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DIVULGACIÓN CIENTÍFICA: DE LA INVESTIGACIÓN A

LA SOCIEDAD

Manuel Vázquez

Instituto de Astrofísica de Canarias


38205 La Laguna, Islas Canarias, España

Resumen

La transmisión de los resultados de la investigación científica a la sociedad es una de las


obligaciones que debe afrontar un científico. Esto se refiere tanto a los datos concretos como
especialmente al método que se ha seguido para alcanzarlos.

En esta comunicación presentamos nuestras experiencias en la divulgación científica de los


temas que, cada uno desde su propia perspectiva, tienen un claro impacto sobre la opinión
pública: la vida extraterrestre y el cambio climático.

Ambos tienen en común la interdisciplinaridad y la potencialidad de interesar por diferentes


razones. Finalmente, se comentan las diferentes reacciones encontradas y la responsabilidad
de los científicos al exponer estos temas a la sociedad.

Introducción

Una de las características de la investigación científica es la rápida publicación de los


resultados en las revistas especializadas, procedimiento que se ha extendido en la última
década a la utilización de Internet. En principio, dicha labor se complementaría con la de
transmisión de dichas ideas a la sociedad. Una cadena formada por el investigador, el
educador y el periodista científico formarían el enlace ideal. Sin embargo, el enlace Ciencia -
Sociedad adolece de numerosos problemas y tan sólo hemos de recurrir a algunas encuestas,
incluso dentro de ambientes universitarios, para darnos cuenta que el conocimiento científico
en la sociedad es muy deficiente y todavía peor el sentido crítico ante cualquier problemática.
Sin duda, alguno de los elementos mencionados falla. Esta comunicación se centra en aquellos
aspectos de la divulgación que tienen relación con el investigador, teniendo en cuenta que mis
conclusiones se limitan al área cultural de España y no son necesariamente extrapolables a
otros entornos.

Un primer comentario se refiere al papel que pueden desempeñar las propias instituciones
científicas a este respecto. Cada vez con más frecuencia éstas tienen sus propios gabinetes de
prensa, cuya principal misión suele ser "impresionar" a los responsables de la política científica
más que divulgar realmente la Ciencia. Asimismo, las páginas de "Outreach" forman parte
obligatoria de la mayoría de los proyectos pero su contenido, salvo algunas excepciones, suele
ser bastante especializado.

La competitividad de la investigación científica hace muy complicado el que los propios


investigadores lleven a cabo trabajos de divulgación, que tan poco aportan al desarrollo del
curriculum profesional. Sin embargo, existen dos posibles alternativas. Por un lado, el
dedicarse a estas tareas cuando se consiga un determinado status profesional, lo cual resulta
también complicado pues un buen científico siempre tiende a una mejora de su trabajo. Por
otro lado, tenemos jóvenes investigadores postdoctorales que, a la par que siguen una carrera
investigador con el objetivo de acceder a una plaza estable, realizan importantes de divulgación
(ver las comunicaciones de Mahoney y de Trigo-Rodríguez a esta reunión). Aunque la
demanda puede variar mucho de un país a otro, generalmente suele ser un camino difícil de
recorrer. La mayoría de los investigadores no se sienten en la obligación de divulgar y, por lo
tanto, la responsabilidad recae en aquellos que lo hacen por devoción.

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Trayectoria personal

Mi campo de trabajo ha sido la investigación en Física Solar, aunque en algunas fases de mi


actividad profesional he dedicado un amplio tiempo a la gestión de la investigación. Sin
embargo, desde los inicios he estado interesado en la divulgación científica en sus diferentes
aspectos. En 1975, impartí mi primera conferencia de divulgación en La Palma, y desde
entonces he continuado con esta actividad, pasando en los últimos años a escribir algunos
libros con un tono fundamentalmente divulgativo junto con algunos capítulos en obras
colectivas (ver referencias), además de frecuentes intervenciones en los medios de
comunicación. A continuación, quisiera mencionar algunas reflexiones que nacen de dicha
experiencia.

Cualquier encuesta que se realiza sobre los temas científicos de mayor interés, suelen
englobar, por un lado, los relacionados con el origen y evolución del Universo y de la Vida. Por
otro lado, tenemos aquellos que se piensa repercuten en la vida diaria, por ejemplo, los
relacionados con la salud y el clima. Enfocar su divulgación desde una perspectiva
multidisciplinar e histórica considero que es una buena forma de transmitir las ideas científicas
a la sociedad. Posiblemente muchos colegas coincidirán con la apreciación de que algunos
especialistas suelen ser muy celosos de que gente de otros campos invadan su "nicho
ecológico" y compitan con ellos en un tema que, consciente o inconscientemente, consideran
de su propiedad.

Otro tema interesante es la influencia del perfil personal del investigador en la forma en que
lleve a cabo la labor de divulgación. En principio, no parece recomendable el relacionar la
exposición de un tema científico con la propia forma de ver la sociedad y en general con las
tendencias políticas. Sin embargo, la situación puede ser diferente a la hora de plantearse la
divulgación de determinados contenidos, como tendremos la oportunidad de comentar a lo
largo de esta comunicación. Los científicos no puede ser neutrales ante los problemas de la
Sociedad y en cualquier caso su pasividad constituye, de hecho, una toma de posición.

En principio un divulgador intenta transmitir sus ideas a una audiencia lo más numerosa
posible. Sin embargo, al menos en mi experiencia, existe una importante fracción de la
población a la que resulta casi imposible acceder. En especial me refiero a los aficionados a las
pseudociencias: ellos "saben" a partir de su creencia y no tienen interés en otra cosa, que
además consideran que está totalmente fuera de su alcance. Por otro lado, existe un cierto
sector social, con un cierto bagaje cultural que podría sentirse interesada por la Ciencia, pero
su espíritu crítico es nulo siguiendo la moda política imperante en estos momentos.
También hemos de tener en cuenta la existencia de forofos de la Ciencia, que pueden ser un
obstáculo para la divulgación del principal mensaje de la Ciencia: su sentido crítico y de duda
sobre lo aparentemente establecido. En este sentido es importante transmitir a la audiencia
cómo la comunidad científica ha ido adquiriendo sus conocimientos a través del "trial and error"
y cómo unos mismos datos científicos admiten interpretaciones distintas, incluso
contradictorias. No debemos omitir tampoco la explicación de los fraudes que han ocurrido a lo
largo de la Historia de la Ciencia: precisamente la grandeza del método científico consiste en
haberlos puestos de manifiesto.

Debemos, asimismo, tener cuidado en no convertir en un show la divulgación científica,


tentación en la que con frecuencia se cae en algunos Museos de la Ciencia. Muchos niños
salen de sus actos considerando a la Ciencia como algo parecido a la magia.
Un comentario final. En esta profesión uno hace la mayor parte de las cosas porque disfruta
con ello, no debemos sobrevalorar la sensación de obligación, ya que de ella también revierten
beneficios. La divulgación, como cualquier otra forma de enseñanza, sirve para profundizar lo
que se conoce y aprender nuevas cosas, es decir, es una herramienta de enriquecimiento
personal.

A continuación comentaré mis experiencias en la divulgación de dos grandes temas que me


permiten explicar, con más detalle, lo que hemos introducido en esta sección.

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El cambio climático

Desde que la Humanidad se convirtió en sedentaria con el inicio de la agricultura comenzó a


intervenir en el medio ambiente, tratando de adaptarlo a sus necesidades. La civilización
romana, por ejemplo, acometió obras, como el desvío de ríos, con un claro impacto ecológico.
Sin embargo, los efectos globales sobre la atmósfera permanecieron durante siglos a un nivel
despreciable (ver p.ej. Rodríguez Neila, 1996).
En el siglo XIX, la revolución industrial significó un cambio cualitativo, por la necesidad de
acceder a fuentes de energía con una mayor eficiencia. La quema de combustibles fósiles tenía
en el uso del carbón para calefacción una larga tradición. El descubrimiento del petróleo, allá
por 1859, añadió un nuevo combustible que permitió la aceleración y abaratamiento de los
procesos industriales y el desarrollo del automóvil. Se tenía acceso a una energía que parecía
ilimitada y sin problemas. Sin embargo, una característica típica de tal combustión es la emisión
de residuos a la atmósfera, de los que el dióxido de carbono es el más importante.

A finales del siglo XIX, Svante Arrehnius (1859-1927) fue el primero en indicar que el aumento
de la concentración de dióxido de carbono iba a conducir a un calentamiento del planeta. El
mecanismo iba a ser el efecto invernadero, cuyos principios ya habían sido enunciados por J.
Fourier (1768 - 1830) y John Tyndall (1820 - 1893). En cualquier caso su advertencia no era
negativa, ya que un mayor calentamiento iba a conducir a un mayor bienestar y una forma de
evitar la llegada de una nueva era glacial.

R. Revelle (1909 - 1991) y H. Suess dieron el primer aviso claro en 1957: "Mediante su
civilización industrial a gran escala mundial, la humanidad está llevando a cabo de forma
inconsciente un gran experimento geofísico. En unas pocas generaciones se consumirán los
combustibles fósiles que se han ido acumulando lentamente durante los pasados quinientos
millones de años".

Una primera preocupación surgió en el marco de la Guerra Fría. La CIA estadounidense


advirtió sobre la posibilidad de que el calentamiento global condujese a que importantes zonas
de Siberia se volvieran aptas para el cultivo, aumentando de forma importante la potencialidad
económica de la Unión Soviética.

Con ocasión de la celebración del Año Geofísico Internacional, allá por 1957, Charles Keeling
convenció al Instituto Scripps de Oceanografía, en San Diego, para que se instalase una
estación de medida de dióxido de carbono en las cumbres de Mauna Loa (Hawai), a la que
pronto se unió otra en la Antártida. Transcurridos unos años estos registros adquirirían una
gran importancia, indicando claramente el aumento de la concentración de dicho gas, lo cual se
confirmó más claramente cuando se dispuso de medidas para tiempos anteriores a partir del
análisis de muestras de los hielos polares (Figura 1). Aunque obtenidas en un lugar específico,
la rápida mezcla de este gas en la atmósfera convierte estas medidas en representativas de la
concentración global.

Figura 1: Variación de la
concentración de
dióxido de carbono,
CO2, en la atmósfera
terrestre (en partes por
millón). Datos: C.D.
Keeling y T.P. Whorf,
Scripps Institution of
Oceanography,
California.

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Los registros sistemáticos de temperaturas, tanto en tierra como en los mares, datan de
mediados del XIX. Progresivamente, se ha ampliado el número de estaciones de registro y con
ello la fiabilidad como indicador global de estos datos (Figura 2).

Figura 2: Variación de la temperatura media de la Tierra en los últimos 150 años, basada
en registros instrumentales. Fuente: Climate Research Unit, University of East Anglia,
UK.

Utilizando otros indicadores indirectos de la temperatura se ha logrado extender dichos


registros al último milenio. La Figura 3 muestra dos de las estimaciones más recientes, donde
se aprecia claramente la importancia del calentamiento global sufrido por nuestro planeta en el
último tercio del siglo XX.

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Figura 3: Variación de la temperatura media del Hemisferio Norte con respecto al
promedio de los años 1961 - 1990. (línea continua): Jones et al., 2001; (línea a puntos):
Mann et al. 1998; (línea a trazos): registros instrumentales.

A mediados de los años ochenta fue creciendo el convencimiento sobre la realidad de un


calentamiento global (ver Figura 2) y se acrecentó la preocupación por las consecuencias que
del mismo se podrían derivar. Un aspecto crucial de tales estudios ha sido la atribución de tales
variaciones bien a factores naturales (aerosoles, actividad solar), bien a una influencia
antropogénica (emisión de gases invernadero).

Varios son los aspectos especialmente atractivos de la divulgación de este tema.

1) Limitaciones de la Ciencia para la predicción. Los trabajos de mecánica celeste de


Laplace significaron el culmen de un determinismo puro que se había desarrollado a partir de
Galileo y Newton. Parecía clara la posibilidad de predecir con total exactitud el estado futuro de
cualquier sistema físico. Poco tiempo después Henri Poincaré (1854 - 1922) señaló los
limitaciones cuando se trata de sistemas no lineales. Fue el principio del estudio de los
procesos caóticos. Sin duda, el clima es un ejemplo clásico de tales procesos y por lo tanto
hemos de tener en cuenta esta limitación cuando queremos desarrollar un modelo del futuro del
clima terrestre.

El problema se complica cuando en la elaboración de modelos sobre el consumo futuro de


combustibles fósiles hemos de tener en cuenta factores como el aumento de población, el
consumo energético y la renta per capita junto con la eficiencia de los procesos de generación
de energía.

Así las predicciones del reciente informe del IPCC (Houghton et al., 2001) se presentan como
un abanico de escenarios, desde el más optimista (aumento de 1.5 C durante el presente
siglo), hasta el peor en que se alcanzarían unos alarmantes 4.5 C.

Una característica de los sistemas caóticos es la posibilidad de que en un determinado


momento se produzca un cambio brusco en la conducta del sistema. El pasado climático de la
Tierra nos informa que tales cambios bruscos en el clima se han producido, estando los más
recientes asociados a el deshielo de grandes masas polares y su influencia en las corrientes
oceánicas a través del cambio en la salinidad.

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2) Influencia de la civilización tecnológica sobre el medio ambiente. La llamada revolución
industrial (principios del siglo XIX) estuvo caracterizada por el acceso a fuentes de energía
mucho más eficientes, que desde sus inicios tuvieron fuertes implicaciones en el entorno. En la
mayor parte de los casos esta agresión al medio ambiente no se produjo de forma
intencionada, sino que resultó de la aparente búsqueda de mayor bienestar para los
ciudadanos y, sin duda, de un mayor negocio para las empresas. Numerosos ejemplos existen
al respecto que comentaremos a continuación.

Aplicaciones del DDT. El diclorofenil-tricloroetano (DDT) fue producido, en 1874, por el


estudiante Othmer Zeidler. Durante varias décadas el descubrimiento pasó desapercibido hasta
que, en 1939, P.H. Möller (1899 - 1965) se dio cuenta de su efectividad como pesticida, lo que
le llevó años después a la concesión del Premio Nobel. Sin duda, su utilización, condujo a la
agricultura a una mayor productividad y con ello proporcionó un creciente bienestar a
importantes sectores de la sociedad. Su primer gran éxito fue durante una epidemia de tifus en
Nápoles en 1943 a la que siguieron otros, estimándose que los veinte años siguientes la
aplicación del DDT salvo más de veinte millones de vidas. En 1962 Rachel Carson (1907-1964)
dio la voz de alarma sobre este producto en su conocido libro "Silent Spring", cuyo título hacía
alusión a la muerte indiscriminada de numerosos pájaros y otras especies de vida salvaje. A
fines de los años sesenta se tomaron medidas para su progresiva abolición, pero sus efectos,
aunque han disminuido, siguen todavía actuando en nuestra biosfera.

Smog de las grandes ciudades: Londres ha sido uno de los ejemplos más llamativos a este
respecto. Hasta el siglo XII había sido la madera el principal combustible utilizado para la
calefacción, pero el aumento de la población y la tala de muchos bosques lo hizo inaccesible
para la mayoría. El carbón fue el substituto elegido, pero su quema era poco eficiente dando
lugar a una gran cantidad de humo y a gases ricos en azufre. Desde entonces se pueden
encontrar numerosas referencias en la literatura a lo que se conocía como "smog" o puré de
guisantes. Así llegamos al período del 4 al 10 de diciembre de 1952 en que un anticiclón se
sitúa sobre la ciudad. La ausencia de viento da lugar a una alta polución y se ocasionan unos
4.000 muertos. La dramática situación conduce a una concienciación de la población que llevó
a la aprobación de la Clean Air Act, en 1956, que contemplaba la substitución del carbón por
derivados del petróleo.

Deterioro de la capa de ozono. Thomas Mangley (1889 - 1944) era un ingeniero


trabajando para la empresa Du Pont. Hacia 1928, en colaboración con Charles Kettering,
inventó unos gases conocidos como cloroflurocarbonos , que parecían ser el substituto perfecto
a productos tóxicos utilizados con anterioridad como refrigerantes. En 1974 el mejicano Mario
Molina y el estadounidense Sherwood Rowland señalaron que tales productos podían
concentrarse en la estratosfera donde podrían contribuir al deterioro de la capa de ozono, un
elemento esencial para el mantenimiento de las condiciones de habitabilidad para los seres
complejos (plantas y animales). En 1987 se aprueba el Tratado de Montreal, mediante el cual
se toman medidas efectivas, que posteriormente fueron mejorándose. Sin embargo, en la
actualidad el agujero de ozono persiste y posiblemente perdurará al menos hasta 2050.

Todos estos avances fueron bien intencionados, tratando de contribuir al progreso de la


Humanidad. En estos momentos los políticos y financieros tienen, como nunca antes en la
Historia de la Humanidad, la información necesaria para evitar un peligro global para nuestra
civilización: el cambio climático. Diversos libros existen en el mercado hispano sobre este tema,
con un tono claramente divulgativo (Llebot, 1998; Chivelet, 1999; Ribera, 2000; Ruiz de Elvira,
2001).

3) Relación Política - Ciencia - Sociedad. En todos estos casos fueron los científicos, que
habían originado el problema, los que dieron la voz de alarma. Quedaba en manos de los
políticos el resolverlo. En principio, existe un abanico de posturas que se pueden adoptar:
- No ocurre nada, no existe tal calentamiento, o bien se trata de un proceso ligado a las
variaciones climáticas de origen natural (por ej. ligado a la actividad solar).
- Necesitamos estudiar más el problema y seguir midiendo, antes de tomar una decisión. En la
práctica esta opción es similar a la anterior.

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- Existe un problema, pero la tecnología o un avance científico fundamental lo resolverá. Es la
postura del ciudadano medio acostumbrado que las autoridades terminen solucionado, de
mejor o peor manera, los problemas que pueden surgir.
- Se han de tomar medidas al respecto, las cuales han de incidir en alguno de los factores que
intervienen en la cantidad de gases emitidos a la atmósfera. La reducción de la población
puede ser razonable, no sólo en este contexto, pero no parece que sea la dirección en que
camina el tercer mundo. Por otro lado, la demanda de mayores cantidades de energía crecerá
a no ser que cambiemos el tipo de vida, algo muy complicado. Nos encontramos por tanto,
como solución el aumentar la efectividad energética de los procesos ligados a la quema de
combustibles fósiles o bien el substituirlo por una nueva fuente de energía.

4) Respuesta de la Sociedad: Supongamos que se adopta la solución de afrontar directamente


el problema. En este caso, los científicos tiene un doble papel a jugar. Por un lado tratar de
convencer a las autoridades políticas de la importancia del problema y por otro lado concienciar
a la sociedad.

Un paso importante fue el disponer de un organismo, responsable de un estudio sistemático del


cambio climático, desde sus causas a sus implicaciones de todo tipo. Con este objetivo las
Naciones Unidades y la Organización Meteorológica Mundial crearon en 1988 el IPCC
(Intergovernamental Panel of Climate Change), que ha emitido tres informes fundamentales
sobre el estado científico del problema. Asimismo se celebran con una frecuencia anual
conferencias multitudinarias, con presencia de políticos, científicos , organizaciones ecologistas
y periodistas. Sin embargo, solo la reunión celebrada en Kyoto, en 1997, se tomó alguna
decisión ligeramente esperanzadora, que por desgracia no ha entrado en la fase ejecutiva.
Además de las ideas políticas imperantes sobre el Medio ambiente, nos encontramos con una
diferencia esencial en el lenguaje utilizado por los científicos y los políticos. La Climatología
establece sus predicciones dentro de un intervalo de fiabilidad, marcado fundamentalmente por
el carácter no-lineal y posiblemente caótico del proceso cuyo comportamiento se trata de
predecir. Por su lado, los políticos aparentemente necesitan mensajes claros, digamos en
blanco y negro, sobre el problema. Las dudas sobre las predicciones resultan la perfecta
excusa para no hacer nada.

La solución del problema no resulta tan sencilla como en los casos anteriores, ya que no se
trata de la substitución de un producto de aplicación muy especifica (DDT o CFC), sino por el
contrario algo que afecta al núcleo mismo de la civilización industrial, la producción de más del
90 % de la energía que se consume en el mundo.

A las experiencias citadas podemos añadir muchas otras, como por ejemplo las relacionadas
con la utilización de la energía nuclear. Sin embargo, no estamos vacunados ante similares
peligros que nos puedan acechar en el próximo futuro. Uno de las fuentes de energía más
prometedoras es la basada en las pilas de hidrógeno (Hoffmann, 2001), que no generaría
residuos contaminantes. Ahora bien, ya se han levantado las primeras voces de alarma (Tromp
et al., 2003) con respecto a su utilización. El hidrógeno liberado en el proceso, ascendería
hacia las capas altas de la atmósfera, donde se combinaría con el oxígeno para formar vapor
de agua. Pero una estratosfera más húmeda resulta también más fría con lo que tendríamos un
factor, el frío, que contribuye a la destrucción de la capa de ozono.

El poder de la opinión pública puede ser importante en una sociedad democrática. Sin
embargo, no soy muy optimista al respecto. En la sociedad desarrollada los ciudadanos se han
acostumbrado a reaccionar tan sólo ante problemas cercanos y que tengan una imagen muy
clara. El cambio climático no parece encajar en tal esquema. La sensibilidad de la gente con
respecto al cambio climático puede aumentar de forma transitoria cuando ocurre un
acontecimiento catastrófico (inundaciones, olas de calor etc.), pero su efecto dura muy poco. Si
bien la mayoría estará de acuerdo en que tenemos que cuidar el medio ambiente - lo contrario
se consideraría incluso fuera de onda - pocos estarían dispuestos a proceder a sacrificios de
tipo económico.

Con frecuencia los ciudadanos se manifiestan en contra de que se sitúe en su vecindad que se
considera dañino para su entorno y su tribu, con el resultado final que en la mayor parte de los
casos los políticos no autorizan la instalación para no perder votos. Sin embargo, esta

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población, incluyendo muchos grupos ecologistas1, no parecen mostrar ninguna reacción
cuando lo que se amenaza es su planeta, su atmósfera y su futuro. Si además los medios de
comunicación adormecen a la gente con mensajes simplistas, las esperanzas de conseguir una
reacción de la población disminuyen. Pienso que el sistema económico reaccionará bien
cuando advierta que los gastos que le ocasione el cambio climático sean mayores que los del
coste de las medidas a tomar o bien cuando adviertan que una nueva fuente de energía puede
resultar más rentables que los actuales combustibles fósiles.

La vida extraterrestre

Se suele comentar que la Astrobiología es una ciencia sin objeto que observar o sobre el que
realizar experimentos, lo que parece ir en contra de uno de los fundamentos del método
científico. Esto es correcto y sin duda es una fuerte limitación a esta naciente rama de las
Ciencias Naturales. Por otro lado, no tenemos una teoría general en la que englobar posibles
formas de vida extraterrestre. La vida terrestre es nuestra única referencia.

Aún teniendo en cuenta estas limitaciones, el planteamiento de la vida extraterrestre se


relaciona con problemas que conectan todas las ramas de las Ciencias Naturales (Figura 4),
llegando también a profundas implicaciones con la Filosofía, Sociología y Psicología (tema de
los OVNI) e incluso de la Religión. Todos ellos tienen un gran atractivo para la divulgación y
atraen en principio a una audiencia relativamente amplia.

Figura 4: Interacción entre diferentes disciplinas que contribuyen a la Astrobiología.

A modo de ejemplo comento algunos temas que están de gran actualidad.

1) Origen de la vida en la Tierra: Con respecto a su localización nos encontramos con dos
grandes opciones: a) Proceso autóctono y b) Origen extraterrestre, lo que se conoce como
1
Honrosas excepciones resultan grupos como Greenpeace.

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panespermia. Pocos dudan que los cometas aportaron una cantidad importante de agua y
material orgánico a la Tierra primitiva, pero habremos de esperar a un análisis directo de un
material cometario (proyectos Stardust y Rosetta) para comprobar la viabilidad de bacterias
cometarias. En cualquier caso, el transporte de bacterias no soluciona el problema básico, cual
es la transición de una concentración de materia orgánica a lo que entendemos como un ser
vivo.

Las discusiones derivadas de los análisis de las muestras obtenidas por las misiones Viking y
del meteorito ALH84001 nos hablan de la falta de una definición clara de lo que significa un ser
vivo (Margulis y Sagan, 1996; Schrödinger, 1997).
En este contexto, siempre me ha resultado muy atractiva la aplicación a la Astrobiología de una
conocida fábula india de John Godfrey Saxe (1816 - 1887). En ella seis ciegos se acercan a un
elefante y mediante el sentido del tacto tratan de identificar en qué consiste. Para el que toca
las patas se tratará de un árbol, para el que contacta con el cuerpo, de un muro y así etc.
Aplicando la regla básica del método científico, la observación, cada uno accedía a una visión
parcial del problema, pero sin embargo ninguno conseguía el objetivo mínimo que se puede
uno marcar en la investigación, cual es la comprensión de lo que se observa.

2) Factores externos que han podido influir en la evolución de la vida en la Tierra, tales como
impactos y explosiones de supernovas cercanas. Sin duda, nuestra biosfera (como la posible
de otros planetas) no constituye un sistema aislado, y por lo tanto el intercambio de materia y
radiación acompaña la evolución de los seres vivos. La desaparición de los dinosaurios, hace
65 millones de años, por el impacto de un cometa o asteroide (Alvarez et al. 1980), abrió un
campo de discusión sobre esta amenaza.

En general, se considera que la radiación ionizante (rayos cósmicos, rayos gamma, X y UV)
resulta letal para la supervivencia de los seres vivos. La explosión de una supernova cercana
pudo haber elevado los niveles de dicha radiación a la altura de la Tierra, con la desaparición
total o parcial de la capa de ozono, y la subsiguiente exposición de los seres vivos a flujos
dañinos de radiación ultravioleta.

3) Detección de planetas extrasolares (ver contribución de Martín - Guerrero en este congreso).


Aproximadamente un 5% de las estrellas investigadas tienen planetas, cifra que aumenta hasta
un 20% cuando éstas son ricas en metales. Ahora tenemos un poco más claro, que la
disposición del Sistema Solar, con planetas terrestres en el interior, y gigantes gaseosos, en el
exterior, no constituye una ley universal.

4) Evolución temporal de las condiciones de habitabilidad de un planeta del tipo terrestre.


Fundamental es conocer la relación entre la variación de la luminosidad estelar, la actividad
tectónica y la composición atmosférica del planeta. Estos dos últimos aspectos están
conectados a través de los ciclos de los gases invernadero más importantes. Recientemente se
ha esgrimido la combinación de estos factores como un elemento que limita fuertemente la
posible existencia de seres inteligentes (Ward & Brownlee, 2000, 2002), aunque voces críticas
a esta visión se expondrán en este mismo congreso (Anguita, 2003).

5) Búsqueda de civilización extraterrestres inteligentes (SETI). Pocos lugares son más


adecuados que este observatorio para hablar del tema. En 1960 se utilizó la gran antena de
Observatorio Arecibo para lanzar mensajes a dos estrellas de tipo solar: Tau Ceti y Epsilon
Eridani. Desde entonces se han sucedido los programas que no han logrado detectar ningún
señal interpretable como un mensaje de una civilización extraterrestre. En los últimos años el
programa Seti@home resulta de un gran atractivo para la audiencia de una conferencia de
divulgación y en general para los medios de comunicación. Sin embargo, tiene la desventaja de
que una parte importante de la audiencia espere algo sobre los OVNI (ver Campo, 2003), una
cruz que llevamos los astrónomos, pero de la cual nosotros también somos los principales
responsables. Todo comenzó con la historia de los "marcianos" y sus canales.
La evolución de las ideas sobre la vida en el planeta Marte, constituye un ejemplo perfecto para
explicar cómo el método científico ha permitido la rápida adaptación del paradigma a los
nuevos datos observaciones, independientemente de la autoridad del científico que ha podido
formular las teorías que se cuestionan (ver Anguita, 1998). En 1877 el italiano G. Schiapparelli
creyó ver unas estructuras rectilíneas, que fueron prontamente interpretadas como canales

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construidos por una supercivilización marciana en un desesperado intento de llevar agua desde
los polos al ecuador. El francés Cammille Flammarion (1842-1925) y el estadounidense
Percival Lowell (1855- 1916) fueron los divulgadores entusiastas de esta idea, con un amplio
impacto en la opinión pública que persiste hasta nuestros días (ver Luque, 2003 sobre su
repercusión en el cine). Astrónomos como el británico E. Maunder (1857 - 1927) y el francés
Eugene Antoniadi (1870 - 1944) que tales canales no eran más que ilusiones ópticas originadas
por la turbulencia de la atmósfera terrestre y la pequeña resolución de los telescopios
utilizados.

Observaciones espectroscópicas confirmaron que la composición de la atmósfera marciana no


era compatible con la vida. Si bien subsistieron algunos intentos de proponer la existencia de
vegetación, las primeras observaciones con naves espaciales mostraron un paisaje totalmente
hostil para la vida. Sin embargo, de ello no iba a resultar el final de la historia, ya que el Mariner
IX y los Viking nos iban a proporcionar imágenes de canales, esta vez claramente naturales,
que parecían indicar que el agua había fluido sobre la superficie marciana en un remoto pasado
y que, por lo tanto, podía haber florecido la vida. Es una discusión que persiste en la actualidad,
cuando cuatro naves se dirigen hacia el planeta rojo.

Una buena forma de expresar lo ocurrido con la historia de los canales y la existencia de una
supercivilización marciana la podemos encontrar en una frase del detective Sherlock Holmes
en la obra "Escándalo en Bohemia" escrita por Arthur Conan Doyle en 1891: Es un error capital
teorizar antes de tener datos. Sin darse cuenta, uno empieza a deformar los hechos para que
se adapten a las teorías, en lugar de adaptar las teorías a los hechos.

Al igual que con el cambio climático, existen diversas obras de interés sobre Astrobiología a
nivel divulgativo en el mercado español (Toharia, 1998 ; Yndurain, 1997; Sagan, 2000; Trigo i
Rodríguez, 2001; Altschuler, 2002).

La divulgación y el perfil personal del investigador

Finalmente, quisiera comentar el papel que pueden jugar las ideas políticas, religiosas y en
general las aptitudes personales ante la vida, en la divulgación de un tema científico. Los dos
temas en que nos hemos concentrado resultan especialmente peligrosos a este respecto.

La Historia de la Ciencia nos habla de las discusiones durante siglos sobre las contradicciones
entre la Biblia y los conocimientos que se iban adquiriendo con la aplicación del método
científico. Algunos ejemplos llamativos son los relativos a la edad de la Tierra, la existencia de
un Diluvio global etc. Resulta realmente sorprendente que en nuestros días tengamos a los
llamados "creacionistas" que tratan de hacer resurgir tal confrontación y a los que de vez en
cuando se puede uno encontrar en las charlas de divulgación y por supuesto en numerosas
páginas de Internet.

Sin llegar a tales extremos podemos considerar que campos tales como la Cosmología y la
Astrobiología son muy influenciables. Ideas filósoficas y religiosas como la de un Universo
eterno e inmutable y la existencia o no de un Diseño en la estructura del Universo han influido,
e influyen, en el desarrollo de no pocas teorías científicas.

Los resultados científicos han conducido en ocasiones a que determinados pensadores


cambien incluso su opinión sobre el sentido de la vida. Siempre me ha resultado interesante la
posición que adoptó el filósofo Bertrand Russell en su libro Por qué no soy cristiano, después
de conocer las predicciones de las leyes de la termodinámica con respecto al final del Universo
(ver por ejemplo Davies para una excelente divulgación de este tema ): "Todo el esfuerzo de
las eras, toda la devoción, toda la inspiración, toda la brillantez del mediodía del genio humano,
están destinados a la extinción en la vasta muerte del Sistema Solar y .... todo el templo del
logro humano se verá inevitablemente enterrado bajo los restos de un Universo en ruinas;
todas estas cosas, aun no siendo absolutamente incontestables, son casi tan seguramente
ciertas que no pueden permanecer ninguna filosofía que las rechace. Sólo dentro del
entramado de estas verdades, sólo sobre la firme base de la desesperación inquebrantable,
puede erigirse a salvo la morada del alma a partir de ese momento". Sin duda, no soy tan

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pesimista como Russell, la finitud de las cosas es una lección que hemos de aprender de la
propia estructura del Universo.

El posible número de planetas habitables en el Universo ha sido un tema en que se han


mezclado claramente las ideas propias del científico, ante la falta de datos que avalen una u
otra evaluación. En gran parte, resulta una continuación de las discusiones filosóficas y
religiosas entre si el universo y la propia existencia de la vida son consecuencia de un proceso
al azar, o bien resulta la consecuencia de un plan de Diseño. En la segunda mitad del siglo XX
se fueron perfilando una serie de principios filosóficos que parecían apoyar claramente una
gran cantidad de planetas habitables en nuestra propia Galaxia. El recordado Carl Sagan fue
sin duda el principal impulsor de tal idea (Sagan y Sklovskii, 1966; Sagan, 1980, 1981), que se
basaba en los siguientes principios fundamentales.

Principio de uniformidad: Las leyes de la Naturaleza son las mismas en todas partes del
Universo.

Principio de plenitud: Todos los procesos que han conducido al origen de la vida en la Tierra y
su posterior desarrollo hacia una especie inteligente, son representativos de la evolución de un
planeta situado alrededor de una estrella que cumpla una serie de condiciones mínimas. Por
pequeña que sea la probabilidad de que ocurra el proceso, dada la cantidad de objetos en que
puede desarrollarse y las escalas temporales del Universo, acabará por suceder tarde o
temprano.

Principio de mediocridad: La Tierra y sus alrededores no ocupan un lugar especial y


privilegiado dentro del Universo,

Principio de utilidad: Podemos resumirlo en una frase de C. Sagan: "Si sólo existiéramos
nosotros en el Universo, qué desperdicio de espacio".

Quizás como una reacción a esta visión podemos señalar la propuesta del principio antrópico,
que partiendo de ciertas relaciones entre constantes fundamentales de la naturaleza, trata de
explicar la estructura del Universo en función de la existencia del Hombre en el planeta Tierra,
en cierta medida el retorno al pensamiento de Pitágoras. En su versión débil (Dicke, 1957) el
principio antrópico establece que el Universo debe ser consistente con la existencia de
observadores en su seno. La frase de Thomas Gold es muy apropiada en este sentido: "Las
cosas son como son, porque fueron como fueron", algo que suena perfecto en una charla de
divulgación. La formulación fuerte (Carter, 1974) señala que el Universo debe ser tal que
permita la existencia de observadores en su seno en alguna fase de su evolución.

Otra teoría con problemas en la verificación de su validez es la de Gaia, elaborada por


científicos de tanto prestigio como James Lovelock y Lynn Margulis (Lovelock, 1984, 1992).
Como la anterior tiene también dos formulaciones. En su versión débil se señala que "los
principios biológicos y los diferentes mecanismos de retroalimentación afectan al clima global
del planeta", algo que muchos suscribiríamos. En su versión fuerte se defiende que "la vida
mantiene las condiciones planetarias a un nivel óptimo para los seres vivos". La evolución sería
el resultado de un proceso cooperativo en lugar de uno competitivo, lo cual resulta como
mínimo cuestionable.

En cualquier caso, quisiéramos resaltar que ambas visiones adolecen de una justificación
observacional de dichos principios, cuestión que en el principio antrópico (ver Carr y Rees,
1979) puede considerarse como una tarea casi imposible.

Por el momento, la escasez de datos puede alimentar a la vez hipótesis realmente


contradictorias, pero en los últimos años se han ido dando pasos significativos.

En primer lugar quisiera destacar las limitaciones para que un determinado planeta conserve
durante un prolongado período de tiempo las condiciones necesarias para el desarrollo y
evolución de la vida inteligente, tales como la existencia de océanos de agua líquida, una
atmósfera de oxígeno y una capa protectora de ozono.

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Intelectualmente me atrae la idea de una vida compleja, incluida la inteligente, que sea rara e
incluso única en nuestra Galaxia, mientras que la vida unicelular pueble numerosos hábitats
planetarios. Sin embargo, ello no me lleva en absoluto a defender ninguna idea de un diseño
del Universo.

Comentarios finales

La discusión persistirá mientras no tengamos datos estadísticos fiables sobre el número de


planetas tipo terrestre en la Galaxia y de la fracción que resultan habitables por algún tipo de
vida. En ese momento, hemos de dejar las ideas propias en el armario e interpretar los hechos
observacionales. Sólo entonces podremos comprobar si las condiciones aparentemente únicas,
o poco frecuentes, de nuestro planeta, resultan tales. Mientras tanto, la discusión ideológica
seguirá predominando en este tema.

El investigador debe ser fiel a las reglas del método científico, aunque el procedimiento actual
de publicaciones y rentabilidad merecería un comentario por si mismo. Ahora bien, en la
divulgación el investigador puede y debe mostrar su propia ideología ante un determinado
planteamiento científico. En pocos temas se puede aplicar mejor esta transmisión de ideas
propias como en lo relacionado con el cambio climático.

Hemos comentado las implicaciones políticas del cambio climático. Especialmente en Estados
Unidos, numerosas organizaciones de carácter muy conservador se han mostrado muy
beligerantes al respecto, negando primero la existencia de tal cambio, de su adscripción a una
causa antropogénica a continuación y finalmente a que los modelos aplicados tienen
deficiencias (¿cómo no?). La distribución de la riqueza, la división del planeta entre un mundo
desarrollado que perturba el medio ambiente y un tercer mundo que sufre las consecuencias no
son problemas resolubles solamente desde un punto de vista científico.

Como cualquier otro ser vivo, el Homo sapiens tiene necesidad de acceder a fuentes de
energía para su supervivencia. En el proceso de su transformación en trabajo útil, se producen
necesariamente liberación de residuos, sean estos en forma de radiación o de materia. Al final,
la duración de una determinada civilización tecnológica puede estar claramente limitada y con
ella la posibilidad de detectarla, por la dificultad de encontrar un compromiso entre la necesidad
de conseguir fuentes de energía cada vez más poderosas y la necesidad de mantener las
condiciones medio ambientales del planeta compatibles con la vida. De esta forma se conectan
claramente los dos grandes temas que han marcado mi interés por la divulgación científica.

Agradecimientos

Agradezco al Comité Organizador el haberme invitado a participar en esta reunión.


Comentarios y sugerencias de Ricardo Campo, Inés Rodríguez Hidalgo y Rosa María Dueñas
ayudaron a mejorar un primer borrador de esta comunicación.

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