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LC9,22-25.
Este misterio de comunión, que hace de la Iglesia signo del amor del Padre, crece
y madura en nuestro corazón, cuando el amor, que
reconocemos en la Cruz de Cristo y en el cual nos
sumergimos, nos hace amar del mismo modo que
nosotros somos amados por Él. Se trata de un Amor
sin fin, que tiene el rostro del perdón y la misericordia.
Pero la misericordia y el perdón no deben quedarse en
palabras bonitas, sino realizarse en la vida cotidiana.
Amar y perdonar son el signo concreto y visible que la
fe ha transformado nuestro corazón y nos permite
expresar en nosotros la vida misma de Dios. Amar y
perdonar como Dios ama y perdona. Este es un
programa de vida que no puede conocer interrupciones
o excepciones, sino que nos empuja a ir siempre más
allá sin cansarnos nunca, con la certeza de ser
sostenidos por la presencia paterna de Dios.
Para meditar.
Que acciones concretas te propones a vivir en esta cuaresma para vivir a
profundidad el misterio pascual de cristo en tu vida.