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Al finalizar los primeros cuatro años de su gobierno, se convocó a elecciones que dieron el triunfo y la

presidencia a Manuel González, quien ejerció el cargo de 1880 a 1884. La causa liberal se vio
fuertemente representada por este militar, pero su valor en el campo de batalla contrastó con su
inexperiencia en administración pública y política.

Al concluir su periodo presidencial, el único candidato a sucederlo en 1884 fue Porfirio Díaz, quien pudo
ocupar el cargo gracias a que la Constitución no consideraba este nuevo periodo como reelección, pues
entre la primera ocasión en que ocupó la presidencia, y esta segunda, había transcurrido el gobierno de
González.

Segundo periodo de Díaz

A partir de su segundo periodo presidencial, Díaz pudo por fin centralizar el poder, dejando bajo su
control al Poder Legislativo y al Judicial y, al mismo tiempo, asumió bajo su dominio la soberanía de los
estados. Como consecuencia, Díaz nombró, negoció o removió, de acuerdo con sus intereses,
preferencias o necesidades, a los gobernadores y a los integrantes de las cámaras, fortaleciendo aún
más la centralización del poder.

Los gobernadores de los estados fueron servidores incondicionales del presidente, le otorgaron
autoridad política y fuerza material, ejercida a través de jefes políticos y caciques. Se creó una jerarquía
de sumisión de poderes y de funcionarios. La voluntad de Porfirio Díaz fue imperando y, conforme se
perpetuaba en el poder, se convirtió, como lo llamaba la prensa, en el Gran Protector y Árbitro Supremo
de la vida política nacional, en un ámbito donde la mayoría de la población desconocía lo que era el
Estado, los poderes públicos y las instituciones sociales y políticas.

Las siguientes reelecciones de Díaz también se realizaron con base en movilizaciones de apoyo. Manuel
Romero Rubio, suegro del presidente, en 1892 fundó el Partido Unión Liberal, cuyos miembros
instalaron en la Ciudad de México la Convención Nacional y, ante los representantes de los 22 estados
de la Federación, declararon candidato a Porfirio Díaz. Por su parte, los periódicos El Monitor
Republicano, El Diario del Hogar y El Hijo del Ahuizote brindaron su apoyo a la marcha de estudiantes en
la capital desafiando al gobierno; sin embargo, éste los persiguió y encarceló, asegurando de este modo
que no hubiera una oposición electoral fuerte ni real.

Una vez concluido este nuevo periodo presidencial, en 1896, sin mayor preámbulo, la Cámara de
Diputados, erigida en Colegio Electoral, declaró presidente a Díaz, una vez más. Y de la misma manera

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