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El Cuero vivo

Comenzaba una tarde cálida en el sector de Purísima, localidad ubicada 15 kilómetros al oriente de
la ciudad de Talca, de extensos terrenos destinados en su mayoría a la agricultura y en menor
parte a la ganadería, de atrayentes tierras multicolor, regadas por el sudor del agricultor y
embellecidas por los brotes de una nueva juventud que sueña con un futuro mejor. Esta localidad
es atravesada por un majestuoso y serpenteante río llamado Lircay, en donde la pesca y las zonas
de balneario ofrecen tardes, incluso días de diversión.
Luego de una mañana agobiante y de muchas tareas en el colegio, Juan, que es apodado como “El
Cabezón de la barranca” y su primo también llamado Juan, pero Apodado “El Laucha”, en honor a
una de sus hermanas, se dirigían a casa para su merecido descanso, ambos jóvenes tenían 13 años
y eran alumnos de octavo básico. Mientras caminaban a casa, organizaban la tarde de
diversión.
- ¿Qué haremos hoy?; preguntó Juan, el Cabezón
- El cachuo tiene que haber movido los canastillos, como para ir a las cornisas, ¡Vamos a pescar
mejor!, esta bonita la tarde y demás que pica algo; respondió el Laucha.
- ¡Si!, lo vi el otro día con los canastillos al hombro, así que los debe haber cambiado. ¡Vamos a
pescar!, nos juntamos a las dos, recuerda llevar tus tarros, tienen el nailon mejor que los míos;
agregó el Cabezón.
- ¡Shi, no querí na’po!; refunfuño el Laucha.
-No seas llorón y lleva los tarros; reclamó El Cabezón.
Así fue como nuestros amigos acordaron juntarse a las dos de la tarde para ir a pescar al Lircay.
Fueron hasta sus casa, buscaron la ropa más rota y desteñida que encontraron y los
zapatos más mordisqueado, que el perro había dejado, la mochila de mezclilla con un par de
tarros, de estos utilizados para las frutas en conserva, que luego de ser desechados, se les retira el
papel, se enrolla un poco de hilo de pescar a él, uno de los extremos se atan al tarro mientras que
en la otra punta se le agrega un anzuelo, un par de centímetros más arriba se le une una bolsa
plástica con una piedra dentro, para hacer de peso y se busca una varilla de mimbre para la caña.
Todo listo para ir de pesca, además de la cuchilla, un poco de sal y una cajita de fósforos, todo esto
para servirse el primero que salga.
- ¿Para donde crees que vas?; preguntó su querida madre.
-Pa’l río mamita, voy a pescar con el Laucha; respondió este con la sensación de que no iba a tener
permiso para ir.
- ¿Y quién te dio permiso?;Preguntó mamá, llevando lentamente su mano a la empuñadura de
aquella espada que colgaba oculta detrás de su delantal de cuadrillé algo pálido por el paso del
tiempo.
- ¡Mama, voy con él laucha!, no voy solo y además vamos por un rato, no más; agregó el cabezón.
-Sabes lo que tienes que hacer, tienes muchas tareas, pero sabes, te voy a dar permiso, solo
porque el otro día me hiciste la paleta para sacar el pan del horno y además porque no vas solo, se
cuidan, ten cuidado con el cuero vivo y el ranero no se metan a lo hondo del río; advirtió aquella
hermosa mujer.
-Mamá, son puras historias, no nos pasara nada, no te preocupes; respondió Juan para tranquilizar
a su madre.
Así fue como Juan el Cabezón tomó sus cosas y marchó a juntarse con su primo. Al llegar al
habitual lugar de encuentro, lo encontró junto a un amigo y vecino llamado Leonardo, también
llamado Leo y de sobrenombre zancudo por su semejanza a este insecto, delgado y de piernas
flacas.
-Le conté que iríamos de pesca así que lo invite, necesitamos de alguien que se meta al río a
desenredar el anzuelo cuando se enrede con las ramas en el fondo, le ofrecí un tercio de lo que
pescáramos.
Los tres amigos emprendieron rumbo hacia el río, luego de caminar quince minutos y cruzar cercas
de alambre púas, cercas naturales de zarzamora y un denso bosque de aromo, llegaron hasta su
lugar favorito de pesca.
Pusieron carnada a sus anzuelos, tiraron sus tarros, los dejaron con una piedra dentro para que
sonara cuando pícara, en total cuatro tarros tirados. El cabezón y el zancudo se sentaron a
esperar, mientras que él laucha comenzó a reunir leña para encender una fogata, para cocinar el
primero que saliera.
No pasaron ni cinco minutos y uno de los tarros sonó, los tres amigos voltearon rápidamente sus
miradas hacia el tarro que había sonado, cuando de pronto este de un brinco saltó al agua, al
parecer es uno grande gritó el laucha, corrieron hasta él y lo tomo desde la orilla del río y comenzó
a enrollar el hilo lentamente.
- ¡Ten cuidado que se vaya a las ramas del sauce!, se nos mete ahí, no lo vamos a poder sacar; dijo
el cabezón.
-Bueno y para qué crees que traje al zancudo, para que se meta a sacarlo; agregó el laucha.
Mientras continuaban con la lucha por sacar el pez, pasó lo que temían, el hilo se enredó en las
raíces de un sauce.
- ¡Ya, zancudo!, ¡Te toco!, Tírate al agua, te vas tomado del hilo hasta llegar al lugar donde se
enredó y lo desenredas, sácate todo no más, para que después no te quedes mojado; animó el
laucha a nuestro amigo zancudo, como a este le gustaba ayudar corrió a quitarse la ropa y meterse
al río.
Tomó el hilo y fue alejándose lentamente mientras el agua lo iba cubriendo por completo,
ya casi no se veía, solo la cabeza fuera del agua, cuando de pronto se escuchó un chapoteo fuerte
en el agua muy cerca de zancudo, él no se percató, por el ruido que él mismo provocaba, pero el
laucha y el cabezón le comenzaron a gritar para que se saliera, pero este no escuchaba, estaba
demasiado lejos de la orilla, nuestros amigos vieron como una mancha en el agua se acercaba muy
rápido a zancudo y de un momento a otro vieron como lo cubría y envolvía, era un cuero vivo, se
dice que cuando arrojan los cueros de caballo o vaca al río o lago, generalmente cuatreros para
ocultar el daño, estos cueros con el tiempo cobran vida, convirtiéndose en depredadores de ríos y
lagos, se alimentan de todo tipo de animal que nada en aguas profundas, ya que, es ahí donde se
oculta para evitar la luz solar, que es lo que lo puede matar.
Lamentablemente por más que intentaron rescatar a su amigo zancudo no pudieron, el cual luego
de un par de días apareció río abajo enredado entre unas ramas con las huellas de haber sido
succionado agresivamente de pies a cabeza, su familia sufrió mucho por su terrible partida,
mientras que sus amigos los Juanes nunca más volvieron a meterse a un río con aguas muy
profundas.

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