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CUENTOS, RELATOS
Y MICRORRELATOS
PRESENTADOS EN
LA 1ª Y 2ª EDICIÓN
DEL CONCURSO DE
CUENTOS SCOUTS:
”ERES
SCOUT…CUENTA
CONMIGO”
En las dos ediciones del Concurso de Cuentos convocadas por ASDE durante el
2013 y 2014 se ha mantenido la misma temática: “Valores Scouts”. Todas las
personas que participaron tuvieron la oportunidad de dejar volar su imaginación
y de compartir aprendizajes a través de sus relatos. A continuación os dejamos
la recopilación de todos ellos, clasificados en dos categorías: Microrrelatos: de 6
a 14 años (castores/as, lobatos/as y scouts) y Cuentos o Relatos: Mayores de 14
años (escultas, pioneros/as, rovers, compañeros/as y scouters).
1ª EDICIÓN 2013
Los pitufos tenían ganas de conocer a los scouts y algunos de ellos quisieron
unirse a la manada. Los lobatos y las lobatas enseñaron a los pitufos danzas como:
pelota de ping pong, Madagascar, ayer fui al pueblo, etc., y juegos como: beso placaje,
indio silencioso, pistolero, etc.
Gargamel, el malo del poblado pitufo, quiso echar a los lobatos y a las lobatas del
poblado, pero los pitufos que habían estado con ellos les ayudaron para que pudieran
seguir allí.
El poblado pitufo empezó a conocer a los lobatos y lobatas, las grandes personas
que eran al hacer buenas acciones todos los días cumpliendo las máximas de Baloo.
Los lobatos y las lobatas tuvieron que terminar la ruta y volver al campamento.
Durante la despedida, la manada les dejo unas pañoletas de recuerdo, y los pitufos les
contaron que iban a montar un grupo scout llamado PITUSURA, pues lo habían pasado
muy bien y habían aprendido mucho. Entre otras cosas aprendieron que había que amar
y respetar la naturaleza, que había que ser limpio y ordenado, que había que tener los
ojos y oídos bien abiertos, decir la verdad, pensar en el otro antes que en ti mismo… así
fue que los pitufos decidieron vivir como unos auténticos scouts, y transmitir esos
valores que veían tan importante al resto de poblados.
Y colorín colorado este cuento ha terminado, los pitufos fueron felices y comieron
muchas perdices.
TÍTULO: YO NO QUIERO SER CABALLERO
AUTOR: ANA CRISTINA GRANADO MENDOZA GRUPO SCOUT ADARVE 527
CATEGORÍA: Cuento/Relato SCOUTS DE EXTREMADURA
CUENTO GANADOR EN CATEGORÍA DE MAYORES DE 14 AÑOS
Érase una vez, hace mucho tiempo, vivía en unas lejanas tierras un joven escudero
llamado Felipe. Felipe era hijo de dos humildes jornaleros, y cuando era muy pequeño
había quedado huérfano, y el señor de las tierras que trabajaban sus padres lo acogió
en su castillo con la intención de que cuando Felipe fuese mayor convertirlo en uno de
sus caballeros. Y así Felipe fue educado en el ambiente caballeresco, rodeado de
espadas y armaduras.
Pero Felipe no deseaba ser caballero. Él encontraba mucho más enriquecedora la vida
en el campo, en plena naturaleza. Le encantaba pasar las tardes de primavera en el
bosque, escuchando el trino de los pájaros, o las mañanas de otoño buscando frutos en
el bosque para preparar algún guiso.
Un día Felipe fue llamado por el señor del castillo, Don Alfonso, y éste le comunicó que
en unas semanas sería armado caballero. Felipe, que profesaba una gran admiración
hacia aquel hombre que siempre había sido bueno con él, decidió sincerarse y contarle
toda la verdad.
Don Alfonso, que sentía un enorme cariño hacia aquel muchacho, lo miró perplejo, y
tras unos instantes de silencio le habló del siguiente modo:
- Está bien, Felipe. Te daré la oportunidad de que puedas conseguir libertad para
dedicarte a lo que más deseas, pero para ello tendrás que superar una prueba.
Durante cinco días consecutivos tendrás que acudir al castillo, y de algún modo,
con algún gesto, tendrás que convencerme de que eres el mejor de los
caballeros. Si lo consigues, obtendrás tu libertad.
Felipe, muy asombrado, asintió con la cabeza, y tras el permiso de su señor, dio media
vuelta y se fue.
Al día siguiente, un espléndido lunes lleno de sol, Felipe acudió al castillo cargado con
un enorme saco. Se presentó ante Don Alfonso y extrajo del saco una buena cantidad
de castañas y nueces, y se las ofreció a su señor.
– Señor, cumpliendo con la prueba a la que vos me sometisteis, quiero
demostraros que soy el mejor de los caballeros, y para eso lo primero que quiero
hacer es compartir con vos estos frutos que recogí esta mañana en el bosque,
ya que al igual que vos compartís todo conmigo, así quiero hacerlo yo con vos.
El martes Felipe se presentó ante Don Alfonso ataviado con una vieja y oxidada
armadura de caballero.
– Señor, me presento así vestido porque quiero que sepáis que si vos creéis que lo
mejor para mí y para todos es que me convierta en caballero, así será, y lo haré
de la mejor manera posible, poniendo todo mi empeño en ello, pues lo que más
deseo es hacer siempre lo mejor, para vos y para mis semejantes.
– Señor, os entrego este silbato para que siempre que me necesitéis, para lo que
sea, lo hagáis sonar, y al momento de escucharlo acudiré raudo a vuestra
llamada. No importa la hora que sea, de día o de noche, porque yo para vos
siempre estaré listo.
El jueves, con un gran estruendo, Felipe se presentó ante Don Alfonso acompañado de
un buen número de sus compañeros caballeros y dijo lo siguiente:
- Me presento ante vos de este modo para aseguraros que si vos lo deseáis lucharé
junto a cada uno de estos hombres como si todos fuéramos uno, ya que eso es lo
que somos y representamos, una unidad.
Finalmente, el viernes, y siguiendo con su ritual, se presentó ante Don Alfonso descalzo
y con las manos y el torso desnudos.
– Señor, esta es la última oportunidad que tengo para demostraros que soy el
mejor de los caballeros. Vos sabéis que no soy el mejor con la espada, y que
apenas puedo sostener el peso del escudo, pero también sabéis que siempre he
estado a vuestro a servicio sin ninguna condición y dejándome la piel en todo lo
que hacía por vos. Por eso me presento así ante vos, desnudo de armaduras y
telas, como gesto de servicio ante mi señor.
Felipe se sintió muy triste, pues aquella cita significaba que no había superado la
prueba, y que irremediablemente, tendría que convertirse en caballero.
Por la noche Felipe acudió al patio del castillo preparado para velar sus armas, y cuando
entró, lo que encontró lo dejó perplejo. En lugar de una armadura, había unas botas de
cuero, en lugar de la espada, había un bordón de madera, y en lugar del escudo, había
una hermosa flor roja con seis pétalos. Felipe, muy asombrado y sin entender nada,
preguntó a Don Alfonso el significado de todo aquello. Don Alfonso se acercó a Felipe y
le explicó el motivo de todos aquellos objetos.
- Felipe, me has demostrado que eres el mejor de los caballeros, y para ello no has
empuñado una sola espada, si no que has demostrado que eres digno de honor y
de mi confianza. Por eso quiero armarte caballero, pero no como un caballero de
guerra, sino de paz. Te entrego estas botas para que puedas caminar por el
bosque sin dañarte los pies, para que puedas correr tras los ciervos y trepar a los
árboles a recoger frutos. También te entrego esta flor como símbolo de la
naturaleza que tanto amas, para que la cuides y recuerdes siempre tus principios.
Y finalmente te entrego este bordón de madera para que te ayudes en tus paseos
por el bosque que tanto amas. Ahora arrodíllate, pues quiero armarte caballero.
Felipe obedeció, se arrodilló, y Don Alfonso tocó con el bordón los hombros de Felipe,
primero uno y después el otro.
Felipe fue nombrado por su señor guardabosques de todas sus tierras, y vivió durante
el resto de sus días en una humilde cabaña de campo que él mismo construyó. Cuenta
la leyenda, que los muchachos del pueblo acudían a Felipe para que este les enseñara
todos los secretos del bosque y las maravillas de la naturaleza. Cuando los muchachos
demostraban su amor al bosque, Felipe les investía caballeros, del mismo modo que
Don Alfonso había hecho con él, y a su vez los muchachos, cuando se convertían en
hombres, investían a otros jóvenes amantes de la naturaleza. Y quién sabe hasta
cuándo han seguido los jóvenes de aquellas lejanas tierras siendo investidos caballeros
de la paz y de los bosques.
TÍTULO: EL MIEDO DE JAVIER
AUTORA: LUCÍA MERLO LLANO GRUPO SCOUT HASEKURA 632
CATEGORÍA: Microrrelato SCOUTS DE ANDALUCÍA
En los tiempos de María castaña el joven Javier tenía miedo a las arañas. Javier
tenía una vida tranquila. Vivía con su hermano Dani en la casa de su abuela. Un día los
dos hermanos se aburrían y oyeron por la ventana a un grupo de niños y niñas jugando
con un pañuelo en el cuello y se acercaron a ver que estaban haciendo.
Los dos hermanos dicen que sí, y deciden jugar con ellos. Cada día se asomaban
a la ventana para ver si estaban y jugar con sus nuevos amigos, los scouts.
En poco tiempo los dos hermanos aprendieron muchas cosas nuevas, juegos,
canciones, danzas, y valores como: ser limpio y ordenado, ser bueno con los demás y
saber escuchar.
TÍTULO: LA MANADA EN EL ESPACIO
AUTORA: NOELIA ÁLVAREZ GÓMEZ GRUPO SCOUT HASEKURA 632
CATEGORÍA: Microrrelato SCOUTS DE ANDALUCÍA
Érase una vez y mentira no es, que el grupo Hasekura del futuro se fue del
campamento al espacio, al planeta Pegasos. El planeta Pegasos era un planeta muy
especial, pues por él pasaba un río cuyas aguas eran de color rojo. Además, estaba
poblado de árboles inmensos y multitud de plantas que hacían que en él se respirara un
ambiente de felicidad y de tranquilidad, donde sus habitantes jugaban por la naturaleza
y sobretodo aprendían desde pequeños a cuidarla y respetarla.
La Manada Aullido acompañada por sus viejas lobas que eran Kaa, Baagheera,
Baloo, Raksha y Rikkitikkitavi llegaron a un planeta desconocido. En el que se
encontraron con un alienígena llamado Pendomés que les dijo que el planeta se llamaba
Flor de lis. Aquel precioso planeta, acogió a la Manada Aullido y los trató como si
estuvieran en su casa, ofreciéndole todo tipo de alimentos y bebidas, y haciendo que
estos se sintieran acogidos.
Aquel día de campamento desperté como cualquier otro, pero encontré una nota: “Ve
detrás del seto que hay al fondo de la zona de campamento”. Obedecí, y una vez
llegué… Caí.
Desperté en una sala con una puerta, la crucé y vi una tienda de campaña
desordenada, la ordené y aprendí el valor de la organización. Crucé otra puerta y vi a
un castor llorando, le ayudé y descubrí el valor de la responsabilidad. Abrí otra puerta y
vi una gran montaña, la subí y entendí el esfuerzo.
Pero noté que me faltaba algo, y abrí la última puerta, vi a mis amigos y recordé mi
vida scout:
Empecé como castor, en la Colonia Chapoteos, bajo el lema “compartir” y aprendiendo
cosas nuevas todos los días. Más tarde fui lobato, siguiendo a Kaa, Baloo, Bagheera,
Chill, Hathi, Akela y Raksha, pero más tarde también vi mi futuro scout, pasando por
tropa, esculta y clan para finalmente llegar a ser scouter y seguir aprendiendo de los
pequeños.
De golpe desperté, desperté junto a mis amigos, amigos leales, honrados y simpáticos y
en ellos, en su amabilidad y lealtad, vi el valor de la amistad.
TÍTULO: MARTÍN Y EL CHAMÁN
AUTORA: FINA MARTÍNEZ SÁNCHEZ GRUPO SCOUT HALCÓN PEREGRINO
CATEGORÍA: Cuento/Relato SCOUTS DE ANDALUCÍA
Se cuenta que en la Sevilla antigua los niños jugaban en las calles, que no había
teléfono ni tampoco ordenadores, que tenían que inventarse sus propios juegos y que
así aprendían muchas cosas. A aquellos niños les gustaba escuchar las historias que les
contaban los mayores.
Solían jugar en los alrededores de la Catedral, otras veces, se acercaban hasta uno de
los muelles del rio donde había una torre llamada “Torre del Oro” que refulgía al sol.
Desde estos muelles, los niños veían los barcos que llegaban de América, imaginaban
cómo sería la vida en el mar, escuchaban las voces de los marineros, cómo trasladaban
las mercancías, jugaban a adivinar qué llevarían en los sacos….Se decía que venían
cargados de oro, que traían animales y plantas maravillosos, y que el muelle se
llenaba movimiento y olores llegados del Nuevo Mundo … A veces, escuchaban a los
marineros contar historias fantásticas sobre la selva, ciudades doradas y hechiceros de
caras pintadas….
….”Sucedió que iba andando por la selva, llevaba vagando por ella varios días, desde
que dejó el poblado de los indígenas que lo habían recogido después del naufragio,
empezaba a desanimarse, hacía calor, ese calor húmedo que empapa la ropa y la pega
a la piel .
Aunque era joven y de espíritu animoso, no avanzaba tan rápido como quería: sentía
pesadez en su cabeza. Estaba claro que se había marchado demasiado pronto del
poblado.
Sabía que, sin tener noticias de su barco en el puerto de destino y siendo aquella una
ruta habitual de los barcos de la Flota de Indias, no tardaría en avistar alguna vela en la
mar que le pudiera recoger. Pero, para eso, tendría que llegar a la playa y procurar ser
visto.
Estaba extrañado del resultado de la ruta que había decidido tomar; se tenía por un
buen marinero: sabía leer cartas de navegación y calcular derivas, había sobrevivido a
tormentas amarrado a la caña para no caer al agua y sorteado escollos, sabía de
cabotaje tanto como de mar abierto y ni recordaba cuándo aprendió a orientarse por las
estrellas, por eso confiaba en alcanzar la playa antes del anochecer, pero cada vez
encontraba más dificultad para andar, los helechos y vegetación le cerraban la vista y
no sabía cuánto había avanzado esa jornada.
“Debe quedar poco para que caiga la tarde, a juzgar por mi estómago” se dijo. Hacía
días que hablaba entre dientes, en parte para escuchar alguna voz, aunque fuera la
suya, en parte para no alertar a ningún animal.
También apreció que su oído se estaba agudizando, y que los sonidos que se
escuchaban por todas partes escondían muchos mensajes, que la selva habla incluso
de noche, para aquel que sabe escuchar, y sus ojos comenzaron a reparar en que hay
movimientos de ramas que no los provoca la brisa: la selva es una explosión de vida.
El objetivo de Martín era regresar junto a los suyos, y este viaje en solitario no estaba
entre sus planes. Sin embargo, se estaba adaptando, estaba aprendiendo a sobrevivir,
sabía que no debería bajar a beber a la caída de la tarde, porque podría encontrarse
con algún jaguar hambriento, sabía que el silencio en la selva es señal de peligro y que
había que mantenerse atento.
Pero hoy era diferente y estaba cansado y desanimado, no sabía dónde se encontraba,
era imposible ver en qué punto estaba el sol para orientarse, tapado por la maraña de
copas de los árboles y, a su pesar, llegó al convencimiento de que se había perdido.
Escuchó un sonido gutural, un lamento muy bajito. Agudizó el oído y llegó hasta un
agujero profundo en el que se adivinaba un anciano. Martín el marinero se alegró de
ver a otro ser humano y se apresuró a prestarle ayuda.
Buscó ramas flexibles y las ató entre sí, formó una especie de escala y se quitó su
camisola, la lanzó al agujero e hizo señales al anciano para que se atara a ella.
Se observaron largo rato. El rescatado era menudo. En su rostro destacaban unos ojillos
vivos que escrutaban más que miraban, su piel estaba curtida por el sol, reseca. Vestía
con pieles, y de sus orejas colgaban cuentas de colores y plumas. Al cuello llevaba una
tosca bolsa cosida con hilos de pita.
Martín intentó comunicarse con él, esperaba que le indicara el camino hacia la playa y
le hizo señas. Pero cuando el anciano comenzó a hablar en una jerga atropellada, supo
que era imposible que se entendieran.
Debía seguir su camino, pronto anochecería y temía a los animales, así que se despidió
del anciano con la mano e hizo ademán de marcharse, pero éste lo detuvo, lo cogió de
la mano y depositó en ella una especie de bola irregular, de color naranja vivo….El
anciano se introdujo una de aquellas bolas en la boca e indicó a Martín que hiciera lo
mismo, entonces comenzó a hablar…
Aquello debía ser mágico, pues, de repente, Martín comprendía todo lo que el anciano
le decía: se presentó como el chamán de una tribu, había salido a buscar “cacáhua”, y
cayó por descuido en el agujero.
Podía haber salido de allí ayudado de sus artes, pero desde la tarde sabía por el viento
que “el extranjero” andaba solo por la selva hacía días y decidió poner a prueba lo que
le habían contado.
Martín no daba crédito a lo que estaba ocurriendo, el anciano continuó:
“Me has ayudado, y ahora sé que tu corazón es limpio y que respetas la selva. Oí contar
que ayudaste a otros en el Gran Incendio, cuando los dioses enviaron el fuego desde
las nubes, y he visto cómo les has enseñado a construir el “camino de madera” para
traer agua desde el manantial al poblado. Ahora tienen reservas para luchar contra el
fuego y los animales pueden beber sin los peligros de llevarlos al río. Han aprendido
contigo y pronto todos los poblados sabrán dominar el fuego antes de que destruya
nuestras chozas. También han entendido que no deben juzgar a otro ser humano
porque sea diferente a nosotros y que se pueden aprender cosas muy valiosas, si saben
dar la oportunidad.
Los hombres blancos que han pasado antes que tu sólo buscan las piedras amarillas, y
cuando se marchan enfermamos. Pero tú eres diferente, has ayudado sin que te lo
pidieran y te has marchado sin llevarte nada, ahora dime, qué quieres?”
…Despertó cuando una ola acarició sus pies. Sentía su cuerpo adormecido y recuperó la
consciencia cuando sintió arena en su boca. Poco a poco consiguió sentarse, estaba en
la playa y cerca alguien había prendido una hoguera, las llamas se elevaban formando
una enorme columna de humo.
Miró hacia la selva, esperando encontrar al dueño de la hoguera, pero no parecía haber
nadie alrededor. Quizás habría ido a buscar más leña. Se preguntó cómo había llegado
hasta allí, no recordaba más que el calor asfixiante de la mañana, la selva que se
cerraba sobre su cabeza y que se creía perdido, ese olor….
No le dio tiempo a pensar nada más, porque sus oídos comenzaron a percibir sonidos,
distantes pero vagamente familiares, se dio la vuelta, miró hacia el mar… y el corazón
le dio un vuelco, era un bote... ¡por fin venían a buscarlo!
Sentado en la proa y con los marineros cosiéndolo a preguntas, creyó ver movimiento
entre la vegetación de la playa, quizá fue un reflejo del sol, quizá no.
-“¿Has encontrado algún poblado, hay oro?” le preguntó ansioso un marinero flaco y de
piel morena.
Era una linda tarde en el jardín de las letras. El sol iluminaba todo el jardín y la brisa
fresca corría inundándolo todo con el dulce olor de la primavera.
El jardín de las letras está en un remoto y escondido valle al fondo de las montañas que
se ven en el horizonte. En el centro, tiene un hermoso lago donde las letras más
atrevidas se dan un chapuzón cuando aprieta el calor, y todas las letras del abecedario
viven en paz y armonía, jugando y compartiendo todas sus cosas.
Esa tarde, nuestra amiga Irene había ido a visitar a sus amigas las letras que le estaban
enseñando a leer y escribir. Pero, cuando llegó al jardín, no se veía ninguna letra.
- “¿Dónde estarán mis amigas las letras?” – se preguntaba Irene, hasta que de pronto
vio como la letra A se acercaba corriendo.
Irene se ofreció a ayudarla diciéndole –“La manada siempre caza junta”- y dicho y
hecho, ambas se pusieron a buscar al resto de las letras.
La F apareció encima de una Farola, la A que siempre estaba muy Atenta y la E que
Escuchaba lo que decían los demás la habían descubierto. La G como era muy Graciosa
estaba escondida en la farola como si fuera una Guirnalda. La H, aunque muda, era
muy Humana y estaba escondida en un Hueco en el suelo y cuanto la llamaron salió
como buena Hermana de todas.
“Ahora toca la mía, la I” – dijo Irene. La I tenía mucha Imaginación, siempre estaba
soñando en cómo construir un dique, en cómo sería una gran cacería o una aventura.
Por lo tanto, fue muy fácil encontrarla, estaba dentro de la tienda Iglú que había en el
prado.
La J era muy Jocosa y siempre estaba animosa y sonriendo ante peligros y dificultados.
Pronto la encontraron a punto de mojarse entre los Juncos que había al borde del lago.
Cerca de los juncos había un árbol de Kiwis donde la K estaba abrazada al tronco como
un Koala. Al ver que la K se resbalaba, la L que era una amiga muy Leal salió
rápidamente del Lirio donde estaba escondida para ayudarla y ambas fueron pilladas
juntas.
Todas juntas siguieron paseando y se acercaron a un Muro que había junto al huerto y
allí estaba la M que como era muy Mimosa estaba dándole besos y abrazos a la N que
como Nunca tenía miedo, intentaba esconderse detrás de un Nabo del huerto mientras
la muy Ñoña de la Ñ estaba agarrada a una Ñora y usando su filigrana a modo de hoja
para disimular.
Del huerto se fueron al viejo Olmo que siempre daba sombra a las letras en verano y en
una de sus ramas, con los Ojos y los Oídos bien abiertos estaba la O pendiente de lo
que hacían el resto de las letras.
Junto al olmo, y bajo su sombra, había una Preciosa fuente donde se bañaba la P, que
siempre nos estaba recordando que Pureza viene del latín Puritas que significa limpio.
“Uhmm, ¡qué hambre!” – Exclamó Irene – “hace tiempo ya que almorcé y el estómago
me hace rum rum”. La G, como siempre generosa, le pregunto –“¿Te gusta el Queso?”-
mientras sacaba un trozo de gruyer de su bolsa – “¿Quién hay aquí?”- era la Q, que
estaba escondida en el Quinto de los agujeritos del Queso.
Al ver todo esto, la R que era muy Responsable apareció desde detrás del Roble
diciendo – “La niña tiene que comer y beber para no ponerse mala”.
“¿Sed? ¿Quién tiene Sed?” – preguntó la S que estaba en la Solana que llevaba a los
frutales. La S era muy Sabia y Sabía que no era bueno pasar mucho tiempo bajo el Sol
sin beber.
Entonces la T que estaba Tumbada tomando el sol cerca de la S dijo –“Yo me doy
sombra a mí misma. La parte superior de mi letra es como un Toldo, pera la niña
necesita beber y comer algo. Pero antes, toma esta Toallita que tengas las manos
limpias y aseadas”.
Al lavarse las manos y limpiarse las Uñas, apareció la letra U que cuando Irene llegó al
jardín aun no sabía dónde esconderse y se Ubicó debajo de sus Uñas. Y como era muy
Útil y servicial se ofreció a buscarle algo de beber.
“¡Mira allí!, hay algo brillante sobre la Valla” – dijo Irene – y todas las letras fueron
corriendo a ver qué era. Sobre la Valla había un Vaso y dentro del Vaso estaba la V con
el Vestido Verde que le gustaba ponerse para ir a jugar.
“Si tienes sed, puedes usar mi vaso y en aquellos árboles tienes naranjas” – comentó la
V.- “¡Son naranjas Washington!, mis preferidas!”- gritaba Irene mientras corría hacia
ellas y… sorpresa… la W estaba encima de la más grande de las naranjas Washington
escuchando cómo la X tocaba el Xilófono. La X que no era Xenófoba, no le importaba
que su amiga la W sonara como a extranjera y siempre decía que todas las letras eran
igual de buenas.
Finalmente, la Y apareció jugando al Yoyó con su inseparable Z que rápidamente dijo a
Irene – “Si quieres te hacemos un buen Zumo con esas naranjas”- y dicho y hecho,
como era Zurda, cogió a la Y con su mano izquierda y la usó para darle vueltas dentro
de la naranja que ya habían partido en dos y sacando un delicioso zumo que caía dentro
del vaso.
Ya habían aparecido todas las letras, Irene había merendado y el sol comenzaba a
ponerse en el horizonte.
“Me lo he pasado muy bien jugando al escondite” – dijo Irene – “pero es hora de volver
a casa.”
“Nosotras también lo hemos pasado muy bien.” – Gritaron todas las letras – “¡Regresa
cuando quieras!, ¡Nosotras siempre estamos listas!”
Irene regresó a casa y poco a poco, todas las letras se fueron a dormir mientras
comentaban sus escondites y decidían cuál había sido el mejor, pero sin dudarlo, lo
mejor había sido compartir el juego con su amiga y hacer lo mejor en cada momento,
porque sabían que eran dignas de confianza y tenían una amiga pura y leal.
FIN
TÍTULO: CUATRO PUNTAS DE LUZ
AUTORA: SALOMÉ PRECIADO DÍEZ GRUPO SCOUT SAN JOSÉ 582
CATEGORÍA: Cuento/Relato SCOUTS DE CANTABRIA
Algunas de ellas vivían con sus familias creando bonitas figuras que los humanos
llamaban constelaciones. Había constelaciones de animales, de plantas, de humanos y
dioses distribuidas por todo el cielo.
Además los seres de la tierra solían quedarse embobados mirando a las estrellas. Pero
Vega no brillaba tanto y por eso no se sentía especial como el resto. Además había
estrellas diferentes, por tener más puntas, seis o incluso siete. Brillaban más que
ninguna y corrían muy rápido. Ellas incluso tenían la capacidad de escuchar los deseos
de los humanos para hacer que estos se cumplieran. “Estrellas fugaces” las llamaban
pues solo se dejaban ver durante un instante muy corto. Todos los veranos durante el
mes de agosto, se reunían todas para verse, y bailar y jugar, creando un espectáculo
maravilloso, esplendoroso. Los humanos pasaban horas atontados mirando al cielo y
viendo esa lluvia de estrellas tan espectacular. Pero Vega nunca podría ser una de ellas.
A ella también la hubiera gustado que los niños, cuando iban de campamento y dormían
al aire libre, podrían contemplarla y apreciarla.
Muchas veces Vega se quedaba atontada mirando a la Luna, de color de plata y tan
bonita. Luna no tenía puntas como las estrellas pero no le servían para brillar. Luna
podía cambiar su forma, su vestido, su cara. Luna siempre fue admirada y envidiada
por todas, pero en especial por Vega, que sentía que, aunque Luna fuera única, era
especial y bonita. Lo que Vega no sabía es que Luna muchas veces se sentía sola pues
no tenía con quien hablar y divertirse, y por eso a veces se escondía para llorar.
Sin embargo la estrella de las estrellas era Sol. Tan inmenso, tan luminoso, tan grande
y acogedor que hasta la tierra bailaba a su alrededor dando vueltas en círculo de día y
de noche. Sol, que daba calor a raudales, que brillaba sin descanso, que todos los
humanos podían verle estuvieran donde estuvieran. Parecerse, aunque fuera un poquito
a Sol, había sido siempre el mayor deseo de Vega para ser querida siempre y por todos.
Lo que ella no sabía es que Sol también se sentía muy solo pues el calor que desprendía
era tal que el resto de estrellas tenían miedo a cercarse a él para no derretirse y
desaparecer. Por eso de día, cuando Sol aparecía, el resto de estrellas se escondían.
Vega estaba muy triste al sentirse diferente pero no especial, a pesar de que sus familia
y amigos siempre le decían lo bonita y lo especial que era para ellos. Sin embargo Vega
nunca les hacía caso. Por ello un día decidió caminar en busca de algo llamado “agujero
negro” donde todo era oscuro y vivía la nada. Allí no se sentiría tan diferente por nadie
ni nada daría luz y ella sería un “nada” más.
Preguntó a todas por el agujero negro, o del color que fuera, pero que fuera un agujero
sin luz. Ninguna estrella supo responderle. “¿Para qué busca una estrella un lugar
donde no se pueda brillar?” le contestaban. “Todas las estrellas brillamos y somos
hermosas por ello” decían unas y otras. Pero Vega no las escuchaba. Una noche,
cansada de volar decidió sentarse en un cráter a descansar.
Estando allí divisó un aura luminosa a lo lejos. No se trataba de la luz propia de las
estrellas pues esta luz llegaba de un lado a otro de la bóveda celeste, como si alguien
hubiera pintado un camino de claridad en el cielo oscuro de la noche. A pesar de su
cansancio decidió volar un poco más y acercarse hasta aquel lugar. Su luminosidad le
cegaba levemente pero no podía dejar de mirarlo. ¡Cuánta alegría desprendía aquel
lugar! Solo escuchaba risas, músicas y voces melódicas que la invitaban a acercarse. Se
adentró lentamente y fue observando todo a su alrededor. ¡Cuántas estrellas felices
había! Eran también de todo tipo, como las que se había encontrado en su larga
búsqueda pero aquí estaba todas juntas. Jugaban, se ayudaban, enseñaban unas a
otras y además… ¡qué sorpresa! ¡Había estrellas de cuatro puntas…e incluso de tres! Y
ninguna parecía triste, todo lo contrario. Jugaban unas con otras. Vega decidió
acercarse hasta ellas para ver cuál era el motivo de tanta diversión. Se quedó sin habla
cuando descubrió que bailando unas con otras eran capaces de hacer distintas formas e
incluso ¡poder formar una estrella de muchas puntas! Que bonitas y deslumbrantes se
las veía. ¡Podían crear estrellas de seis, de diez e incluso de quince puntas si se
juntaban todas! Pero lo más maravilloso es que mirase donde mirase había estrellas
bailando, dando menos y más luz, creando un verdadero festival de luz y color. No se
imaginaba dónde podía estar pues buscando un espacio negro y oscuro se había topado
con todo un haz de luz y alegría, que los humanos llamaban “Vía Láctea” y miraban
entusiasmados las noches en que las nubes se lo permitían. Vega sintió una alegría
especial que nunca antes había sentido. Se sentía completamente feliz. ¡Por fin había
encontrado su lugar! Allí todos eran diferentes y, al estar juntos, todas eran especiales.
Y esa era la verdadera felicidad: el poder compartir cada monumento de su vida
haciendo felices a los demás.
TÍTULO: LOBITA
AUTORA: SONSOLES CUBILLO ROBLES GRUPO SCOUT OMAHA 238
CATEGORÍA: Cuento/Relato SCOUTS DE CEUTA
H
abía una vez, no hace mucho tiempo, un pueblo de casas blancas y azules, que se
asentaba a los pies de las grandes montañas del norte, coronadas de nieve. En
ese pueblo, vivía una niña de ocho años, muy pequeña para su edad, a la que
todos llamaban Lobita, porque se pasaba todo el día entero con unas grandes orejas de
lobo que su madre le hizo con tela. Incluso algunas veces se ponía por las calles del
pueblo a aullar, y los vecinos se asomaban por las ventanas para decirle:
Pero, como en todos los cuentos existía un “pero”…Pero Lobita tenía dos hermanos
mayores, que nunca querían estar con ella. Cuando iban a correr por la Plaza Mayor del
pueblo, le decían: Tú no puedes, no ves que tienes las piernas muy chiquitas; O cuando
iban a coger manzanas a la Huerta de Don Rufino, le decían: Tú no puedes, no ves que
eres muy pequeñita; o cuando iban a tirar piedras al lago, le decían: tú no puedes, no
ves que con tus pequeñas manos no agarras bien las piedras… Aun así, Lobita, nunca
perdía la sonrisa, siempre estaba alegre y dispuesta a jugar y a ayudar.
Ante la actitud de los niños, sus padres se preocuparon y querían estrechar lazos entre
los hermanos y Lobita, y decidieron que tenían que acampar, solos los tres, en el claro
del bosque, toda una noche juntos, cuidando unos de los otros. Por supuesto, los
hermanos mayores de Lobita se quejaron, ¡como se la iba a llevar! ¡Iba a ser un
estorbo! Pero a regañadientes todos fueron al claro con sus mochilas y sus tiendas de
campaña.
Una vez montadas las tiendas bajo una gran luna llena que iluminada con una clara luz
el claro, los hermanos mayores le dijeron a Lobita:
- Lobita, mocosa, métete en tu tienda de campaña y no salgas hasta que el sol
este en todo lo alto, que nosotros nos vamos a explorar el bosque. ¡No queremos
escuchar ni lloros ni sollozos!
Y ahí se quedó Lobita dentro de su tienda de campaña, sola, infeliz, era la primera vez
que se sentía tan triste, y con lágrimas en los ojos se durmió.
Algo la despertó, no sabía que era exactamente, quizás... ¿una voz que arrastraba el
viento?... ¿o eran dos voces? Salió de su tienda, hacia frio, estaba todo solitario, y
empezó a girar sobre sí misma para ver que oía… y si, ahora lo escuchó mucho mejor.
- Lobita………… socorro….SOCORRO….
No había duda de que eran sus hermanos, pero ella por más vuelta que daba no sabía
de donde provenían las voces.
Y sus rodillas cayeron al suelo, sus hermanos tenían razón, era tan pequeña que no
podía ayudarles, ni siquiera sabía dónde estaban, y sus piernas eran muy cortitas como
para ir al pueblo a pedir ayuda, y su voz era menuda como para llamar pidiendo auxilio,
estaba sola y empezó a llorar desconsoladamente.
Pero una voz, como las voces de las madres que calman a sus hijos, proveniente del
cielo le empezó a hablar:
Y Lobita, miró hacia arriba, y vio que la luna le estaba hablando. Esa luna plateada que
iluminaba todo el claro de una luz cálida y cercana.
La niña se miró de arriba abajo, y vio una gran transformación, sus brazos y piernas se
estaban convirtiendo en grandes y poderosas patas, le estaba creciendo un hermoso
pelaje gris plateado, y ya no tenía orejas de trapo, sino de verdad ¡unas hermosas
orejas de loba! Lobita se había convertido en una gran loba.
Y así, con su nuevo cuerpo, alzó sus orejas peludas, y pudo averiguar la procedencia de
las voces de sus hermanos. Aullando le dio las gracias a la luna y corriendo fue a
buscarlos.
Y en las calles cuando llegó, soltó un poderoso aullido, que despertó a todo el pueblo
entero. Ese aullido decía: Venid conmigo, hay que rescatar a mis hermanos. Todos los
vecinos se asomaron a las ventanas asombrados, ¿Quién era ese animal que los estaba
llamando justo como lo hacía Lobita? Y ante el desconcierto y las muestras de inquietud
de la loba, entendieron que ella quería que la siguieran. Y así hicieron, llevándose
linternas y cuerdas por lo que pudieran encontrar.
Recorriendo con premura, porque ya amanecería, el bosque hasta donde la loba les
mostro a los chiquillos en el agujero. Cuando los sacaron, solo estaban con un poco de
frio, cansados y hambrientos, y quisieron darle las gracias a la loba, pero esta había
desaparecido.
Los hermanos recordaron entonces que su hermana pequeña estaba sola en el claro, y
por primera vez se preocuparon por ella, y junto a los vecinos fueron a buscarla.
El campamento estaba en silencio, salvo por las notas musicales de un ruiseñor que
andaba de rama en rama entre los árboles que rodeaban el claro.
Y lobita, desperezándose dulcemente, los miro a la cara, se rasco los ojos y les dijo:
- Buenos días hermanitos, que sueño tan extraño he tenido. Soñé que era una gran
loba plateada y os ayudaba.
- Lobita, hemos comprendido que por muy pequeña que seas puedas hacer
grandes actos. Nunca dejes de creer en ti, siempre te apoyaremos.
Y desde entonces y hasta ahora, los tres hermanos siempre estuvieron juntos, jugando
y creciendo felices.
Y colorín colorado, el cuento de Lobita y sus hermanos ha acabado, con risas, abrazos y
alegría.
Querido Antoine:
*
Este relato se apoya en la obra “El Principito” de Antoine de Sait-Exupéry
TÍTULO: Y PENSAR EN TODO LO QUE ME HAS
ENSEÑADO
AUTORA: ELENA GARCÍA REVUELTA GRUPO SCOUT LA SALLE 85
CATEGORÍA: Cuento/Relato EXPLORADORES DE MADRID
Me acuerdo hace un año cuando nos reunió en el local después de la reunión del
sábado y nos dio la noticia, iqué alegría enterarnos!, y más aún el hecho de querer
que estuviéramos presentes en un día tan especial para él.
Así que aquí estamos, un año más tarde, todos sentados en los bancos de la iglesia
con nuestras mejores galas. iQué raro se me hace no vernos con la pañoleta al
cuello!
« Doce años antes. Estamos todos los lobatos en el local de la manada Seeonee
jugando a liebre, bueno todos no. Como siempre Pukeena se encuentra apartado en
una esquina, ni él quiere jugar ni nosotros le insistimos para que juegue. Se abre la
puerta y entra Lekes, solo que ya no es Lekes, los años han pasado y se ha
convertido en Baloo; el cuál al ver a Pukeena otra vez solo en un rincón interrumpe
el juego y nos reúne a todos.
Sentados en círculo nos cuenta la historia de la selva y nos convence para que
juguemos todos juntos y sin marginar a nadie. Ese día todos los lobatos nos vamos a
dormir habiendo aprendido una lección: "El scout es amigo de todos y hermano de
cualquier otro scout". »
Vuelvo al presente. Todos se han callado y no es para menos, la novia aparece por
la puerta, preciosa con su vestido blanco y seguida por dos niñas que van arrojando
flores. Avanza lenta y solemnemente sin dejar de mirar al novio, que se ha vuelto y
la observa radiante de felicidad.
Por fin se detiene frente al altar, da la mano a Miguel y el cura comienza la misa.
Tras un sinfín de lecturas alguien se incorpora detrás de mí, es Javier, un antiguo
scouter al que Miguel le pidió que leyera un texto.
Javier avanza en dirección al altar hoja en mano, se detiene, y se gira para mirar a
los presentes. Después baja la vista y empieza a leer con una voz alta y clara.
Cuenta cómo conoció a Miguel y cómo le ha ido acompañando a lo largo de todos
estos años en una sincera amistad. Las palabras fluyen de su boca de tal manera
que me empiezo a emocionar. Me quedo mirando las caras de esas dos personas
que en su día dirigieron mi tropa.
Llegamos sin que nadie nos vea y entramos en sus tiendas. Los escultas nos
estaban esperando y nos dejan un hueco. Empezamos a jugar y a charlar pero poco
a poco, pasado el miedo inicial de que nos pillaran, vamos subiendo el tono de voz y
cuando nos queremos dar cuenta tenemos a todos los scouters mirándonos.
Nos han cazado, así que salimos de las tiendas con caras de circunstancia y
volvemos a la parcela, seguidos por nuestros scouters que no pronuncian palabra.
A la mañana siguiente Cristina, Javier y Miguel nos reúnen para hablar. Empieza
Miguel, nos habla de promesas, de deberes y de responsabilidad. Nos explica la
confianza que depositan en nosotros cada día y que esperan que nosotros
cumplamos. Poco a poco el discurso va calando hondo en cada uno de nosotros y
para cuando termina todos estamos tan arrepentidos que creo que nunca más
volveremos a incumplir una promesa. Antes de marcharnos Javier nos pregunta la
primera ley scout, al principio no comprendemos pero de repente en nuestra
cabeza se ilumina una bombilla. "El scout cifra su honor en ser digno de
confianza".»
Javier acaba de leer casi al mismo tiempo que la voz del Javier imaginario se apaga
en mi cabeza. Miro a mi alrededor y me doy cuenta que muchos tienen los ojos
empañados. iQué pena, me hubiera gustado oír lo que ha dicho! No entiendo por
qué mi cabeza no hace más que volver al pasado.
El cura reanuda la ceremonia mientras Javier vuelve a ocupar su sitio. Tras otra
corta lectura llega el momento de la comunión. Algunas personas se alinean frente
al altar y se arma un poco de revuelo, cosa que yo aprovecho para volver a mis
pensamientos.
« Ya soy esculta, poco a poco todos hemos ido creciendo. Los scouters nos han
visto cambiar y madurar. Sin embargo, nos aproximamos a una parte difícil de
nuestra vida scout. Esculta, es esa unidad en las que los que de verdad aman esto
continúan y los que no tanto pues. bueno, se van. Precisamente eso ha pasado
con tres de mis mejores amigos de toda la vida. Hemos cambiado y ellos prefieren
salir de fiesta un sábado a pasarse la tarde en los locales. Para mí ha sido un trago
muy duro, casi todos mis recuerdos scout tienen que ver con ellos y no sé qué
hacer ahora que se han ido. Yo no lo quiero dejar, pero me faltan fuerzas para
seguir. iTodo es tan complicado a esta edad!
Se acerca a mí y me dice que me salga del local para hablar un rato con él. Le
cuento todo, mis miedos, mis ganas de seguir, de continuar esto, que siento que no
ha acabado pero que, por otra parte, no sé cómo afrontar. Él me escucha
pacientemente, sin interrumpirme y sin juzgar, y cuando concluyo saca un pañuelo
para que me seque las lágrimas. Me habla del ciclo de los scout, de cómo solo
aquellos que de verdad quieren este estilo de vida siguen para delante. Me dice que
no es fácil pero que vale la pena y que los amigos vienen y van y aún me quedan
muchas personas maravillosas por conocer tanto dentro como fuera del grupo. Por
último me da un consejo, afrontar esta nueva etapa con una sonrisa en los labios y
siempre dispuesto a sacar lo mejor de cada situación. Me quedo pensando en sus
palabras y de repente sonrío y entiendo lo que me ha querido decir: "El scout es
animoso ante peligros y dificultades". »
« Estoy sentado en una roca. Es de noche y los chavales tienen un poco de tiempo
libre antes de las actividades de la noche y yo necesitaba estar solo. Es mi primer
campamento como scouter. Aunque solo llevamos dos días ya estoy cansado y
tengo mil dudas. Pienso en los scouter que he tenido y me asusta la idea de no
estar al nivel al que ellos han estado siempre. De niño las cosas se ven de otra
manera y me pregunto si quizá esto me venga demasiado grande.
De repente siento unos pasos que se acercan. Es Miguel, que al verme solo se
sienta a mi lado y me pregunta qué hago allí. Me giro hacia él y le cuento mis
dudas y mis miedos. Cuando acabo se queda un rato pensativo hasta que me
empieza a contar su historia, cómo el primer día de su primer campamento todos
los chavales lloraban y él no sabía qué hacer, cómo echaba de menos su etapa de
clan y cómo estuvo a punto de abandonar. Me cuenta que cuando le dijo al
coordinador que no se veía capacitado para ser scouter este le contestó que
asumiera la responsabilidad que le habían dado.
Al principio se enfadó con él por no entenderle pero pasado el tiempo se dio cuenta
de lo que había querido decirle.
De repente oigo que los niños están ensayando la canción del festival de la canción
y, como si quisieran reforzar mi decisión, en ese momento cantan: "Ojalá que mi
experiencia les ayude a crecer. Siendo scouter la aventura es aún mejor que ayer"
Cuando se acaba la canción los lobatos se acercan corriendo hacia mí. "iBaloo,
Baloo! ¿Cuando empezamos las actividades?"
Les miro, tan pequeños y con tanta ilusión, y me doy cuenta de lo grande que es
esto a lo que pertenezco. Ojalá cuando crezcan se acuerden de su Baloo con el
mismo cariño con el que me acuerdo yo del mío.
"iCuando consigáis pillarme!, les grito. Y salgo corriendo seguido por toda la
manada que intenta darme caza. »
TÍTULO: SER SCOUT ES MI VIDA
AUTORA: TERESA CASTELLANO VELA GRUPO SCOUT SANT FRANCESC 377
CATEGORÍA: Cuento/ Relato SCOUTS VALENCIANS
Empecé de muy pequeña a ser scout. Tendría 8 o 9 años, a esa edad se está en
manada. Dos campamentos después ya estaba muy integrada y me dieron la
promesa. Al principio de la Ronda Solar, pasó de sección mi seisenero y como yo era
la subseisenera, pasé a ser seisenera. Un campamento después de ser seisenera, pedí
la huella de Bagueera y me la dieron. Las rutas me iban muy bien porque solo
duraban una noche.
En mi último año como tropera tintamos camisetas y por no atar bien la pita y
haberla atado con un nudo simple nos salió la camiseta entera de color azul. Esa
fue una de las actividades más graciosas que hice en tropa.
Cuando ya tenía 14 años pasé a Esculta. Como éramos una unidad nos lo pasábamos
genial, las rutas eran de lo más divertidas a pesar de ser largas y con muchos
kilómetros, lo más chulo era hacer actividades con nuestro scouter Guillermo.
A pesar de que era muy interesante y divertido, tres de mis mejores amigos de
tropa decidieron dejar el grupo, las cosas ya no eran tan divertidas porque
faltaban los chistes de mis mejores amigos pero pronto hice nuevos amigos, y la
tristeza se convirtió en alegría gracias a 4 antiguos y dos nuevos compañeros. Las
cosas buenas ya habían acabado, porque en el campamento de verano de mi
primer año tuve una discusión con una amiga y decidí dejar el grupo.
Un año después decidí volver y me acordé al cabo de un campamento de lo que
había sentido en tropa que ser scout era mi vida y que no volvería a dejar el grupo.
Un campamento después pasé a Clan, tengo que confesar que estaba nerviosa y luego
me di cuenta que no era para tanto, allí las experiencias eran mucho más fuerte y
las rutas eran una chulada. Allí estando en clan conocí a un chico que se llamaba
Javi, era muy divertido y me contó que quería ser scouter, entonces me di cuenta
de que yo no me había parado a pensar si quería ser scouter o no, pero él no tardó
nada en decidirse. Empecé a preguntar a los scouters sobre su compromiso y si les
había costado decidirse, y cosas de esas.
En mi último campamento de verano siendo rover decidí que quería ser scouter.
Había decidido esto porque tras haber sido rover en servicio me había dado cuenta de
que eso de ser scouter era una experiencia más y era genial.
Por fin me hice scouter y fui scouter de Tropa durante una Ronda Solar, y luego fui
Scouter de manada y fui Baloo y me lo pase genial con mis lobatos. Cuando ya
llevaba dos años de scouter, el coordinador se jubiló y fui la coordinadora de
scouter de Esculta.
Tres meses después soy yo la coordinadora del grupo. Soy scout y ser scout es mi
vida.
2ª EDICIÓN 2014
Érase una vez un hombre llamado Pedro que trabajaba como pescador. A Pedro
le gustaban muchísimo los animales.
Pedro también le puso nombre a su delfín, "Scout", porque pensaba que los
delfines siempre están explorando. Algunos días le metía en la piscina algún
objeto extraño para que Scout lo encontrara y él siempre lo encontraba, le
tocaba el piano y a Scout le encantaba.
El delfín cumplía todos los valores scout al igual que Pedro, que era scouter en
un grupo llamado San José 508, y los niños de la rama de la que él era
scouter siempre iban a visitar al delfín que era como la mascota del grupo.
Cuando iban le daban de comer, jugaban con él y se lo pasaban muy bien.
Lo que más le gustaba a Scout era que toda la familia se metiese con él en
la piscina. Le gustaba hacer carreras, aunque siempre ganaba él porque era
muy rápido.
Aquella tarde, todo el Grupo nos reunimos en el pinar de nuestro pueblo para
celebrar juntos el día del Scouter, ese día en el que agradecemos de forma simbólica
todo el tiempo que éstos dedican al Escultismo, a educar en valores a decenas e incluso
cientos de niños en cada uno de los Grupos, de cada pueblo, de cada ciudad, de cada
país. Y es que... es mucho tiempo.
Sentados en círculo, todos querían contar alguna anécdota graciosa de sus
Scouters... Los Castores, entusiasmados, contaron cómo una vez Malak cayó al río
mientras celebraran su Consejo de Nenúfares, y todos rieron a carcajadas. Justo en ese
momento, uno de los troperos contó la gran experiencia de perderse con su Scouter en
una marcha, y cómo éste se llenó de arañazos al intentar abrirse paso a través de la
maleza cuando el camino estaba tan solo a cinco metros más a su derecha...
En fin, una historia tras otra iba surgiendo de cada uno de los chavales, así como las
carcajadas, que se sucedían anécdota tras anécdota y seguramente se oyesen a
kilómetros de distancia.
Cuando los Lobatos notaron mi presencia me dejaron un hueco para sentarme y, con
lágrimas en los ojos por todo lo que habían reído, me preguntaron que les contase
alguna anécdota de algún Scouter que hubiese tenido.
En ese momento, cerré los ojos y me puse a pensar... ¡¿Y yo qué les cuento ahora?!
¡Claro que tenía muchas anécdotas!, pero ¿cuál era la mejor?
Y entonces, una imagen se vino a mi mente... Un sentimiento, más bien, que recorrió
todo mi cuerpo... Y entonces, sonriendo a todas las caras que me miraban atentas,
comencé a narrar la siguiente historia:
“Debo advertir que esta anécdota no es corta y probablemente no sea tan divertida
como las que habéis contado, pero para mí es lo más grande que hacen los Scouters.
Un Scouter es mucho más que el "monitor" de los sábados o de las acampadas. Es
quien está ahí en momentos en los que te planteas preguntas, en los que necesitas
respuestas... Los que comparten contigo grandes momentos y aventuras, tanto buenos
como malos. Son personas, en definitiva, de las que aprendes grandes cosas y te
ayudan a crearte un "yo" realista, crítico y en definitiva: único.
Mi anécdota fue ya hace años en un campamento de verano en Acebedo (León). Por
entonces yo era tropero de tercer año.
Estuvimos varios días de marcha, en ascensión a los picos del Mampodre. Una dura y
fatigada "marcha scout" por excelencia, en la que el sonido de las pisadas y los
resoplidos de los compañeros era la banda sonora... En esos momentos es en los que
piensas en ti, en tus cosas...
Tener 14 años para cualquiera al que preguntes es tener "la edad del pavo". Pero un
Scouter sabe que es mucho más que eso... Es la entrada a un mundo crítico y distinto...
TU mundo. Empiezas a ver aspectos en la vida que no te gustan: diferentes hábitos
sociales que no son compatibles a tu forma de pensar, amigos que te fallan, rechazos
por tu forma de vestir, por tus gustos... Vives distintas experiencias que de una forma u
otra te condicionan y pasan a formar parte de tu personalidad.
Pues bien, justo ese año para mí había significado un gran cambio en mi vida. Había
sido el "antes y el después"... Y sinceramente, andaba vagando en un mar de dudas e
incertidumbres que era la sociedad en la que poco a poco debía asentarme como una
persona crítica (o al menos intentarlo).
Llegamos a la falda de uno de los picos más altos de la zona. No recuerdo el nombre,
tampoco era relevante para mí. Clark, mi Scouter, se dirigió a mí y me dijo que me
acercara:
- ¿Quieres subir a la cima?
- Está demasiado lejos...
Tras admirar la cumbre que me esperaba evalué la situación. Al fin y al cabo había
estado andando días. Un poco más no me haría daño. Le dije que subiría, que si él
vendría conmigo:
- No, la decisión de subir ha sido tuya. Adelante. ¡Tú puedes!
La verdad es que sus palabras me sorprendieron. Nunca antes me habían dejado solo
al atacar una montaña. Vale, no era muy alta, pero... ¡Solo tenía 14 años! ¿Y si me
pasa algo por el camino? ¿Y si me pierdo? Decidido, empecé a ascender. La mirada fija
en la cumbre. Mis pies, de manera mecanizada, no dejaban de impulsarme. Solo
escuchaba el sonido del viento y el de las piedras que dejaba atrás. En mi cabeza una
confrontación entre el miedo y la fe: "Voy a llegar arriba... voy a llegar..."
Hice cumbre. No sé cuánto tardé ni cómo llegué hasta ahí... pero lo hice. Admiré el
paisaje frente a mí. "¡He llegado!", grité. Lo había conseguido. Y una voz me dijo
simplemente a la espalda: "Bien hecho. Enhorabuena Nicolás". Giré 180 grados y pude
ver a mi Scouter. Me había seguido desde que tomé la decisión de subir. Le di un
abrazo. Me dijo que me sentara y que admirase todo el grandioso paisaje que me
rodeaba: las nubes bajo mis pies, creando una alfombra acolchada de un blanco
resplandeciente, los picos cercanos rodeándome, el rugido del viento jugando con mi
pelo...
Mi Scouter, sentado tras de mí, me dijo:
-Esta montaña representa las dificultades a las que te vas a enfrentar en tu día a día...
Tú has sido quien ha decidido subirla, afrontarla. Y esa decisión siempre estará en tu
mano. Has vencido. Has llegado aquí sin ayuda. Y si en algún momento hubieses
dudado y mirado abajo, ahí habría estado yo para que no te sintieras solo. Siempre
habrá alguien contigo que te apoye: tu familia, tus amigos... Y si en algún momento no
los ves, no te preocupes, ¡sigue adelante! Persigue tus metas y objetivos, porque al
final te darás cuenta de todas las personas que te han apoyado. Recuerda esta imagen
Nico, y guárdala con cariño. El sonido del viento, la vista de la naturaleza, la libertad
que sientes... Cuando te sientas agobiado, cuando te sientas oprimido por la triste
ciudad, revive este momento... Y recuerda que cualquier montaña, por alta que sea,
puedes ponerla a tus pies simplemente si te lo propones...
Nunca olvidaré esas palabras, pues gracias a ellas he ido superando cada prueba que
me ha puesto la vida... cada "montaña". A día de hoy soy Scouter de la Unidad Esculta
Arawak: sigo viajando de vez en cuando a aquel monte sin nombre y disfruto una vez
más de la libertad de estar en la cima, con el viento acariciando mi cara, recordándome
que no todo es malo, ni hay cosas imposibles. Es lo que intento hacer ver a mis
chavales... Solo hay que subir al "monte" y ver todo desde otra perspectiva...”
Terminé de hablar, y no me había dado cuenta del silencio que se respiraba en el
ambiente. Tan solo el sonido de las ramas de los árboles meciendo suavemente sus
hojas y algún que otro pajarillo revoloteando.
Levanté la mirada y observé aquellos ojos que tan atentos habían estado escuchando
mis palabras. Y vi sonrisas de complicidad, de emoción incluso, y de respeto... Y
entonces, justo en ese momento, todos sentimos lo que hacíamos ahí, lo que
celebrábamos... Era algo más aparte de todo el tiempo invertido por personas que
querían dedicarlo en educar... Era agradecer la cantidad de valores que, en ese tiempo,
nos ayudan a comprender, a valorar y a vivir...
Aún esperaban algo más. Un “fin” elegante (“¡cómo me conocen!”). Y entonces les
dije:
“Sólo hay que subir al “monte” y ver todo desde otra perspectiva... ¿os atrevéis?”