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La rápida expansión de las ideas de los Estados Unidos, se debe a que luego de la posguerra,

las elites políticas, la patronal y los formadores de opinión de Europa, los consagraron,
brindándole fiel obediencia al desarrollo de su económica. Al parecer a los países receptores
de idea no les interesa que las políticas neoliberales no tengan apuro por abordar las
consecuencias sociales que implica: precariedad y pobreza masiva, generalización de la
inseguridad social, crecimiento vertiginoso de las desigualdades que alimentan la criminalidad
y el desamparo público de las instituciones, entre otros. En Norteamérica, las clases más
humildes prácticamente no cuentan con el sostén del Estado ya que en comparación con otros
grandes países industrializados, los gastos sociales de Estados Unidos destinados a los hogares
indigentes, son más escasos.

Una de las consecuencias sociológicas que trajo el modelo estadounidense al mundo es por
ejemplo: el desarrollo excesivo de las instituciones que mitigan la carencia de la protección
social. Se debe tener en cuenta además que la miseria y extensión de unos, trajo como
contrapartida directa y necesaria la grandeza y prosperidad de otros.
La principal consecuencia a tener en cuenta fue el rápido crecimiento de las poblaciones
recluidas en los tres escalones del aparato carcelario norteamericano, es decir
establecimientos de detención en ciudades y condados, con centrales de los cincuenta Estados
de la Unión y las penitenciarías federales; que obtuvo un crecimiento anual del número de
presidiarios durante la década del 90. Las políticas estadounidenses colocan al país por encima
de las demás naciones avanzadas, respecto a su índice de encarcelamiento, el cual es de seis a
doce veces mayor que el de los países de la Unión Europea.
Asimismo, contrariamente al discurso político y mediático, las cárceles no se encuentran llenas
de criminales peligrosos, sino de vulgares condenados por robos, hurtos o simples
perturbaciones del orden público; salidos en esencia de los sectores precarios de la clase
obrera y en especial de las familias del subproletariado de color, de las ciudades frontalmente
golpeadas por la transformación conjunta del trabajo asalariado y la protección social. De
hecho en las cárceles norteamericanas seis de cada diez internos son negros o latinos, menos
de la mitad tenía un empleo de tiempo completo y dos tercios provenían de hogares que
contaban con un ingreso inferior a la mitad del ¨umbral de pobreza.
Para llevar a cabo la política carcelaria, se necesitaba un aumento de personal destinado a las
prisiones (lo cual hizo que la formación y contratación de guardia cárceles, sea la actividad
gubernamental que creció con mayor rapidez en la década del ´90), además de la
infraestructura de trabajo de los mismos; por lo que fue necesario un recorte a las sumas
destinadas a ayuda social, salud y educación. 

La expansión de las actividades carcelarias del Estado norteamericano se encuentra


acompañado por el desarrollo fuerte de una industria privada de la prisión, por lo que las
empresas se reparten los establecimientos, distribuidos en estados; para el congreso de
Orlando en agosto de 1997, más de 650 empresas expusieron sus productos y servicios, de
hecho entre los artículos se podía encontrar: cerrojos y rejas a prueba de fallas, cuchetas
ignifugas y retretes de una sola pieza, sillas de inmovilización y uniformes de extracción,
cinturones electrificados de descarga mortal, tecnología de detección e identificación y las
celdas desmontables (pueden ser instaladas en cualquier parte para absorber una afluencia
imprevista de detenidos), entre otros.
De esta manera considera el autor que la prisión es una industria prospera, no solo para ella
sino que también para los que son parte del encierro de los sectores pobres de Estados
Unidos.

La hiperinflación carcelaria se ejerce prioritariamente sobre las familias y barrios desheredados


y en particular sobre la población negra de las metrópolis. En probabilidad acumulada a lo
largo de una vida respecto a la posibilidad de encarcelamiento: un hombre negro tiene más de
una posibilidad sobre cuatro de purgar al menos un año de cárcel y un latino una sobre diez,
contra una sobre veintitrés en el caso de un blanco. Está desproporcionalidad racial es aún
mayor entre los jóvenes, principal objetivo de la política de penalización de la miseria, en la
que más de un tercio de los negros de 18 a 29 años están en la cárcel o bajo autoridad de un
juez o agente. El control mediante el aparato penal extiende e intensifica la tutela paternalista
que ya ejercen los servicios sociales ¨y permite explotar (y alimentar al mismo tiempo) la
hostilidad racial latente del electorado y su desprecios por los pobres, con un rendimiento
mediático político máximo.

El proyecto neoliberal de desregulación y activación del sector público, provoco un irresistible


acenso del Estado penal norteamericano, debido a que traduce una política de criminalización
de la miseria que es el complemento indispensable de la imposición del trabajo asalariado
precario y mal pago, como obligación ciudadana, así como de la nueva configuración de los
programas sociales en un sentido restrictivo y punitivo.
1_ Prisión y mercado del trabajo no calificado. El sistema penal contribuye a regular los
segmentos inferiores del mercado laboral de manera coercitiva, a partir de dos efectos: por un
lado comprime el nivel de desocupación, al sustraer a millones de hombres; en busca de
empleo de la población y por el otro provoca el aumento de empleo en el sector de servicios
carcelarios, caracterizado por los puestos precarios.
2_ Prisión y mantenimiento del orden racial. La sobrerrepresentación masiva y creciente de los
negros e todos los escalones del aparato penal demuestra la segunda función del sistema
carcelario: encerrar la mayoría de la población de color considerada desviada y peligrosa tanto
en el plano económico como político.
3_ Prisión y asistencia social. La institución carcelaria se encuentra en contacto directo con los
organismos y programas encargados de asistir a las poblaciones desheredadas, a medida que
se opera una interpretación creciente de los sectores sociales y penales del Estado

La experiencia norteamericana permite observar la regresión del Estado social hacia el Estado
penal, ya que afecta a la económica, la política, las actividades asociativas, como la cultura y
los medios de la vida social; por poner primero el desarrollo hipertrofiado de las instituciones
carcelarias y sus extensiones.

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