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1. Yo soy el Señor tu Dios. Amarás a Dios sobre todas las cosas.

El primero de los preceptos abarca la fe, la esperanza y la caridad.


La fe: alimentar y guardar con prudencia y vigilancia nuestra fe y que rechacemos todo
lo que se opone a ella.
Pecados contra la fe:
● La duda voluntaria
● La duda involuntaria
● La incredulidad
● La herejía
● Apostasía
● Cisma
La esperanza: aguarda confiadamente la bendición divina y la bienaventurada visión de
Dios; temor de ofender el amor de Dios y de provocar su castigo.
Pecados contra la esperanza:
● la desesperación
● presunción
La caridad: amar a Dios sobre todas las cosas y a las criaturas por él y a causa de él.
Pecado contra la caridad:
● indiferencia
● ingratitud
● tibieza
● acedía espiritual
● odio a Dios
El primer mandamiento prohíbe honrar a dioses distintos del Único Señor que se ha revelado a su
pueblo, algunos ejemplos de son:
● La superstición
● La idolatría
● Adivinación y magia
● la irreligión: el sacrilegio y la simonía
● el ateísmo
● el agnosticismo

2. No tomarás el nombre de Dios en vano

El segundo mandamiento prescribe respetar el nombre del Señor, y eso se hace invocándolo,
bendiciéndole y glorificándole.

El segundo mandamiento prohíbe abusar del nombre de Dios:


● Las promesas
● La blasfemia
● prohíbe el juramento en falso
● perjuro

3. Santificarás las fiestas

Dios ha bendecido el sábado y lo ha declarado sagrado, porque en este día se hace memoria del
descanso de Dios el séptimo día de la creación, así como de la liberación de Israel de la
escalvitud de Egipto y de la Alianza que Dios hizo con su pueblo. “El sábado ha sido instituido
para el hombre y no el hombre para el sábado”.

El sábado ha sido sustituido por el domingo, porque éste es el día de la Resurrección de Cristo.
Como “primer día de la semana”, recuerda la nueva creación
● abstenerse de toda actividad que impida rendir culto a Dios.

4. Honrarás a tu padre y a tu madre

El cuarto mandamiento encabeza la segunda tabla. Indica el orden de la caridad. Dios quiso que,
después de él, honrásemos a nuestros padres, a los que debemos la vida y que nos han
transmitido el conocimiento de Dios. Estamos obligados a honrar y respetar a todos los que Dios,
para nuestro bien, ha investido de su autoridad.

Dios ha instituido el matrimonio y la familia para que estén ordenados al bien de los esposos y a
la procreación y educación de los hijos.

La familia es la célula original de la sociedad humana, y precede a cualquier reconocimiento por


parte de la autoridad pública.

Los hijos deben a sus padres respeto, reconocimiento, docilidad y obediencia, contribuyendo así,
junto a las buenas relaciones entre hermanos y hermanas, al crecimiento de la armonía y de la
santidad de toda la vida familiar.

El deber de los ciudadanos es cooperar con las autoridades civiles en la construcción de la


sociedad en un espíritu de verdad, justicia, solidaridad y libertad.

Los padres deben respetar y favorecer la vocación de sus hijos. Han de recordar y enseñar que la
vocación primera del cristiano es la de seguir a Jesús.
5. No matarás

“La vida humana se ha de tener como sagrada”. Desde el comienzo supone la acción creadora de
Dios y permanece para siempre en una relación especial con el Creador, su único fin. A nadie le
es lícito destruir directamente a un ser humano inocente, porque es gravemente contrario a la
dignidad de la persona y a la santidad del Creador.

Es,por tanto, legítimo hacer respetar el propio derecho a la vida. El que defiende su vida no es
culpable de homicidio, incluso cuando se ve obligado a asestar a su agresor un golpe mortal.

Pecado contra el quinto mandamiento:


● Homicidio voluntario y homicidio directo.
● Homicidio involuntario
● El aborto
● El suicidio
● La eutanasia

El respeto de la dignidad de las personas.


● El escándalo (puede ocasionar a su hermano la muerte espiritual).
● El cuidado de la salud.
● El respeto de la persona y la investigación científica.
● El respeto de la integridad corporal.
● El respeto a los muertos.

La defensa de la paz.
● La ira
● El odio
● Evitar la guerra

6. No cometerás actos impuros

Dios ha creado al hombre como varón y mujer, con igual dignidad personal, y ha inscrito en él la
vocación del amor y de la comunión.
La castidad es la positiva integración de la sexualidad en la persona. La sexualidad es
verdaderamente humana cuando está integrada de manera justa en la relación de persona a
persona.

La virtud de la castidad supone la adquisición del dominio de sí mismo, como expresión de


libertad humana destinada al don de uno mismo.
Pecados contra la castidad:
● El adulterio
● la masturbación
● la fornicación
● la pornografía
● la prostitución
● el estupro
● actos homsexuales

Los bienes del amor conyugal, que para los bautizados está santificado por el sacramento del
Matrimonio, son: la unidad, la fidelidad, la indisolubilidad y la apertura a la fecundidad.
El acto conyugal tiene un doble significado: de unión, y de procreación. Nadie puede romper la
conexión inseparable que Dios ha querido entre los dos significados del acto conyugal,
excluyendo de la relación el uno o el otro.

7. No robarás

El séptimo mandamiento prohíbe tomar o retener el bien del prójimo injustamente y perjudicar
de cualquier manera al prójimo en sus bienes.
Prescribe también el respeto a los bienes ajenos mediante la práctica de la justicia y de la caridad,
de la templanza y de la solidaridad. Exige el respeto a las promesas y a los contratos estipulados;
la reparación de la injusticia cometida y la restitución del bien robado; es respeto a la integridad
de la Creación, mediante el uso prudente y moderado de los recursos minerales, vegetales y
animales del universo, con singular atención a las especies amenazadas de extinción
Prohibición del séptimo mandamiento:
● robo, usurpación
● fraudes fiscales o comerciales
● ocasionar daño a las propiedades privadas o públicas
● La corrupción
● el abuso privado de bienes sociales
● los trabajos mal realizados
● despilfarro.

El desarrollo verdadero es el del hombre en su integridad. Se trata de hacer crecer la


capacidad de cada persona a fin de responder a su vocación y, por lo tanto, a la llamada de
Dios.

8. No dirás falsos testimonios ni mentirás.


Prohíbe falsear la verdad en las relaciones con el prójimo. Las ofensas a la verdad expresan,
mediante palabras o acciones, un rechazo a comprometerse con la rectitud moral: son
infidelidades básicas frente a Dios y, en este sentido, socavan las bases de la Alianza.

La verdad o veracidad es la virtud que consiste en mostrarse verdadero en sus actos y en sus
palabras, evitando la duplicidad, la simulación y la hipocresía.
Lo que prohíbe el octavo mandamiento:
● El falso testimonio
● El perjurio
● La mentira
● El juicio temerario
● La maledicencia
● La difamación
● La calumnia
● El halago
● La adulación
● La complacencia

La mentira por ser una violación de la virtud de la veracidad, es una verdadera violencia hecha
a los demás.
Toda falta cometida contra la justicia y la verdad entraña el deber de reparación, aunque su
autor haya sido perdonado.

9. No consentirás pensamientos ni deseos impuros

San Juan distingue tres especies de codicia o concupiscencia: la concupiscencia de la carne, la


concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida. Y este mandamiento prohíbe la codicia de la
carne.

El corazón es la sede de la personalidad moral: "de dentro del corazón salen las intenciones
malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones". La lucha contra la concupiscencia de la carne
pasa por la purificación del corazón.
El Bautismo confiere al que lo recibe la gracia de la purificación de todos los pecados. Pero el
bautizado debe seguir luchando contra la concupiscencia de la carne y los apetitos
desordenados

La pureza exige:
● El pudor
● Purificación del ambiente social
10.No codiciarás los bienes ajenos

Este mandamiento que complementa al precedente, exige una actitud interior de respeto en
relación con la propiedad ajena, y prohíbe la avaricia, el deseo desordenado de los bienes del
prójimo y en el deseo desordenado de apropiarse de los mismos.
El mayor deseo del hombre es ver a Dios. EL hombre, en efecto, realiza su verdadera y plena
felicidad en la visión y en la bienaventuranza de Aquel que lo ha creado por amor, y lo atrae
hacia sí en su infinito amor.

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