y colectivos. El constitucionalismo republicano de Bolívar
presupone y exige la separación política radical de las dos comunidades nacionales, la
española y la americana, y demanda la unidad solidaria política de un cuerpo político de
México al Río de la Plata. Presupone más y concomitantemente: la separación de la
Iglesia del Estado, un Estado no confesional. El constitucionalismo ilustrado de Bolívar,
al prescindir de la confesión de fe católica de nuestras naciones (nítidamente para la
Constitución de Bolivia de 1826) como parte de sus derechos fundamentales, abre la vía
a un constitucionalismo tolerante, pluri-confesional, multicultural y descolonizador. La
actualidad y vigencia del pensamiento del Libertador radica en la exclusión no solo de
la monarquía española sino de la confesión católica (era una misma sustancia doctrinal)
del corpus constitucional bolivariano”.

Al juzgar por la lectura analítica que se puede hacer de Bolívar en esta etapa de las luchas
independentistas es comprensible su renuencia a formar una República fundada en los
amplios y generosos ideales de la democracia (absoluta) y es más que entendible su
preponderancia a un Estado centralista que incluyó la virtud y los méritos, como elementos
indispensables para sofrenar el desorden y la anarquía derivados de las luchas intestinas
provocadas por el regionalismo y el caudillismo. Se colige de la lectura de la Carta de
Jamaica y de otros escritos aquí citados que la mayor preocupación de Bolívar fue estar
atrapado en medio de dos vidrios quebradizos que estaban a punto de estallar a pedazos que
lo iban a cortar, esto es, por un lado, la urgencia de la guerra para liberar al continente del
dominio colonial español en el sur y de otro, superar la fuerza disgregadora consecuencia de
los poderes provinciales y regionales, además de los caudillismos136.

Su postulación, obsesiva si se quiere, de una República constitucional, laica, centralista, con


presidente y senado vitalicio, bajo el imperio de límites y de restricciones frente a los posibles
abusos democráticos de la participación y la representación política, no eran más que
actitudes que se definieron por el miedo o la prevención a ver fracturados nuestros territorios
debido a las pasiones y a las ambiciones personales y hasta irracionales de pueblos sin
experiencia en el gobierno, es decir, “Repúblicas Aéreas” y a la falta de ilustración y
educación popular que pudieran sofrenar las tendencias al cesarismo, a las tiranías o a las
dictaduras personales. Por lo anterior, entre las demandas bélicas y la instauración de una
República acorde a los ritmos de los tiempos y de las épocas, es más que explicable bajo qué
posiciones llegaría el Libertador al Congreso de 1821 que lo nombraría junto a Francisco de
Paula Santander, presidente de la República de Colombia el 3 de octubre de 1821.

Justamente al leer con mayor detalle la Carta de Jamaica se hayan dos problemas que no
cejarán en convertirse en problemas endémicos y hasta sustanciales de la cultura política de
nuestros pueblos, el del mestizaje que plantea el dilema sobre la construcción de la
integración política en sociedades pluriétnicas y variadas racialmente y de otro lado, más
136
Rubiano Muñoz, Rafael. “Simón Bolívar y Baldomero Sanín Cano (1815-2015). A propósito de los 200
años de la Carta de Jamaica”. En: Revista Estudios de Derecho, No. 162, Vol. 73, Medellín, Universidad de
Antioquia, 2016. Pp. 269-287.
34

profundo del pasado, pero no menos actual, es el problema de forjar la identidad nacional, la
nación, y para ello es necesario homogeneizar la cultura, porque de ese modo es posible
construir las bases de la integración ciudadana. Sin embargo, surge el interrogante de si la
Nación homogeniza la cultura, entonces ¿dónde queda el pluralismo o la tolerancia a la
diversidad? Por lo pronto Bolívar evitó al máximo los conflictos y concibió que en una
República fundada en la virtud y los méritos, la hermandad y la solidaridad se dan por
construidos y los conflictos se desactivaban y podrían ser resueltos bajo la educación
ilustrada de los ciudadanos y de los gobernantes.

Por lo demás, en la Carta de Jamaica, estas reflexiones de la manera de gobernar, son


puntualmente descritos en términos de una teoría del gobierno en el sentido en que, la
democracia no es solamente amplias garantías de participación y representación, es
educación, o sea, la democracia no depende para ser tal, procedimientos, es una forma de
vida. Y lo que destruye los resortes del gobierno democrático es el relajamiento, la
flexibilidad, del absolutismo libertario (libertinaje) y de otro lado, la democracia no niega la
autoridad y el orden, la seguridad y el poder estatal.

Entre el disenso y el consenso, el conflicto o la imposición del orden, estos referentes


analíticos de Bolivar, serán el alimento nutricio por lo menos de Colombia durante todo el
siglo XIX. Basta revisar los periodos que transcurrieron políticamente entre 1863 y 1885 con
la transición del liberalismo radical llamado irónicamente el Olimpo Radical o entre 1886
hasta 1904, que comprende el paso de la Regeneración y la Constitución de 1886 al
Quinquenio de Rafael Reyes y de allí con variadas reformas leves, la Constituciónde 1886
fue derribada - después de una violencia producto del narcotráfico – con la firma de la
Constitución de 1991 que rige hoy y aparentemente funge como progresista y formalizó entre
otras, el Estado social de derecho en nuestro país, según expertos. Este año se cumplen los
30 años de promulgada la Constitución de 1991 y hasta el día de hoy las disputas,
desaveniencias, polarización y extremismo es del mismo tenor y ambiente vivido en la
Constitución de 1821.

En últimas entonces, sobre el problema de una sociedad pluriétnica y diversa racialmente,


dilema y desafío propuesto en nuestras tierras para pensar las formas políticas democráticas,
es adecuado leer a Bolívar cuando expresó que:

“Todavía es más difícil presentir la suerte futura del Nuevo Mundo, establecer principios
sobre su política y casi profetizar la naturaleza del gobierno que llegará a adoptar. Toda
idea relativa al porvenir de este país me parece aventurada. ¿Se pudo prever cuando el
género humano se hallaba en su infancia, rodeado de tanta incertidumbre, ignorancia y
error, cuál sería el régimen que abrazaría para su conservación? ¿Quién se habría
atrevido a decir: ¿tal nación será república o monarquía, ésta será pequeña, aquélla
grande? en mi concepto, ésta es la imagen de nuestra situación. Nosotros somos un
pequeño género humano; poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados mares,
nuevo en casi todas las artes y ciencias, aunque en cierto modo viejo en los usos de la
sociedad civil. Yo considero el estado actual de la américa, como cuando desplomado el
imperio Romano cada desmembración formó un sistema político, conforme a sus
intereses y situación o siguiendo la ambición particular de algunos jefes, familias o
corporaciones; con esta notable diferencia, que aquellos miembros dispersos volvían a
restablecer sus antiguas naciones con las alteraciones que exigían las cosas o los sucesos;
35

más nosotros, que apenas conservamos vestigios de lo que en otro tiempo fue, y que por
otra parte no somos indios ni europeos, sino una especie media entre los legítimos
propietarios del país y los usurpadores españoles: en suma, siendo nosotros americanos
por nacimiento y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar estos a los del
país y mantenernos en él contra la invasión de los invasores; así nos hallamos en el caso
más extraordinario y complicado; no obstante que es una especie de adivinación indicar
cuál será el resultado de la línea de política que la américa siga, me atrevo a aventurar
algunas conjeturas, que, desde luego, caracterizo de arbitrarias, dictadas por un deseo
racional y no por un raciocinio probable”137.

Y el drama de un pueblo que por las condiciones del dominio colonial se acostumbró a la
esclavitud pasiva y no a la esclavitud activa, es decir, a tener por valor la servidumbre y a
rechazar por esencia la libertad, una vez más Bolívar dijo que:

“La posición de los moradores del hemisferio americano ha sido, por siglos, puramente
pasiva: su existencia política era nula. Nosotros estábamos en un grado todavía más bajo
de la servidumbre, y por lo mismo con más dificultad para elevarnos al goce de la libertad
[…] ¡Cuán diferente era entre nosotros! Se nos vejaba con una conducta que además de
privarnos de los derechos que nos correspondían, nos dejaba en una especie de infancia
permanente con respecto a las transacciones públicas. Si hubiésemos siquiera manejado
nuestros asuntos domésticos en nuestra administración interior, conoceríamos el curso
de los negocios públicos y su mecanismo, y gozaríamos también de la consideración
[…] personal que impone a los ojos del pueblo cierto respeto maquinal que es tan
necesario conservar en las revoluciones. he aquí por qué he dicho que estábamos
privados hasta de la tiranía activa, pues que no nos era permitido ejercer sus funciones.
los americanos, en el sistema español que está en vigor, y quizá con mayor fuerza que
nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo, y
cuando más, el de simples consumidores; y aun esta parte coartada con restricciones
chocantes […]tan negativo era nuestro estado que no encuentro semejante en ninguna
otra asociación civilizada, por más que recorro la serie de las edades y la política de
todas las naciones. Pretender que un país tan felizmente constituido, extenso, rico y
populoso, sea meramente pasivo, ¿no es un ultraje y una violación de los derechos de la
humanidad? ”138.

Y agregó la reflexión que, en la relación entre esclavitud y libertad, que, por naturaleza, los
hombres se disponen a ser esclavos, ya sea por comodidad o por confort, por seguridad, y
por miedo, esto es, no es del resorte humano luchar por su libertad, por la independencia, de
modo que afirmó:

“Es más difícil –dice Montesquieu– sacar un pueblo de la servidumbre, que subyugar
uno libre”. esta verdad está comprobada por los anales de todos los tiempos, que nos
muestran las más de las naciones libres sometidas al yugo y muy pocas de las esclavas
recobrar su libertad. a pesar de este convencimiento, los meridionales de este continente
han manifestado el conato de conseguir instituciones liberales y aun perfectas, sin duda,
por efecto del instinto que tienen todos los hombres de aspirar a su mejor felicidad
posible; la que se alcanza, infaliblemente, en las sociedades civiles, cuando ellas están
fundadas sobre las bases de la justicia, de la libertad y de la igualdad. Pero ¿seremos

137
Ob. Cit. Bolívar, Simón, Doctrina del Libertador, Pp. 61-62.
138
Ibid. P. 73.
36

nosotros capaces de mantener en su verdadero equilibrio la difícil carga de una


república? ¿Se puede concebir que un pueblo recientemente desencadenado se lance a
la esfera de la libertad sin que, como a Ícaro, se le deshagan las alas y recaiga en el
abismo? tal prodigio es inconcebible, nunca visto. Por consiguiente, no hay un raciocinio
verosímil que nos halague con esta esperanza”139.

El federalismo como expresión de las fuerzas centrípetas que generó el proceso


independentista desde ocurrida la invasión de Napoleón en 1808, también el caudillismo, el
mestizaje y el regionalismo, además de una cultura política fundada en la obediencia y en la
sumisión, todos fueron factores que pasaron por la mano reflexiva del Libertador y serán
componentes esenciales para poder comprender de qué modo se constituyó y se desbarató a
un mismo tiempo, el proyecto político territorial de la unidad continental y de la República
de Colombia. Sin duda, otros muchos relatos, orales y escritos del Libertador ofrecen los
elementos necesarios para juzgar con solvencia las ideas políticas republicanas del
Libertador, por ejemplo, son representativos, el artículo fechado en Kingston el 28 de
septiembre de 1815 que se enfocó al problema de la situación étnica y social de América
Latina140, el del 15 de febrero de 1819 conocido como Discurso del Congreso de
Angostura141, el de 17 de diciembre de 1819, tras la Batalla de Boyacá, donde propuso
tajantemente la creación de la Gran Colombia142, esos textos ratificarían, sus empeños, sus
esfuerzos, anhelos y deseos por ver realizada su Utopía de América143.

En su Discurso al Congreso de Angostura de 1819, por ejemplo, se puede considerar


constituye el culmen de sus ideales continentales y republicanas. En esa narración expuso los
problemas gruesos de la unidad y la integración política de Colombia, además se estableció
la ley fundamental orgánica de la República y se propuso la convocatoria de la reunión
constituyente que se realizaría en enero en la Villa de Rosario de Cúcuta de 1821. Llama la
atención del Discurso de Angostura, entre otros puntos ya mencionados aquí, el enfoque
crítico de Bolívar sobre la crisis coyuntural de las independencias, su renuencia a gobernar y
a administrar la República conformada en ese año, como Jefe de Estado, vuelve al problema
de la servidumbre inactiva y a su crítica a la democracia, cuando ella por la falta de límites y
restricciones, deriva en malos gobiernos y en vicios públicos. Además, cita a Rousseau, e
indica que “la libertad es un alimento suculento, pero de difícil digestión”144. Y un punto
esencial que se revelará en las disputas enconadas y a veces ampulosas de la constituyente
de Villa del Rosario, las diferencias del federalismo entre nosotros y los Estados Unidos.

En el Discurso asentó su ideal republicano frente al problema del mestizaje y la diversidad


racial cuando admitió que: “Si el principio de la igualdad política es generalmente
reconocido, no lo es menos el de la desigualdad física y moral. La naturaleza hace a los
hombres desiguales, en genio, temperamento, fuerzas y caracteres. Las leyes corrigen esta
diferencia porque colocan al individuo en la sociedad para que la educación, la industria, las

139
Ibid. P. 78-79.
140
Ibid.75-79.
141
Ibid. Pp. 101-127.
142
Ibid. Pp. 137-138
143
Ibid. P. 73.
144
Ibid. P. 105.
37

artes, los servicios, las virtudes, le den una igualdad ficticia, propiamente llamada política y
social es una inspiración eminentemente benéfica la reunión de todas las clases en un estado,
en que la diversidad se multiplicaba en razón de la propagación de la especie. Por este solo
paso se ha arrancado de raíz la cruel discordia. ¡cuántos celos, rivalidades, y odios se han
evitado!”145.

Conclusiones
“Un pueblo soberano, ha dicho Montesquieu, es un caballo indómito que muy pronto
derriba su jinete. Es muy difícil dar gusto a muchos y mucho más cuando la República
está rodeada de males e inconvenientes”146.
No resulta asombroso, menos aún excepcional, que un pensador como el alemán Karl Marx
haya escrito un artículo enciclopédico sobre Simón Bolívar -arriba citado - y lo descalifique
además de impropiarlo con adjetivos insultantes y negativos, al punto, que lo perfila como
un cesarista mediocre de una revolución y, ante todo, mal imitador de Napoleón Bonaparte.
Las informaciones enviadas y recibidas, en ambos lados del Atlántico (de España a América
Latina y de América Latina a Europa) llegaban lentamente y hasta se vulneraban con
información amañada y hasta desviada de su fuente original, se manipulaba y por lo anterior
es comprensible de qué modo se alteraba y se trastornaba la información. Con Bolívar no fue
extraño la línea delgada del héroe libertador y la del criminal déspota y tirano.

Como se ha tenido la ocasión de reconstruir en este capítulo, las vicisitudes de la guerra de


independencias, así mismo como la volatilidad de la política en un territorio que a la luz de
las observaciones de Bolívar, había vivido en la esclavitud y en la servidumbre, la
construcción de Estado centralizado y de República no fue propiamente un camino plagado
de rosas y menos aún se produjo a partir de los variados triunfos bélicos (o de sus fracasos),
lo que constituyó la integración política, y que es necesario reflexionar que, una nación o un
estado se erigen en el ardiente y premuroso clima de las celebraciones, reuniones o agasajos,
porque las contiendas bélicas podrían ser resueltas en los campos de Batalla, pero no harían
desaparecer, las contiendas ideológicas que se resolvieron en las constituciones o ampliaron
los conflictos hasta retornar a las armas.

La primera conclusión que se deriva del ejercicio atento sobre el papel de Bolívar en la
Constitución de 1821, es que procuró mantener una línea ideológica coherente, entre su sueño
de la América Unida y la noción de República de Colombia que fue, hay que decirlo,
madurando a fuerzas de decepciones y frustraciones, de golpes y de contrariedades o
contradicciones, muchas de ellas, por su obstinado rigor, que no era solamente militar, fue
intelectual y por su entorno sin duda, plagado de contingencias y de disparidades étnicas,
raciales, sociales y por supuesto regionales y culturales. Lo cierto es que el Libertador en su
empeño de descolonizar estas tierras del legado español, no pudo zanjar la variedad de la
naturaleza (hombres, geografía, costumbres y mentalidades) que pretendió darle unidad e
integración siempre contando con la pluralidad, pero en medio de pasiones y ambiciones
personales.

145
Ibid. P. 111.
146
Ibid. P. 129.
38

Otras de las conclusiones que se pueden extraer del ejercicio analítico a partir de la obra y el
pensamiento de Bolívar es que su ideal de una América Unida se vio forzosamente reducida
a la integración de Venezuela y Colombia en 1821, como queda aquí ya sustentado a la espera
de definir la campaña continental del sur, que libraría los territorios de Perú y Ecuador, y
también a la espera de la adhesión de Panamá lo que ocurriría un año después de la reunión
de la Villa del Rosario. No obstante, la aspiración y el deseo del Libertador por unir lo
divisible, de integrar lo fracturado, su tenacidad militar e intelectual, le permitió no solamente
asistir y ver al menos plasmado en la Constitución de 1821, la idea de la República de
Colombia formalizada, sin embargo, como muy bien lo ha definido el historiador Bushnell,
fue una nación a pesar de sí misma, una nación que al afirmarse jurídica y políticamente se
negaba en sus entrañas, como sucedería al cabo nueve años después con su disolución en
1830.

Ya desde el movimiento juntero, la formación y reclutamiento del ejército nacional y


libertador, las primigenias formas de gobierno, o las primeras reuniones y constituciones, las
disputas y las discordancias ideológicas sobre nuestra organización política, acerca de nuestra
identidad y soberanía nacional, y otros muchos aspectos de integración política, nuestro
nacimiento como patria, se realizó a partir de desavenencias, disputas y desacuerdos, lo que
reveló que, han sido los conflictos sociales y culturales, las costumbres regionales y locales,
los referentes más consistentes de identidad que lo nacional en sentido moderno y que por lo
tanto, hasta la actualidad, esos factores internos y externos, han dificultado, no la integración
política del territorio, sino más bien, la posibilidad de aceptar que la creación estatal y
nacional no puede fundarse sobre la base del consenso absoluto sino sobre la base del disenso.

Por otra parte, la construcción del estado y nación no depende de instituciones y estructuras,
sino de las costumbres y mentalidades, de ahí que, nuestra cultura política todavía adolece
de la polarización y el extremismo, si en 1821 las desavenencias se realizaron a través de las
posturas entre federalistas y centralistas, en la actualidad se nombra de otro modo, más
personalizados y mucho más atizados por la intolerancia y por la incapacidad para saber
debatir en el espacio público y privado. No se ha podido construir una democracia en
Colombia porque, pese a los fundamentos constitucionales y sociales no existen o no hay
condiciones culturales para saber discutir y aceptando que el conflicto y el disenso son las
bases de la política, el convivir con el desacuerdo, en nuestro medio no es posible “la
capacidad de convivir con las diferencias y de aceptar el pluralismo y lo variado” como
elementos vitales de la sociedad.

Cerremos con lo siguiente, Bolívar fue pragmático y tensó la línea, entre emancipación y
república, pero por más que buscó el equilibrio, una cosa fue definir la descolonización de
América y definir nuestras independencias con la guerra y otra realidad muy discordante era
que a partir de esa liberación de la tiranía y del dominio colonial español, se produjera la
creación de una hermandad y de una solidaridad, de una unión continental que traspasara los
límites reales de lo nacional y de lo regional. La balanza de esos dos proyectos, condujeron,
a la libertad, es cierto, lo que llevó a la derrota del dominio colonial español, pero acentuó el
lado perverso de las independencias, las formas de poder local y regional, expresados en
39

poderes personalistas y en formas caudillistas147 que hasta el día de hoy se sobreponen a los
partidos y a las colectividades.

Bushnell y Lynch148, que hemos citado recurrentemente, apuntan con acierto y con destreza
a percibir cómo es que llegó Bolívar a la Constitución de 1821 y desde perspectivas diversas
arriban a un análisis común, la formalización de la República de Colombia no necesariamente
integró el territorio en sus crudas realidades socioculturales que eran diferenciales. Mientras
se desarrollaba la Batalla de Carabobo y apenas se emprendía la incorporación de Ecuador y
de Panamá, sesionaba la constitución de 1821, Caracas estaba regida por el dominio realista
y ante la rebelión de Guayaquil, Bolívar envió a Antonio José de Sucre a apaciguar la
rebelión:

“Pero el Congreso de Cúcuta no vaciló en ratificar la unión promulgada en Angostura;


hubo solo un voto en contra. Al fin y al cabo, la unión ya existía de hecho, por lo menos
en lo referente a Venezuela y Nueva Granada, y habría sido temerario desmantelarla en
medio de una guerra todavía inconclusa. Pesaba también, naturalmente, el firme apoyo
del Libertador, en cuyo concepto la unión era no solo algo ventajoso para ganar la guerra
sino una condición altamente deseable a largo plazo por la afinidad entre pueblos
hermanos, por la combinación de sus recursos supuestamente complementarios y porque
en último análisis en el concierto de las naciones un gran Estado se tomaría más en serio
que unos cuantos pequeños Estados independientes”149.

El congreso que requería 57 representantes de las provincias no tuvo la asistencia requerida


y Antonio Nariño no obstante la dificultad, abrió las sesiones el 6 de mayo, en medio de
altercados, que lo llevaron a dimitir y dejar la presidencia. La Constitución adoptó el
centralismo y como una concesión a los federalistas se propuso una nueva reunión para
revisar lo acordado en la constitución firmada, como posteriormente sucederá en octubre de
1821. La organización política del país se determinó en departamentos y provincias y se
decretaron importantes consideraciones jurídicas, como se puede leer en varias publicaciones
que reconstruyen tanto los preparativos de la reunión como lo acordado en términos
constitucionales150.

Algunos análisis sobre la esencia de la Constitución realizan un balance contrastante y ante


todo logran mostrar el nivel de conflictos que se desatará mediante disputas y discusiones
inconclusas a lo largo del siglo XIX. Un balance negativo de la influencia de Bolívar en la
constitución de 1821 lo establecen Leopoldo Uprimny151 y Carlos Restrepo Piedrahita152
quienes bajo el lente antibolivariano defienden las causas de los federalistas y los
neogranadinos. Importantes decisiones se lograron en 1821, con relación a la división de
poderes, las libertades, en especial, la de tributos indígenas y libertad de partos, que Bolívar

147
Rouquié, Alain. A la sombra de las dictaduras. México. Fondo de Cultura Económica. 2011.
148
Ob. Cit. Lynch, John, Simón Bolívar, Pp. 193-197.
149
Ob. Cit. Bushnell, David, Simón Bolívar, p. 180.
150
(S.F.). Congreso de Cúcuta de 1821. Constitución y Leyes. Bogotá: Kelly, 1971.
151
Uprimny, Leopoldo. El pensamiento filosófico y político en el Congreso de Cúcuta. Bogotá: Instituto Caro
y Cuervo. 1971.
152
Restrepo Piedrahita, Carlos. El Congreso Constituyente de la Villa del Rosario de Cúcuta-1821. Bogotá:
Universidad Externado de Colombia. 1990.
40

ya había decretado en 1820153, el fomento de la industria nacional, la regulación de medidas


y pesos, la erradicación de la censura y la disolución de la inquisición y más aún, se
garantizaba el sufragio restringido en la que ni las mujeres, ni los afrodescendientes, ni los
indígenas podían ser electores – a no ser que tuvieran propiedad, educación y capital – en
general, se seguía la idea de centralismo de Bolívar, pero como dice Bushnell:

“Los constituyentes hicieron caso omiso, sin embargo, de nociones predilectas del
Libertador respecto del senado de tipo hereditario y el “poder moral”, redactando un
texto imbuido de un liberalismo más o menos convencional; en sus artículos podía
detectarse la influencia tanto de la Constitución norteamericana como de la española de
1812. Bolívar en todo caso no objetó el grado de centralización. Lo que sí le disgustaba
de la nueva Constitución era la distribución de facultades entre el poder ejecutivo y el
legislativo, en su concepto demasiado favorable a éste, mayormente cuando él suponía
que el futuro congreso sería a lo mejor un nido de leguleyos y teorizantes incapaces de
comprender la férrea necesidad de un gobierno fuerte para las condiciones de
Iberoamérica”154.

Elegido vicepresidente de la República a Francisco de Paula Santander, y no obstante, siendo


que fue federalista, apoyó el centralismo del Libertador, pero: “Las reformas sí chocaron, sin
embargo, con algunas viejas preocupaciones y ciertos intereses creados, y por esto el
Libertador, que de ninguna manera discrepaba de los objetivos propuestos, las juzgó
prematuras, no a todas, por supuesto, pero sí al paquete en su conjunto. Con toda razón preveía
que generarían descontento y conflictos a corto y mediano plazo, lo que dificultaría la tarea
esencial que no era sino la consolidación de la independencia y el logro de la estabilidad
política interna. El ímpetu reformista de los diputados de Cúcuta le parecía otro indicio más de
la falta de buen juicio por parte del gremio de letrados (de los granadinos sobre todo). Más por
ahora no había nada más que hacer; para bien o para mal, la República de Colombia quedaba
constituida”155.

Bolívar al tomar posesión como presidente en su discurso de posesión, admitió, que prefería
ser hijo de la guerra antes que el jefe de Estado, ya que 2Uno hombre como yo es un ciudadano
peligroso en un gobierno popular, es una amenaza a la soberanía nacional”156 y lo decía porque
como admite Lynch, imploró que no se le diera el título de Libertador – aún faltaba mucha
tierra por liberar – pues prefería el de “buen ciudadano”157.

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153
Ob. Cit. Bolívar, Simón, Doctrina del Libertador, Pp. 163-165.
154
Ob. Cit. Bushnell, David, Simón Bolívar, p. 182.
155
Ibid. P. 184.
156
Ob. Cit. Lynch, John, Simón Bolívar, p. 196.
157
Ibid. P. 197.
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