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A.K. GANGULY
V.S. VENKATAVARANDAN
SRI S. RAMAKRISNAN
C. RAMASWAMY
S. MAHAPATRA
B.S. MAVINKURVE

ESPIRITUALIDAD
Y CIENCIA

EDICIONES SATHYA
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Título en inglés: Spirituality and Sciencie


Traducción: Herta Pfeifer
Revisión: Silvia F. de Chab Tarab

© Copyright y derechos de transcripción y reproducción de:


SRI SATHYA SAI BOOKS AND PUBLICATIONS TRUST
Prashanti Nilayam - 515 134
Ananthapur District (Andra Pradesh) - India

EDICIONES SATHYA

Publicado por: Fundación Sri Sathya Sai Baba de Argentina

Editado y distribuido por: ERREPAR S.A.

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República Argentina
Tel.: 27-4394 - 27-5142 - Fax: (541) 27-6608 - (541) 304-9541

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Impreso y hecho en Argentina


Printed in Argentina

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la tapa, puede


ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por
ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación
o de fotocopia, sin permiso previo del editor.
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Dedicado a todos cuantos se empeñan en


ver que la ESPIRITUALIDAD y la CIENCIA
vayan de la mano y le ayuden al hombre “mo-
derno” a descubrir dentro de sí mismo al
Hombre Universal.
A quienes, viendo tras la “Vasta Maquina-
ria” del Universo a su gran Diseñador, Arqui-
tecto, Ingeniero y Operador, alcen sus manos
en adoración y digan: “Ahí está el Uno Todo-
poderoso, Eterno y Absoluto, la Verdad, la
Realidad que he estado buscando” y que, en-
tonces, pongan el hombro en la rueda y le sir-
van a ese Uno en todos, para construir un
mundo mejor.
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PROLOGO

Como parte de su misión de tender un puente por sobre la


creciente brecha entre la Espiritualidad y la Ciencia, el Trust de
Sri Sathya Sai de Maharashtra se encuentra empeñado en asegu-
rar la cooperación de la intelectualidad de nuestro país, en espe-
cial de sus más prominentes científicos e investigadores, para es-
te fin. Como un primer paso se organizó un Simposio en Bom-
bay, en el Shamukhananda Hall, en mayo de 1973. En él parti-
ciparon numerosos científicos, educadores y también represen-
tantes de algunas organizaciones espirituales, y de inmediato fue
aclamado como un significativo ejercicio intelectual.
El Simposio de Bombay representó el primero de una serie
en este Estado, y forma parte de un programa más extenso con
miras a otros simposios similares que habrán de ser organizados
por las Organizaciones de Sri Sathya Sai. Uno de sus objetivos
era el de buscar la eliminación de cualquier concepción errónea
en cuanto a que la Espiritualidad y la Ciencia son incompatibles y
que no pueden coexistir. En la India, con su trasfondo védico, no
resulta difícil considerar a la Espiritualidad como una extensión de
la ingeniería humana, la que ha conducido a grandes logros a
nuestros hombres, ya que ofrece diversas vías de desarrollo inte-
lectual. Consideren a Patanjali, por ejemplo. Sus Yogas Sutras no
sólo han dado los medios en forma de ejercicios físicos e intelec-
tuales que benefician de manera claramente demostrable la salud,
sino que poseen también una marcada extensión espiritual, basa-
da en principios científicos perfectos. También es un hecho cono-
cido que con el concurso de modernas ayudas científicas, resulta-
ría posible indicarle a los aspirantes del Yoga hasta qué punto
pueden llegar en sus prácticas y en qué punto han de detenerse o
si es conveniente dedicarse a todas. ¿Podría alguien negarlo?
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Tal vez no pueda encontrarse un mayor tributo a Patanjali que


el que los ejercicios del Yoga se hayan incluido en el reciente pro-
grama de investigación espacial Indosoviético. Al permitir su inclu-
sión en el esfuerzo de investigación, hasta los quisquillosos científi-
cos soviéticos han consagrado la idea de que Ciencia y Yoga pue-
den ir juntos. Puede que esto no sea lo mismo que decir que vayan
juntas la Espiritualidad y la Ciencia, pero el Yoga, como sabemos,
en sus alcances más elevados es de contenido espiritual.
Se verá que nuestros ancestros no habían percibido conflicto
alguno entre la Espiritualidad y la Ciencia. Mirando hacia atrás, ve-
mos que fue en uno de esos giros y recovecos impredecibles del
curso de nuestra historia donde perdimos nuestras anclas. Se debió
a un funesto viento de Occidente, carente de bases espirituales co-
mo las entendemos nosotros, el que casi se lograra que cortáramos
las amarras culturales y quedáramos a la deriva. Con esto no se
pretende negar el bien que nos ha hecho la influencia occidental.
Ella contribuyó a nuestro progreso material, aunque haya sido a su
propia manera, en cuanto gobierno nuestro. Pero fuimos nosotros
los que elegimos darle las espaldas a nuestra herencia del pasado.
Dado los rápidos progresos en el campo de la Ciencia, es
una sincera esperanza del Trust que, en la India, podamos hacer
sentir a la gente que tiene mucho que ganar, tanto de la Espiri-
tualidad como de la Ciencia.
A este respecto, los objetivos del Trust son:
1. Reunir a la Espiritualidad y a la Ciencia por el bien del género
humano.
2. Encontrar las formas y medios para enriquecer la vida del
hombre común con la Espiritualidad y la Ciencia, de modo
que en conjunto desarrollen en él la correcta perspectiva de la
vida, libre de dogmas, supersticiones y falsas creencias.
3. Llevar el mensaje de la Espiritualidad y la Ciencia hasta la po-
blación rural, para mejorar su vida.
Padmashri A.K. Ganguly, Director retirado del Grupo Quí-
mico del Bhabha Atomic Research Centre, doctor P.V.S. Rao
del Tata Institute of Fundamental Research y Presidente de la
Computer Society of India, Shri C. Srinivas del Instituto de Estu-
dios Superiores de Sri Sathya Sai Baba (considerado universidad)
de Bangalore, fueron los oradores en esta ocasión. El discurso
clave fue dictado por el eminente jurista Shri N.A. Palkhivala. Sri
Sathya Sai Baba pronunció el discurso de clausura y el mensaje.
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Como consecuencia del Simposio se estableció un Grupo de


Estudio en Espiritualidad y Ciencia, como un primer paso hacia
los tres objetivos enunciados. Los miembros del Grupo de Estudio
fueron: el doctor A.K. Ganguly, el doctor V.S. Venkatavaradan,
Director del Planetario Nehru de Bombay, Shri S. Ramakrishnan,
Director Ejecutivo del Bharatiya Vidya Bhavan, el doctor C. Ra-
maswamy, Director General retirado de Observatorios del Gobier-
no de la India, el doctor S. Mahapatra del Centro de Investigación
Avanzada en Electrónica del Indian Institute of Technology de Po-
wai, y el doctor Brahmanand S. Mavinkurve, Director retirado de
Investigación Económica del Banco de Reserva de la India, quien
actuaba como coordinador. De acuerdo con los objetivos del Sim-
posio, este Grupo de Estudio fue establecido para ver hasta qué
punto podían reunirse Espiritualidad y Ciencia como para confluir
en una sola corriente de conocimiento humano con el fin de ins-
taurar la paz y el orden, la unidad y la armonía en la vida, a todo
nivel, ya sea individual, doméstico o social.
El Trust le agradece profundamente a los miembros del Gru-
po de Estudio el haber preparado este informe, cuya profundi-
dad, alcance y objetividad no hacen sino mostrar el genuino inte-
rés en reunir a la Espiritualidad y a la Ciencia para poder no sólo
construir un mundo más rico, sino también más feliz. En nuestra
opinión, esta presentación de conceptos y teorías, tanto científi-
cas como espirituales en un lenguaje simple, puede facilitar su
“llegada” hasta un círculo más amplio de lectores.
El Trust también le queda muy agradecido a las numerosas
“personas doctas” que respondieron al cuestionario del Grupo de
Estudio y que, con ello, le proporcionaron valioso material y
puntos de vista.
El Trust confía en que este informe sirva para estimular en
los científicos al igual que en aquellos que se dedican a las prácti-
cas espirituales, un interés creciente en los respectivos campos de
estudio, para que el conocimiento humano se vuelva más comple-
to y total. Desde la óptica del Trust, sólo ello abrirá la visión del
hombre hacia el verdadero significado y propósito de la vida y, lo
que es más, le urgirá a encauzar todo su conocimiento científico
previo hacia el máximo bien de todo el género humano.

Dharmakshetra
Bombay, 1/1/85
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OH, MUNDO

¡Oh, mundo! ¡no elegiste la mejor parte!


Sabiduría no es sólo ser sabio,
y con la mirada interior cerrar los ojos,
sino que la sabiduría es la que cree el corazón.
Colón descubrió un continente sin tener un mapa,
salvo el que la fe le descifró en los cielos.
Confiar en la fuerza invencible de su Alma
fue toda su Ciencia y su único Arte.
GEORGE SANTAYANA
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A TRAVES
DEL
TERCER OJO

En la antigua sabiduría de la India, Shiva se muestra como


simbolizando en Sí mismo los principios gemelos de Conciencia
y Energía que, en conjunto, hacen manifiesta la Conciencia Cós-
mica en cuanto al Universo material. Se dice que este Señor Su-
premo del Universo observa con alegría, a través de Su Tercer
Ojo, Su Propia Creación. Esta alegría, a su vez, es la que mantie-
ne eternamente Shiva embelesado en Su Danza Cósmica de Rit-
mo y de Armonía, de Amor y de Luz, de Paz y de Dicha.
Este principio Omnisciente, Omnipresente y Omnipotente
de Shiva, la Realidad última que subyace en la Creación de todos
los niveles de manifestación, representa el núcleo del ser interno
del Hombre. Como lo proclama el Chandogya Upanishad: “¡Oh,
Hombre! Aquella Entidad sutil que se ha convertido en todo este
Universo es la única Realidad que subyace en la Creación, y tú
mismo eres esa Entidad Eterna”. Por ende, también el hombre
posee el potencial de despertar en sí mismo este Ojo de la Sabi-
duría de Shiva con sólo volver sus dos ojos en la dirección co-
rrecta, percibiendo simultáneamente la materia y el espíritu en
un solo y mismo objetivo. Esa percepción en que lo denso y lo
sutil, lo “externo” y lo “interno”, lo “objetivo” y lo “subjetivo” se
mezclan en uno, constituye el Ojo de la Sabiduría de Shiva.1
Nosotros, los miembros del Grupo de Estudio, hemos trata-
do de presentar en estas páginas, en general, a la Espiritualidad
y la Ciencia en una forma que muestre que ambas se mueven ha-
cia la misma verdad de la realidad. Podríamos decir que este es-
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tudio representa la apertura de una ventana a través de la cual el


lector pueda ver a los dos hemisferios de la Espiritualidad y la
Ciencia integrándose rápidamente en Un solo Mundo del Cono-
cimiento. Sentimos que únicamente este conocimiento integrado
puede llegar a revelar, no sólo la “unidad” de Materia y Espíritu,
sino también la unidad total del género humano en cuanto diver-
sidad aparente, en una sola Energía y Conciencia Cósmica y,
con ello, convertirse en los cimientos para un mejor orden mun-
dial de Amor, Paz y Armonía Universales. Este conocimiento
unificado es lo único que puede hacer que la vida del Hombre en
la Tierra adquiera sentido y propósito y que, por ende, constitu-
ya siempre el tesoro inapreciable del Hombre.
Desde un punto de vista histórico, consideramos que en la
temprana filosofía de vida de la India, como asimismo de Grecia,
tanto el conocimiento material como la Espiritualidad iban de la
mano. Fue así que el concepto del “Logos Eterno” emergió en
cuanto la unidad de los “opuestos”, manifestándose en todos los
planos, ascendiendo desde lo físico y pasando por lo animal y lo
mental hasta lo espiritual. En Occidente, la distinción entre men-
te y materia se introdujo recién a partir del siglo V a.C. con Par-
ménides, y fue firmemente establecida, posteriormente, por Aris-
tóteles. Aristóteles también sostuvo que las cuestiones referentes
al Alma del Hombre y a la contemplación de la perfección de
Dios eran mucho más importantes para el bien humano que las
investigaciones correspondientes al mundo fenoménico. Este
pensamiento fue recogido con tanto énfasis por la Iglesia Occi-
dental en los siglos siguientes, que por un período de casi 2000
años las investigaciones de los fenómenos materiales quedaron
sometidas al dominio y a las limitaciones de los dogmas religio-
sos. La reacción se produjo en el siglo XV, con el Renacimiento,
y ello condujo, en último término, a la visión puramente mecani-
cista del mundo de la física clásica, representada por Newton y
Darwin.2
En la India, la cultura Védica cuya visión representaba una
saludable síntesis de Espiritualismo y Materialismo hasta aproxi-
madamente el siglo XVII, se quebró cuando los fuertes vendava-
les del Renacimiento que soplaban del Occidente, terminaron
por inclinar los platillos de la balanza de valores hacia el lado del
materialismo.3 Hacia mediados del presente siglo, ya la marea
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del materialismo había pasado por sobre todo el país hasta el


punto en que la “pareja” Este y Oeste comenzó a asemejarse
mucho en este aspecto.
Y ahora, desde hace unas pocas décadas, nos encontramos
con una revolución en la Ciencia que está sacudiendo el cimiento
mismo de esta visión materialista del mundo, gracias al descubri-
miento de que, en verdad, la materia no es más que energía.
¿Podrá significar esto que esté comenzando el dorado amanecer,
que el marcado descenso de la filosofía mecanicista de la vida es-
té volviendo a ascender, como en un círculo, sólo para llevar de
vuelta al género humano a su punto original de la Antigua Sabi-
duría, y entregarle al Hombre la real visión del mundo a través
del Tercer Ojo de Shiva, la Personificación de la Verdad-Pureza-
Belleza en la Creación?

Dr. A.K. Ganguly


Dr. V.S. Venkatavaradan
Shri S. Ramakrishnan
Dr. C. Ramaswamy
Dr. S. Mahapatra
Dr. B.S. Mavinkurve (Coordinador)

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MI JARDIN

Un jardín es algo encantador ¡Dios lo sabe!


un lecho de rosas,
un estanque dibujado,
una gruta con helechos,
la mismísima Escuela de paz;
y sin embargo el tonto dice que Dios no existe
¡Que Dios no está! ¡En los jardines!
¿Cuándo el atardecer es frío?
No lo es, pero yo tengo un signo;
estoy muy seguro de que Dios camina por el mío.

THOMAS EDWARD BROWN


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LA
NECESIDAD
DEL
MOMENTO
ACTUAL

¿Quién es el Héroe? — Aquel que entra en la Lucha de la Vida


¿Quién es el Vencedor? — Aquel que mantiene su Espíritu resplandeciente
¿Qué Premio alcanza? — Llega a la verdadera Meta de la Vida
¿Quién es el Perdedor, entonces? — Aquel que pierde su Alma.
Anónimo

1. LA VIDA EN TORNO DE NOSOTROS


¿Puede alguien decir honestamente hoy en día, con el poeta
Robert Browning: “Dios en Su Cielo y todo está bien con el
mundo”? Por el contrario, el Creador mismo —llámenle Dios o
como quieran— si mirara hacia el mundo, podría decir triste-
mente: “¡Qué lástima! ¡En verdad, qué ha hecho el hombre con
el hombre!”
Hoy en día, la más urgente necesidad del hombre no es tan-
to el tener más bienes materiales, como lo es el tener paz y segu-
ridad dentro de sí y amor y armonía a su alrededor. En todo el
mundo, el hombre es sacudido por complejos emocionales y an-
siedades psíquicas. Los temores y las frustraciones han ocupado
el lugar del optimismo y de la confianza en sí mismo. La espe-
ranza, el júbilo y la alegría se han convertido en elementos muy
raros en su vida y él llena este creciente vacío con diversiones ba-
ratas y literatura extravagante que presenta el crimen y la violen-
cia como heroísmos del hombre, al vicio como índice de su vivir
sofisticado y a la agitación y la revuelta como los mejores medios
para lograr un renacimiento político, social y económico.
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En el hogar se ha ido debilitando rápidamente el sentimiento


de pertenencia recíproca entre los miembros de la familia. Los
lazos matrimoniales están perdiendo gradualmente su sagrada
consagración ética, para ir asumiendo más la forma de una rela-
ción contractual entre hombre y mujer, con el objeto de satisfa-
cer sus necesidades biológicas. El afecto y el amor, el servicio y
el sacrificio que son los únicos que pueden conformar el “dulce
hogar”, le están cediendo el paso a la discordia y a la desarmo-
nía. Se le está exigiendo a los padres que se mantengan vigilan-
tes respecto de sus hijos, para evitar que se vuelvan drogadictos.
Una encuesta sobre la conducta estudiantil realizada por el Con-
sejo de Investigación Médica de la India en 1977, reveló que en-
tre el 20% y el 23% de los estudiantes universitarios —tanto mu-
chachos como niñas— en Delhi, Chandigarth, Calcuta y Bom-
bay, eran adictos a drogas sedantes o alcohol.1
Observando la vida social, casi no hay países en el mundo de
hoy que estén libres de fricciones políticas, de la explotación de
los débiles por los fuertes en materia económica, de conflictos
entre obreros y empresarios, de deshonestidad y corrupción en
la administración, de crimen y violencia en la mayoría de los
campos de la actividad social.
La escena internacional muestra que la mayor parte de los
países viven bajo la sombra de las revueltas internas o de la agre-
sión externa. Cada país, sea grande o chico, dirige una buena
parte de sus recursos hacia la acumulación de armas de guerra
mortíferas, ya sean nucleares o convencionales. Los países más
poderosos compiten entre sí por imponerle sus propias ideolo-
gías políticas y económicas a los más débiles, ya sea a través de
la persuasión o de la agresión. De tiempo en tiempo retumban
los truenos de la guerra en una u otra parte del mundo, haciendo
resonar la amenaza de una conflagración mundial, que podría
desatarse en cualquier momento.
Como nos lo dice el psiquiatra doctor Samuel Sandweiss: “El
mundo de hoy parece estar inmerso en una suprema crisis moral
y espiritual. En todas partes la gente se siente frustrada e impo-
tente, y se pregunta angustiada sobre lo que le espera a la huma-
nidad. Nunca antes había habido tanta desconfianza, odio y vio-
lencia como los que se pueden observar hoy en día en casi todos
los países”.2
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2. LA CIENCIA Y LA VIDA
La cuestión es: ¿Qué es lo que está generando estas fuerzas
malevolentes que causan tal degradación de la vida y degenera-
ción en el hombre, en todo el mundo? ¿Cómo es que pueden en-
trar en juego fuerzas tan virulentas y corrosivas y cómo pueden
adquirir tal potencia siendo que los horizontes del conocimiento
del hombre, en cuanto a casi todas las dimensiones de su vida, se
están expandiendo más allá de todo lo que hubiera podido soñar
hace apenas un siglo? De hecho, la presente Era se aclama orgu-
llosa y jubilosamente como “la heroica edad de los inventos”, la
“Era del átomo”, la “Era Espacial”, la “Era del Jet”, la “Revolu-
ción Computacional”, etc. Los avances hechos en la Ciencia nu-
clear, en la computación, en la ingeniería genética, en la bioquí-
mica, en la microbiología, en la neofísica, en la psicoterapia, etc.,
han abierto nuevos universos para que el hombre sondee en ellos
y salga con nuevos descubrimientos referidos a su salud, su rique-
za y su bienestar. Este asombroso avance en el conocimiento res-
pecto de varias disciplinas que se denominan colectivamente co-
mo “Ciencia”, le ha conferido, de hecho, innumerables beneficios
al hombre y ha llenado su vida con facilidades y comodidades,
placeres y lujos, revolucionándola más allá de toda expectativa.
Algunos de estos cambios extraordinarios pueden ser citados.
La “revolución verde” en la agricultura y la “revolución blan-
ca” en la lechería le han dado un fuerte impulso, tanto cuantitati-
va como cualitativamente, al abastecimiento alimentario del
hombre. La Ciencia le ha ayudado, además, inventando artefac-
tos para cocinar instantáneamente sus alimentos, para darles el
color y el sabor deseados por medio de ingredientes sintéticos y
para preservarlos por días sin que cambien de sabor o se añejen.
La vestimenta del hombre se ha enriquecido con textiles de fibras
sintéticas superiores y más durables, que están a su alcance en
innumerables diseños y colores como para responder a todos los
gustos. También para su protección, pueden construirse mansio-
nes que lleguen al cielo y equipar su casa con artificios acciona-
dos por botones que pueden transformar un verano caluroso en
una fresca primavera y un invierno helado en un tibio otoño.
Una variedad de inventos como el tocadiscos, la radio, la televi-
sión, el video y el cine, llenan sus días de música, color y alegría.
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La Ciencia ha llegado a desarrollar hasta tal punto los me-


dios de comunicación, que el hombre puede conversar con un
amigo o interlocutor de negocios de uno a otro continente con la
misma claridad con la que puede hablar con el vecino de al lado.
De manera similar, puede viajar desde el Viejo al Nuevo Mundo
en tantas horas, como meses le tomó a Cristóbal Colón atrave-
sar la misma distancia. El hombre puede lanzarse al espacio y lle-
gar a lejanos planetas con la misma facilidad con que puede su-
mergirse hasta el fondo de los mares y extraer petróleo o mine-
rales de las entrañas de la Tierra.
En todas las categorías de la industria y la manufactura, las
máquinas operadas por energía eléctrica, nuclear o electrónica
están aliviándole al hombre la monotonía, la fatiga y el esfuerzo,
y producen para él un máximo de bienes en un mínimo de tiem-
po. Los robots hechos por el hombre a su imagen y semejanza,
también realizan para él buena parte de su trabajo con angélica
devoción, en tanto que las computadoras le dan solución a la
mayoría de sus problemas, del mismo modo en que lo hacían los
dioses ocultos de la Antigua Roma.
En el campo de la medicina, los compuestos bioquímicos y
los antibióticos han reducido considerablemente el temor frente a
las enfermedades. La cirugía plástica corrige muchas de las de-
formidades superficiales de los rasgos humanos, ya sea las con-
génitas o las causadas por accidentes. Los bebés de probeta pre-
sentan una promesa para alegrar los hogares de padres estériles,
en tanto que los transplantes de corazón estarían asegurándole la
resurrección a los hombres al borde de la muerte. La psiquiatría
detecta y elimina los invisibles aguijones que afligen la mente hu-
mana, en tanto que la psicoterapia sana las sangrantes heridas
de su cabeza o su corazón e incluso le hace mucho más fuerte de
lo que pueda haber sido.
Por lo tanto, no es sino natural que la continua corriente de
descubrimientos e inventos de la Ciencia haya sido aclamada con
justicia en todo el mundo con términos superlativos como “fan-
tástico”, “maravilloso”, “increíble”, etc., en tanto que los científi-
cos han sido alabados como los “genios” y las “almas inspiradas”
de la Era. La Ciencia, que sólo hace tres siglos atrás casi no exis-
tía, ahora está a la cabeza de todo. En verdad, la Ciencia ha pro-
bado hasta la saciedad que el Conocimiento es Poder.
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3. ATAQUES A LA CIENCIA
Pese a todas estas bendiciones que le ha conferido al género
humano, a menudo se escucha que la Ciencia es culpada por la
degeneración del hombre y la degradación de la vida que se se-
ñalara antes. Por más de una razón, estos ataques a la Ciencia
no pueden ser ignorados por completo ni pueden ser desecha-
dos. De hecho, esta crítica proviene de psicólogos, reformadores
sociales, humanistas e incluso de eminentes científicos. El doctor
Samuel Sandweiss, el psiquiatra al que citáramos antes, dice que
todas las esperanzas despertadas por la Ciencia respecto de
construir un mejor orden mundial “han terminado siendo enga-
ños”.3 “Un gran número de críticos de la civilización contempo-
ránea —dice Phillip Frank, Profesor de Física Teórica de la Uni-
versidad de Praga— señalarían que, pese a estos beneficios (de la
Ciencia), el género humano no se ha vuelto más feliz y enfrenta
hoy en día peligros que tienen su fuente en los logros mismos de
la Ciencia”.4
No obstante, este ataque no se dirige en forma directa a la
Ciencia que busca, como único objetivo, la verdad de todo lo que
haya que saber respecto del mundo fenoménico que nos rodea.
Persiguiendo este excelso objetivo, la Ciencia se empeña en estu-
diar los fenómenos de la Naturaleza, a través de observaciones,
de recolección de datos, de experimentos, etc., como para expli-
car los sucesos naturales que ocurren en torno de nosotros, en
términos de principios o de leyes definidas. Este conocimiento se
conoce por la denominación de Ciencia Pura. Esta Ciencia Pura
es la que entrega también los conocimientos básicos para la in-
vención de máquinas y de la enorme variedad de artefactos y de
dispositivos mecánicos que producen artículos y bienes o, tam-
bién, que prestan servicios que, como se mencionaba antes, ha-
cen la vida del hombre más feliz y más saludable en muchos as-
pectos.
No obstante, el cumplimiento de este elevado objetivo por
parte de la Ciencia no representa sino una cara de la moneda.
La responsabilidad en cuanto a las influencias y los efectos malé-
volos que conforman la otra cara, recae en gran medida sobre
los inventos de la Tecnología basada en la Ciencia Pura, más que
en ella. Fundamentalmente, la Ciencia Pura prácticamente no
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tiene nada que decir en cuanto a determinar el tipo de uso que


se haga de ella en manos de los tecnólogos. Por ejemplo, la
Ciencia descubrió que ante un bombardeo de un átomo de ura-
nio con neutrones, el átomo se desintegra y libera una tremenda
cantidad de energía. Y el descubridor de la energía atómica difí-
cilmente podrá prever o asegurar la forma en que habrá de usar-
se esta liberación de energía por parte de la Tecnología: si será
para fabricar bombas nucleares o para curar el cáncer.
Los ataques que ha sufrido la Ciencia en general debido a in-
ventos tales como la bomba de hidrógeno, las bombas de fósforo
y las armas nucleares que han conducido al hombre hasta el bor-
de de la autodestrucción, se dirigen en verdad hacia la tecnología
que opera tras de ellos. Resulta difícil negar que este lado de la
Ciencia es el que ha degradado al hombre hasta niveles subhu-
manos o lo han hecho retroceder varios siglos hasta los tiempos
de la barbarie, cuando se sabe que el mundo de hoy tiene sufi-
cientes armas nucleares y otro tipo de devastadores poderes co-
mo para destruir diez veces al género humano. Esto sirve para
justificar plenamente el triste comentario del Profesor Einstein,
respecto de que en la eventualidad de una tercera Guerra Mun-
dial, las armas de destrucción no dejarán nada del pasado, ni de
la cultura ni de la armonía, con el resultado de que los pocos que
sobrevivan o que escapen a ella tendrán que defenderse, en la
cuarta Guerra Mundial, con arcos, flechas y piedras.
Es con justicia entonces que la Ciencia ha sido comparada a
un arma de doble filo, cuyo uso correcto la convierte en un ins-
trumento valioso al servicio del hombre, en tanto que cuando es
empleada de manera impropia, el otro filo corta la misma mano
que la maneja.

4. LA OTRA CARA DE LA MONEDA


No obstante, lo anterior no quiere decir que la Ciencia Pura
quede por completo fuera del foco de estos ataques. La crítica
que se le hace, pese a su elevado objetivo y su laudable contribu-
ción al progreso material del género humano, influye de manera
decisiva sobre las actitudes, la visión y la filosofía de vida del
hombre. Esta Ciencia, nacida en Occidente, al entronizar a la
materia y a los fenómenos externos en cuanto Realidad última, y
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a la razón y la percepción sensorial como únicas facultades con-


fiables en el hombre para buscar, conocer y experimentar la ver-
dad que subyace en nuestro misterioso Universo, ha distorsiona-
do la filosofía de vida del hombre, convirtiéndola en una relación
altamente materialista con el mundo y en una visión mecanicista
de las cosas y los eventos. Esta filosofía de puro “pragmatismo”
se extendió gradualmente y fue adquiriendo fuerza a medida que
abarcaba más y más aspectos de la vida, las relaciones y los inte-
reses del hombre.

5. EL CARACTER CIENTIFICO Y LA RELIGION


Esta manera pragmática de encarar la vida, sin embargo, in-
fluyó tanto de manera beneficiosa como perjudicial. Su influencia
beneficiosa fue generar una lenta pero poderosa corriente de
una visión introspectiva pragmática de la “Religion”, en particu-
lar entre las clases educadas. Esta tendencia representó una gran
ayuda para “Racionalizar” la Religión, la cual había acumulado
con el paso de los siglos una cantidad de telarañas de supersti-
ción, de costumbres añejas, de ritos y de rituales sin sentido, de
fanatismo y creencia a ciegas en lo oculto y lo sensacionalista.
Esta reforma de la Religión hacia fines del siglo pasado llevó a
muchos intelectuales a separar el grano de la verdadera fe en un
Creador Supremo adorado por diferentes religiones de diferentes
maneras, de la paja del dogma y del fanatismo. Esta reforma se
había hecho indispensable, puesto que el rápido desarrollo de los
medios de comunicación y de transporte estaban poniendo en
estrecho contacto a sociedades de diferentes religiones, e incluso
haciendo que, inevitablemente, algunas de ellas tuvieran que ac-
tuar, vivir y moverse dentro de una sola comunidad. Esta refor-
ma también contribuyó a un estudio realista de las escrituras y la
épica religiosas, para descubrir los alcances de su mensaje simbó-
lico y esotérico, las comunes bases éticas y culturales de todas las
religiones del mundo que revelaban la unidad de esos credos, etc.
Este surgimiento de una fe cosmopolita tendió a eliminar los
componentes separadores de las diferentes religiones, como las
costumbres, las creencias, etc., que en realidad deben haber sido
relevantes para las épocas y sociedades a las que iban dirigidas
originalmente, pero que resultaban anacrónicas e incluso perjudi-
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ciales en la sociedad moderna. También sacó a la luz la gran


contribución que cada Religión ha entregado a la civilización hu-
mana, en cuanto fuente suprema de su gloria ética, artística, cul-
tural y espiritual.
A medida que estos vientos de reforma de la Religión fueron
adquiriendo fuerza, hicieron que surgiera un nuevo despertar tan-
to en Occidente como en Oriente, en el que gigantes intelectua-
les como Carlyle, Max Müller, Annie Besant, Raja Ram Mohan
Roy, Swami Vivekananda, Swami Ramatirtha, Sri Aurobindo y
una constelación de otros pensadores, eruditos y humanistas ele-
varon la imagen de la Religión al sacar a la superficie las profun-
das y eternas verdades de la Espiritualidad que encierra, dándole
así un alcance universal. La propagación y amplitud de estas ver-
dades y enseñanzas de la Espiritualidad pusieron en movimiento
fuerzas conducentes al amor, la paz y la armonía en el vivir tanto
individual como colectivo del hombre. De hecho contribuyeron
grandemente a generar una nueva tendencia, con miras a cons-
truir un orden mundial con la filosofía más racional posible que
permita asegurar la continuidad de la vida y la civilización del
hombre.
Una seria carencia de este nuevo despertar, empero, fue que
pudo llegar únicamente a los estratos educados de la sociedad, a
aquellos que contaban con el tiempo libre necesario, la capaci-
dad para entender y la inclinación por conocer la verdad de la vi-
da, en tanto que para el resto del género humano, la filosofía
materialista de la Ciencia continuaba progresivamente moldean-
do tanto la vida exterior como la interior.

6. EL LADO AGUZADO
¿En qué forma influyó el lado puntual de la Ciencia, su cre-
ciente doctrina del pragmatismo, en la vida de la vasta mayoría
representada por “el hombre común” del mundo? El abrumador
progreso de la Ciencia, su conquista del espacio y el tiempo, el
sonido y la luz, la continua corriente de bienes y servicios de los
nuevos inventos de artefactos mecánicos, que enriquecía su vida
en lo material y la hacía más saludable y feliz en lo físico, ha he-
cho que la Ciencia aparezca como un gran poder capaz de darle
a la vida del hombre un molde ideal y una dirección en todos los
20
21

aspectos. De hecho, el hombre comenzó a considerar a la Cien-


cia como a un poder omnipotente capaz de resolver todos sus
problemas y poseedor del potencial como para otorgarle todo lo
que necesita y ansía. Esta fe mecanicista que hace al hombre me-
nos importante que la máquina, le volvió más insensible a los ins-
tintos e impulsos más finos de su naturaleza, los que constituyen
la tónica central del humanismo. Ante esta creciente insensibili-
dad y la visión y la filosofía centradas en la materia, el éxito ma-
terial comenzó a representar el sentido y el fin de la vida. El ma-
terialismo se convirtió en el faro para guiar e inspirar el avance
de la marcha del hombre. Parecía ser que la visión antivédica de
la vida de los antiguos Charvaks5 había vuelto al tapete, impul-
sando al hombre a llevar una vida de lujos, sin importar el cómo
adquiría su fortuna. Como resultado perdieron su importancia a
los ojos del hombre el altruismo, la caridad, el amor desinteresa-
do, el espíritu de sacrificio y las demás cualidades y valores más
positivos de la vida. En su lugar se convirtieron en señales de
“una manera inteligente de vivir” el egotismo, el egoísmo, el
oportunismo y el consumismo.
En pocas palabras, en el nuevo orden de la vida y el vivir,
fue Mamón quien se convirtió en el Dios más adorado, el mate-
rialismo en la Fe, el dólar todopoderoso en su Sacerdote y el
propio interés en la más alta forma de Culto.

7. EL LADO AGUZADO HIERE


El brote de esta visión del mundo mecanicista y la visión ma-
terialista de la vida se manifiesta en casi todas las dimensiones
del estilo de vida del hombre de hoy y hasta en lo cotidiano. Un
grosero materialismo ha hecho presa de su mente, adentrándose
tanto en él, que es la principal fuerza motora que influye en su
conducta y comportamiento, configurando su carácter y su per-
sonalidad y determinando su ambición y la meta de su vida.
“¿Cuánto beneficio puedo sacar para mí de la sociedad que me
rodea?”: es el único incentivo para su actividad, sin que le dé ma-
yor importancia respecto de lo que debiera o pudiera contribuir
para el bien de la sociedad en la que vive, se mueve y se desarro-
lla. La dignidad y el autorrespeto humanos, basados en el carác-
ter y la integridad, le han cedido el paso a la arrogancia, el en-
21
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greimiento, la hipocresía y la artificialidad. De acuerdo con un


trabajo presentado en el 62º Congreso Científico de la India
(Sección de Psicología) realizado en Nueva Delhi en 1975, en los
25 años posteriores a la Independencia, los indios se “han vuelto
menos bondadosos, honestos, virtuosos, patriotas, espirituales,
artistas y simples” y se han vuelto “más bravos, activos y fuer-
tes”, aunque también “más seculares, crueles, deshonestos, co-
rruptos, traicioneros, materialistas, feroces y radicales”. El estu-
dio agregaba que estos rasgos se acentuarían aún más en los hin-
dúes en los próximos 25 años. Y en verdad, ésta es una tenden-
cia de la naturaleza humana de hoy, como lo podemos percibir
claramente en todo el mundo.
Esta “erosión del carácter” se ha adentrado profundamente
en nuestra vida social y nacional. Las profesiones y servicios que
antes poseían un aura de espíritu humanitario se han convertido
hoy en día en meros artilugios para hacer dinero. Para citar tan
sólo algunos ejemplos: la profesión de la enseñanza se ha co-
rrompido por crecientes exigencias de “donaciones”, “cuotas de
capitalización”, “colectas” para causas dudosas, por parte de los
estudiantes tanto de escuelas básicas como superiores. También
la profesión legal se ha vuelto corrupta a través del mecanismo
de las repetidas suspensiones de las causas en litigio a costa de
los clientes indefensos. Un angustiado paciente es enviado hacia
un verdadero “carrusel” de exámenes, radiografías y pruebas afi-
nes para un chequeo médico, dependiendo más que nada de su
paciencia. Drogas y medicamentos espurios, alimentos adultera-
dos, artículos de consumo de calidad inferior a la establecida, se
han convertido en un rasgo sobresaliente de nuestra industria, de
los negocios y del comercio. En verdad casi no hay ningún cam-
po de la actividad económica, social o política que no esté mos-
trando este creciente signo de desmoralización del hombre. In-
cluso las organizaciones fundadas por almas grandes y nobles pa-
ra la beneficencia nacional e internacional están siendo remeci-
das hasta sus cimientos por desacuerdos y escisiones internas de-
bidas al egotismo, autoengrandecimiento, engaño o fraude de al-
gunos de sus miembros. También vemos que la literatura, el arte
y la cultura están siendo arrancados de sus sublimes y ennoblece-
doras alturas de elevación espiritual, para ser rebajados a los pla-
nos de diversión, excitación y erotismo baratos.
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23

La mayor tragedia la constituye que, en todas partes, los go-


biernos que asumen el poder con programas de estabilidad eco-
nómica, paz interna, abastecimiento de bienes de consumo y
“precios justos”, etcétera, pronto se ven debilitados y desequili-
brados por poderosos intereses creados, hasta no unirse a ellos,
sumándose esta situación a la frustración y a la desilusión del
hombre común. Del mismo modo, entre una nación y otra no es
la consideración humanitaria, sino el poder y la dominación, la
envidia y el odio, los regateos por ventajas económicas o facilida-
des políticas, los que determinan sus relaciones mutuas.
Ni siquiera los científicos le han escapado a esta marea de
ideología materialista, generada en todo el mundo por su propio
sistema de conocimiento en rápida expansión. También ellos
orientan su conocimiento y tecnología para ayudarle a su Gobier-
no e industria. Al primero en cuanto a la producción de armas
de guerra mortíferas y a la segunda para elevar al máximo sus
ganancias a costa de los consumidores, contribuyendo a una pro-
ducción de bienes de todo tipo inferiores a las normas estableci-
das de calidad o bien bajando estas mismas normas. Con la ayu-
da de los científicos, los gobiernos de casi todo el mundo están
derramando el dinero como si fuese arena sobre artificios para
lanzar al hombre al espacio, ya sea para orbitar en torno de la
Tierra o para aterrizar en algún remoto planeta, ignorando el jus-
to clamor de millones de almas en la Tierra misma que piden ali-
mentos, refugio y vestimentas adecuadas. Se dice que casi el
50% de los científicos en los países industrialmente avanzados
trabajan en la industria de armamentos. Es evidente que la ética
personal y la responsabilidad moral por la sociedad en general
han perdido su significado en un mundo dominado por la filoso-
fía del propio interés por sobre todo.
De manera muy apropiada analizó H.G. Wells esta creciente
crisis del carácter y sus graves consecuencias sobre el género hu-
mano, hace ya más de cuatro décadas, cuando dijo brutalmente:
“No es casi exageración decir que, actualmente, el género huma-
no en cuanto especie está sumido en la demencia y que no hay
nada tan importante para nosotros como la recuperación del au-
tocontrol mental. Llamamos insano a un individuo cuando sus
ideas dominantes se encuentran tan fuera de ajuste con sus cir-
cunstancias, que se transforman en un peligro para él y para
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24

otros. Esta definición de insanía parece calzarle a toda la especie


humana en la actualidad y no es ya una simple manera de decir
sino una clara declaración del hecho de que el hombre habrá de
‘componer su mente’ o perecer: perecer o entrar a una fase de
poder y de esfuerzo más maduros. No parece abrirse para él un
camino intermedio... Si los peligros, confusiones y desastres que
se ciernen hoy en día sobre el hombre tienen una envergadura
que sobrepasa cualquier experiencia del pasado, ello se debe a
que la Ciencia le ha dotado de un poder como el que jamás tu-
viera antes”.6

8. LA CIENCIA IGNORA AL HOMBRE


¿Cómo podría la Ciencia, con su eminente objetivo de bús-
queda de la verdad y su laudable contribución al progreso mate-
rial del género humano, “enloquecer”, como lo expresa H.G.
Wells, “a toda la especie humana”? Un análisis desapasionado
de la situación muestra que el error básico por parte de la Cien-
cia fue el ignorar al hombre. Abarcó al hombre sólo en cuanto
componente activo del mundo físico, en lugar de admitir al hom-
bre “total”, incluyendo su “ser interior”, su entrada y sus movi-
mientos en el escenario de la vida. Este error por parte de la
Ciencia se debió, primordialmente, al hecho de que circunscribie-
ra su propio campo de estudio a los límites de los fenómenos
materiales a su alrededor. Había considerado a la razón y a la
percepción sensorial como las facultades últimas del hombre pa-
ra conocer la Realidad y relegó todo el conocimiento situado más
allá de la cognición de estos instrumentos al ámbito de la filoso-
fía, de la teología, del misticismo, de la metafísica o, para usar el
término más popular, de la “Religión”. ¡De hecho, la Ciencia,
basada en la materia y atada a la razón, comenzó muy pronto a
denunciar todo aquello que no calzara dentro de la percepción
sensorial como no existente o como indigno de ser conocido!
Esta limitada perspectiva de la Ciencia encerraba, en cierto
modo, una paradoja similar a la de uno que trata de estudiar la
cultura de un país, pero que excluye a la gente de su esfera. En
gran medida, esta paradoja ha dado lugar, a su vez, a un buen
número de prácticas y de resultados paradojales de la Ciencia en
la vida del hombre. Por ejemplo, la Ciencia está prolongando la
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25

duración de la vida del hombre y está produciendo “bebés de


probeta” por un lado, mas por otro, también está desarrollando
armas para matar al hombre de las maneras más monstruosas.
La Ciencia está haciendo que los movimientos del hombre por
tierra, mar y en el espacio sean cada vez más seguros y cómo-
dos, en tanto que, al mismo tiempo, está contaminando los tres
ámbitos con elementos químicos tóxicos y con contaminadores
radioactivos. La más trágica de las paradojas es que, como lo vié-
ramos antes, la Ciencia está extendiendo por todos lados los ho-
rizontes del conocimiento, pero, simultáneamente, está estre-
chando la visión y la conducta del hombre hasta el punto del
egocentrismo. El cuadro de la vida moderna que consiste básica-
mente en tales paradojas, contradicciones y confusiones ha sido
muy bien captada en las elocuentes líneas del conocido poeta
T.S. Elliot:
“La invención sin fin, el experimento sin fin
nos dan el saber del movimiento, mas no el de la quietud,
el saber de las palabras y la ignorancia del mundo,
todo nuestro conocimiento nos acerca a la ignorancia;
¿En dónde está la vida que hemos perdido en el vivir?
¿En dónde está la sabiduría que hemos perdido en el conoci-
miento?
¿En dónde el conocimiento perdido en la información?
En veinte siglos, el ciclo de los cielos
nos ha ido alejando de Dios y acercándonos al polvo”.
En resumen, por el hecho de ignorar al “ser interno”, la
Ciencia le hizo perder al hombre los preciosos valores tradiciona-
les de la vida, sin tomar medida alguna para crear otros nuevos,
adecuados a la presente edad de la razón y la racionalidad. Todo
esto justifica el punto de vista del doctor Einstein respecto de que
la Ciencia ha tenido más éxito en hacer retroceder las fronteras
de la ignorancia del hombre que en aportar a su caudal de cono-
cimiento de la vida; una verdad que se resume muy bien en las si-
guientes líneas:
“¿De dónde venimos?
¿Hacia dónde vamos?
¿Es la ignorancia la suma
de todo lo que sabemos?”
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9. EL HOMBRE TOTAL
En un reciente seminario para científicos en Bangalore, el
doctor R.M. Verma, neurólogo y cirujano, dijo que el cerebro hu-
mano tenía dos compartimientos funcionales, el izquierdo y el de-
recho, cada uno con su propia modalidad de operación y activi-
dad aunque ambos son complementarios en su funcionamiento.
El hemisferio izquierdo posee una facultad crítica relacionada con
un procesamiento lineal en donde se producen la razón, la lógica,
las matemáticas. El hemisferio derecho posee facultades creativas
de naturaleza espontánea, las cuales, por ejemplo, se manifiestan
en el arte. El doctor Verma ilustró lo anterior señalando que el
proceso por medio del cual el científico fisiona el átomo y libera
la energía, viene a ser la actividad del hemisferio cerebral izquier-
do llevada a cabo con la razón inmaculada. El que esta energía li-
berada se vaya a utilizar para volar al mundo o para tratar un cán-
cer, representa un sentido del conocimiento adquirido que pro-
vendrá del hemisferio cerebral derecho. En resumen, indicó, el
primero le otorga al hombre su percepción intelectual, en tanto
que el segundo le proporciona la percepción “de valores”.7
De modo que parecería que, para evitar los efectos y la in-
fluencia malévola de la Ciencia y para maximizar la explotación
de su potencial benevolente, resulta esencial el producir un equi-
librio saludable entre estas dos “modalidades” o “percepciones”
en el hombre, de modo que la percepción de “valores” asuma el
lugar al que tiene derecho en cuanto factor guía en la investiga-
ción científica y en la tecnología, como también en su uso por el
hombre común en su vida cotidiana. Es la carencia de este equili-
brio de percepción lo que parece haber provocado el ácido co-
mentario de H.G. Wells acerca de que todo el género humano
ha llegado a tener una visión y un trato “demencial” con la vida.
Un funcionamiento equilibrado y bien coordinado de estas dos
percepciones o facultades en el hombre, es lo único que puede
asegurarle una dirección correcta a la Ciencia para que contribu-
ya plenamente al bienestar de la humanidad.

10. EL CAMINO HACIA LOS “VALORES”


Una y otra vez el genio de científicos eminentes y de renom-
brados pensadores ha estado señalando los peligros que encierra
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el confinar la búsqueda de la verdad en el hombre dentro de los


límites de la razón y la racionalidad, y le han urgido a trascender-
los, como para poder contactar las facultades creativas más finas
que constituyen la fuente de todo lo bueno y lo noble en el hom-
bre, incluyendo el arte y la cultura que elevan y embellecen la vi-
da. Hace tres siglos, vale decir cuando la Ciencia estaba aún en
pañales, Descartes, quien era él mismo un físico, afirmó: “Tene-
mos el derecho de sostener que la civilización y el refinamiento
de cada nación son proporcionales a la superioridad de su filoso-
fía. Es sólo nuestro conocimiento de la existencia de un Dios que
no engaña lo que nos puede permitir el creer en la posibilidad de
una Ciencia progresiva”.8 Ciertamente, Descartes no clarificó
aquí el concepto de Dios que le pudiera resultar aceptable al
científico. Muy dentro de la misma línea, Pascal dijo:
“Un hombre sin fe en Dios es peor que un inválido, porque
carece de la esencia viviente vital de la vida”, que es tan esencial
para hacer que la vida sea digna de vivirse, para uno mismo y
para los demás. Thomas Huxley, un gran científico del siglo pa-
sado, dijo: “Si tuviera que elegir entre un materialismo absoluto y
un idealismo absoluto, me sentiría inclinado a aceptar esta última
alternativa”.9 Charles Frankel había llegado a la conclusión de
que “la Ciencia no ha promovido la moralidad, por estar filosófi-
camente aislada y socialmente separada de la vertiente de la vir-
tud, el sentimiento humano espontáneo”. Pero tenía la esperan-
za de que la Ciencia “se reinvindicaría al recuperar una concien-
cia viviente”.10 El psicólogo Robert Heap, editor de la revista
“Psychology” de Inglaterra, dice: “La mayor necesidad de la hu-
manidad hoy en día es la paz mental. La mayor tragedia de nues-
tra Era la constituye el hecho de que la paz mental sea algo tan
raro de encontrar... Todo el mundo de hoy requiere de una revo-
lución espiritual, porque nunca antes el fracaso de los remedios
materiales para la aflicción humana ha hecho que se reconozca
como tan obviamente urgente la necesidad de una fuerza espiri-
tual activa y visible entre los hombres y las naciones... Necesita-
mos una revolución espiritual, un renacimiento religioso. Necesi-
tamos de una guía y de un liderazgo espirituales para enfrentar el
ritmo de los confusos sucesos actuales en los asuntos mundiales
y con los complejos problemas modernos”.11 Sir James Jeans, el
famoso físico, critica en términos aún más drásticos la indiferen-
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cia de la Ciencia frente al importante hecho de que hay “una co-


rriente de vida... que ha culminado en seres cuyas vidas se en-
cuentran centradas principalmente en las emociones, las ambi-
ciones, la estética y las religiones en las cuales se encuentran
comprendidas como reliquias sus más altas esperanzas y sus más
nobles aspiraciones”, las que la Ciencia ha ignorado por comple-
to.12 Y señala Sir George Trevelyan, el famoso historiador britá-
nico: “Si aquellos racionalistas, los materialistas y los cuerdos que
manejan el mundo, si solamente ellos cuentan con la autosufi-
ciencia humana como para resolver nuestros problemas, estos
problemas del mundo no se solucionarán nunca... Mientras con-
tinúen tratando al mundo como un trozo muerto y separado de
mineral, inserto en un Universo mecánico, nunca resolverán
nuestros problemas. Estos ya han llegado demasiado lejos. Mas,
si realmente podemos despertar a la presencia de Dios y trabajar
con esta Fuerza, no hay nada que no se pueda solucionar”.13 El
doctor Einstein elevó la visión del hombre hacia la Religión y la
más “racional” de las concepciones de Dios al decir: “El saber
que aquello que es impenetrable existe realmente manifestándose
como la más alta Sabiduría —conocimiento que constituye el nú-
cleo de cada Religión—... Este conocimiento, este sentimiento
representa el centro de la verdadera religiosidad... Todo aquel
para quien esta emoción resulta ajena, está prácticamente muer-
to”.14
Estos no representan sino a unos pocos de los científicos y
pensadores eminentes que, de entre un vasto número de ellos,
han expuesto de manera valiente sus convicciones basadas en un
estudio minucioso del mundo rápidamente cambiante a su alre-
dedor y de los graves problemas que ello está planteando en los
diferentes campos de la actividad del hombre. Esta convicción se
encuentra resumida muy claramente por Sir James Jeans, cuan-
do nos dice que “la corriente del conocimiento de la Ciencia” de-
be fluir de manera paralela a “la corriente de la vida del hombre,
como para combinar su felicidad material con la satisfacción de
sus necesidades y aspiraciones superiores que son las únicas que
lo elevan muy por encima del resto del reino animal. Fue tam-
bién en este sentido que Einstein había dado la voz de alarma, en
su bien conocida y concisa frase respecto de que la Ciencia sin
Religión se queda coja, en tanto que la Religión sin Ciencia está
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ciega. Esta profunda verdad fue expresada también hace siglos


por Aristóteles, el “sabio” de todas las épocas, cuando dijo que el
Hombre es, esencialmente, un ente metafísico.

11. EL HOMBRE SIN RELIGION


Además de la visión mecanicista del mundo y del enfoque
materialista de la vida generados por la Ciencia, hay una serie de
otros factores que han contribuido a la decadencia de la Religión,
algunos de los cuales se justifican plenamente. La Ciencia en Oc-
cidente, por ejemplo, se encontraba tan dominada por la pode-
rosa Iglesia en sus comienzos, que cualquier proposición o descu-
brimiento científico que no estuviera en consonancia con las pro-
posiciones, enseñanzas o creencias religiosas que prevalecían,
chocaba contra una fuerte oposición. Sin embargo, luego del exi-
toso combate que sostuviera Galileo con la Iglesia, la Ciencia fue
triunfando progresivamente por sobre esta oposición injustifica-
ble y, andando el tiempo, dio vuelta las posiciones en contra de
la misma Religión. No obstante, el fantasma del “carácter religio-
so” sigue cerniéndose sobre algunos sectores entre los científi-
cos, los que no aprecian el hecho de que el enemigo de la Cien-
cia no era la Religión, sino la religiosidad con sus dogmas y sus
creencias erróneas, rayanas en la superstición. El confundir lo
uno con lo otro y atacarlo, resulta tan ilógico como hacer res-
ponsable a la Ciencia Pura por la Tecnología que usa a la Cien-
cia de manera perversa. No puede pasarse por alto el hecho de
que el carácter científico también puede llegar a ser tan fanático
como lo ha mostrado ser la Religión. En otras palabras, la caren-
cia de una perspectiva clara respecto de lo que es o puede ser la
Religión Pura, constituye la principal de las razones por las cua-
les hay una gran proporción de personas en el mundo actual que
no se interesan por la Religión o que son ateas. Otra razón la
constituye el temor que reina entre los educandos o la “intelli-
gentsia” ante la posibilidad de que se sospeche en ellos una falta
de confianza en sí mismos o que se les acuse de traición a su fe
en la razón, considerada como el distintivo de un intelecto pro-
gresista, si llegan a confesar su fe en Dios o en la Religión.
Una razón más sutil, aunque convincente, dada por el doctor
Carl G. Jung que se basa en su minucioso estudio de la psicolo-
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gía humana, es que la negación de la Religión y de Dios repre-


senta una estratagema del hombre moderno para escaparle al
código moral y ético o a los “mandamientos” morales que cada
Religión establece tanto para la autodisciplina individual como
para la integridad y la armonía sociales. Dice este eminente psi-
cólogo: “Nuestra Era sufre de una ceguera que no tiene paran-
gón. Pensamos que no tenemos más que declarar que una forma
reconocida de credo es incorrecta o que carece de validez, para
quedar psicológicamente libres de todos los efectos de la Reli-
gión”.15 El doctor Jung va aún más lejos y señala el peligro que
reviste tanto para el hombre como para la sociedad, el que la Re-
ligión sea eliminada de la vida del hombre. Y es así que nos ad-
vierte: “Cada vez que el Espíritu de Dios es excluido de la consi-
deración humana, surge a la vida un sustituto inconsciente”.16
Estos sustitutos son los “nuevos dioses” tales como un partido
político, un gobierno u otros por el estilo. Esto también se mani-
fiesta claramente en la observación hecha por el Pandit Jawahar-
lal: “Muchas personas que están o creen estar liberadas de toda
creencia religiosa, en realidad viven inmersas en un estado de
conciencia superracional que denominan socialismo”.17 Theodo-
re Roszak, profesor de humanidades, expresando el mismo pun-
to de vista, dice: “Por debajo de la superficie científica racional
de nuestros tiempos, tanto el intelectual como el hombre común
experimentan por igual un profundo anhelo por un nivel trascen-
dental de la experiencia que pueda satisfacer al ser total del hom-
bre. La falta de equilibrio entre el intelecto y las visiones intuitivas
en nuestras vidas conduce a la persecución de dudosos cultos de
lo suprarracional”.18
Si no se toman las medidas apropiadas, esta inseguridad
“metafísica” o “hambre del Alma” puede llevar a que el hom-
bre sea presa fácil de una “mayor credulidad” y se desvíe ha-
cia el dogma, la superstición y lo sensacionalista. La presunta
“libertad” de compromiso con cualquier Religión o con Dios
en cuanto a un comportamiento ético, a una conducta correc-
ta o a la práctica de los valores tradicionales, a menudo de-
semboca en una degeneración generalizada del hombre, con-
virtiéndole en esclavo de crecientes ansias y de deseos y pa-
siones sin fin.

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12. LA RELIGION PARA EL HOMBRE MODERNO


Etimológicamente, la palabra Religión (proveniente del latín
re-ligare que significa “re-ligar”) puede considerarse con el senti-
do de enlazar al Hombre, la Creación y el Creador en la verdad
de la unidad del Universo. Lamentablemente, nos encontramos
con que la Religión, en lugar de constituir un poder unificador,
ha degenerado, en manos de hombres pervertidos, en una fuerza
de disolución de la solidaridad, la paz y la armonía sociales en
muchas partes del mundo. Todo esto deriva, como se había se-
ñalado anteriormente, de confundir a la Religión con los ritos y
rituales, las formas de culto, las costumbres y creencias que difie-
ren de una a otra Religión, de acuerdo con la época y con el tipo
de sociedad en que fueran fundadas. Por otro lado, las verdades
básicas de la Espiritualidad y el código de conducta orientado ha-
cia los valores que constituyen el “alma” real de cada Religión, y
que en mayor o menor medida representan una base común en
todas ellas, han sido dejadas por completo de lado. Esto, a su
vez, ha contribuido a rebajar en la estimación del hombre moder-
no la imagen tanto de la Religión como la de Dios, y no constitu-
ye una falta de la Religión en su esencia.
Para restituir a la Religión al lugar que le corresponde por
derecho en la vida del hombre, no existe otro camino que no sea
el de conectarse con la “Antigua Sabiduría” o Espiritualidad, so-
bre la que se basan todas las religiones importantes. En ese senti-
do, la Religión no es sino Espiritualidad Aplicada. Como tal, po-
dría recobrar todo el molde racional de la Espiritualidad que re-
quiere el hombre moderno. De hecho, una serie de eruditos y de
organizaciones espirituales, comenzando por Swami Vivekanan-
da, se han empeñado, desde comienzos de siglo, en ampliar y en
profundizar esta nueva corriente de conocimiento. La importan-
cia de esta tendencia ha sido subrayada de manera muy precisa
por el conocido científico Alfred Whitehead, cuando expresa que
“hay discrepancias entre Ciencia y Religión... Este choque cons-
tituye un signo respecto de que existen verdades más amplias y
perspectivas más afinadas dentro de una Religión más profunda
y una Ciencia más sutil que han de ser encontradas... La Reli-
gión no recuperará su antiguo poder hasta que no pueda enfren-
tar el cambio con el mismo espíritu con que lo hace la Ciencia.
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Puede que sus principios sean eternos, mas la expresión que se


les dé requiere de un permanente desarrollo”.19
Considerado desde esta óptica, el punto de vista del doctor
Einstein se acerca mucho a la verdad espiritual que se encuentra
en la esencia de toda Religión de carácter mundial. Como lo se-
ñala el físico Lincoln Barnett, “La mayoría de los científicos, al
referirse a los misterios, las fuerzas, los orígenes, la racionalidad
y la armonía del Universo, tienden a evitar la palabra Dios”.
Einstein, no obstante, no tenía estas inhibiciones. El dijo: “Mi re-
ligión consiste en una humilde admiración hacia el inconmensu-
rable espíritu superior que se revela en los más nimios detalles
que podemos percibir con nuestras frágiles y débiles mentes. Es-
ta convicción profundamente emocional de la presencia de un
poder razonador superior que se revela en el Universo incom-
prensible, conforma mi idea de Dios”.20
Sólo aquella Religión que posea esta sublime visión y una
profunda base de Espiritualidad, será la que pueda inspirar en el
hombre moderno un profundo respeto por la vida y, también,
mantener a todo el género humano enlazado por el amor y la re-
verencia hacia el Creador Supremo Unico.

13. ESPIRITUALIDAD Y CIENCIA MARCHANDO


DE LA MANO
La Espiritualidad, el punto central hacia donde convergen to-
das las religiones del mundo, representa también el punto de en-
cuentro de la Ciencia, desde el momento en que ambas tienen el
objetivo común de la búsqueda de la Realidad Ultima. La única
diferencia reside en que la Ciencia estudia la Realidad en relación
con la materia, en tanto que la Espiritualidad arroja luz, primor-
dialmente, sobre la Realidad relacionada con el “ser” del hom-
bre. Ambas se encuentran tan entrelazadas como el cuerpo y el
“ser” del hombre en su vida. En consecuencia, la Espiritualidad y
la Ciencia, marchando de la mano, además de llegar a la verdad
última de que materia y espíritu son uno, le harán un bien salu-
dable al hombre. La Ciencia enriquecerá su vivir con felicidad
material, en tanto que la Espiritualidad elevará y ennoblecerá su
vida y la llenará de paz interior, satisfacción íntima, y de amor,
paz y armonía en su entorno. La Ciencia ha obrado milagros pa-
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ra el hombre, pero no puede salvarse a sí misma de llegar a des-


hacer sus propias buenas obras. No obstante, la Espiritualidad o
la Religión, modernizadas por la Ciencia, pueden hacerlo debido
a su atractivo y eficacia universales. El fluir combinado y coordi-
nado de estas dos corrientes de conocimiento es lo único que
puede salvar a la cultura y la civilización modernas de seguir des-
moronándose y lograr levantarlas hasta alturas ennoblecedoras.
Para presentar esta sublime perspectiva en la moderna for-
ma de una ecuación o una fórmula matemática, se podría decir
que:

Esp + Cca = PS3

para indicar que la Espiritualidad (Esp) y la Ciencia (Cca) mar-


chando unidas, producirán la Sabiduría (S) con el Potencial (P) de
allanar el camino hacia la Paz, el Progreso y la Prosperidad del
género humano.
Resulta bastante sorprendente notar que este feliz encuentro
entre Espiritualidad y Ciencia había sido profetizado hacía casi
un siglo, no por algún espiritualista, sino por un mero científico,
Charles Steinmetz, el famoso ingeniero eléctrico, quien dijo: “Al-
gún día, la gente aprenderá que las cosas materiales no traen la fe-
licidad y son poco útiles para hacer que hombres y mujeres sean
creativos y poderosos. Para entonces, los científicos de la época
transformarán sus laboratorios para el estudio de Dios, la oración
y las fuerzas espirituales, las cuales, hasta ahora, apenas si han
sido consideradas. Cuando llegue ese día, el mundo verá más
avances en una sola generación de lo que ha visto en las últimas
cuatro”.21
El día aquel que Steinmetz había previsto, ha llegado, sólo
que habremos de sujetarlo de los cabellos. Ese día es HOY.

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35

II
LA MUTUA
DEPENDENCIA DE
ESPIRITUALIDAD
Y CIENCIA

El poco conocimiento es cosa peligrosa.


Beban a grandes sorbos o no beban de la fuente de las Musas.
En ella, los sorbos cortos intoxican el cerebro,
y el beber a gusto nos vuelve a la sobriedad.
Alexander Pope

1. LA CIENCIA
En el transcurso de los últimos trescientos años, la Ciencia,
en cuanto cuerpo de información basada en los hechos relativos
al mundo material, metódicamente reunidos, se ha transformado
en una vasta corriente de conocimiento pertinente a todo tipo de
fenómenos materiales concebibles en el Universo. Sus diferentes
ramas, como la física, la química, la biología, la psicología, etc.,
se han seguido dividiendo en un número creciente de disciplinas
especializadas como la astrofísica, la electrónica, la mecánica de
los quanta, la bioquímica, la microbiología, la física nuclear, la
neurología, la genética, la fisioterapia y otras muchas más. Cada
uno de estos campos del conocimiento ha estado contribuyendo
sustancialmente a la salud, la riqueza y el bienestar humanos. La
profundidad, los alcances y la precisión alcanzados por este con-
junto de conocimientos conocido como “Ciencia”, se evidencian
claramente en la seguridad y la facilidad con que el hombre se
dispara hoy en día hacia el espacio, orbita en torno de la Tierra
varias veces y regresa para aterrizar en cualquier lugar que elija.
De hecho, la Ciencia se ha introducido tan profundamente en la
vida moderna y en el vivir cotidiano, que el hombre común que
goza de sus beneficios o que, como suele suceder también, expe-
rimenta sus efectos adversos, ha logrado al menos una idea ge-
neral de lo que es la Ciencia y de lo que hace por él.
35
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Sin embargo, aquello de lo que puede que el hombre común


no tenga conciencia, podrían ser los asombrosos descubrimien-
tos a los que ha llegado la Ciencia en su búsqueda de la Realidad
y, en particular, del hecho de que la Ciencia, al ir sondeando en
profundidad dentro de los fenómenos materiales, está ingresando
en el ámbito de la Espiritualidad. Este giro espontáneo hacia las
verdades o leyes espirituales de la investigación científica ha de
ser, en verdad, saludado cordialmente, ya que se ha producido
en muchos científicos y personalidades eminentes en varios cam-
pos del conocimiento. En el encuentro de estas dos de las princi-
pales corrientes del conocimiento reside la mayor de las esperan-
zas de rescatar al género humano de un inminente colapso cultu-
ral y moral, y de volver a guiar al hombre hacia la senda que lle-
ve hacia una paz y un progreso duraderos. La necesidad impera-
tiva de una síntesis así entre Espiritualidad y Ciencia ha sido cla-
ramente delineada en el capítulo precedente.
La cuestión es ahora la siguiente: ¿Hasta dónde será posible
hacer que se acerquen estos dos sistemas del conocimiento y que
se den la mano en la búsqueda de la Realidad? ¿Habrá alguna
dependencia mutua entre Espiritualidad y Ciencia que las lleve a
unirse y, trabajando en conjunto, contribuir al mejoramiento del
género humano? ¿Habrá alguna evidencia que justifique la tesis
de que estas dos corrientes del saber puedan fluir armónicamente
en una misma dirección y apoyarse mutuamente para alcanzar
esta meta última?
Permítasenos, por lo tanto, mantener una visión amplia de
la Espiritualidad, referida en particular a estos puntos planteados
como interrogantes, para buscar luego una respuesta para ellos.

2. LA ESPIRITUALIDAD
a) Alcance y Contenido
La Espiritualidad, en el sentido más amplio del término, con-
nota la sabiduría relativa a la Conciencia Eterna y supremamente
Inteligente que subyace en todos los fenómenos del Universo a la
vez que los ilumina. Muy frecuentemente, en discusiones sobre pro-
posiciones enaltecedoras y ennoblecedoras de importancia espiri-
tual, son usados términos como los de filosofía, religión, misticis-
mo, metafísica, sabiduría oriental, idealismo, tradición, etc., en ma-
36
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yor o menor medida como sinónimos de Espiritualidad. Mas no to-


dos estos términos pueden considerarse idénticos a Espiritualidad;
en primer lugar porque ésta comprende a todo el universo del sa-
ber sobre el Hombre, la Creación y el Creador y, en segundo lugar,
porque la Espiritualidad implica el conocimiento basado en la expe-
riencia directa en oposición a la teología o la filosofía especulativas.
Es por ello que se le llama Sabiduría, para distinguirlo de todos los
demás sistemas de conocimiento. Es también por ello, que las anti-
guas obras indias que engloban el conocimiento espiritual se lla-
man, colectivamente, Vedanta, vale decir, los límites últimos del co-
nocimiento iluminador, alcanzados los cuales no queda nada más
por saber. Por lo tanto, para nosotros en la India, Espiritualidad
significa Vedanta, y Vedanta significa Espiritualidad.
En su esencia, la Espiritualidad es el sistema de conocimien-
to relativo al “Ser” o Existencia misma que constituye la base de
todo lo que “es” en el Universo. Por lo tanto, el tema de estudio
del Vedanta es el Universo y su funcionamiento, desde sus oríge-
nes mismos hasta su objetivo o meta últimos. Nada menos que
esto podría satisfacer el impulso interno del hombre por descifrar
el misterio de la Creación. El punto de partida de la indagación
védica, por ende, era franco y simple, como lo evidencia el rue-
go nacido del corazón que lanzaran los buscadores de la Verdad
en los tiempos védicos a la Inteligencia Creadora Cósmica, movi-
dos por la belleza y la grandiosidad, el orden y la armonía de la
Naturaleza que les rodeaba. (¡Oh Todopoderosos Poderes! ¿Qué
es aquello que una vez conocido haga que todo lo que quede por
conocer quede revelado ante nosotros?).1
Conforme a este espíritu de indagación, el conocimiento que
reunieran estos remotos buscadores lo abarcaba todo y compren-
día a los tres constituyentes de la Creación, es decir al Hombre,
al Universo y al Creador. Consecuentemente, la visión vedántica
de la Naturaleza resulta mucho más profunda y también mucho
más amplia que la que contiene el mismo concepto en la Ciencia
moderna, puesto que no solamente comprende al Universo físi-
co, sino también al biológico y al mental, además de la Realidad
que les subyace a todos ellos. En la visión unificada Vedántica, la
materia, la mente y el espíritu estaban tan integrados que no po-
dían ser considerados en forma separada el uno del otro. La Es-
piritualidad, por ende, viene a ser la Ciencia que entrega una vi-
37
38

sión clara y completa del “Ser” del Hombre, de sus relaciones


con el Universo en torno de él por un lado y con el Creador por
el otro, a través de la Suprema Realidad de la Conciencia Inteli-
gente y Eterna que los unifica a todos.

b) Espiritual y temporal al mismo tiempo


Por lo tanto, la sabiduría vedanta declara cubrir al Cosmos
abarcándolo en todos sus niveles, desde el microcosmos hasta el
macrocosmos. Como lo señalara el gran erudito vedántico, mate-
mático, científico y sabio, Swami Sri Bharathi Krishna Tirthaji
Maharaja2, “la misma palabra ‘Veda’ tiene este sentido derivado:
la fuente y el almacén de todo conocimiento. Esta derivación
connota, en efecto, que los Vedas deberían contener en sí todo
el conocimiento requerido por el género humano, no sólo en lo
relativo a temas así llamados “espirituales” (o del otro mundo), si-
no también a los que habitualmente se definen como puramente
“seculares”, “temporales” o “mundanos”; y también en lo perti-
nente a los medios requeridos por la humanidad como tal, en
pro del logro de un general, completo y perfecto éxito en todas
las direcciones concebibles”. En su opinión, el Vedanta represen-
taba “la Ciencia de las Ciencias”.
Como resultado de esta “universalidad” del Vedanta, éste
trataba tanto con el mundo externo de la vida y la actividad del
hombre como su “existir” interno en el Espíritu o la Conciencia
Suprema. Como lo expresa la Upanishad: “Hay dos tipos de co-
nocimiento que puede adquirir el hombre, uno pertinente al
mundo material y otro trascendental, que conduce hacia la Reali-
dad Imperecedera”.3 El Vedanta consideraba a la vida mundana
como parte integral de la vida espiritual. El separarlas una de la
otra era considerado una crasa ignorancia de la Verdad de la Vi-
da. Como lo dijera Swami Vivekananda, “La diferenciación ficti-
cia entre Religión y vida mundana no existía en aquellos tiem-
pos, porque ambas se amalgamaban en la visión védica”.4 Esta
visión védica implica, además, que, como lo señala Sri Sathya
Sai Baba, en el fondo del agua de la vida mundana se encuentra
el azúcar de la Espiritualidad y uno no tiene sino que revolverla
con la cuchara de la Sabiduría, para experimentar la vida eterna
y la perenne paz del Espíritu en el Interior, incluso mientras sigue
dedicado a las actividades mundanas.5
38
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c) La Ciencia en el Vedanta
En tanto que los cuatro Vedas se ocupan en grado variable
de la Realidad esencial, cada uno de ellos tiene un texto subsidia-
rio (Upa-Veda) que contiene principalmente un conocimiento
científico que representa una gran ayuda para el hombre en su
vida en el mundo. De este modo, el Rig-Veda tiene el texto sub-
sidiario del Ayur-Veda o la Ciencia de la Vida que trata de anato-
mía, fisiología, ciencia sanitaria, enfermedades y su diagnóstico,
medicinas de hierbas y raíces e incluso cirugía. El Sama-Veda tie-
ne como texto subsidiario al Gandharva-Veda que trata de la
ciencia de la música y la danza, comprendiendo en ella varios as-
pectos de melodía, ritmo y armonía. El Yajur-Veda tiene al Dha-
nur-Veda para estudiantes de la ciencia militar, la arquería y el
arte de la guerra. El Atharva-Veda tiene como texto subsidiario al
Stapathya-Veda que trata de arquitectura, mecánica, ingeniería y
matemáticas.6
Basado principalmente en estos Upa-Vedas, el conocimiento
científico se desarrolló tanto en profundidad como en alcance du-
rante la época védica. De este modo, aparecieron a continuación
los Vedangas o “miembros del cuerpo védico” que tratan especí-
ficamente acerca de Ciencias diferentes. Una buena evidencia de
este conocimiento científico en los tiempos védicos se encuentra
en el Chandogya Upanishad, en donde al buscador de la Sabidu-
ría Espiritual el preceptor le pregunta cuánto ha progresado en
su estudio y si ha adquirido pericia en temas tales como la histo-
ria, literatura, matemáticas, ciencia extra-mundana, economía,
lógica y filosofía, ética y política, física, ciencia militar, astrono-
mía, toxicología y psicología social. Los Vedangas incluían inclu-
so temas como la ciencia de la articulación correcta, ciencia de la
versificación, gramática, etimología, ciencia del individuo, la fa-
milia y los deberes y obligaciones sociales, etc.7
Es sabido que en algunos de estos campos del saber, la Cien-
cia moderna ha descubierto hechos que ya estaban en la literatu-
ra védica desde miles de años atrás. Los estudios astronómicos
hindúes del período védico muestran que los astrónomos sabían
todo acerca de la traslación de la Tierra en torno del Sol mucho
antes que Copérnico fuera censurado y Galileo perseguido por
su descubrimiento. De manera similar, la India corrigió la creen-
cia de otros países respecto de las estrellas de las que creían que
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eran agujeros en una cortina que envolvía la Tierra. Los astróno-


mos hindúes afirmaron correctamente que “estas estrellas son
miríadas de soles diseminados en todas direcciones”. También
tenían conciencia de la existencia de incontables universos en
torno del nuestro, como lo evidencia la invocación védica que
glorifica al Creador en cuanto Señor Supremo de billones de uni-
versos. Como nos dijera también el Prof. D.C. Morgan en su his-
toria de las matemáticas, “hasta los alcances más altos y más le-
janos de las matemáticas occidentales no han llevado aún al
mundo occidental ni hasta el umbral de la antigua matemática
védica de la India”.8 Las Upanishads y los Sutras (aforismos), en
particular el Brahma Sutra y los Yoga Sutras de Patanjali, ayu-
dan a concretar lo que sostiene el Vedanta en cuanto a ser “la
brillante lámpara que ilumina todos los sistemas del saber, y que
provee una guía eficaz para todas las actividades mundanas”.
Es por ello que Swami Vivekananda aseveró que los descu-
brimientos e inventos de la Ciencia moderna “resuenan como
pequeños ecos del majestuoso rugido del león del Vedanta”. Tri-
butos igualmente elevados le han sido rendidos al conocimiento
científico del Vedanta por parte de estudiosos occidentales. Ge-
rald Heard dice: “El Vedanta representa la más científica de las
exposiciones de las leyes que gobiernan el Universo”.9 De mane-
ra similar, el doctor Kenneth Walker dice, alabando a la sabiduría
védica: “El Vedanta es un intento por compendiar el total del co-
nocimiento humano y hace uso del total de la experiencia huma-
na. En un momento es Religión, en otro es Filosofía y en un ter-
cero, es una Ciencia”.10

3. LA REALIDAD EN EL VEDANTA
De acuerdo con el Vedanta, todo el Universo es una mani-
festación grosera de un Principio Inmutable que es Eterno (Sat),
de Suprema Inteligencia (Chit) y de Conciencia Bienaventurada
(Ananda). Es esta Realidad la que le presta existencia, inteligen-
cia y alegría de vivir a todos los seres y la que ilumina todos los
fenómenos materiales. Esta Realidad o Conciencia es, por ello,
la esencia de todo lo que existe, la fuente básica de todas las
energías y fuerzas que contribuyen a hacer el Universo. Se decla-
ra que esta Realidad es “invisible al ojo humano, impensable pa-
40
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ra la mente del hombre e incomprensible para su intelecto” y


otras cosas por el estilo11, como para que se comprenda el he-
cho de que esta Realidad puede ser conocida tan sólo por la su-
mersión del propio “ser” o ego de uno en aquella Conciencia
que lo impregna todo. Debido a que todas las facultades y los
sentidos humanos son iluminados por esta misma Conciencia,
les es imposible objetivarla. La única forma que uno tiene de ex-
perimentar esa Luz es convertirse en esa Luz misma.
Por lo tanto, con todo derecho es que se le llama Brahman a
esta Realidad, es decir, lo Supremo que todo lo impregna y se le
menciona en los textos védicos como Ello o Aquello (Tat). Se le
glorifica como la Eterna Causa Sin Causa (Anadi-Ananta) del
Universo. De todos modos, de vez en cuando, los Vedas le dan
nombres y formas simbólicas para expresar su adoración y reve-
rencia, su gratitud y su amor a la variedad de poderes a través de
los cuales opera el Universo. Es obvio que esta adoración y este
amor por el Ser Supremo le impartió a las gentes de los tiempos
védicos y a muchas generaciones siguientes, un modo grande-
mente elevador y sublime a sus vidas, puesto que no perdían la
conciencia de su íntima relación con el Creador Todopoderoso.
Sin perder de vista esta óptica védica del Creador, el emi-
nente científico indio, Jagadish Chandra Bose observó: “Entre
los científicos, son muchos los que dejan traslucir un inmenso
prejuicio teológico que confunde la ignorancia con la fe. Se tien-
de a olvidar que Aquel que nos rodeara con este misterio de la
Creación en permanente evolución, la inefable maravilla que se
esconde en el microcosmos de una partícula de polvo, que encie-
rra el misterio del cosmos dentro de lo intrincado de su forma
atómica, también ha implantado en nosotros el deseo de cuestio-
nar y de entender”.12

4. UNA META COMUN


De este modo, el Vedanta provee de una evidencia concreta
respecto de que la Espiritualidad y la Ciencia, muy lejos de ser
antitéticas son mutuamente complementarias y contributivas en
cuanto a alcanzar su meta común de enriquecer y de elevar al
mismo tiempo la vida del hombre. Ambas tienen su origen en la
necesidad del espíritu humano de desentrañar el misterio de la
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42

Creación. Similar es el caso respecto de su objetivo; con la salve-


dad de que la Ciencia se queda atrás en la materia en su búsque-
da de la verdad, en tanto que la Espiritualidad, después de estu-
diar al mundo fenoménico, pasa más allá de él para sondear más
profundamente en la Realidad que subyace en toda la Creación,
para llegar a entender también el significado, el propósito y la
culminación de la vida.
De hecho, también la Ciencia occidental comenzó como “fi-
losofía natural” en concordancia con el concepto griego de que
todas las ramas del conocimiento son parte de un solo campo
unificado del saber relativo al Universo en cuanto un todo. Con-
secuentemente, también su objetivo era de largo alcance, tal co-
mo lo implicaba la palabra “filosofía”, vale decir, el ir hacia la raíz
de los fenómenos de la Naturaleza y desentrañar su Realidad
subyacente. Mas, como es bien sabido, la Ciencia occidental tuvo
que luchar, durante la Edad Media, para abrirse paso por entre el
dogma y el predominio de la Iglesia. Debido a ello, la Ciencia
buscó tener una metodología propia, rehusándose estudiadamen-
te a tocar nada que tuviera algún elemento de religión o “del otro
mundo” en sí. Esta metodología basada en la investigación, la
observación, la recopilación de informaciones, el análisis de da-
tos, la experimentación, etc., muy pronto le otorgó a la Ciencia
un “status” independiente. Al mismo tiempo, este nuevo sistema
de conocimiento fue enfocando su atención más y más en estu-
diar los varios aspectos del mundo fenoménico con el objetivo de
desarrollar reglas y leyes generales que determinaran o goberna-
ran la causalidad respecto de objetos y eventos en el espacio y el
tiempo. Este conocimiento factual produjo resultados asombro-
sos y condujo a descubrimientos e inventos que no habría sido
posible imaginar en un comienzo. Estos inventos y el rápido de-
sarrollo de la Tecnología que siguió a continuación, hizo que la
Ciencia se volviera cada vez más mecanicista en su visión del
mundo. Como resultado, pasó muy rápidamente al trasfondo
aquel objetivo de entender al Universo en el sentido más profun-
do que implicaba la “filosofía”, y se le consideró como ajeno a la
esfera de la Ciencia y perteneciente al dominio de la religión, la
metafísica o la filosofía.
Desde mediados de este siglo, empero, esta visión fuerte-
mente materialista del mundo mantenida por la Ciencia ha dado
42
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un marcado giro hacia el “idealismo”, debido en gran medida a


las “implicaciones metafísicas” de nuevos descubrimientos como
el de la Teoría de la Relatividad y la Teoría de los Quanta que
han entregado una visión de la naturaleza interna del mundo sub-
atómico. Como lo señalara el Prof. Edmund Sinnott, prominente
biólogo de la Universidad de Yale, “Después de la revolución in-
troducida por la Relatividad, la Mecánica de los Quantum y la Fí-
sica Nuclear, la Ciencia se ha visto forzada a modificar algunas
de sus conclusiones anteriores. La verdad escueta, es que el Uni-
verso es un sistema mucho más complejo de lo que parecía ser
en tiempos de Newton. Los científicos aceptan ahora, sin sor-
prenderse, ideas que hace muy poco habrían parecido descabe-
lladas. Este cambio se ha reflejado en una actitud de una mente
mucho más abierta de su parte hacia las filosofías idealistas. Por
un período de tres siglos, una Ciencia que avanzaba con paso
confiado parecía estar minando los fundamentos mismos de la
fe... Sin embargo, la marea parece haber cambiado y un agresi-
vo idealismo está pasando de la defensa al ataque”.13
Este “cambio de marea” de la Ciencia se ha debido también
a un creciente reconocimiento del hecho de que, en tanto que la
Ciencia entrega métodos del funcionamiento de las leyes físicas y
químicas, la filosofía entrega el método para dirigir la conducta
del hombre en conformidad con el principio del orden y la armo-
nía en la Naturaleza. Esta última dimensión del conocimiento hu-
mano no puede ser ignorado por una Ciencia que tiene por obje-
tivo el bien del género humano. El doctor Roger Jones, profesor
de física, después de presentar un contundente alegato en favor
de “una re-evaluación idealista del mundo físico... para explorar
el sentido, el valor y el propósito de la existencia humana”, agre-
ga que la Ciencia “surgió en la búsqueda filosófica del significado
y el entendimiento de la vida” y que “esta búsqueda puede resta-
blecer la antigua vitalidad de la física y regenerar a la humani-
dad”.14
Es así que la Espiritualidad y la Ciencia, pese a tener un ori-
gen común y una meta común, se separaron con el avance de la
Ciencia occidental durante sus primeros 300 años, pero en las
últimas décadas se han percibido abundantes signos de que la
brecha entre ellas se está estrechando hasta el punto en que,
muy pronto, se vea restablecida su interdependencia inherente.
43
44

Permítasenos echarle una mirada desde más cerca a esta re-


lación mutua entre Espiritualidad y Ciencia, para ver hasta qué
punto su reunión no sólo ayude a servir al mejor interés del gé-
nero humano, sino que también le sea imprescindible a estas co-
rrientes de conocimiento para alcanzar su meta común.

5. EL PAR LLEGARA A REUNIRSE


Como se ha dicho con mucho acierto, un poco de Ciencia
alejó al científico de la Religión, en tanto que la mucha Ciencia
de hoy le está trayendo de vuelta, si no hacia la Religión, hacia la
conciencia clara de aquella Realidad trascendental a la que la Es-
piritualidad sostiene en cuanto Causa Sin Causa tras el Universo
fenoménico. Una serie de factores ha contribuido a la creciente
conciencia de que el encuentro de Espiritualidad y Ciencia no só-
lo es esencial, sino también inevitable para los mejores intereses
de la humanidad.

a) Reciprocidad
El primero y más importante entre estos factores, como se
decía antes, es que estas dos corrientes de conocimiento humano
son complementarias y mutuamente contributivas. Tanto la Espi-
ritualidad como la Ciencia tienen su origen en la necesidad del
espíritu humano de entender la Verdad que subyace en la vida
del Hombre y alrededor del Universo. Ambas consideran que es
una verdad axiomática el que hay una Realidad última subyacien-
do en todos los hechos de la Creación y existencia. La Ciencia,
empero, apunta a encontrar la Verdad subyacente en todos los
fenómenos en la Naturaleza, en tanto que la Espiritualidad dirige
su búsqueda de la Verdad hacia el dominio más sutil de la Con-
ciencia, de la cual, tanto el Hombre como el Universo a su alre-
dedor son manifestaciones groseras. Es así que la Ciencia enfoca
su atención hacia los “cómo” y los “qué” respecto de la confor-
mación del mundo, en tanto que la Espiritualidad sondea a ma-
yor profundidad en los “por qué” y los “para qué” de todos los
sucesos y fenómenos. De este modo, encontramos a la Ciencia
analizando a la materia y subdividiéndola para llegar a la Reali-
dad en la base, mientras la Espiritualidad parte justo de la base
de todos los fenómenos y explica luego los múltiples fenómenos
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en relación con esa Realidad. De la misma manera en que la


Ciencia ve átomos, protones, electrones, etc., como “los bloques
de construcción” del mundo físico, la Espiritualidad, profundizan-
do aún más hacia la fuente, estudia a la Conciencia Cósmica in-
manente en todas las cosas y seres, como sustrato esencial del
Universo. Estos dos enfoques de la Realidad, como lo dice el
doctor Phillip Frank, “son los dos extremos de una cadena”. El
extremo por el que parte la Ciencia “corresponde a hechos ob-
servados desde los cuales se derivan leyes y principios, que se
usan subsecuentemente en los experimentos y en la Tecnolo-
gía... Mas, está el otro extremo de la cadena al que Aristóteles
describía como ‘el camino natural de la investigación’, en el que
la hipótesis es considerada como válida si se la deriva de princi-
pios evidentes por sí mismos, claros e inteligibles. Estas dos fun-
cionan como los dos extremos de la cadena”.15
Es así que la Ciencia, en un extremo, estudia la Naturaleza
hasta donde es experimentada por los sentidos, la razón y el in-
telecto del hombre, mientras que la Espiritualidad trasciende es-
tos instrumentos de la comprensión del hombre y lanza luz, a tra-
vés de la experiencia intuitiva directa, sobre el fundamento y la
fuente misma de la Naturaleza.
La Ciencia está encontrando hoy día que la materia, cuando
se la subdivide en elementos subatómicos, va convirtiéndose en
energía y luz, cuyo operar, finalmente, apunta hacia una Inteli-
gencia o Conciencia Suprema. Como lo expresa el eminente físi-
co Fritjof Capra, “La materia sólida no existe. Ella es una pro-
yección de los sentidos y la mente humanos que no existe en el
drama Cósmico de los patrones de energía. El Poder que hace
que el drama Cósmico siga adelante es, de acuerdo con la Cien-
cia Espiritual, la Mente Divina. La Danza del Nataraja* de la cul-
tura hindú simboliza esta Verdad”.16 Es indudable que es también
la conciencia o la mente humana la que le presta realidad a los
fenómenos materiales del entorno, revistiendo al mundo objetivo
de nombres y formas al igual que con las cualidades de su agrado
y desagrado. Reconociendo estos hechos, muchos científicos ad-
miten hoy que al confinar a la Ciencia sólo al “afuera” del mun-
do material, hace que su conocimiento sea incompleto y, por en-
* Otro nombre que se le da a Krishna (N. de la T.)

45
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de, debería pasar al “adentro” de la materia para llenar este va-


cío. Este acercamiento global a la Verdad es presentado por el
principio de la unidad “visto-vidente” vedántico. El mundo objeti-
vo y la conciencia observadora del Hombre aparecen, por ende,
como dos hemisferios de una Realidad Global, hacia la cual ya
ha comenzado a moverse la Ciencia y hacia la que seguramente
habrá de seguir avanzando en adelante. Mientras más rápido sea
su progreso en esta dirección, tanto mejor será para la Ciencia
como para el género humano.
La Ciencia objetiva que ignora esta estrecha relación entre la
mente observadora y el mundo material observado, viene a ser
como un pájaro que no puede valerse sino de una de sus alas y,
por lo tanto, es incapaz de alcanzar las alturas hasta las cuales le
puede llevar la Espiritualidad y develar la Realidad plena que sub-
yace en la Creación. En las palabras del doctor Radhakrishnan,
“la Espiritualidad y la Ciencia representan las dos dimensiones
del ser humano: la mente racional y la espiritual. Estas dos di-
mensiones no pueden divorciarse una de la otra. Deben estar co-
ordinadas, correlacionadas e integradas si el hombre ha de con-
vertirse en un verdadero ser humano. Ni siquiera la Ciencia sos-
tiene que no exista lo intangible. Los principios últimos que son
intangibles, resultan esenciales para el entendimiento del Univer-
so”.17
Esta estrecha relación entre Espiritualidad y Ciencia ha sido
expresada con mayor énfasis por los científicos mismos. “Cuan-
do examinamos a las mentes más creativas de la Ciencia del siglo
XX —dice el Dr. Philip Frank— nos encontramos con que los
más grandes científicos han subrayado con fuerza el punto de
que es indispensable un nexo estrecho entre la Ciencia y la Filo-
sofía”.18 También el Prof. Alfred Drucker dice, después de seña-
lar que los descubrimientos científicos de los años recientes están
levantando un puente entre la Espiritualidad y la Ciencia: “Hay
muchos que ahora pueden atravesar ese puente y descubrir el
otro lado. De hecho, esta métafora del puente no resulta apro-
piada, debido a que Espiritualidad y Ciencia no son dos cosas di-
ferentes, separadas por un ancho abismo. Como lo ha indicado
Sri Sathya Sai Baba, no son sino como las dos piernas que le
permiten al hombre avanzar hacia su meta”.19 Es por ello que,
citándolo nuevamente, Einstein, le advirtió tanto a los científicos
46
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como a los espiritualistas, en su conocida frase, que la Ciencia


sin Religión no haría sino cojear y andar a tropezones en su ca-
mino, sin avanzar mucho hacia su meta de develar el misterio de
la Naturaleza, mientras que la Religión sin Ciencia no sería sino
un fanatismo y una ortodoxia ciegos, superstición y dogma. Sola-
mente cuando ambas vayan de la mano con la búsqueda de la
verdad del hombre respecto de la vida y la Creación, resultarán
fructíferas y darán riqueza a su vida, iluminando también su exis-
tencia.
En verdad, en la reunión de la Espiritualidad y la Ciencia re-
side la esperanza de alcanzar la meta última de la búsqueda hu-
mana en pos del conocimiento, la verdad y la Realidad respecto
de la vida y de la Creación. La Espiritualidad con su “conciencia
y expansión” le impartiría una nueva visión a la Ciencia, denomi-
nada con justicia por algunos como “psico-fisicalismo”, la que la
guiaría hacia la Realidad Inmutable: el telón inalterable sobre el
que se mueven constantemente los patrones, objetos y sucesos,
que manifiestan al mundo fenoménico. Unicamente esta visión
hará pleno y completo el conocimiento humano que se designa
en la Espiritualidad como Sabiduría. Como lo dice Sri Sathya Sai
Baba, la Ciencia cuya letra “C” se mantiene abierta, será redon-
deada como una “O”, que es plena y total, por la Espirituali-
dad.20 Sólo esta plenitud podrá satisfacer las elevadas expectati-
vas de la Ciencia que, de acuerdo a científicos como Schrodin-
ger, “es una parte integral del gran interrogante filosófico que
abarca a todas las demás, la que Plotino expresara en el breve
‘¿quiénes somos nosotros?’ Y, más que eso, considero que esto
no es sólo una de las tareas, sino que es la tarea de la Ciencia, la
única que importa”.21 Es el Hombre quien le da un sentido y un
propósito al Universo y ambos se encuentran inextrincablemente
unidos como el soñador y el sueño. Por ende, el conocimiento
de ambos habrá de confluir al igual que los dos hemisferios de
una Realidad global.

b) Limitaciones de la Ciencia
En resumen, éstos serían los inmensos beneficios que se le
sumarían a la Ciencia al tomarse de la mano con la Espirituali-
dad. Hoy en día, la Ciencia misma se está volviendo cada vez
más consciente de las limitaciones de su propia metodología y
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enfoque y, por lo tanto, se está empeñando en ampliar su base y


en extender su campo de estudio en diferentes direcciones. “Ha-
ce veinte o treinta años atrás —dice el Prof. E.C.G. Sudarshan,
el físico de la Universidad de Texas— existían ciertas convencio-
nes en cuanto a lo que constituía o no el tema de la física. Hoy
en día estos límites han sido excedidos. Lo que entonces no se
consideraba importante para la física, se ve ahora como relevan-
te. Ahora hablamos, profesionalmente, sobre la vida y origen del
Universo, sobre el tamaño del Universo, sobre la naturaleza de
las fuerzas, del por qué será que hay fuerzas potentes y débiles y
así sucesivamente. Previamente, todo esto no pasaba de repre-
sentar una curiosidad, interrogantes que limitaban con la Filoso-
fía más que con la Ciencia”.22 Muchos científicos eminentes co-
mo el doctor Raja Ramanna han dicho que “La física moderna
ha llegado a un punto en que ha empezado a tocar con la metafí-
sica”.23
Una razón importante para este paso de la Ciencia hacia el
dominio de lo “no material” o campo metafísico, la constituye
una creciente conciencia entre muchos científicos respecto de
que el asombroso progreso alcanzado por el conocimiento cientí-
fico en los últimos 300 años, que le hace justicia al genio del
hombre, ha llegado a un punto muerto junto al muro de la mate-
ria. Esta situación ha llevado a que los mismos científicos admi-
tan que el enfoque de la Ciencia adolece de una serie de caren-
cias que bloquean su avance en la indagación de la Realidad que
constituye la base del mundo físico. Es así, por ejemplo, que Sir
Arthur Eddington destaca a través de una analogía gráfica que el
método de indagación en la Ciencia moderna es como “una red
de pesca de un cierto tamaño que tiene intersticios de una cierta
dimensión. Esta red se lanza al mar y se recoge con una serie de
peces atrapados en ella. A continuación se hace un recuento de
los peces y se les clasifica y, de acuerdo con los datos así obteni-
dos, se declara que el mar posee tales y cuales variedades de pe-
ces, de tales o cuales tamaños. No obstante, ¿qué hay de los pe-
ces más pequeños que se escaparon por entre los intersticios y
de los más grandes que no entraron en la red?”24 Concluye que
el conocimiento científico depende tan sólo de hechos conocidos
u observados. Los hechos de este modo reconocidos en la teoría
científica, puede que sean demasiado limitados en comparación
48
49

con los hechos que se mantienen aún en el ámbito de lo desco-


nocido. Esta limitada perspectiva de la Ciencia también es seña-
lada por Sir James Jeans cuando dice: “Parados sobre nuestro
microscópico fragmento de grano de arena, intentamos descu-
brir la naturaleza y el propósito del Universo que rodea nuestro
hogar en el espacio y en el tiempo”.25
Tanto la naturaleza de esta limitación como también sus con-
secuencias para la investigación científica son descriptas clara-
mente por Taimni en su libro “Ciencia y Ocultismo”, en donde
dice: “El científico trata de investigar el océano de hechos desco-
nocidos y, sobre la base de los escasos datos que la logrado reu-
nir, saca sus conclusiones respecto de todo lo que se le ocurre,
desde el mecanismo de la percepción sensorial hasta el origen y
naturaleza del Universo. Además de la exigüedad de los datos, el
enfoque científico ignora por completo a la Inteligencia, a la
Mente o la Conciencia Cósmica y a otros elementos más sutiles
aún que impregnan el Universo. El ignorar verdades, ya sean tos-
cas o sutiles, en base a su ‘intangibilidad’, no equivale a refutar
su existencia. De manera que, en la Ciencia, la naturaleza infini-
ta, tanto de los hechos físicos como de los metafísicos sigue
siempre inexplicada o sólo parcialmente explicada en el ilimitado
trasfondo de lo desconocido. Y es este hecho el que hace que las
teorías científicas no sean sino verdades parciales o verdades li-
mitadas”.26 Una ilustración de hecho de este tipo es la que pro-
vee Albert Einstein quien, mientras trataba de llegar a los funda-
mentos teóricos físicos del conocimiento que emergía de su Teo-
ría de la Relatividad, dijo: “Todos mis intentos fracasaban. Era
como si le quitaran a uno el suelo de abajo, sin que se pudiera
vislumbrar base alguna sobre la cual se pudiera construir”.27
Otra de las limitaciones de este enfoque que los hombres de
Ciencia han comenzado a reconocer recientemente, es que la
“existencia” posee muchos estratos más sutiles que han pasado
desapercibidos para la Ciencia, la que no conoce sino las formas
más toscas del mundo externo, experimentadas a través de las
percepciones de los sentidos y sus objetos. Los estratos más suti-
les pueden ser conocidos tan sólo a través de la experiencia sub-
jetiva, mediante el disciplinar la mente y el desarrollar las faculta-
des de la intuición dentro de uno. De modo que la Ciencia se
ocupa tan sólo de la parte más tosca de la totalidad de la existen-
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cia o sólo del mundo objetivo, en tanto que la Espiritualidad va


más allá de la materia y abarca también la Realidad Ultima que
es Existencia Absoluta. Como lo admite Eddington, quien tenía
conciencia de este hecho: “A través de todo el mundo físico pasa
un contenido desconocido, el que, seguramente, debe ser el ele-
mento fundamental de nuestra Conciencia. En ello se insinúan
aspectos profundamente insertos en el mundo de la física y no
obstante inalcanzables a través de su método”.28 Debido a que
ha tomado conciencia de este hecho, la Ciencia está cruzando
hoy, inevitablemente, el umbral de la materia y, gradualmente,
está construyendo un canal unificador con el conocimiento Espi-
ritual que está ampliando su visión.
Una evidencia concreta para las omisiones en que ha incurri-
do el enfoque científico que ha salido a la luz con los recientes
progresos, la constituye el descubrimiento del campo subatómi-
co. Aquí, la Ciencia es aún incapaz de decir con certeza con qué
se ha topado en cuanto a la base última de la materia, si se trata
de una partícula, de una onda de luz o de alguna otra cosa. Aun-
que a ese nivel se puede observar un interminable proceso de
creación-destrucción, el fenómeno elude la comprensión del
científico. Como lo señala el famoso Principio de la Incertidum-
bre de Heisenberg, se hace imposible “conocer” la naturaleza de
esta partícula elemental última, debido a que exhibe propiedades
similares a las de las ondas que resultan imposibles en una partí-
cula y, por ende, no puede ser llamada materia; pero también
exhibe propiedades que son inconcebibles en una onda y, por
ende, no se la puede llamar una onda. Y entonces, ¿qué es? La
respuesta es “desconocido”29. Incapaz de determinar la naturale-
za precisa de estos “protones” y “gravitones”, la Ciencia los ha
definido como “partículas sin masa” lo cual, evidentemente, vie-
ne a ser una contradicción en los términos, ¡algo tan absurdo co-
mo el hablar de un “cadáver viviente”! Es por ello que, de mane-
ra muy natural, hay científicos como Fritjof Capra que “han co-
menzado a sentir si esta búsqueda de la realidad pura no podría
terminar siendo una empresa quimérica”.30
Los mismos científicos han destacado, además, que la inves-
tigación científica, en todo tiempo, ha sido a menudo un caso en
que los nuevos descubrimientos han lanzado a los anteriores al
trasfondo, por haberse producido alteraciones, rectificaciones y
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hasta una revocación completa de algunas teorías establecidas.


Como lo expresara Einstein con su característica humildad: “Nin-
gún número de experimentos podrá probar que estoy en lo cier-
to, mas, en cualquier momento, un solo experimento puede pro-
bar que estoy equivocado”.31 No cabe duda alguna de que el
científico, en cuanto buscador de la verdad, ha de ser necesaria-
mente honesto intelectualmente y mostrarse siempre dispuesto a
ser corregido por cualquier luz nueva que pueda surgir a su paso.
No obstante, en este caso, este movimiento en zig-zag de la bús-
queda, lo que involucra una considerable pérdida de tiempo, de
energía y de talento, se le atribuye también a la visión mecanicis-
ta de la Realidad con la que partió la Ciencia, visión que, incluso,
se fue estrechando en su avance a través de los años. Es por ello
que muchos científicos, como Einstein, como viéramos antes,
han planteado sus dudas, después de examinar las teorías y leyes
referentes al universo material de tiempo y espacio a la luz de la
Teoría de la Relatividad, respecto de hasta dónde podría soste-
ner el avance científico del futuro la visión clásica del mundo.
Como lo señala el físico doctor A.R. Peacocke, la Teoría de la
Relatividad de Einstein ha vuelto imposible la noción clásica de
“materia”, ha vuelto borrosa la distinción entre “espacio y masa”
y ha cancelado la natural diferencia entre “movimiento” y “aque-
llo que se mueve”.32 El sentimiento general es éste, como apunta
Heisenberg: “Han comenzado a conmoverse los fundamentos de
la física; este movimiento ha dejado la sensación de que la Cien-
cia podría quedarse sin sustento”.33
Finalmente, la Ciencia ha llegado a darse cuenta de que su
visión completamente objetiva del Universo, mantiene a medio
camino la búsqueda de la Realidad desde el momento en que ig-
nora al “observador” mismo, quien también es parte de la Reali-
dad. Como lo observara Lincoln Barnett, “En la evolución del
pensamiento científico ha llegado a hacerse impresionantemente
claro un hecho: no hay misterio alguno más allá de él mismo.
Todas las carreteras del intelecto, todos los desvíos de la teoría y
la conjetura llevan, en última instancia, hasta un abismo que la
ingenuidad jamás podrá abarcar... Mientras más extienda su ho-
rizonte, más vívidamente reconocerá el hecho de que, como lo
expresa el físico Niels Bohr: “Somos por igual espectadores y ac-
tores en el gran drama de la existencia. El hombre no entiende el
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52

vasto Universo velado al que ha sido lanzado, en razón de que


no se entiende a sí mismo. Comprende muy poco de sus proce-
sos orgánicos y aún menos de su capacidad única de percibir el
mundo a su alrededor, de razonar y de soñar. Y entiende, menos
que todo, su más noble y misteriosa facultad, la habilidad de tras-
cenderse a sí mismo y de percibirse a sí mismo en el acto de per-
cepción”.34
Ciertamente, es la propia conciencia del Hombre lo que le
presta un sentido y un propósito a la existencia de todos los ob-
jetos, los sucesos y otros fenómenos alrededor de él. La Ciencia
se está volviendo ahora cada vez más consciente de la necesidad
absoluta de prestarle atención a este importante hecho que ha si-
do ignorado hasta este momento. “A la Ciencia le queda por
descubrir aún —dice Swami Prabhupada— qué es lo que trans-
forma al cuerpo viviente en un cuerpo muerto. La chispa espiri-
tual que anima al cuerpo no ha llegado aún a la esfera de acción
de la Ciencia”.35
Todo esto representa un indicativo de la creciente toma de
conciencia de las limitaciones de los planteamientos científicos
por un lado y de la validez de las proposiciones espirituales que
van saliendo cada vez más a la luz, por otro. Estas dos tenden-
cias contribuyen a fortalecer el sentir de los científicos respecto
de que una síntesis entre Espiritualidad y Ciencia no solamente
se hace necesaria, sino que se está vislumbrando como inevita-
ble. Sólo en ello reside la esperanza para el género humano de
expandir su visión más allá de la materia y entrar en el ámbito de
la Conciencia del hombre y, por su intermedio, alcanzar a la
Conciencia Cósmica que es la Verdad o la Realidad última en
cuanto sustrato de todo el Universo.
Como se observara antes, la Ciencia se encamina hacia lo
que Sir James Jeans denomina “una realidad no material”.36 No
obstante, tanto a la Espiritualidad como a la Ciencia les queda
por recorrer aún un largo camino para reunirse de una manera
planificada y ordenada y para desarrollar un planteamiento inte-
grado respecto de su meta común. El progreso realizado hasta el
momento, aun siendo notable en cuanto a calidad y por ende al-
tamente convincente y confiable respecto de esta saludable ten-
dencia, sigue confinado a una sola rama de la Ciencia: la física;
e incluso aquí, le queda por cubrir la mayor parte de su campo.
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Esto exige que se realicen esfuerzos organizados por parte de los


investigadores de las diferentes ramas de la Ciencia, para intere-
sarse activamente en esta nueva dimensión del conocimiento que
ésta ha comenzado a desarrollar. Cada paso adelante en esta di-
rección le infundiría una mayor fe y le inspiraría un mayor empe-
ño a la comunidad científica en general, para apoyarse cada vez
más en la Espiritualidad con el objeto de extraer de ella una vi-
sión más profunda de la naturaleza interna de las cosas, de ganar
una perspectiva más clara y de llegar a un enfoque más directo
en la búsqueda de la Realidad detrás de todos los fenómenos.
¿Qué habría de hacer la Ciencia para acelerar su progreso
en esta dirección?
Indudablemente, existe una gran indiferencia, por no decir
escepticismo, respecto de la Espiritualidad entre los científicos,
como es el caso de algunos “racionalistas” frente a todo lo que
bordee el conocimiento de lo que está más allá de lo terrenal. Es-
to puede serle atribuido principalmente a dos factores: en primer
término, al prejuicio general frente a la “Religión”, la que se ha
deteriorado hoy en día por una serie de ritos y rituales sin senti-
do, por fanatismo y por dogmatismo, por costumbres poco sa-
nas y por supersticiones, todo lo cual no ha hecho sino causar
facciones y enfrentamientos, descontento y desarmonía en la so-
ciedad; y, en segundo término, a la falta de entendimiento de los
principios, verdades y leyes fundamentales que, en cuanto cora-
zón de la Espiritualidad, conforman una Ciencia que abarca la to-
talidad del Hombre, la Creación y el Creador.
Por lo tanto, también resulta esencial que la Espiritualidad
vaya en ayuda de la Ciencia, presentándose en una forma que
interese a los científicos en cuanto al sistema de pensamiento no
menos metódico y lógico que el de la Ciencia misma: partiendo
de la búsqueda de la Realidad desde “dentro” y llegando a su for-
ma externa como materia, en tanto que la Ciencia inicia su bús-
queda de la Realidad en sus manifestaciones externas como ma-
teria para tratar de alcanzar a su verdadera “esencia” central. No
cabe duda de que en el curso de los últimos cien años y algo más
se ha sumado un vasto tesoro de sabiduría espiritual al bagaje del
conocimiento humano, en especial para beneficio de la “mente
moderna”, gracias a personas de elevado intelecto y de genio es-
piritual, entre las que se incluyen Swami Vivekananda, Swami
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54

Ramateertha, Sri Ramana Maharshi, Sri Aurobindo, Swami Yo-


gananda, Swami Shivananda y toda una hueste de “cabezas” de
instituciones espirituales en la India. Sus esfuerzos, por otra par-
te, han sido complementados por eruditos de renombre mundial,
como el doctor Radhakrishnan, el profesor Max Müller, Thomas
Huxley, Sir John Isherwood, Julian Huxley, Madame Blavatsky,
Romain Rolland, Paul Brunton y otros. De todos modos, al me-
nos en las fases iniciales de este estudio de la Espiritualidad, los
científicos se interesarían principalmente en aquellas áreas de es-
te vasto océano de sabiduría que tuvieran una atingencia directa
o indirecta con principios, verdades y leyes que gobiernen la vida
y la Creación. El valor de este conocimiento para el espíritu hu-
mano en su búsqueda de la verdad lo enfatiza muy bien el doctor
R. Millikan, Premio Nobel en Astrofísica, cuando dice: “Me pare-
ce que los dos grandes pilares sobre los que descansan todo el
bienestar y el progreso humanos son, en primer término, el espí-
ritu de la Religión y, en segundo término, el espíritu de la Cien-
cia y el Conocimiento. Ninguno de ellos puede alcanzar su más
alta efectividad sin el otro. Para promover al segundo, tenemos
universidades e instituciones de investigación. No obstante, la
oportunidad suprema para cada individuo, sin ninguna excep-
ción, reside en el primero”.37
Para satisfacer esta sentida necesidad de la Ciencia, los ex-
ponentes de la Espiritualidad harían bien en actuar de acuerdo
con los siguientes lineamientos, en colaboración con los científi-
cos interesados:
a) Presentarle a los científicos una definición nítidamente perfila-
da de la Espiritualidad, delineando sus alcances, contenido y
objetivos, ante todo como la Ciencia del Ser o Ciencia de la
Conciencia.
b) Explicar detalladamente los principios, verdades y leyes plan-
teados en la Espiritualidad, de una manera lógica y objetiva,
como para destacar su conexión con la vida del hombre y con
el Universo alrededor de él.
c) Delinear la ideología de la Espiritualidad y los métodos condu-
centes a la felicidad y al mayor bien tanto del individuo como
de la sociedad en general.
d) Localizar los contornos, tanto de la Espiritualidad como de la
Ciencia, en donde ambas se tocan o se complementan en su
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respectiva búsqueda de la Realidad, y


e) Finalmente, desarrollar las formas y los medios para lograr
una cooperación entre ambas para el logro del común objeti-
vo de construir un mundo más rico y más feliz, pleno de
amor, armonía y paz.
Los esfuerzos que se encaminen en esta dirección irían gra-
dualmente allanando el camino para que Espiritualidad y Ciencia
desarrollen un campo unificado de conocimiento que abarque to-
dos los niveles de la existencia, desde la materia más tosca hasta
el más sutil de los planos del “Ser” o la Conciencia. Por lo tanto,
resulta equivocado el argüir que si la Ciencia entrara en el campo
de la Realidad Supra-Física, se produciría el derrumbe de toda la
estructura del pensamiento científico basada en la visión materia-
lista del mundo. Por el contrario, la aceptación de la Suprema In-
teligencia o Conciencia Cósmica que ilumina a la Espiritualidad,
le proveerá, por sí misma, a la Ciencia, la luz y la inspiración ne-
cesarias para llevar su búsqueda de la verdad hasta su meta últi-
ma. Como lo dijera Einstein, “La Ciencia sólo puede ser creada
por aquellos que estén plenamente imbuidos de la aspiración por
la verdad y la comprensión. Este tipo de sentimiento, empero,
brota de la esfera de la ‘Religión’... La Experiencia religiosa cós-
mica constituye la fuente más poderosa y noble de la investiga-
ción científica”.38 Es aquí en donde reside la más fuerte de las ra-
zones para que la Ciencia se dé la mano con la Espiritualidad.
El siguiente paso que la Ciencia puede dar en esta dirección,
es entrar en las implicaciones y ramificaciones de las principales
proposiciones de la Espiritualidad que distinguen a la materia del
Espíritu o la Conciencia y luego las unifican en cuanto dos
manifestaciones de una sola Realidad. De hecho, la Ciencia en-
contrará una abundancia de conceptos y principios, verdades y le-
yes de interés para sus diferentes ramas, en los Upa-Vedas y las
Upanishads en general y en los Sutras Védicos en particular, co-
mo se indicara en una sección anterior de este capítulo.
Por ejemplo, el concepto de Conciencia-Energía Cósmica
(Shiva-Shakti) puede ser de gran valor para iluminar el camino de
investigación de los científicos en varias direcciones. De acuerdo
con la Ciencia, cada manifestación de energía, fuerza o poder en
la Creación, yendo desde el operar de la ley de gravedad en la
Tierra hasta las más elevadas formas de fuerza magnética en las
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galaxias, encuentra su fuente en una energía universal. Mas la


Ciencia no ha sido capaz aún de establecer con precisión a esta
fuerza última, primordialmente, porque a todas estas fuerzas las
considera mecánicas e inanimadas. El concepto de Conciencia-
Energía Cósmica que enuncia a la Inteligencia o Conciencia Cós-
mica y a la Energía Cósmica como manifestaciones sutiles geme-
las de la Realidad Suprema, vale decir Brahman, podría resultar
esclarecedor para la investigación científica en esta dirección. De
manera similar, representa otra ilustración de este tipo la Verdad
Espiritual respecto de que es ignorancia el ver diversidad en la
unidad del Universo, en tanto que el experimentar la unidad en
la diversidad de la Creación implica el Verdadero Conocimiento.
Afortunadamente, como se verá en los capítulos siguientes, mu-
chas de estas verdades espirituales ya han recibido el reconoci-
miento de su validez científica y hay otras que están en camino
de recibirlo. Tanto en estos aspectos como en otros, la Ciencia
puede orientar su atención hacia el detectar el grado de corres-
pondencia del conocimiento que ha logrado reunir o está en pro-
ceso de lograrlo, respecto de los variados fenómenos y sucesos
en la Creación, por una parte, y las proposiciones de la Espiri-
tualidad sobre temas ligados a ellos, por otra. La combinación de
ambos enfoques de la Realidad está ciertamente destinada a con-
vertirse en un faro mucho más poderoso para el avance del co-
nocimiento humano que lo que ambas, trabajando por separado,
han podido lograr. El estudio posterior de la Naturaleza y su fun-
cionamiento, emprendido desde dos puntos de partida totalmen-
te diferentes —uno desde “dentro” y el otro desde “fuera”— es-
clarecería por partida doble el conocimiento humano y le haría
altamente útil para el género humano al entregar una visión uni-
ficada de la vida humana y su relación con la Creación y el Crea-
dor.
Este interés que la Ciencia estaría demostrando por la Espiri-
tualidad podría ser extendido, más allá de la mera satisfacción in-
telectual, dentro de lo posible, sometiéndolo al escrutinio, las
pruebas, la experimentación y la experiencia científicas. Esta re-
lación entre ambas, no solamente le ayudaría a la Ciencia sino
también a la Espiritualidad a ganar en validez y en reconocimien-
to, lo que contribuiría prácticamente, a una resurrección de este
preciosísimo tesoro de conocimiento del género humano que ha
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sido relegado a un pasado largamente olvidado como “Antigua


Sabiduría” del Oriente. Justamente por ello, Swami Vivekananda
planteó una real prueba respecto de la Sabiduría Vedanta al de-
cir: “¿Deberá justificarse la Religión mediante descubrimientos de
la razón, por medio de los cuales se justifican todas las demás
Ciencias concretas? ¿Resultan aplicables los mismos métodos de
investigación que son pertinentes a la Ciencia y al Conocimiento,
a la Ciencia de la Religión? En mi opinión, la respuesta es afir-
mativa y mientras antes se haga, mejor”.39
La Ciencia puede prestarle su ayuda a la Espiritualidad tam-
bién de otra manera, ya que puede hacerle recobrar su justa ima-
gen, la cual ha sido desfigurada por el abuso que ha hecho el
hombre de la Religión (la cual, ideológicamente, no es sino Espi-
ritualidad Aplicada) a lo largo de muchos siglos. Hoy en día, por
ejemplo, la Religión, en todas partes, está cubierta por una ma-
raña de envolturas de ortodoxia e idolatría y de errores de com-
prensión y de interpretación de sus enseñanzas por parte de dife-
rentes “sectas” o corrientes de pensamiento, además de, por so-
bre todo, ser aplicada de manera distorsionada para explotar a
sectores más débiles de la sociedad por parte de intereses crea-
dos. El mejor ejemplo que podemos encontrar al respecto es el
sistema de castas de la India, que se le atribuye erróneamente a
la Religión, tanto por parte de sus víctimas como por el lado de
sus simpatizantes y de los reformadores sociales, todos los cuales
no alcanzan a distinguir entre la verdadera “Religión” y la “Reli-
giosidad”.
De hecho, también la Ciencia moderna podría estudiar su
propia evolución para descubrir la forma en que ha derivado de
su anclaje en la Filosofía Natural que inspirara a intelectuales co-
mo Galileo y Newton y a sus otros “miembros fundadores”, cuyo
celo por sondear en los misterios de la Naturaleza se fundaba en
una profunda reverencia y una intensa fe en una Todopoderosa
Potestad, supremamente sabia, a la que preferían llamar “Dios”.
Un tal estudio, para seguirle siendo útil a la Ciencia moderna,
podría examinar también, en lugar de constituir una mera retros-
pectiva, las perspectivas de la Ciencia que desarrolle una fe en la
Religión, en el sentido en que Einstein y sus seguidores la consi-
deraban como complemento indispensable del espíritu científico
en la búsqueda de la Realidad.
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58

c) Las Evidencias
Hoy en día, son más y más los científicos que se atreven a
mostrar la evidencia de esta reciprocidad entre Espiritualidad y
Ciencia, viendo la posibilidad de desarrollar aún más esta rela-
ción entre ambas corrientes de conocimiento. Durante los últi-
mos cincuenta años, eminentes científicos como James Jeans,
Schrodinger, Niels Bohr, Whitehead, Einstein, Alexis Carrel,
Thomas Huxley, Fritjof Capra, Roger Jones, J.C. Bose, Raja Ra-
manna y una serie de otros que incluye a varios Premios Nobel,
le han abierto las puertas a una nueva Era, en la cual la Ciencia
está extendiendo progresivamente sus horizontes hacia el domi-
nio de la Espiritualidad. Es seguro que esto representará una
apertura a través de la cual la Ciencia logrará una visión global
completa e integrada de la materia, el hombre y el “substrato”.
Lo que es más, esta creciente relación le ayudará a la Ciencia a
operar en un plano fundamentalmente más elevado que ahora,
porque, tarde o temprano, esta nueva dimensión de expansión
espiritual le entregaría al género humano una visión del mundo
en la que todos los fenómenos, sucesos y seres vivientes estarían
entretejidos en una sola Potestad Todopoderosa y Supremamen-
te Inteligente en cuanto Creador y Sustentador de todos ellos.
Esta Verdad y su comprensión elevarían al Hombre, justificada-
mente, en cuanto a su autoestima, le agregarían dignidad a su
calidad de tal, sublimarían su vivir y le impulsarían a adecuar su
vida a la paz, al orden y a la armonía de la Naturaleza. La Cien-
cia contribuiría a enriquecer su vida, en tanto que la Espirituali-
dad la ennoblecería. Resulta, por ende, reconfortante el que
J.H.C. Creighton nos diga que: “Con el desarrollo de la Ciencia,
en particular en la investigación fundamental, muchas de las teo-
rías vedánticas se están volviendo defendibles científicamente. In-
cluso científicos eminentes de la estatura de un Einstein y otros,
se sienten confiados respecto de que no está lejano el día en que
la física y la metafísica caminen de la mano”.40

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59

III

LOS PUNTOS
DE CONTACTO
Y LOS
OBSTACULOS

“Hombres de ciencia dotados de temperamento religioso están


interpretando de nuevo hoy en día el significado místico
del Universo, y son ellos los que van a producir una nueva
síntesis entre nuestro descubrimiento de lo verdadero y
nuestra dedicación a lo bello y lo bueno”.
Beatriz Webb

1. EL CAMPO DE ENCUENTRO
Después de haber examinado desde diferentes ángulos la
forma en que la Espiritualidad y la Ciencia se complementan mu-
tuamente en la búsqueda de conocimiento del hombre, volvámo-
nos ahora hacia algunos puntos en que estas dos corrientes del
saber se encuentran hoy de manera significativa. Hablando en
general, este encuentro se produce cuando la Ciencia se acerca a
la naturaleza fundamental y al propósito del Universo y toca, ya
sea de manera directa o indirecta, a la verdadera materia prima
del Universo que, como la Ciencia se está dando cuenta rápida-
mente, es “materia prima mental” o Conciencia. De hecho, tales
puntos de encuentro han sido visualizados, de vez en cuando,
por algunos hombres de fe como Swami Vivekananda y el Rev.
Fredrick A. Houck, y también por algunos científicos como Pie-
rre Teilhard de Chardin y H.C Bose. No obstante, no les fue po-
sible obtener el apoyo de la Ciencia en tanto los científicos, de
una manera general, siguieran apegados a la visión mecanicista
del Universo. Sólo cuando la Ciencia llegó hasta el nivel atómico
que constituye los bordes del mundo físico, y la materia comen-
zara a diluirse en el misterio, fue que el científico se encontró ca-
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60

ra a cara con un principio inteligente y consciente que subyacía


en todos los objetos, manifestaciones y sucesos, trascendiéndolos
a todos al mismo tiempo. En muchos otros aspectos también la
Ciencia física se encontró pisando el umbral hacia el “otro lado”
o el “más allá” del mundo físico y logrando atisbos de la Realidad
trascendental. Como resultado, los científicos mismos comenza-
ron a darse cada vez más cuenta de que los “datos” de la visión
mística interna de antaño y los de la ciencia de la naturaleza de
hoy convergen en una serie de puntos y que los puntos de en-
cuentro de ellas, se prestan apoyo y se imparten fuerza de mane-
ra recíproca. La única diferencia notada entre ellas, como lo se-
ñalara el físico Max Planck, era que “Para la Espiritualidad, la
Realidad es un hecho al que se le asigna prioridad sobre cual-
quier otro, en tanto que, para el científico, se llega a la Realidad
como resultado de datos reunidos previamente a través de la per-
cepción sensorial y analizados a través de la razón”.1 En otras
palabras, la Espiritualidad parte desde el universo “interior”, en
tanto que la Ciencia parte del universo “exterior”, mas, en última
instancia, ambas llegan a la misma Realidad.
Como lo viéramos anteriormente, en la Sabiduría Védica, la
Vida, la Espiritualidad y la Ciencia iban juntas. Por ende, su uni-
verso del conocimiento es algo inimaginablemente vasto que
abarca casi todas las ramas de la Ciencia que le son conocidas al
hombre hoy en día. Muchos eruditos de reputación internacional
han aceptado el hecho de que una serie de conceptos que la
Ciencia occidental ha desarrollado en unos pocos siglos recientes
ya le eran conocidos a los antiguos sabios o científicos espiritua-
les de la India. La profundidad de su intuición científica se en-
cuentra en las obras científicas de sabios y maestros sobre las
propiedades atómicas de variadas sustancias, que explican sus di-
ferentes potencias, colores, gustos, etcétera, en términos de los
tres atributos básicos de Satva —pureza y alegría—, Rajas —
energía y actividad— y Thamas —pesadez y pereza—. Obras so-
bre ingeniería estructural y arquitectura, abarcaban la construc-
ción de casas y de templos, palacios y salas de asamblea, fortale-
zas y caminos, puentes y represas.2 No eran menos avanzadas la
metalurgia y la geología. La Ciencia de la química mostraba un
conocimiento tanto de los elementos de química orgánica como
de química inorgánica, tales como el ácido cítrico, ácido tartári-
60
61

co, ácido oxálico, ácido sulfúrico y otros por el estilo. También


comprendía la fabricación de tinturas y colores, de esencias y
perfumes, azufre y alcanfor, perlas y diamantes. Las obras sobre
fisiología e higiene, ciencia de las enfermedades y su diagnóstico,
medicina y cirugía originarias del sabio Bharadwaja, fueron conti-
nuadas por Dhanwantari, Sushrusha, Charaka y otros que han
logrado concitar incluso la atención de Occidente. Estos antiguos
textos, se nos ha dicho, contienen verdades científicas mayores,
también sobre temas tan importantes de la Ciencia moderna co-
mo la genética, incluyendo el ARN y el ADN.3
De acuerdo a Sir William Hunter, estos tratados muestran un
profundo conocimiento de la fisiología, con especial referencia al
funcionamiento de los músculos, las células que componen la
sangre, los huesos, las proteínas y otras sustancias que compo-
nen el cuerpo. No menos asombrosa resulta la ciencia de la pre-
paración de medicamentos en base a raíces y hierbas, la que
muestra el más sutil de los conocimientos sobre la relación de las
propiedades de los medicamentos por un lado y las causas de la
enfermedad por el otro. De acuerdo al profesor Wilson, el méto-
do para el diagnóstico de las enfermedades en la antigua ciencia
hindú de la vida (Ayur-Veda), muestra una concordancia plena
con la moderna ciencia de la medicina. También muestra un pro-
fundo entendimiento y una soberbia habilidad en cuanto a la ci-
rugía, lo que incluía el transplante de partes del cuerpo dañadas
por causa de enfermedades, accidentes o combates.4 Y fue por
eso que Swami Vivekananda sostuvo audazmente, a comienzos
de este siglo: “Hoy en día nos encontramos con maravillosos
descubrimientos de la Ciencia moderna que nos caen encima co-
mo relámpagos salidos del cielo claro y nos abren los ojos a pro-
digios que no habíamos ni soñado. Sin embargo, muchos de
ellos no son más que redescubrimientos de lo que había sido en-
contrado hace milenios por nuestros buscadores de la Verdad”.5
Se propone que se indague respecto de este testimonio en refe-
rencia a desarrollos recientes en la Ciencia relativos a la Teoría
de la Creación y la Evolución, la Teoría de la Relatividad y la de
los Quantum, subrayando en particular la fascinante correspon-
dencia entre los conceptos que encierran y las proposiciones es-
pirituales pertinentes en cuanto al Hombre, al Universo que le
rodea y la Realidad que subyace en ambos.
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62

2. LOS OBSTACULOS EN EL CAMINO


Para alcanzar realmente el punto de encuentro, se hace ne-
cesario remover un par de obstáculos para allanar el camino.
“¿No representa la Espiritualidad un conocimiento subjetivo y,
por ende, antitético al objetivo de la Ciencia? ¿Cómo pueden,
entonces, encontrarse ambas? ¿Cuenta la subjetiva Espiritualidad
con alguna metodología que le pueda entregar un carácter cientí-
fico confiable? Además, ¿cómo puede la Espiritualidad que dice
basarse en la percepción intuitiva y la revelación, ser aceptada
como conocimiento auténtico por la Ciencia que se asienta en la
lógica y el razonar, en informaciones e interpretaciones, en la
experimentación y la experiencia?” Estas dudas han convertido a
menudo a la Espiritualidad en un libro cerrado al científico. Por
lo tanto, los puntos planteados requieren ser contestados, ante
todo para eliminar tales prejuicios de nuestra mente y, luego, pa-
ra mostrar que incluso en estos frentes aparentemente divergen-
tes, se encierran sólidos puntos de contacto que, en realidad,
transformarían los “obstáculos” en soportes para la síntesis de
Espiritualidad y Ciencia.

3. LA METODOLOGIA EN LA ESPIRITUALIDAD
La búsqueda de la Verdad en la Espiritualidad ha de ser ne-
cesariamente subjetiva, porque la Realidad que propone es, en
primera instancia, el propio Yo del hombre, el “Ser” o Concien-
cia Puros que ilumina su mente, su intelecto y su facultad de ra-
zonar. Como lo pregunta categóricamente el Vedanta: “¡Oh bus-
cador de la Realidad! ¿Por quién podrá ser conocido el conoce-
dor mismo?” La respuesta es: “Para experimentar la Luz del Es-
píritu en el interior, uno ha de ser ese mismo Espíritu (Tat)”. No
obstante, la Espiritualidad nos asegura que cuando se logra una
visión de la naturaleza interior de esta Verdad del propio “Ser”,
uno llega a conocer simultáneamente, la misma Realidad de la
Conciencia en todos los fenómenos a su alrededor.
Este acercamiento subjetivo, sin embargo, no significa que la
Espiritualidad carezca de un método de investigación. De hecho,
emplea todos los métodos científicos básicos de inducción y de-
ducción, de observación y experimentación que conforman un
enfoque integrado de la Verdad. Este acceso exige del buscador el
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estudiar el funcionamiento de su propia mente, el observar su


propia naturaleza, el ponerle atención a su propio carácter, exa-
minar sus propias aspiraciones y sublimar su propio ego y otros
componentes de su personalidad. También insiste en que practi-
que una cierta disciplina y adopte una forma regular de vida. De
hecho, el primer Brahma Sutra, el Athaa Brahma Jijnaasaa, urge
al genuino buscador de la Verdad a desarrollar la agudeza del es-
píritu de indagación del Brahman o Inteligencia Cósmica, y reali-
zar tanto estudios como esfuerzos intensivos para comprender los
variados aspectos de aquella Realidad. Para guiar e inspirar al
buscador en esta difícil empresa, las Upanishads presentan bue-
nos “modelos” de buscadores serios de la Verdad, como Nachike-
ta, Svetaketu, Uddalaka, Gargi, Maitreyi y otros que ilustran vívi-
damente los procesos del aprendizaje de esta gran Ciencia por in-
termedio de preguntas a un maestro y sus respuestas, de la duda
y el razonamiento, la búsqueda y el encuentro. Los pasos lógicos
conducentes hacia este conocimiento experimental también se
expresan claramente: “¡Oh buscador de la Realidad! Debes escu-
char atentamente y reunir todo el conocimiento sobre el Yo que
te entregue el Maestro, luego habrás de reflexionar profundamen-
te sobre todo lo que hayas aprendido y procurando asimilar ese
conocimiento. Después, visualizando la naturaleza de esa Reali-
dad, habrás de tratar de permanecer firmemente centrado en esa
visión, hasta que se disipe la niebla interior de la ignorancia y lle-
gues a experimentar la Luz de la Conciencia Pura, tanto dentro
de ti como en todo tu entorno, iluminando al mundo objetivo”.7
De este modo, resultan lógicas y razonables las proposiciones
que delinean la senda espiritual en las Upanishads, lo que las ha-
ce, por ende, concluyentes y prácticas desde todo punto de vista.
De hecho, el Nyaya Shastra* menciona, además de la lógica y el
razonamiento, otros catorce métodos para adquirir conocimiento,
tales como la evidencia, el testimonio, la utilidad, la discusión, la
observación, la experiencia y muchos otros por el estilo, todos los
cuales son adoptados en el estudio y en la búsqueda de la Espiri-
tualidad. Es por ello que Adi Shankaracharya, el gran exponente
de la Sabiduría Védica, declara enfáticamente: “Aquello que no es
lógico ni responde a la razón, no es Espiritualidad”.8

* Escrito que se refiere al conocimiento intelectual. Código moral de justicia. (N.


de la T.)

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Queda claro, entonces, que la Espiritualidad, aun siendo


“subjetiva” en cuanto a la experiencia, no implica el que “sea
subjetiva” en toda su extensión. Para llegar a adquirir este cono-
cimiento, uno también ha de ser “objetivo”, en el sentido de que
también ha de estudiar y saber lo más posible acerca de “Sí Mis-
mo” y, por ende, ha de seguir las disciplinas, prácticas y ejerci-
cios prescriptos, hasta llegar a “convertirse” en ese mismo Yo.
Incluso después de haber experimentado subjetivamente la Reali-
dad del Yo como la Conciencia Cósmica subyacente en todos los
fenómenos, el buscador habrá de comunicarle objetivamente esta
experiencia a otros para beneficio de ellos. Por ende, la Espiri-
tualidad representa el conocimiento de la Realidad subjetiva que
ha de buscarse objetivamente hasta lograrlo, y que también ha
de compartirse, como cualquier otra rama del conocimiento hu-
mano, con otros buscadores de la Verdad. Ello no implica negar
por completo al mundo objetivo, sino el aceptarlo sólo como una
expresión o manifestación de la Realidad subjetiva de la cual es
inseparable. Esta posición, llamada con justicia la visión “Subjeti-
va-Objetiva”, ha sido muy bien explicada por Arthur Koestler, se-
gún el cual, cada célula del cuerpo humano es como el dios Ja-
nus, porque “mira hacia afuera y se conecta con el mundo exte-
rior, pero posee también una cierta independencia propia que la
hace igualmente capaz de una ‘mirada interna’”.9 Hoy en día, la
psicología también admite que todo acceso al mundo físico a tra-
vés de la experiencia, ya sea objetiva o subjetiva, se realiza a tra-
vés del común denominador del “yo” que lleva a cabo toda la ex-
periencia. Como lo dijera muy bien Sir William James, el conoci-
do psicólogo, a comienzos de este siglo: “La experiencia subjeti-
va es un hecho pleno al que deben pertenecer todas las realida-
des de la experiencia objetiva. ¿Cómo se la podría considerar
una experiencia incompleta cuando ella (la conciencia) es la úni-
ca cosa que llena todo el universo de nuestra actividad? El eje de
la realidad externa sólo pasa por la actividad egoísta y
subjetiva”.10 Hoy día, la Física de los Quanta también ha encon-
trado que, al nivel subatómico, la materia se diluye en un princi-
pio más sutil en donde, como nos dice Gary Zukav en su “Over-
view of the New Physics”, “La mente observadora y lo observa-
do se encuentran interrelacionados en un sentido real y funda-
mental”,11 lo que muestra que la distinción entre el “sujeto” y el
“objeto” es más aparente que real. Es por ello que el físico doc-
64
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tor Fritjof Capra señala: “No podemos hablar de la Naturaleza


sin hablar, al mismo tiempo, de nosotros”.12 Otro físico, el doc-
tor Roger Jones, llega al extremo de decir que intenta “incorpo-
rar la conciencia y la subjetividad en la Física y también sacar de
su pedestal al mito de la “subjetividad” en la Ciencia, desente-
rrando el núcleo subjetivo esencial del proceso de medición de la
Ciencia”.13 Sobre este punto, parece que Michael Talbot entre-
gara el veredicto final, cuando indica que “No hay una división
estricta entre la realidad subjetiva y la objetiva. La Conciencia y
el Universo físico se encuentran conectados en algún mecanismo
físico fundamental. Esta relación entre la mente y la realidad no
es ni subjetiva ni objetiva, sino ‘omni-jetiva’ ”.14 La conclusión
que emerge es que, en las palabras del doctor Karlis Osis, ambos
métodos, el subjetivo y el objetivo, deberían ir juntos en la bús-
queda de la Realidad, “como las dos alas de un pájaro”.15

4. LA INTUICION FRENTE A LA RAZON


El hecho de que el conocimiento de los Vedas fuera adquiri-
do principalmente a través de la percepción intuitiva y la revela-
ción en lugar de ser logrado por el laborioso método de la obser-
vación, la recolección de datos, el razonamiento, la experimenta-
ción, etc., que adopta la Ciencia, hace que algunos científicos
sientan que la Espiritualidad no pueda sostener que es conoci-
miento científico. Este prejuicio en contra del conocimiento intui-
tivo proviene de una falta de entendimiento correcto de lo que
constituye la verdadera intuición. La común definición que da el
diccionario en cuanto a que significa “la aprehensión inmediata
por la mente o por los sentidos, sin razonar”, se muestra como
groseramente equívoca si se la compara con lo que representa la
intuición en la Espiritualidad. Lo que se entiende en general, es
que la intuición viene como “una sugerencia de un aspecto que
aparece en la vida o la naturaleza o de una idea mental o, incluso
si la fuente es el Alma, se relaciona con un apoyo externo al Al-
ma”16, en tanto que en el Conocimiento Védico “era un don di-
recto de revelación a los videntes y sabios quienes, en sus más
elevados alcances de la realización Yoga, eran competentes para
recibirlo desde una fuente perfecta e inmaculada”.17
Es así que, en la Espiritualidad, la intuición representa a la
profunda y poderosa facultad latente en el hombre que proviene
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directamente de la luz de la Conciencia Cósmica que ilumina su


mente y sus sentidos, su razón y su intelecto. Ella, por ende, es
capaz de una visión más profunda de la naturaleza interna de
cualquier objeto, suceso o fenómeno sobre el cual se la enfoque.
En cuanto tal, la intuición no puede ser contradicha o falsificada
por la razón o por el intelecto, a los que trasciende por su misma
naturaleza de ser tan íntimamente idéntica con su fuente. Cuan-
do llega a activarse la intuición, las revelaciones surgen de la con-
ciencia interna, de manera tan espontánea como la percepción
del “yo soy” que emana de la misma fuente. Cuando la mente
humana que observa se llega a sintonizar con la Conciencia Cós-
mica interior y del entorno, y enfoca la atención sobre cualquier
problema, la verdad subyacente aparece como un rayo o surge
gradualmente como conocimiento integral para iluminar a toda
la indagación. Luego se filtra hacia el intelecto, el cual puede ela-
borarla o simplificarla en pro del progreso del saber sobre el ob-
jeto que se está tratando. El mismo hecho de que estas verdades
del Vedanta puedan ser practicadas y experimentadas constituye
la prueba de que el verdadero conocimiento intuitivo está siem-
pre de acuerdo con la razón y el intelecto humanos. Como lo ex-
presa el doctor R.D. Ranade, ex Vicecanciller de la Universidad
de Allahabad: “La intuición, lejos de contradecir a la razón, al
sentimiento o a la voluntad, en verdad les penetra, porque está
detrás de todos ellos”.18
La Espiritualidad, por lo tanto, describe a la intuición como
la “inteligencia vidente”, o también como el “intelecto que se
apoya en la verdad” que capta de manera espontánea y comple-
ta la Realidad, sin aceptar ni siquiera una traza de falsedad. En la
terminología moderna se la conoce como supra-razón o como
percepción supra-racional.
La Ciencia ha comenzado hoy en día a reconocer los límites
de la razón en lo que atañe al estudio de la Realidad que subyace
en los fenómenos en el nivel subatómico. Por otro lado, los psi-
cólogos, biólogos y hasta los físicos de este siglo están dándose
más y más cuenta del papel que desempeña la intuición en la
búsqueda de la Realidad y el conocimiento por parte del hombre.
Dice el doctor Kenneth Walker, eminente cirujano británico:
“Ciertamente existen niveles de conciencia más elevados y es así
que los hombres que los han alcanzado tienen acceso a un cono-
cimiento que no le resulta accesible a quienes funcionan al nivel
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común. También los Yoguis tienen acceso a un conocimiento


que se sitúa más allá de la percepción sensorial”.19
El doctor Cecil A. Poole, psicólogo, describe a la intuición
como “la voz de lo Cósmico y la primera manifestación de la
Conciencia Cósmica en el hombre”.20 El físico doctor Fritjof Ca-
pra, dice francamente: “Aunque el conocimiento racional y las
actividades racionales configuran la mayor parte de la investiga-
ción científica, eso no significa que no haya nada más. La parte
racional de la investigación sería, de hecho, inútil si no fuera
complementada por la intuición que le permite a los científicos
nuevas visiones de la naturaleza interna de las cosas, y los hace
más creativos”.21 Otro físico, el doctor Phillip Frank, expresa el
punto de vista de que “El científico no es un inventor de fórmu-
las; él ‘visualiza’ la fórmula con su ojo ‘interior’ al mirar los fenó-
menos observables y hace uso de su intuición para descubrir esa
fórmula”.22 También se nos ha dicho que algunos científicos va-
cilan en reconocer la deuda que mantienen con la intuición por
temor a que esta facultad pueda resultar incompatible con la con-
cepción de “hombres de hechos” que tienen de sí mismos.
Un excelente ejemplo de la intuición en acción se encuentra
en la narración que hace el doctor J.V. Naliker sobre un descu-
brimiento mayor en la astrofísica que se basara en la aprehen-
sión intuitiva de Fred Hoyle respecto de que todos los núcleos
atómicos serían hechos en las estrellas, de las que ya se sabía
que, como gigantescos reactores de fusión, estaban convirtiendo
hidrógeno en helio, el siguiente elemento estable en la escala de
complejidad. ¿Cómo sería posible llevar este proceso un paso
más adelante como para hacer carbono, el siguiente núcleo esta-
ble? Como lo dice el doctor Naliker: “Hoyle tuvo la sensación de
que podrían reunirse tres núcleos de helio para producir un agi-
tado núcleo de carbono, el que, subsecuentemente, decaería pa-
ra constituir el carbono estable normal. No había otra manera de
ascender por la escala nuclear”.23 Mas William Fowler, (Premio
Nobel 1983) consideró como “una absoluta locura” esta proposi-
ción. No obstante, cuando subsecuentemente Fowler llegó a veri-
ficar la “predicción” de Hoyle, con ayuda de sus asociados en los
experimentos, encontró que existía “un estado agitado del núcleo
de carbono” exactamente como lo había previsto Hoyle. Para
Fowler esto constituyó el punto de cambio.24 Es de notar que
también la enunciación de la Ley de Gravitación de Newton, la
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68

Teoría de la Evolución a través de la selección natural de Darwin


y muchos otros grandes descubrimientos científicos se le atribu-
yen, en gran medida, a los atisbos “intuitivos” que recibieran es-
tos sabios en el curso de su búsqueda de la Verdad.
“Los grandes descubrimientos —dice Alexis Carrel— no son
el producto de la sola inteligencia. Los hombres de genio, ade-
más de sus procesos de observación y de comprensión, poseen
otras cualidades tales como la intuición y la imaginación creativa.
A través de la intuición aprenden, sin necesidad de análisis, sin
razonar, lo que les es importante saber. Todos los grandes hom-
bres están dotados de intuición”.25
No cabe la menor duda de que tan pronto el científico co-
mience a ver la validez del enfoque del espiritualista de la Reali-
dad última de la Conciencia, el importante papel de la intuición
en la investigación también se volverá más claro para su inteli-
gencia y más convincente para su razón.

5. EXPERIMENTO Y EXPERIENCIA
Otra duda que a menudo plantean los científicos, es la si-
guiente: “¿Pueden someterse a experimentos las verdades y las
leyes espirituales? ¿Y si fuera posible, cómo podemos nosotros
aceptar como válida la experiencia subjetiva resultante? La res-
puesta por el lado de la Espiritualidad es la siguiente:
La Ciencia de la Espiritualidad no carece de experimentos ni
de resultados mensurables. Sus experimentos, llamados práctica
espiritual o ejercicios y disciplinas yogas, se llevan a cabo en el
propio cuerpo que representa al laboratorio viviente en el que
han de ser encendidas por la Conciencia Pura. En la Espirituali-
dad, el experimento y la experiencia van juntos.
El Yoga como práctica espiritual comprende ejercicios tanto
físicos como psíquicos. Refiriéndose a los primeros, el doctor
Carl G. Jung dice: “Los múltiples procedimientos puramente
corporales del Yoga implican también una higiene psicológica,
desde el momento en que también encierran una filosofía en su
entrenamiento de las partes del cuerpo y las une con la totalidad
del Espíritu. Esta unidad crea una disposición psicológica que ha-
ce posible la intuición que trasciende a la conciencia física”. Los
ejercicios psíquicos que tienen principalmente la naturaleza de
estudio, asimilación y también de práctica de la vida espiritual a
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través del autocontrol, la autodisciplina, la meditación, etc., le


ayudan al buscador a eliminar los estratos de ignorancia en su
conciencia, como para que pueda brillar la pura Conciencia Cós-
mica que es la Realidad de su “Ser”, y pueda manifestarse plena-
mente a través de su mente, su corazón y su intelecto. Este expe-
rimento puede ser repetido, ciertamente, por todos y cada uno,
como cualquier otro experimento en el ámbito de la Ciencia. Por
ende, se ha dicho con justicia que la metafísica es la física del Al-
ma. Aunque los ejercicios puedan diferir y la experiencia resul-
tante pueda variar de forma de una persona a otra, el logro bási-
co para todos los buscadores es el mismo, es decir, el liberar a la
mente de su egocentrismo y el hacer que el ego personal se fun-
da en la Realidad de la Conciencia Cósmica. En este punto cul-
minante de toda práctica espiritual, el Samadhi* representa una
real “Experiencia Cumbre”, vale decir no es otra experiencia a
ojos cerrados, sino “una dimensión de percepción consciente si-
tuada más allá de la mente y la conciencia física, un despertar
hacia la unidad de la conciencia en medio de toda la diversidad
de todo el mundo”. Es por ello que Swami Vivekananda dijo:
“Siempre hay un pequeño grupo de hombres que enseñan reli-
gión en base a la experiencia. Se les llama místicos, y estos místi-
cos, en todas las religiones, hablan el mismo idioma y enseñan la
misma Verdad. Esta es la Ciencia de la Religión. De la misma
manera en que las matemáticas no son diferentes en ninguna
parte del mundo, así tampoco hay diferencias entre los místicos.
Todos están constituidos de manera similar y situados de manera
similar. Su experiencia es la misma: y esto se convierte en
ley...”26 Las leyes espirituales no son sólo universales, sino tam-
bién eternas y trascienden tanto el tiempo como el espacio.
Desde el lado de la Ciencia existe una abundante evidencia
que sigue llegando continuamente, que le otorga a estas expe-
riencias espirituales y a las verdades y leyes basadas en ellas,
una aprobación “científica”. Décadas atrás, el psicólogo William
James nos dijo, en su obra “Diversas clases de experiencias reli-
giosas”, que “cuando uno experimenta la Realidad, todos los fe-
nómenos materiales se le aparecen como formas de Conciencia.

* Estado de conciencia de perfecta ecuanimidad, de serenidad mental. Fijación


de la mente, libre de impulsos y agitaciones, en el Señor o en nuestra realidad
interna. (N. de la T.)
69
70

La nota clave de esa experiencia la constituye, invariablemente,


una reconciliación entre las dualidades del mundo. Pareciera co-
mo si hasta los opuestos en el mundo, cuyas contradicciones y
conflictos son causa de todas nuestras dificultades y problemas,
se fundieran en una unidad”.27 Durante las últimas tres décadas,
los desarrollos experimentados por la “Nueva Psicología”, la “Pa-
rapsicología”, el “Bio-feed-back” y los fenómenos de “percep-
ción extrasensorial”, etc., todos los cuales hacen uso de artefac-
tos eléctricos, han transformado el cuerpo humano en un activo
laboratorio, en el que se puede experimentar con la percepción
en expansión del hombre como también con la unidad de la
Conciencia en todos los fenómenos. De hecho, el aspecto más
revolucionario de la psicología transpersonal, lo representa su
respeto por las nuevas realidades experimentales.
El doctor Fritjof Capra, refiriéndose a sus propias “experien-
cias espirituales” que emergieron de “las profundidades de la
Conciencia”, declara que le han ayudado a “darse cuenta gra-
dualmente de que está comenzando a surgir de la física moderna
una visión consistente del mundo, la cual está en armonía con la
sabiduría oriental”.28 En resumen, “La búsqueda espiritual —co-
mo lo declarara el doctor Bianco en un reciente Simposio sobre
la Ciencia y la Espiritualidad en Roma— puede repetirse una y
otra vez al igual que un experimento científico, para llegar a ser
aceptada sin discusiones en el ámbito de la Academia. Muchos
buscadores espirituales han descubierto la Verdad última y han
dejado, para beneficio de la posteridad, no sólo uno, sino mu-
chos métodos por medio de los cuales puede repetirse una expe-
riencia espiritual, métodos que conducen a la realización de la
Realidad fundamental”.29
Queda claro, por ende, que tanto respecto de su estudio co-
mo del aspecto experimental, la Espiritualidad no es menos
“científica” que la Ciencia y, sin embargo, más útil que ésta para
ayudar a desarrollar en el hombre la percepción, la vivencia y la
realización de la Verdad o Realidad esencial de la Conciencia que
le son inherentes al Universo, y que lo iluminan por completo.
Allanados así los mayores obstáculos, podemos proceder
ahora a estudiar, como lo indicáramos anteriormente, algunos
desarrollos recientes de la Ciencia y confrontarlos con las corres-
pondientes proposiciones de la Espiritualidad, comenzando por
la Teoría de la Creación y de la Evolución.
70
71

IV

LA TEORIA
DE LA
CREACION Y DE
LA EVOLUCION

Solamente por el bien del Alma es que existe el Universo.

Patanjali

1. EL HIMNO COSMOGONICO
El panorama de la Creación que se despliega sobre el telón
del tiempo ha sido presentado sistemáticamente por la Ciencia
moderna en tres fases claramente delineadas. La primera, co-
menzando con el principio de la Creación, traza la evolución del
Universo material, la que representa un larguísimo proceso que
abarca aproximadamente 11 billones de años. La segunda fase
que abarca de 3 y medio a 4 billones de años, es caracterizada
por la manifestación de vida en la Tierra y la evolución del reino
animal, incluyendo a los homínidos que aparecieron en escena
hace unos 4 millones de años. La tercera se refiere al ascenso
del ser humano por encima del resto de los animales hasta llegar
al hombre civilizado moderno, gracias al desarrollo, durante los
últimos 25.000 años, de su capacidad única de pensar, de razo-
nar y de entender, de levantar sistemas sociales ordenados y, fi-
nalmente, de enriquecer y de elevar su vida con el arte, la litera-
tura y la cultura. Científicamente se las conoce, respectivamente,
como las fases Inorgánica, Biológica y Psicosocial de la evolu-
ción.
Podemos llevar nuestra atención ahora hacia los rasgos ge-
nerales de las dos primeras de estas fases, sobre las cuales, tanto
71
72

la Ciencia como la Espiritualidad se han empeñado en lanzar luz


desde diferentes ángulos, aunque ambas muestran una corres-
pondencia cercana o una complementariedad, respecto de un
gran número de sus descubrimientos. La tercera fase se conside-
rará en un capítulo posterior. Este estudio del antiguo relato de
la Creación y la Evolución y de los descubrimientos de la Ciencia
moderna relativos al tema, revelaría un considerable paralelismo
en la comprensión lógica de los diferentes procesos que ambos
esbozan. Un testimonio elocuente de este hecho se encuentra en
el conocido Himno Cosmogónico del Rigveda*. Científicos como
H.T. Colbrook, M. Winnities, A.A. Macdonnel, D.W.D. Whiting
y H.W. Wallys, lo han aclamado como una de las mejores expo-
siciones de la Creación.1 Una versión inglesa del Himno que fue-
ra publicada recientemente en “Science Age”2, constituye un
buen material para un estudio que intente trazar las bases comu-
nes que tienen la Espiritualidad y la Ciencia en sus respectivas teo-
rías sobre la Creación. Antes de entrar en este ejercicio, resulta
útil tomar nota de la diferencia en los enfoques de la Espirituali-
dad y la Ciencia en cuanto a la Cosmología o Evolución del Uni-
verso en general, y en cuanto a la Cosmogonía o el origen de la
Creación en particular. En breves palabras, estas diferencias son
de la siguiente naturaleza:
1) Hablando en general, la Ciencia analiza el gran suceso de
la Creación en cuanto un “efecto” y desde allí rastrea su causa o
causas, mientras que la Espiritualidad parte de la causa y persi-
gue su efecto o efectos manifiestos en el Universo. En el enfoque
científico, el científico trata de llegar a la Realidad última a través
de un largo proceso de investigación. Mas, para el espiritualista,
la Realidad representa un hecho previo a cualquier otra cosa que
haya subsecuentemente evolucionado en el Universo y por ende,
procede desde la causa hacia la secuencia de efectos de la mane-
ra más racional y lógica posible.
2) Para la Ciencia, el Universo físico como también el fenó-
meno de la vida, son productos de la casualidad y el accidente.
Ambos le plantean al científico un enigma que representa un de-
safío para su aguda facultad de razonamiento. Durante el proce-

* Veda con gran cantidad de plegarias mediante las cuales se pide ayuda a Dios
para obtener la realización de los propósitos de la vida. (N. de la T.)

72
73

so, la Ciencia ha acumulado un asombroso tesoro de conoci-


mientos, el que no sólo satisface al espíritu de investigación hu-
mano, sino que también es muy valioso para el hombre, para
darle felicidad y salud a su vida mediante un uso adecuado de es-
tos conocimientos. Para la Espiritualidad, por otra parte, el Uni-
verso representa el resultado de un gran proyecto de una Inteli-
gencia Suprema que podría ser llamada Conciencia Cósmica. En
esta soberbia Creación, el Universo, la vida humana, al igual que
el Creador de ambos, se encuentran todos estrechamente ligados
para servir al propósito del Plan Cósmico. La Espiritualidad, por
lo tanto, dirige su investigación primordialmente hacia el misterio
de la materia y del hombre para llegar a comprender la Realidad
única que constituye la unidad de la vida y la Creación. También
trata de poner de relieve el significado y el propósito de la vida y
de establecer los medios y las vías para cumplir con la vida en el
sentido más verdadero del término. Es aquí que nos encontramos
con que, pese a que la Espiritualidad y la Ciencia se ocupan tan-
to de la materia como del hombre, la primera encara la evolu-
ción del Universo material únicamente con el objetivo de llegar a
una visión interna de su naturaleza, en cuanto al funcionamiento
metódico de la Inteligencia Suprema, en tanto que la Ciencia po-
ne todo su énfasis en el “cómo” de la materia y de la vida, sin in-
volucrarse con el “por qué” de estos fenómenos. No obstante,
los científicos están comenzando a admitir hoy día lo que Eins-
tein dijera hace aproximadamente cuatro décadas: “Existe un sig-
nificado metafísico detrás de cada cosa que la experiencia huma-
na demuestra ser real”.3
3) Finalmente, cuando uno llega a la Cosmogonía, la Ciencia
admite que todo su empeño por reconstruir la historia del Uni-
verso en su verdadero comienzo, se inscribe en gran medida
dentro de una “Especulación Cosmológica”. “Lo que sucediera
antes del Big Bang (la ‘explosión primordial’, N. de la T.) repre-
senta un gran misterio. Tampoco puede ser determinado. Sólo
sabemos que se produjo”,4 dice el doctor Robert Justrow. Apo-
yando esta posición, nos dice Carl Sagan, astrónomo y físico es-
pacial: “El por qué se produjo es el mayor de los misterios”.5 En
“Modern Cosmology”, dice el doctor Jagadish Singh: “La Crea-
ción es un acontecimiento de una complejidad insondable, y la
Cosmogonía una rama del conocimiento en la que nuestras son-
73
74

das de mayor alcance no pueden llegar al fondo”.6 La Ciencia


rastrea el origen del Universo hasta el “Huevo Cósmico”, pero
no llega a explicar en qué forma llegó éste a conformarse. Tam-
bién de acuerdo con la Ciencia, nuestro ilimitado Universo tiene,
como material constitutivo básico, un 72% de hidrógeno, pero
no hay indicación alguna, ni se sabe de dónde pudo haber prove-
nido un tan gigantesco almacenamiento de energía. Es por ello
que el doctor Steven Weinberg, el físico ganador del Premio No-
bel, dice: “Siempre habrá de admitirse que nuestros simples te-
mas cosmológicos no describen sino una pequeña parte del Uni-
verso o una limitada parte de su historia”. Incluso llega a la con-
clusión de que su propio modelo standard que sostiene, de ma-
nera justificada, que reemplaza a toda otra teoría, incluyendo la
del Estado Continuo de Creación, “puede ser superado en cual-
quier momento por algún nuevo descubrimiento o reemplazado
por alguna otra Cosmogonía”.7
De todo lo anterior, hay un punto significativo que emerge, y
es el de que la laguna existente en el conocimiento científico res-
pecto de la Creación, considerada junto a las visiones internas
más profundas de la Espiritualidad en cuanto a la manifestación
de la Realidad en el Universo, exige que la Ciencia le otorgue
una consideración debida a las concepciones, los principios y las
leyes que se encuentran en la teoría Védica de la Creación y la
Evolución. Ello le daría una mayor significación al conocimiento
científico y le haría cobrar una nueva dimensión y dirección. De
hecho, como se verá más adelante, tanto la física como la psico-
logía han tomado en años recientes un rumbo que implica un gi-
ro importante hacia la teoría Védica de la Creación.
Sin perder de vista estos puntos, podemos volvernos hacia el
estudio comparativo de la teoría científica moderna de la Crea-
ción y la de la Espiritualidad, tomando como base común al Him-
no Cosmogónico del Rigveda. Con este propósito, se han toma-
do cuatro estrofas pertinentes del Himno, con el objeto de anali-
zar, en etapas sucesivas, los principales procesos cósmicos de la
Creación y su fase inorgánica de evolución. Este ejercicio hará
que salgan a la superficie las diferentes áreas de contacto en
cuanto a sus puntos de vista y principios esenciales, y mostrará
también como, pese a las diferencias de enfoque, Espiritualidad y
Ciencia pueden completarse recíprocamente.
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2. LA EVOLUCION INORGANICA

a) El Punto de partida
El Himno Cosmogónico del Rigveda describe de la siguiente
manera la situación anterior a la Creación:
El NO SER no existía entonces, ni el Ser;
No había aire, ni cielo más allá de ello.
¿Qué movimiento había allí? ¿Dónde? ¿Dirigido por quién?
¿Había agua allí y abismos insondables?
Estas líneas, al ser parafraseadas, implican que antes de co-
menzar los procesos de la Creación, no había ni “Existencia” ni
“No Existencia”. No había ninguno de los elementos materiales
ni de los fenómenos que hoy en día nos son conocidos como
Naturaleza. Aquella situación representa un misterio inexpresa-
ble, insondable y majestuosamente profundo.
Por el lado de la Ciencia moderna, la más popular de las
cosmogonías la representa la teoría del Big Bang, la cual encuen-
tra su forma más refinada en la presentación del “Modelo Stan-
dard” del físico doctor Steven Weinberg, el Premio Nobel que ci-
táramos antes. El doctor Weinberg sostiene que este modelo es
mucho más científico que otros “debido a la objetividad esencial
de la astrofísica” y, también, “por la presión de los datos empíri-
cos” sobre los que se basa este modelo.8 No obstante, ni siquiera
este modelo “refinado” nos indica con precisión, como lo men-
cionáramos anteriormente, en dónde reside el origen del Univer-
so, desde el momento en que el modelo se inicia con el Huevo
Cósmico y su explosión cataclísmica, la que lanzó en todas direc-
ciones potentísimas fuerzas, elementos extremadamente sutiles y
partículas infinitesimales, todo lo cual conformó con el tiempo el
Universo que vemos hoy. “Existe una embarazosa vaguedad res-
pecto del comienzo mismo del Universo” —dice el doctor Wein-
berg. Sin embargo, después de presentar una “vista cinemática”,
cuadro por cuadro, mostrando cómo el Universo “se expandió,
se enfrió e hirvió”, admite que este tratamiento “no comienza
por el principio”. Hacia el final de su tesis, trata de “atisbar de-
trás del velo”, pero termina por expresar que este ejercicio “nos
deja insatisfechos... Aunque, es al menos lógicamente posible
que sí hubiera un principio y que, antes de aquel momento, el
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tiempo no tenía importancia... un cero absoluto de tiempo... un


momento en el pasado, más allá del cual es imposible, en princi-
pio, trazar cadena alguna de causa y efecto”.9 Esto nos lleva has-
ta muy cerca del Himno védico, “comenzando con el principio
de la Creación”. Lo bello de este Himno Cosmogónico es que
entrega un atisbo de la “embarazosa vaguedad” de la situación
en ese momento en que no había nada que se pareciera a una
“causa” o a un “efecto” y en que el “tiempo” no existía. ¿Cómo
explica el Vedanta este “abismo insondable”?
De acuerdo con el Vedanta, el Universo, al igual que su Cau-
sa sin Causa, es Anaadi Ananta o “sin principio ni fin”, pero se
manifiesta en una interminable cadena de ciclos de involución y
evolución, cada uno de los cuales constituye un “Kalpa” o perío-
do de manifestación cósmica. Como reza la proposición védica:
“En el principio de la manifestación cósmica, la Causa Primera
ideó y proyectó el Universo al igual que lo hiciera siempre an-
tes”.10 Y se nos dice también que “Al final de cada eón, la Crea-
ción vuelve a Prakriti, la Primera Causa y al comienzo del próxi-
mo eón, la Causa lo hace surgir nuevamente”.11 Resulta muy sig-
nificativo que una de las posibilidades que concede el doctor
Weinberg sobre el inicio del Universo, concuerde plenamente
con este antiguo relato. “Una de las posibilidades —dice el Dr.
Weinberg— es que la presente expansión del Universo pueda
haber comenzado al final de una Era previa de contracción... Mi-
rando más atrás, podemos imaginar un interminable ciclo de ex-
pansiones y contracciones, extendiéndose hacia el pasado infini-
to sin principio alguno”.12 Entonces, la proposición espiritualista
sobre el principio de cada Universo produciéndose desde un es-
tado de “densa contracción” del precedente, está por completo
de acuerdo con la línea de pensamiento científico.
La pregunta fundamental sería entonces: ¿Cuál es la natura-
leza de la Primera Causa del Universo? El Vedanta responde
prestamente: “Aquello (Brahman) es el origen del Universo glori-
ficado por los sabios”.13 ¿Qué es, entonces, este Brahman? ¿Có-
mo llegó “Aquello” a ser la causa de la Creación?
Brahman, en el lenguaje védico, no implica una persona, ni
un Dios personificado, sino la Existencia misma, la Causa de todas
las causas y, por ende, se le denomina reverentemente como el
Ser Supremo. “Brahman es el Supremo sin principio”. “En Brah-
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man se encuentran todos los atributos esenciales para crear el Uni-


verso”. “Brahman, el Omnipotente, el Omnisciente y Omnipre-
sente, es el Señor del Universo”. “Aquello de lo cual nacen todos
los seres, por lo cual son sustentados y a lo cual retornan final-
mente, eso es Brahman el Supremo”. “Brahman es el Uno debido
al cual es creado, sustentado y disuelto el Universo”.14,15,16,17
¿Por qué, entonces, comienza el Himno Cosmogónico con
una nota de “vaguedad” y un espíritu de duda con respecto al es-
tado previo a la Creación? La respuesta es: Hay tres fases onto-
lógicas por las que pasa Brahman en el proceso de Creación y
evolución. En la primera fase, vale decir, en el punto de partida
de cada ciclo de Creación, es Nirguna o Brahman sin atributos y,
por ende, más allá del “ser” y el “no ser”. En esta forma inmani-
fiesta, se le llama Para-Brahma o la Realidad Trascendental. En
la segunda fase, el Nirguna pasa a ser Saguna o Brahman con
los atributos de “Sathyam-Jnaanam-Anantam”. Sathyam repre-
senta la Realidad que subyace en todos los fenómenos, Jnaanam
a la Conciencia Cósmica que ilumina todos los fenómenos como
también la experiencia de ello, y Anantam es el Infinito Poder
que asegura la manifestación continua del Universo. En la terce-
ra fase, Brahman se convierte en Saakaara, vale decir, asume
forma, se hace dinámico y se manifiesta a sí mismo como el Uni-
verso del tiempo, el espacio y la causación. El Himno Cosmogó-
nico describe en su comienzo la fase primera, cuando Brahman
se encontraba en el estado inmanifestado. “En el alba de la Crea-
ción, de lo inmanifestado proceden todas las manifestaciones”.18
Naturalmente, en este estado no había ni existencia ni no exis-
tencia, ninguno de los elementos de la Naturaleza, ningún astro
ni galaxia. Tampoco puede llamarse a este estado un vacío in-
sondable. Tal vez, en la terminología moderna, se le podría de-
nominar “existencia indiferenciada”, es decir, un estado de inten-
sa densidad en el que aún no han comenzado los “efectos” y,
por ende, no resulta posible ni siquiera imaginar una “causa”.
Viene a ser un “intervalo sin efectos” entre dos ciclos sucesivos
de Creación. No constituye un “vacío” ni una “nada”, sino que
es Brahman que encierra dentro de sí a todas las fuerzas de
atracción, de repulsión y de armonización. Este abismo o vacío
insondable, por lo tanto, vendría a ser como el gen invisible con
el ADN conteniendo en forma de simiente, la suma total de los
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constituyentes físicos, químicos y psicológicos de la personalidad


completa del futuro adulto.
La Ciencia no deja de tener proposiciones similares sobre el
origen del Universo. “¿De dónde provino el Universo? El interro-
gante puede resultar incontestable para la Ciencia, pero los cien-
tíficos se empeñan en tratar de responderlo”, dice el Prof. Ti-
mothy Ferris. “Entre las respuestas que significan un mayor estí-
mulo y son más promisorias, se encuentran las teorías que postu-
lan que el vacío surgió a la existencia, desde muy poco o aún de
la nada, como proviniendo de la vacuidad”.19 Explicando el con-
cepto científico de este vacío o esta nada, dice Amouré de Rien-
court: “El fundamento del tipo vacío postulado por la física (por
ejemplo, el “substratum” de James Jeans) no es en modo alguno
una oquedad; en verdad, es una potencialidad creativa que, pre-
sumiblemente, puede ser experimentada a través de intuiciones
místicas, aunque la Ciencia no pueda penetrar más allá de esta
última barrera”. Agrega, además, que “El énfasis místico alude
siempre a la realidad de la conciencia indivisa que lo llena todo,
tal como la postulara la mente lógica de Schrodinger que subya-
ce en todas las apariencias físicas”.20
Sir James Jeans le confiere un sello científico final a esta
proposición védica cuando dice: “Nuestro Universo debe de ha-
berse originado a partir de una fuente de materia de una densi-
dad inimaginablemente concentrada, en la cual todas las galaxias
se encontraban compactadas en un solo punto, en alguna época
determinada del tiempo, hace algunos billones de años atrás”.21
De modo que la Espiritualidad y la Ciencia moderna tienen
bastante en común en su concepción del estado profundamente
misterioso que echó a rodar la bola del Universo hacia el tiempo
y el espacio, hacia la evolución y la involución. ¿Cómo comenzó
a rodar esta bola? Ello nos lleva a la próxima estrofa del Himno
Cosmogónico.

b) El Big Bang
El Himno védico describe de la siguiente manera el comien-
zo de la Creación:
El Uno respiraba quieto, sin brisa, por autoimpulso:
No había cosa alguna aparte de Aquello,
el espacio vacío, oculto por la nada,
Aquel Uno que fuera engendrado por la fuerza del calor.
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Estas líneas nos dicen que el Brahman inmanifestado “respi-


raba”, no el aire, sino su propia Conciencia autorresplandecien-
te. Desde su ocultamiento dentro del vacío estalló hacia afuera
como el Supremo Uno y, generando calor en este proceso, co-
menzó a manifestar su verdadera naturaleza de Ser o Existencia
Infinitos. La Creación del Universo había comenzado.
Se inició con el Brahman inmanifestado despertándose a sí
mismo a la percepción consciente del “Yo Soy”: “como el alba
manifestándose por medio de su propia luz”. Esa Conciencia ilu-
minó el vacío que la envolvía con el potencial de la Energía Pri-
mordial. De modo que esta “Conciencia de Sí Misma” se convir-
tió en la base del Universo, en cuanto su Realidad subyacente;
“Conciencia Universal, independiente y contenida en sí misma,
con su objetivo de autorrealización, constituye la causa primor-
dial para la manifestación del Universo”.22 Representa la Causa
sin Causa, la Realidad Eterna, Absoluta e Inmutable que subyace
en el Universo físico siempre cambiante. El Vedanta tiene con-
ciencia de la visión materialista de la Creación y, por ello, dice:
“Algunos dicen que en el principio no había sino No Ser”. En-
tonces, empero, el interrogante pertinente sería: “¿Cómo puede
ser que la ‘Existencia’ provenga de la ‘No Existencia’ o el ‘Ser’
del ‘No Ser’? En verdad, el origen del Universo es solamente
‘Ser’: el Uno sin Segundo”.23 De este modo, la visión mecanicis-
ta del Universo es refutada desde un comienzo por la Espirituali-
dad. Ningún objeto o energía inanimados, ningún accidente o
azar podrían producir un Universo de tal complejidad y belleza,
de tal orden y armonía.
El Vedanta valida esta proposición con una explicación adi-
cional: “Es debido a que esta Conciencia le es inherente a todos
los efectos, el que este Universo objetivo pueda ser experimenta-
do por la mente que lo observa, la cual también es iluminada por
la misma Conciencia”.24 Esta explicación se acerca mucho al
principio del “Observador Participante” descubierto por los físi-
cos modernos en el nivel subatómico. Como se verá subsecuen-
temente, la Conciencia Cósmica es explicada también por el Ve-
danta como el potencial infinito de energía suprafísica que, gra-
dualmente, se va tornando dinámica y activa, y culmina en los
sucesos objetivos y los fenómenos físicos que constituyen el Uni-
verso. Por último, es este mismo Universo, como se dijera antes,
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el que da testimonio de la Conciencia Suprema como su Crea-


dor, porque “solamente el designio inteligente explica el orden y
la armonía en la Creación. No cabe otra posibilidad”.25
El argumento de la Upanishad, citado antes, contrapuesto a
la visión mecanicista de la Creación, hace que sea altamente per-
tinente la observación de Taimni. Como él dice: “La naturaleza
‘mental’ del mundo fenoménico que se origina en la Conciencia
Cósmica y que es guiada por fuerzas cósmicas, no puede abrirse
por completo a la investigación científica mientras se mantenga
una concepción puramente mecanicista, respecto de que el Uni-
verso es operado por fuerzas mecánicas inanimadas”.26 Cierta-
mente, ningún científico creerá jamás que un complejo industrial
que “funcione maravillosamente” en la Tierra, haya llegado a
existir únicamente por sí mismo, sin que haya ningún cerebro
científico tras de él. Esta es la lógica que encierra el interrogante
anterior sobre la manifestación y el operar de la inimaginable-
mente vasta y misteriosa máquina llamada Universo, con espe-
cial referencia al “cerebro” creativo tras ella. La teoría védica ex-
plica la naturaleza y el funcionamiento del Universo, como asi-
mismo a la Inteligencia Suprema que lo proyectara voluntaria-
mente y con un propósito, en el cual el Hombre, la gloria que
corona la Creación, tiene un rol central por desempeñar.
Desde el primer cuarto de este siglo, astrónomos y astrofísi-
cos como Georges Lemaitre, George Garow, Arno Penzias, Ro-
bert Wilson, Vijaya Kosambi y Govind Swaroop del Tata Institute
of Fundamental Research, han desarrollado una teoría consisten-
te y convincente de la Creación, denominada la teoría del Big-
Bang. Como se dijera antes, esta teoría se ha ido “refinando” y
se ha presentado ulteriormente como el “Modelo Standard” por
el doctor Weinberg. De acuerdo con esta teoría, el total de la
masa y la energía que conforman las galaxias como las vemos
hoy en día, estaba comprimida, en el principio de la Creación,
en un solo volumen pequeño que la Ciencia denomina el “Huevo
Cósmico”. Este Huevo Cósmico hizo explosión en un estallido
cataclísmico de tal envergadura que no se produjo “una explo-
sión como las que nos son familiares en la Tierra, partiendo de
un centro definido... sino una explosión que ocurrió simultánea-
mente en todas partes, llenando todo el espacio, desde el princi-
pio, con cada partícula de materia alejándose disparada de cada
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otra partícula” (Dr. Weinberg). Incluso después de billones de


años, esa potente explosión ha ido lanzando más y más galaxias
hacia el espacio de un Universo en constante expansión.
La Ciencia ha comparado este suceso a la explosión de un mi-
llón de bombas de hidrógeno, que liberara otra serie de explosio-
nes seguidas de intenso estruendo, luz y calor. Se estima que la
temperatura, en esos momentos, puede haber sido de cien mil mi-
llones de grados Celsius, la que es “mucho más caliente que la que
pueda hallarse en el núcleo de la más caliente de las estrellas”.
El Himno védico resume de manera muy aproximada este
acontecimiento del Big-Bang del Huevo Cósmico, cuando dice:
“Aquel Uno fue engendrado por la fuerza del calor”. Como se di-
jera antes, a partir de la Sphoorti o Conciencia Intuitiva de Sí
Mismo, emergió de la Conciencia Cósmica la Energía Primordial
—la simiente de la Creación— el “Brahmanda” en expansión
que, literalmente, significa el Huevo de Brahman o Huevo Cós-
mico. “En el principio del tiempo, estaba esta simiente del átomo
primordial (Huevo Cósmico) poseyendo total potencia, es decir
el Big Bang”. Y también: “Con la primera agitación del átomo
primordial, se produjo una poderosa explosión que liberó a las
fuerzas de la luz, el sonido y el calor, de donde han salido los cin-
co elementos principales que constituyen el Universo físico”.27
Adi Shankaracharya dice, comentando este evento: “El sonido
creado por la explosión del átomo primordial hizo surgir las for-
mas causales, sutiles y densas del Universo”.28
El relato tántrico de este suceso va aún más lejos y dice: “Pa-
ra la satisfacción de las infinitas necesidades de la Creación,
emergieron cuatro fuerzas desde esta explosión del átomo pri-
mordial, que son: energía, sonido, acción-interacción objetivado-
ra y éter”.29 De acuerdo a un enfoque estas cuatro fuerzas co-
rresponderían, respectivamente, a las fuerzas Nuclear fuerte,
Electromagnética, Nuclear débil y Gravitacional descubiertas por
la Ciencia moderna.30
El sonido cósmico que siguiera al Big-Bang ha sido identifi-
cado por el Vedanta como “A-U-M” u “OM” que prosigue ince-
santemente en todo el Universo, como lo indica su finalización
en el sonido bilabial “m” apenas pronunciado. Se le explica co-
mo portador incesante del poder creador primordial de Brahman
a través de las fuerzas vibratorias de la Creación, la Preservación
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y la Disolución; simultáneamente y, debido a ello, es tan venera-


do como Brahman mismo. “Ese sonido vibratorio indestructible y
trascendental es conocido como Shabda-Brahma o el Sonido Su-
premo”. Es en este sonido que el Brahman inmanifiesto se hicie-
ra manifiesto por vez primera como el Creador.
La Ciencia moderna también ha identificado a este sonido
primordial glorificado en el Vedanta. En 1965, los radioastróno-
mos americanos Arno Penzias y Robert Wilson, utilizando una
antena de alta potencia, detectaron en el espacio “una conside-
rable cantidad de sonidos de micro-ondas que no mostraban pro-
ceder de ninguna dirección determinada”, y que eran también
“estáticos”, es decir, “que no eran afectados ni por la hora del
día ni por el cambio de estaciones a medida que transcurría el
año. Este sonido no parecía provenir de alguna galaxia, sino
que... provenía por igual de todas direcciones... De este modo,
en cierto sentido, su caja de resonancia está constituida por todo
el Universo”.31 La Ciencia también sostiene que el punto de par-
tida de la Creación, después del Big-Bang, fue la condensación
de la materia pregaláctica cuando la turbulencia de la masa exce-
día la velocidad del sonido. De modo que la Ciencia postula con
ello al “Sonido” en cuanto origen del Universo.
La teoría védica nos entrega una información lógica sobre el
grandioso acontecimiento con el que comenzara la Creación,
continuando en forma consistente con su tesis básica de una
Realidad Consciente y una Inteligencia Suprema como causa del
Cosmos. Este enfoque espiritual, por ende, no es teológico sino
—como se ha enfatizado antes— está en gran medida alineado
con el pensamiento científico moderno. Incluso aunque nombra
reverentemente a esta Inteligencia Suprema como “Deva”, este
término no implica a una “deidad” o Dios personal, sino a “la
eterna entidad autorresplandeciente y automanifiesta”32 que con-
tinúa existiendo independientemente, aunque se manifieste a sí
misma como el Universo fenoménico siempre cambiante.
¿Y cómo siguió evolucionando la Creación desde estos co-
mienzos?

c) El Plan Cósmico
De acuerdo con el Himno védico, el Ser Supremo entró en
acción de la manera siguiente:
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Entonces, surgió el deseo dentro de él, así,


el Deseo que representaba la primera simiente del espíritu,
el lazo entre “el Ser” y “el no Ser”, como lo descubrieran
los sabios indagando con sabiduría dentro de sus corazones.
Estas líneas implican que el Ser Supremo, habiendo desper-
tado en Su propia Realidad, sintió el deseo de manifestarse. Ese
deseo constituyó la simiente de todas las fuerzas creadoras que
llevaron al Ser Unico a evolucionar hacia “el LLegar a Ser” el
Universo múltiple. El misterioso vínculo entre el Ser y el Llegar a
Ser fue descubierto gracias a la experiencia subjetiva de los ge-
nuinos buscadores de la Realidad.
La Conciencia intuitiva de Sí Mismo, de Brahman, que se
mencionara antes, fue seguida por su Sankalpa (Voluntad Divi-
na), es decir, un deseo positivo y con un propósito determinado.
Aquel Ser quiso: “Que llegue Yo a ser muchos, que me multipli-
que”33; y pensó: “En verdad, proyectaré los Mundos”.34
La visión védica es enfática en cuanto al punto de que el
Universo, en verdad, no es una “creación”, sino una “manifesta-
ción”, o “una proyección de Brahman mismo y por Sí Mismo,
para complacerse a Sí Mismo”. “La Realidad de su propio libre
albedrío despliega el Universo múltiple sobre la pantalla de su
propia Conciencia”.35 “El se ha manifestado como el diversifica-
do Universo y se ha convertido en el sustentador de todo”.36 Y,
finalmente, “según su voluntad, Brahman mismo se convirtió en
la causa material”.37 Para lograr que se entienda este punto, se
emplea a menudo el símil del pote de arcilla que representa el
efecto de dos causas: el alfarero en cuanto su causa eficiente y la
arcilla en cuanto su causa material; en tanto que el Universo tie-
ne tan sólo a Brahman como causa eficiente y material al mismo
tiempo. En consecuencia: “El total del Universo es, en verdad, el
Supremo Brahman mismo”.38
Esta manifestación, como fuera planeada en el Sankalpa
cósmico, ha continuado eternamente desde que comenzara, suje-
ta a principios y a leyes definidos, los cuales han sido identifica-
dos en sus planos más sutiles por la Espiritualidad, en tanto que
en sus planos más materiales han sido descubiertos por las cien-
cias físicas. Estas leyes y principios son el producto del plan y el
designio cósmicos, que trabajan hacia el objetivo y meta de la
Creación, tal como fueran concebidos por el Ser Supremo en su
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mismo “deseo” original. Como ya se señalara, “Sólo un designio


inteligente explica el orden y la armonía en la Creación”.39
Este punto concerniente al propósito y meta de la Creación
será discutido luego, en un capítulo posterior, con referencia en
particular a la tercera fase de la Evolución. En este punto en es-
pecial, la tendencia de la Ciencia moderna hacia una Realidad
Consciente dando prioridad a la “teoría de las partículas” consi-
deradas como “últimos bloques de construcción” del Universo
material, se vuelve muy pertinente. Son cada vez más los astró-
nomos y los físicos que se manifiestan abiertamente para infor-
marnos que “la mente (conciencia) constituye una entidad o inte-
racción universal, del mismo orden que la electricidad o la gravi-
tación” y “que debe existir un módulo de transformación análogo
a la famosa ecuación de Einstein de E = mc2, por medio de la
cual el ‘material mental’ pueda ser equiparado con otras entida-
des del mundo físico”.40 James Jeans nos asegura: “El concepto
del Universo en cuanto un molde de pensamiento puro lanza una
nueva luz sobre muchas situaciones que hemos encontrado en
nuestra ciencia de la física moderna”. El doctor Lester Smith se
muestra convencido respecto de la existencia de una matriz no
material de información y algún tipo de guía incorpórea de la
evolución”. Agrega también: “El postulado de una Inteligencia
Cósmica primigenia, provee un marco lógico coherente para to-
do lo que sabemos sobre la creación del Universo y la emergen-
cia y evolución de la vida biológica”.41 La psicología moderna
también reconoce a esta Conciencia Cósmica en base a sus in-
vestigaciones en el campo de la parapsicología, de las experien-
cias “transpersonales” y otras y la define como “la Conciencia
del Cosmos respecto de la vida y del orden del Universo”.42 El
psicólogo doctor Sandweiss refuerza aún más esta tesis cuando
dice: “Carl G. Jung introdujo el concepto de la ‘conciencia colec-
tiva’ y de que, en última instancia, podríamos formar parte de
una dimensión más elevada de la realidad, situada más allá del
tiempo y el espacio. Creo que nos estamos acercando a la con-
firmación científica de las concepciones intuitivas de los grandes
sistemas espirituales que ven a la mente, al igual que el Cosmos
material mismo, como creaciones de una Conciencia
Universal”.43 De modo que la Ciencia también está girando ha-
cia el punto de vista de que la Conciencia Cósmica es la más sutil
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energía suprafísica que, gradualmente, se torna dinámica y activa


en diferentes planos y en diversas direcciones, culminando en el
Universo físico.
¿Cómo comenzó a operar el “plan de acción” del Ser Supre-
mo? Como resultado de ese “deseo” de manifestarse, el Brah-
man, consciente de sí mismo, adquirió una relativa densidad de
infinito potencial creador para convertirse en Ishwara, vale decir,
el Señor Aishvarya o de toda posible Gloria manifiesta. Como
paso inicial hacia esta manifestación, la Conciencia Suprema se
tornó en Hiranya garbha*, la Envoltura Aurea del Alma Cósmica
(“áurea” porque está iluminada por la autorresplandeciente Con-
ciencia de Brahman y “garbha” o útero, por estar cargada con la
voluntad de Brahman). “Estoy solo y por eso no puedo disfrutar
de mi propia gloria. Voy a multiplicarme, a convertirme en mu-
chos”. Este gesto de la Conciencia Cósmica se compara, por
ello, con la mente humana proyectando un mundo de sueño en
el cual la solitaria conciencia del soñador se convierte en muchos
y penetra cada objeto y suceso que en él se produzcan. La dife-
rencia fundamental entre el efímero mundo del sueño del hom-
bre y la Eterna manifestación de la Conciencia Eterna, es que el
primero es dirigido por caprichos sobre los cuales el soñador no
ejerce control alguno y entre los cuales no es sino un impotente
participante, en tanto que la Manifestación Cósmica es el resulta-
do de un plan deliberado impulsado por un designio de cumplir-
lo. Por ende, dentro del Hiranyagarbha emerge el Mahat-tatwa,
el Principio Supremo. Este constituye la primera etapa en la evo-
lución de Prakriti** o la Naturaleza, desde la Conciencia Cósmica
invisible hacia la visibilidad o densidad, en cuanto la inmensa ex-
pansión que conlleva el potencial del Universo ligado a espacio-
tiempo-causación. Desde este Supremo Principio de Energía
emerge el Principio de la materia universal. Este Principio Supre-
mo (Mahat) también es conocido como el cuerpo causal asumido
por el Ser Supremo, que lleva en sí un potencial creador dinámi-
co para “condensar” la Conciencia en energía sutil y de ahí en

* El Utero Dorado del cual surgió toda la Creación en el pasado. El Principio


Inmanente que deseó manifestarse y ser múltiple. (N. de la T.)
** El mundo de la materia, destructible, temporal, la Naturaleza, lo manifiesto.
(N. de la T.)
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adelante, en los elementos progresivamente más densos que se


requieren para construir el Universo físico. Esta teoría védica que
resume todo el proceso del “uno que llega a ser los muchos”, en-
cuentra un fenómeno comparable en el plano físico descubierto
por la Ciencia, vale decir, “el huevo unicelular” que, fertilizado
en el útero, se multiplica en incalculables billones de células de
increíble variedad, como las estructurales, las glandulares, las se-
cretoras, las reproductoras, las de la sangre, de los nervios, de
las hormonas, etc., las que en su conjunto, conforman al ser hu-
mano total.
Actualmente, algunos científicos reconocen que los fenóme-
nos de emergencia, existencia y expansión del Universo desde
condiciones de un desorden y caos aparente, revelan un asom-
broso principio de organización y de orden, y resultan explica-
bles tan sólo por algún poder, plan o designio inteligentes. Es así
que el doctor Roger Jones expresa, con relación a desarrollos re-
cientes de la física teórica: “El espacio-tiempo moderno nos hace
recordar bastante al cuerpo causal de la jerarquía espiritual hin-
dú. Este representa un nivel de Conciencia o del Ser, por encima
del plano físico ordinario. El cuerpo causal incluye todo aquello
que nosotros, hoy en día, llamaríamos espacio y tiempo, pasado,
presente y futuro... y forma un ‘continuum’ de todos los seres
humanos, criaturas y cosas”.44
De este modo, resulta claro que, para la Espiritualidad, el
Cosmos significa más que el Universo físico, o sea una manifesta-
ción concreta de la Conciencia Universal que opera a través de
múltiples y variadas formas de energía, con sus relaciones de cau-
sa y efecto inteligentemente dispuestas. En último término, se en-
cuentra que todas estas fuerzas y energías se hallan integradas en
“Shiva-Shakti” que representa la fuente de poder y, al mismo
tiempo, su fin. Shiva-Shakti es una unidad bidireccional conocida
también como el Señor mitad masculino y mitad femenino del
Universo, en el que lo masculino representa la Conciencia y lo fe-
menino, la Energía Cósmica Pura. Todo el Universo es una mani-
festación de Brahman producida por este principio dual. Shiva es
el potencial del poder estático, en tanto que Shakti es la energía
activa del movimiento y el cambio que se manifiesta en los dife-
rentes fenómenos. Shiva se relaciona con el espacio y Shakti,
con el tiempo. Ambos configuran, en conjunto, un principio unifi-
86
87

cado de Energía Cósmica que fusiona todas las demás fuerzas en


la Creación y que es simbolizado también como Nataraja ejecu-
tando la Danza Cósmica de la Creación y la Destrucción que se
producen simultánea e incesantemente en el Universo.
¿Qué es lo que determina la naturaleza variable y el grado de
poder (débil o fuerte) en las diferentes energías que fluyen de Shi-
va-Shakti? El Vedanta apunta hacia los tres atributos energéticos
(Trigunas): Satwa, Rajas y Thamas, que constituyen la Energía
Cósmica Trinitaria que actúa en la Creación-Preservación-Des-
trucción y que, con ello, mantiene en continuo funcionamiento al
Universo. Esta Trinidad que se encontraba originalmente en per-
fecto equilibrio, fue activada después del Big-Bang. El Satwa, con
su Jñana-shakti (impulso por conocer) ilumina a todas las fuerzas
en la Creación y también a sus manifestaciones. Es responsable
de la regulación consciente y del funcionamiento inteligente de la
Naturaleza y de la ordenada operación de todas las leyes natura-
les. Del Satwa provienen la inteligencia, la mente y las otras fa-
cultades de la conciencia en todos los seres vivientes. Rajas, en
cuanto Kriya-shakti (impulso por actuar), posee el atributo del di-
namismo que pone en acción a las varias fuerzas de la Creación
y es responsable del movimiento y el cambio en todos los fenó-
menos, como asimismo de la emergencia de la vida y la actividad
en los seres.Thamas que es Dravya-shakti, tiene los atributos de
la condensación (hacia la materia), la pesadez y la destrucción; es
responsable de la transformación de la conciencia sutil en ele-
mentos densos y groseros, como también de su ‘entropía’ y de-
cadencia. En los seres vivientes, Thamas es la principal causa de
la ignorancia, la inactividad, el sueño, la enfermedad y la muerte.
Estos tres Gunas o atributos energéticos, aun siendo en oca-
siones contradictorios el uno respecto de los otros, son interde-
pendientes y están interrelacionados. Actúan en conjunto y ha-
cen que cada hecho o fenómeno sea completo en sí mismo. Se
combinan en infinitas mutaciones y combinaciones de incalcula-
bles grados de cada uno de los Gunas bajo el firme control de
Shakti en el continuo proceso de creación, sustentación y disolu-
ción del Universo. En cada fenómeno, físico o psicológico, uno
de los tres Gunas es dominante, (lo cual determina la cualidad
que priva en dicho fenómeno), en tanto que los otros dos se
mantienen subordinados. Siempre actúan desde dentro de cada
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suceso o fenómeno y lo convierten en un todo orgánico.


Los científicos de la actualidad no dejan de apreciar esta teo-
ría del operar inteligente de fuerzas sutiles que postula la Espiri-
tualidad. Haciendo mención del concepto de Shiva-Shakti por
ejemplo, el físico doctor Roger Jones dice: “Es Shiva lo que más
claramente da forma a la metáfora de Energía-Tiempo-Creación.
Porque el lado femenino de Shiva, su principio de poder activo
es lo que lleva a la vida su deseo y acción”.45
El doctor Fritjof Capra, explayándose más sobre el principio
de Shiva-Shakti, indica: “El aspecto más espectacular de la física
subatómica lo constituye la creación y la destrucción de partícu-
las materiales. La física moderna muestra que el movimiento y el
ritmo son propiedades esenciales de la materia; que toda mate-
ria, ya sea en la Tierra o en el espacio exterior, se inscribe en
una danza continua. Esta visión dinámica del Universo es similar
a la de la física moderna y, consecuentemente, encuentra su más
bella expresión en la India, en la imagen de Shiva-Nataraja”. El
doctor Capra confirma aún más este punto de vista al citar al
gran erudito indio Coomaraswamy: “Shiva, danzando, lanza a
través de la materia inerte pulsantes ondas de sonido despertador
y ¡he aquí! que también la materia danza, apareciendo como glo-
ria en torno de El. En la plenitud del tiempo, danzando aún, El
destruye todas las formas y los nombres con el fuego y les otorga
un nuevo descanso. Esto es poesía, sin dejar por ello de ser
Ciencia. El principio de Shiva-Shakti que penetra todo el Cos-
mos provee, de este modo, una visión lógica y consistente de la
naturaleza interna de las fuerzas sutiles de la creación y la des-
trucción que se producen de continuo en todo él”.46
El Vedanta también postula que en la complejidad de la Na-
turaleza el funcionamiento sin errores de las diferentes leyes de la
conducta, la acción y la interacción, se debe tanto a su proyec-
ción como a su ejecución por parte de la Inteligencia Cósmica
bajo una Ley Suprema denominada R'ta. “R'ta” es la Realidad
del Brahma Trascendente que manifiesta y sustenta a todo el
Universo. Este R'ta se encontraba implícito en el Adya-Sankalpa
de Brahman, o la Voluntad Cósmica, que comprendía el plan
completo y el diseño del Universo de objetos y de seres. “Bajo
esta soberanía del Absoluto, el Sol, la Luna y las estrellas son
mantenidos en posición, las galaxias giran, los planetas orbitan
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en torno del Sol, sopla el viento, las estaciones siguen su secuen-


cia regular, los ríos fluyen hacia el mar, y así sucesivamente con
todo”.47 Así también el misterioso fenómeno de la vida, el creci-
miento y la muerte es gobernado por esta Ley Suprema. Es este
R'ta el que ha formulado el marco que limita y condiciona a cada
una de las fuerzas que operan en el Universo, y que también diri-
ge su curso para hacer que la Naturaleza funcione en perfecto
orden y armonía.
Todo esto justifica la proposición de Eddington: “Al recono-
cer que el mundo físico es completamente abstracto y carente de
‘realidad’ aparte de su vinculación con la Conciencia, restituimos
a la Conciencia a su posición fundamental... Esta Conciencia no
está diseminada en el tiempo y el espacio; por el contrario, el
tiempo y el espacio son prolongaciones suyas”.48
Esto explica el “lazo” entre el “Ser Supremo” y su “Llegar a
Ser”. Las líneas del Himno védico afirman que la Realidad del Al-
ma Cósmica, que constituye el “lazo” entre ambos, no represen-
ta un postulado teórico, sino un hecho que es experimentado di-
rectamente por todos aquellos que sondean en el misterio de la
Creación, como lo hicieran los sabios de antaño. “Los sabios yo-
guis meditan constantemente en el perenne sonido cósmico
‘OM’ que penetra todo y, con ello, sintonizan su propio ‘ser’ in-
terior con la Conciencia Universal y, de este modo, realizan su
unidad con ella. “Estos conocedores de Brahman que han elimi-
nado de sus corazones toda impureza (de ignorancia), ven en to-
das partes, con la claridad de la luz del día, la Suprema Luz de
Brahman, el origen del Universo”.49
Llegando a los pronunciamientos modernos sobre esta bús-
queda y descubrimiento de la Realidad, encontramos que Taimni
nos dice: “Cuando la mente humana observadora llega a sintoni-
zarse con la mente Universal, un destello de la verdad subyacente
puede iluminar toda la indagación. Una tal percepción intuitiva
puede producirse como un rayo o puede ir surgiendo lentamente
como conocimiento integrado. De ahí en adelante, puede filtrar-
se hacia los enfoques intelectuales que busquen elaborar y simpli-
ficar la verdad, en beneficio de quienes no hayan logrado la vi-
sión directa, pero que sean sinceros en su afán por realizar la
misma meta”.50
Asegurándonos de que este “descubrimiento” está al alcance de
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todo buscador serio de la Realidad, Swami Vivekananda dice: “Este


continente (India) ha sido iluminado por mentes e inteligencias va-
lientes y gigantescas que piensan, incluso del así llamado Universo,
como de una charca de barro. Se empeñan por seguir cada vez más
y más allá. Para ellas, el tiempo, e incluso el tiempo infinito, es no
existencia. Y este empeño por este más allá del mundo fenoménico
constituye el alma de cada Religión, esta osadía por desgarrar el ve-
lo que cubre la faz de la Naturaleza, para lograr —a cualquier precio
y sin importar los riesgos— un atisbo del más allá”.
¿Cómo sigue operando este “más allá” para hacer que la
Conciencia Cósmica se “haga real” en el Universo físico?

d) La Manifestación
Con el escenario así dispuesto para Brahman, para que el
Ser Supremo se manifestara, ¿cómo hizo para evolucionar hasta
el Universo físico? El Himno védico responde de la manera si-
guiente:
De esta Gestación surgieron haces de luz
hacia arriba y hacia abajo, se formó la materia densa
y también la Naturaleza se expandió en todas direcciones
cuando el Uno Consciente se difundió en todas partes,
en lo alto y en lo bajo, aquí y más allá.
Estas líneas describen, por una parte, el aspecto físico de la
Creación que culmina en la aparición del Universo y, por otra, la
Inteligencia Cósmica manifestándose gradualmente, paso a paso,
en cuanto Universo en expansión, creando, por así decir, un
cuerpo ilimitado para revestirse con él.
Como lo viéramos antes, el Ser Cósmico se convirtió, en su
proceso de manifestación, en el Principio Cósmico de Energía
Creadora (Shiva-Shakti), proyectando entonces, tanto el Cuerpo
Causal como el Mahat-tatwa o Principio de Inteligencia Supre-
ma, portador del potencial del Universo, limitado por el tiempo-
espacio-causación. Luego, este estado de “indefinición” y de “in-
definibilidad” comenzó a moverse hacia la “definición” visible
por medio de la “solidificación” y la formación de elementos. Se
trató de un desarrollo doble que se produjo simultáneamente en
el plano físico y también en el plano más sutil de la conciencia,
implicando, nuevamente, un principio dual en cada caso.
En el plano físico, los principios causales duales eran Prana y
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Akasha. El Prana, como lo explicara Swami Vivekananda, repre-


senta la Energía Vital o fuente de todas las energías del cosmos.
“Todas las fuerzas, ya sea que se las llame gravitacionales, de
atracción o de repulsión, ya sea que se expresen como calor,
electricidad o magnetismo, no son sino variaciones de esa ener-
gía única”. Para hacer resaltar el significado científico de este
concepto, ya hace ocho décadas que Swami Vivekananda dijera:
“No fue sino ayer que la Ciencia echó de ver que incluso en me-
dio de la variedad de fuerzas hay unidad. Acaba de descubrir que
lo que llama calor, magnetismo, electricidad y otros, son todos
convertibles en una fuerza unitaria la que, como tal, las expresa a
todas con una sola denominación, sea cual fuere el nombre que
se les haya dado. Esto ya había sido hecho por el remoto y anti-
guo Samhita”.51 Más adelante veremos más sobre este punto de
vista científico del Vedanta.
El otro componente de este principio dual, el Akasha, no
significa espacio muerto, sino un principio potencialmente cons-
ciente. “Este Ser Absoluto mismo impregna el Akasha (éter) no
manifestado e imperecedero”. También aquí, como lo clarificaba
Swami Vivekananda: “Ya sea que traduzcan al Akasha como
éter o como cualquier otra cosa, la idea que encierra es que este
Absoluto es la forma primordial de la materia”. “Todo lo que
existe en todo el Universo ha sido proyectado por el Prana vi-
brando en el Akasha”.52 Del mismo modo dice el Brahma Sutra
(1-3-39): “La vibración del Prana y el Akasha constituye la causa
de toda manifestación; ambos operan en conjunto para desarro-
llar el Universo material”.53 “Este Akasha —dice Swami Viveka-
nanda— vibra bajo la acción del Prana, y a medida que la vibra-
ción aumenta de frecuencia, el Akasha es despedido hacia todas
estas formas ondulatorias que llamamos soles, lunas y sistemas”.
En pocas palabras, la unidad de todos los elementos gravitacio-
nales la representa el Akasha. La interacción de estos dos princi-
pios unitarios es la que ha producido el Universo físico.
Como se dijera antes, este desarrollo de los procesos ele-
mentales en el plano físico tuvo su contraparte en el plano de la
Conciencia que también es un principio dual. Una parte de este
principio consistía en Tanmatras, que eran vibraciones emanadas
de la Conciencia en el Mahat (Principio de Inteligencia Supre-
ma); estos “matras” se relacionan con las cinco percepciones
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sensoriales que habían de evolucionar aún, y que representaban


una forma embrionaria del sonido, el tacto, la vista, el gusto y el
olfato. Estos tanmatras activados, en conjunción con la interac-
ción del Prana y el Akasha, dieron lugar a los cinco elementos
básicos que, progresivamente, correspondieron a las cinco per-
cepciones sensoriales y que son: el Espacio (con el atributo del
sonido), el Aire (sonido y tacto), el Fuego (sonido, tacto y forma),
el Agua (sonido, tacto, forma y sabor) y, por último, la Tierra (so-
nido, tacto, forma, sabor y olor). “Desde ese principio cósmico
nació el espacio; del espacio nació el aire; del aire nació el fue-
go; del fuego nació el agua, y, finalmente, del agua, la tierra”.53
Resulta esencial que en esto se tenga presente que, en la termi-
nología espiritual, la palabra “sutil” implica una conciencia que
es consciente de sí misma, al igual que de las cosas que la rode-
an, en tanto que los términos “denso” o “grosero” señalan lo
que no es consciente de sí mismo ni de otras cosas. En este sen-
tido, los tanmatras pueden describirse como vibraciones sutiles,
imperceptibles, que se “solidificaron” en los cinco elementos de
progresiva densidad y creciente complejidad desde el punto de
vista de las percepciones sensoriales.54 El hecho de que esta inte-
gración consistente en densidad progresiva de los elementos con
la creciente complejidad de la percepción sensorial fue posibilita-
da por la Inteligencia Cósmica como su antecedente, se destaca
de numerosas maneras en las Upanishads. “Debido al Principio
Inteligente que se reflejó en estos procesos y que los guió, cada
elemento subsecuente fue creado por el que lo precedía, como
fuera ideado”.55 Las expresiones que aparecen en los Sutras (Es-
crituras Sagradas), como “Fuego y entonces, pensamiento” o
“Agua y entonces, pensamiento”, indican que esta evolución de
estos elementos densos fue guiada desde el comienzo por la Inte-
ligencia Cósmica o la Realidad en que se basan. “El mora en la
tierra, el agua, el fuego, el aire y el espacio; (no obstante) ellos
no le conocen, siendo que estos elementos constituyen Su cuer-
po”.56
Prosiguiendo, esta teoría védica postula que todos los dife-
rentes fenómenos en el Universo, desde la más minúscula (anu)
partícula elemental hasta el hombre viviente, representan una va-
riedad sin fin de permutaciones y combinaciones de los infinitos
grados de cada uno de estos cinco elementos. También aquí la
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densidad progresiva de cada elemento sucesivo es explicada a


través de los Trigunas o atributos energéticos de Satwa, Rajas y
Thamas de que se hablara antes. Es así que Satwa, que es domi-
nante en el espacio, determina la tranquilidad, la transparencia y
la serenidad de éste. Rajas, dominante en el fuego, explica su ca-
lor, su poder y su fulgor radiante. En medio de estos dos elemen-
tos se encuentra el aire que posee una buena combinación de
Satwa y Rajas. Thamas es el que domina en la tierra y tiene las
características de la solidez, la inmovilidad y la decadencia. Entre
el fuego y la tierra se encuentra el elemento del agua que contie-
ne a Rajas y a Thamas en más o menos la misma proporción.
La teoría védica continúa explicando la interrelación entre
estos cinco elementos, mediante el principio de la quíntuple inte-
gración. Según él, una unidad dada de cada uno de estos ele-
mentos, como está constituida en el presente, contiene sólo la
mitad de su propia esencia pura, en tanto que la otra mitad con-
siste en una octava parte de cada uno de los otros cuatro. Por
ejemplo, el fuego, tal como lo vemos, es en un 50% el puro ele-
mento del calor, combinado con una octava parte de espacio, ai-
re, agua y tierra puras. Esto se fundamenta, además, señalando
que el color rojo de la llama representa el calor puro, su color
blanco representa el agua, en tanto que el negro se debe al ele-
mento tierra; los otros dos elementos —espacio y aire— también
se encuentran presentes, aunque de manera invisible.
Hay otros dos puntos cosmológicos dignos de ser destacados
en la teoría védica y que se pueden mencionar brevemente, ya
que revisten una considerable importancia científica. Uno de
ellos se refiere al Sol, que es glorificado en las Upanishads en
cuanto la suma total de la energía en todos los seres, y el dispen-
sador de calor en miríadas de formas a la flora y la fauna en la
Naturaleza. “El Sol que se levanta, llena con sus rayos todos los
Pranas en el Universo y energetiza con ellos a todas las criatu-
ras”.57 Las Upanishads reverencian al Sol como el Principio de
Vida Cósmico y también como el Señor de todos los seres. En
esta misma línea, tanto astrónomos como astrofísicos nos dicen
hoy en día: “Tenemos este lugar, esta Tierra, desde que nuestra
estrella, el Sol, se comenzara a formar, y hemos continuado exis-
tiendo y hemos evolucionado gracias a la energía irradiada por el
Sol”.58 El otro punto igualmente digno de ser destacado de la teo-
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ría védica, es que la Tierra está rodeada por el bhuvayu o viento


gravitacional y por sobre el bhuvayu se encuentra el Akasha-vayu
o viento espacial, gracias a cuyo poder también el Sol, la Luna,
los demás planetas y todas las galaxias se mantienen en movi-
miento en sus órbitas y en sus respectivas posiciones.
El hecho más significativo que emerge de esta teoría védica
es que en ella se explica coherentemente el cómo y el por qué el
hombre llega a comprender al mundo elemental. La explicación
dice que todos estos elementos que constituyen los fenómenos
“objetivos” por una parte, y por otra, los sentidos por medio de
los cuales el hombre, como “sujeto”, los experimenta, tienen co-
mo base una sola y misma Realidad de Conciencia Cósmica. En
este contacto de la Conciencia, tanto en el objeto como en el su-
jeto, es la calidad de lo que “es” y de lo que “existe”, respectiva-
mente, lo que hace que lo resultante sea una “experiencia” ilumi-
nada.

e) Síntesis
¿Hasta qué punto concuerdan los principales postulados de
la parte física de la teoría védica de la Creación con las teorías y
descubrimientos científicos sobre el tema?
El primero y más sobresaliente de los hechos en este estudio
comparativo, es que los procesos descriptos en la teoría védica
con referencia al surgimiento de la materia tienen mucho en co-
mún con los que presenta la Ciencia moderna, pese a que ésta
se preocupa exclusivamente de los aspectos físicos y químicos de
esta evolución. Tanto la Espiritualidad como la Ciencia sostienen
que esta evolución, después del Big-Bang, empezó con una ra-
diación de luz y de calor inimaginablemente intensa. El Himno
Cosmogónico hace referencia a este estado como a “rayos de luz
disparados hacia todas partes, en lo alto y en lo bajo, aquí y más
allá”. De acuerdo al Maheswara Sutra, “la poderosa explosión
del átomo primordial liberó luz, sonido y calor que dieron subse-
cuentemente origen a los cinco elementos”. El estado causal del
Universo, viene a ser algo que sugiere una luz como la que emiti-
ría el oro fundido llenando el Universo en aquel momento. Por
parte de la Ciencia se nos dice, similarmente, que “Durante el
primer millón de años, el Universo permaneció en un estado co-
mo de inundación de luz y de brillo visibles, hasta que la radia-
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ción se fue transformando en materia”.59 El doctor Weinberg en-


dosa esta declaración diciendo: “Inmediatamente después del
Big-Bang, todo el Universo se vio inundado de luz”. También el
doctor Justrow indica que, después del Big-Bang, “un mundo de
pura energía explotó súbitamente a la existencia y una luz de bri-
llo inimaginable llenó el Universo”.
El punto más significativo acá es que, tanto para la Ciencia
como para la Espiritualidad, esta evolución ha constituido un
avance gradual de manifestación de los principios más sutiles ha-
cia los más densos fenómenos materiales. El doctor Weinberg
explica la forma en que el espacio, con una altísima temperatura
de cien mil millones de grados centígrados en sus comienzos, se
fue llenando pronto con “livianas partículas elementales de masa
y carga eléctrica cero (partículas ‘fantasmas’) que conformaban
una ‘sopa’ indiferenciada de materia y radiación”. Puesto que es-
ta temperatura comenzó a disminuir rápidamente, el Universo
empezó a “expandirse, a enfriarse y a cocerse”. Al final de los
tres minutos de pasado el Big-Bang, cuando la temperatura ha-
bía disminuido a mil millones de grados centígrados, el ambiente
estaba lo suficientemente fresco como para que protones y neu-
trones configuraran núcleos complejos. Con el paso del tiempo,
cuando la temperatura llegó a bajar a 3000° Kelvin, la Era “do-
minada por la radiación” le cedió el lugar a la Era “dominada por
la materia”. A lo largo de un período de aproximadamente 700
mil años, la temperatura del Universo cayó hasta un punto en
que electrones y núcleos pudieron formar átomos estables, molé-
culas, sistemas moleculares y otras organizaciones mayores y
más complejas en el mundo de la materia. Bajo la influencia de
la gravitación, también las masas de gases comenzaron a confor-
mar aglomerados, los cuales terminaron por convertirse en las
galaxias y las estrellas del Universo actual”.60
Asimismo, los desarrollos descriptos por la teoría védica co-
mienzan a partir del sutilísimo principio de Brahman o del “Ser”,
proyectándose a Sí Mismo como Conciencia Cósmica y hacién-
dose progresivamente más denso como Shiva-Shakti en acción,
como Hiranya-garbha, el cuerpo causal creador del Universo en
el Principio Mahat de Inteligencia Cósmica, la interacción del
Prana, Principio Unitario de Energía y del Akasha, Principio Uni-
tario de Materia, etc., hasta que, finalmente, todos ellos llevan a
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la aparición de los cinco elementos básicos del Universo. Incluso


estos cinco elementos (espacio, aire, fuego, agua y tierra) mues-
tran un debido orden de progresiva densidad y de mayor comple-
jidad. De este modo, los procesos de evolución de la materia, co-
mo los describen tanto la Ciencia como la Espiritualidad, revelan
de manera evidente este curso común, aunque una trace los de-
sarrollos a lo largo de la dimensión física y la otra a lo largo de la
Realidad subyacente en la Conciencia Cósmica.
Otro punto significativo de correspondencia es el relativo a
los conceptos védicos de Prana y Akasha que emanan de un solo
principio inteligente común, del Mahat. Desde el momento en
que Swami Vivekananda subrayara la correspondencia de estos
conceptos védicos con descubrimientos científicos de su época,
es decir de hace ocho décadas, la Ciencia ha hecho progresos
asombrosos en varias direcciones, con lo que no ha hecho sino
clarificar esta concordancia. Es así que en lo que dice en relación
con el Akasha (el principio unitario de la materia), la Ciencia mo-
derna declara que todas las partículas fundamentales, vale decir
protones, neutrones y electrones, aun difiriendo entre ellas en
cuanto bloques estructurales de la materia, son una sola cosa en
esencia y pueden ser convertidas unas en otras y, por último, to-
das ellas pueden ser transformadas en energía radiante.
Lo mismo vale respecto del Prana, el principio unitario de la
energía. De acuerdo con la Ciencia moderna, existen cuatro fuer-
zas de la Naturaleza que mantienen unido al Universo: la Electro-
magnética, la Nuclear fuerte, la Nuclear débil y la Gravitacional.
Recientemente, no obstante, los científicos del Centro Europeo de
Investigación Nuclear (CERN) han hecho un descubrimiento que
hará época: se trata de una partícula que llaman W-boson. Con la
confirmación experimental de la existencia del W-boson, “las leyes
de la Naturaleza pueden ajustarse a una formulación única, la cual
conduciría, en último término, a la unificación de las cuatro fuerzas
naturales en una sola superfuerza”. Por lo tanto, se nos asegura
que “no está lejos el día en que científicos que trabajen en diferen-
tes campos, tan variados como los de la física de partículas a la
cosmogonía, encuentren una vía para unificar todas las fuerzas de
la naturaleza en una sola Gran Fuerza, responsable de todo lo que
vemos y sentimos, incluidos nosotros mismos”.61
De hecho, el concepto védico de Hiranyagarbha en cuanto
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Cuerpo Causal del Universo mismo (de donde brotaran el Prana


y el Akasha) encuentra un eco en la Ciencia moderna cuando el
Prof. Ferris nos dice: “Para llegar a entender cómo el Universo
pudo haberse originado en un vacío, se requiere que examine-
mos el concepto de vacío con el ojo de un físico quántico. Para
Newton, el vacío no contiene sino nada, un escenario desprovis-
to de todo, en el que se desarrolla el drama cósmico. Para Eins-
tein, el espacio vacío representa un participante en el drama. Pa-
ra el físico quántico, el vacío es una espuma de partículas y de
campos”. El Prof. Ferris refuerza aún más este punto citando al
físico Heinz R. Pagels (“El Código Cósmico“): “La nada contiene
todo el ser. Toda la física, todo aquello que esperamos saber, es-
tá esperando ser descubierto en el vacío”.62
Volvemos, finalmente, una vez más a la teoría básica védica
que expresa que esta Creación y Evolución no son más que pro-
cesos de la Conciencia Cósmica que se manifiesta como el Uni-
verso. De hecho, como esto constituye la tesis fundamental del
Vedanta, requiere que se la ilumine desde la óptica “científica”,
con relación a tantos principios y teorías y a tantos descubri-
mientos y leyes de la Ciencia moderna como sea posible. En este
caso, también nos encontramos con que “en unas pocas déca-
das, la física ha desmaterializado, por así decirlo, a la materia
hasta una tenue condición, un campo de fuerzas que puede muy
bien ser considerado como afin al pensamiento”.63 La declara-
ción de Sir James Jeans sobre que “el Universo más se parece a
un grandioso pensamiento que a una gran máquina”, es bastante
conocida. El biólogo Burbank (el maravilloso modelador de la vi-
da vegetal) dice enfáticamente respecto de este punto: “Todas
mis investigaciones me han llevado a alejarme de la idea de un
Universo material muerto, lanzado de uno a otro lado por varias
fuerzas, para entregarme la de un Universo que es, absolutamen-
te, fuerza, vida, alma, pensamiento o cualquier otra calificación
que elijamos darle. El Universo no es algo medio muerto, sino al-
go plenamente vivo”.64 Es por ello que el astrónomo prof. Har-
low Shapely afirmó: “Si pudiéramos ignorar por un momento las
rigurosas reglas de la física, podríamos argüir que este Universo
es multidimensional y no tan sólo un simple esquema de espacio-
tiempo. Una de las dimensiones que posiblemente requeriría de
leyes naturales adicionales es la de la Conciencia y otra, la de la
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vida”.65
Hasta aquí en lo que concierne al terreno que Espiritualidad
y Ciencia tienen en común respecto de sus teorías de la Crea-
ción y la Evolución del Universo. ¿Qué hay en ellas respecto de
una previsión de su destino final? También en ello ambas con-
cuerdan en que el Universo tiene una larguísima vida, aunque
también un fin seguro. Pese a que el Vedanta piensa respecto de
la Creación en términos de Kalpa o eón, como se señalara, al
término del cual la Creación retorna a su Primera Causa, la que
vuelve a producirla, conformando así una cadena “sin principio y
sin final” de emergencia y disolución del Universo. De acuerdo a
la teoría védica: “En el momento de la disolución del Universo,
los elementos son absorbidos dentro de Brahman, su causa pri-
mera”.66 En otras palabras, el más denso de los cinco, la tierra,
se sumirá en el agua, el agua será ahogada por el fuego, el fuego
será absorbido por el aire y el aire desaparecerá en el espacio,
etc., hasta que el Mahat, Hiranyagarbha, Shiva-Shakti y todo se
refunda en Brahman. Este es el modo en que, como nos lo cuen-
ta el Bhagavad Gita, el Universo entra en la Noche de Brahma y,
entonces, espera la aurora en la que comenzará a emerger nue-
vamente.
Por el lado de la Ciencia ha ido ganando terreno esta visión
del fin del Universo. Como lo señala el Prof. Ferris: “El protón,
el ciudadano sólido que preside el núcleo de cada átomo y que
alguna vez fuera considerado como eterno, ha sido calificado co-
mo sujeto a la decadencia por descubrimientos recientes y, por
ende, hace que sea seguro que este desarrollo lleve al Universo a
su fin”.67 Según el doctor Weinberg, durante sus últimos tres mi-
nutos, el Universo pasará a través de los mismos procesos de su
evolución, aunque ahora en orden revertido. Y agrega: “Hasta
donde sabemos, el Universo iniciaría, entonces, un nuevo ciclo...
como parte de un interminable ciclo de expansión y de contrac-
ción que se extiende hacia el pasado infinito, sin principio algu-
no”.68 Igualmente significativo es el hecho de que en la antigua
mitología hindú, la duración de un Día de Brahma (el Principio
Cósmico Creador) es de 4.329 millones de años, “cifra que, cu-
riosamente, se aproxima mucho a la edad del Sistema Solar esti-
mada por la Ciencia en 4.500 millones de años”.69
La Fase Inorgánica de la Evolución que presenta la teoría vé-
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dica muestra de este modo y de manera coherente, cómo cada


proceso constituye un efecto de una causa más sutil, y que sigue
un plan y un designio inteligentes. Al mismo tiempo, integra
nuestra cognición objetiva del Universo con el elemento subjetivo
en la percepción sensorial o la experiencia que de él tenemos
por medio de la Conciencia Cósmica común, en cuanto Realidad
subyacente que los ilumina a ambos, tanto al “objeto” como al
“sujeto”. Es evidente que puede haber vacíos en la presentación
o la interpretación de las teorías védicas referentes a la manifes-
tación física del Universo, en especial porque este conocimiento
se encuentra diseminado en un gran número de Upanishads,
Samhitas, Sutras, etc. y también, entretejido a menudo con el
principal tema espiritual de que traten. Tampoco la Ciencia está
totalmente libre de blancos y dudas a este respecto. El doctor
Weinberg, por ejemplo, habla “de la transición de un Universo
en que dominaba la radiación a uno en que dominaba la materia,
la que debe de haberse producido casi al mismo tiempo en que
los contenidos del Universo se fueran volviendo transparentes a
la radiación a aproximadamente 3000ºK”, y luego agrega: “Na-
die sabe, en verdad, porqué habría de haber sido así, aunque ha-
ya sugerencias interesantes. Tampoco sabemos en realidad cuál
transición se produjo primero”.70 El doctor Singh va más lejos al
decir: “Pese a que gracias al trabajo de Hoyle, Burbidges, Fowler
y Cameron hemos logrado hoy un buen entendimiento de una
serie de procesos capaces de producir todos estos elementos,
subsisten aún algunas dificultades para suponer que toda nucleo-
génesis se haya producido en las estrellas corrientes”. Y agrega:
“No podemos llegar aún a ninguna conclusión definitiva respecto
del origen de los elementos”.71
Por otra parte, la Ciencia nos dice que el Universo tiene al
hidrógeno como material de construcción básico, puesto que se
sostiene que representa un 72% de sus elementos constitutivos.
Sin embargo, la Ciencia no nos explica ni cómo ni de dónde
provino un abastecimiento tan grande y casi ilimitado de hidró-
geno. Por ende, debería ser de nuestro interés, tanto para la Es-
piritualidad como para la Ciencia, el que ambas tomen concien-
cia de sus limitaciones y de sus fuerzas, como para que trabajen
juntas para ir dándole más luz a la Realidad que subyace en todos
los fenómenos en el Universo, a su relación precisa con ellos y a
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100

la forma en que actúa dentro de ellos. En este contexto resulta


pertinente citar lo que dijera el Premio Nobel de Física, Prof.
Brian Josephson durante su reciente estadía en la India. Cuando
se le preguntara sobre cómo fue creado el Universo, replicó: “No
hay nada que pueda agregar a lo que se dice en la filosofía de la
India”.72
Lo anterior muestra el amplio campo que tienen la Espiritua-
lidad y la Ciencia para trabajar juntas, con miras a descifrar todo
tipo de misterios tras “todo lo que vemos y sentimos, incluyéndo-
nos a nosotros mismos, en el Universo”.

3. LA EVOLUCION BIOLOGICA
Según nos lo dice la Ciencia, la evolución biológica se inició
aproximadamente 11 billones de años después del Big-Bang con
la aparición de la primera célula viviente sobre la Tierra hace al-
go más de tres billones de años. A partir de esta ameba unicelu-
lar se fueron desarrollando progresivamente organismos multice-
lulares de mayor complejidad, hasta que, hace aproximadamente
25.000 años, hiciera su aparición en escena el hombre primiti-
vo. Entonces se inició la fase psicosocial, en la que la conciencia
humana comenzó a expandirse y a desarrollarse en varias direc-
ciones hasta que emergiera el hombre completo, inteligente, ra-
cional y dotado de arte y de cultura hace más o menos unos 6
mil a 10 mil años, período que, curiosamente, coincide con el
período védico en la historia hindú.
Según la Espiritualidad, la real evolución comenzó únicamen-
te con la fase biológica. En la fase orgánica que tratáramos an-
tes, lo que se produjo fue una “involución” en la que el “ser” cós-
mico, que es ilimitado y libre se fue involucrando progresivamen-
te y de manera aparente en el convertirse en el Universo físico.
La Conciencia Cósmica Infinita se manifestó primero como
energía, a continuación como elementos sutiles que se fueron
haciendo cada vez más densos y, en ese proceso, en cierto mo-
do, se fue quedando “ligada” en materia de diversos tipos y for-
mas. Con el comienzo de la evolución biológica, este proceso
fue revertido. Gradualmente, la Conciencia Cósmica fue logran-
do, en cierto modo, “liberarse” de su aprisionamiento en la ma-
teria. De la materia inerte surgió la materia viviente, seguida por
100
101

el animal plenamente consciente y, finalmente, por el ser huma-


no consciente de sí mismo e inteligente. Si la evolución inorgáni-
ca fue algo así como “una pérdida de conciencia”, la evolución
orgánica vendría a ser “la conciencia recuperada”. Por ende, la
evolución biológica es descripta como un retorno gradual de la
Energía y la Conciencia Cósmicas hacia su fuente en Brahman,
con el objeto de cumplir su propio designio original, floreciendo
“el Hombre Universal”, el que había de manifestar la unidad de
la Existencia y proclamar la Fraternidad del Hombre y la Paterni-
dad del Creador.
Un punto importante que requiere ser subrayado aquí, es el
de que la biología también es una de las ciencias incluidas en el
conocimiento vedántico del Universo físico, el cual, como lo vié-
ramos en un capítulo anterior, forma parte de la sabiduría Ve-
danta. Existe bastante evidencia, incluso en las Upanishads, res-
pecto de que los sabios de aquellos días poseían un amplio cono-
cimiento de las varias especies de plantas y de animales, de su
naturaleza y características, y sobre sus diferentes usos y su utili-
dad para el hombre.72 Estos “organismos” se agrupaban prime-
ramente en cuatro categorías: brotados de semilla, nacidos de
huevo, nacidos de un útero y nacidos en el calor, el sudor o la
suciedad; la última categoría se compone principalmente de gu-
sanos e insectos, aunque también admite algunos organismos na-
cidos de un huevo. También se encontraba avanzada la genética
y en ella se explicaban ampliamente los fenómenos de la con-
cepción, como la fertilización del óvulo con el semen masculino,
la formación del “huevo” fertilizado y su subsecuente desarrollo
en el útero, para ir formando el feto y terminar con el organismo
completo.73
Desde el punto de vista psicológico, llegaba a ponerse énfa-
sis incluso en la importancia de mantener siempre positiva, ale-
gre y elevada la mente de la mujer encinta, como factor esencial
para un desarrollo saludable, tanto mental como físico, del futuro
niño. El conocimiento védico sobre fisiología y anatomía huma-
nas ha despertado la admiración de muchos médicos de Occi-
dente. Uno de los aspectos considerados por la fisiología védica
que debería despertar el interés de la fisiología actual, lo constitu-
ye la subdivisión del aliento vital del hombre en cinco partes, tal
como lo podemos encontrar en algunas Upanishads.74 Ellas son:
101
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El aire que opera los pulmones, responsable en particular de la


respiración; el aire que opera en el colon y en la vejiga, respon-
sable en particular por la excreción y la orina; el aire que opera
en el abdomen y es responsable por la digestión de lo que come-
mos y bebemos; el aire que opera en la laringe y es responsable
en particular por la voz, y el aire que opera en los miembros y es
responsable en particular por su actividad física y la circulación
de la sangre en ellos. Un hecho mucho más convincente a este
respecto lo representa la extensión de los sentimientos de los se-
res vivientes (como los de dolor y placer, alivio y depresión, ale-
gría de vivir y temor a la muerte) a la vida de las plantas, lo que
se encuentra en la biología védica de esos tiempos remotos. Es
así que nos encontramos a sabios como Manu hablando de árbo-
les y plantas como “que tienen plena conciencia dentro de sí y,
por lo tanto, poseen la capacidad de experimentar tanto placer
como dolor”.75 Es sabido que, incluso cuando el doctor Jagadish
Chandra Bose demostró fehacientemente a comienzos de siglo
que las plantas no sólo poseen vida, sino también sentimientos
de temor, contento y depresión, al igual que los seres humanos,
le llevó bastante tiempo y esfuerzo el lograr que los científicos
occidentales reconocieran este asombroso descubrimiento suyo.
De modo que después de mostrar que la Sabiduría Védica no
carecía de conocimientos en materia de biología, permítasenos
echar un breve vistazo a su teoría de la evolución biológica, para-
lelamente a la que presenta la Ciencia moderna respecto, en es-
pecial, de sus dos aspectos principales, es decir: a) el surgimiento
de la vida y b) la evolución de los organismos vivientes que culmi-
na con la aparición del hombre. Ambos aspectos, tomados en
conjunto, debieran presentar puntos de interés en los que Espiri-
tualidad y Ciencia muestren su mutua correspondencia o su natu-
raleza complementaria.

a) El surgimiento de la vida
En el Prasna Upanishad vemos que la primera pregunta que
le plantea el buscador de la verdad a su sabio preceptor es: “Ve-
nerable Señor, ¿de dónde nacieron todas estas criaturas?”76 Este
interrogante ha sido respondido en varias Upanishads, porque el
origen de la vida que es el microscópico comienzo del Hombre,
constituye el más grandioso suceso en la historia del Universo,
102
103

puesto que el Hombre representa el nexo más próximo y más in-


teligente entre la Creación y su Creador. ¿Cuál es la respuesta
que dan las Upanishads a esta pregunta?
La contestación inmediata que entrega el Prasna Upanishad
es: “El Señor de las criaturas creó a la pareja de la Materia y la
Energía, como para que ambas de consuno produjeran una mul-
tiplicidad de criaturas”. Se refiere al Principio Cósmico de la Inte-
ligencia que se mencionara anteriormente, conocido también co-
mo “la Mente Total que penetra todo el reino de los seres vivien-
tes, incluyendo a aquellas criaturas que no tienen sino una mente
rudimentaria”.77 Esta pronta respuesta es explicada en detalle
tanto en ésta como en muchas otras Upanishads, para mostrar
como, paso a paso, la vida fue desarrollándose hacia seres con
cuerpo, activos e inteligentes.
Toda vida tiene su origen en la Inteligencia Cósmica que se
ha convertido tanto en materia como en vida. “Habiendo creado
al mundo de los elementos y la materia, esta Conciencia Cósmi-
ca entró en él y se convirtió tanto en lo manifiesto (el mundo ob-
jetivo) como en lo no manifiesto (su realidad subjetiva)”.78 Se en-
contraba latente en la materia “como el aceite en el sésamo o la
mantequilla en la crema”. Aquello que se encontraba latente se
fue haciendo manifiesto a través de una incalculable variedad de
formas encarnadas, grandes y pequeñas, y también residía den-
tro de ellas como una microscópica parte del Ser Supremo (Bha-
gavad Gita, XV-7). Ella se convirtió en “el regulador de los atri-
butos energéticos tanto en la materia como en la vida” del cuer-
po. El Prana o aliento vital también nació del Ser Interior, “tal
como la sombra nace del hombre”. En otras palabras, la con-
ciencia latente en la materia constituye la real “sustancia” de la
que surge la “sombra” o aliento vital, la cual, a su vez, “entra en
el cuerpo a través de la acción de la mente”.79 “Así también
emergieron de ella las fuerzas vitales, la mente y todos los órga-
nos”.80 Como lo resume el Chandogya Upanishad, “Aquel cuya
naturaleza es Conciencia, penetra la mente y asume al Prana co-
mo su envoltura o su cuerpo sutil”.
En pocas palabras, en el centro de cada manifestación de vi-
da se encuentra el Atma o Conciencia “Individual”, o partícula de
la Conciencia Cósmica. Su naturaleza se señala como “Inteligen-
cia de naturaleza autorresplandeciente, comparable al Sol”.81 Al
103
104

ser Inteligencia Pura, no le resulta perceptible a los sentidos más


groseros. Y, sin embargo, es esta misma Inteligencia la que ilu-
mina y activa cada miembro y cada célula del cuerpo, “habiéndo-
se difundido por el cuerpo hasta las mismas puntas de las uñas
de los dedos”.82 Cuando se encuentra confinada en un cuerpo,
se convierte en el “Jivatma” o “alma”, que se describe como
“sustancia energetizada” debido a que recibe energía desde la
mente, la respiración y las percepciones sensoriales sutiles.
Cuando el Jivatma llega a activarse conjuntamente con sus limi-
tados aditamentos de cuerpo, mente y sistema sensorial, se
transforma en un ser encarnado apegado al cuerpo debido a su
amor a la existencia.83 De modo que el principio Atmico en el
centro de cada ser viviente —desde el microbio al hombre— no
es diferente en realidad ni está separado en manera alguna de la
Inteligencia Cósmica, “de la que han surgido la energía, la mate-
ria, el tiempo, el alimento y las simientes de las varias especies
de seres vivientes”.84
¿De dónde provino el poder y la orientación para crear vida
y toda la miríada de formas vivientes? La respuesta reza: “Del
Sankalpa original de Brahman en el punto inicial mismo, el cual,
en cuanto Voluntad Cósmica, conlleva el plan y diseño total de la
Creación”. Todas las manifestaciones de energía y materia, de
vida y de formas vivientes, no son sino un despliegue de ese de-
signio Cósmico que, como veremos más adelante, tiene un obje-
tivo al mismo tiempo de tener una meta.
Esta es, resumidamente, la teoría védica que informa la evo-
lución de la Conciencia Cósmica a través de la materia hacia or-
ganismos conscientes, inteligentes y activos. La Ciencia, al inves-
tigar este mismo fenómeno a nivel del plano físico, nos dice que
la vida emergió de la materia a través de una serie de procesos fi-
sicoquímicos, en los cuales, la luz, los rayos cósmicos, el metano,
el amoníaco, el vapor de agua, el hidrógeno, etc., al actuar con-
juntamente, llegaron a producir aminoácidos, proteínas y otros
“bloques de construcción” esenciales para los organismos vivien-
tes. Como lo expresa Bronowski (“Ascent of Man”), “un ascenso
de energía material en el surgimiento creador de la Naturaleza”.
Una vez que se enfriara la Tierra y se formaran los océanos,
la vida emergió primero como algas, pastos verdes, arbustos y
plantas que podían proveer tanto de oxígeno como de alimento
104
105

a los organismos móviles que habían de seguir. Esta declaración


de la Ciencia coincide con la visión védica: “De la tierra brotó ve-
getación, de la vegetación brotó alimento, del alimento brotó el
ser viviente”. La Ciencia nos dice, además, que una de las molé-
culas formadas en el mencionado proceso físicoquímico llegó a
desarrollar, ya sea por azar o por accidente, la propiedad de au-
toduplicación. A través de un proceso sostenido, esto desembocó
en la aparición de organismos microscópicos, similares a las bac-
terias, llamados amebas que eran capaces de reproducción, de
metabolismo y de actividades de regulación adaptadora. Por un
período de 3 a 4 billones de años, esta vida a nivel molecular se
fue desarrollando en organismos multicelulares como gusanos,
peces, anfibios, pájaros y cuadrúpedos que poblaron las aguas,
los aires y la tierra, y estos organismos se fueron multiplicando
en variedades hasta culminar en el homo u hombre.
En esta forma es que la Ciencia ha establecido el puente en-
tre lo inanimado y lo animado, a través de la microbiología que
sondea dentro de la célula hacia la molécula, y la bioquímica que
va del átomo al organismo viviente. En lo que se refiere al orga-
nismo viviente propiamente dicho, la microbiología reconstruye
el origen del cuerpo viviente en lo que se llama las moléculas de
ADN (ácido disoxiribonucleico) dentro de la célula, las que con-
trolan y regulan el desarrollo y crecimiento del cuerpo. Fue la
aparición de la molécula de ADN la que hizo que lo inanimado
comenzara a evolucionar hacia un organismo viviente. Por lo
tanto, para la Ciencia, el ADN representa el secreto para los va-
riados fenómenos de la vida.
El misterio del ADN en acción ha sido develado aún más,
gracias a los grandes avances de la microbiología en las últimas
tres o cuatro décadas, en especial con el descubrimiento de los
“genes” y del “código genético”. Según la genética moderna,
tanto las moléculas como las estructuras que conforman un cuer-
po viviente son idénticas para todos los seres. Aquello que pro-
duce todas las diferencias es el sutil “gen” que, como se ha des-
cubierto, representa “un portador de mensajes”, “mensajes” re-
feridos a los rasgos y funciones de cada molécula, al objetivo y
propósito para los que ha sido destinada. Este mensaje se en-
cuentra “codificado” en los cromosomas del núcleo de cada célu-
la vegetal o animal, portando sus características genéticas. Es es-
105
106

te código o mensaje genético programado en la molécula de


ADN el responsable por las incalculables variedades en la forma-
ción de células, órganos y sistemas del cuerpo viviente, siendo
que las moléculas son idénticas respecto de todo lo demás. Este
código genético es responsable también de las variaciones en los
numerosos géneros de seres vivientes, desde las más minúsculas
bacterias al más grande de los elefantes. El código genético es un
artificio especial para indicarle a cada célula el cómo llevar a ca-
bo, paso a paso, el proceso de la vida. A medida que el organis-
mo crece, las células se van diferenciando al multiplicarse de
acuerdo con su respectivo mensaje del ADN y se van separando
según sus respectivas funciones, transformándose en células del
tejido muscular, del tejido glandular, del tejido óseo, del tejido
nervioso, de la sangre, del cerebro, etc. Todas las moléculas con
códigos genéticos idénticos se reúnen y conforman un miembro
unificado, un órgano o un sistema en el caso de todos los seres
vivientes.
Una descripción similar de la teoría de la evolución de las es-
pecies pondría de relieve, tanto la correspondencia como la
complementariedad entre la Espiritualidad y la Ciencia, con res-
pecto a la fase biológica de la evolución en su conjunto.

b) La Evolución de las Especies


Charles Darwin, a través de su bien conocido estudio de la
cronología de los fósiles, nos ha entregado una amplia visión de
la evolución de las especies. En gran medida, debido justamente
a esta monumental obra suya, sabemos ahora, al menos de ma-
nera general, cómo fueron evolucionando gradualmente los or-
ganismos unicelulares de los primeros tiempos de la vida sobre la
Tierra, hasta llegar a convertirse en estructuras multicelulares de
una sorprendente variedad, diversidad y complejidad creciente.
La medida que Darwin establece para esta evolución de las
especies hacia órdenes continuamente superiores, considera
principalmente el mejoramiento progresivo de sus estructuras fí-
sicas y la creciente inteligencia para operarlas. Ambos rasgos en
conjunto le dieron más y más fortaleza a los organismos y más
habilidad para la actividad física, haciendo que su modo de vida
fuese más seguro y más fácil para cada nueva especie que surgie-
ra en esta evolución. En otras palabras, cada nueva especie que
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surgía se sobreponía a una o más de las limitaciones físicas o psi-


cológicas de la precedente y adquiría, además, habilidades y ta-
lentos para hacer un mejor uso de los órganos existentes o para
desarrollar otros nuevos con los cuales enfrentar los desafíos que
presentaba el medio ambiente. Sólo sobrevivían aquellas espe-
cies que pasaban las pruebas de la Naturaleza, adaptándose a su
ambiente.
Puede decirse que, de manera general, puede haber comen-
zado con el microbio, que aun siendo unicelular podía comer, di-
gerir, recibir impresiones y reaccionar ante ellas y, también, re-
producirse, llevando a cabo de este modo casi las mismas funcio-
nes de las formas complejas de vida que habían de aparecer algu-
nos billones de años más tarde. El próximo cambio importante lo
representa la ameba, cuyos movimientos y absorción de alimento
mostraban algunos signos de “inteligencia, de pensamiento y de
voluntad”. Más adelante, el pequeño organismo desarrolló la ca-
pacidad de secretar materia sólida y construir con ella una con-
cha o caparazón para su abrigo y protección. El siguiente hito
importante lo constituye la aparición de los infusorios: los proto-
zoos unicelulares que exhiben los primeros signos de manos y
patas para ayudarle al organismo a movilizarse y a sujetar su ali-
mento o su presa. Los pólipos, que aparecieran más adelante,
estaban equipados con ojos y oídos rudimentarios y también con-
taban con tentáculos, que los capacitaban para procurarse el ali-
mento y defenderse de sus adversarios.
El desarrollo gradual de los organismos unicelulares hasta los
multicelulares se fue haciendo más marcado con la aparición de
los primeros vertebrados o animales dotados de columna verte-
bral —los peces, anfibios, reptiles, aves y cuadrúpedos— todos
los cuales muestran un desarrollo progresivo del sistema nervioso
y del cerebro. Entre estos vertebrados, el grupo más avanzado
que surgió fue el de los mamíferos (los que alimentaban a sus crías
con leche producida por glándulas mamarias de la madre). El or-
den superior entre los mamíferos comprendía a los “primates”,
los que incluyen a los monos, los simios, los lemures y también al
hombre. Se dice que tanto el simio como el hombre tuvieron ha-
ce mucho tiempo un antepasado común, llamado “el eslabón
perdido”, del que provendrían todos los “antropoides” o monos
similares al hombre. El animal que más se asemeja al hombre es
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el simio, en particular si se considera la estructura de su esquele-


to, su “pulgar opuesto” que le da a su mano la capacidad de asir
cualquier cosa, y la capacidad de comunicarse a través de soni-
dos significativos. Se ha visto que el chimpancé africano utiliza al
menos veinte sonidos diferenciados que se consideran como “el
lenguaje del chimpancé”. Fue así que la larga cadena de especies
que evolucionara progresivamente a lo largo de una variedad de
conformaciones, tamaños y estructuras, a través de mutaciones
genéticas, de reproducción diferencial y selección natural, culmi-
nó con la aparición del hombre, la estructura física y mental más
integrada y organizada de entre todas ellas.
Ahora bien, volviéndonos hacia la Espiritualidad, el Vedanta
también muestra una visión más o menos similar de un orden
graduado de las especies, comenzando por los más ínfimos in-
sectos y gusanos, para ascender evolutivamente por largas series
de órdenes de criaturas progresivamente superiores hasta llegar
a la forma final del ser humano. Como lo expresa el Svetasvara
Upanishad, “Diferenciando cada género en especies y cada es-
pecie en individuos, el Ser Supremo los retira y los trae de nue-
vo a la existencia, dotando a cada ser de características distinti-
vas y conduciéndolos a todos hacia la perfección”. Hablando de
esta evolución, Swami Vivekananda cita a Patanjali y dice: “El
cambio a otra especie se produce respondiendo a la Naturaleza.
Las acciones de una vida (o especie) actúan como los barre-obs-
táculos para el ascenso de la evolución de la Naturaleza, al igual
que el granjero abre las diferentes compuertas para determinar
el curso del agua de riego, la que fluye luego respondiendo a su
Naturaleza”. Explica también: “El más grande de los antiguos
evolucionistas, Patanjali, declara que el verdadero secreto de la
evolución lo representa la manifestación de la perfección que ya
se encuentra en cada ser; que esta perfección ha sido obstruida
y que la marea infinita tras ella está pugnando por expresarse...
En el animal había sido reprimido el hombre; sin embargo, en
cuanto se abrieron las compuertas, se manifestó pujante el hom-
bre”.85 “De este modo, la diferencia vital entre ambas teorías re-
side en que mientras el darwinismo ve la evolución como un de-
sarrollo progresivo de los componentes físicos y mentales del
animal, la teoría espiritual ve en ella la tendencia hacia la perfec-
ción, a través de un despliegue gradual de la Inteligencia Cósmi-
108
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ca en todos los seres.


De manera coherente con esta tesis, la teoría védica se preo-
cupa primariamente de lo que podría llamarse el principio psíqui-
co o Jivatma (alma individual); la evolución de la forma física y sus
capacidades se considera tan sólo en cuanto provisión de un vehí-
culo apropiado para que el Jivatma pueda avanzar en su jornada
ascendente. Concordantemente, esta antigua visión de la evolu-
ción sostiene que son al menos ochenta y cuatro decenas de mi-
les de “yanees” o formas de organismos a través de los cuales pa-
sa la vida y la conciencia de sí, a lo largo de esta larga cadena
evolutiva. La escala de medida para este ascenso del Jivatma o
principio psíquico que aplica la Espiritualidad, se basa en los Tri-
gunas (Satwa, Rajas y Thamas), los tres atributos energéticos bási-
cos de que se hablara antes. Los primeros de todos los organis-
mos, los gusanos e insectos, están sumidos en Thamas o en la ig-
norancia, la pereza y la pesadez. En el orden de los que les siguie-
ron, se produce una gradual disminución de Thamas y un aumen-
to proporcional del influjo de Rajas que hace progresivamente
más conscientes y dinámicas a las especies, que se muestran más
alertas y activas. Cuando Thamas domina por sobre Rajas, el di-
namismo en el animal se expresa como egoísmo y orgullo, ira y
odio, celos y crueldad, dominación y violencia. Este grupo com-
prensivo de rasgos animalísticos se resume en la antigua termino-
logía como “cazar en pos del alimento, dormir gran parte del
tiempo, vivir en constante temor frente a los peligros y ataques y,
finalmente, amar para la procreación”. Estos rasgos se conside-
ran más como derivados del instinto o el impulso que de una ac-
ción o conducta pensadas. En el siguiente orden superior de or-
ganismos, Satwa introduce un proceso creciente de “humaniza-
ción” del animal, que comienza a manifestar cualidades como la
conciencia de sí mismo y la introspección, el pensar y el razonar,
el desinterés y el altruismo, la autodisciplina y el automejoramien-
to, el amor y el sacrificio, la paz y la armonía.
Bajo cada una de estas amplias categorías aparecen inconta-
bles especies que muestran una permutación y una combinación
de diferentes grados de estos tres gunas, determinando la natura-
leza interior del Jivatma interno y también la configuración, ta-
maño, color y otras características de su equipamiento físico. En
cierto sentido, esta correspondencia entre “la forma exterior y el
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carácter interno” puede explicarse en biología por medio del


principio genético del apareamiento de las características físicas
y de los rasgos mentales de los ADN Y PAA (Potencial de
Aceptación del ADN) que hacen al ser o entidad total. Por ende,
esta evolución del Jivatma se compara correctamente en las Upa-
nishads con una corriente que comienza en un hilo de agua y
que, pasando por montes y valles, planicies y llanuras, va acumu-
lando cada vez más caudal y fuerza hasta convertirse en un río
ancho y profundo que sigue su curso para llegar a lo que consti-
tuye tanto su destino como su fuente: en este caso el Océano de
la Conciencia Cósmica.
En resumen, la teoría védica no contradice a la teoría cientí-
fica de la evolución de las especies. Por el contrario la comple-
menta, y ambas parecen ir de la mano al explicar la Ciencia los
desarrollos físicos y psicológicos de las especies y al enfatizar la
teoría védica el trayecto ascendente del Jivatma interior. De mo-
do que, en su conjunto, hacen que la leyenda de la evolución de
los seres vivientes cobre sentido y propósito, al mostrar la forma
en que la Conciencia Cósmica, aparentemente, se encuentra es-
condida en la materia inerte, se muestra despierta en los vegeta-
les, se manifesta como conciencia y actividad en el animal y, fi-
nalmente, llega a percibirse como la conciencia de sí mismo, la
inteligencia y la racionalidad en el hombre. Es así que la evolu-
ción llega a su culminación con el advenimiento del hombre,
quien se encuentra plenamente facultado para desentrañar el
misterio de todo el Universo, incluyendo el de su propia apari-
ción y participación en este magno y grandioso suceso llamado
Creación.

4. UNA NUEVA VISION DE LA EVOLUCION


Hoy día los científicos se están gradualmente dando cuenta
de las limitaciones de la visión “reduccionista” de la evolución y
están admitiendo que los fenómenos de la vida biológica, inclu-
yendo la conducta humana, no pueden ser explicados únicamen-
te en términos de química y física. El nuevo giro que se le está
dando a esta teoría, la está aproximando, en más de un aspecto,
a la teoría espiritual. Procederemos a echar un breve vistazo a
esta tendencia de la Ciencia moderna, tanto con respecto al sur-
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gimiento de la vida, como a la evolución de las especies.


4.1. El surgimiento de la vida
Como lo viéramos, de acuerdo con la óptica reduccionista, la
vida emergió en la materia cuando una de sus moléculas, ya sea
por azar o por accidente, desarrolló la propiedad de autoduplica-
ción. La nueva visión que va ganando terreno ahora, es que la
emergencia de sistemas vivientes a partir de sustancias molecula-
res no representa una ocurrencia al azar ni se debe a un acciden-
te, ni es tampoco por entero un producto de factores físico-quí-
micos. La vida llegó a manifestarse en cuerpos materiales gracias
a la acción de algún principio inteligente en la realidad física, que
se manifiesta como vida consciente. El convertir tan sólo al ciego
azar o a meras fuerzas físicas en la única causa para el surgi-
miento y la evolución de la vida, es reducir este grandioso hecho,
a un producto de fuerzas erráticas y excéntricas. Si estas fuerzas
creadoras fueran ciegas y carecieran de propósito, ¿cómo podría-
mos explicar el progresivo desarrollo sensorial de los procesos de
la vida o el dinamismo que llevara a las progresivas transforma-
ciones de los patrones de los organismos, desde la microscópica
ameba elemental hasta el más completo ser humano? ¿Si el
hombre mismo fuese considerado un producto del azar y de las
mutaciones en la Naturaleza, cómo podríamos estar seguros de
que es el arquitecto de su propia suerte y destino?
El punto fundamental de esta nueva visión que se expande rá-
pidamente es, como lo admite el biólogo Sydney Brenner: “Puede
que sea erróneo el creer que toda la lógica referente al origen de
la vida se base en el nivel molecular. Puede que se requiera que va-
yamos más atrás del mecanismo de relojería”.86 El Prof. Shapely
va más allá y dice: “En este mundo físico, toda evolución es orde-
nada. Los términos ‘azar’, ‘accidente’, ‘impredecible’, etc., consti-
tuyen expresiones convenientes para ocultar nuestra ignorancia
tras de ellas”.87 Es así que en el caso de los factores físicoquímicos
—núcleos y ácidos— el surgimiento de la vida no puede ser expli-
cado por ningún principio más integral que la vida misma. El efec-
to no puede ser superior o de un orden más alto que la causa. Es-
tos factores visibles no explican sino los componentes físicos y quí-
micos de las encarnaciones que requiere el sutil principio de la vida
para ser consciente y activo en cuanto organismo. La causa del
surgimiento de la vida debe ser más sutil e igualmente más dinámi-
ca y más consciente que el organismo viviente mismo. Al exponer
111
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este punto de vista, el biólogo Pattee dice: “Si fueron sólo factores
físicos y químicos los que llevaron al surgimiento de la vida, la
Ciencia debería ser capaz de explicar porqué solamente algunas
moléculas fueron transformadas en moléculas portadoras de men-
sajes para formar organismos y para funcionar de manera extraor-
dinaria”. Sostiene que: “Cuando moléculas inertes se elevan al ni-
vel de moléculas vivientes, se ha de producir algún tipo de integra-
ción superior que no puede ser explicado totalmente en términos
de procesos físicos y químicos”. También indica: “Ningún biólogo
ha sido capaz de explicar, hasta ahora, el porqué algunas partícu-
las dejaron de funcionar como materia y ascendieron al nivel de
sistemas vivientes organizados”.88
Esta tesis de los biólogos se ve reforzada por físicos y psicólo-
gos que nos dicen que la conciencia se encontraba desde siempre
en la materia, aunque en forma rudimentaria. Físicos como Schro-
dinger señalan que, si vemos la materia en la forma en que lo hace
la física moderna, es decir como algo parecido a un conglomerado
de minúsculos haces giratorios de energía afines al pensamiento,
se ve disminuida la dificultad de comprender el surgimiento de la
vida. “Porque, si consideramos también al pensamiento como un
tipo de energía, el problema se ve reducido a la interacción de afi-
nes con afines. Ello también nos da la seguridad de que es razona-
ble avanzar aún más y sostener que la materia, en este moderno
sentido ‘inmaterial’, está colmada de inteligencia”.89
De hecho, esta tesis de la conciencia en la materia fue com-
probada por otro físico eminente, el doctor Jagadish Chandra
Bose, hace ya casi siete décadas. Como lo expresa él mismo
acerca de sus descubrimientos, “se sorprendió de encontrarse
con demarcaciones limítrofes que se desvanecían y con puntos
de contacto que emergían entre los ámbitos de lo viviente y lo no
viviente. Se encontró con que la materia inorgánica nada tenía
de inerte; una reacción común parecía reunir al metal, la planta
y el animal bajo una ley general. Todos ellos exhibían, en esen-
cia, los mismos fenómenos de fatiga y de depresión, junto con
posibilidades de recuperación y de exaltación, aunque también
podían mostrar aquella falta permanente de respuesta que se
asocia con la muerte”.90
Uno de los vacíos desde el punto de vista biológico respecto
de la vida, que señalan principalmente los psicólogos, es el he-
112
113

cho de que no explica de manera satisfactoria el fenómeno de la


muerte: el porqué, por ejemplo, el cuerpo viviente se torna en
cuerpo muerto en fracciones de segundo, incluso aunque las cé-
lulas del mismo, con todos sus ingredientes físicos y químicos, si-
gan intactas. El punto de vista védico, por su parte, como ya lo
viéramos, es que la vida es una manifestación o entrada del Jivat-
ma (alma individual), con todos sus limitados agregados del alien-
to de vida, la mente, la percepción sensorial, etc., en forma de
simiente, al “huevo fertilizado” dentro del útero, en tanto que la
muerte, es la salida del Jivatma en la misma forma, para entrar a
continuación a otro cuerpo que le espera en otra parte, para su
evolución ulterior. Este fenómeno de la muerte que es discutido
en varias Upanishads91, se encuentra explicado muy vívidamente
en los Brahma Sutras, en donde se dice que se produce cuando
los principios relativamente más groseros, comenzando por el
lenguaje y terminando por el aliento vital, se funden en la mente,
la cual, a su vez, se funde con el Jivatma sutil el que, llevándolos
a todos en forma de simiente, abandona el cuerpo.92 La psicolo-
gía moderna que ha sondeado profundamente en los fenómenos
de la muerte y de la reencarnación del Jivatma en otro cuerpo,
nos dice que la inteligencia de éste sobrevive a la muerte, aunque
no sea sino por unos instantes, cuando “el Alma que se va” reci-
be algunas impresiones de ver y de oír lo que sucede en torno
del cuerpo inerte que acaba de abandonar. Es por ello que, cuan-
do se produce la muerte, la Espiritualidad señala que “uno ha en-
tregado el cuerpo” y no que “uno ha entregado el Alma o el es-
píritu”, como reza la expresión occidental.
El doctor Raja Ramanna, Presidente de la Comisión de Ener-
gía Atómica, ha presentado un minucioso análisis de este enig-
mático proceso en la evolución (en su libro “Física de la Vida y la
Muerte”), es decir, de la emergencia de la vida y la conciencia en
biomoléculas. Según él, tanto la bioquímica como la microbiolo-
gía y la genética, “que comienzan con ciertos supuestos en cuan-
to a las propiedades de las biomoléculas, guardan, no obstante,
silencio respecto de sus misteriosas propiedades de autogenera-
ción y protección”, pese a los grandes avances realizados por es-
tas disciplinas en sus respectivas ramas del conocimiento. Des-
pués de exponer con amplitud algunos “aspectos más fundamen-
tales de la física que han llegado a ser atingentes al problema en
“época reciente”, el doctor Ramanna arriba a la conclusión de
113
114

que “aunque en modo alguno nos encontramos cerca de las res-


puestas últimas, podemos decir, con cierta confianza, que parece
no haber una contradicción entre las leyes de la física (por ejem-
plo, la Segunda Ley de la Termodinámica, la Ley de la Conser-
vación de la Energía, la Ley del Cuadrado Inverso, etc.) y la con-
ducta en general de las moléculas que manifiestan vida”. Explica,
además: “Casi todos los procesos biológicos se deben a reaccio-
nes químicas y dependen de la naturaleza del nexo químico. Es
este nexo el que es finalmente responsable de mantener unifica-
dos a átomos y moléculas, y de integrarlos para que puedan lle-
gar a ser grandes sistemas, poseedores de la propiedad de una
conducta autocatalítica”.
Después de clarificar lo que concierne al valor de los factores
físicoquímicos para los procesos vitales en los organismos, como
también para el avance espontáneo desde un orden inferior a uno
superior de estos últimos en su conducta evolutiva, el doctor Ra-
manna plantea el siguiente interrogante fundamental: “¿Existirá
una teoría física de la conciencia?” Admite “que es éste un fenó-
meno difícil de explicar únicamente en base al comportamiento
molecular, como también lo es el definir la conciencia en claros
términos físicos”, por lo que prefiere hacer algunas “declaraciones
generales” que son grandemente significativas. En resumen, decla-
ra que: “Si los procesos de la vida se debieran a moléculas que po-
seen propiedades autocatalíticas, vale decir que son capaces de
protegerse y de ayudarse a sí mismas, entonces la conducta social
de los animales inferiores (como las hormigas y las abejas) podría
atribuirse también a la actividad molecular. Una de las pautas de
conducta más notables entre los animales superiores, es la de los
‘lemings’. Cuando la población de estos animalitos sobrepasa un
cierto número, una gran cantidad de ellos decide suicidarse en in-
terés de la comunidad, y se lanzan al mar... Esto habría de ser
considerado como un nivel más elevado de conciencia molecular”.
En este punto y al evaluar esta visión científica del fenómeno
de la vida basada en la existencia de procesos como los de la in-
teracción molecular, la probabilidad, la fluctuación y la conducta
autocatalítica, el doctor Ramanna dice: “Todos estos procesos
tienen una descripción matemática y física y pueden ser emplea-
dos de alguna manera como parámetros, mas quedan sin res-
puesta las implicaciones correspondientes. En lo que respecta a
la interacción molecular, ¿quién creó la Ley del Cuadrado Inver-
114
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so y mediante qué proceso y con qué propósito? En la probabili-


dad y la fluctuación, tenemos la percepción de no ser jamás ca-
paces de saber qué va a suceder o cuándo. ¿Quién decide, en úl-
timo término, el resultado? En cuanto al comportamiento biomo-
lecular, ¿por qué se protege en la forma en que lo hace? y ¿será
ésta la única solución posible? ¿Habrá una unidad en todo esto o
hay algo que se haya producido por azar?” Por último agrega, a
guisa de respuesta para estos interrogantes: “¿Son nuestro cere-
bro y nuestras percepciones lo suficientemente amplios como
para entenderlo todo sobre nosotros mismos, en particular en el
contexto de la unidad general de todos los fenómenos? Esta es la
misma pregunta que ha preocupado las mentes de muchos filó-
sofos de la India. ¿No sería ya tiempo de que entendiéramos los
Vedas, las Upanishads y otras escrituras, a la luz de los desarro-
llos modernos de la Ciencia?”93
Es difícil que se presente otro caso más convincente y más
decidido como para que se unan Espiritualidad y Ciencia para
desentrañar todo el misterio del Hombre y su Universo.

4.2. La evolución de las especies


También en lo que respecta a la evolución de las especies los
biólogos han comenzado a dudar de algunos de los supuestos bá-
sicos de la teoría darwiniana, en especial el que se haya produci-
do debido a ocurrencias caprichosas surgidas al azar o a mutacio-
nes que se hayan estabilizado posteriormente y que se deban a la
selección natural. De acuerdo con ellos, mientras el marco con-
ceptual de la biología se confine a las fuerzas físicas de la teoría
molecular, no será mucha la clarificación que pueda esperarse
para este problema. En general, han adoptado el punto de vista
que expresara sucintamente el biólogo Paul Weiss: “No hay fe-
nómeno alguno en un sistema viviente que no sea molecular, no
obstante tampoco hay ninguno que sea exclusivamente molecu-
lar”.94 Como lo expresa el biólogo Ludwig von Bertalanffy: “La
reducción última de los fenómenos de la vida a las propiedades
moleculares del ADN y sustancias afines, como lo propugnan los
informes de la biología molecular, se muestran menos convincen-
tes. Los conceptos y los modelos de la física y la química no tra-
tan el aspecto organísmico que he mencionado (es decir, orden
jerárquico, diferenciación, interacción de innumerables procesos,
conducta dirigida hacia una meta y criterios relacionados). Pare-
115
116

cen marginar sólo lo que viene a ser específico para las cosas vi-
vientes y los procesos vitales”.95 Sin lugar a dudas, el inteligente
funcionamiento de las moléculas es debido al contenido del men-
saje del ADN en el código genético, el cual es responsable por
las variaciones tanto de las características físicas como de las psi-
cológicas de cada ser viviente. Cada gen se ha hecho teniendo
en cuenta un objetivo inteligente, calculado e intencionalmente
diseñado. La cantidad de información que lleva, aumenta mani-
fiestamente al progresar la evolución. Y, por otra parte, además,
la correspondencia entre el ADN y el PAA para producir una
adecuación precisa entre cuerpo y mente en cada orden de las
especies en evolución, haciendo que cada uno de sus miembros
sea tanto física como psicológicamente completo en su respecti-
vo grupo, muestra el operar inteligente de algún principio no físi-
co para producir este equilibrio en cada animal.
También los psicólogos están expresando el criterio de que
ha de deberse a una dirección y guía inteligentes el que cada una
de los cientos de billones de células en cada ser humano funcione
en una cooperación plena con todas las demás en pro de todo el
organismo. En las palabras de Charles Sherrington: “Es como si
un principio muy íntimo inspirara a cada célula con el conoci-
miento de un plan”. Similarmente, el doctor Sandweiss hace no-
tar que los intrincados procesos de sólo dos células: óvulo y es-
permatozoide, que se encuentran en un útero y se van desarro-
llando gradualmente para constituir un organismo fascinante de
billones de células que se diversifican en células musculares, ner-
viosas, óseas, etc., y que desembocan finalmente en el “milagro”
de completar a un ser humano, sólo podrían producirse bajo las
órdenes “de un director aún desconocido”.96
Es así que las nuevas tendencias del pensamiento sobre la
evolución implican una continuación del mismo principio básico
que está ganando terreno con respecto al surgimiento de la vida
en las moléculas, vale decir, el que debe de haber algún principio
inteligente operando en toda la evolución. Se está llegando a
considerar que si las características físicas y psicológicas fueran
los únicos determinantes de la evolución, todos los simios del
mundo se habrían convertido en hombres en la actualidad. Los
seres más desarrollados evolucionaron gracias a algún principio
consciente que actuaba hacia una meta establecida, a través de la
persistencia de la necesidad física, de mejores estructuras anató-
116
117

micas, de mejores rasgos hereditarios y características mentales


adecuadas, tanto para las condiciones existentes como para una
más elevada evolución del organismo. Incluso la teoría de la “se-
lección natural” de Darwin implica alguna dirección inteligente
que fuera impulsando desde atrás para lograr un mejoramiento y
una evolución constantes del organismo hacia el próximo orden
ascendente de la especie. Esta concepción de una evolución
“programada” desde un comienzo, está muy bien resumida por
el biólogo J.A. Thomson: “La evidencia, en general, se inclina
fuertemente en favor de una concepción de la continuidad de los
procesos que van desde la nebulosa hasta la formación de la Tie-
rra y desde la Tierra enfriada hacia el despertar de la vida, en el
supuesto, no obstante, de que la mente constituye la trama para
el tejido de la materia, dado que la mente estaba en el principio y
que la mente es la luz de los hombres”.97
Otra dimensión más de esta evolución en donde la Ciencia
se está volviendo hacia el enfoque espiritual, la constituye la na-
turaleza de la mente. Darwin consideraba a la mente como pro-
ducto de la forma evolutiva de las especies, según se evidenciaba
por el tipo de cerebro. El punto de vista védico, sin embargo, es
que la mente es de una naturaleza similar a un conjunto de im-
presiones, experiencias y tendencias inherentes que el Jivatma
trae consigo desde su vida precedente y que, por ende, constitu-
ye un antecedente para el cuerpo que habita. Es esta mente la
que funciona a través del cerebro, influyendo sobre las acciones,
la naturaleza y la conducta del organismo. De hecho, según la
Espiritualidad, incluso esta mente que es más sutil que el cerebro,
es en sí un principio denso iluminado por la Conciencia Cósmi-
ca. Como lo dijera hace ya mucho tiempo Patanjali: “La mente
no es luminosa de por sí, ya que es un objeto denso visible”. Ex-
plicando este aforismo, Swami Vivekananda dice que “se refiere
al poder del Purusha —Ser Supremo— que ilumina a todos los
fenómenos del Universo, incluyendo la mente”.98
La psicología moderna también está aceptando que la mente
no es por completo idéntica con el cerebro físico a través del
cual funciona. Vimos anteriormente que los psicólogos han des-
cubierto que la mente persiste incluso después de la muerte del
individuo, aunque no sea sino por unos momentos. Después de
señalar que el cerebro humano contiene aproximadamente un
número de cien mil millones de células y, por lo tanto, unos mil
117
118

trillones de macrocélulas, el eminente biólogo Paul Weiss pre-


gunta: “¿Podrían creer realmente que una tan astronómica cifra
de elementos, barajada desordenadamente, como lo hemos de-
mostrado en nuestros estudios de las células, podría en alguna
forma garantizar el sentido de identidad y de continuidad en la vi-
da, sin que esta continuidad sea asegurada por un principio de
integración supraordenado?”99 Al describir a la mente como un
principio único en su género, dice el físico doctor Erwin Schdro-
dinger: “Si la analizan en detalle, pienso que encontrarán que es
algo más que una colección de experiencias y de recuerdos, algo
así como una tela sobre la que están grabados. Y, en una intros-
pección más profunda, descubrirán que aquello que realmente
quieren significar con ‘yo’, es ese material de base, la tela en que
todo ello se encuentra reunido. Concedo que con esto estoy ha-
blando en términos de Religión y no de Ciencia; sin embargo, se
trata de una Religión que no se opone a la Ciencia, sino que está
sustentada por lo que una desinteresada investigación científica
ha traído hasta el primer plano”.100
En resumen, la tendencia moderna del pensamiento científi-
co referente a la evolución se inclina más y más hacia la sabidu-
ría védica, de acuerdo con la cual la Conciencia Cósmica ha esta-
do diseñando y guiando el curso de la evolución desde sus mis-
mos comienzos. Muchos de estos científicos y psicólogos echan
mano, como lo hemos visto, a términos como “la realidad subya-
cente”, “material de base”, “suprainteligencia”, “principio de in-
tegración supraordenado” y otros. Hay otros, sin embargo, co-
mo Roger Jones, Fritjof Capra, Samuel Sandweiss, Carl G.
Jung, Cecil A Poole, Moshe Kroy y E. Lester Smith, que se refie-
ren a ella directamente como Conciencia o Conciencia Cósmica.
También Darwin admitió “la extrema dificultad o, más bien, la
imposibilidad de concebir este Universo único y maravilloso, in-
cluyendo al hombre con su capacidad de mirar muy lejos hacia
adelante y adentrarse en el futuro, como mero resultado del cie-
go azar o de la necesidad. Cuando reflexiono al respecto, me
siento impelido a buscar una Causa Primera dotada de una men-
te inteligente, análoga en algún grado a la del hombre”.101 Esta
visión de la Causa Primera que Darwin tuvo hacia el fin del largo
camino de su estudio de la evolución de las especies, representa
el punto de partida de la Espiritualidad. Y es hacia esta visión
que están siendo atraídos, hoy en día, cada vez más los científi-
118
119

cos de distintas disciplinas.

119
119

V
A
UANTIC
ORIA Q
E
LA T

“Nuestro Universo es un asunto tristemente pequeño,


a menos que le presente a cada Era algo que investigar.
La Naturaleza no revela sus misterios de una vez por todas”.
Séneca (Siglo I d.C.)

1. LA VISION CLASICA
El mundo de la materia, en la concepción física clásica, esta-
ba hecho de partículas dotadas de valores tan constantes como
masa, volumen y peso y, además, eran fijos y definidos los princi-
pios que gobernaban las relaciones entre ellas: su posición,
atracción mutua, repulsión, etc.. Este enfoque le ayudó a la Cien-
cia a realizar tremendos avances en el descubrimiento de una se-
rie de hechos universales e inmutables, de principios y de leyes
pertenecientes a los fenómenos naturales observables. Los princi-
pales de entre ellos, denominados “constantes de la Naturaleza”,
constituyeron los fundamentos de la física clásica. Por ejemplo, el
principio de la conservación de la materia, postulaba que la mate-
ria era indestructible; la cantidad de materia, consistente por ente-
ro de átomos, permanecería constante a través de todas las modi-
ficaciones a que se la sometiera; incluso el número de átomos se-
guiría siendo el mismo. De manera similar, el principio de conser-
vación de la energía postulaba que el total de energía de un siste-
ma aislado se mantendría siempre constante puesto que la ener-
gía no puede ser creada ni destruida. La Ley de Causación postu-
laba que la Naturaleza consistía en una secuencia de hechos co-
nectados causalmente, en que sucesos materiales previos determi-
nan la ocurrencia de sucesos materiales posteriores. Por sobre to-

119
120

do, la física clásica se apoyaba en una proposición fundamental


de un espacio y un tiempo absolutos, como dos esferas indepen-
dientes en las que existían y se movían cosas y seres.
Desde comienzos de este siglo, sin embargo, estos conceptos
clásicos de constantes se han visto violentamente sacudidos por
principios y teorías científicas modernas que han exigido modifica-
ciones radicales en ellos. Los dos desarrollos principales en la
Ciencia que produjeran este cambio revolucionario, fueron la Teo-
ría de los Quanta, referida principalmente a la física atómica, y la
Teoría de la Relatividad, referida principalmente a las nociones de
Tiempo y Espacio. Estas dos teorías, gracias a la penetrante intui-
ción de ambas, han llevado a la Ciencia más allá de la rígida natu-
raleza causal del plano físico, hacia donde, trascendiendo espacio
y tiempo, se abren nuevos horizontes en expansión de elevada im-
portancia mística. El Principio de Conservación de la Materia se
considera ahora de limitada aplicación. De hecho, este principio,
junto con el de Conservación de la Energía, se han fusionado en
uno sólo gracias a la nueva Teoría de intercambiabilidad y de
transmutabilidad de materia y energía. En el caso de la Ley de
Causalidad, si bien no ha sido refutada, se ha flexibilizado en algu-
nos puntos de importancia la cadena de inmutabilidad y precisión
de la relación causa-efecto. La Ciencia ha ido descubriendo que,
aunque indudablemente existe una correspondencia entre hechos
físicos y los constituyentes de plano físico, los fenómenos no siem-
pre se encuentran dentro de los alcances de los científicos. Como
resultado se considera también que este principio de la causalidad
ha perdido la calidad de ser absolutamente confiable. Por último,
la Teoría de la Relatividad ha reemplazado a los conceptos pura-
mente objetivos de espacio y tiempo absolutos, al introducir el he-
cho de que todas nuestras experiencias tienen inevitablemente una
dimensión subjetiva, que hace que ambos sean “relativos” frente a
la realidad de un continuum de espacio-tiempo.
Brevemente, las dos nuevas teorías de este siglo, tomadas en
conjunto, presentan la proposición de que aquello que observa-
mos como objetos constituidos por partículas, no son cosas ab-
solutamente “reales” que siguen su curso en el espacio y el tiem-
po de acuerdo a algunas rígidas leyes causales, sino que no re-
presentan más que fenómenos superficiales que se manifiestan
sobre una expansión de espacio ilimitado y de tiempo infinito.
120
121

Es evidente que los físicos aparecen divididos tanto respecto


de la finalidad de algunos de los aspectos o conceptos involucra-
dos en ambas teorías, como también respecto de sus implicacio-
nes metafísicas. Pero puede observarse que son cada vez más los
científicos que se muestran como exponentes de las implicacio-
nes metafísicas de las teorías y descubrimientos de la Ciencia
moderna. Tampoco puede negarse el hecho de que, como apun-
ta el doctor Fritjof Capra: “Todo físico contemporáneo acepta-
rá... que la física moderna ha trascendido la visión mecanicista
cartesiana del mundo y nos está conduciendo hacia una concep-
ción holística e intrínsecamente dinámica del Universo”.1
En éste y en el próximo capítulo, centraremos la atención
en aquellos de los conceptos y principios básicos de estas dos teo-
rías que muestren una correspondencia con los postulados espiri-
tuales que expanden la visión que tiene el hombre del mundo de
los objetos y de los seres, y que eleven la visión que tiene del
misterioso Universo del cual también forma parte.
Ya se ha dicho bastante en los capítulos precedentes sobre el
conocimiento científico que contiene la Sabiduría Védica, con re-
ferencia, tanto a la Creación, como a los objetos y seres dentro
de ella como importantes componentes suyos. Volviendo a la fí-
sica propiamente dicha, tanto el alcance como la profundidad del
conocimiento védico encuentra su mejor ilustración, aunque muy
resumida, en el ensayo “La Metafísica de la Física” del gran eru-
dito y matemático indio Swami P. Saraswati. En él explica la im-
portancia de las palabras “tapas” y “ratri” que figuran destacada-
mente en el Himno Cosmogónico. Tapas proveía una fórmula
creativa fundamental por la cual el Absoluto (la Conciencia Cós-
mica), emerge hacia el ámbito de las medidas, las variaciones, los
límites, lo enmarcado y las relaciones. Y este “descendimiento”
(de la Inteligencia Cósmica) dice Swami Saraswati, sigue un or-
den lógico que parece prestarse, dentro de un marco de condi-
ciones y de especificaciones, al análisis matemático. Ratri, por su
parte, representa al Principio de los Límites. De este modo, los
términos védicos de Ritancha, Satyancha (Orden y Realidad Cós-
mica) representan el Llegar a Ser (Chalana-Kalana) y el Ser (Var-
tana-Kalana), en un nivel o etapa en donde los límites, condicio-
nes o convenciones no surgen ni son aplicables. “El primero
muestra los cómo y los de este modo incondicionados e irrestric-
121
122

tos del proceso cósmico; el segundo, los qué y los aquello de la


existencia. Tapas negocia, en su rol de variación crítica especial-
mente, entre lo que es incondicionado e irrestricto “ab initio” y
lo que aparece como distinto, por ejemplo, en nuestro propio
Universo de apreciación lógico-matemática.2 Podemos decir, en
general, que el primero habla de la relación con el misterio del
mundo de la materia y el segundo, con el misterio de la Realidad
más allá del espacio, del tiempo y de la causación, los que repre-
sentan el núcleo central, respectivamente, de la Teoría Quántica
y de la Teoría de la Relatividad.
Podemos dar comienzo a nuestro estudio comparativo de la
Física y la Espiritualidad, con la Teoría Quántica.

2. LA TEORIA QUANTICA
Desde el punto de vista clásico, la materia estaba compuesta
por partículas indivisibles e indestructibles, cada una de las cuales
tenía una masa, un volumen y un peso constantes y ocupaba un
punto definido en el espacio en cada instante del tiempo. Todos los
sistemas físicos —estrellas y planetas, piedras y árboles, animales y
seres humanos— eran construcciones más o menos complicadas
de estas partículas materiales indivisibles que tenían una continui-
dad en el espacio y el tiempo y que ejercían influencias mutuas, de
acuerdo a leyes estrictamente definidas. De este modo, todo el
mundo, según la Ciencia clásica, era una estructura de átomos y de
luz: los primeros consistían en partículas y la segunda, en ondas.
Esta teoría de que la materia no tenía sino átomos como sus
bloques constitutivos, fue violentamente conmocionada a fines del
siglo pasado, cuando Michael Farraday descubrió que el átomo
está constituido por partículas eléctricas. Ernest Rutherford, si-
guiendo este descubrimiento, encontró que el átomo estaba con-
formado por moléculas y electrones que giraban a su alrededor.
El descubrimiento de los Rayos X y el fenómeno de la radioactivi-
dad en esos tiempos, proveyó de nuevos instrumentos y técnicas
para sondear más profundamente que nunca anteriormente, en
los misterios de la materia. En 1900, Max Planck expuso su sor-
prendente teoría de que existe una discontinuidad fundamental e
irrevocable en el intercambio de energía entre un sistema elemen-
tal (átomo o molécula) y la radiación de luz y calor. Describió la
122
123

descarga de radiación de la materia como produciéndose “no en


una corriente... sino más bien como el disparo de proyectiles des-
de una ametralladora”. Estos trocitos, partículas o “paquetes de
energía” fueron llamados “Quanta”, lo que explica el nombre de
esta nueva teoría que descifraba el misterio del átomo.
En 1911, Rutherford presentó su modelo del átomo, el que
revelaba que éste, en vez de ser compacto e indivisible, consistía
en vastas “regiones” de espacio dentro de pequeñas partículas.
Este espacio dentro del átomo era tan inmenso en comparación
con la masa de sus partículas, la cual se concentraba en el nú-
cleo, que los electrones que orbitaban al núcleo, según él, “pare-
cían como unas pocas moscas en una gran catedral”.3 En 1913,
Niels Bohr apareció con su “modelo de órbitas específicas” que
reforzó aún más esta teoría.
En 1924, Louis de Broglie expuso su teoría explicando las
interacciones entre materia y radiación, postulando que los elec-
trones no eran partículas sino sistemas de ondas y de partículas-
ondas. Esto inició la revolución hacia el “des-materializar” a la
materia, adscribiéndole rasgos del tipo ondas a sus constituyentes
elementales. Pronto se descubrió que todas las partículas elemen-
tales podían ser interpretadas como ondas o bien como partícu-
las corpusculares. Dos años más tarde, Erwin Schrodinger refor-
zó esta teoría del “dualismo” inherente a la partícula, dándole
una forma matemática. Fue seguido pronto por Niels Bohr
quien, esta vez, adelantó su Teoría de la Complementariedad, se-
gún la cual cualquier hecho físico podía ser interpretado dentro
de dos marcos de referencia diferentes, mutuamente excluyentes
y, sin embargo, también complementarios, en el sentido de que
ambos son necesarios para lograr el cuadro verdadero. Sólo a
través de su yuxtaposición podía llegar a entenderse plenamente
el fenómeno. Fue así que, a nivel microscópico, el familiar cua-
dro del mundo objetivo de materia densa, que existía en el espa-
cio y se movía en el tiempo, comenzó a desvanecerse rápida-
mente, casi hasta la no existencia.
Por último, Werner Heisenberg, con su famoso “Principio de
la Incertidumbre” (discutido por él con un grupo de físicos que se
reunieron en Copenhague en 1927), le dio prácticamente su for-
ma final a esta teoría, al declarar la imposibilidad de determinar,
simultáneamente, tanto la posición como la velocidad de la partí-
123
124

cula subatómica; mientras mayor fuera la precisión con que se


determinara una, mayor la incertidumbre respecto de la otra. Pe-
se a que esta “Interpretación de Copenhague de la Teoría de los
Quanta” fuera contestada con firmeza por Einstein, en una posi-
ción resumida perfectamente en su frase: “Dios no juega a los
dados con el Universo”, él, al igual que todos los físicos, hubo de
reconocer sus ventajas para explicar los fenómenos
subatómicos.4 Esta situación de “incertidumbre” respecto de la
materia, encuentra su contraparte también en el caso de la luz,
respecto de la cual, en 1905, Einstein descubriera y demostrara
que está conformada por minúsculas partículas (que se denomi-
nan Fotones). Sin embargo, ni él ni ningún otro físico pudieron
probar que no se compusiera de ondas.5
El Principio de la Incertidumbre de Heisenberg vino a refor-
zar la Teoría de la Complementariedad de Niels Bohr, al conde-
nar al trasfondo la fe de los físicos clásicos en los cálculos y medi-
ciones exactas de los fenómenos referentes a las partículas del
nivel subatómico. Esta teoría se desarrolló posteriormente en la
Mecánica Quántica. Como se señalara, el término “quanta” de-
signa a la cantidad de energía que viene en “porciones” o “pa-
quetes”, en tanto que “mecánica” implica el fenómeno del movi-
miento. De modo que la Mecánica Quántica estudia el comporta-
miento de los “paquetes de energía” en la materia, a nivel suba-
tómico.
Los principales hechos que surgen de la Teoría de los Quan-
ta como pertinentes a nuestro estudio comparativo de Espirituali-
dad y Ciencia, pueden ser enumerados brevemente:
a) El bloque de construcción de la materia, vale decir el átomo,
se ilustra ahora como consistente en electrones con un núcleo
central que contiene casi toda su masa. Por ende, el átomo
consiste en gran medida de espacio o “vacío”.
b) La visión subatómica se muestra tanto como un fenómeno de
tipo partícula como uno de tipo onda, según factores que son
de Naturaleza subjetiva en mayor o menor grado. Al igual que
la materia, también la luz muestra una similar Naturaleza de
partícula o de onda.
c) Esta aparente contradicción entre la imagen de partícula y la
de onda arrasó con la antigua visión mecanicista del mundo,
desde el momento en que, a nivel subatómico, la materia co-
124
125

mo tal parece no existir; lo que se observa aquí no son sino


“modelos de potencial”, “tendencias a existir” y “tendencias a
ocurrir”. En la Teoría de los Quanta estas tendencias se deno-
minan “probabilidades” de lo que podrían ser partículas u on-
das al mismo tiempo.
d) Este principio de la probabilidad y de la incertidumbre ha he-
cho evidente que la Ciencia no puede llegar sino hasta un
cierto punto en su estudio objetivo y en sus cálculos y medi-
ciones de los fenómenos de la Naturaleza.
e) El mundo que la física moderna nos muestra hoy, ha sido
comparado, con toda razón, a la imagen que aparece sobre
una pantalla de televisión en colores; vista a la distancia, la
imagen es continua, mas examinada de cerca, se diluye en un
conglomerado de puntos que fluyen constantemente sobre un
trasfondo incoloro, estable e invariable.
f) Por sobre todo, el ámbito subatómico descubierto por la Teo-
ría de los Quanta ha cambiado profundamente los conceptos
de espacio y tiempo, de materia y objetividad, de causa y efec-
to, etc., lo cual está teniendo una influencia de largo alcance
sobre la Ciencia. Esto ha revelado que hay “un Universo invi-
sible subyacente, encauzando y dando forma a la trama de to-
do lo que nos rodea”.6
Hoy día, personas de renombre tanto en el mundo de la
Ciencia como en el de la Espiritualidad (entre las cuales se cuenta
un gran número de científicos eminentes y de Premios Nobel),
expresan que la física ha dejado de ser una “disciplina estéril y
aburrida”, para convertirse en una “aventura rica y profunda que
se ha hecho inseparable de la filosofía”.
Por eso, podemos mirar con más detalle los hechos mencio-
nados anteriormente, y ver hasta dónde corresponden a los prin-
cipios o postulados “científicos” en la Sabiduría Védica, con su
visión cósmica de hombres, materias y cosas en el Universo.

3. DENTRO DEL ATOMO


3.1. Materia sin masa
La Teoría Quántica se ha convertido esencialmente en el es-
tudio del reconocimiento del mundo subatómico, principalmente
para llegar hasta la realidad que subyace en la materia y en todos
125
126

los fenómenos físicos. El hecho básico respecto del átomo, como


se dijera antes, es que está constituido por “partículas” infinitesi-
males que también aparecen como ondas. Estas partículas, al se-
guir siendo investigadas para descubrir dentro de ellas constitu-
yentes aún más “elementales”, conducen por una línea continua
al final de la cual, según nos dicen los físicos, se encuentran los
“quarks” —treinta y tantos tipos diferentes de ellos— cuya Natu-
raleza precisa elude toda investigación. Estos enigmáticos “cons-
tituyentes” son definidos a menudo como “partículas elementales
sin masa”, incluso a riesgo de cierta inconsistencia, puesto que
una “materia sin masa” representa una contradicción en los tér-
minos.7 Mas, por otra parte, esta parece ser la descripción más
aproximada de la partícula y de su sutil, si no dudosa Naturaleza.
El núcleo que contiene toda la masa del átomo es tan infinitesi-
mal que, “para verlo, habría que inflar el átomo hasta el tamaño
de la iglesia más grande del mundo, digamos la Catedral de San
Pedro en Roma. Incluso con un átomo de ese tamaño, el núcleo
tendría el tamaño de un grano de sal”, en tanto que los electro-
nes se verían “como partículas de polvo girando dentro del vasto
espacio de la catedral”.8 Por ende, algunos físicos han descripto
de varias formas a las partículas; por ejemplo como “abstraccio-
nes”, “idealizaciones”, “entidades abstractas”, “mera manifesta-
ción” o como “un evento, una ocasión, un suceso”. Es debido a
esto que el físico Hanson admitió que “la imposibilidad de visuali-
zar a la materia última, representa un rasgo esencial de la expli-
cación atómica”.9

3.2. La energía dinámica


Una razón importante para esta enigmática naturaleza de la
partícula, es que está constituida más por energía que por otra
cosa. Siguiendo por el lado de la naturaleza de onda de la partí-
cula, la Mecánica Quántica se ha encontrado con que la así lla-
mada “materia inerte” está llena de actividad, lo cual es tan pro-
fundamente misterioso que ha confundido incluso a quienes lo
descubrieran. Dentro del átomo vibrante, los electrones se en-
cuentran ligados al núcleo de su centro por fuerzas eléctricas que
los hacen girar a increíbles velocidades. Por ello es que los elec-
trones y protones son descriptos como “energía congelada” o
“energía embotellada”. Este punto de vista lo refuerza el descu-
126
127

brimiento de Einstein de la transmutabilidad de la materia en


energía y de la energía en materia. Se ha encontrado incluso que
los diferentes tipos de partículas que constituyen el átomo —elec-
trones, protones y neutrones— son intercambiables con sólo va-
riar la velocidad de sus fantásticas “rotaciones” sobre sus propios
ejes-sombra; todas pueden ser convertidas, también, en energía
radiante.10
Encontramos, de este modo, que la física moderna ha remo-
vido la rígida distinción entre materia (como concreta, inerte y
poseedora de masa) y energía (como activa y carente de masa).
Hasta un objeto en reposo es considerado como energía almace-
nada en su masa. Es por ello que los físicos sostienen que el
constituyente último del Universo físico, es la energía. Como re-
sultado de esta energía dinámica, las partículas surgen espontá-
neamente a la existencia e instantáneamente se desvanecen en el
mismo vacío, en el espacio dentro del átomo. El aniquilamiento
de las primeras partículas es seguido de inmediato por la crea-
ción de otras nuevas. De este modo, el paraíso de átomo se ve
continuamente iluminado por este “magno evento” de un conti-
nuo proceso de creación, preservación y aniquilamiento de partí-
culas que no aparecen sino como un cierto modelo de energía.

3.3. La materia sólida


¿Cómo es, entonces, exactamente que este “modelo de
energía” conforma la dura materia sólida que vemos, sentimos y
utilizamos? Según la Física Quántica, las ondas de energía dentro
del átomo que interactúan a una velocidad cercana a la de la luz
(300.000 km/seg) ganan en densidad cuando su velocidad ami-
nora relativamente, aunque continúe manteniéndose a velocida-
des anormalmente altas de entre 6.000 y 40.000 km/seg. Son
estas velocidades inimaginablemente altas de las infinitesimales
partículas dentro del átomo, las que nos dan “la impresión” de
masa sólida, “del mismo modo en que una hélice girando a alta
velocidad, parece ser un disco”. La apariencia de la materia es,
por ende, producto de un continuo proceso de movimiento inte-
raccional e interrelacional de ondas de energía, en un ciclo de
energía-materia-energía que se da a velocidades increíbles dentro
del átomo. En palabras de Gary Zukav, “El mundo de la física su-
batómica es un mundo de chispeante energía que danza por
127
128

siempre consigo misma en forma de partículas, que existen en


un instante y dejan de existir en el próximo, que colisionan y
vuelven a desaparecer de nuevo”.11 De modo que no es sino
“energía en acción” lo que se encuentra en la base de todo orga-
nismo viviente, dando lugar a una ilimitada variedad de estructu-
ras y fenómenos en el Universo.

3.4. La antimateria
Un hecho digno de mencionarse en conexión con lo anterior
es que, muy poco después de la formulación en Copenhague de
la Teoría Quántica, se le dio nueva luz al átomo a través de la
ecuación relativista de Paul Dirac de la “fórmula de la antimate-
ria” la cual, como veremos más adelante, ha confirmado la exis-
tencia de “antimateria” lado a lado con la “materia”, en todo ti-
po de partículas. Cada partícula subatómica posee una carga
eléctrica —positiva, negativa o neutra— y tiene también una
contraparte que es exactamente como ella, pero opuesta en va-
rios aspectos de importancia, en particular en cuanto a la carga
eléctrica. Estas partículas con cargas positivas y negativas se atraen
constantemente unas a otras. Este fenómeno de atracción entre
las partículas ha sido bien descripto como “el pegamento del
Universo”. Así, por ejemplo, el electrón tiene un antielectrón
con la misma masa, pero con una carga opuesta. La partícula de
carga positiva —el positrón— presenta simetría entre materia y
antimateria. Cuando un electrón encuentra a un positrón, ambos
se aceleran recíprocamente. En este proceso, ambos desapare-
cen y, en su lugar, aparecen dos positrones que, como lo descu-
briera Einstein, contienen partículas y no ondas. Es así que “El
Universo está hecho tanto de partículas como de antipartículas,
que se combinan en átomos regulares para configurar moléculas
regulares, que conforman la materia regular que vemos en todas
partes”.12

3.5. El omnipotente quantum


Los continuados sondeos de la Mecánica Quántica en el mis-
terio de la energía en acción dentro del átomo, han revelado que
“cualquiera sea la Naturaleza de la radiación, la cantidad de ra-
diación en uno de los períodos de emisión, es siempre la mis-
ma”. Cuando fuera presentada matemáticamente esta invariable
128
129

unidad de “acción del átomo”, mostró que la cantidad de energía


empaquetada en un solo quantum difiere según la longitud de
onda de la radiación. “Este principio —dice Taimni— nos lleva-
ría a la conclusión de que, si pudiera ser estirada al extremo la
longitud de onda de la radiación, vale decir reducida a cero, un
solo quantum podría contener toda la energía del Universo”.13

3.6. El campo omnipresente


Finalmente, desarrollos recientes de la Teoría de los Quanta,
han ido trayendo a un primer plano los aspectos del espacio y de
la energía que dominan el “campo” dentro del átomo. Es en este
campo energético de tipo vacío donde se produce permanente-
mente la espontánea transformación de energía en partículas y,
luego, la vuelta de partículas a energía a velocidades tan incalcu-
lables que resulta difícil, si no imposible, distinguir entre estos dos
procesos que tienen lugar de continuo. Este campo quántico,
que se considera ahora como la entidad fundamental, está pre-
sente por doquier en el espacio y, por consiguiente, trasciende
todos los límites físicos. Las partículas no son sino condensacio-
nes locales de este campo, en donde aparecen y desaparecen en
una cadena infinita. Cuando dos “campos” dentro del átomo en-
tran en contacto, interactúan, no gradualmente ni en todas sus
áreas, sino que “instantánea y localmente”, es decir, a tremenda
velocidad y fuerza en cada punto del espacio. Esto produce la
emergencia de partículas, las cuales, de hecho, son únicamente
estas interacciones mismas.
De modo que, como se viera en el capítulo precedente, el así
llamado espacio o vacío, es un campo energético de infinita po-
tencialidad creativa. Su expansión en relación a la materia dentro
del átomo es tan abrumadoramente vasta que, si le fuera retirado
todo el espacio a un cuerpo humano, la materia sólida que que-
daría no sería mayor que una o dos píldoras. Es por eso que
Einstein dijo: “Podemos considerar a la materia como constituida
de espacio, en el cual el campo es extremadamente intenso. No
hay lugar en esta nueva clase de física para el campo y la materia
juntos, porque el campo representa la única realidad”.14
El campo quántico que es considerado actualmente como la
entidad fundamental, es un medio continuo que está presente en
todo punto del espacio. Trasciende a la materia que está consti-
129
130

tuida tan sólo por su condensación “local”. Como nos lo dice el


físico W. Thirring: “El Campo existe en todas partes, jamás pue-
de ser removido. Constituye la causa de todos los fenómenos...
El ‘ser’ y el ‘desaparecer’ de las partículas no son sino meras for-
mas de movimiento del Campo”.15
Este es, brevemente, el dramático cuadro del dinámico mun-
do dentro del átomo, visto desde seis diferentes ángulos con ayu-
da de las profundas visiones que ha entregado la Física de los
Quanta y la Mecánica Quántica a los buscadores de la Realidad.
¿Hasta dónde muestra una correspondencia este mundo subató-
mico descubierto por la física con el cuadro “metafísico” del mis-
mo, presentado por la antigua sabiduría védica, enfocado desde
estos mismos seis ángulos?

4. EL CUADRO METAFISICO
4.1. El “Anu” invisible
Los conceptos védicos de “Anu” y “Paraanu” se aproximan
mucho a los de átomo y partícula de la física moderna. El anu es
definido en las Upanishads, como “aquella sustancia última que
está en la base de todos los fenómenos materiales, y que no pue-
de seguir siendo subdividida”.16
Al igual que todos los demás proyectos, eventos y otros fe-
nómenos en la Creación, el anu es relacionado por el Vedanta
con la Realidad Ultima, es decir Brahman, el Ser Supremo, el
más sutil de los principios que subyace en todo el Universo mani-
festado y que le es inherente. El “ser” es la única esencia de to-
das las cosas tanto animadas como inanimadas. De manera con-
sistente con esta tesis básica del Vedanta, el anu es descripto co-
mo la más pequeña manifestación del “ser” puro, cuyo centro ín-
timo de “existencia” contiene la tendencia de llegar a manifestar-
se como sustancia densa. Por ende, el anu es considerado como
“Shakti” o energía sutil. Es por ello que se nos dice, además, que
es “eterno, sin partes, impensable y luminoso por sí mismo”. Re-
firiéndose a esta íntima relación del anu con la Realidad Cósmi-
ca, Swami Vivekananda dijo, a comienzos de este siglo, que “él
era capaz de ver al magno Universo en el ínfimo átomo. Todo el
macrocosmos no era sino el microcosmos expandido, y el micro-
cosmos no era sino el macrocosmos encogido”.17
130
131

En cuanto esencia infinitesimal del Universo, el anu es des-


cripto en las Upanishads de este modo: “Es la más pequeña y su-
til esencia de la naturaleza de la Conciencia-energía, que todas
las cosas y los seres en el mundo tienen como ‘ser propio’. Esa
es la Verdad, la Realidad”.18 Al estar aún en el proceso de mani-
festación, el anu responde al principio de la Física Quántica de la
“incertidumbre”, puesto que su naturaleza no está aún determi-
nada y es asimismo imprevisible. En lo que respecta a su mani-
festación como energía y, posteriormente, en una partícula per-
ceptible, este desarrollo descripto por el físico K.L. Ford resulta
valedero tanto para la concepción quántica como para la espiri-
tual. “Las partículas son, principalmente, campos en interac-
ción”, dice Ford, “cuyas propiedades ‘supuestamente’ materiales
emergen cuando coinciden el ‘ser’ y el ‘suceder’.”19 Es así que el
“ser” en el anu, confirma la desconcertante naturaleza del átomo
y, sin contradecirla, explica, además, el operar tan complejo e
inteligente del átomo, para erigir la soberbia superestructura del
Universo en expansión.

4.2. Shiva-Shakti
La energía dinámica y la actividad interaccional e interrela-
cional de los campos que hacen surgir las partículas dentro del
átomo, se encuentran bellamente simbolizadas en el concepto
del Shiva-Shakti del Vedanta. En él, “Shiva es la Realidad perfec-
ta en la que existe la Energía de la Conciencia Cósmica en esta-
do de latencia”. Se encuentra siempre equilibrado y alerta para
entrar en acción. “Shiva se encuentra centrado en su propio va-
lor y en consecuencia brilla en Su Divino esplendor”. La palabra
“Shiva” misma se encuentra definida en el Svetasvatara Upanis-
had: “El es inherente a todos los elementos y seres. Lo impregna
todo. El es todo lo que es y por ello se le llama Shiva”.
¿Cuál es la naturaleza de Shakti, la consorte de Shiva? En el
Devi Bhagavata, Shakti es glorificada como “el Ser Supremo que
es Fuente Inagotable de Energía”20, porque “todos los elementos
densos y sutiles y todo el mundo compuesto por ellos, están sien-
do constantemente creados por Shakti y mostrados a Shiva. En
todos los objetos y fenómenos, solamente Shakti se manifiesta y
es la única realidad que envuelve al mundo entero. Sin Shakti,
Shiva es impotente e improductivo”.21 Shakti o la Energía Cós-
131
132

mica, siendo por sí misma el Principio Creador (Gita, II,17), es


indestructible y eterna; no hay instancia externa alguna que pue-
da agregarle energía. Nuevamente encontramos aquí el postula-
do correspondiente de la física, respecto de que la energía que
constituye la realidad física subyacente en el mundo de la mate-
ria, no puede ser creada ni destruida.
De hecho, Shiva y Shakti no representan dos principios se-
parados, sino dos aspectos de un mismo Shivatatva, “como la
Luna en la luz lunar y la luz lunar en la Luna”. El físico Roger Jo-
nes se expresa apreciativamente sobre este concepto de Shiva-
Shakti, tanto debido a sus implicaciones científicas, como por su
principio unitario. Así dice: “La unidad de Shiva representa un
equilibrio dinámico entre un principio espacial a-causal (el éter
aunque personificado) y un principio temporal”. De este modo,
Shiva incluye con mayor claridad, las metáforas de energía-tiem-
po-creación”. En cuanto a Shakti, “es la parte femenina de Shi-
va, su principio de poder activo que da vida a su deseo y a su ac-
ción”.22
Ya hemos expuesto las implicaciones científicas de este prin-
cipio de Shiva-Shakti y su rol activo en la Creación. Como obser-
váramos, Shiva representa la realidad creadora. El es la Concien-
cia directriz, en tanto que Shakti es su poder activo o energía, el
que es percibido en el átomo como cimiento último del Universo.
Shiva es el potencial inalterable y estable, en tanto que Shakti es
el poder quinético creador del movimiento y el cambio, observa-
do también dentro del átomo. Es así que tanto en la Física como
en la Espiritualidad, cada anu y param-anu palpita con la activi-
dad interaccional e interrelacional del principio unitario de ener-
gía (onda) y el principio unitario de materia (partícula) que son
responsables del incesante fenómeno de creación-preservación-
destrucción en todos los niveles de manifestación y que, así,
mantienen la magia del Universo en funcionamiento.
Otro rasgo interesante de este incesante flujo de energía
dentro del átomo y de su dinámica interacción, es que las partí-
culas en vibración y su interaccionar revelan una gran medida de
orden, ritmo y armonía. Partículas diferentes desarrollan diferen-
tes modelos en su danzar. Y no solamente ellas, sino que tam-
bién el vacío entre ellas, en el que se mueven, participa en la
danza. El doctor Fritjof Capra nos asevera que las fotografías de
132
133

las partículas interactuantes tomadas en la cámara de burbujas,


entregan un testimonio del continuo ritmo de la creación y la
destrucción en el Universo. Nos dice, además: “Incluso las así lla-
madas estructuras estables que constituyen el Universo material,
no permanecen estables, sino que oscilan en movimientos rítmi-
cos... Todo el Universo, de este modo, se muestra participando
en una continuada danza cósmica de energía”. Hoy día, los físi-
cos comienzan a darse cuenta cada vez más de este interesante
fenómeno que denominan: “danza de la energía”, “danza cósmi-
ca” o “danza de creación y destrucción”, etc.23
Aquí tenemos nuevamente en la antigua sabiduría de los Ve-
das, el concepto simbólico del Shiva-Nataraja Danzante, entre-
gándonos la imaginería de esta “danza cósmica” descubierta por
la Ciencia moderna. Esta danza, como nos lo dice la sabiduría de
antaño, inspira a Brahma (el Principio Creador), para asegurar el
ritmo de la danza de Shiva por medio de los golpes del címbalo,
en tanto que Vishnu (el Principio Preservador), le acompaña con
golpes de tambor; la diosa Saraswati (deidad que preside la Inteli-
gencia Cósmica) toca la “veena” (instrumento de cuerdas), en
tanto que la diosa Lakshmi (deidad que preside la manifestación
material de la prosperidad) entrega la melodía cantada e Indra (el
Señor de los Placeres) toca la flauta. Todo el resto de los dioses
se reúne alrededor para observar la danza de Creación-Preserva-
ción-Destrucción de Shiva, que se mantiene desde el comienzo
del tiempo hasta el infinito.
Esta imagen de la Danza de Shiva nos da la idea de la majes-
tad y la belleza, el ritmo y la melodía, la música y la armonía, el
amor y la alegría en la Creación, que es experimentada por
aquellos que logran la intuición de la Realidad de la Conciencia
Cósmica que se ha manifestado a sí misma en el Universo.24

4.3. Purusha-Prakriti
En el pensamiento védico, “Purusha” y “Prakriti” (macho y
hembra, lo masculino y lo femenino) son dos principios opues-
tos, responsables de la manifestación del Universo material. Aun-
que aparentemente opuestos, no se muestran antagónicos, sino
que son mutuamente complementarios. Son casi idénticos al
principio de Shiva-Shakti, salvo el importante hecho de que este
último se muestra más activo en la naturaleza de la interacción
133
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entre Conciencia y Energía, en tanto que el que nos ocupa se


muestra más activo en la naturaleza de la interrelación a través
de la atracción mutua entre estos dos “opuestos”, haciendo reali-
dad así el proceso de manifestación de todos los fenómenos ma-
teriales.
Visto desde este ángulo, los principios de “materia” y “anti-
materia” de la Física Quántica, que actúan a nivel subatómico,
parecerían adecuarse a este principio de opuestos de Purusha y
Prakriti. Así, por ejemplo, el positrón de carga positiva y el elec-
trón de carga negativa, podrían representar los aspectos de ma-
cho y hembra de Purusha y Prakriti respectivamente. El Purusha,
como se le describe en el Purusha-Sookta, lo penetra todo, lo ve
todo, es Eterno y Consciente, pero inactivo, en tanto que Prakri-
ti, que también es Eterna y lo impregna todo, representa a “Chee-
tana” o la Energía, “poseyendo los atributos de la energía de Sat-
va, Rajas y Thamas en equilibrio”. Como se observa en el mun-
do subatómico de la Física Quántica, cada partícula se ve irresis-
tiblemente atraída hacia su antipartícula, lo que hace que se ini-
cie el proceso de condensación de energía y de emergencia de
sustancia del tipo partícula, produciendo con ello la aparición de
materia en el micronivel y, consecuentemente, la de los múltiples
fenómenos materiales en todas partes. De la misma manera, Pu-
rusha y Prakriti, precisamente, se ven irresistiblemente atraídos,
ligados en una íntima relación, que produce los fenómenos mate-
riales, tanto animados como inanimados, en manifestaciones de
energía, en todos los niveles de la Creación, desde el más ínfimo
gusano sobre la Tierra hasta la más lejana de las estrellas que titi-
lan en la galaxia. Es por ello que el mismo Supremo Purusha de-
clara: “Animado por Prakriti, yo proyecto una y otra vez este
mundo de multitud de seres”.25 Por lo tanto, hay mucho de co-
mún entre este antiguo concepto de Purusha-Prakriti y el moder-
no concepto científico de partícula y antipartícula como dos
“opuestos” que se juntan y producen nuestro mundo material.

4.4. La aparición de la materia


Como lo viéramos antes, la Física Quántica declara que la
aparición de la materia como masa sólida se debe a un proceso
de continuidad permanente de movimiento interaccional e inte-
rrelacional de ondas energéticas dentro del átomo, lo cual les da
134
135

densidad; son estas infinitesimales partículas que giran a la velo-


cidad del relámpago dentro del átomo, lo que produce “la impre-
sión” de una masa sólida de materia. También en el Padaartha
Vijnaana védico o Ciencia de la Materia, es únicamente Shakti o
la Energía Cósmica, como se señalara, la que se manifiesta como
el Universo material. Sin embargo, esta idea va aun más lejos, y
relaciona al mundo objetivo, como asimismo a su “conocedor
subjetivo” —vale decir, el Hombre— con la Conciencia Cósmica
de la cual emana la Energía Cósmica. En el pensamiento védico,
el mundo de los objetos tiene existencia únicamente con relación
al conocimiento y experiencia que de él tienen los seres vivientes
y, evidentemente, en especial por parte del Hombre, el más “es-
clarecido” entre ellos.
Como se expusiera en el capítulo precedente, la teoría védi-
ca postula a este respecto que la materia emergió de la Energía
Cósmica durante la fase inorgánica de la Creación, debido a la
acción de un principio dual. Por un lado emanaron desde la Inte-
ligencia Cósmica unas vibraciones llamadas Tanmatras, relacio-
nadas con las cinco percepciones sensoriales de los seres vivien-
tes (visualizados entonces tan sólo en el designio cósmico): soni-
do, tacto, vista, gusto y olfato. Estos cinco Tanmatras, por otra
parte, en conjunción con los interactuantes Prana y Akasha
(principios unificadores de Energía y Materia, respectivamente),
proyectaron los cinco elementos de densidad progresiva: espa-
cio, aire, fuego, agua y tierra, correspondientes al progresivo
compromiso de las cinco percepciones sensoriales en el hombre.
De este modo, el espacio poseía tan sólo el atributo del sonido,
conectado con el sentido de oído en el hombre. En orden de
densidad progresiva, el próximo elemento, el aire, poseía los
atributos de sonido y tacto. Luego seguía el fuego con los atribu-
tos de sonido, tacto y también de forma visible al ojo humano. El
agua le podía dar al hombre la experiencia de sonido, tacto, for-
ma y también de gusto. Finalmente venía el elemento tierra con
todos los cinco atributos de la percepción sensorial: sonido, tac-
to, forma, gusto y olor.
La progresiva densidad en estos cinco elementos se explica
mediante los tres atributos energéticos: Satva, Rajas y Thamas.
Satva, que tiene el atributo de la “pureza”, imparte tranquilidad,
transparencia y equilibrio a los fenómenos materiales y, en este
135
136

contexto, predomina en el elemento espacio. Rajas que es “dina-


mismo”, imparte energía, movimiento, calor, poder, elasticidad y
otros atributos por el estilo y, por ende, predomina en el aire, el
fuego y el agua. Thamas que posee los atributos de densidad, in-
movilidad e inercia, predomina en el elemento tierra, en donde
llegamos también a la “materia” en su acepción más plena. Los
infinitos tipos de materia con variaciones de masa, densidad, pe-
so, sabor, color, olor, etc., son de esta manera, proyecciones de
las vibraciones sutiles e imperceptibles de los Tanmatras, en con-
jugación con la interacción de los Principios Unitarios de Energía
y Materia que traen consigo los tres Atributos de la Energía en
una variedad de grados de combinación y de cambio. La interre-
lación entre los cinco Tanmatras y los cinco elementos básicos
que constituyen la materia, explica la relación entre el mundo
material “objetivo” y la experiencia “subjetiva” de éste por parte
de las percepciones sensoriales del hombre. Brajendranath Seal
nos asegura que estos antiguos conceptos de anu, tanmatras,
energía, etcétera, que configuran la base de la teoría védica de la
manifestación del mundo material, concuerdan con las ideas de
la Ciencia moderna referidas al átomo y a los fenómenos mate-
riales en el Universo.26

4.5. El omnipotente “Anu”


Vimos anteriormente, que la ecuación de Max Planck indica-
ba la posibilidad de que un solo quantum podía contener en sí to-
da la energía del Universo. Esta misma proposición se encuentra
en las Upanishads, que nos cuentan que el Creador Todopodero-
so se encuentra también inmanente en cada anu y paramaanu.
“Todo lo que existe en el Universo entero también está conteni-
do en el más pequeño microcosmos”. Así, también el Vedanta
que postula al Universo como manifestación densa del Creador
Todopoderoso, afirma al mismo tiempo el omnipotente poder
del átomo. El Katha Upanishad dice: “El ‘ser’ o esencia de toda
manifestación se encuentra tanto en el más pequeño de los pe-
queños como en el más vasto de los vastos fenómenos del Uni-
verso”.27 El Mundaka Upanishad declara la misma verdad de ma-
nera diferente: “El Divino Brahman cuya naturaleza está más allá
de lo imaginable, es igualmente grande o vasto y sutil o pequeño,
al mismo tiempo. Se encuentra diseminado más allá de los más
136
137

remotos límites del Universo y también centrado aquí, dentro de


este cuerpo”.28 Swami Vivekananda, dándole una interpretación
científica a estas declaraciones de las Upanishads, dijo a comien-
zos de este siglo, cuando los científicos habían recién empezado
a sondear en los misterios del átomo: “Aquello que la metafísica
denomina ‘ser’, los físicos lo llaman ‘materia’, mas no existe an-
tagonismo entre ambos, porque son uno solo. Pese a que el áto-
mo es invisible e impensable, encierra en él, sin embargo, todo
el real poder y la potencia del Universo entero. Esto es lo que el
Vedanta dice del átomo”.29 Este “impensable” poder y potencia
del “invisible” y sutil anu se explica por el hecho de que el Infini-
to Principio de Energía Cósmica de Shiva-Shakti es indivisible, y
al penetrar por entero al Universo, es igualmente “omnipotente”
en cada punto del espacio o del tiempo.

4.6. El “campo” sin límites


El concepto físico del “campo energético”, cuya condensa-
ción en “puntos locales” se manifiesta como materia, siendo que,
en realidad, es ilimitado y está en todas partes, encuentra su pa-
ralelo en el concepto védico de “Akasha”. Describiendo el poten-
cial creativo del Akasha, el Chandoga Upanishad dice: “Todos
los seres son creados a partir del Akasha. El Akasha es Supre-
mo. El Akasha es la fuente última y la base de las cosas y los se-
res”.30 En tanto que ésta es la visión védica del “campo” desde
su aspecto “espacial”, vale decir desde el ángulo del espacio ili-
mitado, cuando el mismo principio se mira en su aspecto ener-
gético, se ve aún más confirmada esta omnipresencia del “cam-
po energético”. De este modo, Shakti, la diosa de la Energía
Cósmica es descripta como: “La deidad que representa el sustra-
to de todos los seres y cuya naturaleza es Chaitanya o Energía
Consciente, y que está envolviendo al mundo entero”.31 En las
palabras de Sri Aurobindo, este Akasha o “vacío” “es un vacío
viviente, pulsante en interminables sucesiones de creación y de
destrucción”.32 Este concepto védico del Akasha, tanto en sus
aspectos creativos como espaciales, puede decirse entonces que
ha encontrado su eco en la Teoría del Campo Quántico de la fí-
sica moderna.
Habiendo revisado de este modo la cercana correspondencia
entre la visión védica y el punto de vista de la Teoría Quántica
137
138

del átomo y del mundo subatómico, podemos volvernos ahora


hacia la otra de las teorías mayores que revolucionaran en las úl-
timas seis décadas la concepción científica del mundo objetivo y
de su realidad subyacente, vale decir, la Teoría de la Relatividad,
para un estudio comparativo similar.

138
139

VI

LA TEORIA
DE LA
RELATIVIDAD

“Cuando vivimos en paz, la mente está quieta, el Alma serena


y el corazón tranquilo, nos movemos en armonía con el ritmo
de las esferas. Participamos del sentido de unidad de todo
lo que es. Estamos conscientes de la Divinidad del Ser”.

Sheldon Cheney
(Extracto de “Hombres que han caminado con Dios”)

1. LA TEORIA
En 1905, el doctor Albert Einstein presentó su Teoría Espe-
cial de la Relatividad que, con justicia, se la considera como el
primer bloque en la construcción de la estructura de la Física del
Siglo XX. Esta teoría, aun estando dirigida hacia la obtención de
una percepción más profunda de la naturaleza del electromagne-
tismo y abarcando la medición del espacio y el tiempo, condujo,
en el proceso de la investigación, a una visión completamente
nueva de la naturaleza del espacio y el tiempo. Diez años más
tarde, Einstein avanzó en su Teoría General de la Relatividad,
ampliando la primera para incluir a la gravedad y al movimiento
de los cuerpos en el espacio. Gracias a esta expansión de sus ho-
rizontes, la Teoría de la Relatividad adquirió una concepción am-
plia y unitaria de todo el Universo, en la que los conceptos cientí-
ficos establecidos de espacio y tiempo, materia, movimiento y
causación, sufrieron un cambio casi revolucionario. En una oca-
sión, Einstein mismo entregó, en sólo dos frases, una versión
simplificada aunque clara de su gran teoría: “Si supusiéramos la
desaparición de toda la materia del mundo, uno podría creer, an-
tes de la Relatividad, que el espacio y el tiempo habrían conti-
139
140

nuado existiendo en un orbe vacío. De acuerdo a la Teoría de la


Relatividad, empero, si desaparecieran la materia y su movimien-
to, no quedarían ya ni espacio ni tiempo”.1
Como lo dejara entrever Einstein, su Teoría de la Relatividad
ha demolido la rígida fe de los científicos en los conceptos newto-
nianos de tiempo y espacio, por haberse descubierto que existen
tan sólo como verdades relativas y carecen de existencia absoluta.
Uno de los mejores comentarios sobre las implicaciones de esta
nueva teoría, fue hecho por el London Times en 1917, en un
editorial sobre ella que decía: “La ciencia basada en la observa-
ción, ha vuelto en realidad, al más puro idealismo subjetivo”.2 De
este modo, junto con la Teoría Quántica, la Teoría de la Relativi-
dad le dio un rudo remezón a la escuela de la ciencia clásica, no
sólo en lo que respecta a sus nociones de tiempo y espacio, sino
también en lo referente a sus otros tres conceptos fundamentales,
vale decir, el movimiento, la materia y la causación. De hecho, la
declaración que a menudo se escucha por boca de personas eru-
ditas, incluyendo a físicos eminentes, respecto de que la Física se
está volviendo hacia la Metafísica, se refiere en gran medida a la
visión amplia y a la nueva dirección que le han impartido estas
dos teorías, en el primer cuarto de este siglo. En consecuencia,
incluso una idea general de sus conceptos básicos, bastaría para
mostrar hasta dónde la Teoría de la Relatividad, al igual que la de
los Quanta, ha producido el derrumbe de la visión mecanicista del
mundo mantenida por la física clásica, y ha allanado también el
camino hacia una investigación seria y cuidadosa por parte del
científico moderno, de las doctrinas espirituales relativas a la crea-
ción y a su causa. Manteniendo este hecho en la mente, enfoque-
mos ahora nuestra atención hacia aquellos aspectos de la Teoría
de la Relatividad que hagan resaltar nítidamente la corresponden-
cia entre los más importantes de sus conceptos y las proposicio-
nes afines de la ciencia del Vedanta.

2. EL ESPACIO, EL TIEMPO Y EL MOVIMIENTO


NEWTONIANOS
De acuerdo con la física clásica existía un espacio absoluto y
un movimiento absoluto, cada uno de los cuales era uniforme en
todo el Universo. Todos los objetos, hechos y otros fenómenos,
140
141

en cualquier punto del Universo, tenían una medida o un valor


que no eran afectados por ningún otro factor.
El espacio absoluto se consideraba entonces como una enti-
dad tridimensional (teniendo largo, ancho y alto) que era invaria-
ble y estaba siempre en reposo. No se veía afectado por los obje-
tos que contenía. La física clásica, sin embargo, tenía conciencia
de que la posición de un objeto en el espacio podía ser definida,
solamente, en relación con algún otro objeto o la ubicación del
observador. Por ejemplo, un pájaro posado en la rama de un ár-
bol, estaba “allá arriba” para el observador ubicado en el camino,
en tanto que estaría “allá abajo” para un observador que mirara
desde lo alto de un rascacielos.
El tiempo absoluto se concebía entonces como una dimen-
sión independiente del espacio. Supuestamente, el tiempo, de
manera similar a un río, fluía en forma pareja y continua desde el
pasado, a través del presente y hacia el futuro, llevando consigo
todos los cambios que se producían en el mundo físico. De modo
que se pensaba que, contrariamente al espacio, el tiempo mos-
traba de manera independiente del observador, la secuencia de
los sucesos. Se consideraba que especificaciones respecto de los
hechos como “antes”, “después” o “simultáneamente”, eran uni-
formemente iguales para todos los observadores, de manera in-
dependiente al sistema de coordenadas. En otras palabras, el
tiempo era tanto absoluto como uniforme en cualquier lugar del
Universo, e independiente de la materia, el espacio y el hombre.
Cada hora, cada minuto, cada segundo eran siempre los mismos
en todas partes y para todos por igual.
También el movimiento, al igual que el espacio y el tiempo,
se consideraba como absoluto. Los físicos clásicos sostenían que
la velocidad de la luz era infinita y, por ende, cada hecho se vería
como ocurriendo simultáneamente para todos los observadores,
sin que lo afectaran las diferentes distancias.
¿Cuál es el cambio que introdujo la Teoría de la Relatividad
de Einstein en estos conceptos de la escuela clásica de la física?

3. EL ESPACIO, EL TIEMPO Y EL MOVIMIENTO


EINSTEINIANOS
Como consecuencia de la Teoría de la Relatividad, la conno-
tación de los términos de espacio, tiempo y movimiento sufrió
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un cambio radical. Como resultado, ya no se toman como abso-


lutos “distancia”, “intervalo” y “velocidad”, sino que se han con-
vertido en términos relativos. Esta “relativización” sin embargo,
no significa que no haya una “longitud real”, una “hora real” o
una “velocidad real”, o que carezcan totalmente de objetividad
para los propósitos del mundo del trabajo diario. Su objetivo no
es el de alterar nuestras actividades cotidianas que involucren es-
tos aspectos. Ante todo, su objetivo es el de “introducir definicio-
nes operacionales más precisas de estos términos, como para
que resulten más adaptables a las necesidades reales de los cien-
tíficos”3 y, en segundo lugar, para hacer que todos los que se in-
teresen en la verdad que maneja el Universo, tomen conciencia
de que estos fenómenos involucrados en todas las actividades y
movimientos no son verdades sino en relación a la Realidad Ulti-
ma que se ubica más allá de los sentidos de percepción del hom-
bre. La Teoría de la Relatividad logró este objetivo al mostrar có-
mo los fenómenos de espacio, tiempo y movimiento representan
estructuras de la mente humana y, en cuanto tales, son sólo “reali-
dades relativas” en el plano mental de la conciencia del hombre;
no tienen sustancia ni realidad cuando uno trasciende la mente y
experimenta la Realidad absoluta que yace más allá de estas di-
mensiones y desde la cual emanan. Ahora podemos pasar a ver
más en detalle la forma en que fueron cambiados cada uno de
estos conceptos de la escuela clásica por la Teoría de la Relativi-
dad de Einstein.

3.1. El espacio
De acuerdo con la Teoría de la Relatividad, el espacio en
cuanto entidad, no existe por sí mismo. No es más que el “va-
cío” entre dos cosas. Cada objeto, en la Creación, se ubica en
relación a otros objetos. La posición de cada objeto está determi-
nada así por los otros que lo rodean, en tanto que este objeto de-
termina la distancia de todos los demás de su entorno. Ya se se-
ñaló, por lo demás, el elemento subjetivo en las especificaciones
relativas al espacio, tales como “lejos” y “cerca”, “alto” y “bajo”.
Por ende, el concepto de espacio no es absoluto, sino sólo “rela-
tivo”.
Por otra parte, el espacio había sido una entidad indepen-
diente y cognoscible por nosotros, sin referencia a ningún factor
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externo, como si fuera finito, es decir, circunscripto por algo sóli-


do que marcara sus límites. En el espacio no existen estos puntos
de demarcación. El espacio, por lo tanto, no representa un mar-
co de referencia absoluto para nuestros propósitos de medición.
No podemos decir, por ejemplo, que una distancia particular sea
un décimo o un centésimo de “espacio”. Para medir distancias se
requiere de un marco indicativo de longitud definido y, con este
propósito, se ha establecido una “escala” en términos de millas o
de kilómetros. La Teoría de la Relatividad, sin embargo, dice que
estos mismos conceptos de “milla” o de “kilómetro” representan
una longitud y que, por lo tanto, necesitan ser definidos. Conse-
cuentemente, se define la milla como comprendiendo 8 estadios,
cada estadio comprende 220 yardas, una yarda comprende tres
pies, cada pie comprende 12 pulgadas, etc. Con el kilómetro su-
cede otro tanto, de modo que se le define como comprendiendo
1000 metros, cada metro comprende cien centímetros, etc. Mas
esta definición continua de distancias no constituye ninguna defi-
nición. El espacio, por ende, no resulta absoluto sino que es, ne-
cesariamente, relativo respecto de algún marco de referencia.
Como también lo viéramos, el espacio es además relativo
respecto del observador. Una clara ilustración para este princi-
pio, desde el punto de vista de la relatividad, la constituye el caso
de tres paracaidistas que saltan, desde sus respectivos aviones,
en tres puntos diferentes de la Tierra: uno en el Polo Norte, otro
en el Polo Sur y el tercero sobre el Ecuador. Para los observado-
res en tierra, cada uno de los tres estará “bajando” hacia la Tie-
rra desde el espacio. Para alguien que los estuviera observando
desde una nave espacial situada sobre el Polo Norte, sin embar-
go, el paracaidista que salta en ese punto, “baja” hacia la Tierra,
en tanto que el del Polo Sur estaría “subiendo” hacia la Tierra y
el del Ecuador se estaría aproximando “horizontalmente” a ella.
No obstante, todos los observadores emitirían declaraciones co-
rrectas, puesto que el espacio no tiene una existencia absoluta.
Conceptos tales como distancia, extensión, alejamiento, aisla-
miento, etc., en cuanto aspectos del espacio, no son sino inter-
pretaciones o construcciones de la mente humana para entender
situaciones o hechos del entorno.
De modo que el concepto de espacio es, por igual, relativo y
subjetivo.
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3.2. El tiempo
Como se señalara antes, la “relativización” de estos concep-
tos por Einstein se mostró, comparativamente, más revoluciona-
ria respecto del tiempo y del movimiento que para el caso del es-
pacio. Einstein deshizo la noción clásica del fluir universal del
tiempo que daba la impresión de que el Universo poseía un reloj;
en su lugar, Einstein puso ante nuestros ojos al Universo mismo
en cuanto reloj.
Así como el espacio es la distancia entre dos objetos, tam-
bién el tiempo es el intervalo entre dos sucesos y, como tal, no
posee una existencia absoluta. En cada caso su medición es rela-
tiva a algún marco de referencia. Mas, también aquí, nuestro
marco de referencia usual es tan indefinido y carente de sentido
como el que vimos con relación al espacio o distancia. Es así que
cuando alguien dice haber dormido una hora, se estará refiriendo
al tiempo que le tomó a la aguja más corta del reloj el recorrer
30º, en tanto que el reloj mismo ha sido diseñado para que esa
aguja complete una vuelta de 360º entre una salida y una puesta
de sol. Las salidas y puestas de sol, por su parte, son determina-
das por factores más remotos como la rotación de la Tierra y és-
ta a su vez, se refiere al movimiento de los planetas en la galaxia.
De modo que, como en el caso de la “distancia”, nuestra medi-
ción del tiempo siempre es sólo relativa y tampoco tiene un mar-
co de referencia absoluto.
Nuevamente, al igual que el espacio, el tiempo también tiene
un aspecto subjetivo. El tiempo en cuanto tal, no se mueve en sí
mismo. Representa una forma de percepción de la mente huma-
na expresando su conciencia de los cambios que se producen en
el mundo exterior o respecto de las cosas que piensa. Por ejem-
plo, vemos que el Sol ha pasado del Oriente al Occidente o que
las manecillas del reloj han avanzado un gran trecho por la esfe-
ra, y estas observaciones marcan para nosotros el “paso” del
tiempo. En verdad, es nuestra mente la que concibe estos movi-
mientos como indicadores del flujo del tiempo, el cual es, de he-
cho, infinito y por lo tanto no tiene movimientos.
Tanto los aspectos relativos, como los subjetivos del tiempo
se vuelven más evidentes cuando más sondeamos en su naturale-
za. Cada “momento” del tiempo existe tan sólo en cuanto a que
ha borrado al anterior que lo generara y, luego, es a su vez bo-
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rrado por el que le sigue. El concepto del pasado, para cada uno,
consiste en estos momentos pretéritos, almacenados en su men-
te, llenos de sus “propias” experiencias y de los sucesos vistos,
oídos y leídos. Estos hechos y experiencias difieren de una perso-
na a la otra. De manera similar, el “futuro” también está almace-
nado, aunque vagamente con los propios planes y problemas,
esperanzas y ansiedades, anticipaciones y temores, los que tam-
bién difieren de una persona a otra. De modo que, si los exami-
namos en detalle, tanto el pasado como el futuro están vacíos,
mientras sus contenidos se conectan solamente con el sujeto y,
en cada caso, en relación con el mundo de objetos y seres que lo
rodea. Solamente el presente representa la eterna realidad inde-
pendiente, en tanto que pasado y futuro no son sino concepcio-
nes de la mente humana. Haciendo referencia a este vacío de
tiempo revelado por la Teoría de la Relatividad, el físico Mendel
Sache hace notar que “La real revolución que se produjo con la
teoría de Einstein, fue el abandonar la idea de que el sistema co-
ordinado de espacio-tiempo tiene un sentido objetivo en cuanto
entidad separada. Contrariamente a esta idea, la Teoría de la Re-
latividad implica que las entidades de espacio y tiempo sólo cons-
tituyen elementos de un lenguaje utilizado por un observador pa-
ra describir su medio ambiente”.4

3.3. El movimiento
Como se viera anteriormente, la visión clásica del movimien-
to sostenía que la velocidad de la luz es infinita y que, en conse-
cuencia, un hecho dado podía ser visto simultáneamente por to-
dos los observadores, sin sufrir los efectos de la diferencia en las
distancias que los separaran de él. Einstein postuló que la veloci-
dad implica una rapidez finita. Por ello resulta imposible transmi-
tir cualquier señal o hecho físico con una velocidad infinita o el
hacerlos viajar hacia todas las partes del orbe en un tiempo cero.
También descubrió que la velocidad de la luz no es infinita sino
que es de 186.000 millas por segundo, lo que representa la ma-
yor velocidad posible y muy próxima a la velocidad infinita. A es-
ta inimaginable velocidad, uno podría dar la vuelta a la Tierra,
por sobre su Ecuador, más de siete veces en un segundo. Fue así
que el límite máximo para todo tipo de transportación o acarreo
y trayecto de energía se fijó sobre esta base. Puesto que la medi-
145
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ción de la velocidad se hace posible tan sólo en relación con un


marco de referencia fijo, fue Einstein el que postuló como ley,
que se tomara la velocidad de la luz como marco de referencia
para toda medición de movimientos en el espacio y el tiempo.
La luz representaba este marco a la perfección, por el hecho de
viajar a la más alta velocidad imaginable y, además, era finita y
uniformemente la misma para todos, en todo momento y todo
lugar.
Este nuevo marco de referencia presentado por Einstein, re-
sultó beneficioso tanto para los científicos como para los espiri-
tualistas empeñados en buscar la complementariedad entre am-
bas ramas, en la búsqueda de conocimiento del hombre. Por un
lado, proveyó a la Ciencia de un medio para medir no solamente
la velocidad, sino también el espacio y el tiempo, incluso los rela-
cionados con las vastas distancias entre la Tierra, los remotos
planetas y las galaxias en expansión, en términos de “años luz”.
Cada segundo, en el viaje de la luz equivalía a la distancia de
186.000 millas (aproximadamente 300 mil kilómetros), cubiertos
por ésta durante un segundo en términos del tiempo terrestre.
De hecho, este perfecto y excelente marco de referencia,
también contribuyó a simplificar grandemente la comprensión de
la Teoría de la Relatividad de Einstein para el hombre común y,
gracias a esto, benefició también a la Ciencia. Como lo señala el
doctor Fritjof Capra, cuando discutimos los conceptos de la Rela-
tividad, tenemos la propensión a sentirnos como saliendo de
nuestro mundo familiar de las percepciones sensoriales y, por
ello, “nos parece difícil tratar con estos conceptos tanto en un ni-
vel de intuición como en el del lenguaje común”.5 La Teoría de
la Relatividad, por ejemplo, nos dice que diferentes observadores
verán los mismos hechos en distintas secuencias temporales, de
acuerdo con sus posiciones respectivas y con sus velocidades en
relación con los hechos observados. De modo que no puede ha-
ber momento alguno que represente un “ahora” universal; en
otras palabras, “el mismo instante” diferirá de un individuo al
otro. Simplificando esta proposición, nos dice Heisenberg: “Dos
sucesos pueden parecerle simultáneos a un observador inmóvil,
pero no necesariamente a uno que esté en movimiento”,6 el
cual, por lo tanto, puede que experimente un intervalo entre am-
bos. Como corolario, podríamos decir que el intervalo de tiempo
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entre dos sucesos también se vería afectado por el movimiento


relativo de éstos (p. ej. la velocidad de una señal) al igual que por
la posición del observador.
Estas implicancias de la Teoría de la Relatividad se pueden
simplificar para que las comprendamos cuando se las explica por
medio de ilustraciones en las que se eche mano del marco de re-
ferencia de Einstein en cuanto a la velocidad de la luz. Por ejem-
plo, la Relatividad postula que los hechos se les aparecen, en di-
ferentes secuencias, a los diferentes observadores, dependiendo
de la posición o la velocidad del movimiento de éstos. Suponga-
mos, entonces, que estamos observando la salida del Sol por so-
bre el horizonte, exactamente a las 06:00. Sin embargo, dirá el
Relativista, lo que vemos nosotros en ese momento particular
desde nuestra ubicación en la Tierra, no es el mismo Sol que se
mueve en la galaxia. En cambio, vemos tan sólo la imagen del
hecho que se produjo en la galaxia 8 1/3 de minutos antes, que
corresponden al tiempo que le tomará a los rayos del Sol el via-
jar a través de los 93 millones de millas (aproximadamente
149,5 millones de kilómetros) que le separan de la Tierra. Obvia-
mente, para un observador situado cerca del Sol, el “momento”
particular de este hecho de la salida del Sol, se habrá producido
8 1/3 minutos antes de lo que lo experimentáramos en la Tierra.
También, si el Sol se apagara súbitamente, la Tierra continuaría
recibiendo la luz y quedaríamos en la ignorancia de este triste su-
ceso, hasta que la oscuridad verdadera envolviera la Tierra 8 1/3
minutos después. Las estrellas que vemos en el cielo nocturno,
dice el Relativista, no son las mismas que existen como tales en
el momento en que las vemos, sino que son sólo “imágenes de
emisiones de luz estelar que ocurrieran cientos o miles de años
atrás, dependiendo de su distancia respecto de nosotros”. Acer-
cándonos más a la Tierra misma, se nos dice que incluso la gente
y los objetos que vemos y sentimos a nuestro alrededor “son me-
ras sombras de alguna existencia o sucesos ‘reales’ que se han
producido en un tiempo infinitesimal previo, pero de todos mo-
dos anterior”.7
En la ilustración anterior, ambos observadores se encuentran
ubicados en el espacio, aunque en dos puntos diferentes, experi-
mentando el mismo hecho en dos “momentos” diferentes en el
tiempo. Y bien, como ilustración con uno de los observadores en
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movimiento, tenemos el ejemplo clásico que diera Einstein mis-


mo y que se conoce como “la paradoja de los mellizos”. De estos
mellizos residentes en la Tierra, el mayor sale en un viaje alrede-
dor del mundo, digamos en una nave espacial que alcanza la in-
creíble velocidad de la luz, y luego retorna a casa. Esto, como lo
viéramos, no le tomaría más que 1/7 de segundo. Sin embargo,
dice el Relativista, durante esa fracción de segundo, su hermano
menor que se quedara en su casa, habría estado experimentando
el fluir normal del tiempo y, por ende, encontraría que es varios
años mayor que su afortunado hermano astronauta. Confirman-
do este ejemplo, dice el matemático y físico doctor J. Brownski:
“No hay un movimiento absoluto en el tiempo. Para alguien que
viajara a la velocidad de la luz, el tiempo se detendría, porque a
esta velocidad máxima posible, estaría de vuelta en el lugar de
partida justo en el momento de abandonarlo. De modo que la
experiencia en lo concerniente al tiempo y al espacio no significa
lo mismo para viajeros que van a distintas velocidades, ni para
los que se quedan en casa o para cada uno de nosotros en este
sentido”.8
Ciertamente que todo esto parece increíble, pero se nos dice
que, de acuerdo con la Teoría de la Relatividad, “los relojes fun-
cionan más lentamente, el tiempo se frena”. En el caso del her-
mano viajando a la velocidad de la luz, “todos sus relojes: el lati-
do de su corazón, su flujo sanguíneo, sus ondas cerebrales, etc.,
se aminorarían durante el viaje, desde el punto de vista del hom-
bre que se queda en tierra”. Pese a que esta “famosísima parado-
ja de la física moderna” ha provocado acaloradas discusiones en-
tre los científicos, se nos asegura que contiene la suficiente “sus-
tancia” científica como para justificarla. El retraso de los relojes
en funcionamiento ha sido bien comprobado en la física de partí-
culas, que ha demostrado que en el interior del átomo, “las partí-
culas que se mueven a un 80 por ciento de la velocidad de la luz
viven aproximadamente 1.7 veces más que sus ‘gemelas’ y, las
que se mueven a un 99 por ciento de la velocidad de la luz, viven
7 veces más”. Sin embargo, también se nos advierte aquí que es-
te fenómeno “no significa que cambie el período de vida intrínse-
co de la partícula, sino que desde el punto de vista del observa-
dor, en el laboratorio, se ha lentificado ‘el reloj interno’ y, por
ello, se prolonga la vida”.9
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La conclusión que emerge de todo lo expuesto anteriormen-


te sobre los principios y ejemplos relativistas, subraya el amplio
beneficio que ha significado la Teoría de la Relatividad para
aquellos espiritualistas que tratan de procurarse una “base cientí-
fica” para los diversos postulados de la Antigua Sabiduría. Este
punto altamente significativo será elaborado en una sección pos-
terior. Aquí, podemos notar que Einstein, después de señalar que
nuestros conceptos de espacio y tiempo no son sino relativos y
subjetivos, hizo la más asombrosa de las declaraciones, al denun-
ciar que la visión clásica de que el espacio era absoluto y servía
de escenario para todos los hechos y fenómenos físicos y al pro-
bar, además, que el tiempo no constituía una dimensión del Uni-
verso separada del espacio. Tanto el espacio como el tiempo es-
tán tan íntimamente interrelacionados que no nos es posible lo-
grar una idea plena y correcta de los sucesos a menos de tener
conocimiento, simultáneamente, de su localización en el espacio
y en el tiempo. Con ello, Einstein le entregó al mundo de la
Ciencia uno de los conceptos más “reales”, en cuanto que más
allá del plano “relativo”, el espacio y el tiempo conforman un
principio compuesto. Dado su profundo significado para la Espi-
ritualidad, esto exige una visión algo más detallada en nuestro es-
tudio.

4. EL CONTINUUM ESPACIO-TIEMPO
Einstein refutó con sus ideas la teoría establecida de que el
espacio representaba una estructura en la que se mueve un nú-
mero infinito de objetos materiales o se desarrollan sucesos sin
relación alguna con la dimensión del tiempo. También postuló
que el tiempo no representa una dimensión independiente, mo-
viéndose siempre hacia adelante, sin relaciones con el espacio o
la materia. En verdad, nosotros percibimos la materia simultánea-
mente, tanto en el espacio como en el tiempo. La forma por la
cual se la aprehende ocupa espacio; el hecho mismo de su exis-
tencia se debe a algún cambio que haya sufrido en el pasado,
que esté manifestándose en el presente o que vaya a ocurrirle en
el futuro, lo cual le da la dimensión del tiempo. Por ejemplo,
cuando observamos una fruta no madura, su masa se relaciona
con el espacio, en tanto que todos los procesos de su desarrollo
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en el pasado y de su maduración actual se relacionan con el


tiempo. De modo que espacio y tiempo no preceden a la mate-
ria ni son independientes el uno del otro. Cuando cualquier
“evento” viaja o es transmitido de un punto del espacio a otro,
no es sólo la distancia la que cuenta, sino también el tiempo que
toma el medio de transmisión que puede ser el de ondas de luz,
ondas de sonido, ondas eléctricas, ondas de radio, o cualquier
otro.
Como resultado del análisis anterior, Einstein estableció la
teoría de que si un observador ha de entregar un relato correcto
de un hecho, éste ha de verse simultáneamente en el espacio y el
tiempo. Consecuentemente, su Teoría de la Relatividad los co-
nectó a ambos en un “espacio-tiempo” tetradimensional. Todo el
Universo, decía, es un hilo de espacio y tiempo, único, ininte-
rrumpido, tetradimensional y continuo, tanto que no podemos
pensar en el uno sin el otro, ya sea conscientemente o no. Es
por ello que Hermann Minkowski, quien fuera el profesor de ma-
temáticas de Einstein, dijo acerca del descubrimiento de su alum-
no: “De aquí en adelante, espacio y tiempo estarán condenados
a desvanecerse en las sombras y sólo algún tipo de unión de am-
bos preservará una Realidad independiente”.10
Los mismos científicos admiten a menudo que resulta difícil
explicar este concepto del “continuum espacio-tiempo” en un
lenguaje común. Por ello, nos permitiremos echar mano de una
ilustración que explique, en términos generales el contenido del
concepto, antes de abocarnos al concepto propiamente dicho.
Un ejemplo bastante adecuado para este propósito es el de la
distancia entre dos trenes en movimiento, la que cambiaría cons-
tantemente, dependiendo de la variación de sus respectivas velo-
cidades. Por lo tanto, podemos hablar de la distancia entre ellos
sólo en un momento dado. Recién entonces podemos decir si la
distancia era “mayor”, “máxima”, “mínima”, etc. Así, expuesto
en términos simples, el concepto nos indica que espacio y tiem-
po tomados en conjunto, forman un vasto ámbito que se ubica
más allá del plano relativo, es decir, relativo a nuestra conciencia
inmediata en el instante presente. Más allá de eso, hay un núme-
ro infinito de sucesos que se difunden en la extensión infinita de
espacio-tiempo, y que no son accesibles ni concebibles a través
de medios o de métodos comunes.
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Para hacerse una idea más clara de este concepto de espa-


cio-tiempo, podemos recurrir a otro ejemplo. Supongamos que
B hace una llamada telefónica a su amigo L en Londres. L escu-
cha la campanilla del teléfono y, luego, la voz de B es conectada
causalmente a su línea en Bombay, aunque L lo interpreta como
la llamada de B o su voz, no está conectado con la línea. De este
modo, la Relatividad distingue entre dos tipos de relación entre
sucesos: la separación de tipo “tiempo” y la de tipo “espacio”.
“Cualquier par de hechos que puedan ser conectados causalmen-
te se supone que tiene una separación del tipo ‘tiempo’; todo
otro par que no pueda ser conectado causalmente se supone que
tiene una separación del tipo ‘espacio’.” Al explicar así estos dos
tipos de relaciones entre sucesos, el doctor Roger Jones agrega:
“Existe una vasta región de espacio-tiempo que consiste en he-
chos que no tienen sino una separación de tipo ‘espacio’ o no
causal con el aquí y ahora inmediato. Para entender esto, uno ha
de reconocer primero que el término espacio-tiempo significa
exactamente lo que expresa. Se trata de una concepción del es-
pacio y del tiempo tomados en conjunto, como un medio en co-
mún. Usualmente es imaginado como un espacio tetradimensio-
nal, en el que el tiempo es la dimensión agregada en condiciones
perfectamente iguales a las tres dimensiones espaciales habitual-
mente consideradas”.11
En este vasto campo, la relación entre hechos es más que
causal; se ubica más allá de causa y efecto. Ello sugiere un nivel
de conciencia que no depende en absoluto del espacio y el tiem-
po tal como los conocemos.
Afortunadamente, uno puede comprender el significado pre-
ciso del espacio-tiempo en el nivel subatómico, donde, como nos
lo dice la Física Quántica, no hay un cambio de forma para de-
notar espacio, ni secuencia alguna de hechos de naturaleza tem-
poral que denote tiempo. Dentro del átomo, la dispersión de
partículas muestra un continuo entramado de hechos interconec-
tados sin ninguna dimensión definida de tiempo unida a ellos y,
por lo tanto, sin ningún sentido temporal de movimiento de atra-
so o adelanto en el tiempo. Desde el momento en que todas las
partículas pueden moverse aquí, hacia adelante y hacia atrás en
el tiempo, del mismo modo en que se mueven hacia la izquierda
o la derecha en el espacio, no tiene sentido el concebir un flujo
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de tiempo en ese caso. Es así que, en este plano de partículas


como los electrones y positrones, no resultan aplicables nuestros
conceptos de espacio y de tiempo. El punto vital aquí es que, en
el mundo subatómico, uno deja de mirar hacia estas interaccio-
nes en cuanto registro del paso de partículas a lo largo de un
tiempo. La conclusión es, que si revisamos un período completo
de tiempo al igual que lo haríamos con una región completa de
espacio, veríamos que los sucesos no se despliegan con el paso
del tiempo, sino que se presentan por entero, como un cuadro
terminado pintado sobre la trama del espacio-tiempo. En este
cuadro subatómico, no resultan más significativos los movimien-
tos de retroceso y de avance en el tiempo que los de retroceso y
avance en el espacio.
La cuestión entonces es que si el continuum tetradimensional
espacio-tiempo representa la realidad absoluta, ¿por qué nos que-
damos atascados en la experiencia relativa del espacio y el tiem-
po y vemos como tridimensional al mundo de los objetos y a los
sucesos como ocurrencias en un tiempo que fluye siempre hacia
adelante? Una de las razones que da la Teoría de la Relatividad es
que nuestras percepciones sensoriales están constituidas de tal
manera como para captar los objetos solamente tal como apare-
cen ante los ojos, en cuanto formas con una configuración y un
tamaño. Por lo tanto, en nuestro limitado plano de las percepcio-
nes sensoriales, el espacio tridimensional se vuelve una “realidad”
física para nosotros, en lugar del continuum tetradimensional es-
pacio-tiempo, que constituye la realidad absoluta más allá de
ellas. La manera en que esto puede suceder, es explicada citando
el ejemplo de la sombra de una persona que representa una pro-
yección de un cuerpo tridimensional en el espacio sobre un plano
bidimensional. La sombra, además de tener una dimensión me-
nos, también está sometida al cambio en el tiempo, al ser relati-
vamente más corta y más ancha a mediodía, y más larga y delga-
da cuando el Sol se mueve hacia el oeste. De manera similar, en
el caso de un avión en movimiento, la sombra estaría constituida
por puntos en el continuum tetradimensional espacio-tiempo, so-
bre un espacio tridimensional más el movimiento en el tiempo.
También en el caso del tiempo, somos incapaces de ver su
extensión total, y sólo podemos comprenderlo como dividido en
pasado, presente y futuro. Desarrollamos esta “ilusión” porque,
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como se dijera en una sección anterior, no podemos ver sino


“franjas” del cuadro total del espacio-tiempo, una tras otra, ha-
ciendo de una de ellas el punto de partida y “viendo” luego a las
demás como su secuencia. De modo que cortamos el continuum
espacio-tiempo en bandas del cuadro total y las vemos de a una
por vez. Como lo dijera el físico Louis de Broglie: “En el espacio-
tiempo, todo lo que para cada uno de nosotros constituye el pa-
sado, el presente y el futuro, se da en un bloque... Cada observa-
dor, a medida que pasa su tiempo, va descubriendo, por así de-
cir, nuevas tajadas de espacio-tiempo que le parecen ser aspec-
tos sucesivos del mundo material aunque, en realidad, el conjun-
to de los sucesos que constituyen el espacio-tiempo, existe con
anterioridad a su conocimiento de ellos”.12
Este concepto de espacio-tiempo, tiene un profundo signifi-
cado para la Realidad en la Espiritualidad, al buscar que pense-
mos en términos de un cuadro estático, inmóvil, del espacio-
tiempo. En este cuadro estático, “lo veríamos todo: el pasado, el
presente y el futuro, en una sola mirada”.13 Esta unidad de pasa-
do-presente-futuro, en un continuum de espacio-tiempo, se ilus-
tra tomando el hipotético caso de astronautas viajando a la velo-
cidad de la luz, como en algunos de los ejemplos ya citados. To-
dos sabemos del más trágico de los sucesos de este siglo: la des-
trucción de Hiroshima con bombas atómicas, hace aproximada-
mente cuarenta años. Sin embargo, según la Teoría de la Relati-
vidad, este hecho no se ha perdido por completo en “un pasado
muerto y enterrado”, porque una persona ubicada hipotética-
mente, a una distancia de 40 años luz de la Tierra, estaría recién
observando la caída de las mortíferas bombas, en tanto que otra,
ubicada hipotéticamente a más años luz, podría ver el momento
en que las bombas se cargaban en el avión. De este modo, un
hecho que representa un pasado muerto para alguien, puede ser
un presente vivo para otro, o un suceso de esperanza o de terror
para un tercero, entre estos tres “astronautas de la luz”, en el
continuum fundamental espacio-tiempo. Esto, como lo veremos
más adelante, le provee de una sólida base al testimonio espiri-
tual, tanto de Oriente como de Occidente, sobre místicos y “vi-
dentes” capaces de mirar hacia atrás en el tiempo, y también de
atisbar hacia el futuro y ver hechos en el “continuum” con la mis-
ma claridad con que se ven en el “aquí y ahora” inmediato.
153
154

5. CAUSALIDAD
Con el peso de la Teoría de la Relatividad, la cadena clásica
de la causalidad, con sus eslabones de causa-efecto, se soltó en
algunos puntos de importancia. Por una parte, el concepto new-
toniano de la velocidad infinita de la luz había hecho creer al físi-
co clásico que dos hechos causalmente ligados, serían vistos si-
multáneamente por todos los observadores, sin importar la dis-
tancia a que se encontraran del lugar en que ocurriesen. Mas la
Teoría de la Relatividad, habiendo descubierto que la velocidad
de la luz, aun siendo la más alta velocidad de todas en el Univer-
so, es finita, postula que, necesariamente, un hecho tomará
tiempo, por muy infinitesimal que sea, para viajar o para ser
transmitido hasta los observadores, y ese intervalo será depen-
diente, tanto de la distancia como del medio de transmisión y/o
el empleado para viajar, involucrado. Si dos eventos se producen
simultáneamente pese a estar separados por la distancia, la Teo-
ría de la Relatividad no les adscribiría ninguna relación causal. A
lo sumo se consideraría que muestran sincronicidad (vale decir
una conexión o relación acausal).
En segundo lugar, como lo viéramos en la sección preceden-
te, el movimiento del continuum espacio-tiempo y el de la causa-
lidad, no son compatibles. La Teoría de la Relatividad distingue
dos clases de relaciones de hechos: los de tipo tiempo y los de ti-
po espacio. En el ejemplo de la llamada entre Londres y Bom-
bay, se observó que la recepción de la llamada por L y el recono-
cer luego la voz de B, fueron dos eventos separados que se asen-
taban sobre bases distintas, en relación con el que B marcara pa-
ra contactar a L por teléfono. De modo que el que L escuchara
la campanilla en Londres tenía una relación de tiempo con B, en
tanto que el reconocer en ello la voz de B, representaba una re-
lación de tipo espacio. Sólo los pares de hechos del primer tipo
guardan una relación de causa-efecto, pero no los del segundo ti-
po. De manera similar, en el caso de la salida del Sol que es ob-
servada por nosotros en la Tierra varios minutos después de su
ocurrencia en la galaxia*, responde al punto de vista de que no

* Si bien estos párrafos parecen confusos o inadecuados, la traducción respon-


de al texto original en inglés, el cual no nos sentimos con derecho a modifi-
car. (N. de la T.)
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155

podemos inferir una relación de tiempo entre ambos. “Se puede


decir que un hecho es definitivamente anterior al otro, sólo si
puede influir al otro de alguna manera. Supongamos que algún
hecho notable se produzca en el Sol, habría un período de 16
minutos en la Tierra durante los cuales ningún suceso en ella po-
dría tener influencia o ser influenciado por el hipotético fenóme-
no. Esto ofrece una base sustancial como para pensar que ese
período de 16 minutos en la Tierra, no se ubica ni ‘antes’ ni
‘después’ del evento en el Sol”.14
Es así, que la visión del continuum espacio-tiempo de Eins-
tein hace que concibamos el mundo físico como dividido en dos
regiones de sucesos: algunos, teniendo una separación causal,
potencialmente causal o de tipo tiempo, y otros de tipo espacio
o no causal. Es por ello que el doctor Roger Jones dice: “En el
instante y ubicación presentes hay, con relación a nuestra con-
ciencia inmediata, un infinito número de hechos que pasan por
los infinitos alcances del espacio-tiempo y que no nos resultan
concebibles ni están disponibles para nosotros por medio causal
alguno”.15
En tercer lugar, la Teoría de los Quanta, como lo viéramos,
nos dice que las partículas subatómicas como el electrón y el po-
sitrón se encuentran en un plano en el cual no resultan aplicables
nuestros conceptos de espacio y de tiempo. El hecho es, que es-
tas partículas son patrones de energía dinámica de actividad, que
poseen “un aspecto espacial que les hace aparecer como objetos
con una cierta masa, y también un aspecto temporal, en cuanto
procesos que comprenden la energía equivalente”. Es así que “el
ser de materia y su actividad resultan inseparables”.16 También
Einstein señaló en su teoría del campo, que estas partículas no
pueden ser separadas del espacio que las rodea; llegan a la exis-
tencia de manera espontánea desde el vacío y se desvanecen
nuevamente en él. Por ende, el vacío y las partículas son uno. Es
por ello que Niels Bohr afirmó que la mecánica quántica, por su
esencia, “entraña la necesidad de una renunciación final del ideal
clásico de la causalidad y de una revisión de nuestra actitud fren-
te al problema de la realidad física”.17
De modo que la Teoría de la Relatividad ha sacado, por así
decirlo, al mundo subatómico del micronivel, y al continuum es-
pacio-tiempo del macronivel fuera de los límites clásicos de la
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causalidad. El impacto de esta visión realista de la causalidad que


apunta hacia una “zona intermedia”, en donde juegan amplia-
mente la causalidad y el determinismo, es algo que acerca hasta
tal punto el concepto científico de la “realidad física” al de la es-
piritualidad que los hace casi idénticos, como se verá en el capí-
tulo siguiente.
Podemos proceder ahora a ver algo más respecto de la am-
plitud de la correspondencia de estos componentes principales
de la Teoría de la Relatividad de Einstein con conceptos afines
del Vedanta, para comprobar hasta qué punto Ciencia y Espiri-
tualidad se mueven a lo largo de líneas casi idénticas a este res-
pecto.

6. LA RELATIVIDAD DEL ESPACIO Y EL TIEMPO


EN LA ESPIRITUALIDAD
El Vedanta declara que ningún objeto en el Universo es lo
que parece ser ante la mente y los sentidos de percepción del
hombre, porque éstos resultan insuficientes para conocer la “rea-
lidad física” que existe tan sólo en forma relativa frente a la Rea-
lidad Absoluta que la subyace. La realidad física del pocillo, por
ejemplo, le oculta a la persona ignorante la realidad absoluta de
la greda; de la misma manera, la realidad física de un collar des-
vía la atención de su “realidad” absoluta, que es el oro. Esta vi-
sión védica corresponde en parte al Principio de la Incertidumbre
de Heisenberg, referente a la naturaleza de las partículas subató-
micas, puesto que un buscador de la Verdad encontraría bastante
difícil distinguir —al menos por algún tiempo durante su indaga-
ción— entre la realidad relativa y la absoluta en un mismo obje-
to. El principio engañoso que causa esta incertidumbre y desen-
camina la mente del hombre, es llamado “Maya”, término que
significa el poder de hacer; que “lo que no es” (ma) aparezca co-
mo “lo que es” (ya). Por lo tanto, se dice que la verdadera natu-
raleza del mundo físico, “no es descriptible en términos defini-
dos”. Este punto de vista védico, también corrobora en parte el
principio de la complementariedad de Niels Bohr, por cuanto la
visión “relativista” del Universo físico, le da sentido al concepto
de la Realidad “absoluta”, ya que sin la Realidad Absoluta, la rea-
lidad física relativa no existiría.
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Desde el micro-nivel del mundo subatómico pasamos al ma-


cro-nivel de la Teoría de la Relatividad. Nos encontramos aquí,
nuevamente, con que la física se acerca notablemente a la visión
védica en cuanto a que el mundo de espacio, tiempo y causalidad
en que vivimos, nos movemos y actuamos, carece de una exis-
tencia independiente, debido al ilimitado “substrato” de potencial
infinito que representa la Realidad Absoluta.
El espacio, como viéramos en nuestro estudio de la Teoría
de la Creación (Capítulo IV), es el primero de los cinco elemen-
tos básicos proyectados por la Conciencia Cósmica en el proce-
so de su manifestación como Universo físico. En ese designio
cósmico, el Akasha había de proveer el escenario, por así decir,
para el gran “drama” de la creación y la evolución en la que al
Hombre, el “reflejo” finito del Ser Infinito, se le asignaría el rol
central.
Las Upanishads describen al espacio como que “Akasha es
el revelador de nombres y formas, mas en sí mismo, es diferen-
te”. En otras palabras, el espacio, en cuanto elemento, se hace
manifiesto debido a los objetos, seres y hechos que existen u
ocurren en él. Es “diferente”, porque, como lo dice el Chandog-
ya Upanishad: “En verdad, lo que se llama Akasha es el revela-
dor de los objetos que tienen nombres y formas, dentro de lo
cual está la Realidad que es Brahman”.
Es así que en el Vedanta, tenemos tanto el concepto absolu-
to como el relativo del espacio. Si este concepto no entrega nin-
gún marco absoluto de medición, ello se debe a que la ciencia
védica refiere todos los fenómenos relativos sólo al Principio Ab-
soluto de Brahman. Todas las nociones de distancia como “cer-
ca” y “lejos” se declaran, por ende, como “irreales” cuando se
las ve desde la posición de la Realidad Absoluta. Es por ello que
nos encontramos con el sabio preceptor Astaavakra preguntán-
dole a su esclarecido discípulo el rey Janaka: “¿En dónde hay dis-
tancia, en dónde hay proximidad, qué es exterior, qué es inte-
rior, qué es denso, qué es sutil? ¿Cómo pueden surgir en mí es-
tas creaciones en la mente, cuando moro en la gloria de mi ver-
dadero Ser de Conciencia Universal?”18
Más o menos como lo postula la Teoría de la Relatividad, las
nociones de distancia en el espacio y de dimensión o forma en el
caso de los objetos, son considerados por la filosofía védica co-
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mo “cualidades” que la mente humana le ha impuesto al mundo


objetivo, bajo la influencia del Avidya o efecto ilusorio de Maya,
que hace que el hombre acepte como verdad absoluta, lo que
perciben o experimentan sus sentidos. Su naturaleza relativa o
“irreal” se le aparece como una revelación a quien está “despier-
to” en la luz de la Realidad Absoluta.
El tiempo también, al igual que el espacio, responde a una
creación de la mente humana, como lo afirma la filosofía védica.
Se le describe como amoorta, vale decir, que no tiene nombre ni
forma alguna, sino que es puramente imaginario. Al mismo tiem-
po se admite que el tiempo representa un atributo esencial del
mundo físico en la existencia humana, porque “todos los objetos
y seres que tienen nombre y forma, existen dentro de la órbita
del tiempo el que, en sí, es el producto de avidya o la ignorancia
que lleva a engaño”, cuando se los ve en relación a sat, o la exis-
tencia infinita que es la Realidad.19 Es por ello que se dice: “El
tiempo no tiene sustancia ni esencia que le confieran realidad”.
Y aquí nos encontramos nuevamente con el sabio Astavaa-
kra, exponiendo lo “hueco” del tiempo, como también de su me-
dición, en la secuencia temporal de los sucesos, sobre la base de
su propia experiencia: “¿En dónde está el pasado, en dónde está
el futuro, en dónde está el presente, en dónde el espacio o en
dónde incluso la eternidad, para mí, que moro en mi Realidad de
la Conciencia Cósmica?”20
¿De qué modo se reconcilia entonces, en el pensamiento vé-
dico, el plano “relativo” de la existencia humana, en el espacio y
el tiempo, con la Realidad Absoluta e Invariable de la Conciencia
Cósmica? La respuesta de la filosofía védica es que todo el Uni-
verso es una proyección o manifestación del Brahman Supremo,
a través del principio de Conciencia-Energía de Shiva-Shakti, co-
mo se explicara en detalle en un capítulo anterior. En este princi-
pio, el espacio se encuentra asociado con Shiva o la Conciencia,
en tanto que el tiempo lo está con Shakti o la Energía. Al ser
ambos equivalentes a la Creación infinita, lo impregnan todo y,
en conjunto, conforman una unidad.
Esto nos lleva hasta el concepto “relativista” del continuum
espacio-tiempo y su contraparte en la ciencia del Vedanta.

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7. EL CONTINUUM ESPACIO-TIEMPO EN EL VE-


DANTA
Hablamos en un capítulo anterior del concepto védico del
Hiranyagarbha, el “cuerpo causal” del Universo, del que emana-
ron todas las fuerzas que hicieron que la sutil Conciencia Cósmi-
ca se proyectara en múltiples formas densas de objetos y seres.
Es en esta “Matriz Dorada” del Cosmos, en la que operan, con-
juntamente Shiva-Shakti, los principios creativos y coordinadores
del espacio y el tiempo. Haciendo referencia a este concepto vé-
dico, dice el físico Roger Jones: “El espacio-tiempo moderno,
hace recordar mucho al cuerpo causal en la jerarquía espiritual
hindú. Se trata de un plano de conciencia, o de existencia, situa-
do por encima del plano físico ordinario. Como sucede con otros
profundos conceptos primitivos, éste surge de un estado de con-
ciencia y de experiencia muy distintos del que nos es propio a
nosotros, ya que es prácticamente no-espacial. Porque este cuer-
po causal es aquello que nosotros podríamos llamar hoy en día
espacio y tiempo, pasado, presente y futuro... Este cuerpo causal
se difunde en el espacio y en el tiempo y forma un continuum
con todos los seres humanos, las criaturas y las cosas... El hablar
de un tal medio no físico que lo impregna todo, no difiere mucho
del describir una geometría tetradimensional”.21
Un atisbo de este continuum espacio-tiempo védico, lo en-
trega la descripción del omnipresente y vibrante sonido cósmico
del “AUM”. Como nos lo dicen las Upanishads: “El imperecede-
ro principio del AUM es todo lo que incluye el pasado, el presen-
te y el futuro; todo lo que se encuentra más allá de este tiempo
tridimensional también es AUM”.22 “No tiene ni principio, ni
medio, ni fin” y, por eso, es infinito tanto en el tiempo como en
el espacio.
Esto plantea un interrogante fundamental: “¿Es demostrable
o vivenciable el continuum espacio-tiempo? La Ciencia dice:
“No. Como se señalara antes, el espacio-tiempo no resulta acce-
sible a los medios y los métodos que le son conocidos hasta aho-
ra a la Ciencia”. Mas la Espiritualidad dice: “Sí. Al ser este Cuer-
po Causal Cósmico, un aspecto de Brahman en el proceso de su
manifestación, el buscador de la Realidad, trascendiendo el plano
de su existencia ‘relativa’ en el espacio y en el tiempo a través de
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la práctica de disciplinas espirituales y ejercicios yogas, realiza la


verdad de que ‘está’ o existe en la Conciencia Cósmica que todo
lo impregna. En este estado de realización, como lo señala Adi
Shankaracharya, el buscador de la Verdad, diría declarando su
íntima experiencia espiritual: ‘Yo soy el Ser Puro, más allá del
pensamiento y de todas las modificaciones de la mente, más allá
del contacto de los sentidos y sus apegos. Estoy más allá de toda
atadura y de todo conocimiento relativo. Soy el Shiva invariable
y sin forma, que todo lo penetra, consciente de sí mismo y bie-
naventurado’”.23 Como lo viéramos en el capítulo III, esta expe-
riencia “mística” de la Realidad, llamada Samadhi en la termino-
logía védica, o sea, el estado supraconsciente, se da de igual ma-
nera en todo el mundo, según los relatos de los místicos o cientí-
ficos espirituales, y puede ser alcanzado por cualquiera que se
empeñe sinceramente por lograrlo, bajo la tutela de un maestro
y guía competente. Es este estado de Conciencia Cósmica de Sí
Mismo, como lo expresa Sri Aurobindo en base a su propia ex-
periencia íntima, el que “produce un cambio sutil, que hace que
la mirada vea una especie de cuarta dimensión”24 del continuum
espacio-tiempo. Los yoga-sutras de Patanjali y el Raja-Yoga de la
Sabiduría védica, con cuya difusión a través de charlas y escritos,
Swami Vivekananda encendiera el Faro del Vedanta en Occiden-
te, ilumina bastante esta senda que conduce al más allá. Esta
cuarta dimensión, como lo indica el doctor Roger Jones, “repre-
senta el ámbito de todo el conocimiento humano y la Sabiduría
Divina”.
Habiendo revisado someramente el concepto védico del es-
pacio y el tiempo, podemos pasar ahora a ver el concepto védi-
co de la causalidad.

8. LA CAUSALIDAD DESDE EL PUNTO DE VISTA


VEDICO
La filosofía védica admite que el mundo objetivo muestra
efectos consecuentes a causas relacionadas con ellos. En el plano
relativo del pensamiento y la percepción sensorial, la causa apa-
rece como totalmente diferente del efecto. Sin embargo, más allá
de este plano relativo de la realidad física, nos encontraríamos
con que “el efecto se oculta en la causa”, porque la causa misma
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se convierte en el efecto. En el plano relativo de la existencia hu-


mana, no obstante, las limitaciones de la mente y de las percep-
ciones sensoriales, dan origen a la trinidad de desha, kaala y ni-
mitta o espacio, tiempo y causa, que proyectan una ilusión de la
“realidad” del plano físico sobre el hombre y le impiden así la vi-
sión de la Realidad que hay más allá.
Así, la visión védica de la causa que oculta en sí el efecto o la
no separación de ambos, corresponde a la teoría del campo de
Einstein, según la cual, como viéramos, las partículas que consti-
tuyen los fenómenos materiales no pueden ser separadas del es-
pacio que las rodean, sino que saltan a la existencia de manera
espontánea desde el vacío y desaparecen nuevamente en él. Co-
mo lo expresa el Chandogya Upanishad: “El efecto no represen-
ta sino un juego de palabras, un mero nombre para la forma”.
La multiplicidad de objetos y de seres, vistos desde este punto de
vista “absoluto”, no son sino “modificaciones” de la Conciencia
Cósmica-Principio de Energía, en formas más densas. Son la
mente y los sentidos humanos los que les adscriben nombres,
formas y atributos de acuerdo a sus agrados o desagrados, confi-
riéndoles así una realidad. Los Vedas dan la analogía de las olas,
que grandes y pequeñas, se levantan y caen sobre la superficie
del océano tomando diferentes formas y cambiando continua-
mente de configuración y tamaño, color y dirección. Una perso-
na que se extasíe mirando tan sólo las olas, puede ser emociona-
do por algunas, atemorizado por otras, inspirado filosóficamente
por muchas, etc. y mantenerse de este modo bajo el embrujo de
la visión de un mundo de olas que existen por sí mismas. Mas
otra persona que vea el vasto océano por debajo de este mundo
de olas, se dará cuenta de la verdad de que las olas no constitu-
yen “efectos”, sino tan sólo modificaciones de las ilimitadas
aguas del océano y que, por ende, no guardan una relación cau-
sal con él.
Presentando esta visión “relativista” del Universo a la luz de
la Sabiduría Védica, al discutir el concepto de las leyes de la Na-
turaleza en el Vedanta, Swami Vivekananda dijo: “Nuestro Uni-
verso es aquella porción de la existencia que se caracteriza por lo
que los psicólogos védicos denominan Desha-Kaala-Nimitta, que
la psicología europea conoce como Espacio, Tiempo y Causali-
dad. Necesariamente se concluye que una ley (universal y científi-
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ca) es posible sólo dentro de este Universo condicionado; más


allá de él no puede haber ley alguna. Cuando hablamos del Uni-
verso, sólo significamos aquella porción de existencia que se en-
cuentra limitada por nuestra mente: el Universo de los sentidos
que podemos ver, sentir, tocar, oír, y acerca del cual podemos
pensar e imaginar. Solo esto está sujeto a leyes, pero más allá, la
existencia no se puede sujetar a ellas, porque lo causal no se ex-
tiende más allá del mundo de nuestras mentes. Cualquier cosa
que se encuentre más allá del alcance de nuestra mente y de
nuestros sentidos, no está sujeto a la ley de causalidad”.25 En lo
que concierne a la relación entre el “Universo condicionado” y la
Realidad más allá de él, Swami Vivekananda dijo: “El tiempo, el
espacio y la causalidad son como un cristal a través del cual se ve
el Absoluto, porque no hay tiempo, ni espacio ni causalidad”.26

9. LOS ASTRONAUTAS DEL ESPACIO-TIEMPO


Mientras la Teoría de la Relatividad concibió astronautas que
viajan en el tiempo infinito a la velocidad de la luz, la filosofía vé-
dica ha producido astronautas viajando en el espacio-tiempo a la
velocidad de la luz. Hemos hablado bastante ya sobre el concep-
to védico del continuum espacio-tiempo. Sin embargo, otro pun-
to que vale la pena mencionar aquí, es que, como lo señala el
doctor Roger Jones, el espacio-tiempo védico “guarda los anales
akashicos de todas las encarnaciones pasadas (de las almas) y ac-
túa como un mediador Cósmico entre el karma pasado y el futu-
ro”.27 También Gary Zukav, citado anteriormente, nos dice que
en este continuum tetradimensional veríamos todo lo que parece
ir desplegándose ante nosotros con el paso del tiempo, es algo
que ya existe en su totalidad, pintado, por así decirlo, sobre la te-
la del espacio-tiempo, como pasado, presente y futuro. Y luego,
agrega, “por supuesto esto no es más que una proposición mate-
mática”.28 En cuanto a la factibilidad de esta “proposición mate-
mática”, se muestra optimista y dice: “resulta concebible que, ex-
pandiendo nuestra conciencia, podamos experimentar la atem-
poralidad”.29 En este vuelo único y trascendental hacia el conti-
nuum del espacio-tiempo, uno tendría, como nos lo dicen ahora
tanto la Espiritualidad como la Ciencia, la trama infinita del tiem-
po frente a los ojos, para poder leer, como en un libro abierto,
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hacia adelante o hacia atrás en el tiempo, según nuestra elec-


ción.
De hecho, esta “proposición matemática” de la Ciencia mo-
derna, ya fue llevada a la práctica hace miles de años atrás por
los sabios védicos. Algunas de sus obras que han sobrevivido a
los ataques del tiempo, nos hablan de ello, en especial las de Bhri-
gu, Vashista y Agasthya. Aquellos que se han dedicado a indagar
y que han dirigido algunas investigaciones concernientes a estos
antiquísimos escritos, nos dicen que estos sabios habían adquiri-
do, a través de disciplinas y prácticas espirituales, “la facultad de
la intuición” y “la divina e iluminada visión del futuro”. Movidos
por la compasión y el amor por las generaciones venideras del
género humano, dejaron como legado un registro de los sucesos
por venir que se adentra miles de años en el futuro. Se dice que
existen como 27 de este tipo de escritos, conocidos como samhi-
tas o nadis, anotados por otros tantos “videntes” de los tiempos
védicos. Sin embargo, el más conocido y popular de entre ellos
es el samhita del sabio Bhrigu, el que tiene una honrosa mención
en el Bhagavad Gita, que lo considera el principal de aquellos
que llegaran a realizar su identidad con el Supremo Brahman.
Aquellos estudiosos y eruditos que han estudiado en profundidad
estos samhitas, nos dicen que “hay una evidencia abundante pa-
ra demostrar que la capacidad para leer en los tiempos futuros
que poseían estos sabios, se le ha encontrado, hasta hoy, un gra-
do de precisión que asombra”.30
Como se dijera en el capítulo III, ha habido místicos y viden-
tes en todos los tiempos y en todas las partes del mundo. Un po-
pular vidente de Occidente, cuya visión, podemos decir, penetró
en el continuum de espacio-tiempo, fue el místico francés Nos-
tradamus, del siglo XVI, quien registró en sus famosas “Centu-
rias” aproximadamente 2500 predicciones en verso. De estas
predicciones, la mayoría de las cuales son de importancia inter-
nacional, y cubren un período de 22 siglos posteriores a él, se di-
ce que alrededor de 800, referidas a los últimos 400 años, se
han cumplido plenamente. Las más importantes de entre ellas
incluyen las revoluciones políticas en Afganistán y Persia en
1727, la Revolución Francesa en 1792, las dos guerras mundia-
les durante la primera mitad del presente siglo, y el auge y caída
de Hitler en Alemania. Todas han sido exactas en cuanto a los
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años y personajes mencionados por Nostradamus. Una de las


predicciones que debería ser muy bien recibida por todos los que
se interesan en el futuro de la Humanidad, es que durante las dé-
cadas finales de este siglo, “un líder inmortal”, nacido en la India,
“de sabia visión y de poderes de ilimitado alcance”, y que será
también “un erudito conquistador, atraerá a todo el mundo bajo
la bandera única de una Religión Universal de Verdad Eterna, y
unificará a todo el género humano en una sola hermandad”.31
El punto importante en esta referencia a los místicos y viden-
tes, no se refiere específicamente a sus predicciones, sino a la
“realidad” del concepto de espacio-tiempo en la Teoría de la Re-
latividad, que parecen confirmar. Ellos apoyan y fortalecen la te-
sis del doctor Fritjof Capra de que: “pese a que no tenemos una
experiencia directa del espacio tiempo tetradimensional y que,
por ello, se nos hace difícil tratar con los conceptos de la ‘relati-
vidad’... los místicos parecen capaces de alcanzar estados de
conciencia fuera de lo común, en los cuales trascienden el mun-
do tridimensional de la vida cotidiana para experimentar una rea-
lidad multidimensional superior de una expansión infinita de es-
pacio y tiempo”.32
De lo expuesto en los tres capítulos anteriores llegamos a la
firme conclusión de que las dos más valiosas corrientes de pensa-
miento al alcance del hombre —la Espiritualidad y la Ciencia—
no sólo muestran una asombrosa amplitud de complementarie-
dad y correspondencia mutua, sino que en verdad se encuentran
en varios puntos de importancia vital y se agregan recíprocamen-
te valores. No obstante, ningún conocimiento constituye un fin
en sí mismo. Todo conocimiento representa un instrumento, un
medio —de hecho, el más poderoso de los medios— para trans-
formar al hombre en un “ser” esclarecido convirtiendo su vida en
un viaje lleno de sentido y de propósito en este planeta, y ha-
ciendo que su vivir sea un glorioso reflejo de la Conciencia Cós-
mica que ha proyectado este vasto y bello Universo. Realmente,
resulta difícil, si no imposible, el concebir al Universo sin el Hom-
bre en él. Sin el Hombre, al menos la Tierra que conocemos tan
bien, no sería sino un amplio lugar en el que pastaran animales
vagando en manadas. El hombre, por consiguiente, se encuentra
íntimamente conectado a la Creación y luego, ambos, Hombre y
Creación en conjunto, a su Creador. Por lo tanto, sólo es pleno
164
165

y completo en su alcance aquel conocimiento que tome al Hom-


bre, la Creación y el Creador en conjunto dentro de sí.
Einstein debió haber poseído este principio de totalidad del
conocimiento, cuando dijo que Ciencia y Religión habían de an-
dar juntas, ya que de lo contrario una sería renga y la otra, ciega.
Ni la Ciencia sola, ni la Espiritualidad sola pueden entregarle la
dirección correcta a la vida del hombre, ni guiarlo hacia la meta
correcta. Para darle al hombre la visión y la fuerza precisas como
para recorrer la senda correcta, la única esperanza la constituye
el que se unan Espiritualidad y Ciencia para enriquecer y elevar
al mismo tiempo su vida.
Durante los últimos cien años, la Ciencia ha hecho magnífi-
cas contribuciones para enriquecer la vida del hombre, no sólo
satisfaciendo cada vez más sus necesidades de vida, sino también
proporcionándole facilidades, comodidades y lujos que no se ha-
brían podido soñar un siglo atrás. Y, sin embargo, el mundo de
hoy está en todas partes en un estado de conflagración de uno u
otro tipo. No hay paz ni orden en las naciones, ni en la sociedad,
ni en el hogar, debido a que no hay paz ni verdadera alegría de
vivir en el corazón del Hombre mismo. En las conmovedoras pa-
labras del físico J. Bronowski: “Aquí nos encontramos en el ma-
ravilloso umbral del conocimiento. El ascenso del hombre siem-
pre oscilando en la balanza. Siempre hay una sensación de incer-
tidumbre: si cuando el hombre levante su pie para dar el próxi-
mo paso, éste realmente bajará apuntando hacia adelante. ¿Y
qué hay delante para nosotros?” Y, a continuación, Bronowski
aboga lleno de esperanza por “reunir todo aquello que hemos
aprendido, para lograr un entendimiento acerca de dónde veni-
mos, de qué es el hombre...”33
Concluiremos con nuestro estudio sobre la Espiritualidad y la
Ciencia en el próximo capítulo y trataremos de ver cuál es la me-
jor forma para que, al juntarse estas dos corrientes, le puedan
ayudar al hombre a DAR EL SIGUIENTE PASO en la dirección
correcta y por el camino correcto, para llegar a construir un
mundo más feliz.

165
167

VII

EL HOMBRE,
LA CREACION
Y EL CREADOR

“La CIENCIA y la ESPIRITUALIDAD se encontrarán


y se darán la mano. La poesía y la filosofía se
harán amigas. Esto constituirá la Religión del futuro y,
si lo lográramos, podremos estar seguros, de que será así
para todos los tiempos y para todas las gentes”.

Swami Vivekananda

1. ECHANDO UN VISTAZO HACIA ATRAS


Si volvemos la vista atrás por el bastante largo trayecto que
hemos cubierto con este estudio, podremos recordar lo que he-
mos observado respecto del hombre y la forma en que vive, se
mueve y actúa hoy en día en cuanto individuo, en cuanto miem-
bro de su familia y, también, en cuanto trabajador y participante
activo en los asuntos de su sociedad, de su país y del mundo en
general. El cuadro del Hombre que obtuvimos fue bastante depri-
mente. El gran poeta inglés William Shakespeare, quien ejempli-
fica el concepto espiritual de la intuición perceptiva y la visión
inspirada, describió al Hombre tal como debió haber sido cuando
Dios le hiciera a Su propia imagen. Dice Shakespeare:
¡Qué obra maestra es el Hombre! ¡Cuán noble es su razón!
¡Cuán infinito en facultades! ¡En forma y movimiento,
cuán expansivo y admirable! ¡En acción, cuán parecido a un
ángel!
¡En preocupación, cuán similar a Dios!
¡La belleza del mundo! ¡El parangón de los animales!
¿Qué hay, entonces, de la imagen del Hombre que hemos
visto, la que incluso haría que Dios se sintiera dolido frente a “lo
que el hombre ha hecho del hombre”? También en este sentido
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el genio de Shakespeare pareciera haber presentido la creciente


degradación del Hombre y el deterioro de su carácter, porque
también él se lamenta frente a esta “caída del hombre”:
¡Mas el hombre, orgulloso hombre! ¡Revestido de nimia y
breve autoridad!
¡Ignorante total de lo que tiene de más seguro:
su cristalina esencia! ¡Como simio enfurecido,
emprende tales trucos frente a los Altos Cielos
que hasta a los ángeles hace llorar!
No es de extrañar que los ángeles lloren al ver que el Hom-
bre, con todo su progreso intelectual y sus adelantos materiales,
los lleve hasta la desesperación frente al futuro del género huma-
no. Ha dejado muy atrás los instrumentos de piedra con que en-
frentaba a sus adversarios, y blande ahora poderosas bombas
atómicas y otras armas letales como para destruir diez veces a
todo el género humano. Desde los bosques se ha trasladado a
pueblos y ciudades, pero los ha contaminado con humo, radia-
ción y gases venenosos. En lugar de cavernas profundas, ha le-
vantado altos rascacielos, cuyos departamentos más semejan
“palomares”, apenas más amplios, que “hogares” para hombres
y mujeres. Su lucha por la existencia ha tomado un cruel giro ha-
cia una pelea por matar y destruir a los adversarios que él mismo
ha creado en torno suyo.
¿Debemos desesperarnos también ante el destino del género
humano? Nuestro estudio nos muestra que no existe una causa
válida para tal pesimismo. Personas de inteligencia clara y de só-
lida autoridad, incluyendo a los científicos, han hecho el “diag-
nóstico” de esta grave crisis de nuestro tiempo, al igual que de la
enfermedad del Hombre, con tanta minuciosidad, que debería
devolver la confianza en el bienestar del mundo a todas las men-
tes desprejuiciadas interesadas en él. Un buen diagnóstico consti-
tuye por sí mismo la mitad de la curación. Como lo hemos visto,
científicos como James Jeans nos dicen: “La corriente del cono-
cimiento de la Ciencia no ha fluido por el mismo cauce de la co-
rriente de la vida del hombre”. El doctor Verma, neurocientífico
y cirujano, considera que, de manera general, el cerebro del
hombre de hoy ha desarrollado su “percepción intelectual”, pero
ha dejado de desarrollar aquella parte del cerebro que comanda
la “percepción de los valores”, y no ha llegado a coordinar estas
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dos facultades latentes en él. Psicólogos como Robert Heap nos


dicen que, hoy en día, el hombre muestra una absoluta carencia
de “fuerza espiritual”. H.G. Wells, con su juicio profundamente
científico, declara que “toda la especie humana está demente”,
principalmente porque “la Ciencia le ha dado al hombre poderes
mayores de los que nunca tuvo antes”, pero “él carece de fuerza
como para dominar su propia mente” y, por este motivo, se ha
convertido “en un peligro para sí mismo y para los demás”.
Estos eminentes pensadores de diferentes campos del cono-
cimiento han ido aún más lejos y, consecuentes con su diagnósti-
co respecto de la enfermedad que aflige al Hombre, han sugeri-
do también una cura eficaz. Ante todo, señalan que lo que está
creando estos problemas no es la Ciencia, sino el mal uso que de
ella hace el hombre mismo, en particular en el campo de la Tec-
nología, la que le está sirviendo en especial a los intereses cen-
trados en las ganancias de los industriales y a las necesidades de
“defensa” y de guerra de los políticos. En segundo término, estas
eminentes personas están produciendo un despertar de la gente
en todo el mundo respecto del hecho de que el Hombre, cegado
por su visión mecanicista del mundo y su enfoque materialista de
la vida, se está deshumanizando rápidamente; como resultado,
está surgiendo una conciencia creciente en todas partes respecto
de que debiera darse, para el real bienestar del Hombre, la mis-
ma importancia al progreso científico y al desarrollo de los valo-
res culturales y espirituales. Vimos antes que los mismos científi-
cos han comenzado a darse cuenta de que la Ciencia necesita
ahora “recuperarse a sí misma, recuperando una Conciencia vi-
viente”. También los psicólogos que han sondeado profunda-
mente en el funcionamiento de la mente del Hombre, han dicho
en términos inequívocos, que lo que más necesita el género hu-
mano actual es “una revolución espiritual, un renacimiento reli-
gioso”. A este respecto, el doctor Einstein le puso el sello científi-
co a su receta única, en cuanto a que solamente una verdadera
Religión, combinada con la Ciencia, puede enderezar el vacilante
avance del Hombre y también salvarlo de caminar ciegamente
hacia su autodestrucción.
No cabe duda de que la Ciencia ha comenzado ya a avanzar
en esta dirección, puesto que un número creciente de científicos,
al igual que de espiritualistas y también de eminentes pensadores
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de varios campos del conocimiento, han estado sacando a luz la


estrecha correspondencia entre Espiritualidad y Ciencia con res-
pecto a una serie de principios, teorías y leyes científicas. Sin
embargo, parece que estos esfuerzos por juntar las dos corrien-
tes de conocimiento necesitaran de una intensificación y una
consolidación, como también de ser asumidos de manera organi-
zada y objetiva por parte de todos los interesados en el progreso
y el bienestar humanos. De modo que, en vista de la gravedad
del problema y la compleja naturaleza de la solución sugerida por
estos eminentes pensadores, podemos tratar de examinar más
en detalle tanto el problema como las soluciones propuestas,
centrándonos en tres de los interrogantes más importantes que
plantean: 1) ¿Cuál es la justificación para la propuesta de juntar a
la Espiritualidad y Ciencia? 2) ¿Cuál es, precisamente, la vía por
la cual puede hacerse que ambas corrientes del conocimiento
puedan trabajar en conjunto? 3) ¿Qué beneficio pueden otorgar-
le ambas en conjunto, al género humano, que no puedan entre-
garle por separado?

2. BASES PARA LA PROPOSICION


2.1. La Ciencia marchando sola
En verdad, la Ciencia ha agregado mucho, en forma progre-
siva, a la riqueza de las naciones. Sus descubrimientos, a través
del desarrollo de la Tecnología, han levantado factorías y excava-
do minas, establecido rápidos medios de comunicación, de viaje
y de transporte, producido compuestos químicos de gran utili-
dad, aumentando considerablemente los abastecimientos de ali-
mentos, con todo lo cual le ha otorgado salud y riqueza al Hom-
bre. Sin embargo, en la búsqueda de más y más riquezas facilita-
da por la Ciencia, fue ignorado un punto importantísimo, aunque
no fuera de su responsabilidad directa: el que la riqueza no repre-
senta un fin en sí mismo, sino uno de los medios —quizás muy
importante— para el bienestar humano. De hecho, la concep-
ción mecanicista del mundo y el enfoque materialista de la vida,
que la Ciencia había promovido, tendió a acrecentar en el hom-
bre, tanto el egoísmo como su acompañante, la codicia. Conse-
cuentemente, este progreso económico produjo una secuela de
problemas imprevistos, tales como la concentración del poder
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económico, los intereses creados, el dominio y la explotación de


los más débiles por los más fuertes, el conflicto de clases, la in-
tranquilidad social, etc., en los distintos campos de la actividad
humana. El hombre comenzó a perder conciencia de los verda-
deros valores de la vida, de modo que la prosperidad alcanzada
gracias a la Ciencia pareció haber cobrado un alto precio. Este
hecho ha sido muy bien expresado por el Prof. Gailbraith (anti-
guo embajador de los Estados Unidos en la India) en su polémico
libro “The Affluent Society”, en donde dice: “El alimento y la be-
bida son abundantes en los Estados Unidos; sin embargo, son
más los que mueren en América por exceso de alimentos y bebi-
das que en ninguna otra nación, ni siquiera de Asia o de Africa
en las que las hambrunas y las sequías son frecuentes. Suecia,
una de las naciones ricas de Europa, tiene en su Constitución le-
yes que ofrecen a sus ciudadanos un servicio sin paralelo en el
mundo respecto de cualquier enfermedad, accidente o deficiencia
(física o mental, ya sea de nacimiento o surgida durante la vida)
y, sin embargo, en ninguna parte del mundo es tan alto el por-
centaje de suicidios y de divorcios como en este país. ¿No revela
esto lo que todo el mundo sabe, aunque muy pocos lo admiten,
que no sólo de pan vive el hombre?”1 Es así que la Ciencia, que
le ha ayudado al hombre a adquirir una mayor cantidad de mejor
alimento, ropa, alojamiento e incluso le ha permitido llevar una
vida de comodidades y de lujo, no le ha podido rescatar de este
nuevo mal de la “des-humanización” del espíritu, en todos los ni-
veles de su vivir.
Y eso no ha sido todo. A medida que en el Hombre el “espí-
ritu humano” comenzó a languidecer, los valores de la vida que
había apreciado durante tanto tiempo, sucumbieron ante las cre-
cientes fuerzas de la competencia y la rivalidad, el egoísmo y la
codicia, a las que la nueva filosofía de neto materialismo les abrió
las puertas. Las relaciones humanas fueron perdiendo gradual-
mente el alma en todas las áreas de la convivencia: en el hogar,
en la sociedad, en la nación, pero y por sobre todo, también en-
tre una nación y otra. Las naciones más poderosas, arrastradas
por su carrera de expansión territorial y de explotación económi-
ca de los países más débiles, comenzaron a aprovechar al máxi-
mo lo que les brindaba la Ciencia y la Tecnología, con el fin de
acabar con cualquier resistencia o rivalidad que les saliera al paso.
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Y es así que nos encontramos hoy en día en un grado muy supe-


rior al que existiera nunca antes, con que el conocimiento cientí-
fico está siendo utilizado en la industria, para desarrollar nuevas
prácticas de explotación de los consumidores y para manufactu-
rar armas de guerra más mortíferas para la supuesta defensa de
las naciones. Así, vemos que gran parte de los recursos financie-
ros de cada país son desviados hacia la manutención de los “gas-
tos de defensa”, los que aumentan cada año a nivel global. El
presupuesto de los Estados Unidos para el año fiscal de 1985,
por ejemplo, fue, de acuerdo con las informaciones de la prensa,
una agresiva manifestación de amenaza para la seguridad mun-
dial. Incluso, habiendo aumentado el déficit fiscal a 184 mil mi-
llones de dólares, las provisiones para la defensa fueron de 305
mil millones de dólares, la suma más alta desde la Segunda Gue-
rra Mundial. Esto “obligó a drásticos recortes del presupuesto de
bienestar social, lo que golpeó con mayor fuerza a los sectores
más débiles de la población”. Un estudio llevado a cabo por
“educadores, médicos, líderes religiosos y trabajadores sociales,
mostró que la subalimentación de sectores vulnerables de la so-
ciedad americana se manifestaba de manera epidémica, desde un
punto de vista médico... e iba en aumento en todos los
Estados”.2 El alto grado de una sensación de inseguridad en que
vive la mayor parte del mundo de hoy, debido a la amenaza
constante de explosivos enemigos “internos” y de ataques “ex-
ternos” por tierra, mar o aire, justifica plenamente el punzante
interrogante de Bronowski: “¿Hasta dónde hemos llegado?”
De hecho, la Ciencia está mostrando signos de convertirse
en la víctima de esta confusión y este caos que vemos por do-
quier. Alvin Toffler, el ex editor de la publicación americana
“Fortune”, describe en su conocido libro “El Shock del Futuro”,
la forma en que la Ciencia ha perdido hoy el objetivo de ser la
“Filosofía Natural” y como, en general, sigue avanzando sin un
objetivo claro. Señala que sólo los Estados Unidos están gene-
rando anualmente medio millón de informes, ensayos, etc., so-
bre temas científicos. Agrega que, a escala mundial, la literatura
científica y técnica alcanza a 60 millones de páginas por año. Ci-
ta más adelante a algunos Premios Nobel en diferentes ramas de
la Ciencia como apoyo a su opinión de que la Ciencia requiere
de una “política” para hacerla plenamente objetiva y para orien-
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tarla hacia una meta. Entre las autoridades que cita, se encuentra
Ralph Lapp, también un científico convertido en escritor, quien
dice: “Nadie, ni el más brillante de los científicos que aún viven
hoy en día, sabe realmente hacia dónde nos está llevando la
Ciencia. Estamos a bordo de un tren que está tomando cada vez
más velocidad, que corre raudo sobre rieles en los que hay un
número desconocido de palancas de cambio de vía que llevan ha-
cia destinos desconocidos. No hay un solo científico en la cabina
del conductor y puede que haya demonios ocupándose del cam-
bio de vías. ¡La mayor parte de la sociedad va en el vagón de co-
la, mirando hacia atrás!”3 Puede que Lapp esté implicando aquí
que la “sociedad en el vagón de cola”, ya sea no se interese por
mirar hacia adelante o no se atreva a ver lo que le depara el futu-
ro. ¡Ambas interpretaciones podrían ser acertadas, la primera
como causa y la segunda como consecuencia!
Finalmente, en cuanto a la Tecnología, se nos dice que una
parte sustancial de los mejores talentos de la Ciencia, se encuen-
tran al servicio de los gobiernos de sus respectivos países, y son
puestos a trabajar en la tarea de fortalecer el poder “defensivo”
de éstos. También, por otro lado, la Ciencia se encuentra actual-
mente en una situación en la que sus descubrimientos pueden
servir para ser aplicados para propósitos tan destructivos, que los
mismos científicos llegarían a lamentar sus genuinas contribucio-
nes al conocimiento humano. El descubrimiento del poder nu-
clear que condujo a la invención de la devastadora bomba atómi-
ca, no representa sino un hecho ampliamente conocido. Poco
más de una década atrás, el doctor Walter Orr Roberts, anterior
Presidente de la Asociación Americana para el Progreso de la
Ciencia, anunció que preveía la posibilidad de que la Ciencia pu-
siera a todo el globo terráqueo bajo observación continua, en un
futuro cercano y a un costo razonable. Dijo: “Estamos concibiendo
con esto un mejoramiento sustancial del pronóstico de tormentas,
heladas, sequías y problemas de “smog”, lo que procuraría oportu-
nidades para evitar desastres”. Agregando luego: “Pero también
podemos ver cómo acecha en el ulterior conocimiento de hoy,
una potencial terrible arma de guerra: la deliberada manipulación
del clima en beneficio de unos pocos poderosos, y también en de-
trimento del enemigo, pero quizás, incluso, de los que se encuen-
tren cerca pero que no están directamente involucrados”.4
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Casi ha pasado una década desde que el doctor Roberts ex-


presara este pronóstico sobre el potencial peligro de este nuevo
invento para el control del clima, y ya hemos oído, en una re-
ciente publicación del Instituto de Investigaciones para la Paz de
Estocolmo, “Environmental Warfare”: “Científicos militares usan
técnicas de manipulación del clima para dirigir un huracán hacia
las costas de una nación enemiga, envían nubes sobre una se-
gunda, con tormentas de granizos para destruir las cosechas y
crean una sequía artificial en los territorios agrícolas de una ter-
cera”. El Instituto prevé la posibilidad de que, en el futuro, “los
científicos puedan muy bien dominar la creación de tormentas de
granizo, de tormentas eléctricas, de sequías y de huracanes”. El
Instituto ha hecho un llamado en pro de una revisión del acuerdo
internacional para detener las armas ambientales, con el objeto
de hacerlo más amplio y llevar a un mayor número de naciones
a ratificarlo.5 No obstante, la pregunta pertinente es: ¿Servirán
estas medidas “externas”, cuando no se presta atención a una
transformación de los “científicos militares” que producen estos
artefactos mortíferos de destrucción, ni tampoco a las autorida-
des que dirigen estos inventos y también su utilización?
Todo esto apunta no sólo a la justificación de la propuesta
de juntar a la Espiritualidad y a la Ciencia, sino también a la ur-
gente necesidad de llevar adelante esta proposición antes de que
se le inflijan mayores males al género humano. Un argumento
fuerte y convincente en favor de esta proposición viene de una
autoridad de la envergadura de Aldous Huxley, quien dice: “Para
ser fructífera, la Ciencia debe ser pura. Una cantidad de desape-
go del egoísmo y de las diferentes formas de egoísmo, se vuelve
esencial, incluso si quisiéramos tomar contacto con los aspectos
secundarios de la realidad cósmica. La Ciencia ha de dejar de la-
do todo pensamiento de ventaja personal, de resultados “prácti-
cos”, y concentrarse exclusivamente en la tarea de descubrir he-
chos y de coordinarlos en teorías inteligibles. En el largo plazo, la
Ciencia vinculada con el egoísmo se convierte en esa investiga-
ción secreta y nacionalista que acompaña y precede a la guerra
moderna. Una tal Ciencia está dedicada tan sólo a su propio
aturdimiento y destrucción, tanto como a la destrucción de todo
otro tipo de bien humano. El hombre de ciencia ha de liberarse
también, no solamente de las pasiones egoístas y modificaciones
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del egoísmo más gruesas, sino además de sus prejuicios pura-


mente intelectuales, de las trabas de los patrones de pensamien-
to tradicionales e incluso del sentido común. Las cosas no son lo
que parecen, para ser más precisos, no son tan sólo lo que pare-
cen ser, sino que son mucho más. Para actuar sobre esta verdad,
como debe de hacerlo continuamente el hombre de ciencia, se
requiere de la práctica de una especie de mortificación intelec-
tual”.6
Esta tan necesaria “purificación” de la Ciencia, a través de la
“mortificación intelectual” del científico, recomendada por Hux-
ley, no puede venir sino de la Espiritualidad.

2.2. Una moción practicable


Algunas de las principales dificultades que se interponen pa-
ra que confluyan los caminos de la Espiritualidad y la Ciencia fue-
ron comentadas en el capítulo III. El mito de la incompatibilidad
entre la Ciencia objetiva y la Espiritualidad subjetiva, ha sido ex-
plotado por muchos científicos, en base a que estos enfoques
conforman en conjunto un enfoque totalizador, en el que tanto el
objeto como el sujeto que lo observa, configuran una unidad con
sentido. Erwin Schrodinger llevó esta relación de sujeto-objeto al
concepto de la “participación” del observador en el objeto o he-
cho observado. Este concepto científico se acerca mucho al con-
cepto védico del “triputi” según el cual, la separación en la trini-
dad de observador, observación y lo observado, es el resultado
de la objetivación mental de la Realidad única que penetra todo
el Universo. Hablando de este principio de la “participación”,
Schrodinger dice: “En realidad, se puede decir en pocas pala-
bras, por qué nuestro yo perceptivo no puede encontrarse en
parte alguna dentro del cuadro del mundo: se debe a que él mis-
mo es el cuadro. Es idéntico con el todo y, por ello, no puede es-
tar contenido en él como una parte”.7
Otro recelo que se esconde en los argumentos del campo de
la Ciencia, es que el interés del científico en la Religión afectaría
seriamente su temperamento científico y que, por esta razón, de-
be mantenerse alejado de ella. Este ataque frontal a la Religión
no resulta aplicable a la Espiritualidad. Por una parte, como se
ha visto abundantemente en lo expuesto en capítulos preceden-
tes, la Espiritualidad como la propone la Sabiduría Védica, no
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constituye una Religión fundada por algún profeta, sino que es


un sistema de Verdades Eternas y Universales que pertenecen a
la Vida, a la Creación y al Creador. En segundo lugar, lo que ata-
can estos hombres de ciencia no es la verdadera Religión, sino la
pseudo-religión y la religiosidad que han dado pie durante los úl-
timos siglos, en la India, a una serie de supersticiones y costum-
bres y tradiciones anticuadas, que han desarrollado ritos y ritua-
les sin sentido, y que han creado también el más detestable siste-
ma de castas.
De hecho, todos aquellos que atacan a la Religión de manera
vehemente, arguyen que el sistema de castas es una prueba feha-
ciente del inmenso daño que ésta le ha hecho a la India. Al res-
pecto, cabría señalar que en el orden social de los tiempos védi-
cos, la división en castas se había establecido sobre la base “cien-
tífica” de los guna-dharma o rasgos innatos del individuo. Al-
guien que mostrara de manera sobresaliente el atributo de Satva,
(inteligencia, sed de conocimiento, pureza de corazón, etc.) per-
tenecía a la clase de los Brahmana o sea aquellos de quienes se
esperaba podían llegar a conocer a Brahman o la Realidad Su-
prema. Una persona cuya naturaleza se mostraba dominada por
Rajas, (atributo de la energía dinámica, la osadía, la inclinación a
la actividad, la valentía, etc.) era un Kshatriya, un “protector” en
la sociedad, y un soldado en el campo de batalla. Alguien cuya
naturaleza mostrara una mezcla de Rajas y Thamas, era clasifica-
do entre los Vaishyaas, que se dedicaban al comercio, los nego-
cios, la agricultura y otro tipo de actividades afines. Finalmente,
aquellos que mostraban casi exclusivamente el atributo de Tha-
mas, (aletargamiento mental, intelecto obtuso, pereza física, etc.)
se dedicaban a los trabajos humildes y, en cuanto Shudras, le ser-
vían al resto de la sociedad de acuerdo con sus aptitudes o prefe-
rencias. No había obstáculo alguno para que alguien cambiara de
casta, siempre que este cambio correspondiera al patrón del or-
den social o Gunadharma. Es por ello que Manu, el primero en
establecer leyes, señaló claramente: “Alguien que haya nacido de
padres Shudra, puede llegar a convertirse en un Brahmin si desa-
rrolla los atributos correctos, del mismo modo que el que haya
nacido de padres Brahmines, pero desarrolle los Thamas, se
convierte en un Shudra”. Este orden social fue deteriorándose a
lo largo del tiempo, hasta llegar a ser un rígido sistema de castas
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hereditario, cuando los Brahmines llegaron a conformar una cla-


se de sacerdotes, cuyos intereses creados les hicieron erigirse en
mediadores entre Dios y el Hombre, y explotar a las clases “infe-
riores” de la sociedad.
La validez de la ley de Manu se evidencia plenamente en el
hecho de que, en la constelación de grandes santos de la India,
encontramos al Brahmin Tulsidas, al Vaishya Tukaram, al tejedor
Kabir, al orfebre Narahari, al jardinero Savata y al zapatero Rai-
das. Esto muestra con claridad que la verdadera Religión en ge-
neral, y la Espiritualidad en particular, no afectan en lo más míni-
mo al temperamento científico. Muy por el contrario, la Espiri-
tualidad, como hemos visto, encierra suficiente sabiduría científi-
ca como para inspirar a la Ciencia en su búsqueda de la Reali-
dad.

2.3. Los hombres de ciencia y la fe


El que la Religión le entregue la inspiración correcta al hom-
bre de ciencia, como para que desentrañe los misterios de la Na-
turaleza, como dijera Einstein, es algo comprobado, no solamen-
te por él solo, sino por un vasto número de otros eminentes
hombres de ciencia. El renombrado físico y fisiólogo botánico
doctor J.C. Bose, era un ardiente seguidor de las enseñanzas vé-
dicas. Al hablar sobre su famoso descubrimiento de que las plan-
tas e incluso la materia inorgánica tienen sensaciones de dolor,
agrado y alivio, su fe en la Sabiduría Védica le llevó a decir: “Se
ha olvidado que Aquel que nos ha rodeado con este misterio de
la Creación en continua evolución, con la inefable maravilla que
se esconde en el microcosmos de la partícula de polvo, que en-
cierra en su forma atómica el misterio del Cosmos, también ha
implantado en nosotros el deseo de inquirir y de entender”.8 Mi-
chael Farraday, quien le entregara la electricidad al mundo, ex-
presó respecto de las leyes físicas: “Estos son los atisbos que te-
nemos sobre las causas secundarias, a través de las cuales actúa
la Gran Causa Unica manifestando Sus ideas y rigiendo la Tierra.
El Libro de la Naturaleza que leemos, ha sido escrito por el dedo
de Dios. Nuestra Ciencia, mientras nos muestra estas cosas, de-
bería llevarnos a pensar en Aquel que las creó”. El doctor Char-
les H. Townes, quien ganara el Premio Nobel por sus trabajos
que llevaron al empleo del “laser”, indicó: “Ciencia y Religión
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son ambas universales y, básicamente, similares. De hecho, sus


diferencias son en gran medida superficiales, y ambas se tornan
prácticamente indistinguibles la una de la otra, cuando nos aden-
tramos en la naturaleza real de cada una”. El doctor C.A. Battis-
ta del Departamento Central de Investigaciones de las FMC Cor-
poration en Estados Unidos, conocido por sus investigaciones en
microcristales, dice: “Básicamente, la Ciencia lleva a la búsqueda
del conocimiento de Dios en las cosas y los fenómenos”. John
Glenn, el astronauta norteamericano, indicó que “había experi-
mentado la presencia de Dios en la vastedad del espacio del Uni-
verso y en la precisión de relojería con que funciona. Hacia don-
de uno mire en el Universo, hay un plan, exactitud y orden, des-
de la más pequeña estructura atómica hasta las estrellas que se
arremolinan en galaxias de millones de años luz de diámetro, via-
jando todas a lo largo de órbitas prescriptas en relación a las de-
más. El plan que se evidencia en el Universo es el más grande de
los hechos que prueban que hay un Dios con el talento y el po-
der como para ponerlo todo en órbita y mantenerlo allí”.9
Hay muchísimos más ejemplos de científicos que han llegado
a una intensa fe en el Creador y que, al mismo tiempo, cuentan
en su haber con una excelencia científica muy superior a la de
aquellos que se avergüenzan de tratar con la Religión o con Dios.
No obstante, los pocos citados aquí deberían bastar para mostrar
que la verdadera Religión, en lugar de representar un obstáculo
para el carácter científico, le otorga tanto inspiración como ale-
gría al hombre de ciencia que ve, en el misterio de la Creación,
la Verdad, la Belleza, el Amor y el Poder de su Creador.

3. TRABAJANDO EN CONJUNTO
En cualquier moción para hacer que Espiritualidad y Ciencia
vayan de la mano, el primer hecho que hay que considerar es
que la Sabiduría Védica no implica únicamente conocimiento
“no material” como se piensa a veces. Como se ha ido clarifican-
do, contiene tanto conocimiento sobre el Universo material co-
mo el que tiene la Ciencia de la física. De hecho, va más allá,
puesto que lanza luz sobre la unidad del Hombre, la Creación y
el Creador, al adentrarse en sus interrelaciones y luego descifra
la base común que tienen en la Realidad Ultima de la Conciencia
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Cósmica. El Vedanta, como lo indica el término mismo, repre-


senta el límite último del conocimiento humano y, por ello, es “el
brillante faro que ilumina todo otro conocimiento que la mente
humana pueda concebir”.
Ante este hecho, aparecen al menos cuatro vías posibles por
las cuales pueden acercarse Espiritualidad y Ciencia entre sí y
trabajar en conjunto como para convertirse en fructíferas co-
rrientes de conocimiento para el Hombre. En primer término,
pueden reforzarse mutuamente, como para que se haga más
fuerte y sólida la base de cada una en aquellas áreas en que, por
una u otra razón, sea débil o insegura, y que, por este motivo, dé
lugar a controversias y divisiones entre los respectivos adheren-
tes. En segundo término, parece que hay campo suficiente para
que sean recíprocamente complementarias, llegando a formar,
en conjunto, un conocimiento total para beneficio del género hu-
mano. En tercer término, la Ciencia puede encontrar abundante
conocimiento en la Espiritualidad como para suplementar los
propios principios, teorías y leyes, llenar cualquier laguna posible
en ellos o desarrollarlos más, y darles una mayor objetividad que
la que tienen en la actualidad. En cuarto lugar, la Ciencia puede
extender su investigación y estudio hacia el dominio de la Espiri-
tualidad, en particular con referencia a los distintos sistemas,
prácticas y ejercicios del Yoga. La Ciencia puede ir incluso más
allá y ayudarle a la Religión a liberarse del peso de los cultos es-
trechos y las prácticas irracionales, restaurando a su prístino po-
der para ennoblecer la vida y las relaciones humanas.
Podríamos delinear en general estas cuatro vías por las que
Espiritualidad y Ciencia podrían avanzar juntas para cumplir con
su objetivo declarado de conducir al Hombre hacia adelante, de
elevarlo y de construir un mundo más feliz para todo el género
humano.

3.1. El reforzamiento recíproco


En nuestro estudio precedente de la Teoría de la Creación y
la Evolución, la Teoría Quántica y la Teoría de la Relatividad se
mostró en grado sustancial el terreno común entre Espiritualidad
y Ciencia. Cualesquiera sean los principios, las teorías o las leyes
que cada una de ellas contenga, muestran una estrecha corres-
pondencia entre áreas afines de una y de otra, por lo cual ambas
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ganarían en confianza si estuvieran firmes en sus bases. En áreas


de este tipo, la Ciencia podría sentirse “doblemente” segura ya
que se presentarían menos posibilidades de que la teoría o ley
correspondiente pueda verse desplazada o corregida radicalmen-
te por otra, como ha sucedido frecuentemente en el pasado.
También la Espiritualidad podría tener la satisfacción de que sus
tesoros más preciados, por largo tiempo relegados al trasfondo,
por ser un conocimiento nacido de la intuición en un pasado re-
moto, comenzaran a salir a la luz como concordantes con la
Ciencia moderna. Esto, a su debido tiempo, ayudaría a la Espiri-
tualidad a lograr un lugar de mayor importancia que el que ha
conocido antes, en el universo del conocimiento del Hombre.
Vemos que en la Teoría de la Creación, tanto la Espirituali-
dad como la Ciencia presentan los fenómenos básicos de la
emergencia del Universo a partir de un substrato muy sutil, para
ir conformando sustancias progresivamente más densas que cul-
minan en la materia sólida y convertirse en este Universo sin lí-
mites. En este proceso de muy larga duración, ambas ramas del
conocimiento hablan de sonido, espacio, vibración, energía, ra-
diación, etc. Hay también una concordancia similar entre ambas
en cuanto a puntos como el proceso de creación-preservación-
destrucción que se produce simultáneamente, o como el de la
existencia de millones de galaxias en el Universo en expansión.
Por supuesto que hay algunos puntos en esta teoría en los que
Espiritualidad y Ciencia no concuerdan por completo. Mas, una
vez que ambas se junten, sería posible el examinar en detalle las
diferencias y alcanzar conclusiones definitivas. Naturalmente, es-
to también le conferiría satisfacciones tanto a la Ciencia como a
la Espiritualidad, en cuanto a que la “especulación cosmológica”
de la una y la “revelación intuitiva” de la otra hayan establecido
en conjunto la verdad absoluta sobre los fenómenos en cuestión.
En la Teoría Quántica, encontramos que ambas muestran
una asombrosa correspondencia en sus descripciones del mundo
subatómico. Vimos que la teoría védica tiene el anu y el parama-
nu o el “átomo” y el “más allá del átomo”, el último de los cuales
se describe como constituido por espacio y energía. De acuerdo
al Yoga Vasistha: “Vastos mundos residen en el hueco de cada
átomo, tan innumerables como las partículas de polvo que flotan
en el rayo de sol”.10 También en el caso de la Teoría de la Rela-
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tividad hemos observado que existe un completo acuerdo entre


la Espiritualidad y la Ciencia respecto del espacio, del tiempo y
de la causalidad en cuanto creaciones de la mente humana y, por
ende, sólo relativos para la Realidad Absoluta. Mientras mayor
sea el área de tales concordancias mutuas, mayor será la posibili-
dad de que cada una desarrolle el máximo de potencial en pro
del bien humano.

3.2. La complementariedad mutua


También hay áreas, como hemos visto, en donde Espirituali-
dad y Ciencia muestran desacuerdos más o menos comparables
con los que se manifiestan entre la “teoría de las partículas” clási-
ca y la moderna “teoría de las ondas” en cuanto a los fenómenos
en el mundo subatómico. Niels Bohr, postulaba, sin embargo,
que estos puntos de vista aparentemente contradictorios son, en
verdad, recíprocamente complementarios, puesto que, en con-
junto, forman el cuadro pleno y verdadero de los fenómenos en
cuestión; sobre esta base estableció Bohr su Principio de la Com-
plementariedad. Parece que hay un número de fenómenos que,
aparentemente, indicarían una contradicción entre Espiritualidad
y Ciencia, en las explicaciones que éstas dan de ellos o en los
postulados que están referidos a ellos. En la Teoría de la Evolu-
ción Inorgánica, por ejemplo, la Ciencia es incapaz de explicar,
como lo señala el doctor Weinberg (conf. capítulo IV), el cómo o
el por qué se produjo la transición del Universo dominado por la
radiación al dominado por la materia, en algún punto particular
del tiempo en el proceso de la Creación o, por otra parte, cuál
de estas dos transiciones ocurrió primero. La visión védica de es-
ta “transición” postula que la condensación de la energía cósmi-
ca se produjo progresivamente con ayuda de los “trigunas”, o
sea los tres “atributos básicos de la Energía” (satva, rajas y tha-
mas). Mientras que la Ciencia pone el acento en el aspecto mate-
rial, la Espiritualidad lo pone sobre el aspecto de la Energía del
mismo suceso, proceso o fenómeno. Esta situación resulta, por
ende, comparable a la de la teoría de las “partículas” en el caso
de la Ciencia, en tanto que en el caso de la Espiritualidad se po-
dría comparar con la de las “ondas”. Por lo tanto, debería ser
posible que encuentren algún punto en sus explicaciones diver-
gentes, en que ambas puedan considerarse acertadas por igual,
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logrando en conjunto una verdad totalizadora respecto de esta


transición y la formación de la dimensión material del Universo.
Respecto de la Teoría de la Evolución Biológica, la Ciencia
sostiene que la vida apareció en la Tierra recién cuando una de
las primitivas moléculas desarrollara, por azar o por accidente, la
propiedad de autoduplicación. La teoría védica, por su parte,
“no sólo se refiere al anu o átomo” y al paramanu, “más allá del
átomo” o a las energías electrónicas más finas, sino también al
prana o “fuerza vitatrónica creadora”. “Los átomos y electrones
son fuerzas ciegas; el prana es inherentemente inteligente. El ‘vi-
tatrón’ pránico en el espermatozoide o en el óvulo, por ejemplo,
guía el desarrollo embrionario”.11 Como se observara en el Capí-
tulo IV, es posible que la teoría védica nos explique la emergen-
cia de la conciencia y de la vida, en tanto que la teoría físicoquí-
mica de la Ciencia explica cuáles son los principales ingredientes
que se requieren para la conformación física, como ser el cuer-
po, el cerebro, los nervios etc., que representan un vehículo
apropiado para que la vida se manifieste y se haga activa. De
modo que cuando los que proponen estas dos diferentes teorías
le concedan algo de reflexión a las bases de las propuestas del
otro, ambos puntos de vista pueden aparecer como complemen-
tarios y, por lo tanto, confluirían para completar el cuadro.
Yendo algo más allá, la teoría darwiniana de la Evolución de
las Especies (que se considera ahora deficiente en algunos impor-
tantes aspectos), podría ser yuxtapuesta a la teoría védica de la
conciencia individual (Jivatman) que pasa a través de incalcula-
bles formas de manifestación progresiva de la Conciencia Cósmi-
ca en la materia, la planta y el animal, hasta florecer finalmente
en el Hombre. Se sostiene que en el Hombre esta evolución ha
alcanzado su culminación, porque sólo él está plenamente equi-
pado física, mental, intelectual y emocionalmente como para
descifrar el misterio de la vida y la Creación, y retornar a su fuen-
te un “hogar” con la alegría del triunfo y la autorrealización.
Cierto es que esto requeriría entrar en profundidad en los postu-
lados védicos de la Ley del Karma (vale decir, la ley de acción y
reacción relativa al pensamiento, a la palabra y a la obra del
hombre), la teoría de la Reencarnación del Alma bajo la Ley del
Karma, etc. Mas, entonces, esa exploración resultaría altamente
provechosa, puesto que pondría al alcance de la comprensión
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del Hombre, tanto el sentido como el propósito de la vida y la


Creación.

3.3. El recíproco suplemento


La misma Ciencia admite hoy en día que su conocimiento se
encuentra limitado por el alcance de las percepciones sensoriales
y la experiencia, mientras que la Espiritualidad, después de tomar
la debida comprensión de la materia, extiende su visión mucho
más allá. No obstante, ambos campos del conocimiento están in-
terrelacionados y, por consiguiente, son igualmente esenciales
para el correcto vivir del Hombre y para el progreso del género
humano. Si la Ciencia se refiere al “instrumento” para vivir, la
Espiritualidad se refiere a quien lo tiene en la mano. Si la prime-
ra ayuda a resolver el enigma de la materia, la segunda ayuda a
descifrar el misterio de la vida, de la Creación y del Creador.
Obviamente, entonces, el alcance de la Espiritualidad es in-
mensamente vasto y su contenido abrumadoramente amplio, en
más de un sentido, en comparación con la Ciencia. Por lo tanto,
debería ser posible que la Espiritualidad le ayudara a la Ciencia,
lanzando más luz sobre algunos de los intrincados problemas re-
lativos al Universo físico, que esta última no ha sido capaz de re-
solver o no ha desarrollado sino parcialmente. La Teoría de la
Creación, presentada por la Ciencia moderna, por ejemplo, al
re-trazar la emergencia del Universo, nos dice casi todo respecto
de los diversos procesos involucrados en su creación, pero prác-
ticamente nada respecto de su inicio o su fuente. A pesar de to-
do el estupendo pensar analítico y la soberbia mirada dentro del
funcionamiento de la Naturaleza que se hacen evidentes en esta
teoría, la historia de la Creación aparece de todos modos incom-
pleta, si no se nos entrega una idea firme respecto de dónde pro-
vino o a qué existía antes de su comienzo. Una teoría como ésta
que nos dice todo respecto de las “Causas Secundarias” pero na-
da positivo respecto de la “Causa Primera”, se parecería, por
ejemplo, a un “Hamlet” de Shakespeare, sin el príncipe de Dina-
marca. La teoría védica, como se viera en el capítulo correspon-
diente, resulta consistente y completa, comenzando por las fuen-
tes, el “poder motivador”, los procesos involucrados, su término
e incluso más allá de este término, hasta el punto en que se ini-
cie la nueva Creación, como se nos dice, de la misma manera en
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que la noche es seguida por el amanecer que es la clarinada de


un nuevo día. Esto no es sino un ejemplo para señalar el poten-
cial del Vedanta como para suplementar la superestructura de
conocimiento que la Ciencia ha levantado respecto del Universo
físico. Por ello resulta ser un hecho alentador el que la Teoría
Védica de la Creación esté recibiendo atención y cuente con la
apreciación de eminentes hombres de ciencia como el profesor
Hobson y el doctor Jayant Narlikar.

4. LA CIENCIA PUEDE MODERNIZAR EL YOGA Y


LA RELIGION
El Yoga ha sido definido como la ciencia de unir al Alma indi-
vidual con el Alma Universal. La filosofía védica ha establecido
una serie de métodos yogas con este propósito, por lo que le co-
rresponde al Hombre el elegir aquellos que le resultan más ade-
cuados a su temperamento, sus aptitudes y sus gustos. Estos ejer-
cicios, disciplinas y prácticas de espiritualidad se encuentran, prin-
cipalmente, en el Yoga expresado en los aforismos de Patanjali y
en su variante del “Raja Yoga” que diera a conocer Swami Vive-
kananda en el mundo. Estos Yogas tienen en cuanto componen-
tes principales el control de la respiración o Pranayama y la medi-
tación o Dhyana. También se le aconseja al aspirante espiritual el
llevar a cabo yogaasanaas o ejercicios físicos yogas. El Yoga así
practicado logra producir una integración mental, emocional y fí-
sica del buscador y le prepara para el esclarecimiento espiritual.
Tal como fueran establecidas en los antiguos textos, estas prácti-
cas y ejercicios se muestran por completo “científicos”, pero su
fuerza técnica ha sufrido considerablemente en el curso del último
medio siglo a manos de un sinnúmero de pseudo-yoguis debido al
interés que pusieron en simplificarlas o en encontrarle atajos a es-
tas difíciles sendas. También han sido considerablemente altera-
das las normas para evaluar el progreso que uno está logrando y
la certeza de que avanza por la dirección correcta. Es por ello que
estas prácticas y ejercicios yogas requerirán de un detallado estu-
dio y escrutinio para que les pueda ser restaurado, en donde sea
necesario, su carácter científico y su poder perdidos.
El doctor Carl G. Jung, el famoso psicoanalista, le rinde un
considerado tributo a estos métodos, diciendo: “Cuando un mé-
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todo religioso se recomienda como científico, llega con seguridad


a conseguir público en Occidente. Existe una buena razón para
que el Yoga haya logrado tener tantos adherentes. Por el hecho
de que ofrece la posibilidad de constituir una experiencia contro-
lable, satisface los requerimientos científicos de tener pruebas y,
además, por razones de su amplitud y profundidad, su venerable
antigüedad, su doctrina y su método que incluyen cada fase de la
vida, promete inimaginables posibilidades”. Para enfatizar aún
más los grandes beneficios del Yoga, el doctor Jung agrega: “El
Yoga, como me es fácil creerlo, constituye un método apropiado
y perfecto para fusionar mente y cuerpo como para que confor-
men una unidad, cosa que difícilmente podría cuestionarse. Esta
unidad crea una disposición psicológica que hace que se posibili-
ten intuiciones que trasciendan la conciencia”.12
Haciendo un llamamiento similar en pro del estudio y la in-
vestigación científicas de los sistemas del Yoga indio, el doctor
Julian Huxler, el famoso biólogo inglés, le aconsejó a los miem-
bros de la Fundación Mundial para la Salud Mental, en 1948,
que “podrían muy bien echarle un vistazo a las tradiciones místi-
cas de Oriente. Si estas tradiciones se pudieran investigar científi-
camente... pienso que se podría dar un inmenso paso adelante
en vuestro campo”.13
La Ciencia ya ha comenzado a mostrar un interés activo en
algunos de los sistemas yogas. Por ejemplo, en el caso del Yoga
de la meditación, pueden ser demostradas las varias etapas de
conciencia humana en términos de las ondas beta, alpha y theta
en el electroencefalograma. Esta coordinación entre la Ciencia y
el Yoga no sólo le ha conferido validez a la “meditación yoga”,
sino también le ha otorgado inmensos beneficios a los buscado-
res de la Realidad que la utilizan, al proveerles de un instrumento
para marcar su avance en este sutilísimo dominio de la Concien-
cia.
Una asociación que fuera fundada por el ya fallecido doctor
K.K. Datey, el cardiólogo indio de reputación internacional, para
la investigación de los sistemas de Yoga, ha hecho un muy buen
estudio de los Asanaas (ejercicios yogas), en particular Shavasa-
na, Halasana y Pranayama. Los resultados, basados en datos ex-
perimentales, mostraron que “un buen número de males se po-
drían curar por medio de estos ejercicios yogas”. Los datos mos-
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traron también, de manera convincente, que “una enfermedad


como la hipertensión puede ser curada por medio del Shavasana
o la Postura de la Muerte”. El doctor Datey, sin embargo, lamen-
taba que esta “rica herencia” de la India no haya recibido en su
propio país la atención que merece desde el punto de vista de la
investigación, “pese a que el Yoga se está haciendo creciente-
mente popular en Occidente”.14
También la Religión, que no es sino la Espiritualidad llevada
a la práctica, necesita urgentemente de la ayuda del hombre de
ciencia. La Ciencia, con su visión pragmática, podría contribuir
de manera sustancial para separar el grano de oro de la Espiri-
tualidad de la “cizaña” de la religiosidad, la ortodoxia y el fanatis-
mo que han crecido a su alrededor durante los últimos siglos. Es-
to es algo que debe hacerse. El descartar a la Religión por el he-
cho de haber sido pervertida por las locuras del hombre, sería
una locura comparable a la de verter el agua del baño junto con
el bebé. Como lo señalara el gran inventor Marconi: “La inhabili-
dad de la Ciencia para resolver la vida es absoluta. Este hecho
sería verdaderamente terrorífico si no fuera por la fe. El misterio
de la vida es ciertamente el problema más persistente que jamás
se haya puesto frente al pensamiento del hombre”.15 Una Reli-
gión pura basada en la Espiritualidad, puede desentrañar el mis-
terio de la vida, de la misma manera en que la Ciencia desentie-
rra los secretos de la Naturaleza que la rodea. Sólo cuando el
Hombre enriquezca su vida con ambos sistemas de conocimien-
to, podrá realizar el sentido y el propósito de la vida y avanzar
por la senda hacia su plenitud cabal.
Cabría agregar que el caso de Espiritualidad y Ciencia mar-
chando juntas ha sido expuesto aquí sólo con referencia a las
tres teorías de la Ciencia moderna que se trataran anteriormente.
No obstante, lo que se ha dicho aquí con respecto a la Física,
también resulta válido para la Ciencia en su totalidad, particular-
mente para ramas como la Fisiología, la Psicología, la Astrono-
mía y la Medicina. Un punto más que necesita de clarificación,
es el que nuestro concepto de la Espiritualidad y la Ciencia traba-
jando unidas, no implica solamente el que científicos y espiritua-
listas entren al laboratorio y conduzcan juntos sus estudios e in-
vestigaciones. Más que eso, exige que los hombres de ciencia to-
men un real interés por la espiritualidad y que, de igual manera,
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los espiritualistas muestren interés por la Ciencia desde este án-


gulo de desarrollo. Un encuentro de esa índole de estas dos im-
portantes corrientes del conocimiento tanto en el hombre de
ciencia como en el espiritualista, les resultaría mucho más fructí-
fero que el que se reunieran para tomarse de la mano. El bien
que pueda surgir de esta unión es difícil de predecir. Mas una co-
sa es cierta: su potencial en cuanto al bien del género humano
sería casi ilimitado, tanto como para ser ilimitado hoy en día el
daño que la Ciencia, al marchar sola, puede causarle. Podemos
delinear, entonces, una perspectiva de la nueva orientación y la
meta que una tal unión le ofrecería a la humanidad.

5. LOS LOGROS POSIBLES


Como se señalara en varios lugares anteriormente, la Cien-
cia, en su pura esencia, como Filosofía Natural, teniendo como
objetivo el develar el misterio de la Creación, constituye un sis-
tema de conocimiento altamente ennoblecedor. Einstein dijo
que la maravilla y el embeleso que una tal visión hacia el interior
de la Naturaleza le inspira al Hombre, representa el verdadero
espíritu de la Religión, presumiblemente porque, ya sea cons-
cientemente o no, le hace tomar conciencia del Creador que se
encuentra detrás de la Naturaleza. Incluso racionalistas como
Henry Poincaré son de la misma opinión: “Aquel que haya ob-
servado, aunque sea desde lejos, la espléndida armonía que rei-
na en las Leyes de la Naturaleza, tendrá mayor capacidad para
restarle importancia a sus mezquinos intereses egoístas y se fija-
rá un ideal que valorará más que a sí mismo”.16 Mas este poten-
cial de la Ciencia como Filosofía Natural, capaz de ennoblecer al
hombre, se fue perdiendo gradualmente, en la medida en que se
fue volviendo más y más un sistema “mecanicista” de conoci-
miento, para proporcionarle al Hombre mejores “técnicas” con
las cuales resolver los diferentes problemas de su vida y activi-
dad mundanas. La grave crisis que esta Ciencia “sin alma” ha
desencadenado, está amenazando hoy en día el destino mismo
del Hombre. Y es en esto que la Espiritualidad puede contribuir
al bien de la Humanidad, si logra restituirle a la Ciencia —siste-
ma de conocimiento que rige al mundo— su esencia original co-
mo Filosofía Natural.
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Desde este punto de vista, el mundo necesita en la actualidad


cada vez más hombres de ciencia que carezcan de prejuicios y
que se expresen sinceramente sobre sus disciplinas favoritas, co-
mo Charles Roberts Richet, Premio Nobel de Fisiología. Según
él: “La metafísica no es una Ciencia aún, en cuanto tal. Mas lle-
gará a serlo. Yo afirmo que nuestros cinco sentidos no represen-
tan los únicos medios de conocimiento y que un fragmento de la
Realidad se abre paso a veces hasta la inteligencia por otras vías.
¿Es razón suficiente para no entender un hecho el que sea raro
en su ocurrencia? Aquellos que han ridiculizado a la metafísica til-
dándola de ciencia oculta, se sentirán tan avergonzados como
aquellos que denigraron a la química basándose en que su bús-
queda de la piedra filosofal era ilusoria. Demos la bienvenida, en-
tonces, a la nueva Ciencia que habrá de cambiar la orientación
del pensamiento humano”.17
El optimismo de Richet en cuanto a que la metafísica le dé
una nueva “orientación” al pensamiento humano, está plena-
mente justificado por la Sabiduría Védica, la cual, como ya se
viera, constituye una mezcla única de Ciencia y Filosofía. Allí en-
contramos, en el concepto de Shiva-Shakti, el Principio de la
Conciencia y la Energía Cósmicas trabajando unidas para produ-
cir el Universo ilimitado. En la imagen de Nataraja, vemos a Shi-
va danzando en éxtasis y expresando el orden y el ritmo, la ar-
monía y la alegría en la Creación y en el funcionamiento de la
Naturaleza. Así también el ejemplo de la “paradoja de los geme-
los”, que se citara para ilustrar el postulado relativista de la velo-
cidad de la luz, tiene su paralelo en las escrituras, en la historia
del Señor Ganesha corriendo una carrera con su hermano Shan-
mukha; en esa carrera, ambos tienen que dar tres veces la vuelta
a la Tierra y retornar donde se encuentran sus padres, (Shiva y
Parvati), que esperan al ganador. Como reza la historia, Shan-
mukha vuela raudo por el espacio sobre el lomo de su pavo real,
en tanto que Ganesha sólo da tres veces la vuelta en torno de sus
padres y termina recibiendo el codiciado premio. Evidentemente,
Shanmukha simboliza a quien viaja en el plano relativo, en tanto
que Ganesha (quien es Omkara swaroopa o “aquel de la Con-
ciencia Omnipresente”) se mueve en el continuum espacio-tiem-
po del principio de Shiva-Shakti. En otras palabras, Shanmukha
circunvala la Tierra newtoniana de tres dimensiones, en tanto
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que Ganesha rodea el globo relativo del continuum espacio-tiem-


po. Esta historia sirve para ilustrar el triunfo de lo Absoluto sobre
el plano de lo Relativo.
Como puede verse hemos reunido abundantes pruebas res-
pecto de la practicabilidad de una saludable y significativa síntesis
de Espiritualidad y Ciencia, como también la fuerza del potencial
de una tal síntesis para llevar al Hombre a la senda de un bien
duradero. Una idea general de este bien, que surge de la Espiri-
tualidad y la Ciencia cuando se unen, puede ser esbozado aun-
que sea tan sólo en base al limitado marco de referencia que nos
brinda el estudio de las tres teorías científicas que hemos delinea-
do en capítulos precedentes. Cuando se sintetizan los postulados
científicos y los védicos respecto de estas teorías, del modo ante-
riormente delineado, emergerían cuatro significativos resultados
beneficiosos. Ellos serían:
a) Un elevado concepto de la Verdad que gobierna el Universo,
la cual es buscada por la Ciencia como Realidad y que la Sabi-
duría Védica postula como Brahman, el Ser Supremo o Crea-
dor.
b) Una sublime visión del Universo más allá de la materia y la di-
versidad de fenómenos, que transformaría por completo la
presente concepción materialista del mundo y el enfoque me-
canicista de la vida que tiene el Hombre.
c) El reconocimiento de la Verdad de que el Hombre es parte in-
separable tanto de la Creación como del Creador, haciendo
que la vida del Hombre en la Tierra se llene de sentido y lle-
vando su dignidad a un orden más elevado en el Universo.
d) La emergencia de una nueva Religión, basada en las verdades
eternas y universales, en la cual la Ciencia encuentre una
orientación espiritual y la Espiritualidad, una base científica.
Esta nueva Religión, a su vez, le dará un impulso ascendente a
la tercera fase de la Evolución, es decir, la fase psicosocial, en
la que el hombre egoísta y egocéntrico de hoy deberá ascen-
der lo más alto posible y florecer en el “Hombre Universal”.
La precisa naturaleza de los beneficios de esta unión de Espi-
ritualidad y Ciencia será expuesta a continuación detalladamente,
con referencia al Creador, la Creación y el Hombre: estando in-
terrelacionados los tres en el nivel fenoménico y formando al
mismo tiempo, en esencia, una sola Realidad.
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6. EL CREADOR
Los capítulos anteriores han mostrado que el concepto de la
Realidad en la Ciencia se ha acercado mucho al sustentado en la
Espiritualidad. De hecho, un gran número de hombres de cien-
cia, tanto en India como en el extranjero, están aceptando que
estos conceptos provenientes de dos campos diferentes del cono-
cimiento, convergen hasta un punto en el que llegan a ser idénti-
cos entre sí.
El punto de vista védico es que toda la Creación es la mani-
festación de un Principio Infinito, Eterno y Supremamente Inteli-
gente, que también tiene los atributos de Paz y Bienaventuranza.
Este Ser Supremo —Conciencia e Inteligencia— es “lo más pe-
queño de lo pequeño” en el micro-nivel y ”lo más vasto de lo
vasto” en el macro-nivel. Además, el Shiva-Shakti (Conciencia y
Energía Cósmicas) que proyecta el Universo y pone en funciona-
miento la Ley del Orden y la Verdad, mantiene la actividad de
éste en perfecta armonía, de acuerdo con el Designio Cósmico.
En su búsqueda de la Verdad que subyace en todos los fenó-
menos físicos, la Ciencia se ha alejado, durante el presente siglo,
del mundo de las percepciones sensoriales, y ha llegado hasta los
bordes mismos del mundo físico. Ha comenzado a extender aho-
ra su visión hacia la Realidad que se encuentra más allá. La Teo-
ría Quántica y la de la Relatividad, en conjunto, han llevado al
hombre de ciencia a que instale la Conciencia en el altar reserva-
do a la Realidad, empujando hacia una posición subordinada tan-
to a la “partícula” como a la “onda”. “En la Mecánica Quántica
—dice el físico Dr. Roger Jones— la Conciencia ha sido introdu-
cida en el cuadro”.18 Otro físico, el doctor E.H. Walker, nos dice
que los protones dentro del átomo muestran signos de concien-
cia. Según estos físicos, la materia es energía dinámica (Shakti)
en su centro, y a diferencia de la electricidad inanimada, mues-
tra, en el nivel subatómico, un designio inteligente en su funcio-
namiento. Los protones parecen poseer “información” y actúan
en concordancia, como una célula orgánica.19
Igualmente importante es el hecho de que también la Teoría
de la Relatividad llega a la conclusión de que la Conciencia repre-
senta el material básico del Universo. Como en el caso de la Teo-
ría de los Quanta, también en la Relatividad los físicos han descu-
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bierto que el “sujeto” o el científico que observa, no está fuera


del fenómeno que estudia, ya que ambos están ligados en la
Conciencia, siendo el científico “participante” de aquella Reali-
dad. Como lo expresa M. Kroy: “El conocedor y lo conocido re-
presentan dos aspectos diferentes de una Conciencia Cósmi-
ca”.20 También en la Teoría de la Relatividad, el carácter “cuan-
titativo” del mundo físico depende del estado del observador y de
su marco de referencia. Por otra parte, la teoría de los campos
de Einstein ha mostrado que el aspecto dinámico del Universo
implica que el “ser” de la materia no puede ser separado de su
actividad. De modo que los postulados de la Teoría Védica sobre
que la Conciencia Cósmica misma ha llegado a convertirse en to-
do en la Creación, se ven refrendados.
¿Y qué hay, entonces, de los innumerables dioses en la reli-
gión hindú? Estas numerosas “deidades” fueron creadas por los
Puranas o épicas hindúes, en beneficio de los laicos incapaces de
comprender o de asimilar las excelsas verdades del monismo o
Advaita. Aun así, también estas deidades simbolizan los innume-
rables y diversos poderes —pequeños y grandes, del bien y del
mal— que mantienen en funcionamiento la ilimitada maquinaria
del Universo acompañando el gran drama de las dualidades de la
vida. El hecho es que esta complicada multiplicidad de dioses y
diosas ha llevado, con el paso de los siglos, hacia una fe ciega, a
la ortodoxia, a ritos y rituales sin sentido, a supersticiones y a un
sinnúmero de males sociales que incluyen la explotación de las
crédulas clases “inferiores” por los intereses creados. Este abuso
de la práctica de la adoración de “ídolos” e “imágenes” en la Re-
ligión, justifica el cáustico comentario de Voltaire con respecto a
los adoradores de ídolos, de que así como Dios hizo al hombre a
Su imagen, el hombre le devolvió la moneda, haciéndolo a su
vez, a Dios, a su propia imagen. En la filosofía védica, no obs-
tante, los dioses no son más que “personificaciones” de las dife-
rentes energías, poderes y elementos cósmicos involucrados en
los diferentes niveles de la Creación, desde la sutil Conciencia
hasta la densa Materia. Esta “personificación” constituyó la fór-
mula más efectiva para hacer que el Hombre prestara atención a
la Conciencia que operaba a través de todas las “deidades regen-
tes” conectadas a las innumerables fuerzas y funciones compro-
metidas en esta ilimitada Creación.
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Entonces, tenemos por una parte a Shiva, Parvati y a Nata-


raja y, de manera similar, a Brahma el Creador, a Vishnu el pre-
servador y a Maheswara el destructor: la sagrada Trinidad que se
ocupa de toda la Creación. Entre otros, la diosa Saraswati perso-
nifica al poder de la sabiduría; Lakshmi, al poder de la fortuna y
la fama; Surya Narayana, al poder de la energía, la luz y la vida,
y Yama, al dios de la muerte. Por sobre todo estos grandes Dio-
ses le entregaron al Hombre una serie de “Seres Divinos” que
podía concebir y a quienes glorificó y adoró con reverencia y ad-
miración, y a quienes trató de emular lo mejor que podía en lo
concerniente a las cualidades que se les atribuían, tales como la
paz y la alegría, el orden y la armonía, el amor y la compasión.
El concepto védico de Ser Supremo o Conciencia Cósmica
como Realidad subyacente en la Creación, ha encontrado una
creciente aceptación entre los hombres de ciencia durante este
siglo. Incluso antes, hemos visto a Darwin expresar su “extrema
dificultad, por no decir imposibilidad de concebir a este inmenso
y maravilloso Universo, sin sentirse impelido a buscar una Causa
Primera dotada de una Mente inteligente”. Durante el presente
siglo, tenemos a Sir Charles Lyell que nos dice, basado en su
propia experiencia: “En cualquier dirección que llevemos nues-
tras investigaciones, ya sea en el tiempo o el espacio, en todas
partes descubrimos las claras pruebas de una Inteligencia Crea-
dora y de Su providencia, sabiduría y poder”.21 P.Paley, otro fa-
moso biólogo, expresó lo siguiente respecto al enfoque del hom-
bre de ciencia en su búsqueda de la Realidad: “Si cualquier se-
cuencia de pensamientos resulta más deseable que otra, se trata-
rá de aquella que vea los fenómenos de la naturaleza en constan-
te referencia a un Ser Inteligente Supremo”.22 En años recientes,
los científicos están volviéndose, en número creciente, hacia la
visión que Einstein le imprimiera a la nueva física, en cuanto a
que detrás del “campo” y de su existencia física, se levanta una
misteriosa Realidad “no material”, la cual está siendo denomina-
da por ellos con diversos términos, como “mente”, “material
mental”, “substrato”, “conciencia”, “conciencia cósmica”, etc.
Nos encontramos así con que la Ciencia de hoy ha comenza-
do a aceptar que una Conciencia Supremamente Inteligente sub-
yace a la materia al nivel subatómico y que trasciende también el
plano relativo de espacio, tiempo y causalidad. Podemos inter-
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pretar en este sentido lo que dijera Swami Vivekananda hace ya


más de ochenta años: “La Física limita en ambos extremos con
la Metafísica”, tanto en el micro como en el macronivel. En las
palabras de Eddington, todo el Universo aparece como un “mag-
no pensamiento”, en tanto que los átomos se ven como pensa-
mientos de una “gran Mente”. Una vez que la Ciencia extienda
su campo de estudio y de investigación hacia esta Realidad de la
Conciencia, tanto a través de sus acercamientos teóricos como
de los métodos prácticos del Yoga, los hombres de ciencia po-
drán encontrar mayores posibilidades para descifrar los misterios
de la Creación con sus sistemas autocoordinados de leyes de la
Naturaleza. Lo que es más, esta exploración ampliada contribui-
ría, como nos lo asegura Taimni, a “sintetizar a la Espiritualidad
y la Ciencia en el núcleo mismo de sus tres campos de conoci-
miento: Hombre, Universo y Creador”.23

7. LA CREACION
Habiendo revisado el perfil del Creador que nos traza la Es-
piritualidad y también el de la Ciencia, podemos ver también el
concepto de la Creación que ambas proponen. Ambos concep-
tos se han acercado tanto, que el cuadro de la Creación presen-
tado por ellas se parecerá mucho, al igual que en el caso del
Creador.
Según la Espiritualidad, todo el Universo es una manifesta-
ción densa de la Conciencia Cósmica misma. Ya explicamos los
diferentes procesos de “condensación” de éste, el más sutil de
todos los principios sutiles, para ir asumiendo gradualmente for-
mas más densas hasta que llegara a existir todo el Universo de
espacio y de objetos. En consecuencia, naturalmente que el “ma-
terial” del Universo es el de su Creador, vale decir: únicamente
Conciencia. “Todos los seres no son más que Conciencia; lo
mismo sucede con los tres mundos, también son sólo Concien-
cia”.
Al ser esta Conciencia el único substrato de todos los objetos
y seres, sucesos y otros fenómenos, todo el Universo tiene una
unidad básica. En este plano absoluto, el Universo trasciende la
multiplicidad de objetos y de seres. Por otra parte, empero, de
acuerdo al designio del Creador, el Universo le presenta a la
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194

mente del Hombre una apariencia de pluralidad de objetos y de


multiplicidad de nombres y formas y, por eso, oculta la Realidad
de su propio “ser” interno y también la de su medio ambiente.
De hecho, la dualidad del Conocedor y lo Conocido, el sujeto y
el objeto, constituye el escenario sobre el cual se desarrolla ince-
santemente todo el drama cósmico de los “pares de opuestos”:
felicidad y dolor, conocimiento e ignorancia, bien y mal, etc. La
causa para esta dualidad es Maya, un poder divino que cubre con
un embrujo la mente del hombre y le hace sentirse separado de
su medio ambiente. “Todo este mundo de objetos está constitui-
do por el mismo material de la mente del hombre. Es creado y
amalgamado por la energía del pensamiento y sólo por el pensa-
miento, por la fuerza de la ideación de la voluntad más la imagi-
nación”.24
Desde el punto de vista práctico, el mundo no puede ser
considerado como una ilusión. De hecho, la Sabiduría Védica
nos recuerda una y otra vez: “El mundo es Brahman, el Creador
mismo”. Ella nos enseña advirtiéndonos no tomar el mundo co-
mo la Verdad absoluta, sino sólo como relativamente verdadero,
no vaya a ser que perdamos contacto con la Realidad de nuestro
propio “ser”. La razón es que únicamente este conocimiento de
Brahman puede hacer que nuestra vida cobre sentido y propósi-
to y sea fructífera en la manera que responde a los designios del
Creador. Según la filosofía védica, como se verá más adelante, el
verdadero cumplimiento del sentido de nuestra vida reside sólo
en la realización de esta Verdad Suprema de que Hombre, Crea-
ción y Creador se encuentran ligados en una única Conciencia
Eterna. Entraremos en este precioso mensaje de la Sabiduría Vé-
dica cuando lleguemos a tratar el tema del Hombre y su destino.
Volviéndonos hacia la Ciencia, encontramos que, durante es-
te siglo, la concepción clásica mecanicista del mundo ha retroce-
dido rápidamente a un segundo plano. En su lugar, la Mecánica
Quántica ha establecido un mundo de energía dinámica. Ahora,
la materia no posee una existencia independiente propia, como
tampoco la tiene el mundo. Toda apariencia de materia sólida,
de hecho, consiste en haces de energía interaccional e interrela-
cional. Pero sobre todo, los hombres de ciencia están admitiendo
que la Conciencia es la que se encuentra en la base de todos es-
tos haces de energía.
194
195

El reconocimiento que se le ha acordado a la Conciencia co-


mo Verdad que subyace en el Universo, ha llevado a que los
científicos admitan las limitaciones de la mente y los sentidos hu-
manos para comprender aquella Realidad ubicada más allá de los
confines de la materia. La Ciencia se ha encontrado con que sus
actuales medios y métodos resultan inadecuados para identificar
plenamente la naturaleza precisa de la Realidad en el mundo su-
batómico, como también en la del continuum espacio-tiempo
más allá del plano relativo del espacio, el tiempo y la causalidad.
Los términos de Maya (el poder del engaño) y Avidya (ignorancia
engañosa), han ingresado al vocabulario del hombre de ciencia.
Mientras confundamos la miríada de objetos y de seres con la re-
alidad, sin percibir la unidad de Brahman que subyace en todas
estas formas, estaremos bajo el embrujo de Maya. Como explica
este punto el renombrado físico doctor Fritjof Capra: “Maya no
significa que el mundo sea una ilusión, como se dice errónea-
mente con frecuencia. Esta ilusión reside meramente en nuestro
punto de vista, si pensamos que las figuras y estructuras, las co-
sas y los hechos en torno nuestro representan realidades de la
Naturaleza, en lugar de darnos cuenta de que son conceptos de
nuestras mentes medidoras y categorizadoras. Maya representa
la ilusión de tomar a estos conceptos por la Realidad, de confun-
dir el mapa con el territorio”.25 Hay algunos que expresan la opi-
nión de que los pares de opuestos que encontramos en la vida,
tales como luz y oscuridad, calor y frío, son conceptos nacidos
de la convención y la experiencia sensorial, cuando en realidad
puede que no sean sino acciones recíprocas entre opuestos, co-
mo los fenómenos de ‘partícula’ y de ‘onda’ observados dentro
del átomo. También se reconoce que lo que la mente y los senti-
dos nos entregan no es sino una visión superficial de nombres y
formas, configuraciones y tamaños, cosas y sucesos del mundo
que, luego, categorizan en buenos, malos e indiferentes, de
acuerdo con sus normas o gustos y desagrados. De manera simi-
lar, el antiguo concepto de que el “sujeto” observa el mundo ob-
jetivo, es desbaratado por la Teoría del Campo Unificado, que
entrega un entendimiento amplio de la totalidad en la que el “su-
jeto” no se encuentra fuera de la Realidad del “objeto” que estu-
dia u observa, sino que también es parte de ella.
De acuerdo con estos criterios, la Ciencia ha comenzado
ahora a adoptar un marco de referencia holístico en su aproxi-
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mación a los problemas, “no sólo porque es científico, sino tam-


bién porque es coherente con las más avanzadas teorías de la re-
alidad física”.26 Es así que, según Heisenberg, “El mundo apare-
ce como una complicada tela de sucesos, en la que se alternan o
sobreponen conexiones de diferentes tipos, y, que con ello, de-
terminan la textura del todo”.27 De hecho, la creciente convic-
ción entre los hombres de ciencia con respecto a la concepción
unificada del mundo basada en la Conciencia —que jamás lleva a
divergencias— ha producido más de una teoría con referencia a
la unidad del Cosmos, en las últimas tres décadas. La teoría de
David Bohm, nos dice que no puede haber nada como “partes
separadas” o “eventos separados” en nuestro Universo. No hay
sucesos autónomos, porque sus “funciones de onda” están co-
nectadas a través del intercambio de fuerzas, las que entonces
forman un todo unificado. “Una función ondulatoria en el nivel
subatómico no constituye un fenómeno local, sino que muestra
interconexiones globales”. El centro de la teoría de Bohm es “la
ininterrumpida (totalidad) unicidad del Universo”.28
También está la Teoría del Bootstrap, según la cual “Cada
partícula consiste en todas las demás partículas, no en el sentido
estático de que cada una de ellas contenga a todas las demás, si-
no que no se trata de entidades separadas: son patrones de ener-
gía interrelacionados en procesos dinámicos organizados, que las
involucran unas a otras”.29 La concepción del mundo como sis-
tema, enfoca la atención en la unidad que se basa en las relacio-
nes e interacciones como principios básicos de cualquier sistema.
De acuerdo con esta teoría, “No existen bloques aislados en la
Naturaleza, como lo ha demostrado el mundo subatómico. El
mundo material es una complicada red de relaciones entre las
partes del todo”.30 Por otra parte está la Teoría de la matriz-S,
basada en la anterior de Geoffrey Chew, según la cual la Natura-
leza no puede ser reducida a entidades fundamentales, como los
bloques fundamentales de la materia. “El Universo es visto como
una red dinámica de hechos interrelacionados. Ninguna de las
propiedades de una parte de esta red es fundamental; todas con-
tinúan a partir de las propiedades de las otras partes y la estabili-
dad total de sus interrelaciones es la que determina el entramado
total”. Cabe destacar que la teoría de Bohm y la de la matriz-S
de Chew reconocen que “la Conciencia puede muy bien consti-
196
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tuir un aspecto esencial del Universo que habrá de ser incluido


en una teoría futura de los fenómenos físicos”.31
Fred Hoyle, el astrónomo de renombre mundial y Premio
Nobel, dice, al explicar esta unidad del Cosmos: “Los actuales de-
sarrollos en la Cosmología, están sugiriendo, casi sin cesar, que
no se podrían presentar las condiciones cotidianas a no ser por
las partes distantes del Universo; además, todas nuestras ideas
acerca del espacio y la geometría podrían haber sido totalmente
invalidadas si se exceptúan las partes distantes del Universo; que
nuestra experiencia cotidiana parece estar estrechamente inte-
grada a las características a gran escala del Universo”.32 Swami
Vivekananda, hablando de la unidad de la Creación desde el pun-
to de vista védico, presentó este mismo hecho en una breve, pe-
ro recia declaración: “Un átomo del Universo no puede moverse
sin arrastrar a todo el orbe con él”.33
Un significativo fenómeno que han sacado a la superficie es-
tos físicos que sondean en los misterios del mundo subatómico,
se refiere a la conducta de las partículas. Se dice de ellas que ex-
hiben un principio teleológico que está relacionado con sus fun-
ciones. En otras palabras, están tendiendo hacia una causa final
a cuyos designios están sirviendo. De manera similar, la forma-
ción de sistemas atómicos a partir de partículas elementales,
también muestra signos de “logro de una meta”, lo que constitu-
ye una señal de actividad teleológica. Además, en un átomo mu-
tilado se muestra una tendencia natural a tomar a cualquier elec-
trón vecino para incluirse en un sistema. Esta característica de la
formación de sistemas y de la conducta armoniosa de las partícu-
las sistematizadas muestra ciertas señas de una relación lógica
entre ellas. Es este tipo de funcionamiento inteligente en el siste-
ma físico lo que llevó a Eddington a declarar que la realidad físi-
ca es de la naturaleza de la Mente Universal o Logos, y a James
Jeans a afirmar que los sistemas físicos parecen más afines a la
naturaleza del pensamiento que a la de una mera máquina. Co-
mo lo afirma el doctor E. Lester Smith: “La ordenada compleji-
dad de las cosas vivientes sugiere, ciertamente, un propósito in-
teligente. En verdad, el Universo entero entrega un elocuente
testimonio de ser el producto de una mente inteligente, como lo
han sostenido algunos hombres de ciencia”.34
197
198

La cuestión ahora es: Para los propósitos de nuestro estudio,


¿cuál es el punto más importante que surge del cuadro de la Crea-
ción, presentado en conjunto por la Espiritualidad y la Ciencia?
La Creación es inseparable de su Creador, como también es
inseparable el Hombre de la Creación. Los tres se combinan en
la Realidad única de la Conciencia Cósmica, porque la Concien-
cia es indivisible. Tanto la Espiritualidad como la Ciencia con-
cuerdan sobre este punto; sin embargo, la Espiritualidad ha ido
más lejos y ha visualizado a la Conciencia Cósmica como el Ser
Supremo y la ha glorificado como Sathyam, Shivam y Sundaram
o Verdad, Pureza y Belleza del Amor y la Armonía en la Crea-
ción. Al adorar así a ese “Dios” con devoción y gratitud, el hom-
bre sintió espontáneamente surgir estos mismos atributos en sí
mismo. Su fe en la Omnisciencia, la Omnipresencia y la Omni-
potencia del Ser Supremo, le dio al Hombre un atisbo de la pre-
sencia de aquel Creador tanto en la Tierra como en los cielos ta-
chonados de estrellas que se hallan en lo alto. No ha de asom-
brar, entonces, que el corazón del Hombre rebose de amor y
gratitud una y otra vez, y continúe glorificando al Creador junto
con el poeta:
“En cada hierba que pisamos
están escritas palabras que, bien leídas,
nos conducirán desde el fragante césped
que cubre la Tierra
hacia la esperanza, la santidad y Dios.
En los oscuros cielos azules, las estrellas se regocijan,
y cantan suavemente con amorosa voz,
a los hombres en la Tierra,
mientras alumbran con su fulgor,
“La Mano que nos hizo, fue la Mano de Dios”.
Resulta obvio que este genuino amor y adoración por el Crea-
dor representa el comienzo de la verdadera Religión. En ello resi-
de la esperanza de que Espiritualidad y Ciencia puedan producir,
en conjunto, la Religión eterna y universal que imaginaba Swami
Vivekananda. Hoy en día, la Ciencia ha llegado a darse cuenta
de que este magnifico y al mismo tiempo misterioso Universo no
pudo haber sido el producto de fuerzas ciegas y mecánicas, co-
mo se había supuesto. Su búsqueda de la verdad la está condu-
ciendo, inevitablemente, hacia la Realidad de un principio abso-
198
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luto, consciente, y una inteligencia suprema, que se encuentra


como Causa Primera detrás de todos los fenómenos en los que
ha sondeado y en los que ha encontrado las “Causas Secunda-
rias”. Como observara Max Planck: “Mientras Dios representa el
punto de partida para el ignorante, para el hombre de ciencia re-
presenta la coronación de su carrera”. El día en que la Ciencia
alcance la Causa Primera, representará la aurora de una Religión
para todos los seres y que permanecerá por todos los tiempos.
Ella será la Religión de la Ciencia Espiritual y también la de la Es-
piritualidad Científica. El hombre ha de avanzar en esa dirección
con el objeto de cumplir con el papel que le corresponde en la
Creación y deleitarse en el amor y la luz del Creador.

8. EL HOMBRE Y SU PROXIMO PASO


Llegamos ahora al punto central planteado por Bronowski,
es decir aquél del “próximo paso” del Hombre en su “ascenso”
hacia la tercera fase, denominada psicosocial, de la Evolución
Orgánica. Por ello, permítasenos tratar de visualizar tanto la di-
rección como la meta de la posterior evolución del hombre, bajo
la luz combinada de Espiritualidad y Ciencia.
Desde que el Homo u hombre primitivo apareció sobre la
Tierra, hace aproximadamente 25.000 años, su evolución ha
mostrado siempre el despertar de un poder que lo condujo, pro-
gresivamente, a convertirse en un ser racional inteligente y cons-
ciente de sí mismo. En tanto que todos los demás animales eran
conscientes tan sólo de “lo externo” en su medio ambiente, sólo
el Hombre tuvo la facultad de ser también consciente de “lo in-
terno” de su ser, de su autoconciencia. En el curso de los últimos
10.000 años, continuó desarrollando su imaginación, su inteli-
gencia, su arte y su cultura, su visión tanto “exterior” como “in-
terior”, para llegar a convertirse en un ser civilizado. También se
dedicó a analizar y a entender más y más el sistema de nuestro
misterioso Universo, como asimismo el misterio aun mayor de su
propia entrada en el gran drama de la vida en este planeta.
Una y otra vez los hombres de ciencia han planteado el interro-
gante respecto de la meta de esta Creación, con especial referencia
al Hombre, la figura central dentro de ella, como asimismo intenta-
ron encontrar una respuesta. “¿Carece de sentido y de propósito
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este Universo?”, se pregunta Max Planck. “¿Cómo podría ser que


la trayectoria del Hombre en este planeta no tenga un significado ni
un propósito?”, pregunta el biofísico de fama internacional, Lecom-
te du Nouy. Jacob Bronowski nos propone que podamos compren-
der el “De dónde hemos venido y qué es el Hombre”.
La respuesta de los hombres de ciencia a estos interrogantes
está muy próxima a la que da la filosofía védica, como se puede
más o menos evidenciar en lo dicho en la sección precedente so-
bre la Creación. Es así que, según Max Planck: “La Física Teóri-
ca ha revelado una clase de causalidad que implica un carácter
definidamente teológico, sin que ello contradiga en lo más míni-
mo a las leyes científicas materiales”. Y continúa diciendo: “Es-
tos fenómenos no pueden sino despertar en nuestras mentes el
sentimiento de que la Naturaleza está gobernada por una volun-
tad racional que tiene una meta específica”.35 Aldous Huxley va
aún más lejos y aboga por una “Ciencia de las potencialidades
humanas”. De acuerdo con su posición: “Una vez que sea reco-
nocido este objetivo superior de la vida como meta última o fun-
damental del Hombre, necesitaremos de una ciencia de las po-
tencialidades humanas para ayudar y guiar esta larga carrera de
progresiva evolución que tenemos por delante”.36 Fred Hoyle, el
mundialmente famoso astrofísico, siente positivamente que la
meta principal de la vida concierne a la obvia inadecuación de la
limitada conciencia de uno y que, de poder elegir libremente,
preferiría que su propia conciencia personal se fundiera y se alia-
ra con otras conciencias individuales, para conformar una estruc-
tura suprapersonal mucho mayor”.
Es opinión de Hoyle que: “Esta evolución dinámica mostra-
ría una correspondencia mucho mayor con la grandeza del Uni-
verso”.37 El biólogo Lecomte de Nouy, respondiendo a su propio
interrogante, les pregunta a quienes no creen que la Creación
tenga una meta y que “el viaje del hombre en este planeta” ten-
ga un objetivo: “Si esto fuera así, ¿qué propósito tendría el estu-
diar al Hombre y a la Naturaleza?” Según él: “La evolución con-
tinúa en nuestros días, ya no en el plano fisiológico o anatómico,
sino en el plano moral y espiritual... Si la Humanidad hace este
esfuerzo, contribuirá con ello al advenimiento de la Conciencia
Superior, preparatoria para la raza pura y espiritual destinada a
aparecer algún día”.38
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Mientras la Ciencia ha llegado así a acercarse a la Espirituali-


dad respecto del propósito y la meta de la vida en cuanto ascen-
so hacia un plano superior del vivir moral y espiritual, debemos
volvernos hacia la Espiritualidad en busca de una elucidación tan-
to de la meta individual del hombre como de aquella que haya de
alcanzar el género humano colectivamente. El corazón de la filo-
sofía védica expresa, como ya ha sido explicado en varios luga-
res antes, que la Conciencia Universal, con sus atributos de Exis-
tencia Eterna (Sat), de Luz e Inteligencia autorresplandecientes
(Chit) y Bienaventuranza (Ananda), se ha convertido ella misma
en los muchos y, por ende, le es inherente a todos los seres co-
mo su Realidad. ¿Por qué se convirtió el Uno en los muchos? La
respuesta dice: El Uno no podía realizar su propia gloria divina
de Sat-Chit-Ananda swaroopa en ausencia de un “marco de refe-
rencia adecuado”, que tuviera atributos de naturaleza opuesta.
Uno no puede comprender lo que es la “luz”, a menos que haya
visto la “oscuridad”, ni lo que es el “día”, si no ha visto la “no-
che”. Esto explica el Sankalpa o Voluntad Divina del “Uno” para
convertirse en los “Muchos”, en los que asumió atributos opues-
tos a los de su propia Realidad. Este Sankalpa hizo que se forma-
ra el Universo en el cual la Conciencia Cósmica, pasando a tra-
vés de las etapas de materia inconsciente, de plantas conscientes
y de animales vivientes, evolucionó finalmente hasta transformar-
se en el Hombre: el compendio de la Creación, poseedor dentro
de sí mismo de todo el potencial del Creador.
Y bien, la filosofía védica nos dice que este divino potencial
que se encuentra en el Hombre, busca afirmarse a través de los
tres impulsos más profundamente enraizados en cada corazón hu-
mano: 1) el amor por la vida y la repulsa frente a la enfermedad y
la muerte; 2) el amor por el conocimiento y el rechazo por la igno-
rancia, y 3) el amor por la felicidad y el rechazo por el dolor, el pe-
sar y el sufrimiento. De hecho, todas las búsquedas y luchas de
Hombre a lo largo de toda su vida, no tienen sino el objetivo de
satisfacer uno o más de estos tres impulsos básicos. Mas esta satis-
facción la logra el hombre de la manera más plena, sólo cuando
vuelve su atención hacia su propia Realidad interna y se da cuenta
de que él mismo es aquello que buscaba a lo largo de innumera-
bles vidas, vale decir Existencia Eterna, Luz Ilimitada de Conoci-
miento, y Paz Infinita y Bienaventuranza. De este modo, la vida se
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torna para él una etapa por la que ha de pasar, en la cual el temor


a la enfermedad y a la muerte, las limitaciones de su intelecto y las
luchas y miserias de la vida preparan su “psique” o Alma para
comprender la verdadera gloria de su propio “ser”, en toda su
Verdad, Pureza y Belleza de existencia Eterna, Iluminada y Biena-
venturada. Como lo señala el Bhagavad Gita, el buscador de la
Verdad resuelve, en último término, el misterio de la vida y la Crea-
ción a través de una triple realización: “Trascendiendo el naci-
miento, la enfermedad, la vejez y la muerte, la persona iluminada
alcanza la existencia inmortal”. Brillando en la luz de la Divinidad
Autorresplandeciente, alcanza la paz trascendental que será su te-
soro eterno. Al identificar la Realidad de su ‘ser’ con el supremo
Brahman permanecerá sumido en una paz y dicha inefables”.39
Para aquel que haya trascendido de este modo el plano de su
existencia física y haya realizado la Verdad de su propio “ser”, la
vida cobra sentido como un gran drama de pares de opuestos,
tales como dolor y placer, risas y llantos, amores y odios, éxitos
y fracasos, conocimiento e ignorancia, vida y muerte, etc. Se tra-
ta de un drama que envuelve a los actores en un hechizo tan po-
deroso, que éstos llegan a olvidar la propia y real identidad y
pierden de vista incluso al “director de escena”. Para este hom-
bre esclarecido, la vida también adquiere un propósito, en la me-
dida en que actúe su papel en el drama en la forma en que com-
plazca más a su “director”... Para descubrir, en última instancia,
¡que el “director” es el actor mismo!
Swami Vivekananda resume sucintamente el sentido y propósi-
to de la existencia humana: “Los no dualistas dicen que ‘El conjun-
to de este Universo y todos los seres son solamente un sueño’. Pe-
ro un sueño no puede darse sin una Realidad y esa Realidad es
aquella única Existencia Infinita. Ustedes, como cuerpo, mente o
Alma, son un sueño, por cuanto, en realidad, son Existencia, Co-
nocimiento y Bienaventuranza. Ustedes son el Dios de este Univer-
so. Aquellos que reciben este saber son uno con el Universo”.40
Esta meta de la evolución humana, visualizada por los hom-
bres de ciencia y afirmada por la Espiritualidad, se encuentra her-
mosamente expresada en el Mundaka Upanishad: “Así como los
ríos caudalosos se funden en el océano, perdiendo sus nombres
y formas, así también los Sabios, liberándose de los aditamentos
de nombres y formas, alcanzan la dignidad del Ser Supremo”.41
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Místicos como Sri Aurobindo, cuya visión cósmica abarcaba toda


la evolución del género humano, también postularon la llegada
del “superhombre”, “cuya progresión de la mente a la ‘super-
mente’ sería tan trascendental como el progreso desde la vida in-
consciente a la consciente”. Si tanto Espiritualidad como Cien-
cia, apuntan hacia la misma meta de la “perfección” moral y es-
piritual o “autorrealización” del Hombre, ¿cuál será la senda que
lleve a la Humanidad en esa dirección?
También aquí, como se ha indicado antes, la Espiritualidad y la
Ciencia juntas pueden ayudarle al Hombre a desarrollar lo que Swa-
mi Vivekananda daba en llamar la “Plenitud de la Religión”, en la
que “doctrinas, rituales, libros, templos y formas no representan si-
no detalles secundarios”, en tanto que la totalidad de la Creación se
convierte en un vasto Templo del Creador, la Conciencia Universal,
y todos los seres pasan a ser dioses vivientes para ser adorados con
amor, servicio y sacrificio de uno mismo. Sólo esa “científica” Reli-
gión Universal puede inspirar hoy en día al Hombre para construir
una hermandad espiritual que viva en amor, paz y armonía.
Podemos intentar un breve esbozo de esta Religión Universal
que Espiritualidad y Ciencia, conjuntamente, pueden desarrollar,
ayudando al Hombre a que dé su “próximo paso” en la dirección
correcta.

9. LA RELIGION “CIENTIFICA”
La Ciencia es universal y también lo es la Espiritualidad. Re-
conocidamente, ambas poseen un inmenso potencial que puede
beneficiar a la Humanidad. Sin la Ciencia, la vida sería para el
Hombre una dura lucha por la existencia en todos los frentes del
vivir. Sin la Espiritualidad, el Hombre se vería reducido a ser un
robot sin Alma o un animal agresivo. La Espiritualidad y la Cien-
cia son para el Hombre como sus dos piernas; ambas le son ne-
cesarias para seguir su ascenso en la evolución psicosocial hacia
su meta individual y colectiva.
Las secciones precedentes ofrecen suficiente evidencia en lo
referente a la necesidad y factibilidad de que Espiritualidad y
Ciencia, en conjunto, ofrezcan una Religión Universal al género
humano. Esta evidencia puede fortalecerse aún más por medio
de dos testimonios revestidos de autoridad: por un lado el de la
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Ciencia y por el otro el de la Espiritualidad, que enfatizan lo in-


dispensable que resulta la Religión para asegurar un saludable
progreso y una meta clara al género humano. Dice el biólogo,
Prof. John H. Schaffner, después de 25 años de estudiar profun-
damente en el reino vegetal la notable y ordenada progresión,
desde las formas más primarias hasta las superiores: “No hay si-
no dos modos de pensamiento con respecto al Universo: el teísta
y el anárquico. Un hombre deberá creer, ya sea que las cosas
que aprehende provienen de Dios o que todo es anárquico. Si
fuera lo último, entonces nuestros anarquistas políticos poseerían
las verdaderas concepciones respecto de la vida y la existencia...
Por ello, la concepción teísta representa la única base razonable
de opinión para una mente normal e inteligente. El claro progre-
so en el desarrollo de las plantas, el orden y el principio, el mara-
villoso sistema de sus relaciones, no conducen sino a una conclu-
sión inevitable: causa, efecto, principio, ley y Dios... Hay ‘Unici-
dad’ en el Universo, no hay un caos sino un Cosmos”, lo cual,
según el profesor Schaffner, exige la fe del Hombre en el Crea-
dor. Sin esta fe, el Hombre no podría sino crear caos por do-
quier.42 Por el lado de la Espiritualidad, tenemos al mundialmen-
te renombrado vedantista Swami Vivekananda, quien aboga con
mayor fuerza aun por la Religión. La meta de la Religión, dice
Swamiji, “es el manifestar la divinidad dentro de nosotros, por
medio del control de la naturaleza tanto interna como externa.
Háganlo a través del trabajo o de la adoración, del control psíqui-
co o de la filosofía, por la práctica de uno o varios de estos cami-
nos, y sean libres. Hasta que no nos podamos liberar de la natu-
raleza, somos esclavos. La naturaleza interior es muy superior a
la exterior y resulta más difícil bregar con ella ya que es más difí-
cil de controlar. Es por ello que quien haya logrado conquistar la
naturaleza interna (a través del Yoga o de cualquier otro método
espiritual), controla todo el Universo”.43
La más adecuada descripción de Dios para la Religión Univer-
sal, vendría a ser la de Brahman en la filosofía védica. Según las
Upanishads, Brahman es la fuente de poder primordial e inmuta-
ble, desde la cual emana todo el Universo, de eternidad en eterni-
dad, en cada uno de sus ciclos de involución y evolución. Brah-
man, como Dios, es descripto de la mejor manera posible como
“El es, en verdad, El Ser divino único, Omnipresente, inscripto en
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cada ser, indivisible como el cielo”.44 El término Deva que se em-


plea para El, indica al resplandeciente Brahman, la Conciencia
que penetra todo e ilumina los objetos, sucesos y otros fenómenos
en la Creación. No hay ningún otro Dios por encima de este Crea-
dor del Universo. Como lo glorifica también el Svetasvatara Upa-
nishad (III, 11): “El es el Dios único que se esconde en todos los
seres, el Yo que todo lo llena habitando en todos los seres, el Di-
rector de todas las actividades, el Yo Inteligente de todos, el Testi-
go, el Iluminador, el Absoluto más allá de todo atributo”. En pocas
palabras, Dios, en esta nueva visión, es la Conciencia Cósmica co-
mo ilimitado auto-conocimiento de Sí Misma, del Alma Universal.
Y entonces, ¿cómo puede llegar uno a conocer a este Dios
“invisible” y “sin atributos” o establecer un vínculo con El para
amarle, adorarle o servirle? La filosofía védica hace desaparecer
de inmediato estas aprehensiones, señalando que la misma Crea-
ción que nos rodea es una manifestación de Brahman. De modo
que la conclusión lógica es que “Todos los seres vivientes y los
objetos que vemos en torno de nosotros, no son sino Brahman”.
Creación y Creador son inseparables y, en conjunto, se convier-
ten en el Dios de nuestra adoración. “El Señor Supremo le es in-
herente a todos los objetos que vemos y a todos los sonidos que
escuchamos, y también los llena a todos”.45
La Ciencia moderna ha encontrado una buena cantidad de
evidencias en apoyo de esta tesis de la Conciencia Unica que le
es inherente a todos los seres y objetos. Dice el biólogo Fairfield
Osborne (“Web of Life”): “La más fundamental de las verdades
referentes a nuestra Tierra, es que todos los seres vivientes se
encuentran, de alguna manera, relacionados entre sí. Este he-
cho, aun siendo válido principalmente en cuanto principio físico,
tiene implicaciones de naturaleza espiritual”. Y agrega: “Los doc-
tores Rhine y Bore de la Universidad de Yale, llegaron a la con-
clusión, después de haber llevado a cabo un sinnúmero de expe-
rimentos con animales y de haber estudiado su conducta, de que
debía existir algún tipo de poder más sutil que la electricidad que
llena todo el Universo y liga a todos los animales entre sí. Su
conclusión fue que el Universo constituye un todo indivisible, de-
bido justamente a este poder que lo llena”.46
Una vez que se lograre aprehender correctamente este con-
cepto de Dios, no se requerirá sino de un poco de reflexión para
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visualizar el alcance y contenido de la Religión Universal. El térmi-


no védico para “religión”, que es Dharma, implica el que uno se
guíe por la Verdad de la Conciencia Divina en cuanto núcleo de su
“ser”, y que manifieste esa Verdad en sus pensamientos, palabras
y obras, de acuerdo con la ley espiritual de la Divinidad en todos
los seres. Esta sabiduría, fue aquella que constituyó los cimientos
del modo de vida en los tiempos védicos y, desde entonces, ha
configurado el dharma de las gentes que se ciñen a los Vedas en
este país. Desde el momento en que el principio básico de esta
Religión estaba representado por la eterna y universal Verdad de
la Divinidad del Hombre, llegó a ser conocida como el Sahathana
Dharma o la Religión Eterna. Con el paso de los siglos llegó a lle-
var el nombre de Religión Hindú, debido a que nuestros vecinos
de los Himalayas nos llamaban “hindúes” o gente que vive más
allá del río Indo. De hecho, tal Religión no existe, puesto que el
Hinduismo no fue fundado por profeta alguno: ella no es sino la
Religión Eterna que los Vedas le entregaran al mundo.
Descorazonado al ver que todas las “religiones mundiales”
no habían hecho sino dividir al género humano en una serie de
compartimientos, denominaciones cada vez más estrechas y sec-
tas, Swami Vivekananda proclamaba por donde quiera que fue-
ra, la gloria del Sanathana Dharma como futura “religión
científica” del mundo. “Dejen que el Hombre se vea a sí mismo
en todo”, resonaba el alentador rugido del león vedántico a don-
dequiera que Swamiji fuera. “Dejen ya de ser adoradores de cre-
dos o sectas que poseen nociones pequeñas y limitadas de Dios,
véanlo en cada cosa del Universo. Vean a Dios en cada persona,
trabajando a través de todas las manos, caminando por medio de
todos los pies y comiendo por medio de cada boca. ¡Sepan que
esto es Religión, que esto es fe y rueguen a Dios para que se dig-
ne darnos esta fe! Ella representará la más alta de las evoluciones
una vez que se haya desechado este velo de la diferenciación. El
más sublime de los credos es la Unicidad”.47
De este modo, la Religión Universal que pueden proponer la
Espiritualidad y la Ciencia juntas, es una que le pida al Hombre
que busque la Verdad de Dios, como unidad esencial en medio
de toda la multiplicidad y la dualidad de la Creación. “Esta es
también la meta de la Ciencia —dice Swami Vivekananda—.
Obligadamente, toda la Ciencia habrá de llegar a esta conclusión
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a la larga. En la actualidad la palabra de la Ciencia es manifesta-


ción y no creación”. Después de haber dicho lo anterior, Swamiji
hace un importante comentario indicando que cuando el que se
dedica a los Vedas compruebe esta feliz tendencia, “no podrá si-
no mostrarse dichoso de que aquello que ha atesorado en su co-
razón desde los más remotos tiempos, llegará a ser enseñado en
un lenguaje más vigoroso y con la adición de la luz de las últimas
conclusiones de la Ciencia”.48
Cabría señalarse que esta fe en la Divinidad del hombre reci-
be su recompensa incluso en el plano mundano, por el hecho de
que le confiere una inmensa confianza en sí mismo para enfren-
tar la batalla por la vida, sin perder la ecuanimidad. Y en este
sentido nos encontramos con que Carl G. Jung nos dice: “Duran-
te mis últimos 60 años como psicólogo, nunca me he encontrado
con una sola persona dotada de fortaleza espiritual que haya ne-
cesitado de la atención de un psiquiatra”. El doctor Jung explica
también que no hay ningún tranquilizante que pueda ser tan efec-
tivo como la reserva de fe en la divinidad de la propia Alma.
Mas la fe sola no le servirá al Hombre para llegar a una evo-
lución más elevada. De modo que la Religión Universal estable-
ce, como forma de culto, la práctica del amor, de la simpatía, la
caridad, el servicio y el sacrificarse por los física, económica y so-
cialmente minusválidos, la suma de lo cual representa el sadhana
o ejercicio espiritual. Se dice que estas ofrendas a la Divinidad en
el Hombre, representan la más elevada forma de adoración a
Dios de que el hombre sea capaz y, por ende, el mejor sadhana
para el florecimiento de su Alma. Subrayando este gran principio
de rendirle culto a Dios en el Hombre, dice Sri Aurobindo: “La
idea fundamental es que el género humano es la Deidad que ha
de ser adorada y servida por el Hombre”; que éste también debe-
ría empeñarse en practicar esta gran Religión “que se funda en
un cambio de la naturaleza interior y una manera internalizada
de vivir que lleve hacia una más amplia vida interior”. Agrega
además: “La unidad de la raza humana sólo puede hacerse real si
la Religión de la Humanidad, que en la actualidad representa el
más alto de los ideales activos del género humano, se espirituali-
za y se convierte en una ley general de la vida interna”.49 La Re-
ligión Universal posee este potencial para “espiritualizar” el ideal
de unidad del género humano.
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¿Qué tipo de oraciones habrá en esta Religión Universal, en


la que uno deje de vivir únicamente para uno mismo y, por lo
tanto, tenga menos razones para pedirle favores a Dios? Sin em-
bargo, el doctor Alexis Carrel, fisiólogo y Premio Nobel, nos dice
que la oración representa una emanación inimitable del infinito
espíritu del hombre: la más poderosa de las energías que uno
pueda generar. Mientras más desinteresada sea la oración, más
fructífera resultará la súplica.50 Es obvio, entonces, que la ora-
ción en la Religión Universal, constituiría una fuerza muy pode-
rosa, porque se mostraría tan “expansiva” en espíritu como el
Universo mismo. En este contexto la plegaria védica es bastante
conocida: “Que todos los seres sean felices y estén libres de toda
aflicción. Que todos los hombres alcancen un bien perdurable y
que ninguno sea victima del dolor o el sufrimiento”. La plena im-
portancia de esta plegaria védica la explica muy bien la “Oración
Universal” de Swami Sivananda de Rhishikesh, popularizada en
muchas partes del mundo por los miembros de su Ashram:
PLEGARIA UNIVERSAL
¡Oh! ¡Adorable Señor de Misericordia y Amor!
Acepta nuestros saludos y veneración.
Tú eres Omnipresente, Omnipotente y Omnisciente,
Tú eres Sat-Chit-Ananda.
Tú eres Existencia-Conciencia-Bienaventuranza Absolutas.
Tú eres el Morador Interno de todos los seres.
Concédenos un corazón comprensivo,
visión adecuada y mente equilibrada,
fe, devoción y sabiduría.
Concédenos fortaleza espiritual interior
para resistir las tentaciones y controlar la mente.
Líbranos del egoísmo, la lujuria, la codicia, el odio,
la ira y los celos.
Llena nuestros corazones con virtudes divinas.
Permítenos verte en todos estos nombres y formas.
Permítenos servirte en todos estos nombres y formas.
Permítenos que Te recordemos siempre.
Permítenos que siempre cantemos Tus glorias.
Haz que Tu nombre esté siempre en nuestros labios.
Permítenos que moremos para siempre jamás en Ti.
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Esta oración, que es para el bienestar de toda la Humanidad,


resultará indudablemente beneficiosa para aquel que la ofrezca li-
berando su conciencia de los lazos que la atan al “centro del
ego”, expandiéndola progresivamente hacia nuevas dimensiones,
que le den el sentimiento de amor y luz, de paz y alegría, del Ser
Universal.
Por último, cada Religión posee un ideal del Hombre Perfec-
to, encarnado ya sea por el Profeta o por la Encarnación Divina
que la fundara, o por los Santos que, siguiendo los pasos de los
fundadores, llegaron a convertirse, como ellos, en personificacio-
nes de perfección. Para el propósito de la Religión Universal, un
retrato del “hombre perfecto” sería el de aquel cuya conciencia,
llena de amor y de compasión, abarque a la Humanidad toda.
Sería aquel que se hubiera liberado de la atracción magnética y
los apegos del mundo físico, y que, de este modo, se hubiera es-
tabilizado en la paz del Alma interior y en la armonía con la natu-
raleza que lo rodea. Su ego habría sido borrado por completo y
él sería uno con toda la vida y toda la Conciencia. Según su ex-
periencia, estaría cara a cara frente al Creador, al que vería ma-
nifestado en todos los seres y objetos que lo rodean. Así viviría
en la paz y la dicha de su unión con el Creador.
No cabe la menor duda de que la Religión, en general, ha
fracasado en esta Era en brindarle paz y felicidad al Hombre.
También ha fracasado en unificar al género humano en una fra-
ternidad que viva en el amor y la armonía. En el futuro, no obs-
tante, la Religión tendrá que triunfar y lo hará. Esa Religión es
aquella que la Espiritualidad y la Ciencia unidas le pueden brindar
a los hombres. Aquel que la siga, verá transformada su vida, no
sólo en su propio bien, sino también para el bien de la sociedad
en general, con la que identificará su propia existencia. Un retra-
to de la persona que se expanda así, bajo la luz solar de la Reli-
gión Universal para convertirse en un “Hombre Universal”, pue-
de encontrarse en la obra “Human Destiny” del biofísico Lecom-
te de Nouy, en donde dice: “llegará el día en el cual, como resul-
tado de la evolución, florecerá en la mayoría la perfección moral
latente en una minoría. Entretanto, la única vía para prepararse
para ello, está en el mejorar al hombre mismo. Empeñándose
por perfeccionarse, por construir un templo interior, el hombre
le da forma, inconscientemente, a un Alma que rebosa de amor
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y que se extiende en torno suyo, ansiosa por fundirse con la de


los demás. Al buscarse a sí mismo, encontrará a su hermano. Y
cuando realmente se encuentre a sí mismo, se derrumbarán po-
co a poco las barreras que lo separan de su prójimo... Fijará la
mirada en la belleza que extrae de su interior. Esa belleza (del es-
píritu) puede que sea aún hoy una ilusión; sin embargo, es la
Verdad del mañana”.51

10. EL HOMBRE UNIVERSAL


Quedaría claro, entonces, que el concepto del Hombre Uni-
versal no constituye un sueño utópico. El contenido espiritual de
cada “Religión Mundial”, apunta a este mismo ideal del perfec-
cionamiento como meta en la vida del hombre. Zoroastro decla-
ró a sus seguidores: “Yo les enseño sobre el ‘superhombre’, por-
que el ‘hombre’ es algo que algún día tendrá que ser superado”.
Jesús, el Cristo, exhortaba a su grey: “Sed perfectos como es
perfecto vuestro Padre en los Cielos”. Buda le aconsejaba a sus
discípulos: “Mira dentro de ti, y sabe que eres Buda”. El Maha-
vakya védico declara: “Tat twam asi”, “Tú eres Aquello”, Biena-
venturada y Eterna Conciencia Autorresplandeciente. La Ciencia
ha postulado este ideal del “Hombre Universal”, como el pinácu-
lo de la evolución para que el hombre individual lo alcance, una
vez que haya podido expandirse progresivamente en la concien-
cia de sí mismo, hasta que llegue a identificar su propia existen-
cia con la de todo el género humano. A medida que progresa en
esta conciencia de su relación con el mundo y el Creador, co-
mienza a darse cuenta de su responsabilidad para con sus congé-
neres y, gracias a ello, se siente impulsado a contribuir, en la me-
dida de sus capacidades, al bienestar y la felicidad de la sociedad.
Esto es lo que constituye el germen del Hombre Universal.
El que este Hombre Universal llegue a ser una realidad no es
algo solamente factible, sino también inevitable. La energía cós-
mica es dinámica. El género humano siempre ha estado avan-
zando. Las pruebas y los errores no han hecho sino estimular es-
ta evolución ascendente para la que el Hombre está destinado y
provisto de abundante potencial. La única alternativa que se pre-
senta, en caso contrario, es la regresión del Hombre al nivel del
animal.
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¿En qué forma puede comenzar a progresar el Hombre en la


dirección correcta y a avanzar hacia esta preciada meta?
En esencia, esta evolución se relaciona con la transforma-
ción del Hombre a través del desarrollo de los valores éticos, cul-
turales y espirituales en su vida. Estos preciosos valores, empero,
no surgen por sí mismos en el corazón del Hombre. Su fuente
más fructífera y segura es la fe del Hombre en la Verdad de la
Conciencia Cósmica que se encuentra en el centro de su propio
ser, como asimismo en la verdad de la unidad de toda la Crea-
ción y la manifestación de esta Conciencia Cósmica. Esta fe, co-
mo se señalara antes, representa la firme roca sobre la que se
asienta la Religión Universal, que tiene como meta la expansión
de la conciencia humana hacia las dimensiones universales.
Cuando esta fe echa raíces en su corazón, le empuja a desechar
de su mente las trivialidades y también los impulsos negativos y
tendencias enfermizas de su naturaleza, y reemplazarlos por pen-
samientos, palabras y obras positivas. El progreso que realice
por esta senda, sin embargo, dependerá de la intensidad de su
fe, de su convicción respecto de la unidad de la Creación en la
Conciencia omnipresente y, principalmente, de sus propios es-
fuerzos en la realización de los ejercicios espirituales con miras a
alcanzar la meta prometida.
En este contexto, podemos ahora echar un breve vistazo al
papel que desempeñan los ejercicios del Yoga para conducir al
Hombre hacia la realización de su Realidad interior de la Con-
ciencia Cósmica. El sistema de Yoga más popularmente difundi-
do es el del Raja Yoga, el cual, a través de sus pasos progresivos
de autocontrol, autodisciplina, equilibrio físico, regulación de la
respiración, dominio de los sentidos y contemplación, prepara al
buscador de la Realidad interior para el próximo ejercicio espiri-
tual: la meditación. “Se llama ‘meditación’ aquel ejercicio a tra-
vés del cual se contempla en profundidad la verdad del: ‘Yo soy
la Conciencia Pura y que resplandece por sí misma’.” Cuando
uno avanza por este camino y llega hasta la etapa final del sa-
madhi, comienzan a desmoronarse los rígidos contornos de la
conciencia física, y el antiguo ego se diluye y expande en la Con-
ciencia Universal. En este estado de samadhi (que significa literal-
mente ‘contrapeso o compensación del intelecto’) o “Supra-con-
ciencia”, uno experimenta en su interior la Verdad de ser una
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conciencia de uno mismo que está en el todo, más allá de cual-


quier esbozo de pensamiento, imágenes o experiencias. Al des-
cribir este supremo y beatífico estado de autorrealización, Adi
Shankaracharya dice: “Ya no estoy limitado por la estructura físi-
ca y sus órganos sensoriales. Estoy más allá de todo pensamien-
to, de toda modificación de la mente y me extiendo por todo el
Universo”.52 Cuando uno se llega a establecer en esta Realidad
de su ser, comienza a experimentar alrededor suyo la unidad de
la Conciencia que subyace en los objetos y los seres. La doble
dualidad —la de verse uno mismo como separado de su entorno
y la de ver las cosas como separadas y diferentes unas de otras—
es reemplazada por la experiencia de la unidad de todas las co-
sas, incluyéndose uno mismo. El hombre se siente parte de todo
lo que es y que todo lo que es, es parte de él mismo. En las pala-
bras de Sri Aurobindo: “Los objetos materiales se convierten en
algo distinto, no como objetos separados en el trasfondo o en el
medio ambiente del resto de la naturaleza, sino en una parte in-
separable, incluso de manera subjetiva, en una experiencia de
unidad de todo lo que vemos”.53
La Ciencia moderna, en particular, la psicología, ha desarro-
llado un enorme interés por este ejercicio de la meditación, co-
mo uno de los sistemas del Yoga que lleva a la realización de la
Conciencia Cósmica del Hombre. El doctor David Orme-John-
son, profesor de psicología, por ejemplo, ha encontrado, en ba-
se a más de cien experimentos, que, como resultado de la medi-
tación, “la vida comienza a progresar en todo nivel: fisiológico,
psicológico, sociológico y ecológico”. El doctor Paul Levine, pro-
fesor de física y computación biomédica, encontró que a través
de la práctica de la meditación, “el individuo logra acceso a un
estado básico de perfecto orden y de conciencia trascendente”.
El doctor Frank Papentin, profesor de genética, afirma que como
resultado de la práctica de la meditación, “se activa la totalidad
de la vida en cada individuo y, gracias a ello, la sociedad podría
actuar como un todo unificado”.54
No se requiere ir muy lejos para encontrar el nexo entre este
avance en la senda espiritual, y los valores que se necesitan para
transformar al hombre individual en el Hombre Universal. El
Consejo Nacional de Investigación y Formación Educacional de
Nueva Delhi (NCERT) ha enumerado no menos de 84 valores
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sociales, morales y espirituales que han de tomarse en cuenta pa-


ra cualquier programa educativo amplio.55 Sin embargo, el Pro-
grama Educacional dirigido hacia los valores desarrollado por la
Fundación Educacional Sathya Sai, que se está propagando rápi-
damente en la actualidad en escuelas que se encuentran en todos
los rincones de la India e incluso en el exterior, ha condensado
todos esos valores en cinco “valores claves” que son: Verdad
(Sathya), Rectitud (Dharma), Paz (Shanti), Amor (Prema) y No
Violencia (Ahimsa), basados en la filosofía de “transformar al
hombre común en un hombre espiritual”.56 Podemos revisar bre-
vemente en qué forma se vinculan estos cinco valores fundamen-
tales, cargados de potencia como para “espiritualizar” al Hom-
bre, con su progreso por la senda espiritual.

1) VERDAD
A medida que el Hombre avanza por la senda espiritual, va de-
sarrollando intuitivamente la convicción de la existencia de la Ver-
dad de la Divinidad en el centro de su ser. Esta convicción, a su
vez, lo impulsa a adecuar su vida, de la mejor forma en que le sea
posible, con la meritoria meta de realizar esta Verdad. Descubre,
entonces, que el pseudo-yo al que se había estado aferrando tenaz-
mente por años, no ha hecho sino alejarlo cada vez más de la Rea-
lidad. También se da cuenta de que la Verdad dentro de él le exige
mantener su cuerpo tan limpio y saludable como un templo, y su
corazón tan puro como un altar para su Dios invisible. De manera
consecuente, hará todo lo posible por evitar todo tipo de pensa-
mientos, palabras o acciones que puedan profanar este sagrado
ideal. Simultáneamente, se empeñará en adecuar su conducta y
también su modo de vida a través de la Espiritualidad, a las normas
establecidas para el buscador de la Verdad. A medida que avanza
por esta senda, su creciente conciencia de sí mismo “le coloca en
un nuevo plano de existencia. A lo que se suma un estado de eleva-
ción moral y un sentimiento de sublimación, junto a otros de júbilo
y de serenidad que nacen de la conciencia de la vida eterna”.57
Como resultado, surgen dentro de él una serie de valores
adicionales como los de limpieza física y pureza de corazón, de
resistencia y de confianza en sí mismo, de control y autodiscipli-
na, todos los cuales se acrecientan y se multiplican en la medida
de su avance.
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2) RECTITUD
La Rectitud o Dharma que se basa en la Verdad, ha sido de-
finida como “La Ley de la Justicia y la Armonía que le es inhe-
rente a la estructura del Universo, según la voluntad de Dios”.58
Para el buscador de la Verdad, por ende, Rectitud significaría lle-
var una vida de justicia y armonía en todas sus relaciones con los
demás, en todos lo niveles: en el hogar, en la sociedad, en la na-
ción, etc. Para él, albergar cualquier pensamiento, pronunciar
cualquier palabra, o realizar cualquier acto en contra de la Ley de
Justicia o Armonía de Dios, afectaría seriamente su progreso por
la senda espiritual. Lógicamente, entonces, todo lo que pensara,
hablara o actuara de acuerdo con estas leyes, lo haría estar más
y más consciente en el amor, la luz y la alegría de su Creador.
Por lo tanto, tratará de modelar todos los aspectos de su vida y
de sus actividades, para que reflejen tantos de los atributos de
Dios como le sea posible. La resultante es que desarrollará asi-
mismo, valores como la lealtad y la honestidad, el sentido del de-
ber y la integridad de su carácter, la conciencia nacional y el pa-
triotismo, el sentido de responsabilidad social y el sentimiento de
pertenecer al Creador. Nunca vacilará ni se apartará de los dicta-
dos de su conciencia, a la que venerará como la Voz de Dios.

3) PAZ
La paz, en cuanto valor espiritual, no representa ningún pro-
ducto de esfuerzos deliberados para resistir a las dificultades o al
dolor, sino que constituye una “serenidad” de un orden superior
y más positivo, que emana de la conciencia de la Realidad dentro
de uno mismo. Ella es una manifestación de Sat, la existencia
pura del Alma, como “la paz que está más allá de todo entendi-
miento”.
A medida que se expande la Conciencia, comienzan a per-
der fuerza las atracciones magnéticas de los objetos sensoriales,
la dualidad de “los pares de opuestos” y la perturbadora multipli-
cidad de objetos y de seres. “Cuando uno llega a aprehender el
predominio de Dios en todas partes, el total de las manifestacio-
nes aparece como una proyección de la Divinidad”. Esta visión
beatífica, combinada con la “libertad” del espíritu, producen una
paz que, de hecho, pertenece a “madhura-ananda, o sea, la na-
turaleza de la bienaventuranza, una dulce promesa o preludio del
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deleite”.59 Sólo la Fuente de esta Paz puede difundir en la socie-


dad felicidad y paz duraderas. De esta Paz del Alma, emanan va-
lores, tales como la paciencia y el autocontrol, la pureza y el
equilibrio interno, el sentido de discriminación y un criterio recto,
el altruismo y la visión no ególatra.

4) AMOR
En la Espiritualidad, la Divinidad misma es definida como “el
Amor indescriptible en palabras”. Este amor puro, desinteresado
y no físico, aparece en el corazón del hombre, sólo cuando éste
comienza a trascender su trivial y egocéntrico sentido del “yoís-
mo” centrado en su cuerpo, y se identifica con todos los seres y
objetos de la Creación en una unidad de Conciencia. En esta ex-
pandida conciencia de sí mismo, comprende que pertenece a to-
do y todo le pertenece por la eternidad. Es por eso que Swami
Vivekananda dijo: “La palabra ‘Amor’ resulta muy difícil de com-
prender. El amor nunca llega hasta que no haya libertad (de los
apegos mundanos y las restricciones egoístas). No hay amor po-
sible en un esclavo. Cada acto de amor brinda felicidad. No hay
ningún acto de amor que no devuelva a cambio paz y bendición.
La Existencia Real (Sat), el Conocimiento real (Chit), y el Amor
(Prema) se encuentran íntimamente conectados entre sí, son tres
en uno; en donde se encuentra uno de ellos, también han de es-
tar los otros dos”.60
De modo que el Amor es un poder espiritual. También la
Ciencia está encontrando hoy en día que el Amor es una ener-
gía sutil. El doctor Aung Yuensai, un eminente hombre de cien-
cia de Thailandia, ha diseñado una máquina para evaluar la in-
fluencia del amor en las plantas. Su tesis sobre la tecnología del
instrumental para amplificar microondas, le valió su doctorado
en el Reino Unido. Una serie de experimentos llevados a cabo
por él, comprobaron científicamente que el amor representa
una energía constructiva en la Naturaleza.61 Hace ya varias dé-
cadas, Luther Burnbank, “el Mago Horticultor de Copenhague”,
descubrió este poder del amor durante sus experimentos con
plantas.Tal como él narra su experiencia: “El secreto de un me-
jor cultivo de plantas, además del conocimiento científico, reside
en el AMOR. Mientras llevaba a cabo experimentos para lograr
un cactus sin espinas, a menudo le hablaba a las plantas para
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crear vibraciones de amor. Les decía: ‘No tienes nada que te-
mer... No necesitas de tus espinas defensivas... Yo te voy a pro-
teger...’ Gradualmente, surgió una maravillosa planta de cactus
nueva... de una variedad sin espinas”. Burnbank enuncia su sig-
nificativa conclusión: “Ahora veo a la humanidad como a una
vasta planta que no requiere sino del Amor para su mayor per-
fección”.62
De este Amor sublime brotan valores tan preciosos como la
compasión y la simpatía, el perdón y la caridad, la cooperación y
la armonía, el interés y la solidaridad para con los demás, el ser-
vicio desinteresado y el sacrificio, la devoción al Omnipresente
Creador y el Amor Universal. Es en este Amor Universal que la
conciencia individual en expansión, despierta a la Realidad de la
unidad de todos los seres en la Existencia Cósmica.

5) NO VIOLENCIA
La No Violencia o Ahimsa, ha sido ensalzada en cuanto “Pa-
ramo dharmaha”, la Religión Suprema del género humano. La
razón es que los otros cuatro valores espirituales “son principal-
mente subjetivos en sus implicaciones... en tanto que la No Vio-
lencia se encuentra relacionada con las obligaciones sociales del
individuo y con su actitud general hacia el mundo”.63 Ella tam-
bién lleva en sí la quintaesencia de los otros cuatro valores espiri-
tuales fundamentales y proclama el triunfo del Espíritu sobre las
fuerzas adversas en el mundo físico. En un plano práctico, este
Parama Dharma se torna en Parama Yoga, o el más elevado
ejercicio espiritual que conduce a la unión del individuo con el
Creador que se manifiesta en todos los seres. Como lo declara el
Bhagavad Gita: “Aquel que se identifica con todo en todo lugar e
identifica su propio placer y dolor con el placer y dolor de todos
los seres, aquel es, en verdad, el yogui de orden superior”.64 En
otras palabras, es el que se empeña al máximo en hacer mayor
su felicidad, contribuyendo a disminuir la miseria del género hu-
mano y a construir un mundo más feliz.
Esto deja en claro, que no hay valores en particular que se
puedan asociar con la No Violencia. Ella implica todos los valo-
res sociales, morales y espirituales enfocados hacia “el bienestar
de los muchos, la felicidad de los muchos, el contento de los mu-
chos”. En esta No Violencia Universal, la evolución del hombre
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individual alcanza su cumbre en el Hombre Universal. En él, se


unen la Verdad, la Rectitud, la Paz y el Amor para cumplir con el
gran ideal de antaño: “Aquellos que tienen el corazón pleno de
Amor ilimitado, abarcan al mundo entero como familia”. Un re-
trato de este Hombre Universal se encuentra en una de las más
famosas composiciones de San Narsi Mehta, a la que le diera
mayor renombre aún Mahatma Gandhi, al incluirla en sus diarias
oraciones de todas las religiones, en su Ashram de Wardha.65

“Llamo un verdadero Hombre de Dios


a quien sufre por el dolor de otros.
Ayuda a todos los hombres,
no tiene el pensamiento egoísta de “yo” o “mío”.
Viendo a Dios en todos, a todos les saluda.
Jamás critica, nunca insulta.
Es puro en pensamiento, palabra y obra.
Bendita, en verdad, la madre que le dio el ser.
A todos mira con los mismos ojos,
ve a su madre en cada mujer.
Nunca pronuncia una mentira,
ni ambiciona las riquezas que otro pueda tener.
Los apegos e ilusiones no le tocan.
Es profundamente desapasionado.
Su mente está unida al santo Nombre de Dios.
Todos los ríos sagrados tienen su puerto en él.
Está libre de codicia y engaños,
la lujuria y la ira se transforman en él”.
Y dice Narsi Bhagat: “El que lo ve, aunque sea una sola vez,
descubre que él y sus antepasados han quedado liberados
de los lazos de la existencia física.

11. MIRANDO HACIA ADELANTE


En verdad se ha recorrido un camino bastante largo con este
estudio, comenzando por el lóbrego mundo de caos que el hom-
bre ha creado a su alrededor, y terminando felizmente en el
mundo del Hombre Universal que manifiesta la Verdad de la Di-
vinidad, la Pureza de la Rectitud y la Belleza de la Paz y el Amor
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de Su Creador. Entre estos dos polos extremos hemos levantado


un sólido puente al soldar Espiritualidad y Ciencia, para que el
hombre pueda cruzar por sobre las turbulentas aguas del egotis-
mo y las pasiones más bajas que obstaculizan la senda de su evo-
lución ascendente. En nuestra opinión, el espíritu del hombre es-
tá destinado a triunfar por sobre la materia que lo ha esclavizado,
y, tarde o temprano, también está destinado a volar raudo hacia
nuevas alturas de evolución, dignas de su inherente unidad con la
Creación y su Creador. Sólo ha de velar porque esto se produzca
lo más pronto posible, cuidando de no perder más tiempo en
emprender el camino correcto hacia la meta de su autorrealiza-
ción.
Sin embargo, es posible que surja una seria duda en nuestra
mente. Observando el estado de degradación actual del hombre,
¿no pareciera ser que la meta del Hombre Universal sea más una
piadosa esperanza que un objetivo realista? Esta duda aparece
tan sólo si miramos al hombre bajo el estrecho foco de lo que
parece ser en la actualidad. La correcta perspectiva que se re-
quiere aquí, es la de mirar al Hombre dentro del pleno contexto
de su largo trayecto en la Tierra hasta el fin de los tiempos. El in-
terrogante pertinente es: ¿Qué edad tiene el hombre? Desde su
nacimiento como Homo, no tiene sino 25.000 años, lo cual,
comparado con los 5 mil millones de años del período total de la
existencia sobre la Tierra, es apenas un día dentro de una vida
humana de cien años. Por lo tanto, el hombre está aún en vías
de crecer hasta su estatura plena. La vida representa aún una es-
cuela en la que ha de aprender, por sí mismo, todo lo relativo a
sí, a su existencia y a su objetivo. Este aprendizaje ha de ser, ne-
cesariamente, un continuo proceso de prueba y de error, de caer
y levantarse, de avances y retrocesos, de aprender y de olvidar,
hasta que llegue a la etapa de plena madurez. Esa madurez llega-
rá cuando su mente, su intelecto y su corazón se integren en la
luz del Espíritu o Conciencia Cósmica, que es la única que puede
mostrarle el camino correcto de ahí en adelante.
Existe también la opinión de que el caos que rodea al Hom-
bre y la “crisis de carácter” en su interior, no dejan de tener un
lugar en cuanto fase pasajera dentro de su evolución. Según este
punto de vista, todo ello sirve para aguzar su intelecto al hacerle
tomar conciencia tanto de sus debilidades como de su fuerza, de
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sus fracasos como de sus triunfos, para lanzarle un desafío, para


extraer lo mejor de su potencial para evolucionar aún más. Sri
Aurobindo observó los fracasos del Hombre desde un ángulo si-
milar, aun cuando se hallara en una senda espiritual ascendente,
dando el ejemplo del águila que baja planeando hacia el profun-
do valle, sólo para hacer acopio de todas sus fuerzas y lanzarse
hacia arriba a toda velocidad, para alcanzar majestuosas alturas.
En general, esto apoya el optimismo del doctor Justrow res-
pecto del futuro del Hombre. Según él, los 25.000 años que ha
avanzado hasta ahora no constituyen sino una fracción de los bi-
llones de años de su existencia total. Aun así, “sus logros han si-
do grandes. Lo que promete para el futuro es mayor aún, por-
que si confiamos en nuestra interpretación de las tendencias de
la vida, la evolución de las formas superiores habrá de continuar
y el homo-sapiens, el Hombre del Saber, se convertirá en la cepa
desde la cual habrán de evolucionar seres aún más excelsos que
sobrepasarán con mucho sus logros actuales, de la misma mane-
ra en que él sobrepasó los de sus ancestros”.66 El optimismo de
Justrow se ve reforzado por las tranquilizadoras palabras del gran
poeta Rabindranath Tagore: “Cada niño que nace en el mundo
trae consigo un mensaje de Dios que dice que El no se siente de-
salentado por el Hombre”.
Pese a que el Hombre lleva en sí el potencial de evolucionar
hacia estados más “excelsos”, ha de empeñarse con todas las ca-
pacidades que maneja para avanzar en esa dirección. En este
contexto, ya se ha subrayado en varios pasajes, el que la Espiri-
tualidad y la Ciencia han de confluir para dirigir al Hombre hacia
la meta correcta. No cabe duda de que la Ciencia ha enriquecido
el vivir del Hombre con facilidades, comodidades y lujos. Incluso
le ha entregado las evidencias más palpables respecto de la su-
prema inteligencia, el talento y el poder del Creador, y también
de Su Bondad y Amor, al desentrañar los misterios de la Natura-
leza que funcionan en concordancia con el designio Cósmico.
Aun así, la Ciencia no puede transformar la naturaleza humana.
Como lo dijera Einstein, la Ciencia puede lanzar su luz sobre “lo
que es”, pero no sobre “lo que debería ser”. El místico Sri Auro-
bindo también señaló, que sólo la Espiritualidad, que une toda la
Creación como una manifestación de lo Divino, constituye el co-
nocimiento pleno, mientras que aquello que la divide, (como la
219
220

Ciencia), no representa sino un conocimiento “parcial”. La Espi-


ritualidad y la Ciencia en conjunto conformarían la trama y la ur-
dimbre precisas en la tela del patrón del progreso humano. Am-
bas unidas, le abrirían nuevos horizontes de conocimiento al
Hombre y elevarían su visión hacia mayores alturas. El conoci-
miento humano, decía Plotino, se desarrolla en tres etapas pro-
gresivas: Opinión, Ciencia e Iluminación. De modo que al darse
la mano con la Espiritualidad, la Ciencia alcanzaría la etapa de la
Iluminación que Plotino visualizaba.
Para un real funcionamiento, no obstante, esto exigiría el ac-
tuar en varias direcciones. En primer término, está la absoluta
necesidad de que los hombres de ciencia desarrollen un genuino
interés por la Antigua Sabiduría y, de manera similar, que los es-
piritualistas lo desarrollen por la Ciencia moderna, para que am-
bos vayan descubriendo cada vez más áreas de correspondencia
recíproca y de complementariedad entre ambos sistemas de cono-
cimiento. Seminarios y talleres de estudio, por ejemplo, podrían
entregar los mejores foros para que ambos puedan desarrollar
medios y vías para volcar su optimismo en el progreso y el bie-
nestar humanos. Estos foros podrían representar también una
oportunidad para que surja entre los hombres de ciencia la con-
ciencia de la responsabilidad social que les cabe, de contribuir a
la construcción de un mundo mejor, sin destruir éste en el que
nos encontramos todos. También los espiritualistas deberían
aprovechar la oportunidad para limpiar la “Religión” que actual-
mente se practica, de todas las telarañas de superstición, ortodo-
xia, fanatismo, etc., y de ilustrar a los legos sobre la razón de ser
de los variados ritos y rituales de importancia en la Religión, los
que están agonizando debido a la carencia de una clara com-
prensión de su significado espiritual. Los medios de comunica-
ción de masas, en especial la televisión, la radio y la prensa, tam-
bién podrían ser utilizados para educar al público en la dirección
de lograr una síntesis de Espiritualidad y Ciencia en su vida dia-
ria. Por sobre todo, el sistema educacional requiere de una bue-
na orientación hacia los Valores Humanos, en todos los niveles
académicos. La nueva generación de estudiantes que sale de los
portales de nuestras universidades, debería estar imbuida de
aquellos valores que los impulsen a contribuir con su aporte en la
producción de un orden social, económico y político basado en
220
221

la justicia y la rectitud. El papel que juegan los valores en la vida


humana ha sido acertadamente comparado con el de una válvula
que permite que el agua o el aire fluyan en una dirección, e impi-
de que ésta se revierta. De manera similar, una vez que un valor
ha sido inculcado en el sistema humano, sigue adelante en un
círculo cada vez más amplio, expandiendo la visión de la perso-
na, influyendo en sus actitudes y en su forma de encarar la vida.
Una vez eliminado el proceso de regresión, el “círculo vicioso”
en la naturaleza del Hombre, cede su lugar a un “círculo virtuo-
so”, que hace que sus dimensiones mental, intelectual y emocio-
nal se desarrollen en una personalidad integrada.
Un hecho digno de ser destacado antes de concluir con
nuestro Informe, es que tres místicos conocidos internacional-
mente han señalado a la India como líder espiritual del género
humano. Ya habíamos mencionado que Nostradamus, el místico
francés, predijo hace cuatro siglos que hacia finales del siglo XX,
un “soberano inmortal”, nacido en la India, llevaría a unirse a
todo el mundo bajo la bandera de una Religión Universal. Hace
medio siglo, Sri Aurobindo tuvo la visión de que la India “pro-
yectaría desde ella la futura Religión para el mundo entero, la
Religión Eterna que armonizaría a todas las religiones, ciencias y
filosofías, para conformar un Alma única del género humano”.
Sri Sathya Sai Baba también ha exhortado a sus seguidores, a
no olvidarse de la bendición que significa haber nacido en un
país que representa “el ojo espiritual” del mundo. Al llamar la
atención de cada hijo de Bharat sobre este mismo hecho, Swa-
mi Vivekananda apelaba a ellos con las más enérgicas palabras,
para que preservaran de la mejor manera posible este “aliento
vital” espiritual de la patria. “¿Habrá de morir la India? Enton-
ces, se extinguiría toda la Espiritualidad del mundo, toda perfec-
ción moral, toda simpatía sincera por la Religión, se extinguiría
todo idealismo, y en su lugar, reinaría la dualidad de la lujuria y
la codicia como sus deidades masculina y femenina, el dinero
como su sacerdote, el fraude, la competencia y la corrupción co-
mo sus camaradas y el Alma humana como su ofrenda en el al-
tar de sacrificio”.
Si estas emocionadas palabras de Swami Vivekananda en-
cuentran eco en cualquier corazón, ya sea el de un indio o el de
algún hermano o hermana suyos de Oriente u Occidente, es se-
221
222

guro que encenderán en su corazón la luz de la Verdad, de que la


expansión de uno mismo en la Espiritualidad es vida, en tanto
que la contracción de uno mismo en el materialismo es muerte.
Sólo cuando Espiritualidad y Ciencia confluyen, son capaces de
llenar la vida del Hombre con el Amor Eterno, la Luz y la Alegría
de su Creador.
Querido lector, al concluir, permítenos clarificar un punto
con respecto a nuestro Informe. Créenos que no representa un
erudito tratado ni sobre Espiritualidad ni sobre Ciencia, ni sobre
ambas en conjunto. No constituye sino una pequeña ventanilla
abierta en cada una de estas dos puertas, que nos permite echar
un vistazo hacia un extenso campo en el que espiritualistas y
científicos están activamente dedicados a la construcción de un
mundo más feliz. De tiempo en tiempo se retiran hacia un lugar
de refrescante sombra, se consultan entre ellos y luego miran a
lo lejos, como si estuvieran esperando que alguien venga para
confirmarles que los cimientos que han colocado para el nuevo
mundo, tienen la firmeza suficiente. Ninguno de ellos pronuncia
palabra alguna respecto de aquél, cuyo advenimiento todos
aguardan esperanzados. Sin embargo, ¿quién sabe? Podría muy
bien ser que seas TU aquel a quien esperan: ¡el HOMBRE INDI-
VIDUAL de hoy, el HOMBRE UNIVERSAL DE MAÑANA!

222
223

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

A TRAVES DEL TERCER OJO


1 Chandogya Upanishad, VI-13-4
2 Hardi Fechne:“Science and Spirituality” (ensayo presentado
al Simposio Internacional sobre Ciencia y Espiritualidad, Ro-
ma, octubre 1983)
3 Satyavrata Siddhantalankar y Dr. S.J.Taraporeswala: “Heri-
tage of Vedic Culture” (D.B. Taraporewala Sons & Co.,
Bombay, 1969) 17-18

LA NECESIDAD DEL MOMENTO ACTUAL


1 Free Press Journal, 25 de julio de 1977
2 Dr. Samuel Sandweiss: “Science and Spirituality” (ensayo
presentado al Simposio Internacional sobre Ciencia y Espiri-
tualidad, Roma, octubre 1983)
3 Dr. Samuel Sandweiss: ibid.
4 Dr. Phillip Frank: “Philosophy of Science” (Prentice Hall,
USA, 1962)
5 Times of India, 7 de enero 1975
6 H.G. Wells: “A Short History of the World” (Penguin Book)
307-310
7 “Deccan Herald”, 25 de enero de 1983: “Coming to Terms
with Science” (Informe sobre el seminario de hombres de
ciencia en Bangalore sobre Ciencia y Sociedad)
8 Descartes: “The Meditations”
223
224

9 Thomas Huxley: “Collected Essays”, volumen 6 (citado por


Paul Brunton en “Westerns Thinkers & Oriental Ideas”, “Di-
llip”, enero-febrero 1983)
10 Charles Frankel: “Faith and Reason”
11 Robert Heap: “Life's Challenges”
12 Sir James Jeans: “Mysterious Universe”, 2-3
13 Sir George Trevelyan: “God on the March”,Sanathana Sa-
rathi, octubre 1983
14 Lincoln Barnett: “Universe and Dr. Einstein”, 11-113
15 Dr. Carl G. Jung: “Psychology”, 230
16 Dr. Carl G. Jung: “The Secret of the Golden Flower”, 112
17 Pandit Jawaharlal Nehru: “Autobiography”
18 Theodore Roszak: “The Search for the Miraculous”,
SPAN, diciembre 1982
19 Alfred N. Whitehead: “Essays in Science and Religion”
(Science and Modern World), 210-214
20 Lincoln Barnett: op. cit. 130
21 Charles Steinmetz: “Citado por Dr. A. Parthasarathy: “Edu-
cation - A Perspective for Eighties”, julio-agosto 1983, 30-
31

LA MUTUA DEPENDENCIA DE ESPIRITUALIDAD


Y CIENCIA
1 Mundaka Upanishad, 1.1.3
2 Swami Sri Bharathi Krishna Tirth Maharaja: “Vedic Mathe-
matics” (Publicado: Motilal Banarasidas, Universidad Hindú
de Benares, 1981),XIII
3 Ishavasya Upanishad, 1-1-4 y 1-1-5
4 Swami Vivekananda: “The Complete Works of Swami Vive-
kananda”
5 Sri Sathya Sai Baba: “Sathya Sai Speaks”
6 “Heritage of Vedic Culture”, op. cit. y “Vedic Mathematics”,
op. cit. (Prefacio, XXVIII y 6, respectivamente)
7 Chandogya Upanishad 7-1-2; también “Heritage... op. cit.
XXVIII-XX
8 Vedic Mathematics, op. cit. p. XX
9 Gerald Herald: “Vedanta for the Modern Man”, Ed. Chris-
topher Isherwood, 3
224
225

10 Dr. Kenneth Walker: “Diagnosis of Man”, 126-7


11 Mundaka Upanishad, 1-1-6
12 Patrick Geddes: “The Life and Work of Sri Jagadish C.Bose”
(Longmans, Londres 1982)
13 Prof. Edmund W. Sinnott: “Two Roads to Truth. A basis for
Unity under the Great Tradition”, 1953. (Citado por Phillip
Frank, Londres, 1982)
14 Dr. Roger S. Jones: “Physics as a Metaphor” (ABACUS,
Londres, 1982)
15 Dr. Phillip Frank: op. cit. 12-17
16 Dr. Fritjob Capra: A New Vision of Reality (Author's sum-
mary of three lectures delivered at Bombay University in
1982), Lectura Nº 3
17 President Radakrishnan: Speaches and Writings”, 1962-64
(Publishing Division Government of India)
18 Phillip Frank: op. cit., Prefacio, XI
19 Prof. Alfred Drucker: “Science and Spirituality” (Ensayo pre-
sentado ante el Seminario para Profesores, Sri Sathya Sai
Seva Institution, Muddenhalli) 1-2
20 V. Balu: “Glory of Puttaparthi” (S.B. Publications, Bangalo-
re, 1981)
21 I.K. Taimni: “Science and Occultism” (Sociedad Teosófica,
Adyar)
22 Deccan Herald: op. cit. 25-1-1983
23 The Sunday Observer: “A Spook in the Lab”, 6/2/83 (Infor-
me sobre el debate entre intelectuales de nota, en especial
científicos, sobre “Temperamento Científico y Valores Hu-
manos”, realizado en Bombay, enero 1983)
24 Sir Arthur Eddington: “Space, Time and Causation” (1953)
25 Sr. James Jeans: “The Mysterious Universe”, 2-3
26 I.K. Taimni, op. cit.
27 “Albert Einstein - Philosopher Scientist” (Ed. P.A. Schilp),
45
28 Sir Arthur Eddington: op. cit. 200-1
29 J.H.C. Creighton: “Modern Science and Vedanta” - Dillip,
Mayo-Junio 1981
30 Swami Jitamananda: “The quest of the ultimate Building
Block of the Universe” (Prabudha Bharta, Sri Ramakrishna
Mission, Diciembre, 1983)
225
226

31 D.A.R. Peacock: “Einstein, the first 100 years”


32 Lincoln Barnett: “The Universe and Dr. Einstein”
33 W. Heinsenberg: “Physics and Philosophy”, p. 145
34 Lincoln Barnett: op. cit., p. 126
35 Swami Prabhupada: “The Science of Self-Renunciation”
(Bhakti-Vedanta Book Trust) 1980
36 Sir James Jeans: op. cit.
37 Dr. R. Millikan: citado por el Dr. R.S. Ravivarma en “Hin-
duism in the Light of Modern Science” - TAPOVANA (Chin-
maya Mission), junio 1983
38 Lincoln Barnett: op. cit. p. 112
39 Obras completas de Swami Vivekananda, Vol. I (1962) pág.
367
40 J.H.C. Creighton: op. cit.

LOS PUNTOS DE CONTACTO Y LOS OBSTACULOS


1 Max Planck: “The Image of Man ans New physics”, p. 14
2 “Bharatiya Sanskriti Kosha” (Marthi) - Vol. X, p. 201; vol.
VII, p. 740-42
3 Times of India (15/2/83): “Critique of the Scientists” (Sesio-
nes sobre el carácter científico que se realizaron en Bom-
bay), enero 1983
4 “Bharatiya Sanskriti Kosha”: op. cit. vol. X, p. 126, vol. X,
p. 96
5 Swami Vivekananda: “Advaita Vedanta - The scientific Reli-
gion” (Advaita Ashram), p. 10
6 Brhadaranyaka Upanishad (Sri Ramakrishna Math, Madras)
IV-5-15, p.39
7 Brahma Sutras (Advaita Ashram, con comentarios de Swami
Vishweshvarananda), p. 5
8 Brhadaranyaka Upanishad: op. cit - IV-5-5, p. 135
9 Deccan Herald: 25/1/83, op. cit.
10 Sir William James: “Varieties of Religious Experience”, p.
485-90
11 Gary Zukav: “The Dancing Wu Li Masters - An overview of
Physics” (Fontana, 1982), p. 115
12 Dr. Fritjof Capra: “The Tao of Physics” (Fleming, Reino Uni-
do), p.79
226
227

13 Dr. Roger S. Jones: “Physics as Metaphor” (Abacus, 1983)


Preface
14 Michael Talbot: “Mysticism and the New Physics” (Dillip,
mayo-junio 1982)
15 Dr. Karlis Osis: “Golden Age - 1980” (Sri Sathya Sai Baba
Publications), p. 257-8
16 Prem lata Sharma - Decano de la Universidad Hindú de Be-
nares: “Vedic Mathematics”, p. 16
17 Swami Pratyagathmananda: “Vedic Mathematics”, p. 11
18 Dr. R.D. Ranade: “Pathway to God” (Bharatiya Vidya Bha-
van), Prefacio
19 Dr. Kenneth Walker: op. cit., p. 160
20 Cecil A. Poole: “Cosmic Consciousness”, Dillip, enero-febre-
ro 1981
21 Dr. Fritjof Capra: “The Tao of Physics”, p. 39
22 Dr. Phillip Frank: op. cit. p. 14-15
23 Peter B. Medanwar: “Induction and Intuition in Scientific
Thought”
24 Dr. J.V. Narliker: “As I see it” Science Age (Nehru Center,
Bombay, 1984), p. 8
25 Dr. Alexis Carrel: “Man the Unknown” (Wilco Publishing
House, Bombay), 1959, p. 122
26 Sir William James: op. cit. p. 928-99
27 Dr. Fritjof Capra: “The Tao of Physics”, p. 18
28 M.J. Bianco: “Science and the Spiritual Quest” (Ensayo leído
durante el Simposio Internacional sobre Ciencia y Espirituali-
dad, realizado en Roma, octubre de 1983)

LA TEORIA DE LA CREACION Y DE LA EVOLUCION


1 P.R. Rama Verma Raja: “Hinduism in the Light of Modern
Science” (Chinmaya Mission, Bombay), Vol. XXI, Nº 27, ju-
lio 1982
2 A.A. Mac Donnel: “Song of Creation”. Himno Cosmogóni-
co tomado del Rigveda, Himno 129 (Science Age, Vol. 2,
Nº 6, junio 1984)
3 “Scientific Auto-Biography” (Philosophic Library, N.Y. -
1948), p. 101-2
4 Dr. Robert Jastrow: “Until the Sun Dies”, 1977, p. 3
227
228

5 Carl Sagan: “Cosmos”, p. 5-6


6 Dr. Jagadish Singh: “Modern Cosmos” (Pelican, 1970) p.
15
7 Dr. Steven Weinberg: “The First Three Minutes - A Modern
View of the Origins of the Universe” (Bantam Books, 1979),
p. 113
8 Idem, p. 5/6
9 Idem, p. 137/8
10 “Bharatiya Sanskritic Kosha”: op. cit. Vol. II p. 179
11 “Bhagavad Gita” - Cap. IX - 7
12 Dr. Steven Weinberg: op. cit., p. 138/143
13 “Brahma Sutras”, Comentarios de Swami Vishweshvaranan-
da (Advaita Ashram), 1/4/27
14 Bhagavad Gita - Cap. XIII-17
15 Brahma Sutras: op. cit. Sutra 2/1/37
16 Taittiriya Upanishad: III-1
17 Brahma Sutras, I-1-2
18 Bhagavad Gita, Cap. VIII-18
19 Timothy Ferris: “Frontiers of Physics”, SPAN, Marzo 1983
20 Amource de Riencourt: “The Third Eye” (William Morrow &
Co., New York, 1981)
21 Sir James Jeans: “The Mysterious Universe”, p. 94
22 Khsemaraaja: “Pratyabhijna Hradayam”
23 Chandogya Upanishad: 6-2-1, 6-2-2 (comentarios de Swami
Swahananda de la Sri Ramakrishna Mission) p. 415-17
24 Brahma Sutras: 2-1-5
25 Ibid. Sutra 2-2-1
26 Taimni, op. cit., p. 130-40
27 “Tatwa-Prakashini”: Comentario sobre el Maheswara Sutra
28 Comentario de Sir Shankaracharya sobre el Brahma Sutra,
1/3/28
29 Ratna-Trayam; cita
30 P.R. Rama Varma Raja: op. cit. p. 56
31 Dr. S. Weinberg: op. cit., p. 39/45
32 Chandogya Upanishad: op. cit., p. XIII
33 Idem 6-2-3 y también el Taittiriya Upanishad II-6-4
34 Aitreya Upanishad, 1-1-1
35 Khemaraja, op. cit. Stanza II
36 Taittiriyaranyaka
228
229

37 Brahma Sutras, op. cit. 1-4-24


38 Mundaka Upanishad II-2-11 y, también Brahma Sutras, 1-4-27
39 Brahma Sutras, 2-2-1
40 V.A. Firsoff: “Life, Mind and Galaxies” (Londres, 1967), p.
102
41 “Intelligence Came First”, editado por Dr. E. Lester Smith
(Theosophical Publ. House - U.S.A., 1975), p. 162
42 Cecil A. Poole, op. cit.
43 Dr. Samuel Sandweiss (Ensayo presentado en el Simposio
de Roma sobre Ciencia y Espiritualidad), op. cit.
44 Dr. Roger Jones, op. cit., págs. 139/140
45 Idem, págs. 150/151
46 Dr. Fritjof Capra: “The New Vision of Reality” (Bharatiya
Vidya Bhavan), 1983, págs. 14/16
47 Brahadaranyaka Upanishad: 3-8-9
48 Eddington: “The Nature of the Physical World”, págs. 282,
332
49 Chandogya Upanishad, 3-17-7
50 Taimni, op. cit., Prefacio XX
51 Swami Vivekananda: “Advaita Vedanta - La Religión Cientí-
fica”, pág. 10
52 Kathopanishad, II-6-2
53 Taittiriya Upanishad, 11-1-2
54 Sathya Vrita Siddhalankara, op. cit., p. 83-84
55 Brahma Sutras, 2-3-13
56 Brahadaranyaka Upanishad, 3-7-3
57 Prashnopanishad I-6 y I-7
58 “La Evolución de la Astronomía” (Planetarium Nehru, Bom-
bay), p. 96
59 Dr. Jagjit Singh: “Modern Cosmology” (Pelican), p. 96
60 Dr. Weinberg, op. cit., págs. 69/70
61 Dr. S. Venkatavaradan: “The Universal Force”, Free Press
Journal, 22/2/83
62 Prof. Timothy Ferris: op. cit.
63 Dr E. Lester Smith, op. cit., pág. 183
64 Citado por Yogui Ramcharaka: “Jnana Yoga” (Fowler, Lon-
dres), pág. 34
65 Prof. Harlow Shapely: “Of Stars and Men” (Washington),
págs. 118/119
229
230

66 Brahma Sutras, 2-3-14


67 Prof.Timothy Ferris, op. cit.
68 Dr. Weinberg, op. cit., págs. 141/143
69 Dr. V.S. Venkavardan: “Vedic Thoughdts and Modern Cos-
mology”, Dillip, enero-febrero 1984
70 Dr. Weinberg, op. cit., p. 69
71 Dr. Jagjit Singh, op. cit., pág. 134
72 “Times of India”, 16/3/84
73 Swami Swahananda: “Chandogya Upanishad” (Sri Rama-
krishna Mission), X a XVII
74 Brahadaranyaka Upanishad, 3-1-21
75 Swami Swahananda, op. cit. XVI
76 Swami Chinmayananda: “Prasna Upanishad”, 1-3
77 Idem, 1-4, 25
78 Swami Chinmayananda: “Taittiriya Upanishad”, II-6, pág.
117
79 Prasna Upanishad III-3
80 Mundaka Upanishad, 2-1-3
81 Brahma Sutra 3-2-16, 3-2-17, 3-2-18
82 Brahadaranyaka Upanishad, 1-4-7
83 Kausitaki Upanishad, 3-6
84 Prasna Upanishad, op. cit. I-14; pág. 44/47. También Sve-
tasvastara Upanishad V-3 y V-5
85 Obras completas de Swami Vivekananda, Vol. I, pág.
291/293
86 Citado por Horace F. Judson: “The Eight Day of Creation”
(Simon and Schuster, New York, 1979), pág. 209
87 Harlow Shapely: op. cit., pág. 57
88 H.H. Pattee: “How does a Linving Communication and De-
velopment Molecule become a Message” (Ed. A. Lang, Aca-
demic Press - N.Y., 1969), págs. 1/3
89 Dr. E. Lester Smith: op. cit., p. 182
90 Science Age, Vol. I Nº 3, octubre-noviembre 1983: “Jaga-
dish Bose”, págs. 31/32
91 Upanishads: Chand. 4-3-8; Teit. 2-3-5; Presna, 1-3-1; Bra-
had. 4-4-1, 4-4-5
92 Brahma Sutras, 4-4-1 a 4-4-5
93 Dr. Raja Ramanna: “Physics of Life and Death” - “Science
and Religion” (Chinmaya Mission, Bombay, 1979, 300th
Geeta Gnana Yajna), págs. 115/123
230
231

94 Paul Weiss: “Within the Gates of Science and Beyond” (Haf-


ner, New York, 1971), pág. 58
95 Ludwig von Bertalanffy - Simposio de Alpnbach - “Beyond
Reduction” (Hutchinson, Londres, 1969), pág. 58
96 Dr. Samuel Sandweiss: op. cit., pág. 53/54
97 Citado por R.B. Lal: “Religion in the Light of Reason and
Science” (Bh. Vidya Bhavan, 1978), págs. 42-43
98 Swami Vivekananda, op. cit., Vol. I (Advait Ashram, 1970),
pág. 299
99 Citado por Sampooram Singh: “The Dynamics of the Hu-
man Mind”, Dillip, noviembre-diciembre 1981, pág. 22
100 E. Schrodinger: “What is Life and Mind and Matter” (Edi-
ción combinada - Cambridge University Press, 1967), pág.
96
101 Citado por el Rev. F.A.Houck: “Our Palaca Wonderful or
Man's Place in visible Creation” (Frederick Pulset Co. Inc. -
New York, 1922), págs. 22/23

LA TEORIA QUANTICA
1 Dr. Fritjof Capra: “The Turning Point” (Flamingo, Londres),
op. cit. pág. 89
2 Swami Pratyagatmananda Saraswati: vide su Prólogo a “Ve-
dic Mathematics”, op. cit., pág. 13
3 Gary Zukav: op. cit., pág. 38
4 Idem, pág. 62
5 Idem, pág. 79
6 Idem, pág. 45
7 Idem, pág. 23
8 Fritjof Capra: “The Tao of Physics” (Flamingo, 1981), pág.
75
9 Norwood R. Hanson: “Patterns of Discovery” (Cambridge
University press, 1972), pág. 119
10 Gary Zukav: op. cit., pág. 225
11 Idem, pág. 213
12 Idem, pág. 220
13 I.K. Taimni: op. cit., pág. 120 y ss.
14 Citado por M. Capek: “The Philosophical Impacts of Con-
temporary Physics” (Princeton, New Jersey, 1961), pág. 317
231
232

15 W. Thirring, citado por Fritjof Capra en “The Tao of Phy-


sics”, op. cit., pág. 246
16 Bharatiya Samskrati Kosha, Vol. I, pág. 95
17 Citado por Satyavrata Siddantalankara: “Heritage of Vedic
Culture”, op. cit., pág. 216
18 Chandogya Upanishad, VII-8-7
19 K.W. Ford: “The World of Elementary Particles” (Blaisdell,
New York, 1965), pág. 215
20 Devi Bhagavata XI-12-21
21 Bharatiya Samskrati Kosha, op. cit. Vol. IV, pág. 90
22 Roger Jones: op. cit., págs. 150/151
23 Dr. Fritjof Capra: “The Tao of Physics”, op. cit. pág.
249/250 y 271/272; también “The New Vision of Reality”,
op. cit., pág. 15/16
24 Coomarswamy: “The Dance of Shiva, 1952; vide Bharatiya
Samskrati Kosha, Vol. IV págs. 83/84
25 Bhagavad Gita, IX-8
26 Brajendranath Seal: “Positive Sciences of the Ancient Hin-
dus”, 1958
27 Katha Upanishad, II-20
28 Mundaka Upanishad, III-1-7
29 Obras Completas de Swami Vivekananda, Vol. VII, pág.
500
30 Chandogya Upanishad, I-9-1
31 Saptashati (Devimahaatmya) V-77 y 78
32 Sri Aurobindo: Synthesis of Yoga, pág. 989

LA TEORIA DE LA RELATIVIDAD
1 Citado por Phillip Frank, op. cit., pág. 123
2 Idem, pág. 184
3 Idem, pág. 144
4 Mendel Sache: “Space, Time and Elementary Interaction in
Relativity” (Dover Pub., 1923), pág. 75
5 Dr. Fritjof Capra: “The Tao of Physics”, op. cit., págs.
186/187
6 W. Heisenberg: “Physics and Beyond”, pág. 98
7 Roger Jones: op. cit., pág. 110
8 J. Bronowski: “The Ascent of Man”, págs. 248/249
232
233

9 Dr. Fritjof Capra: “The Tao of Physics”, op. cit., pág. 188
10 De Albert Einstein y otros: “The Principle of Relativity” (Do-
ver Publications, New York, 1923) pág. 75
11 Dr. Roger Jones: op. cit., pág. 104
12 Louis de Broglie: “A General Survey of the Scientific Work
of Albert Einstein” (en ‘Albert Einstein, Philosopher Scien-
tist’), Vol. I, (Ed. Paul Schilpp, Harper Torchbooks, New
York, 1949), pág. 114
13 Gary Zukav: op. cit., pág. 172
14 Dr. A.A. Robb: “Theory of Time and Space”, citado por
V.A. Naik en ‘Man and the Universe’ (Shubhada Sarawat
Publ., Pune, 1981), págs. 80/81
15 Roger Jones: op. cit., pág. 109
16 Dr. Fritjof Capra: “The New Vision of Reality”, op. cit., pág.
13
17 Niels Bohr: “Atomic Physics and Human Knowledge” (John
Wiley & Sons, 1958), pág. 60
18 Astaavakra Samhita XIX-6
19 Siddhantha Bindu Sankhya Bhasha Kosha, pág. 96 (citado
en Bharatiya Samskrati Kosha, Vol. II), pág. 284
20 Roger Jones, op. cit., pág. 139
21 Mandukya Upanishad, I-1
22 Adi Shankaracharya: “Nirvaanaastakam”
23 Sri Aurobindo: “The Synthesis of Yoga” (Aurobindo Ash-
ram, Pondichery, 1957), pág. 993
24 Roger Jones, op. cit., pág. 139
25 Swami Vivekananda: “Jnana Yoga” (Advaita Ashram,
1972), pág. 109
26 Swami Vivekananda: op. cit., Parte I, págs. 95/97
27 Roger Jones, op. cit., pág. 139
28 Gary Zukav, op. cit., pág. 172
29 Idem, pág. 240
30 Shakuntala Balu: “Living Divinity” (S.B. Publications, Banga-
lore, 1983)
31 “Nostradamus”, traducido por Charles Ward (Modern Li-
brary, U.S.A., 1940) Cuartetas 75 y 96. También “Nostra-
damus y sus Centurias”
32 Dr. Fritjof Capra: “New Vision of Reality”, op. cit., pág. 11
33 J. Bronowski, op. cit., pág. 436
233
234

EL HOMBRE, LA CREACION Y EL CREADOR


1 Citado por Sri Indulal Sha: “We Devotees” (Sri Sathya Sai
Books and Publications, Prashanti Nilayam, 1983), pág. 122
2 Times of India, 2/2/84; 3/2/84
3 Citado por Alwyn Toffler: “El Shock del Futuro” - págs. 38 y
390
4 Dr. Walter Orr Roberts, citado, Ibid. pág. 177
5 Indian Express, 21/9/84: “Weather Manipulation by Mili-
tary” (Reportaje de Reuter desde Londres)
6 Aldous Huxley: “Man and Reality” (Ed. Christopher Isherwo-
od: “Vedanta for the Western World”)
7 Erwin Schrodinger: “What is Life”, pág. 218
8 Science Age, op. cit., octubre-noviembre 1983
9 John M. Scott, S.J.: “Our Sunday Visitor”, Indiana, 1971,
41-51
10 Citado en “Autobiografía de un Yogui” de Paramahansa Yo-
gananda
11 Idem
12 Idem
13 Idem
14 Dr. K.K. Datey: “Health and Life” (Conferencia en un cam-
po de formación sobre salud e higiene en Bombay, mayo
1981 - Informe de la Organización de Seva)
15 Citado por Paramahansa Yogananda, op. cit.
16 Henry Poincare (citado por Jacques de Marquette: “Religión
a la Luz de las Ciencias”)
17 Charles Roberts Richet: “Our Sixth Sense” (Rider & Co.,
Londres)
18 Roger Jones, op. cit., pág. 26
19 Evans H. Walker: “The Nature of Consciousness”, Mathe-
matical Bio-Science Nº 27, 1970, págs. 175/176
20 M. Kroy: “The Divinization of Sciences” (Ensayo presentado
a la Conferencia Internacional sobre Ciencia y Espiritualidad
de Roma, 1983)
21 Citado por el Rev. F.A. Houck, op. cit., pág. 159
22 Ibid., pág. 11
23 Taimni, op. cit., pág. 11/12
24 Nyaaya Sutra Bhashya de Vtsyana, 1-1-2
234
235

25 Dr.Fritjof Capra: “The Tao of Physics”, pág. 100


26 Idem
27 W. Heinsenberg: “Physics and Philosophy” (Allen and Un-
win, Londres, 1963), pág. 96
28 David Bohm: “The Roots of Co-incidence” (Random House,
1977)
29 Roger Jones, op. cit.,pág. 63; también F. Capra “The Tur-
ning Point”, pág. 87/88
30 Dr. Fritjof Capra, ibid, pág. 327
31 C.F. Chew: “Bootstrap - A Scientific view” (Science, mayo
1961), págs. 760/761
32 Fred Hoyle: “The Nature of the Universe” (1963), pág. 124
33 Swami Vivekananda, op. cit., Vol. III (1973), pág. 26
34 E. Lester Smith, op. cit., Introduction
35 Max Planck: “The Image of Man and Modern Physics”,
págs. 129/130
36 Aldous Huxley: “Perennial Philosophy” (Collins-Fantana Bo-
oks)
37 Fred Hoyle: “The Nature of the Universe” (1963), pág. 124
38 Lecomte de Nouy: “Human Destiny” (Signet Books, New
York, 1977), págs. 78 y 103
39 Bhagavad Gita: XIV-20; IV-38; IV-28
40 Swami Vivekananda, op. cit., Vol. I, págs. 402/403
41 Mundaka Upanishad, III-11-8
42 Rev. F. Houck, op. cit., pág. 105
43 Swami Vivekananda, op. cit., Vol. I, pág. 217
44 Avadhoota Gita, I-7
45 Taittiriya-aranyaka X-II-5
46 R.R. Diwakar: “Some States of Consciousness” (Bh. Vidya
Bhavan), pág. 12
47 Swami Vivekananda, op. cit., Vol. I, pág. 341
48 Ibid., pág. 14
49 Sri Aurobindo: “The Ideal of Human Unity”, pág. 310/316
50 Dr. Alexis Carrel: “Man the Unknown” (Wilco Publ. House,
Bombay, 1959)
51 Lecomte de Nouy: Human Destiny (Signet Books, New
York, 1949), pág. 1070/1071
52 Sri Adi Shankaracharya: op. cit.
53 Sri Aurobindo: Synthesis of Yoga, op. cit., pág. 994
235
236

54 “Scientific Research in the Trascendental Meditation Pro-


gramme”, Collected papers, Vol. 1, Ed. Dr. John H. Farrow
(Pub. Meru Press, Alemania Federal, 1976). También “Crea-
ting an Ideal Society” (International Association for the Ad-
vancement of Creative Intelligence, Suiza, 1977)
55 “Document on Social, Moral and Spiritual Values in Educa-
tion”, National Council of Educational Research and Trai-
ning, Nueva Delhi, 1980)
56 V.K. Gokak: “The Sathya Sai Theory of Education” (“Gol-
den Age 1980”), pág. 182, 192
57 Cecil A. Poole: “Cosmic Consciousness”, op. cit.
58 V.K. Gokak, op. cit.
59 Ibid
60 Swami Vivekananda, op. cit., Vol. I, págs. 57/58
61 “Sanathana Sarathi”, diciembre 1984
62 Paramahansa Yogananda, op. cit., pág. 371/372
63 V.K. Gokak, op. cit.
64 Bhagavad Gita, VI-32
65 Ashrama Bhajanaavali (Pub. Mavajeevan Prakashan Mandir,
Ahmedabad)
66 Dr. Robert Jastrow, op. cit., pág. 165

236
237

INDICE

PROLOGO.................................................................. 5

A TRAVES DEL TERCER OJO.................................. 9

I. LA NECESIDAD DEL MOMENTO ACTUAL


1. La vida en torno de nosotros ...................................... 13
2. La Ciencia y la Vida................................................... 15
3. Ataques a la Ciencia .................................................. 17
4. La otra cara de la moneda.......................................... 18
5. El carácter científico y la Religión................................ 19
6. El lado aguzado ......................................................... 20
7. El lado aguzado hiere................................................. 21
8. La Ciencia ignora al Hombre...................................... 24
9. El Hombre total......................................................... 26
10. El camino hacia los “valores”.................................... 26
11. El Hombre sin Religión ............................................ 29
12. La Religión para el Hombre moderno ....................... 31
13. Espiritualidad y Ciencia marchando de la mano .......... 32

II. LA MUTUA DEPENDENCIA DE ESPIRITUALIDAD Y


CIENCIA
1. La Ciencia ................................................................ 35
2. La Espiritualidad........................................................ 36
3. La Realidad en el Vedanta.......................................... 40
4. Una meta común....................................................... 41
5. El par llegará a reunirse ............................................. 44
237
238

III. LOS PUNTOS DE CONTACTO Y LOS OBSTACULOS


1. El campo de encuentro .............................................. 59
2. Los obstáculos en el camino ....................................... 62
3. La metodología en la Espiritualidad ............................. 62
4. La intuición frente a la razón ...................................... 65
5. Experimento y experiencia ......................................... 68

IV. LA TEORIA DE LA CREACION Y DE LA EVOLUCION


1. El Himno Cosmogónico ............................................. 71
2. La evolución inorgánica ............................................. 75
3. La evolución biológica................................................ 100
4. Una nueva visión de la evolución ................................ 110

V. LA TEORIA QUANTICA
1. La visión clásica ........................................................ 119
2. La Teoría Quántica.................................................... 122
3. Dentro del átomo ...................................................... 125
4. El cuadro metafísico................................................... 130

VI. LA TEORIA DE LA RELATIVIDAD


1. La Teoría.................................................................. 139
2. El espacio, el tiempo y el movimiento newtonianos ...... 140
3. El espacio, el tiempo y el movimiento einsteinianos ...... 141
4. El continuum espacio-tiempo...................................... 149
5. Causalidad ................................................................ 154
6. La Relatividad del espacio y el tiempo en la Espiritualidad 156
7. El continuum espacio-tiempo en el Vedanta ................. 159
8. La causalidad desde el punto de vista védico ................ 160
9. Los astronautas del espacio-tiempo ............................. 162

VII. EL HOMBRE, LA CREACION Y EL CREADOR


1. Echando un vistazo hacia atrás ................................... 167
2. Bases para la proposición .......................................... 170
3. Trabajando en conjunto ............................................. 178
4. La Ciencia puede modernizar el Yoga y la Religión ...... 184
5. Los logros posibles .................................................... 187
6. El Creador ................................................................ 190
7. La Creación .............................................................. 193
8. El Hombre y su próximo paso .................................... 199
238
239

9. La Religión “científica” .............................................. 203


10. El Hombre Universal................................................ 210
11. Mirando hacia adelante ............................................ 217

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS............................ 223

239

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