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Lección 3
Texto focal: 1 Corintios 2:14-3:16
Resumen
Envidia y contienda entre los Corintios impidió su juicio moral y espiritual. Fue, pues necesario para
Pablo darles un entendimiento apropiado del papel de los apóstoles en la obra de Dios.
Todos nosotros nos encontramos en situaciones donde interés propio nubla nuestro juicio. Las
Escrituras nos enseñan claramente que el amor al dinero nubla nuestro juicio y llega a ser “raíz de
todos los males” (1 Timoteo 6:10). Otros intereses y necesidades propios – la codicia por poder, por
ejemplo, y el deseo de ser altamente estimado en alguna ocasión social – hará lo mismo por nosotros.
Primero, nuestro orgullo distorsiona nuestro juicio, y hacemos malas decisiones. Segundo,
construimos argumentos – usando criterio erróneo – para justificar nuestras malas decisiones. Nos
encontramos argumentando con amigos y socios. Estas dinámicas son una antigua historia humana
y eran características de la situación en Corinto. Un espíritu de arrogancia y orgulloso había
encontrado su camino en la personalidad de la iglesia de Corinto. Sus disputas sobre apóstoles
favoritos produjeron división dentro de la iglesia (1 Corintios 1:11-12). La división llegó al punto de
un cierto juicio de superioridad de parte de algunos de la congregación. (Vea las varias referencias de
jactancia en 1 Corintios 1:29; 3:21; y 4:6-7). El “orgullo” había creado “contiendas” (3:3,), y la
contienda había producido argumentos de justificación propia.
Estos argumentos de justificación propia los llevó a atarse a sus apóstoles favoritos como una manera
de tratar de elevarse a sí mismos sobre los demás. Los Corintios, pues, adoptaron un estandarte
distorsionado –
Lo que Pablo llamó “el hombre natural” (2:14) es su manera de describir al individuo que
pertenece a la creación antigua. Pablo sabía que éste “presente siglo malo” (Gálatas 1:4,)
todavía florece. Pablo, aún sin embargo, también estaba consciente del nuevo orden que
ha principiado en Cristo (2 Corintios 5:16-17).
En ésas ocasiones previas, la falta de madurez de ellos había forzado a Pablo a hablarles en
maneras heléeme arias. Les había dado “a beber leche, y no vianda”. Porque aún no eran
capaces de recibirlo (3:2). De hecho, su continua actitud de división y necedades indicaba
que aún Pablo, no podía hablarle de asuntos espirituales profundos. Aún eran “carnales”
(3:3). La prueba de esto eran los “celos y contiendas” que aún existían entre ellos. Si eran
lo suficiente maduros para no comportarse cómo meros “hombres” (3:3, RV), es decir,
cómo hombres y mujeres que pertenecían al viejo orden, no estarían juzgando o evaluando
a Pablo ni Apolos, poniendo uno más alto que otro. Los que criticaban a Pablo por su
estilo de hablar, de hecho daban amplia evidencia de que no entendían el criterio espiritual
verdadero, pues aún pensaban y hablaban cómo si fueran parte de la vieja creación.
Perspectiva correcta de Pablo y Apolos, Siervos de Dios (3:5-16)
Los Corintios tenían percepciones incorrectas del papel de Pablo y Apolos. Por lo tanto,
Pablo presentó dos ilustraciones que describen su trabajo. Primero, Pablo llamó a los
Corintios, un campo. En dicho campo Pablo había inicialmente “plantado” el evangelio,
y Apolos había subsecuentemente “regado” la semilla (3:6). Ambos eran, por lo tanto,
“Servidores por medio de los cuales” los Corintios habían “creído” (3:5). El Señor en
su providencia había escogido utilizar a cada uno en su turno.
Pablo había fundado la iglesia y por lo tanto, era “padre a través del evangelio” de los
Corintios (4:15). Así pues, Pablo se refiere a sí mismo cómo el que había plantado la
semilla (del evangelio) en el campo de Dios. Apolos, quién siguió a Pablo, también,
había enseñado a los Corintios. Pablo describe el trabajo de Apolos cómo el de regar
la semilla. Aún sin embargo, dice, “el crecimiento lo ha dado Dios” (3:6). Comparado a
la obra de Dios en “causar el crecimiento”, ni Pablo cómo el que plantó, ni Apolos cómo
el que regó “es algo” (3:7). Fue ultimadamente la misericordia de Dios que había
producido la salvación de los Corintios.
Relativo al trabajo del Señor, Pablo y Apolos “son una misma cosa” (3:8). Cada uno
tuvo un papel diferente en la obra de Dios en traer el evangelio a los Corintios.
Entonces, “cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor” (3:8).