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La mujer en la antigua Grecia

Mark Cartwright 1

Las mujeres en el antiguo mundo griego tenían pocos derechos en comparación con los
ciudadanos varones. Sin derecho a voto, a tener tierra, o heredar, el lugar de la mujer
estaba en la casa y su propósito en la vida era criar hijos. Sin embargo, esto es una
descripción general, y al pensar en el papel de la mujer en la antigua Grecia hay que
recordar que la información sobre ciudades-estado específicas a menudo es escasa, casi
siempre proviene de escritores masculinos, y tan solo en Atenas se puede describir su
estatus y su cometido detalladamente. Tampoco estamos seguros de la aplicación en la
práctica cotidiana de las reglas y leyes que han sobrevivido desde la antigüedad.
Sabemos que a las mujeres espartanas las trataban de manera algo diferente a las de
otros estados. Por ejemplo, tenían que hacer entrenamiento físico como los hombres,
podían tener tierra y beber vino.
También había categorías de mujeres que están menos documentadas que otras, tales
como las profesionales que trabajaban en tiendas, o como prostitutas y cortesanas; las
normas sociales y las costumbres que se les aplicaban se conocen aún menos que las de
las mujeres que pertenecían a las familias ciudadanas. Finalmente, en contraposición a
lo que le tocaba a la mayoría de mujeres, algunas excepcionales, y excepcionalmente,
consiguieron elevarse por encima de las limitaciones de la sociedad griega y ganarse un
reconocimiento duradero como poetas (Safo de Lesbos), filósofas (Areta de Cirene),
líderes (Gorgo de Esparta y Aspasia de Atenas), y médicas (Hagnódice de Atenas).

Las mujeres en la mitología


Teniendo en cuenta su limitado papel en la sociedad, hay un elenco sorprendente
robusto de mujeres en la religión griega y la mitología. Atenea, la diosa de la sabiduría
y patrona de Atenas, destaca como una poderosa figura, bendecida con inteligencia,
valor y honor. Al igual que en la mayoría de culturas de la antigüedad en las que la
agricultura era crucial para la comunidad, las diosas de la fertilidad eran
extremadamente importantes y especialmente veneradas; Deméter y Perséfone eran las
más adoradas por los griegos.
Al igual que en la literatura de otras culturas de la antigüedad, dominada por los
hombres, la mujer a menudo está representada como alborotadora, desde la
celosa Hera hasta Afrodita que emplea sus encantos para hacer que los hombres
pierdan el sentido. Los mitos y la literatura están llenos de personajes femeninos que lo
intentan todo para descarrilar los planes de los héroes masculinos, desde la hechicera
por antonomasia, Medea, hasta las mortíferas, a pesar de deseables, Sirenas. También
puede que se las represente como si se rigieran solamente por la pasión salvaje y la
emoción extática, como las Ménades. Por el contrario, la mujer casta ideal, leal a su
marido ausente, está epitomizada por Penélope en la Odisea de Homero. Las
Musas también son otra representación positiva, celebradas no solo por su belleza física
sino también por sus amplias habilidades en las artes. Si estos personajes ficticios tenían
o no algún tipo de influencia en el papel de las mujeres en la vida real es una pregunta
sin resolver, al igual que lo es una aún más intrigante: ¿qué pensaban las propias
mujeres griegas de tales modelos creados por hombres? Puede que nunca lo sepamos.

Niñas

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Mark Cartwright es un autor, investigador, historiador y editor a tiempo completo. Se interesa especialmente en
arte, arquitectura, así como en descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en
filosofía política y es director de publicaciones en World History Encyclopedia.

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Al igual que en muchas otras culturas agrarias dominadas por los hombres, las niñas
corrían un riesgo mucho mayor de ser abandonadas por sus padres al nacer que los hijos
varones. Los hijos de ciudadanos atendían a la escuela donde el currículo abarcaba la
lectura, la escritura y las matemáticas. Una vez dominado los básico, los estudios se
dirigían hacia la literatura, con Homero, por ejemplo, la poesía y la música
(especialmente la lira). El atletismo también era un elemento esencial en la educación
de un joven. Las niñas recibían una educación similar a los niños, pero con un mayor
énfasis en la danza, la gimnasia y el dominio de la música, que se podía mostrar en
competiciones musicales y festivales y ceremonias religiosas. El objetivo de la
educación de una niña era prepararla para su papel en la crianza de los hijos, no
estimular directamente su desarrollo intelectual.

EL OBJETIVO DE LA EDUCACIÓN DE UNA NIÑA ERA PREPARARLA PARA


LA CRIANZA DE LA FAMILIA, NO ESTIMULAR SU DESARROLLO
INTELECTUAL

Una parte importante de la crianza de una niña implicaba pederastia (no solo la
practicaban hombres maduros y niños). Esta era una relación entre un adulto y una
adolescente que incluía relaciones sexuales, pero además de la relación física el adulto
actuaba como mentor de la joven y la educaba a través de la experiencia vital y la
práctica de la persona más mayor.

Chicas jóvenes
Se esperaba que las mujeres jóvenes llegaran vírgenes al matrimonio, que normalmente
estaba organizado por el padre, que elegía el marido y aceptaba de él una dote. Si una
mujer no tenía padre, entonces sus intereses (perspectivas de matrimonio y gestión de
propiedades) estaban atendidos por un guardián (kyrios o kurios), puede que un tío u
otro pariente masculino. Casadas normalmente a la edad de 13 o 14 años, el amor tenía
poco que ver con la unión de marido y mujer (damar). Obviamente el amor podía surgir
en la pareja, pero lo mejor que cabía esperar era philia: un sentimiento general de amor
o amistad; eros, el amor del deseo, normalmente el marido lo buscaba en otras partes.
Se esperaba que todas las mujeres se casaran; no había previsiones ni posiciones en la
sociedad griega para las mujeres adultas solteras.

Mujeres casadas
En el hogar familiar, se esperaba que las mujeres criaran a los hijos y gestionaran las
necesidades cotidianas del hogar. Contaban con la ayuda de esclavos si el marido podía
permitírselos. No se alentaba el contacto con hombres que no fueran familia, y las
mujeres en general ocupaban su tiempo en actividades de interior, tales como cardar
lana o tejer. Podían salir y visitar las casas de los amigos y podían participar en
ceremonias y festivales religiosos públicos. Que pudieran asistir o no a las
representaciones teatrales sigue siendo un tema discutido por los expertos. Está más
claro que las mujeres no podían asistir a asambleas públicas, votar u ocupar cargos
públicos. Incluso el nombre de una mujer no se podía mencionar en público, por buenas
o malas razones.
Las mujeres casadas estaban, al menos a los ojos de la ley, bajo la autoridad total del
marido. Escritores como Aristóteles no tenían ninguna duda de que las mujeres eran
incapaces intelectualmente de tomar decisiones importantes por sí mismas. En la
práctica, claro está, cada pareja puede haber compartido sus vidas de una manera más
equitativa. Se esperaba que las mujeres fueran fieles a sus esposos, pero no así, al
contrario, ya que los maridos podían disfrutar libremente de los servicios de prostitutas,
de amantes dentro del hogar y de cortesanas. Cualquier mujer que no preservara el
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honor de la familia (protegiendo así la legitimidad de la línea masculina) era culpable
del grave crimen de moicheia lo que le prohibiría participar en las ceremonias religiosas
públicas. Un marido que descubriese que su mujer tenía relaciones sexuales con otro
hombre podía asesinar al amante sin miedo a ser procesado.
Si moría el padre de una mujer, normalmente esta no heredaba nada si tenía hermanos.
Si era hija única, entonces el tutor o el marido, si estaba casada, se hacía cargo de la
herencia. En algunos casos cuando una mujer soltera heredaba las propiedades de su
padre se la obligaba a casarse con el familiar más cercano, normalmente un tío. Las
mujeres podían heredar a la muerte de otros parientes masculinos, siempre y cuando no
hubiera parientes masculinos. Las mujeres tenían ciertas propiedades personales, que
normalmente habían adquirido como regalos de sus parientes, normalmente en forma de
ropa y joyería. No podían hacer testamento y a su muerte todas sus propiedades pasaban
a manos de su marido.
El matrimonio se podía terminar por tres motivos. El primero y más común era el
repudio del marido (apopempsis o ekpempsis). No hacía falta dar explicaciones, y tan
solo se esperaba la devolución de la dote. La segunda causa era que la mujer abandonara
el hogar familiar (apoleipsis), y en este caso el nuevo guardián de la mujer tenía que
actuar como su representante legal. Esto no solía ocurrir, ya que la reputación de la
mujer en la sociedad se veía dañada. El tercer motivo era cuando el padre de la novia
pedía que se le devolviera la hija, (aphairesis), probablemente para ofrecérsela a otro
hombre con una dote más atractiva. Sin embargo, esta última opción solo era posible si
la mujer no había tenido hijos. Si la mujer se quedaba viuda, tenía que casarse con un
pariente cercano para asegurarse de que la propiedad quedaba en familia.

Otros roles
Obviamente las mujeres también existían en las otras clases de no ciudadanos. Como
esclavas, habrían realizado todo tipo de tareas y también habrían trabajado en negocios
tales como tiendas y panaderías. El grupo del que se tiene más información es el de las
trabajadoras sexuales. Aquí las mujeres estaban divididas en dos categorías. La primera,
y quizá la más común, era la prostituta de burdel (pornē). La segunda categoría era la
prostituta de más clase (hetaira). Estas últimas estaban educadas en música
(especialmente la flauta) y cultura, y a menudo tenían relaciones duraderas con hombres
casados. También era esta clase de mujeres la que entretenía a los hombres (en todos los
sentidos) en el famoso simposium, la fiesta privada para beber a la que solo acudían
hombres.
Por último, algunas mujeres participaban en cultos y actuaban como sacerdotisas de
ciertas deidades femeninas (Deméter y Afrodita especialmente), además de Dionisio.
Las sacerdotisas, al contrario que sus homólogos masculinos, tenían la restricción
añadida de que a menudo se las elegía, aunque no siempre, porque eran vírgenes o
habían pasado la menopausia. Los adoradores, por el contrario, podían ser de ambos
sexos, y aquellos rituales que tenían restricciones podían excluir tanto a hombres como
a mujeres. Las Tesmoforias, los festivales de la fertilidad, eran el evento de esta clase
más extendido, y solo atendían mujeres casadas. Cada año en Atenas cuatro mujeres
jóvenes se seleccionaban para servir a la sacerdotisa de Atenea y tejer el peplo sacrado
que adornaría la estatua de culto de la diosa. Puede que el papel religioso femenino más
famoso fuera el de la anciana Pitia, el oráculo de Delfos que interpretaba las
proclamaciones de Apolo.

Bibliografía
Bagnall, R. et al. The Encyclopedia of Ancient History. Wiley-Blackwell, 2012
Boys-Stones et al. The Oxford Handbook of Hellenic Studies. Oxford University Press, 2009.
Hornblower, S. The Oxford Classical Dictionary. Oxford University Press, 2012.

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Kinzl, H. A Companion to the Classical Greek World. Wiley-Blackwell, 2016.

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