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en detalle todos esos milagros, podría llenar con ellos solos un libro entero.

Puedo decir que no existe casi un solo miembro, ni un solo músculo que no haya
sido tironeado mediante un milagro para ser puesto en movimiento o paralizado,
según fuera el distinto fin que con ello pretendía. (Schreber, 1999, p. 161)

5.1.2 James Joyce

Lacan, en su Seminario 23 El sinthome (1975-76/2006), acude al escritor irlandés James


Joyce preguntándose si “¿Joyce estaba loco?” (p. 75), y el análisis de su escritura le permite
avanzar en la elaboración teórica respecto a la formalización topológica de la experiencia
analítica, llegando a concluir elucidaciones acerca del nudo joyceano. Si bien locura y psicosis no
son homologables y Lacan (1975-76/2006) no menciona tampoco que Joyce tenga una
estructura psicótica, algunos autores (De Battista, Campodónico y Kopelovich, 2020; Laia, 2003;
Schejtman, 2013) lo sostienen a partir de las puntualizaciones de dicho seminario.

Lacan (1975-76/2006) localiza un lapsus en el nudo o error en el anudamiento entre


registros en Joyce al tomar una confidencia que el escritor hace en su novela semiautobiográfica
Retrato del artista adolescente (Joyce, 1995), un hecho a partir del cual identifica una
particularidad en la relación que este mantiene con su propio cuerpo, la cual “resulta
completamente sospechosa para un analista” (Lacan, 1975-76/2006, p. 147). Como se ha
mencionado, Lacan (1975-76/2006) concibe al cuerpo a partir de una biología que no es sino
desde el lenguaje, y expresa que “la relación con el cuerpo no es una relación simple en ningún
hombre” (p. 146), de lo cual da testimonio Joyce al momento de recibir una paliza por parte de
unos compañeros que lo atan a un alambrado de púas. Luego de esto el joven escritor no
presenta ningún tipo de resentimiento y más bien “constata que todo el asunto se suelta como
una cáscara” (Lacan, 1975-76/2006, p. 146). Dice Joyce (1995): “había sentido que había una
fuerza oculta que le iba quitando la capa de odio acumulado en un momento con la misma
facilidad con la que se desprende la suave piel de un fruto maduro” (p. 72).

En este sentido Joyce abandona o deja caer la relación con el propio cuerpo, al no
experimentar afecto por la violencia sufrida corporalmente. La imagen del cuerpo para Lacan
(1975-76/2006) no está implicada en esta escena, de lo cual deduce que lo imaginario “no tiene
más que soltarse (...) Se escurre, la relación imaginaria no tiene lugar” (p. 149). La soltura de uno
de los registros del nudo se produce debido a la forclusión del nombre-del-padre, y la pista de
esto que Lacan (1975-76/2006) puede señalar en Joyce es que para él su padre nunca fue uno.
“Su padre, quien justamente se distingue por ser - ¡puf! - lo que podemos llamar un padre

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indigno, un padre carente” (Lacan, 1975-76/2006, p. 67); hay una “dimisión paterna” (p. 86) o
“Verwerfung de hecho” (p. 86).

Sin embargo, no se encuentran signos psicopatológicos en la vida de Joyce que permitan


confirmar con certeza una psicosis clínicamente desencadenada. Lacan (1975-76/2006) teoriza
que allí en la relación faltante que suelta lo imaginario viene a ocupar una función correctora el
ego en el escritor, de forma que a modo de “artificio de escritura, se restituye (...) el nudo
borromeo” (p. 149), manteniéndolo estabilizado. Ya se mencionó anteriormente como el ego-
sinthome en Joyce posibilita sostener un arreglo en el anudamiento entre los registros, habilita
el lazo con el otro y el Otro por medio de su modalidad discursiva en sus escritos, así como
también le permite arreglárselas con su propio cuerpo.

De esta forma Joyce (Lacan, 1975-76/2006) busca hacerse un padre a lo largo de su obra,
mediante el artificio de su escritura que alcanza la destrucción del sentido, como puede verse
en su texto Ulises (Joyce, 1976) y finalmente en Finnegan’s wake (Joyce, 2016). Joyce logra
fabricarse un padre (“ese al que en todo el Ulysses se pondrá a buscar bajo formas en las que no
lo encuentra en ningún nivel” - Lacan, 1975-76/2006, p. 67) forjando un ego que sostiene su
imaginario desujetado, no venerando el nombre de su padre, sino haciéndose un nombre e
inscribiéndolo en la cultura como lo joyceano y sus enigmas a resolver por los años venideros.
Esto es para Lacan (1975-76/2006) lo que sostiene el nudo de Joyce.

A pesar de no encontrar signos de una psicosis desencadenada, Laia (2003) destaca


varios aspectos de la vida de James Joyce que dan cuenta de su posible locura por la que se
preguntaba Lacan. En primer lugar, cierta tendencia a la querulancia cercana a los delirios de
persecución. Sin embargo, en los litigios que siempre se vio envuelto fueron para defender su
obra, la cual resultó reiteradamente criticada y en esto se puede hallar su fundamento. Por otro
lado, Laia (2003) señala diferentes crisis depresivas que, así como la mayor parte de los litigios
que tuvo que afrontar Joyce, casi siempre se encontraban relacionadas con amenazas hacia su
invención como autor. Igualmente:

una cierta configuración persecutoria no deja de organizar el célebre exilio de


Joyce con relación a Irlanda, su tierra natal, pues el escritor, basándose en
algunos acontecimientos relacionados con él o con su obra, mantenía
firmemente la creencia de que era persona non grata en su propio país.
Finalmente, la persistencia y la intensificación de la creencia de que sería
agredido en el caso que algún día retornase a Irlanda, pasaron a organizar y a
reforzar el exilio de Joyce por el resto de su vida. Estaba tan afectado por esa

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