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Literatura de viajes en el siglo XIX

Las narrativas de viajes permiten reconocer descripciones, impresiones y percepciones de


carácter cultural de un territorio determinado, haciendo evidente el paso del viajero por
lugares comunes en donde éste espera encontrar nuevas experiencias, de las cuales plasma
diferentes escritos descriptivos y en muchos casos, alejados de la noción de ciencia, en
tanto que no se trazan unos objetivos claros en sus diferentes expediciones.
El carácter testimonial de los relatos de viajeros suele estar acompañado no solamente de
un acercamiento cultural de lo lejano, sino que, en ocasiones de perjuicios, que en muchos
de los casos se construyen en su lugar de origen.
Ahora bien, las observaciones de dichos viajeros se asientan en diferentes ocasiones en lo
“exótico”, que influye en el establecimiento de una ruta o método, priorizando elementos
físicos del territorio pues permiten la comprensión de aquella distancia cultural y su
traducción en algo más familiar
1 La distancia cultural en esta investigación se concibe no solo en términos de la lejanía
física, pues puede decirse que el viajero conserva en sus referentes de América una noción
de raza, barbarie y geografía inhóspita. Que contrasta con su imagen de civilización y sus
acervos de corte europeo. Esto se da gracias a los diferentes relatos y tradición oral que
provienen de los conquistadores, entre otros.
Se reconoce dicha percepción de distancia cultural y su construcción de imágenes, que dan
a entender el cómo está constituido un territorio, aquí adquieren gran relevancia los
diferentes mitos culturales y sus representaciones marginales, dadas en elementos como la
religión, la lengua, las costumbres y demás comportamientos. En la segunda mitad del siglo
XVIII, todas las expediciones, científicas o no, y todos los viajeros, científicos o no,
tuvieron algo que ver con la historia natural. La recolección de ejemplares, la construcción
de colecciones, la denominación de especies nuevas, el reconocimiento de las conocidas,
todo ello llegó a ser un tema obligado en los viajes y en los libros de viajes.
Adicionalmente, los diferentes viajes y su posterior publicación escrita quedan en manos
de diplomáticos quienes utilizan cuadernos de notas y se enfocan en un primer momento en
los elementos de la naturaleza, en la que prevalece la estructura de una forma “literaria
refinada”, narrativa de naturalistas que toma fuerza a lo largo del siglo XIX, y el uso de la
técnica del dibujo como elemento descriptivo.
La sistematización de los diferentes viajes o expediciones se dan por medio del ejercicio
narrativo en textos y por difusión oral, que conlleva a que los viajes se conviertan en
referencia de conocimiento del nuevo mundo a lo largo de los siglos XVIII y XIX.
Por otro lado, se crea una llamada literatura de supervivencia, en la que se describen
nociones del viaje, sus dificultades y peligros, además de la representación de maravillas y
curiosidades, que en momentos se alejan de la perspectiva de lo científico, pues no solo
abarca la descripción de especies u otros elementos, sino que además prestan atención al
conocimiento de la gente, las costumbres y otras prácticas presentes en la población.
De esta manera, no solo se da una clasificación en términos de lo científico, la flora y la
fauna, sino que el ser humano se convierte en objeto de estudio, ya que se establece su
representación, en cuanto a su origen americano contrapuesto con el individuo europeo,
tanto en lo físico como en lo cultural,

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