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PATIENT Z
Becky
Black

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TRADUCCIONES R.I.P

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3
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Agradecimiento
Gracias a Kay Berrisford y
Star Ostgard.

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SINOpSIS
Hace dos años, el apocalipsis zombi acabó con el mundo en el que el policía Mitch Kennedy
tenía un papel. Pero ha encontrado la manera de seguir cumpliendo con su deber, sirviendo
como guardián de una pequeña comunidad de supervivientes, que sobreviven en el lugar más
seguro que pudieron encontrar. Cuando el grupo acoge a Cal Richardson, Mitch no puede
evitar sentirse atraído por el primer hombre disponible, y, por cierto, muy guapo, que se
cruza en su camino en meses.

Mitch y Cal no pueden resistirse el uno al otro físicamente, pero cada uno intenta contener
sus emociones. Aunque es fuerte por fuera, Mitch está demasiado herido por dentro para
arriesgarse a sufrir más.

Cal está muy seguro de que no se quedará mucho tiempo. Ha sido un vagabundo toda su vida
y le resultó natural sobrevivir solo tras la caída de la civilización. Está seguro de que esto es
una parada temporal. No tiene intención de involucrarse emocionalmente con un policía que
seguramente despreciará a Cal cuando sepa la verdad sobre él.

Cuanto más tiempo se queda Cal, más fuerte es su deseo de huir, pero más difícil se hace
renunciar a la seguridad de la comunidad y a sus nuevos amigos. Y mucho más difícil se le
hace renunciar a Mitch.

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Capítulo Uno

Mareado, enfermo y adolorido por todas partes, Cal luchó por ir hacia la luz. Si lograba
llegar a la luz, no sería arrastrado de nuevo a un cuerpo que se había convertido en una
abominación. La gente decía que los zombis ya no tenían nada de la persona viva que habían
sido, pero ¿cómo podían saberlo con seguridad? Cal temía quedar atrapado dentro de su
cuerpo, con su mente impulsada por las compulsiones de los parásitos, pero intacto. Llorar
por su cuerpo mientras éste se descomponía con él aún dentro, como llevar la ropa mientras
se pudría de su cuerpo.

La luz se hizo más brillante, lo suficientemente deslumbrante como para hacerle levantar el
brazo para protegerse los ojos. El ruido metálico que produjo y el peso del grillete en su
muñeca lo despertaron rápidamente, y se sentó, jadeando. La habitación giró a su alrededor.
Esposas en ambas muñecas y grilletes en los tobillos. Mierda. Esto seguro que no era el
cielo.

-No te muevas demasiado rápido. Estás... débil. -

Una voz de hombre, con mucha autoridad, excepto por la vacilación en la última palabra. Cal
entrecerró los ojos, todavía desenfocados, adaptándose a la luz. Una forma oscura se
convirtió en un hombre. Un tipo grande: hombros grandes y pecho ancho. Tenía un rostro
fuerte y de mandíbula cuadrada. No era un hombre con el que se pudiera jugar. Una mujer,
apenas más que una niña, estaba a su lado.

-Trae al médico, por favor, - dijo el hombre a la chica. -Dile que el paciente está despierto. -

- ¿Paciente? - Cal se puso en pie y levantó las manos maniatadas mientras la chica se alejaba
a toda prisa. -Te referías a otra palabra, ¿verdad? También empieza por P. - Las cadenas
estaban atornilladas a la pared y no podía moverse más que unos metros del catre en el que
se había despertado.

El Sr. Mandíbula Cuadrada estaba fuera de su alcance.

-Lo siento, - dijo el hombre. -No podemos arriesgarnos. -

- ¿De qué? -

- ¿Cómo te has hecho la mordedura en la pierna? -

Mierda. Cal miró su pierna, vestido con unos pantalones de chándal grises que no eran
suyos; nunca habría tenido nada tan feo. Él sabía lo que suponían, este tipo, su noviecita y el
médico, y quienquiera que estuviera aquí.

-Un perro. Una manada de bastardos salvajes vino hacia mí. –

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-Un perro. -

-El Border Collie fue el que me atrapó. Antes de que yo lo atrapara. - Llevó la mano
inconscientemente hacia la funda del cinturón que no estaba allí. - ¿Dónde están mis armas?-

- ¿Cuándo te mordieron? -

-Depende del tiempo que lleve aquí. Y hablando de aquí, ¿quieres decirme dónde demonios
estoy? - Miró a su alrededor, a las paredes de metal. La habitación no tenía ventanas. El
techo bajo y la iluminación tenue la hacían deprimente y sombría. Tampoco hacía mucho
calor, sobre todo porque sus captores no le habían dado una camisa que combinara con sus
feos pantalones. Si hubiera movimiento, habría pensado que estaba en un barco, pero el lugar
era tan estable como la tierra firme, ahora que la cabeza no le daba tantas vueltas. -Y ya que
estás, ¿quién eres?, - añadió. Fuera quien fuera, era un tipo guapo. Bonitos ojos azules. Pelo
rubio oscuro recortado corto y pulcro.

-Me llamo Mitch Kennedy. Estás en una plataforma petrolífera desmantelada a 10 kilómetros
de la costa de California. ¿Cómo te llamas? –

-Calvin Richardson. Llámame Cal. -

-Bien, Cal. Te encontramos inconsciente en un barco y te trajimos a bordo. -

Sí, el barco. Eso había sido un error. Debería haber comprobado que tenía combustible. Y
una balsa salvavidas, suministros de emergencia, bengalas y toda esa mierda. Claramente,
alguien había desarmado la maldita cosa antes de que Cal la encontrara, pero no se había
dado cuenta hasta demasiado tarde. Hasta que estuvo a la deriva en el Pacífico, condenado a
estrellarse contra las rocas. No es que estuviera vivo para entonces.

-Encontramos...- La entrada de otras dos personas interrumpió a Mitch. A la cabeza iba una
mujer alta de unos veinte años, con pantalones cargo y una camisa caqui de manga larga, con
el pelo casi tan corto como el de Mitch. Llevaba un rifle de asalto. Cal miró a Mitch y se dio
cuenta de que tenía una pistola en la mano, sujeta a su lado.

Cadenas, grilletes, esposas y armas. Cal empezó a alejarse de sus rescatadores.

Una anciana negra seguía a la mujer de aspecto marimacho, con la espalda encorvada por la
edad, cojeando y caminando con un bastón. Debía de estar rozando los ochenta años, pero le
clavó unos ojos brillantes e inteligentes.

-No se acerque a él, doctora, - dijo Mitch.

Es un poco difícil examinarlo a tres metros de distancia. Y me gustaría obtener otra muestra
de sangre. –

¿Otra? ¿Cuándo habían obtenido la primera? ¿Y qué habían encontrado en ella?

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- ¿Tiene mucho sentido otra? - preguntó Gallito Marimacho. -Ya dijiste que no habías
encontrado ningún parásito en la primera. - Dirigió a Cal una mirada sombría, como si esto
sólo le hiciera sospechar más de él.

-Y si ya se hubieran trasladado a su cerebro, no aparecerían, - dijo Mitch.

Dios, definitivamente pensaban que estaba infectado. Por eso tenían armas. Si hacía algo que
les hiciera pensar que iba a atacar, le dispararían al instante.

-Sabes, la gente educada no habla de las personas como si no estuvieran allí, - dijo Cal. -Y se
presentan. Soy Cal. -

-Estas son Bren y la doctora Burnett, - dijo Mitch. -Cal dice que lo mordió un perro. - Sólo la
forma en que lo dijo dejó claro que no lo creía.

-Me mordió un perro. -

-Cal, - dijo la doctora, dirigiendo su atención hacia ella. -Tengo que decirte que te hemos
vacunado. -

- ¿Qué... para la rabia? -

-No. Aunque si te ha mordido un perro, también debería vacunarte contra la rabia. Te hemos
vacunado contra los parásitos de los zombis. -

El corazón de Cal latía con fuerza, y se dirigió hacia ellos con rapidez, hasta que las cadenas
lo detuvieron. Y las armas que le apuntaban lo detuvieron.

- ¡No soy un maldito zombi! -

-Todavía no, - dijo la mujer llamada Bren. -Cálmate, amigo. Hazlo. -

De mala gana, pero temiendo que al menos lo alertaran si no obedecía, Cal retrocedió. Mitch
bajó su pistola, aunque Bren mantuvo su rifle apuntado.

-No hay ninguna vacuna, - dijo Cal. -Antes de que todo se oscureciera, dijeron que el CDC ni
siquiera se había acercado a crear una vacuna. -

-Lo sé, - dijo el médico. -Solía trabajar en el CDC antes de retirarme. Algunos amigos de allí
me enviaron la investigación antes de que los invadieran. La he continuado. - Suspiró. -Y lo
siento, Cal. No teníamos otra opción. Eres el primer conejillo de indias. -

Mentira. Esto era un truco. No había ninguna vacuna. Pero les seguiría el juego.

-Bueno, se lo agradezco mucho, doctora, aunque no lo necesite. Estoy seguro de que no me


matará ni nada. - Vio un destello de culpabilidad en el rostro de la doctora, pero podría haber
sido fingido. -Créeme, si siento el impulso de empezar a morder a alguien...- Miró a Mitch.

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-Serás el primero en saberlo. - Le gustaría bastante morder a ese. Hacerle retorcerse un poco.
Sonrió, pero Mitch le devolvió el ceño.

-Estoy seguro de que eres muy consciente de que el impulso de morder sólo se produce
después de la reanimación, - dijo Mitch.

-Demasiado consciente, sí. - Después de dos años en el páramo infestado de zombis en el que
se había convertido América, Cal sabía mucho sobre la historia natural de la especie Homo
sapiens zombi. Más que esta gente sentada en su plataforma petrolífera. Un plan inteligente,
sin embargo, la plataforma petrolera. Los zombis no podían nadar. Aunque un zombi viniera
a la deriva en un barco o caminara por el lecho marino, no podría subir una escalera hasta la
plataforma. Las criaturas no podían subir más que escaleras, y ni siquiera escaleras
empinadas. Mitch y su gente estaban a salvo aquí. Pero seguían siendo cautelosos. No le
daban a Cal el beneficio de la duda.

-Mitch, tengo que acercarme si voy a examinarlo, - dijo la médica.

-De acuerdo, señor Richardson, - dijo Mitch. -Le pido su colaboración. -

Maldita sea. Cal sabía exactamente quiénes hablaban así. Y lo que te hacían si no
cooperabas. Policía.

-Quiero que retrocedas hasta la pared, justo ahí. ¿Lo ves? - Cal lo vio. Las ataduras soldadas
a la pared, a la altura de los hombros y de los tobillos.

- ¿Quieres sujetarme a la pared? ¿Y luego vas a lanzarme cuchillos? Vi ese acto en Las
Vegas una vez. - Mitch sacó algo más de su bolsillo. Una pistola paralizante. Oh,
encantador. -De acuerdo, mantén los pantalones puestos. Yo lo haré. - No tenía muchas
opciones. Todavía se sentía bastante cansado y enfermo, y no creía que pudiera vencer a
Bren en una pelea, y mucho menos a Mitch, y ciertamente no a los dos. Así que retrocedió y
se sujetó así mismo con tres de las ataduras. Ya había estado atado antes, normalmente en un
entorno más íntimo que éste. Para ser sincero, no era lo suyo, pero a veces había que ser
complaciente. Mitch se acercó con cautela cuando Cal sólo tenía la mano izquierda libre.
Había enfundado su pistola, pero seguía sosteniendo la pistola eléctrica.

La respiración de Cal se aceleró cuando Mitch se puso delante de él. Podía sentir el calor que
irradiaba del tipo. Podía oler jabón y sudor. Su cuerpo respondió a la cercanía del hombre, se
sonrojó y esperó como el demonio que no se le pusiera dura. No hasta que estuvieran solos,
tal vez. Dios, había pasado demasiado tiempo. Mitch cerró el grillete alrededor de la mano
izquierda de Cal. Fue todo lo que Cal pudo hacer para no arquear su cuerpo hacia Mitch.
Ahora. Tócame ahora. Bésame.

-Voy a amordazarte. –

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Cal salió de su pequeña fantasía y se quedó mirando.

- ¡No lo harás! - Mitch sacó una mordaza de cuero de su bolsillo. -Por el amor de Dios, tú
mismo lo has dicho; las ganas de morder vienen después de la reanimación. -

-He visto a gente morder antes de eso. –

También lo había hecho Cal. A los que habían mordido y sabían que eran carne muerta en
cinco o siete días. Algunos se suicidaban cuando eran mordidos. Otros, en su amarga
desesperación, intentaban llevarse a todas las personas que pudieran. Incluso antes de revivir,
su mordedura podía transmitir la infección.

-No estoy infectado y no voy a morder a nadie. -

-Lo siento. -

Cal se tensó contra la pared, tratando de luchar, pero no tuvo ninguna oportunidad cuando
Mitch le puso la mordaza alrededor de la cara. Sus protestas fueron bruscamente
amortiguadas. Gritó en el suave forro de algodón, en el interior de la mordaza.

-De acuerdo, doctora, - dijo Mitch, pero ella ya estaba a su lado, frunciendo el ceño.

-Eso realmente no es necesario, sabes. Y significa que tengo que darme prisa. - Sacudió la
cabeza, con cara de asco. Cal seguía haciendo fuerza contra sus ataduras y se golpeó la
cabeza contra la pared un par de veces. Odiaba esto; lo odiaba, joder. Pero se calmó cuando
su sentido común le dijo que cuanto antes dejara a la doctora hacer su examen, antes le
dejarían salir de la odiada mordaza.

Así que se relajó, apoyándose en la pared metálica. Hacía frío contra su espalda desnuda.
Ignoró a la doctora mientras seguía con sus asuntos, apretando el estetoscopio contra su
pecho. En lugar de eso, le dirigió a Mitch toda la potencia de su mirada. Y era una mirada
infernal. La gente se lo había dicho antes. Eran las cejas. Tan gruesas y negras como su pelo,
no se juntaban en el centro, pero se acercaban cuando fruncía el ceño. Mitch le devolvió la
mirada impasible. La pistola aturdidora ya no descansaba floja a este lado, sino que estaba
levantada y lista para la acción. A un par de metros, Bren tenía su rifle apuntando a la
cabeza de Cal. Éste se mantuvo muy quieto. Se tomaban muy en serio la protección de la
médica. Una doctora era un raro tesoro en este mundo. Esta anciana nudosa y encorvada
valía para esta gente cien veces más que Cal. Lo matarían sin dudarlo si le hiciera la más
mínima amenaza. Ese era el mundo en el que vivían ahora, donde todas las vidas no tenían el
mismo valor. Los que tenían habilidades raras y especiales y esenciales eran la élite que
había que proteger a toda costa. Y las mujeres... Miró a Bren. Las mujeres en edad fértil
eran una mercancía. Pero Bren no parecía la mercancía de nadie. Tenía que salir de este
pequeño y húmedo agujero y ver lo que había por aquí.

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-Cal, voy a tomar una muestra de sangre ahora, - dijo la médica. Tuvo que ponerse de pie
sobre una caja, Mitch la sostenía con una mano, con su pistola aturdidora aún lista en la otra.
El médico frotó el interior del codo de Cal y le clavó la aguja. Los ojos de Cal
permanecieron fijos en los de Mitch. La atención de Mitch no se desvió ni una sola vez hacia
el brazo y la aguja. ¿Concentrado o aprensivo? Parecía ridículo imaginar que un hombre
pudiera seguir siendo aprensivo en este mundo.

La aguja no dolía mucho y Cal mantuvo su gesto de dolor bajo control. También podía ser
macho, como el policía. De repente se sintió avergonzado por su rabieta por la mordaza. Su
rabia no le ayudaría aquí. A veces lo había hecho, cuando lo había mantenido en pie a pesar
del agotamiento y el miedo. Pero aquí tenía que mantener la calma, ver lo que podía
aprender, lo que podía ganar de su tiempo aquí.

Su tiempo podría ser muy corto.

El médico dio un paso atrás, tapando la aguja. Bren también retrocedió, pero Mitch volvió a
acercarse y, para gran alivio de Cal, le quitó la mordaza, aflojó una de las ataduras y
retrocedió. Cal se liberó de las otras ataduras y volvió a mirar a Mitch con toda la fuerza de
su mirada. No dijo nada. Nada de lo que pudiera decir era adecuado para los oídos de una
anciana.

-Se está fortaleciendo, - dijo la médica. -Se está recuperando de la deshidratación y la


exposición. Su corazón y sus pulmones suenan bien. Aunque le hubieran mordido sólo un
día antes de llegar aquí, sus pulmones ya se habrían llenado de líquido. Esa es la progresión
normal de la enfermedad. -

Mitch asintió. -Gracias, doctora. Por favor, avíseme en cuanto haya analizado la muestra de
sangre. -

-Bien. Mientras tanto, debe descansar y beber mucho líquido. -

Se fue, y Cal se giró al verla marchar. -Ella lo dijo. No tengo la enfermedad. Puedes soltarme
estas cadenas. Y si intentas amordazarme de nuevo, te juro que te patearé el jodido culo. -

Bren se río. -Es feroz, ¿verdad? Si las miradas pudieran matar, estaríamos en problemas. Ya
sabes, si no tuviéramos las armas. -

Cal también la fulminó con la mirada, pero ella sólo parecía divertida. No se regodeaba, no
disfrutaba de la posición de poder ni nada por el estilo. Sólo se divertía de su rabia inútil,
como un adulto que consiente a un niño. Eso lo calmó un poco, haciéndolo sentir ridículo.

- ¿Y ahora qué?, - preguntó.

-Te quedarás aquí en cuarentena durante los próximos cinco días, - dijo Mitch.

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-Estuve en ese barco al menos tres días, - dijo Cal. -Sabes muy bien que, si tuviera la
enfermedad, ya estaría mostrando los síntomas, como dijo la doctora. -

-Lo siento, - dijo Mitch. -No podemos correr el riesgo. -

Cal se rindió. Demasiado cansado para discutir. Se tumbó en el catre, cogió una botella de
plástico con agua que había al lado y se la bebió casi toda. Órdenes de la médica, reposo y
líquidos. Podía fingir que sólo tenía gripe. Soñar que su madre le traía ginger ale y galletas.
No es que lo hubiera hecho, pero había leído que eso era lo que ocurría en las familias
normales. Miró a Mitch y a Bren que seguían observándolo como si estuvieran en el
zoológico.

- ¿A quién tengo que chupársela para conseguir algo de comer por aquí? -

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Capítulo Dos

Mitch volvió del comedor con una bandeja de comida. Cal se había tumbado en su catre,
ignorando a Bren, que lo vigilaba.

-Ve por la cena, - le dijo Mitch, dejando la bandeja sobre una mesa. -Haré la guardia esta
noche. - Cal se apoyó en los codos, con aspecto especulativo. Mitch lo ignoró.

-De acuerdo, - dijo Bren. Le entregó el rifle a Mitch. -Cualquier problema...-

-Lo sé. Tirare de la alarma. -

-Iba a decir que le dispararas en la cabeza, pero la alarma también es buena. Nos vemos por
la mañana. -

Se despidió. Mitch cogió los sándwiches y una taza de café para él de la bandeja, luego la
puso en el suelo y la acercó lo suficiente para que Cal la alcanzara.

- ¿Se supone que debo comerlo del suelo como un perro? - preguntó Cal.

-Sólo recógelo. - Mitch no podía molestarse con el enfurruñamiento. -Si no lo quieres, te lo


vuelvo a quitar. - Cal se encogió de hombros y recogió la bandeja, la colocó en el catre y
empezó a comer un sándwich de un plato de papel.

-Hay sopa en esa taza, - dijo Mitch, señalando una caja de cartón para llevar. En realidad, no
había nada de comida para llevar. Era de una comida para llevar, una charcutería abandonada
que habían asaltado en tierra. Cal comprobó la tarrina y dio un sorbo a la sopa. -Casera, -
dijo Mitch y se preguntó por qué. No estaba aquí para vender sus servicios de catering a Cal.
Comieron en silencio, con miradas ocasionales al otro. Mitch se sentía culpable cada vez que
miraba a Cal.

Se sentía como si estuviera espiando a un tipo en su habitación, ya que Cal no podía salir y
escapar de su mirada. Al menos habían colocado un biombo de media altura frente al retrete
químico de la esquina de la habitación para que pudiera tener algo de intimidad allí. Sin
embargo, Mitch tenía otra fuente de culpa, aparte de la intromisión en la intimidad de Cal.
-Siento lo de la mordaza. -

Cal levantó la vista de su taza de café de papel. No parecía muy impresionado por la
infusión. Era imposible encontrar un café que no estuviera rancio. -Sí, deberías estarlo, -
dijo. - ¿Disfrutas de ese tipo de cosas, ¿no? ¿Te hace sentir como un hombre delante de las
mujeres? -

- ¡No! - Mitch se quebró. -No tuve elección. La doctora Burnett es la única doctora que
tenemos, y no puedo hacer nada que ponga en riesgo su vida. -

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-Me habrías matado a tiros si hubiera hecho cualquier tipo de movimiento contra ella, ¿no es
así? -

- Bren o yo, sí. Lo siento, pero es así. -

-Lo entiendo. -Cal se encogió de hombros y se recostó en el catre, las cadenas tintineaban al
moverse. -Ella me supera. - Cal terminó su café, tiró el vaso de papel en la bandeja y puso la
bandeja en el suelo. La empujó hacia Mitch con el pie, haciendo que las cosas que había en
ella se esparcieran por la cubierta. ¿Era una provocación o una prueba? ¿Quería ver si Mitch
limpiaba después de él? Mitch se quedó en su silla.

- ¿Puedo conseguirte un libro o algo? - Preguntó Mitch.

-Tienes una gran biblioteca aquí, ¿verdad? -

-No está mal. - Traían libros cada vez que bajaban a tierra, asaltando bibliotecas y librerías
abandonadas. Libros que les enseñaban todo lo que necesitaban para sobrevivir. Libros para
los niños, libros escolares. Mucha ficción, casi el único entretenimiento que tenían por aquí,
salvo los juegos de mesa y un par de guitarras. -Puedo hacer que alguien traiga algunos para
ti. ¿Qué te gusta? -

-Quizá más tarde. - Cal se recostó, con un brazo sobre los ojos. Mitch lo observó,
preguntándose si iba a dormir. Eso era un síntoma, ¿no? Al cuarto o quinto día, una persona
infectada empezaba a dormir casi continuamente, como si ya estuviera muerta. Excepto que
podías despertarlos. Despertarlos y rogarles que se quedaran contigo. Suplicarles que no
estuvieran muriendo. Suplicarles...

Rápidamente se apartó de los pensamientos morbosos. Cal no parecía enfermo. Al menos no


estaba enfermo al cuarto día. La doctora había dicho que se estaba recuperando, que se
estaba fortaleciendo. Tal vez realmente lo había mordido un perro. Y si lo había hecho, si
dentro de unos días lo soltaban de esas cadenas, un hombre sano, en forma y con un aspecto
condenadamente bueno... ¿Qué pasaría entonces? No tenía sentido pensar en ello hasta que
sucediera. No tenía sentido pensar en las posibilidades si Cal se quedaba. La mirada de
Mitch recorrió el torso delgado y tonificado y los brazos bien definidos. Pero se reprendió
por ello. ¿Qué le hacía pensar que Cal se había puesto en su camino? Dex siempre decía que
Mitch tenía el gayradar de una roca especialmente densa. Cal no estaba durmiendo. Suspiró
con fuerza y dejó que el brazo que le cubría los ojos cayera sobre el catre. Volvió a mirar a
Mitch. El tipo tenía una mirada directa. Cuando te fruncía el ceño, sabías que te habían
fruncido el ceño. Cuando había fruncido el ceño mientras lo tenían amordazado, Mitch había
tenido que luchar contra un fuerte impulso de retroceder. Ahora no fruncía el ceño, pero era
una mirada dura, y hacía que Mitch se sintiera incómodo. Hacía que el silencio fuera
opresivo. Cuando estaba claro que Cal no iba a romper el silencio por sí mismo, Mitch habló.

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-Entonces, ¿cómo acabaste en el barco? -

- ¿Realmente quieres saber, o sólo estás haciendo conversación? -

-Bien. - Mitch se sentó de nuevo en su silla, acunando el rifle entre sus brazos. Sólo una
señal, sólo una... Cal se lo agradecería, desde el cielo, al menos. Mejor ser rematado
rápidamente que convertirse en una de esas cosas.

-Vale, bien, - dijo Cal. -He robado el barco, obviamente. - Se sentó en el borde del catre y le
dirigió a Mitch una mirada evaluadora, como si esperara una reacción. Mitch no reaccionó.
Ya no se podía llamar robo o saqueo. El mundo estaba ahí fuera pudriéndose. Había que
coger las cosas mientras fueran utilizables.

-Hace un par de semanas me encontré con un grupo, - dijo Cal. -La mayoría hombres, un par
de mujeres, y viajé con ellos durante un tiempo. -

-La seguridad en los números. -

-Tal vez, - dijo Cal. -Llegamos a una bifurcación del camino, podría decirse. Quería ir en una
dirección, a Santa Mónica. Ellos se dirigían a Los Ángeles. -

- ¿Por qué Santa Mónica? -

-Los bares y las playas, por supuesto. - Cal sonrió.

- ¿Es de ahí de dónde eres? - preguntó Mitch.

-No, soy de Nueva York. Pero me fui hace mucho tiempo. Mucho antes de todo esto. De
todos modos, quería ir a Santa Mónica porque he estado allí antes. Tenía una buena idea de
los lugares en los que podía conseguir algunas provisiones para el invierno. Pero mis nuevos
amigos decidieron que iba a ir con ellos, quisiera o no. -

- ¿Por qué? -

-No lo sé. Tal vez pensaron que me veía sabroso. -

- ¿Sabroso? - La mente de Mitch se rebeló ante la primera interpretación de la palabra. No


podía decirlo literalmente. Había ganado deambulando por el paisaje a la espera de ser
abatido y almacenes repletos de alimentos enlatados y secos que podrían llevar a los
humanos restantes cincuenta años para comer. Era difícil saberlo, porque no podían recibir
noticias de la mayor parte del resto del país, y mucho menos del resto del mundo, pero Mitch
pensaba que sólo el 5% de la población seguía sin estar infectada. Los recursos no eran un
problema. Llegar a ellos lo era.

-"Hay una mierda muy extraña ocurriendo ahí fuera, - dijo Cal. -Supongo que no lo ves, a
salvo en tu plataforma petrolera. –

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-No somos autosuficientes aquí, sabes. Bajamos a tierra cada poca semana por suministros. -

-Claro. - Cal se quedó callado un momento y luego retomó la historia. -Me alejé de ellos,
pero vinieron por mí. Mi coche se quedó sin gasolina y me adentré en la maleza a pie, pero
seguían viniendo. -

- ¿Fue entonces cuando te mordieron? -

Cal abrió la boca, luego se detuvo y lo miró con el ceño fruncido. - ¿Intentando ponerme la
zancadilla, oficial? -

Mitch controló su reacción ante eso. ¿Se lo había dicho Bren mientras Mitch iba a buscarles
la cena? ¿O estaba adivinando? Mitch no confirmó ni negó la... acusación.

-Sí, fue cuando el perro me atrapó, - continuó Cal. El énfasis en el perro. Tal vez deberían
haberse hecho con un polígrafo en un viaje a tierra. Cal no parecía del tipo que se dejara
engañar por el truco del colador con cable y fotocopiadora.

-Encontré un puerto deportivo, - dijo Cal. -La mayoría de los barcos ya se habían ido, pero
ése estaba allí. Por cierto, ¿dónde está? -

- ¿Por qué? -

-Bueno, ahora es mi barco. -

-El salvamento es nueve o diez por ciento según la ley, ¿eh? - Dijo Mitch.

-Ciertamente lo es en el salvamento en el mar.-

Sería una pena que se fuera y se llevara su barco. El gran crucero con cabina sería un buen
complemento para su pequeña flotilla de barcos. ¿Pero se iría sin él? Porque, aunque no
estuviera infectado, no se quedaría.

-Así que me lo llevé al mar, - dijo Cal. -Pero pase por alto una cosa. -

- ¿Qué? -

-Que no sé una mierda de barcos. -

Mitch se río cuando Cal sonrió. Sí, ahora podía reírse de él. Ahora que no estaba muerto.
Había veces que Mitch y su gente habían navegado de vuelta de misiones en tierra ante un
coro de risas sobre la lucha contra zombis y perros asilvestrados.

-Subí un poco por la costa, - continuó Cal. -Pero luego me quedé sin gasolina a un kilómetro
y medio de la costa. -

- ¿Kilómetro y medio? Seguramente un hombre en forma como tú podría nadar un kilómetro


y medio. -

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-Bueno, sí, - dijo Cal. -Un hombre en forma como yo que sepa nadar probablemente podría. -

- ¿No sabes nadar? -

-Siempre he preferido jugar con el chico de la piscina. -

Mitch no necesitaba un gayradar para interpretar ese comentario. La sonrisa de Cal le dijo
todo lo que necesitaba saber. Mantuvo el rostro absolutamente inmóvil, sin revelar ante la
provocación. Dios, esperaba no revelar nada. Porque en el momento en que Cal dijo eso, en
el momento en que indicó que jugaba para el equipo correcto, el cuerpo de Mitch volvió a
sonrojarse. ¡Entra ahí, chico! exigió. Mitch lo ignoró. Ignoró las ganas de tener a Cal allí
mismo.

Había pasado tanto tiempo...

Se recompuso. Cal continuó con su historia.

-Cuando registré el barco, me di cuenta de que había sido desvalijado. No había balsa
salvavidas. Sin comida. Sin agua fresca. Nada. Ni siquiera un chaleco salvavidas. Supongo
que podría haber encontrado algo que flotara y patear hasta la orilla, pero... hay tiburones,
¿no? En estas aguas, quiero decir. -

-Sí, los hay. Podrías haber hecho una balsa usando una tapa de escotilla o algo así. -

-Supongo. Pero tenía tanta hambre y sed que ya no podía pensar con claridad. Y no creo que
hubiera tenido fuerzas para remar hasta la orilla, no contra la corriente y la marea. - Su voz
bajó de tono. -Supongo que me debilité demasiado, y.… recuerdo que tropecé con los
escalones y me caí y nada más. ¿Cómo me encontraron? -

-El barco quedó a la deriva cerca de la plataforma, y fuimos a comprobarlo. Pensamos que
podría haber soltado sus amarras. Pensamos que también podríamos tenerlo. Entonces te
encontramos a bordo. -

-Ahí va tu reclamación de salvamento, - dijo Cal.

-Bastante. -

- ¿Pero el barco está bien? Quiero decir, ¿no está dañado ni nada? -

-No, - dijo Mitch. -Está bien. ¿Por qué? -

Cal se encogió de hombros. -Sólo estaba pensando en cuando me dejen marchar. -

-Estás muy seguro de que te dejaremos ir. -

-Lo harán. Cuando resulte que estoy bien, que lo estoy. Y si no...- Sonrió. -Me iré
igualmente. –

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-Eres un engreído, sin duda. -

-Sí. -La sonrisa se convirtió en una mueca, y apoyó una mano en sus abdominales,
acercándose a la cintura de sus pantalones. Mitch observó la mano, embelesado. ¿Iba a
deslizarla dentro de los pantalones? ¿Tocarse a sí mismo? Dios, la imagen de eso en la mente
de Mitch casi sobrepasaba la realidad. Cal no hizo nada de eso, pero Mitch seguía viéndolo,
tan claro como el agua.

Mitch se levantó bruscamente y los ojos de Cal se abrieron de par en par, pero Mitch se
limitó a cruzar para apagar la luz, dejando la habitación a oscuras salvo por una lámpara
sobre la mesa. Cal se convirtió en una figura oscura en las profundas sombras del fondo de la
habitación. ¿Escuchó Mitch un susurro, Cal diciendo su nombre en voz baja? Cal diciendo:
-Ven aquí. -

Si lo hizo, lo ignoró. Si Cal estaba coqueteando, sería enteramente con el propósito de


escapar de las cadenas que debían mantenerlo en los próximos días. Mitch tenía que recordar
eso. Tenía que recordar el grupo del que era responsable. Ellos eran su prioridad, no su
libido.

-Ve a dormir, - dijo Mitch. -La doctora te revisará de nuevo por la mañana. -

-Genial, más agujas. -

-He dicho que te duermas. -

Mitch volvió a sentarse en la mesa y colocó la lámpara de manera que apuntara al otro lado
de la habitación para poder ver a Cal lo suficientemente bien como para... dispararle.

El peso del rifle en sus brazos le recordó de la razón exacta por la que estaba vigilando a Cal.
Porque alguien tenía que estar preparado para matarlo si mostraba síntomas. Tan pronto
como eso sucediera, Mitch lo haría. Era por piedad. Por Cal y por él mismo. Porque si
esperaba demasiado, sólo estaba condenando a Cal a una muerte prolongada y a revivir como
un monstruo.

Mitch no podía ver que eso le pasara a nadie. No de nuevo.

19
Capítulo Tres

-Desayuno, niño bonito.-

Cal se despertó, parpadeando, cuando Bren se alejó de él. Se inclinó sobre el catre para ver
una bandeja junto a la cama.

-Buenos días a ti también, - dijo. Utilizó el baño y luego se sentó en el catre con la bandeja
del desayuno. No estaba mal: varias tiras de bacon y una montaña de huevos revueltos.
Cuatro rebanadas de pan tostado y una taza del rancio café para rematar.

- ¿Dónde está Mitch?, -preguntó.

-Se fue a la cama, - dijo ella. -La doctora bajará pronto para revisarte. -

Cal se imaginó a Mitch durmiendo, toda la tensión con la que se retorcía desaparecida. Un
tipo grande como él haría pesar el colchón y haría que su compañero de cama rodara
naturalmente hacia él. ¿Tenía Mitch un compañero de cama habitual? Después de todo este
tiempo sobreviviendo solo, Cal a veces echaba de menos compartir la cama. Había elegido
deliberadamente confiar sólo en sí mismo, no en los demás. Pero a veces se arrepentía de la
elección.

-Así que, - dijo casualmente. -Mitch. Es un poco tenso, ¿eh? -

-Di una mala palabra sobre ese hombre, y tus próximas palabras serán despedirte de tus
pelotas. -

Ouch. E interesante. -Lo siento, no hay ofensa implícita. Sólo quiero decir que es bastante
tenso. -

-Es un hombre con mucha responsabilidad. Y no necesita que nadie le haga la carga más
pesada. - Ella frunció el ceño con fiereza, y él decidió cambiar de tema.

-Nunca llegué a saber el resultado del análisis de sangre, - dijo.

-La doctora no encontró nada. -

-Así que no estoy infectado. -

Bren resopló. -Eso no significa nada. Los parásitos podrían haberse trasladado a tu cerebro y
no aparecer en tu sangre. -

-No habrá parásitos. Fue un maldito perro. -

-Estaremos seguros en un par de días. –

20
Genial, un par de días más en esta caja de metal, ya sea con Mitch culo apretado o con la
excesivamente leal Bren, aliviado sólo por algunos pinchazos del médico.

-Y luego, si crees que estoy infectado, me dispararas, ¿verdad? - preguntó Cal.

- ¿No es eso lo que querrías? - Se puso de pie y se acercó un poco más, pero sin cruzar la
línea hasta estar al alcance de él. -Es lo que querría si me mordieran. -

-Yo... no querría rendirme tan rápido. Y si lo hubiera hecho... quiero decir que si me hubiera
mordido un zombi y me hubiera pegado un tiro o hubiera saltado de mi barco para ahogarme,
nunca habría tenido la oportunidad de la vacuna de tu médico, ¿verdad? - La vacuna era una
mierda, por supuesto. Un truco. No había ninguna vacuna. Una vieja doctora jubilada,
atrapada en una plataforma petrolífera, había desarrollado una vacuna - ¿que el CDC y todas
las universidades y laboratorios de investigación del mundo no habían conseguido? Qué
mierda.

-Lo siguiente que me dirás, - dijo Bren, -es que después de que te mordieran tuviste una
premonición de que ibas a encontrar el único lugar que podía ayudarte. -

Ese era otro truco. Hacía suponer que estaba mintiendo.

-Nunca se me pasó por la cabeza, ya que sólo fue una mordedura de perro. Estaba más
preocupado por la rabia. -

-Oh, por supuesto. Una mordedura de perro. -

Podría haber respondido con "Oh, por supuesto, una vacuna de la que nadie ha oído
hablar". Claro, me lo creo. Pero se lo guardó para sí mismo y terminó su desayuno.

Un par de mujeres trajeron un gran tazón de agua caliente y material de baño después del
desayuno para que Cal pudiera limpiarse. No le dejaron tener una maquinilla de afeitar.

Por suerte, la barba le quedaba bien. La doctora Burnett apareció poco después. Frunció el
ceño al ver a Cal, que estaba sentado de espaldas a la pared en el catre y con una manta
alrededor.

- ¿Aún no le has dado más ropa?, -preguntó.

-Es difícil que se ponga algo mientras está encadenado, - dijo Bren.

-Tampoco estoy muy contenta con eso. -

- ¡Tampoco yo! - Cal estuvo de acuerdo. Las muñecas y los tobillos empezaban a rozarle, a
pesar de que las esposas y los grilletes habían sido cuidadosamente forrados con material
suave.

-Lo siento, Doc, - dijo Bren. -Ya conoces las reglas. -

21
-Lo sé. - La doctora suspiró. -Lo sé. Bien, Cal, ¿puedo examinarte ahora? -

-Buscaré ayuda aquí abajo, - dijo Bren.

-No es necesario, - dijo Cal. No tenía sentido resistirse. Se levantó, tirando la manta, y se
dirigió a las sujeciones de la pared sin protestar. No le gustó mucho que Bren trajera la
mordaza. Pero sólo conseguiría hacerse daño luchando. O muerto. Y no iba a salir de aquí
muerto.

Mitch odiaba dormir de día. No podía dormir durante el día, básicamente. Siempre había
algún ruido. Podría tener la suerte de ser la única persona en la plataforma con su propia
habitación, pero incluso con la puerta cerrada, oía ruidos y golpes y voces que resonaban en
los pasillos y las habitaciones forradas de metal.

Después de un día de sueño irregular, miró su cara más demacrada de lo habitual en el


espejo, pensando que asustaría a los niños si no se arreglaba, y trató de apartar de su mente
los sueños que lo habían mantenido inquieto toda la noche. Sueños sobre Cal. Sueños en los
que pasaba los dedos y los labios por la carne tensa, mientras Cal estaba encadenado y
completamente a sus órdenes. A Mitch nunca le había gustado el bondage, pero la visión de
Cal con esas ataduras tenía su atractivo.

Comenzó a afeitarse, con la piel mojada por la ducha. Intentó apartar las imágenes de su
mente. Probablemente Cal sería bueno. Un hombre tan guapo nunca habría buscado pareja,
así que tendría mucha experiencia.

Tonterías, se dijo a sí mismo. No sabía nada de la vida de Cal. ¿Y si Cal era de algún
diminuto lugar del fin del mundo del que nadie había oído hablar? ¿El tipo de lugar donde
los gays salen o mueren? Bueno, entonces habría salido, argumentó la lógica. Su acento
apoyaba su afirmación de ser de Nueva York, pero podría haberse referido al estado, no a la
ciudad. Podría haber ido a la ciudad sólo después. Aparte de 'Frisco y Los Ángeles, ése era el
lugar al que iban los tipos como ellos. Él mismo lo había considerado cuando dejó su propia
ciudad para salir o morir, antes de elegir San Francisco. No le gustaba mucho la nieve.

Su cuerpo respondía a las imágenes de su mente. Imágenes posteriores a sus sueños. Pero
ignoró el impulso de meterse la mano en los calzoncillos y tocarse. No había tiempo. Tenía
trabajo que hacer. Tenía que ir a relevar a Bren y ver qué mostraban las últimas pruebas de la
médica. Los sueños no significaban nada, insistió para sí mismo mientras terminaba de
afeitarse, lavarse los dientes y vestírse.

22
Cal era innegablemente guapo, así que naturalmente Mitch se sentía atraído por él. Era un
cuerpo atractivo y cálido, un cuerpo condenadamente bueno, y eso era todo. Sería estúpido
pensar que tenía que tenerlo. Si Cal estaba infectado, tendrían que acabar con él antes de que
se convirtiera. Pensó "nosotros", no "yo".

Tuvo que pensar en "nosotros", temiendo lo que podría verse obligado a hacer. Pero si Cal
no estaba infectado, no había forma de que se quedara. No después de cómo habían
funcionado las cosas en el pasado.

Llegó al comedor temprano para la cena y se sentó en una mesa con Ella y Dolores, un par
de miembros del consejo.

-Buenas noches, señoras, - dijo.

-Mitch, - dijo Dolores. -Parece que has terminado, querido. -

Él le sonrió amablemente, sin confiar ni por un segundo en que ella estuviera preocupada por
su salud o lo considerara querido. Había escuchado la palabra "maricón" del viejo
murciélago más de una vez. Las voces viajaban por las esquinas y a través de los conductos
de ventilación en este lugar.

- ¿Cómo está nuestro invitado? - Preguntó Ella.

-Bien hasta ahora, - dijo Mitch. -Quiero decir que lo estaba cuando me fui esta mañana. A
menos que alguno de ustedes haya oído algo diferente. - Un temor le asaltó de repente de ir
al calabozo y encontrar a Cal muerto. Que Bren se hubiera visto obligada a matarlo durante
el día y no hubiera despertado a Mitch para decírselo.

No. Ella se lo diría. Diablos, no lo haría sin llamarlo allí. A menos que fuera una emergencia
repentina. Además, seguramente si los niños golpeando arriba y abajo de los pasillos podían
despertar a Mitch, entonces un disparo definitivamente lo haría. Luchó por recuperar el
control.

- ¿Estás bien, Mitch? - preguntó Ella. Su preocupación era más sincera que la de Dolores, y
él le dedicó una sonrisa más genuina.

-Bien. -

-Vamos a tener una reunión del consejo, - dijo Dolores. -Mañana por la tarde, para
considerar qué hacer con el señor Richardson. -

-Si es necesario, - dijo Ella. -Si está infectado, podría estar muerto para entonces. - Mitch se
obligó a no estremecerse. -Si no lo está, entonces tendrá que irse. - Ella había sido abogada
en los viejos tiempos. Un fiscal. Como Mitch, ella conocía lo peor de los hombres. No estaba
más dispuesta a traer eso aquí de nuevo más que Mitch.

23
-Eso es lo que el consejo discutirá, -insistió Dolores. -Si le ofrecemos la oportunidad de
quedarse. -

-Debería ver a la médica y hacer que te revisen la memoria, - dijo Ella. -Quizás necesites un
recordatorio o dos. Ethan. Peter. Tony. -

-Nunca creí lo que Marcia acusó a Tony. Era su palabra contra la de él. -

-Siempre lo es, - dijo Ella. -Y su palabra es siempre la verdad. -

Mitch había escuchado este mismo argumento unas cincuenta veces. Terminó su cena
rápidamente. -De acuerdo, las veré en la reunión de mañana, entonces. -

-Si todavía necesitamos una, - dijo Ella en tono sombrío. La mujer era positivamente
morbosa. Más cínica que Mitch en sus peores días. Llevó sus platos al mostrador de lavado.
Inez se encargaba hoy, y los colocó en la encimera en lugar de entregarle la bandeja a ella.
Por mucho que pareciera confiar en él ahora, la pobre niña seguía estremeciéndose si le
ponía la mano encima sin avisar.

-Voy a relevar a Bren de la vigilancia del prisionero, - dijo, con un tono de voz más suave
que el habitual. -Así que vendrá a cenar en un momento. - Su rara sonrisa fue una
recompensa en sí misma. Se preguntó si hoy había sido ella la que había llevado la comida a
Bren y Cal, porque seguro que odiaba separarse de Bren durante mucho tiempo.

-Gracias, - dijo ella y se llevó sus platos para lavarlos. Mitch dejó atrás la discusión sobre la
reunión del consejo y se dirigió al calabozo. Ella tenía razón. Si Cal seguía aquí mañana por
la noche, si Cal no se estaba muriendo, entonces no se iba a quedar.

Encontró el calabozo tranquilo. Bren estaba sentada recta en su silla, con el rifle en los
brazos. Cal estaba tumbado boca abajo en el catre, con la barbilla apoyada en los brazos
cruzados, leyendo un libro.

- ¿Bren? - dijo Mitch al entrar. Dijo que había aprendido en el ejército a dormir con los ojos
abiertos y seguir pareciendo alerta. Pero no era el caso esta vez, ya que lo miró
completamente despierta y sonrió.

-Me preguntaba cuándo ibas a sacar tu culo de la cama. Me muero de hambre. -

-Yo también, - dijo Cal.

- ¿Algo que informar? - Preguntó Mitch mientras ella le entregaba el rifle.

-La doctora lo revisó de nuevo. Está totalmente recuperado de la deshidratación y la


exposición. Se está fortaleciendo. - Intercambiaron una mirada significativa. Los infectados
no se recuperaban. Dex no lo había hecho. -Ha tomado otra muestra de sangre para
comprobarlo. –

24
-Apenas me queda sangre, - dijo Cal, siguiéndolo con un suspiro dramático.

-Y ciertamente se está volviendo más descarado, - añadió Bren. -Vale, voy por la cena. Haré
que envíen una bandeja para él. -

-Que manden dos, - dijó Cal mientras ella se iba.

- ¿Tiene hambre? - Preguntó Mitch.

-Compensando esos días en el barco con nada más que unas barritas energéticas y paquetes
de cecina. -

Tenía buen aspecto. Sus mejillas habían recuperado el color. El tinte ceniciento había
desaparecido de su piel. No tenía ojeras. Y tenía hambre. Los infectados dejaban de comer y
beber a más tardar al cuarto día.

No está infectado. Habrá una reunión del consejo. Y entonces...

Mitch sabía qué hacer si Cal estaba infectado. Pero no estaba tan seguro de qué hacer si no lo
estaba.

La noche siguiente, el comedor, fue despejado tras la cena, albergaba al consejo y a varios
observadores, que no podían votar, pero sí plantear sus inquietudes. Bren fue la última en
llegar, entró bostezando y frotándose una mano en los ojos. Ignorando cualquier ceño
fruncido de desaprobación, se deslizó en la silla junto a la de Mitch. Inez estaba sentada en la
silla detrás de la guardada para Bren, y ésta se giró para dedicarle una sonrisa antes de
volverse hacia el grupo.

- ¿Quién lo está vigilando? - preguntó Mitch en voz baja. Tendría que esperar a que esto
terminara para hacer el turno de noche vigilando a Cal, y estaba impaciente por bajar.

-Blanca y Kristy. -

Mitch asintió. Ambas chicas útiles con sus armas. Ninguna de las dos dudaría...

- ¿Podemos entrar en orden ahora que todo el consejo está aquí? - Kathy, una de las
profesoras y presidenta del consejo, golpeó un mazo que habían traído de tierra. Obviamente
humano, la civilización se detendría sin un martillo. -Convoco esta reunión extraordinaria del

25
consejo para discutir la situación del hombre Calvin Richardson. Alicia levanta el acta. -

Bren captó la mirada de Mitch y puso los ojos en blanco. Él no hizo lo mismo, pero apostaba
a que ella podía ver la misma exasperación en su rostro. Era bueno que tuvieran un consejo.
Tenían que tener algo, pero algunas personas parecían deleitarse en el proceso.

-Lo primero en el orden del día, - dijo Kathy. -Phyllis dará un informe sobre su salud.
Doctora, tiene la palabra. -

Phyllis se aclaró la garganta y alzó su voz cansada y quebrada lo mejor que pudo. -Cuando
examiné por primera vez al señor Richardson, descubrí que sufría de deshidratación y
exposición, consistente con haber estado a la deriva en el barco durante varios días sin
comida ni agua. Descubrí una mordedura en su pierna y le administré mi vacuna prototipo. -

- ¿Es definitivamente una mordedura de zombi? - Preguntó Ella.

-Desconocido. - Phyllis sacudió la cabeza. -Él insiste en que fue un perro. Hasta ahora no
tengo nada que lo contradiga. Hasta ahora no hay señales de la infección zombi. Le he
tomado muestras de sangre a diario y ninguna muestra evidencia de los parásitos. -

- ¿Y no tiene otros síntomas? - preguntó Dolores.

-Nada. Incluso si le hubieran mordido justo antes de encontrarle, ya estaría mostrando


síntomas. Y creo que la mordedura tenía varios días cuando la vi. No se sabe de nadie que
pase tanto tiempo sin mostrar síntomas. -

-Así que no está infectado. -Dolores se inclinó hacia delante, con ojos brillantes e
interesados, pareciendo bastante encantada. Mitch se preguntó si le soltaría la bomba del gay
esta noche o más tarde. Más tarde. De todos modos, no era asunto suyo sacar a Cal. Eso era
decisión de Cal.

-No puedo decir que sí, al cien por cien, -dijo Phyllis, con un poco de evasivas, como solían
hacer los médicos. -Pero estoy segura al noventa por ciento. -

- ¿Fue su vacuna? - Eso vino de Naomi, hablando desde el borde de la habitación.

Naomi no estaba en el consejo, pero sólo había perdido un lugar por un par de votos.
Todavía le dolía.

Kathy golpeó su mazo. -La presidencia no reconoce preguntas de fuera del consejo en este
momento. - Naomi resopló y se recostó en su asiento. Ella levantó la mano y Kathy asintió.

-Entonces, ¿fue su vacuna?, - preguntó. Naomi sonrió.

-No puedo decirlo, - dijo Phyllis. -Puede que nunca se haya infectado en primer lugar. Tal
vez fue realmente una mordedura de perro. –

26
-Estoy segura de que debió de ser así, - dijo Dolores. -Si se aferra a esta historia después de
todo este tiempo. -

Sí, porque la gente nunca se aferra a la insistencia de que es inocente, incluso después de
treinta años en la cárcel.

-La cuestión de si miente o no, no es relevante, - dijo Bren, como siempre cortando por lo
sano. -Lo relevante es qué pasa si no está infectado. -

-Lo que nos lleva al siguiente punto del orden del día, - dijo Kathy. -La moción de Dolores
de que, si el señor Richardson no está infectado, le ofrezcamos la posibilidad de quedarse
aquí a prueba. Ella se opone a la moción. Dolores, tienes la palabra. -

Se puso en pie, quitándose las gafas de lectura que llevaba con una cadena. A Dolores le
gustaban los hombres, Mitch se había dado cuenta rápidamente. No en el sentido en que
pensara que querría tirarse a Cal; era al menos veinte años mayor que él. Pero era una de esas
mujeres que preferían a los hombres antes que a otras mujeres y que veían a dichos hombres
como mascotas bastante bulliciosas, sus pecados y crímenes considerados pecadillos
fácilmente perdonables y culpa de la víctima. Era la pesadilla del jurado del fiscal en un
juicio por violación, y el sueño del abogado defensor.

Se sacudió los pensamientos y la escuchó hablar de que el grupo necesitaba hombres, que
necesitaba una mezcla. Que los hombres eran necesarios para asumir trabajos no aptos para
mujeres. Pensó que Bren iba a estallar ante eso, así que le pisó el pie y le dirigió una mirada
tranquilizadora. Dolores terminó su argumentación, recibiendo una oleada de aplausos de sus
partidarios entre los observadores. A Ella le tocó el turno, y la diferencia fue evidente al
instante. Trató al consejo como a un jurado. Pero no les gustó mucho. Su argumento era
bueno, pero el consejo se retractó de la forma en que lo expuso. Mitch supuso que se sentían
manipulados. Él mismo se sentía así, aunque ya había visto trabajar a los abogados con tanta
frecuencia que tenía más resistencia que la mayoría de la gente. Se sentía así, aunque estaba
de acuerdo con ella. No podían dejar que Cal se quedara. Llevaría a la clase de problemas
que siempre tenía, y eso era, a su manera, peor que los zombis. Los zombis eran fáciles. Los
matabas. Los hombres eran más difíciles de tratar. El hecho de que quisiera a Cal era
irrelevante. Tal vez antes de que Cal se fuera podrían ayudarse un poco. Darse un poco de
alivio el uno al otro. Sólo sería algo físico, una liberación para ambos. Pero entonces Cal
tenía que irse. Mitch se removió en su asiento y trató de concentrarse en la reunión.

Ella terminó y volvió a sentarse. Kathy miró a su alrededor. - ¿Alguien desea añadir algo? -

Phyllis levantó la mano. -Sí. Aunque estoy de acuerdo con mucho de lo que dijo Ella, el
hecho es que yo le di la vacuna y me gustaría tener la oportunidad de hacer un seguimiento
de lo que le sucede. Podría ser esencial para mi investigación. -

27
-Maldita sea, - murmuró Bren. Mitch le dirigió una mirada, pero ella no se encontró con sus
ojos, sólo se quedó pensativa.

- ¿Alguien más? - preguntó Kathy. -Mitch, Bren, ambos han pasado tiempo con él. ¿Tienen
alguna objeción específica a que se quede, si decide hacerlo? -

¿La tenían? Bren negó con la cabeza. -No. Aparte de cuando se despertó por primera vez y
se encontró encadenado, lo que probablemente le asustó un poco, se ha mostrado cooperativo
y no ha sido violento con nadie. -

- ¿Mitch? ¿Estás de acuerdo? -

Tenía que hacerlo, ¿no? Ella tenía razón. Cal se había calmado después de su shock inicial.
Pero, ¿y qué? Ninguno de los hombres que habían sido un problema en el pasado había
comenzado como obviamente violento.

-Estoy de acuerdo en que ha sido cooperativo. -

-Hay otra cosa, - dijo Bren. -Me gustaría quedarme con el barco en el que lo encontramos.
Pero como llegó en él, eso lo hace suyo, y se iría en él, a menos que podamos persuadirlo de
cambiarlo por uno de los más pequeños. Por supuesto, podemos quedarnos con él sin su
permiso, pero...-

-Eso nos convertiría en piratas, - dijo Ella.

-Exactamente. -Bren lanzó a Mitch una mirada bastante culpable. Él sabía que ella iba a
votar para que Cal se quedara. No podía creerlo.

-Si nadie tiene nada más que añadir, vamos a votar, - dijo Kathy. - ¿Alguien prefiere una
votación secreta, o está bien levantar la mano? -

Las manos fueron. Primero tomaron los votos negativos. Mitch y Ella levantaron la mano
rápidamente, seguidos un segundo después por Alicia. Era la miembro más joven del
consejo, pero una de las profesoras, alguien con un amplio alcance entre las mujeres con
hijos. ¿Cuántos niños había visto ella entrar en la escuela con moratones en los viejos
tiempos?

A continuación, los votos afirmativos. La mano de Dolores se levantó rápidamente, seguida


más lentamente por Bren y Phyllis. Ninguna de las dos parecía especialmente contenta de
apoyar a Dolores, pero ambas tenían su propia agenda.

Tres para que Cal se quede, tres en contra.

-Entonces parece que la silla rompe el empate, - dijo Kathy. Hizo una pausa por un
momento. Contuvo la respiración. -Voto por sí. -

28
Los murmullos se extendieron alrededor. Mitch se sentó en su silla, con los brazos cruzados,
dándose cuenta de que Ella estaba reflejando exactamente el mismo movimiento. Bueno,
mierda. Kathy golpeó el mazo para acallar los murmullos.

- ¡Silencio, por favor! La moción ha sido aprobada por cuatro votos contra tres. Cuando la
médica apruebe que el Sr. Richardson es apto y no está infectado, se le ofrecerá la
posibilidad de quedarse aquí a modo de prueba que no durará más de tres meses. ¿Algún otro
asunto? -

- ¿Dónde va a dormir? - Dijo Naomi. Ella era el intendente del grupo y se aseguraba de que
todos tuvieran lugares adecuados para recostar la cabeza, lo que no era fácil en un grupo
como éste, con tal variedad de edades y una mezcla de mujeres sin hijos y madres. -No
puedo alojarle con las chicas, y no tengo ninguna habitación libre. -

- ¿Tal vez pueda compartirla con Mitch? - sugirió Dolores.

Mitch levantó la vista, sorprendido. Había estado ocupado echando humo y decidiendo
exactamente qué le diría a Bren cuando la tuviera a solas. Pero esta declaración de sorpresa
lo sacó de ese estado. ¿Cal? ¿Compartir con él? Dios, no, esa era la peor idea posible. No era
como si pudiera encadenar a Cal a la pared. Tal vez tendría que encadenarse a sí mismo.

-Después de todo, tienes esa gran habitación para ti solo, Mitch, - continuó Dolores.

Y ahora quedaría como un idiota egoísta si se negaba. ¿Dolores tenía una mirada de
regodeo? Tal vez pensó que él se volvería loco por tener a un hombre guapísimo
compartiendo su habitación. Tal vez lo haría.

-Sí, - dijo Bren, poniéndose de pie, poniendo una mano en el hombro de Mitch, pero mirando
a Dolores con una sonrisa malvada. -Estoy segura de que se llevarán bien. Tienen mucho en
común. - ¿Bren sabía lo que él y Cal tenían en común? ¿Quién sabía lo que habían hablado
mientras él dormía? Pero tuvo que admitir que la mirada de repentina consternación en el
rostro de Dolores alegró lo que acababa de convertirse en un estado de ánimo muy negro.

Kathy golpeó su martillo por última vez. -Se levanta la sesión. -

29
Capítulo Cuatro

Al quinto día se había convertido en una rutina, pero éste tenía que ser el último. Bren entró,
sonriéndole de forma casi amistosa, pero Mitch seguía con el ceño fruncido. Había estado
tenso las dos últimas noches, sin apenas hablar, por mucho que Cal tratara de involucrarlo.

-La doctora está de camino, - dijo Bren, repartiendo tazas de café. -No he traído el desayuno.
Creo que Cal se unirá a nosotros en el comedor esta mañana. -

-Eso lo decidirá la doctora, - dijo Mitch. Siempre optimista. El vaso de ese tipo nunca estaba
medio lleno. Cal dio un sorbo a su café y esperó tenso. Estaba bien. Dios sabía cómo, pero lo
estaba. Pero la doctora, la simpática anciana que era, entraría aquí y determinaría su destino
en cualquier momento. Era suficiente para que a un hombre se le pusieran los pelos de punta.
Quería salir de estas cadenas, pero no para que Mitch y Bren lo sacaran y le dispararan.

Mitch y Bren hablaban en voz baja, Cal no les prestaba atención. ¿Le dispararían aquí, en
esta habitación? ¿O lo llevarían a la cubierta de la plataforma? Había niños aquí, según supo
al hablar con Mitch y Bren. Seguramente no querrían asustar a los niños. ¿Tal vez lo
llevarían en un barco y lo harían lejos de la plataforma?

Dios, qué pensamientos tan morbosos. ¿Qué le hacía pensar que harían algo de eso? Él
estaba bien. Estaba bien.

La doctora entró, apoyándose fuertemente en su bastón. Mitch la ayudó de inmediato a


sentarse en una silla. No llevaba su bolso, Cal se dio cuenta enseguida. Así que no había
aguja para una muestra de sangre. Ni estetoscopio. Intentó decidir si eso era bueno o malo.
-Interesante hallazgo en la última muestra de sangre de Cal, - dijo. -En las dos últimas, de
hecho. Tuve que esperar a la segunda para estar segura. -

Cal se la quedó mirando, y vio que la cara de Mitch palidecía. Su mirada se fijó en la de Cal.

-Anticuerpos, - continuó el médico. -Anticuerpos de la enfermedad zombi. -

- ¿Él... lo tiene? - preguntó Mitch. Su mano se apoyó en su arma. Cal dio un paso atrás.

-Por supuesto que no la tiene, -dijo la médica con impaciencia. -Todos podemos verlo.
Ningún paciente ha pasado tanto tiempo después de la infección sin mostrar ningún síntoma.
No la tiene. -

Cal suspiró cuando la mano de Mitch se apartó de su pistola. Sus piernas se tambaleaban
repentinamente mientras la tensión de los últimos días lo abandonaba. El miedo que había
mantenido reprimido. Se tambaleó hacia atrás y se apoyó en la pared.

30
-Es mejor que lo sueltes, - dijo la médica. -Lo quiero en la enfermería para un examen
completo. -

Bren se acercó a Cal, Mitch en su hombro. Sacó una llave. -Quédate quieto, guapo. - Un
momento después, las esposas y los grilletes cayeron al suelo, dejándolo libre. Le dolían las
muñecas y los tobillos, la piel rozada y en carne viva, pero apenas se dio cuenta. Acababa de
soltar una gran carga. Era hora de soltar otra.

-Doc, - dijo, pasando por delante de Mitch y Bren hacia ella. No les debía la verdad a esos
dos, pero la médica tenía que saberlo. -La mordedura. No era un perro. Era un zombi. -

Tanto Mitch como Bren se apartaron con pequeñas inspiraciones, con las manos rondando
sus armas. Pero ninguno las sacó. ¿Por qué iban a hacerlo? No era un zombi; eso estaba
claro. Le habían mordido, y no era un puto zombi. Una risa histérica brotó de él.

-Entonces me interesa aún más que le hagan un examen completo, - dijo Phyllis. -Y mucho
seguimiento. Esto es...-

- ¿Por qué mentiste? - Mitch exigió. - ¿Por qué mentir cuando claramente no íbamos a
matarte sumariamente? ¿Cuándo te dijimos que te habíamos dado la vacuna? -

-Porque no creí lo de la vacuna, - dijo Cal. -Pensé que estaban jugando a un juego mental
para que confesara, y así poder matarme sin sentirme mal por ello. -

- ¿Significa esto que la vacuna funciona? - preguntó Bren. -Lo mordieron, se vacunó y no
está enfermo. Eso significa que funciona, ¿no? -

-Quizá, - dijo Phyllis. Se puso de pie y se acercó a Cal, mirándolo de esa manera franca y
profesional, como si fuera un espécimen interesante. -Pero no podemos estar seguros. Tal
vez fue la vacuna, o tal vez tiene una resistencia natural, incluso inmunidad. -

-Nunca he oído que nadie sea inmune, - dijo Mitch.

-Siempre hay individuos inmunes, - dijo Phyllis. -Los que tienen las mutaciones genéticas
adecuadas. Puede que sea un número ínfimo de personas, pero siempre hay algunas. La raza
humana ni siquiera habría salido de África sin que eso fuera cierto. O posiblemente la
mordedura no transmitió el virus en absoluto. Cal, háblame de tu zombi. –

¿Su zombi? Pensamiento espeluznante. -Era un chico. Un niño. Quiero decir, había sido. -
No quería pensar en ello, en esa figura que salía literalmente de la hierba alta y le agarraba el
tobillo. La carne de sus piernas estaba destrozada por el arrastre, sobresaliendo muñones de
huesos. - ¿Qué edad tenía?, -preguntó.

-Nueve o diez, supongo. –

-No, quiero decir, como un zombi. ¿Parecía fresco, o estaba más podrido? -

31
-No, definitivamente no estaba fresco. - Cal tuvo que reprimir un escalofrío. -Estaba casi en
la fase de desmoronamiento. –

Phyllis parecía pensativa. -Sí, sí. Como esperaba. –

-Ella tiene una teoría, - dijo Bren. -Que los frescos son más peligrosos. Los más viejos y
podridas no son tan infecciosos ni están tan interesadas en morder. –

-Sí, me he dado cuenta de eso, -dijo Cal, asintiendo. Había visto a los zombis dando tumbos
sin rumbo, dejándose caer trozos, y reaccionando sólo a medias ante un humano en las
inmediaciones.

-Así que un niño zombi, muy descompuesto, con una mordida superficial y quizá poco
entusiasta, -dijo Phyllis. - ¿Limpiaste bien la herida, Cal? ¿De inmediato? –

-Créame, doctor, nunca ha visto a nadie limpiar una herida tan rápido o con tanta fuerza
como yo. Le eché como un galón de yodo. –

-Entonces es posible que nunca se haya infectado. –

Ella sonrió. -Y al menos mi vacuna no te ha matado, así que es un buen resultado. –

-Pero podría ser la vacuna, -dijo Bren. -Podría funcionar. –

-No lo sé, - dijo Phyllis. -Tendré que hacer más pruebas. Hablando de eso, Cal, ven conmigo.
Tengo muchas, muchas pruebas que quiero hacerte. –

- ¿Puede darnos un minuto, doctor? - Dijo Mitch. -Tenemos que hablar con él. - Los tres
intercambiaron algunas miradas significativas.

-Por supuesto, -dijo Phyllis. -Me prepararé. Tráemelo en cuanto termines. –

- ¿Y ahora qué? - Preguntó Cal cuando ella se fue.

-Eso depende de ti, - dijo Mitch. -Te agradeceríamos que al menos esperaras lo suficiente
para que el médico te revise. Después de eso, eres libre de irte. –

-Bien. - ¿Eso era todo? ¿Simplemente iban a devolverle su barco y dejarle marchar? No
podía entender la expresión de Mitch, y normalmente era muy bueno leyendo caras. El
hombre se esforzaba mucho en ser inescrutable. ¿Había en él un llamamiento a no

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marcharse? ¿O sólo una esperanza de que Cal se quedara el tiempo suficiente para que Mitch
le hiciera un examen físico completo también?

-Pero no tienes que irte, -dijo Bren, frunciendo el ceño ante Mitch, que permanecía en
silencio. -Nosotros, el consejo, es decir, el consejo elegido que dirige las cosas por aquí,
hemos decidido que se te ofrezca la oportunidad de quedarte. Al principio, a modo de
prueba, durante un máximo de tres meses. -

- ¿A prueba? -

-Si rompes las reglas, estarás fuera, - dijo Mitch. -Si no haces una contribución, estarás
fuera.-

- ¿De qué tipo de contribución estamos hablando? - A Cal no le apetecía fregar retretes y
lavar platos.

-Podrías ser un soldado, - dijo Bren. -Tenemos un grupo central de veinte personas que
Mitch y yo hemos entrenado. Defienden la plataforma y bajan a tierra a por suministros. Un
joven fuerte como tú sería ideal. Ya sabes cómo disparar. Te haremos aún mejor. -

- ¿Defender la plataforma? ¿Contra quién? Los zombis no pueden salir de aquí. -

-Los zombis no son el único problema, - dijo Mitch en tono sombrío.

Bren agitó una mano. -No dejes que el señor Miseria te moleste. Sí, los tipos en botes
intentan atacar el lugar de vez en cuando. Pero no tienen ninguna posibilidad. Este lugar es
una fortaleza. Lo peligroso es bajar a tierra. Pero has sobrevivido por tu cuenta, dijiste,
durante dos años. Conoces los peligros de ahí fuera mejor que nosotros, ya que estamos aquí
la mayor parte del tiempo. Podrías hacer una gran contribución. -

Call se frotó las muñecas doloridas, pensativo. No le gustaba mucho poner su vida en peligro
para ayudar a otras personas. Pero tal vez podría adquirir algunas habilidades útiles de esta
gente. Por un lado, probablemente sabían más sobre barcos que él, y un barco, esta vez bien
abastecido, se había convertido en una idea muy atractiva para él. Siempre en movimiento, a
salvo de los zombis aparte de los viajes a tierra. Pero el hecho de no saber nada sobre barcos
hacía que ese plan no fuera viable.

-Y la doctora está haciendo un trabajo importante con su vacuna, - dijo Bren. -Ella realmente
te quiere cerca para seguir ese trabajo, ahora que ha tenido la vacuna. Supongo que eres su...
¿cómo lo llaman? ¿Paciente Cero? -

33
Cal sonrió. - ¿Así que puedo ser un soldado y un conejillo de indias? - Se lo debía, supuso.
Al doctor, en todo caso, si esa vacuna realmente lo había salvado. Ah, diablos, ¿por qué no
quedarse un tiempo? No demasiado tiempo. Nunca te quedes en un lugar demasiado tiempo.
Aprendería lo que pudiera. Tal vez entrar en los libros de historia como el paciente cero de la
vacuna Burnett. Y tal vez averiguar cómo hacer que Mitch se abra. Y luego doblarse en
posiciones interesantes. Si no era Mitch, ¿quién sabe quién más en la plataforma que aún no
había conocido y que podría querer un poco de acción?

-Vale, me apunto. -

Mitch esperó fuera de la enfermería. Bren había entrado allí con Cal y se había quedado
fuera. Seguía siendo cauteloso. Finalmente, los dos salieron.

-Pensé que te habrías ido a la cama, - le dijo Bren a Mitch. -Ya que estás aquí, ¿puedes llevar
a Cal al comedor para que coma algo y luego le enseñas el lugar? - Se acercó a Mitch,
alejándose de Cal, y habló en voz baja. -Tengo que ir a comprobar que Inez está bien. Ha
tenido una noche un poco dura. Quiere que vaya al grupo con ella hoy. -

-No hay problema, -dijo Mitch. -Puedo explicarle algunas cosas mientras vamos. - Bren y
Cal se miraron de forma dudosa, pero luego Bren sonrió y dio una palmadita en el hombro
de Cal.

-Buena suerte, amigo. - Se marchó. Mitch se dio la vuelta y se marchó. Al cabo de un


segundo oyó que Cal le seguía por detrás.

-Veo que te han encontrado una camisa, -dijo Mitch. Cal llevaba una camisa de manga larga
de canalé que mostraba perfectamente sus anchos hombros y su cuerpo delgado.

-Nunca he estado en topless tantos días seguidos desde la última vez que estuve en Malibú.
¿Vamos a comer primero? Me muero de hambre. -

-Sí. Presta atención a la ruta. Es fácil perderse por aquí. Por eso tenemos esos. - Señaló la
pared donde había direcciones pintadas, en este caso a la enfermería por un lado y una salida

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por otro. Cal asintió y pareció concentrarse mientras se dirigían al comedor. Por el camino se
cruzaron con algunas personas, la mayoría demasiado ocupadas como para detenerse, que se
limitaron a saludar y a mirar con curiosidad a Cal. Cal les devolvió la sonrisa, una sonrisa
rara que Mitch no había visto mucho en los últimos días. Una sonrisa encantadora.
Tal vez debería haberse opuesto a que Cal se quedara porque iba a hacer que las mujeres se
pelearan por él en pocos días. Unas cuantas se habían peleado por Mitch hasta que había
dejado muy claro que no le interesaban las mujeres.
Llegaron al comedor. Se habían perdido el desayuno y la preparación del almuerzo acababa
de empezar, pero Mitch se las arregló para reunir unas cuantas cosas que les permitieran
seguir adelante hasta el almuerzo. Y siempre había café. Cal miró a las mujeres que
trabajaban en la cocina, pensativo, mientras comían. ¿Ya se había dado cuenta? se preguntó
Mitch. Cal no dijo nada, así que Mitch tampoco lo hizo, se limitó a comer rápidamente,
apurando a Cal para que hiciera lo mismo, y le llevó a dar una vuelta.
Pasaron por delante de las aulas y recibieron saludos y miradas abiertamente curiosas de los
niños, que no tenían la menor idea de que era de mala educación mirar. Cuando pasaron por
un almacén en el que Dolores estaba haciendo un inventario, Cal sonrió y la saludó con la
cabeza, pero ella frunció los labios al verlos, con una mirada más desaprobadora. A Mitch le
dieron ganas de agarrar a Cal y besarlo delante de ella. Absurdo. Un impulso loco. Había
sentido muchos de esos desde que Cal apareció. Y esta noche Cal compartiría su habitación.

-Están muy bien instalados aquí, - dijo Cal. -Calor, luz, agua fresca. ¿De dónde viene la
energía? -

-Dínamos impulsados por las olas y paneles solares, - dijo Mitch. -El agua es una
combinación de agua de lluvia recogida y agua de mar desalinizada. Eso consume gran parte
de la energía. - Sonrió. -Así que nos gusta la lluvia por aquí. -

-Apuesto a que... ¡Cristo! - Cal levantó un brazo para protegerse los ojos mientras Mitch
abría una puerta que daba a la cubierta y la luz del día entraba a raudales. Su maldita culpa;
la puerta estaba claramente marcada. Debería haber prestado atención, no haber mirado el
culo de Mitch.

Eso tenía que ser una ilusión.


Cal tropezó cuando salieron a la luz del sol, en una pequeña plataforma con una barandilla
alrededor que daba a la cubierta de la plataforma. En ese momento, en el gran espacio abierto
de abajo, Bren impartía su clase diaria de gimnasia para los soldados. Sus órdenes, las
ocasionales réplicas de alguna de las mujeres y las risas llegaron hasta los dos hombres.

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Cal se quedó un momento frotándose los ojos y con cara de dolor. Mitch recordó
bruscamente que llevaba días en la penumbra de abajo. La luz podría estar haciéndole daño.
-Lo siento, -dijo. -Volvamos a entrar. Te enseñaré el gimnasio a continuación. –

-Espera. -Cal le agarró del brazo antes de que pudiera guiarle de nuevo al interior. -Hay una
pequeña cosa que creo que has olvidado mencionar sobre esta plataforma. Todos a bordo,
excepto tú y yo, son todas mujeres. -

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Capítulo Cinco

-No, -respondió Mitch.

- ¿No? -

-Hay varios chicos entre los niños. -

-Vale, pero no hay hombres, ¿verdad? ¿Excepto nosotros dos? ¿O los tienes escondidos en
algún sitio? -

Mitch sonrió. -Has tardado en darte cuenta. -

-Disculpa, amigo. Básicamente te he visto a ti, a Bren, a la doctora y a un par más durante
los últimos cinco días. ¿Cómo diablos iba a saber que todo este lugar era tu harén? -

-Hay sesenta, perdón, sesenta y siete, incluyéndote a ti, personas a bordo, - explicó Mitch.
-Nosotros dos, catorce niños y cincuenta y una mujeres. No creo que tenga la energía para
mantener a cincuenta y una mujeres satisfechas. -

-Deja de joder, - dijo Cal. -Sólo dime cuál es el puto problema. ¿No tienes otros hombres? -

-Los teníamos. Algunos se fueron, o murieron en los viajes de suministro a tierra. En cuanto
al resto... Han pasado unos ocho meses desde que echamos al último. -

-Jesucristo, tus pelotas deben ser tan azules como el cielo. -

Mitch resopló y se dio la vuelta, dirigiéndose al interior y bajando los escalones. Cal le
siguió, con sus botas golpeando el metal.

-Tengo prioridades más importantes que el sexo, - dijo Mitch.

Cal no contestó a eso. Llegaron al final de los escalones y Cal lo alcanzó. -¿Has tenido
hombres aquí, pero si no se iban o morían, los echabas?,- preguntó. -Eso es lo que dijiste,
¿verdad? ¿Por qué? -

-Porque la mayoría de los hombres son problemáticos, - dijo Mitch. -Estamos mejor sin
ellos. -

- ¿Qué clase de problemas? -

-Rompieron las reglas, - respondió Mitch. -De una forma u otra. -

-Entonces, ¿por qué dejas que me quede? -

-El consejo lo votó. - Miró a Cal, esperando su reacción. -Yo voté en contra de que te
quedaras. -
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-Vaya, gracias. Es bueno saber que confías en mí. -

-¿Por qué iba a hacerlo?- preguntó Mitch. -Ya sabemos que eres un mentiroso. -

Cal se erizó. -¡Sólo porque pensé que me matarías si decía la verdad!-

-Si pensabas que te ibas a convertir, deberías haber dado la bienvenida a la muerte". Mitch se
alejó de él, no demasiado deprisa, esperó a que lo alcanzara y lo condujo a partes de la
plataforma que estaban en su mayor parte fuera de los límites: la vieja maquinaria de
perforación, que hacía tiempo que estaba en estado de inactividad. Cuando estuvieron fuera
de la vista de todo el mundo, se detuvo y señaló un equipo que Cal podía sentarse. Cal se
posó en él con recelo.

-Bien, escucha, - dijo Mitch. -No te quería aquí, pero estás aquí. Tal vez demuestres ser
diferente a los demás, demuestre que me equivoco. Pero lo dudo. -

-Dime tus reglas y te demostraré que estás equivocado. -

-Las reglas son más o menos lo que se espera. No robar. No saltarse el trabajo que te han
asignado. Nunca tomes más de tu ración de comida. -

-Por supuesto que no. - Cal fruncía el ceño, sonaba molesto e insultado, lo que Mitch tomó
como una buena señal.

-Si agredes a alguien, te cortaré el cuello y tiraré tu cuerpo al agua. -

- ¿No eres un verdadero duro? -

-Si crees que bromeo sólo para asustarte, pregunta por ahí. La excepción es si se trata de una
agresión sexual. Entonces te cortaré las pelotas primero. -

Cal se puso en pie de un salto, con los puños cerrados. -No me gusta que intentes
intimidarme, amigo. ¿De dónde coño sacas que me hables así? ¿Suponiendo una mierda
como esa? ¿Qué clase de hombre crees que soy? -

-No lo sé. -Mitch dio un paso hacia él, luchando contra el impulso de empujarlo para que se
sentara de nuevo. -No sé quién eres. No puedo sacar tus antecedentes penales. Podrías ser
cualquiera. No puedo confiar en cualquiera. -

- ¿Antecedentes penales? - Cal frunció el ceño. -Eres policía, ¿no? -

-Yo...- Debería decir "era". Pero nunca había sido capaz de ponerlo en pasado. -Soy. Soy
policía, y es mi deber proteger a estas mujeres y a sus hijos. -

-No tienes que protegerlas de mí, - dijo Cal. -No me interesan las mujeres. -

-¿Y los niños?-

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Los ojos de Cal ardían. Levantó los puños cerrados y dio un paso hacia Mitch. -Debería darte
un puñetazo en la jodida cabeza por preguntar eso. Por supuesto que no. -

-Buena respuesta, - dijo Mitch, sonriendo.

Eso liberó la tensión de Cal, que dio un paso atrás, dejando caer los brazos a los lados y
abriendo los puños. Sonrió tímidamente. -Bueno, casi consigo que me tiren por la borda,
¿no? -

-No. Te estaba provocando para ver tu reacción. Lo siento. Pero prefiero que te enfades
conmigo y no con nadie de aquí. Si tienes ganas de golpear a alguien, ven a mí. -

- ¿Y dejarás que te pegue? - preguntó Cal, con una sonrisa que indicaba que le gustaba la
idea.

-No, - dijo Mitch. -Te llevaré al gimnasio y dejaré que intentes pegarme. Ahora, hablando
del gimnasio...- Llevó a Cal de vuelta al interior y continuó el recorrido. Después de
mostrarle el gimnasio, Mitch se dirigió a la zona de alojamiento. Mientras ascendían por la
empinada escalera que Mitch había aprendido a llamar "escalera", miró a Cal por encima del
hombro.

-Te voy a enseñar dónde vas a dormir. Compartirás mi habitación. -

Cal vaciló y casi tropezó. - ¿Yo qué? -

-Créeme, a mí tampoco me gusta la idea. -

- ¿Quién ha dicho que no me guste la idea?- Cal esbozó una sonrisa. Mitch resopló y lo
condujo hacia las zonas de alojamiento. Las habitaciones más grandes tenían literas y la
mayoría eran mujeres jóvenes en de ellas. Cal consiguió una o dos sonrisas de las damas,
según vio Mitch, y respondió. Sin duda, si quisiera, podría tener un harén propio bastante
rápido.

-Aquí, - dijo Mitch, abriendo una pesada puerta de metal. Encendió una luz. Era una cámara
lúgubre, y de repente se sintió avergonzado de ella. Paredes de metal, sin ventanas. Apenas
había muebles. Había un catre en un rincón y una caja volcada al lado con algunos libros y
otras cosas apiladas.

La ropa colgaba de los ganchos de la pared. Un par de alfombras aliviaban el frío del suelo
metálico, y en la pared había unos cuantos carteles que se remontaban a los días en que esta
era una plataforma de trabajo. Todos ellos trataban sobre los procedimientos de seguridad y
las rutas de evacuación.

-Lo siento, es algo básico, - dijo Mitch.

-Para ser el rey de la plataforma no tienes precisamente la mejor habitación, - dijo Cal.

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Mitch señaló la esquina opuesta a la suya, donde había un catre plegado y un cajón con
mantas y la mochila de Cal. -Prepárate. -

Cal comprobó primero su equipo. - ¿Dónde están mis armas? -

-En la armería, - dijo Mitch. Cal le frunció el ceño. -No mires así. Están encerradas en
contenedores herméticos para evitar que el aire salado las corroa. No querrás encontrarte en
tierra con un arma inútil, o que le pase algo a ese bonito Winchester. - Cuando él y Bren
habían revisado el equipo de Cal, habían encontrado un rifle Winchester muy bonito y una
pistola Browning Hi-Power. Con ellos y el equipo saqueado en su mochila, Cal estaba bien
equipado para sobrevivir en tierra.

-Es una pieza selecta, - dijo Cal. -La conseguí en una casa de Nueva Orleans. Todavía está en
un armario de armas. El lugar era como un arsenal. Me llevó horas decidir cuál coger. -

Mitch se quedó un poco callado mientras Cal hablaba, acercándose a ayudar a montar el
catre, pero sin decir nada.

¿Cómo podía seguir teniendo remilgos ante la idea de saquear? Era mejor que dejar que las
cosas buenas se pudrieran, seguramente. Pero sus viejos instintos eran fuertes.

Colocaron el catre y Mitch le dejó que lo armara con la manta, las sábanas y la almohada. Se
sentó en su propio catre, con una pierna estirada y el otro pie en el suelo, de espaldas a la
pared.

-Esta habitación puede no parecer gran cosa, - dijo. -Pero es grande, es privada y tiene su
propia ducha. -

-Ya no es tan privada, -dijo Cal. -Lo siento. -

¿Estaba Mitch molesto por haber perdido su cuarto privado? ¿O temía la tentación de tener a
Cal en ellos? La facilidad con la que él y Cal podrían aprovecharse de la privacidad, el gran
cerrojo de la puerta y las paredes fáciles de limpiar. Cerró esos pensamientos de inmediato.
Eso no iba a suceder.

-Buscaré algo para hacer un biombo o tabique, - dijo Mitch. -Para darnos a los dos un poco
de privacidad". Cal no había pedido ninguna privacidad, y no tenía ninguna razón para
avergonzarse de su cuerpo. Pero esa era exactamente la razón por la que Mitch podía utilizar
esa privacidad.

-No me he duchado ni afeitado en una semana, - dijo Cal. - ¿Puedo tomar una ahora? Me
gustaría estar lo mejor posible antes de encontrarme con el resto de la pandilla en la cena. -

Mitch miró su reloj. -Sí, tienes tiempo. Pero no tardes más de cinco minutos. -

Cal suspiró. -Es una pena que me guste una larga ducha caliente, preferiblemente

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compartida. -

-Las toallas y el jabón están ahí, -dijo Mitch, sin morder el anzuelo. Se quedó mirando
mientras Cal empezaba a desvestirse y a tirar su ropa en el catre. -Te dejo con ello. -

Antes de que Cal pudiera decir otra palabra o perder otra pieza de ropa, Mitch se había ido.

Cal fue un éxito en la cena. Entró en el comedor, donde la mayoría de las mujeres se habían
reunido al mismo tiempo, en lugar de repartirse durante un par de horas como solían hacer.
Se había afeitado y parecía más fresco y joven que antes.

-Vaya, - murmuró Bren a Mitch. -Sabía que estaba bueno, pero creo que no me había dado
cuenta de lo bueno que estaba. -

Se pavoneaba; no había otra palabra para describirlo. Irradiaba la confianza suprema de un


hombre que sabía que era guapo y que sabía que casi todos los presentes pensaban lo mismo.
Saludó rápidamente a Mitch y a Bren, y luego se dirigió al mostrador para pedir la comida.
Mitch esperaba que viniera y se uniera a ellos, pero en lugar de eso se sentó en otra mesa, y
las mujeres le hicieron sitio enseguida.

Mitch frunció un poco el ceño. A Cal le encantaba. Míralo, sentado ahí siendo adorado
como un héroe.

-No te preocupes, - dijo Bren. -La novedad pasará pronto. -

- ¿Quién se está preocupando? - preguntó Mitch.

-O estás preocupando, o estás intentando fusionar los átomos de ese tenedor. - Miró a Cal, el
centro de una multitud que la adoraba, y sacudió la cabeza. -Sinvergüenza. ¿Es bi? -

-No lo sé. -

-Entonces, ¿ya empezaste a pinchar eso? - Bren preguntó.

- ¡Bren! - Mitch le frunció el ceño y bajó la voz. -Sólo le hemos dejado salir de las cadenas
esta mañana. –

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- ¿Cuánto tiempo necesita? Si fuera yo, ya habría saltado sobre él. ¿Estás seguro de que no es
biológico? -

-Bren, por favor. -

-De acuerdo, mantén tus pantalones puestos. Sólo te estoy dando cuerda. - Ella sonrió.
-Porque eso nunca pasa de moda. Pero vamos, tiene sentido. Y sabes, el hecho de que sea
gay es una de las cosas que me hizo votar para que se quedara. Pensé que sería menos
probable que diera problemas. -

Mitch resopló. -No sé de dónde sacas esa idea. -

-Bueno, menos de los problemas que hemos tenido antes. Tal vez deberías meterte en sus
pantalones tan rápido como puedas. Asegúrate de que no le dé a la bi un intento por
desesperación".

-A veces me pregunto por qué soy amigo tuyo,- dijo Mitch con un suspiro.

-Será bueno para ti", insistió ella.

-Si me dices que necesito echar un polvo, te prometo que la próxima vez que estemos en
tierra y nos encontremos con zombis, te pongo la zancadilla. -

Sonrió, pero luego se puso más seria. -No me refiero sólo al sexo, Mitch. Necesitas un
amigo. -

-Tengo amigos. - Él le sonrió. Nunca había esperado tener una mujer como amiga, una amiga
de verdad. Siempre le había parecido absurda la idea. Y, sin embargo, aquí estaba ella.

-No es lo mismo. Necesitas un amigo hombre de verdad. Al igual que yo necesito... Bueno,
hay cosas de las que no hablaré contigo, ya sabes. Es lo mismo. Necesitas poder hablar... ya
sabes, cosas de hombres. -

Puede que tenga razón. No le gustaba admitirlo, pero a veces podía sentirse muy solo. Puede
que Bren se haya criado con varios hermanos y se haya dedicado a desvalijar y desguazar
coches desde que era una niña, y que luego se haya alistado en el ejército, pero seguía siendo
una mujer, y había cosas que él no podía decirle.

Otra carcajada provino de la mesa en la que Cal celebraba la corte.

Mitch perdió el apetito. -Ya he terminado, - dijo, poniéndose de pie y recogiendo su bandeja
para entregarla. -Y para de mirarme así. -

Se marchó de vuelta a su habitación y se enfadó por haberla considerado "suya" cuando ya


no lo era. Su habitación. Tendría que esperar a que Cal volviera para poder dormir, o
simplemente le despertaría la entrada de Cal.

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Decidiendo que no quería desvestirse delante de Cal, se despojó de la camiseta y los
pantalones cortos y se sentó en la cama con un libro abierto. Sin leer el libro de ninguna
manera.

Cal llegó una hora más tarde, con el mismo aspecto que el gato que se comió al canario.

- ¿Ya estás en la cama? - dijo Cal.

-Te sugiero que hagas lo mismo. Empiezas tu entrenamiento mañana a primera hora.
Deberías descansar un poco. -

-De acuerdo. - Comenzó a desvestirse. Mitch miró rápidamente el libro. Cal entró en el
cuarto de baño llevando sólo los calzoncillos y un cepillo de dientes.

Volvió unos minutos más tarde y tiró el cepillo de dientes en el cajón de su mesita de noche.

-Un gran grupo de chicas, por cierto. - Cogió la ropa que había tirado en el catre y empezó a
colgarla. -Es un poco extraño, todas esas mujeres y ningún hombre. Pero me acostumbraré. -

-Ciertamente parecías gustarles. -

Cal sonrió. -Ya, ya, Mitch, no te pongas celoso. -

-Celoso. - Mitch cerró su libro con un chasquido. - ¿Crees que estoy enfadado por eso? -

- ¿Estás enfadado? -

- ¡Sí! - Mitch se levantó y salió de la cama, acercándose a Cal antes de darse cuenta de que lo
había hecho. -Me enfada verte coquetear con ellas. Porque no tienes intención de seguir con
ello, ¿verdad? Sólo estás bromeando. -

-Eso se llama interacción humana normal, - dijo Cal. -Puede que quieras hacerlo alguna vez.-

-Quizá no te hayas dado cuenta, pero el mundo ha cambiado. Esas reglas no se aplican.
¿Sabes por lo que han pasado esas mujeres? ¿Perder a sus maridos, amantes, novios? ¿Sus
hijos? ¿Crees que necesitan que alguien venga a darles falsas esperanzas? -

Cal perdió la mirada y se estremeció. -Nunca lo había pensado así. -

-Simplemente no juegues con sus emociones, - dijo Mitch. -No por el bien de halagar tu
propio ego. -

-Lo siento, - dijo Cal con rigidez, pareciendo a la defensiva. -Intentaré no coquetear. -

-Te lo agradecería. -

Mitch se dio la vuelta y volvió a su catre. Vio cómo Cal se metía en el suyo. -Apagare las
luces, - dijo Mitch y extendió la mano por encima de su cabeza para pulsar el interruptor. La

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habitación se quedó a oscuras. Oyó un grito ahogado. - ¿Cal? ¿Estás bien? -

-Sí. Mierda, está muy oscuro. -

-Lo sé. Me costó un tiempo acostumbrarme. -Se río. -Tal vez deberíamos pedir prestada una
luz nocturna a uno de los niños. -

-Creo que me las arreglaré. -

Mitch oyó a Cal arrastrando los pies, el susurro de las mantas, el crujido de los muelles del
catre, y luego silencio. Por un momento Mitch imaginó que se había levantado y que se
dirigía en silencio hacia el catre de Mitch. Pero cuando Cal volvió a hablar, su voz seguía en
su rincón.

-Mitch. Las chicas tienen suerte de tenerte de su lado. -

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Capítulo Seis

Después de desayunar, Cal cogió su rifle y su pistola de la armería y se presentó en el


helipuerto tal y como le habían ordenado. Allí arriba no había ningún helicóptero, sólo una
mujer joven con el pelo largo y castaño ondeando en la brisa. Iba vestida con ropa práctica
como todo el mundo por aquí, unos vaqueros polvorientos y remendados y una camiseta sin
mangas, con zapatillas de deporte en los pies. Pero iba maquillada. No por cuenta de él,
esperaba.

-Hola, soy Tanya, - dijo ella, estrechando su mano. -No tuve la oportunidad de hablar
contigo en la cena. Había demasiada gente. -

-Soy una novedad, - dijo él. -Calvin Richardson. Llámame Cal.-

-Cal. Hola. Así que Bren quiere que evalúe tus habilidades de tiro y te entrene, si es
necesario, para que estés al mismo nivel que nuestros soldados. -

- ¿Por qué tú? ¿Pensaba que sería la propia Bren la que lo haría? -

-Soy el mejor tirador. Vamos. - Ella lo condujo hasta una mesa con un par de rifles y pistolas
sobre ella y también orejeras y gafas de seguridad. Sospechó que la pesada mano de Mitch
estaba detrás de eso. El Sr. Seguridad-Primero-Como-En-El-Libro.

-Puedes usar tus propias armas para la evaluación, -dijo. -Pero como parte del entrenamiento,
tendrás que aprender a usar el mismo rifle que usamos nosotros. -

-Claro. -Comenzó a cargar su rifle con la munición que ella le entregó. -Entonces, ¿estuviste
en el ejército, como Bren?, - preguntó mientras trabajaba.

- ¿Yo? - Ella se rió. - ¡Dios, no! Fui técnico de uñas. -

Cal frunció el ceño. -Um, hacías uñas. -

-No, tonto, las pintaba. -Ella agitó los dedos de una mano hacia él, las uñas pintadas de un
color naranja brillante.

-Oh, una manicura. -Se arrepintió de haberlo dicho enseguida. A algunas personas les
importaban mucho los títulos de los trabajos. Pero no la había ofendido. Ella se río.

-Sí, qué cantidad de tonterías, ¿eh? -

No le entregó las orejeras ni las gafas de seguridad. Apostó a que no se los llevaban a tierra.
No había ningún lugar donde apoyarse y descansar los brazos; tenía que disparar como lo
hacía habitualmente allí en la naturaleza.

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-Ah, no hay nada detrás ni debajo, ¿verdad?,- preguntó mientras se alineaba para disparar a
una fila de blancos de papel colocados en la barandilla del helipuerto.

-Nada más que el mar. Y la barandilla está acolchada por si hay rebotes. -

Asegurado de que no iba a matar a nadie por accidente, apuntó al primer blanco. Tanya no
tuvo que decirle que disparara a la cabeza. Ahora era un instinto. Siempre se disparaba a la
cabeza. Con los humanos, el mejor plan solía ser apuntar al pecho para tener más
posibilidades de acertar, pero con los zombis sólo contaba la cabeza.

Clavó el primero, y Tanya gritó: - ¡Siguiente!, - mientras el rifle seguía pateando su hombro.
Como si tuviera un grupo de ellos viniendo hacia él. Efectivamente, después de que él
avanzara, casi antes de que disparara ella estaba ladrando: "¡Siguiente!". Intentó
imaginárselos avanzando hacia él, como lo haría un grupo de muertos vivientes, y él mismo
acabando con ellos uno a uno, metódicamente. Nunca se quedaría tan frío y tranquilo en el
mundo real con zombis de verdad acercándose. Cuando hubo "matado" a todos los objetivos,
él y Tanya se acercaron a echar un vistazo.

-Se vuelven menos precisos con menos tiempo para apuntar, - ella dijo. -Y, por supuesto, la
precisión disminuye sustancialmente en el campo, a diferencia del campo de tiro. -

-Francamente, si estuvieran tan cerca de mí en el campo y tuviera la opción, huiría en lugar


de quedarme disparando. -

-Suele ser el mejor plan. Demasiada gente acaba muerta por creerse el rey de los cazadores
de zombis. Y muchos mueren porque están tan ocupados concentrándose en los que tienen
delante que no ven al que viene detrás. -

Un golpecito en su hombro en el lado opuesto al que estaba ella le hizo saltar. Pero sólo era
ella. Le había tocado la espalda. Cal se estremeció ante la idea de ser emboscado de esa
manera por un zombi.

-La gente olvida que no está luchando contra otros humanos, - continuó Tanya. -Los
humanos pueden tener miedo de acercarse sigilosamente a un tipo con una pistola. A los
zombis les importa una mierda. No huyen cuando disparas al zombi que tienen al lado. Los
bastardos siguen viniendo. -Su bonita cara se había sonrojado y había furia en sus ojos.
Después de un segundo se aclaró, sin embargo, y ella se río y sacó una banda de su bolsillo
para atar su cabello. -Lo siento. Estoy segura de que no tengo que decirte todo eso. Llevas
mucho tiempo solo, dijo Bren. -

-Sí. A veces me uní a otros grupos por un tiempo. Sin embargo, la mayoría de las veces me
quedé solo. -

-Autosuficiente. -

46
-Ese es mi segundo nombre. -

-Venga, vamos a ver qué tal te va con la pistola. -

Recuperaron su Browning, y ella la examinó con interés, probándola ella misma, apuntando
a los blancos.

- ¿Nunca has visto una? - preguntó Cal. -Pensé que debías ser la experta en armas por aquí. -

-No. Nunca había tocado una antes de que empezara todo esto. Casi siempre he visto las que
usamos aquí. Bren y Mitch me enseñaron sobre las armas en general, y luego conseguimos
nuestras Rugers en una base militar. Ahí es cuando aprendí a disparar. Bien, te toca. Deja
que cambie los blancos mientras cargas. -

Colgó blancos de papel nuevos y los acercó. El tipo de distancia en la que te irías a la mierda
y agarrarías tu pistola.

-Nunca uses el rifle a esta distancia, - dijo ella, volviendo a colocarse a su lado. -He visto una
bala de rifle de alta velocidad atravesar la cabeza de un zombi y no hacer suficiente daño
para detenerlo. -

- ¿De verdad? Eso es alarmante. -

-El doctor cree que sólo usan una pequeña parte del cerebro, y si se pierde eso, el zombi
puede seguir. ¿Has oído hablar de gente que sobrevive a un disparo en la cabeza? Es lo
mismo. ¿Y alguna vez has visto una bala rebotando en un cráneo? Sucede si le das en el
lugar correcto. No solían mostrar eso en la televisión, ¿verdad? -

-Tal vez deberíamos tener Magnums 357,- sugirió Cal, no del todo en broma. -Esos
gamberros no se sentirán afortunados entonces. -

Ella sonrió. -Tenemos un par, pero son lentas de recargar. Sin embargo, hacen un buen lío.
Tal vez te deje jugar con una más tarde. Bien, veamos qué tienes, vaquero. No esperes
órdenes esta vez. Sólo dispara a cada uno de los objetivos tan rápido como puedas, en el
orden que te parezca. -

No era muy bueno con la pistola. No había usado la suya muy a menudo, y eso se notaba.
Derribó los seis objetivos uno tras otro, pero su índice de precisión era bajo. Sería aún más
baja si fueran zombis de verdad los que se acercaban a él.

-Te dije que prefería huir, - dijo tímidamente mientras ella tomaba nota de sus resultados.

-No, lo has hecho bien. Pronto subiremos tu calificación. Y si eres un buen chico y trabajas
duro, podrás jugar con algunas de las cosas realmente divertidas. Como la ballesta. -

- ¿Ballesta? Eso me gusta. Silenciosa. -

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-Exactamente. Dispárala desde la cobertura y no tendrán ni idea de hacia dónde dirigirse. Y
si eres un chico realmente bueno, entonces en unos seis meses, Bren podría dejarte probar
uno de los lanzacohetes. Eso sí que es divertido. Bien, ven a probar nuestras armas. -

Ella le entregó un rifle, más corto que el suyo, con una culata plegable. -Es ligero, -dijo él,
levantándolo. -Mucho más ligero que mi Winchester.-

-Carabina semiautomática Ruger Mini-14. Bren pensó que cuanto más ligera, mejor para que
las chicas débiles y endebles la llevaran. -

No había nada endeble y débil en esta chica. Iba a aprender mucho de ella. Tal vez huir era la
mejor opción la mayor parte del tiempo, pero a veces tenía que estar de pie y luchar. Tal vez
si hubiera reaccionado más rápido con su arma, no habría sido mordido. Aprender de Tanya,
y más tarde desembarcar y ver cómo un grupo entrenado de luchadores se enfrentaba a los
zombis tenía que ser un conocimiento valioso que llevarse.

-Estás muy lejos de tu salón aquí, - dijo Cal mientras Tanya demostraba cómo desmontar el
arma.

-Todo el mundo se convierte en alguien nuevo aquí. Aportar algo más significativo, diría
yo.-

¿Podría hacer eso? El antiguo trabajo de Tanya había sido meramente trivial. Parte de la
espuma en la cima de la civilización, pero inofensiva. No hacía daño a nadie. El antiguo
"trabajo" de Cal definitivamente no era inofensivo. Todo era tomar, nunca dar nada real a
nadie. Manchando lo que daba con la amargura de la traición y la humillación.

- ¿Cal? ¿Estás prestando atención? Será mejor que lo estés, porque voy a enseñarte cómo se
resuelve un atasco. Realmente necesitas saber esto. -

Sonrió disculpándose. -Lo siento. Adelante. -

A la mañana siguiente tuvo su primera sesión de entrenamiento de explosivos con Bren.


Mitch había estado misteriosamente ausente de la habitación que compartían la noche
anterior, y sólo regresó cuando Cal se fue a desayunar, diciendo que había estado en la
guardia nocturna.

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Cal no podía imaginar qué demonios había estado vigilando. Éste era el lugar más seguro en
el que había estado durante casi dos años. Tal vez tenían otro prisionero escondido. O tal vez
estaba evitando a Cal.

Cal fue a la enfermería, la doctora quería revisarlo cada dos días, y se dirigió a una de las
salas metálicas de la superestructura de la plataforma, donde encontró a Bren esperándole.

-El recluta Richardson se presenta para el servicio de voladura de mierdas, - dijo.

-Hah, si vuelas algo hoy, te daré una patada en el culo, - dijo ella. -La primera cosa que
aprender sobre los explosivos es los procedimientos de seguridad. Es decir, cómo no volar tu
mierda personal. Siéntate. -

Después de eso fue más como una clase. Toda la teoría sobre los explosivos, los diferentes
tipos, cómo se usaban, cómo detonarlos. Cal resistió el impulso de quedarse dormido. Esto
podría serle útil. A menudo se había preguntado sobre la posibilidad de instalar sistemas de
cables trampa para protegerse mientras dormía. Podría dormir bien, para variar. Aunque las
dos últimas noches había dormido como un bebé. Una vez que perdió el miedo a morir y
convertirse, y una vez que supo que sus anfitriones no iban a matarlo, por fin había podido
descansar de verdad en este refugio de seguridad.

Al cabo de un par de horas, se detuvieron a tomar un café y se sentaron entre las cajas de
dinamita y explosivos plásticos, entablando una pequeña charla.

Una pequeña charla con una gran charla detrás.

- ¿Tú y Mitch se las arreglan para compartir la habitación bien?, -preguntó. - ¿Sin peleas? -

-Hasta ahora no, - dijo Cal. -Son los primeros días. -

-Supongo que es duro para los dos, acostumbrados a estar solos. -

-Es el acuerdo más sensato. No puedo pedir mi propia habitación. Y tiene un cuarto de
baño.-

Ella río. - ¡Lujo! -

-Ahora sólo tenemos que instalar la bañera de hidromasaje, y estamos listos. -

-Ni siquiera hables de eso. No te puedes imaginar cuánto lo echo de menos. -

Ambos suspiraron y se sentaron en silencio durante un rato, Cal adivinando que ella estaba
haciendo lo mismo que él y lamentando el mundo de los jacuzzis, saunas y spas. Una ducha
tibia, pero no caliente, de cinco minutos no era lo mismo.

-Entonces, ¿vas a enseñarme a hacer una bomba? -preguntó.

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-Paciencia, mi bombardero en ciernes. Los explosivos no son para jugar a la ligera. Primero
debes aprender a respetarlos y a su poder. -

-Y luego debes aprender a meterles un detonador y hacer volar la mierda. -

-También está eso, ciertamente. -

-De todos modos, ¿qué se hace con ellos? - Cal se lo había preguntado. Lanzar granadas a los
zombis, ya lo veía.

-Un montón de usos. Si estamos en tierra y tenemos que acampar una noche, creamos un
campo de minas alrededor del campamento. Generalmente con alambres de tropiezo. Y
luego hay que entrar en los lugares. -

- ¿Qué, las cajas fuertes de los bancos? - Sonrió.

-No tiene mucho sentido. El papel moneda sólo sirve para limpiarse el culo, y no se puede
comer oro. -

-Sin embargo, he visto bancos quebrados por todas partes, - dijo Cal. -Supongo que algunas
personas tardan en comprender la realidad. -

-Sí, - dijo ella. -Los que no aceptan que está pasando de verdad y siguen esperando que
alguien venga a rescatarlos. -

-Sin embargo, creo que han hecho algún rescate, ¿tú y Mitch? -

Ella asintió. -Sí. Realmente no empezamos con la intención de hacerlo. Pero la cosa fue a
más. -

Cal dio un sorbo a su café, sin mirarla, tratando de sonar casual. Como si no le molestara
tanto. - ¿Cómo lo conociste? -

-Fue un mes después de que todo se derrumbara. Se acabó el gobierno, se acabó el ejército.
Supe que mis padres y hermanos se habían ido. - Su rostro mostró brevemente dolor,
rápidamente cubierto. -Estaba encerrada en una tienda de suministros en una pequeña ciudad
desierta, tratando de averiguar qué demonios hacer a continuación. Un día, un tipo sale de un
coche y entra en la tienda, va directamente a la sección de munición. La mayoría de las
veces, cuando alguien entraba, pasaba desapercibida. Pero algo sobre Mitch. Parecía un tipo
que podía manejarse solo, ya sabes. Así que fui y me presenté. -

Estaba sonriendo mientras lo decía. Cal mordió. -Cuando dices 'me presenté'...-

-Bueno, obviamente lo primero que hice fue apuntarle a la cabeza con una pistola. -

Cal se rió. Ya se lo imaginaba. Se sirvió más café.

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-De todos modos, - continuó. -Hablamos, comimos y luego formamos un equipo. Ya tenía
una idea sobre cómo llegar a algún lugar como un barco o una isla o.…- Hizo un gesto con la
mano. -Una plataforma petrolífera. Sabía que no podía quedarme donde estaba para siempre,
pero era demasiado peligroso viajar sola. Hay que poder dormir de vez en cuando. No sé
cómo viajabas solo sin nadie que te cuidara la espalda. -

-Me acostumbré, supongo. La única persona en la que confiaba para cuidarme era yo. -

-Tal vez sea por ser del ejército, entonces. Siempre estuve acostumbrada a tener compañeros
que me cuidaran la espalda. - Así que nos dirigimos a la costa, Mitch y yo, pero por el
camino empezamos a encontrarnos con otras personas, y algunas se unieron a nosotros. Y
Mitch especialmente, siendo un policía, no podía dejar de interferir si nos encontrábamos
con alguien en una mala situación. Que en su mayoría eran mujeres prisioneras de hombres.
Insistía en que teníamos que ayudarlas. -

Afirmó que era Mitch, pero la mirada feroz en sus ojos sugería que no estaba más inclinada a
dejar a la gente en peligro que él.

- ¿Fueron sólo mujeres las que se unieron a ustedes? - preguntó Cal.

-No. También había chicos. Ellos... ya no están aquí. -

-Sí, Mitch me dijo que echaron a los que no se fueron o murieron luchando contra los
zombis. ¿Eran tan problemáticos? -

-Supongo. Quiero decir, yo podía manejarlo personalmente, y las chicas que estaba
entrenando para luchar, también podían. Pero la mayoría de ellos no nos molestaban, sino
que molestaban a los que no podían sacárselos de encima tan fácilmente. - Se encogió de
hombros. -Mitch pensó que era lo mejor. Supongo que sabe lo que hace. -

- ¿La mayoría? - Implicaba que había algunos que todavía tenían la estupidez de meterse con
Bren o sus soldados.

-Sí. La mayoría". Nada más. Bebió los últimos restos de su café. -Y se peleaban entre ellos,
por supuesto, por las mujeres. Tontos. - Sonrió a Cal. -Al menos tú y Mitch no harán eso. -

- ¿Por eso dejaste que me quedara?, - preguntó él.

-Fue un factor, - dijo ella.

- ¿Qué más fue? -

-La doctora necesita hacer un seguimiento de su vacuna contigo. Ahora eres parte de su
investigación. Si esa vacuna funciona, lo cambiará todo. Además, parece que serás un buen
soldado, cuando te pongamos en forma. –

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- ¡Oye! -

-Y tengo que admitir, tener un culo tan fino por el lugar hace un buen cambio. -

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Capítulo Siete

Mitch entró en el gimnasio y encontró a Cal charlando con un par de chicas en las bicicletas
estáticas. Más le valía estar sólo charlando y no coqueteando.

-Ven por aquí, - le ordenó a Cal y se dirigió al gran espacio abierto que utilizaban para hacer
ejercicios físicos cuando hacía demasiado frío o llovía mucho en la cubierta.

-Buenas tardes, Cal, - dijo Cal, imitando el acento de Mitch. -Espero que hayas disfrutado de
tu almuerzo, Cal. Pues sí, lo hice, gracias, Mitch, y gracias por preguntar. -

- ¿Has terminado? - Mitch se quitó la capucha que llevaba por encima de la cabeza,
dejándose la fina camiseta que llevaba debajo. -No estamos aquí para una visita social.
Déjate caer y dame veinte. -

Cal se quedó mirando. - ¿De verdad has dicho eso? No puedo creer que hayas dicho eso. -

-Que sean veinticinco. - Mitch no esperó a que obedeciera. Se quitó los zapatos, se dejó caer
y empezó a hacer flexiones. Al cabo de un segundo Cal estaba a su lado, haciendo lo mismo.
Estaba en excelente forma, pero había estado inactivo y enfermo, así que empezó a
esforzarse al llegar a las veinte.

-Tienes que anotar tu nombre en el horario de las bicicletas estáticas", dijo Mitch. "Tienes
treinta minutos al día. No pierdas tu espacio. -

-De acuerdo. -Cal sonaba sin aliento. -Veintidós. -

-Y empezarás a asistir a las sesiones diarias de PT de Bren. Ella realmente azotará tu trasero
en forma. -

-Resulta que Bren cree que mi culo ya está en buena forma. Veinticuatro. -

-Veintitrés. -No iba a distraer a Mitch tratando de ponerlo celoso.

-Jodete. -

-Ahora no. Tenemos trabajo que hacer. - Oh, demonios, ¿como si eso no fuera un flirteo
descarado? Se había mantenido alejado de Cal todo lo posible, y ahora en cuanto no podía
evitarlo estaba coqueteando.

-Hasta luego, entonces. - Cal sonrió mientras el sudor brotaba en su cara. Hizo las dos
últimas flexiones, y luego se dejó caer en la colchoneta. -Mierda, normalmente estoy en
mejor forma. –

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-Volverás a estarlo pronto. Levántate. Estiramientos. -

Condujo a Cal a través de una rutina de estiramientos, sin poder evitar mirarlo, teniendo que
asegurarse de que tenía la forma correcta. Cal gruñó al estirar los músculos que se habían
agarrotado por la inactividad. Era un sonido de tipo animal. Demasiado cercano a otra cosa.
Ignóralo. No estamos aquí para follar. Estamos aquí para luchar.

- ¿Te sientes bien? - Preguntó Mitch. - ¿Aflojado? -

-Si me aflojara más, se me caerían partes. - Cal se mordió el labio después de decirlo y
sacudió la cabeza. -Mierda. -

No es la mejor manera de decirlo cuando podría haber acabado siendo un cadáver andante al
que se le cayeran partes. Tal vez las palabras le recordaron su mortalidad. Mitch le daría
unos cuantos recordatorios más en un momento.

- ¿Sabes algo de artes marciales? - preguntó Mitch mientras se dirigían al centro de la sala, al
gran cuadrado de colchonetas.

-Claro, - dijo Cal. -Soy un experto en el camino del rodillazo en las pelotas y golpes en los
ojos. -

-Un luchador sucio, ¿eh? -

-Pelear con reglas no es pelear; es sólo una versión más ruda del ballet. -

Mitch se río, y luego se dio cuenta de que Cal hablaba completamente en serio.

-Mira, tío, - dijo Cal. - ¿Por qué estamos haciendo esto? ¿Quién demonios lucha cuerpo a
cuerpo con un zombi? -

-Yo lo he hecho, -dijo Mitch. -Y sí, no querría hacerlo si puedo neutralizarlo antes de que se
acerque. Pero puede que tengas que hacerlo. De todos modos, no son sólo los zombis. Ya lo
sabes. ¿Y el grupo que te hizo prisionero? -

Cal asintió. -Vale, supongo que tienes razón. -

- ¿Sabes cómo caer? - preguntó Mitch.

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-Sí, sobre todo por los hombres que no son buenos para mí. -

-Me refiero a caer sin hacerse daño, - dijo Mitch, sin morder.

-Por supuesto. Golpea la alfombra. No soy un idiota. -

-Entonces vamos. -

Se abalanzó, disfrutando del momento de pánico en los ojos de Cal mientras lo agarraba y lo
llevaba a la colchoneta. Cal no lo abofeteó, tomado por sorpresa. Bueno, eso se parecía más
al mundo real. Cal estaba en el suelo y de espaldas, el peso de Mitch lo inmovilizaba antes de
que pudiera reaccionar. Mitch lo agarró por la garganta, no con fuerza, no estrangulándolo,
pero haciendo un punto. Si cerraba las manos, la lucha de Cal empezaría a debilitarse
rápidamente. Y Mitch no era un tipo tan grande. Se habían encontrado con otros más grandes
en los viajes a tierra. Cal tenía que saber cómo alejarse de ellos y defenderse.

-Vete a la mierda, - gruñó Cal, y rastrilló sus uñas a lo largo del brazo izquierdo desnudo de
Mitch.

- ¡Mierda! - Mitch se agarró el bíceps, aturdido porque Cal le había arañado de verdad. El
puño de Cal le golpeó en la oreja, y cuando Mitch cayó, Cal se zafó de él, rodando,
poniéndose de pie y acercándose a Mitch rápidamente, levantando el brazo.
Y se detuvo. Mitch lo miró de rodillas, con el corazón latiendo con fuerza por la emoción y
el shock.

-Cal, - dijo. Su voz salió como un graznido y se aclaró la garganta. -Eso estuvo muy bien.
Aunque tal vez debamos hablar de las reglas del sparring. -Se frotó la oreja. -El golpe en la
oreja estuvo bien, pero hay una forma mejor de atacar las orejas. Ven aquí. - Se sentó y luego
se acostó. -Ponte encima de mí. Ah... a horcajadas sobre mí, como si fueras a estrangularme.-

Cal lo miró, frunciendo el ceño como un hombre que no está seguro de estar en un sueño.
Luego se encogió de hombros, pasó por encima de Mitch y se arrodilló, bajando su peso
cuidadosamente hacia el cuerpo de Mitch. No lo apoyó todo allí, sino que se apoyó en las
rodillas, conteniéndose, sin inmovilizar realmente a Mitch. No podía inmovilizar a Mitch de
todos modos; Mitch tenía unos buenos veinte kilos sobre él.

-Bien, imagina que estás en mi posición. Tus manos están libres porque él está tratando de
estrangularte. Inclínate hacia delante; pon tus manos alrededor de mi cuello. - Cal se inclinó
hacia delante y sus manos tocaron brevemente la garganta de Mitch, pero luego soltó una y
la apoyó en el suelo. La otra permaneció ligeramente en su sitio, sin apretar. Así que tenía un
problema con el combate. Era un tipo de todo o nada. -Desde esta posición puedes agarrarle
las orejas y retorcerlas. -

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-Esto es para humanos a atacantes, ¿verdad? No zombis. -

-Así es. - Mitch levantó la mano y tocó las orejas de Cal. Una de ellas tenía un pequeño
brazalete de plata, en la curva de la parte superior de la oreja. Nada en los lóbulos. Resistió el
impulso de acariciar la oreja. El pelo de Cal le hacía cosquillas en los dedos. Estaba recién
recortado, más ordenado que cuando llegó. Obviamente había encontrado a uno de los
peluqueros entre los residentes. -Los zombis no sentirían nada, - continuó Mitch, intentando
concentrarse en algo más que en lo bien que le quedaba el pelo a Cal. -Y sus orejas
probablemente se desprenderían en tus manos. -

Los ojos de Cal se abrieron de par en par. -Gracias por esa imagen. Bien, agarra las orejas.
¿Algo más? -

-Encajona las orejas. Mantén las manos planas y rígidas y golpéalas con fuerza sobre las
orejas, ambas juntas. - Demostró el movimiento, lentamente, sin golpear, sólo acercando las
manos. Cal se estremeció como si esperara que Mitch le golpeara. -Otro movimiento: los
lados de las manos, picados en el cuello. -Volvió a demostrar la posición. Cal no se inmutó
esta vez, aunque su cuerpo estaba muy tenso. -Y mi favorito personal. Romper los deditos. -
Levantó las dos manos, aunque Cal sólo tenía una apoyada en el cuello. -Agárralos y
retuércelos tan fuerte como puedas. Es casi seguro que los romperás. Eso también funciona
por detrás. -

-Me suena a brutalidad policial. -

-Si un hombre tiene sus manos alrededor de tu garganta, puedes ser tan brutal como quieras.-
Había entrenado a todas las mujeres, no sólo a los soldados. Casi cualquiera podía sacar a un
hombre de su camino y escapar, si conocían los movimientos y tenían la confianza para
usarlos. Conocer los movimientos les daba la confianza para usarlos. Era un círculo virtuoso.
La gente se paralizaba cuando no sabía cómo afrontar la situación. Mitch les enseñó a lidiar.
Nadie volvería a herir a nadie de su grupo sin consecuencias.

- ¿Mitch? - dijo Cal, inclinándose más cerca, con ambas manos apoyadas en el suelo. - ¿Qué
es lo siguiente? - Se movió, sus caderas se deslizaron lentamente sobre el vientre y la ingle
de Mitch, haciendo que Mitch gimiera y comenzara a endurecerse. Los ojos de Cal brillaban
suavemente en la tenue luz. Se lamió los labios separados y se inclinó aún más. - ¿Qué es lo
siguiente? -

¡No!

Mitch se zafó de Cal, haciéndole perder el equilibrio y cayendo de espaldas sobre la


colchoneta.

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-Joder, - murmuró Cal. Mitch se puso en pie y se situó sobre Cal, con una expresión severa.

-Deja de joder. Tenemos trabajo que hacer aquí. Ponte de pie y te enseñaré algunos
lanzamientos. -

Si eso no hacía que Cal se enfadara demasiado como para querer besarle, nada lo haría.

Una semana después de haber comenzado el entrenamiento, la calificación de Cal en rifle y


pistola estaba subiendo, Bren confiaba en él para manejar realmente pequeñas cantidades de
explosivos, y Mitch seguía fingiendo que sus entrenamientos no les provocaban a ambas
ridículas erecciones, como los estudiantes de secundaria en el segmento de baile lento en el
baile de graduación.

Cal había terminado de fingir.

Miró en su habitación compartida después de la cena. Mitch estaba sentado en su catre


leyendo un libro.

-Hola, -dijo Cal, asomando la cabeza por la puerta. - ¿Estás libre durante las próximas
horas?-

-Claro. -Mitch dejó el libro y bajó las piernas del catre. - ¿Qué necesitas? - Cal sonrió ante la
respuesta perfecta. Entró, cerró y trabó la puerta.

-Necesito que te acuestes conmigo, -dijo. Levantó una mano para silenciar a Mitch antes de
que pudiera hablar. O que pudiera explotar. -Ahora, antes de que me cortes la cabeza y me
alimentes a los tiburones, escucha. - Mitch escuchó. Quizás estaba demasiado enfadado para
hablar. Pero se quedó callado mientras Cal continuaba. -Somos los únicos hombres aquí. Por
una feliz casualidad, a los dos nos gustan los chicos. Los dos estamos calientes, ¿cuál es el
problema? No estoy pidiendo tu mano en matrimonio, sólo sexo. -

-Nunca es sólo sexo. -

Genial, un romántico. -Sí, lo es, -insistió Cal. -Sexo para divertirse, para aliviarse. Para que
esa vena de la frente deje de palpitar. -

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Mitch se frotó la frente como reacción, frunciendo el ceño. -No tiene gracia. -

-No estoy tratando de ser gracioso. - Cal se sentó en el extremo del catre de Mitch. No
demasiado cerca, porque Mitch seguramente lo apartaría. -Eres el tipo más tenso que he
conocido, y he conocido a muchos tipos realmente tensos. Necesitas esto. -

-No me digas lo que necesito. No me conoces. -

-Comparto tu habitación. Oigo lo que dices en sueños. - Los ojos de Mitch se abrieron de par
en par ante eso, pero Cal continuó. -Mitch, dedicas todos tus momentos de vigilia a cuidar de
otras personas. Ni siquiera dudaste cuando te pregunté si estabas libre; simplemente estabas
dispuesto a ceder tu tiempo para hacer lo que fuera necesario. -

-Los halagos no te van a ayudar. -

-No te estoy adulando. Estoy diciendo que necesitas algo que te ayude a relajarte y que te lo
mereces. Quiero ayudarte. - Apoyó una mano en la rodilla de Mitch, esperando que el toque
ayudara. Activar la química o la electricidad o lo que fuera. Pero en lugar de eso, Mitch se
apartó y se puso de pie. Cal también se levantó. Estuvo a punto de acercarse, pero recordó
sus sesiones en el gimnasio y lo estricto que era Mitch con el tema de las atenciones no
deseadas. No es que Cal creyera que sus atenciones no eran bienvenidas, sólo que Mitch no
lo admitía para sí mismo. Pero mientras dijera que no, Cal tenía que demostrar que lo
respetaba. Eso en sí mismo podría ser la forma de acabar con la negativa de Mitch. Sin
embargo, no pudo resistirse a seguir hablando.

-Vamos, ¿cuál es el problema? Dame una buena razón para no hacerlo. -

-No te debo una explicación. He dicho que no. No me lo vuelvas a pedir. -

-Vale, está bien". Cal levantó las manos en un gesto apaciguador, pero no pudo evitar que la
frustración apareciera en su voz. -Está bien. Los dos nos volveremos lentamente locos
cuando podríamos estar ayudándonos mutuamente. Luego, un día, cuando me haya ido, te
preguntarás por qué demonios no lo aprovechaste mientras tuviste la oportunidad. - ¿Irse?
¿Por qué había mencionado eso? No quería anunciar su intención de marcharse una vez que
tuviera lo que quería de este lugar: poner una ventaja extra en sus habilidades de
supervivencia. Por supuesto, todavía estaba a prueba aquí. Podrían echarlo después de tres
meses. Y lo harían si seguía acosando a Mitch para conseguir sexo. Mitch le miró de nuevo,
y se quedó helado.

-Si no te importa, estaba intentando leer. -

Cal no respondió. Se dio la vuelta y salió, dirigiéndose al gimnasio, para hacer algo que
quemara el fuego que acababa de avivar.

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Capítulo Ocho

Se debilitó cada vez más. Se desvaneció. Afuera todo eran gritos y alaridos. Durante días
Mitch tuvo que ignorar todos los gritos. Gritos que lo llamaban a su deber. Su deber estaba
aquí, viéndolo desvanecerse, debilitarse, morir.

Morir y volver. Él sabía que pasaría. Lo sabía, y debería haber hecho lo que había que hacer.
Debería haberlo hecho en el barco antes de que subieran a Cal a bordo. Nunca debería haber
dejado que se llegara a esto.

Cal, muerto y caminando, matando a las mujeres una por una. Sin perdonar a los niños.
Dejando a Mitch sin otra opción. Como no tuvo otra opción con Dex. Había esperado
demasiado tiempo entonces, pero esta vez otras personas estaban en peligro. Estaban
muertos. Y todos ellos volverían también, si él no hacía lo que tenía que hacer. A Bren, a las
otras mujeres, a los niños, a todos ellos, hasta quedarse solo en un mundo muerto. Esta vez sí
que lo acabaría, como ya había estado dispuesto a hacer una vez. Se puso de pie en el
helipuerto y levantó su arma a la cabeza.

- ¡Mitch, no! -

Cal, lo agarró. Seguía moviéndose, dispuesto a hacer que Mitch le gustara. Dios, no, nunca.
Que nunca sea así. Intentó apartarse, pero Cal le agarró y le retorció la muñeca, y la pistola
se le cayó de la mano.

Cayó al suelo. No en la cubierta del helipuerto, sino en el suelo de su cama.

Cal empujó a Mitch hacia el catre, inmovilizando sus brazos por las muñecas.

Cal. No intentaba morderle. No está muerto.

- ¿Qué está pasando? - Mitch luchó contra la sujeción.

- ¿Estás despierto? - Cal sonaba desesperado. Lo estaba mirando con los ojos muy abiertos. -
¿Me conoces? -

-Por supuesto que te conozco, Cal. ¿Qué pasa? -

-Estabas gritando, - dijo Cal. -Me imaginé que estabas teniendo un mal sueño. Encendí la luz
y estabas de pie. Supongo que eres sonámbulo. No me oíste cuando te grité. Entonces vi que
tenías tu pistola. -

El sonido de la misma golpeando el suelo de metal volvió a él. Real. No era un sueño. El
arma era real. Había ido a...

-Pensé que ibas a dispararme, - dijo Cal. -Luego pensé que ibas a dispararte a ti mismo.

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Joder, Mitch, me has dado un susto de muerte. - Su voz era fina y sin aliento, y soltó una
muñeca para golpear a Mitch con fuerza en el brazo. Le dolió. Todo o nada, nada de
sparring. El dolor ayudó a disipar los últimos rastros del sueño.

-Estoy bien, - dijo Mitch. -Fue un sueño. -

-Joder, joder, joder, mi corazón martillea como un puto pistón. - Cal dejó caer la cabeza
hacia delante. Jadeaba y temblaba. Sus piernas estaban enredadas, y ambos llevaban sólo
calzoncillos.

Mitch levantó la mano libre para tocar el lado izquierdo del pecho desnudo de Cal, para
sentir el corazón palpitante en su interior. En cuanto lo tocó, supo por qué lo había hecho.
Una prueba de vida en ese corazón que latía. Cal no era un zombi; estaba vivo y era
hermoso. Su piel cálida y desnuda se apretó contra la de Mitch. Cal levantó la cabeza y miró
a Mitch. Mitch leyó el deseo allí, leyó la pregunta que Cal le hacía cada día con los ojos.
También en su deseo había una prueba de vida. Como el hambre y la sed, todas eran pruebas
de vida.

El Cal frío y muerto del sueño sólo tenía un deseo: morder. Este Cal cálido y vivo tenía
mejores usos para su boca. Bajó la cabeza cuando Mitch levantó la suya y sus labios se
encontraron.

Cal suspiró en su boca y liberó la otra muñeca de Mitch. Mitch levantó ambas manos,
deslizándolas a los lados de la cara de Cal, en su pelo, tirando de él más cerca. Cal se relajó y
su cuerpo se acomodó sobre el de Mitch, pesado y reconfortante. Era tan bueno sentir de
nuevo el peso de un hombre sobre él. Oler el olor característico de un hombre. Sentir las
cerdas rozando su piel. ¿Por qué se había negado esto? Podría tener tan poco tiempo para
disfrutarlo. Cal podría irse en cualquier momento. Se iría y Mitch nunca sabría lo bien que se
sentiría al estar con él. Cal deslizó su mano bajo la cintura de los pantalones cortos de Mitch.
Pasó sus dedos por el pelo grueso, por la piel delicada, y...

- ¡Hey! ¡Mitch! - Terrible estruendo de la puerta. La voz de Bren, sonando alarmada. -Oye,
¿va todo bien ahí dentro? -

-Joder, -murmuró Cal. Por un instante, Mitch se quedó congelado, y luego empujó
bruscamente a Cal, hacia la pared. Cal maldijo un poco más. Mientras Mitch rodaba fuera del
catre, Cal soltó: - ¡Dile que se vaya! -

Mitch cogió una camisa mientras corría hacia la puerta, temiendo que Bren intentara entrar.
Maldita sea, por supuesto que había oído los gritos. La habitación que compartía con Inez
estaba justo al lado. Echó el cerrojo y abrió la puerta. Bren estaba de pie con unas cuantas
mujeres detrás de ella, todas con aspecto nervioso. Inez se aferraba a su brazo, con los ojos
enormes.

60
-Bren, está bien, - dijo Mitch, esperando no sonar tan asustado como se sentía. Por Dios,
realmente había estado a punto de hacerlo. La mano de Cal había estado a un centímetro de
su polla.

-He oído gritos, - dijo Bren. -Y no del tipo divertido. - Hubo algunas risas, y Bren se volvió
hacia la multitud detrás de ella. - ¿Qué es esto, una comedia? Vayan a la cama. - Se
dispersaron ante su orden, algunas más despacio que otras, lanzando a Mitch miradas
especulativas. O un ceño fruncido de desaprobación en el caso de Dolores. Al final se dio la
vuelta y se alejó con cierto dramatismo, en su voluminosa bata de cuerpo entero. Sólo Inez se
quedó, aun sosteniendo el brazo de Bren.

Bren se volvió hacia Mitch, con preocupación en los ojos. - ¿Los sueños? - Ella los conocía
porque cuando se conocieron y empezaron a viajar juntos, él los había tenido casi todas las
noches. Se había sentido castrado la primera vez que se había despertado con ella
calmándolo, meciéndolo como a un niño. Pero nunca le había tratado como menos hombre
durante el día por ello. Todo el mundo tenía pesadillas en este nuevo mundo. Él también la
había abrazado y calmado sus pesadillas muchas veces. Le dedicó una sonrisa
tranquilizadora.

-Sí. Un sueño. Pero no pasa nada. No estaba solo. - Ella se había preocupado de que
estuviera solo con los sueños cuando llegaron aquí y empezó a vivir en esta habitación. Ella
no le había dejado cerrar la puerta durante los primeros meses.

-Sí. - Hizo una mueca. -Debería haber pensado en eso y dejarlos solos. Supongo que estaba
preocupada por ti. - Ella apoyó una mano en su brazo, y él se acercó y la cubrió con la suya.

-Gracias, Bren. -Le hizo calmarse como siempre lo hacía. Cal había despertado a Mitch, lo
había devuelto a la realidad, pero no lo había calmado, sólo lo había agitado de una manera
diferente. Una forma que no se atrevía a consentir. Porque el propio Cal lo había dicho. Un
día se iría.

Y si Mitch se dejaba involucrar, Cal se llevaría el corazón de Mitch con él. Porque no podía
ser sólo sexo. Podría ser sólo sexo con un hombre que conociste en una sauna o en un club y
con el que pasaste una hora o una noche y nunca más volviste a ver. Pero no con un hombre
que veías todos los días y que compartía tu habitación.

-Está bien, - dijo Bren, dándose la vuelta. -Ya está bien, - dijo con voz suave a Inés. -Están
bien. No hay peligro. Estamos a salvo. -

Mitch cerró la puerta. Respiró con dificultad y se dio la vuelta. Cal seguía tumbado en el
catre de Mitch, con cara de impaciencia. Tenía una mano apoyada en la parte delantera de
sus abultados calzoncillos, el pulgar acariciando arriba y abajo. Mitch tragó con fuerza. Era
tan fácil ir allí. Continuar donde lo habían dejado. Dejar que Cal le diera un sueño tranquilo

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para el resto de la noche. Pero hacía tiempo que Mitch había dejado de tomar el camino fácil.
Cogió los pantalones de su gancho en la pared y se los puso.

-Voy a la cubierta a tomar el aire, - dijo. Cogió un par de zapatillas. Mejor para, bueno,
escabullirse sin despertar a la gente con sus botas en las cubiertas y pasarelas metálicas.

Cal se incorporó y su mirada impaciente se convirtió en una mirada furiosa. -No puedes
hablar en serio. -

-Lo siento. -

-Vas a alejarte de mí, después de...-

-Te he engañado. Me disculpo. - No se quedó para discutir, salió de la habitación, con los
cordones a cuestas, y sólo se detuvo para atarlos fuera.

Mitch, Bren y Cal salieron en el barco de Cal, el Cora, a la mañana siguiente.

Cal había vuelto a su catre y estaba dormido cuando Mitch regresó un par de horas después
de haberse escapado. Mitch había pasado el tiempo merodeando por la plataforma,
intercambiando algunas palabras con las mujeres de guardia, y luego subiendo al helipuerto y
sentándose en medio de él, justo donde en su sueño había estado dispuesto a acabar con todo.

Cal prestó atención a sus instrucciones mientras le enseñaban sobre la embarcación, pero su
actitud sólo podía describirse como hosca, pensó Mitch. Bren, sin darse cuenta o sin
importarle su malhumor, lo llevó a acercar el bote al aparejo una y otra vez, hasta que pudo
maniobrar cerca sin chocar.

Cuando el sol se puso en lo alto, el día era cálido para la época del año, Bren subió la
escalera hasta el aparejo, diciendo que iría a bajar el almuerzo. Mitch y Cal bajaron a la
cubierta y pusieron la mesa en la cocina para tres personas. Cal trabajaba en silencio, y
cuanto más tiempo pasaba, más se enfadaba Mitch.

-No me importa que te enfades conmigo, - dijo Mitch. -Pero te agradecería que modificaras
tu actitud con Bren. -

-Oh, lo agradecerías, ¿eh? - respondió Cal, con voz suave pero tensa.

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-Ella no ...- Quiso decir -bloqueo de polla, - una expresión estúpida que a Dex le gustaba
usar. Pero se abstuvo. -Nos interrumpió deliberadamente. No la castigues por ello. -

-Como si le importara lo que pienso. Como si a alguno de vosotros os importara. -

-Ahora sólo suenas como un adolescente. -

-He estado pensando, - dijo Cal, sin responder a la mofa. -Tal vez venga a dormir en este
barco. Así no te tiento. -

-No seas ridículo. -

-Es mi barco. Tal vez ahora que sé cómo navegarlo, me iré a la mierda. ¿Eso te hará feliz?-
El tono suave se deslizó, el enojo se hizo presente.

- ¡Cal! - Mitch lo miró fijamente, a su cara sonrojada y a su ira, pero sí, a su angustia
también.

-Dios. -Cal se pasó una mano por la cara. -Lo siento. Sólo estoy cansado. Me está poniendo
nervioso. Y la frustración. No puedo negarlo. Estaba bien cuando estaba solo; no pensaba
mucho en ello. Normalmente no había nadie cerca para follar, así que no había razón para
ponerse nervioso. Pero ahora estás en todas partes. -

-Dios, Cal, no soy un buen partido, - dijo Mitch. -No te vuelvas loco por mí. -

Cal se río brevemente. -No te hagas ilusiones. Cualquier cuerpo caliente con todos sus
dientes me pondría cachondo ahora mismo. -

Oyeron el sonido de los pies golpeando la cubierta de arriba y a Bren gritando que estaba de
vuelta con el almuerzo. Cal miró hacia arriba a través de la escotilla.

-Me gusta esa mujer, pero su tiempo apesta. -

MITCH Y BREN dejaron a Cal limpiando la cocina después de que comieran, su barco, su
trabajo, dijo Mitch, lanzándole una mirada significativa y esperando que su ridícula idea de
venir a dormir aquí abajo sólo hubiera sido palabrería.

- ¿Todo bien? - preguntó Bren mientras subían al puente de mando. -Cal y tú parecen
tensos.-

-Sólo estoy cansado. El sueño interrumpido, ya sabes. –

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-Sí. Mira, sobre lo de anoche, siento haberte interrumpido de esa manera. -

-Probablemente fue algo bueno lo que hiciste. -

Ella le lanzó una mirada especulativa, pero él no dijo nada más.

-Me preocupaba que hubieran tenido una pelea de amantes, - dijo ella, con un brillo burlón
en los ojos.

-Déjalo ya. - Se quedaron en silencio un momento, pero luego él continuó. -Todavía está en
libertad condicional. Podría irse o ser expulsado en cualquier momento. ¿Qué sentido tiene
involucrarse con alguien que podría irse mañana? -

-Así que no te involucres, - dijo. -Jódele los sesos y dale la mano como amigos. Eso es lo
que haría. -

-Bren, odio decirlo, pero eso no funcionó muy bien con Ethan. -

-Ethan era un imbécil, - dijo ella rápidamente. -Cal no es un imbécil. No más de lo normal
para un chico, de todos modos. -

- ¿Cómo sabes que no lo es? -

-Soy una chica. Tengo esa cosa de intuición femenina. Que supongo no funcionó con
Ethan...- Se encogió de hombros. -Lo siento. No es asunto mío. Pero sabes que sólo quiero
verte feliz. Y sigues hablando de que Cal se vaya, pero tal vez si estuvieras involucrada con
él, sería más probable que se quedara. -

Un sonido detrás de ellos la hizo callar. Cal apareció en lo alto de la escalera. La luz del sol
estaba detrás de él, haciendo un halo de su pelo, y Mitch casi jadeó al verlo. Estaba
acostumbrado a ver a Cal en la penumbra de la plataforma. Verlo a la luz del sol era
impresionante.

- ¿Listo para la sesión de la tarde? - preguntó Bren.

Cal le dedicó una sonrisa, con un aspecto mucho más amigable que la que tenía antes del
almuerzo. -Con ganas, señora. -

-Me gustan los hombres que se dejan mandar. Vamos, vamos a echar un vistazo al motor.
Tienes que aprender a repararlo. - Se volvió hacia Mitch. -Llévanos a doscientos metros de la
plataforma, por favor, Mitch. -

-Aye, aye, capitán. - dijo, haciéndole un torpe saludo. Cal sonrió. El sol captó la risa en sus
ojos.

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Maldita sea, la médica estaba dentro. Mitch esperaba poder entrar y salir de la enfermería sin
ser visto, pero Phyllis estaba trabajando. Estaba mirando por un microscopio y escribiendo
en un cuaderno.

-Buenas noches, Mitch, - dijo, levantando la vista cuando abrió la puerta. - ¿Qué puedo hacer
por ti? -

-Ah, hola. Estás trabajando hasta tarde. Son casi las diez. ¿Trabajando en la vacuna? -

Ella asintió. -Siempre. -

-Bien. Bien. Yo, ah...- Esto era ridículo. Él era un hombre adulto, y ella era una doctora. Él
había conocido suficientes médicos en su tiempo para saber que no podías sorprenderlos.
-Me preguntaba, um, creo que tienes alguna, ah, alguna protección aquí abajo. -

Ella lo miró con una expresión de desconcierto. - ¿Protección de qué? -

Mitch se sonrojó furiosamente. -Condones, - murmuró. -Estaba buscando condones. -

- ¡Ah! - Phyllis se río y se deslizó de su silla. Abrió un cajón y sacó unas cuantas cajas
pequeñas. Miró los paquetes y suspiró. -Una vez que estos y todos los que estén en tierra
caduquen, no hay manera de conseguir más. - Se las entregó a Mitch. -Aprovecha mientras
los tengas. -

-Gracias. - Los metió en su bolsillo. Supuso que podría preguntarle si había comprobado si
Cal tenía otras infecciones además del virus zombi, pero ella se limitaría a citar la
confidencialidad del paciente. Mejor tener cuidado.

-Y no olvides...- Ella abrió otro cajón y le entregó un tubo de KY. Totalmente mortificado,
murmuró otro "Gracias" y se lo guardó en el bolsillo. -Siéntete libre de entrar y tomar los
condones cuando lo necesites, - dijo ella. -No tienes que pedirlo. -

Eso era lo que había planeado hacer si ella no hubiera estado trabajando hasta tarde. No le
gustaba mucho difundir detalles de su vida privada, ni siquiera al médico.

-Y tengo que decir que estoy impresionada si ya has visto los que Cal recogió hace unos
días. -

- ¿Cal recogió algunos? - Debe haber ido por ellos antes de venir a pedirle a Mitch sexo.

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Bueno, al menos el hombre pensó en el futuro.

-No fue tan tímido para pedirlos como tú, - dijo ella. Mitch sólo apostaba.

-No, ah, no me había dado cuenta de que había sido para algunos. No hemos..." Se detuvo,
seguro de que su pelo se sonrojó en este punto.

-Tenemos grupo mañana por la mañana, - dijo ella. -Si quieres venir. O hablar uno a uno. Me
he enterado de lo de anoche. Si los sueños te están molestando de nuevo...-

-Estoy bien, - dijo Mitch rápidamente. -Y, um, estoy ocupado mañana por la mañana. -

-Está bien. Pero siempre eres bienvenido. - Ella sonrió un poco con conocimiento de causa.
-Pero quizás ahora que tienes a Cal, dormirás mejor. -

-Sí, ah, gracias de nuevo. Te dejaré seguir con tu trabajo. - Se marchó. Podía ser doctora,
pero que una ancianita supiera tanto de su vida sexual era demasiado embarazoso.

Vida sexual, ¡ah! En ese momento no tenía ninguna. ¿Cómo podía estar seguro de que Cal
querría ayudarle a cambiar eso? Tal vez había tomado el no de Mitch como la última palabra
sobre el asunto.

No, estaba seguro de que Cal aceptaría el cambio de opinión de Mitch. Estaba tan frustrado
como Mitch. Pero no se fiaría de Mitch, ¿verdad? Podría esperar que se echara atrás en
cualquier momento. Bien podría tener razón. Mitch no podía permitirse dejar que sus
emociones se involucraran aquí. Esto era para liberarse físicamente, nada más. Si se
involucraba demasiado con Cal, podría sesgar su voto al final del período de prueba. Votaría
con su corazón y su polla, no con su cabeza. Y si Mitch se dejaba cuidar por Cal y éste tenía
que irse, o elegía irse, entonces Mitch no creía que su corazón pudiera soportarlo. Se
mantenía unido con poco más que un pegamento loco.

Su debilidad le enfurecía, ceder a sus impulsos físicos. Sólo podía esperar que tuviera más
control sobre sus emociones. De lo contrario, podría renunciar a todo lo que decía
representar.

Mitch llegó a la puerta de su habitación. Estaba entreabierta y la luz encendida en el interior.


Cal estaba en casa. Mitch respiró hondo y entró.

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Capítulo Nueve

Cal levantó la vista de donde estaba leyendo en su catre cuando se abrió la puerta. Era Mitch,
que parecía muy nervioso y sudoroso por algo. Cal dijo: -Hola, - y volvió a mirar su libro.
Explosivos. Los deberes de Bren. Había dicho que habría un examen la próxima vez. Volvió
a levantar la vista cuando oyó que Mitch ponía el cerrojo de la puerta.

-Cal, ah...- Mitch se detuvo y río torpemente. - ¿Estás libre un par de horas? -

Cal se quedó helado cuando Mitch se hizo eco de las palabras que había dicho hacía sólo
unos días atrás. ¿Era una burla? ¿O es que Mitch intentaba ser encantador y no lo conseguía?
Cal dejó su libro y se sentó lentamente en el lado del catre.

-Claro, - dijo. - ¿Qué puedo hacer por ti? -

Mitch parecía nervioso, como si no hubiera esperado que Cal siguiera la broma. -Ah... tener
sexo conmigo. - La sonrisa de Mitch se volvió enfermiza. ¿Temía haber llevado la broma
demasiado lejos y ahora sólo estaba molestando a Cal? En cierto modo lo estaba.

- ¿Qué te hace pensar que todavía quiero eso? - preguntó Cal.

- ¿Qué, tienes una oferta mejor mientras tanto? - Ah, ese era más el conocido Mitch. La
irritación y la impaciencia se hicieron patentes.

-Tal vez hice un voto de celibato. -

-Nunca he conocido a ningún hombre que mantenga ese voto. -

Cínico. Pobre Mitch, el romántico con el cinismo metido a golpes por la vida. Cal se
sacudió. Vale, no nos compadezcamos tanto del policía lameculos que todavía a veces me
mira como si esperara que empezara a morder a la gente en cualquier momento.

Pero no había una oferta mejor sobre la mesa. Aparte de Mitch y de él mismo, los únicos
hombres a bordo tenían menos de doce años. Cal no creía que se quedara el tiempo suficiente
para que crecieran.

-De acuerdo. - Se quitó la camisa por encima de la cabeza. Mitch se quedó boquiabierto.
¿Cómo no esperaba que fuera tan fácil? ¿O no esperaba que Cal se mostrara tan serio al
respecto? ¿Qué quería? ¿Champán, fresas y pétalos de rosa en la cama? Esto no era una
seducción. Esto era... no, no un acuerdo de negocios. No como en los viejos tiempos. Esto
era un intercambio personal para beneficio mutuo. No se estaban convirtiendo en amantes,
sino en compañeros de sexo. Nunca había tenido ninguna de las dos cosas, en realidad, nunca
se quedaba en un lugar lo suficiente como para que algo se desarrollara tan lejos. Se
desabrochó los pantalones mientras Mitch seguía mirando.

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-La práctica habitual es desnudarse, - dijo Cal. -Espero que no necesites demasiada
instrucción básica. - Mitch se sacudió y empezó a tantear la hebilla de su cinturón. Un error,
ya que aún tenía los zapatos puestos, mientras que Cal ya tenía los pies descalzos. Cal se
despojó rápidamente de los pantalones, llevándose los calzoncillos con ellos. El frío de la
habitación hizo que su piel desnuda se pusiera de gallina. No importaba. Mitch no tardaría en
calentarle.

Volvió a tumbarse en el catre, levantó una mano detrás de la cabeza y observó cómo Mitch
se quitaba torpemente la ropa. -No te hagas daño, - dijo, divertido. -Prometo no empezar sin
ti. -

Mitch se acercó al catre lentamente, desprendiéndose de la ropa al azar, como un árbol que
deja caer las hojas en los vientos de otoño. Llegó todavía con los calzoncillos puestos, que
estaban debajo de una estrechez considerable. Cal sonrió y se sentó. Se inclinó para lamer los
duros y planos abdominales de Mitch. Dios, estaban como una piedra. Obviamente había
estado trabajando su frustración sexual mediante el ejercicio antes de que llegara Cal. Cal
pasó la lengua por el ombligo, haciendo cosquillas, pasando por el bello grueso que hacía su
camino del tesoro hasta la cintura de los pantalones cortos. Mitch tomó la cabeza de Cal
entre sus manos y lo mantuvo cerca, acariciando su pelo. Pero pronto se impacientó y
empujó el hombro de Cal con una mano, guiándolo hacia abajo. Cal agarró la cintura de los
calzoncillos, impaciente también, terminando con ellos, queriendo a Mitch desnudo ahora
mismo. Los calzoncillos cayeron hasta los tobillos y Mitch se despojó de ellos. Cal
aprovechó para apartarse y tumbarse en el catre. No había mucho espacio. El único lugar en
el que Mitch podía tumbarse era encima de él. Eso estaba bien para Cal.

El catre gimió con su peso combinado. Cal apenas lo oyó, ya que él también gemía,
disfrutando de la pesadez de Mitch encima de él. Y realmente amando el deslizamiento de la
dura polla de Mitch contra la suya. Se inclinó para tocarla, para rodear con su mano el grueso
eje. La polla de otro hombre en su mano por fin. Habían pasado meses para él. Más tiempo
probablemente para Mitch.

-Tócame, - dijo. Mitch no necesitó más instrucciones básicas al respecto. Cogió la polla de
Cal con su gran mano y la acarició con cierta vacilación. Miró la cara de Cal con una
expresión de preocupación. ¿Qué, creía que a Cal no le gustaba? ¿Tenía miedo de que
hubiera olvidado cómo hacerlo? Esta era una habilidad que nunca se olvidaba. -Ve más
fuerte, - dijo Cal, tranquilizador. -Se siente bien. Muy bien. - El aroma agudo y almizclado
de la excitación llenó sus sentidos. El calor se hizo bola en su ingle cuando la mano de Mitch
se movió más rápido, lo abrazó más fuerte. Tenía que corresponder. Su mano se había vuelto
flácida cuando el placer lo invadió, pero se reanimó y trató de acompasar su ritmo al de
Mitch.

-Espera, Cal, deberíamos... deberíamos...-

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-Hay tiempo de sobra, - jadeó Cal. -Más tarde. Sólo... necesito correrme. - Por supuesto que
sería rápido esta primera vez, su necesidad era tan fuerte y urgente. -Bésame. - La súplica le
sorprendió. Los besos no eran para algo así, para una simple liberación de tensión. Pero se
habían besado la noche anterior, y se había sentido increíble. Mitch estaba sobre él en un
instante, con la boca pegada a la suya, hambrienta, desesperada.

Empujó con fuerza en la mano de Cal, y éste se retorció, incapaz de empujar, Mitch le
pesaba demasiado. Liberó las piernas, las abrió de par en par y las envolvió alrededor de
Mitch. ¡Fóllame! Fóllame. Se guardó las palabras, porque era demasiado tarde. Se estaban
corriendo, los cuerpos golpeándose y frotándose, las pollas bailando, luchando, resbalando
con el semen que salía de ellos, mezclándose, pegajoso, caliente en su piel.

Cal se separó del beso, tragando aire, abrazando a Mitch con fuerza, envolviéndolo como un
ahogado se agarra a cualquier cosa que flote. Mitch gimió. La tensión del clímax, que lo
había dejado helado, se desbordó y cayó sobre Cal, inmovilizándolo contra el catre. Se
quedaron allí, jadeando y agotados. Tan rápido, sólo un preludio. Una descarga de tensión.
Pero tan jodidamente bueno. Si así de bien se sentía un poco de frotamiento y pajas mutuas
con Mitch, ¿cómo de bien sería el resto? Lo descubriría cuando tuviera fuerzas para moverse
de nuevo. Estuvo a punto de quedarse dormido, pero volvió en sí cuando Mitch se movió,
con una disculpa murmurada por haberle aplastado. El catre crujió alarmantemente y
comenzó a inclinarse.

- ¡Mierda! - gritó Cal. Mitch volvió a empujarla hacia arriba con una mano en el suelo, y Cal
se agarró a él instintivamente.

-Vale, no creo que esta cosa esté diseñada para dos hombres adultos, - dijo Cal. - ¿Por qué no
ponemos el colchón en el suelo? El tuyo también. Hacernos un pequeño nido. -

-Um, de acuerdo. Si quieres. -

- ¿Qué? ¿No quieres ir de nuevo? Ha sido genial, pero puedo hacer mucho más. -

-Por supuesto que sí, - dijo Mitch. -Pero te estabas quedando dormido. -

-Ahora estoy despierto. Muévete. -

Mitch se bajó del catre con cuidado y se acercó a sacar el colchón y las mantas del suyo. Cal
sacó lo mismo de su catre y los pusieron juntos en el suelo.

-Acuéstate, - dijo Cal. -Te daré un masaje en la espalda. - Pudo ver cómo la tensión volvía a
aparecer en Mitch, en el conjunto de sus hombros. Estaba claro que Cal aún no había hecho
lo suficiente para relajarlo. Cogió una tina de loción hidratante del cajón junto a su catre. El
aire salado y las constantes brisas marinas resecaban la piel de forma feroz, y todos los que
estaban a bordo utilizaban cantidades abundantes de crema hidratante.

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Mitch se acostó tras una pequeña vacilación y Cal se sentó a horcajadas sobre él. Mientras
Cal se frotaba la loción en las manos, se preguntó si tendrían algo por aquí que pudieran usar
como lubricante. Había puesto los condones y acababa de darse cuenta de que se había
olvidado del lubricante. Comenzó a frotar la espalda, lo que provocó un suspiro de
satisfacción en Mitch. Cal era muy bueno en esto. Había tomado un curso corto una vez.
Prácticamente podía convertir a un hombre en su esclavo sólo con sus manos.

-Entonces, ¿qué te gusta hacer? - Cal preguntó. - ¿Prefieres estar arriba? -

-Estoy feliz de ser switch, - dijo Mitch. - ¿Y tú? -

-Siempre he sido un bateador - switch. Desde luego que sí. Cal siempre fue muy
complaciente. Cualquier cosa que el otro hombre quisiera hacer, encontraría que era
exactamente lo que le convenía a Cal. Como si estuvieran destinados a estar juntos. Pensar
en ello ahora lo ponía enfermo. Todas esas mentiras, durante años. Enfermo.

Los músculos de Mitch se derretían bajo sus manos. Seguía dando pequeños suspiros. Cal
recordó las palabras de Bren sobre la pesada carga que llevaba Mitch. No se merecía que le
mintieran ni que le hicieran daño. Era una especie de imbécil, pero la clase de imbécil de
cuyo corazón podías enamorarte. Cal vaciló. ¿Enamorarse? ¿Qué coño era esa tontería? Nada
que se atreviera a permitir en su cabeza. - ¡Está bien! - Dio una palmada en el culo de Mitch,
lo suficientemente fuerte como para que le doliera la mano y le dejara una marca roja. -Mi
turno. -

Mitch se dio la vuelta, con los ojos un poco recelosos, mientras Cal le entregaba la tina de
loción.

-No soy tan bueno como tú, - dijo Mitch. Pero se frotó la loción en las manos y Cal cambió
de lugar con él. Mitch se sentó a horcajadas sobre él y, cuando empezó el masaje en la
espalda, Cal sintió la erección de Mitch rozando su culo y la parte baja de la espalda. Entre
eso y las grandes y fuertes manos de Mitch sobre él, rápidamente se le puso dura de nuevo y
se retorció contra las mantas que le picaban.

-Dios, Mitch, - gimió después de un rato. -Te quiero. Dentro de mí. - Lo que había recordado
antes volvió a él. -Tengo condones, pero olvidé coger lubricante. -

-Yo no, - dijo Mitch. Se apartó y rebuscó en su ropa desechada. Cal aprovechó la
oportunidad para ponerse de manos y rodillas. La manta le iba a arañar la polla si no lo hacía.
Una corriente de aire frío procedente de algún lugar le recorrió el culo desnudo, pero el
regreso de Mitch pronto lo impidió. El preservativo, el lubricante y un par de sus dedos, fríos
y resbaladizos, pronto tuvieron a Cal listo y suplicante.

-Shh, - dijo Mitch con voz tranquilizadora. -Estás bien. Allá vamos. - Había recuperado parte
de su confianza, relajándose de nuevo en lo familiar después de demasiado tiempo sin

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hacerlo. Eso era todo lo que su nerviosismo y vacilación había sido, no la falta de
experiencia. Un tipo con tan buen aspecto como Mitch y que vivía en San Francisco podía
adquirir toda la experiencia que quisiera. Exactamente la misma, con diez decimales.

Empujó, Cal hizo una mueca de dolor ante la invasión. Después de tanto tiempo sin esto, a
veces sentía que su virginidad había vuelto a crecer. Aunque había tenido algo de sexo más
recientemente, no había sido follado en más de un año. No había conocido a un hombre en el
que confiara lo suficiente. No había estado en ningún lugar donde se sintiera lo
suficientemente seguro. Aquí estaba seguro, y tenía a Mitch, y sí, confiaba en Mitch.
Confiaba en un policía que había pasado sus primeros días juntos listo para matarlo a tiros en
cualquier momento. La vida era jodidamente extraña.

Mitch se acercó a él para acariciarlo y Cal dejó de pensar en nada más que en el aquí y el
ahora, con Mitch, llenándolo, en lentos empujones que sugerían que podría seguir así durante
años. La mano de Mitch rodeando su polla, fría contra la piel al rojo vivo. Se apretó contra
Mitch, queriendo que entrara más profundamente, hasta el fondo. Hasta el fondo. Perdió la
noción del tiempo, todo era un borrón, sin tener que pensar en lo que había a la vuelta de la
esquina o en arrastrarse por la larga hierba. Nunca había dormido tan bien en dos años como
desde que llegó aquí. Y nunca había sido capaz de dejarse llevar y dedicar cada pensamiento
y sentido a la experiencia del sexo. Seguro. Seguro y capaz de sentir y nada más.

Mitch gimió y empezó a empujar más rápido, sacando a Cal de sus pensamientos. Se dio
cuenta de todo: la manta rasposa bajo sus manos y rodillas, el extraño eco hueco de los
sonidos que emitían y el golpeteo de la piel sobre la piel. El olor de sus cuerpos, el sonido
del agua que goteaba en alguna parte. Y Mitch tirando de su polla, Mitch empujando dentro
de él. La cabeza de Cal cayó hacia delante y gimió profundamente. Mitch estaba a punto de
correrse. Cal le oyó jadear, sintió los últimos empujones, desesperados, rápidos. Luego el
grito, agudo, mientras Mitch se paralizaba, con ambas manos agarrando las caderas de Cal.
Cal se apretó alrededor de la polla de Mitch como si no quisiera soltarla nunca. Su cuerpo era
una llama. Tenía que correrse; necesitaba correrse... Gimió cuando Mitch se retiró.

-Mitch, por favor, yo no...-

-Lo sé. - Mitch lo puso de espaldas con un movimiento rápido y seguro que debía más a su
combate cuerpo a cuerpo que a la habitación. Agarró la polla de Cal, y la mano grande y
fuerte que volvió a encerrar su eje caliente hizo que Cal gritara de placer y le arrancó el
orgasmo al instante. Se desplomó hacia atrás, temblando, mientras disparaba, su semen
alcanzando a Mitch en el pecho, pálido contra su piel bronceada. Mitch no lo soltó, dejó que
la polla de Cal descansara en su mano, ablandándose lentamente, acariciándola suavemente
con el pulgar.

-Eso no es un hámster, ¿sabes?,- dijo Cal al cabo de un rato, mirando a Mitch que lo
ahuecaba. Pero se sentía bien. Mitch sonrió.
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-Es agradable tener por fin mis manos en la polla de otra persona. -

Cal se río. -Sí, eso he oído. - Estiró los pliegues de su espalda. -Eso fue realmente genial.
Creo que definitivamente deberíamos hacerlo de nuevo. -

- ¿Alguna vez se cuestionó eso? -

-Supongo que no. Una vez que empiezas, nunca paras, ¿verdad? -

-Esa ha sido mi experiencia. - Mitch se sentó, soltando a Cal. -Será mejor que nos limpiemos
y ordenemos. ¿Quieres ducharte primero? -

Cal aceptó la oferta y deseó que Mitch se uniera a él en ella. Si los dos la usaban juntos,
¿tenían que limitarse a cinco minutos, o se les permitía diez compartiendo? Tal vez le
preguntaría... a nadie. Nunca.

Cuando volvió a salir, con una toalla alrededor de la cintura, Mitch ya había vuelto a colocar
los dos colchones en los catres y estaba rehaciendo el suyo. Trabajaba demasiado rápido. Cal
miró su catre sin hacer y lo odió por ser tan jodidamente pequeño e incapaz de soportar el
peso de dos hombres.

Pero eso era una tontería. ¿Realmente quería dormir con Mitch? ¿Abrazarlo toda la noche?
No tendrían opción en uno de los catres estrechos. Este no era ese tipo de arreglo. Mitch
entró en el baño. Cal se deshizo de su toalla, la colgó en una barra de la pared y se puso unos
pantalones cortos limpios. Cuando Mitch regresó, Cal había preparado su catre y estaba bajo
las sábanas, con la cabeza sobre la almohada.

-Sabes, no es tan tarde, - dijo Mitch. -No tienes que irte a dormir todavía. ¿No estabas
leyendo? -

-Me has agotado, - dijo Cal.

Mitch sonrió. -Creo que mañana estaré dolorido. Hace tiempo que no uso algunos de esos
músculos. - Se dio la vuelta para secarse y se puso los pantalones del pijama antes de
sentarse en el catre. - ¿No te importa si dejo la luz encendida un rato? Todavía no estoy listo
para ir a dormir. -

-Bien. - Cal se tumbó y se tapó la cara con las sábanas. Bien, genial. Tenía un compañero de
sexo. Qué bien. Así que iban a follar y luego actuar como si nada hubiera pasado. Iba a tener
sexo regular con un tipo guapo y ni siquiera tenía que estar medio pendiente de los zombis
que se les acercaban a hurtadillas mientras estaban en el trabajo. Esta noche le habían follado
a fondo y le habían llevado dos veces al clímax más satisfactorio.

Entonces, ¿por qué tenía ganas de gritar de frustración?

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Capítulo Diez

Cal creía que acababa de dormirse cuando le despertó el chillido del claxon de la plataforma.
No lo había oído antes, pero no podía equivocarse. Se levantó del catre cuando se encendió
la luz.

- ¿Qué es? - Se tapó los ojos. Mitch ya se estaba vistiendo. - ¿Es un incendio? -

-No lo sé. Vístete. -

Cal obedeció la orden brusca y se estaba poniendo las botas cuando Mitch corría a abrir la
puerta, con los pantalones y las botas puestas, poniéndose una camisa por encima de la
cabeza. Cuando la puerta se abrió, entró el ruido de los gritos y el chillido de un niño.

-Informen, - ordenó Mitch, agarrando a una joven llamada Blanca.

-Nos están atacando. Bren ya está en cubierta. Los no-comunicadores se dirigen al refugio. -

- ¿Ataque? - Preguntó Cal. - ¿Qué? ¿Quién está atacando? -

Blanca se había ido. Ella y Kathy se acercaron, acosando a las mujeres y a los niños para que
se movieran rápidamente.

-Ve a la armería, - ordenó Mitch a Cal. -Ve, ahora. -

Cal no se quedó a discutir. Corrió hacia él, se deshizo de la multitud y corrió hacia la armería
junto con los otros soldados. Al igual que él, estaban vestidos apresuradamente, o todavía se
vestían apresuradamente. Se alinearon en la armería, donde dos mujeres estaban repartiendo
rifles, pistolas y walkie-talkies. Una de ellas puso en manos de Cal una Ruger y cargadores
de repuesto al llegar a la puerta.

- ¿No puedo tener mi...? -

- ¡Muévete! - El siguiente soldado en la fila lo empujó y tomó una GLOCK y un


walkie-talkie. Mierda. No había tiempo para discutir. Había tenido algo de práctica con la
Ruger. Supongo que había llegado el momento de averiguar si podía darle a algo con ella.
Corrió, dirigiéndose a la cubierta, preguntándose dónde estaría Mitch. ¿Alguien traía un
arma para Mitch? ¿Quién demonios estaba atacando de todos modos?

- ¿Qué coño está pasando?, - le preguntó a Tanya cuando apareció a su lado, corriendo.

-No me preguntes. - Se puso un jersey sobre la cabeza y salió, con el pelo alborotado.
-Estaba dormida hace cinco minutos. -Se separó de él y se dirigió a la escalera que conducía
al helipuerto, la parte más alta de la plataforma. Llevaba un arma de mayor calibre. Un rifle
de francotirador. Cal salió a la cubierta, esperando encontrarla oscura, pero se encontró con

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focos que iluminaban desde la cubierta, apuntando al mar debajo de ellos.

Bren lo agarró cuando salió. -Allí. - Señaló una posición en la cubierta, contra la barandilla.
Se inclinó al llegar y miró el agua. Barcos. Un montón de pequeños, más pequeños que su
Cora. Y hombres, algunos de ellos disparando hacia el aparejo, otros intentando trepar por
las patas del mismo. ¿Cómo estaban...? Se estremeció cuando algo pasó zumbando junto a su
cabeza. Cayó hacia atrás, chocó contra la barandilla y se atascó.

Un garfio.

Se arriesgó a mirar de nuevo. Una escalera de cuerda colgaba del gancho y, debajo de él, los
hombres empezaban a subir a ella. El gancho chocó contra la barra al aumentar el peso.

Cal se agachó cuando le llegaron más disparos, pero se dio cuenta de que los atacantes
disparaban a ciegas, deslumbrados por las brillantes luces que no sólo iluminaban el mar de
abajo, sino que les impedían ver a los defensores de arriba.

Cal esperó unos segundos más, queriendo que el mayor número posible de asaltantes
estuviera en la escalera, y entonces se inclinó y les dio una larga ráfaga de disparos de rifle,
haciendo que los hombres se desplomaran, gritando, cayendo de nuevo en el barco o en el
agua. Cuando la escalera se despejó, agarró el gancho y lo lanzó por la borda.

Los disparos más precisos se dirigieron hacia él, y se agachó y se desplazó unos metros hacia
la izquierda antes de volver a ponerse de pie y apuntar al barco que tenía debajo. Se tomó su
tiempo para elegir los objetivos. Había cuatro hombres en una gran lancha. Primero eliminó
al que estaba en el timón, con un solo disparo, y luego hizo tres disparos para alcanzar al
siguiente. Mierda, tenía que hacerlo mejor.

- ¡Dispara al maldito motor! -

Casi se sobresalta al oír la voz de Bren a su lado. Se fue antes de que Cal pudiera responder,
corriendo por la cubierta, gritando órdenes a los defensores. Algunos de los no combatientes
corrían de un lado a otro repartiendo munición a los soldados de las barandillas. Inez dejó
caer una caja de cargadores de fusil a los pies de Cal y siguió corriendo antes de que éste
pudiera darle las gracias. Cal se dio la vuelta y disparó contra la borda de la pequeña
embarcación. No confiaba lo suficiente en su puntería como para acertar en una, así que le
disparó una ráfaga hasta que su rifle hizo clic en vacío. El fueraborda explotó, y los dos
hombres que seguían vivos en el barco saltaron al agua para escapar del humo negro y del
fuego. Cal se hundió en una rodilla, con las piernas a punto de ceder. ¿Dónde estaba Mitch?
Debía estar a cargo de los defensores en uno de los otros lados de la plataforma. ¿Estaba
bien? ¿Y si estaba herido? ¿Muerto? Mierda, ¿dónde estaba? Aspiró profundamente y trató
de controlar su corazón palpitante. Esta breve pausa, sin nadie que disparara en ese preciso
momento, le dio tiempo para asustarse.

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Los disparos resonaban a su alrededor, las voces gritaban órdenes, desde aquí arriba en la
cubierta y desde abajo. Sin embargo, no había pánico. El único que temía que entrara en
pánico era él.

No. No debes entrar en pánico. No debes ser un cobarde, mientras estas malditas chicas dan
pelea. Mientras estas manicuristas, camareras y cajeras defienden la plataforma. Tomó aire y
se levantó de nuevo, buscando el siguiente objetivo. Mientras se ponía en pie oyó un silbido
y el grito de Bren.

- ¡RPG! ¡Al suelo! -

Demasiado tarde. La explosión lo arrojó contra la barandilla y por un segundo temió caer.
Pero se apartó de la barandilla y se lanzó a la cubierta, ocultando sus ojos de las llamas que
salían de la superestructura de la plataforma. ¿Qué habían alcanzado? ¿Había alguien todavía
dentro? ¿Adónde habían ido los no combatientes? ¿Estaban a salvo? ¿Los niños? ¿Dónde
estaba Mitch?

- ¡Equipos de control de fuego conmigo! - Bren pasó corriendo, reuniendo a los "civiles" que
habían estado repartiendo munición. - ¡El resto de ustedes, devuelvan el fuego! Devolved el
fuego. -

¡Disciplina! Cal se obligó a apartarse del fuego y volver a su posición. El equipo de Bren lo
estaba manejando. Había más barcos allí abajo. Apuntó, y el rifle chasqueó vacío. Joder.
Expulsó el cargador vacío y metió el de repuesto. Elige tus objetivos. Apunta. Apunta a los
motores de los motores fuera de borda. Apunta al tipo del timón en los botes más grandes.

Cal disparó y disparó y disparó.

La luz gris del amanecer mostraba claramente los daños. Una buena cuarta parte del nivel de
trabajo de la superestructura había desaparecido, o bien había sido destrozada o destruida por
el fuego. Mitch agradeció a Dios que este lugar tuviera un equipo de bomberos tan bueno, o
se habrían lanzado al agua desde la plataforma antes de que terminara la noche. Había
algunos heridos leves entre los escombros de la cubierta, pero todos los no combatientes
estaban a salvo en el refugio. Salió de comprobar los daños y lo primero que vio fue a Cal,
sentado entre los demás soldados en cubierta, todos ellos ennegrecidos por el humo y

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agotados. Inez, Ella y Dolores estaban repartiendo comida y botellas de agua a las tropas.
Bren estaba de pie en la barandilla, mirando hacia el mar. No, mirando hacia la costa, aunque
estaba demasiado lejos para ser visible. La orilla a la que el enemigo se había retirado
finalmente.

Estaba dividido. ¿Ir con ella o ir con Cal? La nueva e íntima conexión que había forjado con
Cal entraba en guerra con la antigua y profunda conexión que tenía con ella, una que había
nacido de salvar la vida del otro y de proteger su sueño. Al final, Cal resolvió el dilema. Vio
a Mitch, se levantó y se acercó a él, trayendo una cesta de pan.

-Come algo, - dijo Cal. Mitch cogió un trozo. Señaló con la cabeza a Bren y ambos se
acercaron a ella.

- ¿Y bien?, - preguntó ella, sin mirar a su alrededor.

-Está mal, - dijo Mitch. -El aula está quemada. Un par de salas de recreo, oficinas. Pero lo
peor es la enfermería. Recibió un impacto directo. Está totalmente destruida. -

-Joder. - Bren miró hacia abajo.

- ¿El personal? - Preguntó Cal, con cara de preocupación. Tal vez había asumido que estaban
allí esperando las bajas de la batalla. Había supuesto mal. El médico era demasiado valioso
para arriesgarlo.

-Estaban en el refugio, - dijo Mitch. -Está en lo profundo de la superestructura, toda la


construcción de metal. Es el lugar más seguro de la plataforma. Todos los no-comunicadores
van allí en caso de un ataque. -

-Sí, - dijo Cal. -Ataque. No quiero sonar grosero, pero ¿qué carajo acaba de pasar? ¿Quién
demonios era ese? -

-Te dije que teníamos otros enemigos además de los zombis, gente que intentaría atacar la
plataforma. Fue...-

-Fue Ethan, - dijo Bren. Se giró para mirarlos. Las lágrimas, tal vez causadas por el viento,
tal vez no, habían hecho senderos a través de la suciedad en su rostro ennegrecido por el
humo.

-No puedes saber eso, - dijo Mitch.

-Lo he oído. Estoy segura de ello. -

- ¿Quién en el infierno es Ethan? - preguntó Cal.

-Un tipo que solía estar aquí, - dijo Mitch. -Él... se fue. - Miró a Bren. El resto era su historia
y no era asunto de Cal. -Y si lo hubiera atrapado antes de que se fuera, le habría cortado las

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pelotas y lo habría arrojado a los tiburones para que terminara. -

-Parece que ha conseguido nuevos amigos, - dijo Cal.

-No tiene tantos esta mañana, - dijo Bren.

Mitch se estremeció en el aire frío de la mañana. Había cuerpos flotando en el agua debajo
de ellos. Había tenido que acostumbrarse a matar en los últimos dos años, pero sobre todo a
los zombis. A pesar de su gran charla con Cal, en realidad no había ejecutado a ninguno de
los hombres que habían expulsado de la plataforma, aunque uno o dos se habían ido con una
patada de despedida de su parte. Disparar a personas vivas y calientes, aunque fueran
amenazas, no era algo a lo que se acostumbrara nunca. Nunca había disparado a nadie
mientras era policía.

Bueno, ya no eres policía, se recordó a sí mismo, mirando a Bren y a Cal y al resto de su


tropa. Eres un soldado.

-Mitch, Bren. - Era Ella. Saludó con la cabeza a Cal, pero se dirigió a Mitch y a Bren. -Hay
una reunión de emergencia del consejo en dos horas. Para escuchar los informes de daños y
hacer planes. -

-Bien, - dijo Mitch. -Dos horas. -

Ella se fue. Bren miró a Mitch y luego, más allá de él, a Cal. Le dedicó una sonrisa cansada.
-Lo has hecho bien, por cierto. Haremos de ti un soldado. - Con eso, se alejó, hacia las
mujeres sentadas en la cubierta. -Bien, chicas, vamos a buscar café y comida de verdad.
Arriba. - Levantó a todas las que eran demasiado lentas para levantarse y las condujo al
interior, hacia el alojamiento. Inez la siguió de cerca. La sombra de Bren. Cuando el ruido de
sus botas en la cubierta desapareció, Mitch se volvió hacia Cal.

-Tiene razón. Lo has hecho bien. Te he visto en acción. - Las palabras hicieron que su
mente recordara el otro tipo de acción que habían llevado a cabo la noche anterior, y se sintió
mal al pensar que podría haberse acobardado al hacerlo. Uno u otro podría haber muerto en
el asalto, y él nunca lo habría sabido...

-Gracias. - Cal se adelantó de repente, acercó a Mitch y lo besó. Sorprendido, Mitch se dejó
llevar, saboreando el humo en los labios de Cal, saboreando y oliendo el sudor. Cal cogió el
rostro de Mitch. Sus manos apestaban a aceite de pistola y cordita. Ambos estaban sin afeitar
y sucios. No importaba. Estaban vivos.

Cuando se separaron, estaban solos en la cubierta, y el sol se abría paso entre las nubes
grises, brillando en los ojos de Cal. Los convirtió en el verde más hermoso que Mitch había
visto jamás.

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Capítulo Once

El consejo se reunió en uno de los despachos no dañados, aunque el olor a humo era tan
fuerte allí como en todo ese nivel. Mitch y Bren se sentaron juntos, manteniéndose erguidos
sólo porque se apoyaban el uno en el otro.

Kathy no se molestó en darle al mazo, y nadie levantó acta, aunque Ella tenía un cuaderno y
un bolígrafo preparados. Dolores dio el informe de daños, y la mayor preocupación de todos
era, por supuesto, la enfermería.

-Doc, la investigación de la vacuna, - preguntó Bren. - ¿Qué pasa con eso? Por favor, no
digas que lo hemos perdido todo. -

Phyllis negó con la cabeza y acarició una bolsa que llevaba al hombro. -Tengo todas mis
notas aquí. Se destruyeron muestras, todo lo físico que había en el refrigerador. Pero puedo
reproducir el trabajo si consigo el equipo. Y no sólo para eso, por supuesto. Necesitamos
reponer toda la enfermería. Medicamentos, instrumentos, equipos, todo. Tenemos algunos
medicamentos almacenados en otro lugar, y puedo usar una nevera de la galera si es
necesario. Pero tenemos que reabastecernos lo antes posible. -

-Eso significa ir a tierra, - dijo Bren.

- ¿Y si esto es una treta? - Mitch preguntó. - ¿Para alejar a los soldados y que puedan atacar
de nuevo? No podemos dejar la plataforma sin protección. -

-Entonces, ¿qué hay de enviar un pequeño grupo a tierra? - Ella preguntó. -Para conseguir
los suministros más esenciales. Deja el resto de los soldados aquí. -

-Debemos tener antibióticos, - dijo Phyllis. -Y antisépticos. Instrumentos quirúrgicos,


apósitos. -

Iban a tener que hacerlo. Sea cual sea el peligro, tenían que reabastecerse. La doctora tenía
que continuar su trabajo con la vacuna. Si ella estaba en algo con eso, si la vacuna había
protegido a Cal de la infección, entonces podría ser el trabajo más importante que alguien
estaba haciendo en cualquier parte del mundo en este momento.

-De acuerdo, - dijo Mitch. -¿Qué tal si lidero un pequeño grupo en tierra? No más de cinco
de nosotros. Bren se quedará aquí y comandará a los defensores. - Ella parecía indecisa al
respecto, tan indecisa como él, pero asintió después de un momento.

-De acuerdo. -

-Nos dirigiremos a la base naval de Greenstreet, -dijo Mitch. Era un pueblo a unas veinte
millas de la costa, y ya habían ido allí a por suministros. -Usaremos el Cora, bajaremos

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directamente del barco en el muelle de la base. No hay que atravesar el campo, y es fácil
volver a salir. -

-Haré una lista de los suministros más urgentes a conseguir, - dijo Phyllis. -Y no olvides
comprobar las fechas de caducidad de los medicamentos. - Empezó a escribir en un cuaderno
inmediatamente.

-Hay que ir cuanto antes, - dijo Ella.

-Saldremos antes del amanecer, - dijo Mitch. -Para llegar allí con las primeras luces. -Los
días se hacían más cortos a medida que se acercaba el invierno; tenían que aprovechar al
máximo cada momento de luz del día. Y Ethan, si es que era Ethan, seguramente no atacaría
la plataforma durante el día. Podrían volver a tiempo para asegurar la plataforma para la
noche.

-Lleva a Cal contigo, - dijo Bren.

- ¿Cal? - El corazón de Mitch dio un vuelco. -No. Sólo llevamos un par de semanas
entrenándolo. No ha hecho ningún trabajo con el grupo. -

-También ha estado sobreviviendo en tierra durante más tiempo que cualquiera de nosotros,
y más recientemente. -

-Y fue mordido por un zombi, - señaló Mitch.

-Bueno, estoy seguro de que ha aprendido la lección, entonces. -

Molesta, ella hablaba con mucho sentido. ¿Por qué Mitch no quería que Cal viniera con
ellos? ¿Creía que se distraería con Cal? ¿No quería ponerlo en peligro? No quería poner a
nadie en peligro, y conocía al resto de sus soldados desde hacía mucho más tiempo que a
Cal. Bueno, esa era la cuestión. Los conocía desde hacía más tiempo; sabía lo que podían
hacer y que podían manejarse solos. ¿Podría Cal? Mitch no podía saberlo con seguridad.

-Si se ofrece como voluntario, lo llevaré, - dijo Mitch.

- ¿Hemos terminado? - Preguntó Kathy. -Hay un montón de limpieza a la que hay que
volver. ¿Necesitamos hacer una votación sobre esto, o estamos todos de acuerdo con el
plan?-

Hubo un coro de asentimientos, ninguna disidencia, aunque todos parecían preocupados. -Se
levanta la sesión, - dijo Kathy, y se dispersaron, apresurándose a los muchos trabajos que
tenían que hacer.

79
Cal se despojó de su ropa sucia y ennegrecida por el humo y se dejó caer en su catre,
agotado. Tendría que arrastrarse para ir a comer dentro de unos minutos, pero por el
momento sólo quería tumbarse aquí y quitarse las torceduras de la espalda, fatigado por
haber sacado los escombros de las zonas dañadas durante toda la mañana.

Con el tiempo libre para pensar de nuevo, sus pensamientos volvieron a la pista que habían
recorrido antes, mientras se sentaba en la cubierta con los otros soldados, casi como si fuera
uno de ellos.

Pero no era uno de ellos. Nunca fue uno de nada. Sólo era uno.

Esto no era parte del plan, entrando en batalla contra flotillas de barcos dirigidos por algún
tipo con un rencor monumental contra los residentes de la plataforma. Cal no se hacía
ilusiones sobre lo que querían esos tipos que atacaban: las mujeres. Desde luego, no los
querían a él y a Mitch y, sin duda, les dispararían a los dos y los arrojarían por la borda en
cuanto tomaran el control. Puede que Mitch estuviera dispuesto a morir defendiendo este
lugar, pero Cal no estaba tan seguro de sentirse así.

Se había quedado demasiado tiempo. En cuanto le habían soltado las cadenas, debería haber
cogido su barco y haberse ido. Pero la tentación de poner sus manos en la polla de Mitch le
había hecho flaquear. Debería haber sabido que habría algo de arenilla en el lubricante.
Siempre la había cuando se quedaba, aunque fuera un tiempo.

Había empezado a dormitar cuando la apertura de la puerta le hizo despertar de nuevo.


Mitch, con aspecto tan cansado como él.

-Cal, hola. Te estaba buscando. -

-Sólo vine a asearme. - Cal se sintió bruscamente algo cohibido por estar tumbado en el catre
sólo con sus pantalones cortos. Se incorporó, cogió su camisa sucia del suelo y se la puso,
dejándola desabrochada.

-Hemos decidido enviar un pequeño grupo a tierra para conseguir algunos suministros
médicos, - dijo Mitch. -Hay algunas cosas que necesitamos con urgencia. No me gusta dejar
la plataforma ahora mismo, por si Ethan vuelve, pero no tenemos otra opción. -

-Iré, - dijo Cal. - ¿Cuándo es? - Mitch parecía desconcertado. Maldita sea, ¿y si ya hubiera
seleccionado un equipo? Pero ésta podría ser la oportunidad de Cal. Si quería irse, no podía
haber un mejor momento. Les ayudaría a conseguir sus provisiones, los llevaría a salvo a la
plataforma, y luego tomaría su bote y se iría.

-Estoy liderando el grupo, - dijo Mitch. -Nos vamos antes del amanecer de mañana. Todavía
estoy decidiendo a quién llevar. -

-Sería tan útil en tierra como cualquiera de ellos, - dijo Cal. -Estuve allí hace sólo un mes.

80
Sobreviví allí durante dos años. -

-Eso es exactamente lo que dijo Bren. - Mitch sonrió. -Y creo que ambos tienen un punto
muy bueno. Pero también eres importante para la investigación de la doctora. Todavía lo
estoy considerando. -

Sí. La investigación. Se sentía un poco culpable por eso, especialmente después de que todas
las muestras de sangre que ella había tomado de él fueran destruidas. "Le dejaré al doctor
una muestra de sangre de reemplazo antes de irme... nos vamos".

Joder. Mitch notó el tropiezo y lo miró con expresión pensativa. Diablos, ¿había adivinado el
motivo de Cal para ofrecerse como voluntario? ¿Y si eso le hacía decidir no llevar a Cal a la
misión? Tal vez Mitch necesitaba un poco de distracción. Y un recordatorio de que no podía
soportar tener a Cal lejos de su lado.

Se puso en pie y caminó hacia Mitch, con la cubierta metálica fría sobre sus pies descalzos.
Mitch seguía cerca de la puerta; estaba ligeramente entreabierta. Cal no se detuvo cuando
estuvo cerca. Mitch retrocedió y se pegó a la pared junto a la puerta y Cal siguió
acercándose. Sacó una mano para cerrar la puerta y empujar el cerrojo.

-Cal, - empezó Mitch, pero no terminó cuando Cal lo besó con fuerza, se acercó,
empujándolo contra la pared. Chilló en señal de protesta, puso las manos en la parte superior
de los brazos de Cal como si estuviera a punto de apartarlo, pero en lugar de eso lo acercó.
Todavía sabían a humo, los dos, un recordatorio del calvario que habían pasado. Lo cerca
que habían estado de la muerte. La idea hizo que el calor subiera por Cal. Dios, realmente
podría haber muerto allí. Gimió, se separó del beso y se arrodilló.

-Cal, no tenemos tiempo para esto. -

-Siempre hay tiempo para esto. - La cubierta fría y dura le dolía a Cal en las rodillas. No le
importó. Bajó la cremallera de los pantalones de Mitch y los empujó junto con sus
pantalones cortos hacia abajo. La polla de Mitch seguro que tenía tiempo para esto,
engrosándose, subiendo rápidamente. Cal la acarició y lamió hasta que Mitch gimió y le rogó
que se la chupara. Su voz era tensa, tratando de ser silenciosa, de que no se le oyera fuera.
Puso una mano en la cabeza de Cal y lo guio. Cal no se resistió, tan dispuesto como Mitch,
con la mano ocupada en sus calzoncillos. Deslizó sus labios sobre la polla de Mitch. Tenía
un sabor caliente y almizclado. Mitch aún no se había limpiado, pero Cal no se opuso. Era
Mitch. Como era el único otro hombre alrededor, Cal, casi sin darse cuenta, se había vuelto
muy consciente y apreciaba el olor de Mitch. Era el olor de Mitch magnificado, más agudo,
más fuerte que de costumbre. Hizo que Cal se mareara. Se le daba muy bien dar mamadas.
Se enorgullecía de ello. Se movió hacia adelante y hacia atrás lentamente durante un rato,
pasando la lengua por la vena, burlándose, hasta que Mitch le agarró el pelo, su mano
acariciadora se convirtió en un puño apretado. Cal ignoró el dolor.

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No necesitaba que le insistieran. Llevaba semanas deseando esto. Se inclinó más cerca y dejó
de provocar, llevándose la polla a la garganta. Mitch se revolvió contra la pared,
retorciéndose, gimiendo. Empujó a Cal hasta que éste presionó con sus manos a ambos lados
de las caderas de Mitch y lo empujó hacia atrás, calmándolo. Mitch se esforzó contra él, pero
Cal puso su peso para mantenerlo en su sitio.

Toda la energía de Mitch parecía concentrarse en esa mano que tiraba del pelo de Cal, y éste
temía que Mitch le arrancara un trozo. Pero entonces Mitch se puso rígido, emitiendo un
sonido estrangulado más parecido al de un hombre que sufre que al del éxtasis, y su semen
llenó la boca y la garganta de Cal. Cal tragó rápido, con fuerza. Su propia necesidad era
repentinamente urgente, y tenía que acabar con Mitch y dejar que Mitch acabara con él.

-Cal, Dios mío, - susurró Mitch con voz ronca. Se retiró y Cal dejó que su polla se deslizara.
Sus rodillas se hundieron y Cal se levantó rápidamente para cogerlo en brazos. Mitch pesaba
mucho y Cal se tambaleó hasta sentarse en su catre, tirando de Mitch para que se sentara a su
lado.

-Mitch, - suplicó. -Tócame. -

Mitch abrió los ojos, que aún estaban borrosos por la satisfacción. - ¿Mmm? -

Cal besó la tentadora boca, que se curvó en una deliciosa y satisfecha sonrisa. Como las
palabras no llegaban, agarró una de las manos de Mitch y la presionó sobre su polla. Eso
despertó a Mitch, sin duda.

-Lo siento, - dijo Mitch. -Acabas de... bueno, casi me pones en coma, en realidad. - Cal
sonrió y le besó de nuevo. Sí, era bueno. Después de un segundo, Mitch lo presionó sobre el
catre en su espalda. Se inclinó sobre Cal y empezó a besar su pecho desnudo, bajando hasta
su vientre, dirigiéndose a él. Cal gimió y empujó contra él. Con un rápido movimiento,
Mitch bajó los calzoncillos de Cal, y la polla de éste apareció ansiosamente.

-Espera, - dijo Cal. -Deberías usar un condón. -

Mitch dudó. -Um... ¿hay algo que tengas que decirme? -

-No. Eso no. Soy negativo en todo. El doctor me revisó. Pero la mordedura de zombi...-

-Cal, no tienes la enfermedad. Tienes anticuerpos contra ella, eso es todo. -

-Ni siquiera sabes lo que son los anticuerpos, ¿verdad? -

-Oye, he visto Fantastic Voyage". Mitch sonrió. Cal le dio una palmada en el brazo. -No me
voy a convertir en un zombi por chuparte la polla. - Agarró dicha polla con una mano grande
y fuerte. Sin dar más tiempo a Cal para protestar, Mitch se bajó del catre y se puso de
rodillas, se inclinó sobre Cal y se comió su polla.

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Cal dejó que sus piernas se abrieran más mientras su cuerpo se estremecía y luego se
relajaba, abandonando toda la tensión. Sólo recordar que ésta podría ser la última vez no
quería estropear el momento en absoluto. Sería un sueño si pudiera hacer que Mitch se fuera
con él. Pero sabía que no era más que un sueño. Mitch todavía se llamaba a sí mismo policía,
pero era mucho más. Un guardián, cuidando de este grupo, de estas mujeres y niños. Y nunca
los abandonaría, no por decisión propia. Así que cuando Cal se marchara, ya fuera mañana o
en algún momento desconocido, se iría solo.

Cal se corrió rápidamente, con poco alboroto, ya cerca antes de que Mitch comenzara a
chuparlo. Un escalofrío y su puño se anudó en la nuca de Mitch, tirando de su cuello. La
habitación se convirtió en un borrón gris y él cerró los ojos, mareado, mientras su clímax
disminuía.

Volvió a la realidad, todavía tumbado en el catre, Mitch sentado en el suelo a su lado, con un
brazo extendido sobre Cal, acariciando suavemente el costado de éste con la punta de los
dedos.

-Eso ha estado bien, - suspiró Cal. -Eres bueno. - No era tan bueno como Cal, pero nunca
había tenido que serlo, ¿verdad?

-No tienes que adularme, - dijo Mitch. -Puedes venir a la misión. -

Cal no respondió por un momento, sin estar seguro de cómo hacerlo. Una parte de él
esperaba que Mitch dijera que no, que le quitara la decisión a Cal. Pero no. Cal bajaría a
tierra, y en algún momento tenía que decidir con seguridad: ¿se quedaba allí?

-Gracias, - dijo después de un rato. -No fue por eso que te salté encima. -

-Lo sé. - Mitch sonaba bastante poco convencido, y tendría razón en estarlo. Pero siempre
había una buena razón para saltar sobre Mitch. Y una vez más, Cal recordó que ésta podría
ser la última vez. -Vamos. - Mitch se puso de pie, y Cal sintió frío al perder ese fuerte brazo
sobre su cuerpo. -Tenemos que asearnos y comer. Luego tenemos que descansar, listos para
salir de aquí antes de que salga el sol. - Le dirigió a Cal una mirada severa. -Y me refiero a
descansar, no a tener sexo. -

-Aguafiestas. -

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Capítulo Doce

- ¿Cómo es que vamos a una base naval y no a un hospital? - preguntó Cal mientras el barco
subía a toda velocidad por la costa. - ¿Seguro que es allí donde se encuentran las drogas? -

Mitch desvió la mirada del timón hacia Cal por un segundo. Las chicas estaban detrás de
ellos, sentadas en la cubierta, revisando las armas por última vez y estudiando un mapa.

-Se podría pensar que sí, pero Bren me enseñó otra cosa. La mayoría de los hospitales ya han
sido desmantelados. Si no lo han hecho, es porque están demasiado llenos de zombis como
para que entre alguien que no sea un ejército. -

Cuando la gente empezó a enfermar cuando todo empezó, fueron a los hospitales. Se
amontonaron allí y murieron y luego volvieron. Algunos se dispersaron en busca de más
víctimas, pero muchos seguían recorriendo los pasillos de los hospitales y las presas acudían
a ellos. Cuando Cal había necesitado conseguir material médico por su cuenta, solía asaltar
pequeñas clínicas o consultorios médicos y dejaba de lado los grandes hospitales.

-Y aunque los hospitales tienen almacenes de medicamentos, - continuó Mitch, -no los
almacenaban a largo plazo. Tenían entregas regulares y los consumían en poco tiempo. Los
militares, en cambio, almacenan los fármacos a largo plazo para su posible uso posterior. Su
almacenamiento es realmente mejor, en condiciones más ideales, que el de los hospitales. -

-Bueno, cada día aprendo algo nuevo. -Tendría que recordarlo para más adelante. Si se iba
por su cuenta. Esto era exactamente el tipo de cosas que había decidido quedarse para
aprender. No había conseguido todo lo útil todavía, seguramente. Pero tenía que sopesar qué
más podría aprender frente a los RPG que pasaban zumbando por su cabeza. Eso no formaba
parte del trato.

-Llegando a la orilla, - Mitch llamó al resto del equipo. -Prepárense todos. - Miró a Cal. -Tú
también. -

Cal fue a recoger su equipo y vio que Mitch le miraba mientras sacaba provisiones de su
mochila. Era la misma mochila con la que había llegado. Todos los demás llevaban mochilas
pequeñas, con no más de lo necesario para la misión, pero la mochila de Cal estaba llena.
¿Mitch interpretó las intenciones de Cal en eso? Si lo hizo, no dijo nada al respecto. Al
menos no tenía que preocuparse por esta misión. Cal se había ofrecido como voluntario, y les
ayudaría a conseguir las drogas antes de ir. Si es que iba. Guardó los suministros que
necesitaba en sus bolsillos, cerró de nuevo la pesada mochila y la dejó guardada bajo un
banco de la cubierta del Cora.

-Dos minutos, - dijó Mitch. -No hay señales de movimiento en el muelle. -

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Pero el lugar era un laberinto, vio Cal, echando un vistazo al muelle donde se estaban
acercando, con cajas y vehículos abandonados al azar. Mucha cobertura para que los zombis
se escondan. O más bien, para ocultarse. En realidad, nunca se escondían de forma
consciente, como lo haría un humano. Simplemente se ocultaban inadvertidamente por otras
cosas. El Cora se acercó a una escalera oxidada, y Mitch agarró una cuerda de amarre y
escaló la escalera rápidamente para amarrar el barco. Cal le siguió rápidamente, pues no le
gustaba la idea de que estuviera solo ni un segundo más de lo necesario. Mitch aseguró el
bote mientras Cal lo cubría, atento a cualquier movimiento. Nada.

-Suban los demás, - llamó Mitch. -Traigan las llaves de contacto. - Sonrió a Cal. -Odiaría
que alguien robara tu barco. - Cal se preguntó si "alguien" se incluía a sí mismo.
Seguramente Mitch no creía que Cal los abandonaría en tierra.

Las mujeres subieron la escalera hasta el muelle. Tiffany entregó las llaves del barco a
Mitch, que las guardó en un bolsillo con cremallera de su chaqueta. A Cal no le importaba.
Había muchos barcos por aquí. Y coches. De todos modos, se quedaría en tierra firme. Allí
se sentía más cómodo. Su último viaje en barco no había funcionado muy bien.

A no ser que contara el haberse curado de la enfermedad zombi y haber conocido a Mitch.

-Vamos, - dijo Mitch. -Elaine, toma la punta. Tomaré la retaguardia. Cal, quédate en el
centro. -

Cal se erizó un poco, el orgullo masculino bastante herido. Pero era el menos experimentado
en estas maniobras de estilo militar, así que asintió y ocupó su lugar, y el grupo se puso en
marcha, en fila india. Elaine, una antigua recepcionista de Michigan, estaba atenta, cubriendo
cada punto de peligro a su paso. Cajas, coches y camiones. Puertas abiertas en cobertizos y
almacenes.

Pero no encontraron ningún peligro en el camino hacia la base propiamente dicha. A lo lejos,
algunos perros ladraban, demasiado lejos para preocuparse. El grupo caminó por amplios
bulevares, siguiendo una ruta que, al parecer, Mitch y las mujeres conocían bien, hasta que
llegaron a un edificio bajo que, según Mitch, conducía al almacén subterráneo. Pero ahí se
les acabó la suerte.

-Joder. - Elaine les devolvió el gesto mientras comprobaba que había doblado una esquina en
la aproximación al edificio. Habló en voz baja. -Zombis. ¿En la parte delantera del edificio?
Al menos veinte de ellos. -

El grupo se agrupó, pero Natalie y Blanca mantuvieron el flanco y la retaguardia cubiertos


por si algo se acercaba sigilosamente.

-Es la única forma de entrar, así que tendremos que despejarlos, - dijo Mitch.

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- ¿Y si hay otros en la zona? - preguntó Cal, mirando a su alrededor con nerviosismo. En
cuanto empezaran a disparar, los zombis avanzarían sobre el grupo, sin importarles los
disparos. Pasando por encima de los cuerpos de los ya acabados en el suelo. -Los disparos
sólo van a atraer a todos los zombis en kilómetros a la redonda. - No le gustaba la idea de
salir del almacén para encontrarlo rodeado por una nueva horda de zombis. Realmente deseó
haber tenido el sentido común de quedarse en la plataforma. Pero ahora estaba aquí. Tenía
que cumplir sus promesas.

-Una persona se quedará en el tejado del edificio mientras estamos dentro, - dijo Mitch. -Si
hay otros, vendrán uno por uno y pueden ser eliminados fácilmente. -

- ¿Y si no es uno por uno? ¿Y si es una masa de ellos? - preguntó Cal.

-Entonces estamos jodidos, - dijo Blanca.

-No, - dijo Mitch. -Tendremos granadas, y no sólo hay drogas almacenadas allí. Hay
municiones. El edificio está fortificado y tiene acceso al techo. Podemos eliminar mil zombis
si es necesario. Ahora hagamos esto. Recuerden, los más frescos se mueven más rápido.
Dispárenles primero si pueden. Elijan los objetivos. Maten y sigan adelante. -

A la señal de Mitch, salieron del lado del edificio, abriéndose en abanico. Los zombis
tardaron un segundo en darse cuenta de su presencia, ya que se movían silenciosamente
sobre la hierba. Para cuando la masa de zombis vio al grupo, los soldados ya estaban
disparando.

Tiro en la cabeza tras tiro en la cabeza. Cayeron. Cal hizo un par de malos disparos al
principio, alcanzándolos inútilmente en el hombro o el pecho. Pero se controló, la respiración
se hizo más lenta, el corazón no se aceleró tanto, y su puntería mejoró. Un disparo a la
cabeza y el zombi que tenía en la mira cayó.

Apuntó a otro y se congeló. -Mierda. - Conocía al hombre. O, mejor dicho, al hombre que la
criatura había sido. Uno del grupo que había tratado de impedir que se fuera cuando quiso
separarse de ellos. Habían ido en esta dirección. ¿Habían tratado de asaltar esta base y habían
encontrado su fin?

- ¡Cal! Sigue disparando. - Mitch ordenó. Cal volvió al aquí y ahora. Disparó y sacó de su
miseria a la persona que una vez había conocido. Bueno, de todos modos, habían sido unos
bastardos. Apuntó al siguiente y al siguiente. Algunas de las caras las conocía, otras no. No
dejó que las primeras lo frenaran más.

En un par de minutos todos los zombis yacían dispersos por el suelo, con los cerebros
esparcidos por el asfalto. No quedaba nada a lo que disparar. Cal bajó su rifle con un suspiro.
Mitch apareció a su lado, con el ceño fruncido mientras se dirigían hacia el edificio,
bordeando los zombis destruidos en el suelo.

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- ¿Estás bien, Cal? - preguntó Mitch. - ¿Te has congelado? -

- ¡No! - protestó Cal, y luego se calmó. -Por un segundo. Los reconocí. A algunos de ellos,
quiero decir. Eran el grupo con el que estaba antes de acabar en el barco. - Se estremeció.

-Lo siento. ¿Estabas, um, cerca de alguno de ellos? -

Cal se encogió de hombros. -No. Sólo fue un shock verlos de repente. -

-Comprensible. - Mitch le dio un rápido apretón en el hombro, un poco de simpatía varonil y


tranquilidad. Pensando en ello ahora, a Cal no le importaba mucho derribar a ese grupo. Pero
no podía evitar pensar en cómo sería enfrentarse a Mitch o a Bren o a la doctora, a cualquiera
de sus nuevos amigos convertidos en monstruos. Entonces no dudaría. Porque preferiría ver
a cualquiera de ellos muertos que verlos así.

Esta gente estaba tan viva, pensó mientras observaba a Blanca, que solía ser cajera del banco,
forzando la cerradura del edificio. De alguna manera habían conseguido atravesar la tierra de
los muertos y encontrar un lugar donde vivir a salvo. A salvo de la masa de corrupción
andante que infestaba la tierra. Muchos de ellos parecían improbables supervivientes, pero
eran más fuertes juntos en el grupo que habían formado alrededor de Mitch y Bren.

Un grupo al que habían invitado a Cal a unirse, y que ahora estaba pensando en dejar para
hacer su camino solo de nuevo. ¿Hacer su camino hacia dónde? ¿Y por qué? En los últimos
dos años simplemente había continuado el patrón de su antigua vida: viajar sin destino.
Deteniéndose sólo si el lugar o la gente le ofrecían algo que pudiera utilizar. Era difícil
llamar a eso vivir, en lugar de sólo sobrevivir. ¿Y había sido todo eso antes de que empezara
todo esto?

La puerta se abrió y el grupo se asomó al oscuro interior del almacén.

-Linternas, - ordenó Mitch. -Yo tomaré la punta. -

-Déjame, - dijo Cal, obedeciendo a un repentino impulso de probarse a sí mismo después de


su breve congelación anterior. -Dime por dónde ir. -

Mitch dudó un momento, pero luego le dio las indicaciones a Cal y tomó la retaguardia.
Descolgaron sus rifles y sacaron sus pistolas en su lugar. Cal se recompuso y dirigió el
camino hacia el interior. Encendió su linterna. El interior era estéril una vez cerrada la
puerta. Las únicas ventanas eran pequeñas, situadas en lo alto de las paredes, y las telas de
araña que las cubrían eran tan densas que bien podrían haber sido pintadas. Cal se orientó. El
espacio era grande y tenía estanterías que hacían varios carriles. Por supuesto, el lugar en el
que querían estar era justo al final de una de las largas vías, pasando por las estanterías de
cajas y cajones. El hombre se adelantó, alumbrando con su linterna mientras avanzaba,
moviéndose lentamente, los otros casi en silencio detrás de él, el sonido de una bota o un

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crujido de ropa era el único indicio de que le seguían. Un rápido vistazo le mostró que
Blanca estaba justo detrás de él. El polvo se agitó bajo sus pies y la nariz empezó a picarle.
No estornudes, se ordenó. No quería parecer un completo idiota.

Pasó la linterna por un hueco entre un par de cajones, lo cruzó y regresó con un grito cuando
su cerebro registró lo que acababa de ver.

Un rostro.

El zombi salió a trompicones de la brecha, con la boca abierta en su rostro gris y los brazos
extendidos. Hacia Blanca. Cal se giró, con el arma apuntando al zombi. Mierda, sólo estaba a
un par de metros. Podía olerlo. El horror de volver a estar tan cerca de uno casi lo abruma.
La imagen del que le mordió, su mano en la pierna, sus dientes en la carne, llenó su mente.
Su arma se agitó en su mano mientras disparaba. También llegaron varios disparos más; no
pudo separarlos lo suficiente como para contarlos. El zombi cayó a los pies de Blanca,
quedando muy poco de su cabeza. Ni siquiera la había tocado, y el momento de pánico de
Cal retrocedió.

- ¿Están todos bien? - preguntó Mitch, pasando la linterna por encima del cuerpo. Llevaba un
uniforme naval. -Supongo que murió aquí dentro; luego no pudo desbloquear la puerta y
volver a salir después de darse la vuelta. -

Los zombis tenían problemas con las puertas, incluso con las desbloqueadas. El único tipo
con el que se las arreglaban era con las que podían simplemente empujar para abrirlas. Cal
había visto zombis atrapados en los pisos superiores de edificios en los que los ascensores
estaban muertos desde hacía tiempo y las escaleras se encontraban detrás de puertas que se
abrían en sentido contrario. Un pomo de la puerta los desconcertó por completo.

-No estaba aquí la última vez que vinimos, - dijo Elaine. -Creo que nos habríamos dado
cuenta. -

-Tal vez estaba viviendo en otro lugar de la base o en una de las naves, - sugirió Natalie. -Es
un lugar grande. -

-Y vino aquí por suministros. Y fue mordido, - dijo Mitch.

- ¿Sí? - Dijo Cal. - ¿Por algo de fuera o de dentro? -

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Capítulo Trece

-Muy buena pregunta, - dijo Mitch. -No bajen la guardia, nadie. Nat, te quiero en el techo.
Mantén nuestra ruta de escape abierta. -

-Entendido, Mitch. –

La escotilla de acceso al tejado tenía una escalera desplegable. Mitch subió allí con Natalie
para comprobar las cosas.

Mientras esperaban, Blanca miró pensativa a Cal hasta que éste dijo: - ¿Qué? -

-Sólo me preguntaba algo, - dijo ella. - ¿Cómo es que ese zombi fue por mí en vez de por ti?-

-Sí, eso fue raro, - dijo Elaine. -Estabas en el punto, el primer bocado sabroso que pasó. -

Cal frunció el ceño. Esa también era una buena pregunta. Intentó volver a ver el momento en
su cabeza, ralentizarlo. -Yo... supongo que cuando se dio cuenta de que estábamos allí y se
movió para atacar, tú estabas más cerca que yo. O.… pensó que parecías un objetivo más
fácil. - Ellos fruncieron el ceño ante eso, y él entendió por qué. Los zombis nunca mostraban
ese tipo de juicio. Iban a por la gente indiscriminadamente, sin importar lo grandes o
pequeños, peligrosos o vulnerables que parecieran. -Tal vez era un donjuán, - dijo Cal,
cubriendo su perplejidad con una sonrisa. -Es mucho más guapo que yo. -

-Depende de a quién le preguntemos, - dijo Elaine, sonriendo. - ¿No es cierto, Mitch? -


Mitch había empezado a bajar la escalera del tejado.

- ¿Qué es cierto? - preguntó Mitch, volviéndose a unir a ellos.

-No importa, - dijo Cal. Mitch se encogió de hombros.

-Natalie está en posición. Vamos. -

Cal podía ver que a Mitch no le gustaba mucho dejar a nadie del grupo solo, pero no tenían
los números para dejar a dos personas allí arriba. Natalie tenía su rifle y mucha munición y
un walkie-talkie para avisar de cualquier problema.

El centro del almacén tenía un hueco de ascensor que llevaba al almacén subterráneo, pero
sin energía, los ascensores no eran utilizables. Mitch le mostró a Cal la puerta de la escalera
de emergencia. Nada les llamó la atención cuando abrieron la puerta con cautela. Las luces
de emergencia seguían funcionando en el hueco de la escalera. Entre las bombillas de bajo
consumo y las baterías de larga duración podrían funcionar durante diez años. Aunque eran
tenues, había suficiente luz para que todos pudieran guardar sus linternas.

-Vamos a bajar tres niveles, - le dijo Mitch a Cal cuando comenzaron a descender, Mitch a la

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cabeza. -Tened mucha precaución en los aterrizajes. Hemos asegurado las puertas de este
lado en visitas anteriores, pero quién sabe si alguien más ha estado aquí desde entonces y las
ha dejado abiertas. Id despacio y en silencio. -

Los demás siguieron a Mitch, repartidos en una línea suelta. Había manchas oscuras en las
paredes y el suelo de hormigón a las que Cal intentó no prestar atención. Esta escalera había
visto algo de acción. Eran ultracautelosos en los rellanos. Habían clavado tablas en las
puertas para mantenerlas cerradas, pero aun así esperaba que una de ellas se abriera de golpe
y arrojara una horda de carne putrefacta andante.

Pero llegaron al tercer nivel sin ninguna interferencia. Tal vez este lugar estaba tan muerto
como su antiguo residente, que yacía en el piso de arriba. El espacio en el que entraron era
enorme. Mitch dejó a Elaine junto a la puerta de la escalera para cubrir su huida.

- ¿Es la única salida? - preguntó Cal nervioso, mirando hacia atrás.

-No del todo, - dijo Mitch. -Hay un acceso a una alcantarilla, que nos lleva de vuelta al
muelle bastante directamente. -

-Una alcantarilla. Encantador. Mierda y ratas. Me quedo con los zombis, gracias. -

-Pensé que pensarías eso. Es una ruta de escape de último recurso solamente. Nunca
pasaríamos las cajas. -

Las drogas estaban en una habitación donde las paredes eran todavía de roca. El aire era
fresco pero muy seco. Mitch sacó la lista del médico y empezaron a llenar un par de cajas de
plástico con los suministros. Dado el peso de las cajas, Cal y Mitch iban a ser los encargados
de transportarlas. Efectivamente, cuando la primera estaba llena, Mitch y Cal la subían
mientras Elaine y Blanca seguían llenando la siguiente. Al final hicieron tres viajes y
metieron en sus mochilas todo lo que pudieron.

- ¿Cómo los llevamos al barco? - preguntó Cal cuando subieron la última. Un sonido
metálico le hizo volverse. Blanca estaba haciendo rodar un carro de almacén. -Demasiado
para el sigilo, - añadió.

-Lo sé, - dijo Mitch. -Pero es más rápido que transportarlas a mano, y este lugar tiene al
menos buenos caminos llanos. Carguémoslo y vayamos. -

Se fueron, y Cal y Mitch empujaron y tiraron de la carreta mientras las mujeres les daban
cobertura. No tenía precisamente mucha dirección. Era como un carrito de supermercado
gigante en ese sentido, e igual de enloquecedor. Y como Cal había temido, el ruido que hacía
atraía a los zombis. Natalie había informado de que había visto algunos moviéndose por la
base desde su punto de vista, así que sabían que debían esperarlos. Cuando el grupo llegó al
muelle, con su amplia y plana superficie de hormigón, cedió al impulso de correr, empujando

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el carro delante de ellos, que traqueteaba locamente. Las cajas eran demasiado pesadas para
subirlas al barco a mano, pero el grupo ya lo había hecho antes: tenían un bloque y un
aparejo instalados junto al muelle. Natalie subió a bordo primero y barrió la embarcación en
busca de intrusos mientras Mitch y Cal manipulaban el bloque y el aparejo en su lugar.
Natalie avisó de que todo estaba despejado a bordo y Elaine se unió a ella en cubierta para
recibir las cajas. Uno a uno, Cal y Mitch engancharon las cajas y las bajaron a cubierta,
chocando con el lateral del muelle. Natalie y Elaine las guiaron con seguridad hasta la
cubierta del Cora, y luego desengancharon la cuerda para la siguiente.

Blanca les cubrió las espaldas en el muelle, con el rifle fuera. Cal casi se sobresalta cuando
ella disparó mientras él y Mitch enganchaban la segunda caja. Los zombis se acercaban a
ellos arrastrándose por el muelle.

-Sigue moviéndote, - le espetó Mitch a Cal. -Rápido. -

Cal dejó los zombis en manos de Blanca y trató de ignorar los disparos y los muertos
vivientes que se movían inexorablemente en su dirección. Intentó no pensar en el hecho de
que no tenía otro lugar al que ir que el mar. Seguían llegando más zombis, atraídos por los
disparos. Polillas a la llama, atraídos por lo que los mataba. Mitch y él bajaron la segunda
caja y comenzaron a cargar la última.

-Mitch, - dijo Blanca. -Tenemos unos dos minutos antes de que haya demasiados, demasiado
cerca para aguantar. -

-Entendido, - dijo Mitch, todavía trabajando. Sólo el hecho de tenerlo allí evitó que Cal
saltara por él hacia el bote para alejarse. Estaban demasiado cerca. ¡No hay tiempo!
¡Vamonos ahora! Mitch pensaba claramente lo contrario. Blanca siguió apartando a los
zombis, y Mitch y Cal bajaron la última caja. Tocó la cubierta y Elaine la desenganchó.

- ¡Todos a bordo! - gritó Mitch.

No esperaron a bajar la escalera. Los tres se lanzaron. Cal aterrizó en un montón en la


cubierta y rodó sobre su espalda. El motor rugió. Mitch se abalanzó sobre Cal, agarró el
hacha de fuego y cortó la cuerda de amarre, el hacha golpeó la pared del muelle y arrastró
chispas.

- ¡Vamos! - Mitch gritó a Natalie en el puente de mando. Blanca, tumbada de espaldas en la


cubierta, seguía disparando a los zombis cuando llegaron al borde del muelle. La mayoría
cayó hacia atrás. Uno no lo hizo; cayó por el borde. Y no le dispararon; debió de caer,
empujado por los demás desde atrás. Aterrizó en la popa abierta de la embarcación, medio
encima y medio fuera, justo al lado de Cal. Instintivamente, se abalanzó sobre él con el pie y
le dio en la cara. Desapareció con un chapoteo. Hubo otras salpicaduras, más zombis
cayendo sobre el muelle. Pero el Cora se alejaba y ninguno se acercaba al barco. Cal se

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tumbó de espaldas, jadeando de alivio. A salvo. Estaban a salvo. Una sombra se cernió sobre
él, y entrecerró los ojos para mirar a Mitch.

- ¿Estás bien? - Mitch se arrodilló a su lado. - ¿Te has hecho daño al saltar? -

-Me he quedado sin aliento. Por lo demás, estoy bien. - Le ofreció una mano a Mitch, que la
tomó para ayudarle a sentarse y luego lo puso de pie.

Mitch asintió, le dio una palmada en el hombro y fue a ver cómo estaban los demás uno por
uno. Cal se quedó parado un momento, observando cómo la orilla se reducía a sus espaldas.
En el volante, Natalie cantaba "Eye of the Tiger", entre otras cosas. “Eye of the Fucking
Tiger". Su voz sonaba un poco histérica. Cal se sentía muy histérico. Le temblaban las
rodillas. Un poco demasiado cerca al final. Y al principio y en el medio.

Maldito infierno. Sólo jódeme.

-Voy a preparar un poco de café, - dijo Mitch. - ¿Pueden asegurar las cajas, por favor, gente?
No me gustaría perderlas por la borda después de todo esto. Y buen trabajo, todos ustedes.-
Sus ojos se detuvieron un momento en Cal, una mirada extra que pasó entre ellos. ¿Había
preocupación allí? Una preocupación por lo que podría pasar ahora que todo había
terminado. Una preocupación por la elección de Cal. Si la había, pronto desapareció cuando
se dio la vuelta para bajar a la pequeña cabina del barco.

Cal ayudó a Elaine y a Blanca a asegurar las cajas y luego siguió a Mitch abajo,
encontrándolo en la pequeña cocina, no sólo preparando café, sino sándwiches. El
comandante cuidando de sus tropas. Que se joda, ¿por qué tenía que ser tan jodidamente...
justo?

Mitch saltó al oír las botas de Cal en los escalones, y sólo por un segundo, al volverse, Cal
vio el terror y el agotamiento en su rostro. La máscara se retiró rápidamente, pero la mirada
detuvo a Cal en su camino. Mitch había pasado por algo mucho peor que todo lo que había
pasado Cal. No hoy, antes de hoy. Era tan fuerte en la superficie, tan dispuesto a seguir
trabajando, cuidando de los demás.

Pero por dentro... por dentro estaba destrozado.

La elección de Cal fue entonces fácil. Tenía que quedarse.

Mitch lo necesitaba.

-Hola, - dijo Mitch. -El café está listo. -

-A la mierda el café. - Cal apiñó a Mitch contra el banco en el que estaba trabajando, lo
acercó y lo besó. Mitch no se apartó. Puso sus brazos alrededor del cuello de Cal. El cuchillo
que había estado usando cayó al suelo.

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-Cal, - Mitch gimió suavemente cuando el beso se rompió. -Por favor... quédate. -

-No me voy a ninguna parte. -

Se inclinó de nuevo para besarlo, pero se apartó al oír el ruido de botas en los escalones de la
cubierta superior. Blanca y Elaine se detuvieron al verlos, y Elaine sonrió.

-Yo les diría que se busquen una habitación. - Señaló con la cabeza la pequeña habitación
con literas. -Pero seguiríamos escuchándolos. -

-Tenemos una habitación, - dijo Cal, dando un paso atrás, soltando a Mitch de sus brazos a
regañadientes. -Y supongo que puedo esperar hasta que volvamos allí. - Se dirigió a la
cafetera y empezó a llenar tazas mientras Mitch se recuperaba, lavaba el cuchillo y terminaba
de preparar los sándwiches. Cuando todo estuvo listo, se dirigieron a la cubierta, para llevar
la comida y el café a Natalie y sentarse a disfrutar del aire fresco. Realmente había algo
diferente, más limpio, en el aire de aquí. Hacía que el aire de la tierra pareciera viciado. Aquí
fuera no te encontrabas con un repentino hedor a putrefacción al doblar una esquina. Aquí
fuera podías creer que el mundo era lo que siempre había sido. Todavía limpio, todavía
hermoso. En los dos años que Cal había vagado por aquel terrible paisaje, se había
acostumbrado. Ahora que lo volvía a ver después de haber tenido un respiro, comprendía el
asqueroso infierno al que se había permitido acostumbrarse. La plataforma y su grupo era el
lugar al que pertenecía ahora. Que él y Mitch fueran los únicos hombres era extraño, pero
diablos, esas mujeres lo tenían todo cubierto, y Cal no necesitaba a ningún otro hombre que
no fuera Mitch. Miró a Mitch, que masticaba solemnemente su sándwich entre sorbos de
café. Había algún dolor profundo en él que Cal tenía que descubrir. Y Cal tenía sus propios
secretos. Quería aprender a confiar en alguien lo suficiente como para contarle esos secretos.
Si alguien podía ser ese hombre, era Mitch Kennedy.

- ¿Cuánto falta para que anochezca? - Preguntó Mitch de repente.

- Mucho tiempo, - dijo Natalie. -Volveremos. -

-Bien. - Su ceño se frunció más. Cal se movió de donde estaba sentado para sentarse junto a
Mitch, pegado a él. Le habló al oído para que las chicas no pudieran escuchar.

-Estarán bien. Bren lo tiene controlado. Y hoy lo han hecho muy bien. Conseguimos lo que
vinimos a buscar, y vamos a volver todos vivos y de una pieza.-

Mitch lo miró, con cara de desconcierto, pero sonrió. Cal sabía por qué estaba aquí. Porque
Mitch necesitaba algo más que un amante. Era un líder, con toda la carga y la soledad del
mando. Un hombre así necesitaba un compañero que le dijera que lo estaba haciendo bien, o
mal. Para aliviar la carga y la soledad. Para ser alguien a quien pudiera mostrar su cara sin la
máscara. Cal no sabía si era lo suficientemente fuerte o digno de ser eso para Mitch, pero
tenía la intención de intentarlo.

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Capítulo Catorce

El sol estaba bajo sobre el agua cuando se acercaron a la plataforma. Se veían algunas luces a
bordo.

-Despacio, - ordenó Mitch. Cal llevaba el timón y redujo la velocidad. El ruido del motor
disminuyó. Las tres mujeres estaban en la proa del barco, con las armas preparadas. Mitch
levantó los prismáticos para comprobarlo todo.

-No hay barcos extraños, - dijo, al no ver nada sospechoso amarrado junto al aparejo. -Voy a
hacer una señal. - Tenían una lámpara Morse que habían robado meses atrás durante un viaje
anterior al astillero. Bren le había enseñado el código morse, golpeándole en los nudillos con
una regla cuando se equivocaba en una respuesta. Ella era partidaria de los métodos
educativos más antiguos.

-Haciendo señales de vuelta, - dijo. -Usando los códigos correctos. - Por supuesto, se podía
obligar a uno de los suyos a usar el código correcto si alguien la tenía a punta de pistola. O
tenía a uno de los chicos a punta de pistola.

-Hay que estar al alcance de los walkies ahora", dijo Cal. Mitch asintió y levantó el suyo.

-Cora llamando a la plataforma, - dijo. -Cora llamando a la plataforma. Adelante, por favor.-

- ¿No se supone que debes decir 'cambio’? - preguntó Cal.

-Ves demasiadas películas. Cora llamando a la plataforma. ¿Lees? -

-Tienes una voz muy grave para una chica llamada Cora. - La voz de Bren, un poco metálica
en el pequeño altavoz del walkie. Pero hizo que Mitch y Cal sonrieran de placer. Mitch
nunca se había alegrado tanto de escucharla.

-Bren. ¿Todo bien? -

-Muy bien, - dijo Bren. -Te perdiste todo el trabajo duro, por supuesto, fuera de tu viaje de
un día. ¿Se divirtieron? -

-Sí, conocimos a muchos amigos nuevos e interesantes y les disparamos. - Estaba mareado
de alivio y no pudo evitar hacer bromas ridículas. No había utilizado ninguno de los códigos
de coacción que sólo conocían unas pocas personas a bordo. Mitch podía atreverse a creer
que las cosas estaban bien. -Estamos a dos minutos. Pon el café. -

Rompió la conexión. Cal le sonrió y dijo: -Bienvenido a casa. -

Treinta minutos después, ellos y las cajas estaban a salvo a bordo de la plataforma. El Cora
había sido izado fuera del agua con el cabrestante que utilizaban para mantenerlo a salvo de

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los atacantes. Bren dejó de supervisar eso y se acercó al grupo de tierra. Abrazó a las chicas
y luego a Mitch, dándole una palmada en la espalda.

-Buen trabajo, grandullón. La doctora ya está arrullando las golosinas como si fuera la
mañana de Navidad. -

Mitch le devolvió el abrazo, un poco más largo que una bienvenida casual con palmadas en
la espalda. Toda su tensión había desaparecido ahora que sabía que todo el mundo estaba a
salvo y bien. Sin embargo, tenía un aspecto sucio y cansado. Debía de llevar todo el día
trabajando en la limpieza de los daños. Le sonrió al separarse, le apretó la mano y luego le
dio a Cal su turno. Fue un abrazo más corto: aún no eran amigos íntimos, aunque se
alegraban de verse a salvo.

-Ya hemos terminado con la limpieza del día, - dijo Bren. -Vamos a lavarnos y a comer".
Volvió a dar una palmada en la espalda de Mitch. - ¿Nos vemos en el comedor en treinta
minutos? -

Mitch y Cal se turnaban en su pequeño baño. Cuando Mitch salió después de su ducha,
encontró a Cal, cambiado de ropa, arrastrando su catre por el suelo hacia el de Mitch.

- ¿Qué está pasando? - preguntó Mitch, secándose el pelo con una toalla. Cal lo miró, y
Mitch se sintió gratificado por el rubor y los ojos muy abiertos al ver a Mitch con sólo una
toalla alrededor de la cintura. Si tuvieran más tiempo... Más tarde.

-Es una tontería seguir yendo y viniendo, - dijo Cal. -Voy a juntar los catres. ¿Te parece
bien? -

Así que iban a dormir juntos. No sólo tendrían sexo por comodidad y alivio, serían...
compañeros. ¿Amantes? ¿Qué había provocado esto con Cal? Hasta ahora, parecía querer
mantener la informalidad, ser compañeros de sexo. Tal vez Mitch estaba leyendo demasiado
en él.

Tal vez Cal simplemente estaba siendo práctico. Tenía sentido atar sus catres juntos y
hacerse una cama doble. No significaba que estuviera proponiendo matrimonio.

-Sí, me parece bien. - A Mitch le gustaba dormir con alguien a su lado.

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En los dos años transcurridos desde que empezó todo esto, había echado de menos tener un
compañero de cama tanto como de sexo.

Mientras Mitch se vestía, Cal unió los marcos de los dos catres, utilizando unas ataduras de
plástico que eran como las esposas desechables que Mitch había utilizado algunas veces
como policía. Nunca le habían gustado. Pero mantenían los catres bien unidos y era mucho
menos probable que el armazón combinado se volcara, siempre y cuando no rodaran
demasiado hacia un lado.

-Ya se me ocurrirá algo con los colchones mañana, - dijo Cal. -O acabaremos cayendo por el
hueco del medio. - Terminó de armar los catres, frunciendo el ceño sobre los arreglos de una
manera bastante atractiva. Concentrándose mucho. A Mitch le gustaba ver que sus arreglos
para dormir se tomaran tan en serio.

- ¿Todo listo? - preguntó Mitch cuando Cal se levantó por fin. Una pena. Verlo doblarse y
estirarse había sido agradable.

-Lo que daría por un súper king con un colchón grande y grueso, - dijo Cal.

-Yo también. Pero lo importante de una cama es con quién la compartes. -

Cal le miró y sonrió. -¿Supongo que no quieres probarla?-

-Ahora no. Nos esperan para cenar". Se río. Lo hizo sonar como una cena a la que iban a ir.
Bueno, bien podría ser un poco de celebración después de su éxito de hoy. - ¿Nos vamos,
cariño? -

Cal pareció asustado, pero luego sonrió ante la burla. -Claro, cariño. -

El ambiente en el comedor era animado, pero Mitch se sentó con Cal y Bren ya que tenía
algunas preguntas y planes que hacer.

- ¿Así que no había rastro de Ethan? - Preguntó Mitch.

-Nada en todo el día, - dijo Bren.

- ¿Y si viene esta noche? - dijo Cal.

-No lo hará, - dijo Mitch. -Si fuera a volver enseguida, habría venido anoche, cuando todavía
estábamos conmocionados por la noche anterior, o habría venido hoy mientras estábamos
fuera. -

-Eso es pura especulación, - dijo Cal.

-Me parece bien, - dijo Bren. -Tácticamente sólido. -

-Bren, tú eras un mecánico, no un general, - dijo Cal. Ella le dio un tirón de orejas, con cara

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de fastidio. -Lo siento. Pero vamos, no podemos saber cuáles son sus planes. -

-No he dicho que no vaya a volver, - dijo Bren. -Sólo que no de inmediato. Si tuviera más
barcos, los habría utilizado en el primer ataque. Así que se ha aplazado por un tiempo. Pero
volverá. -

-Y vamos a tener que hacer otra carrera de suministro, - dijo Mitch. -No sólo uno de
emergencia. -

-Sí, - dijo Bren. -He estado hablando con la doctora. Lo que le has traído es genial, pero
todavía necesita equipo de reemplazo. Y si va a hacer más trabajo con la vacuna, necesita
un...- Bren frunció el ceño. - ¿Creo que ha dicho microscopio fluorescente? En fin, algo
especializado, y para eso vamos a tener que asaltar un hospital o una universidad. -

-Y eso significa entrar en una ciudad. - Mitch hizo una mueca. Las ciudades eran una
pesadilla. - ¿Cuándo? -

-No hay urgencia, - dijo Bren. -Primero tenemos que volver a arreglar este lugar. Luego
organizaremos una expedición. Hay una reunión del consejo fijada para mañana, así que lo
discutiremos todo entonces. Mientras tanto, si me disculpan, caballeros, voy a dar un
pequeño paseo por la cubierta. - Se bebió lo último que quedaba de su café y se marchó,
deteniéndose y recogiendo a Inés por el camino. Las dos salieron cogidas del brazo.

Cal se volvió para no mirarlas.

-Ellas...-

-Tal vez, - dijo Mitch. -Están cerca y comparten habitación. Lo que hacen allí no lo
especulo.-

-Pensé que le gustaban los chicos. -

-Habrás notado que hay escasez de ellos por aquí. La gente se las arregla. -

-Si eso es cierto, ¿no deberías ser ya bisexual situacional? - preguntó Cal. -A no ser que lo
seas y no me lo hayas dicho todavía. -

-No lo soy. - Mitch sonrió, disfrutando un poco de tomarle el pelo a Cal. -Aunque no por
falta de oportunidad. -

-Seguro que las mujeres se te echan encima. -

-Lo han hecho. - Y él siempre había tratado de dejarlas caer suavemente. -En cuanto a Bren y
el resto, creo que las mujeres son generalmente más flexibles en ese sentido. -

-Algunas personas dicen que todas las mujeres son bisexuales, - dijo Cal. -O al menos
muchas más que los hombres. -

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-Podría ser. ¿Has terminado de comer? -

-Sí. -

-Vamos, entonces. Vamos a rellenar nuestro café y a disfrutar de nuestra cama doble. -

No aprovecharon la cama como Cal esperaba. Se sentó en ella, con la espalda apoyada en la
pared, pero para su sorpresa Mitch se acostó con la cabeza sobre las piernas de Cal. Bien. La
noche era joven; no había prisa.

-Menudo día, - dijo Cal, acariciando el pelo de Mitch. - ¿Necesitas hablar? -

-No quieres oírme quejarme. -

-Está bien, - dijo Cal. -Sólo habla. -

Mitch permaneció en silencio durante un largo momento, y luego habló en voz baja. - ¿Sabes
qué fue lo más difícil de hoy? Dejar este lugar desprotegido. -

-No estaba desprotegido. - Mierda, este hombre llevaba todo el peso del mundo sobre sus
hombros. -Bren y las tropas estaban aquí. Si Ethan hubiera vuelto, le habrían dado por el
culo como lo hicieron la noche anterior. No tienes que estar aquí para eso. Los has
entrenado. -

-Simplemente no puedo soportar la idea, - dijo Mitch, con la voz tensa. -Después de todos
estos meses manteniéndolos a salvo, que puedan volver a caer en manos de los hombres. -

- ¿Otra vez? -

-Muchas de ellas habían sido cautivas de hombres en algún momento, o los tipos habían
intentado al menos... esclavizarlas. - Cal enarcó una ceja ante la palabra, pero no la discutió.
"O bien habían escapado cuando las conocimos, o bien tuvimos que rescatarlas por la fuerza.
No te puedes imaginar lo traumatizados que estaban algunas de ellos. Inés, no habló durante
seis meses. La única persona en la que realmente confía es Bren. Todavía se estremece si me
acerco demasiado a ella. -

-También lo he notado. Pobre chica. - Ella también era joven, no tenía ni veinte años por su
aspecto. -Pero ahora tiene a Bren. -

-Se podría decir que Bren la tiene a ella", dijo Mitch, sonriendo.

- ¿Eh? -

- ¿Sabes lo que pasó con Bren y Ethan? -

-Sí, - dijo Cal. -Me lo han contado. Él la atacó, la dejó inconsciente. Iba a violarla o
secuestrarla. –

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-Inez lo detuvo. Le pilló in fraganti y fue por él 'como una banshee'. Sus palabras. -

Cal se quedó mirando, le costaba imaginarlo.

-Prácticamente le sacó los ojos. Fue bastante impresionante, - dijo Mitch. -Desde entonces
nunca ha estado lejos de Bren. -

- ¿Y fue después de eso cuando empezó a hablar de nuevo? -

-No. No es tan sencillo, - dijo Mitch. -Todavía tardó mucho tiempo. Incluso ahora sólo habla
con Bren y con la doctora. Todavía se está recuperando. Pero no quiere ir al refugio durante
las redadas. Tiene que estar cerca de Bren. -

Cal recordó que ella era una de las personas que no eran comandantes y que repartían
munición durante la incursión. ¿Se sentía más segura haciendo eso que escondiéndose en el
refugio, sólo porque estaba cerca de Bren?

-Supongo que es más dura de lo que parece, - dijo Cal. Tal vez esté preparada para
convertirse en uno de los soldados algún día. -Contigo y Bren y todos cuidando de ella,
estará bien. Todos lo estarán. -

-La idea de no mantenerlos a todos a salvo... Si fallara...-

-Lo ves como tu deber, ¿no? - preguntó Cal. -Cuando te pregunté si eras policía, dijiste: 'Lo
soy'. Como si todavía lo fueras. -

-Nunca he dimitido, y nadie me ha despedido. Todavía tengo mi placa. Sigo siendo policía.
Soy su policía. Es la única forma de mantenerme cuerdo, Cal. Es lo único que me da un
propósito. Lo que estoy haciendo ahora, es lo que siempre he hecho, lo que siempre estuvo
en el corazón de mi trabajo: proteger a mujeres y niños de los hombres. En eso consiste ser
policía. -

Cal frunció el ceño. -No creo que esté de acuerdo con eso. Creo que tu trabajo consistía
sobre todo en proteger la propiedad de los ricos de todos los demás. En eso consiste la
sociedad y la aplicación de la ley. -

- ¿Y crees que la sociedad no veía a las mujeres y a los niños como una especie de
propiedad? -

Cal se frotó los ojos. -Eso es un poco pesado para mí. -

-Lo siento. -

-No, está bien. Te dije que hablaras. - Puso un brazo sobre el pecho de Mitch y apoyó una
mano en su hombro. -Pero parece una visión sombría de la vida. Hablas como si todos los
hombres fueran monstruos. No creo que yo sea un monstruo. - Ningún ángel tal vez, pero

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ningún monstruo. -Nunca he violado a nadie ni he golpeado a nadie. Sé que no eres un
monstruo. -

-Pero todos lo llevamos dentro. Algunos de nosotros somos mejores para contenerlo. -

- ¿Porque somos gays?-

-Lo dudo, - dijo Mitch. -No, hemos tomado una decisión, tú y yo. Que seguimos siendo
hombres civilizados, a pesar de lo que ha pasado. -

-No sabes lo suficiente sobre mí para saber eso. No soy un santo. He matado para sobrevivir
ahí fuera, y no sólo a zombis. -

-Pero no has ido por ahí esclavizando a los débiles e indefensos. Has aceptado ser uno de
nuestros defensores. Hoy has venido con nosotros. Sigues siendo un hombre civilizado, Cal.-

Cal se inclinó y dejó caer un pequeño beso en los labios de Mitch. ¿Cambiaría Mitch de
opinión algún día cuando supiera más sobre Cal? Ahora mismo se sentía bien al tener su
respeto.

-Sin embargo, es algo que tenemos que pasar, - dijo Mitch, claramente en un rollo con el
tema, sus ojos ardientes e intensos.

- ¿Pasar? -

-A los chicos de aquí. Asegurarles de que sepan que no tienen que ser salvajes, como Ethan y
los demás. -

- ¿Realmente crees que puedes entrenarlos? - Cal lo encontró improbable.

-Se puede hacer. Hay que hacerlo. ¿Cuál es la alternativa? ¿El salvajismo? -

-El mundo es salvaje de nuevo, Mitch. -

-No tiene que serlo. No para siempre. Los zombis se irán eventualmente, y encontraremos un
nuevo hogar en tierra. -

-Cierto. - Cal frotó su pulgar suavemente por la mejilla de Mitch. - ¿Algún plan para
cuándo?-

-Cuando sea seguro. -

-Eso podría ser un tiempo. -

-Entonces es un tiempo. Pero un día sucederá. Recuperaremos el mundo. Y lo haremos mejor


que antes. –

Vaya. Cal había creído que Mitch era sólo un policía que trataba de proteger a su pequeño

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grupo hasta que llegara alguien más fuerte y se los llevara. No se había dado cuenta de que él
mismo tenía un hombre cuya ambición era construir un nuevo mundo.

101
Capítulo Quince

Llevaron un grupo más numeroso cuando desembarcaron dos semanas más tarde: Mitch y
Cal y diez de los soldados, incluida Tanya, que tenía un tiro de gracia. Bren se quedó en la
plataforma, a cargo de su defensa.

Fueron en dos botes: el Cora y uno de la misma eslora, pero sin camarote, sólo un gran
espacio vacío en la cubierta, para los suministros que llevarían de vuelta. Esta sería una gran
compra, trayendo suficiente comida, suministros médicos y municiones para tal vez llegar
hasta la primavera.

Poco después del amanecer, los botes atracaron en un pequeño embarcadero y el grupo
desembarcó, directamente en modo de combate, con los rifles desenfundados, en guardia por
si había zombis o humanos.

- ¿Cómo entramos en la ciudad? - preguntó Cal. - ¿No deberíamos haber ido directamente a
Los Ángeles? -

-Los muelles de Los Ángeles son demasiado peligrosos, - dijo Mitch. -Una banda de...
bueno, gente no tan buena como nosotros controlaba la zona la última vez que estuvimos
cerca. Peor que los zombis. Vamos a entrar por tierra. - Se detuvo frente a un gran cobertizo
cerca del embarcadero y, para sorpresa de Cal, sacó una llave para abrir el candado de la
puerta.

- ¿Qué hay aquí? - preguntó Cal. - ¿Tu arma secreta? -

-Una de ellas. - Mitch abrió la puerta con una floritura y luego hizo una mueca cuando un par
de chicas les pasaron a empujones.

- ¡Mitch! - protestó Tanya. -Tienes que tener más cuidado que eso. -

-Ah, sí, lo siento. Tengo que comprobarlo primero. -

Cal le sonrió. -El drama se encuentra con la vida real. - Pero le impresionó lo que vio en el
cobertizo. Un camión, claramente militar, un dos y medio, había oído decir. Y al lado un
todoterreno. Cuando sus ojos se adaptaron a la oscuridad del interior, Cal vio que el camión
tenía marcas del ejército estadounidense. Sus laterales tenían lo que parecía un blindaje
improvisado, con persianas sobre las rendijas para disparar. Su plataforma estaba elevada del
suelo. El vehículo perfecto para viajar por un páramo infestado de zombis.

Eran vehículos valiosos, y Cal se dio cuenta de la seriedad con la que el grupo los tomaba
cuando empezaron a soltar pesadas cadenas de los ejes. Las cadenas estaban sujetas a anillos
de hierro hundidos en el suelo. Ambos vehículos también tenían candados en los volantes.

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Mitch y los suyos no se arriesgaban a perderlos ante nadie.

-Vamos a coger gasolina y a repostar, - dijo Mitch.

-Yo me encargo, - dijo Tanya. -Cal, ayúdame. -

La siguió a un cobertizo más pequeño junto al grande. Estaba lleno de latas de gasolina
apiladas alrededor de las paredes y en medio del suelo.

-Mierda, una chispa aquí y verían la explosión en la plataforma, - dijo Cal. -Debería tener
carteles de prohibido fumar en un radio de cinco millas. -

-Lo sé, - dijo Tanya. -Me pone nerviosa incluso estar aquí. Terminemos rápido. -

Llenaron los depósitos de gasolina del camión y del todoterreno, metieron algunos envases
de repuesto en el camión y volvieron a cerrar el depósito de gasolina.

Cal esperaba que Mitch condujera el camión. Pero él cogió el todoterreno y Blanca se puso
al volante del camión. Cal se unió a Mitch y un par de chicas se sentaron en la parte trasera.
Tanya, la segunda al mando en esta misión, fue en el camión, y cuando Cal miró hacia atrás
mientras salían, vio otra modificación que habían hecho. Habían añadido una trampilla en el
techo de la cabina, permitiendo que Tanya se pusiera de pie con su rifle, preparada para
eliminar cualquier cosa que no le gustara. No sería tan precisa como lo haría con un lugar
sólido para pararse, pero Cal no querría ser el zombi en su mira. Mantuvo la ventanilla
abierta y el rifle a mano mientras conducían.

-Nos mantenemos fuera de las autopistas, - dijo Mitch. -Hay demasiados accidentes y a veces
bandidos. -

-Bandidos. - Jessica, una de las médicas, murmuró la palabra desde el asiento trasero,
sacudiendo la cabeza. No estaba discutiendo las palabras de Mitch; parecía expresar su
desesperación por el hecho de vivir en un mundo en el que los bandidos eran algo con lo que
tenía que lidiar. Pero ella lo hacía. Todos lo hacían. Cal no había pensado en ellos con esa
palabra en particular en sus viajes antes de llegar a la plataforma. Pero sí, "bandidos" era la
palabra.

-Mantente alerta, - le dijo Mitch. -Las carreteras secundarias también tienen sus peligros. -

El viaje duró unas horas, y el sol estaba subiendo hacia el mediodía cuando llegaron al centro
de Los Ángeles.

- ¿Nos dirigimos al hospital? - preguntó Cal.

-Hay una llamada que quiero hacer primero, - dijo Mitch. Cogió la radio para llamar al
camión. -Tanya, ¿me recibes? -

103
"Aquí, Mitch".

-He pensado en pasarnos por el profesor, para ver qué tiene que informar. ¿Alguna
objeción?-

"Ninguna. Estamos dispuestos a ello".

-De acuerdo. Manténganse cerca. -

"Entendido".

Cal levantó una ceja. - ¿El profesor? -

-Ya lo verás. -

Veinte minutos más tarde, se encontraban en el amplio camino de entrada a un edificio que
Cal reconoció como un importante museo de arte. Ya había estado aquí antes; los museos
eran gratuitos y a menudo podía conocer a algunos de los hombres que buscaba en ellos.

Esta vez no era probable. Se acercaron a la entrada principal. Las puertas estaban cerradas y
las ventanas tapadas. Numerosos zombis muertos, en diversos estados de descomposición,
estaban esparcidos por el césped del exterior del museo. Alguien por aquí tenía buena
puntería.

- ¿Es este el momento de mirar arte? - preguntó Cal mientras aparcaban junto a la entrada y
subían unos escalones anchos y poco profundos hasta la puerta. En ella estaba escrito, con un
rotulador descolorido. TIRAR y una flecha que señalaba una cuerda. Mitch tiró.

- ¿Y ahora qué? - preguntó Cal.

-Espera un momento. Ya no es tan ágil como antes. -

-Está disfrutando de ser misterioso, ¿no? - dijo Cal. Mitch sonrió.

Tanya se unió a ellos junto a la puerta. -Pondré un destacamento de guardia aquí, - dijo. -Y
enviaré un grupo de forrajeo a la tienda de regalos para recoger cualquier cosa que pueda ser
útil. -

- ¿En la tienda de regalos de un museo de arte? - Cal no creía que fueran los lugares más
prácticos para comprar equipo de supervivencia.

-Camisetas, - dijo Mitch. -Sudaderas, gorras de béisbol. Y cosas para los niños, para el aula.
Libros, bolígrafos, lápices, cuadernos, juguetes...-

-Vale, ya me hago una idea. Piensas en todo. -

-Lo intentamos. -

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Cal dio un salto hacia atrás cuando un panel se deslizó por la puerta, como si el museo se
hubiera convertido en un bar clandestino. Lo primero que asomó fue un rifle. Cal agarró a
Mitch y tiró de él hacia un lado.

-Ponte más atrás y déjame verte, por favor, - llamó un hombre desde el interior. Era una voz
culta y Cal notó el "por favor". No le gustó mucho que Mitch se apartara de él y se pusiera
en la línea de fuego.

-Profesor, soy Mitch Kennedy".

- ¡Mitch! - Ahora el tono era de alegría. El rifle se retiró de la escotilla, que se cerró. Después
de un gran estruendo y un choque en el otro lado, la puerta se abrió. Un hombre de unos
sesenta años estaba de pie en el umbral, vestido con extrañas capas de ropa, pero rematado
con una chaqueta de tweed con parches de cuero en los codos.

-Pasad, pasad, - dijo. Cuando el grupo entró, dejando a tres fuera para vigilar los vehículos,
se alisó su larga melena blanca. -Dios mío, hola, señoras. Disculpen mi aspecto. No esperaba
visitas. - Mitch y Cal entraron los últimos, y el hombre estrechó la mano de Mitch
vigorosamente. -Siempre es un placer, Sr. Kennedy. ¿Cómo van las cosas por su lado? -

-Estamos sobreviviendo. Estamos aquí en una carrera por suministro, así que pensamos que
íbamos a ver cómo estabas. -

-Por supuesto. Siempre se agradece. Siempre se agradece. Y este es alguien nuevo. - Sonrió a
Cal.

-Calvin Richardson, -dijo Mitch. -Se ha unido a nosotros recientemente. Cal, éste es el
profesor Gombrich. -

-Calvin, hola. Encantado de conocerte. -Cal estrechó la mano de Gombrich, decidido a darle
a Mitch algún dolor de oídos por esta rareza más tarde. ¿Qué demonios hacía este tipo
viviendo en un museo de arte? -Una cara muy interesante, - dijo Gombrich, estudiando a Cal,
incluso sacando un par de gafas para hacerlo. -Rasgos fuertes. ¡Y esas cejas! Hmm, sí, podría
verte en un Velásquez, joven. Sí, claro. -

-Nunca me han gustado los trajes de diseño, - dijo Cal.

Gombrich se rió. -También es ingenioso. Muy bueno. Vengan, - dijo el profesor. -Prepararé
un poco de té. - Se apresuró a atravesar el gran vestíbulo de la galería. Una parte del equipo
se dirigió a la tienda de regalos, como había ordenado Tanya. El resto siguió a Gombrich por
las grandes galerías. Los cuadros de las paredes estaban cubiertos de polvo. Los suelos
estaban polvorientos, con algunos restos, pero se habían barrido y pisado caminos en el
centro de cada uno.

- ¿De qué se trata, Mitch? - preguntó Cal. - ¿Quién es este tipo? -

105
-Solía trabajar aquí, y después del apocalipsis se negó a irse. Dice que alguien tiene que estar
aquí para custodiar los cuadros. -

- ¿Él? - dijo Cal, incrédulo. Aunque recordó los restos que había fuera. Quizá algunos no
habían sido zombis. Y el profesor sí llevaba un rifle. - ¿La gente quiere robar arte? Quiero
decir, ¿por qué molestarse? ¿A quién se lo venderían? -

-Se trata más bien de evitar que se dañe. Cree que alguien tiene que preservar nuestra cultura
para la posteridad, hasta que vuelva la civilización. -

-Ah, un optimista. - No me extraña que Mitch se llevara bien con él. Siguieron hasta llegar a
una galería que tenía un balcón.

Antes había habido escalones de madera para subir, pero hacía tiempo que los habían
cortado. Ahora se accedía por una escalera. Siguieron a Gombrich por la escalera hasta el
balcón.

Esta era su zona de estar. Tenía un colchón y mantas en un rincón y una cocina en el otro.
Varias pertenencias estaban guardadas ordenadamente en cajas. Cal supuso que el viejo no
había podido subir muchos muebles aquí ni siquiera antes de haber destruido su escalera.

-Estoy bastante cómodo aquí, - dijo Gombrich, al ver que Cal miraba a su alrededor. -El agua
proviene de un depósito de recogida en el tejado. No hay energía eléctrica, por supuesto.
Pero me las arreglo. - Puso una cacerola con agua en una gran estufa de camping. Cal
observó que había linternas eléctricas y linternas en una de sus cajas. Esperaba que hubiera
velas, pero supuso que un hombre que intentaba conservar los cuadros desconfiaría de las
llamas desnudas. Además, había millones de pilas y bombillas por ahí. De hecho, la caja
junto a la de las linternas y los faroles estaba llena de pilas de muchos tamaños. Tendría luz
indefinidamente.

- ¿Y la comida? - preguntó Cal.

-Viví de las tiendas de productos secos y enlatados de nuestro restaurante durante mucho
tiempo, - dijo Gombrich. -No como mucho, un viejo flaco como yo. Después tuve que hacer
viajes para buscar comida. Tiempos de nerviosismo. Pero Mitch no es mi único amigo. Otros
me han traído provisiones también. -

-Hablando de eso, - dijo Mitch. Se quitó la mochila y entregó unos cuantos paquetes de
medicamentos que habían cogido de la base de la Marina. -No es mucho, lo siento. Nosotros
mismos estamos un poco escasos de provisiones. -

-Gracias. Lo aprecio mucho. Muchas gracias. - Gombrich los cogió y los guardó en una caja.
Se afanó en preparar el té mientras el grupo se ponía lo más cómodo posible en grandes
cojines en el suelo.

106
-Entonces, profesor, - dijo Mitch. - ¿Alguna noticia que pueda darnos? -

Así que por eso estaban aquí. Gombrich debía recoger cosas, especialmente si tenía otros
amigos que lo visitaban. Cal sabía que Mitch se frustraba por no saber lo que ocurría en otras
partes del país y del mundo. El grupo de la plataforma tenía algunos contactos con los que
hablaban por radio de onda corta, otros supervivientes. Pero estaban igual de aislados y no
sabían nada de lo que ocurría fuera de su entorno inmediato.

- ¿Cómo de numerosos son los zombis estos días? - Preguntó Mitch.

-Es interesante que lo preguntes. - Gombrich repartió el té y se sentó en una silla de madera
de respaldo recto. -He estado colocando mis señuelos con normalidad. -

- ¿Señuelos? - interrumpió Cal. - ¿De verdad los atraes aquí? -

-Tengo un reproductor de CD y unos altavoces grandes, - explicó Gombrich. -Funcionan con


un pequeño generador de gasolina que he gorroneado. Los coloco en una ventana y pongo
los CD. La música no atrae a los zombis, creo que sus cerebros ya no la reconocen. Pero la
palabra sí. Pongo libros de audio, CDs de discursos políticos, sermones. Cualquier tipo de
CD de palabras habladas que pueda tomar prestado de la biblioteca. -

Prestados, anotó Cal. Apostaba a que el anciano los guardaría cuidadosamente en sus
estuches para devolverlos algún día.

-Las voces atraen a los zombis y les disparo. Tengo varios puntos de vista excelentes en los
pisos superiores. - Sonrió. -La señorita Green también me ha dado algunos consejos en
visitas anteriores. - Tanya sonrió y levantó su taza de té en forma de saludo.

-Le ha enseñado todo lo que sabe. Es casi tan bueno como yo. -

-Entonces, ¿los números de ellos? - Mitch incitó de nuevo.

-Ah, sí. Creo que están disminuyendo. Antes ponía el señuelo y aparecían en cuestión de
minutos. Pero cada vez tardan más, y cada vez aparecen menos. Los que lo hacen... Bueno,
muchos de ellos se mueven más lentamente que antes. Están en peores condiciones. -

- ¿Podrían estar despejando la zona? - Preguntó Mitch.

-Tal vez. Habría que ver si ocurre en otros lugares. Debo decir que cuando me aventuro a
salir, no creo que vea tantos como antes. Y algunos de ellos casi me ignoran. O, al menos,
cuando se despiertan para acercarse, ya he tenido la oportunidad de dispararles. -

- ¿Serán esos los más podridos? - Preguntó Mitch. -Nuestra médica tiene la teoría de que los
más viejos se vuelven menos interesados en morder e incluso pueden ser menos infecciosos.-

-No me gustaría probar esa última conjetura, -dijo Gombrich. -Pero en cuanto al resto, bien

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podría ser. Podría ser, efectivamente. Haré más observaciones la próxima vez que salga. -

-No te pongas en peligro por nosotros, - dijo Mitch. -Y sé siempre muy cauteloso con los
nuevos. -

-Por supuesto. - Gombrich palmeó su rifle. -Siempre disparo primero a los frescos. -

- ¿Y los humanos? - Mitch preguntó. - ¿Son estables los números? -

-Creo que sí. Veo más de ellos a medida que el número de zombis comienza a disminuir. -

Tardaría mucho tiempo en aumentar el número de humanos vivos, pensó Cal, generaciones.
Pero podrían llegar más a la zona. Podrían empezar a concentrarse en grupos más grandes de
nuevo.

Charlaron un poco más sobre otras cosas que Gombrich había visto desde sus ventanas o
cuando andaba por ahí. Los demás humanos no parecían molestarle. No tenía mucho valor
práctico, y no era una mujer. La mayoría de los otros grupos de supervivientes tendían a
dejarle en paz. Cuando se despidieron, Cal le estrechó la mano y le sonrió cálidamente.

-Buena suerte, profesor. Apunta bien. -Tenía que gustarle alguien que atraía deliberadamente
a las cosas para poder volarlas. Algo así como un servicio público. Si estaban adelgazando
en la zona, sólo estaba siendo modesto al no atribuir al menos parte de ello a sus esfuerzos.

-Encantado de conocerle, Sr. Richardson. Hasta la próxima. -

Las mujeres que habían estado asaltando la tienda de regalos estaban cargando su alijo en el
camión. - ¿No te importa que nos llevemos esas cosas? - preguntó Cal, frunciendo el ceño
hacia Mitch. Le parecía dudoso, mantener al tipo charlando mientras robaban su tienda de
regalos, aunque le hubieran dado unos cuantos antibióticos y analgésicos.

-En absoluto, - dijo Gombrich. -Me alegro de que se lleven los libros para los niños. La
educación es parte del cometido del museo. Y no estoy tan desesperado por la ropa que tenga
que llevar camisetas de mujer. -

-Nos llevamos todo para los niños, - dijo Jessica, lanzando un paquete de caramelos a Mitch,
que lo cogió.

-Y no como caramelos, - dijo Gombrich con una risita. -Son muy malos para los dientes. No
me gustaría tener que extraer alguno de los míos. -

- ¿No están caducados? - preguntó Cal cuando Mitch abrió el paquete y le ofreció uno. Cogió
uno de todos modos.

-Sí, - dijo Mitch. -Pero si algo me ha enseñado toda esta situación es que las fechas de
caducidad de los alimentos son una patraña. -

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-El azúcar es un conservante natural, - dijo Gombrich. -Quizá antes del final todos nos
veamos reducidos a vivir a base de Twinkies y chocolate. -

-Sueño hecho realidad, - dijo Tanya, volviendo a entrar desde fuera. -Estamos cargados y
listos para rodar, Mitch.-

-Gracias. - Mitch estrechó la mano de Gombrich por última vez, y salieron. La puerta se
cerró tras ellos, y oyeron cómo se aseguraban las cadenas en el interior.

-El siguiente hospital, - dijo Mitch. -Llenad la lista de la compra de la doctora. -

Mitch y Cal se encontraron solos en el todoterreno mientras las mujeres subían al camión.
Cal tomó la escopeta y mantuvo su rifle listo en la ventana. La siguiente parte no sería como
visitar a un anciano agradable para tomar el té. Los hospitales eran la puta zona cero de los
zombis.

- ¿Cómo es que no has pedido al profesor que venga a vivir a la plataforma? - preguntó Cal.
-Es un viejo pájaro inteligente. Y sabe disparar. -

-No quiere venir, - dijo Mitch. -Tiene su deber. Vigila esa intersección a la izquierda. Veo
movimiento. -

Cal apuntó, pero sólo eran un par de perros peleando. Cuando el todoterreno y el camión
pasaron con estruendo, los perros dejaron de lado sus diferencias para una breve persecución,
ladrando con locura. Los vehículos pronto los dejaron atrás.

-Y sé que suena duro, - dijo Mitch. -Pero por mucho que me guste, no estoy seguro de que
tenga nada que aportar a nuestro grupo. Es inteligente, pero es viejo. No puede trabajar
mucho. Es un buen tirador, pero no podemos hacer de él un soldado. -

-Podría ser un maestro", sugirió Cal.

-Tal vez". Mitch sonó sin concesiones.

-Y al menos no daría problemas, como lo haría un chico joven", continuó Cal. "Sólo es un
dulce anciano. -

- ¿Quieres saber a cuántos dulces ancianos arresté por pederastia mientras estuve en el
cuerpo? -

-Oh, vamos. - Cal juró que había momentos en los que Mitch rozaba la paranoia. -No parecía
de ese tipo. -

-Maldita sea, Cal, no lo llevan escrito en la frente. No puedo saberlo. -

-Pero así es la vida, - dijo Cal. -Eso es normal. La gente normal no tiene acceso a las hojas de
antecedentes penales. Sólo usan su juicio. -

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-Y la gente normal acaba siendo víctima de pervertidos, violadores, maltratadores
domésticos y asesinos, que parecían todos muy agradables cuando se conocieron. -

-Vaya. Realmente eres un cínico, ¿no? -

-No, - dijo Mitch. -Simplemente no confío en nadie. -

- ¿Confías en mí? - Diablos, esa era una pregunta muy tonta. ¿Realmente quería la respuesta?
-Olvídalo. Me estoy escapando por la boca. - Cal se dio la vuelta, concentrándose en su
trabajo, observando si había movimiento, si había problemas. Una trampa.

Mitch no dijo nada. ¿Era eso una respuesta?

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Capítulo Dieciséis

¿Por qué Cal tenía que hacer una pregunta tan estúpida? se preguntó Mitch mientras llegaban
al hospital. ¿Y por qué no había contestado Mitch? Por supuesto que confiaba en Cal. Se
había acostado con él. Había luchado junto a él. Eso significaba confianza. Pero no conocía
los antecedentes de Cal, y Cal no le había contado nada. Así que la confianza nunca podría
ser del 100%.

Pero Mitch tampoco le había dado a Cal el 100%. Le había dicho a Cal que era policía en
San Francisco. Pero no le había dicho de dónde venía antes de eso, y no le había hablado de
Dex. Tal vez era el momento.

Después de que pasaran este día.

No había demasiados zombis en el hospital, al menos no en movimiento. Sólo restos que se


desintegraban lentamente. Incluso después de que el cerebro fuera destruido, deteniendo al
zombi, el proceso de descomposición no ocurría al ritmo habitual. Lo que fuera que los
parásitos hicieran para ralentizar la descomposición persistía claramente después de que los
propios parásitos desaparecieran.

Mitch se preguntó de nuevo sobre la teoría de la doctora. Si nadie destruía a un zombi


mientras tanto, ¿los parásitos cerebrales acababan muriendo, dejando un cuerpo putrefacto
y.… qué más? No la persona que una vez habían sido, seguramente. ¿Atrapados en un
cadáver? La idea era horrible y la desechó.

-No nos vamos a separar, - dijo Mitch al grupo mientras se acercaban cautelosamente a la
puerta del hospital. -Todos ustedes saben que estos pueden ser los peores lugares. No voy a
dividirnos en pequeños grupos que sean fáciles de abrumar. -

-Así tardaremos mucho más, - dijo Cal.

-Lo sé. Pero es más seguro. -

Entraron por el muelle de ambulancias, en la sala de urgencias. Estaba en silencio, aparte del
goteo de agua que venía de alguna parte. No había zombis. Habrían salido por las puertas
abiertas o estarían atrapados en el interior del edificio. Imaginó a los pacientes enfermos y
heridos indefensos en sus camas mientras los zombis recorrían las salas, atacándoles y
avanzando. Imaginó al personal médico tratando de defender a los pacientes antes de caer
ellos mismos como víctimas. Se movieron en silencio por el hospital, Cal tomando el mando,
siguiendo las señales hacia los laboratorios del hospital. Todos trataron de ignorar las
espeluznantes imágenes con las que se encontraron: cadáveres putrefactos en los pasillos y
en las camas. A algunos de los que estaban en las camas les habían disparado.

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Presumiblemente un último acto desesperado de piedad para los infectados antes de que se
convirtieran. A veces las vistas eran demasiado horribles para ignorarlas.

-Este lugar me pone los putos pelos de punta, - susurró Blanca cuando pasaron por una sala
de niños llena de pequeños cadáveres. Mitch los hizo pasar rápidamente. Ninguna de las
jóvenes del grupo de soldados tenía hijos en la plataforma, pero algunas de ellas los habían
perdido a causa del virus. Incluso las que no lo habían hecho tenían hermanos y hermanas,
sobrinos y sobrinas. No necesitaban que se les recordara el destino de esos seres queridos
perdidos.

-Siempre y cuando no vayamos a la morgue. - Tanya miró a Mitch, que estaba cerca de la
parte trasera de la columna. -Como en el Sagrado Corazón. -

Mitch no podía recordar por qué habían ido allí. Pero nunca olvidaría el coro de gemidos y
golpes que había comenzado cuando los zombis de los cajones de la morgue escucharon sus
voces. Se estremeció. -Hoy no hay morgue. -

-Laboratorio de rutas, - dijo Cal en voz baja desde más adelante, señalando un cartel. Bien,
allí era donde encontrarían el microscopio de fluorescencia y otras cosas que quería el
doctor. Probablemente no encontraría medicamentos aquí en el hospital, como le dijo a Cal
antes, la mayoría de los hospitales habían sido despojados de ellos, pero poca gente se
molestó en buscar equipos de laboratorio, la mayoría de los cuales necesitaban electricidad
de todos modos.

Estaba observando a Cal más adelante cuando ocurrió. Cal abrió un lado de una puerta doble.
El zombi debía estar justo detrás de la otra puerta. Casi se cayó de la puerta.

"¡Mierda!" Cal saltó medio metro en el aire, y el zombi... Mitch no estaba seguro de lo que
había pasado. ¿Cayó junto a él? Pasará lo que pasara, de repente se tambaleaba, seguía
cayendo, lo que hizo que se moviera más rápido, hacia Debbie, que había estado justo detrás
de Cal.

A pesar de la inusual velocidad, no llegó a alcanzarla. Los disparos llegaron desde varias
direcciones, desde Cal, Debbie y otros cerca de la cabeza de la columna. Mitch había
apuntado con su arma, al igual que Tanya, pero ninguno de los dos se atrevió a disparar con
tantos compañeros en el camino. No les hacía falta. El zombi cayó a los pies de Debbie, con
la cabeza casi destruida por la lluvia de balas.

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Mierda, mierda, mierda. Mitch corrió hacia la columna mientras Tanya llamaba a todos los
demás para que mantuvieran sus posiciones y estuvieran alerta. El ruido traería a otros.
Tenían que seguir adelante. Pero primero... Se obligó a parar a Debbie ante Cal. Parecía
agitada; a nadie le gustaba estar lo suficientemente cerca como para ver el gris de los ojos de
un zombi.

- ¿Estás bien?,- le preguntó.

-Creo que tengo algo de su cerebro en mí. - Era un poco de sustancia viscosa desmenuzada
en su manga. Ella se lo sacudió con asco. -Estoy bien, Mitch. -

Mitch se acercó a Cal, que miraba al zombi a sus pies. No conmocionado. Casi
desconcertado.

- ¿Cal? - Mitch le puso una mano en el hombro.

- ¿Qué? Oh, estoy bien. Nunca me tocó. - Sacudió la cabeza, se repitió. -Nunca me tocó. -

- ¿Cal? ¿Estás listo para seguir? No podemos quedarnos aquí. -

- ¿Qué? - Cal volvió a decir y levantó la vista. -Sí. Por supuesto. -

Ambos miraron los restos de lo que antes había sido una persona. Una mujer. ¿La madre de
alguien? se preguntó Mitch. ¿La hija, la hermana, la esposa o la amante de alguien? La bata
de hospital se abría por la espalda, los lazos se habían podrido hacía tiempo, y Mitch no
podía soportarlo. Cerca de allí había un carrito de la lavandería abandonado desde hacía
tiempo y cogió de él una sábana polvorienta y con olor a rancio. Cubrió al zombi con la
sábana y se enderezó. La mujer merecía un poco de la última dignidad que le habían quitado
cuando los parásitos se apoderaron de su cerebro y la mataron.

-Vamos, - ordenó.

Habían doblado dos esquinas más en su camino hacia el laboratorio de rutas cuando
encontraron el siguiente horror que alimentaría sus pesadillas.

-Mierda, - murmuró Cal cuando entraron en un pasillo con ventanas en una sala con ocho
camas. Todas las camas estaban ocupadas.

Al oír la llegada de seres humanos vivos, los zombis de las camas se animaron y empezaron
a gemir y a retorcerse. Se agitaron contra las correas que los sujetaban a las camas.

-Maldita sea, - dijo Mitch cuando alcanzó a Cal, que se había detenido. -Tal vez esto era un
pabellón mental. - Durante dos años habían estado sujetos así. Los soportes de suero, con las
bolsas ya secas, estaban junto a las camas.

Los soldados se reunieron en la puerta de entrada a la sala, y Mitch oyó murmullos

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mezclados a partes iguales entre la repulsión y la compasión. Una de las criaturas se acercó
de repente al grupo, haciéndoles retroceder, aunque estaba muy lejos. No tenía mano, se dio
cuenta Mitch, y vio su mano aún atada a la cama. A medida que sus cuerpos se
desintegraban, los zombis llegaban a un punto en el que podían escapar de las ataduras
arrancándose las manos y los pies. Entonces se arrastraban y buscaban a alguien a quien
morder.

-No podemos dejarlos así, - dijo. -Al final se liberarán. También debemos acabar con su
miseria. -

Matar zombis nunca había sido como matar enemigos para él. Era como sacrificar a un perro
que se había vuelto rabioso. Los zombis eran peligrosos, pero para Mitch eran víctimas. La
gente como Ethan, en cambio...

-Quizá deberíamos coger uno cada uno, - dijo Cal, y Mitch lo agradeció, porque no quería
tener que ejecutar a los zombis uno por uno él mismo. Algunas de las mujeres parecían un
poco asqueadas por la idea, pero asintieron. Mientras el resto vigilaba, seis de ellos, más Cal
y Mitch, entraron en la habitación. Se quedaron en el centro del piso, bien lejos de las camas.
Los rostros grises y muertos los observaban, siguiendo sus movimientos. El que tenía un
brazo libre seguía estirando la mano inútilmente hacia ellos.

Se dividieron en parejas, espalda con espalda, cada uno frente a una cama. La espalda de Cal
se apretó contra la de Mitch y éste buscó consuelo en el calor del cuerpo de Cal. El calor
significaba vida. Significaba esperanza. Una esperanza que ya había desaparecido para el
hombre que estaba en la cama frente a él. Ahora era una cosa sin sentido, que sólo obedecía
las órdenes de los parásitos de su cerebro. Haz más como tú. Esparce la enfermedad.
Muerde. Podría haber sido el destino de Cal. Se estremeció al pensar en ello, en que Cal
muriera y reviviera en el Cora y pasara el resto de su no vida en su diminuto camarote, las
empinadas escaleras hasta la cubierta bien podrían derrotar a un zombi, hasta que el barco
naufragara en una tormenta o se estrellara contra las rocas.

-Listo, - dijo Mitch. Su voz tenía un pequeño temblor. Todos levantaron sus pistolas. Los
zombis se limitaron a devolver la mirada, sin mostrar miedo a las armas que les apuntaban.
"Apunten a la cabeza", ordenó Mitch y así lo hizo, tratando de no llamar la atención del
hombre-zombi, se recordó a sí mismo. Ya no es un hombre. Y si alguna parte de su
verdadero yo seguía atrapado allí, debía estar alegrándose ahora que su pesadilla estaba a
punto de terminar.

-Fuego. -

Los disparos, casi simultáneos, sonaron y se hizo el silencio. A Mitch le zumbaron los oídos.
Eso había sido muy fuerte. Pero "su" zombi yacía ahora sobre la almohada, con el lado
izquierdo del cabeza hecho un desastre. Era la única forma en que podían hacerlo, todos

114
juntos. Compartiendo la carga de la culpa. Una cosa era disparar a un zombi que se acercaba
a ti o apuntar a uno que se tambaleaba a cierta distancia y volarle la cabeza a larga distancia.
Pero dispararles atados y sin ninguna amenaza para ti. Se sentía... extraño. No en el buen
sentido.

El silencio se prolongó. Mitch dio a su gente un momento; luego habló con voz suave.
-Tenemos que seguir adelante, antes de que el ruido atraiga a otros. -

Salieron del pabellón y volvieron a formar la fila.

-Yo tomaré la punta, - dijo Cal. Llevaba todo el día siendo el líder. Mitch frunció el ceño y
pensó en anularlo. Pero se encogió de hombros y asintió.

-Adelante. - Cal se puso al frente y comenzó a guiar al grupo hacia los laboratorios del
hospital.

Tardaron varias horas en reunir todo lo que necesitaban en el hospital. Para cuando volvieron
a salir y a cargarlo en el camión, ya habían eliminado a varios zombis más que se paseaban
por los pasillos y salas del hospital. Algunos con batas de hospital, otros con uniformes de
enfermera o batas de médico. La mayoría de los médicos y enfermeras del país debían de
haber acabado así, pensó Mitch mientras lanzaba otra caja a las chicas del camión.
Permaneciendo en sus puestos, intentando desesperadamente salvar a los pacientes.
Viéndolos morir y luego, aparentemente, realizar un milagro, volver a la vida, y morder a la
primera persona que estuviera a su alcance. -No podemos volver a los barcos antes de que se
ponga el sol, - dijo Mitch, levantando la vista de consultar su mapa. -Lo que significa que
tenemos que encontrar un lugar seguro para pasar la noche. -

- ¿Tienes algún lugar en mente? - preguntó Cal.

-Sí, - dijo Mitch con una sonrisa. -Un hotel de cinco estrellas. –

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Capítulo diecisiete

Mitch sospechaba que la calificación del hotel se vería muy reducida ahora, mientras
recorrían el vestíbulo lleno de escombros. Los vehículos estaban fuera, cerrados, con las
alarmas puestas.

-Tomaremos el segundo piso, - dijo. -Aseguren una sección; asegúrense de tener una escalera
de incendios. Luego comemos y descansamos. Tanya, organiza las guardias. -

Se dirigieron al piso superior. El lugar parecía completamente desierto. No había zombis ni


nada que los atrajera, ni humanos. Aunque un hotel podría parecer un lugar atractivo para
esconderse, había demasiadas puertas para el gusto de Mitch. Pasar una noche era una cosa,
pero si te quedas aquí el tiempo suficiente, un día abrirás la puerta de tu habitación a una
figura que se tambalea.

Buscaron en una sección del segundo piso que tenía acceso a una escalera de incendios,
comprobando detrás de cada puerta de cada habitación. Tenía ventanas que daban al lugar
donde estaban aparcados su camión y su todoterreno, así que podían vigilarlos. Bloquearon
las puertas cortafuegos que conducían de la sección segura al resto del edificio, y el grupo
lanzó un suspiro colectivo de alivio. Unas horas preciosas en las que podrían relajarse y
sentirse relativamente seguros.

El grupo se reunió en la habitación que Mitch había tomado para él y Cal. Grande, como
todas, con una cama enorme. Podrían haber arrastrado sillas y mesas de las otras
habitaciones, pero por consenso común decidieron hacer un picnic, sentados en el suelo
sobre unas mantas de olor rancio que habían encontrado en un armario de ventilación.
Después de distribuir la comida que habían traído de los camiones, Tanya y Blanca, con cara
de conspiradoras, arrastraron un par de cajas que tintineaban hasta el centro del merendero.

-Vino, - dijo Tanya. -De los minibares. - Sacó una botella de medio tamaño con tapón de
rosca. -Supongo que no es el tipo de vino que se deja reposar durante años, pero apuesto a
que sigue siendo bueno. Eso sí, no os emborrachéis. Todos tienen un turno de guardia y
tienen que estar alerta. - Ella repartió las botellas de vino. Mitch consideró abstenerse, pero
diablos, ¿por qué no? Una media botella no le haría ningún daño. Estaba buscando una copa
en la que verterlo cuando vio a Cal, y a varias de las mujeres, beber de la botella.

-Eso es muy descortés, - le dijo a Cal, sentado a su lado izquierdo. Cal le guiñó un ojo.

-Nunca he pretendido ser un catdor. De todos modos, esto sabe a vinagre mezclado con
medicina para la tos, así que al diablo con la copa". Volvió a dar un trago, la nuez de Adán
subió y bajó haciendo que el calor se agitara en la ingle de Mitch. Miró detrás de sí a la cama
matrimonial. Habían hablado de lo bueno que sería compartir una cama tan grande en lugar

116
de sus catres atados y dos colchones.

Pero, ¿podrían hacerlo? ¿Aquí? ¿Con otros de guardia escuchando cualquier gemido? Sonrió
para sí mismo. Esperaba no sonar como un zombi durante el sexo. Supuso que podrían estar
muy callados. Y si la cama no chirriaba o el cabecero golpeaba la pared... Apartó la imagen
de su mente. Tiempo para decidir eso más tarde. Por ahora, tiempo para charlar y reír con los
suyos y disfrutar de la rara oportunidad de relajarse.

Después de comer, estuvieron un rato tumbados, bebiendo lo último que quedaba de vino,
hasta que Tanya se levantó del suelo y se estiró.

-Vamos, chicas, es hora de dejar a los chicos solos. Parece que están listos para ir a la cama.-
Cal sonrió, y Mitch se sonrojó. -Cansado, quiero decir, - continuó Tanya. - ¿De qué creías
que estaba hablando? Ustedes dos están en la penúltima guardia. He puesto a todos los que
comparten habitación en la misma guardia para minimizar las molestias. ¿Está bien?"
Aunque había suficientes habitaciones para todos, nadie quería dormir solo en un lugar
extraño, ni siquiera en uno que hubiera asegurado bien.

-Muy bien, eso es genial, - dijo Mitch, tratando de no llamar la atención de Cal. Esperaba
poder mantenerse concentrado compartiendo la guardia con Cal. Las mujeres recogieron su
equipo, tomaron algunas de las mantas y se fueron. Su charla se apagó y Mitch cerró la
puerta tras ellas. Cal estaba en la cama, colocando su linterna eléctrica en la mesita de noche.
Quitó las sábanas y las mantas de la cama pulcramente hecha, levantando una nube de polvo.
Algo blanco y peludo se había instalado en la almohada, probablemente el chocolate de
cortesía. Pero el colchón parecía estar bien. Cal se sentó en ella y Mitch se unió a él.

-El servicio de limpieza de este hotel ha ido muy mal, - dijo Cal mientras Mitch se acercaba
a él, se tumbaba y tiraba de Cal entre sus brazos. Sin exigir nada más que cercanía y calor
todavía. Cal se relajó y le rodeó con una pierna. Se le ocurrió a Mitch que no tenían una
ducha que usar por la mañana, así que tal vez no deberían ponerse tan sudorosos y pegajosos
después de todo.

- ¿Por qué no hacemos que el servicio de habitaciones envíe una botella de champán y un par
de guapos masajistas? - dijo Cal, sonriendo.

-Si quieres un masaje, estoy aquí. -

Cal le besó. -Tal vez más tarde. Ahora mismo, esto es agradable. -

Lo era. Y deberían dormir un poco de todos modos, ya que se despertarían más tarde para
una guardia. La fantasía de Mitch de hacer el amor en esta cama parecía absurda de repente.
Esto no era un fin de semana de fantasía en un hotel de lujo. Estaban encerrados en un
edificio desierto, con las puertas atrincheradas contra los monstruos del exterior. ¿Cómo
podía siquiera pensar en el sexo en ese momento?

117
Porque el sexo era vida. Era calor, pasión y sudor, todas las cosas que iban con el hecho de
seguir vivo y no ser uno de esos monstruos de fuera. Todavía no. Mitch se estremeció al
pensarlo. Nada le daba más miedo que convertirse en una de esas cosas. Hacía tiempo que
había jurado que, si alguna vez lo mordían, se suicidaría inmediatamente. No se sometería a
sí mismo ni a nadie más al calvario de verle morir y revivir. Incluso si la médica le ofrecía la
vacuna. Todavía no sabían con certeza que funcionara. Cal podría ser una casualidad.

-Mitch, - dijo Cal en voz baja. - ¿Estás dormido? -

Mitch sacudió la cabeza y abrió los ojos. -No. Pero creo que deberíamos dormir pronto.
Tenemos esa guardia. - Cal pareció un poco decepcionado, pero luego asintió.

-Por supuesto. - Arrastró una manta sobre ellos. Ambos seguían con las botas y la ropa
puesta. Ninguno de los dos hizo ademán de desvestirse. Tenían que estar preparados en
cualquier momento para luchar o huir. Cal apagó la linterna y acercó a Mitch para darle un
prolongado beso, antes de soltarlo para que se acostara sobre su espalda. Permanecieron en
silencio durante un rato. A través de las paredes, a veces oían una voz, alzada en señal de
diversión, no de miedo.

-Tanya es impresionante, - dijo Cal. -Tiene, cómo lo llaman, cualidades naturales de


liderazgo. -

-Bren le ha enseñado mucho, - dijo Mitch. -Pero lo lleva dentro, esperando la oportunidad de
salir. Lo mismo con todos los soldados. -

-Sí. Son duras. Y cuando hablo con ellas, son sólo, bueno, chicas. -

-Todos en el grupo eran personas comunes y corrientes hasta que pasó esto. -

-Supongo que tu opinión es que, una vez que salieron del control de los hombres, se hicieron
a sí mismas, - dijo Cal.

-Eso podría ser parte de ella, -dijo Mitch. -Consiguen alcanzar su potencial y hacer cosas, ser
cosas que nunca se les permitió ser antes. Y sin embargo...-

- ¿Qué? -

-Siguen siendo frágiles. Todos lo somos. Tú, yo, Bren, Tanya. Como individuos, quiero
decir, cuando estamos solos. Pero cuando nos juntamos y nos mantenemos unidos, todos
tenemos esta fuerza extra. -

No hubo respuesta de Cal durante un rato, y Mitch se preguntó si se había dormido, pero
finalmente habló. Mitch sintió una mano en su brazo, un apretón del músculo tenso allí. -No
te sientes muy frágil. - Había una sonrisa en su voz.

-Soy tan frágil como cualquiera de ellos. Créeme. - La doctora pensaba lo mismo.

118
No dejaba de pedirle que fuera a las sesiones de terapia de grupo que dirigía para ayudar a la
gente a superar el trauma de lo que habían pasado. Mitch no podía ir. Debía al menos
aparentar ser fuerte, por el bien del grupo. Pero la doctora lo había visto en esas noches en
las que venía a pedirle pastillas para dormir, porque detenían los sueños, y sabía lo frágil que
era. Y sabía lo mismo de ella.

-Me preocupa la doctora. - Lo dijo en voz baja, confesando su miedo a la oscuridad, y a Cal.
-Ella es... vieja. Es literalmente frágil. Su artritis se está extendiendo, incluso en sus manos.
Está enseñando a sus enfermeras todo lo que puede. Pero eso no es como ir a la escuela de
medicina. Si le pasa algo...-

Cal le apretó el brazo, tranquilizándolo esta vez. -Todos ustedes la cuidan bien. Créeme, lo
sé. Se aseguran de que no pudiera dañar ni un pelo de su cabeza cuando llegue. -

Las ataduras. Mitch hizo una mueca al pensar en ellas ahora. -Lo siento por eso.
Especialmente la mordaza. -

-Olvídalo. Lo entiendo. Ella es la persona más importante de la plataforma, ¿no? -

-Sí. Si la mataran en una de las incursiones de Ethan...-

-Nunca sucederá, - dijo Cal. -Nunca dejarás que ocurra. Tampoco lo hará Bren. Ni yo
tampoco. - Su voz se apagó al decir esto último. Parecía casi avergonzado de admitir que, si
llegaba el caso, se interpondría entre el médico y una bala. -Se lo debo.-

Cal se despertó con el sonido de alguien gritando. Se incorporó en la cama y se dio cuenta de
que era Mitch, a su lado. A la luz de la luna pudo ver que Mitch estaba dormido, pero no en
paz, retorciéndose y sacudiéndose, tirando de la manta de Cal y enredándose en ella. Cal le
sacudió el hombro, con la esperanza de despertarlo antes de que gritara lo suficientemente
fuerte como para molestar a los demás o hacer que las chicas de guardia irrumpieran en el
lugar.

-Despierta, Mitch. Estás a salvo. Despierta. -Mantuvo su voz firme, tranquilizadora, y Mitch
jadeó y abrió los ojos. Tenía pesadillas cada poca noche. Cal había aprendido a
sobrellevarlas. Cogió la mano de Mitch. -Estás a salvo. Estás conmigo. Estamos en ese hotel
desierto. ¿Te acuerdas? -

Mitch tragó saliva un par de veces y se pasó la mano por la cara. -Sí, -dijo temblando. -Me
acuerdo. - Miró la cara de Cal y levantó una mano para tocarla. - ¿Estás bien?, - preguntó.

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Cal frunció el ceño. ¿Había estado Mitch soñando que le pasaba algo malo? -Sí. Estoy bien.
Háblame del sueño. - Era una pregunta atrevida. Hacía suponer que Cal tenía derecho a pedir
esa información. Bueno, ¿no lo tenía? ¿Acaso no había estado allí cuando Mitch se
despertaba llorando de esos sueños desde hacía semanas? ¿Lo había sostenido hasta que los
temblores cesaron? Frotó el pecho de Mitch con un movimiento de caricia tranquilizador:
comodidad, no juegos preliminares.

-Dex, - dijo Mitch tras una larga pausa. -He soñado con Dex.-

-Te he oído decir ese nombre en sueños. ¿Quién era? - Debía ser "era", no "es". Casi todo el
mundo se había convertido en un "era".

-Vivíamos juntos. Allá en 'Frisco. Él también era policía. Así es como nos conocimos, en el
trabajo. Cuando todo empezó, por supuesto estábamos ahí fuera, haciendo nuestro trabajo.
Sabes lo rápido que las cosas se fueron al infierno. Nadie entendía lo que estaba pasando. -

Cal lo recordaba bien. Había estado en un pequeño pueblo de Oklahoma cuando vio su
primer ataque zombi. Durante varios días había habido historias extrañas en las noticias:
ataques extraños, especialmente en las ciudades, y hospitales puestos en cuarentena. La gente
había empezado a ponerse nerviosa y a pasearse con armas abiertamente. Entonces, una
mañana, un hombre de aspecto extraño que Cal supuso que estaba borracho o drogado se
paseó por una calle tranquila y atacó al azar a un niño. Cuando la madre del niño le abrió un
agujero en el pecho con los dos cañones de una escopeta y Cal vio que esto sólo frenaba
momentáneamente al hombre, decidió alejarse de la gente. Había pasado tres meses
escondido en el campo antes de hablar con otro ser humano. Estaba seguro de que Mitch
había hecho exactamente lo contrario. Había estado en medio de un intento de evitar que la
civilización se derrumbara alrededor de sus oídos.

-Dex fue mordido, - dijo Mitch. -Volvió a la comisaría hablando de que una loca le había
mordido. Entonces no nos dimos cuenta de lo que significaba exactamente. Pero empezó a
ponerse enfermo y lo llevé a casa. No pude conseguir que un médico viniera a verlo. Y vi en
las noticias informes sobre el caos en los hospitales. Traté de cuidarlo yo mismo. Debería
haber hecho mi trabajo, pero decidí quedarme con él. -

-Ese era tu trabajo también, - dijo Cal. -Y no creo que pudieras haber conseguido mucho
más, aparte de ser mordido tú mismo. -

-Cada vez estaba más débil, y por lo que veíamos en las noticias, sabíamos lo que
significaba. Se estaba muriendo. Y empezamos a entender lo que pasaría después. Debí
haber acabado con él entonces. Me rogó que acabara con él o que le diera su pistola y saliera
de la habitación. Pero no quise, porque parecía tan irreal. ¿Cómo podía ser real? Era una
locura. -

120
Cal sólo había tenido que ver a un zombi disparado en el pecho y seguir caminando para
aceptar que era real. No había mirado atrás ni una sola vez.

- ¿Qué pasó? - Cal preguntó.

-Ya sabes lo que pasó. - La voz de Mitch se volvió tensa y ahogada. -Murió. Y una hora
después, se levantó de la cama y vino a por mí. Tuve que... acabar con él. -

Cal se acercó, envolviendo a Mitch, tratando de ofrecerle algo de consuelo con su calor y su
vida. No estoy muerto. Estoy aquí para ti. Recordó cómo Mitch había velado por él cuando
llegó a la plataforma, esperando a ver si Cal se ponía más enfermo y débil, igual que había
velado por Dex. No era de extrañar que hubiera estado con los pelos de punta todo el tiempo.
"Continúa", dijo Cal en voz baja.

-Antes de que muriera, mientras los teléfonos seguían encendidos, un par de amigos de la
comisaría me contaron lo que estaba pasando. Me dijeron que había que apuntar a la cabeza.
Así que lo hice. Disparé a mi amante en la cabeza. - Su voz se había apagado.

-Ya no era él,- dijo Cal. -La cosa llevaba su cuerpo como un abrigo. Fue el último acto de
amor que pudiste hacer por él. -

Mitch emitió un sonido a medio camino entre un bufido y un sollozo. Su voz se redujo a casi
nada. -Pero no lo amaba. Lo había hecho, cuando nos juntamos, cuando nos mudamos. Pero
se desvaneció. Me preocupaba por él y no quería hacer nada que le hiciera daño. Pero cuando
todo esto sucedió, ya había pasado meses tratando de encontrar una manera de terminar con
él. -

- ¿Y? ¿Te sientes culpable por no quererlo? Lo llevaste a casa y lo cuidaste en sus últimos
días. Hiciste lo correcto por él, independientemente de lo que sintieras. Eso es... supongo que
eso también es amor. - Cal no creía que tuviera esa clase de amor. No se había quedado para
cuidar a nadie, ni para proteger a nadie. Se había escondido sólo con su propia piel para
proteger.

-Cal, - dijo Mitch, rodando para enfrentarse a él, tirando de él más cerca. -Sé que tú también
tienes pesadillas. Todo el mundo los tiene ahora. Si quieres contármelas, puedes hacerlo. -

Cal negó con la cabeza. -Sólo el caos general y las cosas malas que ocurren. Me mantuve
alejado de la gente una vez que se produjo la anarquía. -

-Cal, puedes...- Un golpe en la puerta le interrumpió.

Se abrió y la voz de Jennifer llegó desde fuera. - ¿Están despiertos? Es la hora de la guardia.-

-Entra, - dijo Mitch, rodando lejos de Cal y sobre sus pies. -Estamos decentes. -

Más bien es una pena. Cal se levantó también y recuperó su pistola.

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Capítulo dieciocho

- ¿Qué hiciste después de la muerte de Dex? - preguntó Cal mientras él y Mitch patrullaban
el pasillo, comprobando todas las puertas seguras. A Mitch le sorprendió la pregunta.
Esperaba que ahora que había compartido su pesadilla más oscura, Cal se abriera un poco
sobre su propio pasado y no le hiciera preguntas de seguimiento a Mitch. Tal vez necesitaba
más estímulo. La siguiente parte no era tan dolorosa de hablar, pero Mitch todavía necesitaba
respirar profundamente antes de hablar.

-Dejé la ciudad, - dijo. -Toda la televisión y la radio estaban fuera del aire para entonces. No
había electricidad. Sin teléfono. Sin Internet. Me di cuenta de que no quedaba nadie al
mando, ni en la calle, ni en la ciudad, ni en el estado, ni en el país. No estaba seguro de que
los estados o los países existieran ya técnicamente. Decidí volver a casa para encontrar a mi
familia. No había aviones, por supuesto, así que tuve que atravesar el país en coche. - Un
viaje infernal. Algún día le contará a Cal el resto.

- ¿Quieres decir que no eres de San Francisco? - preguntó Cal. -Tu familia, quiero decir. -

-No, soy de un pequeño pueblo de Ohio. Creo que he conseguido eliminar la mayor parte del
acento. -

- ¿Qué? -

Mitch lo miró, al ver el ceño fruncido en su rostro. Parecía sorprendido. -Me mudé a San
Francisco cuando terminé la universidad y entré en la academia de policía. -

-Supongo que una pequeña ciudad de Ohio es demasiado pequeña para un chico gay.-

-Si lo es cuando tu padre es el sheriff, -dijo Mitch.

Cal se quedó mirando. -Me estás tomando el pelo. -

-Toda mi familia es policía. - ¿Por qué iba a pensar Cal que estaba bromeando? -Incluida mi
madre. Nunca quise ser otra cosa. Pero no podía ser policía allí. No, a menos que quisiera
estar tan dentro del armario que estuviera en Narnia. Así que me mudé a San Francisco.
También podría haber sido Oz para mí en ese momento. -

Dex solía quejarse de ello a veces, despertándose siempre con un cielo azul californiano y
refunfuñando que nunca llovía en este maldito desierto. Él era de Washington y sabía un par
de cosas sobre la lluvia y la nieve, y decía que California no tenía clima. Pero él había ido
allí, como muchos de ellos. 'Frisco. El país de los sueños sobre el arco iris. Maldita sea. No
pienses en ello. Se ha ido, y él también. No es bueno desear que ninguno de los dos vuelva.
Estoy aquí, y es ahora. Tengo un trabajo que hacer. No hay nada más.

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Excepto por el hombre que está a su lado.

-Oz. Sí, ya lo creo. - Cal no estaba siendo irónico o divertido con ese comentario. Sonaba
cansado del mundo y cínico. -Entonces, ¿encontraste a tu familia? ¿Alguno de ellos lo
logró?-

-Ni siquiera el pueblo sobrevivió. Cuando llegué, había ardido hasta los cimientos. Supongo
que una vez que se inicia el fuego, no queda nadie para apagarlo. Un pueblo entero se quemó
hasta las cenizas. -

-Mierda. Eso es malo. -

Había sido malo, sí. Si "malo" significaba la eliminación de los últimos restos de esperanza.
-Sólo conduje un tiempo. No sabía qué diablos hacer o a dónde ir. Entonces encontré una
tienda y supe lo que debía hacer. -

- ¿Qué? - preguntó Cal en voz baja.

-Matarme. -

-Mierda, - murmuró Cal, tal vez recordando haber tenido que luchar con Mitch por su pistola
para evitar que se disparara en un sueño.

-No me quedaba ninguna munición, - continuó Mitch. -Y quería que fuera rápido y limpio.
Entré en la tienda, fui a la munición y.…-

-Y una chica llamada Bren te puso una pistola en la cabeza. -

- ¿Ella te contó la historia? Ella no sabe que estaba allí por las balas para usarlas en mí
mismo. Sí, es donde conocí a Bren. Nos unimos, y de alguna manera me devolvió una razón
para seguir viviendo. -

- ¿Por las otras mujeres? -

-Sí. Una vez que teníamos unas cuantas que debíamos proteger... era como si me hubieran
dado un nuevo comienzo. Todavía tenía un trabajo. Cuando digo que Bren me ha salvado la
vida, no me refiero a los zombis. Ella me ha salvado muchas veces de esa manera. Pero me
refiero a que entré en esa tienda sintiéndome completamente solo y listo para morir, y salí
con un nuevo amigo y una razón para seguir vivo. -

Caminaron en silencio durante un rato. De nuevo Mitch esperaba un poco de quid pro quo.
Pero Cal dijo: -Así que este pequeño pueblo...-

-Era un pueblo pequeño, - dijo Mitch. -Y era todo lo que se podía esperar de ellos. Todo el
mundo se conocía, o creía que se conocía. Pero incluso antes de irme a la universidad había
averiguado quién más del pueblo era gay. Ninguno de ellos había salido del armario. Sabía

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que, si me quedaba, también estaría en el armario. O no sería policía. Y no podía no ser
policía. En la universidad decidí que tampoco podía vivir en la oscuridad. - Si lo hubiera
intentado, no creía que hubiera llegado hasta los treinta años antes de meterse la pistola en la
boca. -Odio ese tipo de secretismo, - dijo. -Negar quién eres realmente. -

-Cierto. - La voz de Cal era extraña. Algo tensa, como si estuviera ahogando algo. ¿También
era de un pueblo pequeño y no de Nueva York como decía? Tal vez de algún lugar pequeño
al norte del estado, no de la ciudad. Intuyó que Cal tenía algo en su pasado que se resistía a
contarle a Mitch. ¿Por qué importaba ahora? El viejo mundo se había acabado. Todo el
mundo podía ser alguien nuevo y dejar atrás su antigua vida, si así lo deseaba.

Pero Cal no dijo nada más.

Cal se despojó sólo de sus pantalones mientras cruzaba la habitación hacia la cama. Mitch
estaba detrás de él, y cuando Cal se tumbó en la cama, vio que Mitch no se había quitado
nada todavía. Su turno de guardia había terminado. Tenían un par de horas hasta el
amanecer. Podían dormir, o...

Cal se apoyó en un codo y estiró las piernas. Acarició una mano por el pecho y el vientre,
sosteniendo la mirada de Mitch mientras lo observaba.

-No tenemos mucho tiempo, - dijo.

- ¿Para dormir? - preguntó Mitch con voz suave.

-No tengo intención de dormir más esta noche. - Se desabrochó el cinturón y la bragueta y
deslizó la mano por debajo de los calzoncillos y se acarició la polla. Rápidamente comenzó a
endurecerse.

Mitch hizo un pequeño ruido en su garganta. Bajó las armas con cuidado y luego, con menos
cuidado, se quitó la camisa por encima de la cabeza, olvidándose de desabrochar los botones
del cuello y murmurando con frustración cuando la camisa se le enganchó en las orejas. Cal
sonrió. Para cuando Mitch salió estaba sonrojado y con el pelo despeinado. Se desabrochó el
cinturón, se bajó la cremallera de los pantalones y estuvo a punto de quitárselos, pero Cal
sacudió la cabeza y le tendió la mano.

-Déjatelos puestos. Las botas también. Me gusta cuando estás a medio vestir. - Él Había
tenido sexo a medio vestir más a menudo que desnudo durante los dos años anteriores a su

124
llegada a la plataforma y a su relación con Mitch y el harén. El sexo a medio vestir era
siempre apresurado. Una oportunidad arrebatada de satisfacción en un lugar o momento que
parecía seguro. Pero siempre en alerta por el peligro. Nunca centrado totalmente en el sexo.
Eso también había cambiado en la plataforma. Allí estaba seguro. Seguro al estar desnudo,
en una cama, con Mitch.

Mitch se encogió de hombros, sin saber nada de las distinciones de Cal, y se subió a la cama,
metiéndose detrás de Cal y frotándose contra su culo. Ya estaba empalmado. Bien. Se acercó
con una mano y abrió la bragueta de Cal hasta el final, liberó su polla de los calzoncillos y la
acarició de arriba abajo hasta que Cal se apoyó en él, gimiendo.

-Fóllame, Mitch. Fóllame. - Mantuvo su voz suave. La guardia actual podría estar pasando
por la puerta en ese mismo momento. No le importaba mucho si escuchaban lo que él y
Mitch estaban haciendo. Pero Mitch era más tímido en ese sentido. Si Cal hacía demasiado
ruido, Mitch se pondría tenso, y Cal no quería que se pusiera tenso. Nunca había visto a
Mitch totalmente desinhibido. Incluso en su habitación de la plataforma era consciente de los
otros residentes y de que en cualquier momento podría ser llamado a filas.

Tal vez un día. Un día estarían sólo ellos. Nadie en kilómetros a la redonda. Sin miembros
del harén. Sin zombis. Sin bandidos. Ese viejo loco del museo de arte había dicho que los
zombis se estaban reduciendo. Un día habría un nuevo mundo ahí fuera, y tal vez finalmente
tendría a Mitch para él solo. La idea lo sobresaltó. Se giró para besar a Mitch, mientras éste
seguía acariciándolo. El mundo no sería así durante mucho tiempo. ¿Realmente Cal se veía a
sí mismo todavía con Mitch para cuando fuera?

No importaba. Los pensamientos sobre el futuro no podían competir con las sensaciones del
presente. El calor creciendo en su ingle, los labios de Mitch sobre los suyos, el raspaje de la
barba atravesando y raspando contra los propios de Cal. Cal se había afeitado dos veces al
día en el viejo mundo. Sin posibilidad de afeitarse en esta misión, estaría muy desaliñado
para cuando volvieran a la plataforma.

Mitch tiró de los vaqueros de Cal y éste levantó las caderas para dejar que se deslizaran hasta
las rodillas. Por un momento, la tela áspera y la cremallera de la bragueta de los pantalones
de carga de Mitch rozaron el culo y las piernas de Cal, y luego Mitch los bajó, y su polla se
apretó contra Cal. Cal volvió a rechazarla. Lo necesitaba dentro, Dios, tanto.

-Mierda, -murmuró Mitch. -Los condones están en mi mochila. No te muevas. -

-No. - Cal lo agarró, impidiendo que se levantara. -El lubricante está en mi bolsillo. Es todo
lo que necesitas. -

- ¿Estás seguro? -

-Estoy muy seguro de ti, Mitch. Si necesitas usar un condón, lo usarás. - Mitch nunca

125
aprovecharía la invitación de hacerlo al desnudo si estuviera poniendo a Cal en peligro.
Mitch se agachó y rebuscó en el bolsillo de Cal, sacando el tubo de KY.

-Siempre preparado. -Abrió la tapa y exprimió un poco en sus dedos. -Pensé que era el Boy
Scout por aquí. -

-No es un buen momento para hablar de Boy Scouts. - Una vez vio una tropa entera de
zombis, al oeste de Atlanta. Eso lo había asustado seis veces desde el domingo. Tampoco era
el momento de pensar en eso. Mitch lo distrajo, deslizando sus dedos lubricados dentro de
Cal para prepararlo. Eso borró todos los demás pensamientos de su mente. Arqueó la
columna vertebral y apretó más los dedos de Mitch.

-Basta, - jadeó, temiendo que fuera demasiado, que Mitch encontrara su próstata y Cal
explotara como un fuego artificial antes de que Mitch metiera la polla. Él no quería eso.
Quería que Mitch le follara hasta que fueran un par de animales sudorosos y retorcidos.

No fue así. Mitch no lo puso de espaldas ni de frente. Se quedó tumbado de lado y retiró los
dedos, y entonces la cabeza roma de su polla lubricada se apretó contra el culo de Cal.
-¿Estás listo? -

-Más que listo, - le aseguró Cal, relajándose, dándole la bienvenida. Mitch empujó dentro de
él lentamente, Cal amaba cada centímetro mientras Mitch iba más y más profundo. Mitch se
acercó y acarició la polla de Cal, sus dedos lubricados se deslizaban fácil y suavemente. No
la bombeó, todavía no. Era un ritmo perezoso del tipo "puedo mantener esto durante horas".
Empujó en el culo de Cal al mismo ritmo. Superficial, lento, burlón.

Se sentía diferente. Se sentía como el tipo de sexo que tienes cuando te despiertas con
alguien un domingo por la mañana, pero no tienes ninguna razón para salir de la cama
todavía. Suave. Lento. Seguros el uno del otro y sin prisa por dejar tu acogedora cama y al
hombre a tu lado.

Eso asustó a Cal. ¿Cómo había llegado al perezoso sexo de los domingos por la mañana con
Mitch? No, eso era estúpido. Ni siquiera era domingo, ¿verdad? Podría serlo. Los días de la
semana habían dejado de tener significado hace mucho tiempo. Ahora sentía una ridícula
necesidad de saber qué día de la semana era. Como si cualquier día que no fuera domingo le
asegurara que no era lo que parecía y sentía. Se giró para besar a Mitch y bajó su cabeza. El
prolongado beso que Mitch le dio no tranquilizó a Cal en cuanto a que esto seguía siendo
sólo sexo entre amigos.

Agarró el pelo de Mitch y gritó. -Deja de burlarte y fóllame como es debido, cabrón. Me
estás volviendo loco a propósito. Me gustaría correrme hoy, no la semana que viene. -

- ¿Qué prisa tienes? - Mitch tiró de la polla de Cal un poco más rápido, pero sus empujes
eran todavía lentos y perezosos. -Tenemos algo de tiempo antes de tener que levantarnos. -

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-Tal vez debería dormir un poco. - Eso era mentira, por supuesto. Siempre cambiaba el sueño
por el sexo. Mitch hizo un sonido dudoso, como si no se lo creyera. Pero tal vez pensó que la
idea de dormir un poco después era buena. Retiró la polla y Cal casi aulló de frustración por
la pérdida, pero no tuvo que aguantar mucho tiempo. Mitch lo levantó sobre las manos y las
rodillas y se arrodilló detrás de él. Volvió a meterla con una rudeza que Cal apreció. Se
acabó la lentitud y la pereza.

-Fóllame, - dijo Cal. -Con fuerza. Fóllame fuerte. - A muchos de los hombres con los que
había salido en los viejos tiempos les encantaba oírle suplicar por sus pollas de esa manera.
Todos sus sueños se hacían realidad... a un precio.

Mitch se acercó de nuevo, envolvió su mano alrededor de la polla de Cal, y la bombeó, su


ritmo más rápido y más duro esta vez y emparejado con sus empujones. Cal tuvo que
contenerse para no gritar de placer. Perfecto, esto era perfecto. Sexo sudoroso, mugriento,
con un amigo. Todavía a medio vestir. Los pantalones de Mitch rozaban las piernas de Cal.
Los pantalones de Cal alrededor de sus rodillas le impedían abrir demasiado las piernas.

Sexo rápido, desordenado, de momento arrebatado. Sexo de ida y vuelta. Cal no dejaría que
fuera otra cosa. Se estaba viniendo, gimiendo, intentando no gritar, llenando la mano de
Mitch, derramándose sobre la manta debajo de ellos.

Mitch lo soltó, y en su lugar agarró las caderas de Cal, la derecha resbalando en su piel con
la mezcla de semen y lubricante, la izquierda agarrando más fuerte, anclándose mientras
empujaba. Cal quería que esas manos le hicieran moratones. Quería que Mitch se
despreocupara de ser demasiado duro con Cal. Como si fuera un polvo casual.

- ¡Más fuerte! - Puede que lo hayan oído fuera. A Cal no le importaba. Había llegado al
clímax, su polla seguía dura, y la polla de Mitch estaba frotando su próstata de una manera
que le hacía pensar que no podría soportar un placer tan intenso durante mucho más tiempo.
No tuvo que esperar más. Mitch gimió y se puso rígido, presionó con fuerza, profundamente
dentro de Cal, y se corrió, llenando a Cal, empujando un par de veces más, no tan
profundamente, el cuerpo se estremeció y finalmente se quedó sin fuerzas, inclinándose
sobre la espalda de Cal. Sólo los brazos de Cal, apoyados en la cama, impidieron que el peso
de Mitch lo empujara hacia el colchón. Se obligó a permanecer así, con los brazos
temblorosos, hasta que Mitch volvió en sí lo suficiente como para retirarse y luego caer de
espaldas.

Sólo entonces Cal se desplomó de frente sobre la cama. La manta le picaba contra su piel
sensibilizada y hormigueante. Se resistió a la tentación de rodar en los brazos de Mitch,
incluso cuando éste extendió la mano para acariciar su espalda. Eso sería demasiado
domingo por la mañana.

- ¿Estás bien, Cal? - preguntó Mitch.

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Cal giró la cabeza, apoyada en los brazos, para mirar a Mitch. -Por supuesto. Ha sido
estupendo. ¿También fue bueno para ti? -

-Joder, Cal, ¿qué te parece? -

-Bien. De acuerdo. Creo que voy a tomar una siesta. Nos vemos en una hora. - Tuvo que
apartar la mirada de la expresión de dolor en los ojos de Mitch.

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Capítulo Diecinueve

Al día siguiente, llegaron a la plataforma con sólo unos minutos de margen antes de que
cayera la noche. El sol estaba bajo sobre el mar. Su día de recogida de suministros generales
había sido bastante tranquilo. Habían despachado algunos zombis más al azar, pero no se
habían topado con ningún peligro u horror real como en el hospital.

Bren los saludó con abrazos. Incluso Cal recibió uno, aunque fue del tipo "apretón de manos,
luego tiró de un abrazo con una o dos palmadas en la espalda". Ella abrazaba como un
hombre de verdad.

-Mañana habrá una reunión del consejo, - dijo Bren mientras manipulaban las cajas de
suministros. -Quieren escuchar un informe completo sobre la misión y sobre las condiciones
en tierra. -

-Gracias, Bren, - dijo Mitch. -Cal, coge el otro extremo de este. - Era la caja con el elegante
microscopio que habían saqueado del hospital. Mitch y Cal lo llevaron con cuidado por los
estrechos pasillos y por la empinada escalera hasta la nueva enfermería.

- ¡Excelente! Excelente, - dijo Phyllis mientras lo desempaquetaba. -Exactamente el tipo


correcto, chicos. Bien hecho. -

-Supongo que esto significa que quieres más de mi sangre, - dijo Cal.

-Sería muy apreciado. De hecho, ¿por qué no se quedan unos minutos y te saco un poco
ahora? -

-Estamos bastante cansados, doctora, - dijo Mitch. -Sin mencionar que estamos sucios y
hambrientos. -

-Oh, por supuesto. Podemos hacerlo mañana. -

-No, - dijo Cal. -Está bien. - Miró a Mitch. -Baja y límpiate. Te veré en el comedor para la
cena. - Mitch entendió la indirecta. Cal no podría haberla dejado caer con más fuerza. Dejó
a Cal y a Phyllis solos.

-Toma asiento, - dijo. -No tardaré nada. Súbase la manga, por favor. - Llenó una pequeña
bandeja con lo que necesitaba y se sentó junto a Cal.

-Doc, - dijo Cal mientras ella le apretaba una correa alrededor del bíceps y empezaba a darle
golpecitos en la vena del codo. - ¿Puedo preguntarle algo? Es una pregunta un poco tonta. -

-No te preocupes por eso. Soy médica. Estoy muy familiarizado con las preguntas tontas. -
Cal apretó los dientes y emitió un suave gruñido cuando la aguja penetró en su carne. -Lo

129
siento, - dijo. -Debería haber hecho que una de las enfermeras lo hiciera. Mis manos no son
lo que eran. ¿Cuál es su pregunta? - Tiró del émbolo y su sangre llenó la jeringa.

- ¿Por qué los zombis no muerden a otros zombis? - preguntó Cal.

-No es una pregunta tonta en absoluto, - dijo ella. -Es muy pertinente, de hecho, y era una
importante línea de investigación en el CDC antes de que fueran invadidos. - Retiró la aguja
y presionó un algodón sobre el pequeño pinchazo. -Dobla el brazo hacia arriba y presiona
eso firmemente. -

- ¿El CDC tiene alguna idea? - preguntó Cal mientras se quitaba la correa.

-Nunca llegué a ver las conclusiones. ¿Por qué no me dices lo que te ha hecho preguntar?-
Ella tiró la aguja y etiquetó la muestra mientras él hablaba.

-Los zombis suelen estar en grupos, ¿verdad? Pero no se atacan entre ellos. Simplemente
merodean hasta que aparece una persona viva y entonces van directamente a por ella. -

-Hay algo más que quizá no hayas notado, -dijo. -Pero el CDC lo hizo. Sólo atacan a los no
infectados. Un humano infectado, pero aún vivo puede atravesar una multitud de zombis sin
ser tocado. -

-Mierda. No lo sabía. ¿Pero por qué? -

-Bueno, piénsalo bien. Los parásitos en el cerebro son los que impulsan a los zombis. Los
parásitos son una enfermedad, y sólo hay una cosa que una enfermedad quiere. -

-Ser transmitida. - Cal comprobó el algodón. Unas pocas gotas de su sangre se habían
empapado en él. Su sangre, con sus anticuerpos.

-Entonces, ¿por qué no muerden a otros zombis y a los infectados? - preguntó Phyllis, como
una profesora que intenta sonsacar la respuesta correcta a un alumno.

Cal frunció el ceño, pensándolo bien como ella había dicho. -Porque es una pérdida de
tiempo y energía. -

-Exactamente. El tiempo que se dedica a morder a alguien ya infectado es tiempo perdido


para encontrar a alguien no infectado a quien morder. El virus es muy eficiente en ese
sentido. Lo que siempre me hace preguntarme...-

- ¿Qué? - preguntó Cal mientras ella se quedaba sin palabras.

-Que quizás fue diseñado así. -

- ¿Diseñado? - Cal se quedó mirando. - ¿Crees que alguien creó esto? ¿A propósito? -

-No lo sé. - Ella suspiró. -Y probablemente nunca lo sabremos. Pero es una posibilidad.

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-Suena jodidamente bien, sin embargo. Disculpe el lenguaje, doctora. -

Ella agitó una mano. -Cal, he atendido partos. He oído palabras malsonantes más fuertes de
lo que tú jamás oirás. -

Él sonrió. -Ya lo creo. Sólo digo que suena como la forma en que la humanidad iría
eventualmente. Autoinfligido. -

-Todavía no nos hemos ido. -

-No. - Cal descartó la bola de algodón y dejó que le pusiera una venda en la herida de la
aguja. -Así que, si ese es el porqué de por qué no se atacan entre ellos, la otra pregunta es
cómo. ¿Cómo saben que no deben hacerlo? Quiero decir, puedo ver cómo serían capaces de
identificar a otros zombis. ¿Pero qué pasa con los infectados, pero no muertos? -

-Esa es una pregunta mucho más difícil de responder. No puede ser visual, o atacarían a
cualquier persona viva. Algunos sugirieron que pueden oír el latido del corazón de un
humano vivo, pero no me lo creo. No explica que los infectados se queden solos. Sólo puedo
pensar en el olor. Tal vez hay algún olor distintivo que los infectados desprenden y que
pueden detectar. Hubo teorías, muchas observaciones, de que el sentido del olfato de un
zombi está aumentado, pero nadie tuvo tiempo de demostrarlo. - Se encogió de hombros. -Es
una cuestión práctica, no como la abstracta pregunta del por qué. No vamos a resolverla
aquí.-

- ¿Y la vacuna? - preguntó Cal. -¿Va a resolver eso aquí?-

-He hecho progresos. Tú eres una parte importante de eso. Los anticuerpos de tu sangre son
diferentes a los que he visto hasta ahora. Es posible que tengas una inmunidad natural que la
vacuna potenció. Ahora estoy trabajando en producir esos mismos anticuerpos con la
vacuna.- Suspiró. -Realmente necesito un laboratorio totalmente equipado y un equipo de
investigadores asistentes que me ayuden. Quizá algún día en el futuro vuelva a existir eso.
Tal vez puedan utilizar el trabajo que empecé. - Puso la mano en una bolsa que siempre
llevaba consigo, que contenía sus cuadernos. -Dudo que esté cerca para verlo. Bien, joven,
basta de teorizar. Ve a limpiarte. Nadie necesita un sentido del olfato agudizado para
encontrarte en la oscuridad. -

-Lo siento, - dijo, poniéndose de pie, sonriendo. -No hay duchas en tierra. - Se dirigió a la
puerta, pero se giró para verla inclinada sobre la bolsa con sus cuadernos, con aspecto
sombrío, tal vez preguntándose si toda su investigación sería una pérdida de tiempo. -Doc,-
dijo. -Haré todo lo posible para que su investigación no se pierda ni se olvide. La prueba de
que funciona está aquí en mi sangre. -

El consejo se reunió en el comedor, junto con todo el equipo que había estado en tierra y
algunos observadores, entre ellos Inez y Naomi, que al parecer se consideraba el octavo

131
miembro no oficial del consejo. Aunque era popular entre muchas de las mujeres, la mayoría
del consejo había llegado a considerarla una entrometida. Pero normalmente tenía preguntas
inteligentes y difíciles que hacer.

-Mitch, - dijo Ella. Esta vez presidía ella. No se molestó en usar el mazo. Como abogada,
probablemente no le gustaban; probablemente había tenido demasiados jueces que los
golpeaban para hacerla callar. - ¿Podría dar su informe, por favor? -

Mitch se levantó y se aclaró la garganta. Odiaba hablar en público. Pero había dirigido la
misión, así que tenía que dar el informe. Les explicó todo lo que habían observado, lo que
habían traído y lo que les había dicho Gombrich. Eso pareció interesar mucho a algunos
miembros del consejo.

- ¿Está seguro de que hay menos? - Preguntó Ella tras el informe, haciendo caso a Mitch
sobre lo que había dicho Gombrich de que ya no se veían tantos zombis.

-Están en la zona del museo, -dijo Mitch. -Esa es la única zona de la que puede estar seguro.
Y es un asesino de zombis muy eficaz. Así que los pocos de la zona podrían deberse tanto a
él como a cualquier otra cosa. -

- ¿Pero no vieron tantos en otras áreas, dijiste? - Preguntó Ella. Mitch no iba a conseguir
ningún BS más allá de un abogado.

-No lo vimos. -

- ¿Podrían haberse trasladado al sur para pasar el invierno? - preguntó Dolores. Esto fue
seguido por un par de risas.

- ¡No son pájaros! - llamó Noemí, ganándose una mirada severa de la silla.

- ¿Cómo sabemos si el frío les molesta o no? - preguntó Dolores. -No lo sabemos, ¿verdad?
¿Doctora? -

-No pueden sufrir congelación o hipotermia, - dijo Phyllis. -Teóricamente podrían


congelarse. Pero no tenemos pruebas de que sean conscientes de que eso es un peligro o de
que hagan algo para evitar que ocurra. -

-De todos modos, - dijo Alicia. -California está al sur. No corren peligro de congelarse en
Los Ángeles. Así que, si estuvieran huyendo del frío, ¿no veríamos más de ellos aquí en
California, no menos? -

Mitch se sentó, mirando a Cal, que parecía un poco aburrido. Era comprensible.
Probablemente preferiría estar leyendo o jugando a juegos de mesa en la sala de recreo que
escuchando estas discusiones.

-Propongo que usemos la radio de onda corta, - dijo Ella. -Pedir a nuestros contactos que nos

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informen sobre sus observaciones del número de zombis. -

Maldita sea, Mitch tenía la sensación de saber a dónde llevaba esto. Era demasiado pronto.

-Toda esa gente está tan aislada como nosotros, - dijo Bren. -El número de zombis en sus
áreas no puede decirnos nada sobre lo que está pasando en todo el país. -

-Pero si todos ellos informan de un descenso en el número de zombis, seguramente eso es


significativo, - dijo Alicia.

- ¿Por qué no sale uno de ustedes y dice lo que piensa?, - dijo Dolores. -Están hablando de
dejar la plataforma. -

-No podemos quedarnos aquí para siempre, - dijo Ella.

-No es saludable para los niños, - dijo Alicia.

-Es mucho más sano que ser mordido por zombis, - espetó Bren. -Es demasiado pronto para
moverse. -

-No estamos hablando de irnos ahora, - dijo Ella. -Pero tenemos que empezar a hacer planes
serios. -

Ella tenía razón; esa era la parte molesta. Eventualmente no habría más provisiones de
alimentos para reunir en la orilla. Algún día tendrían que volver a tierra y empezar a cultivar
alimentos y a criar ganado. Pero todavía no.

-El número de zombis puede estar disminuyendo, - dijo Mitch. -Pero aún no están en la lista
de especies en peligro de extinción. Y no son el único peligro ahí fuera. - Pensó en los
bandidos que asaltaban los muelles de Los Ángeles y se imaginó a las mujeres expuestas a
ese peligro. La idea lo hizo estremecer.

-Por eso necesitamos un plan, - dijo Ella. -Y un lugar seguro al que podamos dirigirnos
directamente. Pero primero tenemos que encontrarlo. -

-No esa idea de la expedición de nuevo, -dijo Dolores. -Muy rápida para ofrecerte a enviar a
otras personas al peligro, ¿verdad, querida? - Ella parecía arrepentirse de no tener un mazo
después de todo.

-Oye, - dijo Bren. -Dolores no puede ser la única que recuerda que estamos en pleno
invierno. Incluso aquí en California. Este no es el momento adecuado. -

- ¿Y en primavera? - Dijo Alicia. -Si se ponen en marcha a principios de la primavera, tienen


tiempo para encontrar algún lugar y volver para llevarnos allí, lo que nos da mucho tiempo
para instalarnos antes del próximo invierno. -

-Por mi parte, no quiero pasar tres inviernos en esta maldita plataforma, - dijo Ella. -¿Y todos

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ustedes han olvidado que fuimos atacados aquí hace sólo un par de semanas? ¿Alguno de
ustedes cree que no volverá a ocurrir? -

Cal había perdido la mirada aburrida y observaba con atención. ¿Qué le interesaba tanto?
Mitch habló, atrayendo su atención hacia él.

-No creo que podamos tomar ninguna decisión hasta que hablemos con los otros grupos por
radio. Necesitamos saber lo que están viendo antes de decidir nada. - Eso podría hacerles
ganar algo de tiempo. E incluso los que estaban a favor de ir antes, no después, reconocieron
que debían esperar hasta la primavera.

- ¿Propones una moción, Mitch? - preguntó Ella.

Mitch tomó aire y trató de ordenar sus pensamientos. -Sí. Propongo que nos pongamos en
contacto con todos los demás grupos de supervivientes y les pidamos que informen sobre el
número de zombis y otras condiciones locales. Cuando tengamos los últimos informes,
deberíamos volver a reunirnos. - Cal estaba frunciendo el ceño, se dio cuenta Mitch.

-Lo secundo, - dijo Bren.

-Tercero, -dijo Dolores rápidamente. Probablemente no le gustaba mucho estar en el mismo


bando que Mitch, pero resultaba que estaban de acuerdo en esto.

- ¿No has olvidado que dentro de tres semanas tendremos las próximas elecciones para el
consejo? - preguntó Ella.

En realidad, Mitch lo había hecho. Nunca había necesitado hacer campaña; él y Bren siempre
eran elegidos de todos modos, como fundadores del grupo. Pero, de repente, las elecciones
adquirieron una nueva importancia. Ahora mismo, él, Bren, Dolores y Kathy formaban una
mayoría en contra de apresurarse a abandonar la plataforma. Ella y Alicia estaban a favor, y
la doctora era una especie de comodín. Ella no se abstendria. Haría su trabajo dondequiera
que la pusieran. Pero, ¿y si estaba a favor de ir a tierra, donde podría tener acceso a las
instalaciones e incluso encontrar a otros científicos que la ayudaran con la investigación de la
vacuna? Si lo hacía, los partidarios de ir a tierra sólo tenían que conseguir que uno más de
sus partidarios entrara en el consejo. Naomi sólo había perdido por un voto la última vez, y
apoyaba a Ella y Alicia. Las elecciones empezaron a cobrar importancia en la mente de
Mitch. Incluso si llegaba después de su reunión de planificación, podría revertir lo que
hubieran decidido. Puede que sea el momento de empezar a hacer campaña de verdad.

La votación sobre la propuesta de Mitch fue aprobada por unanimidad, y él suspiró aliviado
por el momento. Ella levantó la sesión del consejo, y hubo mucho ruido de sillas cuando
todos empezaron a dispersarse. Mitch quiso ir a hablar con Cal, pero Bren lo agarró del brazo
y lo apartó.

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-Esta es una situación jodidamente seria, - dijo. -Dolores no va a ser elegida esta vez. Ha
cabreado a demasiada gente. Naomi va a conseguirlo. -

- ¿Qué pasa con Kathy? - ¿Dónde estaba Cal? Cal tendría un voto esta vez. -Supongo que
tenemos que hacer más campaña que antes. -

-Más siendo 'en absoluto', entonces. Y no necesitamos hacer campaña por nosotros mismos,
¿verdad? Siempre salimos elegidos. Vamos a tener que hacer campaña por Kathy y Dolores.-

-Mierda, esto es peor de lo que pensaba. -

-No es momento de bromas, - dijo ella, con el ceño casi tan fruncido como el de Cal. Pero
Mitch no había estado bromeando. Había visto dónde estaba Cal ahora. Estaba junto a la
puerta, y hablándole atentamente, Naomi.

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Capítulo Veinte

Naomi cogió el brazo de Cal cuando la reunión empezó a disolverse. Miró para ver a Mitch y
Bren ocupados en una conversación y se volvió hacia Naomi.

- ¿Qué puedo hacer por ti?, - le preguntó. Ella le gustaba. Los pocos tratos que había tenido
con ella le mostraban una persona inteligente y práctica. Menos pensamiento abstracto que
algunos de los otros por aquí, Mitch por ejemplo.

-Busquemos un lugar más tranquilo para hablar, - dijo ella. -Tengo una pregunta para ti. - Lo
sacó de la habitación y lo llevó a la cubierta, donde encontraron un lugar en la barandilla,
con el viento a sus espaldas arrebatando sus palabras hacia el mar.

-Cal, creo que sería una buena idea que te presentaras a las elecciones del consejo, - dijo.

Cal se sobresaltó. No se lo esperaba. Sabía que ella estaba interesada en entrar en el consejo
y había asumido que buscaba su voto. ¿Pero esto?

-Señora, todavía estoy en periodo de prueba. ¿Siquiera soy elegible? -

-No te preocupes por lo de la prueba. Seguro que se puede aprobar antes. Ya has demostrado
tu valía varias veces. Has hecho una contribución importante, y puedes hacer más en el
futuro. -

- ¿Por qué yo? -

-Eres popular. Tendrías una buena oportunidad. -

¿Era popular? Es extraño pensar que eso era cierto. No se había permitido acercarse a nadie,
excepto a Mitch. Con los demás era amistoso, pero se había tomado a pecho las palabras de
Mitch sobre no jugar con las emociones de las mujeres dándoles falsas esperanzas.

-Pero eres un recluta tan reciente en nuestra comunidad que todavía tienes la perspectiva de
un extraño. Aportarás una nueva forma de resolver los problemas al consejo. -

Le estaba dando una lección. Pero le hizo pensar. ¿Realmente se sentía ya como un
forastero? ¿O estaba demasiado cómodo? Con su habitación segura. Con Mitch. ¿Con el
sexo perezoso de los domingos por la mañana?

-Y tú sabes más de lo que pasa en tierra que nadie de aquí, - dijo Naomi. Ah. Cal empezó a
entender. Ella estaba a favor de desembarcar cuanto antes. Y supuso que Cal también lo
estaba. ¿Podía decir que a Cal le molestaba quedarse en un sitio demasiado tiempo? Pero que
a Cal le picaran los pies no significaba que pensara que todos los demás debían marcharse.
Estaba de acuerdo con Mitch y Bren en que era demasiado peligroso ahí fuera como para

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pensar en irse todavía. Por supuesto, estaba esa expedición en la primavera de la que
hablaban.

-Crees que si estuviera en el consejo votaría por irme el próximo verano. -

-Cal. -Ella dejó de mirar el mar. -Estoy eternamente agradecida a Mitch y a Bren por
habernos traído aquí, por la protección que nos da esta plataforma. Pero no quiero estar aquí
dentro de cinco años. Y si dejamos que ellos marquen el ritmo, lo estaremos. - Le puso una
mano en el brazo. -Perdóname. Sé que estás cerca de Mitch. Y es un buen hombre. Pero es
demasiado precavido. -

-Sólo quiere mantener a todos a salvo. -

-Sí. Pero cree que es posible. No creo que lo sea. Y los humanos nunca han progresado de
esa manera. Ya conoces el dicho. Los barcos en el puerto son seguros, pero los barcos no son
para eso. -

¿Qué respuesta podía darle? Una parte de él quería decir que no y huir para salvar su vida,
escapar antes de quedar atado a este lugar para siempre. Pero ya estaba atado a esta gente.
Estaba atado a Mitch, por mucho que le asustara y por mucho que se resistiera a ello. ¿Podría
Cal alejarse de él?

¿Podría conseguir más haciendo lo que Naomi quería: entrar en el consejo y conseguir que
votaran a favor de la expedición en primavera? Una expedición a la que Cal se presentaría
voluntario y se aseguraría de que Mitch también lo hiciera. Mitch podía ser cauto, pero Cal
podía ser extremadamente persuasivo cuando se lo proponía.

-Lo pensaré, - le prometió.

-Bien. Las candidaturas se cierran este viernes. Decide para entonces. -

-Um... me he perdido. ¿Qué día es hoy? -

-Lunes. -

Mierda. -Vale, gracias. Hasta luego. - Se dio la vuelta y volvió a entrar, dejando a Cal junto
a la barandilla, contemplando el mar gris acero y el pesado cielo que prometía lluvia sobre él.

Lunes. Así que ayer, el día que estuvieron en el hotel, haciendo el amor de forma perezosa
como mañana del domingo, había sido de hecho domingo después de todo. Cal se frotó las
muñecas, que de repente le dolían. El recuerdo del dolor. El roce de sus muñecas cuando
había estado esposado bajo cubierta con Mitch esperando una excusa para dispararle.

Dios, tenía que salir de aquí.

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Mitch no vio mucho a Cal el resto del día. Al menos no solo. Todavía quedaba mucho
trabajo por hacer, preparando la nueva enfermería y las aulas. Ambos estaban ocupados.
Tampoco vio a Cal en la cena, y alguien dijo que se había ido a su habitación.

Mitch frunció el ceño, preocupado. ¿No tenía Cal hambre? Tal vez estaba un poco cansado
de la compañía. A veces se volvía antisocial, quería que lo dejaran solo. Después de todo ese
tiempo solo en la costa debía estar acostumbrado a la soledad. Este lugar podía parecer
demasiado bullicioso a veces. Terminó su cena, recogió algunos trozos en una bandeja y la
bajó a la habitación. Cal estaba allí, tumbado en su cama, todavía vestido. No estaba leyendo,
como solía hacer cuando se retiraba del grupo para conseguir algo de paz. Estaba tumbado
mirando al techo, con un brazo apoyado sobre el estómago.

-Hola, - dijo Mitch en voz baja. -Te he traído algo de comer. -

Cal no le miró. -No tengo mucha hambre. -

-De acuerdo. - Mitch dejó la bandeja en el suelo. -Tal vez puedas comer un bocadillo más
tarde. - ¿Debería quedarse? ¿Irse? Esperó una señal de Cal. No llegó ninguna. - ¿Estás bien?-
Mitch se dio cuenta de que estaba usando la misma voz suave que utilizaba con Inez y con
algunos de los otros miembros más frágiles del grupo, especialmente los niños.

-Bien. - Cal se revolvió en la cama. -Ven conmigo. -

Con cierto alivio, Mitch se sentó en la cama, con la espalda apoyada en la pared, e hizo que
Cal pusiera la cabeza en el regazo de Mitch para poder acariciar el espeso pelo negro de Cal
con una mano y apoyar la otra en su pecho. Cal le sonrió, apoyó su mano en la de Mitch y
cerró los ojos. Mitch siguió acariciando su pelo con suavidad, esperando estar ayudando,
dando a Cal lo que fuera que necesitara en ese momento. Estuvieron así un rato. Quince
minutos según el reloj de Mitch. Pensó que Cal se había dormido, pero abrió los ojos.

- ¿Dónde vamos a ir? - preguntó Cal. - ¿Cuándo nos vayamos de aquí? ¿Qué tipo de lugar? -

-Creo que debería ser una isla, -dijo Mitch. -Lo suficientemente grande para cultivar
alimentos, pero lo suficientemente pequeña para que podamos limpiarla de zombis. -

- ¿No es como este lugar, pero con árboles? -

-No lo creo, - dijo Mitch. -Seremos autosuficientes en su mayor parte, cultivando alimentos y
criando ganado. Si nos abastecemos bien, no veo ninguna razón por la que tengamos que
volver a tierra firme más de una o dos veces al año. -

-Pero sigue siendo un lugar aislado. Sigue siendo un agujero de perno. -

-No. Sería el comienzo de una nueva sociedad. Llevará mucho tiempo. Tendremos que traer
gradualmente a otros. Encontrar algunos hombres de confianza, para empezar. Pero valdrá la

138
pena. -

Cal guardó silencio durante un par de minutos y luego volvió a hablar. - ¿Cuánto tiempo
crees que pasará antes de que todos los zombis se pudran? -

-Otro año, quizá dos. Pero eso es sólo para los de la primera oleada. Hay otros que se
convierten todo el tiempo. Como esos tipos que vimos en la base militar y que reconociste. -

-Sí, - murmuró Cal. -Pero eso podría continuar hasta que no haya más personas vivas a las
que morder. -

-Lo sé. Pasarán años antes de que el continente vuelva a ser habitable. Y todavía habrá
algunos vagabundos por ahí. Por eso estoy a favor de la solución de la isla. -

-Pero aún quieres quedarte aquí un tiempo más. -

-Sí. Ella y los demás hablan de mudarse el próximo verano...- Sacudió la cabeza. -Se
equivocan. No saben lo que es estar en tierra como nosotros. - Hizo una pausa, luego se
atrevió a preguntar: -¿Qué tienes en mente, Cal? ¿Algo de lo que quieras hablar? -

Cal se sentó, cabeza a cabeza con Mitch, mirándolo a los ojos. -Esta expedición en
primavera. Creo que es una buena idea. Y quiero ir. -

Mitch se lo había imaginado. Intentó controlar una creciente sensación de pánico al respecto.
Sonrió. -Sabía que te ofrecerías voluntario. Es el tipo de cosas que harías. Pero la llegada de
la primavera es demasiado pronto. -

-Deberíamos irnos, - dijo Cal, aparentemente ignorando la objeción de Mitch. -Tú y yo,
solos. -

- ¿Qué? - Mitch frunció el ceño. -Eso es demasiado peligroso. -

-No, no lo es. Sabemos cómo sobrevivir. Nos moveremos más rápido sólo con nosotros dos.-

-No si uno de nosotros se pone enfermo o se hiere y hay que llevarlo en camilla, - señaló
Mitch.

-Supuse que usaríamos un coche. -

-Dos personas no son suficientes, Cal. No sé por qué crees...-

- ¡Porque estoy harto de compartirte con todos los demás! - Se apartó cuando Mitch se
acercó a él. - ¿No quieres pasar un tiempo sólo nosotros? -

-Esto no sería una fiesta. -

-Lo sé. Lo sé. - Cal tomó aire y se pasó una mano por el pelo. -Mira, no estoy diciendo que
nos pongamos en marcha el primer día de la primavera y tengamos a todo el mundo instalado

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a mediados del verano. Tal vez... nosotros dos encontremos algún lugar y llevemos un grupo
más pequeño para establecer el asentamiento. Ya sabes, los más jóvenes y fuertes. Preparar
todo, hacer planes. Luego, en la siguiente primavera, traemos a todos. Cuanto antes
empecemos, mejor serán los planes que podamos hacer. -

-Es una buena idea. Me gusta esa idea de empezar con un grupo pequeño para establecernos.
Pero el año que viene aún es demasiado pronto. Es demasiado peligroso ahí fuera. El año
siguiente probablemente estará bien. Y Cal, no sé si puedo estar lejos de la plataforma por
tanto tiempo. Aunque vaya a la expedición inicial, volveré aquí. Me necesitan aquí. -

-Oh, eres tan jodidamente indispensable, ¿no? - El ceño fruncido que le había llegado a
gustar a Mitch ya no era tan sexy. Sólo furiosa. Pero el tono de Cal era burlón. Mitch se
congeló.

- ¿Qué significa eso?, -preguntó fríamente.

-Todo esto tiene que ver con tu maldito ego, ¿no? Tú tienes que marcar el ritmo. Tienes que
decidir lo que es correcto para todos. Pero estas mujeres no están indefensas. No te necesitan.
Te quieren, Mitch. Te están agradecidas. Pero ya no te necesitan. -

Mitch se levantó de la cama de un salto, apretando los puños mientras luchaba contra la ira
que llevaba dentro. No iba a ceder a ella y gritar a Cal. Ese era el viejo camino. Cal se
levantó también, más lentamente, y su postura era defensiva. Como si esperara que Mitch
atacara. Mitch tomó aire, luchó por la calma.

-No hago esto para alimentar mi ego, - dijo con la voz más razonable que pudo reunir. -Soy
un agente de policía. Este es mi deber. -

-No me agites tu puta placa. Hablas de que este es un mundo nuevo, pero te aferras a ese
título de trabajo como si todavía significara algo. -

¿Título de trabajo? Nunca pensó en un oficial de policía como un título de trabajo. Más bien
como las palabras estampadas en su alma.

-Sigo siendo un policía. Nunca seré otra cosa. Y Cal, dices que ya no me necesitan, pero tal
vez los necesito a ellos. Tal vez todos nos necesitamos para sobrevivir. ¿No lo ves ya? -

-Nunca necesité a nadie para sobrevivir. Lo estaba haciendo bien. -

-Morir de sed en un barco a la deriva no me parecía "hacerlo bien”. -

El dolor cruzó la cara de Cal en un espasmo, y Mitch quiso ir hacia él, viendo la angustia
bajo su exterior furioso. Pero cuando dio un paso adelante, Cal se apartó y se pasó las manos
por el pelo antes de volverse hacia Mitch, con una clara angustia en los ojos.

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-Yo... no puedo... quedarme. - Dijo las palabras con la mandíbula apretada, como si se las
hubieran arrancado. -No puedo quedarme en un lugar tanto tiempo. -

- ¿Por qué no? ¿Qué es lo que temes que te alcance? No, no respondas. No importa. Es parte
del viejo mundo. Este es un mundo nuevo. -

-Si realmente crees eso, ¡entonces vamos! Salgamos de esta trampa de óxido y hagamos un
mundo nuevo. Dejemos de escondernos en la oscuridad. -

-Lo siento. No puedo. Todavía no. No voy a arriesgar la vida de todos los que están a bordo,
incluida la tuya, porque te persigue una especie de... de demonio. -

Cal se río brevemente. - ¡Ja! Ningún jodido demonio. Unos cuantos policías. Pero ningún
demonio. -

Mitch se quedó mirando. Mierda, acaba de admitir que es un criminal. Mitch no quería
saber eso. No lo quería. Se había preocupado por ello, por si descubría algo de Cal que lo
hiciera igual que los demás. Se atrevió a preguntar qué...

Se había quedado mirando demasiado tiempo. Cal se había apartado brevemente, pero volvió
a mirar a los ojos de Mitch. ¿Qué leyó allí? ¿Disgusto? ¿Desprecio? ¿Horror?

-Sí, me lo imaginaba, - dijo Cal. Dejó caer los hombros, pareciendo derrotado.

-No importa, - dijo Mitch. Mintió.

-Sí que importa. Si no fuera así, nunca habrías mencionado mis antecedentes penales. -
Sostuvo la mirada de Mitch durante un largo momento, y luego volvió a hablar. -Me iré a
primera hora. -

- ¿Qué? Cal, no, déjate de tonterías. -

- ¿Me darás provisiones para unos días? Recogeré algo en tierra después. -

- ¿Podrías hablarme de esto, por favor? Explica lo que te preocupa. No puedes irte. -

- ¿Soy tu prisionero? - Levantó las manos, mostrando las muñecas a las que Mitch había
atado con grilletes. -Porque esa es la única forma en que vas a hacer que me quede esta vez. -

-Yo...- La tentación estaba ahí, de hacer todo lo posible para obligarle a quedarse. Pero ese
no era el tipo de hombre que Mitch quería ser. -No te detendré. -

-Gracias. -

Cal pasó junto a él y salió de la habitación.

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-Quiero mis armas, - le dijo Cal a Bren cuando la encontró en la sala de recreo, sentada con
Inez. Ella lo miró fijamente, pero él no esperó, sino que se dio la vuelta y se dirigió a la
armería. -Trae las llaves, -le dijo por encima del hombro.

Ella lo alcanzó un momento después, apurando su paso. Normalmente no tenía una zancada
mucho más larga que la de ella, pero la ira le hacía querer cubrir el terreno rápidamente. Salir
rápido de aquí. Al diablo con esperar hasta la mañana. Quería irse ahora, antes de que se
debilitara y cambiara de opinión.

-Cal, ve más despacio, -dijo Bren. No lo hizo. Ella siguió su ritmo de todos modos. - ¿Qué es
esto? ¿Por qué quieres tus armas? -

-Me voy. Ahora. -

- ¿Qué? - Ella le agarró del brazo y le plantó los pies, y aunque estuvo a punto de arrastrarla
fuera de ellos, cedió ante ella y se detuvo. -No puedes irte. -

-Mírame. -

-Cal, te necesitamos. Te hemos entrenado para luchar y sobrevivir, y te debes...-

-He sobrevivido bien sin ti antes. -

- ¿Quieres decir que aparte de ser mordido por un zombi y casi morir en un barco a la
deriva? -

La gente seguía hablando de eso. -Tuve un mal día. - Tiró de su brazo y se apresuró a seguir,
llegó a la puerta cerrada de la armería. La golpeó con frustración. -Dámelas. - Tenía una
llave en una cadena alrededor del cuello. Mitch tenía la otra. Se preguntó si podría quitársela
por la fuerza o si ella le daría una patada en el culo. No es que lo intentara. Ponerle la mano
encima a cualquiera de las mujeres sería una invitación para que Mitch le cortara las pelotas
y las friera en aceite mientras Cal miraba.

-Mira. - Ella suavizó su tono. -Los hemos oído discutir a Mitch y a ti. Eso no significa que
tengas que irte. -

- ¿Pudieron escuchar? - Mierda, ¿qué más habían oído desde esa habitación?

-Sólo que estabas gritando, -dijo ella. El sonido viaja en este lugar. Se hace eco y rebota a
través de los conductos de ventilación. Pero eso no importa. No tienes que irte porque te
hayas peleado con Mitch. Te encontraremos otro lugar para dormir. Manténganse alejados el
uno del otro durante un par de semanas hasta que se calmen, y luego hablen de ello. -

-No vamos a besarnos y hacer las paces, Bren. -

-No tienen que hacerlo. Sólo tienen que ser civilizados y cooperar entre ustedes. ¿Crees que

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todas las chicas de mi equipo son mejores amigas? He disuelto muchas peleas entre ellas.
Pero pueden seguir trabajando juntas. -

Cal la miró sorprendido. -Mitch habla como si todas ustedes, señoras, fueran un dechado de
virtudes y nunca recurrieran a la violencia, excepto contra los zombis. -

-Con el debido respeto a Mitch, pero no pasa mucho tiempo en el baño de mujeres. Ha
habido más de un golpe y arrastre allí. - Ella sonrió. -No se lo digas. No me gustaría romper
sus ilusiones. -

-Le vendría bien romper alguna ilusión. Como la que cree que puedes vivir aquí otros dos
años y estar a salvo. -

-Bueno, tal vez en eso estoy de acuerdo con él. -Puso una mano en la puerta. -Cal, estás
enfadado y molesto. No estás pensando con claridad. No decidas ahora. Deberías consultarlo
con la almohada. -

Cal miró el estrecho pasillo, la sombría iluminación. Bren se interponía entre él y la salida a
la luz del sol, y tuvo que luchar contra un impulso loco de empujarla a un lado. Pero era
Bren. Le gustaba. Confiaba en ella. Y ella le estaba pidiendo que hiciera algo perfectamente
razonable.

-Lo consultare con la almohada, - dijo. -Pero dormiré en el Cora. -

- ¿Qué? ¿Por qué? -

-Necesito estar fuera de la plataforma. No puedo pensar con claridad aquí. - El lugar oprimía
su mente. La amortiguaba y la cerraba como si estuviera encerrada en una pequeña caja. Una
caja diminuta.

-Bueno, supongo que está bien. Está en su cabrestante ahora mismo. No me gusta la idea de
bajarlo al agua y dejarlo allí. Si Ethan...-

-Está bien. Déjalo colgado en el cabrestante". Sería como estar en una gran cuna, mecido por
su madre. Debería dormir como un bebé.

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Capítulo Veinte y Uno

Cal llevaba una hora a bordo del Cora y estaba sentado en la litera comiendo un sándwich
que le había enviado Bren, cuando el barco se balanceó violentamente. Se agarró al borde de
la litera. No había sido el viento, que sólo había sacudido el barco con un movimiento suave.
Alguien había subido a bordo. Sin permiso. Tres adivinanzas sobre quién. Y las dos
primeras no cuentan.

- ¿Cal? -

Mitch. Cal se levantó, no queriendo tener esta conversación en el dormitorio, ni sentado. Oyó
la pesada pisada de los pies de Mitch en la escalera de la cocina y salió a recibirlo, cerrando
la puerta de la pequeña sala de literas.

Mitch se encontraba al final de la escalera, con un aspecto grande e incómodo en el pequeño


barco, como no lo había hecho antes, cuando habían compartido la pequeña cocina
preparando café y sándwiches después del asalto a la base naval. La incomodidad también
era un estado de ánimo que hacía que un hombre dejara de sentirse cómodo en su piel. Mitch
ciertamente no se veía cómodo.

-Vine a ver si habías comido algo, -dijo Mitch.

-No, no lo hiciste, - dijo Cal. -Lo he hecho, por cierto, pero no es por eso que estás aquí. -

-Cal, por favor, detén esto. No tienes que irte. Si no puedes estar conmigo... lo entiendo. - Su
voz tembló. Puede que lo entienda, pero no estaba contento con ello. -Pero no te vayas. -

-No lo entiendes- dijo Cal, exasperado al ver que Mitch seguía sin entenderlo del todo.
-Quiero estar contigo. Esa es la cuestión. Quiero que vengas conmigo. Pero no te elegiré a ti
por encima de mi libertad. - ¿Libertad? ¿De dónde había salido eso? ¿Era ese el problema?
¿Todavía se sentía como un prisionero? Se encontró frotando su muñeca inconscientemente
de nuevo. El recuerdo de las ataduras no le abandonaba. -Y no me elegirás a mí por encima
de tus principios. -

-Si te refieres a lo que has dicho de que te persigue la policía, te juro que eso no me importa.
Es el pasado. No importa. -

-Eso es una mentira. Y eres un terrible mentiroso. -

-Si me lo dices". Intentó una sonrisa débil y poco convincente. -Apuesto a que he arrestado a
mil personas por cosas peores. No puedes escandalizarme. -

-Oh, creo que sí puedo. Deberías irte, Mitch. Esto no tiene sentido y sólo nos está dando más
dolor a los dos. –

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-Cal.- Dio un paso adelante, y el barco se balanceó, haciendo que se agarrara a cualquier
cosa sólida para mantener el equilibrio. Por instinto, Cal se acercó, listo para atraparlo si se
caía. -Esto es ridículo, -murmuró Mitch. -Es como estar en una cesta colgada de un árbol.
¿Por qué no vuelves a la plataforma? Esto es peligroso. No quiero llegar mañana por la
mañana y encontrarme con que te has abierto la cabeza al caer de la cama. -

-Estaba bien hasta que saltaste a bordo. Apenas se balancea cuando me muevo. -

-Tienes un paso más ligero. -Mitch miró hacia abajo, sus ojos recorrieron el cuerpo de Cal de
una manera que hizo que el calor se precipitara primero a las mejillas de Cal, y luego a su
vientre. Apreció mucho esa mirada. -O eres más... elegante. -

Nunca nadie había usado esa palabra para referirse a él. Cal tenía que admitir que le gustaba.
Si el cuerpo de Mitch era un arma pesada, diseñada para cargar y dominar, el de Cal era un
instrumento de precisión. Sabía exactamente cómo utilizarlo. Se sorprendió al descubrir que
lo usaba ahora, sin pensarlo, respondiendo a la cercanía de Mitch. Había aspirado su vientre
para que sus abdominales se perfilasen mejor a través de la fina y ceñida camisa que llevaba.
Levantó la barbilla, sacándola un poco como un desafío. El desafío era: "Te reto a que me
beses".

Mitch entendió claramente el desafío. Se acercó rápidamente y esto hizo que el barco se
balanceara lo suficiente como para que Cal cayera de espaldas contra la puerta del
dormitorio. Mitch se apretó contra él, inmovilizándolo allí. Lo besó.

El beso sabía a desesperación, y a Cal no le importaba. Quería todo de Mitch, incluida su


desesperación. Había probado la desesperación muchas veces antes, y le gustaba el poder
que le daba. Devolvió el beso con más pereza, acariciando la lengua de Mitch con la suya,
una suave caricia contra el duro y penetrante empuje de la lengua de Mitch. Mitch se apartó
y pasó una mano por el pelo de Cal.

-Cal, por favor, no te vayas, no así, no sin...- No continuó, los ojos se abrieron de par en par
y luego pareció avergonzado. Cal adivinó que sus pensamientos eran indignos. Bajos deseos
que creía haber superado. Pero a Cal le gustaban los bajos deseos. Los bajos deseos de otros
hombres eran carne y bebida para él.

- ¿No sin un último polvo? - Cal proporcionó.

-No, no es eso lo que quería decir. Significas más que eso para mí. Te amo. -

- ¿Qué tal si nos quedamos con el último polvo y olvidamos que has dicho el resto? - Fue
innecesariamente cruel, se dio cuenta, cuando la cara de Mitch cayó, sus ojos devastados. Oh
Dios, lo decía en serio. No estaba diciendo simplemente "te amo" para intentar que Cal se
quedara; lo decía en serio. Cal había escuchado esas palabras más veces de las que le
importaba recordar. Y siempre se había ido de todos modos.

145
Mitch se estaba apartando, con el rostro sombrío, repentinamente pálido y demacrado. No.
Cal no lo dejaría ir así. Se merecía algo por lo que acababa de decir. Se merecía ese último
polvo.

-No te vayas, - Agarró el brazo de Mitch y lo mantuvo en su sitio. -Un último polvo, Mitch.
Está en oferta. ¿Realmente vas a rechazarlo porque no... porque no puedo decirlo de vuelta? -

¿No puedes por qué? se preguntó Cal. ¿Porque no lo sentía? ¿O porque lo sentía y le daba
demasiado miedo? Sentimientos que nunca quiso tener por nadie. Nunca quiso renunciar a
ese poder, como lo había hecho su madre.

-Te lo dije una vez, -dijo Mitch. -Nunca puede ser sólo sexo para mí. No con alguien que se
queda. -

-No me quedo. Entonces puede ser sólo sexo. ¿A qué esperas? ¿Quieres que te suplique?
Porque tú eres el que vino a mí, Mitch. -

-No he venido para eso. -

-Mentira". Siempre venían por eso, sin importar la otra razón que alegaran. Cada hombre
venía a la persona que quería con al menos la esperanza de conseguir algo.

Mitch no se movió, sólo se quedó de pie, observando a Cal, clavando su mirada en la puerta.
Cal fue quien rompió el estancamiento.

-Bien. Nos vemos por la mañana. - Se dio la vuelta, pero como esperaba, Mitch se abalanzó
sobre él, girándolo, empujándolo de nuevo contra la puerta, inmovilizándolo con su cuerpo
esta vez. Su boca se estrelló contra la de Cal, pasando de la desesperación a una especie de
hambre insaciable.

Cal buscó por detrás el pomo de la puerta, lo encontró y se arrepintió inmediatamente cuando
lo pulsó, porque Mitch seguía empujando contra él. Entraron tambaleándose en el diminuto
dormitorio, y la puerta se cerró de golpe con un sonido astillado. Se deslizaron contra la
puerta, consiguiendo no acabar en un montón en la cubierta, y cayeron sobre la cama. El
Cora se balanceó tan violentamente que casi salieron despedidos.

-Mierda, quédate quieto un segundo. - Cal se preguntó por qué demonios había decidido
venir a dormir al barco. Tal vez deberían volver a la plataforma, sólo para esto, antes de
romperse el maldito cuello de tonto. Pero no podía renunciar al territorio. No podía ceder el
poder a Mitch. Una vez que estuviera de vuelta a bordo, Mitch lo convencería de quedarse.

Se quedaron inmóviles mientras el barco dejaba de balancearse poco a poco. No del todo
quietos. Las caderas de Mitch se movían, aún no exactamente moliendo, pero presionando
contra Cal, frotándose. La forma dura de su polla era visible a través de sus pantalones.

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-Bien, -dijo Cal cuando el barco se asentó. -Con cuidado. Siéntate y quítate las botas. -

¿Estaban haciendo sexo a medias o desnudos? Con media ropa, decidió. No quería animar a
Mitch a tener una idea equivocada, de que podría ser sexo perezoso de domingo por la
mañana otra vez. Este era el último momento de sexo desesperado. Nada de acurrucarse.

Mitch se sentó y se desabrochó las botas. Cal ya estaba descalzo y aprovechó para colocarse
completamente en la cama, de espaldas, y bajarse la cremallera de los pantalones. Mitch se
quitó la camisa, miró a Cal y se subió a la cama con los pantalones puestos. Se sentó a
horcajadas sobre Cal, que buscó la bragueta de Mitch y desabrochó el botón.

- ¿Traes lubricante?,- preguntó. Mitch dudó antes de responder. Tener lubricante era admitir
que había venido aquí para tener sexo, dijera lo que dijera. ¿Mentiría? ¿Fingir que no lo
tenía? Lo tenía. Cal vio el contorno del tubo flexible en el bolsillo izquierdo de su pantalón.

-Tengo un poco en el bolsillo. - Mitch no mintió. Cal admiraba eso; al menos Mitch no
intentaba fingir que estaba allí de alguna otra vez que habían follado. Como si hubiera estado
caminando con él sin querer. Oye, mira esto. Tengo lubricante en mi bolsillo. ¿No es una
suerte?

Se inclinó y empujó la camisa de Cal hacia arriba, obviamente tratando de quitársela, pero
Cal no levantó los brazos para ayudar, no le dejó quitársela, sólo la empujó hasta el pecho de
Cal, exponiendo sus pezones para que Mitch los acariciara, y luego se inclinó y besó. Cal
acarició los hombros de Mitch. Qué hombros tan anchos. Le gustaban los hombres con
buenos hombros. Mitch los necesitaba, ya que llevaba el peso del mundo todo el maldito
tiempo. Cal pasó las manos por los omóplatos, trazó entre ellos con las yemas de los dedos y
luego volvió a subir las manos por el pelo de Mitch, despeinándolo. Separando los dedos
para enhebrar el pelo, sujetó la cabeza de Mitch por los lados mientras Mitch bajaba,
besando el pecho y el vientre de Cal. Se detuvo al llegar a la cintura de los vaqueros de Cal.

Mitch no iba a intentar ninguna tontería como desabrochar la cremallera con los dientes,
¿verdad? Cal no creía que Mitch estuviera preparado para trucos tan avanzados. No, Mitch se
enderezó y bajó la cremallera lentamente, luego deslizó los vaqueros hacia abajo. La áspera
tela vaquera sobre su hormigueante piel hizo que Cal se estremeciera por completo. Levantó
el culo para que fuera más fácil. Mitch tiró de los vaqueros hasta las rodillas de Cal y se
detuvo. Miró a Cal a los ojos, apoyó sus grandes manos en el vientre de Cal y las deslizó
hacia abajo, con los dedos recorriendo la piel tensa y los duros músculos. Cal gimió. Sus
caderas se levantaron de la cama involuntariamente y sus abdominales se apretaron, con un
estremecimiento que recorrió sus abdominales. Mitch enganchó los pulgares en la cintura de
los pantalones cortos de Cal y se los quitó, tirando de ellos hasta las rodillas junto con los
vaqueros. La polla de Cal se levantó, ansiosa por ser tocada, y Mitch estaba ansioso por
tocarla, primero con la mano, acariciándola, encerrándola en un puño y bombeándola hasta
que Cal pedía más, luego inclinándose para lamer la cabeza y el tronco, con la lengua áspera
147
y húmeda sobre la piel al rojo vivo. Cal pensó que se perdería, que se correría demasiado
pronto, pero tomó aire, se agarró a la barandilla que tenía sobre la cabeza para agarrarse con
fuerza y trató de calmarse. Todavía no. Todavía no.

-Fóllame, por favor, - gimió. -Necesito que me folles ahora. - Necesidad. Realmente lo
necesitaba. No sólo follame, tío bueno, haz que me corra. Necesitaba que Mitch Kennedy lo
follara. La polla de Mitch Kennedy dentro de él. No sabía si podría ser un hombre completo
sin eso. Eso le asustaba. Odiaba esa desesperación en sí mismo tanto como le gustaba en los
demás. Odiaba necesitar tanto a alguien. Pero tenía que tenerlo ahora. Pataleó hasta que
consiguió quitarse los pantalones y los calzoncillos por completo. Cayeron al suelo.

-Vamos, - dijo. -Hazlo. -

-Dame una oportunidad, - dijo Mitch. Se arrodilló sobre Cal, lubricándose, luego se untó un
poco en los dedos y deslizó un par de dedos en el culo de Cal.

-Cuidado", susurró Cal, ronco, apenas capaz de hablar. Tenía los ojos cerrados. Se mordió el
labio. Estaba seguro de que se correría al instante si Mitch le tocara la próstata. Mitch tal vez
lo había incomprendido, hizo que su toque fuera más suave.

-Lo siento. ¿Te duele? No tenemos que hacer esto. -

Los ojos de Cal se abrieron de golpe. - ¿Qué? No. Hazlo. Me refería a que tengas cuidado
con lo que tocas. Estoy tan cerca...-

Mitch asintió. -Está bien. Relájate. - Agarró la base de la polla de Cal, aplicando presión en
el punto adecuado, y Cal exhaló un largo suspiro cuando la urgencia se redujo un poco. Se
arrepintió de haberse deshecho de su colección de anillos para el pene. Algunos de ellos
habían sido regalos. No era un hombre que se quedara con los regalos que le hacían los
hombres. La mayoría los había vendido, pero nunca había estado lo suficientemente
desesperado como para enfrentarse a la vergüenza de coger los anillos de pene para
venderlos por el peso de su oro o plata. - ¿Mejor? - Dijo Mitch.

-Sí. Sí. Estoy listo, Mitch. Por favor. -

Mitch siguió su ejemplo, moviéndose con un movimiento rápido e inusualmente suave,


empujando dentro de Cal. Mientras se enterraba profundamente, yendo despacio, el barco se
balanceó con una ráfaga de viento, y Cal apretó su agarre en la barandilla por encima de su
cabeza. No se atrevió a quitar las manos de allí, porque si lo hacía, le agarraría la polla y
acabaría con él rápidamente. No quería que aquello terminara todavía. Rodeó la cintura de
Mitch con sus piernas, cambiando el ángulo de penetración y sintiendo la fricción en su
próstata. Es el momento del botón caliente. Gimió y frotó su polla contra el vientre de Mitch.

-Hazlo. Fóllame. –

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Mitch se retiró lentamente y empujó rápidamente, haciendo que Cal gritara. Lo hizo una y
otra vez, hasta que Cal gritó a cada empujón. Empujó su polla en la mano de Mitch y éste la
acarició lentamente.

-Dios, estoy ardiendo. - Cal se soltó de la barandilla para arrancarse la camiseta por encima
de la cabeza y tirarla por la habitación. Luego rodeó a Mitch con los brazos y se levantó
hacia él. Como todavía tenía las piernas alrededor de él también, eso significaba que le
estaba pidiendo a Mitch que soportara todo su peso. No era posible. Mitch cayó hacia
delante, grande y pesado sobre Cal, inmovilizándolo contra la litera, con la polla de Cal
atrapada entre sus cuerpos en tensión. Y se corrió, con su semen caliente y pegajoso en su
piel sudorosa.

Besó a Mitch, casi lo devoró, hambriento de su placer, queriendo que Mitch gritara su éxtasis
mientras se besaban. Que llegara al orgasmo en un beso. Consiguió su deseo. Mitch intentó
apartarse para gritar, pero Cal mantuvo sus bocas cerradas, amortiguando el sonido,
compartiendo el placer que expresaba. Inhalando el clímax de Mitch, haciéndolo parte del
suyo. El mundo se balanceaba, el techo sobre su cabeza se tambaleaba, en parte el barco, en
parte su cabeza nadaba con la intensidad del placer. Y durante un rato no hubo techo. Sólo el
cielo negro y las estrellas. Las estrellas que apenas había conocido antes de que el mundo se
oscureciera y volvieran a brillar sin oposición, apagados los breves fuegos de la humanidad.

Volvió en sí con Mitch tumbado a su lado, con el brazo alrededor de la cintura de Cal y los
ojos cerrados, respirando uniformemente de una manera que parecía sospechosamente un
hombre a punto de dormirse. Cal quería dejarle hacer eso. Dormir en esa cama que se mecía
suavemente, calmado por el movimiento y el calor de su amante a su lado.

Pero si lo hacía, se despertaría como un hombre debilitado, aceptando quedarse. No podía


permitirse eso. Se había quedado demasiado tiempo. Miró hacia abajo y se dio cuenta de que
ambos estaban completamente desnudos. Ah, maldición.

Ese no había sido el plan. Ni siquiera sabía cuándo Mitch se había quitado los pantalones del
todo. Sin embargo, eso no había sido sexo perezoso de domingo por la mañana.

No, eso había sido un sexo alucinante, como el de las estrellas que sólo se consigue con
alguien especial. ¿Y cómo sabes eso? le preguntó su mente. Siempre huiste de cualquiera
que pareciera ser especial. No. Él lo sabía, porque en el pasado, el sexo así había sido la
señal para huir. Vio las estrellas, y lo siguiente que vio fue la carretera que salía de la ciudad.

Empujó el hombro de Mitch. -Mitch, despierta. No estás durmiendo aquí. - Intentó que su
voz fuera lo más fría posible. No fue muy convincente. Mitch abrió los ojos y le dedicó a Cal
una sonrisa bobalicona.

-Hace mucho tiempo que no es así. -

149
Cuando aún amaba a Dex, supuso Cal que quería decir.

-No estoy seguro de que haya sido nunca así, - continuó Mitch.

-Bueno, eso es muy halagador, pero...-

-Por favor, Cal, no me hagas rogar que me quede sólo unos minutos. - El dolor en su voz y
en sus ojos era difícil de soportar para Cal. Tan duro que quiso estirar la mano y apagar la luz
eléctrica para que al menos no pudiera ver los ojos. Pero si lo hacía, podría ser una invitación
a pasar la noche. A dormir aquí. Así que, en lugar de eso, se dio la vuelta para no tener que
mirar a Mitch. Mitch se apoyó en un codo y tocó el hombro de Cal, su pecho, pequeñas
caricias. Suaves. Seductoras. Caricias a las que habría que ser de piedra para pedir que
pararan.

- ¿Te despedirás antes de irte? - Preguntó Mitch. -A los otros, quiero decir. A los niños. -

Cal hizo una mueca, contento de que Mitch no pudiera ver eso. -No. Es mejor que me vaya a
primera hora, antes de que se levanten. No quiero que los niños se alteren. -

-Creo que eso es inevitable. -

Cal cerró los ojos. No importaba, se dijo a sí mismo. Y Mitch sólo estaba tratando de
manipularlo. Dudaba que Mitch hubiera pensado en las reacciones de los niños cuando echó
del grupo a los que se habían portado mal.

-Diles que me he ido a unirme a Papá Noel y a su banda de asesinos de zombis. -

-Les diré que recen por ti. - Las palabras sorprendieron a Cal, y se volvió para mirar a Mitch.

- ¿Eres un hombre que reza? -

-A veces, - dijo Mitch.

-Habría pensado que después de los últimos años, antes de todo esto, cualquier hombre de
nuestra clase no querría tener nada que ver con la religión. -

-Bueno, no puedo decir que haya tenido mucho que ver con la religión organizada. Pero Dios
nunca me llamó marica, así que...- Mitch se encogió de hombros. - ¿No eres creyente? -

-No. Me criaron como católico, pero no se me pegó. Nunca creí realmente. -

-Claro. -Mitch volvió a quedarse callado. Tenía su mano en el brazo de Cal. Su pulgar se
movía lentamente de un lado a otro, y todos los pelos del brazo de Cal se erizaron. -¿Eres
italiano, entonces?-

- ¿Qué? - Las palabras sacudieron a Cal, que empezaba a dejarse llevar también por una
neblina postorgásmica, casi durmiendo.

150
-Pareces italoamericano, - dijo Mitch.

Cal sabía que lo era, con su pelo negro y un ligero tono aceitunado en su piel. Siempre había
sido una parte muy eficaz de su caja de herramientas. Ahora se sentía como un sucio secreto
expuesto. Porque había ese sucio secreto detrás. Él era un sucio secreto. Desde el día en que
nació. No quería que Mitch supiera nada de su pasado. Nada de él. Se apartó y se levantó de
la cama. -Acordamos un último polvo. Ya lo has tenido. Ahora, si no te importa, me gustaría
dormir un poco. -

-Cal, ¿qué he...? -

-No hay argumentos. Levántate. - Recogió la ropa de Mitch y se la echó en los brazos
cuando se levantó.

-Cal, por favor, no termines así. -

-Podemos despedirnos por la mañana. Puedes vestirte en la cocina. - Empujó a Mitch hacia
fuera, cerró la puerta y volvió a abrirla para tirar también sus botas. Mitch seguía de pie
mirando, desnudo, con los brazos llenos de su ropa desarreglada. Cal cerró la puerta.

Volvió a meterse en la cama, que aún olía a Mitch.

151
Capítulo Veintidós

Cal hizo un último viaje de vuelta a la plataforma antes de que amaneciera. Fue a la
enfermería, donde una de las enfermeras estaba de guardia, y le hizo tomar una última
muestra de sangre para el médico. Mitch echó un último polvo; el médico recibió una última
muestra de sangre.

Por fin consiguió sus armas, después de despertar a Bren. Ella lo miró fijamente todo el
tiempo que estuvieron en la armería, dándole el tratamiento de silencio. Cuando fue a su
habitación y a la de Mitch para recoger su equipo, encontró su mochila y su chaqueta fuera
de la puerta. Estaba claro que Mitch no quería ninguna última despedida. Llevó su equipo al
barco.

Cuando volvió a la cubierta después de guardarlos abajo, Bren apareció con una caja que le
entregó, seguida de varias botellas grandes de agua potable.

-Cinco días de comida y agua, - dijo. -Después de eso estás por tu cuenta. Y hay algunos
suministros médicos. -

-De acuerdo, gracias. - Los puso todos en la cubierta y luego se acercó a ella para estrecharla.
-Adiós, Bren. Ha sido un placer conocerte. -Sonrió. - ¿Qué tal si me deseas suerte? -

Ella le agarró la mano con un apretón tan firme que él pensó que iba a intentar subirlo de
nuevo a bordo y arrastrarlo hasta la celda para encadenarlo de nuevo.

- ¿Qué tal si dejas de ser un idiota y no te vas?, - sugirió ella.

-Lo siento. -

Se aferró a su mano por un momento, pareciendo que estaba considerando seriamente la


opción de retenerlo como prisionero, antes de estrechar la mano y hablar con voz ronca.

-Buena suerte, imbécil. -

Lo tomó como un término de afecto. -Gracias. ¿Puedes bajarme con el cabrestante ahora? -

Lo hizo. Mientras el barco descendía, el brillo del sol naciente sobre el metal llamó la
atención de Cal, y miró hacia el helipuerto. Había alguien allí arriba. Una forma oscura a la
luz del amanecer. Pero la forma no era la de una mujer.

Cuando el barco tocó las olas y empezó a balancearse, Cal desenganchó rápidamente los
ganchos del cabrestante y se alejó de ellos. - ¡Arranca!,- gritó de nuevo. Los ganchos se
deslizaron por la cubierta y luego se elevaron. Luchó contra el ridículo impulso de agarrarse
a uno de ellos mientras su última conexión con la plataforma ascendía fuera de su alcance.

152
En lugar de eso, encendió los motores y dirigió el barco con cuidado para alejarlo de la
plataforma. No miró hacia atrás.

Se acercó a la orilla y luego bajó por la costa, en dirección contraria a la base naval que
habían asaltado. Pensó en continuar hasta llegar a la costa de México. Las fronteras
nacionales no significaban nada hoy en día, pero le daría una sensación de distancia, de
separación, aunque sólo fueran unas pocas millas más. Tenía que dejar atrás la plataforma,
en todos los sentidos. Aceleró y el barco rugió. El viento le agitaba el pelo y el rocío le
picaba en la cara, pero se sentía bien moverse así. El sol era brillante, el cielo y el agua tan
azules como en pleno verano. Algunas nubes se movían rápidamente. Era un día precioso, y
él era libre de nuevo.

Se negó a sentirse culpable. La culpa no era una emoción que le importara cargar con ella.
Era la más inútil. Aparte del amor, tal vez. No, el amor no era inútil. Era peligroso. Así que
no se sentiría culpable. Había bajado a tierra en peligro con ellos dos veces en viajes de
suministro.

Había luchado en una batalla. Había hecho guardias. Todo sin quejarse. Y le había dado a
Mitch un sexo alucinante. No tenía nada de qué sentirse culpable. Les había dado más de lo
que casi nadie había tenido de él.

Todo lo que había pedido a cambio era comida y alojamiento y algo de entrenamiento para
ayudarle a sobrevivir. No les había prometido nada. Había dejado claro que no quería
quedarse. Lo había hecho, ¿no?

Sí. Estaba seguro de que lo había hecho. Mitch, Bren y el resto no tenían motivos para
enfadarse con él ahora. Y se había ofrecido a llevar a Mitch con él. ¿Quién sabía qué clase de
vida podrían haber hecho juntos? Cal podría incluso haber asumido esa peligrosa carga del,
amor, si hubiera pasado mucho más tiempo con Mitch. Pero no se convertiría en un
prisionero. No por Mitch. Ni por nadie.

Cuando cayó la noche, apagó los motores, echó el ancla para no dejarse llevar por la marea y
se preparó la cena. Sólo un sándwich y café. No tenía mucho apetito para nada más. Volvió a
la cubierta para comerlo, se sentó en la proa, observando las estrellas. Era una noche sin luna
y muy oscura. Por eso se fijó en las luces.

Era difícil saber a qué distancia de la costa estaban. Tal vez unas pocas millas. No
parpadeaban como la luz del fuego, sino que eran constantes. Luz eléctrica. Entonces,
alguien con luz eléctrica. Se mantendría bien alejado. Tuvo suficiente compañía para durar
mucho tiempo. Cuando saliera el sol, volvería a ponerse en camino. Bajó a cubierta después
de comer, se arregló y fue al dormitorio. En cuanto bajó las mantas de la cama, percibió el
olor de Mitch en las sábanas y las almohadas. Maldita sea, debería haberlas cambiado antes
de salir. De todos modos, decidió que no le gustaba mucho la pequeña cabina.

153
Las paredes estaban demasiado juntas. Así que llevó un par de mantas a la cubierta, y luego
arrastró el colchón. El hecho de dejarlo en la cubierta le recordó la primera vez que él y
Mitch habían hecho el amor en su nido en el suelo.

Se tumbó con la ropa puesta. Hacía demasiado frío aquí fuera como para desvestirse. Pero
pensar en aquella primera vez con Mitch tuvo un efecto previsible en él. Se movió
incómodo, tratando de ignorar su erección, que estaba creciendo, presionando contra su
bragueta. Se dio cuenta de sus intentos de ignorarlo y se puso más dura.

Por el amor de Dios. Iba a tener la huella de su cremallera en ella de forma permanente.
Bajó la cremallera con un suspiro de alivio y metió una mano en su ropa interior, esperando
que la mano fría detuviera la excitación en su camino. No es posible. En cambio, su polla
calentó rápidamente su mano y se acarició lentamente. No se estaba masturbando con la
imagen de Mitch en su cabeza, se dijo a sí mismo. Sólo intentaba mantener la mano caliente
y ayudarse a sí mismo a dormir.

¿Dormiría tan bien como en la plataforma con Mitch? Probablemente no. No de nuevo. No
tendría la combinación de factores que inducían al sueño que había tenido allí. La seguridad,
el cuerpo caliente a su lado para acurrucarse si tenía frío, y el sexo, por supuesto. Maldita
sea, el sexo con Mitch había sido bueno. Un poco vainilla, ya que a Mitch no estaba en lo
kinky en absoluto. Pero, aun así, podría haber pasado mucho tiempo antes de que Cal se
aburriera del sexo.

En el pasado, rara vez había podido elegir a los hombres. No se adaptaba a sus preferencias
personales. Y desde que se acabó el mundo, era un caso de tomar las sobras que podía
conseguir. Hasta que conoció a Mitch. Era exactamente el tipo de Cal. Un "tipo" que casi
había olvidado que tenía, persiguiendo a los hombres que elegía por razones distintas a sus
deseos. Y con Mitch el sexo estaba a la altura de lo prometido.

Vale, se estaba masturbando, admitió cuando el presemen se derramó sobre sus dedos. Pero
no debería estar pensando en Mitch. Dejó que su mente vagara por varios hombres atractivos
que había conocido personalmente o por los que había babeado en la televisión o en las
películas. Pero recordar que probablemente todos ellos estaban muertos o eran zombis le
hizo perder la cabeza. Mitch no era ninguna de esas cosas. Era cálido y estaba muy vivo.
Voluminoso, un poco torpe. Fuerte pero amable. El recuerdo de sus grandes manos en el
cuerpo de Cal le hizo gemir y mover las caderas. Quería empujar la mano o la boca de Mitch.
O follar con él. No había follado con él, a pesar de que Mitch decía ser versátil. A Cal no le
importaba demasiado. Siempre había hecho lo que el otro hombre prefería. Pero se suponía
que con Mitch era diferente. Se lo había ofrecido y luego nunca lo había dejado.Cal se sintió
de repente lo suficientemente enfadado como para dar la vuelta a su barco y volver al aparejo
y... ¿qué? ¿Decirle a Mitch que se agachara y se agarrara los tobillos? Era una idea absurda,
y también excitante, tomar el mando con el hombre más grande.

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Decirle al policía lo que tenía que hacer. Y entonces se imaginó a Mitch con el uniforme, y
eso era todo; follándolo. Se imaginó a Mitch deteniéndolo y a Cal librándose de una multa de
tráfico chupándosela a Mitch, y luego follándoselo contra su coche patrulla, haciéndole
suplicar más.

Se río de la fantasía de película porno, y la risa se volvió temblorosa cuando llegó al clímax,
su mano se llenó de humedad y calor. Maldita sea, debería haber traído una toalla. No había
planeado masturbarse bajo las estrellas. Y menos aun pensando en Mitch. Se levantó, se
envolvió con una manta y entró a limpiarse.

Cal se despertó en cubierta con el amanecer, con la fina lluvia golpeando su cara. Ah, sí, eso
de dormir bajo las estrellas tenía inconvenientes que había olvidado. Salió de la lluvia y se
limpió, se lavó los dientes, pensó en afeitarse y no se molestó. Nadie se iba a quejar por el
rastrojo de barba por al besarlo, así que ¿para qué tomarse la molestia? Quizá se dejará
crecer la barba. Para conseguir el efecto de hombre de montaña. Desayunó, se despejó y se
llevó una taza de café al puente. Es hora de moverse. El sol se abría paso, las nubes grises se
despejaban y el chubasco se alejaba hacia el mar. La visibilidad era decente. Seguiría
abrazando la costa y no se detendría hasta que sólo le quedara un día de provisiones, y
entonces desembarcaría y asaltaría algún lugar para comer. Tal vez se aprovisionaría durante
un mes y seguiría adelante, pasando por México y América Central hasta llegar a América
del Sur. Ver lo que un hombre podría encontrar allí. O tal vez pasaría por el Canal de
Panamá y volvería a la costa este.

Ir al norte de nuevo, volver a Nueva York, ver qué había sido de su hogar.

Todo era un sueño. Por lo que él sabía, el Canal de Panamá estaba bloqueado con barcos
abandonados y naufragios. Y él no era lo suficientemente buen marinero para un viaje así.
Abrazar la costa podría evitar que se perdiera, pero ¿y si se perdía de vista en la niebla?
Había hecho algo de entrenamiento de navegación con el grupo, pero ¿lo suficiente como
para encontrar el camino a Nueva York? Ridículo. Aun así, era una bonita fantasía para un
rato, desplazando la verdad de que tendría que volver a desembarcar pronto. Sin embargo, no
tenía que quedarse allí. Podía bajar a tierra, conseguir provisiones y volver al Cora y anclar
cerca de la orilla. Podría dormir con relativa seguridad y seguir adelante cuando quisiera.
Sería como su versión personal de la plataforma.

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Sería mucho más solitario, pero no le importaba. La soledad era segura.

El sol de la mañana se asomó por fin con fuerza y el mar centelleó. Un destello de algo
blanco le llamó la atención, y cogió los prismáticos que tenía guardados junto al timón y los
dirigió hacia la costa. Era un barco. No, varias embarcaciones, parcialmente ocultas por los
árboles que rodeaban una ensenada. Las embarcaciones estaban dispuestas alrededor de un
embarcadero. Pero el lugar apenas parecía un puerto deportivo. Cal contó. Diez barcos de
tamaño decente, un par de ellos más grandes que el Cora, y un puñado de pequeños, a
menudo amarrados detrás de los grandes, sin espacio para ellos en el embarcadero.

Aceleró y el Cora redujo gradualmente la velocidad. Cal dirigió los prismáticos hacia el
embarcadero. Bastante viejo y desvencijado. El tipo de cosa que uno esperaría encontrar en
un bote o en una pequeña y vieja embarcación amarrada, no un montón de modernos
cruceros con cabina. No es en absoluto un puerto deportivo. Alguien había traído todos estos
barcos aquí recientemente.

Comprobó la orilla. Había un par de cobertizos casi escondidos entre los árboles que
llegaban hasta unos pocos metros de la orilla. Y había movimiento. No podía ver con
suficiente claridad, por mucho que intentara enfocar los prismáticos. Pero alguien o algo se
movía allí. Miró entonces los barcos, su curiosidad empezaba a crecer. Y lo que vio le hizo
convencerse de repente de que sabía de quién eran esos barcos. En la proa de cada barco
grande se había montado una ametralladora pesada. Las amenazantes formas negras eran
terriblemente incongruentes con las elegantes proas de las bonitas embarcaciones de recreo.
Los cruceros con camarotes se habían convertido en cañoneras. Barcos de ataque.

-Ethan. - Lo dijo en voz alta, como si eso lo hiciera cierto, no una suposición. No tenía que
ser Ethan. Podría ser un grupo de piratas saliendo a asaltar barcos como, bueno, como el de
Cal. ¿Y ahora qué? Fuera quien fuera, eran una amenaza para la plataforma. No se montan
armas en los barcos para luchar contra los zombis, sino para atacar a otros humanos.
¿Debería Cal volver y avisar a Mitch y Bren? Ya estaba fuera del alcance de la radio. Pero
Mitch ya sabía de la amenaza de Ethan. No necesitaba ninguna advertencia. No sabía cuántos
barcos tenía Ethan ahora, argumentó Cal consigo mismo. Ethan había estado ocupado.
Reunió más barcos, tal vez más hombres. Y había aprendido de la última incursión. Con esas
ametralladoras pesadas alimentadas por cinturón, sus barcos grandes podían hacer suficiente
fuego de supresión para que sus hombres pudieran subir a bordo desde las lanchas más
pequeñas y maniobrables. Estarían casi sin oposición hasta que subieran a cubierta. Y por
muy duras que fueran esas chicas, si Ethan tuviera más hombres, una vez que se produjera la
lucha en cubierta, la contienda sería desigual.

Maldita sea. Se había quedado quieto aquí el tiempo suficiente, y la marea empezaba a
llevarle a la orilla. Si alguien estaba observando desde allí... Definitivamente vio
movimiento. Los barcos seguramente estaban vigilados. Debería moverse.

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Si alguien había visto detenerse al Cora, tal vez supondría que sólo estaba echando un
vistazo -que era exactamente lo que estaba haciendo. y luego seguiría adelante. Abrió el
acelerador de nuevo y continuó por la costa. Durante tres kilómetros. Luego empezó a buscar
un lugar para atracar el Cora y desembarcar.

Al final lo dejó anclado y cogió el bote plegable que le habían dado en la plataforma cuando
reequiparon el Cora. Era mejor dejarlo donde ningún zombi errante pudiera subir a bordo, o
que nadie lo robara, a menos que nadara hasta él.

Se puso las botas de andar por casa y cogió una mochila que llevaba sobre todo munición, un
botiquín, agua y un par de barritas energéticas. Esta era sólo una corta misión de
reconocimiento. Nada más. Llevaba los prismáticos al cuello y su pistola en la funda del
cinturón. El rifle lo llevaba en las manos. En el último momento se acordó de meter un bloc
de papel y un par de lápices. Tal vez quisiera anotar algo sobre la configuración. Incluso
dibujar un mapa.

¿Y en beneficio de quién sería eso? preguntó una parte sarcástica de su mente. Podía oír la
sonrisa que había detrás. Cállate, se aconsejó a sí mismo. Escondió el bote y comenzó a
caminar hacia el norte.

157
Capítulo Veintitrés

Cal fue despacio y en silencio cuando se acercó al embarcadero y a las barcas atadas,
recordando el movimiento que había visto desde la costa. Como había temido, estaban
vigilados. Sólo que no había previsto por qué estaban vigilados.

Cuando llegó al final de los árboles que rodeaban la ensenada con el embarcadero, encontró
un recinto cerrado por una alta valla de alambre. Tenía un par de cabañas de madera con
techos de brea en su interior. Sólo estaba abierto en el embarcadero. Una persona podía
entrar por ahí, pero entonces se encontraría con la guardia. Zombis. Cinco zombis, entre los
que había un par de aspecto fresco, deambulaban por el interior de la valla. No podían salir a
buscar víctimas. Tenían que esperar a que las víctimas vinieran a ellos.

Mientras observaba, los zombis que se arrastran se animaron de repente y sus gemidos
aumentaron de tono. Por un segundo, Cal pensó que se habían dado cuenta de que estaba a
cubierto entre los árboles, que habían captado su olor, tal vez. Pero entonces oyó el sonido de
los motores de los coches. Y un momento después, las puertas de los coches dando un
portazo y las voces de los hombres acercándose.

Los zombis se estaban excitando mucho. En términos de zombis, al menos. Todos se habían
acercado al sonido de las voces tanto como les permitían las vallas y estaban estirando las
manos. Cuando los hombres aparecieron entre los árboles, los zombis se tensaron contra la
valla. El grupo de hombres se detuvo y una voz llegó hasta Cal con la brisa del mar.

-Bajen esos mamones. -

Varios hombres levantaron las armas y dispararon contra los zombis atrapados. Cayeron en
masa en un montón de carne podrida. Cal se dejó caer también como reacción a los disparos,
temiendo las balas perdidas. Volvió a levantar la vista con cautela.

-Arrójenlos al agua, - dijo el tipo que daba las órdenes.

Guardias desechables. Cuando quería acceder a la plataforma y a los barcos, volaba las
cabezas de ese grupo y traía otro grupo. Algo bastante enfermizo. De acuerdo, sólo eran
zombis, y él mismo había matado a muchos. Pero en defensa propia. No como esta mierda de
pez en un barril. Varios hombres arrastraron los cadáveres y los arrojaron al agua. El resto se
dividió, algunos se dirigieron directamente a los botes, otros entraron en las cabañas y
salieron poco después, llevando cajas con marcas del ejército estadounidense estampadas en
los laterales. Eso tenía que ser munición. Tal vez explosivos. Desde la otra cabaña
empezaron a sacar bidones de queroseno y a llevarlos a los botes. Estaba claro que iban a
estar ocupados aquí repostando los botes antes de partir. Cal se quedó mirando. ¿Iban a dejar
el lugar sin vigilancia cuando se fueran? ¿Debía quedarse a ver? ¿O debería volver al Cora

158
ahora? Pero aún no sabía con certeza si sus especulaciones sobre que se trataba de Ethan y
sus hombres eran ciertas.

El hombre que estaba al mando recorría el muelle de arriba a abajo, dando órdenes a la
gente. Finalmente se detuvo en medio del muelle y gritó. -Oigan, escuchen. - El parloteo de
los otros hombres se apagó. Dejaron de juguetear con los barriles de queroseno y las
municiones, la combinación ponía nervioso a Cal, y miraron a su jefe. -Un último
recordatorio. Quiero que tomen al maricón vivo. -

Cal se enfrió. Tenía razón. El tipo que estaba allí, con un aspecto tan amenazante como el de
un contable, aparte del rifle que llevaba a la espalda, debía ser Ethan.

-Tengo una cuenta pendiente con ese chupavergas, y no pretendo que muera rápidamente,
¿entienden? tómenlo vivo. -

Cal ya había tomado su elección. Esto sólo lo finalizó. Tenía que ayudar a Mitch. Ethan lo
mataría, lo haría lento y doloroso.

Tenían un montón de botes esta vez, y más armas. Podrían ganar. Entonces, ¿qué demonios
haría Cal al respecto? Era un hombre con un barco y un par de armas. Lo que necesitaba eran
explosivos. ¿Los hombres de Ethan vaciarían su choza de granadas? Supuso que iba a tener
que comprobarlo cuando se fueran, robar todas las que pudiera llevar y volver al Cora, para
luego regresar a la plataforma a ayudar. Tenía mucho combustible en el Cora, y podía ir
rápido a toda velocidad. Quemaría el maldito motor si fuera necesario. ¿Tenía alguna
posibilidad de alcanzarlos antes de que llegaran a la plataforma? Probablemente no, pero
podría abrir un segundo frente.

Así que esperó a cubierto, inquieto, pensando en su plan, por mucho que fuera un plan, hasta
que terminaron de enredar con la carga y el combustible y la mayoría subió a las lanchas. Un
par de hombres se quedaron en el embarcadero, echando los botes y haciendo una cosa más
antes de irse. Se situaron al principio del embarcadero y tiraron de unas cuerdas atadas a un
pequeño camión que habían traído y aparcado dentro del recinto. Una rampa situada en la
parte trasera del camión se derrumbó, y los dos tipos corrieron como locos y saltaron a los
botes. Cinco nuevos guardias zombis bajaron a trompicones por la rampa, dirigiéndose hacia
el movimiento, pero perdieron el interés cuando los botes se alejaron, llevándose al último de
los hombres con ellos. Cal se levantó y se dirigió a la alambrada. Tenía que llegar a los
explosivos, lo que significaba acabar primero con los nuevos guardias. Por el momento, iban
de un lado a otro sin rumbo fijo, chocando a veces entre ellos. Cal sacó su pistola Browning
y agitó el cable para acercarlos y facilitar los disparos. -Hola, cabezas muertas. Vengan por
un bocado. -

Se volvieron al oír su voz. Un par de ellos, un hombre y una mujer, ambos de aspecto
bastante fresco, se acercaron unos pasos a él, y él apuntó.

159
Pero entonces ambos se detuvieron, se dieron la vuelta y volvieron a alejarse.

- ¿Qué coño? - Cal volvió a sacudir el cable. - ¿Qué soy, hígado picado? ¿No me ven,
bastardos muertos? -

Al diablo con esto. ¿Qué demonios les pasaba? ¿Acaso los zombis ya no estaban orgullosos
de su trabajo? Ya no hacían zombis como antes.

-Vale, pongámonos así. A ver si me importa. - Uno a uno, les disparó y se desplomaron en el
suelo. Uno casi se desmoronó, tan podrido estaba.

Entró en la valla con bastante facilidad. La puerta no estaba asegurada de forma seria. No era
necesario con los zombis dentro. La caseta de municiones y explosivos era más difícil, pero
Cal había aprendido a abrir cerraduras con un viejo de Arkansas hacía un año. El anciano
ganzúa solía sonreír mientras decía que las habilidades de un artesano debían transmitirse
para que no desaparecieran. Cal dudaba, dados los tatuajes carcelarios arrugados y marchitos
en los brazos del hombre, de que hubiera adquirido la habilidad en cuestión trabajando de
forma legal.

En el interior encontró varios montones de cajas llenas de granadas y dinamita. La cuestión


era cómo llevarlas rápidamente al Cora. Corriendo hacia afuera, encontró la respuesta. Un
par de pequeñas embarcaciones con motores fuera de borda permanecieron atadas en el
muelle. Demasiado pequeñas y lentas para ser útiles en una incursión. Así que cargó en ellos
varias cajas de explosivos y se lanzó a la costa hacia el Cora. La flotilla sólo podía moverse
a la velocidad del barco más lento, y su barco más lento había sido mucho más lento que el
Cora. Los alcanzaría.

Mitch resistió la tentación de enfurruñarse en su habitación por segunda noche y fue a


reunirse con el grupo para cenar. Tuvo que aguantar miradas tanto de lástima como de
curiosidad. Algunos lamentaban que hubiera perdido a su hombre; otros se preguntaban qué
había hecho para alejar a Cal. Cogió su bandeja para reunirse con Bren, que estaba sentado
sola, inusualmente, Inez estaba trabajando en la línea de servicio. El aire melancólico de
Bren probablemente había desanimado a la gente. Pero a Mitch no le disuadió. En cuanto se
sentó, empezó a hablar como si él hubiera estado allí todo el tiempo y sólo se hubiera
apartado para coger la sal.

-La clave va a ser las madres. Ponerlas de nuestro lado, y podríamos inclinar la balanza. -

160
- ¿Se supone que debo saber de qué estás hablando? - Preguntó Mitch.

-Las elecciones al consejo, maldita sea. -

Por supuesto. No había hablado de otra cosa desde aquella reunión. Ni siquiera la partida de
Cal la había detenido. Sólo hablaba de eso en términos de lo que podría suponer para la
elección del consejo. Mitch estaba seguro de que estaba triste por su marcha, pero no era de
las que hablaban de sus sentimientos de pena y decepción por la pérdida de Cal.
Probablemente culpaba a Mitch, como estaba seguro de que muchos lo hacían, asumiendo
que él había hecho algo para molestar a Cal.

- ¿Por qué las madres? - Preguntó Mitch.

-Porque podemos apelar a sus instintos maternales para proteger a los niños. -

-Un poco cínico de tu parte, Bren. -

-Esto es política. -

De hecho. Costará lo que costara, tenían que hacer creer a las mujeres que era allí donde
estaban más seguras.

La alarma empezó a sonar, y la voz de Tanya llegó por la megafonía. -¡Puestos de combate!
¡Puestos de combate! Barcos entrando. Defensores saquen las armas y preséntense en sus
puestos de combate. Todos los no combatientes al refugio. Repito. Todos los no
combatientes al refugio. -

Soy un maldito gafe.

Todos abandonaron su comida y corrieron incluso antes de que Tanya terminara su anuncio.
Debbie estaba en la armería, repartiendo armas a una fila de soldados que se movía
rápidamente, que las cogieron y corrieron hacia la cubierta.

-Voy a sacar los RPG, -dijo Bren. Mitch no podía discutir esta idea. Era la mejor que había
escuchado en todo el día.

Pasaron por delante de Debbie, sin romper su ritmo, y abrieron las largas cajas en las que
estaban los lanzacohetes.

-Oye, Debbie, -dijo Bren. -Consigue un par de voluntarios para llevar estas cajas a la
cubierta. -

- ¡De acuerdo! - Las mujeres habían recogido sus armas y se fueron. Debbie corrió a buscar
algunos ayudantes. Mitch y Bren cogieron los rifles y las pistolas y se dirigieron a la cubierta
con los lanzadores y un cohete cada uno para ponerlos en marcha hasta que subieran el resto
de las cajas.

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Mitch irrumpió en la cubierta para encontrarla sorprendentemente tranquila. Los barcos no
debían estar todavía al alcance para disparar. Hubo órdenes gritadas, la mayoría de Tanya, en
su nido de francotirador.

Pero no hubo gritos de pánico, y Mitch estaba orgulloso de su escuadrón, rápido y eficiente
en la toma de posición, listo para luchar.

- ¿Qué hora es esta para un ataque? - Mitch se quejó. Era la hora de la cena. ¿No se suponía
que los ataques eran a medianoche, a las tres de la mañana o al amanecer?

-Al anochecer, - dijo Bren. -No es una mala hora para un ataque. La visión humana no es
buena al anochecer o al amanecer, y estamos cansados de un largo día de trabajo, no nos
despertamos de una buena noche de sueño como lo haríamos al amanecer. -

-Realmente estabas prestando atención en West Point. -

- ¡Ja! - Le dio un codazo. -Lo aprendí haciéndolo, no en un aula. Buena suerte. -Se separaron
para tomar sus posiciones.

Mitch encontró su lugar en la barandilla y cargó su rifle, luego el lanzacohetes. Dos mujeres
dejaron una caja con varios RPG más a su lado y salieron corriendo a por más antes de que
pudiera dar las gracias. Miró por encima del agua a las embarcaciones que se acercaban:
formas oscuras y grisáceas con las luces encendidas que confundían su visión. Bren tenía
razón. En plena oscuridad sólo se apuntaría a las luces. Pero ahora no sabía si estaba viendo
formas o luces. Y no podía saber a qué distancia estaban. Tanya podía. Ella tenía binoculares
Tenía prismáticos y un buen ojo para calcular la distancia. Su voz llegó por el walkie-talkie.

-En el rango de los RPGs.-

Aquí vamos, entonces. Mitch levantó el lanzacohetes para apoyarlo en su hombro y apuntó a
los barcos. Dios, no había ninguna posibilidad de que le diera a uno. Había recibido sólo dos
lecciones sobre cómo usar esta maldita cosa, y todo lo que había tenido que disparar era el
mar.… siempre le daba a eso. Pero tomó aire, apuntó a las formas grises y disparó.

162
Capítulo Veinticuatro

Cal se quedó mirando una explosión en la masa de barcos que tenía delante. Se acercaba
rápidamente, a sólo quinientas yardas detrás de la flotilla de Ethan, y la plataforma era una
forma oscura más allá. Esperaba alcanzarlos antes de que llegaran y evitar su ataque, pero no
había sido lo suficientemente rápido. Ya estaban atacando. Se dispersaron de repente, ya no
estaban agrupados, y empezaron a rodear la plataforma. Las formas más pequeñas se
alejaron de las más grandes. Las lanchas, que llevaban a los hombres que intentaban subir a
la plataforma.

Cal dejaría que los defensores a bordo de la plataforma se ocuparan de ellos, al menos por
ahora. Tenía peces más grandes que freír. Se dirigió a uno de los cruceros con cabina y cogió
un paquete de dinamita pegado con cinta adhesiva, con una granada adjunta. No había sido
fácil fabricarlas, y había tenido que dirigir el Cora con las rodillas mientras trabajaba en las
bombas. Listo... listo. Ahora mismo. Tiró del pasador de la granada con los dientes y lanzó
su bomba para que cayera en el crucero de la cabina mientras pasaba a toda velocidad. Los
hombres a bordo, uno dirigiendo, otro en la ametralladora de la proa, no se dieron cuenta,
demasiado concentrados en el ataque. El hombre del timón incluso miró en dirección a Cal
cuando el Cora pasó, aparentemente sin darse cuenta de que no pertenecía a su grupo.

La bomba explotó, arrancando la mayor parte de la parte trasera del barco. Su proa se elevó
en el aire y se hundió rápidamente, mientras el artillero saltaba para salvar su vida. ¡Qué
bien! Cal abrió el acelerador y se lanzó hacia el siguiente barco. Otra bomba voló por el aire.
Esta aterrizó prácticamente en el puente de mando. El hombre del timón la miraba fijamente.
Cal no pudo oírle por encima del rugido de los motores y los disparos. Pero reconoció la cara
de "oh, mierda". El hombre saltó por la borda. La bomba estalló y partió el barco en dos. El
motor o el combustible, o algo, explotó con un poderoso rugido, lanzando llamas hacia el
cielo. Cal sintió el calor en su espalda mientras impulsaba el Cora, a toda velocidad,
desesperado por escapar de la explosión, temiendo que una chispa o un trozo de escombro en
llamas cayera en una de sus cajas de granadas y dinamita. Entonces sería Bye-Bye, Birdie.

Mientras daba la vuelta a la embarcación para ir en busca de más cruceros con camarotes,
pasó por delante de varias embarcaciones pequeñas, cuya estela las hacía oscilar, o
simplemente les bloqueaba el paso con su barco. Oyó gritos de enfado procedentes de ellos.
Eso le ayudó a apuntar mejor. Lanzaba granadas al pasar, pero no siempre conseguía que una
cayera en un bote, pero incluso si fallaba y daba en el agua, la explosión posterior podía
agujerear un bote o volcarlo, arrojando a los hombres fuera. Cal se apartó al darse cuenta de
que se estaba acercando a la plataforma, donde era probable que los defensores le dispararan.
La sangre en sus oídos hacía que los disparos sonaran lejanos, pero estaban cerca. Y la gente
de Ethan había empezado a darse cuenta de que tenían un enemigo justo en medio de ellos,

163
además de disparar desde arriba. Tuvo que agacharse cuando los disparos se dirigieron hacia
él. Un hombre en la proa de un crucero con camarotes había dirigido su pesada arma hacia el
Cora, pero el movimiento de ambos barcos hizo que sus disparos pasaran por encima de Cal.
Cal apuntó al hombre con su rifle, lo intentó dos veces y falló. Joder, tengo que acabar con él
antes de...

El hombre se sacudió y salió volando hacia atrás, fuera de su bote, hacia el agua. Un disparo
desde la plataforma, se dio cuenta Cal. ¿Sabían siquiera que lo habían salvado? Tal vez no.
Con el artillero muerto, el otro bote sólo tenía un hombre a bordo, dirigiéndolo. Cal aceleró
el motor y se abalanzó sobre él, viendo el shock en la cara del timonel. No se estrelló contra
él, sino que pasó por la popa con su amplia y acogedora cubierta y lanzó su tercera bomba.
Al salir rugiendo, la onda expansiva levantó su propia popa, lo lanzó contra el timón y casi
inundó la proa del Cora. Pero rebotó hacia arriba, con el agua cayendo a borbotones, y se
mantuvo a flote. Cuando Cal miró hacia atrás, el otro barco estaba desapareciendo
rápidamente bajo las olas.

Tenía dos bombas más, y había cinco cruceros más. Mientras pensaba en ello, un gran
estruendo proveniente del otro lado de la plataforma le dijo que debía ajustar la cifra a
cuatro. La gente de Mitch estaba usando sus lanzacohetes. Sonrió.

Se dio cuenta de que volvía a estar muy cerca de la plataforma y de las pequeñas
embarcaciones que la atacaban. Se apartó para flanquearlos y comenzó a lanzar granadas.

Los disparos le obligaron a agacharse y a asomarse para ver por dónde iba, temiendo que el
Cora se estrellara contra una de las patas de la plataforma. Maldijo cuando algo le golpeó en
la espalda y se giró a tiempo para ver qué era, granada. Rodó fuera de él y cayó limpiamente
en la caja que contenía las granadas de Cal y sus dos últimas bombas.

- ¡Oh, mierda! -

Cal se lanzó por la barandilla al agua incluso mientras terminaba con la A de "mierda".

- ¡Mitch! - Blanca agarró a Mitch mientras pasaba corriendo. -Algo es raro. Uno de los
barcos. Está atacando a los otros. -

- ¿Qué? - Mitch se inclinó sobre la barandilla para ver de qué estaba hablando.

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-Ese crucero con cabina. El tipo a bordo está lanzando granadas a los otros barcos. - Mitch lo
vio entonces, difícil de distinguir en la penumbra, pero un crucero con cabina. Un hombre,
vestido todo de oscuro, de pelo oscuro, estaba efectivamente lanzando cosas a los pequeños
botes que intentaban acercarse a la plataforma. Barcos que luego explotaban. Tenía razón. Y
sabía quién era.

- ¡Es el Cora! ¡Es Cal! ¡No disparen a ese barco! - Lo gritó a los otros que estaban cerca. -
¡Es el Cora! - Levantó su radio a la boca y gritó en ella, esperando ser escuchado. -Todas las
unidades. El Cora está ahí abajo. Comprueben sus objetivos. Repito, el Cora está en la
lucha. Cal está en la lucha. Comprueben sus objetivos. -

-Es el único crucero con cabina sin un arma en la proa, - dijo Blanca, y Mitch lo repitió por
radio. Cal se daría cuenta del peligro, seguramente, de que podría ser disparado por los
defensores. Se protegería. Estaba aquí. Había vuelto. Mitch quiso sonreír como un tonto, a
pesar del peligro que aún corrían todos. ¡Cal estaba en la lucha!

Volvió a mirar por encima de la barandilla, justo a tiempo para ver al hombre que estaba
seguro de que era Cal lanzarse al agua. ¿Qué demonios? El Cora explotó. La onda expansiva
tiró a Mitch y a Blanca a la cubierta en un montón.

Cuando él la soltó para ponerse en pie, ella gritó algo que sonaba demasiado idiomático para
sus limitados conocimientos de español. Ella recuperó la pistola que se le había caído, y los
dos se subieron a la barandilla al mismo tiempo, mirando los restos de la nave.

- ¡Traed una luz aquí abajo! - gritó Blanca, y la mujer que manejaba el foco ilumino el agua.
La oscuridad se ilumino rápidamente. Trozos del Cora y de otros barcos se balanceaban
sobre las olas. Mitch buscó, con ganas de gritar. Cal no sabía nadar. ¿Por qué demonios no le
habían enseñado a nadar?

- ¡Allí! - gritó Blanca, señalando. Mitch lo vio, una figura oscura que se aferraba a un trozo
de escombros, incluso cuando desapareció de la vista, flotando debajo de la plataforma.
Mitch dejó a Blanca y cogió a otro par de voluntarios. Corrió hacia el cabrestante en el que
se había colgado el Cora y, en cuanto llegó, saltó y se agarró al cable, se deslizó, haciéndose
daño en las manos, hasta que su bota dio con el gancho y metió el pie con fuerza.

- ¡Bájenme!, -ordenó a las mujeres de aspecto desconcertado.

- ¡Te van a disparar!, - protestó una.

- ¡Hazlo! - Se arriesgó. Tenía que bajar por Cal. - ¡Y apunten algo de luz aquí abajo!,- añadió
mientras el cable comenzaba a descender.

Bajó, lejos de la relativa seguridad de la plataforma, colgando indefenso y expuesto a ser


disparado en cualquier momento, y ni siquiera podía ver a Cal.

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- ¡Cal! ¡Cal! ¿Dónde estás?,- gritó. Un faro se encendió por encima, deslumbrándolo, pero
escuchó algo, débil por encima del ruido de las armas y los barcos. Su nombre.

- ¡Mitch! -

Sus botas estaban casi en el agua. Hizo un gesto frenético para que dejaran de bajarlo.
Maldita sea, debería haber traído un aro salvavidas para lanzárselo a Cal. Pero algo se movía
hacia él, y cuando sus ojos se ajustaron vio que era un hombre. Los restos de la embarcación
a la que se aferraba se estaban hundiendo. No iba a flotar mucho más.

- ¿Cal? -

- ¡Mitch! -

Mitch se lanzó al agua. El frío le dejó sin aliento durante un segundo, pero se sacudió, tragó
un par de respiraciones profundas y nadó hacia Cal. Estaba seguro de que se movía a la
velocidad de un glaciar, pero sólo pasaron unos segundos hasta que llegó a Cal.

Cuando sus manos se juntaron, una ola se estrelló contra el trozo de naufragio y lo arrancó
del agarre de Cal, empujándolo bajo el agua. Su mano se deslizó fuera de la de Mitch.

- ¡No! - Mitch hundió el brazo en el mar donde Cal había desaparecido y agarró algo. Un
puñado de la chaqueta de cuero de Cal. Se impulsó, sin saber de dónde sacó la fuerza, y tiró
de Cal hasta que su cabeza quedó por encima de la superficie. Cal balbuceó y escupió agua.
Mitch se lanzó a por el cable, arrastrando a Cal tras él. Cuando lo alcanzó, el anzuelo estaba
sumergido y agitó un pie hasta que se enganchó.

-Agárrate a mí, - ordenó Mitch, tirando de Cal con un brazo y agarrándose al cable con el
otro. Cal se enrolló alrededor de Mitch, sujetándose con fuerza, con uno de sus pies encima
del pie de Mitch en el gancho. Mitch no necesitó hacer una señal a su gente de arriba; debían
de estar mirando, viendo a los dos bien sujetos en el cable. Comenzó a ascender.

La tos agitó el cuerpo de Cal. Mitch lo sujetó por la cintura, temiendo que estuviera herido y
perdiera el agarre. Pero Cal se aferró a él durante toda la subida, a pesar de la tos.
Ascendieron bajo el resplandor del faro. Mitch se dio cuenta del silencio cuando llegaron al
nivel de la cubierta y las manos los arrastraron a ambos para que bajaran. Los disparos
habían cesado. La batalla había terminado. Sus pies tocaron la cubierta, Cal y él cayeron de
espaldas. Mitch rodó y se puso rápidamente sobre las manos y las rodillas, inclinándose
sobre Cal, que seguía tosiendo y escupiendo agua.

-Cal, mírame, - dijo Mitch, con una voz no tan dominante y firme como quería. Temblando
un poco. Volvió la cara de Cal hacia él. - ¿Puedes abrir los ojos? ¿Estás herido? -

Cal abrió los ojos y miró fijamente a Mitch. Habló, con la voz entrecortada. -No, no estoy
herido. Aunque respiré la mitad del océano y me tragué la otra mitad. -

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Mitch se debilitó de alivio y sus brazos temblaron. Los puso rígidos. Cal no necesitaba que
Mitch se cayera encima de él. -Te llevaremos a la enfermería en un segundo. Sólo necesito
saber qué está pasando. -

-Eso te lo puedo decir. - Era Bren, jadeando y sudando, pero con una gran sonrisa en la cara.
-Se están retirando. Lo que queda de ellos. Ganamos, gracias a Han Solo aquí. -

-No era yo el que tenía lanzacohetes, - susurró Cal con voz dolorida, y Mitch decidió que eso
era suficiente por ahora. Cal estaba herido, y respirar agua contaba como una herida.
Además, estaba empapado y tumbado en una cubierta fría al aire de la noche. Era hora de
sacarlo de aquí.

- ¿Puedes ponerte de pie? - preguntó Mitch. Cal lo hizo, con Mitch ayudándole a levantarse y
manteniéndole erguido.

-Llevaré a la doc a la enfermería, -dijo Bren. -También tenemos un par de heridos leves entre
las tropas. Llevemos a la enfermería a todos los que necesiten estar allí. El resto de ustedes. -
Levantó la voz cuando los soldados comenzaron a reunirse. -Lo han hecho muy bien. Pero
tomen agua y una barrita energética o algo y en sus puestos hasta que les ordene que se
retiren. Puede que se estén reagrupando. -

Mitch lo dudaba. Entre los defensores y Cal, habían hecho un número en su flotilla. Ayudó a
Cal a alejarse y a entrar. Cal se tambaleaba sobre sus pies, pero la tos había cesado. Cuando
llegaron a la enfermería, estaba desierta, el personal médico seguía en el refugio y Cal era el
primer herido en llegar.

-Deja que te quite la chaqueta, - dijo Mitch mientras Cal se sentaba en una cama de
exploración. -Y tus botas. -En realidad, debería desvestirlo por completo; su ropa estaba
empapada y cuanto antes se la quitara, mejor. Pero debía dejar eso a los médicos. Sin
embargo, Cal no necesitaba que nadie se lo dijera. Se quitó la camisa por encima de la
cabeza y la tiró para que cayera al suelo. Luego sonrió irónicamente a Mitch.

-Supongo que debería tener más cuidado con mi ropa, ya que son las únicas posesiones que
me quedan. -

-Te encontraremos ropa nueva, - dijo Mitch. -Es una pena lo del Winchester, sin embargo. -
Bien. Bromas. Que sea impersonal. No era el momento de preguntarle a Cal si se quedaría y
si tal vez volvería a la cama de Mitch pronto.

Cal tanteó el botón de su bragueta y maldijo. -Tengo las manos entumecidas. - Miró a Mitch.
-Te agradecería un poco de ayuda, si puedes arreglártelas. -

¿Qué demonios le estaba haciendo Cal? Se quedó allí, empapado y temblando, con cara de
necesitar que alguien le secara con una toalla y le diera un abrazo cálido, y le pidió a Mitch

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que le quitara los pantalones.

-No es saludable sentarse con la ropa mojada, - dijo Cal. -Tú también deberías quitarte la
tuya. - Mitch se colocó frente a Cal y no tenía ni idea de dónde posar sus ojos. ¿En la cara de
Cal con su intensa expresión? ¿En su pecho, un terreno de juego demasiado familiar para las
manos de Mitch? O en sus manos mientras bajaba lentamente la cremallera de los vaqueros
de Cal, la tela húmeda y pesada, difícil de trabajar. Estaba lo suficientemente cerca como
para oír la respiración de Cal, ver el ascenso y descenso de su pecho.

Quería desesperadamente atraer a Cal a sus brazos y besarlo. No un beso de "volvamos a


estar juntos", sino uno de agradecimiento por el regreso de Cal, por su ayuda contra los
atacantes. Se encontró demasiado cerca, con los ojos en la boca de Cal, inclinándose hacia él,
cuando el sonido de las voces que se acercaban le hizo detenerse y retroceder. La doctora y
las enfermeras irrumpieron en la habitación.

- ¡Un paciente ya…Cal! ¿Qué en el infierno? - Phyllis se quedó mirando, y luego se sacudió.
-No importa. Ya estás aquí. ¿Qué te pasa? -

-Tragué e inhalé una tonelada de agua de mar, - dijo Cal.

-Asqueroso. Bien, vamos a echarte un vistazo. Que alguien le ayude a quitarle los
pantalones. -

A Mitch le hubiera gustado quedarse y terminar el trabajo que había empezado. Pero también
tenía que ir a ponerse ropa seca. Después de sostener la mirada de Cal durante un largo
momento, se apresuró a salir de la enfermería.

168
Capítulo Veinticinco

Cal se acercó a la habitación que solía compartir con Mitch, lo que parecía ser hace meses.
Era increíble pensar que sólo habían pasado un par de días. La puerta estaba abierta, la luz
encendida. Tomó aire y golpeó la puerta.

-Mitch, ¿estás ahí? -

-Estoy aquí. -

Oyó los resortes del catre. Cuando entró, Mitch estaba de pie junto a él. Los dos catres
seguían sujetos. Cal se detuvo justo dentro de la puerta.

- ¿Te han dado el alta en la enfermería? - preguntó Mitch.

-Sí. El médico quería vigilarme durante la noche para asegurarse de que el agua que he
inhalado no me provocara una infección pulmonar. Pero no hay señales de ello. Ahora estoy
bien. - Tenía la voz ronca y se había visto pálido en un espejo mientras subía. Pero trató de
poner una cara valiente, por muy atractiva que fuera la perspectiva de que Mitch se ocupara
de él. No podía volver aquí y esperar volver a la cama con Mitch.

-Bren dice que me encontrará otro lugar para dormir, - dijo Cal. -Si no quieres que vuelva
aquí. -

- ¿Qué? No... por supuesto que puedes quedarte. - Mitch volvió a mirar los catres atados.
-Podemos volver a dividirlos. Si eso es lo que quieres. -

- ¿Podemos hablar? - Cal se abrazó a sí mismo, helado por las paredes de metal. Mitch cogió
una manta de la cama y la puso alrededor de los hombros de Cal.

-Ven aquí-, dijo y se sentó en la cama. Cal se sentó a su lado, cerca, buscando su calor.
Cuando Mitch le pasó un brazo por los hombros tímidamente, Cal se inclinó hacia él. Mitch
dio un pequeño suspiro. -Entonces, ¿qué pasó? ¿Cómo acabaste haciendo el papel de Han
Solo? -

Cal le comento. Le explicó que había visto el pequeño puerto deportivo de Ethan con sus
guardias zombis. Al ver que el grupo de Ethan se dirigía a atacar la plataforma. Siguiendo en
el Cora, decidido a detenerlos.

-Le oí decir...- Cal no citó el resto de la odiosa instrucción de Ethan de capturar a Mitch vivo
para que Ethan pudiera igualar el marcador. -No necesitas escuchar esa mierda. Pero tenía la
intención de matarte. -Se encogió de hombros y se inclinó más hacia Mitch. -No podía
alejarme y dejar que sucediera.

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- ¿Te... quedas? -

Había más de una pregunta. ¿Pero todas las respuestas eran las mismas?

-Como ya no tengo barco, ni siquiera armas, supongo que sí, - dijo Cal. -Si todavía soy
bienvenido. -

-Después de lo que has hecho hoy, creo que serías bienvenido a casarte con cualquiera de
nosotros a bordo que tenga la edad suficiente. -

¿Nosotros? Esa era una forma interesante de decirlo. Eso hizo que Cal se pusiera un poco
nervioso de nuevo. Nunca le había hecho mucho caso a ese debate sobre dejar que los chicos
se casen con chicos. No parecía relevante para un hombre que nunca se quedaba en un lugar
lo suficiente como para que alguien le propusiera matrimonio. Pero Mitch, con esa
conciencia social que tenía, probablemente solía hacer campaña y votar propuestas y
enmiendas. Cal no había votado nunca en su vida, ni siquiera había hecho campaña.

- ¿Por qué te fuiste, Cal? - Preguntó Mitch. -Por favor, dímelo. Puedes confiar en mí. -

- ¿Puedo? -

-Por supuesto que puedes. - Mitch sonrió. -Soy un agente de policía. -

Cal resopló, más divertido que cínico. En realidad, no odiaba a los policías como tales. Había
conocido a varios buenos. Mitch era el mejor que había conocido, pero quizás era parcial.

-Tengo miedo, Mitch. Tengo miedo de ti. Tengo miedo de lo que siento por ti. -

Los ojos de Mitch se abrieron de par en par. Quizás no era lo que esperaba, o esperaba, una
declaración de amor, como la que había hecho para evitar que Cal se fuera. Pero Cal no
estaba preparado para eso. -No estoy diciendo... lo que me has dicho. No sé si me siento así
todavía. Pero creo que podría sentirlo, por ti. -

- ¿Pero por qué huir de ello? ¿Por qué huir del amor? El amor es algo bueno. -

Dios, dijo la palabra tan cómodamente, tan fácilmente. Cal no podía, ni siquiera cuando no
tenía las palabras "yo" y "tú" a ambos lados. Como algunas personas no podían salir y decir
la palabra "cáncer".

-Porque te confunde, - dijo Cal. -Te convierte en un esclavo. -

-Es una forma muy dura de decirlo. Ciertamente cambia tus prioridades, te hace actuar como
un tonto a veces. ¿Pero un esclavo? -

-Eso es lo que le hizo a mi madre. Ella desperdició su vida esperando a un hombre que nunca
iba a volver. Que no sentía nada por ella y nunca lo hizo. Y cuando la verdad era demasiado
dura de afrontar, se bebía el dolor. - Sus ojos se calentaron y tragó un par de veces. Mierda,

170
no había llorado por ella desde el día del funeral. Cuando Mitch tomó su mano, eso sólo hizo
más difícil mantener las lágrimas a raya. Porque se sentía tan seguro. Porque podía llorar
aquí, en los brazos de Mitch, si quería. Por una madre que perdió mucho antes del día en que
murió. No tenía que fingir ser más fuerte de lo que realmente era.

-Lo siento, Cal. Siento que haya sido tan duro para ella, y para ti. Pero no quiero que seas mi
esclavo. Quiero que seas mi compañero. Si necesitas...-

-No he terminado. -

-Ah...-

-También se trata de ti. De quién eres. No un policía, quiero decir. Un hombre de un pueblo
pequeño. No pude quedarme, porque nunca me he quedado mucho tiempo en ningún sitio.
Pero dondequiera que iba, buscaba hombres como tú. - No, eso no era del todo correcto. -O
más bien, el hombre que habrías sido si te hubieras quedado en tu pequeño pueblo. Hombres
como tus hermanos, tu padre, si hubieran sido gais. -

-Cal, no sé de qué estás hablando. -

-Ustedes los policías tienden a llamarme vagabundo. Me fui de Nueva York tras la muerte de
mi madre. Era un niño, apenas tenía diecisiete años. Sé que querían meterme en una casa de
acogida o en algún hogar infantil. Pero preferí volver al reformatorio antes que eso. Pensé
que podía cuidar de mí mismo. Llevaba años cuidando de mí mismo. - Cuidando de ella
también. Asegurándome de que no se ahogara después de desmayarse. Tratando de
asegurarse de que comiera lo suficiente. Pero había estado fuera el día que ella se cayó por
las escaleras. Si ella se cayó. Mitch le apretó la mano, y Cal le sonrió, se agarró a sí mismo y
se sintió tonto. De repente decidió que tenía que levantarse, no podía tener el brazo de Mitch
alrededor de él o su mano en la de Mitch. Porque no quería sentir el frío si Mitch se alejaba.
Se levantó, dejando caer la manta de sus hombros. Mitch lo miró fijamente, empezó a
moverse para ponerse de pie también, pero Cal le hizo un gesto para que se quedara en el
suelo.

-No pasa nada. No voy a ir a ninguna parte. Por favor, quédate ahí. –

Mitch lo hizo. Asintió a Cal. -Está bien. Sigue, por favor. -

-Seguí moviéndome, porque sabía que si un policía se daba cuenta de que era menor de edad,
me abofetearían en la custodia del condado o algo así. Hice autostop. Hacía trabajos donde
podía, lo suficiente para tener algo que comer y pagar un motel. Y a veces... Bueno, no hace
falta que lo explique. Hubo hombres. -

-Mierda, Cal. Lo siento. - Cal estudió cuidadosamente su rostro en busca de una señal de
asco y repulsión. Pero sólo vio lástima. La lástima tampoco era buena, pero era lástima por

171
un chico asustado, que pretendía ser tan valiente y genial, mientras huía de la gente que sólo
quería protegerlo. Sí, a ese chico le habría venido bien un poco de lástima en ese momento.

-Para cuando ya no era menor de edad, huir era un hábito, - continuó Cal. -Y también lo era
el dinero fácil. Sabía utilizar mi aspecto para encontrar hombres que me dieran dinero o
regalos. No era una puta. Quiero decir... supongo que lo era, pero no directamente. -

Se detuvo. Le temblaban las manos. Ahora la parte en la que dejaba de merecer cualquier
lástima. -Empecé a ir a los pueblos pequeños y a encontrar a los gais. Los tipos en el
armario. Los casados. Y darles lo que habían soñado. A cambio me daban regalos. Dinero en
efectivo a veces, si lo pedía. O cosas que podía vender. A veces les hacía estafas. Historias
tristes. - Hizo una pausa, viendo la sorpresa en la cara de Mitch, pero se armó de valor para
continuar. Demasiado tarde para parar ahora. -Ya sabes el tipo de cosas. Necesitaba dinero
para la operación de mi hermana pequeña. Necesitaba un billete de avión para ir al funeral de
mi abuela. Y tan pronto como obtenía todo lo que podía de ellos, desaparecía. Estoy seguro
de que has escuchado la historia un par de docenas de veces de... víctimas. -

-Sí. - Mitch lo dijo en voz baja. Nada más. La conmoción había desaparecido de su rostro. Se
limitó a mirar atentamente a Cal.

-Bueno, mis víctimas nunca contaron sus historias, -dijo Cal. -Por eso elegí a los tíos del
armario. Los que nunca irían a su sheriff de pueblo y presentarían una denuncia sobre el
hombre que les había susurrado mentiras en la cama y las había tomado por mil dólares. -
Respiró profundamente. -Varias veces, el objetivo era el sheriff. A eso me refiero cuando
digo que habrías sido el tipo de hombre que buscaba, si te hubieras quedado en casa y
hubieras estado en el armario. -

Mitch no habló. Cal se frotó las manos por la cara y luego por el pelo.

-Yo era una auténtica mierda, Mitch. No tenía ningún principio, como ir sólo detrás de los
hombres ricos o algo así. No después de haberle sacado diez mil dólares y algunas buenas
joyas a un tipo rico. Me largué de la ciudad, pero él envió a un par de tipos duros por mí, y
cuando me alcanzaron, se llevaron el dinero, los regalos y me dieron una paliza. Después de
eso, me quedé con hombres que creía que podían conseguir el dinero o comprar regalos
decentes, pero que no podían permitirse enviar matones tras de mí cuando me escapara. Un
cálculo realmente duro y de corazón frío, ¿eh? -

Mitch no respondió. Su silencio era aterrador.

-Los últimos años hice más y más trabajos de estafa,- dijo Cal. -Supongo que ya no era tan
irresistible como antes. No siempre podía atraerlos como cuando tenía veinte años. No podía
esclavizarlos como antes. - El sexo seguía siendo una parte importante del asunto: asegurarse
de que tuvieran demasiado miedo como para denunciar la estafa.

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Pero él no había sido la figura de fantasía por la que harían cualquier cosa como lo había sido
cuando era más joven. Tal vez fuera peor. Había tenido que fingir que tenía más
sentimientos, que era un amante, cuando dirigía una estafa. Ya no era simplemente un chico
guapo que no prometía nada más que el cumplimiento de las fantasías, que no quería más
que una muestra de agradecimiento por su generosidad. Una muestra de agradecimiento de
18 quilates. -Eso es, - dijo Cal, hombros caídos, las tripas retorcidas por el miedo a la
reacción de Mitch. -He terminado. -

173
Capítulo Veintiséis

¿Había terminado? ¿Terminó aquí? ¿Terminó con Mitch? O más bien, ¿había terminado
Mitch con él? Mitch se levantó lentamente y Cal se tensó. ¿Pasaría Mitch por delante de él,
saldría de la habitación? ¿Le diría a Cal exactamente lo que pensaba de la clase de escoria
que era? ¿Diría que se arrepentía de haber sacado a Cal del agua?

-No diré que no tengo un problema con esto, - dijo Mitch. -Porque lo tengo. Pero es el
pasado. Tengo que juzgarte por lo que has hecho aquí por mí, y por esta comunidad. Y todo
lo que has hecho es ayudarnos. Eso es lo que realmente importa. -

- ¿Pero tienes un problema con eso? ¿Conmigo? -

-Sí. Pero es mi problema. Y haré todo lo posible para que nunca sea un problema entre
nosotros. -

-Eres un hombre honesto, Mitch. - Cal sonrió con tristeza. -No soy muy bueno tratando con
hombres verdaderamente honestos. Después de todo, lo único que tenían en común todos los
casos del armario es que eran mentirosos. -

-No creo que tuvieran muchas opciones, - dijo Mitch.

-Tenían la misma opción que tú. -

-No siempre. Creo que estás juzgando con dureza. -Mitch jugueteó con la manta que
sostenía, tratando de doblarla sin mirar, y fallando. -Pero, ah, no discutamos por eso. ¿Te
quedas? -

-Como he dicho, no tengo barco. -

-No. - Mitch volvió a levantar la vista. -Quiero decir, aquí, conmigo. Así no tenemos que
dividir los catres. -

Ah, así que no tenía tantos problemas con el pasado de Cal como para no quererlo en su
cama de nuevo. -Sí. Lo haré. Si quieres que lo haga. -

-Sí quiero. - Su sonrisa ligeramente nerviosa y esperanzada derritió el corazón endurecido de


Cal desde hacía tiempo. Le devolvió la sonrisa.

-Gracias. Um, la doctora dijo que necesito descansar un poco, así que ¿está bien si nos
vamos a la cama ahora mismo? -

Mitch sonrió, luego limpió eso de su cara, tratando de parecer serio. -Descansar. Por

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supuesto. Acabo de salir de la guardia nocturna, así que me iba a acostar de todos modos.
Ven aquí, levántate y métete en la cama. Pareces agotado. -

Mitch se puso brevemente en modo de niñera, alborotando mientras Cal se desvestía y se


metía en la cama sólo en ropa interior. Mientras Cal se quedaba mirando, Mitch echó el
cerrojo a la puerta, apagó las luces y se desnudó a la luz de una linterna eléctrica. Cuando
llegó a los calzoncillos, dudó y Cal habló en voz baja.

-Quítatelos. -

Mitch lo hizo, rápidamente, y se deslizó en la cama mientras Cal le hacía sitio. Los catres
crujieron y se tambalearon un poco hasta que Mitch y Cal se colocaron en el centro y se
acomodaron en los brazos del otro.

-Estás helado, - dijo Mitch. -No debería haberte dejado andar sin la manta, no después de
haberte empapado. - Frotó la espalda de Cal con brusquedad, rozando la piel, calentandolo.

-No me dejas hacer nada, o no me dejas hacer algo, - dijo Cal.

Mitch asintió. -Lo siento. No es mi intención intentar hacerme cargo. Son viejos hábitos.
Hábitos de policía. Lo siento. -

-Está bien. Sólo mantén las órdenes para cuando estemos en misiones o en batallas. El resto
del tiempo...-

-Entonces, ¿te vas a quedar? Quiero decir, si vas a ir a las misiones...-

-No puedo prometer demasiado. - No podía ver bien la cara de Mitch a la escasa luz del
farol, al que Mitch daba la espalda. -Quiero quedarme. Quiero estar contigo. Pero tú mismo
lo has dicho. Viejos hábitos. No puedo decir que no me vuelva a inquietar. -

-Ya se nos ocurrirá algo si eso sucede. Y te prometo que no nos quedaremos aquí para
siempre. Puede que nos quedemos más tiempo del que algunos quieren, pero no quiero pasar
el resto de mi vida aquí. -

Se acercó más y Cal no se apartó. Rodeó la cintura de Mitch con los brazos, disfrutando de la
sensación de la piel cálida presionada contra él.

Cerró los ojos cuando Mitch se inclinó y lo besó. Qué bien. ¿Cómo podía haber renunciado a
esto por decisión propia? Abrió la boca y dejó que la lengua de Mitch le sondeara,
resbaladiza y caliente. Cuando salieron del beso para tomar aire, ambos se estaban poniendo
duros.

-Tócame, - susurró Cal, con los labios aún cerca de los de Mitch, rozándolos mientras
hablaba. Mitch aceptó la invitación de inmediato y deslizó una mano por el pecho y el
vientre de Cal, dentro de sus pantalones cortos. Enroscó sus dedos alrededor de la polla de

175
Cal, acariciándola. Cal no tenía ninguna barrera para sus manos. Mitch estaba desnudo.
Empujó contra Cal, frotando su polla contra la tela de los calzoncillos de Cal y gimiendo
ante lo que debía ser una deliciosa fricción sobre la piel sensible.

- ¿Tienes el lubricante y los condones a mano? - preguntó Cal. Mitch lo miró con los ojos
muy abiertos y asintió. - ¿Quieres cogerlos, entonces? -

Mitch se giró tan rápido que casi volcó el catre. Cal lo agarró por la cintura, riendo.
-Tranquilo, tigre. No hagas que tenga que llevarte a la enfermería con el culo desnudo. -

Mitch también se río, mientras rebuscaba en una caja junto a la cama. En un momento se
puso de espaldas, con el lubricante en una mano y los condones en la otra.

- ¿Necesitas los condones? - preguntó Mitch. -Sólo que, ¿no habíamos dejado de usarlos? -

-Son para mí, - dijo Cal. Al ver que Mitch entendía, continuó. - ¿Si eso está bien? Dijiste que
eras versátil. -

- Sí, está bien. Pero también confío en ti. Dijiste que el médico te hizo pruebas. Así que si
quieres hacerlo a pelo...-

-Todavía está el virus zombi. - Cal sacudió la cabeza cuando Mitch empezó a hablar. -Lo sé,
no crees que lo haya tenido. Quizá no lo tuviera, pero no voy a arriesgarme. - Cogió la caja
de condones de Mitch, que deslizó una mano alrededor de su cara y hacia su pelo para
acercarlo y darle un beso. Se apartó y sonrió, tan cerca de Cal que sus ojos casi se cruzaban
tratando de mirarlo. Acarició el pelo de Cal, apartándolo de su cara.

-Eres un buen hombre, Cal. Hicieras lo que hicieras antes. Independientemente de lo que
pienses de ti mismo. Te juzgo por lo que he visto de ti. Y lo que he visto me dice que eres un
buen hombre. -

-Y un amante aún mejor. Lubricante, por favor. - Mitch se lo entregó, sonriendo. Se puso de
lado para que Cal pudiera llegar a su culo y se tensó cuando Cal deslizó un dedo lubricado
dentro de él. - ¿Estás bien?" preguntó Cal, inclinándose sobre su hombro, hablando en voz
baja, cerca de su oído.

-Sí, -jadeó Mitch. -Sólo que ha pasado un tiempo. -

- ¿Cuánto tiempo es un tiempo? - preguntó Cal. ¿Estaba empujando ¿Estaba empujando a


Mitch a algo que no quería hacer? Tuvieron que pasar al menos dos años, Mitch dijo que no
había tenido ninguna otra amante aparte de Cal desde el apocalipsis.

-Unos tres años. Ah, a Dex no le gustaba estar arriba mucho. -

- ¿Te gustaba ese arreglo? - Haz que siga hablando. Relájalo.

176
-Yo... supongo. Prefiero estar encima. -

-Si no quieres hacer esto, no tenemos que hacerlo. -

Mitch se giró para mirarle y Cal bajó la cabeza para besarle. -Tú quieres. ¿Es lo que
prefieres? -

Ahora era cuando, en los viejos tiempos, habría dado la respuesta que creía que el hombre
más quería oír. Pero este era Mitch, y este no era ese tipo de relación.

-Me gusta hacer cualquiera de las dos cosas, pero prefiero la parte superior. Supongo que eso
significa que tendremos que turnarnos. - Mitch asintió con la cabeza y Cal suspiró aliviado.
Supuso que eso era lo que se llamaba negociar el consentimiento. Con el nuevo y valiente
mundo políticamente correcto de Mitch de respetar los límites sexuales de todos, habría
mucho de eso. Parecía que se estaba consumiendo mucho tiempo. En el pasado, ya estaría
dentro de Mitch jodiéndolo.

La idea le hizo gemir y bajarse los calzoncillos para agarrarse la polla y bombearla un par de
veces. Abrió el preservativo antes de lubricarse la mano, para poder sacarlo del paquete y
ponérselo sin demasiados problemas. Mitch, que se había retorcido contra él mientras Cal lo
preparaba, hizo una protesta inarticulada cuando Cal retiró sus dedos. Parecía haber superado
su incomodidad inicial.

-Rápido, - suplicó. -Estoy listo. - Se puso de frente, con las piernas abiertas. Cal apartó las
sábanas y las mantas, queriendo verle. Se colocó en posición, apoyado en las manos, y se
impulsó, un rápido empujón, enterrándose profundamente.

Mitch gritó, pero no ordenó a Cal que se apartara. Cal le dio un segundo, sin moverse,
mientras Mitch jadeaba y luego respiraba lentamente.

- ¿Está bien? - preguntó Cal.

-Vale, - dijo Mitch, con la voz temblorosa. -Maldita sea, eres grande. -

Cal sonrió. -Si eso es un halago, no tengo nada que objetar. - Estaba ligeramente por encima
de la media, con dieciocho centímetros, pero si eso era lo más grande que había tenido
Mitch, entonces sí que debía haber llevado una vida protegida.

Empezó despacio, sólo balanceándose al principio para que Mitch se acostumbrara al


movimiento. Esperó hasta que Mitch susurró roncamente: -Más. - Con ese estímulo empezó
a dar algunos empujones lentos, superficiales, pequeños movimientos de sus caderas. Unos
minutos de eso y la palabra llegó de nuevo. -Más. - Había mucho más que asentimiento,
había súplica. Necesidad.

Aumentó sus empujones, y entonces fue difícil establecer el ritmo cuidadoso que había

177
tenido hace un momento. El calor crecía en él. El deseo subía y tomaba el control. No pudo
resistirlo. No se habría detenido ni por mil dólares. Se inclinó para besar los anchos hombros
y la espalda de Mitch. Su barba raspaba la suave piel y Mitch gimió.

-Lo siento, debería haberme afeitado, - dijo Cal.

-No, está bien. Todo está bien, - Mitch balanceó las caderas, moviéndose sobre la cama,
jadeando. -Ah, Cal, eso es tan jodidamente bueno. -

Las palabras excitaron aún más a Cal. Mitch rara vez maldecía, excepto cuando estaba
luchando, con la adrenalina a flor de piel. Indicaba una pérdida de control por parte de este
hombre tan cuidadosamente controlado, y a Cal le emocionaba poder inducirla.

-Más, - volvió a decir Mitch, con tensión en la voz. Cal le dio todo, empujones rápidos y
duros. Sin brusquedad, no había pedido eso. Movimientos suaves. A Cal le habían llamado
elegante. ¿Había algo de elegancia en este acto primitivo? Tal vez. ¿Había belleza en él?
Nunca lo había pensado. El sexo era un negocio frenético, desordenado y ligeramente
ridículo. Un negocio. Para él, eso era lo que había sido tantas veces: una transacción. Incluso
después de que su antigua "carrera" hubiera terminado, había sido lo mismo. Un intercambio
para el alivio, el placer mutuo. Los hombres que había conocido después del fin del mundo,
pero antes de Mitch, apenas le habían importado su aspecto. Relativamente limpio y no un
zombi había sido la norma. Ya no había muchos más peces en el mar. Tomabas lo que podías
conseguir y dabas algo a cambio. Una transacción.

No con Mitch. Ni siquiera esto de tomar lo que se pueda. Eso los convertía en socios. Y con
Mitch todos los aspectos sucios y ridículos del sexo parecían desaparecer. La forma en que
sus cuerpos encajaban, era hermoso. Disfrutaba de los contrastes entre ellos, el tono
aceitunado de su piel contra el bronceado dorado de Mitch. La corta melena de Mitch y el
pelo más largo de Cal. La piel suave de Mitch, con su escaso vello, y el vello oscuro y denso
de las piernas, el vientre y el pecho de Cal. Pero las similitudes también le emocionaban.
Ambos eran fuertes, aunque Mitch era voluminoso mientras que Cal era delgado y espigado.
A Cal le encantaba la sensación de un hombre tan fuerte como él contra su cuerpo, un
hombre con el que podía igualar su fuerza y no ganar ni perder, sino unirse a él. Ser su igual.

Mitch se giró y se acercó a Cal, que agachó la cabeza para besarlo. El beso de Mitch era
frenético, hambriento. -Cal, - gimió, separándose, pero todavía cerca, hablando en la boca de
Cal. -Te amo. -

Sus palabras estaban ahí, en la boca de Cal. Casi como si Cal las dijera él mismo. O ambos
lo hicieran. Tan fácil ahora, seguramente, decirlas de vuelta. Las había dicho antes, a otros
hombres. Hombres a los que no amaba. Era tan fácil decirlo cuando no era cierto.

Tenía que decir algo. Yo también era ridículo. Sé que sonaría como si hubiera dejado que el

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comentario de Bren sobre Han Solo se le subiera a la cabeza.

Sólo dilo, joder. Lo sientes. Sabes que lo sientes.

Lo asustó mucho. ¿Pero debería? No era el esclavo de Mitch. Lo había amado cuando se
alejó de él. Le había dolido irse, pero había sido capaz de tomar la decisión de hacerlo. Su
amor no lo controlaba. ¿Se había equivocado todo el tiempo? El amor no tenía por qué
hacerle impotente.

Los labios de Mitch se apretaron contra los suyos de nuevo. Las sacudidas eléctricas
recorrían el cuerpo de Cal, y estaba a punto de correrse. Su polla se sentía como una barra de
fuego. Tenía que decirlo ahora, porque su miedo volvería a aparecer después del clímax.
Nunca sería capaz de decirlo a sangre fría. Se apartó del beso, lo suficiente como para mirar
a los ojos de Mitch. Pero el clímax lo invadió y el mundo se volvió borroso y nebuloso. Su
voz se desvaneció en un grito animal sin palabras. Cuando la tensión se desbordó, cayó
encima de Mitch, temblando y sudando. Cuando recuperó el sentido después de flotar en una
nube rosada de felicidad postorgásmica, se encontró de lado, acurrucado contra Mitch, que
yacía de espaldas, con el aspecto de un hombre que hubiera deseado fumar, porque realmente
necesitaba un cigarrillo en ese momento. Cal levantó la cabeza de la almohada y apoyó la
barbilla en el hombro de Mitch, haciendo que éste se volviera hacia él y sonriera.

-Hola, dormilón, - dijo Mitch.

- ¿Dormilón? -

-Llevas fuera unos veinte minutos, - dijo Mitch. Cal negó con la cabeza, casi sin creérselo.
Se agachó para ver que el condón había desaparecido. Obviamente, Mitch se había deshecho
de él.

-No hay nada malo en una siesta, - dijo Cal. -Ayer tuve un día muy ocupado. Lo siento,
estaba un poco preocupado al final. - ¿Serviría eso como excusa para no decir esas palabras
de vuelta? -Te has venido, ¿verdad? –

Mitch se río y puso los ojos en blanco. -No, salí a por un café y un donut. Claro que me he
venido. De hecho, he estado esperando a que te despertaras para poder levantarme y cambiar
las sábanas. -

Cal puso cara de circunstancias y se sentó. -Debería haberme despertado. ¿Qué tal si
cambiamos la cama y luego nos duchamos? -

-Buen plan. - Se sentó, pero Cal le cogió del brazo antes de que pudiera salir de la cama.

-Mitch, siento no haberte contestado. –

-Está bien, -dijo Mitch. -Sólo son palabras. Lo que hiciste ayer, lo dijo alto y claro. –

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Capítulo Veintisiete

La alarma despertó a Mitch y Cal de una siesta vespertina cinco días después. Habían estado
trabajando toda la mañana en las continuas reparaciones de la sección destruida en el primer
ataque de Ethan, y una siesta después del almuerzo les había parecido una buena idea. Pero
nunca tuvieron la oportunidad de estar tranquilos y felices por mucho tiempo. La alarma hizo
que Mitch se levantara y buscara sus botas antes de estar bien despierto. Llegó a la puerta,
Cal unos pasos detrás de él.

-Bren te quiere en cubierta, - dijo Blanca, pasando corriendo mientras Mitch abría la puerta.
-Helipuerto. -

-Gracias. Cal, dirígete a la armería. Tráeme mis armas. -

-Bien. - Cal salió detrás de Blanca, y Mitch se dirigió hacia el otro lado, a la cubierta,
protegiéndose los ojos del deslumbramiento del sol de la tarde. Aunque casi era diciembre,
era un día luminoso y claro. Corrió hacia el helipuerto y subió de dos en dos los empinados
escalones.

-Por aquí, - gritó Bren, de pie en la barandilla con Tanya, los dos mirando al sur con
prismáticos.

- ¿Qué es? - Mitch preguntó. No podía ser un ataque, seguramente, miró su reloj, a las dos y
cuarto de la tarde. Bren señaló cuando Mitch llegó a ella.

-Un barco. Se acerca rápidamente. -

- ¿Uno? - Mitch cogió los prismáticos cuando ella se los entregó y encontró el barco. Era un
crucero con cabina. Es difícil decir el tamaño a esta distancia.

-Hay un poco de oleaje, - dijo Tanya mientras cargaba su rifle de francotirador. -Pero tendré
una buena oportunidad de acertar a alguien en su cubierta a seiscientos metros. Di la palabra
si quieres que les dispare. -

-Está disminuyendo, - dijo Mitch. -De hecho, creo que se está deteniendo. Tal vez a mil
metros. -

Bren sonrió finamente. -Saben lo de Tanya. Tiene que ser Ethan. -

Debbie irrumpió en la cubierta del helipuerto. -Radio, - jadeó. -Mitch, Bren, los necesitamos
a los dos en la sala de radio. -

- ¿Alguien llama desde el barco? - Preguntó Bren.

-No sólo alguien, - dijo Debbie. -Ethan. -

Mitch corrió, Bren le pisó los talones. Llegaron a la pequeña sala de radio, cuya radio de

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onda corta era operada por una mujer, Vera, cuyo marido había sido un entusiasta de la
radioafición antes del apocalipsis. Mitch cogió el micrófono antes de que Bren pudiera
hacerlo. No debería tener que hablar con él.

-Aquí Kennedy. ¿Quién es? -

-Hola, Mitch. ¿Cómo te va? ¿Siguen dándotela por el culo? - Sí, definitivamente Ethan.

-Expone tus asuntos antes de que saquemos el lanzacohetes. - Era una amenaza vacía. No
podían golpear su barco tan lejos.

-Quiero subir a bordo y hablar, - dijo Ethan. - Sólo yo. Sin trucos. -

Estás bromeando, - dijo Mitch. - ¿De verdad crees que te dejaría volver a subir aquí? - Bren
estaba escuchando, con los brazos cruzados, paseando, con el ceño profundamente fruncido,
pero prefirió dejar que Mitch se encargara de por muy frustrada que parezca.

-Tengo una propuesta que te beneficiará si aceptas. Y te lo he dicho. Nada de trucos. Me


pondré en tus manos. -Se detuvo y soltó una carcajada, que se sintió como si alguien hubiera
clavado una aguja en la columna vertebral de Mitch. -No literalmente. Sabes que no juego
para tu equipo. -

-No puedes imaginar lo feliz que me hace eso. - Mitch miró a Bren, levantó las cejas
interrogativamente. Ella se encogió de hombros sin abrir los brazos. Un par de personas más
habían entrado en la sala. Miembros del Consejo. El corazón de Mitch se hundió cuando se
dio cuenta de que no estaba en su mano negar o aceptar la petición de Ethan en solitario.
Tendría que haber una votación.

-Si quieres hablar, hablamos, - dijo. - ¿Cuál es tu propuesta? -

-Así no. No tengo ni idea de quién está escuchando. Quiero hablar solo contigo y con Bren. -

-No te vas a acercar a Bren. -

-Oh, vete a la mierda, Mitch. Ella no es una flor delicada. Incluso puede patearme el culo si
quiere. Sólo quiero hablar. - La mayoría del consejo estaba en la sala ahora, todos
escuchando. -Si aceptas lo que propongo, tu maldita plataforma estará a salvo. Y eso es lo
único que te importa, ¿verdad? Acepta mi propuesta y no volverás a saber de mí. - Mitch
miró fijamente a Bren, que le devolvió la mirada. Bueno, ¿qué demonios?

-Preparados. - Mitch hizo un gesto a Vera para que silenciara la conexión. Ella pulsó un
interruptor y asintió.

-No puede oírlos, - ella dijo.

Mitch se dirigió al consejo. -Todos lo han oído. ¿Le permitimos subir a bordo para ver qué

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tiene que decir? -

-De ninguna manera, - dijo Ella. -Es una serpiente. Es una especie de truco. -

-A mí me pareció bastante sincero, - dijo Dolores.

-Sonó bastante sincero cuando afirmó que en realidad no planeaba violar a Bren después de
haberla dejado inconsciente, - señaló Ella con una manera de fiscal de dar en el clavo. La
expresión de Bren no cambió, pero el color subió a sus mejillas. No tendría que volver a ver
a Ethan. No habría tenido que hacerlo, ni siquiera a distancia, si él no se hubiera escapado de
su celda después de que lo hubieran juzgado y declarado culpable de atacar a Bren. Mitch se
lo habría llevado de viaje en un barco y habría vuelto sin él, pero se escapó, y había vuelto, y
Bren no debería tener que volver a mirarlo a los ojos.

- ¿No podemos al menos escuchar lo que tiene que decir? - dijo Dolores. -Si quiere decir lo
que dice...-

-Votación, - espetó Ella. -Quien esté a favor de dejar que ese violador mentiroso vuelva a
bordo con algún truco bajo la manga, que levante sus malditas manos de tonto. -

- ¡Ella! - Dolores respondió con un chasquido, sonando indignada. Mitch tuvo que reprimir
una carcajada. Ella sí que sabía cómo enmarcar una propuesta para obtener el resultado que
quería. Pero había sido demasiado agresiva al respecto, y la discusión continuó, y se habló
mucho de sólo escuchar lo que él tenía que decir.

- ¡Bien, votad! - gritó Bren después de un rato, claramente dispuesta a terminar con esto.
-Decidan ahora. ¿A favor? ¿En contra? - Mitch y Ella fueron los únicos que votaron en
contra. Bren no levantó la mano por ninguno de los dos. Cuando Mitch la miró,
desconcertado, ella se encogió de hombros. -Me abstengo. Conflicto de intereses. - Luego
sonrió con maldad. -Además, me interesa bastante su oferta de dejarme patearle el culo. -

Mitch no quería ser el que le dijera a Ethan que se había salido con la suya. -Voy a preparar
una suite para nuestro invitado, - gruñó y salió de la habitación. Llamó por radio a Cal y le
pidió que se reuniera con Mitch en la celda en la que se conocieron por primera vez. Cal
llegó unos minutos después, con su rifle, con cara de curiosidad.

-Ethan viene a bordo, - dijo Mitch. -Quiere hablar. -

-Al diablo con eso. ¿Podemos dispararle? -

Mitch sonrió. -Yo... me gustaría que pudiéramos. Pero viene bajo bandera de tregua. -

- ¿Y? - Dijo Cal. - ¿Qué va a pasar? ¿La ONU nos enviará una nota aguda? -

-Cal, me gusta tu forma de pensar. Pero el consejo ha votado para escucharlo. Quiere hablar
conmigo y con Bren. Te quiero en la sala de guardia. -

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- ¿Por qué yo? -

-Porque te considerará una amenaza mayor que cualquiera de las mujeres. -

-Está claro que es un idiota total, entonces. -

Hicieron subir a Ethan por una escalera de cuerda hasta la cubierta de la plataforma, y llegó
jadeando, con la cara roja y sudando, lo que facilitó que Mitch y Bren lo empujaran a la
cubierta y le esposaran las manos por detrás.

-Tranquilo, - protestó por la rodilla de Bren en su espalda. - ¡Estoy cooperando! -

-Quédate quieto, - ordenó Mitch. -Voy a registrarte. Si tienes algo en los bolsillos que me va
a molestar, te sugiero que me lo digas ahora. -

-Sólo hazlo de una vez y no te desanimes, - dijo Ethan. Mitch lo cacheó con eficacia,
sintiéndose casi nostálgico. Era como en los viejos tiempos de hacer un arresto bastante duro.

-Y asegúrate de mantener alejada de mí a esa loca que casi me saca los ojos, - dijo Ethan.
Bren sacó su pistola y se la puso en la nuca.

- ¿Intentas cabrearme, gilipollas?, - preguntó ella. -Porque estoy así de cerca de acabar
contigo ahora mismo. -

-Mitch no te dejará, ¿verdad? - preguntó Ethan, sonriendo por encima del hombro, ignorando
el cañón de la pistola clavado en su cuello.

- No le digo lo que tiene que hacer, - dijo Mitch, pero Ethan no pareció creerlo. -Bien, está
desarmado. Vamos. -

Unos minutos más tarde arrastró al esposado Ethan a la habitación que habían preparado para
él. Bren les siguió, pinchando a Ethan con su pistola si no se movía lo suficientemente
rápido. Encontraron a Cal apoyado en la pared, jugueteando con la acción de su rifle, pero
cuando entraron, se enderezó y apuntó con su rifle a Ethan.

-Mi antigua habitación, qué considerado, - dijo Ethan cuando Mitch le hizo entrar. Vio a Cal.
-Hola, ¿quién es éste? ¿Chico nuevo? -

-Silencio, - ordenó Mitch. Empujó a Ethan a una silla preparada, le ató un brazo a las correas
de sujeción que tenía, luego le quitó las esposas y le sujetó el otro.

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Mientras tanto, Bren sujetó los tobillos de Ethan para asegurarlos a la silla.

-Sinceramente, chicos, esto es tan exagerado, - dijo Ethan. -No soy Hannibal Lecter, ya
saben. -

-Lo sabemos, - dijo Bren. -Esto es sólo por diversión. -

-Será aún más divertido cuando saquemos la picana, - dijo Cal.

-Un descarado, ¿eh? - Miró a Cal de arriba abajo. -Eres un tío, ¿verdad? ¿No eres sólo uno
de los miembros marimachos del harén de Mitch? -

Bren le dio un puñetazo, un auténtico gancho de derecha en la mandíbula del que Mitch tuvo
que admirar la ejecución. La cabeza de Ethan se echó hacia atrás y luego se desplomó hacia
delante, con sangre en la boca. Aunque era un buen golpe, Mitch no podía aprobarlo a nivel
moral.

-Bren, por favor, - dijo. -Está sujeto. -

-Pégale otra vez, - sugirió Cal, ganándose una mirada de Mitch. - ¿Qué? Parece que se lo
merece. -

-Vamos a calmarnos todos, - dijo Mitch con firmeza. -Vamos a hablar. No vamos a torturarlo
ni a dispararle. Cálmense. -

Cal se encogió de hombros y dio un paso atrás, manteniendo su arma apuntando a Ethan.
Bren se quedó dónde estaba, con su pistola también apuntando a Ethan.

-Debes de ser uno de los tipos de Mitch si te deja quedarte por aquí, - le dijo Ethan a Cal.
-Supongo que los dos están follando. - Cuando Cal no respondió, Ethan lo miró más de
cerca. -Espera, tú eres el que atacó nuestros barcos, ¿no? -

-Sí. Puedes llamarme Han Solo. - Cal sonrió. -Sólo desearía haberte volado a ti también. -

-El único momento en el que me harás volar es en tus sueños, marica. -

- ¡Cal! - La voz de Mitch lo hizo retroceder, incluso cuando dio un paso hacia adelante,
levantando su rifle, invirtiéndolo. Aunque Mitch estaba de acuerdo en que un fuerte golpe en
la oreja con la culata del rifle mejoraría inconmensurablemente la personalidad de Ethan,
necesitaban acabar con esto y sacarlo de aquí. Miró a Cal, pidiéndole que mantuviera la
calma. Mitch necesitaba que se concentrara. No dejes que esta pequeña cucaracha se meta
en tu piel. Bren, con la cara todavía sonrojada, pero pareciendo más dueña de sí misma, se
sentó, con los brazos cruzados, frente a Ethan. Éste le sonrió, pero no logró quebrar el
sombrío ceño que ella llevaba. Mitch le dirigió a Cal una mirada más de advertencia y luego
se sentó junto a Bren.

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-De acuerdo, - dijo Mitch. - Ya estás aquí. Nosotros estamos aquí. Di lo que quieras decir. -

-Dije que quería hablar con ustedes dos, - dijo Ethan. -No ustedes dos y el calentador de
cama de Mitch. -

-Qué duro. Está de guardia. Supéralo. -

-Bien, de acuerdo. Esta es mi propuesta. He tenido un contratiempo, sí, con el último ataque.
Pero no me llevará mucho tiempo reunir una nueva flota. O los hombres. Cuando les hablo
de esta plataforma llena de mujeres, se interesan muy rápido. -

- ¿Y? Te veremos de nuevo. - Mitch sonaba confiado, pero por dentro estaba preocupado. La
intervención sorpresa de Cal había ganado el día esta vez. Eso no ocurriría la próxima vez.

-Y seguiré viniendo, - dijo Ethan. -Soy como los zombis en ese sentido. Sigo viniendo. Y un
día, voy a ganar. A menos que...- Hizo una pausa, nadie habló, las respiraciones se
mantuvieron.

Mitch parpadeó primero. - ¿A menos que qué? -

-Hagamos una tregua, -dijo Ethan. -No vuelvo a molestarte. Sólo quiero una cosa a cambio. -
Ethan asintió a Bren. -Ella. -

-No. - La negativa de Mitch fue rápida e inequívoca.

-Sólo ha sido por ti, nena, -dijo Ethan, hablando directamente a Bren. -No me importa nada
más. -

-Jodete, - gruñó ella.

-Te quiero, Bren. Siempre lo he hecho. Ven conmigo, y este lugar es seguro. -

- ¿Y el resto de tus hombres? - Mitch preguntó. - ¿Se supone que debemos creer que van a
renunciar a la idea de poner sus manos en las mujeres de aquí? -

- ¿Crees que quieren ser asesinados atacando este lugar? Hay objetivos más fáciles. Estarán
de acuerdo como un tiro. -

Mitch podía creerlo. También tuvo que preguntarse si Ethan estaba teniendo problemas para
mantener a sus hombres motivados para otro intento en la plataforma.

-No te llevas a Bren, - dijo Mitch. -Así que olvídalo. -

-Números, Kennedy. Números. Ella a cambio de la seguridad del resto. Nadie tiene que saber
que accediste a esto. Te doy cinco días. Se escapa y viene a mí. Y eso es todo. No me
vuelven a ver. Si no viene, tal vez empiece a buscar barcos en esa base naval. Unos con
putos cañones. Con grandes cañones. Porque si no puedo tomar este lugar, me conformaría

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con volarlo por los aires. -

Cal se acercó de un salto y le clavó la pistola en el cuello a Ethan mientras éste se esforzaba
por avanzar. Bren y Mitch empujaron sus sillas hacia atrás y se levantaron de un salto.

-Mitch, - espetó Bren. -Tú y yo. Fuera. Tenemos que hablar. -

Mitch tuvo el horrible presentimiento de que sabía lo que Bren iba a decir cuando salieran y
envió a dos guardias más a la sala, sobre todo para evitar que Cal matara a Ethan.

-Iré con él, - ella dijo, volviéndose hacia él en cuanto estuvieron solos.

-No, no lo harás. No te dejaré. -

-Tú no me dices lo que tengo que hacer, Mitch. -

-Si tengo que hacerlo, te encadenaré como hicimos con Cal. No vas a ir. -

-Vamos, Mitch. - Ella forzó una sonrisa. -Dame un mes allí, y estaré dirigiendo el maldito
lugar. -

-No crees realmente eso. No te quiere por tu experiencia militar, Bren. -

-No obtendría nada más de mí. -

Mitch sacudió la cabeza. Ella hablaba con dureza, pero veía el miedo en sus ojos. Miedo que
quería ocultar a Mitch.

-No te va a dar opción. Y te necesitamos, Bren. Las mujeres te necesitan. Yo te necesito. -

-Antes me necesitabas. Ahora tienes a Cal. - Ella no sonaba celosa o amargada por ello. Casi
feliz de que él tuviera a alguien.

- ¿Qué? - Mitch negó con la cabeza, desconcertado. -Lo que tengo con él es muy diferente
de lo que tenemos nosotros. ¿Y qué pasa con Inez? -

Bren apartó la mirada. -Ella... estará bien. Ahora es más fuerte. -

-Ella te ama. - Él levantó una mano para silenciar su protesta. -No conozco los detalles, y no
son de mi incumbencia. -

- ¡No me estoy acostando con Inés! -

- Puede ser así, pero ella está enamorada de ti. Y si te vas, la romperás de nuevo, o te seguirá.
¿Es eso lo que quieres, que acabe siendo el juguete de uno de los matones de Ethan? Sabes
que eso es lo que pasaría. -

-Cállate, maldita sea. - La voz de Bren se quebró. -Tengo que hacerlo. Estarás a salvo. Todos
estarán a salvo. -
186
- ¿Y realmente le crees? -

Bajó la mirada, sacudió la cabeza. -Mierda. No, supongo que no. Por supuesto que no
cumplirá su palabra. -

-Así que basta de hablar de ceder ante él, por favor. Podría estar lleno de tonterías sobre la
obtención de nuevos barcos y hombres. Diablos, sus propios hombres podrían haberle
echado ya. Vino aquí solo, después de todo. -

-Tal vez deberíamos mantenerlo y ver cuántos de ellos aparecen para buscarlo, - sugirió ella.

-No se va a quedar aquí ni un segundo más de lo necesario, - dijo Mitch. -De hecho, yo diría
que ya ha sobrepasado su tiempo de estancia. Deshagámonos de él. -

Volvieron a entrar y se colocaron junto a la silla.

-No hay trato, - dijo Mitch. -Ahora sal de mi plataforma. -

Lo soltaron de la silla y lo pusieron en pie. Cal parecía totalmente disgustado.


Presumiblemente quería utilizar a Ethan como rehén. O como cebo para los zombis.

-Todavía hay tiempo, - dijo Ethan a Bren. -Tienes cinco días, ¿recuerdas? - Una mirada
pasó entre Mitch y Bren, y Mitch hizo un pequeño movimiento de cabeza.

-Ni siquiera en cinco años, amigo, - dijo.

-Te arrepentirás si no lo haces. Especialmente tú, Kennedy, cuando me veas degollar a tu


novio. - Se pasó el dedo por la garganta, mirando a Cal mientras hacía el feo gesto. Cal
avanzó, pero no fue tan rápido como Mitch, cuyo puño se levantó en un gancho a la
mandíbula. Ethan cayó como un saco de patatas. Cal miró fijamente a Mitch.

-De acuerdo, - dijo Bren. -Yo me encargaré de él. - Le puso las esposas, asegurándole los
brazos a la espalda. -Vamos, señoras, echemos a este cerdo en su bote. - Agarró al gimiente
Ethan por el cuello y lo arrastró fuera de la habitación, los otros dos guardias la siguieron.

Mitch se frotó la mano con la que había golpeado a Ethan. Nunca golpees a un hombre con
el puño cerrado sin guantes, maldita sea. Su padre le había enseñado eso cuando tenía cinco
años.

- ¿Te has hecho daño? - preguntó Cal. Se echó el rifle a la espalda y se acercó a tomar la
mano de Mitch. Le plantó un par de besos en los nudillos magullados.

-Cal, -suspiró Mitch. -Sí, me ha dolido. No sé en qué estaba pensando. -

-Parecía un momento de no pensar, -dijo Cal. -Puro instinto. Y, voy a ser honesto, un poco
sexy. –

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- ¿Sexy? Estás bromeando. -

-No. Estoy un poco excitado. -

Mitch se río y pasó su otra mano por el pelo de Cal. -Fue por instinto, como tú dices. Para
protegerte. Lo decía en serio. -

-Lo sé. Nos mataría a los dos si cogiera la plataforma. ¿De qué hablaron tú y Bren allí? -

-Ella se ofreció a ir con él para que el resto de nosotros estuviera a salvo. -

Cal se quedó mirando. -Joder, ¿en serio? -

-Es típico de ella poner el resto de nosotros primero. Pero no va a ir. La convencí de no
hacerlo. -

- ¿Sabes algo? - Cal dijo. -Tal vez deberíamos ir todos. -

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Capítulo Veintiocho

Tenían que celebrar una reunión del consejo para informar sobre la entrevista con Ethan.
Nadie sugirió que Bren se fuera con Ethan, aunque Cal se preguntó cuántos lo estarían
pensando. La salida fácil. Pero Mitch y Bren no eran personas que tomaran el camino fácil.

-Entonces, por lo que veo, tenemos dos opciones, - dijo Kathy. -O nos vamos antes de que
vuelva, o mejoramos nuestras defensas. -

Cal levantó la mano.

- ¿Sí, Sr. Richardson? -

- ¿Puedo dirigirme al consejo?, - preguntó, manteniendo la formalidad, como parecía


gustarles. Mitch lo miró, desconcertado. Cal aún no les había explicado la idea ni a él ni a
Bren. Había estado demasiado ocupado dándole vueltas desde que Ethan se fue, hacía unas
dos horas. Un par de asentimientos pasaron entre los miembros del consejo, y Kathy se
dirigió a Cal.

-Tiene la palabra, señor Richardson. -

Se puso en pie. El caso iba mucho mejor si se ponía de pie. Los abogados no hacían sus
alegatos finales sentados.

-Usted dijo que podemos elegir entre la defensa o la huida. Pero creo que tenemos otra
opción mejor. Atacar. - Hubo un gran revuelo entre el grupo ante esta sugerencia. Cal hizo
una pausa para que asimilaran la idea, y luego continuó.

-Llevemos la lucha a Ethan, y hagámoslo ahora, mientras está más débil. Antes de que
reconstruya su flotilla y reúna más hombres. Vamos y destruimos su base de operaciones,
sus armas. -

-Cal, ni siquiera sabemos dónde está su base, -señaló Bren.

-Pero sabemos dónde están sus barcos, - dijo Cal. -O al menos, yo lo sé. La base debe estar
cerca. Apuesto a que podemos rastrear y hacer nuestro camino hasta ella. -

-No tenemos idea de cuántos hombres tiene en su base, - dijo Mitch. -Podría haber cientos. -

-Si los hubiera, ya los habría utilizado para atacarnos. Estoy dispuesto a apostar que la
mayoría de sus hombres participaron en el último ataque. No había más de cincuenta, y
matamos al menos a la mitad de ellos. -

-Eso es mucha especulación, - dijo Mitch. -¿Estás dispuesto a arriesgar la vida de todo
nuestro escuadrón en eso?-

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-Podríamos al menos ir a echar un vistazo, - dijo Bren. -Enviar un pequeño grupo para
encontrar la base y reconocerla, para saber exactamente en qué nos estamos metiendo. El
reconocimiento y la información son la clave para un ataque exitoso. -

-Buena idea, - estuvo de acuerdo Cal.

Mitch parecía más dudoso. - ¿Quién va a ese reconocimiento?-

-Nosotros tres, - dijo Bren, señalando a Mitch, Cal y ella misma. -Todos los demás se quedan
aquí para defender el lugar, por si acaso todo esto es un truco. -

- ¿Tres?- Mitch sonó aún más dudoso. -Seguro que son muy pocos. -

-Esto es reconocimiento, - dijo Bren. -Viaja ligero, muévete rápido. Cuanta menos gente,
mejor. -

-Entonces tal vez sólo Cal y yo podríamos ir, - sugirió Mitch. Pero Bren negó con la cabeza.

-Ethan es mi problema. Tengo que ser parte de arreglarlo. -

-Tú no eres responsable de lo que te hizo Ethan, - protestó Ella de inmediato.

-Ella tiene razón, - convino Mitch.

-De acuerdo, - dijo Bren. -Llámalo venganza. Estoy de acuerdo con la idea de Cal. Es
tácticamente sólida. Golpeamos ahora mientras es vulnerable. Quiero derribar a ese
bastardo.-

Sus palabras inclinaron la balanza. Cal se sentó y esperó mientras el consejo deliberaba en
voz baja. Mitch le lanzaba miradas a veces, algunas molestas, otras casi suplicantes. Pues
bien, que mal. Mitch no podía permitirse el lujo de preocuparse por Cal. Aquí eran soldados,
y esto era una guerra. Por fin se levantó la mano y, aunque Cal pensó que la mano de Mitch
se levantó de mala gana, lo hizo. El martillo golpeó hacia abajo, y Kathy habló.

-Se aprueba la moción del Sr. Richardson. Un pequeño equipo de reconocimiento para
buscar la base de Ethan e informar. - El mazo golpeó por última vez. -Se levanta la sesión. -

Tomaron una de las pequeñas embarcaciones, sólo ellos tres, partiendo con la primera luz del
día siguiente, dejando a Tanya a cargo de la defensa de la plataforma. No parecía muy
contenta de que la dejaran atrás; ninguno de los soldados lo estaba.

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Pero más tarde tendrían su oportunidad, les aseguró Bren, de llevar la lucha a Ethan. Y a
todos les gustaba la idea de Cal. Mitch trató de calmar el entusiasmo, diciendo que aún no
sabían con certeza si pasarían al ataque, pero sospechaba que todos estaban listos y
esperando que sucediera.

En el barco, Cal tomó el timón, observando la costa en busca de un lugar de desembarco


cercano a los barcos de Ethan. No podían desembarcar justo en ese embarcadero, ya que
estaría vigilado. Quizá incluso por humanos esta vez y no por zombis. Mitch no quería correr
el riesgo de que alguien se pusiera en contacto con la base de operaciones para advertirles de
problemas. Tardaron unas horas en llegar, pero por fin Cal señaló una pequeña ensenada.

-Están a unos tres kilómetros al sur de aquí. Creo que es hora de salir y caminar. -

La embarcación no era lo suficientemente pequeña como para desembarcar en la playa, así


que echaron el ancla, levantaron las herramientas y desplegaron la balsa salvavidas del barco
para usarla como bote.

-Cal, será mejor que tomes la punta, - dijo Bren una vez que estuvieron en tierra. -Ya que has
estado aquí antes. -

-Me acerqué desde el sur la última vez, - dijo Cal. -Pero sabré cuando nos acerquemos. -

-De acuerdo, bien, - dijo ella. - Tomaré la retaguardia. -

-Preferiría que me dejaras hacerlo", dijo Mitch. Bren le frunció el ceño.

-Mitch, sé más que tú sobre cómo tomar la retaguardia. - Ella sonrió. -Al menos, en el
sentido no sobrio. - Cal sonrió. -Vamos. Estamos quemando la luz del día. -

Se movieron, Cal liderando, Mitch siguiendo, Bren cerca de él. Probablemente deberían
separarse un poco, pero el impulso natural de estar cerca de los demás por seguridad era
demasiado fuerte. En Mitch y Bren al menos. Mucho más fuerte que en Cal. Buscaba la
soledad para estar seguro, no quería depender de los demás. ¿Podría Mitch enseñarle a
confiar en ellos? No podía convencer a Cal con palabras. Tendría que demostrarlo una y otra
vez. Convencer a Cal de que se quedara. Porque a pesar de todo, sabía que Cal seguía
dispuesto a marcharse de nuevo en cualquier momento.

-Estamos cerca, - dijo Cal después de casi una hora de caminar por un terreno accidentado.
Los tres caminaron más tranquilos, sin hablar más. Mitch escuchó con atención cualquier
sonido de voces que indicara la presencia de guardias. Pero cuando llegaron, encontraron el
embarcadero custodiado por lo que Cal había descrito antes: un pequeño recinto rodeado por
una valla de alambre, y dentro de él, cinco zombis, vagando sin rumbo.

-Sólo tiene seis barcos, - susurró Mitch mientras los tres se agachaban a cubierto. Sólo dos
de ellos eran cruceros con cabina de tamaño decente; el resto eran pequeños. -Supongo que

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hemos dado a más de los que pensábamos. -

-O algunos de los suyos los han cogido y se han ido, - dijo Cal. -Después de un desastre
como ese, apuesto a que tiene problemas para mantener el grupo. Tal vez ni siquiera
planeaba volver aquí con Bren. Podría haber estado planeando en correr con ella. -

-Puede que estés en algo ahí, - dijo Bren. -Bien, ¿hacemos algo con estos imbéciles? - Ella
asintió a los zombis. -Puede que queramos volver por aquí y robar un barco. -

-Tiene explosivos y suministros de combustible en esas cabañas, - dijo Cal. -Podríamos


destruirlas. -

-Estamos aquí de reconocimiento, - les recordó Mitch. -No queremos que sepa que
estuvimos aquí. Dejémoslo. Podemos destruir el lugar si volvemos con el escuadrón
completo. Veamos si podemos rastrear hasta su base. Empiecen a buscar un rastro. -

Se dispersaron, Mitch liderando esta vez, manteniéndose al abrigo de los árboles, buscando
evidencia de un rastro. Los árboles se acercaron mucho a la alambrada en un punto. Mitch se
adentró en los árboles, sin querer llamar la atención de los zombis, pero se giró hacia los
demás cuando oyó un grito estrangulado de Bren.

Cal se había acercado a la alambrada, demasiado. Estaba a la vista del recinto. Bren le hacía
señas frenéticas para que regresara. Pero por un momento Cal se quedó de pie, mirando a los
zombis que se movían a su alrededor. Mitch corrió hacia atrás y lo agarró antes de que
ninguno de ellos pudiera acercarse, alejándolo. Sólo una vez que se adentraron en los árboles
y Bren los alcanzó, Mitch habló en voz baja, casi como un siseo.

- ¿Qué coño ha sido eso, Cal? ¿Por qué te has acercado tanto? Acordamos mantenernos
alejados del recinto. -

-Sólo comprobaba algo, - dijo Cal.

- ¿Qué? ¿De qué demonios estás hablando? - Preguntó Bren.

-Nada, - dijo Cal. -Se los cuento luego. Vamos. -

Mitch quería que se lo contara ahora mismo. ¿Qué le haría acercarse tanto? Uno podría haber
estirado la mano a través de la alambrada y haberle acercado lo suficiente para un mordisco.
Parecían zombis bastante frescos y agresivos. Menos mal que no se habían fijado en Cal
antes de que Mitch lo arrastrara. Pero no tenía tiempo para seguir con el tema. Se les estaba
acabando la luz del día. El sol ya había pasado el mediodía y era invierno, por lo que los días
eran más cortos. No quería pasar la noche bajo las estrellas, no tan cerca del enemigo.
Siguieron adelante y, alrededor de la parte trasera del complejo, encontraron un camino...
bueno, en realidad sólo una zona del bosque donde la maleza había sido aplastada por la
gente que caminaba de un lado a otro.

192
Siguieron ese camino hacia el interior del bosque, que les condujo a un pequeño claro junto a
una carretera. El claro estaba bien surcado de huellas de neumáticos recientes.

-El aparcamiento de Ethan, - dijo Bren. Bajaron a la carretera y miraron hacia arriba y hacia
abajo.

- ¿Norte o sur?-Preguntó Mitch. - ¿De dónde vienen? -

Rápidamente descubrieron que no era hacia el norte, porque a poca distancia hacia el norte
encontraron la carretera bloqueada por árboles cortados.

-Ha establecido un perímetro extendido, - dijo Bren mientras daban la vuelta y se dirigían al
sur. -Es difícil que alguien se acerque a él en un vehículo. -

- ¿Debemos salir de la carretera? - Preguntó Cal. - ¿Qué pasa si un convoy de los bastardos
aparece de repente? -

-Buena idea, - dijo Bren. Mitch estuvo de acuerdo. No podían pasear en medio de la
carretera. Pero odiaba el bosque. Era demasiado fácil toparse con un zombi errante sin verlo
venir hasta demasiado tarde.

-Sigo un punto, - dijo Cal. Salió de la carretera y se adentró en el bosque antes de que
pudieran discutir. Bren se encogió de hombros y le siguió.

Encontraron la base de Ethan a sólo cinco kilómetros de la carretera. El bosque se adelgazó,


revelando una colección de edificios, muchos de ellos bajos y de madera, pequeños, como
cabañas.

- ¿Qué es este lugar? - preguntó Cal.

-Podría haber sido una especie de complejo turístico, - sugirió Mitch. -Para los tipos al aire
libre. Hay mucha caza y pesca en la zona. -

-No importa lo que era, - dijo Bren. - ¿Cómo diablos vamos a entrar allí? - La base estaba
rodeada por dos vallas, una de unos seis metros dentro de la otra, creando una especie de
recorrido asegurado entre las dos vallas, justo alrededor de la base.

No estaba vacía.

Los zombis, docenas, no, cientos, llenaban el espacio.

-Es como un foso, -dijo Bren. -Pero en lugar de agua, putos zombis. -

-Deben haberlos atraído y atrapado, - dijo Mitch. -Miren. -Señaló los árboles del exterior del
recinto que estaban conectados mediante puentes de cuerda a una plataforma en una torre del
interior. -Así es como la gente de dentro entra y sale. -

193
-Pero no podemos porque están vigilados, - dijo Bren. Efectivamente, dos hombres con rifles
custodiaban la plataforma donde convergían los puentes de cuerda. -Y estarías totalmente
expuesto en uno de esos puentes. -

- ¿Y por la noche? - Preguntó Mitch.

-Tal vez, - dijo Bren. -Pero sabrían que hay alguien en el puente sólo por el movimiento. - Se
encogió de hombros. -Podríamos atacar con nuestros lanzacohetes, o tal vez con algo más
pesado si pudiéramos echar mano de ello. No tengo ningún entrenamiento en artillería
pesada, pero supongo que siempre podríamos robar un tanque. Eso nos permitiría atravesar
la alambrada con seguridad. -

-Y soltar a todos esos zombis dentro del recinto. -

-Lo dices como si fuera algo malo. De hecho, diablos, parece una buena idea. Mételos
dentro, y la gente tendrá que correr por los puentes de cuerda. El lugar se vuelve
inhabitable.-

-Supongo que podríamos volver con los lanzacohetes, - dijo Mitch. -Hacer agujeros en la
valla interior. Si subimos a los árboles...-

-Podría hacerlo ahora mismo. -Mitch se detuvo cuando Cal lo interrumpió, y lo miró
fijamente. Bren hizo lo mismo.

- ¿Qué? - Dijo Mitch.

-Podría saltar la valla exterior, hacer un agujero en la valla interior con las granadas que
tenemos, y dejar que la naturaleza siga su curso. -

-Cal, ¿de qué estás hablando? - Bren preguntó. -Hay zombis entre las vallas. ¿No te has dado
cuenta? -

-Me di cuenta, - dijo Cal. -Y puedo atravesarlos. -

194
Capítulo Veintinueve

Al menos diez segundos de silencio siguieron a esta declaración. Cal lo rompió él mismo.
-Los zombis me ignoran. Lo he visto una y otra vez. Lo vieron en el muelle. Me ignoran
porque creen que ya estoy infectado. -

-Mentira, - dijo Bren.

-Los he visto pasar junto a mí para ir tras la siguiente persona. Mitch, lo viste en el hospital y
en la base naval. Haz memoria. -

Mitch sacudió la cabeza, negándose a contemplar siquiera esta locura por un segundo.

-No sé cómo lo saben, - dijo Cal. -Quizá sea mi olor, o quizá sean los anticuerpos. No lo sé.
Pero puedo atravesar una multitud de zombis y creerán que soy uno de los suyos. -

-Pruébalo, - dijo Bren. -Acércate a la alambrada ahora mismo y veremos cómo reaccionan. -

- ¡Bren! - Mitch protestó. -Lo verán desde esa torre. -

-Tendré cuidado, - dijo Cal. Para horror de Mitch, se movió, manteniéndose agachado,
permaneciendo al amparo de los árboles que llegaban casi a la valla. Mitch intentó agarrar a
Cal y arrastrarlo hacia atrás, pero Bren lo detuvo.

-Espera, - dijo ella. -Vamos a ver qué pasa. -

- ¡Le van a morder! - Mitch no pudo evitar que el pánico creciera en su voz. -No sabemos
con certeza si la vacuna funciona. ¿Y si...? ¡Cal, no! -

Cal estaba junto a la alambrada, arrastrándose sobre su vientre. Se quedó entre un par de
arbustos robustos para cubrirse y se arrodilló. Se apoyó en el alambre y llamó suavemente.

-Vengan, chicos y chicas. La cena está servida. -

Algunos de los zombis se volvieron y miraron hacia el sonido de una voz humana. Algunos
incluso se acercaron a Cal. Pero luego se detuvieron, se dieron la vuelta y volvieron a su
vagabundeo sin rumbo. Mitch se quedó mirando con asombro. Ignoraban a Cal. Como si
fuera uno de los suyos.

Cal se dejó caer entre la maleza y se arrastró hasta la cobertura de los árboles. Sonrió a Mitch
y a Bren.

- ¿Ven? -

-No, - dijo Mitch. - Todavía no vas. Así que la mayoría de ellos te ignoran. Eso no significa
que todos lo harán. Sólo hace falta uno. -

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- ¿Qué? ¿Infectarme con algo para lo que tengo una vacuna efectiva o a lo que soy
naturalmente inmune? Sí, da miedo. -

-Tiene razón, - dijo Bren. -Deberíamos dejar que lo haga. Acabar con esto ahora. No se
arriesgan más vidas. -

- ¿Y la vida de Cal? - Mitch exigió.

-Soy la única persona aquí cuya vida no está en riesgo. -

-No eres inmune a las balas, - dijo Mitch. - ¿Y si esos tipos de la torre te descubren? -

-Vamos a esperar hasta el atardecer, - dijo Bren.

-No, - dijo Mitch. -No. Volvemos con el escuadrón completo y lo hacemos. -

-Levanten la mano, - dijo Bren. - ¿Quién vota que sí a terminar esta mierda hoy y usar el
superpoder de Cal para facilitarlo? -

Había aprendido de los métodos de Ella. Cal sonrió y levantó la mano. Bren le siguió
rápidamente. Mitch gimió y apretó la mandíbula.

-Malditos idiotas, - gritó. -Vale, háganlo, que lo muerdan los zombis. A ver si me importa. -
Le importaba. Quería tirar a Cal al suelo para que dejara de hacerlo. Pero faltaban al menos
dos horas para el anochecer. Tenía tiempo para persuadir a Cal de que no fuera un maldito
tonto.

Lo intentó. Se alejaron de la alambrada y Bren durmió, su entrenamiento militar se hizo


notar de nuevo, mientras Mitch y Cal permanecían en guardia y hablaban. Sobre todo, Mitch
hablaba, intentando convencer a Cal de que no lo hiciera. Pero Cal no se dejó convencer. En
respuesta, siguió relatando los incidentes que le habían hecho creer que los zombis le
dejarían en paz y una conversación que había tenido con la médica.

Hizo un buen argumento, pero Mitch seguía sin dejar de discutir.

Cuando la luz empezó a desvanecerse, Bren se despertó, se estiró, cogió su pistola y dijo: -
¿Seguimos haciendo esto? -

-Sí, - dijo Cal con firmeza. Mitch gimió.

-Por favor, - dijo en voz baja. -Por favor, Cal. No lo hagas. -

196
Cal le sonrió, llevó una mano a la cara y se inclinó para besarle. -Todo va a salir bien. Ya lo
verás. - Antes de que pudiera apartarse, Mitch lo agarró, lo acercó y lo besó con fuerza.
¿Persuasión para quedarse? ¿Una despedida, por si acaso?

- ¿Necesitan un poco más? - preguntó Bren. Cal empujó suavemente a Mitch hacia atrás, con
una mano en el pecho.

-No. Estamos listos. Vamos. -

Encontraron el camino de vuelta a la alambrada. El foso seguía repleto de muertos vivientes.


El recinto tenía focos, pero aún no estaban encendidos. Unas pocas personas se movían en el
interior. Los hombres de guardia en la plataforma al final de los puentes seguían allí.

-Voy a usar eso, - dijo Cal, señalando un árbol cerca del recinto con grandes ramas que
sobresalían de la valla. -Puedo arrastrarme por las ramas y bajar por el otro lado. -

-Sólo ten cuidado de no hacer nada estúpido como romperte la pierna, - dijo Bren. -O
aterrizar de espaldas con esta mochila llena de granadas. -

-Trataré de evitar ambas cosas. - Cal se puso la mochila en la que habían transferido todas
sus granadas. Cal iba a hacer un gran agujero en la valla interior. Los zombis entrarían en el
campamento como los compradores del Viernes Negro en un centro comercial.

Las tripas de Mitch se apretaron con total terror, el corazón le retumbó en los oídos cuando
Cal subió al árbol que le había señalado y empezó a recorrer las gruesas ramas inferiores.
Vuelve, pensó Mitch. No es demasiado tarde. Decide que esto es una locura y vuelve
conmigo. Cal no lo hizo. Avanzó todo lo que pudo por las ramas y luego se deslizó,
colgando sobre el foso, hacia el interior de la valla. Los zombis le miraban, algunos se
frenaban y empezaban a reunirse bajo el árbol. Cal soltó la rama, y Mitch soltó un gemido al
verlo caer justo en un círculo de las criaturas, desapareciendo de la vista. Bren agarró la
mano de Mitch. A pesar de su apoyo al plan de Cal, se había puesto pálida y parecía tan
asustada como Mitch. Se aferraron el uno al otro, sin respirar.

Y el grupo de zombis se separó. Cal se enderezó desde la posición de cuclillas en la que


había aterrizado, los zombis ya se alejaban de él. Se quedó parado un momento como si no
se lo creyera del todo. Luego comenzó a cruzar el foso de zombis.

-Vaya, mira eso, - dijo Bren, con la voz entrecortada y asombrada mientras Cal esquivaba a
los zombis y éstos, a su vez, lo ignoraban por completo. -Nunca pensé que vería algo así. Es
el rey de los zombis. Es el rey de los jodidos zombis. -

197
CAL SE LEVANTÓ de su agachada, sacando su pistola. Los zombis estaban a su alrededor,
los rostros podridos lo suficientemente cerca como para tocarlos. El hedor casi le dominaba.
Un solo zombi sólo apestaba. Una docena de ellos, agrupados a su alrededor, hizo que se le
subieran los humos y que la cabeza le diera vueltas.

Deseó que existiera un interruptor de apagado para su nariz.

Aparte del que lo mordió, no había estado tan cerca de un zombi desde que empezó todo
esto. Si alguno de ellos se lanzaba hacia delante, lo agarraba, con la boca abierta para
morderlo, no tenía ninguna posibilidad. Había demasiados como para luchar o escapar de
ellos. Algunos estaban detrás de él. ¿Y si se equivocaba?

Pero incluso cuando se enderezó, se apartaron, como si él no fuera más que un árbol o una
roca. O un zombi más. Estaba funcionando. Se giró lentamente para ver que los que estaban
detrás de él también se alejaban. Joder, esto era real. Estaba infectado. Pero estaba vivo. ¿En
qué demonios le convertía eso? No hay tiempo para considerar los puntos más finos en este
momento. No hubo gritos en el campamento. Los guardias de la plataforma no lo habían
visto. Quiso correr hacia la valla interior, el instinto le decía que se moviera rápidamente.
Pero correr podría atraer la atención de los guardias. En lugar de eso, se movió lentamente, a
la misma velocidad que los zombis, incluso lanzando un pequeño gemido aquí y allá,
sintiéndose mareado y ridículo por el subidón de adrenalina y la locura de esto. Llevando una
mochila llena de granadas, Cal caminó entre la masa de zombis, abriéndose paso hacia la
valla interior en una dirección algo diagonal. Los zombis chocaban con él a veces, lo que le
daba ganas de vomitar en una mezcla de miedo y asco. Pero no era un ataque. Le chocaban
como se chocaban entre ellos, o con cualquier cosa que se interpusiera. Era extraño estar tan
cerca de tantos de ellos. Ver destellos de lo que habían sido cuando aún eran humanos.
Algunos llevaban los restos andrajosos de varios uniformes. Soldados. Enfermeras. Policías.
Unos pocos llevaban ropa deportiva. Todo su saludable ejercicio no les había servido de
nada al final. Los había de todas las edades, de todas las razas, hombres y mujeres, algunos
con trajes de diseño andrajosos que deambulaban junto a camareras y mecánicos. El
zombi-ismo era un empleador con igualdad de oportunidades. Cal llegó a la valla con un
suspiro de alivio y se agachó, examinando la zona. Una cabaña de madera se encontraba
cerca de la alambrada y Cal estaba seguro de que le impedía ver a los guardias de la
plataforma si permanecía agachado. Los postigos de la cabaña estaban cerrados, pero la luz
se filtraba por los bordes de los postigos, y podía oír voces elevadas, risas y música desde el
interior. Con el mismo cuidado que un hombre que manipula huevos, Cal vació su paquete
de granadas de fragmentación, haciendo un pequeño y ordenado montón de ellas. Formaron
una especie de mojón explosivo contra la valla interior. Miró a la valla exterior, eligiendo su
lugar para volver a trepar por ella. Entonces sacó la anilla de la última granada de la mochila,
la puso encima del montón y echó a correr, como un velocista de cien metros que busca el
récord mundial. Esta vez se abrió paso entre los zombis, sin resbalar ni esquivar. Si se

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interponían en su camino, los derribaba. En su cabeza contó los segundos. Cuatro. Tres.
Llegó a la valla exterior y empezó a trepar. Oyó gritos detrás de él, pero no miró hacia atrás.
Dos. Mitch y Bren salieron disparados de la maleza cuando Cal pasó por encima de la valla.
Se oyeron disparos desde el recinto, y Cal gritó y se tiró al suelo al otro lado de la valla en
lugar de bajar.

Uno. La granada explotó y se llevó a los demás con ella. La explosión fue mayor de lo que
Cal esperaba y, aunque cayó de pie, la onda expansiva lo derribó. Los cuerpos de los zombis,
o al menos partes de cuerpos, golpearon la valla exterior detrás de él. Cal se levantó mientras
Mitch y Bren le agarraban cada uno de un brazo y le arrastraban, tropezando. Necesitaban
cubrirse. Las balas volaban. La explosión habría destruido a los zombis más cercanos, pero
había muchos otros, y empezaron a converger en el agujero de la valla y a pasar al recinto
más allá, caminando sobre los cadáveres desmembrados de sus compañeros. Cal no tenía ni
idea de cómo sabían lo del agujero, ya que no parecían tener ninguna forma de
comunicación. Sin embargo, en pocos minutos el recorrido entre las dos vallas estaría vacío
y los zombis estarían todos dentro del campamento. Miró de Mitch a Bren, sonriendo. -Les
dije que funcionaría. -

-El rey de los jodidos zombis, - dijo Bren y lo agarró para plantarle un beso feroz en la boca.
Cal se quedó sin aliento cuando lo soltó y le sonrió. -Lo siento, el calor del momento. Besas
bien. -

-Tú también, - dijo él. -Creo que me has convertido en bi. -

-Si te hubiera dado lengua, te habría convertido en hetero. - Ella le dio un par de palmadas en
la espalda. Cal se volvió hacia Mitch. ¿Sentiría la necesidad de superar el beso? ¿Acaso lo
había visto? Sus ojos y su rifle estaban dirigidos al campo. Se volvió para mirar a Cal. No
sonrió, pero se inclinó hacia él. No para besar, sino para hablar al oído de Cal.

-Te amo. -

Dios, qué momento para decirlo. Cal consideró su respuesta. Él sentía lo mismo. No podía
negárselo a sí mismo. Pero era muy consciente de lo que significaba decirlo. El poder al que
renunciaría si lo hacía. Lo vulnerable que se hacía a sí mismo. Y nada de eso importaba. Era
Mitch. Cal no quería poder sobre Mitch, y Mitch nunca se aprovecharía de ninguna
vulnerabilidad. Con Mitch era un nuevo tipo de relación. Una real en la que Cal no calculaba
cada movimiento para asegurarse de que le diera ventaja. En el pasado había tratado a los
amantes como rivales, incluso como enemigos. Pero no tenía que tratar a Mitch de esa
manera. Se acercó y sopló suavemente en la oreja de Mitch, acariciándola con su cálido
aliento, antes de hablar. -Te amo, Mitch. -

Los ojos de Mitch, muy abiertos y oscuros en la luz que se estaba apagando, se fijaron en la
cara de Cal. Entonces se besaron.

199
Capítulo Treinta

Todos los gritos y los disparos desaparecieron. El comentario continuo de Bren sobre lo que
ocurría en el campamento se desvaneció. El hecho de que Bren estuviera allí ni siquiera se le
pasó por la cabeza a Mitch como razón para no besar a Cal. Tal vez había perdido toda la
timidez ante las muestras de afecto en público. Tal vez no existía nadie más que él y Cal en
el universo. No existía nada más que la boca de Cal en la suya, los labios de Cal más bien
secos y ásperos, su lengua agresiva en su tanteo, la de Mitch igual de agresiva y ansiosa en
su acogida. Cal había dicho las palabras que decía no poder decir. Las había dicho para
Mitch. Mitch cerró el puño, apretando la parte trasera de la camisa de Cal, y tiró de él para
acercarlo. Si este beso era una recompensa, no era una recompensa por su hazaña de rey de
los zombis, como lo había sido la de Bren. Era una recompensa y una aceptación de esas
palabras. La barba de Cal rozaba la piel de Mitch, y a Mitch le encantaba. Hablaba de la vida
que brotaba de él. A los zombis no les crecía la barba. Incluso el olor a sudor de Cal, por su
miedo y esfuerzo, era una prueba más maravillosa de vida.

-Chicos. - Bren sonaba un poco arrepentida de haberlos irrumpido. Mitch se dio cuenta, con
cierta mortificación, de que estaba de espaldas en el suelo, con Cal en brazos, medio encima
de él. Volvió a sentir algo de timidez. Apartó a Cal, no con fuerza, lamentando hacerlo, pero
tratando de volver a centrarse. Su trabajo aquí no había terminado.

-Si pudieran quitarse las caras de la boca un par de minutos, - dijo Bren, -van a venir por los
puentes. -

Mitch rodó sobre su estómago. Si había tenido el primer movimiento de una erección,
desapareció rápidamente. Agarró su rifle antes de darse cuenta de que el "ellos" al que se
refería Bren era la gente de Ethan, no los zombis, que no podían subir a la plataforma de la
que partían los puentes de cuerda. Los focos que iluminaban el recinto estaban encendidos.
Los hombres subían por la torre hasta la plataforma. En la parte inferior de la torre, se
producían peleas para ver quién era el siguiente en subir las escaleras. Otros hombres estaban
conteniendo a los zombis que convergían en la torre. Mitch sólo esperaba que toda la gente
saliera antes de que los zombis los arrollaran. Puede que sean el enemigo, pero no le desearía
ese destino a nadie.

-Hay tres plataformas en este lado, - dijo Mitch. -Divídanse, esperen al pie de cada una. Si
ven a Ethan, agárrenlo y repórtense. -

- ¿Y los demás? - preguntó Cal. Volvía a tener el rostro duro y el aspecto de un hombre de
negocios, dispuesto a luchar. Como si no hubiera tenido la lengua en la garganta de Mitch
hace un momento.

200
-Dejen que se vayan, - dijo Mitch. -No les den ninguna razón para reagruparse y luchar. Han
perdido su base y sus suministros. Si son inteligentes, se dispersarán y se defenderán en
pequeños grupos. -

-Eso es un gran si, - dijo Cal. Pero se levantó para obedecer la orden de Mitch. Los tres se
dividieron y tomaron un árbol cada uno.

La espalda de Mitch se apoyó en un árbol cercano a su objetivo. Se mantuvo oculto,


observando a los hombres que bajaban. Tenían energía allí arriba, y habían montado una luz
para poder ver mientras estaban en la escalera. Y lo mismo podía hacer Mitch, comprobando
cada rostro cuando el hombre llegaba al suelo. Algunos salieron corriendo solos. Otros
esperaban y salían corriendo en grupo. De vez en cuando había una mujer que huía con uno
de los hombres. Mitch tuvo el impulso de intervenir allí, pero no sabía si un intento de
"rescate" sería siquiera bienvenido. No había muchas mujeres. Por supuesto que no: Ethan
no habría podido mantener a sus hombres motivados para seguir atacando la plataforma si ya
tuvieran muchas mujeres alrededor. Mitch esperó. Cada vez bajaban más hombres, a veces
varios en la escalera a la vez. Maldita sea, tendría problemas si Ethan llegaba en un grupo de
hombres. De alguna manera Mitch dudaba que Ethan se comportaría como un auténtico
comandante y sería el último hombre en marcharse.

La radio de Mitch graznó y la levantó para escuchar la voz de Cal. -Vuelvan al punto de
partida. Lo tengo. -

Mitch corrió a través de un bosque que se sentía preocupantemente abarrotado. Pasó junto a
los hombres, e incluso chocó con algunos. Pero estaba oscuro, y nadie reconocía ni le
importaba que no fuera uno de los suyos. Todo lo que querían era salir. Su carrera fue como
una versión más caliente y rápida del paseo de Cal entre los zombis. Entre el enemigo, pero
sin ser reconocido.

Encontró a Bren ya de vuelta en el punto de encuentro, con aspecto tenso. Asintió a Mitch,
pero no habló. Un momento después, oyeron la voz de Ethan, aguda y frenética, y Cal
apareció entre los árboles, arrastrando al atado y protestón Ethan a su lado. Dejó a Ethan de
rodillas frente a Bren.

-Siéntete libre de destrozarlo ahora mismo, - dijo Cal. -Su lloriqueo me está poniendo de los
nervios. –

201
Iba a tener que hablar con Cal sobre su sed de sangre.

-Cal.…, - empezó Mitch, pero luego se quedó mirando la sangre que manchaba la camisa de
Ethan, que se filtraba por una herida rasgada en el hombro. - ¿Ha.…? -

-Sí, - dijo Cal. -Le han mordido. -

-La culpa es de ustedes, tontos de mierda. -Ethan gimió en tono desesperado. -Ustedes han
hecho esto, jodidos estúpidos. -

Cal le dio una rápida patada. Mitch frunció el ceño, casi con la misma dureza que uno de los
fruncidos patentados por Cal, y éste retrocedió un par de pasos. Mitch se dio cuenta de
repente de que dos hombres le observaban desde la cobertura de los árboles. Cal siguió la
dirección de su mirada y se giró con su rifle.

-Eh, tío, estamos desarmados, - dijo uno de ellos. Ambos levantaron sus manos vacías.

-Cúbrelos, - dijo Mitch. Tal vez estaban desarmados. Tal vez no.

-Hagan algo, - les gritó Ethan. Se enderezó y empezó a gritar. - ¡Oigan! ¡Estoy aquí!
¡Necesito ayuda! ¡A mí! ¡A mí! -

-No vendra nadie, - dijo uno de los dos hombres. -Lo siento, amigo. ¿Podemos irnos? -
Dirigió la pregunta a Mitch.

- ¿De verdad están desarmados? - Preguntó Mitch.

-Sí. No hubo tiempo para tomar nada. - Parecían descontentos por ello. Mitch no podía
culparlos. Uno no andaba sin un arma en esta tierra infestada de zombis.

Mitch sacó su pistola y se acercó a los hombres. -Sugiero que se dirijan a donde están
guardados sus botes. Allí tienen armas y munición. - Delante de ellos sacó balas del cargador
hasta que quedaron cuatro. -Hay cinco zombis vigilando el embarcadero y las cabañas. -
Entregó la pistola al primer hombre que había hablado, ignorando la protesta que escuchó de
Cal. -Tienes cuatro en el cargador y una en la recámara. Te sugiero que no uses ninguna
hasta que llegues al embarcadero. -

Se quedaron mirando la pistola y a él, miraron nerviosos a Cal, que los cubría. Cal podría
disparar a cualquiera, antes de que ellos pudieran disparar a Mitch. Miraron a Ethan, su
supuesto líder. ¿Vieron la sangre? ¿Se dieron cuenta de lo que significaba? Si lo hicieron, no
dijeron nada. El hombre con la pistola se la metió en la cintura. Ni siquiera comprobó el
seguro. La gente de Ethan aparentemente no era grande en la disciplina de las armas.

-Gracias, amigo. Ah, buena suerte y todo eso. -

-A ti también, - dijo Mitch.

202
Salieron corriendo hacia el bosque. Mitch se volvió hacia el grupo, ellos lo miraron
boquiabiertos.

- ¿Qué?, - dijo. -Tengo una de repuesto en mi mochila. - No se arrepintió. La reconstrucción


de la civilización comenzaría con pequeños actos de cooperación.

- ¿Qué vamos a hacer con este pedazo de mierda? - preguntó Cal, señalando a Ethan. -Está
claro que ninguno de sus compañeros va a venir a ayudarle. - Nadie había respondido al grito
de ayuda de Ethan. -De todos modos, está acabado en unos días. Pero no me gustaría pensar
en los problemas que podría causar antes de eso. O después. –

Podrían llevarlo de vuelta, pensó Mitch. Darle la vacuna. Podría salvarle como había salvado
a Cal. Pero podría no hacerlo, y había límites incluso para la magnanimidad de Mitch.

-Bren dijo que venía porque Ethan es su problema, - dijo Mitch. -No digo que esté de
acuerdo con eso. Pero creo que ella puede decidir. -

Bren miró a Ethan, todavía cubriéndolo con su rifle, mordiéndose el labio. La había atacado,
la había dejado inconsciente y la habría violado si no le hubieran interrumpido. Y luego
había atacado la plataforma una y otra vez, tratando de tomar a sus amigas para sus hombres,
tratando de tomarla para sí mismo. ¿Estaba dispuesta a matarlo a sangre fría por eso?

-Dame su pistola, - le dijo a Cal. Cal miró a Mitch como pidiendo permiso. Mitch no dio ni
su asentimiento ni su negativa. Ella eligió. Cal se encogió de hombros y entregó la pistola de
Ethan a Bren. Comprobó la recámara y luego sacó el cargador, que estaba lleno hasta la
mitad. Más que suficiente para acabar con él.

-Mierda, - gimió Ethan, mirando hacia ella. Lanzó un pequeño sollozo.

Todos los instintos de policía que poseía instaron a Mitch a intervenir y evitar que ella
matara a Ethan. Pero todo lo que había aprendido en los últimos dos años le decía que, con la
mordida, una muerte rápida era una misericordia. Así que se mantuvo tan quieto que apenas
respiró.

Bren no devolvió el cargador a la pistola. Lo guardó en el bolsillo. Le mostró el arma a


Ethan. -Hay una en el barril. Una bala. Ya sabes en qué te vas a convertir. Ya sabes lo que
tienes que hacer. Desátalo, - le dijo a Cal.

Cal no miró a Mitch esta vez, simplemente hizo lo que ella le ordenó. Pero Bren no le
entregó el arma a Ethan cuando tuvo las manos libres. En su lugar, se dio la vuelta y la lanzó
hacia los árboles. Ethan gritó conmocionado.

-Ve a buscarla, - dijo Bren. -Y haz lo que tengas que hacer. Venga, ustedes dos, nos vamos. -
Mientras se alejaban, Ethan se zambulló en la maleza donde Bren había arrojado el arma.

203
Inteligente, pensó Mitch. Si se la hubiera entregado, podría haber decidido llevarse a uno de
ellos con él antes de que los otros dos le dispararan. De este modo, para cuando lo
encontrara, Mitch, Cal y Bren ya habrían desaparecido. ¿Tendría las agallas para hacerlo? se
preguntó Mitch. ¿Acabar rápidamente con él? ¿O enfermaría y tendría una muerte lenta y en
cinco días empezaría a vagar por la tierra buscando a alguien a quien morder? En cualquier
caso, nunca volvería a dirigir una incursión en su casa.

Habían caminado casi una milla cuando escucharon un disparo lejano. Podía ser Ethan o uno
de los suyos que seguía en el bosque. No importaba. Ethan ya no era un problema.

Volvieron a su barco. A Mitch no le gustaba caminar por la noche. Se lo ponía demasiado


fácil a los zombis, que no tenían problemas para encontrar a los humanos en la oscuridad.
Pero tampoco se atrevía a detenerse, ya que la gente de Ethan seguía por ahí, y algunos de
ellos podrían estar mejor armados y ser menos indulgentes que los dos a los que había dado
la pistola. Pero llegaron al barco sin problemas y se turnaron para conducirlo mientras los
otros dos dormían. Al mediodía se acercaban a la plataforma. Mitch se despertó en una
posición incómoda sobre una lona en la cubierta; este pequeño barco no tenía el bonito
camarote del que presumía el pobre Cora. Se sentó parpadeando bajo la brillante luz del sol.
Bren le sonrió desde el timón.

-Despierta al Rey Zombie. Ya casi estamos en casa. -

Cal se tumbaba a su lado y Mitch le sacudió para que se despertara. Cal parpadeó como un
búho, luego se dio cuenta de dónde estaba y se sentó, frotándose la barbilla, que raspaba
audiblemente.

-Mierda, necesito un afeitado, - dijo Cal mientras él y Mitch se levantaban, estirándose.


Mitch gimió por la rigidez de su cuello y espalda. Una siesta en una cubierta dura no era lo
mismo que un sueño apropiado en su catre, con el cuerpo desnudo de Cal apretado contra el
suyo.

- ¿Un afeitado? - Bren dijo. -Diablos, necesitas un paisajista. No eres un zombi, Cal. Eres un
hombre lobo. -

-Lo dice alguien que no se ha afeitado las piernas en dos años. -

Mientras Cal y Bren seguían bromeando, Mitch se acercó a la proa del barco y observó el

204
aparejo mientras se acercaban. Al menos no tenía que temer, esta vez, que volviera para
encontrarlo atacado e invadido. Su hogar estaba a salvo. ¿Pero cuánto tiempo más sería su
hogar? Volvió a mirar a Cal. El hombre que podía caminar intacto a través de una multitud
de zombis. Ver eso había hecho que algo hiciera clic dentro de Mitch. Un nuevo futuro. Un
nuevo plan. Incluso las pocas horas de sueño que había conseguido tener le habían ayudado a
cuajar.

Pero ahora no había tiempo para hablar de ello. En pocos minutos estaban cerrando la
plataforma, y recogiendo y ordenando el barco. Pocos minutos después, subieron con el
cabrestante y subieron a bordo.

Mitch se quedó atrás y dejó que Bren anunciara que la amenaza de Ethan había terminado.
Dejó algunas cosas un poco vagas: por ejemplo, cómo llegó Cal al cableado interior. Mitch
apreció eso y sospechó que Cal también lo hizo. No querría que toda la plataforma le llamara
rey de los zombis.

La gente de la cubierta aplaudió a rabiar y los soldados bromearon sobre su decepción por no
haber podido luchar. Pero Mitch dudaba que lo dijeran en serio. Asaltar ese recinto con
veinte personas, incluso sin los "guardias" zombis, habría sido un suicidio. Algunos
corrieron hacia abajo para difundir las buenas noticias, otros estaban a punto de empezar una
fiesta allí mismo, e Inez estaba abrazando a Bren con la suficiente fuerza como para sacarle
el relleno. Pero Bren calmó las cosas. Organizad una celebración para mañana por la noche,
dijo. El equipo de reconocimiento estaba agotado y necesitaban dormir.

Sin embargo, primero se dirigieron a la enfermería, donde la doctora escuchó, cautivada,


cómo Cal relataba sus anteriores encuentros con los zombis y su paseo por el foso de los
zombis.

-Por eso me preguntaste aquella vez por qué los zombis no muerden a otros zombis, - dijo
Phyllis. -Crees que lo que sea que detectan en los demás, también lo detectan en ti. -

-Tiene que ser la vacuna, - dijo Bren. -Definitivamente funciona. -

-Entonces dámela, - dijo Mitch. -Seré tu conejillo de indias. Si funciona para mí, puedes
dársela a todos los demás. -

-Mitch, no podemos saber con seguridad que funcionó, - dijo Phyllis. -Ya discutimos todo
esto antes. Podría tener inmunidad natural. Puede que nunca se haya infectado. -

-Debo haberlo estado, - dijo Cal. - ¿Por qué si no me iban a ignorar? -

- ¡No lo sé! Quizá no les guste tu aftershave. -

-Bueno, sabes que sólo hay una forma de averiguarlo, - dijo Mitch. -Me lo das a mí también
y vemos qué pasa. -

205
-Y a mí, - dijo Bren. Cuando Mitch frunció el ceño, ella dijo: -Oye, si quiero ser la reina de
los zombis, no puedes detenerme. -

-Bren, esto es serio. Es...- Un cambio de mundo. Era más que serio. Era el comienzo del
nuevo mundo. -Por favor, piénselo, doctora. Tengo algunas ideas sobre lo que haremos
ahora, pero no puedo hacer planes concretos hasta saber si la vacuna funciona. Pero ahora
mismo, estoy listo para mi cama. ¿Vienes, Cal? -

-Claro. -

-Me quedaré a charlar con la doc un rato más, - dijo Bren.

Mitch Oyo a Phyllis suspirar. Para cuando Mitch se despertará mañana, Bren bien podría ser
la reina de los zombis.

206
Capítulo Treinta y Uno

Cal salió de la ducha, limpio y recién afeitado, para encontrar a Mitch en la cama, no
dormido, pero con aspecto pensativo. Y con un aspecto bastante delicioso, con el pelo aún
despeinado y húmedo por la ducha. Cal se deshizo de la toalla y se deslizó bajo las sábanas
junto a Mitch, desnudo, acurrucándose y calentándose contra la piel de Mitch.

-La ducha no estaba muy caliente, - dijo Cal. -Me estoy congelando. -

-Eres bastante cálido para un hombre que es en parte zombi, - dijo Mitch, encerrando a Cal
entre sus brazos.

-Lo sé. Soy el zombi más caliente del planeta. - Cal bostezó enormemente y apoyó la cabeza
en el hombro de Mitch. -Menudo día. -

-Cal, lo que hiciste...- Mitch hizo una pausa, y Cal se preguntó por un segundo si se había
dormido en medio de la conversación. Pero después de un momento, continuó. -Fue lo más
estúpido, lo más aterrador y lo más valiente que he visto nunca. -

-Me estás haciendo sonrojar. Vete a dormir. - Cal cerró los ojos. Se sonrojó al recibir tales
elogios de Mitch. Se fue a la deriva hacia el sueño, esperando no soñar que caía en una
multitud de zombis. Pero, ¿por qué iba a tener pesadillas con ellos? Ya no tenía ninguna
razón para tenerles miedo.

Cuando se despertó, encontró a Mitch sentado en la cama y escribiendo en una libreta. Cal se
apoyó en un codo.

- ¿Qué haces? - preguntó Cal con voz tonta. - ¿Escribiendo una carta de amor? -

-Sólo algunas ideas en las que estoy trabajando. - Mitch dejó el bloc y el bolígrafo a un lado.

- ¿Qué estás tramando? ¿Tu campaña electoral para el consejo? -

-No. De hecho, no creo que esté en el consejo mucho más tiempo. -

- ¿Qué? ¿Qué estás tramando, Mitch? Déjame saber. -

-Te enterarás pronto. -

-Bromeas. -Cal se inclinó sobre Mitch para mirar su reloj en el cajón que servía de mesita de
noche. -Dios, sólo son las cuatro de la mañana. Todavía no tenemos que levantarnos durante
horas. -

-Pues vuelve a dormir, - sugirió Mitch. Era otra burla. Mitch se estaba volviendo bueno en
eso. Pero Cal todavía era mejor.

207
-Vale, - dijo y se tumbó, tumbado de espaldas, con los ojos cerrados y controlando la sonrisa
que quería brotar en su cara. Se colocó en una posición que dejaba ver su cuerpo bajo la
manta de la mejor manera posible. Contó.

Ni siquiera llegó a veinte antes de que los resortes tintinearan y el catre se moviera cuando
Mitch se movía. Cal mantuvo los ojos cerrados mientras el cuerpo de Mitch se deslizaba
contra el suyo. Reprimió un grito ahogado cuando los labios se apretaron contra los suyos, y
luego se movieron hacia su oreja, bajando por su cuello. Mitch rozó con su lengua el hueco
entre las clavículas de Cal, y la polla de éste empezó a llenarse al instante. No pudo contener
el gemido de deseo y abrió los ojos.

- ¿Te importa?, - dijo. -Estoy tratando de dormir. -

Mitch se abalanzó sobre él, inmovilizándolo contra la cama y besándolo con fuerza. Cal se
zafó de él, se tumbó de lado y pasó una pierna por encima de la cadera de Mitch.

-Ya se te nota la barba, -dijo Mitch, acariciando la cara de Cal. -Tenemos que estudiar más
seriamente la posibilidad de que seas un hombre lobo. -

-Sí, soy un lobo, cariño. Grande y malo. Voy a soplar y a soplar tu... Bueno, digamos que el
resto de esta historia no es apta para niños. - Presionó a Mitch sobre su espalda y comenzó a
besar su pecho y sus hombros, bajando. -Háblame de tus misteriosos planes. -

-No, - dijo Mitch, sonando falto de aliento. -Y si crees que puedes sacarme información así,
te equivocas. -

-Apuesto a que no. Vamos, soy tu novio. Tengo la primera mirada. -

- ¿Eres mi qué? -

Cal se congeló y miró a Mitch, que le miraba fijamente. -Novio. ¿Qué, crees que soy
demasiado mayor para que me llamen novio? -

-Quizá un poco. - Mitch sonrió. -Lo siento. Es que nunca pensé que escucharía eso de ti.
Novio. - Se río. - ¿Qué tal amante, o está demasiado cerca de la palabra A? -

-¡Puedo decir la palabra A! Ya la he dicho antes. -

-No tienes que hacerlo, Cal. Las acciones hablan más que las palabras. Y tus acciones...-

-No sigas con eso ahora. Es una especie de asesino de la erección. -

-Es un punto justo. Entonces, ¿tienes alguna idea de lo que vas a hacer con esa erección? -
Levantó sus caderas de la cama, frotó su polla endurecida contra la de Cal. -Parece que está
lista para la acción. -

208
-Quiero estar dentro de ti. - Cal eligió la forma menos cruda de decirlo. Mitch, el romántico,
necesitaba palabras suaves y persuasión.

-S-sí, - dijo Mitch, con un pequeño titubeo en su voz.

-No suenes tan nervioso. La última vez te gustó. Esta vez te gustará aún más. Te lo prometo.
- Se arrodilló sobre Mitch a cuatro patas y le miró a la cara. -Pero dilo, Mitch. Si no lo
quieres, no lo hacemos. -

-Lo quiero. - El rostro de Mitch era sincero, su voz firme, los ojos fijos en Cal. Nada de eso
significaba nada para alguien que era un mentiroso practicante como Cal. Pero sí lo era
viniendo de Mitch. Un hombre honesto, algo raro en la experiencia de Cal.

Buscó en la mesita de noche el lubricante y los condones. Mitch le quitó la caja de condones
y Cal pensó que iba a ponérselos él mismo. Pero no lo hizo. La tiró a un lado. Se alejó
patinando por el suelo.

-Mitch...-

-Cal, mañana el médico me va a poner la vacuna, y funciona. Incluso si existiera la más


remota posibilidad de que pudieras infectarme, cosa que no creo, entonces no importará. -

-Si estás seguro. -

-Estoy seguro. Hazlo. -

Esta vez quería mirar a Cal de frente. No es fácil ponerse en una buena posición para eso
para un tipo voluminoso como Mitch, y terminó con las rodillas subidas casi hasta el pecho,
lo que Cal dudaba que fuera capaz de mantener por mucho tiempo, así que Cal se puso a ello
rápidamente. Deslizó dedos lubricados dentro de Mitch, preparándolo eficientemente,
disfrutando de los pequeños suspiros de placer de Mitch. Con la otra mano se lubricó a sí
mismo, lentamente, tratando de no bombear su polla, no queriendo excitarse demasiado
pronto.

-Nunca he ido al denudo con nadie más que contigo, arriba o abajo, - le dijo a Mitch, cuyos
ojos se abrieron de par en par. Cal había aprendido muy pronto a estar siempre seguro y a
insistir en un condón para la penetración cada vez. Nunca había estado con nadie el tiempo
suficiente como para llegar al punto de confiar en el otro lo suficiente como para no usar
uno. -Supongo que lo hiciste...- Se cortó antes de invocar el nombre de Dex. Hablando de
asesinos de erecciones. Vio un destello de dolor en la cara de Mitch, que desapareció
rápidamente. -Gracias por dejarme, -dijo Cal. Mitch sonrió y apoyó una mano en la de Cal.

-Gracias por confiar en mí para ser el primero. Yo... ya estoy preparado. -

Cal también lo estaba, más que preparado.

209
El cuerpo de Mitch se rindió más fácilmente a él esta vez. Relajado, confiando,
conociéndolo. Cal se hundió profundamente. Una nueva intimidad. Si era honesto consigo
mismo, no se sentía muy diferente, físicamente. Pero saber que no había ninguna barrera
entre ellos, nada más que su piel y el cuerpo de Mitch tenso alrededor, abrazándolo, eso hizo
algo en su mente, un nuevo sentimiento, un sentimiento sólo para Mitch. Esa complicada
palabra con "A". La que había dicho con demasiada facilidad a otros y no podía decir a
Mitch.

-Te amo, Cal. - Mitch lo dijo por él, levantando los brazos para rodear el cuello de Cal,
acercándolo. Su polla se presionó en el estómago de Cal, caliente, con la punta mojada.
-Fóllame. -

Cal se movió lentamente hacia atrás y hacia adelante unas cuantas veces, hasta que Mitch se
levantó para encontrarse con él en cada golpe, empujando sus caderas fuera de la cama. Su
polla golpeaba en el vientre de Cal cada vez, hasta que Cal la tomó en la mano y comenzó a
bombearla, tratando de mantener el mismo ritmo que sus caderas. No fue fácil. El cerebro le
daba vueltas, toda la sangre que salía de él se desviaba hacia la bola de fuego que tenía en la
ingle. Sus empujones se hicieron más rápidos, más duros, haciendo que Mitch se agitara y
aullara bajo él. Algo que sin duda oían los demás a través de los conductos de ventilación
situados a tres cubiertas de distancia.

No importaba. Cal no podría haber parado por nada del mundo. No se detuvo cuando el catre
se balanceó con demasiada fuerza y Mitch gritó, - ¡Mierda!- Las patas del catre se doblaron y
todo se derrumbó. La cama del catre golpeó el suelo con estrépito, haciendo que se
detuvieran. Mitch miró fijamente a Cal.

-Hemos roto la cama, - dijo.

- ¿Ya te has corrido? - preguntó Cal.

-No. -

-Yo tampoco. Lo arreglaremos más tarde. - Y reanudó sus empujones mientras Mitch se
disolvía en risas, intercaladas con gemidos de placer. Cal no iba a dejar que una pequeña
cosa como un catre derrumbado lo detuviera. Mitch dejó de reírse rápidamente cuando Cal le
empujó con más fuerza. Su espalda se arqueó sobre el colchón.

- ¡Cal! - Una palabra, un grito y se corrió, chorreando sobre el pecho de Cal, el olor caliente
y almizclado llenando los sentidos de Cal y llevándolo al límite. Se tensó, sintiéndose como
una bomba en el instante previo a la explosión. El clímax de Mitch lo había detonado.
Entonces se corrió, el cuerpo se estremeció con movimientos finales e involuntarios, la
tensión salió de él, se concentró en su polla y estalló en una explosión de luz blanca. Se
golpeó contra el colchón cuando sus huesos se derritieron y no pudieron sostenerlo más,

210
empujándose hacia un lado para no caer sobre Mitch, sacándose lo suficientemente rápido
como para que Mitch gimiera en señal de protesta. Rodó sobre su espalda y dejó que su
brazo cayera sobre el borde del colchón, y lo tomó por sorpresa cuando sus nudillos
golpearon el frío suelo de metal.

Ah, sí. Habían roto la cama.

-Supongo que algún día tenía que pasar, - dijo Mitch, mirando el catre. Cal cedió por fin a la
risa. Se tumbaron juntos en su cama rota, helados por el aire frío, calentados por los cuerpos
del otro, y rieron de pura alegría.

Mitch extendió el brazo y Phyllis levantó la aguja.

- ¿Estás seguro de esto?, - preguntó ella.

-Hazlo, - dijo Mitch sonriendo - ¿Eso cuenta como consentimiento informado? -

-Lo más cerca que vamos a estar de ello, - dijo ella. -Allá vamos. -

Mitch se apartó mientras la aguja entraba. Su mirada se posó en Cal, que observaba desde el
otro extremo de la enfermería. ¿Preocupado, tal vez? ¿O no quería compartir su título de rey
de los zombis? Mitch sonrió de forma tranquilizadora y Cal le devolvió la sonrisa, pero no
parecía menos preocupado.

-Hecho. - Phyllis se apartó y tiró la aguja en un contenedor de objetos punzantes. La


enfermera le dio a Mitch un trozo de algodón para que lo presionara contra el pinchazo de la
aguja.

-Ahora yo. - Bren se adelantó, ya con la manga remangada y el brazo extendido. Inez estaba
a su lado. Phyllis sacudió la cabeza.

-Aguanta el agua, chica. Vamos a esperar unos minutos. - Bren frunció el ceño y luego miró
a Mitch. Phyllis observó a Mitch con interés. - ¿Te sientes bien? -

-Bien. -

211
- ¿No sientes que estás a punto de tener convulsiones? -

- ¿Cómo voy a saber lo que se siente? - Dijo Mitch. -Estoy un poco hambriento, pero lo
estaba antes de entrar. -Todavía no había desayunado. El médico había querido que
esperaran hasta después de la inyección para comer. Para estar seguros, dijo.

-Vamos, Doc, - insistió Bren. -No le ha explotado la cabeza ni nada. Démela. -

-En un minuto. -

Bren se quejó durante diez minutos antes de que le llegara su turno. Luego se quejó de que le
clavaran las malditas agujas. Al cabo de unos minutos, a ambos les habían tomado la tensión
y el ritmo cardíaco y les habían puesto vendas en las heridas de las agujas y los habían
despedido de la enfermería.

-Quiero que vuelvan aquí dentro de doce horas, - dijo Phyllis. -O antes de eso, si sienten algo
extraño. Cal, quédate con Mitch y vigílalo como un halcón. Inez, haz lo mismo con Bren. -

-Sí, señora, - dijeron Cal e Inez al mismo tiempo. Se miraron y Cal sonrió. Inez sonrió más
tímidamente.

Phyllis se río ante su aguda respuesta. -Lo sé, qué faena, ¿eh? Después tendrás revisiones
diarias durante una semana. -

- ¿Y después de una semana? - Bren dirigió esto a Mitch, que miró a Cal, que volvía a
fruncir el ceño.

-Entonces veremos si ha funcionado. -

Mitch engañó a Cal.

Cal sabía que Mitch y Bren planeaban desembarcar una semana después de vacunarse, sobre
todo después de que las pruebas del médico demostraran que ambos tenían anticuerpos en la
sangre que coincidían con los de Cal. Él también había querido ir, decidido a ser el refuerzo
de cualquier maldito plan tonto que tuvieran en mente. Pero Mitch se escabulló de la cama
silenciosamente en la noche y salió de la plataforma con Bren y un pequeño escuadrón, Cal
se enteró por Tanya después de despertarse solo. Anduvo dando tumbos durante varias horas
con un enfado descomunal, hasta que, al anochecer, la sala de radio informó de que el barco
estaba de vuelta.

212
Cal pidió que le avisaran y corrió hacia el cabezal del cabrestante, donde el barco sería
arrastrado hasta el nivel de la cubierta. No debería haber corrido, porque aún faltaban quince
minutos, así que se paseó como un tigre durante diez minutos antes de que empezaran a
aparecer otras personas: Tanya, el médico y un par de miembros del consejo. Habían
mantenido todo este asunto en silencio ante el resto del grupo para evitar posibles
decepciones, y sólo lo anunciarían cuando estuvieran seguros de que funcionaba. Pero los
rumores se habían extendido, y Cal sentía los ojos sobre él dondequiera que fuera.

Rey de los zombis.

Se alegraría cuando ya no tuviera el título.

El pequeño grupo estuvo tenso hasta que llegó el barco y hubo que hacer algo para subirlo,
bajar a la gente. Gente que llevaba una gran sonrisa.

-Funcionó, - dijo Bren, sin preliminares, sin necesidad de explicar. -Los zombis no estaban
interesados en mí o en Mitch. Es como si fuéramos invisibles o sólo piedras o algo así. -

-Felicidades, Phyllis, - dijo Mitch. -Yo diría que acabas de ganar un premio Nobel. -

-Mucho bien me hace ahora, - dijo ella. - Mucho mejor, en realidad. No tengo ropa formal. -
Pero entonces se derrumbó y soltó una desconcertante risita de niña. -Bueno, bueno, todavía
lo tengo, ¿eh? Todavía lo tengo. -

Después de muchos apretones de manos y palmadas, Cal apartó a Mitch de los demás. Bren
estaba hablando de lo que habían hecho en tierra. Los cuatro soldados que habían ido con
ellos también intentaban concertar citas para conseguir la vacuna.

- ¿Por qué se han escabullido sin mí? - preguntó Cal, sacando a Mitch del alcance de los
demás.

-Quería una especie de prueba de condiciones de laboratorio, - dijo Mitch. -Ya sabemos que
eres invisible para ellos. No quería que eso interfiriera en las observaciones de ninguna
manera. -

-Mitch, no emito un campo general de repulsión de zombis a seis metros de distancia".

-Lo sé. Pero quería estar seguro. -

- ¿Y lo estás ahora? -

-Sí. Fue increíble. Estábamos lo suficientemente cerca como para tocarnos. El impulso de
dispararles o correr fue casi abrumador. Pero nos ignoraron, a mí y a Bren, y sólo fueron tras
las otras. -

-Así que es la vacuna. No soy yo, no es la inmunidad natural, quiero decir. No tiene nada que

213
ver con que me hayan mordido. Es la vacuna. - Sonrió, repentinamente encantado de no ser
especial. "Maldita sea".

-En parte eres tú, - dijo Mitch. -Phyllis utilizó tus anticuerpos para perfeccionar la vacuna. -

-Lo que sea. La cuestión es que funciona en todos. -

-Eso parece. La doctora dice que todavía hay que trabajar para perfeccionarla. Y tiene que
probarla en más personas, por si hay algunas en las que no funciona o que tienen una
reacción a ella. Pero sí, tiene buena pinta. Y lo cambia todo. Tenemos que tener una reunión
del consejo. Tengo un plan que he estado pensando durante la última semana, dependiendo
de si la vacuna funcionaba. Ahora que sé que sí, es hora de llevar el plan al consejo. -

-Sabía que habías estado preparando algo, - dijo Cal. - ¿Quieres darme un adelanto? -

-No. Todavía estoy elaborando las cosas en mi cabeza. -

- ¿Qué tal si te seduzco por los detalles? -

Mitch sonrió. -Fallarás, pero no dudes en intentarlo. Después de la cena. -

214
Capítulo Treinta y Dos

El consejo reunido, junto con casi todo el resto del grupo, se agolpó en el comedor. Sólo los
niños, y los adultos que los cuidaban, estaban ausentes.

Mitch se inclinó hacia Cal y habló mientras la sala se llenaba. -Estoy un poco nervioso. No
esperaba que aparecieran todos. -

- ¿Luchás contra zombis y bandidos, pero te da miedo dirigirte a una sala llena de mujeres? -

-Hablar en público nunca fue mi cosa favorita. -

- ¡Eras un policía! -

-No es lo mismo. - Mitch hizo una mueca. -A veces tenía que ir a hablar con grupos
escolares. Eso era lo peor. -

-Bueno, este grupo probablemente no va a lanzarte bolas de saliva. - Tomó la mano de


Mitch, entre los asientos, fuera de la vista, un gesto sólo para ellos dos, le dio un suave
apretón. -Es tu momento, Mitch. No seas tímido. Sé que tienes algo increíble que decir,
aunque no me digas exactamente qué es. Así que vamos a escucharlo. -

Kathy golpeó su mazo entonces y convocó la reunión. La sala tardó un momento en ponerse
en orden. Cuando la gente se calmó, se dirigió a Mitch, que estaba sentado al final de una
larga mesa, con Cal a su derecha.

-Mitch tiene algo que hablar con todo el grupo, una propuesta que desea hacer. - Kathy
frunció un poco el ceño, al parecer no estaba contenta de que no lo hubiera llevado primero
al consejo. Pero Cal confiaba en el criterio de Mitch. Fuera lo que fuera lo que tuviera que
decir, era algo sobre lo que todo el grupo tenía que decidir. -Mitch, tienes la palabra. -

-Gracias. - Mitch se puso de pie, su mano se deslizó fuera de la de Cal. Cal empujó su silla
hacia atrás para poder ver la cara de Mitch sin que le diera un calambre en el cuello. Mitch se
sonrojó, tímido ante el escrutinio de tantos ojos sobre él. No tenía por qué estarlo. Este grupo
le adoraba.

-Hace poco más de una semana, Bren y yo vimos a Cal caminar intacto entre una multitud de
zombis. Todos ustedes saben que le dieron la vacuna. No sólo evitó que muriera y se
convirtiera, sino que lo hizo de alguna manera... invisible para los zombis. -

Hubo un revuelo entre a multitud, aunque todos habían oído ya la historia. Cal intentó
parecer tranquilo cuando la mayoría de las miradas se volvieron hacia él.

215
-Hace siete días, Bren y yo recibimos la vacuna. Ayer bajamos a tierra y rastreamos algunos
zombis. Nos ignoraron. -

La sala estalló en un estallido de murmullos. -Por favor, - pidió Mitch. -Déjenme continuar.
Estoy seguro de que todos se dan cuenta de lo que esto significa. Todos podemos tomar la
vacuna e ir a tierra a salvo de los zombis. Pero creo que también significa que tenemos el
deber de conseguir que esta vacuna se distribuya no sólo a nuestro grupo, sino más
ampliamente. He hablado con la doctora al respecto, y dice que se puede producir a gran
escala, con el equipo adecuado.-

-No tenemos ese equipo aquí, así que tenemos que ir a tierra y establecer un centro de
distribución de vacunas, en algún lugar con instalaciones de laboratorio. Tratar de encontrar
otros médicos y científicos que puedan ayudar. Tenemos que entrenar al mayor número
posible del grupo para fabricar la vacuna. Y más tarde, entrenar a otros para hacerlo. Y
además de esa base donde la gente puede venir a conseguir la vacuna, debemos empezar a
salir y distribuirla. Ponerse en contacto con otros grupos de supervivientes y hacerla llegar a
todo el país. Quizás algún día, por todo el mundo. -

Tuvo que detenerse mientras el bullicio aumentaba. La cabeza de Cal casi daba vueltas. Ver
a Cal atravesar la multitud de zombis había metido en la cabeza de Mitch este plan que
cambiaría el mundo. Su inmunidad era la clave. Cal se había alegrado de que la vacuna
funcionara, porque significaba que Mitch y el resto de sus amigos podrían estar a salvo. Pero
Mitch pensó en algo mucho, mucho más grande.

- ¡Lo sé, es un plan audaz! - La voz de Mitch se elevó por encima de la multitud, que empezó
a calmarse. -Y tenemos mucho trabajo por delante. Pero sólo daremos los primeros pasos
solos. Una vez que salgamos, empezaremos a conectar con otros supervivientes, incluso con
los que actualmente parecen hostiles. Negociaremos con ellos y empezaremos a construir
esta red. Imaginen cuánto más efectivos serán los cazadores de zombis cuando no tengan que
preocuparse por ser mordidos. Cuánto más rápido podremos limpiar la tierra y hacerla
habitable. -

La algarabía se levantó de nuevo, y esta vez sonaba más positiva, la gente gritaba preguntas.
Mitch levantó las manos. -Por favor, ahora no. Retened todos esos pensamientos e ideas.
Tendremos muchas reuniones de planificación en las próximas semanas. Este es un proyecto
de varios años, es enorme, pero alguien tiene que empezarlo, y como resulta que tenemos la
suerte de contar con la doctora Burnett y su vacuna, el deber recae en nosotros. Y sé que me
gustaría formar parte del grupo que la historia dirá que empezó a recuperar el mundo de entre
los muertos. -

Se detuvo y se sentó. Conocía bien como decir las palabras para un gran cierre.
Comenzaron los aplausos. Bren fue la primera en levantarse, aplaudiendo con fuerza, Inez,
Cal y el resto del consejo le siguieron.
216
En un momento todo el mundo en la sala estaba de pie. Cuando Mitch volvió a ponerse en
pie, se callaron y se sentaron, esperando a que continuara.

-Lo que propongo, y por supuesto todos tenemos que votarlo, es que Bren sea la directora del
proyecto. Con su experiencia militar, tiene los conocimientos logísticos necesarios para ello.
Ella reunirá el equipo para organizar el primer centro de fabricación y distribución de
vacunas. Mientras trabaja en eso, yo y Cal, si está de acuerdo, iremos a tierra y buscaremos
un sitio adecuado. Puede que tardemos varias semanas en encontrar algo, y entonces
sacaremos a algunos de los soldados de la plataforma para que nos ayuden a despejar y
asegurar el lugar antes de traer a nadie más. -

Cal miró fijamente a Mitch, sin saber si besarlo o abofetearlo. "¿Si estába de acuerdo?” Por
supuesto que estaba de acuerdo. Era su sueño hecho realidad, tener por fin tiempo a solas con
Mitch, y en movimiento, sin quedarse quietos. Nunca más se quedarían quietos. Estaban
buscando una base, pero luego tenían que hacer llegar la vacuna. Algunas personas vendrían
a ellos, pero a otras tendrían que ir a buscarlas. Cal estaba seguro de que se iba a ofrecer
como voluntario para ese trabajo.

-Ya que voy a estar fuera por algún tiempo, - dijo Mitch, -he decidido que no me presentaré a
la reelección al consejo. -

Hubo un revuelo y un murmullo. Naomi, que seguía teniendo esperanzas en las próximas
elecciones, se quedó pensativa. Este nuevo plan lo cambiaba todo, Cal lo sabía. La vieja
disputa sobre quedarse o irse ya no existía. El próximo consejo tendría que estar unido en
torno a este propósito común. Y teniendo en cuenta todo lo que Cal había visto conseguir a
estas mujeres en el tiempo que llevaba aquí, apostaría por su éxito. Se lo había dicho a
Mitch. El grupo lo quería, pero ya no le necesitaba. Cal lo necesitaba. Y pronto él y Mitch
serían totalmente dependientes el uno del otro allí en la selva. Moviéndose siempre, pero por
fin ya no estaría a la deriva. Tendría una meta. Y tendría a Mitch a su lado.

Un mes después.

Apenas había salido el sol cuando el barco llegó al embarcadero que antes utilizaba el grupo
de Ethan. Los botes de allí ya no estaban, los zombis guardianes habían sido destruidos. Era
un lugar tan bueno para empezar como cualquier otro, habían acordado Mitch y Cal.

217
Cal, Mitch y Bren amarraron el bote y descargaron el equipo de Mitch y Cal, dos mochilas
grandes y bien llenas.

-No voy a quedarme mucho tiempo, - dijo Bren, con la voz un poco ronca, quizá intentando
fingir que no estaba atragantada. Además, había cantado mucho en la fiesta de despedida que
habían dado a Mitch y Cal la noche anterior. -Tengo mucho trabajo que hacer. –
Ciertamente lo tenía, pensó Cal. El consejo tenía nuevos miembros con los que tratar, y ella
era la jefa del comité de planificación. Ahora era la líder de esa plataforma, y necesitaría
todo el tiempo que pudiera exprimir de un día para gestionarla.

-Ven aquí, - dijo Cal. Él también se sentía un poco mal, por la falta de sueño. No es que se
hubieran quedado despiertos hasta muy tarde de fiesta, pero él y Mitch no se habían ido
precisamente a dormir cuando volvieron a su habitación. Pero sonrió mientras abrazaba a
Bren, y se dieron una palmada en la espalda.

No hubo palmadas en la espalda para Mitch cuando lo abrazó. Ella lo abrazó con fuerza y él
hizo lo mismo. Mitch podría tener a Cal ahora, pero Bren había sido su fuerza durante mucho
tiempo. Le había dicho a Cal que la consideraba una hermana. Todo el mundo hacía nuevas
familias en este nuevo mundo.

-Cuídense mutuamente, - dijo. "Y no se ausenten demasiado tiempo. La doctora se muere por
empezar con el programa de vacunación. - Así estaba Bren, con sus planes ya muy
avanzados, organizando a las mujeres en grupos para que tomaran clases para fabricar la
vacuna, administrarla y entrenar a más soldados para limpiar su base cuando Mitch y Cal la
encontraran.

-También quiero poner en marcha este espectáculo, - dijo Mitch. Le dio un beso en la frente
y ella le dio una palmada en el hombro.

-No lo hagas, idiota sensiblero. - Pero ella le devolvió el beso en la mejilla y luego lo dejó ir.
-Ahora vete de aquí. Estás quemando la luz del día. Y no olvides los controles por radio. Una
vez a la semana, sin falta, o iré por ti. -

Volvió a subir al barco y los observó desde la cubierta mientras caminaban por el
embarcadero, saludándola con la mano. Sortearon los baches del terreno y los zombis
podridos y salieron por la puerta abierta, volviéndose para saludar por última vez antes de
adentrarse en los árboles y perderse de vista.

-Va a ser magnífica, - dijo Mitch. -Ya lo es. Va a liderar este proyecto y va a pasar a la
historia. Junto con la doctora. -

-Junto contigo, Mitch. Esta fue tu idea. - Cal sonrió. Tal vez la doctora habría ganado un
Premio Nobel de Medicina, pero si esa organización hubiera existido todavía, algún día
podría haberle dado a Mitch Kennedy el Premio Nobel de la Paz. -Me di cuenta hace tiempo

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de que querías cambiar el mundo. No podía saber que realmente lo harías. -

- ¿Has olvidado que eres el Paciente Zero? Serás más famoso que cualquiera de nosotros. -

Siguieron caminando, en lo profundo del bosque, en dirección a la carretera. Se sentía tan


extraño caminar por el bosque, en alerta, pero hablando y sin miedo. Otros humanos que los
vieran pensarían que estaban locos, arriesgándose a atraer a los zombis con sus voces. Pero si
se encontraban con otros humanos, les explicarían y les ofrecerían la vacuna. Tenían una
provisión de la misma en sus mochilas.

-Vamos a ser como un par de vendedores de aceite de serpiente, ¿no? - Dijo Cal. -
¿Ofreciendo nuestra cura a cualquiera que nos encontremos? - Sus viejas habilidades de
estafa podrían ser útiles allí. Podía convencer a cualquiera de cualquier cosa.

-Excepto que el único precio que pedimos es que la gente se una a nosotros para correr la
voz. -

Cal se encogió la mochila a la espalda. Todavía no estaba muy cómodo. - ¿Crees que
realmente puede funcionar, Mitch? ¿No vamos a dar a la escoria de la humanidad algo nuevo
por lo que luchar? ¿Una nueva arma para usar contra los demás? Tú eres el que me dice que
todos los hombres son salvajes. -

-Creo que...- Mitch hizo una pausa, pareciendo que lo estaba pensando. -Creo que la gente se
comportará de manera diferente una vez que haya esperanza de una nueva civilización. Ya
no necesitaran ser salvajes. Volverá a haber una sociedad. Tal vez una mejor que antes. Y si
alguien quiere formar parte de ella, tiene que cambiar su comportamiento. -

- ¿Y qué pasa con la gente que no quiere hacerlo? -

-Ya lo resolveremos. -

-Quizá vuelvas a ser policía. -

Mitch sonrió y buscó la mano de Cal. Cal le cogió la mano enseguida. -Nunca dejé de ser
policía, - dijo Mitch.

-Creía que todo el mundo tenía que ser alguien nuevo en este mundo, - dijo Cal, burlándose.

-Sólo si quieren serlo, -dijo Mitch. -Y nunca quise ser otra cosa. -

Cal se río. -Iba a decir que tampoco he cambiado; sigo queriendo estar en movimiento todo
el tiempo. Pero he cambiado. Ahora me muevo con un propósito. Y lo más extraño de
todo...- Sacudió la cabeza, riéndose.

- ¿Qué? -

-Nunca imaginé que me enamoraría de un policía. -

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Mitch sonrió al oír esa palabra. "Amor". Cal todavía no la decía a menudo. Todavía le daba
miedo la palabra. Mitch, en cambio, la decía al menos dos veces al día y estaba claro que se
contenía para no decirla más a menudo. No había nada que temer, le dijo a Cal. Era una
maravilla que había que celebrar.

-También te amo, Cal. -

-Lo sé. - Cal sonrió. A veces le gustaba esa respuesta, burlarse de Mitch con la "respuesta de
Han Solo", como la llamaba Bren desde que le puso el apodo.

Atravesaron los árboles hasta llegar a la carretera.

-Norte, - dijo Mitch, señalando. -Hay un pueblo en esa dirección, donde deberíamos poder
encontrar un vehículo. - Podrían haber ido a por sus propios vehículos, pero Mitch había
decidido dejar el camión y el todoterreno a disposición de Bren, por si necesitaba bajar a
tierra por provisiones. El país estaba plagado de vehículos abandonados. Pronto encontrarían
uno.

Mientras tanto, caminaron. Los exploradores de avanzada del nuevo mundo, Mitch Kennedy
y Cal Richardson, caminaron de la mano para reclamar la tierra para los vivos.

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Becky Black

Aficionada a la ciencia ficción desde hace tiempo, Becky cree que hay pocas ideas de
historias que no puedan mejorarse añadiendo las palabras "en el espacio". Si además la
historia incluye a dos hombres guapos incapaces de quitarse las manos de encima, mucho
mejor. Ella misma estaría encantada de ir al espacio, pero como es inglesa, insistiría en que
hubiera un suministro fiable de té disponible.

No hay nada que le guste más que atrapar a sus personajes en situaciones complicadas y sin
salida, y ver cómo se las arreglan. Cuando no está persiguiendo a sus personajes por los
árboles y lanzándoles piedras, Becky puede encontrarse trabajando en una oficina, donde
normalmente está pensando en la próxima piedra que lanzar.

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TRADUCTOR “ELECOLOCO” CORRECTOR “TÚYCUANTOSMÁS”

IMAGEN Y FORMATO
“TUYYOSIQUEESTAMOSLOCOSLUCAS”

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