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LA ETICA Y LAS TECNOLOGIAS DIGITALES III

BY ANTONIO ARGANDOÑA
Posted on septiembre 10, 2019

https://blog.iese.edu/antonioargandona/2019/09/10/la-etica-y-las-tecnologias-
digitales-iii/

Sigo con el tema de dos entradas anteriores, la ética de las


tecnologías digitales, ahora para hacer algunas aclaraciones.

La superioridad técnica de las tecnologías digitales radica


principalmente en su capacidad cognitiva, muy superior a la
de cualquier humano. Pero las máquinas tienen
también limitaciones cuando se comparan con la inteligencia
humana, con la que no pueden competir, por ejemplo,
en conocimiento tácito, y sentido común y en las reservas de
conocimientos que los humanos ejercitamos rutinariamente
en nuestras operaciones diarias. Un ordenador no sabe ‘qué’
es un cáncer, aunque sea capaz de identificar la presencia de
tejidos enfermos con determinadas señales; y, si ‘dice’ una
mentira, no sabe que dice una mentira, ni qué implica para
una persona decir una mentira. Los algoritmos pueden
encontrar la mejor alternativa en condiciones preestablecidas,
pero no ante juicios en los que está en juego la humanidad de
la persona, como los que se pueden presentar en la
conducción de un automóvil autónomo. También la fantástica
capacidad de memoria de las tecnologías digitales se
enfrenta con problemas cuando la comparamos con la pobre
memoria humana que, sin embargo, es, de hecho, un gran
mecanismo de filtración y organización de la información, que
nos permite recordar lo importante, olvidar lo insignificante,
reconstruir el pasado a la luz del presente y dar a cada dato
el valor que merece, mientras que las memorias digitales
recuerdan todo, pero sin reinterpretarlo ni valorarlo.
Los seres humanos tenemos también conciencia social:
somos sintientes (sentimos), conocemos el bienestar y el
sufrimiento, y por ello somos capaces de empatía con los que
sufren. Somos también agentes morales, que entendemos las
consecuencias que nuestras acciones pueden tener sobre
nosotros y sobre otros y somos capaces de comprender que
una regla puede tener excepciones, porque la regla no
considera todas las dimensiones relevantes de cada decisión
en cada momento. Los algoritmos no son sintientes (no
sienten) ni morales; no conocen el dolor, el placer, el
remordimiento o la empatía; no tienen valores ni son capaces
de hacer una excepción a la regla. No pueden reflexionar
sobre el tipo de vida que quieren llevar, o el tipo de sociedad
en que quieren vivir, y actuar en consecuencia.

¿A dónde nos lleva todo esto? A algo que parece obvio pero
que, leyendo a muchos «expertos» sobre el tema, no lo
parece tanto: la ética se aplica a las personas, no a los
programas, algoritmos, robots, softwares o hardwares. O si se
aplica a estos es para recordar a los humanos que diseñan,
producen, venden o usan esos productos de que hay una
dimensión ética detrás de todos ellos.

Por ética digital podemos entender: 1) la ética que los


humanos deben observar cuando actúan como diseñadores,
productores o distribuidores de tecnologías digitales; 2)
la ética que se incorpora a esas tecnologías en su diseño y
funcionamiento, y 3) la que se pone en ejercicio cuando los
humanos tratan con máquinas. En definitiva, son tres
maneras de identificar y distribuir las responsabilidades y
regular las relaciones entre personas y agentes artificiales.

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