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Pierce Keloke
Pierce Keloke
Pierce, a saber: tratando la noción de Primeridad, Secunderidad y Terceridad, y cada una de las
partes de estos tres ejes; sean Rema, Icono, Cualisigno entre otros, abordaremos la pintura
titulada “El rostro de la guerra” (1940 - California) que tiene como autor a Salvador Dalí. Así,
dicha pieza artística será perfecto para este ejercicio estético-semiótico.
Reconozcamos pues que aquello se visibiliza en su totalidad en la Obra que tratamos de Dalí, y
es que no hay duda de que busca expresar algo tan inteligible como el horror, la desesperanza
y la devastación; cuales son sentimientos complejos y abstractos y que sin embargo fueron
plasmados en óleo sobre lienzo. Es así como “El rostro de la Guerra” (como signo) nos
transporta un sentir, racionalizando lo que de otro modo parecía inaprensible hacia nosotros,
pues se enmarca lo que expresó Dalí, lo que experimentamos a través de la observación y
nuestra posterior interpretación, que no es sino inmediata.
Ya observamos pues que en la obra se figura un rostro raquítico de apariencia consumida, que
dentro de sus muy profundas cuencas (que parecieran mirar dentro de nosotros) guardan otros
símiles rostros, repitiéndose cual cadena que tiene principio, pero no se visibiliza si tuviera
algún fin, relacionándose uno con otros por demás de forma armoniosa presentando algo
nuevo, pues desde el fondo desolado hasta la expresión de un rostro dentro de otro nos
ofrecen algo más que cada una de sus partes: La obra se presenta como más que sus partes.
Sumándose su carácter remático al señalar que aquella masa lúgubre a la que se designa como
un rostro horrorizado se presenta como signo de posibilidad en tanto se ve pintada, y no se
queda solo como una porción de la realidad (el rostro); ya que adquiriría un nuevo valor de
verdad más allá que el de corresponderse con la realidad, el valor de la subjetividad. Y es que
cuando contemplamos “El rostro de la guerra” el objeto de este no requiere poseer realidad
porque lo que nos es transmitido del ícono es má
s que un objeto, es el acoplamiento de sus cualidades; siendo esto último la causa de que su
posibilidad se ubique en el mundo de la ficción artística (la mente): pues en efecto, con ese
rostro despavorido no nos encontramos en “el mundo sensible” sino en el interno.
He ahí el valor estético de su obra, motivada por una emoción y generando como momento
final en su apreciación la misma emoción. Emoción de la que se despendería cualquier tipo de
interpretación que se le pueda adjudicar a aquella pieza, de lo cual tenemos como para
ejemplo lo discutido: si es que fue producto de la sensación de la guerra o de la pérdida de
Federico García Lorca.