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LA
OSCURIDAD
DE LOS
COLORES
Martín Blasco
Material de distribución gratuita.
La oscuridad
de los colores
Martín Blasco
Blasco, Martín
La oscuridad de los colores / Martín Blasco ; coordinación general de María
Luisa García ; dirigido por Laura Leibiker ; editado por María Luisa García. - 1a
edición especial - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Grupo Editorial Norma,
2021.
Libro digital, HTML - (Zona libre)
1. Narrativa Infantil y Juvenil Argentina. I. García, María Luisa, coord. II. Lei-
biker, Laura, dir. III. Título.
CDD A863.9283
ISBN: 978-987-807-018-6
La oscuridad
de los colores
Martín Blasco
www.normainfantilyjuvenil.com/ar
Diario de J. F. Andrew
28 de febrero de 1885
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La oscuridad de los colo res Mar tín Blasco
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De eso se trata el trabajo
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La oscuridad de los colo res Mar tín Blasco
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De eso se tra ta el trabajo
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Material de distribución gratuita.
De eso se tra ta el trabajo
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De eso se tra ta el trabajo
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Diario de J. F. Andrew
4 de abril de 1885
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Los Annuar
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Los Annuar
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Los Annuar
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Diario de J. F. Andrew
15 de abril de 1885
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Amira
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Amira
—Blanco —dijo.
—¿Su mente está en blanco?
Amira volvió a mirar a Alejandro.
—No. Eso es lo que puedo recordar. Blanco.
—¿Qué cosa blanca? ¿Una casa blanca, una persona
blanca?
—Todo blanco.
Alejandro dio unos pasos más hacia el interior del
cuarto.
—Voy a tratar de averiguar qué fue lo que pasó. ¿Está
usted de acuerdo?
Amira asintió.
—Y me ayudará intentando recordar, ¿sí?
Amira bajó la cabeza. ¿Iba a largarse a llorar? Alejan-
dro no era bueno con las mujeres. Y esta era particular-
mente extraña. En un rincón del cuarto vio una manta
y una antigua muñeca de juguete.
—Hermosa muñeca —dijo, con la esperanza de evi-
tar las lágrimas de la joven—. Debió haberle perteneci-
do cuando era niña. ¿No es así?
—Sí, mi madre la guardó todos estos años.
Amira fijó sus enormes ojos negros en la muñeca.
Parecía llamarle la atención.
—¿La muñeca le trae algún recuerdo?
—No…
Un leve cambio en el semblante de Amira sugirió cu-
riosidad.
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Amira
—No.
—¿Nunca oyó ese nombre?
—No lo recuerdo.
—¿Se da cuenta de que eso es muy extraño?
—Supongo que sí.
Estaba cansada. Alejandro supo que por el momento
no iba a poder conseguir de ella ningún dato más.
—Será mejor que la deje descansar…
Ya estaba abandonando el cuarto, cuando ella lo llamó.
—Alejandro…
Oír su nombre en los labios de Amira lo turbó. Sus
ojos negros brillaban como si estuvieran despertando
de un largo sueño.
—Ayúdeme… a entender.
—Por supuesto, haré todo lo que esté a mi alcance
para ayudarla.
Por primera vez, en los labios de Amira se dibujó una
tenue sonrisa.
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Diario de J. F. Andrew
15 de mayo de 1885
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Una madre
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familia dirección
López, Narda y Juan (españoles) Independencia 1921
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Una madre
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Una madre
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Diario de J. F. Andrew
2 de julio de 1885
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Los Authier
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—¿Qué quiere?
—Busco a la familia Authier.
—¿Por qué asunto?
—Quisiera hablar con ellos.
—¿Sobre qué?
—Estoy investigando un hecho ocurrido hace veinti-
cinco años.
La mujer sufrió un leve estremecimiento que de in-
mediato intentó ocultar.
—No estamos interesados —dijo y luego cerró la
puerta.
Alejandro volvió a golpear. Esta vez, lo atendió un
hombre.
—¿Qué quiere?
—Solo hacerles algunas preguntas.
—Ya le dijo mi esposa que no nos interesa hablar de
nuestro hijo.
—¿Entonces son ustedes los padres de Demien Authier?
—Por supuesto. ¿Es usted policía?
—De ninguna manera —le resultaba molesto que lo
confundiesen con un policía.
—Entonces, ¿quién es usted y qué quiere?
—Ya le dije que solo quiero hacerle unas preguntas.
La familia de uno de los niños desaparecidos me con-
trató para que los ayude a investigar lo sucedido.
Algo cambió en la expresión del hombre.
—¿Por qué ahora? ¿Por qué veinticinco años después?
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Los Authier
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Diario de J. F. Andrew
29 de julio de 1885
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Demien
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Demien
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4 de agosto de 1885
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Hermanos
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Hermanos
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Hermanos
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Hermanos
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—Ajá…
Alejandro prefirió no insistir y seguir adelante con
el paseo. En silencio él se hacía preguntas sobre ella.
¿Confundía su pasado con un gran sueño? ¿Creía que
lo que había vivido hasta el presente había sido parte
de su vida onírica y no de la realidad?
—Por un momento temí que le molestara ver anima-
les enjaulados…
—¿Por qué?
—Bueno… algunas personas consideran que es tris-
te ver animales salvajes encerrados…
—¿Sí?
—Y… se supone que no son felices fuera de su hábi-
tat natural.
—Ah… ¿Y cuál es su hábitat natural?
—Pues la selva, la jungla, el desierto, depende del
animal. ¿No le da lástima verlos así?
—No. Al menos ellos saben que están encerrados.
Nosotros, y toda esta gente aquí caminando, nos cree-
mos libres. ¿Usted es libre, señor Berg?
—Alejandro…
—¿Es libre, Alejandro?
—Bueno… por lo menos me va mejor que a él —dijo
Alejandro y señaló un gran oso que respiraba con desgano.
—¿Está seguro?
—Digamos que no se lo ve muy feliz. ¿No cree?
—No, feliz, no. Pero sí quizá sabio…
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Hermanos
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Hermanos
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Diario de J. F. Andrew
5 de agosto de 1886
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El Dr. Landore
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El Dr. Lando re
—Buenas tardes.
El Dr. Landore apareció completamente vestido de
negro, con papeles bajo el brazo y el pelo un poco más
largo de lo recomendable. Se lo veía algo desaliñado
para dar una conferencia. Como si recién hubiese sali-
do de la cama. En realidad, había un gran contraste en-
tre él y su vestimenta. El traje era irreprochable y poco
tenía que ver con el hombre de ojeras, mirada dormida
y pelo revuelto que lo usaba.
—Podríamos decir —comenzó a explicar el Dr. Lan-
dore, con un tono de voz desganado que obligaba a la
audiencia a extremar el silencio para poder oírlo— que
la hipnosis se remonta a los antiguos egipcios, cuyos
sacerdotes la practicaban en algunos ritos. Pero no fue
hasta mediados del siglo xviii que se inició el primer
estudio sistemático sobre este estado especial de con-
ciencia que más tarde se conocería con el término de
hipnosis. Franz Anton Mesmer, en su tesis doctoral titu-
lada De planetarum influxu, influenciada por las teorías
de Paracelso sobre la interrelación entre los cuerpos
celestes y el ser humano, formuló la famosa teoría del
magnetismo animal que nos venía a decir que todo
ser vivo irradia un tipo de energía similar o parecida
al magnetismo. Las teorías de Mesmer demostraron ser
bastante fantasiosas, pero sirvieron para popularizar la
técnica de la hipnosis. Hoy día, el mundo científico no
ha tomado una posición unificada sobre el tema; hay
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El Dr. Lando re
—Alejandro Berg.
—¿Qué quisiera que hiciéramos con usted, señor
Berg? ¿Qué espera de la hipnosis?
—Me interesa eso de la recuperación de recuerdos
olvidados.
—¿Hay algo en especial que desee recordar?
—No me acuerdo.
El chiste fácil de Alejandro generó risas entre el pú-
blico pero no le causó gracia al Dr. Landore, que siguió
observándolo con la misma expresión adormilada.
—Disculpe, fue una broma estúpida…
—No hay problema. Relájese y fije su vista en el reloj
que tengo en la mano.
De la nada apareció un reloj de bolsillo en la mano
de Landore. Alejandro se dispuso a seguir las indicacio-
nes fielmente, pero ¿realmente pensaba que podría re-
lajarse con toda esa gente mirando?
—Comenzaré a mover el reloj como si fuera un pén-
dulo, Alejandro. ¿Alejandro dijo que era su nombre, no?
Muy bien. Y mientras el reloj se mueva, usted no apartará
la vista de él en ningún momento. Exactamente. Ahora
voy a indicarle lo que debe hacer. Le resultará muy fácil.
Acompañe los movimientos del reloj con su respiración.
Inspire profundamente. Luego, espire. Perfecto. ¿Nota
una agradable sensación de calor en su cuello? Inspire.
Concéntrese en esa sensación de calor en el cuello. Note
cómo se intensifica. No preste atención a las personas
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El Dr. Lando re
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23 de marzo de 1887
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Los muertos
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Los muer tos
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Los muer tos
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20 de febrero de 1888
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Los Chernovich
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Diario de J. F. Andrew
30 de julio de 1889
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Perro hombre
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Perro hombre
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Diario de J. F. Andrew
17 de septiembre de 1889
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Hipnosis
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—Sí.
—Relájese y fije su vista en el reloj que tengo en la
mano. Comenzaré a mover el reloj como si fuera un pén-
dulo. Usted no apartará la vista de él en ningún momen-
to. Muy bien. Ahora voy a indicarle lo que debe hacer.
Le resultará muy fácil. Acompañe los movimientos del
reloj con su respiración. Inspire profundamente. Luego
espire. Perfecto. Inspire. La respiración pausada comen-
zará a hacerla sentir muy cómoda. Espire. Sus múscu-
los se distienden. Inspire. Si quiere bajar los párpados
puede hacerlo. Espire. Disfrute de la sensación de rela-
jación y deje caer sus párpados. Inspire. No luche contra
ellos. Espire. Cierre los ojos. Ahora tiene mucho sueño.
Cuando yo se lo ordene quedará profundamente dormi-
da. Mantenga los parpados cerrados, sienta el cansancio
invadiéndola. Duerma. A partir de este momento usted
está profundamente dormida. ¿Está dormida, Amira?
—Sí…
—Muy bien. Duerma. Continúe respirando profunda
y regularmente, sintiéndose a gusto, e intente imaginar
una escalera. Me gustaría que imaginara una escalera,
no importa de qué tipo, una escalera de diez escalones.
Imagínese en lo alto de esa escalera. ¿Ya está? Perfecto.
Se encuentra mentalmente en lo alto de la escalera y
desde el escalón que está pisando ve algunos escalones
más. Dentro de un momento voy a empezar a contar,
con voz clara y fuerte, de uno a diez. Cada vez que yo
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Hipnosis
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Diario de J. F. Andrew
4 de marzo de 1890
Azul ha comprendido finalmente lo que es la muerte. Hace
unos días entré a su cuarto y la encontré tirada en el piso con los
ojos abiertos y una mueca rígida en su carita. Me acerqué asus-
tado. Al intentar moverla no reaccionó. Por un segundo temí lo
peor, pero enseguida noté que estaba caliente, y al comprobar su
pulso, lo encontré normal. Entonces le hice cosquillas y no pudo
evitar largar una risita. Estaba jugando a hacerse la muerta.
Tanto esperar en silencio a que las mariposas revivieran la ha lle-
vado a comprender que, cuando el impulso de la vida abandona
el cuerpo, este queda duro y no se puede esperar nada más de él.
Pasa buena parte del día en esa posición. Hacerse la muer-
ta es ahora su juego favorito.
En cuanto a mi personal, si bien cada cual cumple con las
tareas que le corresponden, me preocupa que el aislamiento
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Joseph, el cangrejo gigante
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—Aburrida.
—Descríbeme la habitación con más detalle.
—Es blanca.
—Más detalles…
—Paredes blancas, techo blanco, piso blanco, una
puerta blanca.
—¿Estás sola?
—Siempre… casi siempre.
—Y cuando no estás sola, ¿con quién estás?
—Con alguno de ellos.
—¿Quiénes son ellos?
—Los que están del otro lado de la puerta.
—¿Puedes abrir la puerta?
—No.
—O sea que no puedes salir…
—Sí, puedo, pero no por la puerta.
—¿Y por dónde sales entonces?
—Por el pozo.
—¿Qué pozo?
—El pozo que tengo en mi habitación. Yo misma lo
cavé.
—¿Y para qué sirve el pozo?
—Para escapar.
—¿Vas a escapar pronto?
—Puedo escaparme cuando quiera. Lo he hecho mu-
chas veces. Si quiero puedo escapar ahora. Solo tengo
que tirarme al pozo. Abajo está el pasillo.
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Joseph, el cangrejo gigante
—¿El pasillo?
—Sí, el pasillo.
—¿Y adónde lleva el pasillo?
—A la playa.
—¿Has estado en esa playa?
—Sí.
—¿Cuándo?
—Voy todo el tiempo. Bajo al pozo, recorro el pasillo
y salgo a la playa.
—¿Cómo es la playa?
—Hay sol y mar y arena.
—¿Estás en la playa ahora?
—Sí…
—¿Te gusta?
—Mucho. Quiero ir al agua.
—Descríbeme la playa, Azul.
—Es hermosa. El agua es transparente. No hay olas.
Está fría.
—¿Y qué es lo que haces cuando vas a la playa?
—Quiero meterme. Quiero meterme al agua.
—¿Sueles hacerlo?
—Siempre. Primero piso con mi pie el mar… lo tengo
debajo de mi pie… piso con el otro… Estoy caminando.
Es hermoso.
—¿Por dónde estás caminando?
—Por el mar…
—¿Quieres decir por la playa?
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Joseph, el cangrejo gigante
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Diario de J. F. Andrew
4 de abril de 1890
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Realidad
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Realidad
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Realidad
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Diario de J. F. Andrew
18 de septiembre de 1890
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Blanco: ¡por Dios, cómo me aburro cada vez que voy a visi-
tarlo! Debo soportar que me cuente sus insignificantes viven-
cias, que me haga preguntas estúpidas. La normalidad… el
mayor de nuestros enemigos.
Verde: le estoy enseñando a leer. ¡Es tan inteligente! No
deja de sorprenderme y darme satisfacciones.
Marrón: se ha convertido en todo un perro: ladra, muerde;
ya no tiene el menor atisbo de humanidad.
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Visita al puerto
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Visita al puer to
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Visita al puer to
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Visita al puer to
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Visita al puer to
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Visita al puer to
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Diario de J. F. Andrew
2 de noviembre de 1890
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Despertar
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Desper tar
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Diario de J. F. Andrew
4 de agosto de 1891
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La obra
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La obra
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Diario de J. F. Andrew
3 de junio de 1892
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El cuerpo humano
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El cuer po humano
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El cuer po humano
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23 de julio de 1893
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nuestra tarea continúa. ¡No hay que bajar los brazos! Recién
estamos empezando, solo es el punto de partida para que es-
tos chicos se conviertan en seres realmente únicos y extraor-
dinarios. A través de ellos sabremos más sobre lo que oculta
nuestra mente, y sobre nuestro instinto y nuestras verdade-
ras capacidades, más que nunca antes en la historia.
Me descubro fantaseando con que los niños son grandes
y me felicitan y me agradecen lo que hice por ellos. Que en-
tienden que han sido parte de algo maravilloso. Cuando ese
día llegue, cuando podamos vernos a la cara como iguales y
entiendan la maravillosa misión que he cumplido con ellos,
creador y obra se reconocerán mutuamente, ya no habrá dis-
tancia entre nosotros, y solo quedará el orgullo de la tarea
cumplida.
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El Parque Lezama
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El Parque Lezama
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—Yo… no sé si quiero…
—¿Por qué? ¿Fue una experiencia dolorosa?
—No, no lo fue, pero… ¿es realmente necesario?
—Creí que lo que más quería era recordar…
—La otra noche tuve un sueño. Usted y yo paseába-
mos por la ciudad, que estaba más hermosa que nunca,
porque no solo había coches y edificios en las calles,
sino también animales de todas las especies y árboles
y flores, y nosotros caminábamos y conversábamos,
cuando de repente aparecía en el cielo el águila, ya no
en la jaula sino libre, volando libre, como usted dijo que
prefería. Y yo le hacía señas, le decía: “Ahí está el águi-
la”, y usted no oía, me miraba pero no oía. Entonces el
águila bajaba desde el cielo y con sus garras, que eran
gigantescas, lo tomaba a usted y se lo llevaba. Se lo lle-
vaba volando. Lo veía desaparecer en el cielo mientras
el águila se elevaba más y más…
—¿Y por ese sueño no quiere hacer otra sesión de
hipnosis?
—Supongo que me preocupa lo que pueda pasarnos,
a usted y a mí, si seguimos adelante con esto.
—No se preocupe, Amira. No hay que prestarles aten-
ción a los sueños, nada va a pasarnos.
Dejó a Amira en la casa de sus padres luego de com-
binar una segunda sesión de hipnosis. Ya se había he-
cho de noche. Caminaba volviendo a su casa cuando
entre las sombras le pareció ver a alguien. Estaba a más
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El Parque Lezama
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25 de diciembre de 1893
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Marie
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Marie
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Material de distribución gratuita.
Marie
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26 de noviembre de 1894
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Rascándose con un palo
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Rascándose con un palo
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12 de marzo de 1895
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Brian
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Brian
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Brian
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25 de diciembre de 1895
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Aullidos
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Aullidos
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Diario de J. F. Andrew
12 de octubre de 1898
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Diario de J. F. Andrew
24 de enero de 1899
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3 de febrero de 1899
7 de mayo de 1899
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Diario de J. F. Andrew
12 de junio de 1899
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2 de julio de 1899
24 de agosto de 1899
27 de septiembre de 1899
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Diario de J. F. Andrew
2 de noviembre de 1899
26 de diciembre de 1899
31 de diciembre de 1899
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3 de enero de 1900
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Material de distribución gratuita.
Querido Brian:
¿Cómo te han tratado estos años en los que estuvimos se-
parados? Espero que te encuentres bien. Si no acepté verte en
alguna de las oportunidades en que me lo pediste, fue para pro-
tegerte. Como te dije en su momento, luego de que los chicos se
fugaran me pareció que lo mejor era separarnos y guardar las
apariencias hasta averiguar qué era lo que realmente había
pasado. Fuiste el único al que esta decisión le dolió; de Joseph y
Marie no he vuelto a saber nada más. Tengo entendido que ya
no están juntos, que Joseph es un borracho de tiempo completo
y que Marie volvió a dedicarse a la medicina. Los matrimonios
modernos duran cada vez menos, por suerte nunca me casé.
Pero me alegra que no me hayan contactado; siempre fueron
unos desagradecidos, olvidaron pronto lo mucho que hice por
ellos. Pero tú no, Brian. Sé que si fuera por ti seguirías a mi
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Como una marioneta
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Como una marioneta
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Como una marioneta
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El sueño del águila
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Los hijos de Andrew
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Los hijos de Andrew
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Los hijos de Andrew
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Los hijos de Andrew
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Los hijos de Andrew
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Los hijos de Andrew
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Padre
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La oscuridad de los colo res Mar tín Blasco
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Padre
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Madre
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Material de distribución gratuita.
El siglo en blanco
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Carta de Máximo Landore
a Alejandro Berg
Querido Alejandro:
¿O debo decir Dante? Los dos son bellos nombres.
Espero que te encuentres bien, en este momento te
escribo desde Berlín. Cómo vinimos a parar a esta ciu-
dad… es largo de explicar. Lo que puedo decirte es que
nos estamos acomodando. Conocimos gente muy inte-
resante y mis estudios sobre psicología e hipnosis son
valorados.
Amira ha provocado más de un suspiro de amor, si
supieras la cantidad de propuestas de matrimonio que
debo rechazar en su nombre… No hay Romeo que pue-
da convencerla, supongo que no quiere separarse de
sus hermanos. ¿Has ido al cinematógrafo últimamen-
te? Cuando lo hagas presta atención porque puede que
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La oscuridad de los colo res Mar tín Blasco
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Car ta de Máximo Lando re a Alejandro Berg
Tus hermanos.
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La oscuridad de los colores
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La oscuridad de los colo res Mar tín Blasco
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La oscuridad de los colo res
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La oscuridad de los colo res Mar tín Blasco
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Material de distribución gratuita.
La oscuridad de los colo res
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La oscuridad de los colo res Mar tín Blasco
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La oscuridad de los colo res
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Agradecimientos
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Índice
Diario de J. F. Andrew .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
De eso se trata el trabajo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Diario de J. F. Andrew .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 5
Los Annuar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 7
Diario de J. F. Andrew . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 3
Amira . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 5
Diario de J. F. Andrew .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 1
Una madre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 3
Diario de J. F. Andrew .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 9
Los Authier . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4 1
Diario de J. F. Andrew .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4 5
Demien . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4 7
Diario de J. F. Andrew . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 1
Hermanos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 3
Diario de J. F. Andrew . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6 5
El Dr. Landore . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6 7
Diario de J. F. Andrew .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 5
Los muertos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 7
Diario de J. F. Andrew .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 5
Los Chernovich. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 9
Diario de J. F. Andrew .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 3
Perro hombre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 5
Diario de J. F. Andrew .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 9
Hipnosis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 0 3
Diario de J. F. Andrew . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 0 7
Joseph, el cangrejo gigante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 0 9
Diario de J. F. Andrew . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 1 5
Realidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 1 7
Diario de J. F. Andrew .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 2 3
Visita al puerto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 2 5
Diario de J. F. Andrew . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 3 7
Despertar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 3 9
Diario de J. F. Andrew . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 4 3
La obra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 4 5
Diario de J. F. Andrew . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 4 9
El cuerpo humano .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 5 1
Diario de J. F. Andrew . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 5 7
El Parque Lezama. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 5 9
Diario de J. F. Andrew . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 6 5
Marie . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 6 7
Diario de J. F. Andrew . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 7 3
Rascándose con un palo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 7 5
Diario de J. F. Andrew . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 7 9
Brian . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 8 1
Diario de J. F. Andrew . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 8 7
Aullidos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 8 9
Diario de J. F. Andrew . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 9 3
Carta de J. F. Andrew a Brian Bonne. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 0 1
Como una marioneta. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 0 3
El sueño del águila . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 0 9
Los hijos de Andrew . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 1 1
Padre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 2 5
Madre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 2 9
El siglo en blanco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 3 1
Carta de Máximo Landore a Alejandro Berg . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 3 3
La oscuridad de los colores.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 3 7
Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 4 5
Estuviste en
pre
Adonde siem ver.
podés vol
La oscuridad de los colores
Martín Blasco
ISBN 978-987-807-018-6
9 789878 070186
www.normainfantilyjuvenil.com/ar