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EXÉGESIS:
EL CONTEXTO:
El contexto para cualquier pasaje del libro de Job tiene que empezar con
capítulo 1, donde se establece el carácter ejemplar de Job (1:1-5) reconocido
por Dios (1:8). Pero Dios permitió que el satanás, uno de sus servidores
celestiales, probara a Job quitándole su riqueza, su familia (1:13-21), y
finalmente su salud (2:1-10).
Aunque podríamos esperar que Job, en capítulo 38, contestara a Eliú, capítulos
38-41 incluyen la respuesta de Dios hacia Job. El libro concluye presentando a
Job, humilde pero satisfecho (42:1-6) – sus amigos humillados por haberle
acusado falsamente (42:7-9) – y la riqueza, familia, y el bienestar de Job
restaurados (42:10-17).
Dios le responde a Job con preguntas – no las que se mencionan arriba, sino
preguntas que se dirigen a las que Job ha estado haciendo. “Dios le da a Job el
mejor complemento que un profesor le podría dar a su alumno. En lugar de
darle respuestas, Dios solo hace preguntas. En lugar de conclusiones, Dios
solo presenta los hechos. Inducción, no deducción, es su método de
enseñanza… Dios muestra lo mucho que se preocupa por Su creación, y
rehúsa ir en contra de la libertad de Job o insultar su inteligencia. Le da los
hechos y cuenta con que él haga las conexiones” (McKenna).
“Ahora ciñe como varón (geber) tus lomos” (v. 3a). Ceñir los lomos significa
tirar hacia arriba de las ropas y meterlas en el cinturón. El propósito es liberar a
la persona de las limitaciones físicas que impone la ropa apretada – dejar que
la persona se pueda mover libremente, trabajar o luchar sin constricción.
“Yo te preguntaré, y hazme saber tú” (v. 3b). Antes, Job retó a Dios, “Llama
luego, y yo responderé; o yo hablaré, y respóndeme tú” (13:22). En ese caso,
Job quería que Dios le explicara sus pecados e iniquidades (13:23) – que le
explicase el por qué de su sufrimiento.
Estos versículos dan la imagen de una gran obra arquitectónica tomando lugar
– la creación de la tierra. Jehová no menciona el resto de la creación en este
momento – el sol, la luna, las estrellas – las constelaciones y galaxias – las
blancas estrellas enanas o los agujeros negros – las novas y las supernovas –
la grandeza del espacio. La tierra es solo una pequeña parte del orden creado,
pero sirve adecuadamente para mostrarle a Job los límites de su
entendimiento.
“¿O quién puso su piedra angular, cuando las estrellas todas del alba
alababan, y se regocijaban todos los hijos de Dios?” (vv. 6-7). El poner una
piedra angular marca el comienzo de la construcción. Piedras angulares se
ponían con mucho cuidado, porque su ubicación facilitaba que los cimientos
quedaran rectos y nivelados.
Pero aquí Jehová describe el mar como un bebé que sale de su madre. Jehová
hace una vestidura de nubes para el mar – y utiliza una faja de oscuridad para
envolverla. Una faja es una tela o manta utilizada para envolver a un bebé.
Sirve para cubrir al bebé y también para restringir sus movimientos. La imagen,
entonces, es de Jehová utilizando las nubes y la oscuridad para vestir y
restringir los mares.
¿Y qué dices de eso, Job? ¿Dónde estabas tú cuando todo esto ocurrió? ¿Lo
viste? ¿Lo puedes comprender? ¿Podrías tú haber hecho algo tan grande?
¿Puedes tú poner límites a los mares violentos? Si no, ¿quién eres tú para
buscar una confrontación directa con el Todopoderoso para presentar tu caso y
buscar justificación?
Ahora Jehová pregunta si Job puede hablar de las nubes y hacerles soltar la
lluvia. ¿Puede hacer que las nubes rompan la sequía?
“¿Enviarás tú los relámpagos?” Antes, Eliú anotó que Dios “con las nubes
encubre la luz, y mándale no brillar, interponiendo aquéllas… Debajo de todos
los cielos lo dirige, y su luz hasta los fines de la tierra” (36:32; 37:3).
Ahora Jehová le pregunta a Job si él puede hacer lo mismo. ¿Puede hacer que
los relámpagos se unan como un batallón de soldados, y mandarles a la
batalla? (v. 35a).
“para que ellos vayan y diránte ellos: Henos aquí” (v. 35b). Cuando Job
llame los relámpagos, ¿reconocerán su autoridad y dirán, ¡presentes!?”
¿Cumplirán sus órdenes?
“¿Quién puso por cuenta los cielos con sabiduría?” (v. 37a). ¿Quién puede
numerar las nubes? Algunas se esconden en las esquinas de los cielos, flojas y
casi imperceptibles. Otras cuelgan pesadas y oscuras sobre la tierra. A
menudo, las nubes se mueven rápidamente a través del cielo, y una nube se
une a otra para formar una más grande – o una nube grande se rompe en dos.
Solo podemos ver las nubes que se encuentran a pocas millas de donde
estamos, y en la oscuridad de la noche es posible que no las veamos – pero
hay nubes que cubren cada continente y océano. ¿Quién puede contar todas
esas nubes, Job? ¿Quién tiene ese tipo de sabiduría? ¿Eres tú, Job?
¡Seguramente no!
“Y los odres de los cielos, quién los hace parar” (v. 37b). Todas esas nubes
son como los odres. Son preciosos porque pueden llevar agua para regar
cosechas y rellenar pozos y sostener vida: vida humana, animal, y vegetal. Sin
los odres, la vida en la tierra pronto desaparecería.
¿Quién llenó esos odres con agua, Job? ¿Tú? ¿Quién los puso en el cielo?
¿Tú? ¿Puedes tú alargar la mano al cielo e inclinarlos para que su agua caiga
donde se necesita, Job? ¡Seguramente no!
Cuando una sequía de este tipo amenaza con quitarle la vida a la tierra,
¿puedes tú traer agua de los cielos para calmar el polvo y ablandar la tierra,
Job? ¡Seguramente no!
Las preguntas que le hace Jehová a Job no intentan degradar a Job, sino
glorificar a Dios” (Alden, 380).
BIBLIOGRAFÍA:
Tucker, Gene M. in Craddock, Fred B.; Hayes, John H.; Holladay, Carl R.;
Tucker, Gene M., Preaching Through the Christian Year, B (Valley Forge:
Trinity Press International, 1993)