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J. LOCKE + Ensayo sobre el entendimiento humano/1 ISBN: 8627605171 (F. 1) Depéiitd legal: M. 20357-1980 Printed ti Spain Impreso en ClosasOrcoyen, S, L. Martinez Paje, 5. Madsid29 i Sa BIBLIOTECA DE LA LITERATURA H ¥ EL PENSAMIENTO UNIVERSALES. | contra escollos que pudieran proporcionarle Ie ruina. Nuestro propésito aqui no es conocer todas las cosas, + Sino aquellas que afectan a nuestra conducta, Si conse: jguimos averiguar las reglas mediante las cuales un ser tacional, puesto en el estado en que el hombre esté en exte mundo, puede y debe gohernar sve opiniones y los actos que de ellas dependan, ya no es necesario preocuparnos porque otras cosas trasciendan nuestro ‘onocimiento. 7. La ocasién de este Ensayo Estas consideraciones me ofecieron Ia ocasiéa de escribir este «Ensayo sobre el entendimiento», porque pensé que el primer paso para satisfacer algunas in- Yestigaciones que la mente del hombre suscita con facilidad eta revisar nuestto propio entendimiento, examinat nuestras propias fuerzas y ver @ qué cosas estén adaptadas, Pensé que mientras en vano Ia satis-‘! faci gue nos proporcon Ia poseinsosegsd 9 = fa de las verdades que mds nos importan, micntras labamos libertad « nuestros pensamientos para entrar fn el vasto océano del ser, como si ese piélago ilimits- do fuese la natural e indiscutible posesién de nuestro fentendimiento, donde nada estuviese excnto de su de- teccién y nada escapase a su comprensién, Asi, los hhombres extienden sus investigaciones més allé de su capacidad y permiten que sus pensamientos se aden- tren en aquellas profundidades en las que no encuen- ‘tan apoyo seguro, y No es extrafio que susciten cues- tiones y multipliquen las disputas que, no alcanzando jams solucién clara, s6lo sirven para prolongar y aux mentat sus dudas y para confitmatlos, finalmente, en tun petfecto escepticismo. Si, por el contratio, se tuvie- tan bien en cuenta auestras capacidades, una’vez visto ‘1 aleance de nuestro conacimiento y hallado el hori zonte que fia los Kimites entre las partes iluminadas y oscuras de las cosas, el hombre tal vez reconociera su. jgnorencia en lo primero, y dedicara sus pensamientos ¥ elucubraciones con més provecho a lo segundo. B 8. Lo que nombra la palabra Idea Esto fue lo que cref necesario decir respecto a la casién de esta investigacién sobre el enterdimiento hhumano. Pero, antes. de proseguir con lo que a ese propésito he pensado, debo excusarthe, desde ahora, Cou el lector por la frcevente utilisacién de la palabra stidea» que encontrar en el tratado que va a conti- itaacidn, Siendo este término el que, en mi opiniéa, sitve mejor para nombrar lo que es ef objeto del en- tendimiento cuando un hombre piensa, lo he empleado para expresar lo que se entiende por fantastra, nocién Crespecte, © aquello en que se ocupe la mense cuando piensa; y no puedo evitar el uso frecuente de dicho término. ‘Supongo que se me concederé sin dificultad que exis- tan tales ideas en la mente de los hombres: todos tie- nnen conciencia de ellas en s{ mismos, y lat palabras y los actos de los hombres muestran sitisfactoriamente que estén en Ia mente de los otros. ‘Ast pues, nuestra primera investigacién send pregun- tar cémo entran las ideas en la, mente. Capitulo Primero NO. HAY PRINCIPIOS INNATOS 1. La forma en que adguirinos cualquier conocimien- 10 es suficiente para probar que éste nc es innato Es opinién establecida entre algunos hombres que en el entendimiento hay ciertos principios innatos; Ciettas nociones primarias (nowt Evvount), caracte- es como impresos en la mente del hombre, que el alma recibe en su primer ser y que trae al mundo con 9 ella. Para convencer a un lector sin prejuicios de la falsedad de tal suposicién, me bastatia ‘con mostrar (como espero hacer en las siguientes partes de esta bra) de qué modo los hombres pueden alcanzar, so- lamente con el empleo de sus facultades naturales, todo el conocimiento que poseen sin Ia ayuda de ninguna jiupresién innate, y pueden Megas a la certeza sin tales ~ nociones o principios innatos. Porque me figuro que Se reconocerd fécilmente que seria impertinente supe. fer que son innatas las ideas de color, traténdose de tuna ctiatura a la que Dios dot de la vista y del poder de recibir scnsaciones, por medio de los ojos, a partir de los objetos extemnos. Y no menos absutdo seria atribuir algunas verdades a ciertas impresiones de la naturaleza y a clettos caracteres innatos, cuando po. demos observar en nosotros mismos algunas facultades adecuadas para alcanzar tan fécil y seguramente un conccimiento de aquellas verdades como si originate mente hubieran sido impresas en nuestra mente Sin embargo, como ¢ un hombre no se le permite seguir impunemente sus propios pensamientos en bus. ex de Ia verdad, cuando le conducen, por poco que sea, fuera del camino habitual, expondré las razones que te hicieron dudar de la vetdad de aquella opinién para ue sirvan de excusa a mi equivocacién, sf en ella he incurtido, cosas que dejo a juicio de quienes, como yo, estén dispucstos a abrazar [a verdad dondequiera gue se halle, 2. El asentimiento general constituye el principal argumento Nada se presupone més coménmente que el que haya unos ciertos principios, tanto especulatives como pdcticos (pues se habla de fos dos), aceptados de ma. nnera universal por la humanidad. De aqui se infere que deben ser unas impresiones permanentes que reci. ben las almas de los hombres en su primer ser, y que las traen al mundo con ellas de un modo tan necesatio y teal como las propiedades que les son inherentes, 80 3. El consenso universal no prueba nada como innato amen tiene ste argamento,sacado del consenso iver, dene rege ioconveniente: due aungue fuera co aie SS hecho hubiess unas verdades eentdes por fod I Fomanidad, eso no. proba que ean inastas, mich ‘otro modo de averiguas In forma en gue Hombres pudeson llegera exe universal acvtdo sobre wea toss que todos aceptan; lo que me parece au puede mostrase. Ae ado que es, csv; 9 «es imposible que ta misma fosa Sea 9 n0 sean af iversalmente asenti- Eas die Bote pear este mputmento del come? das. Pero lo que es peor, este 2 once ma ns pee eer une cosas de eee no existent les pristcipios innatos, porque no hay Singin scape a Tia oda la humanided preste un weeiimfento universal. Empezaré con los Pringpios Species, cempliado el arumento en eos cle brads princpios de Ia dentin de que ods com erat jue es imposible que la misma cosa Series gue me pase qu, ene codon ean J mayor derecho al titulo de innatos. Disfutan de une fana’tan s6lida de set principio Same te ny me pareceria extraiio, sin lugar a Be oe oo les ites en entredicho. Sin embargo, me ‘ens Ja libertad de afirmar ce Seen a wn Tejos de tener asentimicnt a ave eae ane ete ‘thumanidad ai siquiera tiene nociés de ellas. fn impresos en el alma 5. Esos principios wo estén impresos en “ huralmente, porque Tos desconocen Tos nifis, idiotas, ete... i odos los nifios 1, primero, es evidente que todos los nlfos so denen fb mas tjnima spichension © pen at de aquellas proposiciones, y tal carencia basta para destruir aquel asenso universal, que por fuerza tiene que ser el concomitante necesatio de toda verdad in hata. Ademas, me parece-caso contradictorie decir que ‘hay verdades iimpresas en el alma que ella no percibe ‘¥_no entiende, ya que estar impresas significa que, pfecisamente, determinadas verdades son percibidas, porque imprimir algo en la mente sin que la mente Jo perciba me parece poco inteligible. Si, por supues- to, los nifios y los idiotas tienen alma, quiere decir que tienen mentes con dichas impresiones, y serd inevita- ble que las perciban y que necesariamente conozcan y asientan aquellas verdades; pero como eso no sucede, es evidente que no existen tales impresiones. Porque si no son nociones naturalmente impresas, entonces, goémo pueden ser innatas? Y si efectivamente son hociones.impresas, gcdmo pueden ser desconocidas? Decir gue una nocién esté impresa en Ia mente, y afit- ‘mar al tiempo que la mente Ia ignora y que incluso no ln advierte, es igual que reducir ale nada esa impresin No puede decirse de ninguna proposicién que est en le mente sin que éta tenga noticia y sea consciente de aquélla. Porque si pudiera afirmarse eso de alguna proposicién, entonces por 1a misma razén, de todas las proposiciones que son ciettas ya las que la mente es, capaz de asentir, podria decitse que estén en la mente ¥ son impresas.Puesto que si acaso pudiera decirse de alguna que esté en la mente, y que ésta todavia no la conoce, tendrfa que ser sélo porque es capaz de co- rosea: Y, desde luego, la mente es eapez de llegar & conocer todas las verdades. Pero, es mas de ese modo, podria haber verdades impresas en la mente de las que nunca tuvo ni pudo tener conocimiento; porque un hombre puede vivir mucho y finalmente puede mo- tir en la ignorancia de muchas verdades que su mente hhubiera sido capaz de conocer, y de conccetlas con certeza, De tal suerte que si la capacidad de conocer es ef argumento en favor de la impresién natural, se- sin eso, todas las verdades que un hombre llegue a conocer han de ser innatas; y esta gran afirmacién no 82 pasa de ser un modo impropio de hablar; ef cual, mien- tras pretende afirmar lo contrario nada dice diferente de quienes niegen los principios innatos, Porque, creo, jamas nadie negé que la mente sea capaz de conocer varias verdades. La eapacicad, dicen, ex innate; el oo nnocimiento, adguirido, Pero,” gcon qué fin entonces tanto empefio en favor de ciertos principios innatos? Si las verdades pueden imprimirse en ef entendimiento sin ser percibidas, no llego a ver Ia diferencia que pueda existir entre las verdades que la mente sea capaz de conocer por lo que se refiere a su origen, Forzose- mente todas son innatas 0 todas son adquiridas, y sera itil intentar distinguitlas, Por tanto, quien hable de nociones innatas en el entendimiento, no puede (si de ese modo significa una cierta clase de verdades) que- ret decir que tales nociones sean en el entendimiento de tal manera que el entendimiento no las haya per cibido jams, y de las que sea un ignorante total, Por que’si estas palabras: «ser en el entendimiento» tie- nen algcin sentido recto, significan ser entendidas, De tal forma que ser en el entendimiento y no ser enten- ido; ser en la mente y nunca ser percibido, es tanto ‘como decir que una cosa es y no es en la mente o en el entendimiento. Por tanto, si estes dos proposicio- nes: cualquier cosa que es, es, y es imposible que la misma cosa sea y no sea, fueran impresas por la natu- taleza, los nifios no podtian ignoratlas. Los pequetios y todos los dotados de alma tendrian que poseerlas en el entendimiento, conocerlas como verdaderas, y otor- sarles su.asentimiento, 6. Los hombres las conocen cuando alcanzan el uso de razén Para evitar esta dificultad, se dice generalmente que todos los hombres conocen esas verdades y les ddan su asentimiento cuando alcanzan el uso de razén, lo que és suficiente, continéan, para probar que son innatas. A ello se puede contestar: 83 7. Las expresiones dudoses, que apenas tienen sige nifieacién alguna, pasen por ser razones Caras Para quienes estando prevenidos no se toman el ‘tubsja ni de examinar lo que ellos-mismos dicen Porque pera aplicar aquella réplica com algyin sen tido aceptable a nuestro actual propésito tendela que signifcar alguna de estas dos cosas. O que, tan pronto como los hombres aleanzan el uso de razSn, esas su- Puestas inscripciones innatas Hlegan'a ser conocides y observadas por ellos; 0 que el uso y el adiestramiento de la razén de Jos hombres les ayudan a descubrir esos principios y se los dan a conocer de modo cierto, 8. Si la razén los descubriera, no se probarta que son innatos Si quieren decir que los hombres pueden descubsir esos principios por el uso de la razén y que eso basta para probar que son innatos, su modo de argumentar se reduce a esto: Que todas las verdades que la razén nos puede descubrir con certeza y a las que nos puede hacer asenti frmemente, senda yerdades naturalmente impresas en la mente, puesto que ese asentimiento tuniversal, que segtin se dice es lo que las particulariza, ro pasa de significar esto: Que, por el uso de la razdn\+ somos capaces de llegar un conocitiento cierto de ellas y aceptatlas; y, segtin esto, no habré diferencia alguna entre los principios de Ia matemética y Ios teo- remas que se deducen de ella. A unos y a otros habria que eoncederles que son innatos, ya que en ambos ca- 308 se trata de descubtimientos hechos por medio de le vazén y de verdades que una criatura racional puede llegar a conocer con certeza, con s6lo dirigir correcta ‘mente sus pensamientos por ese camino. 9. Es falso que la razén los descubra Pero, geémo esos hombres pueden pensar que el uso de la razéa es necesario pata descubtir principios 4 ‘gue se suponen innatos cuando Ia razén (si hemos de creerlos) no es sino la facultad de deducit verdades desconocids, partiendo de principios o proposiciones ya conocidas? Ciertamente, no puede pensarse que sea Jnnato lo que la razén requiere para ser descuhierto, 4 fo sex, como ya dije, que aceptemos que todas las ciertas que 1a'razén nos ensefia son ciertas. Serfa lo mismo pensar que el uso de la tazdn es im. prescindible para que nuestros ojos descubran los ob- jetos visibles, como que es preciso el uso de la rain © su ejercicio, para que nuestro entendimiento vea aquello que est& originalmente grabedo en €l, y que 0 puede extar en el entendimiento antes que’ éllo + ereiba. De manera que hacer que la razén descubra esas verdades asf impresas es tanto como decir que el “uso de la razén le descubre al hombre lo que ya sabia antes; y silos hombres tienen originariamente esas verdades impresas ¢ innatas, con anteriotidad al uso de la sazéa, y sin embargo las desconocen hasta llegar al uso de raz6n, ello equivale a decir que los hombres, + las conocen y las desconocen al mismo tiempo. 10. No se utilize la razén para descubrir estos prin- cipios Quieé se diga aqui que las demostraciones matemé ticas, y otras verdades que no son innatas, no gozan de asentimiento cuando nos son propuestas, y que en eso se distinguen de aquellos principios y de ottas verdades innatas, Ya egar4 el momento en que ten ga ocasién de-hablar en. particular del asentimiento 4 la primera propuesta. Agut tan sélo admitiré, y de bbuen grado, que esos principios son diferentes de las demostraciones mateméticas en esto: que las unas necesitan la azn, utilizando pruebas, para set acep- tadas y para obtener nuestro asentimicnto, mientras que los otros tan pronto como se los entiende son aceptados y asentidos sin ningtin raciocinio. Pero me permitié observar que se hace patente aqui la debi lidad de un subterfugio que consiste en requetir el 85 uso de la razén para el descubrimiento de esas verda- des generales, ya que necesita contesar que en su des- gubrimiento no se hace uso alguno del raciocinio. Y¥ estimo que quienes se valen de esas respuestas no pueden tener la osadta de afirmar que el conocimiento del principio «es imposible que la misma cosa sea 0 no sca a la vez», se debe a una deduccién de nuestra ra26n, porque equivaldria a destruir esa liberalided de Ja naturaleza —que al parecer tanto les place— el ha- ‘eer que el conocimiento de sus ptincipios dependa del esfuerzo de nuestro pensamiento, Desde el momento « en que todo razonar es bisqueda y mirada en torno y requicte disposicién y dedicacién, geémo, entonces, se puede suponer con algtin sentido, que {> impreso por Ja naturaleza para servir de fundamento y guia de snuestra razén, estd necesitado del uso de la 182615 para descubritlo? 11. silos bubiera, esto probaria que no son innatos Quicnes se tomen el trabajo de reflexionar con un ppoco de atencién acerca de las operaciones del enten- dimiento, encontrarén que la afrmacién inmediata que la mente concede a algunas verdades no depende de una inscripeién innata, ni del uso de la razén, sino de una facultad de la mente muy distinta a amos cosas, segiin veremos més adelante, La razén, pot consiguien. te, nada tiene que ver en nuestras afirmaciones de esos Principios si es que decir que «los hombres los cono- cen y les conceden asentimiento cuando llega el uso de.raz6n> significa que el uso de razén nos asiste en el conacimiento de e508 principios, lo cual es total- mente falso; y si fuera verdad, s6lo probaria gue no son innatos 12. Cuando aleanzamos el uso de razén, no legamos 4 conocer esos principios Si conocer y aceptar esos principios, cuando llega- mos al uso de cain, quiere decle que’ éste ts el mo 86 mento en que Ia mente los advierte, y tan pronto como los nifios Llegan al uso de razén alcanzan también a conocerlos ya aceptarlos, esto es asimismo {also y sratuito. En primer lugar es falso porque es evidente Gue esos principfos no estén en la mente en una época fan temprana como Ja del uso de raz6n y, por tanto, se sefiala de manera falsa la llegada del uso de razon camo el momento en que se descubre, ¢Cudntos ejem- pplos podriamos citat de uso de razén en los nifios, ‘mucho antes de que tengan conocimiento alguno del Bringpio de que cs inpoiblen oe a misma cose sea y no sea a la vez? Y gran parte de la gente anal. fabeia y de los salvajes se pasan muchos affos incluso de su edad racional sin jamés pensar en eso, nied otras proposiciones generales semejantes. Admito que ~ los hombres no llegan al conocimiento de esas verde. des generales abstractas, que se suponen innatas, hasta to aleanzar el uso de tazén; pero afiado que tampoco Jo hacen entonces, Esto es asi porque, iin después de haber Hlegado al uso de razén, las ideas generales y.abstractas a que se efieren aquellos principics ge. netales, tenidos erréneamente por princpios innatos, fo estin forjadas en Ja mente, sino que son, por cer. to, descubrimienios hechos y axiomas introducidos.y ttafdos « la mente por el mismo camino y por los mis. mos pasos que ottés tantas proposiciones a las que nadie ha sido ten extravagante de suponer innatas. Espero demostrar claramente esto en el curso de esta “disertaci6n. Admito, por tanto, la necesidad de que dos hombres Ileguen’al uso de tazdn antes de after el conocimiento de esas verdades gencrales; pero niego que cuando los hombres llegan al uso de rozdn, sea el ‘momento en que las descubran, 13. Bsa circunstancia no las distinguen de otras ver dades cognoscibles De momento es conveniente observer yue decit gue los hombres conocen esos principios y que les dan 87 su asentimiento cuando legan al uso de razdn, equi- vale de hecho y en realidad a esto: que jamés se las co rnoce ai se las advierte antes del uso de razén, sino que posiblemente pueden ser aceptadas en algsin mo- mento posterior de la vida de un hombre; pero, cudn- do, es incierto decislo; y como lo mismo acontece Fespecto a todas las demés verdades cognascibles, aqie- los principios no gozan, pues, de ningin privilegio ni distincidn, por esas caracteristicas que son conocidas cuando aleanzamos el uso de razén; ni tampoco se prueba por eso que sean innatos sino todo lo contrari 14, Si la Wegads ab uso de razén fuese el momento ‘en que se descubrieran, no se probaria con ello gue son innatos Pero, en segundo Ingar, aun siendo cierto que el momento preciso en el que el hombre alcanza el uso de razén fuera aquel en que se conocen esos princi pios y se les presta asentimiento, tampoco ¢s0 proba: ria que son innatos, Semejante modo de argumentar es tan frivoto, como falso. Porque, gcon qué légica pue de sostenerse que cualquier nocién esté originaria- mente impresa por la naturaleza en Ia mente en su primer estado slo pore se observa primero y se admite, cuando una facultad de Ia meate comienza jeer? Sepin esto llega ol uso ce a pale, si se partiera del supuesto de que ése es el momento fen que es0s principios reciben nuestro esentimiento (lo que puede ser tan cierto como suponer que ese momento sea el de llegar al uso de razén), seria una prueba igualmente buena en favor de que son innatas que decir que son innatas porque los hombres les dan su asentimiento cuando aleanzan el uso de azn. Ast pues, estoy de acuerdo con esos sefiores que defienden ls principios innatos en que en Ia mente no hay nin- ‘gin conocimiento de esos principios generales y de por sl evidentes hasta que no s¢ llega al ejerccio de la razén; pero niego que alcanzar el uso de razén sea 88 sel momento preciso en que por primera ver se adver fen esos principios y, asimistno, niego que si &e fuera el momento preciso tal circunstancia ptobase que son * innatos. Cuanto puede significarse de mancra razona- ble mediante la proposicién de que «los hombres dan su asentimiento a esos principios cuando alcanzan el uso de razén», no es sino que la formulacién de ideas abstractas y la compresién de nombres generales son Concomitantes tla facated de razonaey fe devarrollan «con ella. Por este motivo, los nifios no tienen esas ideas enerales, ni aprenden los nombres que las designan, fasta que, después de haber cjercitado durance alga tiempo su raz6n en ideas més familiares y concrctas, fe les reconoce la capacdad de hablar racionlmente, teniendo en cuenta el modo ordinasio de disurrir y de sus actos, Si aquella proposicién, de que el hombre isiente esos principios cuando alcanza el uso de razén, ‘puede ser verdadere en algin otro sentido dsinto del Indicado, quisiera que se me demostrara, 0, por lo menos, que se me dijera, cémo ése u otro sentido cualquiera puede probar que se tratan de p:incipios abstractos. 15. Los pasos a través de los que la mente alcanza distintas verdades Inicialmente, los sentidos dan entrada a iceas par. ticulares y Henan un receptéculo hasta entonces vaclo y la mente, familiarizindose poco a poco con alguna de esas ideas, las aloja en Ja memoria y les da nom bre. Mis adelante, Ia mente la abstrac y paulatinamen- te aprende el uso de los nombtes generales. De este modo, llega a surtirse la mente de ideas y de lenguaje, materiales adecuados para ejercitar su facultad discur- siva. Y el uso de razén aparece a diario més visible, a medida que esos materiales que Ia ocupan, aumen- -etan, Peto aungue habitualmente Ie adquisicidn de ideas generales, el empleo de palabras y el uso de raz6n fengan un desarrollo simulténeo, no veo que se prue- 89 be de ningiin modo, por eso, que esas ideas son inna- jas, Admito que ef conocimiento de algunas verdades aparecen en Ja mente en una edad muy temprana; pero de tal manera que se advierte que no son innatas por seque si observamos veremos que se trata de ideas no innatas sino adquitidas, ya que se sefieren a esas. pri meras ideas impresas por aquellas coses externas en las que primezo se ocupan los nifos, y que se impri- men en sus sentidos més fuertemente. En las ideas asi adquitidas, le mente descubre que algunas concuerdan, ¥. que otras differen, probablemente tan pronto como tiene uso de memotia, tan pronto como es capaz de retener y recibir ideas distinias. Pero, sea en ese mo- mento © no, es seguro que se hace ese descubrimiento mucho antes de alcanzar el uso de Ia palabra, o de legar a eso que coméinmente llamamos uso de’razén, ‘porque un nifio sabe con certeza, antes de poder ha blar, la diferencia encre las ideas de lo dulce y lo amatgo (es decir, que lo dulce no es amargo), del mis- mo modo que més tarde, cuando llega a hablar, sabe que el ajenjo y los confites no son la misma cosa. 16. El asentimiento que se otorga a las suptiestas verdades innatas, no depende de su innatismo Un nifio no sabe que tres més cuatro son igual a siete hasta que puede contar hasta siete y posee el tombs ya idea de igualde,y slo entonees, cuando se les explican esas palabras, admite aquella ‘propos Gién 0, mejor dicho, percibe su verdad. Pero no es que asienta e ella de buena gana, porque se trate de una verdad innate; ni tampoco que su asenti- miento faltase hasta entonces por carecer de uso de razén, sino que la verdad se hace patente tan pron- to como ha establecido en su mente las ideas cla- ras y los distintos significados de aquellos nombres. Y es entonces cuando conoce la verdad de esa propo- sicién con el mismo fundamento y con los mismos ‘medios por los que conocia antes que una vara y un 90 cerex0 no son la misma cosa, y por lo que también llegara a conocer més tarde que una misma cosa sea y no sea a la ver, como demostraremos més adelante de manera deillada, De esta forma, mientras més ar de llegue alguien a tenzr esas ideas generales a las que se refieren estos principios, o a conocer el significado de“esos términos generales que las notbran, 0 a rela- cionar en su mente las ideas a las que se aluden, més tarde seré, asimismo, cuando se llegue a sentir a esos -principios’ cayos términos, junto con las ideas que nombran, no siendo mis innatos que puedan serlo las sideas de gato, o de rueda, tendrén que esperar a que cl tiempo y la observacién los hayan familiarizado con ellas. Sélo entonces teadré la capacidad de conocer Is verdad de esos princigios, al ofrecerse Ja primera oct- sign de relacionar en su mente esas ideas, y observar si concuerdan o difieren, segiin el modo en que se ¢x « presan con aquellas proposiciones. Y a eso se debe, por tanto, que un hombre sepa que dieciocho més iccinueve son igual a treinta y siete, con la misma evidencia con que conoce que uno més dos son igual a tes, Sin embargo, un nif no Wega a alcanzar Jo primero tan pronto ccmo lo segundo, y no porque Te = falte el uso de raz6n, sino porque las ideas signifca- das.con las palabras, dieciocho, diecinueve y treinta y siete no se adquieren tan répidamente como las signi- ficadas por los té:minos uno, dos y tres. 17. El hecho de asestir a esos principios tan pronto como se proponen y se entienden no prueba que sean innatos. Puesto que la afirmacién de que el asentimiento ge netal se concede en el momento en que los hombres Ilegan al uso de raza no es vilida como prueba, ya que no distingue entre las ideas que se suponen insia- tas y las otras verdaces que se adquieren y se apren- den més tarde, los defensores de esta tesis se han empefiado en aducir el argumento del asentimicnto on tuniversal con respecto a esos principios, afirmando que, tan pronto como se propone y se entiende el signi ficado de los términos propuestos, se les concede eral asentimiento. Desde el momento en que todos los hombres, y ain los nifios, asienten a esas proposi- ciones en cuanto las escuchan y comprenden los tér- .minos en que estén concebidas se configuran que ¢s0 es suficiente para probar que son innatas. Como los hombres, una vez entendidas las palabras nunce dejan de aceptar dichas proposiciones como verdades indu- ables, quiere deducirse de esto que, realmente, esta: ban ya alojadas previamente en el entendimiento, pues que, sin mediar ninguna ensefianza, la mente las reco- rnoce en el momento que se propone, las acepta y jamés -las pondrd en duda. 18. Si semejante asentimiento fuera prueba de que son innatas, entonces, que uno més dos son igual 4 tres, que lo dulce no es amargo, otras mil proposiciones equivalentes, tendrian’ que consi- derarse innatas Como réplica a lo anterior, ptegunto: ges que, acs: so, asentiniento que se concede de iamedlato # une proposicién cuando se le escucha por vez primera, y Erando entienden sus teminos, puede tenerse pot prueba de que se trata de principios innatos? Si no cs asf, en vano se aduce entonces semejante asenti miento. general como pracba de existencia de esos principios; pero si se dice que se trata, en efecto, de ‘una pruebe para conocer los principios innatos, seré preciso entonces que se admita que son proposiciones innatas todas aquellas a las que generalmente se con- cede asentimiento en el momento en que se escuchan, con lo que nos encontramos llenos de principios in tos. Porque, segtin es0, es decir, por el argumento del asentimiento concedido a la primera audicion ya la previa comprensién de los tétminos como motivo para admitir que esos principios son innatos, se. tendré que 92 aceptat también que son innatas ciestas proposiciones relacionadas con fos mimeros. De esta format, el que tuno més dos son igual a tres, que dos més ‘dos soa igual a cuatro, y un sinfin de proposiciones numéricas semejantes a fas que todos asienten eif cuanto las es ccachan y una vez entendides sus términos, cendrd lu- bar ente los axiomas innatos, y no seré, tampoco, ésta tuna pretrogativa peculiar de fos miimeros y de las pro- posiciones 4 ellos referidos; también le filosdfica natu: ral y el resto de las ciencias oftecen proposiciones que, tuna vez entendidas, se admiten como verdaderas, Que dos cuerpos no pueden ocupar un mismo lugar en el espacio, es una verdad gue nadie podré objetar, lo mismo que el principio de que es imposible que una zisma cosa sea y no sea a la vez, que lo blanco no ¢ -negro, que un cuadrado no es un'circulo, que lo amar {go no es dulke. Estas y un millin de proposiciones semejantes, 0 por lo menos todas aquellas de las que tenemos ideas distintas, son a las que todo hombre sensato tendri que asentir necesariamente tan pronto como las escache y comprenda el significado de las palabras que se emplean para expresatlas. Por tanto, Silos defensores de las ideas innatas han de atenerse 1 su propia regia, y mantener el consentimiento que se Jes otorga al comprenderse los términos empleados la primera vex que se las escucha, para reconocer una idea innata, entonees, tendrin gue admitir, no s6lo tantas proposicionés innatas como ideas diferentes ter~ ga el hombre, sino también tantas proposiciones cuan- tas pueda hacer ef hombre en las que ideas distintas se nieguen unas por las otras. Porque cada proposi- Cién compuesta por dos ideas diferentes en Ja que una sea negada por la otra, ser recibida de forma tan Gierta como indudable, cuando se escuche por vez pri- mera y se comprendan los términos, segin este pria- cipio general: «es imposible que una misma cosa sea © no sea a la ver» o aquella que le sirve de fundamento ¥, de Its dos, es la mas fécil de entender: «lo que es lo rmismnd no ¢s diferente», y segtin esto, serd preciso que se tengan ‘como verdades innatas un nimero infinite 93 de proposiciones, tan séto de esa clase y sin mencio “nar las otras. Si se afiade a esto que una proposicisn » » no puede ser innata a no ser que las ideas que la com- ponen también sean innatas, serf necesario suponer gue todas las ideas que tenemos de los colores, de los sonidos, de lus sabuies, de las formas, etc... son inna. tas; Jo cual es totalmente opnesto a'la razén y a la 0 experiencia. El asentimiento universal e inmediato que se otorga a la primera audicidn y al comprenderse sus érminos cs, lo admito, una prueba de su evidencia; pero esta evidencia que por si misma pueda tenet al- fn cose, no depende de impresiones innata, sino de algo diferente (tal como demostraremos més adelante) que pertenece a ciertas proposiciones, y que nadie ha sido tan extravagante como para comprender que sea innato. 19. Las proposiciones menos generates se conocen antes que esos principios universales + Tampoco puede decitse que esas proposiciones més patticulares y que de suyo son evidentes, 2 las que se concede asentimiento al ser escuchadas, tales que uno més dos son igual a tres, que lo verde no es rojo, et cétera, se reciben como consecuencia de esas otras pro- posiciones mas universales consideradas como princi- pios innates, porque quien se toma el trabajo de ob- servar lo que sucede en el entendimiento podré ver que aquellas proposiciones menos generales y otras parecidas son conocidas con certeza y asentidas firme- mente por gente que ignora de manera total los otros principios més generales. Por tanto, puesto que se ha llan en la mente con anteriorided a esos (asi lamados) principios primeros, resulta que no es posible que @ ellos se les deba el asenso con que se reciben aquellas proposiciones més particulares cuando se escuchan por ‘vex. primera 94 20. Contestacin a la objecién de que uno més uno igual a dos, etc., no son proposiciones generales ni titles Si se objeta que proposiciones comé dos y dos es igual a cuatro 7 gue el rojo ty eo wal ele, no Som, principios genetales ni son de gran utilidad, contesto que no afecta esto en absoluto al argumento que se pretende sacar del asentimiento universal que se con cede @ una proposicién cuando se escucha por primera vez y una ver que se comprende, Porque, si aczptamos que éa es la prueba segura de lo innato, toda propo- siciéa que reciba el asentimienta general tan pronto como se la escuche y se la entiends tendré que consi- dletarse como innata, de acuerdo con el principio: «es imposible que una misma cosa sea y no sea ala vez», uesto que a ese respecto 5 tanto que este iltimo principio es més general, eso s6lo hace que esté mas lejos de ser innato; porque las ideas genetales y abstractas son més extrafias @ nucs- ta primera compresin que Iss proposiciones més particulates, de suyo evidente, y, por tanto, se tarda més en que el entendimiento, que esté en desarrollo, das admita y les conceda su asentimiento. Por lo que se refiere 2 la utilidad de esos prineipios tan ponde- rados, se verd, quizé, cuando Hegue el momento de considerar esta cuestién con el debido detenimiento, que no es tan grande su utilided como generalmente se piensa, 21, El que'algumas veces no se conozcan esor prin- cipios hasta que no som propuestos sélo prucban que no son innatos Pero todavia falta algo por decir respecto a este asentimiento que se otorga @ clertas proposicicnes tan pronto como se escuchan y previa comprensién de los ‘érminos en que estin concedidas. Conviene tomar nota, primero, de lo que en lugar de ser una prueba que son innatas, lo es més bien de lo contrario, 5 exactemente iguales. En « ‘puesto que el argumento supone que pueda haber a: Eunos que entiendan y sepan otras cosas © ignoren Squellos principios hasta que no se proponen, ¥ q¥e f= posible no conocer esas verdades mientras no se fscuchen de lsbios de otros, Porque si fueran princi los innatos, 2que aecesidad tendria de ser propucato pata obfener nuestro asentimiento? Porque estando|* Ja en el entendimiento, gracias a una impresién ne ural y ofiginatia no podrian menos de ser conocidas antes (suponiendo que tales impresiones existan), Pues, ses que, acaso, el que sean propuestas Jes imprime en fa mente un modo més claro que como fueron impresas por la naturaleza? Si asf fuera, la consecuencia seria Gue un hombre llegaria a conocer mejor que antes esos Principios, después de que se Jos hubieran ensefiado, De donde se seguitia que dichos principios podsian hhacerse més evidentes por ensefianza de otros que Por Je impresi6n originaria de la naturaleza; y esto se avie- ne muy. mal con la opinién que se tiene de Tos prin. _ ipiog inant, ya que ls resa totalmente Ia autorided Ein efecto, los hace inadecuados para servir de funds: mento de todo el resto de nuestros conocimientos. No se puede negar que los hombres tienen noticias por primera vez de muchas de esas verdades, de sayo eve Gentes, cuando les son propuestas; pero es claro que fs entonces cuando comienza a conocer una proposi- Gon de la que antes no tenfa idea, y de la que en Sdclante ya no dudaré; pero no porque sea innate, sino porque la consideracién de la naturaleza de las cosas contenida en esas palabras no le permite pensar Ge otta manera, dondequiera que sea y en el momento _ aque Tellexione sobre elas. Y si todo, aquello « lo que Eiinor avestro asentimiento al escachatlo por primers Vez y previa compresién de sus sérminos ha de pasar por 2ef un principio innato, entonces toda observacién Bien fundada como rogla ‘general deducida de casos particulares tends que ser innate, Sin embargo, lo Frerto es que no todos sino sélo los dotados de inteli- fpencias sagaces, hacen semejantes observaciones y To- fran reducitlas a proposiciones gencrales no innates 96 sino recogidas por el trato previo y mediante una te- Hlexién de los casos particalares y sobre ellos. Tales proposiciones, una vez alcanzadas por el sujeto que las observa, no pueden menos que set asentidas pot los fhombtes no observadores, cuando Jes son, propuestas. 22. Conocer implicitameste esos principios antes de ser propuesios signitica que la mente es capaz de entenderlos 0 no significa nada Si acaso se dijese que el entendimiento pose un conocimiento implicito de esos principios, pero no ex: Dlicito, antes de que se escuchen por primera ves (ten. Gsdn que admitir quienes sostengan que ya estén en el fentendimiento antes de que se les conozca), no, serfa fell concebir qué quiere significarse con eso de un principio impreso implicitamente en el entendimiento, Eno ser que signifique que la mente es capaz de en tendet y asentir firmemente a tales proposiciones. Pero entonces todas las demostaciones mateméticas al igual aque los primeros principios, tendrén que set recibidas como impresiones innatas de la mente, lo cual, me temo} n0 aceptarén quienes sepan que es més fécil emostrar una proposicién que asentir a ella, una ver! que ba sido demostrada. Y seri muy pocos los ma: feméticos que estén dispvestos a admitir que todos los Giagramas que han dibujado no son sino meras copias Ge aquellos rasgos innatos que Ta naturaleza imprime fen sus mente. 23. El argunento sobre ol asentimiento que se da 4 a primera audicién contiene el supuesto {also de que no media 1x aprendizaje previo Me temo que existe esta otra debilidad en dicho a gomento, mediante el que se pretend, persuadirnos para que aceptemos como innatos aquellos principios {gue Jos hombres admiten en una primera audicién, Jorque son proposiciones a Jas que conceden su ascn- Hmiento sin haberlas arendido antes, y sin que las ” acepten por la fuerza de ninguna prueba o demostra- ci6n, sino gracias a una simple explicacién de los tér- minos en que estén concebidas. En esto me parece que se oculta una falacia, a saber: que se supone que a los hombres no se les ensefia nada-y que nade apren: den de nuevo cuando en realidad’ sc les ensefia y aprenden alga «se ignoraban antes, Porque, en primer foo cuene que han aprendido los ‘eeninos y su fo, ya que no nacieron con ninguna de esas dos cosas; pero, ademés, no es é3e, en ningtin caso, todo ef conocimiento que adquieren no nacieron tam- poco los hombres con las mismas ideas a que se refiere la proposicidn, sino que éstas vienen después. Entonces resulta que si en todas las proposiciones que se asienten a la primera audicién sus términos, el sig- it que éstos tienen y las mismas ideas significa das por ellos no son algo nuevo, quisiera saber qué es, Jo que queda de tales proposiciones que sea innato.! Y si alguien sabe de una proposicién cuyos términos “0 cuyas ideas sean innatos, me gustaria mucho que me la indicara. Es de manera’ gradual como nos hacemos con ideas y nombres, y como aprendemos las conexio- nes adecuades que hay entre ellos; despues, aprende- mos las que existen entre las proposiciones. formu- adas en los tétminos cuya significacién hemos apren- dido, y segiin se manifieste la conformidad y la incon- formidad que percibimos en nuestras ideas cuando las comparamos, asentimos la primera vez que las escu- chamos, aunque respecto a otras proposiciones tan cier- tas y evidentes en sf, peto que tratan de ideas no captables tan répida ni fécilmente, no estamos en acti- tud de asentir de igual manera. Porque, si es cierto? ue un nfo asentitd con prontitud: «una manzana no 5 el fuego», cuando, por trato familiar, tenga ya im- presas en Ie mente las ideas de esas dos cosas distintas, yy haya aprendido que los nombres

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