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"FORMACION HISTORICO-JURIDICA DEL


DERECHO DEL TRABAJO"

Este texto ha sido extraído del


"Curso de Derecho del Trabajo" del
Profesor Manuel Alonso Olea García.
Ediciones Ariel, Barcelona, España.

LECTURA CONTROLADA
CURSO DERECHO DEL TRABAJO
PROF. CECILY HALPERN M.
PROF. ROSA MARIA MENGOD G.

DERECHO DEL TRABAJO


2015
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FORMACION HISTORICIO-JURIDICA DEL DERECHO DEL TRABAJO

El Derecho del Trabajo en cuanto disciplina jurídica autónoma es de reciente aparición.


Sus primeras manifestaciones, con un sentido válido para los momentos actuales, se producen
hacia la mitad del siglo XIX y adquieren pleno desarrollo a partir de entonces. Pero estas
afirmaciones, ciertas si se refieren a la significación presente del Derecho Laboral, carecen de
valor en cuanto se las quiera considerar, no solamente como determinantes del nacimiento de un
sistema jurídico especial, sino a manera de punto de partida sobre el cual sostener la negación
de precedentes en lo relativo a la existencia de relaciones cuya base sea la prestación de
servicios. Por ello es posible aludir a la evolución de las relaciones laborales en diferentes
etapas históricas, así como a los diversos criterios o principios con arreglo a los cuales el
Derecho ha conformado, en cada período, aquéllas. Aparte de servir, este análisis, de contraste
con la realidad actual, presenta una doble significación; es presupuesto de indispensable
conocimiento para penetrar acertadamente en la esencia de las instituciones como tales, con
independencia de su adscripción a uno u otro sistema económico-social, o jurídico, por un lado;
constituye, por otra parte, un antecedente necesario para adentrarse en el verdadero significado
de la regulación prestada actualmente a muchas de las relaciones de trabajo, así como para
comprender el sentido del total proceso integrador de las mismas en el cuadro general de lo que
es el sistema presente del Derecho Laboral.

La cuestión, es, por lo demás, tan importante, que, sin la referencia a esta evolución, el
propio enjuiciamiento del total ordenamiento jurídico en nuestros días queda sin virtual
explicación en sus distintas manifestaciones. No en balde, los tratadistas todos abordan el
estudio de la materia jurídico-laboral en sí con la cuidada atención previa que los problemas
históricos requieren. Bien entendido que no se trata solamente de la aplicación de un método
histórico a las diferentes cuestiones que la problemática del trabajo suscita, sino de algo incluso
más importante, cual es la consideración de que las materia objeto de nuestro estudio no resulta
susceptible de una visión unilateral, por insuficiente. Así pues, cuando se habla de Derecho del
Trabajo se está en la necesidad de dilucidar lo que en el mismo existe de jurídico, y, al mismo
tiempo, en qué medida a su formación, primero, y a su planteamiento positivo y actual, más
tarde, han contribuido factores históricos, económicos sociales, políticos o de otro carácter. En
tal sentido, conviene precisar que es el Derecho del Trabajo - y no la Economía del Trabajo, ni
la Sociología del trabajo, ni la Política Laboral - el objeto de nuestra investigación, pero que ello
no elimina la imprescindible y correcta aplicación que de los referidos factores debe hacerse.

EL REGIMEN DE ESCLAVITUD Y LA RELACION DE ARRENDAMIENTO

I.- La Antigüedad y el régimen de esclavitud.

El trabajo supuso, para el hombre antiguo, la posibilidad de establecer una relación de


dominio sobre las cosas obtenidas con el propio esfuerzo y destinadas normalmente al
consumo. El hombre nómada ejercitaba una actividad impelido por su misma forma de vida.
Esta actividad lo era por cuenta propia y estaba a la adquisición de medios necesarios para su
subsistencia. Por lo demás, el hombre primitivo no vivió bajo el régimen de propiedad privada,
si se exceptúa el hecho de que considerase como propias, privativas, las herramientas que
construyó por sí mismo, para el logro de los medios necesarios a su sustento. En tal sentido,
pueda admitirse como correcta la afirmación marxista relativa a que la ley económica
fundamental del régimen de la comunidad primitiva fue la de producir los medios
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indispensables para la existencia de dicha comunidad, con ayuda de instrumentos de producción


rudimentarios y a base de trabajo colectivo.

El hombre sedentario, en cambio, crea relaciones más duraderas con la tierra, de la que
obtiene determinados productos, y a la que irá configurando, a través de sucesivas
parcelaciones, como patrimonio propio, que le ata y vincula en mayor medida a una
demarcación determinada.

Con el perfeccionamiento de los medios de producción aumenta, como es lógico, el


rendimiento del trabajo, de modo que resulta posible que cada familia obtenga lo que precisa
para su subsistencia. Ello origina, en suma, el paso hacia una economía individual más rentable.
Cabe, en consecuencia, sostener que la aparición y aún el progresivo desarrollo de la propiedad
privada como régimen de disposición condicionante, en cierta medida, de las relaciones de
trabajo, van ligados a dos fenómenos tan importantes como la división social del trabajo y el
desarrollo del cambio.

Las primeras formas de prestaciones de servicios en este sistema lo son bajo régimen de
esclavitud.

En sus comienzos, el trabajo del esclavo no constituyó, ciertamente, la base de la


producción, pero muy pronto llegaría a montarse como sistema general. En todo momento, sin
embargo, la característica fundamental radicó en el hecho de que el poder del señor sobre el
esclavo era absoluto. La sociedad apareció, en realidad, dividida en dos grandes grupos o
sectores: el de los hombres libres y el de los esclavos. Aquéllos contaban con todos los
derechos; a éstos les eran negados. En verdad, los últimos no pasaban de ser una cosa.
Conocidas son, en fin, la actitud y la doctrina de una gran corriente de la filosofía griega (Platón
y Aristóteles) - representativa de la estructura social imperante - para la cual el trabajo manual o
mecánico equivale a condición servil propia del esclavo, incapaz para la contemplación y el
gobierno de los asuntos públicos; sin que haya de desconocerse la existencia de otro grupo de
pensadores - por ejemplo, Hesíodo y Sócrates -, para los cuales la clase de servicio a que nos
referimos merece una elevada estimación. No obstante, y sin ignorar la coexistencia, en la época
a que aludimos, del trabajo de los artesanos libres con el de los esclavos, la organización laboral
se inclina hacia la consideración de los últimos como protagonistas directos, o, mejor aún,
realizadores de servicios. Así, la esclavitud, como característica definidora de un régimen, pasa
a constituir el fundamente de una situación social, y reconoce su origen en una de estas causas:
la guerra, en cuanto que el prisionero, en las luchas entre clanes, tribus o ciudades, quedaba
como esclavo prestando su trabajo gratuitamente para el bando vencedor; la insolvencia el
deudor, que constituía a éste en esclavo del acreedor; el nacimiento de madre esclava, que
transmitía así su condición, aún cuando fuera concebido por hombre libre; la condena penal, en
el supuesto de tratarse de penas graves, y la disposición de la ley, en ciertos casos.

Lo importante, a nuestros efectos, es señalar que el esclavo no tenía el valor de persona,


sino de cosa. La relación entre él y su señor era de carácter dominical. El trabajo realizado por
el esclavo lo era por cuenta del dueño. Pero ha de tenerse en cuenta que esa ajenidad no
implicaba, en realidad, una relación jurídica distinta de la del dominio. Conceptuado el esclavo
como cosa, el objeto de la relación de trabajo era el esclavo mismo, no su prestación. En
puridad de principios, diremos que ni siquiera la relación era posible, ya que ésta requiere la
condición de personas en los que aparecen como sujetos de la misma, y el esclavo no lo era,
para el Derecho. Como es fácil deducir de lo dicho, se trata más que de una dependencia en la
que fundar un vínculo jurídico, de una anulación de la libertad que, al reconocer al esclavo
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únicamente como objeto, convierte en prácticamente imposible la existencia de relaciones


jurídicas de trabajo.

El dueño lo era, en este sentido, y bajo el régimen de esclavitud, del producto del
trabajo. Y el protagonista inmediato del fenómeno - el esclavo - era una especie de mercancía
viva, según la expresión acuñada con bastante acierto y absoluta crudeza. El nulo o escaso
interés del esclavo por su trabajo - consecuencia lógica de la forma en que había de prestarlo -
determinó la realización del mismo en masa. Por otra parte, la atribución al esclavo - y como
propias del mismo - de las tareas manuales, conceptuadas - según ya dijimos - como serviles,
explica por qué, dentro del sistema de esclavitud, aparece formulada una clara oposición entre
trabajo físico y trabajo intelectual, cuya separación todavía pesará con valor casi históricamente
ancestral en algunos de los modernos planteamientos del problema. Por último, importa añadir
que no cabe referirse al trabajo del esclavo como a un trabajo libre. Lo que sucede es que esta
última expresión se contrapone a la de trabajo forzoso, pero sobre el supuesto de que quien
realiza uno y otro es sujeto de Derecho. Y en el caso del esclavo ni siquiera dicha condición le
estaba reconocida, con lo cual carece de sentido fijarse en el carácter no libre de los servicios
del esclavo.

II.- Las relaciones de trabajo en el mundo romano

Roma careció de conceptos jurídicos específicamente laboral. Por ello, hubo de acudir a
figuras propias del Derecho Civil.

La prolongación de la institución de la esclavitud y la paralela estimación del trabajo


como un producto, y no como una prestación personal, permiten encuadran las relaciones, así
nacidas, dentro del círculo de la propiedad. La situación del esclavo permanece en este período.
El trabajo, en consecuencia, no es realidad que engendra relaciones fundadas en el mismo, sino
un hecho ligado a la condición del esclavo que lo realiza, susceptible de cualquiera de los
negocios jurídicos que tienen a las cosas como objeto.

Las causas por virtud de las cuales se caía en la esclavitud se mantuvieron análogos a
las de la época anterior. La extinción del régimen, a título personal, obedeció a diferentes
motivos, que engendraron otras tantas figuras jurídicas, las cuales cabe caracterizar así:

a) Manumissio, que implica la existencia de un acto en cuya virtud el esclavo se convierte, por
voluntad del señor o dueño, en hombre libre. Entraña una declaración de voluntad del
dominus, encaminada expresamente a otorgar la libertad, característica ésta que define la
esencia de la figura, cualquiera que sea el modo de su manifestación.

b) Disposición de la ley, lo que equivalía a la adquisición de la libertad por concesión del


estado, referida a los esclavos que hubieran observado buena conducta. Sin embargo, esta
forma de obtención de la condición de hombre libre se extendió otros supuestos distintos,
tales como: el esclavo que de buena fe hubiera vivido veinte años como libre; el esclavo
abandonado por su dueño; esclavo vendido a condición de ser manumitido dentro de un
determinado plazo, etc.
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La manumisión es institución a través de la cual se hacen patentes las relaciones de trabajo


incipientes en su independencia, adquiriendo un desarrollo cada vez más acusado, y marcando
el tránsito de la esclavitud a un régimen de subordinación. En efecto, la manumisión del esclavo
- su conversión en liberto - se hace por el señor o dominus a cambio de una servidumbre o
vinculación de aquél a éste materializada en la obligación que adquiere el primero de prestar
servicios por cuenta del segundo. Lo importante aquí reside en que la manumisión opera la
concesión de capacidad jurídica al esclavo antes privado de ella, y eleva al mismo a la condición
de sujeto de derecho. El segundo paso consiste en la posibilidad reconocida al liberto de
contratar sus servicios para terceros. Ello impuso una progresiva relajación de la institución,
facilitada, en sentido contrario, por el paso a la condición de siervos de hombres
originariamente libres, como consecuencia de las transformaciones operadas en el medio
económico-social. El ciclo se completa, en este sentido, con la aparición de causas determinadas
de la extinción del vínculo entre el liberto y su señor: así, la capitis diminuto del patrono, el
número de hijos del liberto, el logro por éste de algún puesto o dignidad, la negación de
alimentos en caso de necesidad, etc.

La relación de patronato es una relación de dependencia, más amplia que la derivada de la


pura y simple prestación de servicios. Es cuasifamiliar e incluso alcanza proyecciones que se
extienden al derecho sucesorio. El núcleo central, sin embargo, se construye en torno a la
recíproca estimación del deber de fidelidad por parte del liberto hacia el patrono - consecuencia
de la subordinación de aquél a éste - y de la obligación de protección del segundo para con el
primero - resultado, en no pequeña medida - de la amplitud de su poder.

En el Derecho de Familia se dan, por otra parte, determinadas relaciones reguladoras de


situaciones laborales, aunque valiéndose de normas que sólo afectan a aquél. El problema
encierra, en este sentido, un planteamiento bien sencillo, y una lógica solución dad la estructura
de la familia romana. En éste únicamente el padre es sui juris. Los restantes miembros son alieni
juris, sometidos a la patria potestad del padre y carentes de capacidad para obligarse por sí
mismos. De ahí que los frutos de su trabajo pertenezcan al pater familias como una
prolongación de la potestad ejercida por éste sobre aquéllos, que, como es sabido, alcanza un
valor absolutorio en todos los órdenes.

También por vía administrativa es dable advertir, en el Derecho romano, ciertas


manifestaciones que afectan a las relaciones constituidas sobre la prestación de trabajo como
base. La prohibición de trabajos ílicitos - atentorios al decoro y la honestidad - las medidas de
protección de los menores; las normas reguladoras de la jornada y los descansos; las relativas a
la fijación de salarios, son una prueba de la existencia de normas relativas a instituciones que
actualmente constituyen contenido esencial de la relación del trabajo.

Por otra parte y junto a instituciones fundamentales de Derecho Privado en las que se
subsumen las relaciones de trabajo, así como al lado de las ya mencionadas normas de signo
intervencionista, han de tenerse en cuenta aquellas otras figuras jurídicas que permiten crear
verdaderas relaciones de trabajo a través de su misma naturaleza: tales, como ejemplo, el
contrato de mandato, el testamento que impone al heredero una obligación de trabajo a favor de
un legatorio, la promesa de trabajo - pollicitatio -, la redención de nexum mediante la
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prestación de un servicio, el colonato y la locatio. Estas dos últimas merecen, sin duda,
mención especial.

1.- La figura de la "LOCATIO"

El Derecho Romano tuvo una concepción unitaria de la locatio o arrendamiento. Bajo la


misma quedaban, en realidad, englobados tres tipos de relaciones que han pasado a nuestros
días como locatio conductio rei - arrendamiento de cosas -, locatio conductio operis,
arrendamiento de obra - y locatio conductio operarum - arrendamiento de servicios.

Mientras el trabajador fue un esclavo, el arrendamiento de este se confundía con el de


una cosa. La diferenciación del esclavo y el liberto, y, sobre todo, la paulatina desaparición de
aquél, que liga la noción del trabajador a una condición o status personal, conduce a la pérdida
de sentido de la locatio rei, y la progresiva acentuación de las instituciones restantes. Este pasa
a ser una obligación de hacer. Locatio-conductio operis y locatio-conductio loperarum cobran
valor y categoría jurídica necesarios para, sobre ellos, institucionalmente, levantar un principio
de continuidad que enlazará, en último término, con el propio contrato de trabajo de los
ordenamientos modernos.

La locatio-conductio operis era un contrato en virtud del cual una persona se


comprometía a ejecutar una obra por precio total, asumiendo el riesgo derivado de dicha
ejecución y corriendo, por consiguiente, con los resultados favorables o adversos, de la
realización.

Es indiferente a estos efectos que quien se compromete a realizar la obra lo haga o no


personalmente. Su única obligación reside en la entrega de la obra terminada, al margen,
asimismo, de que para ello haya seguido las instrucciones del locator o se haya atenido a su
propia iniciativa en la realización. Lo que sí parece exigible- a fin de poderse configurar el
contrato como tal arrendamiento de obra -es que los materiales sean suministrados en su caso,
por quien encarga aquélla.

La locatio-conductio operarum implicaba la prestación de unos servicios por cuenta de


una persona, pero sin tener en cuenta el resultado final globalmente valorado en un precio, sino
fijando la remuneración en función del tiempo de prestación y corriendo el locator con los
riesgos derivados de la prestación. En el primer caso, se contrataba resultado y no actividad; en
el segundo, actividad y no resultado. El arrendamiento de servicios constituye la típica
expresión del trabajo por cuenta ajena.

La diferenciación entre una y otra figura constituirá una cuestión básica en orden a fijar
posteriormente la inclusión o no, en el Derecho laboral, de ciertas relaciones cuya
caracterización implica la correspondiente aplicación de las normas jurídico-laborales, en un
caso, o de las de índole civil, en otro. Bien puede sostenerse que la temática central del Derecho
del trabajo gira en torno a esta distinción.

2.- El Régimen de Colonato


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El colono se diferencia del esclavo, esencialmente, por poseer personalidad jurídica. Lo


importante de este sistema del prisma jurídico-laboral, estriba en que su situación, que se define
por una prestación de servicios, se caracteriza por la adscripción del colono, y de sus familiares,
a la tierra, de forma que aquél aparece como un siervo de la gleba, más en realidad, que como
persona dependiente del titular de la tierra que se trabaja.

La verdad es que no cabe hablar aquí de una relación laboral en sentido estricto, sino de
una subordinación indirecta al propietario de la tierra de directa a la tierra misma. El colono
satisface al propietario un canon, bien en dinero o en especie, y de su pago responde con sus
bienes. El régimen que así se crea es, prácticamente, de absoluta servidumbre; en cierto modo,
tan ominoso como el de la esclavitud, pues si en éste la persona es conceptuada como un objeto,
en aquél a un sujeto se le hace depender de una cosa, y seguir, en definitiva, el destino de la
misma. No se trata, por consiguiente, de ejercer poder de disposición sobre una cosa, sino de
quedar vinculado a ésta en tal forma que el destino de la realidad material - la tierra - marca el
destino de la persona. Como régimen de subordinación, difícilmente puede concebirse mayor
degradación del individuo, aún cuando el sistema permitirá la elevación económica y, en último
término, la independización del sujeto, es decir, del colono, que se alcanza, entre otros medios,
por la adquisición por aquél, de la totalidad o parte del feudo a que se halla adscrito.

Por otra parte, no carece de sentido, ni mucho menos, aquella interpretación que tiene
a explicar el régimen de colonato en virtud del cambio operado en las relaciones de producción,
que impulsa a sustituir el trabajo de los esclavos por el de personas que puedan interesarse en
los resultados de actividad, dando lugar a la aparición de este sector - intermedio entre el
hombre libre y el esclavo - que son los colonos. La vinculación de éstos a la tierra se
prolongará, aunque conciertas variantes, a lo largo de la Edad Media, en cuya época el
feudalismo mantiene el régimen de servidumbre como base de su estructura económica.

3.- Características Generales del Régimen Jurídico-Laboral Romano

La transformación del régimen de esclavitud y la conversión de los siervos de la gleba


en detentadores de un trabajo libre, forzaron a la apertura de nuevas situaciones jurídicas, y
fueron instrumentos determinantes de la transformación de las propias prestaciones de
servicios. Por otro lado, en esta época, el fenómeno asociativo, a través de la institución de los
Collegia, constituye ya un primer anticipo de las valiosa significación que lo corporativo va a
representar en la historia de las instituciones sociales.

Junto a estas características generales, nacidas de hechos concretos, no debe olvidarse,


según ya hemos visto, que en el Derecho Romano se dan figuras distintas de la pura locatio, en
las que encierran relaciones laborales, y que se encuentran en el orden patrimonial, en el
Derecho de la Familia y en el ámbito de las relaciones obligacionales de índole contractual.

A todo ello ha de unirse la marcada influencia de usos profesionales y costumbres. Es


necesario resaltar igualmente, como datos importantes, estos dos:

a) La coexistencia, en Roma, de normas autónomas y normas heterónomas : aquéllas permiten


el ejercicio de una libertad contractual que no llega, ni mucho menos, a gozar del dominio y
extensión que lograría bajo el liberalismo individualista; éstas fijan determinadas
condiciones, de observación obligatoria, y, junto con su expresión en el poder público,
comienzan a darse también en el seno de las organizaciones profesionales.
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b) La institución del colonato, en virtud de la cual, y como ya expusimos, el hombre quedaba


vinculado a la tierra - como siervo de la misma - con la obligación de pagar una renta, que
se fijaba, bien por vía expresa - con la obligación de pagar una renta, que se fijaba, bien por
vía expresa - convencionalmente -, bien tácitamente, la vinculación a la tierra se
manifestaba hasta el extremo de que la transferencia de aquélla llevaba consigo la del
colono a ella adscrito, que pasaba a depender del nuevo propietario.

4.- Desaparición del Sistema Laboral Romano

Muy diversas causas acentuaron el proceso de descomposición y crisis de los supuestos


sobre los que se estructuraron las relaciones laborales en el mundo romano. De carácter jurídico,
unas; estrechamente vinculadas a la misma dinámica generadora de las relaciones de trabajo y
debidas a factores históricos y sociales muy complejos, otras.

Entre estas últimas hay que señalar, como más significativas, las representadas por los
principios y la doctrina del Cristianismo, con su proclamación de la igualdad sustancial de todos
los hombres y su consiguiente negación de la esclavitud, su afirmación del valor espiritual del
trabajo y de la dignidad del trabajador; su consideración, en fin, del trabajo como un deber no
sólo individual, sino social y aun religioso, que dignifica y eleva, obra moral de un sujeto moral.

Entre las causas de carácter jurídico, la progresiva relajación de los vínculos familiares,
el predominio cada vez más acentuado del hombre libre sobre el esclavo y el incremento de
relaciones adscritas en su origen para dar entrada a nuevos sistema en los que las relaciones
jurídicas, con base en la prestación de servicios, supone una ruptura total con las líneas
centrales que habían presidido el desarrollo de dichas relaciones en el mundo anterior. Lo cual
no significa que esta ruptura se produzca de una manera brusca, sino gradual, a través de una
coexistencia entre instituciones anteriores, sino gradual, enteramente nuevas que determinan,
por ejemplo, la progresiva sustitución de un régimen antes predominantemente autónomo, por
otro heterónomo. El sistema del colonato es, una vez más, un buen ejemplo.

REGIMEN FEUDAL Y DERECHO GREMIAL DEL TRABAJO

I.- Régimen Feudal.

La caída del Imperio Romano produjo una conmoción histórica de amplias


repercusiones en la estructura de las instituciones sociales. En este campo, nace el feudalismo
como sistema. Cubriría una larga etapa sin que pueda, en verdad, hablarse de una posible
concepción íntegramente unitaria del mismo. Su riqueza de formas es lo suficientemente
expresiva de una variedad de expresión que obliga, a lo sumo, a fijar como caracteres generales
los siguientes:

a) concentración de poderes en el señor feudal;


b) ejercicio del derecho de propiedad sobre la tierra;
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c) titularidad de las prestaciones de servicio de los cultivadores del predio a través de un


sistema caracterizado sustancialmente por la división del dominio en directo o eminente (el
del señor) y útil (el del siervo), sistema éste que constituye la base esencial de la regulación
jurídica de la época.

El feudalismo, como es sabido, arranca del feudo, que no es ni más ni menos que una
parcela de tierra. La desintegración del Imperio Romano, dio origen al nacimiento atomizado
de, en realidad, varios Estados nuevos, cuyos titulares distribuyeron las tierras entre personas
que, a cambio de ello, se comprometían a servir bajo su mando. El proceso de producción, sin
embargo, determinó una paulatina y progresiva adscripción de los campesinos a los señores
feudales, constituyéndose aquéllos bajo la dependencia personal de éstos, en una situación
prácticamente de vasallaje, para convertirse en verdaderos siervos de la gleba. La vinculación
de aquél a éste se hizo total y absoluta, y el debilitamiento de los vínculos de dependencia no
impide, en modo alguno, caracterizar la condición del siervo bajo los módulos siguientes:
vinculación a la tierra y prestación de servicios en las propiedades del señor; transmisión de la
condición de siervo, que sigue a la de la tierra cuando ésta es adquirida por un nuevo
propietario; naturaleza incluso política, del poder ejercido por el señor; fidelidad como nota
caracterizada de la relación de sumisión del siervo al señor feudal.

Se ha dicho, y con toda razón, que el feudalismo fue una etapa necesaria en el desarrollo
histórico de la sociedad, determinada por el hecho de que el régimen de esclavitud había
agotado por entero todas sus posibilidades. Representa, en la historia de las relaciones
económico-sociales, la culminación de un proceso en virtud del cual muchos campesinos, antes
libres, caen bajo la dependencia personal del "señor" feudal, bien que lo característico de esta
sumisión sea la correspondencia entre prestación personal de servicios por el siervo y protección
que a éste otorga el señor.

La evolución del sistema permite, sin embargo, distinguir varios momentos en el cuadro
que constituye la relación señor-vasallo. En una primera época predomina la venta en trabajo
como prestación personal del siervo; en una segunda, aquélla se convierte en venta en especie;
en la última se opera la sustitución de la venta en especie por la venta de dinero. De esta forma,
el grado de subordinación presente en todos los momentos, se distiende para ir afirmándose
gradualmente una situación de independencia. Es común a todas las etapas del feudalismo la
existencia de relaciones de trabajo como prestaciones de servicios de los siervos de la gleba, y
sólo, en los últimos momentos, puede hablarse, en realidad, de trabajo libre, y ello como
expresión de los afanes de independencia de artesanos y comerciantes, que surgen como
estamentos sociales en las ciudades medievales frente a la caracterización evidentemente
agrícola de los señores feudales.

II.- El derecho Gremial del Trabajo

La Edad Media rompe con no pocos principios y estructuras de la época precedente.


Nueva modalidad, organización nueva, instituciones diferentes, van imponiéndose. Una
economía urbana sustituye a la economía anterior, de carácter doméstico.
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En consecuencia con ello, el mercado aparece como mercado de clientela inmediata,


conocida, forzosamente reducido a las necesidades de la ciudad, sin expansión, por tanto, hasta
que la apertura de nuevas rutas, los descubrimientos geográficos y las primeras expresiones de
la revolución técnica e industrial dan entrada al sistema capitalista enterrando definitivamente el
que se movía en los estrechos límites ciudadanos.

La industria es también de carácter urbano: pequeña industria de artesanos, pequeños


talleres familiares o casi familiares que se van configurando, paulatinamente en su estructura
hasta constituir la base de una organización profesional.

En todo caso, el hecho verdaderamente decisivo de este período histórico, a efectos del
Derecho del Trabajo, es la aparición de las prestaciones de servicios en régimen de libertad.
Esta realidad que se impone con su virtualidad expansiva como un fenómeno característico del
sistema, constituirá, por otra parte, la base de desenvolvimiento de los Gremios.

1.- Origen y Naturaleza de los Gremios

El gremio fue una asociación profesional cuyas finalidades básicas consistían en la


regulación del trabajo entre sus asociados y en el mantenimiento de un monopolio frente a
terceros.

En el primer sentido, el Gremio trató de conseguir absoluta igualdad de condiciones


para sus miembros, limitando, a tales efectos, la libre competencia, objetivo éste que supuso la
regulación de la técnica industrial, de la calidad de las materias primas, de la explotación y
elaboración de las mercancías, del control de los instrumentos de fabricación, de la calidad de
los productos y del régimen de explotación. En relación con terceros, los Gremios llevaron a
cabo una política de soberanía económica total, controlando mercados, fijando precios y
organizando la forma de trabajo en orden a su mayor rendimiento.

Su origen se ha situado en hechos o instituciones muy diversos; collegia romanos, poder


señorial, asociación libre, poder local. Lo más acertado parece admitir en la voluntariedad de su
nacimiento, bien como asociaciones libres en sí mismas, bien nacidas como resultado de la
combinación con el poder local.

En cualquier caso, sus características generales pueden sintetizarse en la forma


siguiente:

1º disfrute de monopolio, de manera que nadie podía ejercer un oficio sin pertenecer a un
Gremio;
2º composición jerarquizada, en una escala que iba del maestro al aprendiz;
3º dirección y gobierno, a cargo de las personas titulares de la función más elevada de la
escala, es decir, de los maestros;
4º reglamentación de las relaciones labores, cuyo contenido quedaba sustraído a la
voluntad de las partes para ser atribuido al poder regulador de los Gremios.
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La intervención, que también se dio, del poder público, autoriza a conceptuar a los
Gremios, "según la definición de Pirenne, exclusivamente determinada profesión, de acuerdo
con los reglamentos sancionados por la autoridad pública".

2.- Estructura

El Gremio tenía una estructura jerárquica, aprendices, compañeros u oficiales y


maestros, integraban los tres grados de la escala.

Sobre el aprendiz pesaba como debe esencial el de aprender el oficio, lo que suponía la
obligación de obedecer a su maestro. La duración del período de aprendizaje solía oscilar entre
cuatro y seis años.

La categoría de oficiales o compañeros tuvo importancia realmente extraordinaria, ya


que, al menos desde el punto de vista económico y social - ya que no en lo estrictamente
jurídico -, jugó un papel decisivo en los acontecimientos determinantes de la misma
desaparición de los Gremios, y constituyó la base de importantes acontecimientos sociales.

El compañero u oficial constituía una categoría originariamente poco definida,


caracterizada por haber paso el período de aprendizaje sin llegar al grado de maestro.
Normalmente, cumplido aquél, debía accederse a la condición de maestro. Sin embargo, en
ciertas ocasiones y por diversas circunstancias no era así, y cada vez ocurrió esto con más
frecuencia. El oficial vino a ser, pues, una persona con las condiciones de maestro, pero
contratado como obrero. Era natural y lógico que se crease una situación de progresivo
resentimiento, traducida más tarde en la consolidación de un creciente grado de solidaridad
entre cuantos ostentaban dicha categoría. La adquisición de un nivel adecuado de estabilidad, se
consiguió a medida que en la escala gremial se verificó la admisión del oficial en régimen de
trabajo subordinado. Pero este acuerdo implícito duró mientras la elevación del oficial a la
condición de maestro fue fácil. Por el contrario, cuando el acceso a la maestría se hizo más
problemático por causa de la saturación de los Gremios - a consecuencia de tener que limitar la
producción -, la tendencia a reservar tal condición a la familias que ya la detentaban se
manifestó - como escribe Pirenne - mediante toda clase de medidas; prolongación de
aprendizaje, aumento en las tasas a pagar para obtener el título de maestro, necesidad de la obra
maestra como garantía de la capacidad de los aspirantes de dicho título, etc. Al oficial se le
impuso, además, un período de trabajo sin retribución. El hermetismo de los Gremios se
manifestó, asimismo, en la limitación del número de maestros y en la consideración de la
pertenencia a los mismos como vinculación hereditaria, o casi hereditaria.

El maestro representaba en el Gremio la categoría más elevada. De hecho, llegó un


momento en que el monopolio de los maestros, no siempre lícitamente ejercido, adquirió un
desarrollo y una significación tales que lograr dicha condición supuso una posibilidad sometida
al arbitrio de quienes prácticamente gobernaban el Gremio, haciendo cada vez más difícil el
logro de la maestría al existir, sobre todo, una dificultad considerable que provenía de la
exigencia de la denominada obra maestra como requisito imprescindible para acceder la
maestría.

Así el gremio se convirtió en la unión de los maestros a través del poder ejercido por
ellos. Las normas dictadas para regular las condiciones de trabajo se proyectaron sobre los
agremiados como manifestación de la voluntad de los maestros. Los tres requisitos esenciales
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exigidos para ostentar tal condición y que Bry resumen como capacidad apreciada por los Jefes
de profesión u oficio; pago de los derechos, con frecuencia onerosos, señalado como necesarios;
y compra de la profesión al señor y al rey, atestiguan que la condición de maestro fue quedando
como categoría privilegiada, privativa de algunos, cada vez menos. De hecho, se crearon
verdaderas castas, y el margen de separación entre el grado de maestro, por un lado, y los de
oficial y aprendiz, por otro, se acentuó cada vez en mayor medida.

Esta situación no debe conducir a una estimación no debe conducir a una estimación
negativa del valor de la organización gremial. Con palabras de Brinkmann, importa decir que
"así como la economía capitalista no logró realizar el ideal de la competencia ilimitada hasta el
extremo, tampoco hubo en la Edad Media posiciones monopolistas ilimitadas y eternas de la
industria".

3.- El principio Heteronómico en la Regulación de la Condiciones de Trabajo

Una de las finalidades del Gremio fue - como ya hemos indicado - la regulación de las
condiciones de trabajo de sus agremiados. Las relaciones jurídico-laborales quedan dentro de
una orientación heteronómica, que constituye la naturaleza de este ciclo histórico. Se puede
hablar, en esta época, de una doble fuente reguladora; el poder público y los Gremios. Estos
últimos - autónomos en cuanto tales - no lo eran, sin embargo, para sus miembros, ya que la
voluntad de éstos no era determinante de la regulación de las relaciones por ellos creadas. El
centralismo ocupa, no obstante, una parte muy importante del Derecho Gremial, y la
diferenciación entre oficios reglamentarios y oficios libres, aunque existente de hecho, se
inclina decididamente en cuanto al número a favor de los primeros.

El Derecho Gremial se caracterizó, sobre todo, por fijar las condiciones de trabajo de
sus miembros en cualquiera de las escalas a que éstos perteneciesen. Con ello se consiguió una
clara expresión de autonomía corporativa o de grupo en la fijación de dichas condiciones.

La locatio-conductio operarum fue la figura jurídica a través de la cual se patentizaron


las relaciones de trabajo establecidas entre el empresario - digamos el maestro - y el trabajador,
y no entre éste y el gremio a que pertenecía, el cual de ser originariamente una asociación mixta
terminó convertida en asociación empresarial de maestros titulares del poder y de los
privilegios. Lo cual explica los intentos de ruptura del sistema llevados a cabo por los oficiales y
aprendices, singularmente los primeros, y la represión, en ocasiones violenta, ejercida contra
tales propósitos. Los conflictos sociales en Bélgica y Francia son expresivos de cuanto venimos
señalando.

Por lo demás, las relaciones de trabajo fueron minuciosamente reguladas en su


contenido, hurtado al poder normativo de las partes o sujetos de la misma. El Gremio establecía
ese contenido en sus más diversas facetas - jornadas, descansos, salarios, etc. y fijaba las causes
de extinción de las relación laboral, así como sus efectos.

4.- Características del Derecho Gremial del Trabajo como Derecho Heteronómico
13

El análisis de las manifestaciones características del Derecho Gremial; el contraste entre


lo que, en el mismo, eran normas estatutarias y las que regían el trabajo libre; el régimen
especial de desenvolvimiento de los trabajos agrícolas y domésticos - no agremiados -; la
consideración, por último, de la generalidad con que el mismo fenómeno de asociación se dio,
prueba la evidencia de unas notas determinantes de la evolución hacia la presente realidad del
Derecho Laboral.

Como tales caracteres configuradores del Derecho Gremial del Trabajo, cabe señalar:

a) desplazamiento de la vía contractual a la estatutaria, entendido dicho desplazamiento en el


sentido de que la locatio-conductio operarum pierde su condición de relación jurídica entre
personas individualmente consideradas para integrar una prestación de servicios regulada
con carácter general y uniforme para todos los agremiados.

b) tendencia a garantizar el monopolio económico valiéndose de medios jurídicos;

c) significado heterónomo de la regulación de las condiciones de trabajo para los individuos, y


naturaleza autónomo de esa regulación desde la perspectiva de los propios Gremios;

d) incidencia - más bien sociológica que jurídica - de las primeras expresiones de relación
colectiva, surgidas del fenómeno de solidaridad entre quienes dentro del Gremio estaban
sometidos a condiciones comunes de regulación, y cuya trascendencia - en el orden de los
conflictos a que esta situación diera lugar - se pondrá manifiesto en el hecho de la alteración
que sufren las propias estructuras gremiales, por un lado, y de la consideración que esta
realidad asociativa por sí misma comporta.

5.- Las Transformaciones del Régimen Gremial

Los diversos factores a que hemos hecho referencia determinaron constantes


transformaciones en el Derecho Gremial, hasta llegar a su misma disolución y a la aparición y
desarrollo de nuevos modos y sistema de regulación.

El Derecho del Trabajo no tuvo, en la época gremial, una base de directa sustentación.
Sus lazos de unión con el tejido de relaciones de dicha época vienen dados por la consideración
del tipo de trabajo en dicho período prestado.

El afán monopolista de sus últimos momentos, llevado a sus postreras consecuencias,


privó de libertad a estas instituciones y fue una de las causas que contribuyeron a precipitar su
disolución, máxime desde el momento en que esa estructura sirvió de base exclusivamente a la
defensa de los privilegios de una oligarquía.

Frente a esto, resulta innegable - y sería injusto silenciarlo - que en su


institucionalización el Derecho Gremial representó la incorporación determinados principios de
matiz y expresión sociales, cuya vigencia continuaría, a partir de entonces, con notables
consecuencias de tipo jurídico. La acepción del fenómeno asociacionista, la provocación
incluso de la solidaridad entre los profesionales, fueron factores que, desarrollados por los
Gremios, contribuyeron a abrir nuevas perspectivas a la regulación de las condiciones jurídicas
con la prestación de un servicio en la reglamentación de una actividad laboral. El Gremio - se ha
14

dicho, y con razón - no tanto restringió la libertad de trabajo como reglamentó la forma de
realizarlo.

El trabajo apuntó en los fines del período gremial hacia dos direcciones distintas, que
corresponden, cada una de ellas, a dos momentos perfectamente diferenciados; de plenitud
gremial; el primero, en el cual el trabajo se presta dentro del Gremio, con las excepciones poco
importantes que suponen las tareas realizadas en régimen de libertad; de decadencia ya, el
segundo, en el que los abusos gremiales condujeron a una cada vez más firme reivindicación en
un trabajo libre por cuenta ajena, que habría de constituir en lo sucesivo las gran realidad social
sobre la que se levantaría el total sistema del Derecho del Trabajo.

III.- Decadencia y crisis del régimen gremial

La decadencia y crisis consiguiente del sistema gremial del trabajo es el resultado de un


proceso en el que confluyen muy diversas causas, todas concurrentes a precipitar su
designación. La doctrina coincide en señalar la naturaleza social y económica de esos
determinantes, aparte de las propias razones constitutivas del Gremio en sí. Una sumaria
enumeración de dichas causas podría concretarse en esta forma:

a) monopolio de los maestros, que se constituyen en únicos ordenadores de las condiciones a


regir en el sistema;
b) conversión de los Gremios en organizaciones de privilegio, en lugar de servir a los fines
comunes de interés profesional que constituyeron su motivación fundamental:
c) incapacidad para amoldarse a las nuevas fuerzas económica, manteniendo, por el contrario,
un sentido conservador en sus principios y una práctica rutinaria en sus métodos y
realizaciones;
d) aparición y desarrollo de transformaciones técnicas de significado relieve, que contribuyen
a desbordar la, ya de por sí, escasa capacidad de adaptación de los Gremios a las nuevas
exigencias de la realidad, y
e) desaparición progresiva de las reglamentaciones gremiales y consagración del principio de
libertad como postulado esencial de la nueva era, de signo individualista; contraria, por
tanto, a toda manifestación corporativa o grupal.

El sistema gremial en definitiva (como ha señalado Borrajo), "se reveló incompatible con el
desarrollo de la línea liberal, individualista y competitiva que reclamaba el espíritu nuevo y
activista propio de la época, y a fines del siglo XVIII entró en una irreversible decadencia".

EL LIBERALISMO Y EL REGIMEN DE TRABAJO

1.- La transición al Liberalismo

La decadencia del sistema gremial se produjo, en gran medida, por los abusos en que el
mismo recayó. Las fórmulas monopolísticas en que institucionalmente el sistema se concretó; la
cada día más pronunciada separación existente entre maestro y oficiales; la relegación de la
condición de éstos o situaciones que de hecho equivalían a la existencia de un auténtico
proletariado; la falta de capacidad de los Gremios para adaptarse a las exigencias económicas y
sociales que las nuevas estructuras de la realidad demandaban; la ausencia de sentido medular
para crear estructuras jurídicas en las que dar entrada a las transformaciones advenidas, fueron
motivos más que suficientes para ocasionar la gradual desaparición de los Gremios.
15

En otro sentido, el nacimiento de nuevas formas de comercio, la creación de sistemas


distintos de producción y cambio, unido todo ello a la tradicional reclusión de los Gremios en
métodos rutinarios y anacrónicos, provocaron la crisis y el tránsito a formas ordenadas con
arreglo a principios jurídico-laborales de signo distinto.

Fenómeno importantísimo en el proceso de aceleración de la crisis del régimen gremial


fue el de las innovaciones técnicas o, si se quiere , globalmente designado, la Revolución
Industrial, que entraña, en realidad, expresiones muy diversas en campo no ciertamente
distintos, pero sí lo suficientemente diferenciados dentro de su genérica unidad.

II.- La Revolución y el Régimen de Trabajo

La trascendencia que la Revolución Francesa ha tenido en los diversos órdenes de la


vida - individual, social, económico, político, ideológico - no precisa ser destacada. Actuando
sobre los principios de libertad e igualdad, sus manifestaciones en los diversos campos lo son
como una proyección de dichos postulados.

En lo económico el liberalismo se liga a la ley de la oferta y la demanda; a la afirmación


- ya con la fisiocracia, y en si sentido más extremo con Smith, Juan Bautista Say y Ricardo - de
la doctrina del orden natural - laissez faire passer -, de la armonía social y de la coincidencia de
interés general e interés particular, todo ello dentro de una concepción utilitaria de las realidades
y de los valores.

En lo político, se consagran los principios de libertad e igualdad, que, si bien antitéticos


entre sí, responden, en su aplicación, a motivaciones estrechamente relacionadas. Las ideas de
Locke, Rousseau y Montesquieu toman cuerpo y pasan a constituir el punto e partida de una
estructura orgánica y el fundamento clave de todo un desarrollo ideológico. El liberalismo
individualista significa, en este orden, y entre otras cosas, división de poderes en lo orgánico,
afirmación rotunda de los derechos fundamentales del individuo, consagración de éste como
suprema realidad y prohibición radical de toda asociación por estimar contraproducente al
desarrollo del individuo la interposición de cualquier clase de agrupación entre éste y el Estado.

En lo jurídico, por último se instaura el imperio de los dogmas de libertad contractual y


autonomía de la voluntad.

1.- La Revolución Industrial y su Influencia en las Relaciones de Trabajo

Uno de los acontecimientos más influyentes en la aparición y desarrollo de nuevas


formas y nuevos sistemas de trabajo, ha sido la Revolución Industrial.

Como ha señalado Nef, lo que distingue la civilización industrial de todas las


civilizaciones anteriores es el hecho de que el elemento cuantitativo pasa a ser primordial, con
el riesgo consiguiente de perder los valores evocados por la búsqueda de lo cualitativo, valores
esenciales, por otra parte, para la evolución de la propia civilización industrial. En otras
palabras: la Revolución Industrial significa la introducción, en el mundo económico, de la
producción en serie.
16

La primera consecuencia fue el desplazamiento de la mano de obra desde el campo a la


ciudad, de la agricultura a la industria. Las nuevas técnicas produjeron cambios sustanciales, al
determinar un crecimiento, a ritmo realmente insospechado, de las industrias, sobre todo
textiles, del carbón, de producción de energía y de maquinaria. La revolución social - paralela -
fue un fenómeno a la vez económico y tecnológico: se tradujo en cambios en el volumen de la
riqueza a la vez que en variaciones de los métodos con los que dicha riqueza se dirigía a fines
específicos. El triunfo del maquinismo empezó por las industrias textiles y, con la invención de
la lanzadora volante de Kay, fue acentuando su dominio, hasta alcanzar con la máquina de
vapor de Watt, una aplicación y un ritmo de desarrollo verdaderamente prodigiosos.

Junto a la introducción de las invenciones, la división del trabajo, implantada como


sistema, jugó un papel importantísimo. Su aplicación probó como quienes anteriormente
trabajaban dentro de un sistema en el que las condiciones personales lo eran todo - o casi todo -
habría de abandonar éste para adquirir la práctica de otros métodos de producción,
caracterizados, primero, por la utilización de herramientas y técnicas antes desconocidas, y por
la aplicación después, a unos y otras de una división del trabajo, que condujo a la seriación de
procedimientos, medición de tiempos y repetición constante del sistema de ejecución en torno a
la obra a que específicamente el obrero había de entregarse.

La reglamentación del trabajo desapareció. Al derogarse los estatutos de las viejas


corporaciones, una enorme masas de trabajadores, constantemente incrementada, que se
concentraba en las nuevas aldeas, pasó a constituir la base de las futuras ciudades industriales.
Comenzaron los abusos por parte de los empresarios y se dio una verdadera explotación de la
mano de obra a través de la utilización de las medias fuerzas (trabajo de mujeres y niños en
jornadas realmente agotadoras), de la prestación del servicio en ambientes de trabajo carente
por entero de protección así como de las mínimas condiciones de salubridad. La implantación
del régimen de truck como forma de pago, que vino a sustituir al régimen de salarios en
metálico, cerró, desde el punto de vista de la remuneración en cuanto elemento esencial del
contrato de trabajo, el ciclo de las extralimitaciones del empresariado, más preocupado
entonces, en general, de la obtención de un lucro ilimitado que de garantizar unas equitativas
condiciones laborales a sus trabajadores.

Los abusos a que el truck-system condujo son obvios y suficientemente conocidos. La


retribución del trabajo mediante vales o pagarés, que únicamente podía ser cambiados por
mercancías o especies en los propios economatos de las industrias en que el trabajador prestaba
sus servicios, constituyó un medio indirecto - y ampliamente utilizado - para rebajar la cuantía
de la remuneración y, sobre todo, para disponer de la mano de obra en condiciones de auténtica
explotación.

En último término - como ha resaltado Alonso Olea - el régimen del truck significó la
expresión de un postrer intento para ligar el trabajador al taller lo mismo que, en épocas
anteriores, el siervo había estado adscrito a la gleba, negándole la decisión voluntaria de trabajar
o no trabajar y, en caso afirmativo, la de hacerlo para cualquiera.

2.- El triunfo del Individualismo Liberal

Con el triunfo de la Revolución Francesa nació en realidad una nueva política social
cuyo punto de partida se hizo descansar en la proclamación de los derechos del hombre y en la
afirmación de la voluntad humana como supremo valor y esfera absoluta de disposición de las
17

propias decisiones. En verdad, el principio individualista se convirtió así en la negación de todo


postulado social.

Los principios de libertad e igualdad fueron factores decisivos en orden a la instauración


de un régimen que había de suponer la desaparición de todo mecanismo u organización
intermedios entre el individuo y el Estado. Se operó así una transición de la heteronomía, que
cuenta entre sus causas - y como una de las más importantes - la transformación de la ideología
y de la realidad política, originadas, a su vez, por el predominio de los principios de libertad e
igualdad, por la influencia de un Derecho natural de signo racionalista, por la aparición del
fenómeno pactista y la progresiva extensión de una ideología religiosa de filiación protestante
que contribuye a crear un sentido de aceleración en las relaciones industriales favoreciendo el
desarrollo del régimen capitalista con su moral del éxito y su filosofía utilitarista.

Max Weber ha visto con toda claridad - y en ello no hace sino continuar las líneas de
reflexión asentadas por Tawney - que esta filosofía desembocó en una exaltación del
puritanismo y que "la concepción puritana de la vida no sólo favoreció la formación de
capitales, sino que fue favorable sobre todo para la formación de la conducta burguesa y
racional (desde el punto de vista económico) de la que el puritano fue el representante típico y
más consecuente", significando, en realidad, esta concepción, el nacimiento del moderno
hombre económico.

En otra dirección, el cambio de las condiciones técnicas y la afirmación del


individualismo, desarrollan unos supuestos sociales que servirán en gran medida para
conformar, más tarde, las relaciones jurídico-laborales de la época. Surgen la democracia de
masas y el fenómeno de las grandes concentraciones industriales con sus abigarrados núcleos de
asalariados configurados como nueva clase - la proletaria - de peso decisivo en el delineamiento
futuro de las relaciones entre el capital y el trabajo. El proceso capitalista inicia aquí también su
gran carrera.

Como causas político-sociales ligadas al sistema individualista y que influyen


notablemente en la evolución de las relaciones jurídico-laborales, hay que señalar:

a) el triunfo del liberalismo, traducido en la organización de la vida con arreglo a sus


principios peculiares;
b) la transformación del régimen de vida rural en sistema de concentración urbana,
caracterizado por la aglomeración de grandes masas dependientes, en su forma de vida, de
un salario, que será único medio de subsistencia;
c) la irrupción, en el panorama social e histórico de los pueblos, de una clase - el proletariado -
la cual va a representar una de las fuerzas sociales más decisivas en orden a la posterior
determinación de las instituciones jurídicas y de la futura evolución de las relaciones de
trabajo, y
d) la concentración de capitales y creación de un entramado jurídico-mercantil que se articula
sobre bases específicas creadoras de un sistema - el capitalismo - especialmente
desarrollado sobre los supuestos de liberalismo, y determinante del nacimiento y evolución
posterior de las sociedades mercantiles, en especial de la sociedad anónima.

3.- El liberalismo Económico y el Fenómeno Capitalista

El capitalismo encontró en el sistema liberal su gran aliado. Sin éste no hubiere sido
posible aquél. Revolución tecnológica y liberalismo, no podían, en verdad, producir otro
resultado. El capitalismo adoptó tres formas distintas - comercial, financiero e industrial - que
funcionaron, no obstante, de manera concurrente. La concentración industrial y la explotación al
máximo de las nuevas técnicas, exigía inversiones elevadas que, naturalmente, implicaron al
mismo tiempo un desarrollo de las formas societarias mercantiles. Por otro lado, causas
18

económicas e ideología positiva, se mostraron como realidades estrechamente unidad en un


destino común.

El liberalismo económico que significa predominio de la ley de la oferta y la demanda,


se impuso, como principio y desde un punto de vista práctico, en la constitución estructural de
las nuevas industrias; estableció su dominio en el régimen de mercado; sirvió de base para el
comercio; actuó como elemento regulador en los mecanismos de producción y de consumo, y,
en definitiva, desde el punto de vista jurídico, representó un factor importantísimo en la
configuración de las relaciones de trabajo sobre supuestos acordes con los propios postulados
del sistema.

La libertad que se concedió al espíritu de empresa constituyó, sin duda, una de las
causas determinantes en la transformación del medio económico, operaba en los primeros años
del siglo XIX. A ello ha de unirse el hecho de que el capitalismo se construyó sobre premisas
racionales. Lo cual supuso, en las empresas enmarcadas bajo este signo, apropiación de todos
los bienes materiales de producción, libertad mercantil, técnica racional, derecho racional,
trabajo libre, comercialización de la economía, especulación y socialización del trabajo con
amplia y progresiva división del mismo. Junto con ello, aceleración del proceso alienante del
trabajador.

4.- Significación Jurídica: Libertad de Contratación y Régimen de Autonomía

La determinación jurídica de las relaciones laborales bajo el liberalismo se halla ligada


eminentemente a principios e ideas en consonancia con su filosofía política.

La voluntad individual destaca como norma suprema - creadora y ordenadora - de actos


y negocios jurídicos. El proceso de transición del régimen anterior - heterónomo - al liberal -
autonómo - se lleva a efecto a través de medidas que consagran normas de libertad tanto para el
establecimiento de industrias y sistemas de trabajo como para concertar y mantener toda clase
de relaciones jurídicas.

Dos disposiciones muy concretas - de origen francés, pero con traducción inmediata al
resto de los países - marcaron la desaparición formal de los Gremios - con la afirmación del
libre ejercicio de la industria - y la interdicción de todo fenómeno asociativo de carácter
profesional. Nos referimos al Edicto de Turgot - 1776 - y a la Ley Chapelier - 1791 -. Cuyo
reflejo entre nosotros se manifestó en el ya mencionado Decreto de 8 de Junio de 1913.

Las relaciones de trabajo adquieren, a partir de entonces, un planteamiento distinto y


contrario. La instauración del principio de libertad contractual y el conjunto imperio del dogma
de la autonomía de las partes, crean, como es lógico, una inhibición por parte del Estado, que,
para actuar en congruencia con sus propios postulados, había de mantenerse alejado de
cualquier decisión que supusiera fijación de condiciones de trabajo, abandonado a los
interesados esta función en todas sus dimensiones. Las consecuencias se traducen - como es
natural - en un dominio del fuerte sobre el débil. La postura del Estado se limitó al
establecimiento de ciertas medidas de policía con valor puramente administrativo. Las
voluntades de empresario y trabajador fueron las únicas fuerzas tenidas en cuenta para regular
las condiciones de la prestación de servicios. Como, por otra parte, la prohibición de las
asociaciones constituyó norma constitucional básica del liberalismo, la fijación de las referidas
condiciones se revela una cuestión de acuerdo entre trabajador y empresario como sujetos
19

individuales. También la ley de la oferta y la demanda impone en esto su mandato: a mayor


oferta de trabajo, peores condiciones ofrecidas por el empresario; a escasez de mano de obra,
más cómoda situación del trabajador para reclamar mejores condiciones.

En principio de igualdad se manifiesta, asimismo, en lo jurídico, en el sentido de


considerar que las partes ante el contrato son iguales y que, en consecuencia, el respecto a este
postulado exige reconocer a las mismas como fuerza única determinante del contenido del
contrato, y, por tanto, del contrato de trabajo.

5.- Régimen Jurídico-Positivo

Lo que en la actualidad es el cuadro general y sistemático de las relaciones laborales, no


tuvo bajo el liberalismo una consideración unitaria e independiente. Salvo concretas normas de
policía pertenecientes más bien a un entendimiento intervencionista, la regulación de la relación
laboral propiamente dicha careció en este período de reconocimiento expreso y significativo,
revelador de la existencia de un objeto propio. Antes bien, el régimen jurídico de estas
relaciones quedó establecido en el Código Civil, bajo la configuración del arrendamiento e
servicios, y más en concreto; según se contiene en el nuestro, como "servicio de criados y
trabajadores asalariados". Rasgo común a las relaciones de trabajo de naturaleza contractual fue
la de regirse por las normas generales sobre obligaciones y contratos. Según ello, las partes eran
libres para concertar las condiciones que tuvieran por conveniente, sin más limitaciones que las
establecidas en la ley, bien pocas por cierto.

La insuficiencia de preceptor destinados a regular, en el Código Civil o en leyes


especiales, las relaciones laborales, puso más aún de relieve hasta qué punto el liberalismo, fiel
a sus propias directrices, olvidó por entero que no existe autonomía verdadera cuando las
decisiones de la voluntad se hallan condicionadas por una diferente situación social y
económica entre quienes son parte o sujeto de la relación. Esta en cuanto relación de trabajo,
quedó - en el sistema liberal - jurídicamente enmarcada dentro del Derecho Civil, y como un
arrendamiento de servicios sometido a las reglas procedentes y con la virtualidad única de
garantizar la protección formal de unos derechos desamparados, en cambio, en la realidad. El
contrato de trabajo, conceptuado como un arrendamiento de servicios y perfeccionado por el
mero consentimiento, obligada, desde entonces - según el artículo 1.258 del C.C. -, "no sólo el
cumplimiento de lo expresamente pactado, sino también a todas las consecuencias que, según su
naturaleza, sean conformes a la buena fe, al uso y a la ley". Una regulación así, de corte
netamente liberal y mimetismo napoleónico, había de revelarse, bien pronto y por fuerza,
insuficiente. Y, aún más que insuficiente, injusta.

III.- Las consecuencias del Liberalismo

A la uniformidad característica de toda reglamentación que, como la gremial, fue


dictada para individuos sometidos a una misma autoridad y jerarquizados en un mismo grupo,
sucedió - como ya hemos visto - una diversidad extrema nacida de la libertad de estipulación
reconocida a la partes del contrato. La interdicción de los grupos profesionales impedía, por otro
lado, romper con las posibles consecuencias de un principio autónomo de regulación de
condiciones de trabajo. Las relaciones colectivas vinieron así a ser teóricamente imposibles o,
más exactamente todavía, ilícitas.

Este doble aspecto - positivo y negativo - en que se desplegaba el sentido de las


relaciones laborales, autoriza a concluir que no puede hablarse en esta época de un Derecho del
20

Trabajo como tal, sino del un sistema liberal de establecimiento de condiciones laborales. Se
celebraba el contrato de trabajo sobre idénticas base que cualquiera otro, sin más limitaciones,
igualmente, que las impuestas a la voluntad de las partes por las prescripciones de orden
público, los imperativos de la costumbre o los principios de la moral.

En resumen, ya título de esquema, integraban el contenido del sistema liberal las


siguientes características:

a) las condiciones de hechos surgidas de la profunda revolución originada por la introducción


de los adelantos técnicos;

b) las condiciones político-sociales, ligadas a la ideología y a los principios filosóficos y


políticos de la época, que fijaron para ésta los límites de la ordenación político-social;

c) el predominio absoluto de la ley de la oferta y la demanda en el campo económico, y el


desarrollo de sistema capitalista con todas sus secuelas, de directa repercusión en el plano
jurídico-laboral;

d) la vigencia de un sistema jurídico en el que se dan como grandes líneas directrices: la


libertad contractual, la igualdad formal de las partes ante el contrato y la autonomía
reguladora de las partes; y

e) la prohibición absoluta de todo fenómeno asociativo, como medida garantizadora de la


independencia y libertad individuales, aunque más bien, sobre todo, e intencionadamente,
como sistema de contención, y eliminación, de las asociaciones profesionales obreras.

EL INTERVENCIONISMO DEL ESTADO

I.- Crisis del sistema liberal

Un conjunto muy variado de circunstancias pusieron de manifiesto paulatinamente la


imposibilidad de concebir y ordenar bajo un sistema individualista las relaciones laborales. La
existencia de un sector - el obrero - situado en manifiestas condiciones de desigualdad respecto
de las restantes clases sociales; la ausencia del sentido de solidaridad, y las transformaciones de
la propia realidad, que se hizo extraordinariamente dura y onerosa para los débiles, alentaron un
sentimiento de protesta que facilitó la celda del liberalismo.

La duración excesiva de la jornada laboral, la insuficiencia de los salarios, la


inseguridad del empleo, la insalubridad y carencia de mecanismos de seguridad en los centros
de trabajo, la segura disciplina de los reglamentos de taller, provocaron una reacción traducida
en una serie de medidas legislativas, encaminadas a suprimir inicialmente los abusos del
régimen liberal en este terreno.

En la crisis general del sistema liberal hay que señalar, por lo demás la concurrencia de
un cuadro causal cuya presencia marca la aparición del fenómeno intervencionista. Así la
irrupción de las masas en el concierto social y político, entendido este hecho no con una
estimación cuantitativa, sino cualitativa sobre todo, como presencia en el ámbito histórico de un
tipo de hombre profundamente despersonalizado, significó un paso importante. Asimismo,
jugaron papel decisivo la formación de una conciencia colectiva y el desarrollo del sentimiento
de solidaridad. En orden análogo, la convicción de que jurídicamente la igualdad formal de las
partes no se corresponde con la igualdad material de las mismas cuando de sujetos de una
21

relación laboral se trata, constituyó una llamada de atención a la pretendida neutralidad del
legislador.

Los fundamentos del Estado liberal fueron atacados desde todos los flancos
imaginables, y no resulta contradictorio - sino perfectamente comprensible - que doctrina
opuestas entre sí como el catolicismo y el marxismo coincidieran en su negación de los
supuestos liberales. En nombre de principios diferentes y apelando a medios distintos, ni aquél
ni éste podían aceptar los postulados de un sistema que entrañaba la negación de la dignidad del
hombre y la opresión de los miembros de una determinada clase social, a virtud de una
explotación no institucionalizada, pero sí real.

II.- El Intervencionismo del Estado

El intervencionismo puede ser caracterizado como la participación del Estado en la vida


económica-social. Desde nuestro punto de vista equivale a la intervención del poder público en
la regulación de las condiciones de trabajo. Su motivación inicial es, en realidad, doble, de una
parte, disponer protección a sectores sometidos a condiciones de vida injustas; de otra,
adquisición por el Estado de conciencia de deber, asumiendo funciones de custodia del orden
colectivo, más amplias que las simples de orden público.

Sus causas determinantes fueron, en gran parte, fruto de una reacción contra los excesos
del liberalismo. El dominio ejercido por la burguesía capitalista; el imperio de la ley de la oferta
y la demanda en la fijación del ------- ; la extensión de los principios de libertad individual,
propiedad y abstencionismo estatal, produjeron fenómenos paralelos y semejantes, pero,
naturalmente, de signo opuesto. Así, la burguesía como categoría sociológica engendró el
proletariado; el individualismo en la fijación de las remuneraciones originó una posición
reglamentadora de los salarios; el aislamiento como situación jurídica quedó sustituido por un
proceso general de colectivización; la afirmación de la propiedad como poder condujo a
necesarias limitaciones en su uso y disfrute; el inhibicionismo del Estado, llevó a una actitud
intervencionista.

La justificación del intervencionismo no es difícil. Nace de los mismos hechos, se


encuentra, incluso, en el fondo de la necesaria convivencia entre los hombres. Aparece ligado al
aseguramiento de la libertad material y se vincula un margen de eficacia, tanto más firme cuanto
más seguro de que, mediante la dirección de las relaciones contractuales como instrumentos
jurídicos, se consigue un más cierto predominio de la justicia en las mismas. De esta manera,
junto con la eliminación de la injusticia social, se aspira a conseguir un equilibrio entre las
partes de la relación, dotando de protección a la más débil - en el contrato de trabajo, el
trabajador - y compensando así las diferencias existentes para que la igualdad de los sujetos ante
el contrato sea una realidad y la autonomía de la voluntad - debidamente limitada - sirva a los
fines de la equidad y del Derecho.

1.- El Desarrollo del Maquinismo y las Medidas Protectoras del Trabajo

La Revolución Industrial adquirió su desarrollo a partir del siglo XVIII; pero sus más
profundas y extensas implicaciones se dan en el XIX. Indirectamente determina un proceso
intervencionista.
22

Desaparecen, primero, los pequeños talleres y surge la empresa - mejor, el centro de


trabajo - de grandes dimensiones. Se extiende el fenómeno del paro - que hoy llamaríamos
tecnológico - en gran escala. Se multiplican los riesgos en la prestación del servicio.

El maquinismo reportó, claro está, evidentes ventajas. En su haber han de anotarse; el


incremento de la producción y la consiguiente disminución de los costos; la reducción de los
tipos de fabricación; el posible empleo de mujeres y menores en tareas de menor esfuerzo; la
necesaria especialización que obligaba a una formación profesional, el aumento, en general, del
nivel de vida.

Pero estos hechos conllevan - por las derivaciones a que dieron lugar - ciertas
exigencias traducidas en el cambio de actitud del Estado y en la no menos necesaria presencia
del mismo en la función reguladora de las condiciones - algunas, al menos - en que el trabajo
había de prestarse. Los riesgos que todo maquinismo entraña forzaron a una actitud protectora
del trabajo por parte del poder político; se impusieron así medidas de seguridad, sobre todo en
ciertos trabajos especialmente caracterizados por su peligrosidad; se tendió a proteger a las
mujeres y menores prohibiéndoles el manejo de determinadas máquinas; se comenzó a regular
el aprendizaje para proporcionar una adecuada especialización profesional; se trató, sobre todo,
de atender a las consecuencias derivadas del paro involuntario y del accidente del trabajo. Sin
proceder inmediatamente del maquinismo en cuanto tal, se comenzó a prestar atención a la
fijación de las remuneraciones, y se hubo de hacer frente a las situaciones de conflictos
derivadas del crecimiento de poder en las asociaciones profesionales.

2.- La Aparición del Sindicalismo

El liberalismo contó, como destacado principio, con el de la prohibición de toda


asociación a pretexto de que su existencia suponía una perturbación de la relación individuo-
Estado.

Esta postura hizo más angustiosa la situación desamparo del trabajador frente al poder
empresarial en el intento de fijar condiciones de trabajo más justas, más humanas. El
sentimiento de que la unión podría servir como cauce de reivindicaciones e instrumento de
mejora, tomó bien pronto en la conciencia obrera carta de naturaleza. Las coaliciones o uniones
pasajeras constituyeron un objetivo calificativo para, con él alcanzar conquistas permanentes.
Con vicisítudes diversas, consecuencia de las, a veces, drásticas medidas adoptadas por el
poder político, en el silencio de la espera y con el mecanismo de la clandestinidad, la asociación
obrera corrió como un viento de salvación y pasó a constituir una realidad más poderosa que las
formalidades prohibitivas. Una corriente general de solidaridad se hizo ostensible en toda
Europa a partir, sobre todo, de la segunda mitad del siglo XI; buscando en la unión de cuantos
se sentían oprimidos el único recurso para luchar contra la explotación. El socialismo, primero,
como fenómeno de reacción contra injusticias patentes, la significación extrema del marxismo,
después, y la aparición del fenómeno sindicalista, más tarde, constituyeron realidades decisivas
en orden a la destrucción de los supuestos liberales y a la afirmación de un proceso
intervencionista del Estado. El hecho de que determinadas tendencias de esta época se
manifestaran, incluso en sus derivaciones últimas, con una pretensión casi anarquista, prueba
que la reacción podría hacer esperar.
23

Por otra parte - sin duda, la más importante -, ha de tenerse en cuenta que el
sindicalismo adoptó bien pronto una función esencialmente profesional, de presentación y
defensa de los intereses de la rama, oficio, profesión o industria. Su finalidad se centró,
singularmente, en el intento de actuar como fuerza reguladora de las relaciones de trabajo a
través del sistema de los pactos colectivos: Estos pasarían en seguida a constituir una nueva
fuente del Derecho del Trabajo - la más peculiar e interesante, sin duda -, y sus efectos,
constitutivos y reguladores a un tiempo impusieron su eficacia a la hora de fijar las
condiciones de toda relación laboral.

3.- Los Factores Ideológicos

En esta época adquieren pleno desarrollo determinadas ideologías, obedientes, en el


fondo, a una línea de preocupación común. Todas coinciden en reivindicar el trabajo como valor
moral y afirmarlo como creación de la persona, inherente a la dignidad de ésta.

Las ideas solidaristas, opuestas al liberalismo, pasan a un primer plano. Sobre el


principio de que estamos ligados con quienes nos precedieron y con los que nos han de suceder,
se afirma que, en el terreno laboral, esa solidaridad obliga a garantizar las condiciones de vida
de los demás por medio de la reglamentación de las condiciones en que el trabajo ha de
realizarse, dentro de los supuestos de una democracia económica y social.

Esta ideología, que se caracteriza en general por su filiación, antiliberal, pero que lleva
consigo un contenido positivo, se manifiesta en diversas expresiones - movimientos y doctrinas
sociales con más o menos tendencia en su proyección y en el punto central de sus enseñanzas
-. Ello da origen a manifestaciones de tan señalada significación como el socialismo, y el
planteamiento social cristiano.

a) Socialismo.- No cabe unificar, en una rotulación genérica, las múltiples formas bajo la
cuales el socialismo se desenvuelve tanto en el terreno doctrina como en el de los hechos.
Todas coinciden, sin embargo, en su actitud antiliberal, crítica de los postulados
individualistas, y, por tanto, en la afirmación de una necesaria intervención que rompa con
la inhibición del Estado en materia laboral.

Es evidente - pese a las críticas que al movimiento socialista puedan formularse - que éste,
con su defensa del trabajador y su global concepción de los problemas, contribuyó en gran
medida a crear una conciencia de preocupación en el poder político y a orientar a éste hacia una
intervención que se ha manifestado, sin duda, en la creación de condiciones laborales más
justas. La etiqueta de avanzada social con que la actualidad pretenden presentarse no pocos
movimientos sociales, no es sino posición obligada ante las presiones de una tendencia de los
intereses generales sobre los del individuo o los del grupo.

b) Pensamiento social cristiano.- Bajo esta expresión comprendemos aquí dos aspectos
diferentes, aún cuando unidos por un lazo de sumisión de uno a otro. En un primer sentido,
nos referimos a la doctrinas y la acción de cuantos, inspirándose en los principios cristianos,
han tratado de conseguir una transformación de las condiciones sociales, buscando para
éstas una justicia que se extendiera a toda la comunidad.

En el segundo de los sentidos aludimos a la comúnmente conocida como doctrina social de


la Iglesia, y singularmente los documentos pontificios. Dos aspectos cabe señalar en éstos: uno
24

histórico, referido al planteamiento específico de los problemas sociales en el momento en que


el Papa escribe; otro, dogmático, que encierra afirmaciones ligadas a la misma esencia de lo que
es depósito doctrinal de la Iglesia. No es necesario resaltar que, como básicos, se conceptúan en
el catálogo de estos documentos, las encíclicas Rerum Novarum, de León XIII, Quadragésimo
Anno, de Pío XI, algunos discursos y radiomensajes de Pío XII, y ya, en nuestros días, las Mater
et Magistra y Pacem in teris, de Juan XXIII, y la Popularum progressio, de Paulo VI.

4.- Orientación Específicas del Internvencionismo

La evolución jurídica del período intervencionista puede sintetizarse, en materia de


relaciones de trabajo, así:

a) reconocimiento - expreso o tácito - de la insuficiencia de las normas de derecho común para


regular las relaciones nacidas de la prestación de trabajo;

b) desenvolvimiento de una legislación especial que, en sus comienzos, cuenta con carácter
meramente protector o de policía, y que se refiere, en concreto, a jornada, descansos, trabajo
de mujeres y menores, y seguridad;

c) ampliación de la naturaleza tuitiva de dicha legislación especial y progresiva configuración


de la misma en torno a un objeto - el trabajo libre por cuenta ajena - que constituirá el
núcleo central del sistema junto con la regulación de las instituciones delimitadoras y
complementarias del mismo, y

d) crisis rotunda del dogma liberal de la autonomía de la voluntad como fuente única de
regulación de las condiciones de trabajo, y consiguiente sustitución de la autonomía, en
todo o en partes, por dos fuerzas sociales que a partir de entonces serán la base de
determinación de aquéllas; el Estado, cuya potestad ordenadora se manifestará a través de la
Ley; y las asociaciones profesionales, cuya facultad normativa encontraré su expresión
efectiva en los convenios o pactos colectivos.

EL DERECHO DEL TRABAJO EN LA SOCIEDAD INDUSTRIAL MODERNA

I.- Determinantes del Derecho del Trabajo

Los distintos factores que han determinado el tránsito de uno a otro de los períodos
señalados en la evolución de las relaciones laborales, adquieren ya, en pleno período
intervencionista, una significación especial.

Entre los de tipo político, hay que señalar la crisis del liberalismo, no ya en sus
manifestaciones prácticas, sino, sobre todo, son sus principios. La conquista del derecho del
sufragio supuso la incorporación de grandes masas al ejercicio del mismo, habida cuenta de que
las mismas se hallan integradas fundamentalmente por individuos pertenecientes a la clase
trabajadora. Esto representa una cada día mayor participación del pueblo en las tareas de
gobierno, e indirectamente, por tanto, una preocupación por la regulación de los aspectos y
relaciones más necesitados de protección en su base jurídica. El trabajo logra, por vía política,
un primer plano de consideración, que plantea la necesidad de una disciplina independiente, en
vista de la existencia de un objeto con entidad propia; la prestación por cuenta ajena.
25

Desde el punto de vista social, las determinaciones operan en forma muy similar,
Burguesía y proletariado no son, solamente, dos grupos sociales enfrentados en el terreno de los
hechos, sino individualizados en sus componentes, dos sujetos, muchas veces, de una misma
relación, en la que tienen intereses contrapuestos. Su oposición en el Derecho no es sino un
reflejo de su oposición a la realidad. La necesidad de protección en que el proletariado se
encuentra, socialmente innegable, encontrará en el orden jurídico sus vías. Pero, en todo caso,
esa necesidad constituirá la base sobre la cual articular un derecho especial; el Derecho del
Trabajo. Ello no significa que este primer sentido protector, tuitivo, haya de mantenerse
indefinidamente, o, al menos, con la misma amplitud y significación que en sus momentos
iniciales. Por último, el fenómeno colectivista es otro de los importantes factores a tener en
cuenta en la temática del Derecho del Trabajo como disciplina independiente.

El proceso jurídico es también muy claro en su evolución. Confundidas inicialmente


relación de trabajo y arrendamiento de servicios, figura laboral y figura civil, la distinción
progresiva entre ambas se afirma como realidad incuestionable. La crítica de la autonomía de la
voluntad impone una conformación cada vez más heterónoma de las relaciones laborales,
fenómeno éste que por lo demás, no es propio solamente de esta rama del Derecho. La
afirmación de un objeto propio - libre prestación por cuenta ajena -, la figura del contrato
laboral, la existencia de caracteres específicos que se ligan del contrato laboral, la existencia de
caracteres específicos que se ligan a l naturaleza de la propia relación, y la configuración de una
normas como esencialmente protectoras de situaciones jurídicas determinadas, otorgar al
Derecho del Trabajo las bases de su autonomía.

1.- Constitución de Objeto Propio

La intervención del Estado y de los grupos sociales en el orden civil individualista, y


concretamente en los preceptos reguladores de las relaciones de trabajo, tuvo importancia
decisiva en la afirmación del Derecho Laboral.

El trabajo como objeto de relaciones jurídicas adquiere dos conceptuaciones posibles y


diferentes; el trabajo independiente, por un lado; y el trabajo subordinado, objeto de esa nueva
legislación, que irá delineando sus propios principios con arreglo a lo que es la misma
motivación de su existencia en cuanto categoría científica posterior.

La diferenciación entre arrendamiento de servicios y arrendamiento de obra adquiere


plena virtualidad, pasando la prestación de servicios, sobre todo en su categoría de trabajo
dependiente, a ser objeto central del Derecho Laboral. El nuevo contrato, contrato de trabajo,
construido todavía con arreglo a modalidades liberales, y con un margen muy amplio de
autonomía de la voluntad, configura su sentido y recorta sus condiciones, para hacerlas objeto
de consideración peculiar por las nuevas normas, que, con un sentido intervencionista, impiden
o tratan de impedir los excesos de una lex contractu convertida, en el orden individualista, en
norma única de reglamentación.

El contrato de trabajo amplía sus dominios y afirma su independencia respecto del viejo
arrendamiento de servicios por virtud de una serie de factores de tipo jurídico-psitivo, que
suponen, en todo caso, una exorbitación de los tradicionales moldes del Derecho Civil, incapaz
éste de contener en los Códigos del siglo XIX todo el conjunto de nuevas medidas que es
26

preciso arbitrar para encuadrar dentro del Derecho al núcleo de condiciones económicas,
sociales y políticas que se dan en el siglo.

Es objeto propio es el trabajo libre por cuenta ajena. Es trabajo libre, que incluye de
consideración jurídica al servicio forzoso en cualquiera de sus formas; es trabajo por cuenta
ajena, que deja fuera - por falta de alteridad para la creación de relaciones - el que se realiza por
cuenta propia; es, en principio al menos, trabajo subordinado o dependiente, que supone la
ausencia de conceptuación jurídico-laboral del trabajo que, aún realizado por cuenta ajena, se
lleva a cabo, sin embargo, en régimen de lo que Hedermann llama autodeterminación:

2.- Independización del Contrato de Trabajo: Instituciones Delimitadores y Afines

El intervencionismo estatal tuvo el valor de afirmar cada vez con mayor solidez y
mayor fuerza el contrato de trabajo como contrato específico, independiente del tradicional
arrendamiento de servicios, que hasta entonces había prácticamente comprendido en su
regulación y en sus dimensiones las esferas posibles de toda relación planteada en torno a la
prestación de servicios como objeto de contrato, y a empresario y trabajador como sujetos del
mismo. La causa de esta progresiva independencia hay que encontrarla en la superación de esas
prestaciones como objeto del contrato de arrendamiento, y en su consideración como forma de
prestación de servicios por cuenta ajena, aunque con subordinación y dependencia del
trabajador al empresario. Precisamente esta dependencia es la que serviría para intentar la
diferenciación, más tarde, entre arrendamiento de servicios, en que el trabajo prestado cuenta
con un margen de libertad considerabl3e en quien lo presta, y el puro contrato de trabajo, en
que el trabajador aparece sometido a las decisiones del empresario, que ejerce sobre aquél una
potestad disciplinaria, que cuenta con omnímonas facultad para la organización y que tiene, he
hecho y de derecho, en sus manos, la posibilidad de ejercitar un despido del trabajador al que se
niega las garantías mínima de estabilidad en el empleo.

Al lado de esta creciente independencia del contrato de trabajo frente al arrendamiento


de servicios, el intervencionismo estatal dicta norma y crea instituciones complementarias, de
pura policía administrativa unas, de significación inspectora otras, de carácter jurisdiccional
algunas, que dan origen a relaciones de tipo jurídico-público pero siempre con el trabajo como
objeto, y en función de la prestación de este trabajo en ciertas condiciones: concretamente, en
esta época, en condiciones de dependencia. Por ello, y al mismo tiempo que la independencia
del contrato de trabajo sirve para fundamentar la autonomía del Derecho Laboral, su
vinculación a relaciones jurídico-privada y la existencia de estas instituciones complementarias
de tipo administrativo engendran un complejo de situaciones recíprocas entre distintas ramas del
Derecho, cada una de ellas con su objeto perfectamente definido, pero donde el grupo de
relaciones y la conexión entre sus normas aparecen como una realidad incuestionable.

II.- Afirmación actual del Derecho del Trabajo

La progresiva separación de contrato de trabajo y arrendamiento de servicios, la


aparición posterior de nuevas figuras jurídicas o de nuevos trabajos de hecho tales como el
trabajo a domicilio, el trabajo autónomo, las misas ejecuciones de obra y, en general, ese
conjunto impreciso de relaciones que, teniendo por objeto el trabajo, no pueden encuadrarse de
lleno dentro del denominado trabajo subordinado o dependiente, han ido matizando lo que
hubiera podido ser el Derecho del Trabajo y lo que en realidad fue una época muy importante
27

de su historia, para afirmarse en la actualidad con un sentido distinto y una orientación más
acorde con las exigencias de los actuales planteamientos socieconómicos.

La constitución de un objeto propio es, sin duda, en este sentido, el fenómeno


fundamental. La independización del contrato laboral y, con éste, de aquellas instituciones que
lo presuponen y sirven para desarrollarlo, se da desde el mismo momento en que la nota de
subordinación o dependencia sirve de arrendamiento de servicios. Es entonces cuando se cree
hallado el supuesto necesario para reivindicar como disciplina independiente al Derecho del
Trabajo, en cuanto materia que tiene por objeto la afirmación de un objeto propio. Sin embargo,
la introducción de nuevos modos de prestación de servicios pone en cuarentena la nota de
subordinación para, desbordando los cauces tradicionales, vislumbrar las posibilidad de otras
formas de prestación que engloban a todas cuantas, encubriendo verdaderas prestaciones de
trabajo, por falta de subordinación no tienen tal reconocimiento ni son estimadas como objeto
de contrato laboral.

1.- La Relación jurídico-laboral

El Derecho tiene una eficacia constitutiva que se traduce en la transformación de la


realidad social en forma jurídica. El Derecho del Trabajo no puede volverse de espaldas a esta
realidad ni olvidar que su significación esencial se halla también en la idea de relación jurídica.
Esta constituye el concepto central del Derecho del Trabajo o, si se quiere uno de los dos
conceptos centrales para una noción adecuada del Derecho Laboral. El otro vendrá dado por su
objeto, que es el trabajo libre por cuenta ajena, como expresión que engloba, no la limitación del
mero trabajo dependiente, sino la mayor amplitud de las realizaciones no sometidas al círculo
estricto de una dependencia que hace del trabajo, en cuanto tal, una disposición a todas luces
limitadísima.

Lo importante es, a nuestro efecto, señalar, más que el mismo concepto de relación
jurídica, el de relación jurídico-laboral.

En principio, podemos dar, de la relación jurídico-laboral, una noción que la caracterice


como situación jurídica que nace de la prestación libre de un trabajo por cuenta ajena, y que es
elevada a categoría jurídica por el Derecho.

2.- El Trabajo Libre por Cuenta Ajena

La condición libre del trabajo presupone el ejercicio voluntario de una actividad.

La prestación por cuenta ajena entraña, en su significado, la atribución de los resultados


o productos del trabajo a persona distinta de quien lo realiza. La dependencia, en cambio, no se
refiere a la atribución de los resultados sino a la forma o régimen de prestación, lo cual se
completamente distinto. El trabajo por cuenta propia implica que quien trabaja es titular
originariamente de los resultados del trabajo realizado; en cambio, el trabajador por cuenta
ajena entraña la existencia de un vínculo por virtud del cual se dispone a priori, bien de la
actividad de una persona (prestación de servicios), bien del resultado de esta actividad
(ejecución de obra) para otro al cual corresponde la titularidad del producto. En el trabajo por
cuenta propia, la posible atribución de los resultados del trabajo se hace a posteriori. Este no cae
dentro del Derecho Laboral, pues el trabajo no es aquí origen de relación ninguna en cuanto tal.
Sólo el trabajo por cuenta ajena, además libre (dejamos aparte ahora el problema, y analizado,
de la dependencia), importa como objeto de nuestra disciplina.

3.- Extensión del Derecho del Trabajo


28

La extensión del Derecho del Trabajo se manifiesta en la actualidad con evidente y claro
sentido.

Es un triple orden cabe, a nuestro juicio, referirse a esa extensión; desde los sujetos,
desde el objeto y en atención a las modalidades de la prestación.

En el primero de los aspectos - el que atiende a los sujetos -, la extensión del Derecho
Laboral es, sobre todo, cuantitativa. Cada día es mayor el número de los sometidos a las normas
laborales, y mayor cada vez el de quienes desenvuelven su vida dentro del marco a que afectan
las normas de esta rama jurídica. Incluso determinados sujetos excluidos - como funcionarios
públicos o altos cargos lo son más en atención a la peculiaridad de las relaciones en que
intervienen que a la naturaleza de las mismas, las cuales no son sino verdaderas prestaciones
libres de trabajo por cuenta ajena (administración o empresa).

En cuanto al objeto, cuando hablamos de extensión del Derecho del Trabajo por razón
del mismo, no queremos, con ello, aludir a una variación en aquél. Antes bien, ponemos de
relieve con tal afirmación del gradual aumento de relaciones que se crean como consecuencia
del ámbito funcional de actividades que el Derecho del Trabajo comprende. Esta ampliación se
liga, unas veces, a los sujetos mismos; tiene su origen, otras, en las modalidades que la
prestación del trabajo comporta.

Finalmente, por sus modalidades, la extensión del Derecho del Trabajo acrece cada día
sus posibilidades. Si se parte de la idea central de trabajo libre por cuenta ajena, toda la
situación en la cual este supuesto se de será objeto del Derecho laboral. Lo que se precisarán
entonces, serán, en todo caso, regímenes jurídicos especiales dentro del mismo Derecho del
Trabajo - para atender a las exigencias de regulación de esas distintas modalidad, que tengan en
cuenta las razones o hechos inspiradores de la modalidad. El trabajo a domicilio, el trabajo
doméstico, incluso las ejecuciones de obras - determinadas ejecuciones de obra que no
equivalgan a verdaderas compraventas-, son, en este sentido, ejemplos de esta ampliación. De
ellas, algunas - como el trabajo a domicilio - ya incluidas en el ordenamiento jurídico-laboral;
otras - como el servicio doméstico -, excluídas por razones que deben reputarse como
ocasionales, nunca de naturaleza.

4.- El Trabajo Prestado por Cuenta de Organizaciones

La relación de prestación de servicios tiene, en nuestros días, y cada vez en mayor


medida, a serlo por cuenta de entidades que actúan a través de órganos determinados, los cuales
encarnan la propia personalidad de la organización. Esta se constituye como mecanismo
complejo, de significación especial, en ocasiones, y de naturaleza, bien privado, bien pública. El
vínculo de las personas con la organización en sí cobra efectos diferentes según el grado a que
se pertenezca y la representación que se ostente.

En este sentido, la empresa de nuestros días en cuanto cada vez se configura más como
organización de elementos en orden a la consecución de un fin, precisa coordinar las distintas
actividades desplegadas en su seno y conciliar los intereses de la entidad con los derechos de los
particulares que presten servicios por su cuenta. En el mundo de las relaciones laborales
adquieren mayor sentido las que se dan en el marco de organización o empresa, ya que:

a) numéricamente, representan el más elevado valor dentro de una comunidad social


deteminada;
29

b) reflejan la proyección colectiva de la propia entidad en la que se desarrollan, sirviendo de


base para constitución de los órganos de dirección y gestión con una naturaleza también
colectiva;

c) se disciplinan con un criterio genérico, que mira, no a la individualidad del vínculo, sino al
planteamiento masivo de los lazos jurídicos existentes, cuyo contenido y efectos se
determinan en base a categorías o funciones, y

d) los conflictos nacidos en el marco de la organización alcanzan - en cuanto laborales -, en no


pocas ocasiones, una significación colectiva, necesitada de medios específicos de solución.

III.- Sistema Actual

Disciplina moderna, el Derecho del Trabajo se encuentra todavía sometido a esas


fluctuaciones que derivan de las materias sujetas a elaboración. Por otro lado, la movilidad de
los criterios de regulación, o mejor, la variación legislativa con que los ordenamientos jurídico-
positivos proceden en este punto, hacen del Derecho del Trabajo, tal vez, una rama en que es
difícil precisar las soluciones. Ahora bien, esta dificultad nada supone en contra de la existencia
de un sistema. Nada, tampoco, en contra de la realidad de unos planteamientos que, en cuanto
manifestaciones actuales de la problemática general del Derecho, o de la especial de
determinadas cuestiones especialmente afectas al trabajo, necesitan ser tenidos en cuenta.

El sistema requiere, a su vez, la estimación de dos aspectos: el primero, y previo,


establecer o fijar el contenido; el segundo, consecuencia del anterior, ordenar ese contenido de
modo que responda a una interna unidad.

1.- Contenido Jurídico-Sistemático

El sentido introductorio de la configuración jurídica del trabajo, así como el de la


evolución histórica a través de la cual se han ido conformando las instituciones básicas de lo
que hoy denominamos Derecho del Trabajo, nos sitúa, ya, en condiciones de abordar los temas
de una teoría general propiamente dicha, incluyendo en ella la importantísima materia relativa a
las fuentes, en su doble sentido, propio, e impropio o traslativo, atendiendo de manera especial
al singular significado que las normas de origen profesional encierran en el Derecho Laboral.

En una Segunda Parte abordaremos el estudio de las relaciones de trabajo en su doble


aspecto contractual y extracontractual, y con la doble referencia, asimismo, al régimen común y
a los regímenes especiales.

La Parte Tercera está dedicada al sistema de Seguridad Social, en cuanto - conforme


hemos ya indicado - su estudio requiere el previo y necesario conocimiento de los conceptos
centrales del Derecho Laboral.

Los conflictos nacidos de las alteraciones que se produzcan en las relaciones de trabajo
y seguridad social serán objeto de una Cuarta Parte, que incluirá, asimismo, los medios de
sustentación de aquéllos, o, en un sentido más amplio, los instrumentos de satisfacción de
pretensiones amparadas en normas laborales y de seguridad social.
30

Por último, en la parte final del libro haremos una especial referencia a la estructura de
los organismos no jurisdiccionales que tiene a su cuidado la administración, vigilancia y
ejecución de las normas aplicables a la relaciones laborales, y del procedimiento para hacerlas
efectivas.

2.- Problemas Actuales

La configuración del Derecho del Trabajo ha tomado una dirección que ciertamente no
podría precisarse sino a través de lo que son las características de la sociedad en que se
desarrollan. Se habla, y no sin razón, de una vez, de una nueva época industrial en la que el
trabajo ocupa un puesto de primera magnitud, y donde, por consiguiente, la ordenación del
mismo ha de contar con las especiales características que en esa sociedad se dan. Un intento
enumerativo podría reducir el catálogo de las cuestiones con que el Derecho del Trabajo se
enfrenta en el mundo de nuestros días, a las que a continuación señalamos:

a) Cierre del proceso de constitucionalización de los denominados derechos económico -


sociales, y, en concreto, de los que derivan del trabajo en sí, con su delimitación precisa en
el ordenamiento positivo interno y su desarrollo en normas legales de efectiva garantía.

b) Elaboración y perfeccionamiento de la tendencia a uniformar internacionalmente en un


sentido unitario la línea de regulación de las relaciones derivadas de la prestación del
trabajo, con su consiguiente reflejo en el seno de las comunidades políticas concretas: la
labor de la O.I.T. y la Carta Social Europea son, entre otros, buenos ejemplos.

c) Progresiva influencia de los supuestos económicos y sociológicos, no en el sentido de privar


al Derecho Laboral de su naturaleza normativa, sino en el de acentuar cada vez más la
necesaria y urgente acomodación del cuadro formal a la materia social sobre la cual ha de
operarse.

d) Acentuada complejidad de los fenómenos que hacen hoy de las relaciones laborales un
sistema en el que los avances tecnológicos imponen las características de su propio
planteamiento. La medida de tiempo y rendimientos, las exigencias de la productividad , los
procesos de autorización, van convirtiendo a las relaciones laborales en una realidad cuyo
contenido no puede ordenarse ya sobre la base de la pura y simple consideración del juego
derecho-deber.

e) Subordinación necesaria del Derecho Laboral a la estructura del sistema moderno, y


adaptación de sus líneas de normación a lo que son los principios de éste, señalados por
Freyer como producción en masa, racionalización de las condiciones de vida y planificación
a largo plazo. En un orden de concurrencia más próximo con nuestra disciplina: enajenación
progresiva de la actividad, cada día más por cuenta de otro y menos, por tanto, con riesgo
propio; desarrollo de las formas masivas de organización, con sus requerimientos de un
indispensable sentido democrático en las relaciones que se dan dentro de las mismas,
sustitución de responsabilidades personales por funciones prefijadas; ordenación de las
tareas profesionales con arreglo a criterios cada vez más socializados; exigencia de una
mayor especialización y de alta cualificación en la mano de obra; planteamiento de una
política de seguridad social como realidad expansiva en su objeto y en el cuadro de las
personas afectadas, y presencia efectiva de las organizaciones profesionales en los
problemas derivados del trabajo, así en las decisiones de ordenación de éste.
31

f) Primordial interés del problema de las transformaciones de la empresa, que se manifiesta en


distintos planos, y que se refleja en el Derecho del Trabajo, en cuanto en éste se da un
sistema de relaciones laborales de trascendencia decisiva en el orden social.

g) Expansión del Derecho Laboral hacia terrenos o relaciones que le han venido siendo
negados como propios, y que, sin embargo, constituyen, pro razón de la naturaleza de las
relaciones que los integran, típica expresión de lo que esta rama del Derecho tiene como
objeto. En este orden de apreciaciones, la consideración de que la dependencia no es nota
esencial de la relación de trabajo y la estimación de que las prestaciones del personal al
servicio de la Administración - en cualquiera de sus grados - son verdaderas prestaciones de
servicios - relaciones de trabajo de índole jurídico-pública - constituyen momentos o
situaciones en las que es advertible sobremanera que tendencia expansiva.

h) Socialización de las formas ordenadoras de la prestación de servicios, bien porque cada vez
hayan de tenerse en cuenta por el poder político intereses sociales - o generales - al regular
laboralmente la realidad, bien porque se acreciente la facultad reconocida a los grupos
representativos, para fijar las normas de ordenación.

i) Ordenación del trabajo de manera que se otorgue una justa solución a los que Friedmann ha
llamado "problemas humanos del maquinismo industrial".

j) Por último, y condicionando en cierto modo, el planteamiento total de la disciplina,


problematicidad del Derecho del Trabajo, y de sus supuestos e instituciones básicos, en
relación con la concepción ideológica que se posea respecto de la organización social.
Estructuras econçomico-sociales capitalista o socialista y Derecho del trabajo son términos
de obligada conjugación futura.

IV.- Interés objetivo del Derecho del Trabajo

Como afirma Paul Durand, "en las sociedades contemporáneas, el Derecho del Trabajo
ha alcanzado a ser una de las más importantes ramas del Derecho".

Las razones de este interés - que el mismo Durand recoge y analiza en sus diversos
aspectos - son fáciles de enumerar, por su misma evidencia.

1º) El número de relaciones que caen bajo esta rama jurídica. De manera general, son pocas
las personas que a lo largo de su vida, como empresario o trabajador, no conciertan alguna
relación laboral, y han de realizar, en consecuencia, las prestaciones y contraprestaciones a tal
relación ligada.

2º) Consecuencia de la anterior, el número de sujetos a quienes afecta. Para el trabajador, el


resto del Derecho adquiere una importancia, no diremos secundaria, sino ocasional, pues
mientras aparece como sujeto de determinadas relaciones jurídicas solamente en ciertas
ocasiones, en cambio, es protagonista - sujeto - de relaciones laborales en todo momento.
32

3º) El Derecho del Trabajo tienen una influencia predominante en las relaciones sociales y
en el mantenimiento de la paz social. Esta influencia se deriva no sólo del hecho de ordenar,
como toda regla jurídica, un cierto número de relaciones (concretamente, las relaciones de
Trabajo), sino, especialmente, por expresar el sentimiento de justicia del medio social.

4º) La significación de las normas laborales en lo que toca a la configuración ideológica del
sistema político de un país es, en verdad, extraordinaria. No importe tanto, a veces, la forma
política en sí misma, como la creación del sistema a que tal sirve en el cuadro conjunto de lo
que constituye el ordenamiento jurídico-laboral.- En ese sentido, las normas laborales pueden
ser un medio formidable de modificación de la estructura social y política de un país.

5º) El Derecho del Trabajo se encuentra ligado íntimamente a la vida económica; incluso,
la repercusión puede considerarse internacional. Una medida laboral de general aplicación -
subida de salarios, reducción de jornada de medidas de estabilidad, etc.-, tiene hondas y
extensas repercusiones en el plano económico.

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