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ESTACIÓN VII
Estación VII
Pero el vaso en sí mismo no se cumple.
“Los pensamientos sin contenido son vacíos; las intuiciones sin conceptos son
ciegas”1. Con esta frase, tan célebre como afortunada, Kant quiere indicar que el
conocimiento es una necesaria síntesis de categoría y sense data, de concepto y percepto...
de forma y sustancia... ¿de vaso y agua?
1
Kant,I. Crítica de la Razón Pura. Madrid. Santillana, 1997, p.93. La cita continúa: “Por ello es tan
necesario hacer sensibles los conceptos (es decir, añadirles el objeto en la intuición) como hacer
inteligibles las intuiciones (es decir, someterlas a conceptos). Las dos facultades o capacidades
no pueden intercambiar sus funciones. Ni el entendimiento puede intuir nada, ni los sentidos
pueden pensar nada. El conocimiento únicamente puede surgir de la unión de ambos”. Ibídem.
212 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
Dice Octavio Paz que “La «dificultad» de Muerte sin Fin reside en su claridad”2.
Válida para todo el poema, esta afirmación nos resulta especialmente aplicable a los
veinticinco versos citados: densos a fuerza de breve luminosidad. En efecto, esta sección
del poema condensa de manera espléndida lo que hasta aquí ha venido siendo uno de
sus núcleos temáticos principales y, a la vez, prefigura la elaboración que más adelante
2
Paz,O. “Muerte sin fin”, en Las peras del Olmo. Barcelona. Seix-Barral, 1990, p.85.
214 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
3
Ibid, pp.90-91.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 215
porque el texto poético nunca puede ser agotado transformándolo en conceptos. Nadie
puede leer una poesía sin que en su comprensión penetre siempre algo más, y esto
implica interpretar... El texto eminente es una configuración consistente, autónoma, que
requiere ser continua y constantemente releída, aunque siempre haya sido ya antes
comprendido”4. El status onto-hermenéutico de la configuración poética -texto «emi-
nente»-, es la apertura, la amplitud despejada en la que cabe colocar cada nuevo sentido
posible desde su siempre permanente actualización histórica en términos de interpre-
tación. Irreductible a conceptos por ser inagotable, la configuración poética se erige en
su ambigüedad como una potencia capaz de sostener en un sólo movimiento de palabra
a todos aquellos «contrarios irreductibles de que está hecha la realidad»... ¡para la
conciencia que abstrae! (como muy bien lo percibe Paz) . Ahora bien, en el fondo, siendo
el mismo el «dilema de pensador» que enfrentan Kant y Gorostiza con sus respectivos
estilos y maneras, también resultan en el fondo muy semejantes sus respectivas
soluciones. Guardando todas las distancias que cabe concebir entre todo un sistema
filosófico y un mero poema; la Crítica de la Razón Pura y Muerte sin Fin son dos estilos
de hacer lo mismo, a saber: colocar palabras en el tiempo5, apostar determinadas
palabras a una tradición y en ella abandonarlas a su propia fuerza de duración. Pero si
en el fondo encontramos coincidencia tanto de problemática como de resolución, no
queremos con ello desdibujar los límites de dos obras tan diferentes como para hacerles
perder sus perfiles específicos. Seguimos a Gadamer cuando considera que “el texto
tiene un scopus, un propósito, a la vista del cual debe ser entendido”6. Es evidente que
el scopus de una monumental obra filosófica como la kantiana no coincide con el scopus
del poema de Gorostiza, por más filosófico y/o sistemático que éste sea. Las semejanzas
estructurales de fondo que hemos señalado, en toda su generalidad, nos han servido
para empezar a advertir las diferencias que, en tanto obras, otorgan vida propia a cada
4
Gadamer,H-G. “El texto «eminente» y su verdad”, en Arte y verdad de la palabra. Barcelona.
Paidós, 1998, pp.100-101.
5
Ya hemos indicado antes que esta idea es de Antonio Machado, si bien aplicada sólo a la poesía.
Vale la pena citar de nuevo el texto: “Decíamos, en suma, cuánto es la poesía palabra en el tiempo,
y cómo el deber de un maestro de Poética consiste en enseñar a sus alumnos a reforzar la
temporalidad de su verso” (Juan de Mairena I. Madrid. Cátedra, 1986, p.111).
6
Gadamer,H-G. “Acerca de la verdad de la palabra”, en Arte y verdad de la palabra. Op.Cit., p.24.
216 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
una de las palabras apostadas por ellas en el tiempo. También estamos siguiendo a
Gadamer al concebir una suerte de gradación en la fuerza de la palabra: gradación
directamente proporcional al grado de intraducibilidad que se le pueda adjudicar a la
palabra misma. Cuando la palabra no se puede traducir es cuando la palabra muestra
como tal su mayor fortaleza. La poesía lírica es donde encontramos mejor representado
eso que Gadamer llama texto eminente: “la perfecta correspondencia de sentido y sonido,
que convierte al texto en texto eminente, se cumple de diversas maneras en los diferentes
géneros literarios. Esto se refleja en la escala de intraducibilidad de los textos poéticos
a otras lenguas. La poesía lírica -y dentro de ella, la lírica del simbolismo y su ideal en
la poésie pure- se sitúa, ciertamente, en el nivel superior y la novela está claramente en
el nivel más bajo... lo que le es peculiar [a la literatura en general] es intraducible, a saber:
la unidad de sentido y sonido”7. Pero hay que llegar todavía más lejos. Aún un lector
nativo, ante un texto eminente escrito en su propia lengua materna, se encuentra en un
estado de relativo desamparo hermenéutico en el que está obligado a reconocer sin cesar
una situación de desventaja: el texto eminente lo desborda y sobrepasa.
Ya antes hemos apuntado que el status onto-hermenéutico de la conformación
poética es la apertura. Pues bien: si quisiéramos “perfeccionar”8 ahora la definición
machadiana de la poesía diciendo que ésta es «palabra abierta en el tiempo», estaríamos
tratando de señalar con esta nueva expresión justo aquel hecho de desamparo
hermenéutico, sólo que en su carácter más bien afirmativo. Para ponerlo en otros
términos: debido a que el texto eminente nos supera con sus posibilidades hermenéuticas,
7
Gadamer,H-G. “El texto «eminente» y su verdad”, en Op.Cit., pp.103-104.
8
Debe entenderse que se trata de una perfección en la letra, que no en el espíritu poético-filosófico
de Antonio Machado. En efecto, si a la “definición” machadiana de poesía le agregamos las “tesis”
sostenidas por Juan de Mairena en torno a la esencial heterogeneidad del ser, en las que se nos revela
“...lo otro... lo esencialmente otro, la equis que nadie despeja” (Juan de Mairena I. Madrid. Cátedra,
1986, p.253); entonces muy bien podremos considerar compatible “nuestra definición” con la línea
de reflexiones de Machado. También el estudio de Pedro Cerezo Galán (Palabra en el tiempo. Poesía
y filosofía en Antonio Machado. Madrid. Gredos, 1975) pone esto de manifiesto en varios lugares
(v.gr. p.26,46), arriesgándose -como nosotros aquí- a conferirle, también a la filosofía, ese mismo
status de apertura en el tiempo: “Poesía y filosofía no son más que «palabra en el tiempo», porque
la vida es tiempo que ha de resolverse en palabra” (p.49). Podemos llevar todavía más lejos nuestra
correspondencia: Desde Machado, Cerezo piensa a la poesía lírica como verdadero «texto
eminente» -para decirlo á là Gadamer- cuando señala: “la poesía lírica no es una clase, entre otras,
de la palabra, sino la palabra por antonomasia, la protopalabra, porque en ella, según M., se canta
y medita a la vez, es decir, el tiempo se hace emoción y conciencia” (p.164).
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 217
con su apertura esencial, es por lo que nos vemos impelidos y obligados a escuchar en
cada nueva lectura algo más de lo antes ahí mismo ya escuchado. Quizás con un ejemplo
pueda todo esto quedar más claro. Pensemos en la forma de recepción que tienen los
avisos, recados y/o comunicados, para luego compararla con la recepción específica que
exige de nosotros la lectura de un poema en particular o una obra de arte en general.
En el primer tipo de recepción el texto se anula como texto cuando es entendido lo que
anuncia o transmite; en el segundo, apenas entonces es cuando el texto empieza a cobrar
presencia. La sagacidad fenomenológica de Gadamer le lleva a imaginar con mucho
acierto la sensación de desagrado y de contrariedad que sufren las personas cuando, en
una conversación, alguien se empeña en seguir diciéndoles aquello que ya han compren-
dido9. En efecto, cuando en una conversación cotidiana se insiste en reiterar lo ya
comprendido, por más bellas que sean las frases redundantes, se tiene la sensación de
lastre que impide que algo avance en el desarrollo de la charla. Comprendido el asunto
de la nota, queda fuera de sitio toda nueva palabra que insista en su transmisión. Así
como lo ya entendido convierte en desechables a las palabras que la plática puso en
juego, de la misma manera el texto de los recados deja de tener valor cuando su
contenido ha sido transmitido con éxito. Ni la conversación ni el comunicado tienen
valor literario: su literalidad no es la de un texto eminente, pero ¿qué ocurre con la
poesía? Cuando leemos un poema -reflexiona Gadamer-, “...no decimos: ¡ya lo sabía!,
y lo dejamos. Quien relee una poesía no cree que ya no es necesario leer más. Por el
contrario, sólo comienza a leer y probablemente a comprender cuando se la sabe de
memoria”10.
El hecho de que la conformación poética pueda y tenga que dar lugar a una
recepción inagotable, es una de las cualidades que transforma su palabra en texto
eminente. No nos basta saber que los versos citados en la presente Estación tratan de
la dialéctica que concibe vaso y agua como unidad agónica. Cuando sospechamos o
sabemos esto, es apenas cuando la palabra poética puede empezar a hacerse escuchar
como tal; es apenas entonces cuando su no dicho -que también contiene- puede empezar
a dar sus verdaderos frutos. Mal haría quien frente al cuadro de Van Gogh11 se limitase
9
Vid. “Leer es como traducir”, en Arte y verdad de la palabra. Op.Cit., p.87.
10
“La voz y el lenguaje”, en Arte y Verdad de la Palabra. Op.Cit., p.65.
11
Nos referimos por supuesto a la obra incluida en nuestra Estación VI. De igual manera la obra
de Duchamp enseguida mencionada, remite a Étant donnés..., incluida en la Estación I.
218 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
a reconocer una cerca, el campo y el sol; mal haría también quien, asomándose por el
agujero del portón mediterráneo de la composición duchampiana, se limitase a levantar
los hombros y exclamar “¡vaya ocurrencia tan pintoresca de presentar un desnudo!”12:
no, en ninguno de los dos casos se estaría viendo en realidad nada de lo que dichas obras
invitan a ver y para lo que exigen ser leídas paso a paso, demorarse en ellas y construir
con la mirada alguno de sus significados posibles. Así también el poema implica ese
esfuerzo de lectura, y por partida doble. En efecto, en el poema encontramos, por
principio, palabras que hay que leer reconociendo sus significados directos, lo que esas
palabras dicen. Luego, tenemos que volver a leer esas mismas palabras considerando
el ritmo de sus resonancias y de sus ecos hasta familiarizarnos con lo que ellos esconden.
Pudiera ser entonces, si acaso, que alcancemos a escuchar alguno de sus ocultos y
múltiples sentidos posibles. Posibles porque le pertenecen al texto en tanto texto
eminente, en tanto conformación realmente poética. Es por ello por lo que Gadamer
sugiere y hasta recomienda que al poema se le lea una y otra vez, e incluso que se le
memorice: cuando uno «se sabe» de memoria un poema es cuando puede empezar el
trabajo de reflexión que acaso lleve a la escucha de su no dicho. Sólo entonces se puede
ampliar el horizonte de su comprensión en tanto poema; penetrar en la apertura de su
palabra en el tiempo: tiempo que compartimos como lectores de esa palabra abierta que,
por ser abierta, calla y es siempre otra sin dejar de ser la misma. Quizás un nuevo ejemplo
venga a iluminar esto en lo que estamos ahora insistiendo. Al hilo de una conversación
entre Gadamer y Carsten Dutt llevada a cabo en 1993 y recientemente vertida al
castellano, el filósofo argumenta los motivos de su preferencia por el término «confor-
mación» (Gebilde) en sustitución del más convencional «obra» (Werk) para referirse al
arte. La idea general consiste en la necesidad de volver siempre a la conformación como
a algo abierto (sentido que queda un tanto velado con el término «obra», en el que pesa
12
Gadamer ilustra esta idea de la siguiente manera: “Quien esté admirando, por ejemplo, un Ticiano
o un Velázquez famoso, un Habsburgo cualquiera a caballo, y sólo alcance a pensar: «¡Ah! Ese
es Carlos V», no ha visto nada del cuadro. Se trata de construirlo como cuadro, leyéndolo, digamos,
palabra por palabra... siempre hay un trabajo de reflexión, un trabajo espiritual, lo mismo si me
ocupo de formas tradicionales de creación artística que si recibo el desafío de la creación moderna.
El trabajo constructivo del juego de la reflexión reside como desafío en la obra en cuanto tal”, en
La actualidad de lo Bello. El Arte como Juego, Símbolo y Fiesta. Barcelona. Paidós, 1991, p.76.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 219
una semántica de lo ya hecho y acabado). Sin embargo, lo que nos interesa ahora, por
su plasticidad, es la ilustración que al respecto Gadamer relata y que nosotros ahora
volvemos a citar: “Tomemos por ejemplo ese Poliakoff que hace ya treinta años cuelga
ahí donde está. Me lo regalaron mis discípulos en mi sexagésimo cumpleaños. Hace más
de treinta años que estoy viendo ese cuadro ahí. Y, siempre que me siento donde usted
está sentado ahora, me pongo a pensar y me pregunto: ¿Qué es en realidad lo que estoy
viendo ahí? Y vuelvo a mirarlo una y otra vez, pero no escribo interpretación alguna.
¿Qué veo, pues? Je ne sais quoi. ¿Qué está diciendo realmente ese cuadro? Veo en él a la
derecha una cruz negra, una media cruz, que retiene mi mirada. Y más a la izquierda
aparece una superficie roja que, cerca ya del marco izquierdo, permite ver algo así como
una cabeza. Podría tratarse de una cabeza de perfil. Tal vez. Así es como el cuadro habla
constantemente conmigo. Yo siempre vuelvo a mirarlo de nuevo. Él me obliga a volver
una y otra vez”13.
Lo no dicho del poema -como lo no dicho del cuadro-, resulta un no dicho
paradójico ya que una de sus funciones más marcadas estriba justo en estar siempre
diciendo algo sin agotar nunca su carácter de fuente de sentido. Lo no dicho en la
conformación poética llama, exige que uno vuelva y se demore, que ponga atención y
que responda completando aquello que la conformación deja abierto. Esta labor de
completamiento resulta de suma importancia a la hermenéutica filosófica que Gadamer
elabora. Vale la pena redondear la idea. Para Gadamer existen tres clases de reconoci-
miento (Wiedererkennung) que son prototípicos en todas las artes14. Estas tres clases de
reconocimiento son: 1) el reconocimiento del lenguaje propio de la conformación; 2) el
reconocimiento de nosotros mismos en ese lenguaje y, el más importante de todos; 3)
el reconocimiento de aquello que la conformación reclama sea completado como un más
allá de ella misma, como un no dicho que tiene que llegar a decirse y en el que estamos
obligados a participar. Resulta conveniente elaborar más y mejor las características
propias de cada una de dichas modalidades de reconocimiento.
13
Dutt,C. (Ed.). En conversación con Hans-Georg Gadamer. Hermenéutica, Estética, Filosofía
Práctica. Madrid. Tecnos, 1998, pp.84-85.
14
Vid, Gadamer,H-G. “¿El fin del arte? Desde la teoría de Hegel sobre el carácter pasado del arte
hasta el antiarte de la actualidad”, en La herencia de Europa. Ensayos. Barcelona. Península, 1990,
pp.65-83.
220 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
15
Ibid, p.81.
16
De hecho, este requisito excluye del tratamiento psicoanalítico ortodoxo a los pacientes psicóticos.
Vid. al respecto Freud,S. “La interpretación de los sueños”, en Obras Completas I. Madrid.
Biblioteca Nueva, 1973, sobre todo p.409 y ss. Ahí leemos: “La realización de esta labor [el
psicoanálisis] exige cierta preparación psíquica del enfermo. Dos cosas perseguimos en él: una
intensificación de su atención sobre sus percepciones psíquicas y una exclusión de la crítica, con
la que acostumbra seleccionar las ideas que en él emergen” (p.409). De aquí se derivará la asociación
libre como técnica terapéutica central del psicoanálisis freudiano.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 221
nos coloca en una posición asociativa personal respecto al texto poético. En un texto
poético, dice Gadamer, siempre... “se despierta otra cosa en la que nos reconocemos a
nosotros mismos. Son espacios intelectuales libres que la lengua poética abre y que el
lector llena con su participación. Ésta varía en cada caso, pero a pesar de ello la identidad
de la poesía no resulta afectada. Cuando recuerdo en un momento dado la famosa poesía
de Goethe «A la luna», los jirones de niebla y las ondas de luz evocados por el «resplandor
de la niebla» brillarán seguramente ante mis ojos de modo muy distinto que ante los de
otros o ante los míos propios en otra ocasión. El lenguaje de la poesía es único, por
diferente que sea su efecto. Por eso Roman Ingarden, el gran fenomenólogo polaco, ha
propuesto el importante concepto de «esquema», que designa y al mismo tiempo solicita
y autoriza la libre participación, en que cada uno se reconoce a sí mismo”17. Pero lejos
del psicoanálisis y de cualquier énfasis que lleve acentos psicologistas, fenomenológico
o no (por más que en efecto resulte importante, y mucho, esta segunda clase de
reconocimiento), su apuesta filosófica la coloca Gadamer en la tercera modalidad, a
saber: el reconocimiento que, con el concepto de «relleno» que le acompaña, resulta de
una importancia hermenéutico-filosófica esencial para toda experiencia estética; pero,
¿en qué consiste?: “Ahora sigue, en mi opinión, una tercera forma de reconocimiento
que no me gustaría llamar colmar -como de significado, ni siquiera llenar, como en el
caso del esquema- sino «rellenar». Me parece uno de los conceptos más esenciales en
relación con la esencia de toda experiencia artística. «Rellenar» significa aquí que el lector
(o el oyente) capta lo que hay más allá de la imagen poética y que hace su aparición y
asimismo se adelanta en la dirección de lo que quiere decir. De este relleno somos todos
capaces cuando nos ha impresionado una imagen en lenguaje poético. Entonces
abandonamos totalmente en ella nuestro propio mundo de experiencias privado y
subjetivo. Vemos y oímos más allá de una imagen, pasando por lugares más débiles o
huecos; la rellenamos, y en esta participación forzosa inicia la obra de arte su auténtica
realidad”18. Recapitulando lo expresado: primero saber leer; luego, tener y asumir la
17
Gadamer, G-H. “¿El fin del arte?..., en Op. Cit., pp. 81-82.
18
Ibid, p.82. Seguimos la traducción de Pilar Giralt Gorina. Los términos en cuestión son los
siguientes: «colmar» para Erfüllen, «llenar» para Ausfüllen, y «rellenar» para Auffüllen. En adelante
utilizaremos como sinónimo de «rellenar» el verbo «rebosar», que preferimos por el “más allá”
que acarrea y que nos parece conservar muy bien el sentido que Gadamer le asigna en el texto (cfr.
“Ende der Kunst?, p.219, en Gadamer,H-G. Ästhetik und Poetik I. Kunst als Aussage. Gesammelte
Werk. Band 8. J.C.B. Mohr (Paul Siebeck). Tübingen, 1993.
222 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
habilidad asociativa que permita reconocerse uno en eso leído; por último, rebosar
completando el sentido de cada cosa que sale al paso desde lo no-dicho de la palabra
poética. Esta última idea guarda un estrecho contacto con lo que Gadamer gusta
denominar «anticipación de la perfección», uno de los presupuestos formales de la
hermenéutica. La «anticipación de la perfección» implica que “sólo es comprensible lo
que representa una unidad perfecta de sentido”19. A su vez, tanto la «anticipación de la
perfección» como el «rellenar» o «rebosar» están vinculados con la fundamental idea de
círculo hermenéutico, tan importante para Gadamer en tanto momento estructural
ontológico de la comprensión20, que indica ese ir y venir de la comprensión al texto y
del texto a la comprensión, en un juego de anticipaciones que permean todos los
momentos de ese mismo ir y venir convirtiéndolos en momentos ónticos del sentido.
En todo caso, lo que no hay que perder nunca de vista es que la tercera clase o
modalidad de reconocimiento antes delimitada como «rebosamiento» o «relleno»
(Auffüllen), nos articula, en tanto lectores de textos eminentes, con las cosas mismas de
que están hablando dichos textos. El texto eminente aparece así de manera simultánea
como «plantilla» a rellenar y como «iluminación». Que ambos aspectos de la cuestión
queden registrados en el término «rebosamiento» o «relleno». Lo que no hay que perder
de vista tampoco es que, en esa articulación, no dejamos nunca de tomar parte activa
en la constitución de esas cosas mismas que el texto nos va poniendo y proponiendo a
cada paso. En otras palabras: somos partícipes eminentes en la cabal realidad del texto
eminente al sustentar, desde él y con él, una determinada actualización interpretativa.
Con estos elementos teóricos a cuestas, volvamos al poema de Gorostiza para
seguir aventurando los posibles «rebosamientos» que hagan de nuestra lectura una
actualización realmente significativa (por lo menos esa sigue siendo nuestra esperanza).
Tiene razón Mordecai S. Rubín cuando sostiene que en esta parte del poema de
Gorostiza, “Se examina la forma pura a que aspira la substancia, el vaso en que se
convierte el agua”21; también tiene razón Mónica Mansour cuando, remitiéndose a esta
19
Gadamer,H-G. Verdad y Método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica. Salamanca.
Sígueme, 1977, p.363.
20
El círculo hermenéutico es, en efecto, más un círculo ontológico que un círculo metodológico.
Tampoco debe ser concebido como un círculo lógico (al menos en el sentido tradicional de la lógica
bivalente), cosa que lo reduciría a una mera modalidad de círculo vicioso.
21
Rubín,M.S. Una poética moderna. Muerte sin Fin de José Gorostiza. Análisis y Comentario. México.
UNAM, 1966, p.96.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 223
misma sección del poema, afirma: “Ni el agua ni el vaso pueden existir por sí solos. Pero
su unión, su fusión, los hace perder sus características propias”22. Las observaciones
tanto de Rubín como de Mansour dan fe de una buena lectura, de un adecuado
reconocimiento, y hasta de un buen trabajo de relleno en el sentido arriba elaborado
desde Gadamer. Pero si es cierto el carácter de fuente inagotable de todo no-dicho en
el poema, deberemos ahora ser capaces de reformular nuestra lectura hasta hacerla
alcanzar nuevas oquedades de posible rebosamiento; deberemos partir de la constata-
ción básica de aquella dialéctica agónica, para atrevernos a transitar por los lugares más
ocultos y marginales que todo verdadero poema contiene a lo largo y ancho de la región
en que se abre como horizonte; deberemos, en fin, poder ser capaces de reformular los
eternos problemas filosóficos desde la resonancia ecóica de imágenes poéticas que nos
impulsan a ver y escuchar más allá de sí mismas en esa infinita labor de rebosadura en
la que estamos obligados con toda conformación poética para dar cuenta de su auténtica
realidad.
Tocante a lo dicho, y que nos servirá de incentivo para incursionar en zonas no
andadas en el poema, nos llama mucho la atención un agudo comentario crítico de
Octavio Paz. Él dice que Muerte sin Fin “...es quizá el más alto testimonio que poseemos
los hispanoamericanos de una conciencia verdaderamente moderna, inclinada sobre sí
misma, presa de sí, de su propia claridad cegadora”23. Enseguida redondea su comen-
tario agregando: “El poema es el tenso desarrollo del viejo tema de Narciso -al que por
otra parte, no alude una sola vez el texto. Y no solamente la conciencia se contempla a
sí misma en sus aguas transparentes y vacías, espejo y ojo al mismo tiempo, como en
el poema de Valéry: la nada, que se miente forma y vida, respiración y pecho, que se
finge corrupción y muerte, termina por desnudarse y, ya vacía, se inclina sobre sí misma:
22
Mansour,M. “El diablo y la poesía contra el tiempo”, en Gorostiza,J. Poesía y Poética (Ed. crítica
a cargo de Edelmira Ramírez). España. UNESCO, col. Archivos 12, 1988, p.238.
23
Paz,O. El laberinto de la soledad. Madrid. Cátedra, 1997, p.199.
224 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
se enamora de sí, cae en sí, incansable muerte sin fin”24. Ahora bien, si es exacto -como
dice Paz- que el poema no mienta de manera explícita a Narciso, sin embargo justo en
esta sección encontramos la que sea quizá su alusión más directa. Como no-dicha, la
figura de Narciso rebota en las montañas en que Eco se hizo invisible por haberse
enamorado de una luz ególatra: ¿hacia dónde nos puede llevar el eco de esta nueva
escucha?
En primer lugar hay que estar de acuerdo con Paz y con Rubín en que los temas
y motivos del mito de Narciso se encuentran presentes aquí y allá a lo largo de todo el
poema25. Este hecho nos exige desarrollar dichas temáticas y motivos desde su misma
fuente, Ovidio, para tratar de andar en firme pero con delicadeza por esta nueva
apertura (ahora mitológica) a la que nos está invitando el poema.
24
Ibid, p.200. Hay que recordar que El laberinto de la soledad se publicó en 1950 (Muerte sin Fin,
en 1938-39). También hay que decir, aunque sea de pasada, que no estamos del todo de acuerdo
con Paz cuando piensa que la actitud de Gorostiza ante la muerte consiste en dos cosas: a) un
continuo despeñarse en la nada (que creemos que es verdad), y b) que ese continuo despeñamiento
no es concebido como creación (que creemos que no es verdad). Bien es cierto que un año después
(1951) Paz parece matizar un poco su juicio, hablando mejor de los diversos planos en los que
se mueve el poema de Gorostiza, así como de su necesaria y rica ambivalencia (vid. “Muerte sin
fin”, en Las Peras del Olmo. Op Cit., p.90).
25
No extremamos este juicio hasta el grado de pensar que todo el poema se ordena como el tenso
desarrollo de asuntos narcisistas (Paz); ni siquiera consideramos que dichos asuntos son
omnipresentes en el poema de Gorostiza (Rubín). Menos razón le damos a este último autor cuando
sugiere que Muerte sin Fin coincide punto por punto, tanto en temática como en tono e imágenes
(¡y hasta en algunos sustantivos!) con la obra poética de Valéry -La Jeune Parque, Narcisse y Le
Cimetière Marin-. La trama y argumento generales de estos excelentes poemas, al igual que cada
una de sus musicalidades específicas, nos parecen separadas por un abismo tonal e imaginario
del ámbito respectivo en el que se mueve Muerte sin Fin. Reconocemos no obstante -eso sí-, las
grandes coincidencias teórico-estéticas del poeta-pensador mexicano con el francés, a quien había
leído y admiraba. Para una revisión de los juicios de Paz y de Rubín aquí examinados: vid. El
laberinto de la soledad. Op. Cit., p.200, y Una poética moderna... Op.Cit., p.174 y ss. respectivamente.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 225
26
“De igual modo que para lo referente sólo a Narciso, para la relación Narciso-Eco los estudiosos
tienden a no ver precedentes helenísticos... Ovidio es fuente para la posteridad”, nota a pie de
página (p.294) de Consuelo Álvarez y Rosa Mª Iglesias, traductoras y editoras de Ovidio.
Metamorfosis. Madrid. Cátedra, 1997 (2da.ed.), erudita y magnífica edición que en adelante
vamos a seguir.
27
Caerula es un epíteto propio de las divinidades marinas. A Liríope (“apariencia de lirio”), como
ninfa de las fuentes que es, dicho epíteto le corresponde de alguna manera. Vid. Metamorfosis.
Op.Cit., nota 348, en p.293.
226 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
28
“Desde H. Fränkel... se ve en las palabras de Tiresias connotaciones filosóficas con la sentencia
délfica, pero Ovidio juega también con las asociaciones amatorias que sugieren nosco y cognosco”
(Ibid, nota 350, pp.293-294). Las autoras remiten a un reciente estudio que ellas mismas dedicaron
al lenguaje amoroso en Ovidio.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 227
29
Porque, en efecto, ¿quién acusa realmente a Sócrates?, ¿Meleto?; permanece en la penumbra de
la futilidad y no vale la pena averiguarlo; ¿quién pierde a Narciso?... uno de los tantos despreciados
rogó un mal día: “¡Ojalá él ame así, que así no se adueñe de lo amado!” (Metamorfosis, III405)
y fue escuchado por Némesis, la diosa de la venganza. En la perdición de Narciso intervino... ¡un
ruego anónimo!
228 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
La de Sócrates y la de Narciso son dos formas de amor que en el fondo son sólo
una, y una en su soledad: soledad que busca en los otros a lo Otro y que, por fin, terminará
por encontrarlo (al Otro) en sí misma, al perder-se como sí, en la muerte cotidiana y sin
fin que lo entrega a uno (Sócrates o Narciso) cuando uno se entrega a ese Otro tan
buscado.
Si atendemos a otros detalles del relato ovidiano, quizá alcancemos a iluminar
mejor esa zona marginal en la que es posible que Narciso se encuentre con Sócrates y
también con Gorostiza. A los tres, en última instancia, los guía un mismo destino
amoroso en busca de una cierta luz que nada impide llamar belleza.
Narciso desde su nacimiento resulta un ser amable por su belleza física: el vaso es
de finísimo cristal cortado. En Sócrates más bien concurre todo lo contrario: su fealdad
es estupenda. La belleza de Sócrates se irá moldeando en su alma al paso de los años.
Algo los une sin embargo: el sabio Sócrates no se impresiona nunca por la supuesta
sabiduría de los otros, antes bien: ella es un estímulo a sus preguntas. Sus interrogatorios
-no hay que olvidarlo- quieren poner a prueba al oráculo que le anunció un mítico día
que él llegaría a ser el más sabio de los hombres... si llegaba a conocerse. Interpelando
a los otros buscaba lo que crecía dentro de su desproporcionado y extravagante cuerpo:
una sabiduría cada vez más otra a fuerza de ser sí misma. El más allá crecía en lo más
cercano; tan cercano que no se le podía llegar a ver, pues para verlo habría que saber
cerrar los ojos de manera adecuada. Narciso, por su parte, tampoco se impresionaba
nunca por el magnífico aspecto de los demás, por bellos que los demás fuesen. Como
Sócrates, en el fondo Narciso buscaba también una belleza otra que siempre tenía que
estar más allá, oculta en una cercanía cegadora e inalcanzable a la vista. Dos formas
equiparables de belleza ideal que no existe: la del alma y la del cuerpo. Dos formas de
búsqueda imposible e inútil, pero necesaria. En ambos casos lo buscado queda tan cerca
que se confunde con el buscador... y lo confunde. Después de todo, tanto Sócrates como
Narciso -dos sabios trágicos, cada uno a su manera- terminan contemplándose en un
espejo: el primero, en el espejo de sus interminables diálogos amistosos; el segundo, en
el espejo de la fuente quieta30. A los oídos y ojos de Sócrates y de Narciso vuelven con
insistencia sus propias palabras e imágenes. Esto es muy claro en el mito de Narciso, para
30
Otra coincidencia: la fuente de Narciso lo retrotrae a su madre, Liríope, ninfa de las fuentes; los
diálogos de Sócrates lo retrotraen al oficio de partera que tenía Fenarete, su madre. De interés sin
duda psicoanalítico, esta clase de apuntalamientos míticos en la figura materna merecería
desarrollos que no podemos ni siquiera intentar aquí.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 229
31
Resulta impresionante esta construcción de Ovido si consideramos, por ejemplo, que entre las
técnicas de entrevista contemporáneas se cuenta con la incitación ecoica consistente en repetir justo
las últimas palabras del interlocutor con la finalidad de que éste prosiga su personal asociación
de ideas. Un adecuado empleo de esta técnica provoca en el entrevistado, en efecto, la necesidad
de seguir hablando sin casi “contaminación” debida a intervenciones por parte del entrevistador.
32
Ovidio. Metamorfosis, (III380-395).
230 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
su propia voz, su sola voz aún sin imagen visual afín alguna. Empieza a ser evidente que
lo que Narciso empieza a amar cuando oye a Eco, no es a Eco -a quien rechaza en cuando
ve-, sino a la imagen acústica que Eco le devuelve de su propia voz. A partir de este
desencuentro, sin embargo, los destinos de Eco y de Narciso quedarán fundidos. Eco se
marchita y se consume textualmente hasta los huesos. Su esqueleto termina convertido
en piedra entre las piedras, desapareciendo como cuerpo para quedar como lo que en
adelante será su esencia más pura: una voz. Resentida por el desprecio sufrido, Eco vive
en la montaña como voz solitaria e inerme, reducida a su más mínima capacidad
expresiva. Pero en secreto, esta voz sigue amando a Narciso.
Narciso acaba siendo alcanzado por la maldición anónima de alguno de sus
múltiples y frustrados amantes (III405) y Némesis, diosa de la venganza, teje los hilos
del desenlace: Narciso se descubre en la fuente de su perdición, paradójico lugar de
encuentro consigo mismo33. En la fuente, por fin, se re-conoce... “¡Ese soy yo! Me doy
cuenta; y no me engaña mi imagen: me abraso de amor por mí, y muevo y sufro las
llamas. ¿Qué puedo hacer? ¿Debo ser rogado o rogar? ¿Qué voy a rogar entonces? Lo
que deseo está conmigo: mi riqueza me ha hecho pobre. ¡Oh, ojalá pudiera apartarme
de mi propio cuerpo! ¡Un deseo original en un amante: quisiera que lo que amo estuviera
lejos! Y ya el dolor me quita las fuerzas y a mi vida no le queda mucho tiempo y me
extingo en mi primera edad. Y no es agobiante la muerte para mí, que con la muerte voy
a abandonar los dolores: ¡Quisiera que fuese más duradero éste al que amo! Ahora los
dos en armonía moriremos en un solo aliento” (III470). Pero el clímax de la desespera-
ción aún está por llegar para Narciso. Cuando Eco contempla al desecho Narciso, se
compadece y sufre amorosa con él. Sin quererlo contribuye a hacer todavía más
tormentosa la ya de por sí insoportable agonía de su amado. Para comprender la fuerza
de una tortura tal debemos imaginar a un Narciso delirante que en atropellados
arrebatos de amor golpea su blanco pecho hasta un sonrojo escarlata que lo hace más
deseable todavía a los ojos de Eco. Debemos imaginar a un Narciso que derrama
33
Es muy importante señalar que en un principio no había tal reconocimiento, pues Narciso “piensa
que es un cuerpo lo que es agua” (III415) y “sin saberlo se desea” (III425). En una muy oportuna
nota indican las editoras: “Como se ve, el Narciso ovidiano es víctima de una doble ilusión, acústica
y visual, y esta última le lleva a la ilusión y al amor por sí mismo... Es, pues, algo totalmente distinto
del narcisismo” (nota 358, en Metamorfosis. Op.Cit., p.297).
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 231
copiosas lágrimas por un objeto de amor que tiene enfrente sin poder alcanzar: “Y, para
que mi dolor sea mayor, ni nos separa un enorme mar, ni un camino, ni montañas, ni
murallas de cerradas puertas: ¡me lo impide un poco de agua!” (III450). Cuando a todo
esto se suma la voz de Eco repitiendo la congoja de Narciso duplicada por su propia
congoja al verlo, el extravío debió llegar a su límite: ver-se y escuchar-se, en fin,
reconocer-se anticipando una perfección (en el sentido gadameriano) que no se puede
«rebosar» sino a fuerza de remover el agua con los dedos y hacer-se desaparecer, morir.
Narciso entonces “...dejó reposar su agotada cabeza en la verde hierba, la muerte
cerró los ojos que admiraban la belleza de su dueño. Incluso entonces, después de que
fue recibido en la sede infernal, se contemplaba en el agua estigia” (III500). Considere-
mos ahora los últimos versos de esta sección del poema de Gorostiza:
En esto también las palabras tienen que aprender a acompañar y a ser acompa-
ñadas por las imágenes. Después de todo, como quería Kant, los pensamientos sin
contenido quedan vacíos, de la misma manera que las intuiciones sin concepto vagan
ciegas... buscando unos y otras el espejo en el que puedan ver, sin tapujos, su propio
rostro, su rostro verdadero.
234 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 235
ESTACIÓN VIII
Estación VIII
Mas la forma en sí misma no se cumple.
Desde muy temprano, la crítica atenta reconoció en esta parte del poema el
desarrollo temático de lo establecido en la sección anterior, a saber: el desarrollo
temático de “la imposibilidad de la forma sola y su deseo de substancia, así como la fusión
de forma y substancia”1. Creemos que esto es verdad, pero también creemos que la
lectura hermenéutico-filosófica que estamos aquí elaborando se ve muy poco benefi-
1
Mansour,M. “El diablo y la poesía contra en tiempo”, p.238, en Gorostiza,J. Poesía y Poética. Ed.
crítica de Edelmira Ramírez. Madrid. UNESCO. Col. Archivos #12, 1984, pp.221-253. Vid.
también Debicki,A. La poesía de José Gorostiza. México. De Andrea ed., 1962, p.92.
238 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
ciada con ese hecho. En efecto, ¿qué puede significar «desarrollo temático» al interior
de un texto eminente (poema)? Nosotros no hemos intentado ver la sección del poema
examinada en nuestra anterior Estación como el planteamiento versificado de una tesis.
Tampoco nos sentimos ahora obligados a seguir, en esta nueva sección, el «desarrollo
temático» de dicha tesis (sea cual sea). Para Gadamer “...en el texto literario la
autoaparición de cada palabra en su sonoridad y la melodía del discurso también son
relevantes para el contenido. Nace una peculiar tensión entre el sentido del discurso y
la autopresentación de su figura”2. Así entonces, entre el verso [397] y el verso [422] con
que empiezan respectivamente las secciones VII y VIII existe una relación de mismidad
tensional por la que nos sentimos obligados a engarzar ahora nuestras primeras
preguntas; porque la mismidad tensional de la que hablamos no es ninguna identidad
a secas:
¿Dicen lo mismo estos dos versos? Depende. Vaso y forma han venido funcio-
nando en efecto de manera equivalente. Su equivalencia anfibológica incluso los hace
intercambiables. Pero su sinonimia, más ontológica que lógica, cumple en el poema una
función de variación musical que no debe ser confundida con el principio de identidad
entendido en términos epistemológicos como máxima del pensamiento. En Kant
creemos poder empezar a dar cabida a nuestro planteamiento: en uno de los apéndices
de su Crítica de la Razón Pura nos dice: “Si un objeto se nos presenta muchas veces y
siempre con las mismas determinaciones internas (qualitas et quantitas), entonces, si lo
consideramos como objeto del entendimiento puro, es siempre el mismo. No es muchas
cosas, sino una sola (numerica identitas). Pero si es fenómeno, entonces ya no se trata de
la comparación de conceptos, sino que, por muy idéntico que sea todo con respecto a
éstos, la diferencia de lugares de ese fenómeno a un mismo tiempo justifica suficiente-
mente la diferencia numérica del objeto (de los sentidos) mismo. Así, podemos
prescindir de todas las diferencias internas (de cualidad y de cantidad) que haya en dos
2
Gadamer,H-G. “Texto e interpretación”, p.340, en Verdad y Método II. Salamanca. Sígueme, 1992.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 239
gotas de agua. Basta que las intuyamos simultáneamente en lugares distintos para
considerarlas como numéricamente distintas”3. Si pensamos que un verso es como un
fenómeno y, en este caso concreto, un fenómeno musical; cabe asumirlo en un estado
de diferencia espacial que imprime cadencia rítmica a la unidad (totalidad) en la que
queda inserto (poema). Pero más todavía: los versos de un poema -y el poema mismo-
son como fenómenos en un sentido aún más radical. Su carácter de naturaleza queda
registrado en el concepto de conformación (Gebilde) que Gadamer utiliza para referirse
a la obra de arte en general y al texto literario (texto eminente) en particular: “Debería-
mos, a fin de evitar toda falsa connotación, sustituir la palabra «obra» por otra, a saber,
la palabra «conformación». Esta significa que, por ejemplo, el proceso transitorio, la
corriente fugitiva de las palabras de una poesía se ve detenida de un modo enigmático,
se convierte en una conformación, del mismo modo que hablamos de una formación
montañosa”4. Otra característica importante de la conformación es su incompletud:
permanece abierta al intercambio dialogal con el espectador-lector a fin de seguir
hablando y completarse de manera siempre transitoria. Como se ve, el poema -texto
eminente-, en tanto conformación (naturaleza, fenómeno abierto), reclama su propio
concepto de identidad; reclama una identidad sui generis que pueda dar cuenta de su
peculiaridad comunicativa.
¿Qué es la identidad cuando queremos pensarla desde un texto eminente? Esta
pregunta se encuentra estrechamente vinculada a la idea de unidad y, en última
instancia, al concepto de obra. En un plano menos lógico y/o epistemológico que el
kantiano arriba esbozado, Heidegger elabora sutiles reflexiones ontológicas encamina-
das a pensar la identidad. Tanto por su cercanía a la hermenéutica que aquí asumimos
como por su absoluta pertinencia con el asunto que nos está ocupando (dialogar
pensante con Muerte sin Fin), pasamos enseguida a puntualizar algunas de dichas
reflexiones para articular a ellas nuestros propios esfuerzos de comprensión poemática.
A lo largo de nuestra exposición hay que tener presente, a manera de telón de fondo,
3
Kant,I. Crítica de la Razón Pura. “Apéndice”. ‘La anfibología de los conceptos de reflexión’. A causa
de la confusión del uso empírico del entendimiento con el trascendental. Identidad y diferencia. Madrid.
Alfaguara, 1997, p.278.
4
Gadamer,H-G. La actualidad de lo bello. El arte como juego, símbolo y fiesta. Barcelona. Paidós,
1991, pp.87-88. Vid. también nuestra Estación I, p.44, nota 72).
240 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
5
Vid. v.gr. Gadamer,H-G. Verdad y Método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica.
Salamanca. Sígueme, 1977, p.367 y también Verdad y Método II. Salamanca. Sígueme, 1992, p.23.
6
Heidegger,M. Identidad y Diferencia. Barcelona. Anthropos, 1990, pp.57-59. Entiéndase por lo
pronto Ereignis a manera de “acontecimiento de transpropiación” entre dos términos (v.g. ser-ente
y/o vaso-agua); y Austrag a manera de “resolución de un proceso que enseguida toma otro rumbo”
(v.g. un parto y/o el vaso de agua). El sentido de estas ideas quedará mejor delimitado a lo largo
de nuestra presente Estación.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 241
una identidad estricta, esto es, un tipo paradójico de tautología que no obstante dice algo
y escapa a la pura negatividad con que se suele cargar al término «tautológico». ¿Qué
es lo que el principio de identidad dice sin decir del todo? Heidegger lo plantea de la
siguiente manera: “la fórmula más adecuada del principio de identidad, A es A, no dice
sólo que todo A es el mismo lo mismo, sino, más bien, que cada A mismo es consigo
mismo lo mismo. En la mismidad yace la relación del «con», esto es, una mediación, una
vinculación, una síntesis: la unión en una unidad”7:
El verso deja dicho que A es B y deja oculto en lo no-dicho que «el vaso de agua»
(A) es el mismo para consigo mismo, a la par que «el momento justo» (B) es también el
mismo para consigo mismo... y que ambos (A y B) nos están indicando su «unión en una
unidad», forma de mediación inmanentista que exige ser pensada para poder ponerse
de manifiesto. Nos parece notable que en el verso de marras el sentido de unidad pueda
ser percibido en varios niveles sin perder coherencia unitaria. Así por ejemplo, la que
desde una perspectiva nos parece ser la más lejana y escondida forma de unidad es la
que, desde otro ángulo, queda puesta de manifiesto de manera más explícita y evidente:
«el vaso de agua». En efecto, el verso coloca de improviso en (A), como ya solucionado,
lo que de hecho ha venido siendo la trágica problemática de todo el poema: el agua en
busca de vaso y el vaso en busca de agua; doble aventura de un encuentro simbólico
imposible. El agua, símbolo de lo amorfo vital, del hombre, del fluir libre de la conciencia,
7
Ibid, p.63. Heidegger utiliza en su análisis una expresión de Platón en la que, hablando de los géneros
(a) el ser mismo, (b) el reposo y (c) el cambio, señala que “cada uno de ellos es diferente de los otros
dos, pero es igual a sí mismo” (Sofista 254d. Citamos la traducción vertida en Gredos). Nos llama
mucho la atención que una observación muy semejante a la heideggeriana sea realizada en un
contexto aparentemente menos ontológico por Wittgenstein cuando, cuestionando la definición
russelliana de “=”, indica lo siguiente: “Dicho sea de paso: es absurdo decir de dos cosas que son
idénticas, y decir de una que es idéntica a sí misma no dice absolutamente nada” (Tractatus Logico-
Philosophicus, 5.5303. Versión bilingüe de Alianza Universidad (Madrid. 1989, p.131). También
Austin percibe una peculiar forma de identidad en el uso del lenguaje cuando dice: “La misma
oración se usa al hacer diferentes enunciados (yo digo «Es mío», tú dices «Es mío»); puede también
usarse en dos ocasiones o por dos personas para hacer el mismo enunciado, pero para esto la emisión
debe hacerse con referencia a la misma situación o evento”, en Ensayos Filosóficos (Madrid.
Alianza Universidad, 1988, p.121).
242 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
del alma informe, de la naturaleza aórgica y de todos los intercambios anfibológicos aquí
posibles; el agua, decimos, en su encuentro con el vaso, símbolo del mundo, de Dios, del
cuerpo, de la forma, del concepto categórico y de todos sus correspondientes
anfibológicos: el agua, reiteramos, en su encuentro con el vaso, deja de ser agua de la
misma manera que el vaso, en su encuentro con el agua, deja de ser vaso. Ambos se
transforman en otra cosa diferente a cada uno de ellos por separado. Sin embargo «vaso-
de-agua» es la sencilla solución a la doble búsqueda metafísica que hasta aquí habían
emprendido por separado el agua y el vaso8. Pero se trata de una solución trágica ya que
implica que en cada tortuoso y furtivo encuentro cada uno de los dos idénticos consigo
mismos deja de serlo para participar en una especie de muerte cósmica que se reitera
de manera cíclica como ritual infinito, como voluntad de no-ser que todo ser posee en
tanto situado en el tiempo como posible conciencia. La solución es trágica porque la
aventura misma es trágica: toda búsqueda que tiende a un encuentro con el otro se
encuentra condenada a desvanecer los límites del uno: ya Heidegger nos había anunciado
que “la diferencia procede de la esencia de la identidad”9. Estamos corroborando ahora
su inversa: la identidad procede de la esencia de la otredad. El principio de identidad está
hecho de una mutua pertenencia (Zusammengehörigkeit) que todavía tiene que ser
pensada. Pero antes volvamos a la múltiple «unión en unidad» que nuestro verso nos
hace oír. Ya localizamos la que se pone de manifiesto en (A) como vaso-de-agua. Otra
«unión en unidad», mediación y síntesis vinculante del mismo para consigo mismo,
podemos localizarla en el verso completo en tanto tal. Colocado después de un punto
y terminando también él en un punto, constituye un endecasílabo aislable en su
perfección formal y en su contenido sintético: vaso-de-agua/ momento justo. En otras
8
En un breve poema de juventud (La orilla del mar, 1925), que no resistimos citar, Gorostiza resuelve
un problema semejante en los siguientes términos: “No es agua ni arena/ la orilla del mar./ El agua
sonora/ de espuma sencilla,/ el agua no puede/ formarse la orilla./ Y porque descanse/ en muelle
lugar,/ no es agua ni arena/ la orilla del mar./ Las cosas discretas,/ amables, sencillas;/ las cosas
se juntan/ como las orillas./ Lo mismo los labios,/ si quieren besar./ No es agua ni arena/ la orilla
del mar./ Yo sólo me miro/ por cosa de muerto;/ solo, desolado,/ como en un desierto./ A mi
venga el lloro,/ pues debo penar./ No es agua ni arena/ la orilla del mar”. No estamos de acuerdo
con Debicki cuando señala que “el empleo de un objeto tan común como el vaso de agua parece
sugerir además una burla de sí mismo por parte de Gorostiza”, en La poesía de José Gorostiza.
Op.Cit., p.121. De ninguna manera negamos la presencia de la ironía (ni de la autoironía) en
Gorostiza. Decimos sólo que no la encontramos en el mero hecho de resolver poéticamente en lo
sencillo aquello que a todas luces es un escabroso problema metafísico.
9
Heidegger,M. Identidad y Diferencia. Op.Cit., p.59.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 243
palabras: el verso [467] constituye en sí mismo una «unión en unidad» en la que el vaso-
de-agua (A) se des-encuentra consigo encontrándose con un otro instantáneo, el
momento justo (B): A es B. Este verso nos parece el representante conspicuo de la «unión
en unidad» de que nos habla Heidegger. Los diversos niveles de análisis que alcanzamos
a vislumbrar nos dan fe de ello. Heidegger también indica que “esta unidad no es de
ningún modo el vacío inconsistente de lo que, privado en sí mismo de relación, se detiene
y persiste en una uniformidad. El pensamiento occidental ha precisado más de dos mil
años para que la relación de lo mismo consigo mismo que reina en la identidad y se
anunciaba desde tiempos tempranos, salga decididamente y con fuerza a la evidencia
como tal mediación, así como para encontrar un lugar a fin de que aparezca la mediación
en el interior de la identidad”10. Tampoco nuestro verso, unión en unidad privilegiada,
se detiene o persiste en su uniformidad. Si bien el vaso de agua siendo el momento justo
es algo bello en sí, no lo es a la manera en que lo exige la expresión goethiana puesta
en labios de Fausto: “Instante, eres tan bello: ¡detente!”11. De ninguna manera. La
identidad múltiple del verso [467], como unión de unidad que incluye su tiempo
correspondiente (momento justo) es también identidad instantánea que de inmediato
cobra impulso hacia otros horizontes de previsible e inminente desconfiguración:
10
Ibid, p.65.
11
Goethe, J.W.von. Fausto. Madrid. Cátedra, 1987: “Si un día le digo al fugaz momento: «¡Detente!
¡eres tan bello!», puedes entonces cargarme de cadenas, entonces consentiré gustoso en morir”
(p.152). En la página 420 se encuentra el desenlace del fatal pacto ilustrado. El ciclo no es un tiempo
lineal y se encuentra lejos del afán desarrollista de cualquier tipo de iluminismo totalitario (vid.
al respecto Horkheimer, M. y Adorno, Th.W. Dialéctida del Iluminismo. Buenos Aires. Sudamericana,
1987, p.16 y ss.). También de Marshall Berman “El Fausto de Goethe: la tragedia del desarrollo”,
en Todo lo Sólido se Desvanece en el Aire. La Experiencia de la Modernidad. Madrid. Siglo XXI,
1988, pp.28-80.
244 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
A es B,... ser es tiempo: ni más ni menos. Ahora bien, para Heidegger, “El hombre
es propiamente esta relación de correspondencia y sólo eso. «Sólo» no significa ninguna
limitación, sino una sobreabundancia. En el hombre reina una pertenencia al ser que
atiende al ser porque ha pasado a ser propia de él. ¿Y el ser? Pensémoslo en su sentido
inicial como presencia. El ser no se presenta en el hombre de modo ocasional ni
excepcional. El ser sólo es y dura en tanto que llega hasta el hombre con su llamada./
Pues el hombre es el primero que, abierto al ser, deja que éste venga a él como presencia.
Tal llegada a la presencia necesita de lo abierto de un claro, y con esta necesidad, pasa
a ser propia del hombre... el hombre y el ser han pasado a ser propios el uno del otro.
Pertenecen el uno al otro”13. Cuando se encuentran, el vaso pertenece al agua como el
agua pertenece al vaso. También, cuando se encuentran y constituyen un vaso-de-agua,
ese vaso-de-agua pertenece al momento justo de la misma manera que éste (el momento
justo) pertenece a aquel (el vaso-de-agua).
Ser y tiempo se pertenecen mutuamente porque el hombre y el tiempo se
encuentran en mutua pertenencia. Siguiendo a Heidegger, debemos agregar que el
verso que nos está demorando es esa presencia que brilla en lo abierto de un claro
12
Ibid, pp.65-67.
13
Ibid, pp.75-77.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 245
(Lichtung) para invitarnos con sus guiños al salto (Sprung): “El salto es la puerta que abre
bruscamente la entrada al dominio en el que el hombre y el ser se han encontrado desde
siempre en su esencia porque han pasado a ser propios el uno del otro desde el momento
en el que se han alcanzado. La puerta de entrada al domino en donde esto sucede,
acuerda y determina por vez primera la experiencia del pensar./ Extraño salto el que
nos hace ver que todavía no nos detenemos lo suficiente en donde en realidad ya
estamos. ¿En dónde estamos? ¿En qué constelación de ser y hombre?”14. El vaso y el
agua, después de 466 versos, por fin se han alcanzado en lo «abierto de un claro»
(Lichtung):
14
Ibid, p.79.
15
Sólo coincidimos de manera parcial con Xirau cuando dice que “el poema de Gorostiza niega la
temporalidad, niega el cambio, niega la vida misma... Muerte sin fin es atemporal y regresivo” (“Tres
calas en la reflexión poética: Sor Juana, Gorostiza, Paz”, en Poetas de México y España. Ensayos.
Madrid. José Porrúa Turanzas. Biblioteca Tenantitla, 1962, p.134). Más bien creemos, con Octavio
Paz, que Muerte sin Fin es un poema temporal y cíclico (Vid. Las peras del Olmo. Barcelona. Seix-
Barral, 1990, p.89 y s.).
246 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
Si seguimos pensando a este verso como Lichtung, como campo de juego del ente-
ser, como escenario de sus representaciones así como de las representaciones de la
Diferencia que a ambos es inherente a manera de Ereignis (transpropiación recíproca),
podríamos preguntarnos ahora justo por el juego o representación específica que ya ahí
se está preparando. Para elaborar tal pregunta querríamos empezar por citar al italiano
Leonardo Amoroso, quien en un trabajo tan bien pensado como lleno de incitantes
sugerencias en torno al concepto heideggeriano de Lichtung, nos dice: “La Lichtung no
es sólo el lugar de la Schickung, de la destinación por parte del ser, sino también el lugar
de la Nichtung, de la «anulación» por parte de la nada. Para Heidegger una y otra son
«lo mismo»... la Nichtung de la Lichtung constituye el terreno de juego del ente. Pero si
el pensamiento se olvida de la nada, los entes forzosamente se tornan rígidos, transfor-
mándose en objetos, y su ser es concebido entonces como presencia constante y, por
ende, como algo obvio y no problemático. Únicamente a través de la Nichtung de la nada
se abre un acceso al ser como «algo distinto» del ente”18. Oscilando en su frágil equilibrio,
el lenguaje poético se autopresenta petrificándose por un breve momento como ente-
ser especular. Ente-ser que, en ese escenario de múltiples claroscuros (Lichtung) que es
el verso, se instala en «el momento justo» anunciando-se al ser como anulación
16
Heidegger,M. Identidad y Diferencia. Op.Cit., p.85.
17
Ibid, pp. 90-91.
18
Amoroso,L. “La Lichtung, de Heidegger, como lucus a (non) lucendo”, en Vattimo,G. y Rovatti,P.A.
(eds.). El pensamiento débil. Madrid. Cátedra, 1988, pp.204-205.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 247
(Nichtung): como una nada a desplegar en tanto Diferencia. Tras bambalinas pues, se está
gestando la narración, el despliegue de esa nada que mantiene, como silente telón de
fondo, al ser oculto en la Lichtung de su presencia: “¿Cómo se anuncia el ser en la
Lichtung? La nada que en ésta se despliega, «en cuanto distinta del ente, es el velo del
ser»; en la «Lichtung se despliega aquel velo que esconde el ser esencial de cualquier
verdad, y que hace aparecer el velo en la medida en que lo esconde». Lo que se manifiesta
en la Lichtung es, siempre, un ente, pues sólo un ente puede estar presente. Pero, con
todo, el ente que aparece remite, en cuanto «essente», al ser; el ser mismo -es verdad-
nunca se muestra, jamás sale a la luz, pero se anuncia como diferencia en relación con
el ente que aparece”19. Hemos querido citar con cierta extensión estas últimas referen-
cias por dos motivos. En primer lugar porque estas afirmaciones ontológicas nos
permitirán darle entrada a la narración específica de ese despliegue que se empieza a
desarrollar a partir del verso que hasta aquí nos ha estado demorando tanto. En segundo
lugar porque vemos que estas mismas afirmaciones ontológicas nos permitirán tam-
bién, de aquí en adelante, ir elaborando de manera progresiva los planteamientos
hermenéutico-filosóficos para eludir una interpretación corriente en la tradición crítica
que ve el desenlace de Muerte sin Fin en términos de nihilismo20. Sobre este último punto
se puede desde ahora hacer notar que la compleja dialéctica que Heidegger pone a
trabajar en sus frases especulativas se encuentra a buen resguardo del nihilismo justo
en la medida en que lo trae a colación (al nihilismo) como compendio epocal. Sólo
colocando a Heidegger en un más allá del nihilismo es como podemos entender sus ideas
acerca del lenguaje asumido a manera de casa del ser y vivienda del hombre21, así como
sus incursiones-excursiones pensantes en el poetizar de los poetas; cosas ambas que le
19
Ibid, pp.206-207.
20
V.g. un primer Ramón Xirau (“Tres calas en la reflexión poética...”. Op.Cit.) que, aunque no emplea
la palabra «nihilismo», caracteriza a Muerte sin Fin como la negación de la temporalidad, del
cambio y de la vida; como poema que obedece a los sentimientos de ausencia, duda, soledad,
muerte y caída. Sin ser esto falso en un primer nivel reflexivo, nosotros tratamos de profundizar
hasta descubrir -si es el caso- ese paradójico acceso al ser que se despliega justo desde la nada,
ese “«siniestro pájaro de humo» [que] domina el mundo gobernado por la muerte” (ibid p.139).
Más cercanos nos sentimos en este punto tanto a Octavio Paz (Las peras del Olmo. Op.Cit.) como
a Humberto Martínez, (“Hacia lo no dicho en Gorostiza”, en Gorostiza,J. Poesía y Poética. Op.Cit.,
pp.255-272).
21
Heidegger,M. Carta sobre el humanismo. Madrid. Taurus, 1966, p.64.
248 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
22
Vid. Heidegger,M. Caminos de bosque. Madrid. Alianza, 1995, p.32 y ss.
23
Gadamer,H-G. “El texto ‘eminente’ y su verdad”, en Arte y Verdad de la palabra. Barcelona. Paidós,
1998, p.108.
24
Heidegger,M. Carta sobre el humanismo. Op.Cit., p.68.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 249
momento justo, entonces el vaso de agua tiene que pasar: ya ha pasado. El momento
justo no dura. La esencia del instante está en su estar yéndose, ¿hacia dónde?
Los entes cuyos nombres son «vaso» y «agua» nunca se hicieron cosas, objetos,
constantes presencias. Su duración fue una minucia, literalmente hablando. El vaso de
agua, por fortuna trágica, sigue siendo problemático, es decir, motivo de preguntas e
incitación a persistir en el camino abierto por un pensar inquiridor que se sienta a su vez
interpelado. La anulación (Nichtung), muerte que habita como diferencia en el vaso de
agua, lo empuja (al vaso de agua) y lo pone en movimiento hacia esa otredad que llama
en silencio desde la realización de cada uno de sus «momentos justos». Descorriéndole
el velo al tiempo oculto como no dicho en cada uno de ellos, sale a la luz el instante abismal
que todo se lo traga a medida que también a sí mismo se consume y se va, ¿hacia
dónde?..., «hacia lo informe»: ¿qué es aquí «lo informe»? Tendremos que dar un rodeo
para llegar de manera correcta al lugar en que se abre este nuevo asunto.
Es cierto que la temática específica abordada en esta octava parte del poema
procede de la sección anterior; no menos cierto es que su desenlace se encontrará en la
siguiente. Este modo de ir eslabonando poéticamente un asunto a base de desarrollos,
retrocesos, avances y reiteraciones constantes, tiene que ver con la naturaleza musical
de la composición arquitectónica del poema. Los múltiples y constantes ecos que se dejan
escuchar en el espacio de esta arquitectura le dan al poema un sólido carácter de
conformación (Gebilde), de obra-naturaleza unitaria que no queda rota de ninguna
manera por la diversidad métrica y llena de irregularidades de sus componentes
formales. Su belleza es como la belleza de un desfiladero frente al mar. Belleza que
demora por la armonía conjunta de sus contrastes: la quieta y dura roca frente al vaivén
elástico del agua. Una de nuestras esperanzas a lo largo de las variadas reflexiones con
que hemos incursionado en cada Estación de nuestro peregrinar pensante por el poema,
ha estado consistiendo en poder mantener ese trasfondo unitario logrado por la palabra
poética con que Muerte sin Fin se ha sostenido a lo largo de sesenta años sin sufrir
fractura alguna en su paisaje de contrastes. Estamos queriendo seguirle el ritmo -sin
250 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
querer ni poder agotarlos- a los abundantes asuntos que el poema deja oír con
generosidad a medida que éstos nos van saliendo al paso. Confiamos en que la rotunda
«unión en unidad» de su dicho no-dicho alcanzará a articular la unidad o, por lo menos,
la coherencia de nuestros propios esfuerzos pensantes. Estamos dejándonos llevar, en
nuestra consciente ceguera, por la guía lírica de una palabra poética luminosa. Los
asuntos e imágenes con que esa palabra nos ha estado interpelando terminarán por
redondear nuestra participación en el diálogo. Dicho lo anterior, a partir de este punto
daremos un pequeño «paso atrás» para elaborar un segundo asunto que vemos también
presente en la palabra poética que aquí se nos ofrece. Dar un paso atrás nos permitirá
ganar distancia y percibir aquello que ha quedado sin pensar en el margen de lo no-dicho,
de lo que queda siempre por decirse porque es uno el que tiene que llegar a decirlo
develando la verdad que oculta. Heidegger señala al respecto: “El paso atrás se dirige
hacia ese ámbito que se había pasado por alto hasta ahora y que es el primero desde el
que merece ser pensada la esencia de la verdad... El paso atrás va desde lo impensado,
desde la diferencia en cuanto tal, hasta lo por pensar: el olvido de la diferencia”25. Nuestro
paso atrás no va por lo pronto demasiado lejos. Se dirige a los versos con los que principia
la sección del poema que ahora nos ocupa:
25
Heidegger,M. Identidad y Diferencia. Op.Cit., p.113 y p.113-115.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 251
punto. Pero si ahora conectamos a los versos [422] y [428] -la puntuación y sintaxis
poéticas nos lo permiten sin alterar su polisemia específica-, tendremos una afirmación
muy peculiar debido a su aparente sentido paradojal:
¿Cómo es que puede estar orgullosa una forma que no se cumple?. Hay que
adivinar aquí algún oculto orgullo trágico. Orgullo trágico por haber dejado incumplido
algo que, sin embargo y a pesar de todo, queda ahí a manera de conformación (Gebilde),
a manera de perfecta naturaleza-obra que nunca niega, desde su propio núcleo verbal,
el fracaso al que se sentía condenada por la inteligencia que de reojo la ha estado
observando desde el principio mismo de su gestación. Pero si la naturaleza de lo vivo
y de lo no vivo todo obra sin motivo alguno, a manera de libre impulso lúdico26, también
el poema -texto eminente-, es una conformación en vaivén rítmico que se reitera porque
sí, sin más, como un juego que exige ser jugado en el espacio de juego abierto por su
palabra. La reflexión racional es un posible compañero de juego privilegiado para la
palabra poética porque la reflexión racional tiene a su vez su propio espacio de juego
en la palabra: también porque, a fin de cuentas, la reflexión racional resulta siempre de
un exceso que el logos (que es palabra) gasta porque sí, como mero asentimiento: la razón
no tiene ninguna razón de ser. El logos como el Tao, es, sin más. A este respecto Gadamer
llega a declarar que “...la humanidad del juego humano reside en que, en ese juego de
movimientos, ordena y disciplina, por decirlo así, sus propios movimientos de juego
como si tuviesen fines; por ejemplo, cuando un niño va contando cuántas veces bota el
balón en el suelo antes de escapársele./ Eso que se pone reglas a sí mismo en la forma
de un hacer que no está sujeto a fines es la razón”27. O para decirlo con un fresco tono
nerudiano: la forma en sí misma no se cumple. Sabe que no puede cumplirse, pero... ¿y
si se cumple? No se cumplirá, es cierto, pero la forma juega a cumplirse, juega a quedar
cumplida.
26
Vid. Gadamer,H-G. La actualidad de lo bello. Op. Cit., p.66 y ss.
27
Ibid, pp. 67-68.
252 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
Hemos llegado de nuevo al «vaso de agua en su momento justo»; sólo que ahora
lo estamos encontrando a partir de los precedentes trágicos que lo fueron conformando.
Antes partimos del vaso de agua siendo él mismo el instante de su revelación. Ahí nos
demoramos en la diferencia ontológica intrínseca que permanecía oculta en lo no-dicho
de una identidad sospechosa: ahí también hemos previsto el derrumbe que habría de
proseguir a su redonda y rotunda perfección. Ahora estamos confirmando que el poema
no cesa de referirse a sí mismo, que la forma es una reflexión sobre la misma forma y
28
Rubín,M.S. Una poética moderna. Muerte sin Fin de José Gorostiza. Análisis y comentario. México.
UNAM, 1966, p. 103.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 253
que el poeta retorna de continuo con sus palabras a la palabra que se levanta ante él a
manera de conformación (Gebilde), a manera de naturaleza-obra especular, literalmente
«reflexiva»: espacio de juego en el que se pone de manifiesto un vaivén al que hay que
saber abandonarse para poder seguir. Muerte sin Fin es, como poema, ese momento
justo en el que el vaso de agua se cumple. Se cumple sin cumplirse o, mejor; se cumple
a sabiendas de que su cumplimiento es un no-cumplimiento porque después de todo
cualquier cumplimiento no dejará nunca de ser...
29
Gadamer,H-G. “Acerca de la verdad de la palabra (1971)”, en Arte y verdad de la palabra. Op.Cit.,
p.20.
254 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
30
En 1943 Arturo Rivas Sainz enfatiza la verdad ilógica contenida en una eficaz aproximación poética
a la realidad concreta (“Poesía de filosofar”, en El Hijo Pródigo, I, No.2, 80-84); Emma Godoy realiza
una lectura del poema desde Kant y Hegel (“Muerte sin fin de Gorostiza”, cuya primera edición
es de 1959 en Abside, XXIII, No.2, 125-180); Ramón Xirau ha sabido mantener un continuo diálogo
con el poema que aún no cesa (en “Descarnada lección de poesía” de 1955; “Tres calas en la reflexión
poética” de 1962; “Muerte sin fin: o del poema-objeto” de 1972); y Humberto Martínez, en 1988,
con su trabajo “Hacia lo no dicho en Gorostiza” (en Op.Cit.), acude a Heidegger para desarrollar
por su cuenta algunas sugerentes y agudas observaciones generales.
31
Debicki,A. La poesía de José Gorostiza. Op.Cit., p.63.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 255
32
Molinuevo,J.L. El espacio político del arte. Arte e historia en Heidegger. Madrid. Tecnos, 1998,
p.103. Con las cursivas pequeñas indicamos la cita que hace Molinuevo del texto heideggeriano.
33
Gadamer,H-G. “El texto «eminente» y su verdad”, en Arte y verdad de la palabra. Op. Cit., p.95
y p.98.
256 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
lo «contiene» justamente como paisaje. El paisaje nunca dejará de ser el mismo paisaje
por más que desde cada ángulo posible de la mirada se convierta efectivamente en
«otro» paisaje: identidad-diferencia. El hecho de que, en el fondo, se trate de manera
innegable de un «mismo» paisaje, impide a cualquier interpretación-lectura la arbitra-
riedad del «todo vale». Como nos advierte Gadamer, existe en la lectura de todo
auténtico poema “...una norma de veracidad y de verdad, que corresponde a la esencia
de la poesía. Esa norma caracteriza el que en la poesía se anula la distancia del querer
decir y que, precisamente por ello, lo que se representa como lenguaje dice más de lo
que puede decir el decir. Es la forma enigmática de la no-distinción entre lo dicho y el
cómo del ser-dicho, que presta al arte su unidad y ligereza específicas y, con ello,
sencillamente, un modo propio de ser verdadero. El lenguaje se recusa a sí mismo y
resiste al capricho, a la arbitrariedad y al dejarse seducir a sí mismo. Así que, también
en un tiempo indigente, el mensaje de la poesía sigue siendo mensaje, aunque en la forma
negativa de la recusación”34. A la pregunta “Y ¿para qué poetas en tiempos aciagos?”,
formulada por Hölderlin en Pan y Vino, Heidegger receloso contesta formulando a su
vez otra pregunta: “¿A quién hay que hablarle de todo esto?”. Por su parte Gadamer,
como acabamos de ver, afirma confiado que “también en un tiempo indigente, el
mensaje de la poesía sigue siendo mensaje, aunque en la forma negativa de la recusa-
ción”. Recusar es un verbo que, empleado en derecho, significa oponerse con impedi-
mentos legítimos a la actuación de la autoridad legal (juez, perito, magistrado, etc.). Es
por tanto un verbo negativo, en efecto, pero la forma de rechazo que elabora y hasta
el estilo con el que formula su negativa a admitir un procedimiento investido legalmente,
es legítimo; en otras palabras, la recusación no deja de ser a su manera también legal,
auténtica y válida. Legalidad de margen, es cierto, pero afirmando su legitimidad la
recusación afirma algo que no tiene por qué no ser, aunque no sea y quizás no pueda
ser -destino de la diferencia en la identidad-, pero... ¿y si llegase a ser? Piensa Gadamer
al respecto: “Lo que se une, en la inseguridad estilística y en el capricho experimental
del arte moderno, a las grandes sentencias verdaderas de la literatura universal, es tan
verdadero como éstas, aunque es -no, porque es- recusación. También en la recusación
hay consentimiento. «Que no haya ninguna cosa donde quiebre la palabra» es el último
34
Ibid, p.108. El término aquí traducido como «recusación» es Verweigerung, que también tiene las
acepciones sustantivadas de los verbos «rehusar» y «(de)negar» (cfr. “Der «eminente» Text un seine
Wahrheit”, en Ästhetik und Poetik I. Kunst als Aussage. J.C.B. Mohr (Paul Siebeck). Tübingen,
1993, p.294.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 257
verso de una bella poesía de Stefan George, en quien un gran pensador de nuestro
tiempo, Martin Heidegger, ha reconocido un parentesco con su pensar: precisamente
en la recusación”35. La poesía, mensaje que se interpone como recurso legítimo de la
palabra ante una realidad aciaga y sin brillo, ¿a quién llama? Por lo pronto a todo aquel
que quiera o pueda escuchar la diferencia a partir de una palabra adecuada36, aunque
luego tenga que quedarse, como Heidegger, preguntándose a quién se le puede hablar
de todo eso. Hay que recordar que tampoco el que sale de la caverna y ve la luz, sabe
muy bien ni cómo ni a quién dirigirse cuando retorna a ella (República VII 517a). Lo cierto
es que la palabra poética queda ahí, como la «frase especulativa» de Hegel, emitiendo
un decir reflexivo que se inserta en el pensamiento de quien piensa una cosa en su propio
desarrollo interno37. Respecto a la estructura de la frase especulativa, dice Gadamer que
35
Gadamer,H-G. “El texto «eminente» y su verdad”, Op.Cit., p.109. El verso dice: Kein ding sei wo
das wort gebricht. El participio gebrochen significa en efecto roto y quebrado; pero uno de sus empleos
figurados (v.g. gebrochen Spanisch sprechen, que sería «chapurrear el español») daría lugar a
traducciones como las siguientes, menos literarias pero que ponen de manifiesto la idea que se está
expresando: «Que no haya ninguna cosa donde chapurree la palabra, donde farfulle y se estropee
el idioma». Gadamer dedica algunos de sus más importantes trabajos de diálogo hermenéutico
con la poesía a George y a Hölderlin (Poema y Diálogo. Barcelona. Gedisa, 1993). De uno de ellos
extraemos la siguiente conclusión: “A pesar de todas las diferencias entre la autorrepresentación
pomposa con que se muestra George en sus poemas y la modesta renuncia a la que está dispuesto
el poeta «en tiempos menesterosos», la concepción de la condición del poeta y del hombre
constituye la referencia común para ambos... el poeta, pese a representar también al excluido y
al extraordinario, en su quehacer creativo representa igualmente al hombre” (“Hölderlin y George”,
en Poema y Diálogo. Op.Cit., pp.50-51.
36
Hablando de lo inteligible y de lo visible, afirma el Sócrates platónico: “...esto es lo que intentaba
decir hace un momento, cuando afirmaba que algunos objetos estimulan el pensamiento y otros
no, en lo cual definía como estimulantes aquellos que producían sensaciones contrarias a la vez,
mientras que los otros no excitaban a la inteligencia... En efecto, si la unidad es vista suficientemente
por sí misma o aprehendida por cualquier otro sentido, no atraerá hacia la esencia... Pero si se la
ve en alguna contradicción, de modo que no parezca más unidad que lo contrario, se necesitará
de un juez, y el alma forzosamente estará en dificultades e indagará, excitando en sí misma el
pensamiento, y se preguntará qué es la unidad... [a lo que agrega Glaucón]... así pasa con la visión
de la unidad y no de modo mínimo, ya que vemos una cosa como una y a la vez como infinitamente
múltiple” (República VII 524de y 425a).
37
Vid. Gadamer,H-G. “La idea de la lógica de Hegel”, en La dialéctica de Hegel. Madrid. Cátedra,
1994. También Verdad y Método (Op.Cit., p.555), donde se lee que para Hegel, “El verdadero
método sería el hacer de la cosa misma”: hacer que requiere el “esfuerzo del concepto” entendido
como “necesidad inminente del pensamiento”; necesidad que, a su vez y más allá de cualquier
arbitrariedad lógica, asume al pensar como una manera “desarrollar una cosa en su propia
consecuencia”.
258 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
38
Gadamer,H-G. “Acerca de la verdad de la palabra”, en Arte y verdad de la palabra. Op.Cit., p.46.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 259
39
Gadamer,H-G. “Filosofía y Poesía”, en Estética y Hermenéutica. Madrid. Tecnos, 1996, p.181.
260 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
desde que la leímos en ellos, porque: ¿cómo es el imperio orondo desde el que la forma-
vaso-poeta no se cumplen? Ese imperio es «faraónico» y en él aquellos rigen con hosca
mano diamantina. Cabe ahora la pregunta obligada por la misma sintaxis de los versos;
¿y cómo son la forma-vaso-poeta instalados en ese insigne trono faraónico? Ellos son
ahí -cabe responder-, «magnánimos», «deíficos», constelados de «epítetos esdrújulos».
Todas estas palabras encerradas en «guillemets» franceses, son esdrújulas. La misma
palabra «esdrújulos», es ella esdrújula, se autocontiene como el sentido de los guillemets
se autocontiene encerrando a la palabra «guillemets»; haciendo así todavía más reflexi-
vo -si cabe- el juego de espejos que presentifica. Gran cantidad de críticos y analistas de
la literatura han constatado este hecho como un logro gramatical de la imaginación.
Nadie, que sepamos, lo ha destacado como un logro ontológico de la palabra-confor-
mación. A partir de una autorreferencialidad como ésta que aquí se nos expresa en su
límite modélico («límite modélico», por cierto, son palabras sólo «accidentalmente»
esdrújulas), nos permitimos expresar una demora estacionaria para aclarar, y aclarar-
nos, lo que seguimos creyendo aspectos centrales de un pensar que ha sabido encontrar
en la palabra poética auténtica (otras dos palabras esdrújulas) un inmejorable motivo
para seguir plasmando sus propias reflexiones filosóficas y, al mismo tiempo, compren-
der un poco mejor el sentido de una práctica de la palabra, de una praxis verbal que,
desde que se hace texto eminente (poema, Gebilde), queda inscrita como posibilidad para
el pensamiento de quienes estén dispuestos a seguir pensando.
Exponiéndose a sí mismo, el poema funda una verdad que no expone. A manera
de performativo (performative utterances40) su dedo índice no señala ningún referente
externo. Nosotros vemos en dicha forma de ser de la palabra poética, forma que en
Muerte sin Fin se plasma a golpe de memoria rítmica, reiteración e insistencia que le
da un melos que se cumple haciéndonos tomar a nosotros la palabra; vemos en dicha
forma, decimos, un antinihilismo semejante al que Nietzsche asume como nihilismo
40
Austin se dio cuenta muy bien de que sus performative utterances -traducido también como
“emisiones realizativas”- ponían de manifiesto un vínculo especial con la verdad: “Estas emisiones
realizativas no son, pues, verdaderas o falsas. Pero sufren de ciertas incapacidades propias.
Pueden fracasar de maneras especiales...” (“Emisiones realizativas”, en Ensayos Filosóficos.
Op.Cit., p.220.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 261
41
Nietzsche,F. El nihilismo: escritos póstumos. Barcelona. Península, 1998, p.169.
262 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 263
ESTACIÓN IX
Estación IX
En la red de cristal que la estrangula,
Con 232 versos, esta sección es la más larga del poema. Se encuentra dividida en
siete partes. En esta cifra se ha querido ver a veces un número cabalístico. Así por ejemplo
Mónica Mansour dice al respecto que se trata de un “número que representa lo perfecto,
la unidad de lo divino y lo terrenal. Siete días fueron necesarios para la creación del
mundo, siete serán necesarios para la descreación”1. Mansour rastrea también algunas
correspondencias simbólicas entre Muerte sin Fin y la filosofía cabalística, llegando a
indicar: “Del Zohar, el Sefer Yetzirá y el Sefer Bahir provienen conceptos e imágenes
fundamentales de esta obra, como el «no-ser primitivo» anterior a la creación, la «nada
mística», Dios como substancia (agua, luz) y como forma dadora de forma, nuestra
percepción de Dios como luz en el cielo, el cielo como la piel de Dios, el lenguaje como
1
Mansour,M. “El diablo y la poesía contra el tiempo”, en Gorostiza,J. Poesía y poética. Ed. crítica
de Edelmira Ramírez. Madrid. UNESCO, Archivos 12, 1988, p.240. Un poco más adelante esta
misma autora señala: “No es casual que este libro que reflexiona sobre la creación y la descreación
esté dividido en diez poemas. Según la Cábala diez son los atributos de Dios y diez las «etapas»
de la creación (Sefirot Yetzirá)” (p.251).
266 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
2
Ibid, p.251.
3
Rubín,M.S. “El ideario oriental”, en Una poética moderna. Muerte sin Fin de José Gorostiza. Análisis
y comentario. México. UNAM, 1966, pp.163-171. En nueve páginas el autor destaca lo que él llama
“un ambiente oriental sostenido y unificador en todo Muerte sin Fin” (ibid, p.164), y lo hace desde
la Rigveda y las Upanishadas (India), desde el budismo de India, China y Japón; y desde el taoísmo
chino (los libros de Lao-Tse y de Chuang-Tse). Otros autores que han tocado con igual brevedad
estos aspectos de la obra de Gorostiza son Sergio Fernández (Homenajes a Sor Juana, a López
Velarde, a José Gorostiza. México. SEP, 1972), y Carlos Montemayor (Tres contemporáneos: Jorge
Cuesta, José Gorostiza, Gilberto Owen. México. UNAM, 1981.
4
Gadamer,H-G. “Zur deutschen Philosophie im 20.Jahrhundert”, en Philosophisches Lesebuch.
Band 3. Fischer Taschenbuch Verlag GmbH, Frankfurt am Main, 1992, p.380. Una traducción
nuestra de este trabajo aparecerá en la Revista ER en el transcurso de 1999.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 267
5
La lectura que hace Emma Godoy del poema le lleva a afirmar llanamente: “Su asunto está
inspirado en la dificilísima lucubración de la filosofía idealista. (Nada más intrincado que el
pensamiento alemán.)”, en “Muerte sin Fin, de Gorostiza” (p.13) que se encuentra en Godoy,E.
Sombras de Magia. Poesía y plástica. México. Jus, 1990, pp.7-69, (la primera edición data de 1968).
6
Gadamer,H-G. “Qué debe saber el lector”, en Poema y Diálogo. Barcelona. Gedisa, 1993, pp.100-
117.
7
Ibid, p.104.
8
Ibid, p.106.
268 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
pero por supuesto que hay también mucho más que sólo eso. Y si ahora volvemos a
insistir en su musicalidad, es debido a que en esta sección del poema tales recursos
sonoros se acentúan sobremanera. En efecto, las siete partes de que consta esta novena
sección de Muerte sin Fin elaboran tal cantidad de reiteraciones melódicas y de ecos,
tanto cercanos como lejanos, que van constituyendo un vigoroso crescendo que compa-
gina muy bien con el asunto que aquí se trata y trama: nada menos que la descreación.
Fogoso con brio molto vivace podría ser la indicación del modo de ejecución de este largo
fragmento de poema sinfónico. Los ecos que aquí se registran acompañan una temática
muy compleja cuyo motivo central puede ser considerado una vuelta al origen, una
progresiva retrogresión hacia la nada que sin embargo se encuentra lejos de ser
tenebrosa o triste: su dramatismo apunta más bien hacia una solución aórgica trágica
apostada más allá de nihilismo alguno y, si se nos apura, diríamos que está hecha a
manera de satori Zen9.
Hemos hablado de tema aórgico y trágico, de vuelta al origen y de retrogresión
a la nada, podríamos agregar anulación (Nichtung), incluso involución o, como le llama
Xirau, «evolución invertida» y «parto del desnacer»10. Hemos evitado adrede utilizar
el término «caída» empleado por algunos de los comentaristas y críticos11 cuando se
detienen en esta parte del poema. Vemos en ese término así como en la palabra
«salvación» que lo suele acompañar, una movilización onto-teo-lógica que creemos
alejada de Muerte sin Fin. No está de más que indiquemos que dicha movilización onto-
teo-lógica tampoco se ajusta con la hermenéutica gadameriana desde cuya plataforma
tratamos de realizar nuestra lectura del poema. Por este motivo es por lo que querría-
mos quitarle a nuestras adjetivaciones todo carácter destructivo o melodramático para
9
Dice al respecto Jean M. Rivière: “El satori puede definirse como «una mirada intuitiva a la
naturaleza misma de las cosas», en oposición a la comprensión intelectual y lógica de éstas.
Prácticamente, ésta significa la revelación de un mundo nuevo, no percibido hasta ahora en la
confusión de nuestro espíritu dualista”, en El arte Zen. México. UNAM, Instituto de Investigaciones
Estéticas, 1963, p.34. Nos parece que uno de los conceptos clave de esta lectura se encuentra en
la palabra «naturaleza», ya que volver a ella es entendida por el Zen como «retorno al propio hogar»
(Ibid, p.36).
10
Xirau,R. “Tres calas en la reflexión poética: Sor Juana, Gorostiza, Paz”, en Poetas de México y
España. Madrid. Porrúa, Tenantitla, 1962, p.138.
11
V.g. Debicki,A.P. La poesía de José Gorostiza. México. De Andrea ed., 1962, p.97; o Paz,O. “Muerte
sin Fin”, p.89 en Las Peras del Olmo. Barcelona. Seix-Barral, 1990.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 269
dejarlo en su más depurado y mondo esqueleto dialéctico que, a manera de ciclo, cambie
de signo cada que llegue a algún límite absoluto en el que ir más allá será siempre
empezar de nuevo. La idea de ciclo que aquí estaremos de continuo persiguiendo será
quizás lo que más se aproxime a las interpretaciones de corte simbolista provenientes
del sentido de religiosidad oriental al que antes hacíamos referencia.
Pero ahora vayamos por partes. Ya en nuestra anterior Estación acudimos y
elaboramos el instante transitorio en el que vaso y agua se redondeaban en un perfecto
encuentro: tan perfecto como fugaz...
12
Cfr. vg. Gadamer,H-G. “La temporalidad de lo estético”, en Verdad y Método. Salamanca.
Sígueme, 1977, pp.166-181.
270 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
agua madurada por la experiencia del camino andado (erfahren13). Este agua ya no se
conforma quedándose en el mero reconocerse en el cristal del vaso y, como ante un
espejo narcisista, cantar el goce de una sed quemante; no. Este agua bebe ahora la forma
del vaso y la hace propia: se transfigura en ella y transfigura al vaso que la contiene. La
dialéctica de esta experiencia queda descrita a fuerza de acumular contradicciones que
se ordenan en lo sintáctico de una manera incluso hasta prosaica y discursiva. Con todos
los medios que tiene a su alcance, el poeta-poema se esfuerza en hacerse transparente
para aclarar un asunto que es de suyo harto complejo. Si no, veámoslo en los versos que
de inmediato siguen y que profundizan, ahora desde el vaso, esa misma transformación
de temple que pasa por la experiencia trágica de haber hecho ya un camino, de haberlo
andado:
La reincidencia en tan poco espacio de una expresión tan propia del lenguaje
argumental de los razonamientos lógico-conceptuales (“-a su vez-”) y, además, puesta
entre rayas ortográficas como para enfatizar su coloquialidad discursiva y prosaica, nos
da cuenta del empeño con el que el poema busca realizar la comunicación sencilla y franca
de una materia cuya dialéctica interna resulta por sí misma difícil de fijar. Nunca mejor
aplicado que aquí el juicio que Octavio Paz emite respecto al poema todo: “La ambigüe-
dad -gozne sobre el que giran las puertas de todo poema- se expresa en esta poesía como
claridad. A fuerza de transparencia la imagen tiende a hacer invisible la discordia
13
Vid. Bollnow,O.F. Introducción a la filosofía del conocimiento. La comprensión previa y la
experiencia de lo nuevo. Buenos Aires. Amorrortu, 1976, p.142 y ss.
272 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
14
Paz,O. “Muerte sin Fin”, en Op.Cit., p.85.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 273
distinto15. Identidad y diferencia de la mano. Ahora el vaso presiente algo mucho más
grave, real e inevitable que una cándida prisión: su presagio anuncia la muerte “como
presagio cierto de reposo” [510]. Su dureza de cristal se transforma ahora en una dureza
de rencor [508] y su abrazo perfecto con el agua se hace sensible ahora al pincho de la
espuma [509]16... ya no cabe ocasión alguna que permita obsequiar con imaginarias
flores. El instante redondo, preciso y terminante también se quiebra. Vaso y agua se
sustraen recíprocamente y, solidarios, entran cada uno por su cuenta en un nuevo
periplo en el que la muerte y la nada conforman el horizonte de una naturaleza que va
y viene a su propio ritmo:
15
Los psicólogos piagetianos han acuñado el término de «genidentidad» para significar esta
situación psíquica de permanencia en el cambio. Algo semejante es lo que maneja a un nivel
conceptual ontológico el duplo identidad-diferencia desarrollado en nuestra anterior Estación
desde Heidegger.
16
Aguijada es el nombre que se le asigna a unas varas largas con punta de hierro utilizadas para
espolear a la yunta.
274 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
17
Apunta en una nota Rubín: “El concepto de que en todo principio existe inminentemente su
contrario es la doctrina de la identificación recíproca del budismo” (Una poética moderna. Muerte
sin fin de José Gorostiza. Op.Cit., p.122). Por su parte Gadamer, desde sus estudios sobre Hegel,
sostiene: “El equilibrio del que habla Hegel entre el surgir y el perecer es sólo otra manera de expresar
lo indistinguibles que son propiamente el ser y la nada. De hecho, es correcto decir que en el «devenir»
no queda precisado si se ha de considerar algo como surgir o como perecer. Todo surgir es también,
mirándolo desde el punto de vista de la existencia, un perecer, y a la inversa” (La dialéctica de
Hegel. Cinco ensayos hermenéuticos. Madrid. Cátedra, 1994, p.96).
18
Xirau,R. “Tres calas en la reflexión...”, en Op.Cit., p.138.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 275
19
Martínez,H. “Hacia lo no dicho en Gorostiza” pp.257-258, en José Gorostiza. Poesía y Poética. Ed.
crítica de Edelmira Ramírez. España. UNESCO, Archivos #12, 1988, pp.255-272.
20
Podríamos redondear mejor la idea trayendo a colación ahora los siguientes esbozos fragmentarios
del propio Nietzsche: “Nihilismo: falta el fin, falta la respuesta a la pregunta «¿por qué?». ¿Qué
significa el nihilismo?: que los valores supremos se desvalorizan./ ES EQUÍVOCO:/ A) Nihilismo como
signo del creciente poder del espíritu: como NIHILISMO ACTIVO. Puede ser un signo de fuerza: La
fuerza del espíritu puede haberse incrementado hasta que le sean inapropiadas las metas
tradicionales («convicciones», artículos de fe). [...] La medida de la fuerza estriba en el grado en que
nos podemos reconocer en la apariencia, en la necesidad de la mentira, sin hundirnos./ En este sentido
el nihilismo, como el DESMENTIR un mundo verídico, de un ser, podría ser una manera divina de pensar”,
en Nietzsche,F. El nihilismo. Escritos póstumos. Barcelona. Península, 1998, p.64 y p.67.
21
Martínez,H. “Hacia lo no dicho en Gorostiza”, Op.Cit., p.258.
276 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
permanecer en casa y, sin embargo, viajar”22. La segunda vez que Gorostiza emplea en
sus Notas la palabra «salvación» lo hace también para calificar a la poesía en su capacidad
de embellecimiento de una vida humana llena de infortunios incapaz de vivir ya, “como
solía, en la frecuentación de la naturaleza”23. Como se ve, en ambos contextos la
capacidad salvífica que se le asigna a la poesía queda fuera del alcance de cualquier
acepción onto-teo-lógica occidental para la que el tiempo es una línea progresiva e
irrepetible. Hace bien Martínez en terminar su lectura filosófica del poema haciendo
referencia a la temporalidad cíclica en la que se mueve Muerte sin Fin: “la descripción
que se nos narra en el poema de Gorostiza corresponde a la época moderna que vivimos
actualmente y cuyo desarrollo, desde el punto de vista de la doctrina tradicional de los
ciclos cósmicos, debe ser necesario por cuanto era una posibilidad que desde un principio
estaba comprendida dentro de la potencialidad del ciclo. El desorden y la «caída» no
pueden dejar de existir, porque, desde una perspectiva más amplia, son elementos
necesarios del orden total”24. El poema (en esta sección) nos narra una epopeya de los
entes todos hacia la nada, una anulación (Nichtung) que, en efecto, muy bien puede
corresponder -como dice Martínez- a la época moderna que estamos viviendo; nosotros
creemos que también puede relacionarse con provecho reflexivo a la época que estamos
de igual manera tratando de pensar aquí con el vocablo «posmodernidad»: época esta
última en la que, más allá de la «modernidad», más allá de la voluntad de poder
tecnológico que hace tiempo se ha logrado apropiar de los espacios centrales de la aldea
global en la que hoy por hoy quedamos insertos (virtual imagen del mundo), deja los
márgenes como casi única posibilidad para la voluntad de un poder otro (el reflexivo)
que sabe que su quehacer pensante reclama un andar por caminos no andados todavía
22
Gorostiza,J. “Notas sobre poesía”, en José Gorostiza. Poesía y Poética. Op.Cit., p.146. Por otro
lado nos parece evidente el profundo sentido de la naturaleza que posee oriente. Tal misticismo
explica el que su pintura, por ejemplo, acuda tanto al paisaje. La vuelta a la naturaleza romántica
se suele articular en este punto a la espiritualidad oriental (Vid. Rivière,J.M. El arte Zen. Op.Cit.,
p.7 y s.), siendo esta última, a todas luces, más enfática en su rechazo a todo lo sobrenatural (Cfr.
Rivière,J.M. ibid, p.24 y ss.).
23
Gorostiza,J. “Notas sobre poesía”, Op.Cit. p.151.
24
Martínez,H. “Hacia lo no dicho en Gorostiza”, Op.Cit., p.272.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 277
25
V.g. “De un diálogo acerca del habla entre un Japonés y un Inquiridor”, en Heidegger,M. De camino
al habla. Barcelona. Odós. En una de las tres conferencias en torno a “La esencia del habla” -
incluidas en este mismo libro-, se lee: “La palabra «camino» es probablemente una palabra
inaugural del habla; palabra que habla y se dirige al hombre meditativo. La palabra rectora en el
pensamiento poético de Laotse se llama Tao y, «en propiedad», significa camino... el Tao podría
ser el camino que lo en-camina todo” (p.177).
26
Cfr. Gadamer,H-G. Verdad y Método. Op.Cit., p.242 y sobre todo p.465 y ss.
27
Vid. Marchán,F.S. Del arte objetual al arte del concepto (1960-1974) -epílogo sobre la sensibilidad
«postmoderna». Antología de escritos y manifiestos. Madrid. Akal, 1988, p.333 y ss.
28
Porque, quizás, como lo señala también Heidegger: “El poder enigmático del actual dominio del
método tal vez provenga -aún y sobre todo- del hecho de que los métodos no son, después de todo,
y sin menosprecio de su eficacia, más que aguas residuales de un gran río oculto: el camino que
todo lo en-camina; el camino que a todo traza su vía. Todo es camino”, en “La esencia del habla”.
Op.Cit., pp.117-118.
29
Heidegger lo dice muy a su manera en un párrafo que, aislado, puede parecer incomprensible: “Para
el pensamiento meditativo, en cambio, el camino permanece dentro de lo que llamamos región
(Gegend). Para decirlo de modo alusivo, la región -entendida como lo que viene-en-contra
(Gegnende) -es el claro (Lichtung) dador de lo libre donde lo esclarecido (Gelichtete), junto con lo que
se oculta, llegan al espacio libre (Freie). Lo dador de lo libre de la región que a la vez cobija es la
puesta-en-camino (Be-wëgung) donde son dados los caminos que pertenecen a la región”, en Ibid,
p.176.
278 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
naturaleza por los presocráticos (otros ocupantes de su propio margen). De esto último
nos da noticia Gadamer: “el descubrimiento de la concepción griega de la naturaleza
consistió en concebir el todo como un orden en el que los procesos naturales se repiten
y transcurren dentro de ciclos fijos. De este modo, la naturaleza es concebida como una
entidad que se mantiene a sí misma dentro de sus propios carriles. Este es el pensamiento
básico de la cosmología jónica, en la que culminan finalmente todas las ideas cosmogónicas:
al final, el gran orden equilibrante de todo suceso que cambia lo determina todo como
una justicia natural”30. Tiempo cíclico y ritmo, equilibrio y justicia naturales,
automovimiento, orden y totalidad: con todas estas ideas a cuestas querríamos empezar
ya a recorrer el camino de la descreación que el poema ahora nos señala.
Seis partes le restan a la presente sección del poema. Cada una de ellas puede ser
concebida como una etapa o fase en esa anulación, en ese viaje en reculada que, hacia
la muerte y la nada, irán realizando una a una todas las formas existentes, como
absorbidas por un agujero negro31. Orquestadas a manera de implosión y retroceso a
lo aórgico, llama la atención la abundancia de ecos y de reiteraciones rítmicas que aquí
se llevan a un formidable extremo. Por ejemplo: cada una de estas seis partes principia
con la palabra «Porque», como elaborando progresivamente la respuesta de una única
pregunta nunca formulada. Este paralelismo anafórico sólo es uno de los múltiples
recursos ecóico-musicales que se acumulan en estos segmentos del poema-sinfonía.
30
Gadamer,G-H. “Apología del arte de curar”, en El estado oculto de la salud. Barcelona. Gedisa,
1996, p.50. Gadamer remite aquí a su trabajo “Platon und die Vorsokratiker” que se encuentra
en Gesammelte Werke, Tübingen, J.C.B. Mohr (P. Siebeck). Band 6: Griechische Philosophie II, 1985,
pp.58-70.
31
«Hoyo» o «agujero negro» (black hole) es un concepto teórico en el estudio de la gravitación. Fue
desarrollado por el astrónomo alemán Karl Schwarzschild en 1916 en el contexto de la teoría general
de la relatividad de Albert Einstein. Un agujero negro es un cuerpo denso en extremo cuyo campo
gravitacional, si el cuerpo es lo suficientemente grande, absorbe todo lo que le es próximo,
incluyendo la radiación electromagnética. El hoyo negro se rodea por un límite esférico llamado
horizonte a través del cual la luz puede entrar, pero no salir, por lo que se le conceptualiza con
una completa negrura y, por tragar energía sin devolverla, como una singularidad. El físico inglés
Stephen Hawking no lo piensa como singularidad, sino constituyendo universos que «al lado» de
éste que habitamos, mantienen la energía absorbida en los así llamados «agujeros gusano» (worm
holes). Cfr. la entrada “Black Hole” en Microsoft. Encarta 96 Encyclopedia [cd-rom]. Desde esta
imagen física elaboramos nosotros nuestra alusión metafórica.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 279
32
Rubín realiza, sin agotar, un seguimiento relativamente amplio de los numerosos entrelazamientos
musicales a que hacemos alusión. Vid. Una poética moderna. Op.Cit., p.120 y ss.
280 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
Sigmund Freud subsume en el concepto Eros (pulsión de vida) a todo aquello que
tiende a un sí trascendental, a una potencia organizativa que tiene como único cometido
la unificación, la mezcla inteligente y armónica de formas vitales. Junto con Eros, su
opuesto y complementario Tánatos -también llamado pulsión de muerte-, componen
ambos la metapsicología en cuyo concepto de «ambivalencia» se mueve con fluidez el
psicoanálisis. Dice Freud: “Basándonos en reflexiones teóricas, apoyadas en la Biología,
supusimos la existencia de un instinto de muerte, cuya misión es hacer retornar todo lo
orgánico animado al estado inanimado, en contraposición al Eros, cuyo fin es complicar
la vida y conservarla así, por medio de una síntesis cada vez más amplia de la sustancia
viva”33. Vinculamos con Freud porque apreciamos una gran coincidencia entre su
concepto metapsicológico elaborado desde la figura mítica de Eros con la forma poética
tematizada por Gorostiza en esta parte del poema en términos de “belleza” [554], “bello
amor” [555] y “orbe de imanes arrobados” [556]. Además la muerte de la poesía que aquí
se escenifica encajaría muy bien con la pulsión de muerte que trabaja al interior mismo
de Eros como su contraparte dialéctico. Para decirlo en pocas palabras: en estas seis
piezas del poema estamos siendo testigos de una epopeya del desnacer y la anulación
que no es otra cosa sino la agonía de Eros, su ir encaminado a lo aórgico.
La agonía de Eros la estamos empezando a encontrar representada en los
estertores de la forma bella y todos sus ropajes (poesía). Pero si en un primer tiempo
se desfundamenta el lenguaje poético, en un segundo tiempo lo que se abisma al vacío
es el lenguaje entero:
33
Freud,S. “El «Yo» y el «Ello»”, en Obras Completas. Tomo III. Madrid. Biblioteca Nueva, 1973,
p.2717. También en “Más allá del principio del placer”, Freud asume que “la líbido de nuestros
instintos sexuales coincidirían con el «eros» de los poetas y filósofos, que mantienen unido todo
lo animado”, ibid, p.2533. Pueden consultarse con provecho para lo que estamos señalando aquí
las entradas «Eros» y «Tánatos» en el Diccionario de Psicoanálisis de Laplanche y Pontalis
(Barcelona. Labor, 1979).
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 281
Respecto a los anteriores versos comenta Rubín: “Sabiendo ya que Gorostiza está
preocupado por la insuficiencia del lenguaje para la comunicación entre los hombres,
podemos entender de estos versos no sólo que en el silencio de la muerte pierde el
lenguaje el sentido que se le confiaba, sino también que en los silencios en general, en
los momentos de reflexión, el hombre, como por ejemplo José Gorostiza, descubre que
el lenguaje no puede expresar sus ideas con precisión”34. Querríamos nosotros enrique-
cer el comentario de Rubín estableciendo un matiz hermenéutico de suma importancia
en nuestra lectura filosófica. En este conjunto de versos que describen el desplome
“nubes arriba” del lenguaje todo, nosotros vemos una ironía exacerbada semejante a
la del conjunto inmediato anterior. ¡Qué hacen si no éstos versos!: colocar una palabra
que desde su conformación (Gebilde) no cesan de expresar y de seguir expresando
imágenes e ideas abiertas al intercambio que es toda comunicación y diálogo efectivos.
Cierto, debemos aceptar con Rubín que en este conjunto de versos encontramos
tematizado algo así como la puesta en límites del lenguaje; pero debemos saber
reconocer que son precisamente esos mismos versos los que no han cesado nunca de
hablar para decirnos siempre algo. Con estos versos se puede hablar, se puede conversar
en el sentido hermenéutico del término; y hasta entablar amistad (por terrible que sea
aquello que nos tienen que decir con su presencia). Para Gadamer la conversación es algo
que “...deja siempre una huella en nosotros. Lo que hace que algo sea una conversación
no es el hecho de habernos enseñado algo nuevo, sino que hayamos encontrado en el
otro algo que no habíamos encontrado aún en nuestra experiencia del mundo... La
conversación posee una fuerza transformadora. Cuando una conversación se logra, nos
34
Rubín,M.S. Una poética moderna. Op.Cit., pp.128-129.
282 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
queda algo, y algo queda en nosotros que nos transforma. Por eso la conversación ofrece
una afinidad peculiar con la amistad”35. Así pues, sin dejar de ser cierta la afirmación de
Rubín respecto a la tematización poética de los límites del lenguaje (lectura), nosotros
encontramos como en ejecución (Vollzug), como en una bella puesta en escena performativa
que va borrando sus huellas al caminar, cualquier cosa menos incapacidad para el
diálogo. Eros sigue muriendo, sí: tanto en la forma poética que se desdice de forma, como
en el lenguaje todo que apunta al silencio; pero da la casualidad de que su estela queda
ahí registrada para atestiguar su paso por el firmamento de la lingüisticidad36 y seguir
susurrando con su ritmo el ciclo de su sentido. Es desde esta perspectiva que, el
lenguaje...
35
Gadamer,H-G. “La incapacidad para el diálogo (1971)”, en Verdad y Método II. Salamanca.
Sígueme, 1992, pp.206-207.
36
En “Lenguaje y comprensión (1970)” dice Gadamer: “La tesis de que la comprensión tiene siempre
un carácter lingüístico parece una afirmación provocativa” (p.181); ahí mismo termina por
afirmar: “Habitamos en la palabra. Esta sale como fiadora de aquello de que habla. Así lo vemos
especialmente en el uso poético del lenguaje” (p.194), en Verdad y Método II. Op.Cit.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 283
37
Seguimos utilizando el sentido de «eminencia» empleado por Gadamer para caracterizar a la
poesía como «texto eminente» cuya autonomía conlleva su propia verdad: “El texto eminente es
una configuración consistente, autónoma, que requiere ser continua y constantemente releída,
aunque siempre haya sido ya antes comprendido”, en “El texto «eminente» y su verdad”, p.101;
trabajo que se encuentra en Arte y verdad de la palabra. Barcelona, Paidós, 1998, pp.95-109.
38
El hai-kai o haikú es un verso japonés muy vinculado a la espiritualidad naturalista del budismo
Zen. Resulta notable su compresión sintética y su fascinante sugestividad. El modelo clásico
desarrollado por Bashô (Matsuo Munefusa) en el siglo XVII se compone de tres líneas sin rima de
5-7-5 sílabas. La tradición presenta de manera ideal dos imágenes contrastadas: una sugiere
tiempo y lugar, la otra realiza una observación vívida pero efímera en una síntesis perceptual que
queda ahí, flotando, sin ningún comentario adicional (datos resumidos que tomamos de las
entradas “Haiku” y “Basho”, en Microsoft Encarta 96 Encyclopedia [cd-rom]).
39
Godoy,E. “Muerte sin Fin, de Gorostiza”, en Sombras de magia. Op.Cit. pp.63-66. Nos hemos
permitido en la edición de la cita agregar a los versos que la autora refiere la numeración entre
corchetes que hemos venido utilizando a lo largo de nuestro trabajo.
284 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
mente con descripciones deleitosas de los seres, vertidas en hai-kais certeros y delicados,
de los cuales destaco como muestra:
“Ahora el mineral también será cantado en finas miniaturas, hermanas del hai-kai:
[665] ...el rubí de angélicos melindres
[668] ...el ario zafir de ojos azules
[675] ...y la plata de lengua fidedigna,
[676] ingenuo ruiseñor de los metales
[677] que se ahoga en el agua de su canto;
[666] y el diamante iracundo
[667] que fulmina a la luz con un reflejo
[669] y la geórgica esmeralda que se anega
[670] en el abril de su rotunda clorofila
[688] ...la roca escueta, lisa,
[689] que figura castillos
[690] con sólo naipes de aridez y escarcha.
“Ha dicho «delicia de su muerte», por cuanto que se vive para morir. Hay una
tendencia a la muerte, el ser propende a la nada... [en una] lucha campal en que todos
los seres se devoran frenéticos:
“Se acumulan las negaciones como esos soles negros hasta sumirnos en el caos del
principio. Es el miércoles de ceniza para el universo: Nada eres y en nada te convertirás./
Mas... ¿y el Soñador Celeste? Desde que se inició la antítesis, ha huido su nombre del
poema. ¿Qué hay pues con Él?/ Vuelve a la soledad primera, flamea otra vez, como antes
de los siglos, en soledumbre infinita sobre el vacío. Dios llora amargamente.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 287
Hasta aquí Emma Godoy. Del tránsito itinerante hasta la nada que ella nos acaba
de presentar compendiado, nos queremos quedar con su descubrimiento auditivo en
torno a la musicalidad hai-kai aquí presente40. De hecho la misma Godoy ha montado
su selección de versos al galope de esa misma musicalidad: y lo ha hecho de manera
brillante y precisa. No aceptamos sin embargo algunos de sus juicios valorativos en
torno a los contenidos que se están jugando: juicios que, procedentes de un moralismo
cristiano más o menos explícito41, consideramos inaplicables al poema: sobre todo si se
le ubica en la perspectiva del tiempo cíclico hecho de retornos en el que creemos exige
ser leído. Tiempo circular que no obstante la misma autora sabe reconocer muy bien,
como cuando comenta los versos [144-161]: “Yo soy tiempo y el tiempo es yo. Si yo miro
el tiempo y él me mira seremos dos espejos frente a frente. Por eso también todo se repite
40
También Debicki destaca para estas secciones del poema un cambio de ritmo que, sin embargo,
no articula al haikú: “...todos los entes del mundo son frenéticamente devorados por sus orígenes.
(Nótese cómo los versos se hacen cortos para hacernos sentir la aceleración del anonadamiento.)”
La poesía de José Gorostiza. Op.Cit., p.108.
41
Por ejemplo cuando dice: “¡Qué error! ¡Pero que grandeza! Ha conseguido envolvernos en el
torbellino inmenso y negro de la nada. Ya ni Dios es” (Sombras de Magia. Op.Cit., p.69). Ya antes
la autora nos había alertado en cuanto a lo que cabía esperar de su lectura en torno a estos aspectos:
“Hasta aquí, Gorostiza había pintado un Dios, desde nuestro pensar católico, falso, pero sí
congruente con el hegelianismo... (Aconsejo tomar Muerte sin Fin con el mismo ánimo que
sostendríamos ante una formidable fábula de alguna antigua religión panteísta.)” Ibid, p.46 y p.
47. Por supuesto que tomamos el consejo, pero lo desarrollamos en la positividad que Godoy desde
su «pensar católico» rechaza: el panteismo.
288 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
y en el panteísmo oriental se habla de una rueda que gira y vuelve al mismo punto -el
eterno retorno-... Hay un ritmo y una armonía universales por las leyes mecánicas que
se repiten siempre. El caos se vuelve mundo”42. A este tiempo circular nos lo presenta
el poeta en uno de los retrocesos de su cíclico ir y venir, torbellino hacia la nada que
Debicki denomina “evolución Darwiniana en reverso”43. También con este último autor
querríamos establecer un matiz que nos parece ahora importante. Para empezar,
consideremos su siguiente afirmación: “Tal presentación [se refiere a la susodicha
«evolución darwiniana en reverso»] sirve para comunicarnos vivamente el decaimiento
inevitable de todo el valor de la existencia, recordándonos que el fracaso filosófico que
ha ocurrido motiva la más completa tragedia vital”44. Podríamos estar de acuerdo con
esta afirmación si la «completa tragedia vital» a la que se hace mención se ubicase en el
marco del nihilismo activo que ya antes hemos planteado; no podríamos estar de acuerdo
con Debicki si la afirmación de marras se colocase, como parece ser el caso, en un
contexto de salvación personal que vemos del todo ajeno al poema. Así, cuando este
autor nos dice en su comentario de los versos [512-524], mismos en los que se lleva a
efecto, por parte de la forma, la abrupta entrega a la muerte que dará lugar al inmediato
repliegue universal que hemos venido describiendo: “...la tragedia consiste en el
abrupto darse cuenta del hombre de que no puede lograr un orden salvador;... en el
momento en que negamos un poder formador, tenemos que negar también cualquier
orden en el mundo. Varias veces ya el poeta nos había probado la insuficiencia de la
forma, pero siempre volvió a buscar una salida. Ahora que ha perdido completamente
la esperanza, no puede continuar. Sólo le queda a Gorostiza la tarea de examinar y
presentarnos los terribles efectos que tendrá el desplome de la forma”45. Tragedia vital
completa, sí, pero fuera de contexto salvífico alguno. El nihilismo activo elaborable desde
los fragmentos póstumos de Nietzsche, lo vemos colocado del lado de una naturaleza
cíclica -coherente con su «eterno retorno de lo mismo»- ajena a cualquier idea de
salvación que pueda emparejarse con las respectivas ideas salvíficas del cristianismo, de
la moral, de la verdad o del mismo nihilismo entendido en su sentido de mera
42
Ibid, p.43.
43
“Se desenvuelve ante nuestros ojos, por lo tanto, algo como una evolución Darwiniana en reverso:
gradualmente, los seres más elevados y desarrollados dan paso a los inferiores y más informes,
hasta que todo queda reducido a la nada”. Debicki,A.P. La poesía de José Gorostiza. Op.Cit., p.99.
44
Ibidem.
45
Ibid, p.98.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 289
46
En El nihilismo: escritos póstumos (Op.Cit.) encontramos el siguiente esquema muy exiguamente
elaborado por Nietzsche: “I. La salvación del cristianismo: el anticristo./ II. de la moral: el
inmoralista./ III. de la «verdad»: el espíritu libre./ IV. del nihilismo:/ El nihilismo como la
consecuencia necesaria del cristianismo, de la moral y del concepto de verdad de la filosofía” (p.173).
47
Nietzsche,F. Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Madrid. Tecnos, 1996, p.37.
48
Tomado de Molinuevo,J.L. El espacio político del arte. Arte e historia en Heidegger. Madrid. Tecnos,
1998, p.189. El autor cita el trabajo de Heidegger sobre Nietzsche (Gesamtausgabe, Vol.44, pp.193-
194).
290 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
Volvemos a preguntar, ¿qué nada es la que queda entonces? Esa evolución hacia
adentro -como también la llama Rubín49- va a terminar por desembocar “...en sus
entrañas mismas,” [714]...
¿Qué nada queda, pues? Una nada paradójica y hasta impensable en la que las
propias palabras empleadas pierden suelo: una nada “donde nada ni nadie, nunca, está
muriendo” [719]. Pero a esta nada todavía le queda por «nadear» una cosa -como diría
Heidegger-: Dios...
49
Rubín,M.S. Una poética moderna. Op.Cit., p.147.
50
V.gr. Rubín,M.S. Ibid, p.79 y p.149 y/o Debicki,A.P. La poesía de José Gorostiza. Op.Cit., en donde
se lee: “El «Aleluya» al final de esta novena sección nos recuerda que la cuarta parte del libro
también terminó con esta exclamación. Aquí como allí, el «Aleluya» es sólo un amargo grito de
ironía, que nos trae a la memoria el hecho de que el supuesto descubrimiento jubiloso de la forma
no era sino el primer paso hacia la destrucción y la muerte. Ahora ya estamos llegando al final del
segundo ciclo de Muerte sin fin, en el que hemos visto la tragedia del hombre presentada de manera
más concreta y existencial” (p.109).
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 291
«aleluyas» nosotros querríamos encontrar también algo más. El verso [727] que cierra
esta sección del poema es el eco del verso [301] que a su vez cierra la cuarta sección del
mismo y, como él, corona una investigación poética específica como si el poema fuese
escritura de un texto sagrado: allá -en la cuarta sección-, investigación de la vida que
culmina en la muerte (el agua en el vaso); acá -en la novena sección-, investigación de
la muerte que culmina en la vida (la forma que se hace substancia). Y si a la investigación
de la vida le siguió en su momento el jardín de la sección V (¿un camposanto?); a la
investigación de la muerte le seguirá un retorno a la más prosaica y hasta vulgar
cotidianeidad vital (sección X de nuestra siguiente Estación). Ya desde su comentario a
la sección IV del poema Rubín nos había advertido: “El flujo de la vida tiende a su
realización en la muerte y la muerte, por el mismo proceso de repetición circular que
caracteriza el mundo físico mecánico, se muere en la vida que la sigue”51. Nosotros, sin
excluir nunca el dejo de ironía con que se suelen cargar los «aleluyas» que cierran cada
investigación poética especular -nunca mejor dicho-, remates felices del flujo y reflujo
ontológico en el que el logos especula en tanto significado pero también en tanto
colocación arquitectónica estratégica; nosotros -decimos-, querríamos ver también en
dichos «aleluyas» una función bisagra en la que los versos respectivos señalan y
producen a la vez un giro cíclico acorde al tiempo en el que se está moviendo el poema
todo: tiempo hecho de rizos en los que se entreteje la musicalidad del poema con el ritmo
propio de sus significaciones.
La nada, pues, a la que tiende la vida cuando ésta tematiza poéticamente a la
muerte, resulta ser una nada tan impensable para el lenguaje y para la razón de la lógica
bivalente que, de manera necesaria, la atmósfera que la rodea se tiene que colmar de
paradojas. Nos dice Rubín a este respecto: “Al llegar a la nada -el nirvana budista-, ya
no sufre la forma de la pena de desintegrarse para buscar su realización en substancia.
Y lo de estar muriendo es movimiento, es vida, como hemos visto en el verso 241 tanto
como en el 340. Todo se acaba en la nada”52...
[719] donde nada ni nadie, nunca, está muriendo
51
Rubín,M.S. Una poética moderna. Op.Cit., p.78.
52
Ibid, p.147.
292 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
Así pues, esta nada poetizada, nirvana budista -como quiere ver Rubín-, también
nos parece a nosotros del todo consistente con el concepto «principio del nirvana» que
la metapsicología freudiana identificó como tendencia paradójica y ambivalente en los
siguientes términos: “De momento identificamos este principio del nirvana con el
principio del placer-displacer... el principio del nirvana (y el principio del placer que
suponemos idéntico actuaría por completo al servicio de los instintos de muerte, cuyo
fin es conducir la vida inestable a la estabilidad del estado inorgánico”53. A la tensión,
juego de repeticiones e intercambio energético placer-displacer que la mentalidad
científica de Freud le quiere hacer comprender de manera cuantitativa en el principio
del nirvana, encuentra en este mismo principio un límite que no le queda sino postular
bajo supuestos de orden cualitativo: “Quizá sea el ritmo, el orden temporal de las
modificaciones , de los aumentos y disminuciones de la cantidad de estímulo. Pero no
lo sabemos”54. No está de más indicar que Freud nunca quedó satisfecho con sus
soluciones metapsicológicas, a las que de continuo volvía para tratar de precisar lo que
sus datos clínicos le estaban siempre demandando.
A nosotros nos parece que tales «soluciones metapsicológicas» guardan gran
semejanza con las «soluciones poéticas» (o metapoéticas, si se quiere) que Muerte sin
Fin ofrece en tanto conformación (Gebilde) a toda una serie de problemas filosóficos
(ontológico-existenciales y hasta epistemológicos) que nuestra conversación herme-
néutica ha intentado elaborar abriéndose a la escucha de lo dicho hasta hacerle alcanzar
eso no-dicho que nos corresponde a nosotros decir en tanto lectores en diálogo
comprensivo. Desde esta perspectiva deberíamos explicitar de nuevo ahora que algo de
lo no-dicho por el poema es su ritmo-musicalidad que, erigido como ejecución (Vollzug),
pone de manifiesto el ciclo de las cosas desde el punto de vista de la totalidad; deberíamos
apuntar también ahora que algo de lo no-dicho del todo por Freud, apuntado por su
prudente y sabio «quizá», remite de igual manera al ritmo en el que las cosas se mueven
desde ese mismo punto de vista de la totalidad tan difícil de ser apresado en conceptos;
53
Freud,S. “El problema económico del masoquismo”, en Obras Completas. Tomo III. Op.Cit.,
p.2752.
54
Ibid, p.2753.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 293
también deberíamos esbozar, por lo menos con un sutil y evanescente trazo de lejanía,
que una de las cosas que el budismo dice con sus silencios y calla con sus paradójicas
respuestas, tiene que ver con el ritmo sentido como naturaleza cíclica vacía de sujeto y
expresado como pensamiento cíclico vacío también de objeto55; asimismo deberíamos
traer a colación una de las cosas que Gadamer dejó sin decir cuando la muerte de su amigo
Viktor von Weizsäcker dejó trunca una planeada conversación... pero dejemos que sea
el propio Gadamer quien nos lo refiera: “...esperaba discutir justamente con él el
misterio de ese «ciclo», el misterio de ese infinito que se mantiene a sí mismo, que se
muestra en la vida orgánica y que -como sabe todo lector de Platón- se convierte en tema
de un insobornable pasaje del Fedro. En él, Sócrates señala a su joven acompañante que
nada podemos saber acerca del alma humana, ni siquiera acerca del cuerpo humano, sin
tener en cuenta el todo, el holon de la naturaleza... Holon es también lo sano, lo entero,
lo que por su propia vitalidad autónoma y autorregenerarse, se ha incorporado al todo
de la naturaleza”56.
55
Vid. de Toshihiko Izutsu “Das nicht-denkende Denken”, en su Philosophie des Budismus. Reinbek
bei Hamburg. Rowohlts, 1986, p.108 y ss.
56
Gadamer,H-G. “Entre la naturaleza y el arte” p.105, en El estado oculto de la salud. Barcelona.
Gedisa, 1996.
294 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 295
ESTACIÓN X
Estación X
¡Tan-Tan! ¿Quién es? Es el Diablo,
A estas alturas de nuestra experiencia pensante con Muerte sin Fin cabe, para
seguir nuestra conversación con él, un vistazo de conjunto al armazón más explícito que
lo constituye como aventura, relato o fábula: en todo caso, como camino recorrido por
una musicalidad verbal que en efecto lo sostiene. El agua -símbolo anfibológico de tantas
cosas- busca su realización en el vaso de agua. Tales andanzas quedan registradas en las
secciones I, II, III y IV. Cuando parece lograr dicha realización, el poema planta en su
justo centro un jardín (sección V), ¿un camposanto?. Después tenemos las peripecias del
vaso buscando su completud y realización propios (secciones VI, VII, VIII y IX). Cuando
la logra, ¿qué queda? La sección X del poema nos deja en un escenario en el que se
desarrolla un breve y único acto: el Diablo (la muerte) toca a la puerta y pone en escena
a la finitud en persona. Todo lo anterior, relato abstracto de una leyenda viva, melodiosa
y llena de imágenes, más allá de cualquier clase de negatividad alguna -nihilista o no-
, constituye de suyo la afirmación arquitectónica (performativa) de una totalidad significante
cuyo ritmo pone en juego un ir y venir cíclico apegado a una idea de naturaleza
298 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
omnímoda en la que la verdad se vincula como presencia. ¿Qué verdad es ésta? Por lo
pronto una palabra: finitud.
Una comparación inesperada e intempestiva nos llevará a destacar las diferencias,
pero también las similitudes y constancias, presentes en dos formas poéticas de asumirse
y plantarse frente a esa forma de finitud que es la muerte1: Manrique y Gorostiza. En
efecto, cinco siglos de diferencia cronológica no alcanzan a borrar -antes bien resaltan-
la permanencia de una pregunta esencial al hombre: ¿cuál es el sentido de la muerte?,
procedimiento negativo de preguntar por el sentido de la vida. Se trata de una misma
y única pregunta aquella que inquiere por la vida y su significación humana que aquella
otra que inquiere por la muerte y su significación igualmente humana. Ahora bien, esta
pregunta, formulada poéticamente por el español Jorge Manrique en el siglo XV, resulta
ser en esencia la misma -como veremos- que la que plantea (también como poema) en
el siglo XX el mexicano José Gorostiza.
Más allá de las semejanzas formales en la estructura de ambos planteamientos -
señaladas de pasada-, nos gustaría llamar la atención sobre las diferencias de tono
filosófico dadas en la solución o respuesta (respuesta poética, se entiende) a la que en
cada caso se llega. Diferencias de tono filosófico que, en el fondo, tienden a anclarse en
una identidad transhistórica2 sorprendente.
1
En lo que sigue tratamos de tener en cuenta la observación crítica que hace Heidegger respecto al
valor eterno del arte: “...se habla de las obras inmortales del arte y del propio arte como de un valor
eterno. Se habla así en ese lenguaje que no es tan exacto con ninguna de las cosas esenciales porque
teme que tomárselas verdaderamente en serio acabe significando: pensar. ¿Y qué mayor temor hoy
en día que el temor a pensar?” (Caminos de Bosque. Madrid. Alianza, 1995, p.68). Hacemos
nuestro en este punto el comentario de José Luis Molinuevo cuando coloca a Heidegger en “...la
perspectiva de un pensar finito que asume su finitud, no como límite sino como fundamento. Lo
esencial no está unido a lo intemporal, sino al tiempo mismo, a la finitud. La apelación a lo eterno
es una huida de la existencia auténtica, bajo la forma de la huida de la muerte, que expresa la
posibilidad más auténtica de ser en Heidegger” (El espacio político del arte. Arte e historia en
Heidegger. Madrid. Tecnos, 1998, pp.209-210).
2
Otra vez hacemos nuestra la observación de José Luis Molinuevo al desglosar el sentido
heideggeriano del arte como tiempo: “El arte no tiene una historia, en el sentido de que es tenido,
sostenido, por ella, pudiéndose hablar de un comienzo y un final. El arte es historia porque el Ser
es Tiempo. Para Heidegger no hay arte en el tiempo, como tampoco arte en el espacio, sino que
el arte es tiempo (acaecer, geschehen), en un ahí (Dasein) (Da-sein). El arte es tiempo detenido en
la mirada, es instante (Augenblick)... El Arte es el lenguaje creador en el que el Ser se dice de diversas
maneras. De este modo el Arte funda mundos históricos distintos, incomunicables. Cada mundo
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 299
histórico es auténticamente no porque siga al anterior, sino porque proviene de un origen que no
cesa, que no pasa. El Arte se declina en plural, pero se realiza en singular, en momentos «auráticos».
La paradoja que plantean las teorías esencialistas como las de Heidegger, es la de la
contemporaneidad de las obras de arte. Sólo valen para su tiempo, pero a condición de que lo
trasciendan. Y esto en un doble sentido: de que se funden en un tiempo metahistórico para fundar
lo histórico” Ibid, pp.213-214.
300 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
Las Coplas a la Muerte de su Padre (1476) y la Muerte sin Fin (1938), poemas vastos
en el mejor sentido de la palabra3 poseen, a nuestro ver, una inesperada e intempestiva
semejanza formal que es la que ahora quisiéramos explorar con la intención que luego
se verá en intesión. Tal semejanza nos lleva, por ahora, al final mismo de ambos poemas.
No nos interesa desarrollar los vericuetos específicos que, en cada poema, han llevado
a sus también específicos finales; nos interesa instalarnos de lleno en cada propio final
para hacer resaltar desde ahí -como hermenéutas y fenomenólogos- un hecho sólo en
apariencia insólito, a saber, la llegada en persona de la muerte. Y decimos que tal hecho
es insólito sólo en apariencia puesto que a todos los seres humanos por el mero hecho
de serlo, nos corresponde ser mortales: «Sócrates es hombre./ Los hombres son
mortales./ En consecuencia Sócrates es mortal»... y con él, ya se sabe, todos nosotros.
Otra manera de decirlo: la muerte toca a nuestra puerta justo por ser humanos.
La figura de la muerte «tocando a la puerta» tiene su propia tradición. Baste
recordar al comendador del Don Juan Tenorio en el drama de Zorrilla, o su equivalente
musical en el Don Giovanni de Mozart (címbalos incluidos). En fin, veamos enseguida la
dramatización manriqueña del «diálogo» entre la muerte y Don Rodrigo para cotejarlo
luego con el «diálogo» entre esa misma muerte-diablo con el poeta mismo Gorostiza.
Habla la muerte a Don Rodrigo...
[XXXIV]
diziendo: «Buen caballero,
dexad el mundo engañoso
e su halago;
vuestro corazón d’azero
muestre su esfuerço famoso
en este trago;
e pues de vida e salud
3
Sentido filosófico, sin duda, aunque se entiende que, fundamentalmente, sentido poético: aquí
queremos colocar nuestro adjetivo «vasto» al lado del concepto «eminente» que Gadamer emplea
para delimitar los textos poéticos. Otro sentido, de alguna manera secundario o por lo menos
relativo, es el que alude y remite a su extensión: 400 versos para las Coplas... y 775 versos para
Muerte sin Fin. Vid. Paz, O. “Contar y cantar (sobre el poema extenso)”, en La otra voz. Poesía
y fin de siglo. Barcelona. Seix-Barral, 1990, p.11 y ss.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 301
de paganos,
esperad el galardón
que en este mundo ganastes
por las manos;
e con esta confiança
e con la fe tan entera
que tenéis,
partid con esta esperança,
qu’estotra vida tercera
ganaréis.»4
Diálogo consolatorio que se articula a la tradición medieval del arte de bien morir;
tradición que busca acomodar al hombre en ese duro trance de la agonía (v.g. el diálogo
y razonamiento de la muerte del marqués de Santillana, por Díaz de Toledo al conde de
Alba), pero que se distancia a la vez de tal tradición en que Manrique... a) en lugar de
razonamientos dialécticos llevados a cabo por algún erudito o piadoso clérigo, prefiere
hacer hablar a la muerte misma, construyendo a su alrededor una atmósfera solemne
y sobrenatural5 más que de debate teológico-escolástico; y b) en la sencillez del diálogo
mismo. Esta sencillez se encuentra apoyada en la absoluta concreción del diálogo: la
muerte en persona habla a un individuo, Don Rodrigo, en términos de lo más amables.
Un tú que se dirige a otro tú y a la manera del platónico “diálogo del alma consigo misma”
que define al pensar platónico (Sofista 263e), entabla conversación. La muerte es, pues,
una voz: voz que, hablando, empieza por decir «aquí estoy yo». Citamos en este punto
a Pedro Salinas6:
“¿Y para qué da voz, Manrique, a la muerte? Para que se justifique, para que ella
sea su propia defensora, ante el hombre que va a morir. La muerte va a explicarse a sí
misma, ante el caballero don Rodrigo y ante todos nosotros. Quiere luchar con ese pavor
que casi todos le tenían, limpiar su mala fama, de modo que el maestre la arrostre en
4
Seguimos la edición de Jesús-Manuel Alda Tesán (Jorge Manrique. Poesía. Madrid. Cátedra, 1988).
5
Ese mismo efecto se produce con la entrada del convidado de piedra tanto en la obra de Zorrilla
como en la de Mozart, dicho sea de paso.
6
Salinas,P. Ensayos Completos I. Madrid. Taurus, 1983. Acudimos aquí a la parte III: “Jorge
Manrique o tradición y originalidad” y, sobre todo, a la parte V: “Jorge Manrique ante la tradición
de la muerte: las «coplas»”.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 303
7
Salinas,P. Op.Cit., pp.426-427. La obra que menciona Salinas es la siguiente: Rosemarie Burkart.
Leben, Tod und Jedenseits bei Manrique und Villon.
304 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
manriqueña que, cristiana, espera salvar el alma. Visión que no concuerda con el entorno
medieval tardío en el que Manrique se movía pues, como señala Huizinga: “El pensa-
miento religioso de la última Edad Media sólo conoce los dos extremos: la lamentación
por la caducidad, por el término del poder, de la gloria y del placer, por la ruina de la
belleza, y el júbilo por el alma salvada en la bienaventuranza. Todo lo que hay en el medio
permanece silenciado. En el espectáculo demasiado grosero de la danza de la muerte y del
horrífico esqueleto, petrifícase el sentimiento vivo”8.
Para Salinas, Manrique fue la excepción al juicio de Huizinga: “lo que hay en el
medio” -que no es otra cosa que la vida misma-, no permanece silenciado en Manrique.
Una vida digna, heroica; una vida de honor y fama bien ganada en el campo de batalla;
vida que “...con todo, es muy mejor/ que la otra temporal,/ perescedera”. Vida
intermedia, entre el pecado y la oración, que hay que labrarse aquí en la tierra. Sólo
atendiendo a esta sabiduría vital es como la muerte llega a ocupar su justo lugar,
coronación al término de una vida, volviéndose entonces muerte personal, muerte de
uno. Don Rodrigo es el ejemplo que viene a ilustrar ese logro: muere en Ocaña, sereno,
rodeado de su familia, en paz consigo mismo y con la vida por él vivida. La elegía
manriqueña es a la vez alborozo vital por una vida bien llevada, virtuosa y, por supuesto,
cristiana. ¿Qué la vida no es real, sino estación de paso y, en consecuencia, invitación al
exceso (vicio, crimen o martirio místico9)? No importa que no sea real -siguiendo a
Manrique-; es más, justo porque no lo es, tenemos que vivirla «como si» lo fuera y
comportarnos en ella bien y honorablemente. Con valentía heroica asumirla como
tránsito y así, aprobarla. De este modo la acepta Don Rodrigo cuando le responde a la
muerte:
8
Salinas,P. Ibíd, p.217. Las cursivas son nuestras. El autor remite a la ya clásica obra de Huizinga,J.
El otoño de la Edad Media. Cap.XI, pp.194-212. En este mismo trabajo señala Huizinga: “El
pensamiento gusta de detenerse una y otra vez en esta espantosa visión. ¿No es extraño que no
dé nunca un paso más, ni vea cómo la corrupción misma tiene también su término y se convierte
en tierra y flores?” (Ibid, p.198).
9
Uno de los razonamientos de Iván Karamazovi: “Sólo que ¿qué va a ser del hombre después de
eso? -me pregunto-. ¿Sin Dios y sin vida futura? ¿Porque, entonces, todo es lícito ya, todo se puede
hacer?” (Dostoyevski,F.M. Obras Completas. T.III. Madrid. Aguilar, 1977, “Los hermanos
Karamásovi”, parte III, libro IX, cap.III, p.366)... El misticismo es también una de estas respuestas
excesivas (San Juan de la Cruz y Sade no están en el fondo tan separados).
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 305
[XXXVIII]
«Non tengamos tiempo ya
en esta vida mesquina
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo;
e consiento en mi morir
con voluntad plazentera,
clara e pura
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera
es locura.»
[XXXIX]
«Tú que, por nuestra maldad,
tomaste forma servil
e baxo nombre;
tú, que a tu divinidad
juntaste cosa tan vil
como es el hombre;
tú, que tan grandes tormentos
sofriste sin resistencia
en tu persona,
non por mis merescimientos,
mas por tu sola clemencia
me perdona».
Luego viene un cabo, que es el final ya del poema, en el que Manrique describe
lisa y llanamente la situación del sereno entorno familiar en el que se produce el
desenlace en sí de la muerte de su padre:
306 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
FIN
[XL]
Assí, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer,
y de sus hijos e hermanos
e criados,
dio el alma a quien gela dio
(el cual la ponga en el cielo
en su gloria),
que aunque la vida perdió,
dexónos harto consuelo
su memoria.
10
Rubín nos recuerda: “Al final, como en el primer verso, se impone el problema individual, personal,
sobre las reflexiones generales filosóficas” (Una Poética Moderna. Muerte sin Fin de José Gorostiza.
México. UNAM, 1966, p.156). Es verdad; la primera persona del singular sólo es empleada al
princio (“Lleno de mí...” [1-9]) y al final del poema en los versos que arriba se citan.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 307
11
Tenemos que decir que nuestra interpretación se encuentra en absoluto desacuerdo con la que en
1962 realizó Andrew P. Debicki respecto a esta parte del poema: “Ahora que la pérdida final está
clara y que todos los ideales le han sido negados, el protagonista se abandona completamente a
la materia. Ésta le ofrece una solución brutalmente animalista, eficazmente representada por la
prostituta, cuyo «rubor helado» no es más que un pudor falso que esconde en sí el completo
desprecio de cualquier código moral. El libro, que había comenzado como un examen filosófico,
acaba como la presentación de una realidad terriblemente materialista. Pero este final irracional
destaca el valor lírico más que matafísico de Muerte sin Fin. El libro trata de la situación total del hombre,
de su existencia, sus sensaciones, sus emociones, y sus pensamientos a la vez lógicos e ilógicos” (La poesía
de José Gorostiza. México. Studium #36, 1962, p.112). Las cursivas anteriores en el texto -que son
nuestras-, resaltan lo que consideramos supera el propio juicio interpretativo vertido por Debicki
en su comentario.
308 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
si» fuese el mismo Dios también en persona, consciente de no serlo. Se trata de un juego:
el abogado de Dios frente al Diablo que llama a la puerta. Pero «representación» también
significa aquí hacer que algo esté presente; es en este sentido fuerte en el que Gadamer
asume que el modo de ser propio del arte es el de la representación: “Todas estas
reflexiones [nos dice Gadamer] justifican que caractericemos el modo de ser del arte en
conjunto mediante el concepto de la representación, que abarca tanto al juego como a la imagen,
tanto la comunión como la repraesentatio”12. En otras palabras: la obra de arte se presenta
a sí misma como representación. El poema, texto eminente, en tanto arte de la palabra
en su máxima expresión, también se presenta cumpliéndose a sí mismo como represen-
tación. Ni las imágenes de un cuadro ni la puesta en escena de una obra de teatro remiten
a original alguno del cual sean copias: ellos son sin más. Uno de los sentidos que Platón
asigna al concepto mimesis se ilustra con los diálogos en los que algo se representa como
si estuviese sucediendo, sin intercalar relatos o explicaciones adicionales por parte de
narrador alguno (República III, 393b y ss.)13. Los diálogos con que Manrique y Gorostiza
culminan sus respectivos trabajos poéticos serían buenos ejemplos de esta acepción
platónica de mimesis, tan poco trabajada por cierto. Nos dice Gadamer al respecto: “El
mundo que aparece en el juego de la representación no está ahí como una copia al lado
del mundo real, sino que es ésta misma en la acrecentada verdad de su ser. Y en cuanto
a la reproducción, por ejemplo a la representación en el teatro, ésta es menos aún una
copia frente a la cual la imagen original del drama pudiera mantener su ser-para-sí. El
concepto de la mimesis que hemos empleado para estas dos formas de representación
no tenía que ver tanto con la copia como con la manifestación de lo representado...
imbricación ontológica de ser original y ser reproductivo”14. El poema es de suyo
autorrepresentación, pero cuando elabora sus versos a manera de diálogo (mimesis)
12
Gadamer,H-G. Verdad y Método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica. Salamanca.
Sígueme, 1977, p.202. Las cursivas son del autor.
13
“...cuando se presenta un discurso como si fuera otro el que habla, ¿no diremos que asemeja lo
más posible su propia dicción a la de cada personaje que, según anticipa, ha de hablar? / -Lo
diremos, en efecto./ -Y asemejarse uno mismo a otro en habla o aspecto ¿no es imitar a aquel al
cual uno se asemeja?/ -Sí./ -En el caso presente, por lo tanto, parece que tanto éste como los demás
poetas componen la narración mediante imitaciones./ -Estoy muy de acuerdo” (República III,
393c). Utilizamos la edición de Gredos (Diálogos IV. República. Madrid, 1988, p.161 y s.).
14
Gadamer,H-G. Verdad y Método. Op.Cit., pp.185-186.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 309
pone todavía más a flor de piel -si cabe- dicho carácter autorrepresentativo. No hay que
olvidar que para Gadamer el modo de ser propio de la obra de arte es el juego15 y que
el juego, a su vez, “...se limita realmente a representarse. Su modo de ser es, pues, la
autorrepresentación. Ahora bien, autorrepresentación es un aspecto óntico universal
de la naturaleza”16. La autorrepresentación en la naturaleza se da a manera de procesos
cíclicos que se llevan a cabo porque sí, sin más. La autorrepresentación del arte se da como
si se realizase para alguien “aunque de hecho no haya nadie que lo oiga o que lo vea”17.
La naturaleza sigue siendo aquí modélica. En ese «como si» se elabora una consciencia
trágica que habrá que tener en cuenta. Lo sabe muy bien Gorostiza: Dios no habla, por
eso hay que hacer como si uno fuese Dios y hablar por él; eso está claro para el poeta
desde los primeros versos de Muerte sin Fin. Con estos elementos a cuestas volvamos
a los dos poemas.
Veamos: Dios está muriendo -como don Rodrigo-, y Gorostiza que lo representa,
recibe al diablo y se entiende con él. ¿Qué diferencia epocal tendríamos que percibir en
estos cambios de matiz? En ambos casos, al parecer, hablando se entiende la gente. A
diferencia del contexto cristiano que constituye la atmósfera de las coplas, en Muerte sin
Fin nos encontramos en un ámbito de muy diferente calibre: el ámbito en el que la
muerte de Dios es un hecho consumado. A Manrique se le muere el padre; a Gorostiza
se le muere Dios. Y no se trata ni de una muerte simbólica, ni de un magno evento
sacrificial para provecho de Dios mismo (como la crucifixión de Cristo), sino de una
muerte cotidiana y absoluta, de una muerte universal que lo consume todo. Esto no es
algo que pueda asimilarse al cristianismo, pero sí es en efecto algo que se corresponde
muy bien con el pregón nietzscheano que un siglo después de anunciado impregna
desde sus raíces al pensamiento finisecular que nos está tocando tratar de formular con
una mínima coherencia comunicable.
De acuerdo a Octavio Paz, la ironía y la crítica serían los más sobresalientes
puntales que sostienen a la modernidad18. Ironía y metaironía que alcanzan al propio
15
Cfr. Ibid, p.143.
16
Ibid, p.151.
17
Ibid, p.154.
18
V.g. en “La tradición de la ruptura” que se encuentra en Los hijos del limo. Del romanticismo a
la vanguardia. Barcelona. Seix-Barral, 1993.
310 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
yo irónico: crítica y pasión crítica que, a su vez, alcanzan al propio yo crítico. El sujeto
contribuye a su propia aniquilación desde el fortalecimiento de su conciencia. Movi-
miento paradójico que involucra también una nueva imagen del tiempo a manera de
conciencia histórica. Paz y Gadamer parecen coincidir de lleno en sus respectivas ideas
de conciencia histórica, destacando ambos su importancia en el concierto de nuestro ser
contemporáneo. La muerte del yo no es nada cuando la muerte en sí lo es todo. El ser
de la conciencia histórica es un moribundo que sabe porque se comprende parte de una
tradición, aunque ésta sea la tradición del cambio. Dice Paz: “Aquel que sabe que
pertenece a una tradición se sabe ya, implícitamente, distinto de ella, y ese saber lo lleva,
tarde o temprano, a interrogarla y, a veces, negarla. La crítica de la tradición se inicia
como conciencia de pertenecer a una tradición”19. Gadamer asume tal “sentido de
pertenencia”20 en su paradójica polaridad de familiaridad y extrañeza, de una manera
muy semejante a la paciana: “el lenguaje en el que nos habla la tradición, la leyenda que
leemos en ella. También aquí se manifiesta una tensión. La posición entre extrañeza y
familiaridad que ocupa para nosotros la tradición es el punto medio entre la objetividad
de la distancia histórica y la pertenencia a una tradición. Y este punto medio es el verdadero
topos de la hermenéutica”21. Ironía, crítica y conciencia histórica parecen estar marcando
época a un pensar occidental que a tumbos termina un rudo siglo. Pues bien, creemos
que Muerte sin Fin muestra en desarrollo tales elementos de conceptualidad moderna
(o plusmoderna, si no se quiere aceptar aún el debatible termino de posmodernidad),
sobre todo en la parte que ahora nos ocupa. En lo que sigue trataremos de mostrar ese
desarrollo.
Llega el Diablo y se le recibe -¿no hay ya desde aquí mismo ironía y crítica, mimesis
y juego?-..., pero ¿quién habla? No habla el Diablo, por cierto: ¿qué tendría que decir la
muerte cuando se presenta sino sólo «aquí estoy»?. En todo caso sólo hablaría para
presentarse en el juego y decir “soy yo, es el Diablo”. De igual manera no habla Dios,
sino su representante el poeta. Gorostiza representa legalmente a Dios, que está
19
Ibíd, pp.26-27.
20
Gadamer,H-G. Verdad y Método. Op.Cit., p. 365 y ss.
21
Ibídem. Las cursivas son de Gadamer.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 311
muriendo como todas las cosas (Estación IX). Pues bien, el poeta representa a Dios y
habla por él; recibe al Diablo -que se presenta-, y el poeta... ¡también habla por el Diablo!
Preguntémonos: ¿podría ser de otra manera? pues bien, es en estos detalles lúdicos en
los que leemos ironía, crítica y también conciencia histórica por parte de un poeta que
se sabe creador de una obra de lenguaje que se sostiene sola, sin él: una conformación
(Gebilde). El Diablo, Dios, la muerte y el poeta mismo, personajes poéticos todos que en
el fondo resultan ser una única entidad con-fundida en sus diferentes nombres de juego.
Trabajo de la unidad, trabajo del concepto: Muerte sin Fin es un poema filosófico. Al
respecto hay que reconocer que también Manrique dejaba abierta una semejante con-
fusión, nos dice Pedro Salinas:
“... no puede decirse que entre la muerte y el Maestre ocurra ningún dialogar. Ella
exhorta al caballero a verla como es, le explica lo que le trae, le invita a acogerla
dignamente, según corresponde a la dignidad de los demás actos de su vida, en un breve
solo discurso. Y lo que luego dice el Maestre igual se puede tomar como respuesta a las
exhortaciones de la muerte que como monólogo, enderezado a su propia conciencia.
“¿Quiere el poeta que veamos la muerte, que le demos forma, en nuestra
imaginación, con los datos que él nos proporcione, de suerte que su imagen se nos quede
siempre huella nítida de perfiles definidos, en el recuerdo? Sin duda, no. Porque la
dramatización se limita a hacer hablar a la muerte y al Maestre, es puramente vocal, el
mínimo dramático. La voz, sólo ella, está encargada de representar al tremendo
personaje. Se personifica en cuanto habla ella, en primera persona, diciendo «aquí
estoy», sólo con hablar, afirmando de ese modo su imperial presencia, pero no cobra
rasgos de cuerpo o bulto material. Toda ella concentrada en el son de una voz”22.
De nuevo hemos citado in extenso a Salinas por entender que lo dicho por él para
esta parte de las Coplas... es igualmente aplicable a la sección X de Muerte sin Fin que
ahora nos ocupa. En efecto, dramatización mínima, dramatización de sola voz que, sin
embargo y a diferencia de las demás secciones de ambos poemas, es dramatización,
mimesis que se erige autorrepresentándose.
Gorostiza, pues, funde sin confundir (con-funde) a sus personajes «dramáticos»
en un juego conceptual que revela todo un trabajo de unidad que le subyace. Trabajo
22
Salinas, P. Op.Cit., pp.425-426.
312 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
de la unidad, trabajo del concepto cuyo único garante se revela paso a paso como el poeta
mismo en una evolución ontológica aparejada a la evolución estilística de sus versos23.
Queda claro -en Gorostiza- que llega el Diablo y que Dios está muriendo; queda también
claro que todo es voz poética, pero ¿qué dice esa voz? Dice que todo está muriendo -
Dios incluido-; dice que la vida y que todo lo vivo está muriendo, que nosotros todos
morimos afanándonos alegres en nimiedades y sutilezas exquisitas que, sin embargo,
a la hora de la verdad, son todo lo que tenemos en tanto seres vivos. Tales sutilezas y
pequeños aspectos de cotidianeidad (“por una taza de té,/ por una apenas caricia.” [754-
755]) resultan a la postre suficientes para construir una alegría, una voluntad de risa y,
en fin, un gusto por la vida. Cierto también que esa alegría es ciega (“ay, una ciega
alegría,” [743]), pero, ¿podría ser de otra manera? Si vemos al poema en su conjunto
como un elaborado juego de la inteligencia -que también lo es-, entonces la ceguera final
de la alegría va a dejar de lado justamente al trabajo intelectual entendido temprana-
mente a manera de trabajo de una “...inteligencia, páramo de espejos!/ helada emana-
ción de rosas pétreas/ en la cumbre de un tiempo paralítico;” [270-272]. Y dejará de lado
dicho trabajo para imprimirle una vital movilidad al concepto, colocado ahora más allá
de la inteligencia muerta que se conforma con meras fijaciones de lógica bivalente. Si
las Coplas... por su lado hacían valer una forma de vida estando insertas en una
atmósfera de devaluación vital, Muerte sin Fin igual quiere hacer valer a la vida -a la vida
en sí, no a una forma particular de ella, cualquiera que sea- encontrándose inserta ahora
en una atmósfera de supravaloración intelectual cientificista. Ni Manrique ni Gorostiza
-hay que reconocerlo- encajan en sus respectivas atmósferas epocales. En el caso de José
Gorostiza, Muerte sin Fin significa quedarse en y con la vida mientras que, trágica y
23
La idea estilística va depurando la voz del poeta hacia una cada vez más abierta y directa
sinceridad. Es en este sentido en el que entendemos que la dramatización -actuación de los
personajes involucrados, sin más máscara ya que la que les coloca en el rostro su nombre propio-
, tanto en Manrique como en Gorostiza, serían equivalentes, por ejemplo, a la realizada por
Shakespeare en la evolución dialógica entre Romeo y Julieta (del soneto inicial al lenguaje llano)
a medida que su amor les impulsa a decir-se lo esencial sin artificios y/o enfrentar situaciones igual
de esenciales, como la muerte: “Él [Romeo] por su parte, muestra una progresión continuada desde
los versos petrarquistas con que lamenta, al principio de la obra, su amor no correspondido por
Rosalina, hasta la sencillez de sus palabras finales, preludio de su muerte” Romeo y Julieta.
Madrid. Cátedra, 1988, p.36 de la introducción a cargo de Purificación Ribes Traver.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 313
24
Paz,O. El Laberinto de la Soledad. Madrid. Cátedra, 1997, p.216. Libro inclasificable -ensayo,
historia, psicología, sociología, antropología, etc.-, su autor dedica a la figura de la Chingada (que
siempre escribe con mayúscula) un importante apartado en el que confluyen todas las disciplinas
sociales para realizar un agudo análisis filigranado con exquisitez poética.
25
A este sentido del «vete a la Chingada» mexicano, que coincide con el «vete al diablo» español,
hay que agregar el siguiente matiz no presente en la última expresión: pero dejemos que sea el propio
Paz quien lo señale: “¿qué es la Chingada? La Chingada es la Madre abierta, violada o burlada
por la fuerza. El «hijo de la Chingada» es el engendro de la violación, del rapto o de la burla. Si
se compara esta expresión con la española, «hijo de puta», se advierte inmediatamente la
diferencia. Para el español la deshonra consiste en ser hijo de una mujer que voluntariamente se
entrega, una prostituta, para el mexicano, en ser fruto de una violación”, en El Laberinto de la
Soledad. Op.Cit., p.217.
314 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
a gusto en un sitio, se va de ahí. Éste es el contexto en que hay que colocar la propuesta
poética que le hace Gorostiza al Diablo (que por no hablar debe recibir su voz, a su vez,
del poeta mismo). Debemos imaginar a Gorostiza saliendo amigable del brazo de la
muerte en busca de algún mejor sitio, más acogedor, en el que pasar el rato. El llamar
a la muerte “...putilla del rubor helado,” [774] da incluso qué pensar acerca de tal otro
sitio. A diferencia de Manrique, Gorostiza no agrega plegaria alguna -impensable en un
contexto finisecular en el que Dios está muriendo-; tampoco incluye el elemento
moralizador de la coda -innecesario en una obra abierta propia de ese mismo contexto-
. Igual que Manrique, Gorostiza dramatiza desde una voz sin imagen. Querríamos ahora
profundizar en los elementos filosóficos que nos parecen más explícitos en dicha
dramatización, siendo el más importante de todos ellos -y que en cierta forma los
aglutina a todos- el concepto de juego.
Juego de personajes en Manrique -dramatización de voces-, como en Gorostiza,
en este último además se dramatiza al juego mismo: el juego es un personaje, podría
casi decirse. En efecto, “¡Tan-tan! ¿Quién es?” tres veces reiterado [728, 742 y 756] remite
a un juego de niños, a un juego de acertijos en el que se inquiere por un color hasta que
éste se adivina: el juego de la vieja Inés. Culminación de la ironía -nos dice Rubín-:
“¡Gorostiza inicia el resumen final como si la investigación de la naturaleza de Dios y de
la existencia del hombre fuese un juego de niños!”26. Estamos por completo de acuerdo,
pero ¿qué es el juego en filosofía? Y ya que la hermenéutica gadameriana ha estado
sirviéndonos de plataforma de análisis, ¿qué es el juego para la neohermenéutica? Rodeo
conceptual que luego nos permitirá volver enriquecidos al texto poético, con nuevas
nociones producto del rigor filosófico para continuar desde ellos nuestra conversación
pensante, sobre todo en lo concerniente al pretendido nihilismo sin matices ni adjetivos
que se supone irradia una obra que, como Muerte sin Fin, no hace sino expresar una
realidad aciaga autorrepresentándose en ella creativamente.
¿Qué es el juego? Gadamer parte de la concepción general que desarrolla Huizinga
cuando este último entiende que “la cultura humana brota del juego -como juego- y en
26
Rubín,M.S. Una poética moderna. Muerte sin Fin de José Gorostiza. Análisis y comentario. México.
UNAM, 1966.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 315
27
Huizinga,J. Homo ludens. Madrid. Alianza, 1972, p.8. Aquí mismo encontramos el siguiente
resumen conceptual hecho por el propio autor: “podemos decir, por tanto, que el juego, en su
aspecto formal, es una acción libre ejecutada «como si» y sentida como situada fuera de la vida
corriente, pero que, a pesar de todo, puede absorber por completo al jugador, sin que haya en ella
ningún interés material ni se obtenga en ella provecho alguno, que se ejecuta dentro de un
determinado tiempo y un determinado espacio, que se desarrolla en un orden sometido a reglas
y que da origen a asociaciones que propenden a rodearse de misterio o a disfrazarse para destacarse
del mundo habitual” (p.26).
28
Gadamer,G-H. Verdad y Método. Op.Cit., p.582.
29
Ibid, p.145. También se lee aquí que “...la obra de arte tiene su verdadero ser en el hecho de que
se convierte en una experiencia que modifica al que la experimenta. El «sujeto» de la experiencia
del arte, lo que permanece y queda constante, no es la subjetividad del que experimenta sino la
obra de arte misma”: esta afirmación tendrá importantes consecuencias hermenéuticas para
sostener la identidad de la obra a través de todas sus múltiples interpretaciones posibles.
30
Lo dice José Luis Molinuevo: “El habitar el espacio del «entre» en el que el arte significa el modo
privilegiado, por no objetivador, de ser-en-el-mundo”, en El espacio político del arte. Arte e historia
en Heidegger. Madrid. Tecnos, 1998, pp.207.208.
31
Heidegger,M. Carta sobre el humanismo. Madrid. Taurus, 1966, pp.60-61.
316 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
ésta última se encuentra ahora “ante la misma pregunta de la misma manera que lo está
el pensar”32.
También para Gadamer “lo que se representa en el juego del arte, es lo permanen-
temente verdadero”33. Para denotar el hecho de que es en el ser del arte en donde el
juego humano alcanza su perfección más verdadera, Gadamer elabora la espléndida
locución conceptual siguiente: transformación en una construcción en tanto mediación total.
En este juego de vocablos “transformación” significa “que algo se convierte de golpe
en otra cosa completamente distinta, y que esta segunda cosa en la que se ha convertido
por su transformación es su verdadero ser, frente al cual su ser anterior no era nada”34.
Por su lado el concepto Gebilde, traducible ya como «construcción» ya como «confor-
mación», remite de acuerdo a Gadamer al griego ergon que a su vez conlleva la idea de
algo consolidado, de algo que quedó hecho y está ahí, logrado, como algo que puesto
en acto se sostiene a sí mismo sin más35. Con lo que debemos ahora quedarnos de esta
potente locución conceptual es con la idea de «mediación total» ahí incluida: “Mediación
total significa que lo que media se cancela a sí mismo como mediador. Esto quiere decir
que la reproducción (en el caso de la representación escénica o en la música, pero también
en la declaración épica o lírica) no es temática como tal, sino que la obra accede a su
32
Ibid, p.66. Aquí mismo encontramos las sorprendentes afirmaciones que ahora anotamos:
“...siempre valen las palabras, tan poco pensadas, de Aristóteles en su poética, de que el poetizar
es más verdadero que el anunciar el ente” (p.66)... “Traer siempre al lenguaje este permanente
advenimiento del ser y que en su permanecer espera al hombre, es la cosa única del pensar. Por
eso los pensadores esenciales dicen siempre lo mismo. Pero esto no quiere decir: lo igual... el rigor
de la reflexión, la cuidadosa solicitud del decir, la sobriedad de la palabra” (p.67)... “Necesario
es en la actual penuria del mundo menos filosofía, pero más solícita atención al pensar; menos
literatura, pero más cuidado de las letras” (p.68).
33
Gadamer,H-G. Verdad y Método. Op.Cit., p.115.
34
Ibidem.
35
En la Ética nicomaquea Aristóteles indica la siguiente gradación conceptual: “Cierta diferencia,
con todo, es patente en los fines de las artes y las ciencias, pues algunos consisten en simples
acciones, en tanto que otras veces, además de la acción, queda un producto. Y en las artes cuyo
fin es algo ulterior a la acción, el producto es naturalmente más valioso que la acción” (A1.
Utilizamos la bella edición bilingüe que en versión de Antonio Gómez Robledo editó la UNAM en
1954). Gadamer reconoce que se sirve de esta distinción aristotélica para acuñar su Gebilde.
Creemos que también la introducción en su giro conceptual de la idea de una mediación total remite
a planteamientos procedentes de la ética aristotélica.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 317
36
Gadamer,G-H. Verdad y Método. Op.Cit., p.165).
37
Ibid, p.162.
38
Ibid, pp.162-163.
39
Gadamer,H-G. La actualidad de lo bello. El arte como juego, símbolo y fiesta. Barcelona. Paidós,
1991: “El anfitrión le regalaba a su huésped la llamada tessera hospitalis; rompía una tablilla en dos,
conservando una mitad para sí y regalándole la otra al huésped para que, si al cabo de treinta o
cincuenta años vuelve a la casa un descendiente de ese huésped, puedan reconocerse mutuamente
juntando los dos pedazos... tal es el sentido técnico originario de símbolo. Algo con lo que se
reconoce a un antiguo conocido” (p.84).
318 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
40
Rubín,M.S. Op.Cit., p.152. Recordemos que la primera parte del poema investiga el movimiento
que va de la sustancia (agua) en busca de la forma (vaso), mientras que en la segunda parte se
invierte el sentido del tema investigado (la forma buscando la sustancia) [ibid, p.169]. Rubín habla
del poema de Gorostiza como de una investigación (término que queremos subrayar por pensar
correcto), articulándose así a una tradición ahora devaluada: v.g. en el prohemio del Marqués de
Santillana al conde de Alva (“Bías contra Fortuna”, en Poesías Completas II. Madrid. Castalia,
1982), se lee: “Con estos Ferreras me escreviste que algunos de mis tractados te enviasse por
consolaçión tuya; é desde alli con aquella atençion que furtar se puede de los mayores negoçios,
é despues de los familiares, penssé investigar alguna nueva manera, asy como remedios, ó
meditaçion contra Fortuna, tal que si ser podiesse, en esta vexaçion á la tu nobleça gratificasse,
cómo non assaz justas é aparentes cabsas á lo tal é á mayores cosas yo sea tenido” (pp.80-81. Las
cursivas son nuestras). En todo caso se trata de investigaciones que buscan comprender aquello
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 319
que para el hombre permanece como lo más importante, mereciendo toda su deliberación.
Aristóteles lo sabía muy bien: “La prudencia [phrónesis]... tiene por objeto las cosas humanas y
sobre las cuales puede deliberarse. Y por esto decimos que la obra más propia del prudente es
deliberar bien; pero nadie delibera sobre las cosas que no pueden ser de otro modo ni que a ningún
fin conducen [...] La comprensión [súresis], en efecto, no se refiere a las cosas eternas e inmóviles,
ni a todas las sujetas a generación indistintamente, sino a aquéllas sobre las que se puede estar
perplejo y deliberar” (Ética nicomaquea, 1141b5 y 1143a).
320 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
sin intención alguna, pero con la voluntad de la ola que reitera su perpetuo ir y venir
sin querer nada con ello. En esa zona que Eugen Fink41 denominó con precisión
ontológico-poética oasis de la felicidad, el animal se entretiene gozoso con un compañero
de juego sin buscar nada con ello, sino hacer lo que se está haciendo y quedar así instalado
lúdicamente en un tiempo que no pasa. Somos naturaleza, con todo y cultura a cuestas.
Así lo entiende Aristóteles cuando define a la vida como automovimiento, sentando las
bases antropológicas que ahora exploramos desde la hermenéutica de Gadamer.
El juego humano integra al vaivén del automovimiento una racionalidad
metafórica, una racionalidad del «como si», que nos permite representarlo en términos
de autoconocimiento. Dice Gadamer: “Eso que se pone reglas a sí mismo en la forma
de un hacer que no está sujeto a fines es la razón. El niño se apena si el balón se le escapa
al décimo bote, y se alegra inmensamente si llega hasta treinta. Esta racionalidad libre
de fines que es propia del juego humano es un rasgo característico del fenómeno que
aún nos seguirá ayudando. Pues es claro que aquí, en particular en el fenómeno de la
repetición como tal, nos estamos refiriendo a la identidad, la mismidad. El fin que aquí
resulta es, ciertamente, una conducta libre de fines, pero esa conducta misma es referida
como tal. Es a ella a la que el juego se refiere. Con trabajo, ambición y con la pasión más
seria, algo es referido de este modo...”42. La Estación X en la que ahora nos demora
Gorostiza con una sección festiva y jugetona de su poema, ilustra a la perfección esta
tesis antropológico-filosófica. En el juego de la vieja Inés, alguien debe tocar a la puerta
y alguien debe responder a ese llamado; alguien debe adivinar algo y alguien debe luego
salir corriendo para que el juego continúe. El que sea o no uno alcanzado por el otro entra
en las posibilidades azarosas e inciertas de todo juego bien llevado. Todo debe ser «como
si» todo fuera, y en ese «como si», todo es, en efecto. ¡Tan-tan! ¿Quién es? Es el Diablo;
Esta entrada en escena demarca un espacio propio de juego que debe ser realizado con
todas las de la ley... que es la ley del juego mismo. La identidad de este espacio la timbra,
a manera de contraseña, la repetición de un monótono estribillo asimilable a la
41
Fink, E. Oasis de la Felicidad. Ideas para una Ontología del Juego. México. UNAM, Instituto de
Investigaciones Filosóficas, 1966.
42
Gadamer,H-S. La Actualidad de lo Bello. El arte como juego, símbolo y fiesta. Barcelona. Paidós,
1991, p.68.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 321
43
Recuerda Rubín en una nota: “Se cuenta, popularmente, que Beethoven, al contestar a una pregunta
sobre el significado de los cuatro acordes, dijo: «Así llama el destino a la puerta»” (Op.Cit.,p.160).
Esta misma observación anecdótica la encontramos en Della Corte A. y Pannain G. (Historia de
la música. Tomo III. Barcelona. Labor, 1965, p.1210).
44
Rubín, M.S.Ibídem.
45
Gadamer, H-G. La Actualidad de lo Bello... Op.Cit, p.69.
46
Ibídem.
322 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
47
Como símbolo, lo representado no existe en términos de significante estricto. De acuerdo al “doble
imperialismo” que Durand le asigna al símbolo (imperialismo del significado e imperialismo del
significante), los dos términos del mismo quedan infinitamente abiertos (cf. Durand, G. La
Imaginación Simbólica. Buenos Aires. Amorrortu, p.16), siendo el caso que, para él, “...la re-
presentación simbólica nunca puede confirmarse mediante la representación pura y simple de lo
que significa, el símbolo, en última instancia, sólo vale por sí mismo”(p.15). Asimismo, en
Gadamer “...lo simbólico no sólo remite al significado, sino que lo hace estar presente: representa
el significado” (Ibid, p.90), y por ello: “...la experiencia de lo simbólico, quiere decir que este
individual, este particular, se representa como fragmento de Ser que promete complementar en
un todo íntegro al que se corresponda con él; o también, quiere decir que existe el otro fragmento,
siempre buscado, que complementará en un todo nuestro propio fragmento vital” (Ibid, p.85).
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 323
por su sola luz, por una/ luz sin estrella, vacía,/ que llega al mundo escondiendo/ su
catástrofe infinita...” [763-769]. Dios está muerto, quedándonos sólo de él su fantasma
astillado, ¿cómo puede seguir el juego en este nuevo espacio de espejos refractarios? La
voz del poeta que empezó hablando de Dios como un «él» más o menos lejano [2, 4, 58,
59, 123, etc.], termina tuteándolo [734 y ss., 759 y ss.] para, finalmente, hablando desde
la primera persona del singular (el poeta), recibir a su propia muerte, a su muerte
personal y, también desde su cultura más específica, la cultura de un México irónico y
valemadrista, invitar a la muerte a irse con él a la chingada:
¿Cabe una mejor representación del automovimiento? Participan todos los juga-
dores presentes en el poema, incluyendo al poeta mismo con su yo más concreto y
personal. El juego se llama «Muerte sin Fin». Termina el juego (que incluye la lectura
misma por parte de un yo otro que se asoma, un yo lector que somos nosotros: todos
aquellos que en él nos demoramos) y, ¡Hop!... ¡Vámonos al diablo!
Jorge Manrique, en su poema, nos envía a una forma de vida -a la vida heroica,
honrada y valiente- asumida desde una clara conciencia de finitud (como la manriqueña).
José Gorostiza también nos envía a la vida, pero a la vida a secas, sin adjetivo alguno.
Ya no existe el respaldo del Dios cristiano y, en consecuencia, se hacen innecesarias tanto
la oración como la moraleja manriqueñas.
Gorostiza por su parte nos envía a la vida que cada cual tendrá que construirse
teniendo a la vez, eso sí, una clara conciencia de finitud. La conciencia de finitud a la que
estamos haciendo referencia constituye una constante transhistórica -aunque siempre
asumida en un tiempo histórico concreto- de importante valor filosófico. Así es como
percibimos esta constante asomando en dos monumentales obras poéticas separadas
entre sí por cinco siglos colmados de transformaciones culturales y de innumerables
diferencias tanto sociales como estilísticas. Sin embargo, es en la conciencia de finitud
en donde vemos coincidir a esos dos grandes poetas o, para decirlo con las palabras de
324 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
otro grande: para ambos es válido a plenitud que... “Vivir en el ahora es vivir cara a la
muerte. El hombre inventó las eternidades y los futuros para escapar de la muerte, pero
cada uno de esos inventos fue una trampa mortal. El ahora nos reconcilia con nuestra
realidad: somos mortales. Sólo ante la muerte nuestra vida es realmente vida. En el ahora
nuestra muerte no esta separada de nuestra vida: son la misma realidad, el mismo
fruto”48.
La idea de finitud en Gadamer da lugar a una de las elaboraciones más
hermenéuticamente importantes y fructíferas. Muy vinculada a la observación trágica
de raigambre artistotélica, dicha idea es parte del reconocimiento (anagnóresis) que
experimenta el espectador por vía catártica cuando participa en un espectáculo. Debe-
mos pensar esta participación en términos de ambivalencia placer-dolor anudados a una
subjetividad que reconoce la finitud reconociéndose en ella. Lo trágico es la finitud
misma. En la tragedia se anula por un instante el error ontológico del ente finito que
somos en tanto capaces de un hablar apostado en el tiempo. El carácter ejemplar del
personaje trágico hace inevitable nuestro reconocimiento en él por vía de una identi-
ficación en la que nos acogemos seguros y a buen resguardo (nunca dejamos de sabernos
espectadores). El espectáculo representa ante nuestra conciencia abierta una ordenación
metafísica del ser en la que se articula nuestra finitud. Dice Gadamer: “La afirmación
trágica... Tiene el carácter de una verdadera comunión. Lo que se experimenta en este
exceso del desastre trágico es algo verdaderamente común. Frente al poder del destino
el espectador se reconoce a sí mismo y a su propio ser finito”49.
Así pues, desde la experiencia de la finitud humana evocada por la tragedia griega,
Gadamer llega a afirmar: “La verdadera experiencia es aquella en la que el hombre se
hace consciente de su finitud”50. Esta afirmación vincula de tal suerte finitud y experien-
cia que se hace de la primera una conspicua y superlativa realidad de orden ontológico-
hermenéutica; y de la segunda, una propedéutica pre-metódica adecuada a la aprehen-
sión de la finitud: “La experiencia enseña a reconocer lo que es real. Conocer lo que es,
es pues, el auténtico resultado de toda experiencia y de todo saber en general”51.
48
Paz, O. Los hijos del Limo. Del romanticismo a la vanguardia. Barcelona. Seix Barral, 1993, p.221.
49
Gadamer,H-G. Verdad y Método. Op.Cit., p.178.
50
Ibid, p.433.
51
Ibidem. Aquí mismo Gadamer señala conciso: “La experiencia es, pues, experiencia de la finitud
humana”.
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 325
52
Ibid, p.547.
53
Ibid, p.549.
54
Ibid, p.580. Gadamer remite al Symposium 204a1.
326 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 327
TERMINAL:
Terminal:
-Finale ma non troppo-
han ocurrido desde entonces: dos mil quinientos años es un tiempo suficiente como para
forjar una conciencia histórica capaz de asumir nuevos matices reflexivos. Nuestro
actual fin de siglo se mueve en una atmósfera que propicia la búsqueda radical de estilos
y maneras otros de racionalidad. El método científico-experimental que con tanto
trabajo forjó la ilustración empieza a ocupar su justo lugar en el marco de una totalidad
social que lo rebasa con mucho. Sin renegar de los logros de esa tradición arquimédico-
cartesiana, la hermenéutica de Gadamer recupera para la filosofía una forma de
experiencia pensante con aquella su vieja conocida: la poesía.
En esta trama de múltiples entrecruzamientos, la tesis central que hemos venido
llenando de contenido bien pudiera quedar planteada de la siguiente manera: aún sin
fundamentación absolutista alguna se pueden llegar a pensar con coherencia (y hacer
comunicables) toda una diseminación de problemas filosóficos desde la elaboración de
un discurso contiguo a la poesía. Esta ha sido nuestra apuesta a lo largo de cada una de
nuestras anteriores Estaciones de paso. Entre una y otra hemos echado a andar
buscando una cadencia propia de ir haciendo camino, de ir haciendo methodus y razón.
Tener una formación implica saber que se tiene la responsabilidad de seguir
formándose; y para seguirse uno formando, se tiene que arriesgar la propia formación
en siempre nuevas experiencias formativas. Forma curiosa de circularidad hermenéu-
tica. Pues bien, el pensamiento es una experiencia en este justo sentido. Aludimos a estas
cosas ahora para indicar que gran parte de nuestra intención ha venido consistiendo en
asumir una experiencia pensante aceptando a la par todos sus riesgos y peligros. Nuestra
responsabilidad personal es grande. Hemos partido de la hermenéutica gadameriana,
una filosofía viva propia de este fin de siglo -y muy viva en él-, para tomar impulso hacia
una experiencia pensante con un monumental poema de innegable valor universal.
¿Qué hemos logrado? Difícil resumirlo: difícil también tratar de elaborar dicho logro en
términos de «conclusiones» cuando lo que queda es la apertura de una invitación a seguir
conversando con la imaginación poética desde este nuevo logos apenas esbozado.
Así pues, en este trabajo no hemos tratado de demostrar nada. Nuestra “tesis” ha
consistido en mostrar una conversación pensante puesta «en ejecución» (im Vollzug,
como diría Gadamer). Nuestro interlocutor ha sido un «texto eminente»: el poema
Muerte sin Fin. Y si en cada una de nuestras Estaciones de paso la conversación nos ha
llevado a tematizar asuntos diversos y a desarrollarlos de manera harto dispareja tanto
en extensión como en profundidad, ello se ha debido a la naturaleza misma de toda
verdadera conversación. El espíritu de una auténtica conversación parece medirse por
su capacidad de enredar a los interlocutores en cada uno de los asuntos que ella va
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 331
sacando a colación. Eso sí: nos hemos tratado de poner de acuerdo con la cosa misma.
El punto es que, cuando se trata de un poema, la cosa misma, en su exuberancia, presenta
una miríada de posibles ángulos de visión y, en consecuencia, los acuerdos tienen que
ser transitorios para así propiciar nuevas aperturas dialógicas.
Vista en su conjunto, nuestra experiencia pensante con el poema nos ha dejado un
buen sabor de boca. Creemos que la conversación salió bien pues promete proseguirse.
Creemos haber comprendido un poco más y mejor un poema monumental esforzán-
donos por dejarlo hablar, atentos a la escucha de lo que ahí se abre y se nos pone de
manifiesto; cosa ésta última que hemos creído aprender de otra obra igual de monumen-
tal: la hermenéutica de Gadamer.
En todo caso, lo que hemos tratado de mostrar «en ejecución» es que, todavía, aún
en estos tiempos aciagos tanto para la poesía como para la reflexión (filosófica o no), se
puede llegar a entablar un diálogo pensante cuyos resultados sean lo suficientemente
coherentes con la tradición como para que sean comunicables en un espacio cuyas
características distan de ser las más propicias a él. Cierto, ni la poesía ni la filosofía
parecen encarnar, hoy menos que nunca, esa voluntad de poder tecnológico que fija,
explica y lo demuestra todo para ejercer una fuerza y un control, a fin de cuentas,
también ilusorios.
En el contexto antes esbozado es en el que hacemos ahora una breve recapitulación
del itinerario andado, explicitando los logros siempre parcialmente alcanzados de una
conversación que se sabe abierta y que así se esfuerza por quedar. En nuestra Estación
I abordamos de reojo la primera de las diez secciones de que consta Muerte sin Fin. Un
largo rodeo nos llevó ahí a empezar a apuntalar la plataforma estético-hermenéutica
gadameriana para después colocar en ella los primeros versos del poema de Gorostiza.
Dichos versos se presentaron constituyendo una experiencia estética que, a manera de
factum kantiano, fueron el punto de partida de nuestras primeras construcciones
conceptuales. No hay que perder nunca de vista a Muerte sin Fin en tanto poema que
tiene que ser leído. Nuestro diálogo pensante con este poema ha tratado de tener este
hecho siempre en consideración. Por más alejados que en apariencia, a veces, hayamos
parecido estar de dicho poema, cuando una duda nos asaltaba acerca de hacia dónde
habría que seguir, el volver al poema, el leerlo y releerlo, nos repuso siempre,
ubicándonos de nueva cuenta en el rumbo adecuado. Muerte sin Fin fue en todo
momento nuestro factum, la certeza que sirvió de punto de partida a nuestras
disquisiciones. Disquisiciones divagantes, es cierto. Certeza lánguida y volátil, también
es cierto. Pero es que después de todo las buenas conversaciones son aquellas en las que
332 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
verdad-verosimilitud que se pone en juego en los textos poéticos, mismos que Gadamer
aglutina bajo el término de «textos eminentes».
En nuestra Estación IX nos hemos visto impulsados por el poema mismo al
abordaje de aspectos vinculados a lo que genéricamente podríamos denominar «pen-
samiento oriental». La idea de «ciclo» presente de manera muy pronunciada en esta
sección de Muerte sin Fin se presta muy bien a ello. Además, la crítica siempre ha
reconocido en la poética de Gorostiza una cierta atmósfera oriental que había que
confrontar en algún sentido. En fin, logramos reconocer en dicha atmósfera el
inmanentismo radical que la hermenéutica gadameriana preserva en el concepto de
lingüisticidad, aunque no acertamos a determinar con precisión qué tanto encaja en ella.
En todo caso, la idea de «ciclo» no es de ninguna manera ajena a las reflexiones filosóficas
de Gadamer, y dicha idea sí que resulta integrable en las «atmósferas orientales», aún
a riesgo de mantener un alto grado de imprecisión en la caracterización de éstas últimas.
En la Estación X ensayamos una «fusión de horizontes» teniendo lugar en una
experiencia estética que querríamos aquí precisar. Veamos: en la Estación I se propuso
la lectura de una sección de Muerte sin Fin en el momento mismo en el que se encontraba
uno de «mirón» atisbando por la rendija que para tal efecto Duchamp practicó en el
portón que hizo trasladar de Cadaqués (España) a Filadelfia (USA). En la Estación VI se
propuso otra experiencia estética: colocar un cuadro de Van Gogh en medio de un jardín
primaveral. En ambos casos se involucraba una cierta «fusión de horizontes» para desde
ella, y en ella, tematizar algunos conceptos de la filosofía hermenéutica (el concepto de
«demora» en el primer caso, el concepto de «imitación» en el segundo). La experiencia
estética que la Estación X construye ahora tiene que ver más bien con el teatro. Consiste
en una puesta en escena de dos voces que en el fondo son la misma: la voz de la Muerte
(Manrique en el siglo XV) y la voz del Diablo (Gorostiza en el siglo XX). Ambas voces
tocan a la puerta y ambas hablan, ¿son la misma voz? Sí y no. Identidad y diferencia en
conjunción dialéctica. «Fusión de horizontes» (Horizontverschmelzung) que repercute
como «conciencia histórica efectual» (Wirkungsgeschichte): todo en uno. La experiencia
estética de esta puesta en escena nos permitió esbozar algunos aspectos más de la
«finitud» y de la «conciencia histórica», del «juego» y de la obra de arte en tanto Gebilde
(«conformación»).
Acabamos de esbozar muy grosso modo la ruta andada. El poema de José Gorostiza
y la hermenéutica de Hans-Georg Gadamer nos acompañaron siempre: con la música
de uno iluminábamos la música del otro, y viceversa. Con los conceptos de la herme-
néutica gadameriana, muchas veces tan plásticos, nos aproximamos a las imágenes de
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 335
Gorostiza, muchas veces tan conceptuales y abstractas. Y a la inversa, desde las imágenes
de Muerte sin Fin logramos introducir y elaborar muchos de los conceptos centrales de
la hermenéutica que Gadamer pone en ejecución pensante. El séquito de acompañantes
de diálogo es amplio: Aristóteles, Bachelard, Duchamp, Heidegger, Manrique, Nietzsche,
Ovidio, Platón y Wittgenstein pueden muy bien ser los contertulios privilegiados que
con sus propias voces contribuyeron a enriquecer la conversación. A través de algunos
de sus frutos poéticos e intelectuales nos hemos permitido repensar hermenéuticamente
algunas -tan sólo algunas- de las imágenes y murmullos presentes en Muerte sin Fin.
Querríamos destacar, sin embargo, a un poeta y pensador del que aún no hemos aquí
hablado: Octavio Paz. Nuestra deuda con él ha sido y es inmensa. A lo largo de nuestro
trabajo hemos puesto de manifiesto explícitamente una pequeña parte de la misma.
Como invisible telón de fondo se mantiene la otra parte, la más abultada y esencial. La
diafanidad y belleza con que su pluma logra expresar conceptos e inventar imágenes,
ha estado siendo a lo largo de nuestro trabajo un ejemplo a seguir. Hemos tratado de
mantener en nuestro estilo tanto el talante crítico que Paz tanto impulsara, como su
apertura al otro y a la otredad que definió tan bien su personal escucha poético-pensante.
Vayan pues estas palabras a manera de pequeño homenaje a su memoria.
¿Qué es lo que puede concluirse de nuestra aventura itinerante entre tanta imagen
e idea? Ya lo hemos insinuado antes: hacer methodus queriendo ser racionales, andar
haciendo camino (como querría Machado). En fin, caminar llevando el ritmo de una
respiración marcada por las «cosas mismas» que nos van saliendo al paso. Sólo
agregamos una última propuesta que, en realidad, es la invitación a un posterior inicio:
cuando se termine la lectura de las presentes palabras finales (finales... ma non troppo),
nos espera un primer Anexo en el que incluimos el poema Muerte sin Fin en su totalidad.
La mejor manera de concluir esta llegada consiste en leer dicho poema trayendo a
cuestas (pero olvidando que se trae a cuestas) lo andado en el trayecto que acabamos
de cumplir.
336 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 337
ANEXO 1
El tesón de la sangre
anda de rojo;
anda de añil el sueño;
la dicha de oro.
sí, la manzana.
¡Qué amanecida fruta
tan de mañana!
[BAILE]
de disfrutarnos enteros
en sólo un golpe de risa,
ay, esta muerte insultante,
procaz, que nos asesina
a distancia, desde el gusto
que tomamos en morirla,
por una taza de té,
por una apenas caricia.
[BAILE]
1
Tomado de Gorostiza, J. Poesía y Poética. UNESCO, Col. Archivos, no.12, 1988. Ed. crítica a cargo
de Edelmira Ramírez (coordinadora), pp.63-88.
364 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 365
ANEXO 2
Láminas:
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H-G. Gadamer. Salamanca. Publicaciones Universidad Pontificia, 1991.
Gadamer, H-G. Verdad y Método II. Salamanca. Sígueme, 1992. Aparecida inicialmente
en 1986, esta obra constituye en la actualidad el volumen dos (2da. ed.) de las Gesammelte
Werke. Hermeneutik II. Wahrheit und Methode. Ergänzungen / Register. (durchgesehene
Auflage). J.C.B. Mohr (Paul Siebeck). Tübingen, 1993.
1
Dada la importancia que ha tenido la obra de Hans-Georg Gadamer a lo largo del presente trabajo,
nos hemos permitido precisar y poner al punto algunas de las fuentes bibliográficas que de dicha
obra han estado apareciendo en castellano. Sobre todo habida cuenta que en 1995, bajo la paciente
y tenaz vigilancia del mismo Gadamer, se concluyó la cuidadosa edición en diez volúmenes de
sus Gesammelte Werke.
378 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
Gadamer, H-G. Estética y Hermenéutica. Madrid. Tecnos, 1996. Excepto dos, todos los
demás escritos que esta edición recoge se encuentran reunidos en el volumen ocho de
las Gesammelte Werke. Ästhetik und Poetik I. Kunst als Aussage (Op.Cit.). Las excepcio-
nes arriba indicadas («Poesía y puntuación», «Kafka y Kramm»), se encuentran en el
volumen nueve: Ästhetik und Poetik II. Hermeneutik im Vollzug. J.C.B. Mohr (Paul
Siebeck). Tübingen, 1993, pp.282-288 y pp.353-361. Cfr. para mayores detalles la «Nota
sobre la presente traducción» de Ángel Gabilondo y Antonio Gómez Ramos (pp.47-50
de la edición castellana).
Gadamer, H-G. Mito y Razón. Barcelona. Paidós, 1997. Recopilación de textos en torno
al mito. El más antiguo data de 1954 («Mito y razón») y el más reciente de 1992 («Acerca
de la fenomenología del ritual y el lenguaje»). Todos estos trabajos quedan ahora
recogidos en el volumen ocho de las Gesammelte Werke. Ästhetik und Poetik I. Kunst als
Aussage. (Op.Cit.).
HUMBERTO GONZÁLEZ GALVÁN 379
Gadamer, H-G. Poema y diálogo. Barcelona. Gedisa, 1990. Serie de ensayos en torno a
algunos de los poetas alemanes más significativos del siglo XX. La procedencia original
de los textos es variable (cfr. p.159 de la edición castellana). El más antiguo data de 1966
(«Hilde Domin: canción de aliento II») y el más reciente es de 1989 («A la sombre del
nihilismo»). Todos estos trabajos quedan recogidos en el volumen nueve de las
Gesammelte Werke. Ästhetik und Poetik II. Hermeneutik im Vollzug. (Op.Cit.).
Gadamer, H-G. Arte y Verdad de la Palabra. Barcelona. Paidós, 1998. Serie de ocho textos
en torno al lenguaje poético. El más antiguo data de 1971 («Acerca de la verdad de la
palabra») y el más reciente de 1990 («La diversidad de las lenguas y la comprensión del
mundo»). Todos estos trabajos quedan recogidos en el volumen ocho de las Gesammelte
Werke. Ästhetik und Poetik I. Kunst als Aussage. (Op.Cit.).
Gadamer, H-G. Gesammelte Werke. Ästhetik und Poetik I. Kunst als Aussage. Band 8.
Tübingen. J.C.B. Mohr (Paul Siebeck), 1993.
Gadamer, H-G. Gesammelte Werke. Ästhetik und Poetik II. Hermeneutik im Vollzug.
Band 9. Tübingen. J.C.B. Mohr (Paul Siebeck), 1993.
380 POÉTICA MORTIS. Conversación hermenéutico-filosófica con Muerte sin fin de José Gorostiza
Gadamer, H-G. El Giro Hermenéutico. Madrid. Cátedra, 1998. Los textos que aquí se
recogen se encuentran incluidos en el volumen diez de las Gesammelte Werke. Hermeneutik
im Rückblick. J.C.B. Mohr (Paul Siebeck). Tübingen, 1995.
Gadamer, H-G. Die Idee des Guten zwischen Plato und Aristoteles. Heidelberg. Carl
Winter Universitätsverlag, 1978. Texto que ahora se incluye en el volumen siete de
Gesammelte Werke. Griechische Philosophie III. Plato im Dialog. J.C.B. Mohr (Paul
Siebeck). Tübingen, 1991, p.197 y ss.
Gadamer, H-G. Dialogue and Dialectic. Eight hermeneutical studies on Plato. Yale
University Press. New Heaven and London, 1980. La recopilación de trabajos que
incluye esta traducción se encuentran actualmente recogidos en los volúmenes 5, 6 y 7
de las Gesammelte Werke. Griechische Philosophie I. J.C.B. Mohr (Paul Siebeck). Tübingen,
1985. Griechische Philosophie II. J.C.B. Mohr (Paul Siebeck). Tübingen, 1985 y Griechische
Philosophie III. Plato im Dialog. J.C.B. Mohr (Paul Siebeck). Tübingen, 1991.
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Se terminó la impresión de
Poética Mortis. Conversación hermenéutico-filosófica
con Muerte sin Fin de José Gorostiza
edición de la Universidad Autónoma de Baja California Sur,
en el Taller de Artes Gráficas de la UABCS
en febrero del 2003.