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M U N A PA N D O MI C A R N EC ITA
Después que se fue, relamiéndose, apurado, yo acomodé tres piedras
como para tulipa y ahí hice fuego. Algo debía echar a mi estómago para no
debilitarme, aunque ganas no tenía. Me atormentaba la preocupación de
cómo nomás amansar esos caballos chúcaros. Ese ratito que estoy
terminando de asar la primera presa, lo veo en el alto un águila enorme
que da vueltas y vueltas en la misma dirección donde yo estaba.
Maliciando que la pobre estaría munapando mi carnecita, deseándolo más
que yo, sacando mi sombrero le hice señas que bajara. Y como qué, ahí
nomás asentó sobre una roca. -- Hola, niño -- dijo--, ¿me llamabas? -- Sí --
le respondí --, quiero invitarte esta carnecita, ¿deseas? -- Gracias,
hermanito-- me dijo--, cómo no, gracias. Después de cortar una presita
más para mí, se lo di el resto, que era charto, para que se banqueteara en
mí delante: -- Sírvete-- diciéndole. Con qué ganas estaría que ahí mismo
empezó a devorárselo como con desesperación. -- Gracias, hermanito—
dijo después limpiándose el pico en la hierba--,no sé cómo pagarte. Tal
vez pueda yo ayudarte en algo. ¿Qué haces por estos lugares? Antes no
te he visto. Entonces mientras comía yo, con cierto desgano le conté mi
historia. – Caramba -- dijo frotándose la cabeza con el ala, luego de
enterarse --, yo podría sacarte de aquí llevándote en mi encima; pero el
problema es que cuando uno intenta salir de los dominios del maligno,
nos volvemos inútiles para mantener el vuelo, torpes se ponen nuestras
alcas y caernos a tierra con todo nuestro peso. Antes ya, yo lo he
intentado y casi casi he muerto. Lo único en lo que puedo ayudarte ahora
es amansando esos caballos. Eso para mí es fácil. Déjamelos de mi
cuenta.

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