La actividad productiva agraria amerita un tratamiento distinto de otras actividades
productivas del sistema económico, por cuanto en su desenvolvimiento, el empresario agrario está sujeto a tres riesgos diferentes: el riesgo biológico, el riesgo económico, y el riesgo eventual. En el desarrollo de la actividad agraria, el agricultor, campesino, o como se le denomina modernamente, empresario agrario, combina y organiza distintos factores productivos, tierra o base material de la empresa agraria, instrumentos de producción, capital y trabajo. Desarrolla y ejercita su empresa agraria para dirigir el ciclo de vida animal o vegetal, procurando controlar el riesgo biológico y dirigir orientar el ciclo productivo al punto en el cual deba aprovechar los frutos o productos vegetales o animales. En consecuencia, un primer riesgo asumido por el sujeto de derecho agrario es el riesgo biológico, el cual puede constituirse en un riesgo externo proveniente de los fenómenos propios de la naturaleza, tales como los vientos, la lluvia, las inundaciones, las plagas que dañan o afectan el desarrollo de las plantaciones o la salud de los animales. Hoy día se propagan este tipo de riesgos, derivados por un lado del cambio climático y del fenómeno del niño y, por otro, del origen de nuevas enfermedades animales, tales como la gripe aviar, la fiebre porcina, y la encefalopatía espongiforme bovina, que ponen en gran peligro la seguridad alimentaria. Un segundo tipo de riesgo biológico son los riesgos internos, producto de los mismos seres animales (ganado, aves, peces) o vegetales (floricultura, fruticultura, horticultura, y productos tradicionales tales como el café, la caña y el arroz), por padecimientos intrínsecos a sus propios factores genéticos. El tercer tipo de riesgos, son los de carácter estructural, pues si la estructura de la empresa agraria no está adecuado a una buena técnica agraria, que garantice la protección de la producción y el adecuado desarrollo del ciclo biológico, cualquier defecto en la misma puede significar la destrucción del cultivo o la pérdida de la crianza. Nos referimos, por ejemplo, a los invernaderos, a los canales de riego, a las técnicas en la construcción de almácigos, a la selección de especies o variedades vegetales o animales dentro de la propia empresa y la liberación de organismos genéticamente modificados en el ambiente que pueden provocar efectos dañinos en las especies nativas originarias. Como se observa, el productor agrario, para obtener los frutos de su actividad, debe tomar muchas previsiones, para alcanzar el resultado esperado y llevarlo al mercado o venderlo a empresas agroalimentarias o agroindustriales. Debe producir bien, utilizando la mejor técnica agrícola, orientando el desarrollo de las plantas y de los animales. En cambio, el productor comerciante, únicamente realiza una labor de intermediación entre productores y consumidores. Esos riesgos biológicos, sin duda alguna dificultan la reconversión productiva, el desenvolvimiento normal de los procesos productivos debido a la influencia de las estaciones climáticas y la perecibilidad de los productos agrícolas, y también el grado de respuesta de los productores agrarios a las exigencias de las industrias agroalimentarias y de los consumidores. A esta diferencia significativa, se suma el riesgo económico condicionado por las leyes económicas del mercado de los productos agrícolas, derivado de la inelasticidad demanda de dichos productos con respecto al producto y al rédito del consumidor (leyes de King y Engel), que ligan la fragilidad del sector agrícola al desarrollo económico y tecnológico del proceso productivo.27 Debido al riesgo biológico, la oferta de los productos agrícolas es estacional, pues es difícil pensar en un control absoluto del riesgo y de los factores climáticos por parte del empresario, que ha lo sumo puede tratar de disminuir su impacto en la actividad. Es decir, no es posible aumentar la producción en época de invierno (en las zonas muy frías o desérticas), sino es con la utilización de tecnologías muy costosas que no eliminan del todo esos riesgos, y cuya inversión representan un costo significativo sobre todo para los pequeños y medianos productores. Por otra parte, el hecho que los productos agrícolas sean perecederos, implica que se deban consumir rápidamente, bajo el riesgo de perderse la producción, y el exceso del producto agrícola produce irremediablemente una rebaja significativa en los precios en perjuicio del productor agrario, que en muchas ocasiones ni siquiera obtiene el reembolso de los costos de producción. Todo ello explica la necesidad de garantizar mayores niveles de protección de la agricultura, de los precios de los productos agrícolas y de los incentivos de actividades agrarias sostenibles, así como el fortalecimiento del asociacionismo y la organización empresarial de los productores agrarios. La inelasticidad de la demanda agrícola respecto al precio del producto, implica que el consumo no varía con el cambio del precio, y por esa razón la excedencia en la producción provoca la rebaja del precio del producto a un nivel muy inferior, a aquél que se habría fijado si la oferta (aún vasta) se pudiera adecuar a la demanda. La inelasticidad de la demanda agrícola respecto al rédito del consumidor, significa que el gasto total de consumos alimentarios no crece con el crecimiento del rédito. Por esa razón, los problemas derivados del riesgo económico en la agricultura, no encuentran una solución en las reglas normales del mercado, sino que es requerida la intervención del Estado, orientada a reestablecer las condiciones paritarias para la agricultura, en condiciones de equidad y eficiencia productiva. En efecto, en nuestro medio, ello está dispuesto en el artículo 50 de la Constitución Política, que encuentra su aplicación práctica en la Ley Orgánica del Consejo Nacional de la Producción28 y de reconversión productiva, que establece la obligación de garantizar, por un lado la seguridad alimentaria interna, y por otro, de regular los precios de los productos agrarios, para garantizar un equilibrio y equidad entre los productores agrarios (sobre todo los pequeños y medianos) y los otros sectores productivos. Aunque se trata de disposiciones muy genéricas, podríamos individualizar algunos principios que orientan la PAC centroamericana, en diversas áreas estratégicas: -La modernización y reconversión del sistema productivo, para mejorar la eficiencia y competitividad del sector agropecuario. - Creación de un sistema de precios agrícolas de mercado, para estimular la producción y la eficiencia productiva. - Protección del mercado interno de la competencia desleal de terceros países. Entre sus funciones se encuentran: - definir y ejecutar anualmente la Agenda Agropecuaria Centroamericana - diseñar y ejecutar gradualmente una Política Agrícola Centroamericana, que propugne por la modernización y reconversión del sistema productivo a fin de mejorar la eficiencia y competitividad; - desarrollar programas comunitarios para valorizar y proteger los recursos naturales de la región en el marco de una estrategia de desarrollo sostenible. La productividad y eficiencia de las estructuras productivas, y en consecuencia la creación de empresas agrarias, implicarán el fomento y creación (por la vía de la política común), de diversos tipos de empresas agrarias, dando especial prioridad a las empresas agrarias familiares, de productores a título principal, o de empresas asociativas. EFICACIA. Por otra parte, urge poner de relieve no solamente las orientaciones positivas de la justicia agraria, sino también las debilidades del sistema (como la remisión constante a normas civilistas) que de alguna manera le perjudican, restándole eficacia y credibilidad. Por ello, al remozarse sus bases, deberá descubrirse y destacarse esas particularidades propias de la disciplina. Para la eficacia de las disposiciones que anteceden, los Gobernadores dirigirán anualmente a las Municipalidades del Departamento, en el mes de febrero, una circular encareciéndoles su cumplimiento; y dichas corporaciones, un mes después de haber empezado la estación de las lluvias, deberán remitir al Gobernador un informe de todo lo que hayan dispuesto y ejecutado sobre el particular. Si en vista de los informes o datos 6 recabados, apareciere que alguna de las Municipalidades ha sido omisa en el cumplimiento de dichas obligaciones o ha procedido con negligencia según los elementos de que haya podido disponer, el Gobernador le impondrá la multa prevenida en el artículo que antecede, en la cantidad que se haya hecho acreedora, según las circunstancias.