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Por
Marta Spagnuolo
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hispanohablantes nos haga olvidar que uno de los más extraordinarios narradores del
Recordar a mis posibles lectores cuánto goce nos haría perder ese probable olvido es el
posible. No tenemos, por ejemplo, una edición de sus obras completas. Sin embargo, las
en diversos soportes, aunque no especialmente copiosas, tampoco son raras. Solo hay
que interesarse en buscarlas. O, por qué no también, hacer el intento leer a Machado en
comprensible para el lector del español y puede emprenderse con el solo auxilio de un
diccionario biling[ue. Hoy, la obra del “brujo de Cosme Velho”, en portugués, puede
estudio del gran escritor brasileño, hay una cantidad impresionante de bibliografía,
visible, español.
Hay quien nos ha juzgado severamente al resto de los americanos por nuestro escaso
intentaré una explicación racional de las causas, que nos haga un poco de justicia con
respecto imputaciones que no merecemos, sin dejar por ello de señalar aquellas de las
nuestro país, en algún momento, no tuvo tan pocos lectores de su obra como se cree,
La mayoría de las citas breves he optado por traducirlas en el cuerpo del texto; unas
pocas preferí dejarlas en portugués y confío en que serán comprensibles. Las de mayor
Todos los libros citados de Machado de Assis remiten a las versiones digitalizadas
de Assis (www.machadodeassis.org.br/). De ahí que las citas de las novelas sean por
capítulos, que en Machado son por lo general breves, a fin de evitar referencias a
unánimes: su actualidad, para cualquier lector del mundo, y la duda sobre todos los
lector extranjero que abre por primera vez un libro de Machado, la sorpresa común, que
grande –un negro pintor de brocha gorda y una lavandera portuguesa–, tempranamente
huérfano de ambos, criado no se sabe bien cómo en un morro de Río de Janeiro, tras
poema suyo en una revista fluminense, pasa a cronista de prensa, crítico literario,
traductor del francés y del inglés, lector de alemán y creador de una obra equiparable,
estadounidenses del siglo XIX? ¿Cómo, aun en lucha con su gaguera y con su
epilepsia, tuvo fuerzas físicas y morales para crear esa obra inmensa, mientras cumplía
edad avanzada, ascendió social y económicamente, se casó con una portuguesa de buena
cuna, se codeó con la alta sociedad carioca, fundó la Academia Brasileña de Letras, y
murió en olor de gloria pública? ¿Cómo, este hombre que nunca salió de Río de Janeiro,
salvo una vez, a descansar a una localidad cercana; que se rodeó de un silencio y una
florecido en el Brasil esclavista del emperador Pedro II, que en vez de emplear su pluma
De todos los cuales, si eso buscamos, obtendremos la mejor radiografía del imperio
esclavista de don Pedro II, junto con esa clase de estremecimiento de risa y de piedad
Pero por sobre todo es muy difícil para cualquier crítico extranjero, de cualquier
tendencia, deslumbrado por Machado, tener que fechar esa escritura en la segunda mitad
del siglo XIX, en un país sudamericano, cuando toda su experiencia lectora previa le
burguesa parecía imposible y el cuento moderno, que daba sus deliciosas brevas en otras
latitudes, tenía que estar, por fuerza, en lontananza. Y resulta que no, que ello había
ocurrido en el Brasil. Durante todo el siglo XX, unos antes, otros después, iban
descubriendo que “la carta” o “el telegrama” – por hablar como Machado– les había
llegado tarde.
segunda mitad del siglo XX, con sonoros bombos y platillos, cuyo ruido, extrañamente,
una realidad más cercana: el proceso de salida de Machado, lento, silencioso –y aún
incompleto pero anterior–, hacia las propias tierras de América latina– esto es, hacia los
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países de habla española, donde iba a su encuentro “el buen lector”, quien jamás, para
Esto era inconcebible para Susan Sontag, que descubrió a Machado por los años 60,
Brás Cubas se tradujo al español sólo en los 60, unos ochenta años después de
haber sido escrito, y una década después de que se tradujo (dos veces) al inglés.
Buenos Aires, el 11 de noviembre de 1990, ante los ojos atónitos de muchos lectores
argentinos, que recordábamos lo mucho que se habían leído las Memorias póstumas de
Brás Cubas entre nuestros mayores, gracias a aquella edición del popular Club de Libro
(Buenos Aires, 1940, traducción de Francisco José Bolla), colección que llegaba por
Ello, sin contar que nada menos que en 1902, en vida del autor (Machado murió en
español –la primera en el mundo – del uruguayo Julio Piquet. Y que los mejicanos algo
también habrían tenido para decir, ya que el Fondo de Cultura Económica había editado
Pero la mayor paradoja era que Sontag nos asestaba este artículo justamente en el
la primera traducción (anónima) de una obra del Machado de Assis al castellano, Esaú y
sección literaria de La Nación, en esa fecha, el solo nombre de la autora los eximía de
una revisión de la nota. Muestra flagrante de nuestro retroceso cultural, por el cual,
Sin embargo, lo que con seguridad no merecíamos, ni los argentinos ni todos los
...[Machado de Assis] ha sido muy poco conocido y leído en el resto de América latina,
como si todavía fuera difícil de digerir que el máximo autor que produjo América latina
escribiera en portugués y no en español. Brasil tal vez sea el país más grande del
continente (y en el siglo XIX, Río de Janeiro fue la ciudad más grande), pero siempre
fue un país intruso, considerado por el resto de América del Sur —la América del Sur
de habla española— con mucha condescendencia y hasta con racismo. Es mucho más
probable que un escritor de alguno de esos países conozca en inglés cualquiera de las
literaturas europeas o alguna literatura europea que la literatura de Brasil, donde los
Pasemos por alto dos suposiciones de Sontag, implícitas en su artículo: que solo “un
escritor” pueda haber leído a Machado; y que los hispanos no suelan, también, practicar
la traducción. Y vayamos a lo importante: claro que en los países de América del Sur –
incluido Brasil– es mucho más probable que los lectores conozcan antes la producción
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europea que la de sus propios vecinos. Pero la de cualquiera de sus vecinos, aun de los
unilateral. Un ejemplo es Borges. Sólo después que Borges fue durante medio siglo
celebrado en Europa y en los Estados Unidos, Brasil contó con la traducción de su obra
completa.
escritores brasileños negros o mulatos, de los blancos, que también los hay. La regresión
a esas imágenes le habría generado una amnesia con respecto a la composición étnica de
preguntarse por qué hay tantos venerados escritores hispanoamericanos, cuya mayor
hasta del celestial Camões. Que yo recuerde, en la Argentina solo Eça de Queiroz, la
en el siglo XX, por sí mismos, esa barrera. Novelas brasileñas como la Doña Flor, de
Amado, Mirad los lirios del campo, de EricoVerissimo y la pieza La zorra y las uvas,
de Figueiredo, que alcanzaron gran popularidad, pero contaron con la eficaz mediación
Como sea, bueno es recordar que para la década de 1960, cuando la autora
tiempo y cantidad de ediciones a todos los países de habla hispana, incluido España, se
habían traducido y publicado las siguientes obras del brasileño: en 1940, la primera en
el mundo de Dom Casmurro (Edit. Nova, Colección Nuestra América), seguida de cerca
por la de W.W. Jaksson, 1945, que incluía los cuentos “Un apólogo”, Unos brazos” y
“Misa de gallo”; la de Acme y la de Espasa Calpe, las dos de 1953; y Quincas Borba,
Emecé, 1947.
anónima de Esaú e Jacó aparecida en Buenos Aires tres años más tarde, hubo un
resurgir de Machado solo en las décadas del 40 y del 50. Aquellas traducciones
Brasil hasta comienzos del siglo XX, luego perdida, por razones que no hay lugar para
analizar aquí.
entre ambos países. En El Brasil intelectual (1900), García Mérou señalaba el escaso
nuestros jóvenes escritores les eran familiares las producciones de tales o cuales autores
de tal o cual género. Entre los novelistas, nombraba a José de Alencar y a Machado de
Assis.
El libro de García Mérou fue una publicación oficial, motivada por la festejada visita
que, con una ilustre comitiva que lucía, entre otros, a Quintino Bocayuva y Olavo Bilac,
Alencar en 1877, la mención de Machado en una publicación que, aparte sus méritos,
formaba parte del programa de halago y acercamiento político hacia el Brasil, no deja
dudas de que, para esa fecha, Joaquim Maria Machado de Assis era el narrador vivo
Plata, y es de inferir que en ellas tuvo que ver Bartolomé Mitre, fundador y director de
La Nación y erudito hombre de letras. La hipótesis que aquí lanzo y en alguna otra
ocasión ampliaré, se funda también en que el uruguayo Julio Piquet, autor de la primera
cercano a Mitre.
Esa deficiencia señalada por García Mérou en 1900, ya era para entonces histórica.
español, que los había colonizado, o el portugués de los Braganza que de alguna manera
se prolongaba en el Brasil, sino a la de las Luces, que había presidido las causas
liberalismo brasileño, en tanto, para todos, ingresaba otro modelo exitoso para imitar,
De modo que tanto los países de Hispanoamérica como el Brasil, aparte de leer en
sus respectivas lenguas, leían, primero, el francés, y más tarde, el inglés, que lo
reemplazó como segunda lengua, con el plausible objeto de comunicarse con “el resto
del mundo civilizado”, entre el cual, según criterio de sus elites, no se encontraban sus
vecinos. Ese pobre comercio cultural se debió, pues, entre los hispanoamericanos entre
lectura de una tercera lengua que, según el criterio imperante, a ninguno de los dos
ahora, ni siquiera con el avance de Internet. Puede tomarse como uno de los rasgos
por la música, que siempre ha saltado todo límite, o por el turismo, para la minoría que
Arrastramos esa lacra vergonzante por demasiado tiempo, y las condiciones actuales de
los países latinoamericanos se vuelven cada vez más desventajosas: los excluidos no
disminuyen, crecen.
Con todo, se diría que, al menos en la Argentina, el país más favorecido en cuanto a
un interés cultural, ha sido Brasil. Entre las décadas de 1980 y 1990, en el caso especial
el canon de Harold Bloom en 1994, los trabajos de Gledson y sus traducciones al inglés,
las menciones de Sontag, el impulso dado al Mercosur, y hasta dos o tres declaraciones
dirigen la Colección Vereda Brasil que edita Corregidor, que entre sus títulos tiene solo
La más reciente edición argentina de una obra de Machado de Assis de la que tengo
Flor, 2003; La cartomántica. El espejo. La iglesia del diablo y El alienista, las dos de
Magoia, 2002; la mencionada del Memorial de Aires, en Corregidor, 2001; Ideas del
canario y otros cuentos, Losada 1993; El delirio, Centro de Estudios Brasileños, 1981;
La causa secreta y otros cuentos, 1978 y Memorias póstumas de Blas Cubas, 1978, las
Machado por la lectura está cerrada en la Argentina, quién sabe por cuánto tiempo más
–como la de todos los grandes escritores, nacionales o extranjeros, por otra parte–,
Permítasele, pues, a quien alguna vez su patria le dio oportunidad de aprender a leer,
dar su visión de un escritor que, mal que le pesara a Jorge Amado, para quien no hubo
hombre menos amado que Machado de Assis, muchos devotos tanto amamos.
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como el bíblico. Cada una de sus criaturas nos lleva consigo por sus propios génesis,
que un lugar ambicionado sobre la que pisan; esa por la que se sube y se baja, entre los
morros y la bahía, o se recorre por las mismas calles de un Río de Janeiro jamás del
todo poseído y, menos aún, redimido por un Mesías. Y del otro lado, el mar, azul esta
vez, que no parece abrirse sino para dejar paso a la barca, que fatalmente se imagina
dorada, rumbo a una playa sobre la que enseñorea, en lo alto de la sierra, una mítica
Petrópolis.
sus becerros de oro, está todo lo humano del instinto de trascendencia que, olvidado del
diminuta escala de sus valores. Y detrás, el brujo que los mueve: les da oportunidades
de redención que ellos se detienen a considerar para rechazarlas pronto, los sacude a ver
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si aprenden a mirar más allá de su propia nariz, aparentemente claro, el brujo, en sus
El escándalo del lector –que Machado convierte en uno más de sus personajes–, es la
vía maligna que lo deja indefenso en sus manos, hasta que, sin saber cómo, se da cuenta
de que, también él, está siendo vapuleado. En efecto, solo cuando, desprevenido, el
el lector aún se siente superior al otro, a quien acaba de descubrir parecerse en algo,
pero, felizmente, no del todo. Es bastante fácil sentirse superior a Palha, en el momento
en que termina por confesarle a su esposa Sofía por qué motivo crematístico no puede
intentar detener la mano de Rubión, que esconde en su bolsillo la carta que evidencia la
locura de Quincas Borba al momento de testar, mientras espera la herencia del muerto,
contra Madre”. ¿Está seguro, lector, que usted no le va a alcanzar la vara a Sinhá Rita
para que azote a la negrita Lucrecia, si en ello le va a usted evitar un destino que
aborrece? ¿Está seguro de que no va a cazar con violencia a una esclava fugitiva a punto
su propio hijo?
Machado casi agota la casuística sobre cuál es la heroicidad posible en la vida del
bicho humano común que no ha nacido para héroe, para mártir o para para santo. Y sin
embargo, es un juego ilusorio. Lo que hace Machado es solo fijar en cada individuo su
mirada penetrante, mientras lo vuelve del derecho y del revés. Da lo mismo que lo
coloque atrapado en la red de una sociedad opresora como frente a toda la tierra sin
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dueños que desde el Arca se ofrece a los hijos de Noé. (“En el arca”). Y no por la
imposible figurarse a un escéptico en un hombre que dedicó una vida entera a escribir
ataraxia. Un moralista, en fin, sin clientela. ¿Qué tormento mayor que ese?
sobre el tema del deseo, y sobre el costo moral que se esté dispuesto a pagar por
satisfacerlo, tan grande como el déficit que se arrastrará por no alcanzarlo. Hasta cuando
se tiene algo, se está deseando lo que no se tiene, cualquiera sea la altura o la bajeza de
particular, y, cuando alguno lo hace, es solo porque lo anima una pasión individual, más
noble o más ingobernable, por alguien que termina destruyéndolo: el amor caballeresco
Empírico porque a serlo le enseñó la vida, sabe que la definición del mundo de cada
individuo será siempre la del canario: todo dependerá de que salga o no de la tienda del
ropavejero, y, si lo hace, de hasta dónde llegue. (“Ideas del canario”). Él estuvo en ese
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sitio. Y, cuando alguien lo ayudó a salir de allí, hasta en un escritorio de censor de obras
Como Borges, sabe también que el arte nunca es platónico. De allí que no se le
escapen individuos excéntricos (“Un errante”; “La deseada por todos”) o siniestros (el
Su narrativa breve, en la que están algunas de sus mejores páginas, como “Misa del
gallo” o “Teoría del figurón”, abarca una gran variedad de registros, desde cuentos
cervantinas de aire pastoril, como “La parásita azul”. Ello hace casi imposible definirlo
en un solo sentido.
obra, más allá de la crítica social que evidencia para cualquiera, acusaría una percepción
Cubas, 1881–, a través de la forma como se estructura. La escritura seguiría una regla
partir del principio de “la volubilidad del narrador”. Esta, expresada en la falta de
respeto por las normas novelísticas –que el crítico considera existentes–, las afrentosas
que Machado no envejeció, porque las circunstancias en que profundizó siguen hasta
mayoría de nuestros hermanos brasileños –ratificada, por otra parte, por las frías
vigencia debería reducirse al Brasil, o, cuanto más, extenderse a todos los países
Sin embargo, es precisamente en los países ricos –en especial los EE.UU–, donde
Machado está ganando adeptos y, por obra de su potencia difusora, siendo llevado a la
cima de los clásicos universales. Entre tanto, en la Argentina “periférica” desde donde
escribo, muchos hemos crecido en la adoración de Machado (no sin antes entrar al
Brasil, durante nuestra infancia, por la tranquera de El Benteveo Amarillo, que nos abrió
Monteiro Lobato).
Algo más allá de lo sociológico ha de haber en la obra de Machado, para que alcance
halló en el encanto casi intemporal de su estilo y de ese universo oculto que sugiere los
abismos apreciados por la literatura del siglo XX. (Esquema de Machado de Assis).
Aunque es difícil precisar por qué ocurre eso con tal o cual clásico –lo universal y lo
intemporal son siempre misteriosos–, me parece más acertada esta respuesta. Pero,
cualquiera sea la que se ensaye, tendría que ver con algún momento en que se “oiga”
pensar a una de sus criaturas algo semejante a lo que que piensa Blas Cubas en su lecho
de muerte, cuando la llegada de Virgilia indica a otro visitante que debe retirarse: “ El
extraño se levantó y salió. Era un sujeto que me visitaba todos los días para hablar del
Con respecto a esta novela –que, junto con Dom Casmurro, es una de las mejor
que fue escrita, e, incluso, la posición personal del autor en ese contexto. Quien conozca
su biografía puede imaginar algo del febril proceso interior del Machadinho resuelto a
subir desde sus orígenes de “agregado” de casa señorial, hasta la aristocratización que
de su obra, Machado encuentra una forma más efectiva de expresar su sentido crítico
Lo que Machado toma de Sterne son ciertas formas que Cándido llamó “arcaicas”.
Con todo, son pocas, y, en el resto de su obra –la siguiente a Memorias...– casi no las
repite. Las interpelaciones al lector para buscar su complicidad no las inventó Sterne;
eso es lo que tomó Machado, y algún mínimo recurso tipográfico, menos funcional que
público que no había leído a Sterne, quien, si tardó bastante en influir en la literatura
europea central, cuánto más en escritores de lengua española o portuguesa. (La primera
recién en los escritores del “boom” de los 60, como Cortázar y, en especial, Lezama
asociación de ideas de Locke que en Sterne cometen Walter y el Tío Toby, quienes
Tampoco hay en Blas Cubas la imposibilidad de escribir su vida, tarea que Tristram
de la escritura y el de la vida, de tal modo que aquella siempre queda detrás de los
hechos. Del mismo modo, la “Tristrampedia”, que Wakter Shandy escribe para educar a
su hijo, nunca puede ser aplicada, porque el niño crece más rápido. Todo lo cual expresa
una buena dosis de desconfianza en el lenguaje para volcar en él una vida, que no se
observa en Machado.
mediante reflexiones, idas y vueltas que buscan explicar las razones de ese fracaso, ya
con las sinrazones de Blas, ya con apelaciones a citas que cubran el vacío y, a la vez,
“embarren la cancha” para que en ella resbale el lector. Y ese es el punto en que a
Machado le sirve Sterne. El uso extremo del subjetivismo que hace Sterne le permite
“meter”, en las reflexiones de Blas, todo el absurdo de una sociedad, expresado a través
sale de la norma, y cuyo principio es la vieja y siempre eficaz ironía, para quien sabe,
universidad de Coimbra, donde se educaban muchos de los “hijos de familia” del Brasil.
Claro que, según se infiere de su relato, la obtención del título se debió al parecido que,
Pequeño detalle del libro, que se agrega a otros insultos a la burguesía advenediza,
figuración que este le permite. Machado pone la narración en boca de ese pedazo de
tonto que en vida fue Blas Cubas, casi seguro de que sus tontos conocidos que posan de
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tonto, y, por malo, no atendible, sin develar su ironía de ultratumba, que fue, de hecho,
En efecto, Machado escribe, entre otras cosas, para desahogarse contra algunos de
que otros autores se atrevieron a profetizar. Es sincero al declarar que esa novela,
tendrá, “cuanto mucho, diez lectores. ¿Diez? Tal vez cinco”. A este respecto, son útiles
los datos aportados por Hélio de Seixas Guimarães (Os leitores...): en tiempos de
Lo que ataca Machado son los “valores” sociales que, con mal disimulado despecho,
sí merece ese respeto, porque lo consiguió, no solo con esfuerzo, sino con talento. Con
desprecio irónico con que trata a los “capitalistas”, hombres que revelan “grandes
cualidades para ganar dinero de prisa”, como dice en Esaú y Jacob con referencia a
Agostinho Santos. La comicidad, que revela en qué consisten esas “cualidades”, sigue la
línea inaugurada por Molière en el siglo XVII, cuyo blanco de burla es el burgués,
quien, una vez que ha puesto todas sus energías en hacer dinero, quiere comprar el
refinamiento por ese medio. El parvenu, el new rich, el rastacueros argentino y chileno,
deshonestidad como origen del capital, que, en diversos grados, ostentan los personajes
de Machado.
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lado con un engaño, una vez que ha progresado lo suficiente (Quincas Borba);
“ganhou logo muito, e fê-lo, perder a outros”. (Esaú e Jacó). Las mujeres de cuna pobre
que se casan con hombres de su mismo origen pero enriquecidos –cuyo proceso de
el autor les reconoce una especie de buen gusto natural, atribuido a su sexo, que les
para que modere su condición de parvenu, que a él se le sale por los poros, es su mujer,
Sofía:
Cristiano, fique mais senhor de si, quando tivermos gente de fora, não se
ponha com os olhos fora da cara, saltando de um lado para outro, assim com
Pero Sofía no resiste la comparación moral con doña Fernanda, una de las
gaúcha, prima del petulante Carlos María, esposa de un diputado candidato a Ministro
de Estado,
abandonan.
etapa de su demencia, donde, tras ser internado, solo ha quedado su antiguo sirviente y
el otro Quincas Borba; esto es, el perro que, con el nombre de su benefactor, le vino
impuesto por el legado. Todo el capítulo constituye una puesta en escena del epígrafe
de Dante, que precederá, años más tarde, otra novela de Machado, Esaú y Jacob: Dico
che, quando l’anima mal nata... Cito el fragmento más conmovedor e ilustrativo:
levantou o corpo, ele ficou a olhar para ela, e ela para ele, tão fixos e tão
que era a alma desta senhora, esquecia toda a consideração humana diante
mesma, que o envolvia, que o fascinava, que o atava aos pés dela. Assim, a
pena que lhe dava o delírio do senhor, dava-lhe agora o próprio cão, como se
animal, até que este deixou cair a cabeça e entrou a farejar a sala. Sentira o
cheiro do senhor. A porta da rua estava aberta; ele teria fugido por ela, se
cuidado, que o levasse ao colo, ou preso por um cordão. Nesta parte acudiu
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[3]
Por su posición económica y social, Blas Cubas pertenece a esa clase privilegiada.
inútil, irresponsable, lleno de tedio, que podría tenerlo todo y no consigue nada, y en el
la casa. Este tema falta por completo en la ficción de Machado, hasta el punto de que, si
de Americanas, 1875).
masculinos protagónicos de las siguientes novelas de la segunda fase que, sin ser
modelos éticos, no exhiben los rasgos parasitarios y desfachatados de Blas (o, mejor
Escobar (de Dom Casmurro), Pablo y Pedro Santos, el diplomático Aires y el banquero
Y si bien es cierto que, como todos ellos, Blas integra, según calificación de
Scwartz, una clase dominante, no es la constituida por hidalgos sino por advenedizos:
llegar a Ministro de Estado, por culpa del discurso en que propuso la utilidad de
(más allá de que Machado lo creyera o no, eso es lo que muestra el texto). Ello no
privilegiado no productivo, que por su posición social y económica cimentada por sus
mayores tienen entrada en la dirigencia política, la van “contaminando” con una clase
corto período en que Blas ejerció como diputado, alcanzó para que le obtuviera, a su
cuñado Cotrim, el suministro para el arsenal naval. Ello ocasionará que, cuando a Blas
se le dé por fundar un diario opositor, el fiel cuñado se lave las manos, mediante su
hilarante declaración en otro diario, según la cual “el actual ministerio (como, además,
felicidad pública”.
inconsistencia de las ideas de los conservadores cuanto de los liberales, aunque sin
clientelismo y otros vicios, se ven mejor en sus crónicas Balas de Estalo, 1883-1885, y
La burla que Machado hace de Batista es figurativa y directa. Este abogado, que
Batista atribuía su dimisión al hecho de haber perdido las elecciones. Desde entonces
que, gracias a los amigos que tenía en el gobierno, algún día lo llamaran.
Cuando ganan los liberales, Batista cae en el abatimiento, creyendo que todo está
perdido. No así doña Claudia, que antes había disfrutado de los honores recibidos en la
provincia, y tenía de ellos tantas saudades como de los ataques violentísimos que Batista
recibió durante la campaña de la oposición “Ouvir chamar tirano ao marido, que ela
sabia ter um coraçao de pomba, ia bem á alma dela.” Los argumentos con que convence
a Batista de que debe volverse liberal dan lugar a una de las páginas más desopilantes
escritas por Machado. Tras una conversación del matrimonio, en que la mujer va
descartando todas las propuestas patrióticas del marido –¿cuántos años piensa esperar
hasta que suban de nuevo los conservadores? ¿qué es eso de que puede fundar un
maos abertas:
Los demás personajes que actúan en la dirigencia política son inmaculados como el
gemelos Santos cuando llegan a diputados, y eficientes y escrupulosos con las cuentas
Una de las críticas más notorias hecha a la clase dominante, que vive de rentas del
antiguo trabajo esclavo, está en Dom Casmurro, disimulada por la condición de “santa”
de consagrar al altar de Dios a su hijo, por haber sido salvado de la muerte al nacer,
canjeando un huérfano por Bentinho a precio módico, sale de Capitú. Es decir, de una
muchacha pobre que aspira a ascender casándose con Bentinho, que así resuelve su
problema y, a la vez, el de doña Gloria. Pero lo cierto es que la beata doña, Gloria,
como el mejor de los tartufos, no vacila en pagar su deuda moral con la Santa Iglesia
madre tan sufriente como ella por contrariar el destino de su hijo, no es pregunta que
En cuanto a Memórias póstumas de Brás Cubas –que Machado declaró haber escrito
cada relectura, es, antes que su broma, con ser que esta es grande, su melancolía. Ya no
me parece, tampoco, que esa melancolía esté escrita con tinta sino con sangre. Si
otra mirada sobre esta novela, no sin advertirle que terminará llorando.
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La confianza en el lenguaje
Uno de los mayores encantos que la obra de Machado produce en el lector deviene del
lenguaje que, por el solo virtuosismo creador, puede expresar todo lo que esté al
Pero si hay una forma de investigarlo, es a través del lenguaje. Esa es la facultad
en que se funda la superioridad del hombre. Aunque este sea un juguete del tiempo o “el
junco que piensa”, según Machado recuerda a Pascal; aunque su conocimiento tenga por
Tal la “teoría de las ediciones humanas”, que presenta Brás Cubas, mientras
trabaja sus memorias desde el otro mundo, pensando que debe explicar a sus virtuales
lectores y a la propia Virgilia, si llega a leerlas, cómo deben interpretar algunos cambios
Aí tem o leitor, em poucas linhas, o retrato físico e moral da pessoa que devia influir
mais tarde na minha vida e era aquilo com dezesseis anos. Tu que me lês, se ainda
fores viva, quando estas páginas vierem à luz, tu que me lês, Virgília amada, não
vi? Crê que era tão sincero então como agora; a morte não me tornou rabugento, nem
injusto.
—Mas, dirás tu, como é que podes assim discernir a verdade daquele tempo, e
Ah! indiscreta! ah! ignorantona! Mas é isso mesmo que nos faz senhores da Terra, é
esse poder de restaurar o passado, para tocar a instabilidade das nossas impressões e a
vaidade dos nossos afetos. Deixa lá dizer Pascal que o homem é um caniço pensante.
Não; é uma errata pensante, isso sim. Cada estação da vida é uma edição, que corrige
a anterior, e que será corrigida também, até a edição definitiva, que o editor da de
la novela A mao e la luva (La mano en el guante) Luis Alves ve sufrir a su amigo
Esteban por su amor por una joven que tácitamente lo ha rechazado y él ha perdido de
vista. Luis compara el amor con una carta y el final de esa relación con una carta de
Dos años después, Esteban reencuentra a esa joven —que es Guiomar, ahora
scriptum la estava no fim”, informa el texto. (Cap. IV) Luego sabremos que Esteban no
En Dom Casmurro, una “carta” —que primero se lee a oscuras, con las ventanas
cerradas que, aun así, dejan distinguir la letra—, metaforiza la manera como Bento
Santiago va comprobando, día a día, el parecido de su supuesto hijo con Escobar, hasta
Li a carta, mal a princípio e não toda, depois fui lendo melhor. Fugia-lhe, é
certo, metia o papel no bolso, corria a casa, fechava-me, não abria as vidraças,
En el cuento “Una señora”, el día en que doña Camila, a los cuarenta años,
é uma linha nem duas, são capítulos inteiros. (Quincas Borba, Cap.
XXXV) [7]
En Machado aparece también, una y otra vez, la metáfora del “libro de la vida”.
de leer “el libro de Dios” o “el gran libro del mundo” cartesiano, la escritura de
Blumenberg, deposita su confianza en la palabra para leer al menos “el libro de la vida”
que escriben sus criaturas. Por oscuro que sea, Machado confía en poder leerlo y
poderosos, del que algo supo Machadinho. Mecanismo que, atenuado hoy en algunas
sociedades que han alcanzado un desarrollo más democrático, no difería demasiado del
de otras de su época, y tiene incluso bastante semejanza con el de las actuales, en que la
aristocracia o la “burguesía” han sido sustituidas, como “clases” detentoras del poder,
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por una poderosa burocracia política, que afecta a todas las instituciones, incluyendo
Así, los “libros de la vida” machadianos aparecen regidos por ciertos principios
“gramaticales” que, de un modo u otro, siguen operando en el mundo de hoy: como toda
escritura, la del libro de la vida está sujeta a un conjunto de reglas, en el que ningún
término puede definirse sino en relación con los demás; se trata de una regulación
injusta, pues responde a un orden jerárquico en el cual la peor parte la llevan los
subordinados; desde el punto de vista formal, estos no tienen otra opción que adecuarse
en adquirir la significación que pueda darles más relieve, como Guiomar en La mano y
el guante.
Iaiá García o el agregado José Días en Dom Casmurro. Los que no se adecuan, por
orgullo de significar por sí mismos (como Estela Antunes en Iaiá), porque confunden el
sentido del contexto (como Rubión en Quincas Borba), o aquellos que la cláusula
obra de Machado. Solo un hombre de ilimitada fe religiosa, como el padre Melchor, cree
que el destino del hombre es transcripción de la escritura divina: “Dios escribe las páginas
Cap.). Los demás personajes “escriben” sus propios libros, no siempre bien sino como
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pueden. Y hasta suele ocurrir que, de entrada, salgan mal, como el de Clara y Cándido
hombre a quien no le duraba ningún oficio, “fue la página inicial de aquel libro, que había
mismo, con el libro terminado, y sentir el propio ser materializado en un libro. Es decir,
creerse, a sí mismo, un libro, como le ocurre a Blas Cubas. Claro que, como el delirio de
Blas no puede menos que responder a los suyos de grandeza, en este trance no se anda con
chiquitas: el libro en que se siente transformado es nada menos que la “ Suma Teológica de
estampas.”
con que Blas aparenta tener una alta idea de sí mismo, sigue su curso en el Cap. XXXVII,
Lembra-vos ainda a minha teoria das edições humanas? Pois sabei que,
La metáfora del libro puede referirse, también, a una especie de libro dentro del libro
—el libro del amor dentro del libro de la vida—, donde los personajes escriben una
más significativa que han gozado o sufrido. No siempre el final lo determina uno o
En el triángulo formado por Virgilia, Blas y Lobo Neves, los amantes escriben el
nacimiento del amor entre él y Virgilia, dice que la flor del primer beso fue el “prólogo
dolor, de aflicciones que florecían en alegría,” y luego resume “el libro de aquel
do Ouvidor con Lobo Neves. Para entonces, el marido habría podido elegir un final
masculina que los hombres manifiestan por los cornudos —previendo, acaso, que
alguna vez podría tocarles el mismo destino—, Blas comprende cuánto le cuesta a Lobo
Neves disimular, frente a él, que sabe que fue el amante de su mujer.
Que lhe custasse creio; naqueles dias, principalmente, vi-o de modo que
su mismo lenguaje, sino un mismo lenguaje perfecto: “una criatura en que no había falla
ni grieta, verdadera gramática sim irregularidades, pura lengua sim solecismos.” Una
hipotética lectora objeta que ese “ese es el marido de todas las vírgenes de diecisiete
años”. El narrador le responde que la diferencia entre Eulalia y las demás mujeres
cópia gravada, antes ou depois da letra, e às vezes por uma simples fotografia
[10]
parámetro de Eulalia para considerar “copias” a sus pretendientes, era que, como todos
sus conocidos, “se esmeraban en repetir las ideas de los demás, con iguales palabras, y a
veces sin diferente inflexión, a semejanza del vestuario que usaban (...), una constante
Eulalia busca, en verdad, alguien que, como ella, hable una lengua distinta de la
dificultades con la retórica, pareciera tocado por el Espíritu Santo a través de sus
modelos apostólicos, San Pablo, Hildebrando y Loyola. El caso es que, cuando ambos
infancia”.
confusión de lenguajes, como si todo lo que quedara fuera del lenguaje quedara, a la
vez, fuera de la realidad: “igual equívoco, igual conflicto con la realidad, idéntico
perduración del amor y de la felicidad como una lectura infinita. Cuando imagina sus
amores con la bella desconocida que él bautiza “Adriana” (y que resultará ser la
términos:
falávamos uma língua, que nunca ninguém antes falara nem ouvira. Os
da fina flor dos outros vocabulários. Tudo o que neles existia, meigo ou
vibrante, foi extraído pelo autor para formar esse livro único — livro
sem índice, porque era infinito — sem margens, para que o fastio não
viesse escrever nelas as suas notas, — sem fita, porque já não tínhamos
opinión pública, el rumor, también se da a esa tarea, la mayor parte de las veces
apócrifa, de componer “libros de colaboración”, como los llama Machado con suprema
ironía. Tal el caso de los amores del abogado Galván con la viuda del brigadier, que
llegó a formar “un grueso volumen de trecientas páginas compactas, sin contar las
notas, cuando a verdad era que ellos solo coincidían en el proyecto”, interrumpido por
el billete anónimo que recibió María Olimpia, la mujer de abogado. (“A Senhora do
“medallones”:
algumas boas. Com efeito, há vidas que só têm prólogo; mas toda a
gente fala do grande livro que se lhe segue, e o autor morre com as
razones por las cuales le sería lícito seguir viviendo, aun solo, al final de los tiempos, y
a pesar de haber clamado por la muerte. En el sueño en que dialoga con Prometeo, a
quien acaba de explicarle el origen de su castigo, aquel defiende la vida del judío errante
con cómicos anacronismos, como si este hubiera leído toda la vida de la humanidad:
assim que tudo se concerta e restitui. Tu viste isso, não dez vezes, não
Sardanapalo. [13]
Dom Casmurro. Muchos se han ocupado del “metalenguaje” en este texto. Pues, en
posibilidad de escribir una obra teatral comenzando por el final y siguiendo con los
hechos “de atrás para adelante”, hasta finalizar con el principio, etc. No es a esto a lo
que me refiero, sino a algo más profundo, que está en la base estructural de la novela.
inferioridad de aquel que, en el terreno del habla, no sabe usar ni interpretar su fuerza
perlocutoria. Para ejercer ese dominio, ¿basta con leer mucho, con estudiar el lenguaje,
Hay dos personajes rivales en ese sentido, que son el agregado José Días y
Capitú. El uso de la palabra es el campo en que se baten. Parece impropio decirlo así,
cuando una de las partes —José Días— no sabe que la guerra está instalada, ni llegó a
saber jamás que se había llevado a cabo. Tampoco Capitú sabe que, de haber habido una
guerra franca, la primera ofensiva habría sido de José Días, cuando dijo de ella a
movimiento en su contra, al recordarle a doña Gloria que es hora de que Bentinho vaya
al seminario.
contra Capitú, esta vez dicha a Bentinho – os olhos de cigana oblíqua e dissimulada–,
hace rato que la astuta niña le está haciendo jugar su papel en la contienda verbal, de
El error del agregado es creer que está peleando en el terreno de las acciones, y
que su enemigo es Padua. Ese odio al Tortuga lo ciega a tal punto, que, incluso
teniendo ante sí las evidencias acerca de Capitú, considera que “a pesar de ellos, (de sus
ojos) podría pasar”, aun cuando un resto de racionalidad le arranca la salvedad: “si no
solo diálogo entre Capitú y José Días. El combate verbal se libra por intermediación de
Bentinho, que es discípulo de ambos pero aliado de Capitú. Un discípulo patético, que
arranca la lástima y la risa del lector. Pues lo cierto es que el pobre Bentinho no obtiene
utilidad de ninguno de los dos aprendizajes. Todos los floripondios del lenguaje que le
provocan las apariciones de Padua y de doña Fortunata; ni para hablar con su madre; ni,
última de su maestra, ni adquiere de ella la habilidad real que no aprendió de José Días.
(Recuérdense sus cogitaciones acerca “de quem teria que apanhar”). Aplicadamente, lo
único que hace Bentinho es memorizar, ensayar y repetir los procedimientos como un
loro entrenado, para cumplir con eficacia el papel de correveidile que le asigna Capitú.
39
jaque la verosimilitud de la novela. Sobre todo, teniendo en cuenta que la tesis, por así
decirlo, es que dentro del niño ya está el hombre. ¿Cómo Bentinho, un niño tan torpe
Veamos, ahora, con qué recursos cuentan para la contienda José Días y Capitú.
luva, Machado había ensayado un personaje –Jorge-, en que la falta de ideas era suplida
por la elocución:
sílaba era por assim dizer espremida, sendo fácil ver ao cabo de alguns
minutos, que ele fazia consistir toda a beleza de elocução nesse alongar
chochas por dentro, mas traziam uma côdea de gravidade pesadona, que
VII ) [14]
De modo similar, José Dias “amaba los superlativos. Era un modo de dar
apariencia monumental a las ideas; no teniéndolas, servía para prolongar las frases”.
dicho, solo como adosado a los modales y al aspecto artificial de su antipática persona.
Por el contrario, en José Días, va imbricado con otros del mismo tenor, que garantizan
de “siervo y madre” por Bentinho. Verlo hacer de paje del niño en la calle; cuidar de su
las desinencias de los plurales, “medio serio para dar autoridad a la lección, medio
sagrada y llamarlo “un prodigio”, todo ello hace que el lector le perdone con creces la
debilidad de ayudarlo en sus amores por la trampa que le tendió Capitú: la del interés de
La organización psíquica y hasta física del agregado es puro lenguaje: “su paso
del habla:
José Dias ia tão contente que trocou o homem dos momentos graves,
José Dias vinha andando cheio da leitura de Walter Scott que fizera a
puede hacérsele a José Días es decirle que habla bien. Cuando Bentinho quiere
disminuir la aversión que el agregado siente por Padua, le asegura que le oyó
decir que sabe “hablar como un diputado en la cámara». Así consiguió que el
Y cuando José Días encuentra que “las leyes son bellas”, en su interés por
acompañar a Bentinho a Europa, no piensa en las catedrales, las obras de arte, los
palacios, que podría admirar; en nada, en fin, que revele la hechura material del ingenio
y las manos del hombre, sino en el sonido de las lenguas que va a oír: “Podemos ir
juntos; veremos las tierras extranjeras, oiremos inglés, francés, italiano, español, ruso y
Para Capitú, las formas, los sonidos, los significados de las palabras son aspectos
del lenguaje puestos al servicio de una sola de sus funciones: la intención. Antes de
hablar, hay que tener clara la intención con que se lo hará, porque el lenguaje vale por lo
que de su uso se consiga. De hecho, todo lo que Capitú consiguió en su vida, dependió,
más que de su belleza, de su gracia y de sus aptitudes, de la habilidad con que usó de la
palabra a los catorce años, esa habilidad que se prolongará casi hasta el fin de su
se dice, ni en el tono en que se lo dice, sino, sobre todo, en saber cuál es la oportunidad
42
alterações do gesto e até a pirueta, que apenas lhe contara. Pedia o som
Esta extraordinaria competencia pragmática sólo le falla una vez. Pero ello
ocurre antes de entrar en guerra con José Días, cuando Bentinho le cuenta que su madre
Improperios que aturden a Bentinho, que no puede conciliarlos con lo mucho que
Capitú gustaba de su madre, sus idas juntas a misa, el rosario, la cruz de oro y el libro de
superada por la credulidad del chico. Sin embargo, al final del capítulo CXXXVIII
ambigüedad, tan llevada y traída. Se trata del capítulo en que Capitú se dispone a salir
para la misa con el pobre Ezequiel (ya rechazado con violencia por Bentinho), entra en
el escritorio, y se produce el diálogo decisivo, en que Bentinho le dice por primera vez,
cuáles son las últimas palabras dichas por Capitu en su defensa, con mirada de desdén y
voz murmurante?
43
não acredita em Deus; eu creio... Mas não falemos nisto; não nos
yendo a misa durante tantos años, a pesar de que los catorce ya tildó a la madre de
termina de decir “yo creo”. Es Bentinho —no el lector— quien por un momento estuvo
“a pique de creer que era víctima de una grande ilusión, una fantasmagoría de
en que los dos miran involuntariamente el retrato de Escobar, que define el conflicto. Lo
define, no por lo que ha dicho Capitú, sino por la “confusión de ella”, que “se hizo
Este detalle de que, ni siquiera al final, Bentinho capte la falsedad de Capitú por
sus palabras —esto es, de que nunca pudo con Capitú en el terreno del lenguaje—, es, a
mi juicio, el punto de más alto genio entre los muchos altos que tiene la novela (sobre el
cual volveré más abajo). En efecto, Capitú no se traicionó jamás por medio de la
palabra, sino de los ojos y de otros signos corporales, conmoción que le ocurre tres
veces, por imperio de emociones incontrolables: aquella de los catorce años, en que
desata su cólera contra doña Gloria; junto al féretro de Escobar (ambas enmendadas
expresividad que ella reprime en el habla. De ahí que resulte tan verosímil que, cuando
44
resaca de esos ojos “hable”, grite casi, al despedir el cadáver del amante.
vencido por Capitú, y, además, se ha vuelto su adherente. Durante los cinco años
para lograr que, a la salida, el muchacho se encuentre con que las antiguas reservas del
agregado se han vuelto panegíricos. ¿Cómo, en la lengua de José Días, los “ojos
En principio, llegamos a pensar que, según su maña servil de concordar con todas
las opiniones de doña Gloria, solo alaba a la futura mujer de Bentinho porque aquella la
aprueba como nuera. Sin embargo, hacia el final de la novela, cuando Bento encuentra
fría a la madre, no solo con su mujer sino con Ezequiel, y sondea al agregado, este sigue
con los loores a Capitú. Y, más aún, durante esa etapa se muestra sumamente cariñoso
con el niño, le festeja sus imitaciones—aunque incluyan las de Escobar, de quien antes
tuvo celos— y no tiene la sutileza de entender por qué Capitú las reprueba ni por qué se
molesta cuando él, después de haber hojeado el día anterior el Libro de Ezequiel, lo
llama “filho do homem”. De no estar subyugado por Capitú, no habría podido menos
que mostrarse, si no de palabra, al menos de gesto, tan frío y triste como doña Gloria,
La noche del día del entierro de Escobar, Capitú, que se ha retirado de la sala,
vuelve con los ojos rojos de haber llorado, y atribuye su llanto a haber pensado en
Sancha y en su hijita. Y, sin reparar en las visitas ni en los criados, abraza a Bento y le
dice que, si quería pensar en ella, era necesario que pensara primero en su propia vida.
José Dias halló la frase “lindísima”, y le preguntó a Capitú por que no hacía versos.
45
Esto hace reír tanto al lector porque muestra la irrealidad total en que, acerca de Capitú,
ha caído José Días. ¿Quién puede imaginarse a Capitú, maestra del lenguaje utilitario,
“boa criatura” era casi retardada, según el retrato hecho por el propio Bentinho, cuando
cree en todo lo que este le dice, durante “La audiencia secreta”: “A verdade é que minha
mãe era cândida como a primeira aurora, anterior ao primeiro pecado; nem por simples
La única que nunca pudo ser captada por Capitú es Justina, la justa, la que puede
encantándola con su “magia”. Lo que no impide que, con su natural franqueza, Justina
le diga un día: “Nao precisa correr tanto; o que tiver de ser seu às maos lhe há de ir.”
Como sea, Capitú sabe que Justina no es para ella un peligro, porque, ante doña Gloria,
finalmente haya comprobado que Capitú lo derrotó siempre por la palabra; más aún, que
ser por la “confusión” ante la vista del retrato, Bento hubiera creído al pie de la letra—,
es la siguiente:
enquanto eu, que não pedia outra coisa mais que a plena
justificação dela, disse-lhe não sei que palavras adecuadas a este fim.
[19]
46
cuando Capitú vuelve de la iglesia— hace, digamos, bastante verosímil, que el antiguo
descubrir cuál fue el mecanismo verbal usado por Capitú para atraparlo y cuáles sus
propias deficiencias para entenderlo, que al fin terminara por aprender a escribir como
los dioses.
poco antes de separarse de Capitú, hubo dicho que nunca había leído Otelo, habría que
Pero esto ya escapa a los fines de este análisis, que ahora se ocupará de las búsquedas y
Capitú, cuando Pádua casi los sorprende tomados de las manos junto al muro, y le da
pie a Capitú para que mienta que estaban jugando al siso. Ella inventa que Bentinho no
aguantó, que se rió, que ya le ha pasado lo mismo otras veces, y lo insta a mostrarle a
Padua cómo se ríe. No tenía que hablar, sólo reírse o hacer como que se reía, y ni
Gloria, Capitú reflexiona por qué la señora lloró cuando José Días le recordó que
Bentinho tenía que entrar al seminario. Concluye que a la madre le pesa mucho la
Não lhe fale acanhado. Tudo é que você não tenha medo, mostre
que há de vir a ser dono da casa, mostre que quer e que pode.
elogios; ele gosta muito de ser elogiado. [...] faça o que lhe digo. [...]
Ande, peça, mande. Olhe; diga-lhe que está pronto a ir estudar leis
lenguaje está al servicio del hombre; y el agregado está al servicio suyo. Después que
Bentinho compone la frase en su cabeza: “Preciso falar-lhe, sem falta, amanhã; escolha
o lugar e diga-me.» , lo único que le ha quedado claro es que el secreto está en el tono.
El lector recordará los cómicos ensayos en voz alta, con cambios de inflexiones y de
velocidad. El inocente niño tiene que luchar entre sus escrúpulos y las órdenes de
Capitú. Para él, José Dias no es sólo un agregado, es una persona. Cuando repite las
palabras muy lentamente, subrayando sem falta, las halla “quase ríspidas, e,
disse comigo que as palavras podiam servir, tudo era dizê-las em tom que não
ofendesse.”
El problema de tal actitud se expresa con ironía a través del narrador, que se
novamente, saíram-me quase súplices”. Por fin, ante su incapacidad por torcer la
de autoridad: «E Capitu tem razão, pensei, a casa é minha, ele é um simples agregado.”
(Cap. XIX).
48
Capitu después del célebre peinado y del primer beso, cuando hay que hablar algo
que não fará grande carreira no mundo, por menos que as emoções o
dominem...»
Casmurro, que ya sabe bien cuál fue el resultado de su “carreira no mundo”, que, para
él, ha sido su mundo, el que se había construido al lado de Capitú y del hijo deseado.
una imperiosa necesidad de verbalizarlas. Pero sólo puede hacerlo a solas, encerrado en
su cuarto:
repeti que era homem. Ainda agora tenho o eco aos meus
49
algunas propiedades del lenguaje, aprendidas de José Dias. Cuando el Padre Cabral es
observar que las palabras tienen un tamaño, una proporción en relación con otras, y
hasta un tiempo, que se mide por la duración de su efecto. Estos “conocimientos” le dan
la superioridad que no siente ante Capitú, como para poder reírse del clérigo e ironizar
primeira vez que ele soava aos nossos ouvidos, acostumados a cônegos,
demasiado comprido; esta segunda reflexão foi tio Cosme que a fez.
Padre Cabral acudiu que não era preciso dizê-lo todo, bastava que lhe
Agora, não impede -disse Cabral, que continuava a refletir,- não impede
XXXIX) [24]
la superioridad pragmática de Capitú, tan aplastante, que llega a producirle envidia. Ello
ocurre después de la inolvidable “luta sem estrépito”, en que Capitu termina dándole el
beso que le negaba, justo cuando se oye que doña Fortunata abre el cerrojo, cuyo ruido
anuncia la llegada de Padua. Sin contar el susto, el chico ni siquiera comprende por qué
Capitú decide que su padre no se presente en lo D. Gloria a saludar al padre Cabral, sino
Agora é que o lance é o mesmo; mas se conto aqui, tais quais, os dois
batia mais nem menos. Alegou susto, e deu à cara um ar meio enfiado;
mas eu, que sabia tudo, vi que era mentira e fiquei com inveja. Foi logo
falar ao pai, que apertou a minha mão, e quis saber por que a filha
amores con Capitú, doña Gloria insiste tanto en saber por qué llora, que el chico
— Eu só gosto de mamãe.
Não houve cálculo nesta palavra, mas estimei dizê-la, por fazer
Augusto Meyer afirma que eso es lo que le ocurre a Capitu: miente tan
involuntariamente como transpira. Por mi parte, no observo que las mentiras de Capitú
se embarquen “a medio camino” del habla. Capitú ya tiene muy bien elaboradas sus
señalado, miente por cálculo, con una estrategia envidiable para elegir, antes de hablar,
las palabras, el momento apropiado, el tono, la gestualidad, previo análisis de los puntos
débiles de sus víctimas. De allí que Dom Casmurro, además de una novela magnífica
sea, ante todo, un estudio de esa estrategia del mentiroso. El símbolo que anuncia la
reconstrucción lingüística que por fin hará Bento, es, desde luego, la reproducción de la
De acuerdo con esta lectura, estaría casi de más aclarar que está en desacuerdo
con la realizada por Helen Caldwell en 1960, acerca de la presunta inocencia de Capitú.
Paternidad
Já não era espiritismo, nem outra religião nova; era a mais velha de todas, fundada por Adão e
Eva, à qual chama, se queres, paternalismo.
(Esaú e Jacó)
obra con Helena (1874), para instalarse definitivamente, sin abandonarla hasta su última
que databa de 1869, hace esperar que no dará frutos. Y que, dada la edad tardía de
cabo de los tres primeros lustros de vida juntos. Sin embargo, no aparece explícita en la
publicación de Esaú e Jacó—, como si hasta entonces ambos hubieran estado esperando
Este es abdicado en el matrimonio Santos, de Esaú e Jacó, que a los diez años de
casados reciben lo “inesperado”. Solo en la figura del consejero Aires, Machado asume
conflicto entre sus hijos. Consultado por Próspero y por Santos sobre el significado de
la reunión, estas hacen comentar a Santos: “No es cierto que el consejero, en vez de
1888. Por un lado, la amargura al pensar que, como suele decirse, Dios da pan al que no
tiene dientes: “Alguns há que os quiseram [a los hijos] , que os tiveram e não souberam
sobre lo que pueden dar estos hijos afectivos, ya que “muita vez os de verdade são
biografía de los autores de los libros que ama, ni para comprenderlos ni para disfrutarlos
que la mayor parte de esa obra está escrita por alguien que deseó mucho los hijos y no
pudo tenerlos. Y eso sí importa, no como dato externo, sino en la medida real en que la
crítica y ejemplarizadora con respecto a la crianza de los hijos que adopta la escritura.
Durante veinticinco años, desde Helena a Dom Casmurro (1899), una línea de
lectura se puede seguir como un verdadero manual para padres, en el que no falta la
consideración del rol materno, pero muy debilitado todavía en relación con el paterno,
Hasta Dom Casmurro inclusive, Machado nos presenta una galería de madres
francamente aterradora:
55
cosa, al punto de “asesinarle” al padre, sin tener en cuenta el dolor de la niña engañada.
Valeria —la madre-mostruo de Iaiá García—, que manda a su hijo a la guerra, solo por
no verlo casado con una mujer virtuosa pero socialmente inferior; a las que se agregan
la madre muerta de Iaiá, bien muerta, por cuanto al Luís Garcia le es del todo
innecesaria para cumplir su papel de padre modelo; y Estela, la madre sustituta, que
después de haber rechazado a Jorge por su famoso “orgullo”, se llena de ira ante la
perspectiva de tener que “cedérselo” a la hijastra —a quien habría amado como a una
hija—, y solo se muestra razonable cuando, no sin profundo despecho, debe aceptar que
Después, en 1881 y 1899, vienen las dos madres poco menos que lelas: la casi
invisible e innominada madre de Brás Cúbas, “de pouco cerebro e muito coraçao”,
“temente as trovoadas e ao marido”, a quien vemos en acción una sola vez —agitando
un sonajero delante del pequeño a quien una mucama insta a caminar solo— y
escuchamos, también por vez única, en su lecho de muerte, donde la pobre señora abre
la boca para decir: “Meu filho!”; y la “santísima” doña Gloria, la amorosa madre de
Bentinho, que, de no ser por Capitú, condenaba a su hijo a ser cura sin vocación.
propia hija, a punto tal de estar dispuesta a forzarla a un casamiento, para mostrarle,
además, a ese “tico de gente”, el poder que tiene, y se irrita cuando Eulalia, aparentando
Solo que, lo que en Augusta es sólo un miedo que se expresa ante una
hija, que va, desde prolongarle los vestidos adolescentes y conservarla en el colegio
hasta tarde “para proclamá-la criança”, hasta maquinar —y obtener— la ruptura de dos
patriarcal (al menos la de la clase social que aparece). A ello se oponen dos
últimos cuentos citados. 2) Que el “padre ideal” que propone Machado es,
precisamente, el que demuele todos los atributos del patriarca, tal como entonces se lo
entendía. Y, al contrario, son los que ejercen todo el poder patriarcal quienes reciben los
dardos de su crítica.
En ese sentido, si no por su forma, sí por sus ideas con respecto a la paternidad,
Helena y Iaiá García (1878) son un portento de modernidad. Parecen textos escritos
para estos tiempos, en que, desde las últimas décadas del siglo XX, es visible un gran
movimiento masculino que lucha por sus derechos paternos. Son hombres que aspiran a
ser reconocidos, en pie de igualdad con las madres, como sujetos comprometidos
juzgan discriminatorias.
No hay cabida para exponer aquí todo el proceso que llevó al desbaratamiento de
una construcción social de siglos como el patriarcado. En cuanto a las causas que lo
etc.) con aspectos antes caracterizadores de las mujeres (como la ternura, la paciencia, la
llamada padrectomía, que genera lo que especialistas varios llaman “el síndrome del
paradigma patriarcal (proveedor, fuerte, disciplinador, asertivo, etc.), que también puede
criar hijos y exteriorizar sus emociones. Cuando, hacia el final de Helena, Salvador
debe explicarse ante Estacio y el padre Melchor, entiende que no será comprendido si
Os senhores não são pais; não podem avaliar a força que possui
Solo oyendo a este padre, que también le enseñó a leer a su hijita, solo viendo el
impudor con que expresa sus sentimientos, el lector puede ponderar la mutilación que le
58
postración de dos meses, después de la primera entrevista con Ángela —en la que ella,
que ostenta los signos de su ascenso económico, se niega a dejar que vea a Helena—,
presenta todos los síntomas reconocidos hoy por el “síndrome del padre destruido”:
tierna escena entre el consejero Vale y Helena —por la cual se entera de que la hija lo
cree muerto—, se sienta disminuido ante ese hombre poderoso, que “vale” más que él,
puesto que podrá darle a la niña todo lo que él no podría, y que resuelva cederle su
lugar: “vi que ele a amava, e de todos os sacrifícios que o coração humano pode fazer,
aceitei o maior e mais doloroso: eliminei a minha paternidade, desisti da única herança
los expertos, suele suceder a esta fase: la obsesión persecutoria del hijo perdido.
manos a partir del brusco viraje de su conducta, después de la muerte del consejero.
insostenible.
necesaria, tanto para no lastimar aún más a Helena denigrando a su madre, como para
que es buena, se demuestra a través del valor social imperante en una sociedad
que contiene el billete en que asegura que desaparecerá para siempre. Pues, una vez que
el lector duda de su integridad moral, nada impide que dude del cumplimiento de esa
promesa. Sabemos cuál fue el resultado. El texto sugiere que la muerte de Helena podría
En la novela hay otro personaje que hace pendant con Salvador; al menos con el
primer Salvador, en tanto ejerce la paternidad de manera opuesta. Se trata del Dr.
Camargo quien, teniendo las posibilidades materiales que Salvador no tiene, no cumple
su rol paterno con el amor auténtico que el texto le atribuye al padre de Helena. Cuando
vemos al Dr. Camargo contemplando valsar a Eugenia, con su alma volando en la cinta
que aprieta la cintura de la muchacha, nos cuesta no creer que ese hombre “escéptico y
Sin embargo, el narrador nos entera de que esa “pasión exclusiva y ardiente”,
semejante a una “religión”, era una manera que el padre tenía de amarse a sí mismo. Al
igual que Salvador, “ había concentrado sus esfuerzos y su pensamiento en hacerla feliz,
60
disimulo” (que empleará al chantajear a Helena). ¿Pero en qué se nota que su amor
[28]
La realización del padre perfecto se da, por única vez en la obra de Machado, en
uno de sus personajes menos logrados como individuo, Luis García, el padre de Iaiá.
“apatía y escepticismo”.
—, son percibidos, sin embargo por el lector, a quien el personaje se le torna antipático.
Si algún “desengaño” tuvo Luis García, este no fue amoroso. El texto deja claro que
jamás amó a una mujer (rasgo que, con otros efectos de conducta, se repetirá en Aires).
Con la primera no se casó porque la amaba sino porque era amado. Con Estela se casa
por complacer a Iaiá. No hay mucha diferencia entre la adquisición del piano y la de
Estela. Son inversiones accesorias que, aparte el placer que darán a la hija, pueden
la mujer. Más aún, su ausencia parecería ser una condición sine qua non. La cuota de
ternura y de cuidados que podría faltarle a Iaiá, corre por cuenta de otro hombre:
El texto sugiere —y yo creo que con convicción por parte del autor— que la
Sin embargo —gran sorpresa—, nos encontramos con que Iaiá, en lo que hace a
era a sua qualidade mestra, e graças aos dous olhos que Deus
lhe deu, foi que ela viu depressa o que era menos agradável,
[ 29]
Fue con la misma sabia “adulación” de Capitú, a la que se refería José Dias, como
Iaiá obtuvo el legado, mérito doble si se compara la mansa ingenuidad de la pobre doña
amante que en verdad es, pero también como un sujeto que, si no mostró nunca codiciar
el poder social y económico, los vivió envidiando tanto, que esa envidia pudo ser la
a filha iria achar no turbilhão das cousas, que ele não cobiçara
hubiera encontrado un candidato tan bien calificado como Jorge. Sin embargo, en esta
como para señalar la hipocresía de Luis García. Es como si Machado se hubiera dicho a
sí mismo: Bien, por ahora, un padre perfecto puede resquebrajar la estructura patriarcal
típica, con una concepción de la crianza de los hijos fundada en la ternura vigilante, en
que la época ofrece como máxima aspiración de avance para una mujer sin fortuna. La
halagüeñas. Solo una mujer con la “virilidad moral” de Estela podría preferir su suerte a
la de Iaiá, y esa virilización de la mujer estaba todavía muy lejos. De modo que la
moraleja parece ser que, provisionalmente, un padre no puede hacer más que lo que hizo
Luis García, y que no habría podido hacerlo si entre él y su hija se hubiera interpuesto
lugar.
También en esta novela hay otra figura paterna que hace pendant con la
protagónica: la del escribiente Antúnez, que “tenía la pobreza sin dignidad, había nacido
con el espíritu curvo y la índole servil”. No solo no comprende a su hija, sino también
querría usarla para ascender, y ni siquiera le sirve de apoyo cuando ella queda sola. La
Esto es lo que advierte Machado a los padres que vivieron toda su vida del favor
de los poderosos: conseguir, por los medios usados por Luis García, el resultado digno
que, por puro milagro de la naturaleza consigue, sola, Estela, pero a costa de un
feroz”.
Digamos que, por ahora, lo que propone el consejero Machado con respecto al
tema, es lo que propondrá el consejero Aires para todas las cosas de este mundo: hacer
compeliera a enunciar el asunto, tema o como quiera llamarse, “en pocas palabras”,
mediante la primaria pregunta: ¿De qué trata esa novela?, una respuesta bastante
sin esfuerzo, que fracasa en la vida por inadvertir que la sociedad no reproduce las
apreciable del texto, que solo podría ponderarse por la lectura. A quienes lo hemos leído
sí nos sirve, porque nos permite captar mejor lo tragicómico de esta novela de
65
formación o de crecimiento al revés, en la que el héroe, por más que el tiempo avance,
no aprende nada. En efecto, el pobre Brás se pasa la vida haciendo de “menino diabo”, y
esperando en vano que, como en sus tiernos años, alguien lo mire “namorado”, lo
festeje riendo, sacudiéndole la nariz y diciéndole “ah, brejeiro!” y lo premie con besos,
dulces y juguetes.
Hijo único y mimado, criado con los “fumos de pacholice” del padre, arrastrará el
literario que contempla su propio entierro. Pero Brás, en el suyo, además de contar el
desolador número de once amigos, ya entiende cómo valorar el discurso laudatorio del
orador fúnebre. “Bom e fiel amigo! Não, não me arrependo das vinte apólices que lhe
deixei.”
Para escapar a la mala influencia de un padre, hay que tener, como Estela
Antunes, “el alma por encima del destino”. Pero esa condición no se alcanza gozando
sido sufriendo, lo que nunca conoció Blas de chico, ni, en cuanto a su confortabilidad,
tampoco de grande, ya que, como dice al final, siempre tuvo la buena fortuna de no
comprar el pan con el sudor de su frente, que es la condena bíblica anunciadora de todo
están apagados todos los bríos naturales de la niñez, que gastó en maldades gratuitas, sin
ninguna dirección. Para mayor absurdo, a la exhortación paterna —que no se deje estar
inútil, oscuro y triste, que debe brillar—, ni siquiera ahora se agrega la advertencia de
que, para lograrlo, tendrá que hacer algo por sus propios medios. El padre le dice todo
66
esto “agitando el sonajero” de que todo podrá conseguirlo solo gracias a su posición
social y al dinero.
Teme a obscuridade, Brás; foge do que é ínfimo. Olha que os homens valem por
diferentes modos, e que o mais seguro de todos é valer pela opinião dos outros homens.
Não estragues as vantagens da tua posiçao, ou teus meios... (Cap. XXVIII) [33]
Virgilia al casamiento le demuestra que su hijo es un inútil sin remedio. Solo entonces
siente el “remordimiento”, que es el de la falta de límites con que crió a ese hijo. Blas
sin verlo en algún sitio elevado, “como por otra parte me correspondía”, agrega.
Construida sobre la base del discurso irónico, necesitamos recordar en qué consiste,
son de burla, sino también de ira, de despecho, de desesperación, todo lo cual conduce a
la sátira, la metaforiza en esta función como “espada de dos filos que se esgrime sin
sobre sí mismo esta espada impiadosa, que se satiriza a sí mismo, es el propio Blas.
vida, dice haberse hallado con “pequeño saldo”: “No tuve hijos, no transmití a ninguna
de Blas, que se desprecia a sí mismo por no haber sido padre, que equivale a no haber
Ya, antes de saber que es coja, hay un indicio de que Blas rechazará la
oportunidad que se le ofrece, debido al prejuicio por la bastardía de “la flor de la mata”.
termina matando porque, en lugar de azul, es negra. Para cuando hace lo mismo con
oportunidad de su vida de tener un hijo; “um triste menino que fosse, amarelo e magro,
mas um filho propio da minha pessoa”, como dirá, después, Bento Santiago en Dom
Casmurro.
“El terror de llegar a amarla de veras y desposarla. ¡Una mujer coja!”, lo pone en
su “camino de Damasco”, que, como corresponde a la ironía del texto, significa todo lo
Tijuca, hacia su vida habitual, donde lo espera la novia elegida por su padre.
le ocurre el reencuentro con Marcela. La exclusiva función del breve capítulo XXXIX
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—en que el vecino entra en la tienda con Maricota— es mostrarle a Brás que hasta
Marcela tiene un hijo, y que no hay nada que pueda igualarse a esa dicha, ni adversidad
que un hijo no compense. (Me limito a traducir lo que expresa, sin decirlo así, la obra
de Machado).
Al fin del capítulo resulta tan claro que la niña es hija de Marcela, que los puntos
la parte que hasta allí ha leído, las fechas que le indiquen si la niña, que cuenta cuatro
sospecha de que la pasión del lucro no se ha extinguido en Marcela y que tiene dinero a
buen recaudo, confirmada después por terceros. De modo que esos “vecinos” que
ofician de padre y madre de la niña, están muy bien pagados por Marcela, para tener
Gocemos, una vez más, releyendo el fin de ese capítulo, después que el vecino le ha
contado a Marcela la idolatría que Maricota le profesa, se va, y Blas le pregunta “quién
era él”. Y veamos qué ocurre en el rostro de la otrora linda Marcela, ahora repugnante,
Blas tardará muchos años en igualar esa ventura (mejor dicho, su comienzo).
Llegará con su expectativa de ser padre, cuando, Virgilia le dice que está encinta.
coloquio de Adán y Caín, una conversación sin palabras entre la vida y la vida, el
que ni siquiera se detiene a pensar que el hijo podría ser de Lobo Neves. No lo
sospecha ni ante la molestia evidente de Virgilia cuando Blas redobla sus ternuras,
Tras conjeturar las causas, queda conforme cuando Virgilia le da a entender que
con Nha Loló, con quien podría casarse, cuando esta muere de fiebre amarilla.
candidatura a esposa de Nha Loló, el anzuelo que le tiende Sabina es despertarle, “otra
filhos.
solo se aviene a ser yerno de Damasceno, sino también se solidariza con Nha Loló —en
la que vuelve a aparecer el tema de Iaá García, de la hija que se avergüenza del padre, y
hace lo imposible por no parecérsele. Ese padre que también ocupará al narrador,
cuando, en medio del dolor por la muerte de su hija, encuentra espacio para lamentar
que, de las ochenta invitaciones que había mandado para el entierro, sólo concurrieron
El consejero Machado también halla cómo hacer, en esta novela, una dura crítica
a la paternidad irresponsable, enlazando ese tema, casi aislado del resto, en la trama de
los amores entre Blas y Virgilia. Se trata de la “História de D. Plácida” (Cap. LXXIV).
del resto— y se leerá una historia común a los hijos del desamparo y la miseria, pero no
por ello menos terrible. En otro sentido —el de la composición —también sería terrible,
para cualquier escritor, acoplarla al texto. Sólo un verdadero “brujo” pudo afrontar la
magnitud del dolor humano contenido en esa historia, sin desbaratar toda la
construcción.
Para que la historia no conmoviera a Blas, este tendría que haber sido un
que significa poner en contacto a Blas Cubas con doña Plácida, deja huellas en la
perderse, cuando, para llegar a lo más hondo de la historia de doña Plácida, se hace
mucho. Y, para sacarlo del sentimentalismo que acecha, no basta con la broma final del
párrafo –la de la suegra– ni con que Blas termine por comprar a la mujer con cinco
contos de reis, y hasta por obtener su gratitud, porque serán el pan de su vejez. Había
que recurrir, como lo hace Machado, al apósito: “los cinco contos hallados en
Botafogo”. (Aquellos que encontró en la playa y con los que se quedó, mientras gozaba
Plácida termina de contarle su triste historia a Blas y este queda mirándose la punta de
su botín. Con esa sola actitud, que lo muestra inevitablemente conmovido, al menos por
un instante, habría bastado para evitar el riesgo. Sin embargo, Machado se aventura a
analizar la triste historia de doña Plácida, con una ironía “indignada”, propia de un
discurso moralista, sin otra opción que ponerlo en boca de un tarambana. “O que eu
disse foi esto” – reflexiona Blas cuando doña Plácida se ha ido para la sala:
podia dizer aos autores de seus dias: —Aqui estou. Para que me
vez del de concubina, que la pobre mujer siempre había rechazado. Se ha aprovechado
necesidad”.
vejez de doña Plácida estará al abrigo de la mendicidad. Para sacar el discurso de ese
hace agregar a Brás que, puesto que la vejez de doña Plácida estaría asegurada gracias a
sus amores, “el vicio es muchas veces el estiércol de la virtud”. La disonancia ya es, a
Años más tarde, cuando recibe el inesperado billete de Virgilia, en que le avisa
que doña Plácida está en enferma y en la miseria, le manda su dirección y le pide que
con el mérito de no saber aún qué ha pasado con los cinco contos que le dio a la mujer.
Solo después sabrá que el hombre que la embaucó pudo hacerlo porque se casó con ella,
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fin deseado por doña Plácida durante toda su vida. La auxilia, le da dinero y la lleva a la
Misericordia, donde morirá una semana después. Tras la muerte de la mujer, vuelve a
Pero, ahora sí, Machado halla la forma de que Blas se desacredite: la utilidad de
la vida de doña Plácida fue servirle a él en sus amores. Para llevarlo hasta allí en sus
Quincas Borba. Sin que el narrador deba aclararlo, el lector comprende el símil: la
oportunidad se pierde, no una, sino dos veces. Tenemos aquí a otro de los misóginos de
Machado, pero con causa: Falcón, verdadera ave de rapiña para el dinero, que es
Tanta suerte tiene este hombre, que gana el premio: una sobrina huérfana que
pasa a su cuidado. Jacinta, de once años, quien con su modestia, su voz melodiosa, su
piano, y su habilidad para llevar la casa, termina por hacérsele indispensable al tío.
que ya tiene dieciocho años. Falcón se opone al casamiento. Chico, que lo conoce,
termina comprándole a la sobrina por diez contos. Machado crea el enredo necesario
tercero, olfateando una gran baja. Cierran trato a 60 días. Las acciones subieron. El
lucro de 40 contos que pensaban obtener, se convirtió en pérdida de 20. Chico propone
costear solo todo el déficit, a cambio de la mano de Jacinta. Con eso, Falcón ganaba 10
contos. Accede.
golpe de suerte: cae a su casa la hija de una hermana viuda, que, al borde la muerte, se
la recomienda. “Esta va a cerrar mis ojos”, se dice Falcón. Virginia, más hermosa que
Jacinta, no parece enfadarse con los extremosos cuidados del tío, que, semejante al
La sobrina es una bendición: no sólo está atenta a los mínimos deseos del tío,
sino hasta lo cuida con abnegación cuando este pasa por una enfermedad. De Nueva
York llega Reginaldo, sobrino de Chico Borges, con treinta años cumplidos y
trescientos mil dólares. Lo que Falcón no sabe es que Reginaldo y Virginia se han
colección de monedas de diversas partes del mundo que Reginaldo pone ante los ojos
En este caso, el tema de la paternidad toma otro sesgo, que será clave en sus dos
“postizo” y uno “de verdad”. Un padre “de verdad”, no se hubiera opuesto a casar a sus
De Dom Casmurro hay poco que destacar en este aspecto que no salte a la vista
del lector: Dom Casmurro –además del otro texto que contiene, del que ya me he
defraudada. Tema que aparece muy temprano en el texto, cuando Capitú le dice a
El proceso del odio que va creciendo en Bento por el hijo de Escobar desagrada a
muchos lectores, que lo consideran cruel. Sin embargo, es el único posible. Un hombre
puede estar dispuesto a amar a un hijo de su mujer, siempre que haya sido concebido
enlaza tres tramas, no solo distintas por los hechos sino por la intención, que convergen
al final con habilidad única. Creo que solo un dramaturgo—como lo fue Machado—
puede hacer, en un texto narrativo breve, lo que con dos, tres y hasta cuatro tramas,
Una, es la pelea de las academias —que podría haberse entablado por cualquier
creerse los dueños del saber, desacreditar a sus colegas como “camellos”, ansiar el
poder, las honras públicas, etc. Personalmente, se trata de uno de los escritos
Otra, también satírica, muestra cómo, con métodos drásticos, se forja un país
imperialista, en el que todo funciona tan bien que los ciudadanos pagan sus impuestos y
mueren en las guerras, para favorecer a tres sectores de privilegio: el ejército, la iglesia
La tercera es una trama psicológica, que habría hecho las delicias de Freud y
que sin duda ha de interesar a los teóricos del género. Lo masculino y lo femenino, ¿se
distingue por lo biológico o por lo psicológico? ¿Por qué hay almas femeninas y almas
Como el lector recordará, la bella Kinnara, entre dos caricias, le arranca al rey el
decreto que declara “ortodoxa” a la academia sexual. Su fin es trocar por un tiempo su
alma máscula, por la femenina de Kalaphangko. Logrado su propósito, es decir, una vez
Kinnara (esto es, al cuerpo de Kinnara que ahora contiene el alma femenina que fue de
Kalaphango). Y lo que detiene su mal designio es el hecho de que Kinnara está encinta.
Cuando truecan nuevamente las almas, Kinnara se siente plena, porque, mientras su
anterior. [42]
La cuestión queda sin resolver. Por un lado, pareciera que solo un alma masculina
propuesta por Iaiá Garcia. Pero, la mujer superaría al varón, en tanto se acomoda
naturalmente a su gravidez por ley biológica y al mismo tiempo recuerda qué sintió su
alma femenina, no puede recordar qué siente una madre, porque no puede tener la
Como sea, este cuento pone en pie de igualdad a la pareja, en tanto da al rol
materno tanta importancia como al paterno. La igualdad total y clara aparece en “Pai
contra Mae”. (Relíquias de casa velha, 1906). El aborto de la mujer es una derrota por
del varón.
conflicto a pleno: Aires, diplomático de carrera, con cargo de consejero, viudo sin pena,
con una especie de epílogo intemporal; pero los hechos que constituyen el “argumento”
De modo que hay dos años, 1888 y 1889, en que las datas de ambos textos se
superponen, y, entre los dos, desarrollan un mismo tipo de conflicto y ensayan la misma
repuesta a esta pregunta: ¿Es o no posible paliar “eso” con hijos del corazón?
Entrecomillé “eso”, porque no significa lo mismo cada texto, ya que es distinto el punto
de vista desde el que se enfoca: lo que en Esaú e Jacó es, para Aires, una “saudade”
le da un “aire liviano”. La figura materna adquiere mayor relieve. Natividad, más allá de
ciertas debilidades, es una buena madre; a medida que la novela avanza, la vemos
despojarse de todo interés individual, para preocuparse por la rivalidad de los hijos, a
quienes, antes de morir, intenta reunir. Pero su figura materna no está asociada a la
paterna en un mismo sufrimiento. Aires es el “padre que no fue”, que ella elige en vez
de al marido.
80
Cuando ella le pide ayuda para atemperar la rivalidad de los gemelos, Aires ele
asegura que su intervención será inútil. Pero Natividad argumenta: “ Una persona de
autoridad, como usted, puede mucho, siempre y cuando los ame, porque ellos son
buenos, créame.”
Queda, pues, planteada, la primera condición del posible padre espiritual: el amor.
Es de suponer que Aires aún no lo siente. Lo hará, solo por servirla, aclara. Quedan en
con Aires. Fueron “menos por el almuerzo que por el anfitrión. Aires era querido por los
dos; les gustaba oírlo, interrogarlo, le pedían anécdotas políticas de otro tiempo,
seguida por ciertas dudas del narrador, que es la manera típica de Machado de escapar al
sentimentalismo.
pai de desejo somente, pai que não foi, que teria sido, não lhe
que Aires siente por Natividad, a quienes en otros tiempos se ha insinuado. Con Flora,
não era a mãe, era a mesma Flora, o seu gesto, a sua fala, e
dos gêmeos, e qual destes. Vá tudo; tinha já pesar que não fosse
82
dela...LXXXVII. [46]
Aguiar. Aires se constituye en testigo de una sociedad conyugal igualitaria; los Aguiar
Pero, por primera vez en Machado, la maternidad frustrada toma mayor relieve
fuera un hijo. Y luego hará lo mismo con Fidelia. Aguiar funciona como un
Es dable preguntarse por qué, en dos libros bastante cercanos, Machado optó por
la tercera persona en el Esaú y Jacó y por la primera en Memorial de Aires, cuando, con
Después de ensayar, en todos los personajes a los que me referí más arriba, todas
las formas posibles de la paternidad biológica, dar este salto a la posible paternidad por
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parece demasiado a la decisión de adoptar un hijo, que no siempre es fácil tomar para
un matrimonio. Tratándose de una decisión que debe ser consensuada por la pareja, ello
me responde por qué, por primera vez en Machado, aparecen de algún modo asociados
Sin embargo, la adopción “real” que intentan los Aguiar —la de Tristán y la de
entonces, que, para Machado, el tema seguía siendo tabú. Machado habría intentado
conoce o no la vida de ese autor. Lo que el lector advierte es que, en el texto, a quien
narra, un tal Aires, le cuesta contar lo que siente: le cuesta contar que sufre
Al colocarse como testigo del drama de los Aguiar, la primera persona que narra
problema, que la tercera adoptada en Esaú e Jacó. El narrador del Memorial vive de
cerca, día por día, el drama del matrimonio Aguiar, lo anota en su diario, e,
que siempre las esté como negando, cosa que el lector no lo tome en serio. Este
cuando a la calidad literaria. El tema central de Esaú e Jacó, que reúne un conjunto de
bíblica entre los hijos de Rebeca; cierta rivalidad evangélica entre los apóstoles Pedro y
como una regresión en la obra de Machado, que tan actual había aparecido hasta allí. La
novela brilla solo por partes magistrales, como la que citamos referida al matrimonio
Con todo, el riquísimo perfil de Aires, personaje sobre el cual todavía hay
mucho por decir, eleva el texto y se despliega con absoluta seducción en el Memorial
de Aires. Con respecto al tema de la paternidad del corazón, la duda que se plantea
nota, sin fecha, del Memorial), parece sugerir una respuesta negativa.
propone algo, a lo que se llega por el solo peso de la realidad: Tanto hijos “de verdad”
como hijos “postizos”, tarde o temprano abandonarán a los padres, porque “la juventud
después de todo, que, a la par de tantos otros, eligen quienes deciden gestar hijos.
85
Es deber agregar que a partir del estudio de John Gledson (Machado de Assis,
precedente estudio de Helen Cadwell sobre Don Casmurro, cuyo presupuesto es el del
Gledson, revela un pliegue no advertido o apenas sospechado por los lectores con
matrimonio Aguiar (y, extendiendo el análisis, una suerte de traición social al Brasil).
Ello no obstante, la visión del crítico británico no afecta nuestra lectura del
conflicto de la paternidad del corazón en Machado. Pese a que, vista desde la oposición
verdad y mentira, Gledson desnuda la hipocresía de viuda fiel con que Fidelia oculta su
secreto y deja claro que la pareja miente con el fin de justificar su traslado a Portugal,
ello no indica que Aires –ni Machado de Assis– duden de que “la juventud tiene el
NOTAS
“Cristiano, manténte más dueño de ti, cuando tengamos gente de afuera, no te pongas
con los ojos fuera de la cara, saltando de un lado para otro, así, con aire de chico que
recibe un dulce...”
[2] Poseía, en gran escala, la cualidad de la simpatía; amaba a los débiles y a los tristes,
piedad y devoción.
[ 3] Doña Fernanda rascaba la cabeza del animal. Era la primera caricia después de
incorporó, él se quedó mirándola, y ella a él, tan fija y profundamente, que parecían
87
penetrar en lo íntimo de uno y otro. La simpatía universal, que era el alma de esta
señora, olvidaba toda consideración humana ante aquella miseria oscura y prosaica, y
extendía al animal una parte de sí misma, que lo cautivaba, que lo fascinaba, que lo
ataba a los pies de ella. Así, la pena que le daba el delirio del amo, le daba ahora el
presencia daba una sensación buena al animal, no quería privarlo de ese beneficio.
Doña Fernanda no la oyó. Continuó mirando los ojos tiernos y tristes del animal,
hasta que éste dejó caer la cabeza y se puso a husmear por la sala. Había sentido el olor
del amo. La puerta de calle estaba abierta; él habría huido, si Raimundo no hubiera
acudido a prenderlo. D. Fernanda dio algún dinero al criado para que lo lavara y lo
brazos o sujeto por una correa. En esta parte intervino también Sofía, ordenando que
[4] Doña Claudia lo miró fijamente. Sus ojos minuciosos se enterraban en los de él,
[ 5] Ahí tiene el lector, em pocas líneas, el retrato físico y moral de la persona que debía
influir más tarde em mi vida, y era aquello con dieciséis años. Tú que me lees,
si aún estuvieras viva cuando estas páginas vean la luz, tú que me lees, Virgilia amada,
¿no reparas en la diferencia entre el lenguaje de hoy y el que primero empleé cuando
88
te vi? Cree que era tan sincero entonces como ahora; la muerte no me volvió gruñón ni
injusto.
¡Ah, indiscreta! ¡Ah, ignorantona! Pero si es eso mismo lo que nos hace señores
nuestras impresiones y la vanidad de nuestros afectos. Deja que Pascal diga que
el hombre es un junco pensante. No; es una errata pensante, eso sí. Cada
que corrige la anterior, y que será corregida también, hasta la edición definitiva,
[6] Leí la carta, mal a principio y no toda, después fui leyendo mejor. Le huía,
ventanas, llegaba a cerrar los ojos. cuando nuevamente abrí los ojos e a carta, la
[7] Los ojos, por ejemplo, no son los mismos que los del tren, cuando nuestro
parecen más negros, y ya no subrayan nada; componen en seguida las cosas, por
[8] ¿Recordáis todavía mi teoría de las ediciones humanas? Pues sabed que, em
plagada de descuidos y barbarismos; defecto que, por otra parte, hallaba alguna
[9] Que le costase, creo; en aquellos días, principalmente, vi que debía costarle
las cosas; era de suponer que los años le despuntasen las espinas, que la distancia
de los hechos apagase los respectivos contornos, que una sombra de duda
ocupase un poco con otras aventuras. El hijo, creciendo, buscaría satisfacer las
[10] y que las otras cambian finalmente el original esperado por una copia
una lengua, que nunca nadie antes hablara ni oyera. Los otros amores eran,
nosotros dividíamos em tantos capítulos y parágrafos cuantas eran las horas del
día o los días de la semana. El estilo era tejido de sol y música; el lenguaje
componíase de fina flor de los otros vocabularios. Todo lo que em ellos existía,
dulce o vibrante, fure extraído por el autor para formar ese libro único — libro
sin índice, porque era infinito — sim márgenes, para que el hastío no viniese a
[12] Así se hacen algunas reputaciones más, y, lo que parece absurdo, algunas
buenas. En efecto, hay vidas que solo tienen prólogo; pero toda a gente habla del
gran libro que se le sigue, y el autor muere con las hojas en blanco.
[13] — Grave culpa, en verdad, mas la pena fue benévola. Los otros hombres
otro capítulo? Nada; pero el que los leyó a todos, los liga y concluye. ¿Hay
restituye. Tú viste eso, no diez veces, no mil veces, sino todas las veces; viste la
[ 14] Las palabras le salían lentas y contadas, como para hacer sentir toda a
munificencia del autor. No las profería como las demás personas; cada sílaba era
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por así decirlo exprimida, siendo fácil ver al cabo de algunos minutos, que él
hacía consistir toda la belleza de la elocución en ese alargar del vocablo. Las
ideas se basaban en modo de expresarlas; eran planas por dentro, pero traían una
costra de gravedad tan pesada, que daban ganas de ir a despejar el oído en cosas
[15] José Dias iba tan contento que cambió el hombre de los momentos graves,
como era em la calle, pelo hombre dúctil e inquieto. Se metía en todo, hablaba
de todo, me hacía parar a cada paso ante un escaparate o una cartelera de teatro.
Hizo todos los recados, pagó cuentas, recibió alquileres de casa; para él se
[16] José Días venía andando lleno de la letura de Walter Scott que había hecho
parques salían más grandes de su boca, os lagos tenían más agua y la «bóveda
alternaba el sonido de las voces, que eran levemente gruesas o finas, conforme el
[17] Capitú quiso que le repitiese todas las respuestas del agregado, las
alteraciones del gesto y hasta la pirueta. Pedía el sonido de las palabras. Era
creo... Pero no hablemos de esto; no nos queda bien decir nada más.
[19] Se arregló la capita y se levantó. Suspiró, creo que suspiró, mientras yo, que
no pedía otra cosa máss que la plena justificación de ella, le dije no sé qué
[20] No le hables com timidez. Todo está em que no tengas tenha miedo, muéstrale
que has de llegar a ser el dueño de la casa, muéstrale que quieres y que puedes. Dale a
entender bien que no es um favor. Hazle tambiém elogios; a él le gusta mucho de ser
elogiado. [...] hazlo que te digo. [...] Ve, pide, manda. Mira; dile que estás listo para a ir
[21] Como yo quisiese hablar también para disimular mi estado, llamé algunas
me llenaron la boca sim poder salir ninguna. El beso de Capitú me cerraba los
labios. Uma exclamación, un simples artículo, por mas que embistiesen con
murmurando: «He aquí uno que no hará gran carrera em el mundo, por menos
Así, apañados por la madre, éramos dos y contrarios, ella encubriendo con la
[22] De repente, sin querer, sin pensar, me salió de la boca esta palabra de
orgulho: - ¡Soy hombre! Supuse que me habían oído, porque la palavra salió en
voz alta, y corri a la puerta de la alcoba. porta da alcoba. No haía nadie afuera.
Volví adentro y, bajito, repetí que era hobre. Aún ahora tengo el eco en mis
oídos. El gusto que esto me dio fue enorme. Colón no lo tuvo mayor,
descubriendo a América (...) -¡Soy hombre! Quando repetí desto, por tercera
vez, pensé em el seminario, mas como se pensa em perigo que passou, um mal
[23] Tío Cosme y prima Justina repetían el título con admiración; era la primera
Cabral oía con gusto la repetición del título. Estaba de pie, daba algunos pasos,
sonreía o tamborileaba con los dedos en la tapa del joyero. El tamaño del título
como que le doblaba la magnificencia, posto que, para unirlo al nombre, era
demasiado largo; esta segunda reflexión fue ti Cosme quien la hizo. El padre
Cabral explicó que no era preciso decirlo todo, bastaba con que lo llamasen o
[24] El padre Cabral estaba em aquella primera hora de los honores en que las
reciben los loores como un tributo usual, cara muerta, sin agradecimientos. El
trae sensaciones más íntimas y finas que qualquier otro. Cabral oyó as palabras
[ 25] Cuando Padua, viniendo por dentro, entró en la sala de visitas, Capitú, de
Ahora viene el mismo lance; pero si cuento aquí, tal cual, los dos lances
susto, y le dio a su cara un aire medio desconfiado; pero yo, que sabía todo, vi
que era mentira y quedé con envidia. Fui a saludarlo al padre, que me estrechó la
mano, y quiso saber por qué la hija hablaba de protonotario apostólico. Capitú le
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repitió lo que me había oído a mí, y opinó que el padre debía ir a cumplimentar
[ 26] negó que fuese separación; era solo alguna ausencia, por causa de los
No hubo cálculo em esta palabra, pero estimé decirla, para hacerle creer que ella
viciosas hay que se embarcan así, a medio camino, en una frase inocente y pura!
Se llega a sospechar que la mentira es, muchas veces, tan involuntaria como la
[27] Los señores no son padres; no pueden ponderar la fuerza que tiene la
sonrisa de una hija para desvanecer todas las tristezas acumuladas en la frente de
era obra de mis manos! La fabriqué de de algunos listones de pino viejo; obra
(Cap. XXV)
96
enmendados los defectos; antes fue la educación la que se los dio. De los labios
de Camargo nunca salió la expresión correctiva; ninguno de sus actos reveló ese
la índole de la hija hubiera sido mala, la complicidad del padre la habría hecho
pésima.
ojos que Dios le dio, fue que ella vio rápidamente lo que era menos agradable,
para evitarlo, y lo que era más agradable, para cumplirlo. Esa cualidad le
donde muchas veces mueren. Obtenida la llave do carácter de Valeria, Iaiá abrió
[30] con amor y nostalgia,—dos veces nostalgia, porque también la muerte los
vendría a desunir. Recordaba los tiempos en que él y ella eran, uno para el otro,
era justo, sino hasta necesario. Entonces el padre se sentía feliz con la felicidade de
la hija, cujo egoísmo le enseñaba la abnegación. Si ella debía amar a otros qué
97
del corazón, todas las ventajas sociales, incluso las más sólidas, incluso las más
(Cap. XV).
Aires no pensaba nada, pero percibió que los otros pensaban alguna cosa, e hizo
opiniones, halló otra, intermedia, que contentó a ambos lados, cosa rara em
[33]Teme a obscuridad, Blas; huye de lo ínfimo. Mira que los homens valen por
diferentes modos, y que o más seguro de todos es valer por la opinión de los
XXVIII)
rosto como que se lhe espraiou uma onda de ventura. . . (Cap XXXIX) [34]
98
[35] ¡Un hijo! ¡Un ser sacado de mi ser! Esta era mi preocupación exclusiva de
aquel tempo. Ojos del mundo, celos del marido, muerrte de Viegas, nada me
voz secreta me decía: ¡Es tu hijo! ¡ Mi hijo! filho! Y repetía ests dos palabras,
paternales. Yo, para quien ella era ya una persona sagrada, um cáliz divino, la
!Sin filhos! La idea de tener hijos me produjo un sobresalto; me recorrió otra vez
el fluido misterioso. Sí, debía ser padre. La vida de célibe podia tener sus ciertas
ventajas, pero seríam leves, y compradas a trueque de la soledad. ¡Sin hijos! No;
CXX)
dolía el oficio; pero al final cedió. Creo que lloraba, al principio: tenía disgusto
de sí misma. Al menos, es cierto que no alzó los hacia mí durante los primeros
dos meses; me hablaba con ellos bajos, seria, enfurruñada, a veces triste. Eu
99
confianza, inventé una historia patética de mis amores con Virgilia, un caso
otros toques de novela. D. Plácida no rechazó uma sola página de la novela; las
aceptó todas. Era una necesidad de la conciencia. Al cabo de seis meses, quien
[39] Así, pues, el sacristán de la Sed, un día ayudando en la misa, vio entrar una
dama, que debía ser su colaboradora en vida de doña Plácida. La vio otros días,
ascender a los altares, en los días de fiesta. Ela gustó de él, se acercaron, se
amaron. De esa conjunción de lujurias broto doña Plácida. Es de crer que doña
Plácida no hablase ni siquiera cuando nació, pero si hubiera hablado podía decir
a los autores de sus días: —Aquí estoy. Para que me llamaste? Y el sacristán y
quemes los dedos en las ollas, los ojos em la costura, comas mal, o no comas,
volverte a enfermar y sanar otra vez, triste ahora, pronto desesperada, mañana
resignada, pero siempre con las manos en la olla y los ojos en la costura, hasta
[40] ... a los cuarenta y cinco entró a sentir una cierta necesidad moral, que no
Infelizmente, ese otro capital debía haber sido acumulado con el tiempo tiempo;
premio grande.
[41] El terror de Falcón era enorme. Él amaba a la sobrina como un amor de can,
que persigue y muerde a los extraños. La quería para sí, no como hombre sino
[43] Considerou que não perdia muito em estudar os rapazes. Chegou a apanhar
uma hipótese, espécie de andorinha, que avoaça entre árvores, abaixo e acima,
tivessem nascido dele talvez não divergissem tanto nem nada, graças ao
equilíbrio do seu espírito. A alma do velho entrou a ramalhar não sei que desejos
retrospectivos, e a rever essa hipótese, outra Caracas, outra Cármen, ele pai,
estes meninos seus, toda a andorinha que se dispersava num farfalhar calado de
de deseo solamente, padre que no foi, que habría sido, no lhe daba un
XLIV)
[45] Al cabo de algunos instantes, Aires iba sintiendo cómo esta pequeña
Los gemelos le habían dado alguna vez la mesma sensación, solo porque
gemelos, y a cuál de ellos. Vá tudo; tinha já pesar que não fosse algum
la punta del velo, sería preciso entrar en el alma de él, incluso más hondo
de añortanza de ella...LXXXVII
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REFERENCIAS:
Cadwel, Helen. O Otelo brasileiro de Machado de Assis. Trad. Fabio Fonseca de Melo.
Memorial de Aires. Extraído del libro Varios Escritos, São Paulo, Duas Cidades, 1970,
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e o público de literatura nó século 19. São Paulo: Edusp/Nankin, 2004. ISBN: 85-
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Sterne, Laurence. Vida y opiniones del caballero Tristram Shandhy. Madrid: Ediciones
Cátedra S. A, 1993.
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