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Emilia Quintero
C.I: 27.196.342
Este ensayo tiene por objetivo una cosa, y esta es intentar poner en palabras lo que
es el viaje de una estudiante de psicología dentro del mundo de la psicología y sus muchas
divagaciones, reflexiones, opiniones, pensamientos y sobre todo sus sentimientos, porque
no hay nada más gratificante que sentir (y dejar sentir). Por otro lado, también quiero hablar
de amor, humildad, inseguridad, incertidumbre, errores y nada más y nada menos que de
aprendizaje, porque somos estudiantes no solo de una carrera universitaria, somos
estudiantes de vida. Siendo estudiantes de vida aprendemos que siempre podemos aprender,
claramente. Porque resulta que nos damos cuenta de que no sabemos nada en comparación,
por lo menos, con todo el conocimiento que hay en el mundo.
Y es que, está el hecho de que así como nos movemos a ese aprendizaje, mientras
nos movemos aprendemos, ¡Aprendemos todo el tiempo! Algo sabemos, al estar
escribiendo este ensayo, algo sé. Puedo recordar mis canciones favoritas y puedo recordar
cosas bastantes increíbles que plantearon algunos psicoanalistas como Lacan cuando
hablaba del amor y de la angustia, algo sé. Quizás no siempre recuerdo lo que más quiero
recordar en el momento, pero siempre puedo recordar por qué hago lo que hago y sentirme
inspirada por ello. La respuesta es simple: Por amor. Te dejo a ti, que lees esto la siguiente
pregunta: ¿Por qué haces lo que haces? Si no es por amor y convicción, ¿Por qué lo haces?
Ahora, volviendo al tema del aprendizaje quiero relacionarlo con por qué hago lo
que hago y ya que respondí que hago lo que hago por amor, quiero comenzar partiendo con
una frase del libro de Cornejo (2010):
La Psicoterapia es cuestión de piel, cuestión de poros y de olfato. Si no ponemos a
disposición del paciente nuestro pellejo, nuestros afectos, nuestra energía, más vale
no intentarlo. Tal vez esto sea para algunos algo exagerado; para otros, no tan
necesario; pero para ellos, los pacientes, es algo primordial (p. 10).
¿Por qué el no saber? Bueno, por lo menos, a mi me pasa que cuando no sé darle
una explicación a algo no me rindo hasta saber, cuando no sé algo sobre un caso trato de
verlo del todo a las partes y de las partes al todo, cuando no sé que tratamiento es el más
adecuado leo y leo hasta cansarme, porque necesito esa respuesta pero más que necesitarla
yo, la necesita un otro. Ese otro que viene herido y que necesita de toda la disposición
posible que yo pueda ofrecer, no para que yo lo cure, sino para acompañarlo a curarse.
Porque si, he estudiado y tengo conocimientos que no son tan comunes para otros, pero
realmente el poder de un psicólogo no radica ahí. No se trata de vernos como dioses, como
quienes todo lo saben, porque resulta que sabemos lo mismo que quien acude a consulta. Y
como platea Cornejo (2010):
El terapeuta no debe entenderlo todo, saberlo todo. Cuanto más tonto sea, más
sabio y buen terapeuta será. “¿Cómo se come eso?”, te estarás preguntando. Pues
muy sencillo. El sitio del terapeuta es un sitio muy peligroso, muy arriesgado. Es
muy fácil creerse el dueño de la razón, el que todo lo sabe, el que todo lo dice (p.
41).
Así, somos humildes porque aceptamos que no sabemos más que quien está en
frente de nosotros y que debemos esforzarnos por aprender mucho más y, sentimos amor
porque estamos ante un ser humano herido, quizás igual de herido como estuvimos una vez
nosotros. Es así como, aceptando nuestra vulnerabilidad y validando la del otro, aceptando
que poco sabemos y animando al otro a saber, se puede comenzar el proceso terapéutico en
el cual, vuelvo a repetir, debemos darlo todo y aprovechar que siempre estará lleno de
aprendizaje. Y entonces, ¿De dónde radica el poder del psicólogo? Yo podría decir que del
no saber y poder hacer a partir de ello.
Sin embargo, en toda ocasión no se trata de eso. La psicología y ser psicólogo trata
de muchas cosas, iremos paso a paso. En primera instancia quiero comenzar por los
pacientes, aquellos que vienen a consulta con un engina no tan enigma y que como lo
plantea Cornejo (2010) “son personas que a pesar de sus sufrimientos y malestares tienen la
paciencia de comprendernos y aceptarnos” y podría decir que, nosotros también a ellos, en
ese proceso de mirar el enigma y acompañar en todo el proceso de comprensión del mismo.
Es con base en ello que puedo decir que he tenido la oportunidad de vivir con los pacientes
en mis pasantías ese proceso de comprensión mutua, con algunos más que con otros. Hay
algunos que comprenden que los dos estamos aprendiendo dentro del trabajo que hacemos,
que a veces yo no tengo respuestas y ellos sí.
Así como hay otros que no comprenden y no buscan comprender, sin embargo,
nunca hay un fin totalitario y soy creyente de la transformación del ser humano, creo que
aquel que tanto resiste puede ceder. Es que la resistencia siempre puede caer y podemos ser
niños de nuevo, y no digo “niños” porque estos sean débiles o vulnerables. Digo “niños”
porque los niños son transparentes, mantienen su corazón lleno de esperanza y se
mantienen llenos de asombro ante la vida. Un niño fácilmente te dice que algo no le gustó
y no ve lo malo en ello. Una persona adulta difícilmente lo puede decir cara a cara. Un niño
aún espera por esa salida prometida, aunque probablemente no llegue. Un niño se asombra
al ver un perro, un adulto puede pensar “va, es un perro, ¿y qué?”.
Es así como para mí, el mundo de los niños me parece hermoso e increíble, no
obstante, puede ser complicado dentro de la terapia. Puesto que, en mi caso con los niños,
llegan muchos que simplemente no desean estar en el consultorio o están convencidos de
que su conducta es adecuada, porque son llevados por los padres o porque no sienten que
necesiten ayuda. Sin embargo, yo pienso que no es por el hecho de no querer comprender
en sí que está pasando, yo pienso que es más por como ha venido funcionando el niño y su
anticipación ante las relaciones quizás por como ha sido herido. En fin, hay muchos
motivos por los que el niño el traído a consulta, por lo menos Oaklander (2008) plantea que
el niño viene a terapia porque le cuesta establecer un buen contacto con las personas a su
alrededor o porque tiene un pobre sentido de sí mismo. No obstante, puede quedarse corto
para el sin fin de motivos que pueden llegar.
Por otra parte, retomando el tema principal del ensayo hablemos sobre la base para
ser psicólogo que desde mi posición está en el no saber y hacer con ello, también tenemos
lo planteado por Cornejo (2010) quien propone que la base para ser psicólogo o
psicoterapeuta esta en el amor, puesto que no se puede ayudar ni tratar de arreglar algo
ajeno, algo tan del paciente, si antes no lo amamos. Lo cual desde mi escasa experiencia he
podido vivir plenamente, porque desde mi primer día en pasantías estuve muy emocionada
y cuando llegó mi primer paciente quien fue una niña de cuatro años que apenas me miraba,
sentí un amor inmenso y me di cuenta de que estuve esperando por poder ser en un lugar
como en el que estoy, donde dejo de dormir por planear juegos, por recortar tarjetas, por
leer para poder hacer en las consultas, en donde lo doy todo en cada consulta y al final del
día me duele hasta el cabello.
No obstante, me doy cuenta de que lo sigo haciendo porque lo amo y amo a mis
pacientes, aunque no sea psicólogo les digo mis pacientes porque son ellos quienes están
conmigo y yo con ellos en un trabajo que más que serio, es sumamente delicado, intimo y
personal, y decir que solo es una práctica para lo que yo podría realizar en un futuro no me
parece lo más adecuado. Siento que desde ya, estamos probando lo que es ser psicólogos y
debemos, aunque no lo seamos, tomar las grandes responsabilidades que implica como si
ya estuviésemos ejerciendo. No es un periodo de prueba, es un periodo de hacer en donde
debemos darlo todo o nada, y sobre todo en donde debemos amar.
Por otro lado y de forma breve, quiero comentar sobre mi espacio de terapia, en lo
cual no pude estar más de acuerdo con Loretta sobre su opinión de que se le debe poner
amor al momento de crearlo. Ya que esto es lo primero que percibe el paciente al llegar y
en donde vamos a realizar cosas maravillosas en conjunto con los pacientes, por ello, el
consultorio según Cornejo (2010) debe decorarse según la personalidad de cada persona y
acorde a el modo de ser donde nos sentimos cómodos nosotros, para que podamos ser y que
el otro se permita ser a sí mismo.
Porque como dije, no se trata solo mirar desde lo científico, porque si, estudiamos a
Freud, estudiamos a Beck, a Rogers, etc. Pero es que el ser humano es muchas cosas más, y
no se trata solo de teorizar y quebrar para obtener información, como diría Cornejo (2010)
“¿Y cuál es nuestra función?, ¿fastidiarlos más de lo que ya están?, ¿ser duros, distantes,
amargos, ansiógenos con nuestros silencios, para que se quiebre un poquito más de lo que
ya viene?”, se trata también de comprender y acompañar, a veces poco nos pueden servir
las teorías, a veces solo sirve ser humanos. Así, aunado a lo anterior me pregunté:
¿Entonces, que aporta el ser humano a la psicoterapia?, no obstante Loretta me respondió
en el siguiente capítulo, en donde habla sobre el clima emocional y como este es aquello
que el terapeuta le brinda al paciente para que éste se sienta cómodo, aceptado,
comprendido y en confianza para que así desde ello pueda abrirse y trabajar sus heridas
(Cornejo, 2010).
De igual forma, me llamó mucho la atención lo que plantea Loretta en este capítulo
del clima emocional, puesto que habla sobre cómo reaccionan los pacientes ante el clima
emocional cálido que puede crear el terapeuta, puesto que hay algunos que simplemente
reaccionan de una forma agresiva ya que así es como han venido funcionando, no confían
en esa calidez porque están acostumbrados a un trato que no es agradable, al rechazo
(Cornejo, 2010). Leer eso me hizo sentir comprendida y me hizo comprender, que no
siempre es culpa del terapeuta si el paciente reacciona mal, a veces es la forma en la que
puede. Por otro lado, me hizo comprender la situación de una de las últimas consultas que
tuve, en donde una paciente de apenas 5 años me grito que me odiaba, a pesar de que he
tratado de mantener siempre un clima cálido.
Sin embargo, ante sus groserías u odio siempre trato de transmitirle mi amor y
hacerle entender que estoy ahí, que comprendo y que podemos empezar a tumbar las
barreras juntas, que podemos expresar rabia y que podemos llegar a acuerdos. No obstante,
sé que es poco a poco y que esa resistencia caerá en el momento adecuado. Mientras tanto,
pienso en una frase que vi en estos días y que dije que pondría en este ensayo, que decía
algo como que el universo quiere librarse y por ello manifiesta el caos. Ahora, me gusto la
idea de llevar esa frase a la psicoterapia infantil, pensando que así pasa con el universo que
son los niños, buscan desde tempranas edades librarse de tantas cosas que manifiestan el
caos de la manera en la que pueden. Por ello, el clima emocional es sin duda la base para el
vínculo de toda psicoterapia aunque no sepamos cómo reaccionará el paciente, siempre es
necesario intentar hacerlo lo mejor posible.
Por otro lado, quiero hablar sobre algo que ha sido muy mencionado por Lacan en
sus seminarios: La Cura. Por una parte Loretta plantea la Cura como lo que es, sanar. No
obstante, pienso que se debe manejar este tema con cuidado en terapia, puesto que hay
pacientes que acuden por la principal fantasía de la cura, sueñan con el día en que esta
llegue y no disfrutan la trayectoria de lo que sanar implica, lo cual, va a dificultar el mismo
proceso de cura. Entonces, para resumir lo que implica la cura, según Cornejo (2010) es
aprender un nuevo idioma, en donde el paciente debe ir con todo y tropiezos buscando esa
nueva forma de funcionamiento, ese nuevo lenguaje, quizás no dejando atrás lo anterior
vivido, pero si aprendiendo nuevas formas de adaptación al mundo. Nuestro deber en ese
caso, y como he venido mencionando, es acompañar a esa construcción de las nuevas
formas.
Así mismo, al principio siempre sentía gran ansiedad sobre que decir, porque sí,
organizo mis sesiones, pero a veces dan un giro de 90 grados. Por otra parte, a veces sentía
gran ansiedad por los silencios, luego encontré que son necesarios para que el paciente
piense y pueda emitir más de lo que siente, también experimente el llanto de mis pacientes
ante el cual solo pude responder tomándolos de la mano y dejándoles su tiempo para hablar.
Porque resulta ser que también según lo que plantea Cornejo (2010) la psicoterapia se basa
en respetar en respetar los tiempos de cada paciente, no todos confían en primera instancia,
no todos tienen el mismo de trabajo, no todos son organizados, no todos saben poner en
palabras lo que sienten, etc. La idea de ser psicólogos y enfrentarnos ante la incertidumbre
de no saber implica todos estos aspectos, porque realmente tenemos a un ser humano
delante de nosotros lleno de la misma incertidumbre que tenemos.
Entonces, lo importante no es intentar buscar todas las respuestas por nosotros, sino
que se trata de cómo mencioné anteriormente, que el paciente elabore las respuestas en el
tiempo debido, con nuestra compañía, con nuestro amor, con nuestra confianza y calidez.
Porque como plantea Cornejo (2010):
Es decir, el paciente viene por uno o muchos enigmas, que pueden venir de la
infancia, para los cuales se queda sin palabras, para los cuales solo tiene señas, metáforas.
Sin embargo esto ayuda también dentro del proceso terapéutico, porque ya que hay cosas
que no pueden ponerse en palabras, como la angustia, tenemos quizás, el arte. Siendo el
arte un medio de expresión más allá de las palabras. Por ello a mis pacientes siempre les
pregunto que les gusta hacer, algunos me dicen que les gusta escribir, otros me dicen que
les gusta la música, otros dibujar y así, y realmente hay gran cantidad de cosas que eso
puede revelar más que las palabras, no necesariamente para mí, sino para ellos los pacientes
quienes tienen tanto por decir y pocas palabras para expresarlo.
Ahora, ¿Cómo así? Pues, según lo que leí para aprender a escuchar solo se necesita
una cosa, y es entregarse totalmente al momento de terapia, es saber manejar las
interferencias que se pueden presentar y ser capaz de recibir lo que el otro nos dice tal cual
lo dice, sin buscar teorizarlo en primera instancia. Es simplemente escuchar, lo cual no es
una tarea fácil, porque a veces oímos lo que dice una persona pero no escuchamos
verdaderamente. No obstante, por otra parte a veces es conveniente no escuchar, ¿A que se
debe esto?
A veces, los pacientes pueden hablar por un largo rato y divagar en muchos temas, y
nosotros como estudiantes prestamos más atención a ello, claramente. Pero entonces
pasamos por alto la conducta no verbal. Aquella que puede decir todo y nada a la vez, pero
que en ocasiones es más conveniente no escuchar y ponerse a observar. Pongo el ejemplo
de uno de mis pacientes, que me dice que todo está bien, pero en las consultas entra
llorando. Es claramente una conducta muy obvia a observar, pero entonces, ¿Qué hacer
como psicólogos? Entendiendo que prestar atención a las conductas no verbales es vital en
todo proceso terapéutico, te dejo esa pregunta a ti. Y así, entonces tenemos: escuchar y no
escuchar. La cuestión con ello es como lo usemos.
Por otra parte, ya casi para finalizar, quiero adjuntar lo siguiente planteado por
Cornejo (2010):
Si no tenemos una razón para vivir, ¿Qué sentido tiene la vida? La existencia
necesita un propósito, y éste consiste en ser capaces de soportar el sufrimiento de la
vida con dignidad. El propósito nos da una razón para continuar, pero el significado
debe calar en nuestro corazón, no en nuestra mente. Debemos comprender el
significado de nuestro sufrimiento (p. 23).
Así, a lo largo del ensayo se han podido observar gran cantidad de cosas que debe
tener en cuenta el psicólogo que “no sabe” dentro del proceso terapéutico. Si miramos todo
lo anterior con detenimiento, algo sabemos ¿No? Claramente quedan muchas cosas por
aprender, pero el no saber nos mueve. Nos mueve por amor a lo que hacemos y el amor a
nuestros pacientes, es esa falta de saber que nos moviliza mediante el deseo. Diría yo
entonces que la función de no saber es aquello que nos hace ser como psicólogos, porque
no siempre sabemos pero queremos saber para poder explicar, entender y acompañar.
Entonces, yo presento como el psicólogo debe cumplir con una serie de aprendizajes
y cualidades que le hacen humanizar la terapia, porque al fin y al cabo somos seres
humanos ante otros seres humanos. Dándose el hecho de que al ser humildes en cuanto a
nuestro saber, aceptando que no siempre sabemos, nos mostramos humanos, cosa que es
primordial en el proceso terapéutico puesto que le otorga esa calidez al clima emocional
que se crea entre terapeuta y paciente.
Por otro lado, yo planteo que para ser psicólogo es vital la falta de saber, porque ello
nos mueve a querer más en nuestro campo, a buscar entender más e indagar más, pero no
con el fin de mostrarnos como dioses ante los pacientes, sino con el fin de ofrecerles el
mejor acompañamiento posible, puesto que de nada sirve la teoría si no hay trato humano y
sobre todo, en lo cual concuerdo con Loretta, el Amor. ¿Qué más, además del amor y de la
falta de saber, nos hacer ser como psicólogos?
Bibliografía
Cornejo, L. (2010). Cartas a Pedro. Editorial Desclée de Brouwer, S.A.
Ediciones, S.I.