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Epistemología de las Ciencias Ambientales - Alumna: Laura Florencia López

CONTROL DE LECTURA.

La Conciencia Ecológica

La conservación es un estado de armonía entre los hombres y la tierra.


La respuesta usual a este dilema recomienda dar "más educación sobre la
conservación".
Resulta difícil hacer un resumen adecuado y breve de lo que es el contenido
de la educación sobre la conservación, pero, a mi entender, el contenido es
sustancialmente éste; obedezca la ley, vote correctamente, únase a algunas
organizaciones y practique la conservación que sea beneficiosa en su propia
tierra; el gobierno hará el resto. No define lo que está bien o mal, no asigna
obligaciones ni pide ningún sacrificio, tampoco implica cambio alguno en la
filosofía de los valores actual.
Lo que nos intriga es que la existencia de obligaciones por encima del interés
propio se da por sentada en obras rurales comunitarias tales como el
mejoramiento de caminos, escuelas, iglesias y equipos de juego de pelota. Sin
embargo, su existencia no se da por sentada, ni tampoco se discute con seriedad,
cuando se trata de mejorar el comportamiento del agua que cae en la tierra o de
preservar la belleza o la diversidad del paisaje rural. La ética del uso de la tierra
aún está gobernada en su totalidad por el interés económico propio, justo como lo
estaba la ética social hace un siglo.
Ese organismo es una hermosa pieza de maquinaria social, pero está funcionando
con dificultad porque hemos sido demasiado tímidos para indicar al campesino la
verdadera magnitud de sus obligaciones y nos hemos preocupado demasiado por
el éxito rápido. Las obligaciones no significan nada si no se tiene conciencia de
ellas y el problema que enfrentamos es extender la conciencia social de la gente
hacia la tierra.
Nunca se ha logrado un cambio importante en la ética sin un cambio interno en
nuestras prioridades, lealtades, afectos y convicciones intelectuales. La prueba de
que la conservación todavía no ha tocado estos fundamentos de la conducta
radica en el hecho de que la filosofía y la religión todavía no se han ocupado de
ella. En nuestro intento por hacer de la conservación algo sencillo, la hemos
convertido en trivial.
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Sustitutos para una Ética de la Tierra.

Una debilidad básica en un sistema de conservación basado totalmente en


motivaciones económicas es que la mayoría de los miembros que forman la
comunidad de la tierra no tienen un valor económico. LaS flores silvestres y las
aves canoras son ejemplos de ello. Es dudoso que más de un cinco por ciento de
las 22 000 plantas y animales superiores originarios del estado de Wisconsin se
puedan vender, puedan servir como alimento, o que pueda dárseles algún uso
económico. Sin embargo, esas criaturas son miembros de la comunidad biótica, y
si su estabilidad depende de su integridad, tienen derecho a seguir existiendo.

Resulta penoso leer esos circunloquios hoy en día. No tenemos aún una ética de
la tierra, pero por lo menos nos hemos acercado al punto de admitir que, como
cuestión de derecho biótico, los pájaros deben seguir existiendo, sin importar la
presencia o ausencia de ventajas económicas para nosotros.
La falta de valor económico a veces no es una característica tan sólo de especies
o de grupos, sino de comunidades bióticas completas: pantanos, ciénagas, dunas
y (supuestos) desiertos son algunos ejemplos. Nuestra fórmula en tales casos es
delegar su conservación al gobierno como refugios, monumentos o parques. La
dificultad estriba en que esas comunidades bióticas están generalmente
entremezcladas con tierras privadas más valiosas; el gobierno no puede poseer o
controlar esas parcelas diseminadas. El resultado neto es que hemos abandonado
algunas de ellas a su propia extinción en vastas áreas. Si el propietario privado
tuviera mentalidad ecológica, estaría orgulloso de ser el guardián de una porción
importante de dichas áreas, las cuales agregan diversidad y belleza a su granja y
a su comunidad.
Los terratenientes industriales y los usuarios de la tierra, especialmente los
leñadores y los ganaderos, tienden a quejarse de manera continua y ruidosa sobre
las extensas posesiones del gobierno y su regulación de la tierra; pero (con
notables excepciones) muestran poca disposición para desarrollar la única
alternativa que podemos vislumbrar: la práctica voluntaria de la conservación en
sus propias tierras. Cuando se pide al terrateniente privado que realice para el
bien de la comunidad alguna acción improductiva, accede hoy en día sólo con la
mano extendida. Si la acción le cuesta dinero, es justo y apropiado que reciba un
subsidio, pero cuando sólo le cuesta previsión, apertura de criterio o tiempo, el
asunto se vuelve por lo menos debatible El abrumador crecimiento en años
recientes de subsidios para el uso de la tierra debe atribuirse, en gran parte, a las
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propias agencias del gobierno encargadas de la educación para la conservación;
las oficinas encargadas del uso de la tierra, las universidades agrícolas y otros
servicios de extensión educativa. Hasta donde puedo apreciar, no se enseña
ninguna obligación ética hacia la tierra en dichas instituciones.
Un sistema de conservación basado solamente en un interés económico egoísta
es irremediablemente desequilibrado. Tiende a ignorar, y, por lo tanto, a eliminar
en algún momento, muchos elementos de la comunidad de la tierra que no tienen
un valor comercial, pero que son (hasta donde nosotros sabemos) esenciales para
su funcionamiento correcto.
El único remedio que podemos vislumbrar para estas situaciones es una
obligación ética por parte del propietario.

ÉTICA AMBIENTAL: VALORES EN EL MUNDO NATURAL Y DEBERES


PARA CON ÉL.

El respeto a la vida exige una ética que se preocupe del bienestar humano, una
ética como las demás, pero que se aplique ahora al medio ambiente.
La ética ambiental tiene que ser más objetiva desde una perspectiva biológica, es
decir, tiene que ser no antropocéntrica. Tiene que desafiar la separación entre la
ciencia y la ética al tratar de reformar una ciencia para la que la naturaleza carece
de valor y una ética que da por sentado que sólo los humanos cuentan
moralmente. La ética ambiental procura escapar del relativismo ético y descubrir
un camino que nos lleve más allá de cualquier ética basada en una sola cultura.
La ética ambiental es la única ética que va más allá de la cultura. Tiene que
evaluar la naturaleza, tanto la naturaleza silvestre como la que está mezclada con
la cultura, y sobre esa base juzgar qué deberes tenemos. Una vez que aceptas la
ética ambiental, no puedes seguir siendo el humanista que alguna vez fuiste.
LOS ANIMALES SUPERIORES
Los animales defienden su vida; tienen su propio bien y experimentan dolores y
placeres como nosotros. La preocupación moral humana al menos debería
extenderse al terreno de la experiencia animal.
Los cazadores siguen las huellas del ciervo herido; los rancheros que dejan morir
de hambre a los caballos son procesados. No obstante, hasta hace muy poco, los
siglos de la ciencia y el humanismo desde la llamada Ilustración no han mostrado
mucha sensibilidad hacia los animales, debido a la herencia cartesiana. Los
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animales eran considerados materia viva sin mente; la biología ha sido
mecanicista; incluso la psicología, en lugar de defender la experiencia animal, ha
sido conductista. A lo largo de varios siglos de ciencia dura y ética humanista, ha
habido poca compasión por los animales.
La ética debería ser igualitaria, no arbitraria y debería evitar la discriminación.
Existen amplias bases científicas para suponer que los animales experimentan
placer y sufren dolor; v desde un punto de vista ético, nada justifica que valoremos
esas sensaciones en el ser humano y no en los animales.
El riesgo es que lo moral se amplíe de manera que extienda los derechos para
incluir a los mamíferos, pero no más allá, esto es, una ética con bases
psicológicas que sólo tenga en cuenta la experiencia que se siente. Respetamos
la vida en nuestros primos animales no humanos, pero casi humanos, es decir, se
trata de una ética semiantropocéntrica y todavía bastante subjetiva.
La ética, al extenderse, parece ahora bastante incapaz de discriminar; somos
incapaces de separar una ética de humanos de una ética de la vida silvestre.
Los animales silvestres no pueden entrar en la cultura; no tienen esa capacidad.
No pueden adquirir un lenguaje en niveles suficientes para tomar parte en la
cultura; no pueden fabricar su vestimenta ni encender fuegos, mucho menos leer
libros o recibir una educación. Los animales, por adopción humana, pueden recibir
algunas de las protecciones de la cultura, lo que ocurre cuando los domesticamos,
pero ni las mascotas ni el ganado criado para alimento entran en la cultura que los
protege.
La cultura sí marca una diferencia ética importante; y la ética ambiental tiene
criterios diferentes de los que tiene la ética interhumana.
Algunos especialistas en ética insistirán en que, en la cultura, al menos es posible
minimizar el dolor animal, y eso supone restringir nuestra dieta. Hay depredación
en la naturaleza, el ser humano evolucionó como omnívoro; pero el ser humano, el
único animal moral, debería rehusarse a participar en la fase carnívora de su
ecología, del mismo modo en que se rehúsa a participar en la evolución de
acuerdo sólo con las reglas de la selección natural.
La diferencia, sin embargo, es que esas otras cuestiones son asuntos de la
cultura; son sucesos que, entre personas, en absoluto sucesos que ocurren en la
naturaleza espontánea. En cambio, comer es omnipresente en la naturaleza; los
seres humanos comen porque están en la naturaleza, no porque estén en la
cultura.
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Al comer, deben minimizar el sufrimiento animal, pero no tienen ninguna obligación


de modificar las pirámides tróficas ni en la naturaleza ni en la cultura.
Los dolores, los placeres, los intereses y el bienestar de los animales individuales
son sólo uno de los factores que hay que considerar en una ética ambiental más
compleja que no se puede alcanzar confiriéndoles derechos a los animales o por
medio de cálculos hedonistas.

ANALISIS Y REFLEXION.
La conciencia ecológica es la capacidad para comprender el costo ambiental que
el propio estilo de vida conlleva, la posibilidad de tomar en cuenta el factor
medioambiental ya no como un elemento moral a gran escala, sino como algo
personal y relevante en la propia realidad, esto significa que la conciencia
ecológica debe ser fomentada en los ciudadanos, pero también impuesta a través
de las leyes en las industrias y empresas, el factor ambiental debe ser un
elemento central en la planificación productiva, fomentar la conciencia ecológica
se trata de una lucha importante que implica tanto el aparato educativo y la
iniciativa ciudadana, como el compromiso del sector económico productivo y del
Estado.
La dependencia que el ser humano tiene de la naturaleza y de la responsabilidad
en su uso y estado de conservación es la conciencia ecológica. Desde que el
hombre empezó a usar la naturaleza para satisfacer sus necesidades y caprichos,
los ecosistemas han sufrido las consecuencias de la contaminación y la pérdida de
biodiversidad. La conciencia ecológica debe ser la forma de entender la vida y de
funcionar en ella de todos y cada uno de los seres humanos.
Se puede producir de forma sostenible, se pueden utilizar convenientemente los
recursos y utilizar energías limpias, se puede reducir el volumen de residuos y
aumentar su reutilización y, en definitiva, se puede cambiar desde lo individual a lo
global en beneficio común.
La conciencia ecológica y la ética ambiental inician cuando los seres humanos nos
reconocemos como especie, formando parte de la naturaleza, y reflexionamos que
nuestras acciones tienen un efecto sobre otras especies.
La Ética Ambiental debería ser biocéntrica y no antropocéntrica, debe procurar el
cumplimiento de normas y la difusión de valores que concienticen a las personas,
no solo como humanos individuales, también como organizaciones pensando en
las generaciones futuras.
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Los animales juegan un papel determinante para el equilibrio ecológico y respetar


la vida de los animales debería ser uno de los valores primordiales dentro de la
Ética ambiental, a la vez esto es muy absurdo ya que somos los mismos seres
humanos los que consumimos y los incorporamos en nuestra dieta. Existe un
amplio debate muy complejo con respecto a cómo debería ser la relación del
humano con los animales.
El ser humano a la hora de tomar decisiones debe tener un compromiso moral y
juzgar de manera objetiva su intervención en la naturaleza.

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