Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
9:
JESUCRISTO FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA DEL
ESPÍRITU SANTO Y NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN
Segunda parte
“Y la Palabra se hizo carne,
y puso su morada entre nosotros...”
Juan 1, 14a.
Los evangelios no son una biografía de Jesús, no narran estrictamente toda su vida. Muchos datos de su
vida en Nazaret y muchos hechos de su vida pública, no aparecen en ellos. San Juan nos dice en su
Evangelio que lo que en él leemos, fue escrito “Para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y
para que creyendo tengan vida en su nombre” (Juan 20, 31).
Las acciones, los milagros y las enseñanzas de Jesús, reunidos en los evangelios, nos muestran quién es
él. Su humanidad nos hace visible su condición divina y su misión de Salvador. Jesús nos revela, nos hace
presente a Dios Padre. Su presencia en nuestro mundo es manifestación del amor que Dios Padre nos
tiene. Su tarea es conseguir la salvación para todos los hombres de todos los tiempos y lugares. Su vida
entera es Misterio de Salvación.
La venida de Jesús al mundo fue preparada por Dios durante siglos. La anunció al pueblo de Israel por
medio de los profetas. Y en el corazón de los paganos despertó una espera confusa de esta venida.
Juan Bautista, el hijo de Isabel, fue su precursor inmediato, el último profeta y el mayor de ellos. Desde el
seno de su madre, Juan saludó la venida de Jesús y se alegró por ella.
EL NACIMIENTO
Cumplido el tiempo, Jesús nació en Belén, en la pobreza y humildad de un establo, y unos sencillos
pastores fueron los primeros testigos de este gran acontecimiento.
“No teman... les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: les ha nacido hoy, en la
ciudad de David, un Salvador, que es el Cristo, el Señor, y esto les servirá de señal: encontrarán un niño
envuelto en pañales y acostado en un pesebre... Los pastores fueron a toda prisa y encontraron a María,
a José, y al niño acostado en el pesebre... Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de
aquel Niño; y todos los que los oyeron se maravillaban de lo que los pastores decían” (Lucas 2, 10-
12.16.17-18).
Cada Navidad que celebremos, Jesús nace de nuevo entre nosotros y nos invita a hacerlo presente en el
mundo, por el testimonio de nuestra vida.
LA CIRCUNCISIÓN
Al octavo día de su nacimiento, Jesús fue circuncidado, como mandaba la Ley. La circuncisión era señal
de pertenencia a la descendencia de Abrahán en el pueblo de la Alianza. “Cuando se cumplieron los ocho
días para circuncidarlo, se le dio el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en el
seno materno” (Lucas 2, 21).
El Evangelio según san Mateo nos habla de la manifestación de Jesús a unos magos de Oriente, que
guiados por una estrella buscaban al rey de los judíos. “La estrella que habían visto en el oriente iba
delante de ellos, hasta que se detuvo encima del lugar donde estaba el Niño... Entraron en la casa, vieron
al Niño con María su Madre y postrándose lo adoraron; abrieron luego sus cofres y les ofrecieron dones
de oro, incienso y mirra” (Mateo 2, 9b-11).
Esta primera manifestación de Jesús como el Mesías de Israel, Hijo de Dios y Salvador del mundo, la
llamamos EPIFANÍA. Jesús se manifiesta y ofrece su salvación también a los paganos, a cuyos sabios
atrae a su luz.
La Iglesia celebra la Epifanía el 6 de enero de cada año. En algunos países - por una concesión especial –
se celebra el domingo entre el 2 y el 8 de enero.
PRESENTACIÓN EN EL TEMPLO
Como todos los hijos primogénitos, Jesús fue llevado al Templo de Jerusalén, cuarenta días después de su
nacimiento. “Cuando se cumplieron los días de la purificación..., llevaron a Jesús a Jerusalén para
presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley del Señor...” (Lucas 2, 22-23).
En el Templo, Jesús fue reconocido por el anciano Simeón y por la profetisa Ana, como el Mesías
esperado por Israel, “Luz para iluminar a los gentiles y gloria de su pueblo Israel” (Lucas 2, 32), y
también como “señal de contradicción” (Lucas 2, 34), para muchos.
HUIDA A EGIPTO
La huida a Egipto y la matanza de los inocentes ordenada por Herodes, manifiestan la oposición de las
tinieblas del pecado, que aparece a lo largo de toda la vida de Jesús.
“Muerto Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: Levántate, toma
contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel... Y fue a vivir a una ciudad
llamada Nazaret” (Mateo 2, 19.20a.22).
El regreso de la Sagrada Familia de Egipto a Nazaret de Galilea, nos presenta a Jesús como el libertador
definitivo de Israel y de toda la humanidad, de la esclavitud del pecado.
En Nazaret, Jesús llevó una vida ordinaria, semejante a la de cualquier persona. El Evangelio según san
Lucas nos dice que “el niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría, y la gracia de Dios estaba
sobre él” (Lucas 2, 40).
El único suceso que rompe el silencio de los evangelios sobre los años de la vida oculta de Jesús, es su
visita a Jerusalén cuando tenía 12 años, para celebrar allí la Fiesta de la Pascua. “El niño Jesús se quedó
en Jerusalén, sin saberlo sus padres” (Lucas 2, 43). En este episodio de su vida, Jesús dejó entrever el
Misterio de su consagración total a una misión derivada de su condición de Hijo de Dios. “¿No sabían
que debía estar en la casa de mi Padre?” (Lucas 2, 49), respondió a sus padres cuando le preguntaron
sobre su decisión de quedarse en el Templo junto a los doctores. María y José no comprendieron estas
palabras, pero las acogieron con fe, y “María conservaba cuidadosamente todas estas cosas en su
corazón” (Lucas 2, 51b).
En Nazaret pasó Jesús la mayor parte de su vida, trabajando como artesano carpintero igual que José. La
sencillez, la pobreza y la humildad marcaron su historia desde ahora y por siempre.
Jesús comenzó su vida pública con su Bautismo en el Jordán. “Y sucedió que por aquellos días vino
Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio que
los cielos se rasgaban y que el Espíritu en forma de paloma bajaba a él. Y se oyó una voz que venía de
los cielos: ‘Tú eres mi Hijo amado, en Ti me complazco’” (Marcos 1, 9-11).
De esta manera, Jesús aceptó e inició su misión de Salvador, asumiendo de una manera concreta Su
Voluntad.
LAS TENTACIONES
Inmediatamente después del Bautismo, los evangelios nos hablan de un tiempo de soledad de Jesús en el
desierto, al final del cual, Satanás lo tentó tratando de poner a prueba su actitud filial hacia Dios. “El
Espíritu lo empuja al desierto y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás...”
(Marcos 1, 12.13a.).
En el desierto, Jesús se reveló como el Siervo de Dios totalmente obediente a la Voluntad divina. De esta
manera Jesús abre el verdadero camino de la salvación, un camino que no es de confianza en sí mismo y
de facilidad, sino de obediencia y de abnegación.
Todos los años los católicos nos unimos a este Misterio de Jesús en el desierto, durante el Tiempo de
Cuaresma, que nos prepara espiritualmente para la celebración solemne del Misterio Pascual – la pasión,
la muerte y la gloriosa resurrección de Jesús.
Cuando Juan Bautista fue hecho prisionero, Jesús se fue a Galilea y proclamaba la Buena Nueva del
Reino de Dios. “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca, conviértanse y crean en la
Buena Nueva” (Marcos 1, 15).
El Reino de Dios es el “proyecto de Dios” sobre los seres humanos, los hombres y las mujeres de ayer,
de hoy, y de siempre, y de la creación entera. Este “proyecto de Dios” involucra lo personal o individual,
lo histórico, y lo último o definitivo. El Reino de Dios es la liberación del ser humano del pecado, la lucha
por establecer la justicia social, y de esta manera alcanzar la salvación eterna.
Todos los seres humanos estamos llamados a entrar en este Reino de Dios, anunciado primero al pueblo
de Israel. Lo único que tenemos que hacer es acoger con corazón humilde las palabras de Jesús:
“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mateo 5, 3).
Desde el pesebre hasta la cruz, Jesús compartió la vida de los pobres, se identificó con ellos, e hizo del
amor efectivo de todos nosotros hacia ellos, la condición para entrar en su Reino. Así nos lo dice con
claridad en el Evangelio según san Mateo: “Vengan, benditos de mi Padre, reciban la herencia del reino
preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve
sed y me dieron de beber; era forastero y me acogieron; estaba desnudo y me vistieron; enfermo y me
visitaron; en la cárcel y vinieron a verme... cuanto hicieron a uno de estos mis hermanos más pequeños,
a Mí me lo hicieron...” (Mateo 25, 34-36.40).
El centro del mensaje de Jesús, es el Mandamiento del amor: amor a Dios sobre todas las cosas, y amor al
prójimo como a nosotros mismos. Donde hay amor todo lo demás está incluido.
“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y
el primer mandamiento. El segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos
dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas” (Mateo 22, 37-40).
“Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a lo otros. Que como Yo los he amado, así
también se amen ustedes, los unos a los otros. En esto conocerán todos que son discípulos míos: si se
tienen amor los unos a los otros” (Juan 13, 34-35).
Jesús invitó a los pecadores de su tiempo, con quienes no tuvo inconveniente en relacionarse, a la
conversión, necesaria para poder entrar en su Reino, y les mostró de palabra y con hechos, la misericordia
ilimitada de Dios Padre. Sus palabras lo expresan con claridad: “No he venido a llamar a los justos, sino
a los pecadores” (Marcos 2, 17). “Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta,
que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse” (Lucas 15, 7).
La prueba suprema de este amor de Dios Padre y de Jesús, por los pecadores, será el sacrificio de su
propia vida, ofrecida “para el perdón de los pecados” (Mateo 26, 28).
Jesús acompañó sus enseñanzas con numerosos milagros que atestiguaban que él era el Mesías anunciado,
enviado por el Padre, e invitaban a creer en él. Decía: “Las obras que el Padre me ha encomendado
llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado (Juan
5, 36).
Entre los milagros de Jesús se destacan las expulsiones de demonios, que anticipaban la gran victoria de
Jesús sobre Satanás y la instauración definitiva del Reino de Dios. Lo dijo con claridad en diversas
ocasiones:“Si por el espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a ustedes el Reino de
Dios” (Mateo 12, 28).
A pesar de todo, Jesús fue rechazado por algunos y se le llegó a acusar de obrar movido por los demonios
(cf. Mateo 12, 19-32).
Desde el comienzo de su vida pública, Jesús eligió doce hombres para que estuvieran con él y
participaran de su misión. “Les dio autoridad y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar” (Lucas
9, 2). El Evangelio nos da sus nombres. “Sucedió que por aquellos días se fue Jesús al monte a orar, y se
pasó la noche en la oración de Dios. Cuando se hizo de día llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre
ellos, a los que llamó también apóstoles. A Simón, a quien también llamó Pedro, y a su hermano Andrés;
a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé, a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado
Zelotes; a Judas de Santiago, y a Judas Iscariote que llegó a ser un traidor” (Lucas 6, 12-16).
Entre los doce, Jesús escogió a Pedro y le confió la misión de guiar a los demás y ser cabeza de su Iglesia.
“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán
contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los cielos, y lo que ates en la tierra quedará atado en el
cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo” (Mateo 16, 18-19).
LA TRANSFIGURACIÓN
Cuando ya estaba próximo el momento de su pasión y muerte, Jesús anunció a sus discípulos lo que iba a
suceder, pero ellos no lo entendieron. En este contexto se sitúa el episodio misterioso de la
Transfiguración.
“Jesús tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar. Y sucedió que mientras oraba, el
aspecto de su rostro cambió, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante... Conversaban con él dos
hombres, que eran Moisés y Elías, y hablaban de su partida que se iba a cumplir en Jerusalén... Después
una nube los cubrió... y se escuchó una voz que decía: ‘Este es mi Hijo, mi Elegido, escúchenlo’” (Lucas
9, 28-31.34.35.).
La Transfiguración dio a los apóstoles una visión anticipada de la gloria de su Maestro. Esta visión estaba
destinada a fortalecerlos para afrontar con valor los acontecimientos dolorosos que estaban por suceder.
SUBIDA A JERUSALÉN
“Como se iban cumpliendo los días de su ascensión, Jesús se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén”
(Lucas 9, 51). Estaba dispuesto a morir en ella y hacia ella se encaminó sin temor.
El Evangelio según san Mateo nos cuenta que “fueron los discípulos e hicieron como Jesús les había
encargado: trajeron el asna y el pollino. Luego pusieron sobre ellos sus mantos, y él se sentó encima. La
gente, muy numerosa, extendió sus mantos por el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las
tendían... y la gente que iba delante y detrás de él, gritaba: “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que
viene en nombre del Señor!”. Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió ‘¿Quién es este?’,
decían. Y la gente respondía: ‘Este es el profeta, Jesús de Nazaret de Galilea’” (Mateo 21, 6-11).
La entrada de Jesús en Jerusalén, manifiesta la venida del Reino, que el rey Mesías llevará a cabo en el
Misterio Pascual de su gloriosa pasión, muerte, resurrección y ascensión al cielo.
En la Iglesia celebramos este acontecimiento tan importante en la vida de Jesús, cada año, el Domingo de
Ramos, cuando empieza la Semana Santa.
La Encarnación del Hijo de Dios abre un nuevo inicio en la historia universal del hombre y de la mujer.
Y este nuevo inicio acaece en el seno de una familia, en Nazaret. Jesús nació en una familia.
EVALUACION
TEMA N. 9: JESUCRISTO FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA DEL ESPÍRITU SANTO
Y NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN Segunda parte
NOMBRES Y APELLIDOS: FRANKLIN GERAL PALOMINO PEREZ
PARROQUIA: SANTA ANA