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posición de “perseguido” que, cierta vez, llegó a interpretar que el hecho

circunstancial de que su esposa e hijos se vieran involucrados en un ataque


durante la Guerra Civil Irlandesa había sido no un acontecimiento corriente de un
conflicto social, sino algo que estaba “realmente dirigido contra él mismo”. (Laia,
2003, p. 2)

Lucía, la hija de James Joyce, sufrió un desencadenamiento psicótico y fue internada.


Lacan (1975-76/2006) no duda en decir que es esquizofrénica, sin embargo, su padre asevera
que es telépata y clarividente, a partir de lo que Lacan (1975-76/2006) también ubica que hay
una prolongación de su propio síntoma, de su relación con la palabra de manera impuesta. Esto
se ilustra en las epifanías experimentadas por el escritor, “una súbita manifestación espiritual,
ya fuere en la vulgaridad de la alocución o del gesto, ya fuere en una faz memorable del mismo
espíritu” (Lacan, 1975-76/2006, p. 176), apariciones o revelaciones impuestas sin mediación
imaginaria que Joyce considera como inspiración de su arte. Esta experiencia es lo que más se
puede acercar a la definición clásica de fenómeno elemental. Incluso Laia (2003) destaca que
Joyce en una carta menciona: “me parece que su voz [de su padre], de algún modo, entró en mi
cuerpo o en mi garganta. Últimamente más que nunca - especialmente cuando suspiro” (p. 4).
Y unos pocos años más tarde, “durante una de las peores crisis de su hija, Joyce presentará lo
que el propio Ellmann llamó de ‘alucinaciones auditivas’ y éstas van a ceder luego después que
acate la recomendación médica de retomar el trabajo con Finnegan’s wake” (Laia, 2003, p. 4).

5.1.3 Víctor

Pablo Muñoz (en Schejtman, 2013; y en Schejtman, 2017) presenta el caso Víctor, el cual
también describe como el plan Frankenstein. Víctor consulta por no lograr encontrar la felicidad
completa, pero sabe que lo hará cuando alcance la perfección, entendiendo por esto el grado
máximo de belleza de su rostro, motivo por el cual tiene la necesidad de someterse a una cirugía
estética con una certeza inconmovible. Por otro lado, el analista también localiza con el tiempo
ciertas ideas sobre Dios y el origen del comienzo de la vida como concepción delirante ocupando
el lugar de la ley vacante por la forclusión del nombre-del-padre. Además, revela una relación
conflictiva con su padre de lo cual no se deriva ninguna elaboración que dé cuenta de una novela
familiar neurótica.

Luego de una ruptura de pareja que conduce a un período de crisis con episodios de
impulsividad, experimenta un llamado de Dios, “no escuchaba voces ni veía nada en particular
sino simplemente: ‘sé que Dios me llamó’, ‘lo sentía adentro’” (Schejtman, 2013, p. 418). Víctor

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comienza a manifestar ideas de muerte y a expresar “’me falta un pedazo’, ‘siento un agujero
que no puedo llenar con nada’, era un ‘vacío en el medio del pecho’” (Schejtman, 2013, p. 419).
Aquí Muñoz (en Schejtman, 2013) ubica el desencadenamiento de la psicosis clínica, al no
encontrar las respuestas simbólicas ni imaginarias frente a la caída del sostén ortopédico que
proveía la imago de su esposa (posible función de sinthome). El autor señala la exaltación típica
de la manía en el caso debido a una desorganización que lo lleva al descontrol sexual y
económico. El sujeto se ve arrojado a la deriva significante en una metonimia sin punto de
anclaje. El a no opera y no posibilita la detención metafórica, produciendo la fuga de ideas. En
este período, para Víctor, la estética pasa a ocupar el primer plano y se le impone nuevamente
la necesidad de una intervención quirúrgica significativa sobre todo su rostro.

Desde los 14-15 años Víctor comienza a manifestar cambios conductuales, episodios de
depresión que afectan su higiene, su volición y sus relaciones sociales. Su desempeño escolar
decae y, según su madre, parte de esto se debe a que se la pasaba pensando en la idea de ser
feo, motivo por el que quería hacerse una operación en la cara para parecerse también a un
músico famoso. Así, “poco a poco se tornará en la idea fija que regirá toda su actividad y
absorberá toda su atención” (Schejtman, 2013, p. 420). Luego de conocer a su esposa y
conseguir lo que consideraba la mujer perfecta, esta idea cedió en intensidad, pero nunca
desapareció absolutamente, incluso con los años comienza a renacer la insatisfacción con su
imagen lo cual limitaba su felicidad. La separación finalmente lo empuja a cumplir con tal idea y
la necesidad de intervenir sobre el cuerpo en lo real. En este momento la intervención del
analista apuntó a acotar la operación quirúrgica para no poner en riesgo su vida,

mantener algún anudamiento posible, el de funcionar supletoriamente


intentando regular el goce que se desbocaba en su retorno mortal desarticulando
el cuerpo (...) apuntaba a equivocar el sentido: cómo se explica que algo que
puede dar vida, puede dar muerte. Este equívoco, que no opera sobre el
significante sino sobre el goce, fue mellando la consistencia absoluta de la
operación como único medio para mantener su interés por la vida. (Schejtman,
2013, p. 423)

De esta forma fueron apareciendo otras alternativas a la operación, como su gusto por
la magia. Sin embargo, la idea no se desplazó totalmente y terminó por operarse la nariz,
colocarse un hilo de oro que engrosara su labio superior y algunas prótesis de silicona para dar
forma cuadrada a su mentón. “Con ello obtuvo una gran satisfacción y lo disfrutaba

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enormemente” (Schejtman, 2013, p. 424). Finalmente, Víctor alcanza una estabilización que le
permite entablar una relación con otra mujer y dedicarse a la venta de trucos de magia, lo cual
le posibilita crecer económicamente y le garantiza también una cierta mejoría anímica.

5.1.4 Sra. B. B.

El caso de la Sra. B. B., o Brigitte, es una paciente de 27 años entrevistada por Lacan en
una presentación de enfermos del 9 de abril de 1976, la cual describe como un “caso de
enfermedad de la mentalidad” (Lacan, 1975-76, p. 139). Brigitte ingresa a una internación
refiriendo que se encuentra hipnotizada o embrujada, que está teledirigida y que es un juguete
manejado por fuerzas desconocidas. Es la mayor de seis hermanos y su padre es alcohólico y
violento. Previo a su internación eran llamativos sus cambios de humor y el hecho de que su
comportamiento se estabilizó en una ocasión que comenzó a hacerse cargo como monitora en
un hogar de niños abandonados por unos meses.

Brigitte tiene un hijo, sin embargo, no posee “instinto maternal, tanto antes como
después de dar a luz” (Lacan, 1975-76, p. 139). Golpea a su hijo, es dado a una nodriza, y ella
comienza psicoterapia. Por un tiempo convive con su familia, pero luego cursa una internación
de cinco meses por manía persecutoria. Unos ocho meses después de su externación es
internada nuevamente otros seis meses bajo el diagnóstico de manía atípica. Al alta logra
mantener algunos trabajos domésticos, y “tras una noche leyendo un libro sobre hipnosis pide
que la admitan en Pinel [Clínica Psiquiátrica]. Al principio de la hospitalización era imposible
obtener un discurso coherente” (Lacan, 1975-76, p. 140), presentaba asociaciones y un
pensamiento difuso, “pero realmente nada se organiza para sostener una construcción delirante
como tal” (Lacan, 1975-76, p. 140).

Durante su hospitalización refiere “me persiguen (...) todos ustedes están conchabados
(...) estoy metida en un juego, los demás juegan y conocen las respuestas” (Lacan, 1975-76, p.
140). Considera a algunas personas como impostores y que todo es falso, e incluso menciona
“soy la sustituta de mí misma (...) quizá me llamo Cinta” (Lacan, 1975-76, p. 140), “ustedes
quieren hacer que cambie mi forma de verme. Me dijeron que tenía unos ojos bonitos, me lo
creí. Mi mirada embellece las cosas y entonces me ví guapa” (Lacan, 1975-76, p. 140). Menciona:

me gustaría encontrar un lugar en la sociedad, en la vida. No lo encuentro (...) Es


muy pequeño (...) Me gustaría estar en el lugar de gente distinguida (...) Me había
identificado con una persona que no se parece a mí (...) Me identifiqué con esa

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