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Algunos de ellos así lo admiten sin ningún tipo de vergüenza, como

es el caso de Aldous Huxley: Tanto para mí, como sin duda para la
mayoría de mis contemporáneos, la filosofía del sinsentido fue
fundamentalmente un instrumento de liberación. La liberación que
deseábamos era a la vez libertad de un sistema político y económico
concreto y de un sistema moral concreto. Nos quejábamos de la
moral porque interfería en nuestra libertad sexual, y nos quejábamos
del sistema político y económico porque era injusto. Los defensores
de esos sistemas sostenían que en alguna medida reflejaban el
sentido (un sentido cristiano, insistían) del mundo. Había un método
increíblemente simple para refutar los argumentos de esa gente y al
mismo tiempo justificar nuestra rebelión política y erótica: podíamos
negar que el mundo tuviera algún sentido.
En concreto, nos quejábamos de la moral porque interfería en
nuestra libertad sexual, y nos quejábamos del sistema político y
económico porque era injusto. Los defensores de esos sistemas
sostenían que en alguna medida reflejaban el sentido (un sentido
cristiano, insistían) del mundo. Había un método increíblemente
simple para refutar los argumentos de esa gente y al mismo tiempo
justificar nuestra rebelión política y erótica: podíamos negar que el
mundo tuviera algún sentido.

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