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La inconsistencia corporal como fenómeno elemental en la psicosis - Facundo German Moyano

Como fue desarrollado anteriormente, este camino condujo también a


Lacan (1955-56/2017) a ir desde la concepción de la palabra escuchada
sensorialmente en la alucinación psicomotriz verbal - “que el sujeto escucha
lo que dice, es precisamente algo a lo cual conviene no prestarle atención” (p.
196) -, a la certeza de una escucha que se destina a una significación
anticipada en la psicosis. Esto permite pensar en la compleja relación que se
puede plantear entre la percepción del cuerpo en el fenómeno hipocondríaco
y la certeza delirante como problema de la significación, lo que desdibuja en
cierto modo las fronteras taxativas entre una concepción restringida y otra
amplia de los trastornos del lenguaje, cuando el fenómeno se reduce
precisamente a la relación entre significante y significación, punto irreductible
del fenómeno elemental, sea visual, auditivo, cenestésico o cinestésico.

3.5 Tipos clínicos e inconsistencias del cuerpo

La introducción de la teoría de nudos por Lacan en su enseñanza


permite reordenar la variedad clínica de la psicosis presentándose esta como
una forma particular de anudamiento. Actualmente existen diferentes lecturas
al respecto en su articulación con el campo psicopatológico, ya que Lacan no
desarrolló un abordaje unívoco acerca del anudamiento de los tres registros.

La propuesta de Lacan en su Seminario 20 Aun (1972-73/2008e) sobre


la psicosis como desanudamiento de la cadena borromea conduce a una
primera formalización de la articulación entre dicha estructura y la clínica
nodal, lo que lleva a releer el término de desencadenamiento como des-
encademiento (Muñoz, 2005). Si bien se pueden hallar diferentes ensayos de
escrituras nodales para los diferentes tipos clínicos de psicosis (parafrenia,
paranoia, esquizofrenia y manía-melancolía), hay consenso respecto a que en
esta estructura: se presenta una continuidad entre los registros, un enlace sin
mediación entre los mismos, o se produce un desanudamiento que libera
alguno de ellos de la cadena a consecuencia de la forclusión del nombre-del-
padre (Soria Dafunchio, 2008; Cancina, 2013; Schejtman, 2013; Gaetano,

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2020). Es decir, no se trataría de anudamientos borromeos, los cuales


quedarían reservados a las neurosis (Muñoz, 2007).

Lacan (1975-76/2006) presenta el anudamiento de la paranoia como


un nudo trébol, en donde hay una única consistencia anudada a partir de la
puesta en continuidad de los tres registros. Se producen “empalmes en las
junturas” (Schejtman, 2013, p. 238) de cada registro con el otro. Schejtman
(2013) señala que aquí no se produce una interpenetración ni liberación de
algún registro, sino que tal empalme lleva a que lo imaginario se pegotee. “La
paranoia es un pegoteo imaginario. Es la voz que se sonoriza, la mirada que
se vuelve prevalente, es un asunto de congelación del deseo” (Lacan, 1975h,
p. 10).

Al abordar a James Joyce, Lacan (1975-76/2006) propone un


anudamiento de lo simbólico y lo real en forma olímpica, es decir como
registros interpenetrados, del cual lo imaginario se desanuda. La teoría
permite conjeturar que tal forma de anudamiento se corresponde con la
esquizofrenia (Muñoz, 2007), presentándose en el caso del escritor irlandés
la palabra impuesta o alucinación verbal como síntoma psicótico
paradigmático de dicha variedad clínica y la caída del cuerpo imaginario
(Schejtman, 2013).

Con respecto al resto de variedades clínicas de la psicosis, Lacan no


se refiere a ellas en términos de nudos. Sin embargo, a partir de diferentes
referencias de su obra, particularmente en el Seminario 10 La angustia (1962-
63/2007b) y en Televisión (1973/2012f), Muñoz (2007) identifica que “la
melancolía implica un anudamiento olímpico entre real y simbólico y liberación
del registro imaginario” (p. 93). Por otro lado, respecto a la manía, en el
Seminario 10 La angustia (Lacan, 1962-63/2007b), aparece como
“continuidad de lo simbólico y lo imaginario y liberación del registro de lo real,
mientras que en Televisión se trataría de un anudamiento olímpico de real y
simbólico pero llevando a la liberación de lo imaginario al extremo mortal”
(Muñoz, 2007, p. 93).

Por su parte, Schejtman (2013) argumenta que en las psicosis


maníaco-depresivas, el polo de la manía y el de la melancolía pueden ser

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considerados “a partir de la interpenetración de lo imaginario y lo real, y el


eventual desprendimiento de lo simbólico: a partir de un lapsus del
anudamiento que se localizaría, en este caso, entre imaginario y real” (p. 237),
particularidad del anudamiento que también describe Soria Dafunchio (2008).
Para el autor, el desprendimiento de lo simbólico se expresa clínicamente a
partir de la pauperización del mismo en el discurso particular del melancólico,
así como también en la independencia radical que toma en la sintomatología
maníaca (verborrea, fuga de ideas, etc.).

En el caso de las parafrenias, Schejtman (2013) ubica un lapsus del


nudo en el cruce entre los registros imaginario y simbólico, dejándolos
interpenetrados, y dando lugar al desprendimiento de lo real. De esta forma
se produce una prevalencia del semblante, que resulta inestable ya que no
encuentra un anclaje real al cual fijarse. Para el autor, en estos casos, lo
forcluído de lo simbólico retorna en lo imaginario (alucinaciones visuales), y
se expresa en manifestaciones diversas de la personalidad: modalidades
particulares de la mentira que invade el campo discursivo y la transferencia,
fabulaciones, personalidades múltiples, crisis severas a partir del acting out o
pasajes al acto, estados de despersonalización o confusionales (Schejtman,
2018).

Desde otra posición, Gaetano (2020) desarrolla el concepto de lapsus


del cruce y llega a una caracterización de tres diferentes modos de psicosis
según el arreglo del goce que se produce en el nudo y cómo esto se expresa
en el campo fenoménico. De esta forma realiza una crítica de la clínica nodal
del desamarre y no utiliza las clasificaciones de la psiquiatría. Señala que el
desamarre total de un registro solo puede concebirse en una clínica abstracta
o en la eternización de un momento crítico particular como supuesto, lo cual
al final de la enseñanza de Lacan es superado, de modo que corresponder en
forma unívoca el desprendimiento de un registro del nudo con un cuadro
nosográfico de la psiquiatría empobrece la clínica y presenta grandes
obstáculos teóricos.

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Tomemos la idea de desamarre completo del registro imaginario


para las esquizofrenias. ¿En qué instancia ubicaríamos el “yo” que
nos habla y nos cuenta sobre las alucinaciones que padece? (...)
¿cómo formular otras formas de psicosis u otras problemáticas
severas si el juego de posibilidades de operar sobre el nudo -en
términos de desamarre- concluyó? Rectifiquemos, quedará una
forma de desamarre que sería la forma de desamarre total, es decir,
sin registros interpenetrados. Dicha forma ¿optamos por atribuírsela
a cuadros tipo autísticos o nos quedamos dentro del campo de las
psicosis clásicas y se lo suponemos a las formas catatónicas (...)
bajo la lógica del desamarre-, nos conduciría a la limitación de
abordar la amplitud del campo psicopatológico. (Gaetano, 2020, p.
21-22)

El autor propone limitar la aplicación del desprendimiento total y


radical de un registro para la reflexión o momentos de patología extrema, y
no para caracterizar un estado regular de una forma de psicosis. Por otro
lado, señala la existencia de formulaciones teóricas nodales opuestas que
son igualmente apropiadas potencialmente. Denuncia una ponderación
arbitraria y comenta que por ejemplo Darmon (en Gaetano, 2020) sostiene
que en las parafrenias se produce un desprendimiento de lo simbólico y no
de lo real con argumentos sólidos. En las esquizofrenias, la palabra
impuesta es un fenómeno alucinatorio frecuente y es concebido tomando a
Lacan como el retorno de lo real, “¿por qué no especular que lo
desamarrado en la esquizofrenia es el registro real y que la labor de lo
simbólico e imaginario interpenetrados es la de dar cuerpo y sentido a eso
real que irrumpe?” (Gaetano, 2020, p. 23).

Gaetano (2020) propone superar el modelo del desamarre y


destacar la significación de cada punto de cruce entre registros en
particular, diferenciando los cruces internos y los externos. Delimita entre
los cruces externos el campo de los fenómenos patológicos, en donde un
fallo en cada cruce remite a una desarticulación del objeto a con respecto
al goce del Otro, al goce fálico, o al sentido. De esta forma puede ubicarse
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la alucinación asociada a la falta o independencia de un órgano con


respecto al cuerpo en una falla de la articulación del objeto a con el goce
fálico, mientras que la alucinación verbal acusatoria o injuriosa remite a la
dimensión gozosa del Otro. Con respecto a la falla en el cruce que articula
objeto a y el sentido, el autor ubica a los fenómenos alucinatorios que son
descriptos como sombras, presencias, sonidos inespecíficos, fenómenos
enigmáticos que invitan a un sentido a descifrar. Por otro lado, volviendo a
los fenómenos cenestopáticos, en Schejtman (2013) aparece el concepto
de fenómenos corporales en la psicosis, diferenciándose de los fenómenos
alucinatorios, presentando otras particularidades en la escritura nodal.

Sin embargo, el fenómeno no es la expresión de un cuadro


psicopatológico, es su dimensión discursiva la que permite detectar el
problema de goce que este intenta solucionar, ya que los fenómenos
remiten a la lógica del goce subyacente. Para las psicosis, Gaetano (2020)
sostiene que deben producirse dos lapsus del nudo en los puntos de cruce
internos, en el campo del deseo -el cual es discursivo-, cruces significados
como falo, realidad y padre. Estos dos lapsus se darían por la falta del
cuarto cordel del nombre-del-padre o Complejo de Edipo. Los fallos del
nudo, al no contar con esta cobertura Edípica, quedan expuestos y la
estructura requerirá de diferentes mecanismos reparatorios (anudamientos
o encadenamientos). Esta particularidad del campo interno del nudo
conduce a tres posibilidades de combinación que caracterizan diferentes
tipos clínicos o de presentación estructural (independientes de la clínica
psiquiátrica), por la problemática de goce con la que se debe lidiar.

Guañabens (2020) señala que cada época y cada profesional tiene un


saber de la locura con el cual opera. Hablar de la psicosis en singular, apoyado
en la base de la forclusión del nombre-del-padre como mecanismo general de
la estructura, no es suficiente para explicar la diversidad clínica de las psicosis,
en donde se presentan de acuerdo al caso por caso diferentes modalidades
de retorno de lo forcluído y de soluciones particulares en la economía del
goce. Lacan ingresa al psicoanálisis a partir de su tesis sobre la paranoia, y
siguiendo a Freud, extrae de allí los mecanismos estructurales de las psicosis
que serán luego generalizados a toda su variedad clínica. Freud trabaja sobre
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el caso del presidente Schreber que se concebía bajo el cuadro nosográfico


de la paranoia, proponiendo el diagnóstico de parafrenia que consideraba más
adecuado, el cual aunaría a la paranoia y la esquizofrenia de la época.

El discurso de Schreber tiene ciertamente una estructura diferente.


Schreber señala al inicio de uno de sus capítulos, muy
humorísticamente: Dicen que soy un paranoico. En efecto, en aquella
época todavía no se habían salido lo suficiente de la primera
clasificación de Kraepelin para poder no calificarlo de paranoico,
cuando sus síntomas iban más allá. Pero cuando Freud le dice
parafrénico, va mucho más allá, pues la parafrenia es el nombre que
Freud propone para la demencia precoz, la esquizofrenia de Bleuler.
(Lacan, 1955-56/2017, p. 195)

Es interesante el planteo que realiza Schejtman (2018) al examinar a


Philip Dick. Propone que el escritor presenta una parafrenia imaginativa o
parafrenia nodal lacaniana, identificando su síntoma fundamental. Aun así,
señala que se producen diferentes mutaciones en su psicosis. “Es preciso
señalar ahora que esa posición de base se modifica, sin embargo, en
determinados momentos de su vida, engendrando manifestaciones
‘esquizofrénicas’ y ‘paranoicas’” (p. 97), las cuales llamará estigmas. De esta
forma, Philip Dick presenta los tres estigmas, lo parafrénico, lo esquizofrénico
y lo paranoico, de acuerdo a la prominencia de fenómenos patológicos en
diferentes etapas de su vida. Se pueden suponer alteraciones corporales en
los diferentes tipos clínicos de psicosis. En el caso de Dick, lo que conduce a
Schejtman (2018) al diagnóstico de parafrenia, es su insistencia sobre la
pregunta acerca de qué es lo real, así como también una primera experiencia
mística en donde la realidad se torna inestable, su semblante fluctúa, y su
cuerpo deja de ser propio debido a la vivencia de posesión.

Por otro lado, el inicio de la enfermedad de Schreber, por lo que cursó


seis meses de internación, fue a partir de “un ataque de hipocondría grave”
(Freud, 1911/1991d, p. 13). Freud (1914/1992h) señala que en la parafrenia:

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La libido liberada por frustración no queda adscrita a los objetos en la


fantasía, sino que se retira sobre el yo; el delirio de grandeza procura
entonces el dominio psíquico de este volumen de libido, vale decir, es
la operación psíquica equivalente a la introversión sobre las
formaciones de la fantasía en las neurosis de trasferencia; de su
frustración nace la hipocondría de la parafrenia, homóloga a la
angustia de las neurosis de trasferencia. (p. 83)

También Freud (1915/1992j) identifica en un paciente que experimenta


sus ojos torcidos, que el “dicho esquizofrénico tiene aquí un sesgo
hipocondríaco, ha devenido lenguaje de órgano” (p. 195). Guañabens (2020)
tomando a Miller, ubica el retorno del goce en la esquizofrenia a nivel del
cuerpo. Sin embargo, Leibson (2018) indica que, en el retorno del goce
ubicado en el lugar del Otro en la paranoia, se ve implicada también la
integridad del cuerpo. “Siempre habrá algo del cuerpo tomado por cada tipo
de síntoma o fenómeno elemental. Entendiendo que el hecho de que esté
afectado no necesariamente quiere decir que al cuerpo en tanto tal se lo sienta
tocado o alterado” (Leibson, 2018, p. 167). Relata un caso de un paciente
paranoico en donde peligra su integridad física debido a creer ser perseguido
y amenazado a ser aniquilado, aunque nunca fuese tocado, volviendo esta
una amenaza infinita y al mismo tiempo imposible de anular. “En la paranoia
el goce no deja de retornar sobre el cuerpo, de imponerse sobre el cuerpo
aunque esté ubicado en un perseguidor exterior, aun cuando éste ‘no lo
toque’” (Leibson, 2018, p.169).

Debido a que no hay Otro del Otro, a que el Otro presenta una falta
ineliminable, el lenguaje presenta una falla estructural de lo simbólico,
lógicamente previa a la producción del sujeto, producida por su autoaplicación
equívoca. “Sólo en un segundo momento lógico el sujeto puede experimentar
como autorreferencia A1 (significación personal) esa falla de nivel A2 que, en
verdad, prexiste a su existencia de sujeto” (Lombardi, 2008, p. 215). El sujeto
experimentará como autorreferencia aquella falla ya presente en la estructura

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del lenguaje, como condición de su existencia como sujeto dividido, de


maneras diversas de acuerdo al tipo clínico. “Cuando se trata de un paranoico
el autorreproche es rechazado al exterior, pero no por eso deja de concernirle
como sujeto bajo la forma persecutoria, erotomaníaca o hipocondríaca en que
retorna como viniendo desde afuera” (Lombardi, 2008, p. 216).

En el caso del lenguaje de órgano esquizofrénico, se presenta un


“predominio de la referencia del lenguaje al lenguaje que arruina la referencia
a la cosa” (Lombardi, 2008, p. 215), es representación-palabra, “auto-mención
por la cual en el campo sintomático de la esquizofrenia todo lo simbólico es
real” (Lombardi, 2008, p. 215). En este caso, la relación de palabra en su
articulación significante no implica la relación de cosa, no implica sus efectos
de significación, denotando la ruptura entre significante y significación de la
psicosis (Napolitano, 2005b).

Se ha encontrado bibliografía que indica la presencia de fenómenos


concernientes al cuerpo en la psicosis sin puntualizar algún tipo clínico
específico (Soler, 2013; Matilla, 2015; De Battista, 2017; Castanet, 2020). “En
el psicótico crea un tormento, hasta el punto de que el cuerpo ya no se
sostiene, invadido por un goce no localizado” (Castanet, 2020, p. 8). Élida
Fernández (2018) se pregunta si en la psicosis hay cuerpo, y describe las
particularidades que presenta el mismo en cada forma de organización
psicótica.

En la esquizofrenia nos encontramos con un cuerpo fragmentado, a


veces ausente y buscado en los espejos inútilmente, desmembrado.
En la paranoia consiste un cuerpo omnipresente, auto referenciado, a
veces sede de pulsiones indiferenciables para el sujeto que lo toman
por entero. En la parafrenia vemos al cuerpo esfumarse debajo de sus
ropas, y verse alterado alucinatoriamente en todas sus funciones. En
la manía y melancolía vemos al cuerpo inflarse y desinflarse. De estar
inflamado de pasiones pasa a transformarse en un cadáver, bolsa de
huesos, desecho. (Fernández, 2018, p. 204-205)

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Excede al presente trabajo profundizar en las diferentes posiciones


respecto a las escrituras nodales de la variedad clínica de las psicosis, sin
embargo, lo desarrollado permite extraer que en el nudo psicótico se ve
afectada de una forma u otra la juntura en los cruces entre registros, lo que
implica la pérdida de su consistencia y la consecuente inconsistencia del
cuerpo anudado en él bajo diferentes formas, lo cual se expresará mediante
diversos fenómenos patológicos. Estas alteraciones cenestopáticas pueden
manifestarse en las diferentes presentaciones clínicas de la psicosis, de las
cuales pueden metaforizarse diferentes representaciones o escrituras
nodales, en donde el modo de articulación de los tres registros tiene efectos
sobre el vivenciar del cuerpo. Se pueden pensar diferentes anudamientos de
acuerdo al tipo clínico de psicosis, en donde pueden producirse desamarres,
y ya sea por una soltura de la cuerda de lo imaginario, o por un enlace sin
mediación entre lo imaginario y lo real o entre lo imaginario y lo simbólico,
pueden manifestarse ciertos fenómenos corporales (Schejtman, 2013). Por
otro lado, puede llevarse a cabo una lectura del nudo a partir de los errores
de cruce o lapsus del nudo, y la forma singular con la que se lidia con el nodo
en el que el goce se estructuró, arreglos que darán cuenta de las variantes del
campo fenoménico psicótico, abarcando aquellas alteraciones en el vivenciar
del cuerpo (Gaetano, 2020).

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