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La cacicada

No es de recibo ver a un amigo con la mirada vidriosa porque después de años cambió la Junta
de Gobierno y no le respetan ni el puesto de salida. Esto lo hemos vivido todos en una
hermandad con H mayúscula y H de hermano, sí, de hermano. En una Cuaresma marcada por
la tónica de la falta de hombres y mujeres de trono y nazarenos hay cofradías y hermandades
que se permiten el lujo de echar a los antiguos basándose en razones maquilladas que
realmente son sólo la puerta de salida que marca la nueva junta a la antigua. El trasfondo de
todo esto es el rencor que permanece enlatado dentro de una Junta con la siguiente que no
sea de una sucesión natural y es que en mayor o menor medida los cofrades saben
perfectamente de lo que les hablo. Esos ‘castigos’ además de no ser del código deontológico
cristiano tampoco son buenos para la entidad. Estos casos lo único que traen a la larga es más
rencor, más distanciamiento y menos gente a la hermandad. Sí, menos gente, porque el
acumulativo en años es menos gente, menos hermanos, menos hombres/mujeres de trono,
menos nazarenos y el nombre y el apellido de la cofradía en todos los mentideros cofrades
revolcado en el barro de los reproches mutuos por mucho boletín que hagas de diseño o
presentes un cartel maravilloso. Las venganzas nunca fueron buenas, ni aunque el plato se
sirva frío y más ahora que estamos carentes de participantes porque el que tiene una devoción
por años es una ‘rara avis’ y si le mueve la fe lo más probable es que sepa encontrar un nuevo
rincón donde lo estimen y lo valoren y lo que hoy son listas de espera dentro de menos de
cuatro años serán listas a esperar. Este tipo de actitudes parece mentira que no esté ya
superado y aprendido con la de años e historias que conocemos. Esto es ‘Pan para hoy y
hambre para mañana’.

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