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El documento describe la era del imperialismo entre 1875 y 1914. Durante este período, la mayor parte del mundo fuera de Europa y América fue dividida y gobernada formal o informalmente por las potencias imperialistas de Europa y Estados Unidos. Se establecieron nuevos imperios coloniales en África y Asia, y se expandieron los imperios existentes. El término "imperialismo" surgió en este contexto para describir la conquista y dominio de territorios extranjeros con fines económicos y políticos. Existieron debates sobre las causas del imperialismo y su rel
El documento describe la era del imperialismo entre 1875 y 1914. Durante este período, la mayor parte del mundo fuera de Europa y América fue dividida y gobernada formal o informalmente por las potencias imperialistas de Europa y Estados Unidos. Se establecieron nuevos imperios coloniales en África y Asia, y se expandieron los imperios existentes. El término "imperialismo" surgió en este contexto para describir la conquista y dominio de territorios extranjeros con fines económicos y políticos. Existieron debates sobre las causas del imperialismo y su rel
El documento describe la era del imperialismo entre 1875 y 1914. Durante este período, la mayor parte del mundo fuera de Europa y América fue dividida y gobernada formal o informalmente por las potencias imperialistas de Europa y Estados Unidos. Se establecieron nuevos imperios coloniales en África y Asia, y se expandieron los imperios existentes. El término "imperialismo" surgió en este contexto para describir la conquista y dominio de territorios extranjeros con fines económicos y políticos. Existieron debates sobre las causas del imperialismo y su rel
El mundo de la economía era marcado por los países capitalistas
desarrollados, en el que los *avanzados* dominarían a los *atrasados* en un mundo imperialista. El periodo transcurrido entre 1875 y 1914 se lo puede calificar como era del imperio no sólo porque en él se desarrolló un nuevo tipo de imperialismo, sino también por un motivo anacrónico; porque éste fue el periodo de la historia moderna en el que hubo gran número de gobernantes que se autotitulaban oficialmente “emperadores” o que eran considerados por los diplomáticos occidentales como merecedores de ese título. En Europa se reclamaban ese título los gobernantes de Alemania, Austria, Rusia, Turquía y el Reino Unido/India. Dos de ellos (Alemania y el Reino Unido/India) eran innovaciones del decenio de 1870. Compensaban la desaparición del “segundo imperio” de Napoleón III en Francia. Fuera de Europa, se adjudicaba ese título a los gobernantes de China, Japón, Persia y a los de Etiopia y Marruecos. El periodo que estudiamos es una era en la que aparece un nuevo tipo de imperio, el imperio colonial. Entre 1880 y 1914, la supremacía económica y militar de los países capitalistas quería convertir esa supremacía en una conquista, anexión y administración formales. La mayor parte del mundo ajeno a Europa y al continente americano fue dividido formalmente en territorios que quedaron bajo el gobierno formal o bajo dominio político informal de uno o una serie de estados; fundamentalmente Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, los Países Bajos, Bélgica, los EEUU y Japón. Las víctimas de ese proceso fueron los antiguos imperios preindustriales supervivientes de España y Portugal. Pero la supervivencia de los más importantes territorios portugueses en África (Angola y Mozambique), que sobrevivirían a otras colonias imperialistas, fue consecuencia, sobre todo, de la incapacidad de sus rivales modernos para ponerse de acuerdo sobre la manera de repartírselo. No pasó lo mismo con los restos del imperio español en América (Cuba, puerto Rico) y en el Pacífico (Filipinas) de los Estados Unidos en 1898. La mayor parte de los grandes imperios de Asia se mantuvieron independientes, aunque potencias occidentales establecieron en ellas “zonas de influencia”. Se daba por sentada su indefensa militar y política. Si conservaron su independencia fue porque resultaban convenientes como estados-tapón (como ocurrió en Siam -la actual Tailandia-, que dividía las zonas británica y francesa en el sureste asiático, o en Afganistán, que separaba al Reino Unido y Rusia), por la incapacidad de las potencias imperiales rivales para acordar una fórmula para la división, o bien para su extensión. El único estado no europeo que resistió con éxito la conquista colonial formal fue Etiopia, que pudo mantener controlada a Italia, la más débil de las potencias imperiales. Dos grandes zonas del mundo fueron divididas: África y el Pacífico. No quedo ningún estado independiente en el Pacífico; totalmente dividido entre británicos, franceses, alemanes, neerlandeses, norteamericanos y a escala modesta, japoneses. En 1914, África pertenecía en su totalidad a los imperios británico, francés, alemán, belga, portugués y secundariamente español; con excepción a Etiopía y de una parte de Marruecos que todavía resistía la conquista total. En Asia existía una zona amplia nominalmente independiente; los imperios más antiguos ampliaron sus posesiones: el Reino Unido, anexionando Birmania a su imperio indio, reforzando la zona de influencia en el Tíbet, Persia y la zona del golfo pérsico; Rusia, penetrando Asia central y con menor éxito la zona de Siberia lindante con el Pacífico en Manchuria; Países Bajos, estableciendo su control en las regiones más remotas de Indonesia. Se crearon dos imperios nuevos: el primero, por la conquista francesa de Indochina, iniciada por Napoleón III; el segundo por parte de Japón a costa de China en Corea y Taiwán (1895) y más tarde a costa de Rusia (1905). En 1914, el continente americano estaba en misma sintonía que en 1875 o en el decenio de 1820: era un conjunto de repúblicas soberanas con excepción de Canadá y el Caribe. Este conjunto de repúblicas soberanas eran del punto de vista económico dependencias del mundo desarrollado; ni siquiera la potencia estadounidense intentó conquistarla y adminístrala, sus únicas anexiones fueron Puerto Rico (Cuba consiguió una independencia nominal) y una estrecha franja en el canal de Panamá. En América Latina, la dominación económica y presiones políticas se realizaban sin una conquista formal. El continente americano fue la única gran región del planeta en la que no hubo una seria rivalidad entre las grandes potencias. Ese reparto del mundo era también un fenómeno nuevo. Entre 1876 y 1915, una cuarta parte de la superficie del planeta fue distribuida o redistribuida en forma de colonias entre media docena de estados. Reino Unido con 10 millones de km2, Francia con 9 millones, Alemania con más de dos millones y medio y Bélgica e Italia algo menos. EEUU, obtuvo unos 250.000 km2 de nuevos territorios a costa de España. Las antiguas colonias africanas de Portugal se ampliaron, España salió perdiendo ante los Estados Unidos pero consiguió algunos territorios en Marruecos y el Sahara occidental. Las anexiones imperialistas de Rusia, se realizaron a costa de los países vecinos pero perdió algunas posesiones debido a Japón. De los grandes imperios coloniales, solo los Países Bajos no pudieron o no quisieron anexionarse a nuevos territorios, aunque amplio su control sobre las islas indonesias. En cuanto a las potencias pequeñas coloniales, Suecia, liquidó la única colonia que conservaba, una de las Islas Occidentales, vendiéndola a Francia; y Dinamarca actuó de igual manera pero conservó Islandia y Groenlandia como dependencias. Los observadores del panorama mundial a fines del decenio de 1890, analizaron que esto parecía ser una nueva fase en el modelo general del desarrollo nacional e internacional, pero consideraron que la creación de los imperios coloniales era solo uno de sus aspectos. Para los observadores ortodoxos se abría una nueva era de expansión nacional en la que era imposible separar con claridad los rasgos políticos y económicos y en donde el estado desempeñaba un papel importante cada vez más fundamentalmente en los asuntos domésticos como en el exterior. Los observadores heterodoxos analizaban esta nueva era como una nueva fase del desarrollo capitalista que surgía de diversas tendencias; el más influyente de esos análisis se lo conocería pronto como “imperialismo”. No hay duda que el término imperialismo se incorporó al vocabulario político y periodístico durante la década de 1890 mediante debates que se desarrollaron sobre la conquista colonial; fue entonces cuando adquirió, en cuanto a concepto, la dimensión económica que no ha perdido desde entonces. Los emperadores y los imperios eran instituciones antiguas, pero el imperialismo era un fenómeno totalmente nuevo. El término se incorporó a la política británica a partir de 1870 y finales de ese decenio era considerado como nuevo en la lengua. En la década de 1890 el término se generalizó y en 1900, los intelectuales comenzaron a escribir libros sobre ese tema, la palabra imperialismo estaba según el autor liberal británico J.A. Hobson “en los labios de todo el mundo… y se utiliza para indicar el movimiento más poderosos del panorama político actual del mundo occidental” en fin, el imperialismo como termino se consideraba una novedad y como tal fue analizado. Los debates de este tema son apasionados, densos y confusos, y la primera tarea del historiador es de aclararlos para que sea posible analizar el fenómeno que realmente es. La mayor parte de los debates se centraron en el marxismo debido a que es un tema que levanta fuertes pasiones. El análisis del imperialismo crítico por Lenin se convertiría en un elemento central del marxismo revolucionario de los movimientos comunistas a partir de 1917 y también de los movimientos revolucionarios del “tercer mundo” Lo que ha generado debate también es que este término conlleva una connotación peyorativa, a diferencia de por ejemplo el término “democracia”; el imperialismo es una actividad que habitualmente se desaprueba. En 1914, muchos políticos se sentían orgullosos al llamarse imperialistas, pero a lo largo de ese siglo los que así actuaban han desaparecido casi por completo. En el análisis leninista, definía que el nuevo imperialismo tenía sus raíces económicas en una nueva fase capitalista que acudiría a la división territorial del mundo entre las grandes potencias capitalistas. Las rivalidades existentes entre los capitalistas que fueron causa de esa división también engendraron la primera guerra mundial. Los análisis no marxistas pintaban de otra forma, negaban que el imperialismo tenga raíces económicas importantes, que la explotación de las zonas atrasadas fuera fundamental para el capitalismo y que tenga efectos negativos sobre las economías coloniales. También afirmaban que el imperialismo no desembocó por rivalidades entre las potencias ni que tuvo consecuencias sobre el origen de la primera guerra mundial. Se desligaban de explicaciones económicas, tirándose por aspectos psicológicos, ideológicos, culturales y políticos. Al margen de estos análisis, el historiador lo primero que tiene que dejar sentado el hecho evidente que no se negó en la década de 1890, de que la división del mundo tenía una dimensión económica. El acontecimiento más importante del siglo XIX es la creación de una economía global que se insertó de forma progresiva que vinculaba a países desarrollados entre sí y con el mundo subdesarrollado. Esta globalización de la economía no era nueva pero continuó incrementándose entre 1875 y 1914. La red de transportes posibilito que las zonas más atrasadas y marginales se incorporen a la economía mundial y también experimentaron un nuevo interés sobre estas. Ahora eran accesibles y parecían a primera vistan extensiones potenciales del mundo desarrollado que estaban siendo colonizadas por europeos, haciendo expulsar o retroceder a habitantes nativos creando ciudades y a su tiempo la civilización industrial. El desarrollo tecnológico dependía de materias primas. El motor de combustión interna, necesitaba petróleo y caucho. El petróleo procedía casi en totalidad de los EEUU y de Europa, pero los pozos petrolíferos del Oriente Medio ya eran objeto de enfrentamiento y negociación diplomáticos. El caucho era un producto tropical, lo podían ubicar en las selvas del Congo y del Amazonas. El estaño procedía de Asia y Suramérica. Metales no férricos que antes carecían de importancia se encontraban en partes del mundo desarrollado sobre todo en EEUU. Las nuevas industrias del automóvil y eléctricas necesitaban metales como el cobre; sus principales reservas y productores importantes que se la conocería más tarde como tercer mundo (finales del siglo XX), se ubicarían en Chile, Perú, Zaire, Zarambia. Existía una constante demanda de metales preciosos que extraían de Suráfrica, convirtiéndose en el principal productor de oro del mundo. Las minas fueron pioneros al mundo del imperialismo. Aparte de las demandas tecnológicas, el crecimiento del consumo de masas significo una rápida expansión del mercado en productos alimenticios. El mercado estaba dominado por productos básicos de la zona templada, cereales y carne que se producían a muy bajo coste y en grandes cantidades en diferentes zonas de asentamiento europeo en Norteamérica y Suramérica, Rusia y Australasia. Pero también transformo el mercado de productos los “productos coloniales” que se vendían en tiendas del mundo desarrollado: azúcar, café, té, cacao y sus derivados. Gracias a la rapidez del transporte y a la conservación llego en abundancia frutas tropicales y subtropicales dando aparición a las “repúblicas bananeras”. Las plantaciones, explotaciones y granjas eran el segundo pilar de las economías imperiales. Los comerciantes y financieros metropolitanos eran el tercero.
El Imperio británico: Una guía fascinante sobre el Imperio británico y la Era de los Descubrimientos, el comercio transatlántico de esclavos, las Américas, la India y la Primera Guerra Mundial