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En el pasado, los seres humanos pensaban que los recursos naturales eran
inagotables, o creían que siempre se renovarían rápidamente y por sí
mismos.
Desde hace miles de años, hombres y mujeres han trabajado y modificado
su entorno, utilizando habilidades y herramientas cada vez más poderosas.
Pero en los últimos dos siglos su acción se ha multiplicado, debido al
aumento de la población y del potencial técnico y científico.
Como consecuencia, los cambios en la biosfera producidos por la actividad
humana durante las últimas décadas son comparables con los cambios
naturales que suceden en miles de años. Se ha provocado una acelerada
degradación de los recursos naturales, erosión del suelo, deforestación,
desertificación, contaminación y pérdida de la diversidad biológica.
Por otra parte, la demanda de productos agrícolas aumenta día a día, con
el crecimiento de la población y el progreso de sus condiciones de vida. Para
satisfacer esta demanda, ya no es posible recurrir a tierras aún sin explotar:
la única respuesta es intensificar la producción sin agotar los recursos
básicos ni degradar el ambiente.
Los problemas más urgentes
La deforestación
La desertificación
El suelo
La erosión se produce por la acción del agua o del viento que arrastran las
partículas de tierra. Su intensidad depende de la composición y textura del
suelo, de la pendiente y de la vegetación que lo cubre.
Para proteger el suelo es necesario detener la acción erosiva del agua y el
viento, aumentar su fijación y enriquecerlo de materia orgánica.
Se evita que el agua se escurra velozmente y arrastre la tierra, si se colocan
barreras perpendiculares a la dirección del agua (terrazas, cercos de piedra,
cortinas de árboles y setos de arbustos) y se construyen zanjas de desagüe.
Los árboles amortiguan con su follaje el impacto de la lluvia, retienen la
humedad y la liberan lentamente. Además, fijan la tierra con la red de sus
raíces y contribuyen a la formación de nuevo suelo con las hojas secas y
frutos que caen y son transformados por los microorganismos.
Los pastos bajos y tupidos también detienen el impacto de la lluvia. Con el
entramado de sus brotes y múltiples raíces evitan que el suelo sea
arrastrado.
Los cultivos de ladera se deben hacer siempre respetando las curvas de
nivel. Si la pendiente es muy acentuada, conviene no cultivarla y plantar
árboles. El bosque conserva el terreno y si es explotado adecuadamente,
brinda madera y frutos y alberga la fauna silvestre por muchos años.
Para proteger la tierra de la erosión causada por el viento, sirven las barreras
cortavientos formadas por árboles y arbustos, en particular especies
autóctonas y leguminosas, plantados en forma perpendicular a la dirección
del viento que predomina en la región. Cuando el viento es muy fuerte, se
necesitan barreras paralelas y de varias hileras.
Si hay dunas en la cercanía, para evitar que la arena y el polvo arrastrados
dañen los cultivos y obstruya las acequias, se puede intentar fijarlas con
especies vegetales rastreras.
La fertilidad del suelo disminuye si se lo dedica al monocultivo (plantar
siempre una misma especie) o si se lo agota con cosechas sucesivas sin
dejarlo descansar ni agregarle abonos naturales. Cuando se rotan los
cultivos, o se asocian especies diferentes que no requieren los mismos
nutrientes, los elementos del suelo mantienen su equilibrio. Enterrar los
residuos de las cosechas y agregar abonos orgánicos contribuye a
conservar la fertilidad.
El agua
El aire
FICHA DE ACTIVIDADES
OBJETIVOS:
ACTIVIDADES
EVALUACION