Fuerzas que actúan en el pie

Avances en biomecánica
aplicada a la podología
CONTENIDO
1. Transmisión de fuerzas y momentos en el pie
Tercera ley del movimiento
Fuerzas en las superficies óseas
El tendón de Aquiles
2. Biomecánica de la compensación de las deformidades del pie

3. Bibliografía

Transmisión de fuerzas
y momentos en el pie
Cuando una fuerza actúa sobre un objeto, este sufrirá
cambios mecánicos. Por ejemplo, cuando una fuerza
externa (I.e. fuerza que actúa sobre la superficie externa
del objeto) es aplicada a un objeto, este desarrollará
fuerzas internas (I.e. aquellas fuerzas que actúan dentro
del objeto) dentro de su estructura en respuesta a esas
fuerzas externas. Estas fuerzas pueden ser lineales o
rotacionales (I.e. momentos).
Es importante la comprensión de cómo estas fuerzas
y momentos se desarrollan en un objeto, o conjunto de
objetos unidos entre sí, con el fin de apreciar mejor cómo
aparecen las lesiones del pie y de la extremidad inferior,
basadas en la mecánica, y cómo se pueden tratar de una
forma más eficaz. Desgraciadamente, la naturaleza de
cómo una fuerza externa puede causar un cambio en las
fuerzas y momentos internos de un objeto, o en el pie, no
está bien comprendida por los clínicos.
Con base en lo anterior, un antiguo profesor de biomecánica
podológica hablaba frecuentemente del “flujo de fuerzas”
en el pie. Él describía que las fuerzas se movían de un hueso
a otro en el pie describiendo un patrón circular siguiendo
el modelo que puede tener el agua o la corriente eléctrica
fluyendo por una estructura y entrando en otra. Esta noción
bastante común de que la fuerza “fluye” de una estructura
a otra es incorrecta. Las fuerzas no fluyen como el agua
o la electricidad dentro de las estructuras, moviéndose
imaginariamente a través de canales o conductos internos
en ellas. Las fuerzas y momentos son cantidades que se
entienden mejor al imaginarlas transmitiéndose de una
estructura a otra.
A. B.
Fuerza externa
Superficies articularesopuestas a las bisagras:
E. fuerzas de resistencia a la compresión
Bisagras: resistir las fuerzas de tracción
Figura 1.
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Tercera ley del movimiento
El concepto de transmisión de fuerza está basada en
la Tercera Ley del Movimiento de Sir Isaac Newton, que
establece que “siempre que un cuerpo ejerza una fuerza
sobre otro, el segundo ejerce sobre el primero una fuerza
que es igual en magnitud, con sentido opuesto, y tiene la
misma dirección” (Sears FW, Zemansky MW, Young HD
(Eds.) University Physics, 5th Edition. Addison-Wesley
Publishing Company, Menlo Park, CA, 1976, p.18).
Newton claramente estableció que una fuerza no puede
existir a menos que otra fuerza igual y opuesta sea también
ejercida por el objeto sobre el que la fuerza original está
actuando. Es decir, estas fuerzas deben acontecer
simultáneamente. Si por ejemplo, una fuerza externa actúa
sobre un objeto, como un bloque de madera mantenido
contra una pared, y el bloque no muestra un movimiento
aparente como resultado de esa fuerza externa, entonces
cuanto mayor sea la fuerza aplicada, mayor será la fuerza
con que el objeto a su vez empuja también (por supuesto,
la pared también empuja sobre el objeto para impedir el
movimiento). Por lo tanto, sucederán simultáneamente
fuerzas iguales y opuestas entre los objetos sin el tiempo
necesario que se requeriría para que la fuerza “fluyera”
hacia el otro objeto.
En otro ejemplo, si cuatro objetos estuvieran alineados,
como por ejemplo cuatro bloques de madera en fila contra
una pared, y entonces se aplicara una fuerza externa sobre el
bloque del extremo, la fuerza simultáneamente se transmitiría
a los otros bloques (Figura 1). Esta transmisión de fuerza
de un objeto a otro debe ocurrir, ya que si una fuerza es
aplicada a un objeto y éste no se mueve, entonces sabemos
que deben existir unas fuerzas exactas que contrarresten la
fuerza inicial, causando una situación de equilibrio.
Momento
pequeño
Momento
grande
C. D.
Aumento de la
fuerza externa
Fuerza externa

En la (Figura 1) un grupo de cuatro objetos más pequeños,
que están sujetos a uno mayor, están diseñados para
funcionar como una unidad permitiendo tanto flexibilidad
como rigidez. Cuando este grupo de objetos, que están
conectados por bisagras, está en reposo, en su estado de
descarga, asume una forma que depende de la flexibilidad
de las bisagras y de la gravedad. Sin embargo, cuando se
aplica una carga en el extremo final del grupo de objetos,
sucederá un cambio en su forma, indicando que ese grupo
de objetos es una estructura flexible.
El movimiento ocurrirá hasta que las superficies de esos
objetos lleguen a ser congruentes, en cuyo momento el
movimiento se detendrá y ese grupo de objetos pasará
de ser una estructura flexible a una rígida. Para que
un grupo de objetos se comporten mecánicamente en
conjunto como una estructura rígida más que como una
flexible, estos deben de ser congruentes entre ellos de
forma que la combinación de fuerzas de compresión
interna entre los objetos y la fuerza de distensión en las
bisagras impidan que suceda más movimiento (Figura 1).
Esta conversión de un grupo de objetos de una estructura
flexible a una rígida depende de que las bisagras resistan la
tendencia de tener a los objetos adyacentes traccionándose
en el lado de la tensión de esos objetos (I.e. el lado en el que
están localizadas las bisagras), y también depende de que
cada objeto resista la tendencia de tener al objeto adyacente
presionando sobre él en la superficie de compresión (I.e. el
lado opuesto de las bisagras).
El grupo de objetos mostrará una estructura relativamente
rígida en respuesta a las fuerzas externas únicamente
cuando las tensiones que actúan sobre las bisagras y
las fuerzas de compresión interna, que lo hacen sobre
la superficie de los objetos, son suficientes como para
resistir una mayor deformación del grupo de objetos
como una totalidad. El pasar de una estructura flexible
a una rígida es muy útil en algunas situaciones donde
puede ser mecánicamente ventajoso tener una fuerza
externa actuando sobre la estructura, que está siendo
directamente transmitida al objeto mayor sobre el que
está fijada en forma de fuerza rotacional, o momento.
Si el grupo de objetos es flexible las fuerzas externas
lo deformarán sin que un momento significativo sea
transmitido al objeto mayor al que está sujeto (Figura 1).
Sin embargo, cuando el grupo de objetos empieza a ser
rígido, las fuerzas externas que están actuando en el
extremo de ese grupo de objetos causarán momentos
y movimiento del elemento mayor al que está sujeto.
Es decir, no será hasta que el grupo de objetos llegue
a ser rígido y capaz de resistir una deformación como
conjunto, que una fuerza externa que actúe en el extremo
del grupo de objetos sea capaz de ser eficientemente
convertida en un momento directamente sobre el objeto
mayor lo que, a su vez, causará que éste se mueva y rote.
Por consiguiente, siempre que ninguno de los bloques
se mueva en respuesta a la fuerza externa, cada uno de
ellos empujará sobre el otro con la misma magnitud de
fuerza que la externa.
Fuerzas que actúan en el pie | 4
De modo similar, se puede pensar que los momentos
también son transmitidos simultáneamente de un objeto
a otro, mientras estén en contacto y no se muevan en
respuesta a la fuerza externa que actúa sobre el primer
objeto. Por ejemplo, tengamos cuatro bloques de madera
conectados entre sí por bisagras rígidas en sus bordes
inferiores, permaneciendo uno de ellos sujeto a una
pared. En estado de reposo, conforman un objeto flexible
que puede moverse fácilmente en varias orientaciones.
Sin embargo, una vez que una fuerza vertical dirigida
ascendentemente (F) se aplica sobre la superficie plantar
del bloque del extremo libre de la estructura, todos los
bloques se alinearán el uno contra el otro, y la estructura,
que previamente era flexible, ahora empezará a actuar
como una viga rígida.
Este efecto de viga rígida puede probarse incrementando
la fuerza vertical hasta 5F (I.e. 5 veces la magnitud de F).
Si los bloques unidos no se deforman o se mueven en
respuesta al incremento de la fuerza aplicada, podemos
concluir que el grupo de bloques están comportándose
conjuntamente como una viga rígida, más que como un
flexible grupo de objetos. Aunque la fuerza aumentada, 5F,
esté actuando solamente sobre el bloque libre del extremo,
esta fuerza causará un incremento quíntuple de la magnitud
del momento en cada una de las bisagras que conectan los
bloques, si se compara con el estado inicial en el que se
aplicaba una fuerza de sólo 1F sobre el bloque del final (Se
ha ignorado el efecto de la gravedad sobre la masa de los
bloques de madera para simplificar la exposición).
Además, como el momento en cada bisagra está
determinado no sólo por la magnitud de la fuerza sino
también por la magnitud del brazo del momento (I.e. brazo
de palanca) hasta el eje de la bisagra, el momento que actúa
en las bisagras es mucho mayor entre aquellos bloques
que están más cerca de la pared. Así, los momentos
pueden transmitirse de un objeto a otro adyacente,
mientras que la estructura no sea flexible, sino más bien
rígida por el contacto de las superficies del objeto. Estos
conceptos de transmisión de fuerzas y momentos entre
objetos son importantes para comprender cómo un grupo
de objetos unidos de forma congruente, como los huesos
del pie, pueden transmitir fuerzas y momentos de forma
que logren ser lo suficientemente flexibles como para
absorber el impacto, pero también lo suficientemente
rígidos como para ser utilizados como una palanca para
estabilizar la propulsión del cuerpo sobre el suelo durante
las actividades en carga.
Cuando un grupo de objetos rígidos, que están
conectados entre ellos, se llevan a una yuxtaposición,
de modo que sus superficies contactan la una con la
otra, serán capaces de transmitir tanto fuerzas como
momentos (I.e. fuerzas rotacionales) de un objeto a otro.
Estas fuerzas y momentos se transmiten simultáneamente
entre los objetos y no fluyende un objeto a otro empleando
tiempo para ello. Al igual que los bloques conectados
mediante bisagras, el pie también está compuesto de
objetos rígidos, los huesos, que están conectados entre
ellos por estructuras flexibles, los ligamentos.

Fuerzas en las superficies óseas
La forma específica de las superficies óseas, cómo están
conformadas con relación a la otra y el diseño y localización
de los ligamentos que mantienen unidos a estos huesos,
ayudará a determinar cómo se moverán los huesos del pie,
o cómo “giran” respecto al otro, cuando están sometidos
a cargas. Durante las actividades en carga los huesos del
pie funcionan conjuntamente como una unidad para ser
en unas ocasiones una estructura flexible, permitiendo
su adaptación a un terreno desigual o irregular, mientras
que en otras trabajarán a la vez para permitir al antepié
soportar grandes cargas sin colapsarse.
Para comprender mejor cómo funciona este mecanismo
en el pie, el clínico debe apreciar en su totalidad cómo
las fuerzas y momentos pueden ser transmitidos a
través del pie para permitir a éste ser tanto flexible como
rígido. Para que un grupo de objetos sean capaces de
funcionar como una estructura tanto flexible como
rígida, deben ser capaces de modificar las fuerzas que
actúan sobre sus estructuras internas de forma que una
fuerza externa a veces causará una deformación de ese
grupo de objetos y otras no lo hará.
Un análisis mecánico, como el anteriormente descrito,
ayuda al clínico a comprender mejor cómo el complejo pie
humano, de diseño único, le permite ser flexible o rígido en
diferentes momentos durante la marcha. Si la cara plantar
del antepié es cargada por la fuerza de reacción del suelo
cuando las bisagras de la planta del pie (I.e. ligamentos
plantares) están sin carga, el pie será relativamente
flexible. Sin embargo, una vez que los huesos del pie son
yuxtapuestos y comprimidos a nivel de sus articulaciones,
y los ligamentos plantares han desarrollado una tensión
adecuada para resistir el movimiento entre los huesos
del pie, éste llegará a ser una estructura relativamente
rígida, capaz de transmitir las fuerzas de reacción del
suelo que actúan sobre el antepié, a través de los huesos
y ligamentos del pie hasta la pierna, de forma que pueda
suceder una locomoción eficiente.
El pie está compuesto por huesos que resisten tanto
las fuerzas de compresión como las de tracción lo
que permite a estos elementos estructurales mantener
su forma cuando son sometidos a fuerzas del peso
corporal. Los huesos del pie están conectados entre
ellos por ligamentos que pueden generar pasivamente
fuerzas de tracción y ayudar a resistir la tendencia de
los huesos a separarse. Los músculos, al igual que los
ligamentos, pueden generar fuerzas de tracción pasivas
sobre los huesos, pero también activas para acelerar,
decelerar o estabilizar las articulaciones del pie y de la
extremidad inferior.
Para que los huesos, ligamentos y músculos del pie puedan
trabajar conjuntamente y así permitir una deambulación
eficiente, todas las fuerzas internas que actúan sobre las
estructuras del pie deben ocurrir de un modo coordinado.
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Cuando el pie toma contacto con el suelo en primer lugar,
al inicio de la fase de apoyo, debe ser relativamente dúctil
para adaptarse a cualquier irregularidad del terreno y
luego, en la fase de apoyo tardío, debe llegar a ser rígido
cuando se precisa que sea una plataforma estable para
una propulsión eficiente. La mayor parte de la capacidad
del pie para ser un adaptador móvil y una palanca rígida
se debe a la disposición única del esqueleto del pie,
de ligamentos y músculos de la pierna que tienden de
forma natural a producir una mayor rigidez del pie en el
plano sagital cuando el peso del cuerpo es transferido
del retropié al antepié durante la marcha.
El tema de este artículo será describir brevemente cómo
la disposición muscular ósea, y ligamentosa del pie
ayuda a causar de forma natural un patrón de incremento
de la adaptabilidad del pie al inicio de la fase de apoyo
y una rigidez al final de esa misma fase, de forma que
pueda acontecer una marcha eficiente.
El tendón de Aquiles
El tendón de Aquiles sirve para unir dos grandes y potentes
músculos de la pierna, el gastrocnemio y el sóleo, a la cara
posterior del calcáneo. El complejo gastrocnemio - soleo
(CGS) está relativamente inactivo al inicio de la fase de
apoyo mientras el centro de masa corporal es posterior
al eje de la articulación del tobillo y la planta del pie se
está adaptando al terreno (Fig. 1). El CGS gradualmente
llegará a estar más activo en la última mitad de la fase de
apoyo para evitar que el CdM (Centro de masa Muscular)
se acelere anteriormente, de forma demasiado rápida,
debido a que el CdM (Centro de masa Muscular) se está
desplazando anterior al eje de la articulación del tobillo
(AT). Además es importante que el CGS funcione para
ayudar a empujar el cuerpo hacia adelante sobre las
articulaciones metatarsofalángicas durante la propulsión.
La investigación en pies de cadáver ha demostrado que
cuando se incrementa la fuerza de tracción en el tendón de
Aquiles mientras el pie está en una posición plantígrada,
la fascia plantar también mostrará un incremento de esa
fuerza de tracción (Carlson RE, Fleming LL, Hutton WC: The
biomechanical relationship between the tendoachilles,
plantar fascia and metatarsophalangeal joint dorsiflexión
ankle. Foot Ankle Int., 21:18-25, 2000; Erdimir A, Hamel AJ,
Fauth AR, Piazza SJ, Sharkey NA: Dynamic loading of the
plantar aponeurosis in walking. JBJS, 86A:546-552, 2004).
En la investigación de Erdimir et al., que estudiaron la
marcha simulada en siete especímenes de cadáver,
se encontró que la fuerza de tracción en el tendón de
Aquiles es un predictor efectivo de la fuerza de tracción
en la fascia plantar (r=0.76). Además, la tensión en la
fascia plantar fue baja en el choque de talón cuando
también lo era la fuerza de tracción en el tendón de
Aquiles y la tensión en la fascia plantar alcanzó su
punto máximo, en 0.96 veces el peso corporal, justo
antes del despegue de talón en los pies de cadáver.

La causa más probable del crecimiento de la tensión en
la fascia plantar con el aumento de la tracción del tendón
de Aquiles es una mayor fuerza de reacción del suelo
(FRS) que sucede plantar al antepié con el aumento de
la tensión en el tendón de Aquiles.
El incremento de la FRS plantar al antepié, a su vez,
aumentará la tendencia del antepié a dorsiflexionar sobre
el retropié (Le. aumento del momento dorsiflexor del
antepié). Si el momento dorsiflexor del antepié se amplía
por el incremento de la FRS en la cara plantar del antepié,
no sólo causará un aumento de la fuerza de tracción en
la fascia plantar, sino que probablemente provocará un
aumento de la tensión en todos los ligamentos plantares
(Kirby KA: Foot and Lower Extremity Biomechanics II:
Precision Intricast Newsletters, 1997- 2002. Precision
Intricast, Inc., Payson, AZ, 2002, pp. 141-152).
No fue hasta que las bisagras que conectan los
objetos habían desarrollado unas fuerzas de tracción
adecuadas para permitirles resistir la separación de
las superficies inferiores de los objetos, que este grupo
semejante a un pie, cambió de ser una estructura
flexible a una rígida que podría resistir la deformación.
Asimismo, hasta que la carga plantar de las estructuras
del pie no haya desarrollado una adecuada fuerza de
tracción en ellas, el pie no podrá ser transformado de
una estructura flexible a una rígida para que pueda
suceder una propulsión más eficiente. Por lo tanto,
inicialmente en la fase de apoyo, cuando el CdM (Centro
de masa Muscular) es posterior al tobillo y la actividad
muscular del CGS y la tensión en el tendón de Aquiles
son bajas, la fascia plantar y los ligamentos plantares
estarán sujetos a cargas de baja magnitud, ya que la
mayor parte de FRS es plantar al retropié (Figura 1).
Fuerzas que actúan en el pie | 6
Esta tensión ligamentosa plantar relativamente baja
permitirá un aumento de la capacidad de dorsiflexión
de cada uno de los radios metatarsals de modo que el
antepié, como una totalidad, llegue a ser más móvil y pueda
adaptarse mejor al terreno irregular. Sin embargo, cuando el
CdM (Centro de masa Muscular) se mueve anteriormente
al final de la fase de apoyo, el incremento resultante en la
actividad muscular del CGS y la fuerza de tracción en el
tendón de Aquiles, desplazará la FRS más anteriormente
hacia el antepié lo que, a su vez, incrementará las fuerzas
de tracción en la fascia plantar y los ligamentos plantares.
Esto último causará un incremento de la resistencia
del antepié a la dorsiflexión que permitirá al pie ser una
palanca más rígida durante la propulsión. Si el pie no
es rígido durante la propulsión, cuando el antepié esté
sometido al efecto de toda la FRS actuando en la cara
plantar, el antepié dorsiflexionará sobre el retropié lo que
causará un desaprovechamiento de movimiento y una
propulsión mecánicamente ineficiente.
Biomecánica de la
compensación de las
deformidades del pie
La idea de que el cuerpo humano compensa las
deformidades del pie y de la extremidad inferior causando
movimiento anormal de las articulaciones de la extremidad
inferior durante las actividades en carga es un concepto
integral en la teoría biomecánica podológica tradicional.
Root, Orien y Weed definieron compensación como “un
cambio de estructura, posición o función de una parte
en un intento del cuerpo para ajustarse a una desviación
de una estructura, posición o función de otra parte”.

“Estos autores subdividieron esta compensación en
compensación normal y compensación anormal: la
compensación normal es ese movimiento en el que el pie
se mueve para ajustarse a las irregularidades del terreno
o a las desviaciones en la posición de cualquier parte
del tronco o extremidades inferiores. La compensación
anormal es ese movimiento por el cual el pie se mueve
para ajustarse a una estructura o función anormales del
tronco o de la extremidad inferior.
Las anormalidades estructurales o posicionales crean una
demanda recurrente o persistente de compensación que
puede resultar en patología” (Root, M.L., W.P. Orien and J.H.
Weed: Normal and Abnormal Function of the Foot. Clinical
Biomechanics Corporation, Los Ángeles, CA, 1977). Para
poder desarrollar el concepto de compensación anormal
en la teoría biomecánica podológica tradicional, deben
delinearse las características de una estructura anormal.
Está claro que para describir una estructura anormal, debe
definirse en primer lugar lo que es una estructura normal
del pie y de la extremidad inferior. Por lo tanto, la teoría
biomecánica podológica tradicional propuso un grupo
de características “normales” para describir la estructura
más ideal del pie y de la extremidad inferior de modo que
pudieran definirse las deformidades estructurales. Los ocho
criterios de normalidad, o ideales, de la estructura del pie
y la extremidad inferior propuestos por Root et al en 1971
fueron denominados “Criterios Biofísicos de Normalidad”.
Como admitirán los podiatras más experimentados, es
raro encontrar una persona cuyo pie y extremidad inferior
sean “normales” usando estos criterios. Incluso los
autores admiten que estos criterios son más ideales que
un grupo de hallazgos estructurales normales: “Estas
relaciones ideales son raramente vistas en la clínica, y
representan simplemente la: base para una evaluación
del grado de deformidad presente” (Root, M.L., W.P. Orien,
J.R. Weed and R.J. Rughes: Biomechanical Examination
of the Foot, Volume l. Clinical Biomechanics Corporation,
Los Ángeles, 1971).
De acuerdo con la teoría de compensación anormal
de Root et al, cualquier grado de desviación desde una
estructura normal producirá movimientos rotacionales
predecibles de una o más articulaciones del pie y la
extremidad inferior. Para ilustrar un ejemplo relativamente
simple de compensación anormal, se analizará una
persona con una deformidad de antepié en inversión de 5°
(e.g. deformidad de antepié varo). Esta persona, estando
en posición neutra de la articulación subtalar (AST)
sufriría un movimiento subtalar de pronación más allá de
la posición neutra durante la bipedestación para poder
permitir que la cara plantar del antepié abierta hasta que
pueda realizar un contacto plantígrado con el suelo. En
otras palabras, la AST debería pronar y el calcáneo debería
evertir hasta que el plano plantar del antepié evierta hacia
una posición plantígrada con el suelo.
Estas compensaciones anormales, que son una
parte integral de la teoría biomecánica podológica
tradicional, han sido definidas como movimientos
Fuerzas que actúan en el pie | 7
rotacionales anormales en las articulaciones del pie y de
la extremidad inferior (Root, et al, 1977). Sin embargo,
para que el movimiento ocurra a través de un eje de
rotación articular, debe también generarse una fuerza
rotacional, o momento, a través de ese eje articular. El
momento, a su vez, causa una aceleración angular del
movimiento articular, siendo la aceleración angular
directamente proporcional al momento resultante que
actúa en esa articulación (Ozkaya, Nihat and Margareta
Nordin: Fundamentals of Biomechanics, Equilibrium and
Deformation. Van Nostrand Reinhold, New York, 1991).
En otras palabras, no puede ocurrir movimiento a través
del eje de la AST a menos que también suceda una
aceleración angular. A su vez, no puede aparecer una
aceleración angular a menos que una fuera rotacional,
o momento, se haya producido a través del eje articular.
En el caso de las articulaciones del pie y de la extremidad
inferior, los momentos que causan aceleraciones
angulares y movimientos rotacionales son el resultado
de la suma de muchas fuerzas externas e internas
que actúan sobre los huesos que forman parte de las
articulaciones del pie y la extremidad inferior.
La fuerza externa predominante que actúa sobre el pie
es la fuerza de reacción del suelo (FRS). Las fuerzas
internas que pueden generar momentos a través de
los ejes articulares del pie y de la extremidad inferior
incluyen fuerzas de tracción, musculares, tendinosas,
ligamentosas y fuerzas de compresión articular. La
combinación de estas fuerzas internas y externas
que actúan sobre los huesos que conforman las
articulaciones del pie y la extremidad inferior producirán
un momento, que no se contrarresta por un momento
opuesto en la dirección y magnitud, y provocará una
aceleración angular de esa articulación y, finalmente,
movimiento rotacional. Para ilustrar la importancia de
visualizar la compensación anormal con este método
biomecánicamente más fiable, ayuda de nuevo realizar un
análisis biomecánico de la persona con una deformidad
en inversión del antepié de 5°.
Por otra parte como el antepié está en una posición
invertida de 5°, mientras el individuo está en bipedestación
en posición neutra subtalar, el plano plantar de las
cabezas metatarsianas también estará en inversión
respecto del suelo. Debido a esa posición invertida del
antepié, la magnitud de FRS que está actuando sobre las
.cabezas metatarsianas laterales (I.e. 4° y 5° cabezas
metatarsianas) es mucho mayor, que la magnitud de
FRS que está actuando sobre las cabezas metatarsianas
más mediales (l.e. 1°, 2° y 3° cabezas metatarsianas).
Debido a la posición relativamente lateral de la
localización de la FRS respecto del eje de la AST, la
magnitud del momento de pronación subtalar está
aumentada. Este aumento, si no se contrarresta
con magnitudes iguales de momento supinador
por parte de otra fuente (e.g. la fuerza contráctil del
músculo tibial posterior), resultará en una aceleración
angular de la AST en la dirección de pronación.

Tendrá lugar el movimiento de pronación de la AST, y
continuará hasta que ocurra una aceleración angular
de la AST en la dirección de supinación para decelerar
el movimiento de pronación de la AST y se alcance un
punto de equilibrio estático (el equilibrio estático es una
de las condiciones del equilibrio rotacional que sólo
sucede cuando la AST está en reposo, sin la acción de
un movimiento rotacional).
El equilibrio estático sólo ocurrirá donde las magnitudes
del momento pronador de la AST contrarreste las
magnitudes del momento supinador (Kirby, Kevin A.:
Rotational equilibrium across the subtalar joint axis.
JAPMA, 79: 1-14, 1989). Utilizando el caso antes descrito,
sobre cómo responde a la FRS un pie con una deformidad
en inversión del antepié de 5°, como un ejemplo de
compensación biomecánica anormal, es obvio que la
definición de compensación normal y anormal de Root
et al debe modificarse para reflejar la comprensión más
actual de los mecanismos biomecánicos que el pie
sufre durante la función compensadora. Por lo tanto,
una definición más precisa de compensación sería:
La compensación es una alteración de los momentos
que actúan a través de los ejes articulares del pie y/o
extremidad inferior que está causada por la interacción
mecánica entre el pie y el suelo en una situación en
carga y que puede modificarse mediante anormalidades
estructurales, posicionales o funcionales del pie y/o la
extremidad inferior.
La utilidad de esta nueva definición de compensación, en
comparación a la propuesta por Root et al, es que, en primer
lugar, reconoce que son las fuerzas rotacionales o momentos,
que se producen a través de los ejes articulares del pie y
de la extremidad inferior los que causan un movimiento
compensador. Además, otra diferencia importante en esta
nueva definición es que reconoce el hecho de que una
articulación que presenta un déficit de movimiento cuando
está sometida a una alteración compensadora en los
momentos está todavía mecánicamente afectada por esta
alteración en los momentos. Aunque esto podría parecer
una diferencia pequeña o insignificante respecto de la
definición, es de mucha importancia cuando se considera
el efecto biomecánico de las anormalidades estructurales,
posicionales o funcionales de lesionar los componentes
estructurales del pie y de la extremidad inferior.
La razón por la que es importante considerar que la
compensación debería ser tenida en cuenta como una
alteración de los momentos, y no sólo una alteración
en el movimiento de las articulaciones del pie y de la
extremidad inferior, es porque una alteración anormal
de los movimientos articulares puede no producir un
movimiento clínicamente detectable en la articulación,
pero aún podría provocar una patología en esa
articulación o en cualquier otro lugar en la extremidad
inferior. Es decir, si los momentos se alteran a nivel
de un eje articular como resultado de una deformidad
estructural del pie y/o de la extremidad inferior,
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pero no sucede movimiento en la articulación que se
deba a esa deformidad, el paciente puede tener más
probabilidades aún de desarrollar una lesión en esa
articulación o en otra parte dentro de la extremidad inferior
debido a la falta de movimiento en esa articulación.
Un buen ejemplo de cómo puede suceder una lesión
articular como compensación de una deformidad del pie
por una alteración en los momentos a través de un eje
articular, puede ilustrarse mediante el paciente con una
deformidad de antepié invertido de 5°. En este paciente,
cuando está de pie en una posición bípeda relajada, la
AST se mantiene en una posición de máxima pronación
con una pequeña fuerza de compresión interósea
ocurriendo entre el suelo del seno del tarso del calcáneo
y el aspecto lateral del astrágalo. Por lo tanto, en este
paciente, se podría precisar sólo una pequeña magnitud
adicional de momento supinador de la AST para supinar
el pie desde esa posición de máxima pronación subtalar.
Ahora, si ese mismo paciente con una deformidad en
inversión del antepié de 5°, tuviese la deformidad de 10°
(teniendo la misma amplitud de movimiento subtalar
que antes), habrá un incremento de la FRS sobre las
cabezas metatarsianas laterales y una disminución sobre
las mediales si se comparase con la deformidad de 5°.
El resultado de ese cambio de la FRS hacia las cabezas
metatarsianas laterales es un aumento de la magnitud
del momentos pronador de la AST. Sin embargo, este
incremento resultante no causará sólo que el paciente
presente una AST en máxima pronación, sino que también
provocará un aumento en la magnitud de la fuerza de
compresión interósea que actúa sobre el aspecto lateral
del astrágalo y del calcáneo en el seno del tarso. Por lo
tanto, el cambio de la deformidad en inversión del antepié
de 5 a 10° no conduce a un cambio en el movimiento
compensatorio de la AST pero, en vez de eso, provoca
un aumento compensatorio de la magnitud del momento
pronador de la AST y un incremento de la magnitud de
la fuerza de compresión interósea que está actuando en
el seno del tarso, entre el astrágalo y el calcáneo. Como
resultado del incremento compensatorio en el momento
pronador de la AST, el paciente desarrollará con más
probabilidad dolor en el seno del tarso (I.e. síndrome
del seno del tarso) y tendrá una menor probabilidad de
desarrollar un movimiento de supinación de la AST cuando
su momento supinador actúe sobre el pie (Kirby, 1989).
En otras palabras, el incremento en la magnitud del
momento pronador de la AST no altera necesariamente
la posición rotacional de la AST, pero afectará
significativamente la función del pie en respuesta a
las magnitudes aumentadas del momento supinador
de la AST que pueden generarse por fuentes como la
ortesis plantar y/o la actividad contráctil del músculo
tibial posterior. Este nuevo análisis del concepto de
compensación permite una mejor comprensión de
cómo las deformidades estructurales, posicionales
o funcionales del pie y/o extremidad inferior pueden

provocar lesiones a sus componentes estructurales con
un pequeño cambio resultante en los movimientos del pie
y/o de la extremidad inferior durante las actividades en
carga. Estos conceptos llegarán a ser más importantes,
tanto para clínicos como para investigadores, cuando
la etiología biomecánica de las lesiones músculo-
esqueléticas del pie y la extremidad inferior sea
comprendida de forma más completa.
Bibliografía
1. Sears FW, Zemansky MW, Young HD (Eds.) University
Physics, 5th Edition. Addison- Wesley Publishing
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