En educación parvularia, donar la palabra es donar ciudadanía
Los párvulos tienen una voz propia que merece ser escuchada y respetada en nuestra sociedad, pues
solo así se promueve al niño como ciudadano activo.
Las Bases Curriculares de Educación Parvularia
(MINEDUC, 2001) cuentan con un Núcleo de
Aprendizaje que abarca la convivencia en este
nivel educativo. Sin embargo, es posible ver
que las prácticas educativas impartidas no
promueven formas de participación dentro del
aula (Valverde, 2004). Entonces ¿cuándo
comenzaremos a velar por la democracia en las
salas de educación parvularia? Una educación
de párvulos para la ciudadanía involucra donar
la palabra a los niños y niñas, ya que a través de
este gesto, se inauguran como sujetos políticos.
Al donar la palabra, la educación cambia
hacia un sentido más amplio. A esto me
refiero a que, en este momento,
interviene una pedagogía que actúa como
“punto de encuentro entre alteridades”
(Maturana, s.f., s.p.). Así, la palabra del
sujeto al cual ella ha sido donada puede
ser acogida y respetada. En base a esto,
Maturana (s.f.) señala que es en esta
situación donde se abre la oportunidad
para la formación de “niños capaces de
tomar decisiones desde sí mismos, Por Sofía Molina
capaces de respetarse y respetar a los
demás, capaces de aprender cualquier cosa”
(s.p.). Como consecuencia de esto, se verá al
párvulo como ciudadano democrático, activo y
responsable.
Sumado a esto, me gustaría citar a la filósofa
Hannah Arendt (1958), quien postula que la
condición para ser sujeto político se da en el
encuentro con otros, gracias a dos motivos que
surgen luego de la natalidad: la acción y la
palabra. Ahora bien, solo el primero de estos
requisitos está garantizado desde el
nacimiento, pues este hecho en sí conlleva
movimiento. Por lo que postulo aquí que
depende de la educación parvularia el que los
párvulos logren completarse como sujetos
políticos. Es a través de las oportunidades de
participación que les entregamos y, a través del
acto de tomar la palabra de ellos, que se está
(re)conociendo al niño y su infancia en este
espacio de interacción.
Sin embargo, la multiplicidad de cambios
culturales en la sociedad chilena, ha provocado
cierto desarraigo afectivo a la democracia. En
palabras de Lechner (2002), esto quiere decir
que existe cierta desvinculación emocional ante
el imaginario colectivo que concierne al modo
de convivir y afectaría a la democracia. Dentro
del aula, esto se expresa a través de “las
interpretaciones que las personas adultas
tienen de la infancia y de lo que son y deberían
ser los niños” (Mayall, 1996 en Dahlberg, Moss
& Pence, 2005, p. 75). Por lo tanto, el párvulo es
visto en esta separación social como
reproductor de la cultura dominante
(Dahlberg, Moss & Pence, 2005). Según
esto entonces, ¿bastará con el simple
acto de dar la palabra?
La educación parvularia puede
enfrentar este desafío cultural desde
una mirada educativa en comunidad,
en la que la institución para la primera
infancia es pensada como foro de la
sociedad civil (Dahlberg, Moss &
Pence, 2005). Al concebir aquello, se
promueven condiciones de
aprendizaje que potencian a las personas a
“hablar, para participar en un diálogo, para
compartir sus historias y luchar juntos dentro
de unas relaciones sociales que fortalezcan las
posibilidades de la ciudadanía activa” (Giroux,
1989, en Dahlberg, Moss & Pence, 2005, p.
121).
En conclusión, la formación de futuros
ciudadanos y ciudadanas conlleva
encontrarnos con la alteridad y ser capaces de
acoger y donar la palabra desde la primera
infancia. Dependerá de la educación parvularia
y de sus profesionales crear oportunidades en
las que esto ocurra, y así, forjar sociedades
justas y democráticas. Como futuros y futuras
profesionales de la educación queda en
nuestras manos darle el poder al niño de
participar, y así, ir fortaleciendo y retejiendo
vínculos sociales a través del gesto de donar la
palabra.