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SOY UNA MISIÓN EN ESTA TIERRA

“Presiento que mi misión va a empezar: mi misión de hacer amar a Dios como


yo lo amo… Quiero pasar mi cielo haciendo bien en la tierra”.

 “Presiento que voy a entrar en el descanso… pero presiento sobre todo que mi
misión va a comenzar; mi misión de hacer amar a Dios como yo lo amo y de dar
mi caminito a las almas. Si Dios escucha mis deseos, pasaré mi cielo haciendo el
bien sobre la tierra”.

 “Tengo la confianza de que no voy a estar inactiva en el cielo. Mi deseo es


seguir trabajando por la Iglesia y las almas. Así se lo pido a Dios y estoy segura
de que me va a escuchar”.

 “Estoy segura de que escucharás mis deseos; lo sé, OH Dios mío, cuánto más
querés dar, tanto más haces desear. Siento en mi corazón deseos inmensos”. (Or.
6 Acto de Ofrenda)

 “Pienso en todo el bien que podré hacer después de la muerte: hacer que se
bauticen niños, ayudar a los sacerdotes, a los misioneros, a toda la Iglesia”.

 “¡Si supieras la cantidad de proyectos que hago y cuántas cosas haré cuando este
en el cielo…! Comenzaré mi misión”.

 “Nunca me ha parado nada en las manos, no va a ser en el momento de la muerte


que guarde algo para mí. Quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra”.

 “Te prometo, después de mi partida para la vida eterna, hacerte gustar la


felicidad que puede hallarse en sentir a un alma amiga cerca de si”.

MI CAMINITO

 “Mi camino es todo de confianza y amor; no comprendo a las almas que tienen
miedo de tan tierno amigo”

 “ “Jesús se complace en enseñarme su camino… el de la confianza y abandono


del niño que se duerme en los brazos de su Padre”.

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 Si todas las almas débiles e imperfectas sintieran lo que siente la más pequeña de
todas las almas, ni una sola perdería la esperanza de llegar a la cima de la
montaña del amor, pues Jesús no pide grandes hazañas, sino únicamente
abandono y gratitud… He aquí, pues, todo lo que Jesús exige de nosotros. No
tiene necesidad de nuestras obras, sino sólo de nuestro amor. Porque ese mismo
Dios que declara que no tiene necesidad de decirnos si tiene hambre, no vacila
en mendigar un poco de agua a la Samaritana. Tenía sed... Pero al decir: «Dame
de beber», lo que estaba pidiendo el Creador del universo era el amor de su
pobre criatura. Tenía sed de amor...

 “Yo no conozco otro camino que el amor. ¡Amar! ¡Qué bien hecho está para eso
nuestro corazón!”.

 “Confianza y abandono” (Poema El abandono)

EL AMOR

 La caridad me dio la clave de mi vocación. Comprendí que si la Iglesia tenía un


cuerpo, compuesto de diferentes miembros, no podía faltarle el más necesario, el
más noble de todos ellos. Comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que ese
corazón estaba ardiendo de amor. Comprendí que sólo el amor podía hacer
actuar a los miembros de la Iglesia; que si el amor llegaba a apagarse, los
apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar
su sangre...

 Comprendí que el amor encerraba en sí todas las vocaciones, que el amor lo era
todo, que el amor abarcaba todos los tiempos y lugares... En una palabra, ¡que el
amor es eterno...! Entonces, al borde de mi alegría delirante, exclamé: ¡Jesús,
amor mío..., al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor...!

 Lo sé, Jesús, el amor sólo con amor se paga. Por eso he buscado y hallado la
forma de aliviar mi corazón devolviéndote amor por amor. Tu amor es mi
martirio. Cuanto más él se enciende en mis entrañas, tanto más mis entrañas te
desean.

 Tú sabes, Dios mío, que yo nunca he deseado otra cosa que amarte. No
ambiciono otra gloria. Tu amor me ha acompañado desde la infancia, ha ido
creciendo conmigo, y ahora es un abismo cuyas profundidades no puedo
sondear.

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 El amor llama al amor. Por eso, Jesús mío, mi amor se lanza hacia ti y quisiera
colmar el abismo que lo atrae. Pero, ¡ay!, no es ni siquiera una gota de rocío
perdida en el océano... Para amarme como tú me amas, necesito pedirte prestado
tu propio amor. Sólo entonces encontraré reposo. Jesús mío, me atrevo a pedirte
que ames a los que me has dado como me has amado a mí.

 Este será mi cielo y mi destino: ¡¡Vivir de amor!!!

LAS PEQUEÑAS OBRAS

 “Las más pequeñas acciones hechas por amor, son las que cautivan el corazón de
Jesús. ¡Ah, si hubiese que hacer grandes cosas, cuánto se nos debería
compadecer1”

 “Solo el amor puede ensanchar mi corazón”

 Sí, así es como se consumirá mi vida... No tengo otra forma de demostrarte mi


amor que arrojando flores, es decir, no dejando escapar ningún pequeño
sacrificio, ni una sola mirada, ni una sola palabra, aprovechando hasta las más
pequeñas cosas y haciéndolas por amor...

 "Sigo teniendo la misma confianza audaz de llegar a ser una gran santa, pues no
me apoyo en mis méritos -que no tengo ninguno-, sino en Aquel que es la Virtud
y la Santidad mismas."

 "ser santa por la fidelidad en las cosas más pequeñas"

 "Soy un alma muy pequeña que no puede ofrecer a Dios más que cosas muy
pequeñas"

 "Sé muy bien que Dios no tiene necesidad de nadie para realizar su obra. pero
así como permite a un hábil jardinero  cultivar plantas delicadas y le da para ello
los conocimientos necesarios, reservándose para sí la misión de fecundarlas, de
la misma manera quiere Jesús  ser ayudado en su divino cultivo de las almas"

 "En el fondo del corazón yo sentía una gran paz, puesto que había hecho
absolutamente todo lo que estaba en mis manos para responder a lo que Dios
pedía de mí"

 "No tengo ya grandes deseos a no ser el de amar hasta morir de amor”

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 "Jesús déjame que te diga, en el exceso de mi gratitud, déjame sí, que te diga que
tu amor llega hasta la locura... ¿Cómo quieres, que ante esa locura, mi corazón
no se lance hacia ti? ¿Cómo va a conocer límites mi confianza?

Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo. Hay que
reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir,
vivificar, levantar, sanar, liberar.

Cristo resucitado y glorioso es la fuente profunda de nuestra esperanza, y no nos


faltará su ayuda para cumplir la misión que nos encomienda.

Como no siempre vemos esos brotes, nos hace falta una certeza interior y es la
convicción de que Dios puede actuar en cualquier circunstancia, también en medio de
aparentes fracasos, porque «llevamos este tesoro en recipientes de barro» (2 Co 4,7).
Esta certeza es lo que se llama «sentido de misterio». Es saber con certeza que quien
se ofrece y se entrega a Dios por amor seguramente será fecundo (cf. Jn 15,5). Tal
fecundidad es muchas veces invisible, inaferrable, no puede ser contabilizada. Uno
sabe bien que su vida dará frutos, pero sin pretender saber cómo, ni dónde, ni cuándo.
Tiene la seguridad de que no se pierde ninguno de sus trabajos realizados con amor,
no se pierde ninguna de sus preocupaciones sinceras por los demás, no se pierde
ningún acto de amor a Dios, no se pierde ningún cansancio generoso, no se pierde
ninguna dolorosa paciencia.

Todo eso da vueltas por el mundo como una fuerza de vida. A veces nos parece que
nuestra tarea no ha logrado ningún resultado, pero la misión no es un negocio ni un
proyecto empresarial, no es tampoco una organización humanitaria, no es un
espectáculo para contar cuánta gente asistió gracias a nuestra propaganda; es algo
mucho más profundo, que escapa a toda medida. Quizás el Señor toma nuestra
entrega para derramar bendiciones en otro lugar del mundo donde nosotros nunca
iremos. El Espíritu Santo obra como quiere, cuando quiere y donde quiere; nosotros
nos entregamos pero sin pretender ver resultados llamativos. Sólo sabemos que
nuestra entrega es necesaria. Aprendamos a descansar en la ternura de los brazos del
Padre en medio de la entrega creativa y generosa.

Sigamos adelante, démoslo todo, pero dejemos que sea Él quien haga fecundos
nuestros esfuerzos como a Él le parezca.

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