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LECTURA CONTROLADA
CURSO DERECHO DEL TRABAJO
PROF. CECILY HALPERN M.
PROF. ROSA MARIA MENGOD G.
La cuestión, es, por lo demás, tan importante, que, sin la referencia a esta evolución, el
propio enjuiciamiento del total ordenamiento jurídico en nuestros días queda sin virtual
explicación en sus distintas manifestaciones. No en balde, los tratadistas todos abordan el
estudio de la materia jurídico-laboral en sí con la cuidada atención previa que los problemas
históricos requieren. Bien entendido que no se trata solamente de la aplicación de un método
histórico a las diferentes cuestiones que la problemática del trabajo suscita, sino de algo incluso
más importante, cual es la consideración de que las materia objeto de nuestro estudio no resulta
susceptible de una visión unilateral, por insuficiente. Así pues, cuando se habla de Derecho del
Trabajo se está en la necesidad de dilucidar lo que en el mismo existe de jurídico, y, al mismo
tiempo, en qué medida a su formación, primero, y a su planteamiento positivo y actual, más
tarde, han contribuido factores históricos, económicos sociales, políticos o de otro carácter. En
tal sentido, conviene precisar que es el Derecho del Trabajo - y no la Economía del Trabajo, ni
la Sociología del trabajo, ni la Política Laboral - el objeto de nuestra investigación, pero que ello
no elimina la imprescindible y correcta aplicación que de los referidos factores debe hacerse.
El hombre sedentario, en cambio, crea relaciones más duraderas con la tierra, de la que
obtiene determinados productos, y a la que irá configurando, a través de sucesivas
parcelaciones, como patrimonio propio, que le ata y vincula en mayor medida a una
demarcación determinada.
Las primeras formas de prestaciones de servicios en este sistema lo son bajo régimen de
esclavitud.
El dueño lo era, en este sentido, y bajo el régimen de esclavitud, del producto del
trabajo. Y el protagonista inmediato del fenómeno - el esclavo - era una especie de mercancía
viva, según la expresión acuñada con bastante acierto y absoluta crudeza. El nulo o escaso
interés del esclavo por su trabajo - consecuencia lógica de la forma en que había de prestarlo -
determinó la realización del mismo en masa. Por otra parte, la atribución al esclavo - y como
propias del mismo - de las tareas manuales, conceptuadas - según ya dijimos - como serviles,
explica por qué, dentro del sistema de esclavitud, aparece formulada una clara oposición entre
trabajo físico y trabajo intelectual, cuya separación todavía pesará con valor casi históricamente
ancestral en algunos de los modernos planteamientos del problema. Por último, importa añadir
que no cabe referirse al trabajo del esclavo como a un trabajo libre. Lo que sucede es que esta
última expresión se contrapone a la de trabajo forzoso, pero sobre el supuesto de que quien
realiza uno y otro es sujeto de Derecho. Y en el caso del esclavo ni siquiera dicha condición le
estaba reconocida, con lo cual carece de sentido fijarse en el carácter no libre de los servicios
del esclavo.
Roma careció de conceptos jurídicos específicamente laboral. Por ello, hubo de acudir a
figuras propias del Derecho Civil.
Las causas por virtud de las cuales se caía en la esclavitud se mantuvieron análogos a
las de la época anterior. La extinción del régimen, a título personal, obedeció a diferentes
motivos, que engendraron otras tantas figuras jurídicas, las cuales cabe caracterizar así:
a) Manumissio, que implica la existencia de un acto en cuya virtud el esclavo se convierte, por
voluntad del señor o dueño, en hombre libre. Entraña una declaración de voluntad del
dominus, encaminada expresamente a otorgar la libertad, característica ésta que define la
esencia de la figura, cualquiera que sea el modo de su manifestación.
Por otra parte y junto a instituciones fundamentales de Derecho Privado en las que se
subsumen las relaciones de trabajo, así como al lado de las ya mencionadas normas de signo
intervencionista, han de tenerse en cuenta aquellas otras figuras jurídicas que permiten crear
verdaderas relaciones de trabajo a través de su misma naturaleza: tales, como ejemplo, el
contrato de mandato, el testamento que impone al heredero una obligación de trabajo a favor de
un legatorio, la promesa de trabajo - pollicitatio -, la redención de nexum mediante la
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prestación de un servicio, el colonato y la locatio. Estas dos últimas merecen, sin duda,
mención especial.
La diferenciación entre una y otra figura constituirá una cuestión básica en orden a fijar
posteriormente la inclusión o no, en el Derecho laboral, de ciertas relaciones cuya
caracterización implica la correspondiente aplicación de las normas jurídico-laborales, en un
caso, o de las de índole civil, en otro. Bien puede sostenerse que la temática central del Derecho
del trabajo gira en torno a esta distinción.
La verdad es que no cabe hablar aquí de una relación laboral en sentido estricto, sino de
una subordinación indirecta al propietario de la tierra de directa a la tierra misma. El colono
satisface al propietario un canon, bien en dinero o en especie, y de su pago responde con sus
bienes. El régimen que así se crea es, prácticamente, de absoluta servidumbre; en cierto modo,
tan ominoso como el de la esclavitud, pues si en éste la persona es conceptuada como un objeto,
en aquél a un sujeto se le hace depender de una cosa, y seguir, en definitiva, el destino de la
misma. No se trata, por consiguiente, de ejercer poder de disposición sobre una cosa, sino de
quedar vinculado a ésta en tal forma que el destino de la realidad material - la tierra - marca el
destino de la persona. Como régimen de subordinación, difícilmente puede concebirse mayor
degradación del individuo, aún cuando el sistema permitirá la elevación económica y, en último
término, la independización del sujeto, es decir, del colono, que se alcanza, entre otros medios,
por la adquisición por aquél, de la totalidad o parte del feudo a que se halla adscrito.
Por otra parte, no carece de sentido, ni mucho menos, aquella interpretación que tiene
a explicar el régimen de colonato en virtud del cambio operado en las relaciones de producción,
que impulsa a sustituir el trabajo de los esclavos por el de personas que puedan interesarse en
los resultados de actividad, dando lugar a la aparición de este sector - intermedio entre el
hombre libre y el esclavo - que son los colonos. La vinculación de éstos a la tierra se
prolongará, aunque conciertas variantes, a lo largo de la Edad Media, en cuya época el
feudalismo mantiene el régimen de servidumbre como base de su estructura económica.
Entre estas últimas hay que señalar, como más significativas, las representadas por los
principios y la doctrina del Cristianismo, con su proclamación de la igualdad sustancial de todos
los hombres y su consiguiente negación de la esclavitud, su afirmación del valor espiritual del
trabajo y de la dignidad del trabajador; su consideración, en fin, del trabajo como un deber no
sólo individual, sino social y aun religioso, que dignifica y eleva, obra moral de un sujeto moral.
Entre las causas de carácter jurídico, la progresiva relajación de los vínculos familiares,
el predominio cada vez más acentuado del hombre libre sobre el esclavo y el incremento de
relaciones adscritas en su origen para dar entrada a nuevos sistema en los que las relaciones
jurídicas, con base en la prestación de servicios, supone una ruptura total con las líneas
centrales que habían presidido el desarrollo de dichas relaciones en el mundo anterior. Lo cual
no significa que esta ruptura se produzca de una manera brusca, sino gradual, a través de una
coexistencia entre instituciones anteriores, sino gradual, enteramente nuevas que determinan,
por ejemplo, la progresiva sustitución de un régimen antes predominantemente autónomo, por
otro heterónomo. El sistema del colonato es, una vez más, un buen ejemplo.
El feudalismo, como es sabido, arranca del feudo, que no es ni más ni menos que una
parcela de tierra. La desintegración del Imperio Romano, dio origen al nacimiento atomizado
de, en realidad, varios Estados nuevos, cuyos titulares distribuyeron las tierras entre personas
que, a cambio de ello, se comprometían a servir bajo su mando. El proceso de producción, sin
embargo, determinó una paulatina y progresiva adscripción de los campesinos a los señores
feudales, constituyéndose aquéllos bajo la dependencia personal de éstos, en una situación
prácticamente de vasallaje, para convertirse en verdaderos siervos de la gleba. La vinculación
de aquél a éste se hizo total y absoluta, y el debilitamiento de los vínculos de dependencia no
impide, en modo alguno, caracterizar la condición del siervo bajo los módulos siguientes:
vinculación a la tierra y prestación de servicios en las propiedades del señor; transmisión de la
condición de siervo, que sigue a la de la tierra cuando ésta es adquirida por un nuevo
propietario; naturaleza incluso política, del poder ejercido por el señor; fidelidad como nota
caracterizada de la relación de sumisión del siervo al señor feudal.
Se ha dicho, y con toda razón, que el feudalismo fue una etapa necesaria en el desarrollo
histórico de la sociedad, determinada por el hecho de que el régimen de esclavitud había
agotado por entero todas sus posibilidades. Representa, en la historia de las relaciones
económico-sociales, la culminación de un proceso en virtud del cual muchos campesinos, antes
libres, caen bajo la dependencia personal del "señor" feudal, bien que lo característico de esta
sumisión sea la correspondencia entre prestación personal de servicios por el siervo y protección
que a éste otorga el señor.
La evolución del sistema permite, sin embargo, distinguir varios momentos en el cuadro
que constituye la relación señor-vasallo. En una primera época predomina la venta en trabajo
como prestación personal del siervo; en una segunda, aquélla se convierte en venta en especie;
en la última se opera la sustitución de la venta en especie por la venta de dinero. De esta forma,
el grado de subordinación presente en todos los momentos, se distiende para ir afirmándose
gradualmente una situación de independencia. Es común a todas las etapas del feudalismo la
existencia de relaciones de trabajo como prestaciones de servicios de los siervos de la gleba, y
sólo, en los últimos momentos, puede hablarse, en realidad, de trabajo libre, y ello como
expresión de los afanes de independencia de artesanos y comerciantes, que surgen como
estamentos sociales en las ciudades medievales frente a la caracterización evidentemente
agrícola de los señores feudales.
En todo caso, el hecho verdaderamente decisivo de este período histórico, a efectos del
Derecho del Trabajo, es la aparición de las prestaciones de servicios en régimen de libertad.
Esta realidad que se impone con su virtualidad expansiva como un fenómeno característico del
sistema, constituirá, por otra parte, la base de desenvolvimiento de los Gremios.
1º disfrute de monopolio, de manera que nadie podía ejercer un oficio sin pertenecer a un
Gremio;
2º composición jerarquizada, en una escala que iba del maestro al aprendiz;
3º dirección y gobierno, a cargo de las personas titulares de la función más elevada de la
escala, es decir, de los maestros;
4º reglamentación de las relaciones labores, cuyo contenido quedaba sustraído a la
voluntad de las partes para ser atribuido al poder regulador de los Gremios.
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La intervención, que también se dio, del poder público, autoriza a conceptuar a los
Gremios, "según la definición de Pirenne, exclusivamente determinada profesión, de acuerdo
con los reglamentos sancionados por la autoridad pública".
2.- Estructura
Sobre el aprendiz pesaba como debe esencial el de aprender el oficio, lo que suponía la
obligación de obedecer a su maestro. La duración del período de aprendizaje solía oscilar entre
cuatro y seis años.
Así el gremio se convirtió en la unión de los maestros a través del poder ejercido por
ellos. Las normas dictadas para regular las condiciones de trabajo se proyectaron sobre los
agremiados como manifestación de la voluntad de los maestros. Los tres requisitos esenciales
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exigidos para ostentar tal condición y que Bry resumen como capacidad apreciada por los Jefes
de profesión u oficio; pago de los derechos, con frecuencia onerosos, señalado como necesarios;
y compra de la profesión al señor y al rey, atestiguan que la condición de maestro fue quedando
como categoría privilegiada, privativa de algunos, cada vez menos. De hecho, se crearon
verdaderas castas, y el margen de separación entre el grado de maestro, por un lado, y los de
oficial y aprendiz, por otro, se acentuó cada vez en mayor medida.
Esta situación no debe conducir a una estimación no debe conducir a una estimación
negativa del valor de la organización gremial. Con palabras de Brinkmann, importa decir que
"así como la economía capitalista no logró realizar el ideal de la competencia ilimitada hasta el
extremo, tampoco hubo en la Edad Media posiciones monopolistas ilimitadas y eternas de la
industria".
Una de las finalidades del Gremio fue - como ya hemos indicado - la regulación de las
condiciones de trabajo de sus agremiados. Las relaciones jurídico-laborales quedan dentro de
una orientación heteronómica, que constituye la naturaleza de este ciclo histórico. Se puede
hablar, en esta época, de una doble fuente reguladora; el poder público y los Gremios. Estos
últimos - autónomos en cuanto tales - no lo eran, sin embargo, para sus miembros, ya que la
voluntad de éstos no era determinante de la regulación de las relaciones por ellos creadas. El
centralismo ocupa, no obstante, una parte muy importante del Derecho Gremial, y la
diferenciación entre oficios reglamentarios y oficios libres, aunque existente de hecho, se
inclina decididamente en cuanto al número a favor de los primeros.
El Derecho Gremial se caracterizó, sobre todo, por fijar las condiciones de trabajo de
sus miembros en cualquiera de las escalas a que éstos perteneciesen. Con ello se consiguió una
clara expresión de autonomía corporativa o de grupo en la fijación de dichas condiciones.
4.- Características del Derecho Gremial del Trabajo como Derecho Heteronómico
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Como tales caracteres configuradores del Derecho Gremial del Trabajo, cabe señalar:
d) incidencia - más bien sociológica que jurídica - de las primeras expresiones de relación
colectiva, surgidas del fenómeno de solidaridad entre quienes dentro del Gremio estaban
sometidos a condiciones comunes de regulación, y cuya trascendencia - en el orden de los
conflictos a que esta situación diera lugar - se pondrá manifiesto en el hecho de la alteración
que sufren las propias estructuras gremiales, por un lado, y de la consideración que esta
realidad asociativa por sí misma comporta.
El Derecho del Trabajo no tuvo, en la época gremial, una base de directa sustentación.
Sus lazos de unión con el tejido de relaciones de dicha época vienen dados por la consideración
del tipo de trabajo en dicho período prestado.
dicho, y con razón - no tanto restringió la libertad de trabajo como reglamentó la forma de
realizarlo.
El trabajo apuntó en los fines del período gremial hacia dos direcciones distintas, que
corresponden, cada una de ellas, a dos momentos perfectamente diferenciados; de plenitud
gremial; el primero, en el cual el trabajo se presta dentro del Gremio, con las excepciones poco
importantes que suponen las tareas realizadas en régimen de libertad; de decadencia ya, el
segundo, en el que los abusos gremiales condujeron a una cada vez más firme reivindicación en
un trabajo libre por cuenta ajena, que habría de constituir en lo sucesivo las gran realidad social
sobre la que se levantaría el total sistema del Derecho del Trabajo.
El sistema gremial en definitiva (como ha señalado Borrajo), "se reveló incompatible con el
desarrollo de la línea liberal, individualista y competitiva que reclamaba el espíritu nuevo y
activista propio de la época, y a fines del siglo XVIII entró en una irreversible decadencia".
La decadencia del sistema gremial se produjo, en gran medida, por los abusos en que el
mismo recayó. Las fórmulas monopolísticas en que institucionalmente el sistema se concretó; la
cada día más pronunciada separación existente entre maestro y oficiales; la relegación de la
condición de éstos o situaciones que de hecho equivalían a la existencia de un auténtico
proletariado; la falta de capacidad de los Gremios para adaptarse a las exigencias económicas y
sociales que las nuevas estructuras de la realidad demandaban; la ausencia de sentido medular
para crear estructuras jurídicas en las que dar entrada a las transformaciones advenidas, fueron
motivos más que suficientes para ocasionar la gradual desaparición de los Gremios.
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En último término - como ha resaltado Alonso Olea - el régimen del truck significó la
expresión de un postrer intento para ligar el trabajador al taller lo mismo que, en épocas
anteriores, el siervo había estado adscrito a la gleba, negándole la decisión voluntaria de trabajar
o no trabajar y, en caso afirmativo, la de hacerlo para cualquiera.
Con el triunfo de la Revolución Francesa nació en realidad una nueva política social
cuyo punto de partida se hizo descansar en la proclamación de los derechos del hombre y en la
afirmación de la voluntad humana como supremo valor y esfera absoluta de disposición de las
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Max Weber ha visto con toda claridad - y en ello no hace sino continuar las líneas de
reflexión asentadas por Tawney - que esta filosofía desembocó en una exaltación del
puritanismo y que "la concepción puritana de la vida no sólo favoreció la formación de
capitales, sino que fue favorable sobre todo para la formación de la conducta burguesa y
racional (desde el punto de vista económico) de la que el puritano fue el representante típico y
más consecuente", significando, en realidad, esta concepción, el nacimiento del moderno
hombre económico.
El capitalismo encontró en el sistema liberal su gran aliado. Sin éste no hubiere sido
posible aquél. Revolución tecnológica y liberalismo, no podían, en verdad, producir otro
resultado. El capitalismo adoptó tres formas distintas - comercial, financiero e industrial - que
funcionaron, no obstante, de manera concurrente. La concentración industrial y la explotación al
máximo de las nuevas técnicas, exigía inversiones elevadas que, naturalmente, implicaron al
mismo tiempo un desarrollo de las formas societarias mercantiles. Por otro lado, causas
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La libertad que se concedió al espíritu de empresa constituyó, sin duda, una de las
causas determinantes en la transformación del medio económico, operaba en los primeros años
del siglo XIX. A ello ha de unirse el hecho de que el capitalismo se construyó sobre premisas
racionales. Lo cual supuso, en las empresas enmarcadas bajo este signo, apropiación de todos
los bienes materiales de producción, libertad mercantil, técnica racional, derecho racional,
trabajo libre, comercialización de la economía, especulación y socialización del trabajo con
amplia y progresiva división del mismo. Junto con ello, aceleración del proceso alienante del
trabajador.
Dos disposiciones muy concretas - de origen francés, pero con traducción inmediata al
resto de los países - marcaron la desaparición formal de los Gremios - con la afirmación del
libre ejercicio de la industria - y la interdicción de todo fenómeno asociativo de carácter
profesional. Nos referimos al Edicto de Turgot - 1776 - y a la Ley Chapelier - 1791 -. Cuyo
reflejo entre nosotros se manifestó en el ya mencionado Decreto de 8 de Junio de 1913.
Trabajo como tal, sino del un sistema liberal de establecimiento de condiciones laborales. Se
celebraba el contrato de trabajo sobre idénticas base que cualquiera otro, sin más limitaciones,
igualmente, que las impuestas a la voluntad de las partes por las prescripciones de orden
público, los imperativos de la costumbre o los principios de la moral.
En la crisis general del sistema liberal hay que señalar, por lo demás la concurrencia de
un cuadro causal cuya presencia marca la aparición del fenómeno intervencionista. Así la
irrupción de las masas en el concierto social y político, entendido este hecho no con una
estimación cuantitativa, sino cualitativa sobre todo, como presencia en el ámbito histórico de un
tipo de hombre profundamente despersonalizado, significó un paso importante. Asimismo,
jugaron papel decisivo la formación de una conciencia colectiva y el desarrollo del sentimiento
de solidaridad. En orden análogo, la convicción de que jurídicamente la igualdad formal de las
partes no se corresponde con la igualdad material de las mismas cuando de sujetos de una
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relación laboral se trata, constituyó una llamada de atención a la pretendida neutralidad del
legislador.
Los fundamentos del Estado liberal fueron atacados desde todos los flancos
imaginables, y no resulta contradictorio - sino perfectamente comprensible - que doctrina
opuestas entre sí como el catolicismo y el marxismo coincidieran en su negación de los
supuestos liberales. En nombre de principios diferentes y apelando a medios distintos, ni aquél
ni éste podían aceptar los postulados de un sistema que entrañaba la negación de la dignidad del
hombre y la opresión de los miembros de una determinada clase social, a virtud de una
explotación no institucionalizada, pero sí real.
Sus causas determinantes fueron, en gran parte, fruto de una reacción contra los excesos
del liberalismo. El dominio ejercido por la burguesía capitalista; el imperio de la ley de la oferta
y la demanda en la fijación del ------- ; la extensión de los principios de libertad individual,
propiedad y abstencionismo estatal, produjeron fenómenos paralelos y semejantes, pero,
naturalmente, de signo opuesto. Así, la burguesía como categoría sociológica engendró el
proletariado; el individualismo en la fijación de las remuneraciones originó una posición
reglamentadora de los salarios; el aislamiento como situación jurídica quedó sustituido por un
proceso general de colectivización; la afirmación de la propiedad como poder condujo a
necesarias limitaciones en su uso y disfrute; el inhibicionismo del Estado, llevó a una actitud
intervencionista.
La Revolución Industrial adquirió su desarrollo a partir del siglo XVIII; pero sus más
profundas y extensas implicaciones se dan en el XIX. Indirectamente determina un proceso
intervencionista.
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Pero estos hechos conllevan - por las derivaciones a que dieron lugar - ciertas
exigencias traducidas en el cambio de actitud del Estado y en la no menos necesaria presencia
del mismo en la función reguladora de las condiciones - algunas, al menos - en que el trabajo
había de prestarse. Los riesgos que todo maquinismo entraña forzaron a una actitud protectora
del trabajo por parte del poder político; se impusieron así medidas de seguridad, sobre todo en
ciertos trabajos especialmente caracterizados por su peligrosidad; se tendió a proteger a las
mujeres y menores prohibiéndoles el manejo de determinadas máquinas; se comenzó a regular
el aprendizaje para proporcionar una adecuada especialización profesional; se trató, sobre todo,
de atender a las consecuencias derivadas del paro involuntario y del accidente del trabajo. Sin
proceder inmediatamente del maquinismo en cuanto tal, se comenzó a prestar atención a la
fijación de las remuneraciones, y se hubo de hacer frente a las situaciones de conflictos
derivadas del crecimiento de poder en las asociaciones profesionales.
Esta postura hizo más angustiosa la situación desamparo del trabajador frente al poder
empresarial en el intento de fijar condiciones de trabajo más justas, más humanas. El
sentimiento de que la unión podría servir como cauce de reivindicaciones e instrumento de
mejora, tomó bien pronto en la conciencia obrera carta de naturaleza. Las coaliciones o uniones
pasajeras constituyeron un objetivo calificativo para, con él alcanzar conquistas permanentes.
Con vicisítudes diversas, consecuencia de las, a veces, drásticas medidas adoptadas por el
poder político, en el silencio de la espera y con el mecanismo de la clandestinidad, la asociación
obrera corrió como un viento de salvación y pasó a constituir una realidad más poderosa que las
formalidades prohibitivas. Una corriente general de solidaridad se hizo ostensible en toda
Europa a partir, sobre todo, de la segunda mitad del siglo XI; buscando en la unión de cuantos
se sentían oprimidos el único recurso para luchar contra la explotación. El socialismo, primero,
como fenómeno de reacción contra injusticias patentes, la significación extrema del marxismo,
después, y la aparición del fenómeno sindicalista, más tarde, constituyeron realidades decisivas
en orden a la destrucción de los supuestos liberales y a la afirmación de un proceso
intervencionista del Estado. El hecho de que determinadas tendencias de esta época se
manifestaran, incluso en sus derivaciones últimas, con una pretensión casi anarquista, prueba
que la reacción podría hacer esperar.
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Por otra parte - sin duda, la más importante -, ha de tenerse en cuenta que el
sindicalismo adoptó bien pronto una función esencialmente profesional, de presentación y
defensa de los intereses de la rama, oficio, profesión o industria. Su finalidad se centró,
singularmente, en el intento de actuar como fuerza reguladora de las relaciones de trabajo a
través del sistema de los pactos colectivos: Estos pasarían en seguida a constituir una nueva
fuente del Derecho del Trabajo - la más peculiar e interesante, sin duda -, y sus efectos,
constitutivos y reguladores a un tiempo impusieron su eficacia a la hora de fijar las
condiciones de toda relación laboral.
Esta ideología, que se caracteriza en general por su filiación, antiliberal, pero que lleva
consigo un contenido positivo, se manifiesta en diversas expresiones - movimientos y doctrinas
sociales con más o menos tendencia en su proyección y en el punto central de sus enseñanzas
-. Ello da origen a manifestaciones de tan señalada significación como el socialismo, y el
planteamiento social cristiano.
a) Socialismo.- No cabe unificar, en una rotulación genérica, las múltiples formas bajo la
cuales el socialismo se desenvuelve tanto en el terreno doctrina como en el de los hechos.
Todas coinciden, sin embargo, en su actitud antiliberal, crítica de los postulados
individualistas, y, por tanto, en la afirmación de una necesaria intervención que rompa con
la inhibición del Estado en materia laboral.
Es evidente - pese a las críticas que al movimiento socialista puedan formularse - que éste,
con su defensa del trabajador y su global concepción de los problemas, contribuyó en gran
medida a crear una conciencia de preocupación en el poder político y a orientar a éste hacia una
intervención que se ha manifestado, sin duda, en la creación de condiciones laborales más
justas. La etiqueta de avanzada social con que la actualidad pretenden presentarse no pocos
movimientos sociales, no es sino posición obligada ante las presiones de una tendencia de los
intereses generales sobre los del individuo o los del grupo.
b) Pensamiento social cristiano.- Bajo esta expresión comprendemos aquí dos aspectos
diferentes, aún cuando unidos por un lazo de sumisión de uno a otro. En un primer sentido,
nos referimos a la doctrinas y la acción de cuantos, inspirándose en los principios cristianos,
han tratado de conseguir una transformación de las condiciones sociales, buscando para
éstas una justicia que se extendiera a toda la comunidad.
b) desenvolvimiento de una legislación especial que, en sus comienzos, cuenta con carácter
meramente protector o de policía, y que se refiere, en concreto, a jornada, descansos, trabajo
de mujeres y menores, y seguridad;
d) crisis rotunda del dogma liberal de la autonomía de la voluntad como fuente única de
regulación de las condiciones de trabajo, y consiguiente sustitución de la autonomía, en
todo o en partes, por dos fuerzas sociales que a partir de entonces serán la base de
determinación de aquéllas; el Estado, cuya potestad ordenadora se manifestará a través de la
Ley; y las asociaciones profesionales, cuya facultad normativa encontraré su expresión
efectiva en los convenios o pactos colectivos.
Los distintos factores que han determinado el tránsito de uno a otro de los períodos
señalados en la evolución de las relaciones laborales, adquieren ya, en pleno período
intervencionista, una significación especial.
Entre los de tipo político, hay que señalar la crisis del liberalismo, no ya en sus
manifestaciones prácticas, sino, sobre todo, son sus principios. La conquista del derecho del
sufragio supuso la incorporación de grandes masas al ejercicio del mismo, habida cuenta de que
las mismas se hallan integradas fundamentalmente por individuos pertenecientes a la clase
trabajadora. Esto representa una cada día mayor participación del pueblo en las tareas de
gobierno, e indirectamente, por tanto, una preocupación por la regulación de los aspectos y
relaciones más necesitados de protección en su base jurídica. El trabajo logra, por vía política,
un primer plano de consideración, que plantea la necesidad de una disciplina independiente, en
vista de la existencia de un objeto con entidad propia; la prestación por cuenta ajena.
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Desde el punto de vista social, las determinaciones operan en forma muy similar,
Burguesía y proletariado no son, solamente, dos grupos sociales enfrentados en el terreno de los
hechos, sino individualizados en sus componentes, dos sujetos, muchas veces, de una misma
relación, en la que tienen intereses contrapuestos. Su oposición en el Derecho no es sino un
reflejo de su oposición a la realidad. La necesidad de protección en que el proletariado se
encuentra, socialmente innegable, encontrará en el orden jurídico sus vías. Pero, en todo caso,
esa necesidad constituirá la base sobre la cual articular un derecho especial; el Derecho del
Trabajo. Ello no significa que este primer sentido protector, tuitivo, haya de mantenerse
indefinidamente, o, al menos, con la misma amplitud y significación que en sus momentos
iniciales. Por último, el fenómeno colectivista es otro de los importantes factores a tener en
cuenta en la temática del Derecho del Trabajo como disciplina independiente.
El contrato de trabajo amplía sus dominios y afirma su independencia respecto del viejo
arrendamiento de servicios por virtud de una serie de factores de tipo jurídico-psitivo, que
suponen, en todo caso, una exorbitación de los tradicionales moldes del Derecho Civil, incapaz
éste de contener en los Códigos del siglo XIX todo el conjunto de nuevas medidas que es
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preciso arbitrar para encuadrar dentro del Derecho al núcleo de condiciones económicas,
sociales y políticas que se dan en el siglo.
Es objeto propio es el trabajo libre por cuenta ajena. Es trabajo libre, que incluye de
consideración jurídica al servicio forzoso en cualquiera de sus formas; es trabajo por cuenta
ajena, que deja fuera - por falta de alteridad para la creación de relaciones - el que se realiza por
cuenta propia; es, en principio al menos, trabajo subordinado o dependiente, que supone la
ausencia de conceptuación jurídico-laboral del trabajo que, aún realizado por cuenta ajena, se
lleva a cabo, sin embargo, en régimen de lo que Hedermann llama autodeterminación:
El intervencionismo estatal tuvo el valor de afirmar cada vez con mayor solidez y
mayor fuerza el contrato de trabajo como contrato específico, independiente del tradicional
arrendamiento de servicios, que hasta entonces había prácticamente comprendido en su
regulación y en sus dimensiones las esferas posibles de toda relación planteada en torno a la
prestación de servicios como objeto de contrato, y a empresario y trabajador como sujetos del
mismo. La causa de esta progresiva independencia hay que encontrarla en la superación de esas
prestaciones como objeto del contrato de arrendamiento, y en su consideración como forma de
prestación de servicios por cuenta ajena, aunque con subordinación y dependencia del
trabajador al empresario. Precisamente esta dependencia es la que serviría para intentar la
diferenciación, más tarde, entre arrendamiento de servicios, en que el trabajo prestado cuenta
con un margen de libertad considerabl3e en quien lo presta, y el puro contrato de trabajo, en
que el trabajador aparece sometido a las decisiones del empresario, que ejerce sobre aquél una
potestad disciplinaria, que cuenta con omnímonas facultad para la organización y que tiene, he
hecho y de derecho, en sus manos, la posibilidad de ejercitar un despido del trabajador al que se
niega las garantías mínima de estabilidad en el empleo.
de su historia, para afirmarse en la actualidad con un sentido distinto y una orientación más
acorde con las exigencias de los actuales planteamientos socieconómicos.
Lo importante es, a nuestro efecto, señalar, más que el mismo concepto de relación
jurídica, el de relación jurídico-laboral.
La extensión del Derecho del Trabajo se manifiesta en la actualidad con evidente y claro
sentido.
Es un triple orden cabe, a nuestro juicio, referirse a esa extensión; desde los sujetos,
desde el objeto y en atención a las modalidades de la prestación.
En el primero de los aspectos - el que atiende a los sujetos -, la extensión del Derecho
Laboral es, sobre todo, cuantitativa. Cada día es mayor el número de los sometidos a las normas
laborales, y mayor cada vez el de quienes desenvuelven su vida dentro del marco a que afectan
las normas de esta rama jurídica. Incluso determinados sujetos excluidos - como funcionarios
públicos o altos cargos lo son más en atención a la peculiaridad de las relaciones en que
intervienen que a la naturaleza de las mismas, las cuales no son sino verdaderas prestaciones
libres de trabajo por cuenta ajena (administración o empresa).
En cuanto al objeto, cuando hablamos de extensión del Derecho del Trabajo por razón
del mismo, no queremos, con ello, aludir a una variación en aquél. Antes bien, ponemos de
relieve con tal afirmación del gradual aumento de relaciones que se crean como consecuencia
del ámbito funcional de actividades que el Derecho del Trabajo comprende. Esta ampliación se
liga, unas veces, a los sujetos mismos; tiene su origen, otras, en las modalidades que la
prestación del trabajo comporta.
Finalmente, por sus modalidades, la extensión del Derecho del Trabajo acrece cada día
sus posibilidades. Si se parte de la idea central de trabajo libre por cuenta ajena, toda la
situación en la cual este supuesto se de será objeto del Derecho laboral. Lo que se precisarán
entonces, serán, en todo caso, regímenes jurídicos especiales dentro del mismo Derecho del
Trabajo - para atender a las exigencias de regulación de esas distintas modalidad, que tengan en
cuenta las razones o hechos inspiradores de la modalidad. El trabajo a domicilio, el trabajo
doméstico, incluso las ejecuciones de obras - determinadas ejecuciones de obra que no
equivalgan a verdaderas compraventas-, son, en este sentido, ejemplos de esta ampliación. De
ellas, algunas - como el trabajo a domicilio - ya incluidas en el ordenamiento jurídico-laboral;
otras - como el servicio doméstico -, excluídas por razones que deben reputarse como
ocasionales, nunca de naturaleza.
En este sentido, la empresa de nuestros días en cuanto cada vez se configura más como
organización de elementos en orden a la consecución de un fin, precisa coordinar las distintas
actividades desplegadas en su seno y conciliar los intereses de la entidad con los derechos de los
particulares que presten servicios por su cuenta. En el mundo de las relaciones laborales
adquieren mayor sentido las que se dan en el marco de organización o empresa, ya que:
c) se disciplinan con un criterio genérico, que mira, no a la individualidad del vínculo, sino al
planteamiento masivo de los lazos jurídicos existentes, cuyo contenido y efectos se
determinan en base a categorías o funciones, y
Los conflictos nacidos de las alteraciones que se produzcan en las relaciones de trabajo
y seguridad social serán objeto de una Cuarta Parte, que incluirá, asimismo, los medios de
sustentación de aquéllos, o, en un sentido más amplio, los instrumentos de satisfacción de
pretensiones amparadas en normas laborales y de seguridad social.
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Por último, en la parte final del libro haremos una especial referencia a la estructura de
los organismos no jurisdiccionales que tiene a su cuidado la administración, vigilancia y
ejecución de las normas aplicables a la relaciones laborales, y del procedimiento para hacerlas
efectivas.
La configuración del Derecho del Trabajo ha tomado una dirección que ciertamente no
podría precisarse sino a través de lo que son las características de la sociedad en que se
desarrollan. Se habla, y no sin razón, de una vez, de una nueva época industrial en la que el
trabajo ocupa un puesto de primera magnitud, y donde, por consiguiente, la ordenación del
mismo ha de contar con las especiales características que en esa sociedad se dan. Un intento
enumerativo podría reducir el catálogo de las cuestiones con que el Derecho del Trabajo se
enfrenta en el mundo de nuestros días, a las que a continuación señalamos:
d) Acentuada complejidad de los fenómenos que hacen hoy de las relaciones laborales un
sistema en el que los avances tecnológicos imponen las características de su propio
planteamiento. La medida de tiempo y rendimientos, las exigencias de la productividad , los
procesos de autorización, van convirtiendo a las relaciones laborales en una realidad cuyo
contenido no puede ordenarse ya sobre la base de la pura y simple consideración del juego
derecho-deber.
g) Expansión del Derecho Laboral hacia terrenos o relaciones que le han venido siendo
negados como propios, y que, sin embargo, constituyen, pro razón de la naturaleza de las
relaciones que los integran, típica expresión de lo que esta rama del Derecho tiene como
objeto. En este orden de apreciaciones, la consideración de que la dependencia no es nota
esencial de la relación de trabajo y la estimación de que las prestaciones del personal al
servicio de la Administración - en cualquiera de sus grados - son verdaderas prestaciones de
servicios - relaciones de trabajo de índole jurídico-pública - constituyen momentos o
situaciones en las que es advertible sobremanera que tendencia expansiva.
h) Socialización de las formas ordenadoras de la prestación de servicios, bien porque cada vez
hayan de tenerse en cuenta por el poder político intereses sociales - o generales - al regular
laboralmente la realidad, bien porque se acreciente la facultad reconocida a los grupos
representativos, para fijar las normas de ordenación.
i) Ordenación del trabajo de manera que se otorgue una justa solución a los que Friedmann ha
llamado "problemas humanos del maquinismo industrial".
Como afirma Paul Durand, "en las sociedades contemporáneas, el Derecho del Trabajo
ha alcanzado a ser una de las más importantes ramas del Derecho".
Las razones de este interés - que el mismo Durand recoge y analiza en sus diversos
aspectos - son fáciles de enumerar, por su misma evidencia.
1º) El número de relaciones que caen bajo esta rama jurídica. De manera general, son pocas
las personas que a lo largo de su vida, como empresario o trabajador, no conciertan alguna
relación laboral, y han de realizar, en consecuencia, las prestaciones y contraprestaciones a tal
relación ligada.
3º) El Derecho del Trabajo tienen una influencia predominante en las relaciones sociales y
en el mantenimiento de la paz social. Esta influencia se deriva no sólo del hecho de ordenar,
como toda regla jurídica, un cierto número de relaciones (concretamente, las relaciones de
Trabajo), sino, especialmente, por expresar el sentimiento de justicia del medio social.
4º) La significación de las normas laborales en lo que toca a la configuración ideológica del
sistema político de un país es, en verdad, extraordinaria. No importe tanto, a veces, la forma
política en sí misma, como la creación del sistema a que tal sirve en el cuadro conjunto de lo
que constituye el ordenamiento jurídico-laboral.- En ese sentido, las normas laborales pueden
ser un medio formidable de modificación de la estructura social y política de un país.
5º) El Derecho del Trabajo se encuentra ligado íntimamente a la vida económica; incluso,
la repercusión puede considerarse internacional. Una medida laboral de general aplicación -
subida de salarios, reducción de jornada de medidas de estabilidad, etc.-, tiene hondas y
extensas repercusiones en el plano económico.