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Testimonio de Hans Pree:

Por las historias que me contaba mi difunto abuelo materno, nací un día frio de invierno, en el
seno de una familia campesina en un pueblo bajo el mandato de un Conde.

La familia se dedicaba a trabajar las tierras de este, las cuales cada año eran más difíciles de
cuidar dados los acontecimientos que prosiguieron a mi nacimiento.

Mi madre murió en el parto, tal acontecimiento mató el alma de mi padre, fue un cadáver
andante alimentado por el alcohol que me culpaba de la muerte de su esposa.

Con la edad de 15 años, mientras ayudaba a mi abuelo en su molino con las tareas diarias,
llegaron a casa dos guardias, mi progenitor había muerto en un camino nada importante,
mientras meaba volviendo a casa de madrugada del bar. Es interesante pensar que murió con
los pantalones bajados ahogado en el barro que se formó durante la noche por la lluvia.

A partir de ese día, oficialmente me crio mi abuelo, Hans Pree Senior. Un hombre que llevaba a
cabo sus tareas diariamente como un reloj suizo, conocido en el pueblo como el molinero,
dado su trabajo, me inscribió en la escuela y me mantuvo hasta el día de su muerte, pocos días
después de mi 19 cumpleaños.

Su muerte no fue repentina, los médicos venían a casa semanalmente para ver como su
enfermedad progresaba, tenía algunos días mejores que otros, pero la tos y las llagas de su
pecho, al final, lo sometieron.

La impotencia de verlo empeorar cada día y ver que los doctores desconocían por completo su
enfermedad, lo que los llevaba a probar medicaciones nuevas, fue lo que me inspiró para
estudiar medicina.

Durante todo ese tiempo, mi abuelo y yo nos retrasábamos en los pagos de los diezmos lo que
hizo que contrajésemos una deuda con el conde.

Pocas semanas después de su muerte, al no poder pagar la escuela y no poder mantener el


molino, fui expulsado de ambos lugares, pero la deuda me pesará hasta hoy el día de hoy.

Decidí irme a la ciudadela mas cercana por mi 20 cumpleaños, en pocos días conseguí trabajo
como pulidor de lentes en un taller que pertenecía a un hombre de origen asiático Chien Po.

La vida era monótona, pero me gustaba oírlo hablar de su juventud y como había empezado a
estudiar la medicina de los ojos en su país, contaba historias como que allí se curaban las
cataratas desde hacia mucho tiempo y que la medicina era mucho más avanzada que aquí.

No pasó ni un año cuando de pronto fue expulsado por extranjero. Me ofreció irme con él a su
país de origen y realmente no tenía nada que perder, además, era una buena forma de
alejarme de los cobradores que me acosaban cada vez que averiguaban donde vivía.
Partimos a China, y después de casi 1 mes y medio en un barco de mala muerte, llegamos.

Sinceramente, no me voy a extender, solo decir que es un país asombroso.

Chien Po me dijo que podía trabajar en el negocio de su hermano, una carnicería donde lo que
menos tenían era ternera o animales corrientes. En mi tiempo libre al principio aprendí algo de
cantones, en cuestión de 2 años, me había hecho con un grupo de amigos y lo hablaba,
digamos, de manera fluida al igual que un pato puede imitar a un perro.

Después de que la burocracia convalidase mi titulo escolar, me matriculé en la universidad de


medicina de Wuhan.

Entre mi grupo de amigos destacaba Lee Wan, un chino de clase alta hijo de un conocido
médico.

Por supuesto, cuando no estaba ayudando en la carnicería o en la universidad, iba a su casa a


aprender todo lo que pudiese de su padre.

Un hombre recto, muy amable y ante todo un hombre con mucho poder fuera y dentro de su
casa.

Nadie le discutía lo más mínimo. Cuando terminé mis estudios en medicina a los 26 años, me
independicé de Chung Lee, cosa que no le pareció nada bien.

Me daba igual, quería abrir mi propia consulta, con lo ahorrado todos esos años encontré un
bajo en el mercado por un buen alquiler.

En pocos meses tenía algún que otro cliente y comía filete una vez al mes. Empecé a regentar
un local de la zona, se llamaba La Col Lisa o colisa, nunca leí bien el cantonés.

La cuestión es que el local no era lo que parecía y en poco tiempo me veía más tiempo ahí que
en la consulta. La colisa no era otra cosa que un fumadero de Opio.

Perdí mis clientes, mi local y todo el respeto que me había ganado del padre de Lee Wan.

Decidí volverme a mi país, llegué al pueblo donde me había criado, la vieja chabola de mis
padres seguía en pie aun que arruinada por los inviernos y el descuidado. Entre unos viejos
trastos, limpiando, encontré una caja metálica al abrirla encontré una nota medica que decía:

Tuberculosis, intratable

Estaba sellada con el escudo de la duquesa, me la guardé y me puse manos a la obra.

En cuestión de días tenia la chabola reconstruida y alguna gente del pueblo empezó a venir a
mí con dolencias.

Poco a poco se corrió la voz y empezaron a venir cobradores, básicamente les doy todo lo que
gano, pero la deuda es grande.
A parte, lo que no se lo doy me lo gasto en opio, pues si, eso me lo traje de china.

Un día apareció un mensajero con una nota del mandamás que me requería, fui, escuché la
palabra duquesa y básicamente el resto es historia.

Que mejor manera de alejarme de los cobradores y ganar lo suficiente para quitármelos de
encima, si es que no me lo gasto todo en opio antes.

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