Está en la página 1de 12

Emiliano Zapata

(San Miguel Anenecuilco, México, 1879 - Morelos, 1919) Revolucionario


mexicano. En el complejo desarrollo de la Revolución mexicana de 1910, los
llamados líderes agraristas recogieron las justas aspiraciones de las clases rurales
más humildes, que se habían visto abocadas a la miseria por una arbitraria política
agraria que los desposeía de sus tierras. De todos ellos, Emiliano Zapata sigue
siendo el más admirado.
Frente a la ambición sin escrúpulos o la inconsistencia ideológica de Pancho Villa
o Pascual Orozco, y frente a una idea de revolución más ligada a la guerra por el
poder que a la transformación social, Emiliano Zapata se mantuvo fiel a sus
ideales de justicia y dio absoluta prioridad a las realizaciones efectivas.
Desgraciadamente, esa misma firmeza y constancia frente a los confusos vientos
revolucionarios determinaron su aislamiento en el estado de Morelos, donde
acometió fecundas reformas desde una posición de virtual independencia que
ningún gobierno podía tolerar. Su asesinato, instigado desde la presidencia,
conllevó la rápida disolución de su obra y la exaltación del líder, que entraría en la
historia como uno de los grandes mitos revolucionarios del siglo XX.
Biografía
Miembro de una humilde familia campesina, era el noveno de los diez hijos que
tuvieron Gabriel Zapata y Cleofás Salazar, de los que sólo sobrevivieron cuatro.
En cuanto a la fecha de su nacimiento, no existe acuerdo total; la más aceptada es
la del 8 de agosto de 1879, pero sus biógrafos señalan otras varias: alrededor de
1877, 1873, alrededor de 1879 y 1883. Emiliano Zapata trabajó desde niño como
peón y aparcero y recibió una pobre instrucción escolar. Quedó huérfano hacia los
trece años, y tanto él como su hermano mayor Eufemio heredaron un poco de
tierra y unas cuantas cabezas de ganado, legado con el que debían mantenerse y
mantener a sus dos hermanas, María de Jesús y María de la Luz.
Su hermano Eufemio vendió su parte de la herencia y fue revendedor, buhonero,
comerciante y varias cosas más. En cambio, Emiliano permaneció en su localidad
natal, Anenecuilco, donde, además de trabajar sus tierras, era aparcero de una
pequeña parte del terreno de una hacienda vecina. En las épocas en que el
trabajo en el campo disminuía, se dedicaba a conducir recuas de mulas y
comerciaba con los animales que eran su gran pasión: los caballos. Cuando tenía
alrededor de diecisiete años tuvo su primer enfrentamiento con las autoridades, lo
que le obligó a abandonar el estado de Morelos y a vivir durante algunos meses
escondido en el rancho de unos amigos de su familia.
Una de las causas de Revolución mexicana fue la nefasta política agraria
desarrollada por el régimen de Porfirio Díaz, cuya dilatada dictadura da nombre a
todo un periodo de la historia contemporánea de México: el Porfiriato (1876-1911).
Al amparo de las inicuas leyes promulgadas por el dictador, terratenientes y
grandes compañías se hicieron con las tierras comunales y las pequeñas
propiedades, dejando a los campesinos humildes desposeídos o desplazados a
áreas casi estériles. Se estima que, en 1910, año del estallido la Revolución, más
del noventa por ciento de los campesinos carecían de tierras, y que alrededor de
un millar de latifundistas daba empleo a tres millones de braceros.
Tal política condenaba a la miseria a la población rural y, aunque era un mal
endémico en todo el país, revistió particular gravedad en zonas como el estado de
Morelos, donde los grandes propietarios extendían sus plantaciones de caña de
azúcar a costa de los indígenas y los campesinos pobres. En 1909, una nueva ley
de bienes raíces amenazaba con empeorar la situación. En septiembre del mismo
año, los alrededores de cuatrocientos habitantes de la aldea de Zapata,
Anenecuilco, fueron convocados a una reunión clandestina para hacer frente al
problema; se decidió renovar el concejo municipal, y se eligió como presidente del
nuevo concejo a Emiliano Zapata.
Tenía entonces treinta años y un considerable carisma entre sus vecinos por su
moderación y confianza en sí mismo; pasaba por ser el mejor domador de
caballos de la comarca, y muchas haciendas se lo disputaban. Como presidente
del concejo, Zapata empezó a tratar con letrados capitalinos para hacer valer los
derechos de propiedad de sus paisanos; tal actividad no pasó desapercibida, y
posiblemente a causa de ello el ejército lo llamó a filas. Tras un mes y medio en
Cuernavaca, obtuvo una licencia para trabajar como caballerizo en Ciudad de
México, empleo en el que permaneció poco tiempo.
De regreso a Morelos, Emiliano Zapata retomó la defensa de las tierras
comunales. En Anenecuilco se había iniciado un litigio con la hacienda del
Hospital, y los campesinos no podían sembrar en las tierras disputadas hasta que
los tribunales resolvieran. Emiliano Zapata tomó su primera decisión drástica: al
frente de un pequeño grupo armado, ocupó las tierras del Hospital y las distribuyó
entre los campesinos. La atrevida acción tuvo resonancia en los pueblos cercanos,
pues en todas partes se daban situaciones similares; Zapata fue designado jefe de
la Junta de Villa de Ayala, localidad que era la cabeza del distrito al que pertenecía
su pueblo natal.

La Revolución mexicana
La política agraria y las abismales desigualdades sociales que trajo consigo el
Porfiriato figuran entre las causas profundas de la Revolución mexicana, pero su
detonante inmediato fue la decisión de Porfirio Díaz de presentarse a las
elecciones de 1910. Tales "elecciones" eran en realidad una farsa
pseudodemocrática para prolongar otros seis años su mandato; el viejo dictador,
tras reprimir y eliminar la libertad de prensa y cualquier atisbo de disidencia
política, mantenía el formalismo de hacerse reelegir periódicamente.
Francisco I. Madero, fundador del Partido Antirreeleccionista (formación política
que aspiraba precisamente a interrumpir esa perpetuación), había presentado su
candidatura a las elecciones de 1910, pero fue perseguido y obligado a exiliarse.
Comprendiendo la inutilidad de la vía democrática, Francisco Madero lanzó desde
el exilio el Plan de San Luis, proclama política en la que llamaba al pueblo
mexicano a alzarse en armas contra el dictador el 20 de noviembre de 1910, fecha
de inicio de la Revolución mexicana. La clave del éxito de su llamamiento en las
zonas rurales radicaba en el punto tercero del Plan, que contemplaba la restitución
a los campesinos de las tierras de que habían sido despojados durante el
Porfiriato.
En Morelos, muchos se sumaron de inmediato a la insurrección; no fue el caso, sin
embargo, de Zapata. No confiaba plenamente en las promesas del Plan de San
Luis, y quería previamente ver reconocidos y legitimados con nombramientos los
repartos de tierras que había efectuado al frente de la Junta de Villa de Ayala.
Para la dirección del levantamiento en Morelos, Francisco Madero escogió a Pablo
Torres Burgos; tras ser nombrado coronel por Pablo Torres, Zapata se adhirió al
Plan de San Luis y en marzo de 1911, a la muerte de Torres, fue designado «jefe
supremo del movimiento revolucionario del Sur».
Con ese rango tomó en mayo la ciudad de Cuautla, punto de partida para extender
su poder sobre el estado, y procedió a distribuir las tierras en la zona que
controlaba. En el resto del país, mientras tanto, se extendía y triunfaba
rápidamente la Revolución: el ejército del dictador fue derrotado en apenas seis
meses. En mayo de 1911, Porfirio Díaz partió al exilio después de traspasar el
poder a Francisco León de la Barra, que asumió interinamente la presidencia
(mayo-noviembre de 1911) hasta la celebración de las elecciones.
El Plan de Ayala
Tras la caída de la dictadura de Porfirio Díaz, y ya durante la presidencia interina
de León de la Barra, surgieron prontamente las discrepancias entre Zapata, quien
reclamaba el inmediato reparto de las tierras de las haciendas entre los
campesinos, y Francisco Madero, que por su parte exigía el desarme de las
guerrillas. Finalmente, Zapata aceptó el licenciamiento y desarme de sus tropas,
con la esperanza de que la elección de Madero como presidente abriera las
puertas a la reforma.
Pero, pese al triunfo revolucionario, buena parte de la maquinaria del régimen
seguía en manos de antiguos porfiristas (comenzando por León de la Barra), que
ocupaban altos cargos en la administración y en el teóricamente vencido ejército.
Cuando, en julio de 1911, gran parte de los zapatistas habían entregado las
armas, empezó el acoso del ejército sobre los campesinos y luego sobre el propio
Zapata, que escapó por poco a su detención; a lo largo de aquel verano, las tropas
gubernamentales echaron por tierra la obra de Zapata, pero su acción unió en su
contra a los campesinos que, tomando de nuevo las armas, recuperaron
posiciones y resultaron a la postre fortalecidos.
En noviembre de 1911, Francisco I. Madero resultó elegido y accedió a la
presidencia (1911-1913). Zapata esperaba que el nuevo gobierno asumiría sus
compromisos en materia agraria; pero Madero, sometido a la presión del ejército y
de los sectores reaccionarios, hubo de exigir de nuevo la entrega de las armas.
Ante el fracaso de nuevas conversaciones, Zapata elaboró en noviembre del
mismo año el Plan de Ayala, en el que declaraba a Madero incapaz de cumplir los
objetivos de la revolución (particularmente, la reforma agraria) y anunciaba la
expropiación de un tercio de las tierras de los terratenientes a cambio de una
compensación, si se aceptaba, y por la fuerza en caso contrario. Los que se
adhirieron al plan, que eligieron como jefe de la revolución a Pascual Orozco,
enarbolaron la bandera de la reforma agraria como prioridad y solicitaron la
renuncia del presidente.
El resultado de ello fueron nuevos y continuos enfrentamientos armados; las
fuerzas gubernamentales obligaron a Zapata a retirarse a Guerrero; el gobierno
controlaba las ciudades, y la guerrilla se fortalecía en las áreas rurales. Pero ni la
brutalidad inicial ni los gestos reformistas encaminados a restarle apoyo lograrían
debilitar el movimiento zapatista.
Contra Huerta y Carranza
Atrapado entre los revolucionarios agraristas y los porfiristas reaccionarios, e
incapaz de satisfacer a nadie, el presidente legítimo difícilmente podía sostenerse
durante mucho tiempo. Madero cayó víctima de la traición de un antiguo militar
porfirista, Victoriano Huerta, general de su confianza prestigiado por su victoria
sobre Pascual Orozco. En febrero de 1913, con el apoyo de Estados Unidos,
Huerta derrocó a Madero (al que mandó ejecutar) e instauró una férrea dictadura
contrarrevolucionaria (1913-1914). Con Huerta en el poder, los ataques del ejército
gubernamental sobre los zapatistas se recrudecieron, pero sin éxito. Nombrado
jefe de la revolución en detrimento de Orozco, que había sido declarado traidor,
Emiliano Zapata frenó la ofensiva huertista y fortaleció su posición en el estado de
Morelos.

Mientras tanto, en el resto del país, la traición del usurpador Huerta suscitó el
unánime rechazo de los revolucionarios. El gobernador de Coahuila, Venustiano
Carranza, se erigió en el líder de los constitucionalistas, cuyo primer objetivo era
expulsar a Huerta y restablecer la legalidad constitucional; Carranza obtuvo el
apoyo de Pancho Villa, que lideraba a los revolucionarios agraristas del norte.
Entre ambos lograron derrotar a Victoriano Huerta en julio de 1914.
El apoyo de Zapata había sido más tácito que efectivo, pues exigía a Carranza la
aceptación del Plan de Ayala, que no llegó a producirse. Por otra parte, las
campañas contra Huerta habían provocado numerosas fricciones entre figuras de
tan distinto ideario y condición como Venustiano Carranza, un político procedente
de la abogacía, y Pancho Villa, un popular bandolero convertido en revolucionario.
Vencido Huerta, el país quedaba en manos de tres dirigentes escasamente afines.
Venustiano Carranza aspiraba a asumir la presidencia y continuar la labor
reformista de Madero. Consciente de las dificultades, convocó una convención en
busca de acuerdos, pero sólo logró unir, momentáneamente, a los agraristas: en la
Convención de Aguascalientes (octubre de 1914) se concretó la alianza de Zapata
y Pancho Villa, representantes del revolucionarismo agrario, contra Carranza, de
tendencia moderada. Carranza no tuvo más remedio que abandonar la
recientemente ocupada Ciudad de México y retirarse a Veracruz, donde estableció
su propio gobierno.
Poco después, en noviembre de 1914, Zapata y Villa entraron en la capital, pero
su incapacidad política para dominar el aparato del Estado y las diferencias que
surgieron entre los dos caudillos, a pesar de que Villa había aceptado el plan de
Ayala, alentaron la reacción de Carranza. La ambición de Villa produjo la ruptura
casi inmediata de su coalición con Zapata, el cual se retiró a Morelos y concentró
su acción en la reconstrucción de su estado, que vivió dieciocho meses de
auténtica paz y revolución agraria mientras luchaban villistas y carrancistas.
El aporte de algunos intelectuales, como Antonio Díaz Soto y Gama y Rafael
Pérez Taylor, dio solidez ideológica al movimiento agrarista, y ello permitió a los
zapatistas organizar administrativamente el espacio que controlaban. En este
sentido, el gobierno de Zapata creó comisiones agrarias, estableció la primera
entidad de crédito agrario en México e intentó convertir la industria del azúcar de
Morelos en una cooperativa. William Gates, enviado de Estados Unidos, destacó
el orden de la zona controlada por Zapata frente al caos de la zona ocupada por
los carrancistas.
Últimos años
Sin embargo, la guerra proseguía; en 1915, la derrota de Villa permitió que
Carranza centrara sus ataques contra Zapata, que por su dedicación exclusiva a
Morelos carecía de proyección nacional. En febrero de 1916, Zapata autorizó
conversaciones entre representantes suyos y el general Pablo González, a quien
Carranza había encomendado la recuperación de Morelos. Estas conversaciones
terminaron en fracaso y, al frente de sus tropas, González se adentró en Morelos.
En junio de 1916 tomó el cuartel general de Zapata, el cual reanudó la guerra de
guerrillas y logró recuperar el control de su estado en enero de 1917.
Tras esta nueva victoria, Zapata, que preveía erróneamente la inmediata caída de
Carranza, llevó a la práctica un conjunto de avanzadas medidas políticas, agrarias
y sociales, tanto para incrementar su base en Morelos como para buscar apoyos
en el resto de México. En diciembre de 1917, Carranza ordenó a Pablo González
una nueva ofensiva, que tomó ahora otro talante, buscando la negociación y la
aceptación de las nuevas leyes del gobierno, pero los avances fueron exiguos.
Ante la imposibilidad de acabar con el movimiento y la amenaza que Zapata
suponía para el gobierno federal (en la medida en que radicales de otros estados
podían seguir su ejemplo), Carranza y González urdieron un plan para asesinar a
Zapata. Haciéndole creer que iba a pasarse a su bando y que les entregaría
municiones y suministros, el coronel Jesús Guajardo, que dirigía las operaciones
gubernamentales contra él, logró atraer a Zapata a un encuentro secreto en la
hacienda de Chinameca, en Morelos. Cuando Zapata, acompañado de diez
hombres, entró en la hacienda, los soldados que fingían presentarles armas lo
acribillaron a quemarropa.
Pablo González trasladó el cuerpo a Cuautla y ordenó fotografiar y filmar el
cadáver para evitar que se dudase de su muerte. Pero, igualmente, muchos de
sus paisanos y correligionarios no creyeron que hubiera muerto. Unos decían que
era demasiado listo para caer en la trampa y que había enviado a un doble; otros
encontraban a faltar una característica en el cadáver exhibido.
Genovevo de la O sucedió al fallecido líder al frente del movimiento, pero la
guerrilla perdió de inmediato su fuerza e independencia política al apoyar a Álvaro
Obregón, que derrocó a Carranza y asumió la presidencia (1920-1924). Aunque
varios de los principios del movimiento zapatista fueron formalmente recogidos en
las primeras legislaciones revolucionarias mexicanas (empezando por la
Constitución de 1917), ni Venustiano Carranza ni sus sucesores, que ejercerían la
presidencia a la sombra del influyente Plutarco Elías Calles, los llevarían a sus
últimas consecuencias; hubo que esperar a la llegada de un estadista de la talla
de Lázaro Cárdenas (1934-1940) para asistir a decididas políticas de
redistribución de la propiedad agrícola.
Lázaro Cárdenas
(Lázaro Cárdenas del Río; Jiquilpán, 1891 - Ciudad de México, 1970) Militar y
político mexicano que fue presidente de México entre 1934 y 1940. Recordado y
querido como uno de los mayores estadistas mexicanos de todos los tiempos,
Cárdenas hizo más que cualquier otro presidente para consolidar la Revolución
mexicana y llevar a la práctica sus ideales de justicia e igualdad.
Firme defensor de una política modernizadora y democrática, Lázaro Cárdenas
fomentó la educación a todos los niveles, estimuló la formación de organizaciones
sindicales, renovó la administración pública e impulsó, como nadie lo había hecho
antes, la reforma agraria. Sus convicciones nacionalistas lo llevaron a nacionalizar
los ferrocarriles en 1937 y, al año siguiente, la industria petrolera, que estaba en
manos de compañías británicas y estadounidenses. Su posicionamiento en favor
de obreros y campesinos frente a los intereses de los poderosos y la defensa de
los recursos naturales frente a las injerencias de las compañías extranjeras le
proporcionaron un prestigio y una aureola de honestidad que conservaría tras
abandonar la presidencia.
Biografía
Procedente de una familia indígena muy modesta, Lázaro Cárdenas del Río
recibió apenas una educación elemental. En 1914 se unió a la Revolución
mexicana (que había estallado cuatro años antes), dando comienzo a una carrera
militar en la que ascendería con rapidez: diez años más tarde era ya general de
brigada. Durante la misma defendió la causa constitucionalista de Venustiano
Carranza, fue designado jefe de operaciones en Veracruz y Michoacán y resultó
herido en la batalla de Huejotitlán (1923).
Lázaro Cárdenas saltó a la política bajo la protección de otro militar revolucionario,
el presidente Plutarco Elías Calles. En 1928 fue elegido gobernador de
Michoacán, cargo que aprovechó para realizar una importante labor reformadora
que acreditó su valía política en todo el país: creó numerosas escuelas, impulsó el
reparto de tierras y promovió las asociaciones sindicales y la democratización de
la universidad. Posteriormente fue ministro del Interior (1930-32) con Pascual Ortiz
Rubio y ministro de la Guerra (1932-34).
En 1934 ganó las elecciones presidenciales, siempre bajo la protección de Calles,
que seguía ejerciendo gran influencia en la vida política mexicana; pero, una vez
en el poder, Lázaro Cárdenas se emancipó de su tutela y adoptó una línea política
propia, más inclinada hacia la izquierda. Llegó incluso a expulsar del país a su
antiguo protector, que hubo de exiliarse en Estados Unidos (1936). Creó el Partido
Revolucionario Mexicano (antecedente del posterior PRI), en el cual se integraron
un amplio espectro de reformistas y progresistas: comunistas y socialistas,
liberales radicales, la Confederación de Trabajadores Mexicanos y la
Confederación Nacional de Campesinos.
La presidencia de Cárdenas (1934-1940)
Bajo el lema «México para los mexicanos», Cárdenas llevó adelante una política
de nacionalizaciones, especialmente trascendente por lo que respecta al petróleo;
ello le enfrentó con Estados Unidos y le obligó a buscar compradores en
Alemania. También se ocupó de proteger a la población indígena, impulsó la
reforma agraria, combatió el latifundismo, nacionalizó los ferrocarriles y estableció
una enseñanza pública laica, gratuita y obligatoria. En definitiva, todo un giro
socializante del México posrevolucionario, que hay que situar en el contexto de la
depresión económica mundial de los años treinta y el New Deal de Franklin D.
Roosevelt en Estados Unidos.
De estas realizaciones debe destacarse su ambicioso programa de reforma
agraria. El gobierno de Cárdenas organizó el reparto de más de dieciocho millones
de hectáreas entre los desposeídos mexicanos, casi el doble de lo que todos los
gobiernos de sus predecesores juntos habían llegado a distribuir. Pero la
distribución de tierras sin proporcionar los servicios de infraestructura necesarios
conduce a una agricultura de subsistencia en la que el campesino es capaz de
alimentar a su familia, pero no de producir excedente para el mercado. Para evitar
los problemas del abastecimiento de las ciudades y del mercado de exportación,
Cárdenas recurrió a un sistema comunal genuinamente mexicano, el ejido. Los
ejidos incluían a cientos de familias a las que el Banco de Crédito Ejidal
proporcionaba financiación, escuelas y hospitales.
De fundamental importancia fue asimismo la cuestión del petróleo, en la que
Cárdenas mostró su valentía y supo mantenerse firme frente a Estados Unidos.
Cuando en 1938 anunció la expropiación de las compañías británicas y
estadounidenses de petróleo, medida que contaba con el apoyo de todo el país, la
reacción del capital estadounidense fue pedir a Roosevelt la intervención. El
presidente Roosevelt, sin embargo, había defendido la no injerencia en los países
vecinos con su política de "buena vecindad". El gobierno de Cárdenas creó un
monopolio estatal, Petróleos Mexicanos (PEMEX), verdadero buque insignia de la
nacionalización de los recursos, y logró, no sin ciertas dificultades iniciales, sortear
el boicot internacional al petróleo azteca.
Más polémica fue la implantación de una educación "socialista", término que
quedó envuelto en la indefinición; pero, aparte del problema ideológico, la
educación se extendió por el país y llegó a sectores y a amplias áreas rurales que
nunca había alcanzado: en seis años se duplicó el número de escuelas. En la
lucha contra los fascismos, cuyo auge llevaría a la Segunda Guerra Mundial, fue
significativa la acogida que Cárdenas dispensó a los refugiados republicanos
españoles que, perdida la Guerra Civil en 1939, huían del régimen de Franco.
El sexenio de Cárdenas, en resumen, fue un periodo de estabilidad política que
legó a la posteridad avances significativos en materia de economía, educación y
obras públicas. Cárdenas dejó la presidencia en 1940, pero no la vida política, en
la que siguió ejerciendo considerable influencia: promovió la candidatura de
Manuel Ávila Camacho, que le sucedió en el periodo 1940-1946, y él mismo
aceptó el cargo de ministro de la Guerra entre 1942 y 1945. También colaboró con
el presidente Adolfo López Mateos (1958-1964).
BIBLIOGRAFIA
EMILIANO ZAPATA

 https://www.biografiasyvidas.com/biografia/z/zapata.htm

LAZARO CARDENAS

 https://www.biografiasyvidas.com/biografia/c/cardenas.htm

IMÁGENES

 https://www.google.com/search?
q=lazaro+cardenas+del+rio+PETROLEO&tbm=isch&ved=2ahUKEwiKl7TerPr8
AhUHIt4AHdGHBYgQ2-
cCegQIABAA&oq=lazaro+cardenas+del+rio+PETROLEO&gs_lcp=CgNpbWcQ
AzoECAAQQzoFCAAQgAQ6BggAEAUQHjoGCAAQCBAeUMUBWP8kYI8naA
BwAHgAgAGCAYgBmQmSAQQwLjEwmAEAoAEBqgELZ3dzLXdpei1pbWfAA
QE&sclient=img&ei=w4PdY8qpG4fE-LYP0Y-
WwAg&bih=700&biw=1440&rlz=1C1ALOY_esMX961MX961#imgrc=vQTtdSeS
MphEeM

También podría gustarte